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T HEGELER

O O ELEGIR
O JUGUETES
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES
BIBLIOTECA DEL EDUCADOR CONTEMPORANEO

Dirigida por
GILDA L. DE ROMERO BREST JAIME BERNSTEIN
Directora del Departamento de Director del Instituto de Psi­
Ciencias de la Educación de la cología de la Universidad del
Universidad de Buenos Aires Litoral

1 ­ Marian Scheifele: El niño adolescente y cómo edu­


sobredotado en la escuela carlo
común 21 ­ A. T. Jersild: La personali­
2 ­ Frederick Elkin: El niño 11 dad del maestro
la sociedad 22 ­ Sten Hegeler: Cómo elegir
3 ­ Mary Sheckles: Cómo ense­ los juguetes
ñar las ciencias al escolar 23 ­ Williard S. Elsbree: Cómo
4 ­ Guy Palmade : Los métod,os hacer progresar al escotar
en pedagogía 24 ­ D. Cohen y V. Stern: Guta
5 ­ Gertrude P. Driscoll: Cómo para observar ta conducta
estudiar Za conducta de los del escolar
niños 25 ­ J. Piaget y otros: Comu­
6 ­W. B. Featherstone: Cómo nicación, inteligencia 11 edu­
enseñar al escolar 11 al estu­ cación del niño pequeño
diante lentos 26­ M. H. y L. K. Frank y otros:
7 - C. Eric Pearson: Guía de Dinámica 11 desviaciones de
educación física para el la conducta del niño
maestro 27 ­ E. Paul Torrance: Cómo es
8 ­ A. T. Jersild y otros: El el niño sobredotado y cómo
niño en la escuela enseñarle
9 ­ Percival M. Symonds: Qué 28 ­ R. Strang y otros: Motiva­
enseña la psicología a la ción Y diferencias individua­
educación les en la escueta
10 ­ J. R. Hilgard y otros: La 29 ­ Ruth Strang y otros: La
educación del niño pequeño orientación escolar
11 ­ Max Meenes: Cómo estudiar 30 ­ Don C. Charles: Psicología
para aPTender del niño en el aula
12 ­ Ruth Strang: Cómo informar 31 ­ Marion J. Erickson: Cómo
a los padres es el niño retardado 11 cómo
13 ­ Fischer Darrow y R. van enseñarle
Allen: Actividades para el 32 ­ Helen L. Guilham: Cómo
aprendizaje creador ayudar a los niños a acep­
14 ­ A. D. Calvin y otros: Pro­ tarse a sí mismos y a los
cesos del aprendizaje in­ demás
fantit 33­Percival M. Symonds y
15 ­ L. Anderson y otros: El otros: Las relaciones fami­
maestro 11 la conducta del liares
niño 34 ­ D. P. Ausubel, S. L. Pressey
16-L. M. Terman y otros: La y otros: Familia 11 sexuali­
inteligencia, el interés y Za dad
actitud 35 ­ Ch. Bühler, A. T. Jersild
17 ­ K. Lewin y otros: El niño A. G. Woltmann y otros:
y su ambiente Educación artística y re­
18 ­ Gertrude P. Driscoll: Guian­ creadón del niño
do al niño en la escuela 36 ­ J. E. W. Wallin y otros: EL
19 ­ F. N. Freeman y otros: Psi­ niño deficiente físico, men­
cología de las materias es­ tal 11 emocional
colares 11 evaluación 37 ­ Ch. Bühler, R. Strang y
20 ­ Glenn Myers Blair y R. Ste­ otros: Higiene mental del
wart Jones: Cómo es el niño

VOLUMEN

22
STEN HEGELER

CÓMO ELEGIR
LOS JUGUETES

EDITORIAL PAIDÓS - BUENOS AIRES


Título del 01·,ignal inglés
CHOOSING TOYS FOR CHILDREN

Publicado por
TA VISTOCK J>uBLICA TIONS
Londres

Versión castellana de
MARTA l. GuASTAVINO

@ Copyright de todas las ediciones en castellano, Editoriai Paidós.


Queda hecho el depósito que previene la ley NC? 11.723.
Impreso en la Argentina. Printed in Argentina. Año 1965.
ÍNDICE D E CAPÍTULOS

INTRODUCCION D. E. M. Gardner . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

l. EL JUEGO: ENFOQUE HiSTORICO • • • • • • • • • • • • • • • • • • • 17

11. LUGAR DE LOS JUGUETES EN EL DESARROLLO DEL


NIÑO • • • • • • •• • • . • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • . • • • 25

Los primeros seis meses (25). Los seis meses: la ver­


dadera edad del sonajero (28). El primer cumple­
años (29). Dieciocho meses (31). Dos años (34). Tres
años: construcciones y experimentos (35). Cuatro
años: el mundo se ha vuelto más grande y menos se­
guro (37). Cinco y seis años: casi personas mayo­
res (39). Siete, ocho y nueve años: escuela, manía de
coleccionista, "hobbies" ( 39). Diez, once y doce años:
pequeños individuos ( 41) •

111. ALGUNOS PROBLEMAS DEL JUEGO Y LOS JUGUETES • • 43


¿ Qué es el juego? Diferencia entre juego y trabajo
(43). ¿Por qué juegan los niños? (45). Métodos de
educación modernos y disciplinarios (46). Dé a sus
hijos buenas comodidades para jugar (47). El juego
del niño es su trabajo ( 48). ¿ Cómo se eligen los jugue­
tes? (49). ¿Por qué se hacen tantos juguetes ma­
los? (50). ¿Por qué no juega mi hijo? (52). Cómo
ayudar y enseñar a los niños (53). No dar demasiado
pronto juguetes a los niños (55). Los juguetes del her­
mano o la hermana mayor (56). Mis hijos no juegan
bien entre ellos (56). Varones y muñecas. Niñas y
herramientas (60). Sobre los juguetes educativos (61).
Juguetes de material plástico (63). Juguetes mecáni­
cos ( 63) • Juguetes de construcción ( 65) . Arcilla, co­
lores, agua y fuego (66). Barriletes (68). Soldados,
¿sí o no? (70). El rótulo de la caja (71). Qué ha­
cer si el niño usa mal el juguete (72). Cuando hay
que estar en cama (73). Muñecos y muñecas (75).
Tres cosas especialmente buenas (76).
ALGUNAS oss'ERVACIONES SOBRE EL JUEGO EN LOS NI-
ÑOS ENFERMOS • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • . • • • • • • • • . • • 78

BIBLIOGRAFIA ESPECIAL EN CASTELLANO • • • • • • • • • • • • • • • • 85


INTRODUCCióN
D. E. M. GARDNER

¿A qué se refiere la gente al hablar de juego? Duran­


te muchos años psicólogos y filósofos han aventurado
diversas teorías para explicar este extraño fenómeno que
se da en los niños; esta vida burbujeante que fluye en
ellos y que hace que, espontáneamente, sean tan crea­
dores a partir de sus propios motivos interiores.
Recuerdo haber preguntado en una ocasión a una
estudiante, que se encontraba muy confundida respecto
a lo que es el juego, qué respondería si un ser de otro
planeta llegara a preguntarle: "¿Qué es eso del juego
de vuestros niños? Nosotros no tenemos tal cosa". La
muchacha dijo con bastante solemnidad: "Creo que le
diría que es lo contrario del trabajo."
Pero creo que basta con oírlo para descartarlo. A no
dudarlo, no es realmente lo contrario del trabajo. Re­
cuerdo a un niño de seis años, en una escuela en que
se comienza cada día con un período de rico y fértil
juego libre. No se le llama juego, porque no es un tér­
mino lo bastante respetable como para aparecer en el
horario de una escuela en algunas partes del país; de
modo que lo llaman "actividad creadora". Un día dos
pequeños leían en alta voz el horario cuando la direc­
tora, al pasar, les oyó decir: "De nueve a diez y veinte
tenemos actividad creadora". Como le divirtió escuchar
palabras tan solemnes en boca de los niños, se detuvo
·, les preguntó qué era "actividad creadora". Los niños
plícaron: "Oh, es cuando trabajamos" ... ¡y era real­
. vte el período de juego libre! Pero para los niños era
­sa más seria y más importante que sucedía en fa
<i.. Recuerdo a un inspector ­un hombre encan­
,ue entró a una escuela elemental, muy íntere­
, ") que los niños hacían, pero que al retirarse
· eno, espero volver a verlos. Me ha intere­
8 STEN HEGELER

sado mucho, y tienen tantas cosas para jugar, ¿no es


cierto?" Los niños se sintieron realmente heridos y dije­
ron que no les gustaba el inspector porque había pen­
sado que estaban jugando. Ahora bien, estaban jugando,
pero tan de corazón y con tanto esfuerzo y energía que
querían que fuera reconocido como trabajo.
Considero que el juego real de los· niños es muy seme­
jante a la actividad creadora de cualquier artista en su
obra; de cualquiera que trabaja en una tarea por amor
a la tarea misma. Tal persona se toma a menudo tra­
bajos que requieren mucho esfuerzo: es lo mismo que
en su juego hace el niño. Si el motivo es de origen
interno, no creo que haya mucha diferencia de cualidad
entre el niño que juega con todo su corazón y alguien
que trabaja en una tarea por la cual se preocupa pro­
fundamente, que ama y quiere hacer bien. De ahí que
sea tan difícil distinguir entre trabajo y juego. Quizá
el bebé sea el más sabio de todos, ya que ni siquiera lo
intenta, y en un momento de la vida en que ni siquiera
el educador más rígido intenta educar por otro medio
que no sea el juego, el niño aprende sorprendentemente
bien. Como dice Cesell, al término de su primer año
de vida el niño tiene más rasgos comunes con el adulto
que con lo que él mismo era al nacer, y el conocímíen­
to que hace que sea así ha sido. adquirido a través del
juego, a través de una inacabable investigación expe­
rimental, cuyo impulso viene siempre desde adentro.
Este motivo interno es, según creo, el verdadero y
quizás el único atributo que distingue "juego" de .. tra­
bajo"; este sentimiento que tiene el propio niño de
estar haciendo algo que quiere hacer, que se propone
hacer y que es un hacer en el cual cree. Spencer
y Schiller manifiestan que "el juego es una descarga de
energía": como el niño no necesita realizar el esfuerzo
de los adultos para ganarse la subsistencia, dispone de
un caudal de energías que no sabe cómo usar y que de
ser agotado. Aunque hay algo de verdad en esta teor'
es una de las menos satisfactorias. Si observamos a
grupo de muchachos de ocho a nueve años, repe;
mente liberados en un patio de recreo, después d-
estado en un au1a donde no tienen lugar para ·
no tendremos. duda de que están canalizando
na cantidad de energía sobrante.
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 9
Está también la teoría opuesta, la teoría recreativa,
que considera el juego infantil como un descanso de la
fatiga del trabajo. También en ella hay algo de cierto.
He trabajado en centros de juego efectuando experien­
cias a lo largo de doce años, en cuatro ciudades. En
esta tarea me fue dado comprobar, por una parte, el
marcado despliegue de energía que realizan los niños
en el juego, y por otra, que muchos de ellos aprovecha­
ban la circunstancia a manera de descanso. Se trataba
de criaturas que tenían demasiadas responsabilidades:
niñas a quienes se encargaba a menudo el cuidado de
hermanos menores, muy responsables en sus hogares, y
que además, trabajando mucho en la escuela, aparenta­
ban necesitar del centro de juego para relajarse. Para
ellos entrar al cuarto de juego significaba ser ellos mis­
mos niños durante un momento; dejar que la arena se les
escurriera entre los dedos; vestirse con ropas de etiqueta,
no para actuar en una obra, sino para bailar y hacer
piruetas frente a un espejo; subir y bajar a saltos las
escaleras, corretear y dedicarse a cualquier actividad
sin motivo aparente. A veces, después de una hora más
o menos, alguna de estas niñas abandonaba el centro de
juegos para abocarse con gran interés a trabajos de su
propio nivel, como si hubiera satisfecho la medida
de sus anhelos primitivos, es decir ser ella misma una
criatura en vez de estar siempre a cargo del bebé. El
centro entonces le servía para aflojar las normas y
relajarse.
En otras palabras, la recreación y el descanso pueden
ser incluidos en el concepto de juego, pero no ha de
pensarse que constituyan la totalidad de éste. Creo que
en Inglaterra son muchas aún las personas que tienden
a pensar en el juego solamente como algo que se hace
·uando uno está cansado de trabajar. Por esa razón lo
ileran, sin darse cuenta del verdadero alcance de tal
ti vi dad.
7ue Karl Groas quien sustentó la idea de que el jue­
) una preparación para la vida. De interpretar esta
1.ción al pie de la letra caeríamos en lo absurdo ( el
=staría lleno de conductores de ómnibus y pilo­
. ones ) ; pero si lo analizamos con un sentido más
de lleno en la realidad. Un niño es capaz
· su imaginación, confianza en sí mismo,
10 STEN HEGELER

autocontrol y capacidad de cooperación con los demás.


De entre todos los antiguos teóricos del juego, es con
Groes con quien más simpatizo, aunque más no fuera
por haber dicho las maravillosas palabras: "Los niños
no juegan porque sean jóvenes. Tienen la juventud para
que puedan jugar."
Quizá estemos volviéndonos cada vez más conscientes
del valor del juego; tendemos a incorporarlo de manera
más general a la educación de nuestros hijos, y estoy
segura que reconocemos de manera creciente su impor­
tancia en la terapia psicológica. Hubo períodos en los
cuales la totalidad de los educadores perdieron de vista
su importancia y los padres su significado, obligando a
los hijos a dejar tan trivial distracción a fin de apro­
vechar más el tiempo de estudio. No obstante, los gran­
des maestros y los padres nunca dejaron de reconocer el
extraordinario valor del juego en la niñez. La existencia
misma de juguetes en los tiempos primitivos de la hu­
manidad muestra el reconocimiento de los padres hacia
la necesidad del juego en sus hijos.
Somos conscientes de la importancia del juego para
el desarrollo físico y la salud corporal. En efecto, el
juego es una salvaguardia de la salud, y los niños la
disfrutan plenamente, en especial si se les facilitan los
elementos adecuados al aire libre, como ser leños, ta­
blones, tierra y agua, equipos de construccion, barcos,
casas, cuevas y jardines. La totalidad del mundo al aire
libre encanta a los niños cuando se les permite jugar
afuera. Sabemos que el control muscular se logra tre­
pando, saltando, jugando a la pelota, con aros, zancos
y patines de ruedas; la extensión del cuerpo en apara­
tos, que resulta tan fascinante para los niños por encima
de los siete años, es una, de las actividades que facilitar
el control corporal y alivian considerablemente la ter
sión de permanecer sentado e inmóvil.
Volviendo a la cuestión de la estabilidad emocio
y la salud mental, ¿a qué se debe que, como es sa1
el juego promueva la estabilidad emocional? En ­
término, cualquier actividad creadora -y el ;
creador­ ofrece a los niños una profunda
y seguridad. En el juego, el niño puede ser
cosas buenas, agradables, o proporcione
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 11
demás. Como lo señala muy nítidamente Susan Isaacs O
en uno de sus libros, para el niño pequeño es muy fácil
destruir, consumir, romper, ensuciar, hacer daño, pero le
es muy difícil construir, dar algo bueno, realizar las acti­
vidades maravillosas de los adultos. En ocasiones el
niño se desespera al creer que no logrará nunca la efi­
ciencia de los adultos; otras veces envidia el poder de
realización de los mayores. En el mundo del juego el
niño se siente seguro: puede pintar un cuadro que
alguien encuentre hermoso; puede dar a los demás; pue­
de ayudar a que se concrete la idea de otro niño; puede
tomar un material que nada promete y crear un objeto
en que está incorporado algo de su propia mente; puede
usar la arcilla no sólo para ensuciar sino para modelar;
puede construir una imagen atrayente de lo que podría
ser un revoltijo de pintura. Siempre abriga el sentimien­
to de que también él puede hacer cosas buenas y repa­
rar daños. Cuando derriba la torre de cubos de un
compañero, puede ayudar a reconstruirla. El cúmulo de
estas alternativas, con un apoyo adecuado del adulto,
puede brindar enorme seguridad.
Sabemos además que al exteriorizar sus ansiedades
y temores, que son causas inconscientes de gran angus­
tia y pérdida de energía, los terrores infantiles Ge hacen
menos sobrecogedores. Pero si logramos extraer lo que
nos atemoriza, verlo y enfrentarlo, el objeto en conflicto
habrá perdido la virulencia que posee cuando se lo
conoce a medías, o no se lo conoce y se lo aparta. El
fervor y la contracción de "jugar a que", permite al niño
exteriorizar sus ansiedades. Observamos una ilustración
simple de este hecho durante la época en que los niños
pasaron por la experiencia de las incursiones aéreas en
ciudades bombardeadas. M entrar a un patio de recreo,
se los hallaba por lo general jugando a los bombardeos,
haciendo aullar las sirenas, corriendo a los refugios, dan­
do la señal de "pasó la alarma", y a veces gentes de
buena voluntad decían: "Pobrecitos, ¿por qué siguen
[ugando a esto? ¿Acaso no pued·en jugar a algo más
tranquilo y amable?" Estas personas no alcanzaban a
desentreñar el mecanismo utilizado por los niños. Ellos,
extrayendo de su interior la ansiedad resultante de una
• Véase la bibliografía en castellano al final de este iibro. (E.]
12 STEN HEGELER

situación aterradora, por medio del juego, la controlaban


y compartían sin miedo con sus compañeros. Existía
una relación entre esto y el hecho de que los niños no
se derrumbaban, tal como muchos psiquiatras habían
esperado que sucedies•e. Constantemente se renovaban
las expresiones de sorpresa ante la resistencia de los
niños. Pienso que esto res atribuible al hecho de que ellos
exteriorizaron su tensión por medio del juego.
Son muchos los malentendidos en torno a esta cues­
tión. La gente suele pensar que si una criatura sufre
una pérdida, o fue operado, por ejemplo, le desagradará
jugar con esos elementos. Lo cierto es que si un niño
ha perdido a un gran amigo y se lo encuentra jugando
"al hospital" o a que "alguien se murió", no se deberá
desviar su atención o apartarlo de su actividad. Posi­
blemente por ese medio está canal.izando su angustia.
Es un craso error el suponer que si a un niño se le
permite utilizar la agresión en el juego se volverá más
agresivo. En el pasado la confusión ha sido grande. Por
ejemplo, cuando el niño, ante los celos con los hermanos
menores, enfrenta el problema golpeando los juguetes
de ellos, en lugar de agredir al sujeto de su conflicto,
alguien puede decirle: "¡Qué malo, destrozar los jugue­
tes!"; con esto se corre el peligro de destruir su válvula
de escape. El niño tiene conciencia de que hay una
diferencia entre dar un manotazo a la muñeca de trapo
y dárselo a su hermano, y si los adultos no parecen ver
diferencia alguna, lo sumen en la confusión. Reiterada­
mente descubro en la agresión ficticia que los niños son
muy controlados en lo que respecta a la agresión real.
Estoy segura que es una de las formas que tienen de
manejarla: "No necesito herir realmente a la gente; me
basta con fingirlo."
A los niños les encanta el poder, y a menudo anhelan
manejarnos ­ya que tanto los manejamos­, pero, en defi­
nitiva, no podemos permitirles que nos manejen. Sin
embargo, si les dejamos tener control sobre sus materia­
les, con frecuencia pueden sublimar de manera inofen­
siva e incluso útil su deseo de dominar y ser poderosos.
'Quizá la razón de que a los niños muy pequeños les
gusten los juguetes muy grandes, sea que los hacen
sentir más poderosos. En mis centros de juego encontré
siempre que los niños de tres años querían el cochecito
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 13
verdadero y no el de juguete. Poseíamos un cochecito
de bebé que no tenía ninguna parte de madera y era
sólo un marco de hierro; fue uno de los juguetes más
maravillosos con que contamos. Los niños mayores lo
usaban como carruaje en representaciones dramáticas,
y recuerdo haberlo visto empleado como féretro cuando
se realizaba el funeral de un rey. Los más chicos lo
empleaban como cochecito y se paseaban unos a otros.
A los muy pequeños les gusta manejar uno del mismo
tamaño que el usado por mamá. Con frecuencia son
los niños mayores los que más quieren los objetos en
miniatura. Los pequeños prefieren las cosas del tamaño
que nosotros usamos; esto es más difícil para ellos,
pero es justamente a eso a lo que aspiran. Tienen una
misteriosa forma de saber qué es· lo que valorizamos.
Cuando los entretenemos para que jueguen con ese
juguete tan bonito, mientras nosotros "jugamos" con la
máquina de coser, tienen la idea de que lo que real­
mente valorizamos es la máquina de coser, y nos hacen
el cumplido de valorizarla realmente ellos también. De/
ahí que las escuelas con período pre­escolar sean tan�
importantes. Los niños quieren imitar lo que hacen sus
padres. Creo que esta oportunidad de manejar cosas
que parecen ser grandes y difíciles es una sublimación
muy útil de su deseo de dominarnos.
Los niños pequeños atraviesan a menudo una fase de
"negatívismo", en la que dicen: "¿Conque quieres que
lo haga? ¡Pues no!", y esto se acentúa menos si tienen
cosas posibles de controlar, y si sienten que apoyamos
su deseo de poder facilitándoles el control de las cosas.
Quisiera decir algo acerca del gran valor que tiene
el juego para ayudar a los niños al mutuo conocimiento
y comprensión. En determinada etapa de su vida co­
mienzan a necesitar de otros niños para los juegos
de cooperación. Descubren el placer de jugar en com­
pañía. En un comienzo aprovechan esto bastante. Si
quieren pasear a alguien en el cochecito, encuentran
rápidamente quien acepte ser paseado. Más adelante,
cuando encuentran que otro niño quiere empujar el
cochecito al mismo tiempo que él, aprenden también
la necesidad de establecer turnos a fin de que el nuevo
amigo acepte seguir jugando.
Algunos juegos organizados se enseñan de manera
14 STEN HEGELER

demasiado seria, y por eso mismo no creo que puedan


ser llamados juegos. El que los niños inventan y para e]
cual hacen sus propias reglas, o el que realizan de ma­
nera espontánea y automotivada, pueden ser consi­
derados como tales; pero aquellos que se enseñan a
modo de habilidad y en los que se reprende a los niños
si cometen errores, no establecen diferencia entre el
objetivo que se tiene para la enseñanza de un juego,
del que se aplica para la enseñanza formal de las ma­
temáticas o del lenguaje, por ejemplo. Ante un enfoque
de este tipo recuerdo que, siendo niña me hicieron
preocupar más por los errores que podía cometer en e}
campo de deportes que por cualquier actividad dentro
del aula.
Los niños aprenden mucho con sus juegos. A muy
temprana edad descubren la naturaleza de los objetos.
Por ejemplo: que la nieve no es azúcar, que no se puede
recoger un rayo de sol del piso, que se puede escribir
con un lápiz pero no con un palo, son cosas que el niño
no sabe, pero que va descubriendo experimentalmente
en el juego. Probablemente el niño piensa que puede
alcanzar la luna, y que si la pide a su madre, se la dará.
Moviéndose en el mundo del juego los niños compren­
den a qué distancia están las cosas, y que unas son
alcanzables y otras no.
A medida que los niños crecen van observando la
vida de los adultos, para representar luego los mismos
papeles; juegan a ser conductores de ómnibus, enfer­
meras, comerciantes, o policías que dirigen el tránsito.
A menudo se los encuentra observando lo que hacen las
personas mayores e imitándolos con precisión y fideli­
dad. El motivo del aprendizaje se adquiere a menudo
en el juego. Muchos niños recurren a los libros en su
intento de saber cómo trabaja una señal de ferrocarril,
por ejemplo, u otros conocimientos que los ayuden a
jugar con más realismo.
Los niños, en su aventura Intelectual y en el juego,
van frecuentemente más allá de lo que nos atreveríamos
a pedirles que fueran en una educación formal. Inven­
tan idiomas secretos y claves, se escriben entre ellos en
lenguaje cifrado y con códigos que traducen. Buscan
paneles secretos en los edificios y con frecuencia reali­
zan experimentos científicos bastante adelantados. Los
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 15
runos especialmente ­pero también un número consi­
derable de niñas­ se sienten fascinados por la física y la
mecánica, inventan máquinas, desarman viejas cámaras
fotográficas para ver su mecanismo interno, aprenden
a hacer cosas con la electricidad, etc.
Los seis y los siete años son las edades más fascinan­
tes. Los niños viven entre dos mundos: el de la primera
infancia, con una imaginación sin límites, y el de la
infancia propiamente, en la que, junto a esa vivaz ima­
ginación, manejan y d·esean un mayor realismo. Conocí
a un muchachito de seis años que ansiaba de tal manera
una locomotora de juguete igual a las verdaderas, que
sus padres le regalaron una para su cumpleaños. Jugó
todo el día con ella como lo que era, una locomotora,
pero a la hora de acostarse la envolvió en un camisón
de franela, la alimentó con bizcochos de chocolate por
la chimenea y se la llevó consigo a la cama. Tenemos
aquí esa maravillosa línea divisoria entre los seis y los
siete años, cuando son mitad niños y mitad hombrecitos,
que investigan y quieren comprender el mundo real.
Diría que el interés por los juguetes, cuyo propósito
inicial es la manipulación, decae después de los cuatro
años de edad, más o menos. Para el niño muy pequeño
es una tarea creadora el intentar que algo encaje en su
correspondiente agujero ­el buzón es un gran placer
para los pequeñitos­; pero más adelante este ejercicio
se vuelve relativamente fácil y el niño comienza a nece­
sitar cada vez más materia prima y herramientas sen­
cillas para crear y construir, juguetes de construcción
muy simples que le permitan hacer cosas, y reproduc­
clones en miniatura de objetos del mundo real con los
cuales representar imaginativamente su medio. En esta
etapa los niños gozan con los juguetes pequeños, auto­
móviles en miniatura, un mayor número de bloques de
construcción para representar mejor el mundo, indu­
mentaria para imitar el atuendo del adulto; es decir,
elementos variados y numerosos que le permiten en sus
juegos crear libremente e imitar toda la vida que ven
a su alrededor.
CAPÍTULO I

EL JUEGO: ENFOQUE ffiSTúRICO

AY una historia finlandesa ­con la que se hizo una

H película­ de un vendedor de juguetes que llega


a un país en el cual tanto a los niños como a los
adultos les está prohibido jugar. Nadie quiere, o mejor
dicho a nadie se le permite, comprar sus muñecas. Los
niños están alborotados con su presencia y una de las
muchachas se enamora de él. El vendedor de juguetes
es tomado preso como individuo peligroso para el Esta­
do; frente a esto, los niños y la muchacha Ge rebelan,
derribando a los tiranos y liberando al que había sido
injustamente oprimido.
[ La historia es muy simbólica, pues sólo el que puede
jugar tiene la adecuada comprensión para vivir, en la
medida en que el juego requiere libertad, que es todo
lo opuesto a tiranía.
Todo lo que hacemos como entretenimiento es juego.
En un museo que conozco, hay una minúscula marmita
hecha de un cuarto de penique, como se puede ver por
el dibujo de la base. Es tan diminuta, que resulta com­
pletamente Inútil, y debe haber llevado infinidad de
horas realizarla. Si se la encargara costaría una fortuna.
El que la trabajó debió haberse sentido cautivado por
la idea de hacer lo aparentemente imposible, debió
haber luchado con sus materiales y los inconvenientes
que éstos le planteaban hasta triunfar finalmente. Todo
habrá sido maravilloso, pero estoy segura que cuando
la terminó y fue suficientemente admirada, perdió toda
importancia para él, dedicando su atención a otras cosas.
Este es un ejemplo de juego de adultos, pero hay
muchos otros: los barcos en botellas, las biblias en mi­
niatura que sólo pueden leerse con lupa, etc. Caso singu­
lar es el del hombre que grabó todo el Padrenuestro en
18 STEN HEGELER

la cabeza de un alfiler común. Esta misma lucha con el


material existe en el arte, en todo lo que es digno de
admiración y que ti­ene un alto valor. El artista se pro­
pone un objetivo, y lo cumple. Y cuanto mayor es ese
objetivo, mayor es la tarea del artista.
Pero volvamos a los niños, sus juegos y sus juguetes.
La mayor parte de los adultos recordamos algún jugue­
te, una tormenta de nieve en una bola de cristal o un
huevo chino con infinidad de huevitos en su interior,
por los cuales sentíamos particular afecto; casi todos
hemos tenido ositos de felpa y muñecas que nos llevá­
bamos a la cama, y algunos, sean niñas o niños, han
dependido tanto de tales juguetes que se han separado
de ellos a una edad bastante avanzada.
El osito de felpa (llamado en los Estados Unidlos
Teddy bear) tiene un divertido origen. Este juguete ha
existido durante siglos, especialmente en Rusia, pero el
Teddy beor tiene su propia historia, que es más recien­
te. S¡e pensó en un momento que el Teddy bear era
creación de Margarete Steiff, la paralítica alemana fabri­
cante de juguetes, cuya producción alcanzó el más alto
nivel del mundo a principios de siglo, pero no es así.
En 1902, el presidente de los Estados Unidos, Theo­
dore Roosevelt, descansaba dedicándose a la caza de
osos en las Montañas Rocosas. Un día un osezno se
metió en su campamento. Roosevelt, que no se decidió
a matarlo, lo adoptó, en cambio, como favorito. El rela­
to periodístico del suceso estaba ilustrado con un dibujo
del oso, al que se le había dado el título de "Teddy's
Bear" ( el oso de Teddy). Morris Michtom, norteameri­
cano de ascendencia rusa, vio el dibujo y se apresuró
a confeccionar un osito con un resto de felpa marrón.
Tan pronto como lo exhibió en su negocio, comenzaron
a lloverle los pedidos. Poco después de esto, Michtom
escribió respetuosamente a la Casa Blanca pidiendo que
se le permitiera llamar Teddy bear al nuevo juguete, y
he aquí la respuesta que recibió del presidente:
Estimado señor Michtom:
No puedo imaginar que mi nombre sea de tanto
valor en cuestión de osos, pero no tengo inconve­
niente en que lo use.
THEODORE ROOSEVELT
CÓMO ELEGID LOS JUGUETES 19
La Idea benefició también a la señora Steiff, pues
.Michtom no pudo de ninguna manera satisfacer solo
las demandas. En 1907, ella tenía más de dos mil obre­
ras trabajando en la fabricación de estos ositos, para
exportarlos a Inglaterra, a los Estados Unidos y a otros
países más.
Los juguetes y su historia constituyen un estudio fas­
cinante. Cualquier desarrollo del arte o de la ciencia,
de la arquitectura, del vestido y otros dominios de la
civilización y la cultura, se refleja casi inmediatamente
en los juguetes de la época. Después de todo, cuando
los niños juegan imitan a sus mayores y los fabricantes
de juguetes lo saben bien. Las ruñas lavan, juegan a las
muñecas, limpian y quitan el polvo como lo ven hacer a
sus madres. Los varones, por otra parte, ya no tienen las
mismas posibilidades de imitar a su padre en el juego,
pues hoy en día son pocos los hombres que tienen el
lugar de trabajo en la propia casa. En épocas anteriores
a la era de la industria los hijos solían emplear en sus
juegos las propias herramientas del padre, para luego
ayudarlo realmente en su trabajo. Esto se mantiene aún
en los pueblos primitivos, pero en la moderna sociedad
hay escasas oportunidades para los niños de ver trabajar
al padre; por eso juegan a ser comerciantes, carteros.
conductores, policías o soldados, ya que son éstas las
personas que ven en acción.
Por cierto que hay juegos capaces de sobrevivir a
todos los cambios sociales. Por ejemplo, la payana, que
pareciera haber sido inventada en cada lugar del mun­
do. Este juego se practica con cinco o más piedras, y
tiene sus reglas bastante complicadas. Es antiguo y muy
conocido en todas partes. Originariamente se usaban
los huesos de la pata de los animales bisulcos ( y aún
se los usa en algunos lugares donde se denomina el jue­
go "de los huesecillos"); también se han usado papas
pequeñas, nueces y porotos, en países como Tahití,
Japón, Grecia, Australia y Escocia, donde se ha practi­
cado el juego durante siglos.
Hay otros juegos antiquísimos y tan ampliamente di­
fundidos como la payana.
Sabemos que hace tres mil años griegos y egipcios
ya usaban el sonajero. Hay quien sostiene que se lo
empleaba para espantar a los espíritus malignos, pero
20 STEN HEGELER

difícilmente los niños habrían comprendido esto, y es de


suponer que lo usaban como juguetes.
La pequeña Flor de Loto era una niñita que vivió
en Egipto hace unos tres mil años. Murió de corta edad
y fue sepultada junto con su muñeca, que se conserva
ahora en el Museo Británico; es hermosa y tiene los
brazos articulados.
Sabemos que hace dos mil años existían juguetes· de
ruedas muy semejantes a los que se construyen en la
actualidad. Y muchos otros anteriores a la era cristiana
o pertenecientes a los primeros siglos de la misma, pero
muy pocos de la Edad Media. En un museo de Viena
hay un cuadro de Brueghel el Viejo, fechado en 1560,
que muestra un grupo de niños jugando. Están repre­
sentados setenta y un juegos diferentes; y es de suponer
que no han sido repentinamente inventados, sino que la
mayoría de ellos existían ya durante la Edad Media e
incluso durante el período más oscuro de la misma. Los
juguetes son prácticamente los mismos que aún tene­
mos: cuerda de saltar, pelotas, aros y otros semejantes.
Tenemos toda clase de juguetes provenientes de los
siglos siguientes. Las muñecas, con sus casas y sus mue­
bles, merecerían un capítulo aparte. Prácticamente todas
las civilizaciones y todas las épocas han tenido sus mu­
ñecas, algunas primitivas y otras más perfeccionadas, en
una escala que va desde la fabricación en hueso o ma­
dera, con unos pocos cortes de cuchillo y de lejana
semejanza al ser humano, hasta las más bonitas y ele­
gantes cuyas cabezas eran modeladas por escultores fa­
mosos.
La primera casa de muñecas de que tenemos noticias
data de 1588. En aquellas épocas eran de gran tamaño,
mucha precisión y altos precios. Se cuenta que Pedro
el Grande encargó una casa de muñecas cuando estuvo
en Holanda pero al pedirle que pagara más de los
veinte mil florines convenidos, canceló la orden. Hasta
alrededor de 1800, las casas de muñecas no llegaron a
ser razonables en tamaño y precio. En 1924 la reina
María de Inglaterra recibió una de las casas de muñecas
más encantadoras y perfectas que se hayan hecho jamás.
Todo era de un doceavo del tamaño normal; incluso la
pintura de las paredes tenía un doceavo del espesor
normal. Los relojes eran verdaderos y hasta daban la
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 21
hora; había agua corriente, fría y caliente; las puertas
podían cerrarse con llave y hasta se podían leer con
un lente de aumento, los títulos de los libros de la
biblioteca.
Las casas de muñecas permiten dar un interesantísi­
mo vistazo a los hábitos y costumbres de una época.
Una autoridad sobre juguetes ha dicho, en tono bas­
tante lírico, que "mirar los juguetes de épocas anteriores
es como ver revivir el pasado a través de un telescopio
puesto al revés", En realidad, es fantástico el trabajo
que se ha dedicado a la construcción de estos mundos
en miniatura.
En el museo de la ciudad de Francfort sobre el
Meno hay algo extraordinario: una casita con puertas
y ventanas, cuyo frente se separa, y en cuyo interior
puede verse una deliciosa juguetería, con minúsculos
caballitos hamaca, carros, banderas y muñequitas.
Los siglos xvn y XVIII vieron el comienzo de los jugue­
tes morales y educativos. En aquella época su única
justificación era la de que actuaran como vehículos del
conocimiento y facilitaran la asimilación de éste, idea
que aún hoy mantenemos hasta cierto punto, especial­
mente en la medida en que todos los padres quieren
que sus hijos sean los más despiertos e inteligentes.
Luego, hacia 1750, se inventó el empleo de la geogra­
fía en el juego, que tuvo infinidad de imitadores; si­
guieron complicados rompecabezas que requerían un
considerable conocimiento para armarlos correctament �.
Fue éste un período de crueldad para con los animales,
especialmente los pájaros, en el mundo de los juguetes;
había algunos que consistían en cuerpos de distantas
formas, dentro de los cuales se colocaba un pájaro vivo,
para que tuvieran movimiento, y que fueron populares
durante largo tiempo, especialmente en los países me­
diterráneos.
Otra curiosidad de aquellos días son las guillotinas
de juguetes, que se hicieron inmediatamente después
de la Revolución Francesa. Sabemos que eran juguetes,
porque el mismo Goethe quería una para su hijo Augus­
to ( en diciembre de 1793) , y le pidió a su madre que
la consiguiera; pero ella, no tan impresionada como
nosotros por la grandeza del genio, se limitó a contes­
tarle: "Querido hijo, gustosa haré cualquiera cosa aue
22 STEN HEGELER

me pidas, pero de ninguna manera comprar semejante


máquina infame y asesina ... "
¿Qué es un juguete? Un pequeño kayak groenlandés
de treinta centímetros de largo, ¿es un juguete o un
modelo? Si está en el estante de un museo, solamente
para mirarlo, es un modelo; pero si se permite a los
niños que lo bajen de allí y lo hagan navegar en el
agua, es un juguete. Y esa muñeca, guardada en la vitri­
na de un museo con el rótulo de "deidad tutelar tibe­
tana", no es un juguete, sino un instrumento que se
utiliza para el ritual religioso; en tanto que otra seme­
jante, titulada "muñeca de juguete de los indios hopis",
sí es un elemento lúdico. Debe ser difícil para un etnó­
grafo investigar con precisión cuándo un juguete se uti­
lizó como tal o como modelo u objeto ritual. Estas más­
caras ceremoniales de rostros contraídos son, evidente­
mente, algo destinado a las danzas que se realizaban
durante las ceremonias religiosas, pero ¿no podemos ima­
ginarnos a un chiquilín travieso que se apodera de una
y se la pone para hacerse el payaso ante los demás?
¿Es que todo debe ser una sola cosa y no otra?
· Si todos los pueblos primitivos, actuales o pasados,
pudieran ver los objetos que exhibimos en nuestros mu­
seos con altisonantes títulos, estoy seguro que sentirían
tanta sorpresa como diversión. Pero no olvidemos que
estos muñecos tenían, en su momento, una función y
un significado propio, muy diferentes de su vida actual
en la vitrina. Los encargados de museos lo saben, como
saben también que con frecuencia se han equivocado al
rotular los objetos.
Muchos de los juguetes que admiramos en los mu­
seos 1 de hoy no han servido nunca para jugar. De haber
sido así, no habrían sobrevivido. Los mejores, con los
que se jugaba realmente, ya no existen.
En las sociedades primitivas, en general, los niños
andan a la zaga de los adultos, imitando sus actitudes
y ayudándolos en lo que pueden. Una niña acompañará
a su madre a buscar leña, y acostará a su muñeca de
madera al mismo tiempo que la madre se ocupa de los
hermanitos menores. Un varón tomará el arco y las Ile­
1 Se pueden encontrar buenas colecciones de juguetes en el
Museo de Londres, en el Bethnal Green Museum, Pollocks Toy
Museum y Toy Museum de Rottingdean, cerca de Brighton.
CÓ 10 ELEGIR LOS JUGUETES 23
chas de juguete para salir a cazar con su padre. Pero
necesitará muchos disparos y muchas cacerías antes de
traer su primera presa: algún ave pequeña y posible­
mente incomible, una fruta verde o una serpiente in­
ofensiva. Se dice que los niños "practican el trabajo de
los mayores", y en cierto modo esto es verdad, sólo que
no debemos olvidar que no es ésa la intención del niño,
y que sólo se trata de un subproducto del juego.
Cuando se habla de estos juguetes históricos o pri­
mitivos, no siempre sabemos si fueron hechos para jugar
­aunque a veces haya pruebas de que un niño ha juga­
do con ellos­, pero podemos sospechar que así es. En
cambio no hay duda alguna en lo que respecta a ciertos
juegos y juguetes que encontramos difundidos en la ma­
yor parte del mundo.
La "cunita" constituye un buen ejemplo. Se dice que
un día, en 1885, cuando el explorador inglés Wallace se
encontraba en Borneo, pensó que podría entretener a
algunos niños dayak con el juego de la cunita. Sacó un
trozo de piolín, y cuando apenas había empezado, uno
de los niños le sacó el cordel, comenzando con sus com­
pañeros un complicadísimo juego con toda clase de sor­
prendentes figuras que Wallace no había visto jamás.
Existe considerable literatura referente a este juego, y
parece que mucho antes de haber tenido contacto con
europeos, los niños y adultos de muchas partes del mun­
do habían aprendido a "sacar" y hacer la cunita y toda
clase de figuras. Conocen la cunita los maoríes de Nue­
va Zelandia, los polinesios de Nueva Guinea, los malayos
y los habitantes de muchas partes de Mrica. El mejor
libro sobre el tema, Str.ing Figures, a Study of Cat's­
Cradle in manu Lands, publicado en 1906, tiene casi
un millar de ilustraciones al respecto.
Los juegos cantados, si es que podemos abandonar
nuestro verdadero tema por un momento, muestran que
el origen de muchas canciones entonadas por las niños
durante siglos se remonta al Asia.
Desde hace más de dos mil años se conocen barriletes
de muchos tipos diferentes. Su origen está en el Lejano
Oriente, donde tenían una significación religiosa, pero
en todo el mundo los niños los han empleado como
juguetes y los adultos para fines más serios.
Los títeres, en diversas formas, son también conocí­
24 STEN HEGELER

dos en todo el mundo. Un barrio de París lleva todavía


el nombre del títere francés Pantin, de alrededor de
1700. Hubo un momento en que niños y adultos esta­
ban, en París, tan embrutecidos con estas grotescas figu­
ras, que en 1756 la policía las prohibió, porque se temía
que las embarazadas, al asustarse de ellas, dieran a luz
niños defectuosos.
El juguete más conocido, y común a todas las edades
y todas las partes del mundo, es la pe1ota. Los niños de
todos los países han jugado a la pelota, que va desde
una piedra redonda a las de fútbol o a las infladas con
gas. Han existido pelotas de arcilla, tejidas, de palmera,
algunas rellenas de papiro, plumas, pelo, corcho, semi­
llas, goma y muchos otros materiales. Nuestro conoci­
miento comienza, en muchos terrenos, con la civilización
del Antiguo Egipto, y lo mismo sucede con el juego de
la pelota. En tumbas excavadas en Tebas se las ha en­
contrado hechas de cuero, rellenas con afrecho, que se
calcula tienen unos cuatro mil años de antigüedad.
1
CAPÍTULO II

LUGAR DE LOS JUGUETES EN EL


DESARROLLO DEL NI�O

Los primeros seis meses.


joven madre cree que su pequeño encanto es

L
A
sumamente listo, y así lo es: un bebé 1 puede es­
tornudar, retener el aliento, llorar, patalear, que­
darse de espaldas y hacer cantidad de cosas notables,
pero no es mucho lo que puede hacer cdn juguetes du­
rante los primeros seis meses. De todas maneras, son
tantas las cosas nuevas, que no es de sorprenderse que
el niño pase los primeros seis meses mirando,' tanteando
y chupando. Hay tanto que aprender antes que un bebé
pueda jugar. ·. . y, sin embargo, esto mismo de aprender
puede ser un juego.
Puede usted colgar del coche o de la cuna tiras de
tela, una campanilla, incluso un globo inflado con gas
que oscile frente al niño, pero recuerde que los colores
deben ser puros: rojo brillante, azul cielo, verde pasto,
amarillo vivo y negro reluciente. Generalmente, a los
niños no les interesan para nada los "encantadoras"
matices pastel. Se pueden conseguir también sonajeros
diseñados especialmente para ser colgados. Ocho gran­
des cuentas­sonajero irrompibles, enhebradas en un cor­
dón elástico para fijarlas en el coche de lado a lado,
forman un juguete muy bien pensado, que mantendrá
durante largo tiempo el interés del niño.
Se cuenta que cuando le preguntaron a Einstein
cuáles habían sido los años de su vida más importantes
para el desarrollo, respondió: "Los tres primeros." Hay
1 Por motivos de conveniencia, en todo el libro nos referimOs al
bebé o niño con el pronombre "él", que, salvo aclaraaión en con­
trario, se refiere igualmente a nifios y nifias.
26 STEN HEGELER

aquí una verdad indudable, pero la respuesta habría


sido igualmente verdadera si hubiera dicho: "El prime­
ro", pues el desarrollo de un niño durante el primer
año de vida es enorme. Cada día trae nuevas expe­
riencias, nuevas impresiones, nuevas capacidades; y re­
cordemos también que este desarrollo no es un proceso
constante, sino que está lleno de estancamientos y nue­
vos arranques. Con frecuencia un niño tiene períodos
de retroceso ­acompañados a veces de lloriqueos­ o un
par de días difíciles; pero luego, súbitamente, acontece
algo: he aquí un logro nuevo. A menudo un adelanto
se anuncia con un paso atrás; o, para decirlo de otro
modo: todo período de adelanto es seguido por un pe­
ríodo más breve de retroceso.
No es fácil entender de manera adecuada este des­
arrollo y las grandes cosas que suceden en el niño; de
la misma manera, puede ser difícil comprender qué es
lo que hace el niño cuando juega. Tomemos un ejem­
plo muy sencillo: una de las primeras cosas con que
puede jugar un bebé es un anillo suspendido de un tro­
zo de pilo; puede ser de madera, plata, hueso o mate­
rial plástico, y debe ser lo bastante grande como para
que la manecita del bebé lo atraviese fácilmente. Es
preferible que tenga color o un brillo lustroso. Debe col­
gar en posición tal que el niño pueda alcanzarlo sin
dificultad. De los cuatro a los seis meses de edad, cuando
está tendido agitando los bracitos, golpeará una y otra
vez el anillo y lo pondrá en movimiento. Se verá en­
tonces que el niño parece "fijarse una tarea"; quiere
hacer que se balancee, y mueve los brazos deliberada­
mente para golpearlo. ( Si en este momento los padres,
con mal entendida bondad, dan un empujoncito al ani­
llo, la tarea ha sido cumplida, sí, pero no por el niño.
Admito que a uno le arden a veces los dedos de ganas
de ayudarlo, pero creo que tiene especial importancia
para el desarrollo del bebé, como persona independien­
te, el que pueda aprender a cumplir sus propias tareas;
naturalmente, siempre que le sea posible hacerlo.) Has­
ta donde se puede ver, el bebé practicará la actividad
de golpear el anillo, y se le podrá oír un pequeño gru­
ñido de satisfacción cada vez que lo consiga. Cuando el
niño mismo considere que ha perfeccionado su nueva
habilidad de golpear el anillo, se propondrá un obje­
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 27
tivo siguiente. Lo más probable es que éste consista en
apoderarse del anillo. La nueva tarea es muy difícil y
al niño le lleva muchísimo tiempo conseguirlo. Si el
padre o la madre, con aquella bondad mal entendida,
ponen el anillo en la mano de la criatura, verán que
esta solución no provoca la misma satisfacción. El bebé
seguirá practicando reiteradamente, hasta haber domi­
nado esta nueva habilidad. Lo menciono así, con tanto
detalle, porque es típico de lo que sucede en cualquier
juego, sean niños o adultos quienes lo hagan.
Por lo demás, la succión ocupa los seis primeros me­
ses. Se dice generalmente que las experiencias senso­
riales del bebé se limitan en buena medida a la boca.
Esto se debe probablemente a que la experiencia mayor
y más rica durante esta época es la de succionar el pecho
de la madre. De tal modo, aunque no se las pueda lla­
mar exactamente juguetes, las cosas para chupar ( el
mordillo, una cuerda con cuentas blandas o el chupe­
te) son agradables.
El mordillo está ideado para adaptarse a la forma
de la cavidad bucal y de las encías. No cabe duda de
que es muy útil para el bebé si las encías le arden o le
duelen, pero no llega a sustituir al chupete, cuyo pro­
pósito es recordarle el pezón de la madre. A la mayoría
de los niños les gusta usarlo durante largo tiempo.
Conocí una niña que a los seis años de edad, cuando
se hallaba en la casa, solía usar un chupete azul, y
hasta se iba a la cama con él. ( Mi propia hija, de un
año y medio, anda en este momento a los tropezones,
con dos chupetes en la boca y uno en cada mano. Me
imagino que experimenta una sensación de riqueza. Tam­
bién es poco común que haya encontrado los cuatro al
mismo tiempo.) Algunos años atrás muchos expertos
ponían objeciones al chupete, al que veían antihigiéni­
co y nocivo para el crecimiento de los dientes. Los niños
usaban en cambio los dedos, que están siempre a mano,
y tanto padres como médicos empleaban toda clase de
argucias para detener esta práctica, que resultaba tan
antihigiénica y deformante como la del chupete. Pero no
se ha comprobado jamás que éste afecte la implanta­
ción de los dientes; y en todo caso, sabemos ahora que
es más importante para el niño ser feliz y contento,
en un mundo de amor y calor humano, aunque ingiera
28 STEN HEGELER

unos pocos gérmenes ( que son una forma natural de


vacunación), que vivir en la rutina fría y estéril que
estaba de moda hace unos treinta o cuarenta años.

Los seis meses: la verdadera edad del sonajero.


Los primeros seis meses han sido una época agota­
dora para la madre; en general, peor de lo que se ha­
bía imaginado durante la tranquila espera. La depre­
sión que en ocasiones sigue al parto ha sido probable­
mente superada en esta época, y el bebé se ha vuelto
un poco más fácil de manejar, aunque es posible que,
de puro cansancio, la madre no tome conciencia todavía _
de este hecho. En realidad el primer año puede ser algo
muy semejante a un amor desdichado. La madre se da
entera y prodiga su amor, recibiendo muy poco en cam­
bia. Está esclavizada con tanto trabajo, y el bebé es
aparentemente un bulto pasivo pero exigente, depen­
diente de ella. En este momento aparece un atisbo de
recompensa: una sonrisita desdentada cuando mamá
aparece, la sensación de que al bebé le gusta estar con
su madre y disfrutar de sus caricias; de que es un po­
quito más independiente. El niño ha adquirido ya iros
primeras habilidades, y puede tomar y sostener un ob­
jeto. Es el momento de los sonajeros, cascabeles y pelo­
tas, de modo que será bueno que hablemos de las con­ ­
diciones de un buen sonajero:
l. Un sonajero debe ser fácil de sostener.
2. Debe tener un color claro y brillante y, natural­
mente, la pintura no debe ser nociva.
3. El contenido será inofensivo (preferentemente
azúcar cristalizada) .
4. De forma redonda ( sin bordes filosos que corten
las encías o lastimen al niño) .
5. Lo bastante liviano como para que el bebé pue­
da golpearse con él impunemente en la cabeza.
6. Debe ser lo bastante grande y sólido como para
que el niño no pueda tragarlo entero ni una
parte de él.
7. Debe tener significado para el niño.
No es fácil encontrar sonajeros que reúnan todos es­
tos requisitos, pero tampoco es imposible.
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 29
Algunos niños caminan a los diez meses de edad, en
tanto que otros no lo hacen hasta los quince o dieciocho
meses. Como término medio, comienzan a hacerlo en­
tre los trece y quince meses, pero no hay motivo para
alarmarse si un niño se atrasa en la locomoción o el
lenguaje, y no se ha de tratar de forzar su desarrollo.
Mucho depende del peso del niño. En nuestra sociedad,
la mayoría de los niños de esta edad pesan demasiado,
debido a que las madres, temerosas de que se debiliten,
los sobrealimentan. De tal modo, en muchos de los
cochecitos que se ven al pasar, observaremos una redon­
da carita de luna llena. Pero los niños más gordos no
son los más sanos, y es obvio también que tienen mayor
dificultad para apoderarse de algo con sus manecitas y
para ponerse de pie. Las madres pueden dejar tran­
quilamente que sus hijos coman cuando sienten ham­
bre, y que no lo hagan cuando su interés por la comida
comienza a disminuir. Esto es válido no sólo para los
bebés sino para personas de todas las edades, incluso
para los niños mayores.

El primer cumpleaños.

Alrededor de su primer cumpleaños el niño comien­


za realmente a desarrollarse. . . desde nuestro punto de
vista. Algunos niños gatean, otros no. Los que están

••
30 STEN HEGELER

mucho en el corralito se saltean con frecuencia la etapa


del gateo. En este momento los utensilios de cocina
se convierten en objetos muy interesantes: una cacerola
y una cuchara de madera hacen un ruido espléndido.
Se les pueden fabricar unas lindas castañuelas de ma­
dera terciada, bien lijada y pintada de un color bri­
llante. Un batidor, hecho con ruedas, o la tapa de una
cacerola, son cosas nuevas y excitantes. No olvide guar­
dar los objetos con los que el niño no está ocupado en
ese momento. No se puede llenar el corralito de jugue­
tes y suponer que el niño los usará todos por su cuen­
ta.· Déle un juguete por vez y cámbielo por otro cuando
la criatura pierda interés en él. El niño comienza ahora
a sentir miedo ante los extraños. Descubre que las cosas
pueden caerse. Le divierten los anteojos y los objetos
brillantes que usan las mujeres y quiere apoderarse
de ellos. Empieza a saber su nombre y a interesarse por
el niño que lo mira desde el espejo. Comienza gradual­
mente a emitir sonidos como "ma­rna".
Las peores tribulaciones ya casi han pasado. Los ju­
guetes llegan gradualmente a desempeñar un papel ca­
da vez más dominante en la vida del niño. El mismo
parece darle menos importancia a la vida vegetativa y
a ser más independiente y más activo. A la criatura de
un año no J,e gusta que lo levanten: quiere que lo dejen
en el suelo para poder apoderarse de la·s cosas. Recogerá
clavos, colillas de cigarrillos y guijarros, y se los llevará
a la boca. Los deditos, se meten por todas partes, y las
manitas se levantan de pronto, vuelcan una taza y de­
rraman su contenido. A esta edad a los niños les en­
cantan los juguetes grandes.
Son convenientes las muñecas y los animales grandes
de trapo. Quizás un par de cajas que se puedan intro­
ducir una dentro de otra.
Por supuesto que al principio conviene apartar cual­
quier otra caja o recipiente para que no les resulte de­
masiado difícil. Un carrito de madera con un par de
figuras, por ejemplo, y un bote de remos que se pueda
llevar también a la bañera son una buena idea. No se
ha de olvidar que las niñas tarn bién deben tener coches,
y los varones muñecas. Una gran pelota de playa es
muy buena, porque es vistosa y grande, y, no obstante,
fácil de llevar. También se puede jugar con ella en las
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 31

©©

habitaciones sin hacer destrozos, como con una pelota


más pesada. Un oso grande preferiblemente de felpa,
también puede ser buena adquisición y con el cual a
esta edad puede dar comienzo una amistad que se pro­
longará durante años. Todos los juguetes que el niño
abraza y se lleva a la cama han de ser de buena cali­
dad, con relleno limpio y suave ( tal como espuma de
nylon o de goma), y, lo que es muy importante, han
de tener los ojos bien asegurados.

Dieciocho meses.

La mayor parte de los niños ya caminan a esta edad


con la seguridad suficiente como para que deseen em­
pujar algún cochecito de muñecas. No es necesario que
sea un coche caro, semejante a los verdaderos; bastará
32 STEN HEGELER

una caja con ruedas y una manija. Existe un cochecito


de manija movible, lo que le impide. que se vuelque tan
fácilmente. Muchos de los juguetes adecuados para el
niño de un año resultan todavía excitantes a esta edad,
pero hay una cosa nueva y sencilla: la pirámide de ani­
llos, hecha de muchas arandelas ensartadas en un palo.
Es un juguete excelente y lleno de posibilidades. Es
comprensible que muchos padres consideren que el palo

es peligroso; piensan que el niño puede chuparlo mien­


tras camina, y caerse con él en la boca, o sentarse sobre
él, de modo que la solución sería permitir al niño que
se entretenga con este juguete solamente cuando hay
cerca alguien que lo vigile. Es raro que ningún fabri­
cante haya pensado todavía en hacer una pirámide con
un palo muy grueso para colocar los anillos, de manera
que no haya motivo de preocupación.
Con frecuencia, aspiradoras de polvo, radios y uten­
silios de cocina son los objetos más excitantes, así como
otros artefactos eléctricos. He aquí, pues, una idea para
un juguete de fabricación casera:
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 33
Carolina tiene un año y medio y le encanta jugar con
las perillas de la radio y las llaves de la luz. Natural­
mente, no debe hacerlo, y por eso su padre le ha fabri­
cado un pequeño aparato de radio y TV para ella sola.
Tiene cinco perillas e interruptores, cada uno con fun­
ción diferente. Dentro tiene una batería de pilas, una
bombita, un timbre y un zumbador, todos conectados.
Cuando la bombita se enciende, se puede ver el interior;
a través de una abertura en el frente se ve la imagen
coloreada de una juguetería, y a través de una abertura
en el lado derecho, un disco de papel multicolor. Cuan­
do se hace girar la perilla, este disco gira también y la
luz brilla a través del papel coloreado. En el lado iz­
quierdo hay nueve agujeritos, cada uno cubierto por el
lado de adentro con un pedacito de papel coloreado,
todos de diferentes colores. Este es el mejor juguete
de Carolina. No se lo puede comprar, pero cualquier
padre puede construir algo semejante e incorporarle
sus propias ideas. Esta caja mide 17 por 17 por 20 cen­
tímetros, y tiene una manija en la parte superior.
Hay muchos juegos adecuados para esta edad vivaz
y fascinante. Un caballito hamaca y un banquito son
tan divertidos para subirse en ellos como para arrastrar­
los. Hay una urgencia irreprimible de andar trepándose,
encaramándose arriba y abajo. Los escalones, el cordón
de la vereda, escaleras, escalas, sillas, cajas, todo estimu­
la al niño de dieciocho meses a ponerse de pie y trepar.
Es también la edad de los ladrillitos de madera. Cual­
quier carpintero puede hacerlos, pero se venden también
en las jugueterías. Hay diversas marcas que venden
cubos en carritos de madera, o ladrillos de construcción,
de goma, que se traban entre sí. Los nuevos materiales
plásticos hacen posible la fabricación de encantadoras
y sólidas muñecas para esta edad, que es también la
edad de la caja con agujeros y ladrillítos o bloques que
se adaptan a los agujeros. Hay varias casas que los
fabrican. Diversas empresas fabrican juegos de carpin­
tero, algunos de muy buena factura, sólidos y sen­
cillos, con cuatro soportes de· goma que se pue­
den asegurar con clavos de manera que no haga tan­
to ruido. Es también la edad de las locomotoras o
'del pequeño tambor, que es un excelente juguete.
También es el momento de los libros: de encuaderna­
34 STE r HEGELER

cion fuerte y resistente, con imágenes sencillas de las


cosas que el niño conoce, impresos en colores fuertes y
brillantes. Y quizás también juguetes de playa; baldes
y palas de goma o material plástico.

Dos años.
Nuestro niño de un año ya llegó a los dos, y es ahora
la nena grande de papá o el muchachito de mamá, y en
cualquiera de los dos casos, ni grande ni chico. Primero,
los padres dedicaban toda su energía a hacerlo caminar
y estaban radiantes cuando empezaba a hablar. Pero
ahora todo es "quédate quieto" y "cállate la boca".
Es difícil tener dos años, y es casi más difícil ser
padres de un niño de esta edad. A esta altura de su vida
el pequeño no es todavía un ser social. El padre, y espe­
cialmente la madre, son aún el centro de su mundo.
No se siente seguro con extraños. Se interesa poco por
los niños de la misma edad, aunque los que son algo
mayores pueden fascinarlo. En este período, la sola
acumulación de palabras puede convertirse en un juego,
y el niño comienza a emplear el lenguaje.
Los más adelantados podrán ahora andar en triciclo,
pero dado que ésta es una edad de mucho movimiento,
conviene comprar uno muy resistente. Otro juguete nue­
vo es el "martinete". Es más complicado, pero un apa­
sionante juego de carpintero. Una creación casi genial, y
que también encanta a los mayores, es un juego que lla­
man Kíddícog: una tabla con piezas verticales, grandes
ruedas dentadas de material plástico que encajan en
estas piezas, y una rueda dentada con una manija.
Cuando se da vueltas a la manija, todas las ruedas giran.
El juguete no tiene nada, pero ejerce una fascinación
mágica. Algo semejante puede decirse de Billie y sus
siete barriles, y de la Gallina con los pollitos, ambos
variantes de los enigmáticos huevos chinos que muchos
de nosotros recordamos de nuestra infancia. El juguete
de atornillar y destornillar consiste simplemente en un
palo largo con una rosca y varias tuercas para poner y
sacar, pero que para el niño de dos años no es tan "sím­
plemente", Los mayores no le ven nada de extraordina­
rio, pero es un juguete especialmente adecuado para
los dos años de edad. En esta época los niños pueden
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 35
comenzar a enhebrar cuentas, y es bueno que dispongan
de dos docenas de éstas, de madera, con una agujeta
larga y rígida en cada extremo de la cinta.
Es también la edad de las pinturas: a los niños de esta
edad les gustan los grandes y gruesos lápices de colores
que apenas si caben en la mano, grandes hojas de papel,
y mucho estímulo. Los niños pequeños pintan con movi­
mientes amplios de todo el brazo. Deben tener un pi­
zarrón. Resulta barato haciéndolo uno mismo, con un
pedazo de madera terciada, de cerca de dos metros
de altura y preferentemente un poco más ancho, que
se puede pintar con dos manos de pintura especial
para pizarrones, y ya queda listo para colgarlo de una
pared o montarlo sobre un caballete.
Alrededor de los dos años y medio un niño puede
comenzar a hacer construcciones con pequeños bloques
plásticos o ladrillitos de goma que encajen unos en otros.
Compre primero un equipo relativamente barato, al que
sea posible agregar suplementos si resulta bien acepta­
do. Tanto los varones como las niñas usan estos ladrillos;
no lo hacen con mucha habllidad al principio, pero se
entretienen, que es lo más importante. A esta edad el
entusiasmo por los trenes alcanza la cima, y coches y
locomotoras grandes y resistentes les dan gran placer.
Tríang fabrica algunos camiones lindísimos y sólidos y
una locomotora que hasta a mí me encanta, pero que
no es nada barata. U na caja de música es otro hechizo.
La mejor es la de relojería; una simple caja con una
manija, que produce dulces sonidos de campana.
Es ésta una edad vivaz y activa, que tiene también sus
fallas y conflictos. A los dos años un niño es violento,
inquieto y preguntón.

Tres años: construcciones y experimentos.


Los niños comienzan ahora a usar juegos de ficción,
con muñecas y osos, y a investigar el mundo con más
detalle. Una palabra que usan mucho es "por qué".
Alrededor de su tercer cumpleaños, un niño de inteli­
gencia normal suele plantear por primera vez la inte­
resante cuestión: "¿De dónde vine yo?" Pero los padres,
educados como lo hemos sido la mayoría de nosotros,
no siempre encontramos la respuesta adecuada. La pre­
36 STEN HEGELER

gunta del nmo es tan natural y directa como si pre­


guntara de qué modo se hace un ladrillo, pero la en­
cuentra considerablemente más fascinante, porque se
refiere a él. No trato de persuadir a nadie para que
diga más de lo que se siente capaz de decir, pero quiero
señalar simplemente que, tarde o temprano, en la es­
cuela o en la calle, el niño obtendrá todas las respuestas.
Muchos padres desean adelantarse a las posibles expli­
caciones ofrecidas por algún tercero, porque éstas no
siempre dan una imagen verdadera y porque la actitud
inicial del niño hacia estas cosas es muy importante.
El tener que obtener información en otras partes tiende
también a minar la confianza del niño en sus padres. El
responder a esta pregunta da un resultado insignifican­
te, pero bastante útil: yo por lo menos descubrí que los
niños que tienen la manía de hacer preguntas, esos que
casi enloquecen a sus padres con preguntas aparente­
mente absurdas sobre todo lo que existe bajo ·el sol, se
curan de esa manía si se les dice de dónde vinieron 2•
Con toda su independencia, los niños de esta edad
están todavía muy atados a sus padres, y la idea de que
cierta vez estuvieron dentro de la barriguita de Mami
les ofrece seguridad y satisfacción.
Pero volvamos a los juguetes. A los tres años, tanto
varones como niñas imitan las acciones de la vida do­
méstica: como barrer, escarbar, lavar. y quitar el polvo
que les resultan ocupaciones emocionantes, y para las
cuales se deben facilitar herramientas y utensilios fá­
ciles de usar. Algunos fabricantes de juguetes parecen
creer que los niños son hadas etéreas y que sólo hacen
uso de las cosas "a manera simbólica", de modo que
fabrican cosas imposibles de utilizar adecuadamente y
que no son más que lejanas representaciones de cepillos
o escobillones.
Los niños de esta edad pueden empezar a jugar con
plastilina. Es preferible que sea toda del mismo color,
pues de otro modo no harán más qu·e mezclarlos for­
mando un terrón de aspecto marmoladb, Los pequeños
2 Mi libro Peter and Caroline (Londres: Tavistock Publications,
1957; Nueva York: Abelard­Schum.an, 1960), ofrece a los niños y a
sus padres respuestas sencillas a estas sencillas preguntas. lEdición
castellana: Educación sexuai infantiL. Pequeña guía ilustrada. Bue­
nos Aires, Hormé, 1962. (T.)]
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 37
de tres años empiezan generalmente por hacer bolitas,
a las que llaman huevos, manzanas, pelotas, etc. A esta
edad pueden también manejar rompecabezas sencillos,
de unas pocas piezas. Entre los tres años y medio y los
cuatro, un conjunto de clavos con martillo es también
un juguete muy sencillo y adecuado.
A los tres años el niño comienza a convertirse en un
ser social, y ya puede jugar un poco con los de su pro­
pia edad. Se fabrican dominós con figuras y juegos de
bolos, que se cuentan entre los primeros juguetes de
esta edad. También es casi la época de los coches a
pedal, de cuatro ruedas, que tampoco son baratos, si
es que uno desea comprarlos de calidad. Es importante
que todos los juguetes que se usarán al aire libre sean
inoxidables y que tuercas y tomillos no sean fáciles de
sacar. Un arca de Noé con animales, así como los sen­
cillos animalitos de granja, también son muy intere­
santes.
Algo espléndido para jugar -y relativamente barato­
es una escalera de madera para trepar, que se puede
hacer cortando en tres partes una de las anchas. Las
partes se ensamblan sólidamente en forma de triángulo,
y si se le agrega una tabla larga con un asa o gancho
que la asegure a un escalón, se tendrá también un to­
bogán.

Cuatro años: el mundo se ha vuelto más grande


y menos seguro.

Al año, el niño hace lo que quiere. A los dos años,


sabe lo que ·se debe y lo que no se debe hacer, pero
lo hace de todas maneras. El de tres años no, porque
sabe que uno no debe hacerlo. . . y que papá y mamá
no lo permitirían. Pero a los cuatro años ya tiene con­
ciencia y ahora no hace las cosas porque a él mismo
no le gustan. Como resultado de la •educación, el niño
de cuatro años ya tiene un superyó que le dice lo que
está bien y lo que está mal. A veces no puede contenerse
y va contra su conciencia quebrantando un mandamiento
aceptado y esto lo <lefa con una vaga sensación de
temor. Y, naturalmente, la imaginación está ahora más
desarrollada.
38 STE ¡ HSGELER

Es la edad en que los ladrillitos de construcción se


usan con gran capacidad inventiva y para toda clase
de propósitos. Aparecen también compañeros imagina­
rios que juegan con el niño. Tanto a las mujercitas como
a los varones les encanta vestirse con la ropa del padre
y de la madre. Imaginación y realidad se mezclan y
confunden, y no se los ha de castigar por eso.
Ahora es el momento de comprarles algún juguete de
construcción, tal como los ladrillos que se articulan. Es
de señalar aquí que la evolución más importante a los
cuatro años será la capacidad de usar herramientas, pero
verdaderas, aunque en miniatura: martillo, pinzas y
serrucho. También deben tener clavos, trozos de ma­
dera y un lugar donde puedan usarlos sin el inconveniente
de que ensucien un poco. Esto es importante.
Hay también otros juguetes, como las muñecas y casas
de muñecas, aunque con frecu·encia los niños preferirán
arreglar ellos mismos las cosas en alguna caja vieja. Los
títeres de mano atraen mucho a los niños más imagi­
nativos. También es buena idea proveer a los niños de
esta edad de herramientas de jardinería y quizá de una
canastita con semillas. Es el momento de jugar al alma­
cenero, y será bienvenida una pequeña balanza con mer­
caderías. Es también la edad en que los niños empiezan a
desear un monopatín de dos ruedas y a jugar con letras
y números, pero no se ha de tratar de forzar este interés
si no se presenta todavía ( ver pág. 61, "Sobre los jugue­
tes educativos"). También una linda y sólida grúa es un
espléndido juguete, que se puede usar tanta afuera como
dentro de las habitaciones, y si es posible con un pequeño
imán en el extremo de la cuerda. Un niño de esta edad
se convertirá en fervoroso coleccionista de modelos de
coches en miniatura. Una cuna de muñecas, grande y
sólida, sería apropiada; pero, al igual que con los co­
checitos de muñecas, hay que asegurarse de que renga
un buen mecanismo de seguridad para que los niños no
se aprieten los dedos. También algunos de los juguetes
indicados para edades más tempranas divertirán a los
niños de cuatro años, si es que no los han tenido antes.
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 39

Cinco y seis años: casi personas mayores.


Esta es la edad salvaje, la edad de los cortes y ras­
pones, de las ropas destrozadas, y a veces de brazos o
piernas quebradas. Habrá quien todavía se muerda las
uñas o moje la cama. Los padres necesitarán una pacien­
cia infinita, de modo que esperemos que alguna les
quede.
En realidad, no hay juguetes nuevos para esta edad,
nada en especial. Hay algunos juegos que pueden prac­
ticar los más adelantados, como el ludo.
Es la edad de los zancos, equipos de buceo, patas de
rana y juegos de pelota al aire libre. Son también mu­
chos los que a esta edad desean juguetes mecánicos, pero
no será mucho el tiempo que jueguen con ellos. Recuér­
dese que los motores a cuerda descubiertos son un peli­
gro potencial y deben ser evitados.
Hay todavía toda clase de posibilidades entre los ju,
guetes para los grupos menores: un pequeño caleidos­
copio, más herramentas, más juguetes de construcción,
el diábolo, el yo­yo, un buen palo de cricket ( ver pág. 63,
"Juguetes mecánicos", y pág. 70, "Soldados, ¿sí o no?").

Siete, ocho y nueve años: escuela, manía de coleccionista,


"hobbies".

Si la escuela y el trabajo escolar se han convertido


ahora en un juego, tanto mejor, pues algunos niños, aun­
que no todos, están ahora maduros para aprender. La
mayor parte de ellos pueden practicar natación y andar
en bicicleta. Los niños tienen buen apetito y duermen
tranquilos de noche. Su imaginación está refrenada por
los comienzos de un sentido crítico, de manera que con
frecuencia superan la edad por su propia cuenta. En
general, son también desaliñados y olvidadizos. Están
a puntó de abandonar a su familia por los amigos, y
tienen ahora sus propios héroes, cuyos juicios y opinio­
nes son a menudo de suprema importancia. Limpieza
no pasa de ser una palabra que han oído, en general con
bastante frecuencia, porque lavarse es cosa que no les
interesa en lo más mínimo. También la puntualidad de­
clina, y muchas madres se encuentran al borde de la
40 STEN HEGELER

desesperación por causa de sus "imposibles" niños, pero,


por más que dure uno o dos años, esto no pasa de ser
una etapa.
A veces tienen miedo a la oscuridad y al mismo tiem­
po son temerarios para actuar; el fuego es una cosa
apasionante, como los cuchillos, hachas y armas verda­
deras. Arcos y flechas son ineludibles a esta edad. Se­
gún mi experiencia, si los padres permiten el uso de al­
gunas de estas cosas ( por ejemplo, durante las vacaciones
del verano), ante, la presencia de un adulto, los niños
respetarán ciertas reglas estrictas, e incluso la prohibi­
ción de usarlas en otros momentos. Esta es la edad en
que admiran a los mayores más de lo que los critican.
En estos años aparecen juguetes nuevos: las damas,
el ping­pong y el Meccano. Con el Meccano es posible
satisfacer una amplia gama de intereses, pero se ha de
evitar darlo al niño prematuramente. Si el niño no se
muestra interesado, es mejor dejarlo de lado para más
adelante, e incluso esperar seis meses o un año antes
de intentar de nuevo. No se les deben dar las instruccio­
nes; los fantásticos modelos ilustrados obstruyeron la
imaginación del niño y le plantean demasiadas exigen­
cias. Es mucho más satsfactorio para él revolver y probar
hasta hacer su propio helicóptero, por más raro que
resulte.
Una máquina de vapor es también una excelente idea,
lo mismo que un teatro de juguete, que al principio
puede ser sólo un par de títeres que actúan tras de una
ventana, teniendo como auditorio a los vecinitos de al
lado; de allí se puede pasar a modelos más elaborados.
Una lupa, y lu·ego un microscopio, una pelota de fútbol,
quizás un mazo de· naipes comunes, una linterna eléc­
trica, hasta una pecera sencilla y barata, serán bienve­
nidos, lo mismo que elementos mágicos como las flores
japonesas y trucos sencillos de prestidigitación. A esta
edad comienza también la manía de coleccionar: cara­
coles, estampillas, monedas y muchas otras cosas. En
un momento dado el niño se empecina y se afana por
tenerlos y al minuto siguiente los olvidará y los dejará
amontonados en un rincón. Es muy raro que alguno
de los pasatiempos de esta edad llegue a ser una afición
de toda la vida.
CÓMO ELEGIR LOS J GUETES 41

Diez, once y doce años: pequeños individuos.


A esta edad es más difícil generalizar sobre las capa­
cidades e intereses de los niños. A algunos les gustará
coser, tejer en telar o a mano; a otros, jugar al fútbol,
tallar bajorrelieves en linóleo, hacer cestería, jugar con
trenes eléctricos o sentarse a d·evorar libros. Les intere­
san elementos técnicos, como pinturas al óleo, paleta
y telas, herramientas especiales, instrumentos musicales,
raqueta de tenis, caña de pescar, elementos de radio.
Los padres esperan ciertas cosas de los niños de esta
edad: "Ya eres bastante grande para poder manejar
esto." Pero en otros aspectos se les recalca que todavía
son niños: "Todavía no se te puede permitir que hagas
eso", o "Espera a ser un poquito mayor".
Comienza ahora la difícil y trastabillante transición
a la existencia adulta. Esperemos que conserven la capa­
cidad de jugar.
CAPÍTULO III

ALGUNOS PROBLEMAS DEL JUEGO


Y LOS JUGUETES

¿Qué es el juego? Diferencia entre juego y trabajo.

t·oUÉ es el juego? Todos lo sabemos: es una activi­


dad . aparentemente insustancial, que tiene su
propia recompensa.
Si un ama de casa se pone a lavar porque ya no tiene
ropa limpia que ponerse, está trabajando. Pero si corta
un vestido y se lo hace, se siente feliz y orgullosa de
haberlo hecho bien, lo cuelga en su guardarropa y jamás
se lo pone, lo que hace es jugar y no trabajar. Y ésta es
una experiencia maravillosa.
Si un padre sacrifica todo su tiempo libre para cons­
truir una casa porque la familia necesita lugar donde
vivir, es trabajo. Pero si llena la casa de calados en
madera, o regala sus cuadros a cuanto pariente o amigo
se le acerca, es porque ha estado jugando. Y jugar es
magnífico.
Cuando uno trabaja, es para lograr algún resultado,
y para usar con algún propósito este resultado. Cuando
uno juega, lo más importante es la lucha con la materia,
la investigación de la materia y la victoria sobre ella. La
tarea ha de ser cumplida, pero el resultado no es para
ser usado en algo. Si el trabajo re vuelve tan absorbente
que uno se olvida por qué se afana de tal manera, en­
tonces está próximo a convertirse en juego.
Cuando los niños juegan se olvidan de todo lo que
los rodea y se esfuerzan, con la lengua en un ángulo de
la boca, por alcanzar cierta meta. Pero cuando han ter­
minado, el resultado del juego no es cosa que haya de
ser usada para algo. ¡ Con cuánta frecuencia vemos a un
chiquilín de dos años apilando laboriosamente un ladri­
44 STE HEGELER

llo encima de otro, y otro y otro más! Y todo ·3e le viene


abajo, pero al niño no le importa, ya que no iba a usar
la torre para nada y, de hecho, si no se hubiera caído
sola, él la habría derribado. Lo que quería era tener la
experiencia de construir una torre; estaba probando lo
que era capaz de hacer, estaba aprendiendo y experi­
mentando, no trabajando.
Muchos abuelos bondadosos se afanan y esfuerzan
para construir una espléndida cochera o una enorme
casa de muñecas con luz eléctrica y cuarto de baño,
sólo para descubrir que su nieto prefiere mudar todo el
precioso moblaje de la casita a un desvencijado y sucio
cajón, y que la playa de estacionamiento preferida para
sus coches es una vieja caja de zapatos. Es común que
el abuelito se sienta profundamente desilusionado, en
vez de alegrarse de haber tenido él mismo la oportuni­
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 45
dad de jugar y divertirse resolviendo sus problemas de
construcción y usando los materiales, que es lo mejor
que puede sacar de la experiencia.
Los papás suelen ser peores. Es muy importante que
las madres sean implacables y mantengan a su marido
apartado de los juguetes de sus hijos. La excusa de que
sólo quieren mostrar al niño lo que tiene que hacer, )
ayudarlo, es mentira. Quieren apoderarse del juguete de
su hijo y demostrarle todo lo inteligentes que son. (Ver
en la pág. 53, "Cómo ayudar a los niños y enseñarles
qué hacer".)

¿Por qué juegan los niños?

¿Por qué juegan los niños? Bien, ¿qué otra cosa po­
drían hacer? Es difícil imaginarse de qué manera podría
pasar el tiempo un niño pequeño si no jugara. Un pe­
queñín no puede hacer otra cosa que comenzar gradual­
mente a investigar el mundo al cual ha llegado, y es
esto precisamente ­investigar y experimentar­ lo que
hace el niño cuando juega.
Los niños comen, duermen y juegan. No juegan para
agotar un exceso de energía, muy por el contrario. In­
cluso estando enfermos lo hacen. El juego es un mara­
villoso entrenamiento para el trabajo que ha de venir,
pero el niño no puede verlo así, de manera que éste no
es un entrenamiento para él.
Todo lo que podemos decir es que un niño viene a
este mundo por obra de sus padres, y en un comienzo
no es mucho lo que puede hacer, pero emplea el tiempo
en realizar pequeñas tareas que él mismo se propone
y en resolver problemas menudos de su propia inven­
ción. Estas tareas se hacen gradualmente más y más
difíciles, a causa de lo cual decimos que el niño está
evolucionando. Cuando el niño ha realizado cierto nú­
mero de estas tareas y ha evolucionado, se vuelve gra­
dualmente lo bastante diestro corno para empezar a
trabajar, es decir, a realizar tareas cuyo resultado ha de
ser usado para algo. Por ejemplo, al comienzo juegan
a "hacer la limpieza". El niño no entiende que el propó­
sito de esto es restablecer el orden. Solamente cuando
ya ha aprendido y dominado el fuego de la limpieza, su
tarea se convierte en trabajo.
46 STEN HEGELER

En tanto que adultos, trabajamos para ocupar nuestro


lugar en la sociedad, para ganar dinero a fin de alimen­
tarnos, vestirnos y cumplir otras necesidades, y pagar
impuestos; si tenemos suerte en nuestro trabajo, o la
capacidad necesaria, podemos olvidar este propósito
­el trabajo puede convertirse en juego­ y entonces
podremos decir que estamos jugando. Y esto es mag­
nífico.
¿Por qué juegan los niños? Esta es una cuestión que
no nos permite una respuesta precisa. Sólo podemos
decir que evolución y desarrollo se producen en el juego,
y que los niños tienen una necesidad muy grande de
jugar. Por eso es bueno que lo hagan aun cuando a veces
no veamos con claridad la utilidad de juegos aparente­
mente insustanciales.
Cuando el niño ya cansado y exhausto quiere seguir
jugando, es evidente que lo hace porque siente una
urgente e imperiosa necesidad, y que debe haber fuerzas
inmensas que lo impulsan a hacerlo. En una palabra, se
puede decir que la necesidad de jugar de los niños es
tan fuerte como la de comer, beber y dormir.
De la misma manera que un niño se niega a comer
si se lo obliga a hacerlo, o que tenga una pataleta al
acostarse, si se lo ha amenazado durante todo el día con
enviarlo a la cama, es muy fácil conseguir que se nie­
gue a jugar si se lo fuerza a ello; es, pues, necesa­
rio que los adultos tengan cuidado con lo que ha­
cen. Es importante que se le permita jugar a un niño,
y que se le den oportunidades de hacerlo; pero si las
oportunidades son buenas, lo demás debe dejarse en
manos del niño.

Métodos de educación modernos y disciplinarios.


Tomasito tiene tres años, y sus padres acaban de en­
centrarlo dibujando sobre el flamante empap·elado. Los
padres pueden elegir entre tres caminos posibles:
Arrancarle las tizas, pegarle en los dedos y decirle
que debería sentirse avergonzado;
O mirarse uno a otro con aire desdichado e impotente
y retorcerse las manos;
O abalanzarse sobre su vástago, tomar un gran trozo
de papel de envolver o de dibujo y decir, bondadosa
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 47
pero firmemente: "Mira, chiquillo, puedes dibujar en
ésto, pero no vuelvas a hacerlo otra vez sobre el em­
papelado nuevo."
Por supuesto que hay que detener la destrucción, pero
al mismo tiempo se debe dar al niño el medio de dedí-
carse en alguna otra forma a una actividad razonable.
Tanto los padres como los niños tienen que vivir, y los
intereses de ambos han de ser respetados. Como más
experimentados, corresponde. a los padres descubrir la
forma en que ambas partes puedan satisfacerse mejor
sin que ninguno tenga que ceder demasiado.

Dé a sus hijos buenas comodidades para jugar.


Sabemos ahora que es importante dejar jugar a un
niño, y que el que no puede hacerlo lo pasa muy mal.
Por lo tanto, es imperioso conseguir que las condiciones
físicas del juego se acerquen a lo ideal tanto como sea
posible: un cuarto de juego dentro de la casa y una
gran superficie libre afuera, tal como en el campo, don­
de los niños ­si se les permite­ puedan retozar, cavar,
hacer carpintería y construcciones. Sé, por supuesto, que
la mayor parte de las familias no tienen una habitación
que se pueda dejar para los niños, pero es posible
arreglarse con menos. Un rincón del cuarto, un rincón
en el cual se le permita al niño desordenar y dejar los
juguetes tirados sin que la pobre madre se desespere.
Los niños no son prolijos. Se puede conseguir que lo
sean sólo superficialmente, pero esto reaparecerá de
otras maneras. Con madera terciada o algo similar se pue­
de convertir el rincón en un pequeño armario o cueva
para el niño y su barullo, habrá más justificación para
ser estricto en lo tocante a la suciedad y el barullo fuera
del rincón de juegos y para decir: "Aquí puedes ser
desprolijo, pero quiero que esto esté limpio".
Por lo que respecta al juego al aire libre, los niños
de las ciudades se encuentran en este punto en gran
desventaja, Un espacio d·e césped y dos letreros, NO
PISE EL CÉSPED, PROHIBIDO JUGAR A LA PELOTA, no son
muy alentadores, y el espacio de juego de los parques
no es muy divertido. El mejor lugar de juego es el bal­
dío, que no está asfaltado ni tiene juegos prefabricados,
sino herramientas y clavos, tablones, latas, cajas y ladri­
48 STEN HEGELER

llos, azadas y palas ( ver más adelante) . Comprendo que


la mayoría de la gente se estremecerá a la vista de seme­
jante sitio. "Baldíos", dirán, frunciendo la nariz. Parece
terrible, pero es la solución mejor y más inteligente al
problema de los espacios de juego en las grandes ciu­
dades. Un millar de ellos por lo menos serían necesarios
en el país.

El juego del niño es su trabajo.

Así lo afirman muchos psicólogos, y con ello signifi­


can que el juego del niño es cosa que debe ser tomada
en serio y respetada, tanto como el trabajo de los adul­
tos. Si papá está trabajando en casa, no se lo interrumpe
en medio de lo que está haciendo para decirle "Ven,
vamos que el almuerzo está listo". Se le da un poco de
tiempo, avisándole que el almuerzo estará listo en cinco
minutos. Con los niños es aún más importante que ten­
gan tiempo para acostumbrarse a la idea de interrumpir
lo que están haciendo.
Descubrí cierta vez una buena treta que, con un poco
de ingenio, se puede emplear de muchas maneras. Se
me ocurrió cuando andaba con diez niños entre cuatro
y once años, en un coche de caballos. Aunque las rien­
das eran largas, los niños ya estaban demasiado grandes
para dejarse engañar con la vieja treta de tener todos
las riendas al mismo tiempo, y como resultado, había
gran alboroto cada vez que se entregaban las riendas
al siguiente. Si yo decía a Enrique que ya había guia­
do demasiado y era el tumo de Juan, no había forrria
de que Enrique dejara las riendas. Entonces se me
ocurrió una idea y dije: "Dorotea, cuando lleguemos al
próximo poste de teléfonos será el tumo de Irene." El
resultado fue que cada uno abandonó espontáneamente
las riendas cuando llegamos al lugar convenido.
Desde entonces empleo una variante del sistema para
hacer entrar a los niños. Pongo el despertador en la ven­
tana del piso bajo y les digo que cuando la aguja larga
marque las doce, deberán entrar a almorzar. Entonces
no pierden de vista el reloj y vienen puntualmente, aun
cuando no sepan la hora. Les digo también que con
gusto les leeré algo, pero cuando el minutero marque
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 49
las nueve tendremos que dejar, y los mismos runos me
interrumpen para decirme que ya es la hora fijada.
Se trata de un método que se puede usar de muchas
maneras, e incluso los niños muy pequeños aceptarán
tranquila y juiciosamente que hay que terminar, siempre
que hayan tenido oportunidad de acostumbrarse a 1a
idea de que deben hacerlo.

¿Cómo se eligen los juguetes?


Dadas las condiciones físicas del juego ( un espacio al
aire libre y un cuarto o rincón de juegos dentro de la
casa), todo lo que el niño necesita para empezar son los
juguetes adecuados.
¿Cuáles son los requisitos de un juguete?
En primer lugar, que sea sólido, pues incluso el mejor
y más divertido de los juguetes recibe un tratamiento
mucho más rudo de lo que supon·en quienes lo fabrican
o lo regalan. Naturalmente, los niños son diferentes, y
también lo es su grado de violencia a distintas edades
­los de dos y tres años son los peores­ pero no se ha
de subestimar la fuerza de un niño. He oído a fabrican­
tes de juguetes que juraban que ni siquiera caballos
salvajes podrían romper sus juguetes; y por lo general,
después de ponerlos a prueba por unos pocos días con
uno o más niños, he tenido que devolverle los pedazos
al fabricante.
De la misma manera que no se le ponen unos lindos
pantaloncitos a un niño que todavía se moja, no se le
dan cochecitos Dinky a un chiquillo de dos o tres años
que jamás levanta los pies para pasar por encima de un
juguete, sino que pisotea simplemente todo. Por más
bien hechos y sólidos que sean, no son lo bastante fuer­
tes como para resistir el trato que les dan a esta edad.
Sólo cuando un niño tiene cinco o seis años comienza
a saber qué cosas son resistentes; e incluso entonces, los
juguetes se rompen, pero se los puede reparar. Una
madre que da a su hijita una muñeca de porcelana, que
quizás ha guardado desde que ella misma era niña, debe
esperar que la haga pedazos, si se la ha dado prema­
turamente.
Muy rara vez es culpa del niño la rotura de un
juguete.
50 STEN HEGELER

El segundo requisito de un juguete es que se adecue


a la edad y etapa de desarrollo cwl niño. En este libro
tenemos en cuenta solamente a los niños normales, cuyo
desarrollo corre parejas con el de los demás niños de la
misma edad. Puede que parezca un lugar común, pero
la gran mayoría de los niños son normales, y sólo con
que los padres se dieran cuenta de esto, se ahorrarían
buena cantidad de insatisfacciones.
( Hay en este libro muchas generalizaciones categóri­
cas, quizás demasiadas, y el lector no debe aceptarlas
sin crítica. Pero de todos modos se basan sobre consi­
derable experiencia del juego infantil, por lo que es
mejor sopesarlas cuidadosamente antes de rechazarlas.)
Poco después de mi nacimiento mi padre llegó al
hospital con un gran caballo­hamaca. No sé qué idea
tenía, pero es éste un buen ejemplo de un excelente
juguete a una edad inadecuada. Sin embargo, no siem­
pre es tan fácil ver el error que se comete. (Ver tam­
bién pág. 55, "No dar demasiado pronto juguetes a los
niños".)
Los juguetes deben adecuarse a la edad y a la etapa
de desarrollo del niño. Lo logran cuando plantean al
niño una pequeña tarea que no es capaz de realizar
directamente, pero que quiere intentar. Estas tareas
deben ser lo bastante fáciles como para dar al niño una
serie de pequeños triunfos y victorias, y alentarlo así a
seguir explorando otra de las. muchas posibilidades del
juguete. Deben estimular en el niño la imaginación y
capacidad creadora.

¿Por qué se hacen tantos juguetes malos?

La producción dep·ende de la demanda, y de nada


sirve que un fabricante haga juguetes adecuados para
los niños, cuando generalmente quienes los compran son
los adultos, la mayoría de los cuales sólo eligen lo que
ellos mismos consideran divertidos. La mayor parte de
los adultos ha olvidado lo que es ser niño, y por eso
vemos que los juguetes se vuelven cada vez peores
cuanto más temprana es la edad a que están destinados.
En tanto que los juguetes para catorce años son exce­
lentes, los destinados a los pequeñitos son faltos de
.imaginación e inspiración, porque son muy pocas las
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 51
personas mayores que recuerdan o saben cómo es tener
esa edad. Los sonajeros, por ejemplo, se hacen en tonos
rosado o azul pálido, lindos matices pastel que agradan
a las tías solteras pero no a los niños. Se ha mostrado
experimentalmente que si se deja elegir a un niño pe­
queño entre juguetes de colores llamativos ­rojo brillan­
te, azul cielo, verde pasto, negro reluciente­ y otros,
celestes o rosados, siempre elegirá los llamativos. Pero
como los niños no eligen sus propios juguetes en las
jugueterías, éstas tienen los estantes repletos de sona­
jeros de colores aburridos, que se venden y se seguirán
vendiendo mientras el cliente no abra los ojos a los
requerimientos y deseos reales del destinatario. Compre
siempre buena calidad. Y no discutamos respecto a quién
tiene la culpa de que los juguetes se rompan; conven­
gamos en cambio que están condenados a romperse,
salvo que sean realmente muy sólidos y fuertes.
(Naturalmente, hay ocasiones en que es una muestra
de tacto llevar un regalito al hijo de nuestros huéspedes.
Lo que uno quiere entonces es simplemente una baga­
tela y algo que no cuesta mucho. Este libro no se escri­
bió para ayudar en este tipo de compras, pues pocos
de los juguetes adecuados satisfacen estos requisitos.)
El lector conocerá quizás la historia del hombre que
sólo tenía diez chelines para comprarle a su mujer un
regalo de cumpleaños. Con esa suma podía haber com­
prado un vistoso broche barato, pero no lo hizo. Gastó
en cambio toda la suma en el jabón de tocador mejor
y más caro que pudo encontrar, y su esposa estaba
encantada, porque cada vez que lo usaba se sentía como
la reina de Saba, ya que sólo las reinas podían permi­
tirse usar semejante jabón. Este hombre tuvo una bue­
na idea.
Lo barato sale caro, también en materia de juguetes.
Un juguete adecuado que cuesta cinco chelines y man­
tiene a un niño ocupado y entretenido durante cien
horas o m.ás, le cuesta a uno menos de tres cuartos de
penique por hora, en tanto que un barato juguete plás­
tico que se compra por seis peniques y dura cinco
minutos resulta costar seis chelines la hora. Si no se
quiere gastar más de seis peniques, es mejor comprar
un lápiz sólido y grueso, unas tizas o un cuaderno de
52 STEN HEGELER

papel borrador. No hay que hacer nunca concesiones


con la calidad.
Naturalmente, los niños deben aprender que las cosas
se rompen, y necesitan tener la experiencia de ver qué es
lo que tienen adentro; pero no es necesario preocuparse,
porque no faltará quien les compre el objeto ostentoso
y aparente, o el juguete mecánico con el cual pueden
empezar a practicar.
El mejor juguete es aquel que: 1) es bueno y sólido,
con lo que naturalmente, no puede ser barato, y 2) se
adecua a la etapa de desarrollo del niño.

¿Por qué no juega mi hijo?


Supongamos que están dadas las oportunidades físi­
cas ­espacio para jugar al aire libre, y por lo menos un
rincón dentro de la casa­ pero el niño no está aún satis­
fecho y no juega bien. Supongamos también que a su
madre no le preocupa demasiado un poco de desprolí­
jidad; ¿cuál puede ser, pues, la causa de que el niño no
juegue?
Hemos visto ya cuán importante y útil es para los
niños el poder fugar: útil porque los desarrolla, e impor­
tante porque tienen una fuerte necesidad de hacerlo. De
manera que si el niño no juega algo anda mal. Es posi­
ble que no sea nada grave, y fácil de solucionar con
sólo pensar un poco las cosas.
Pero si es algo grave, desdichadamente, este libro no
puede ayudarle; puede ser simplemente que los jugue­
tes del niño no son adecuados. A veces el niño juega
bien afuera, pero no tanto dentro de la casa, en días
lluviosos o en las largas tardes de invierno. Si tal cosa
sucede, será entonces que los juguetes no son apropia­
dos, y espero que todo el problema se resuelva consul­
tando la lista de juguetes para la edad del niño, y
eligiendo alguno conveniente tanto para su gusto como
para el bolsillo paterno. Pero si el niño no juega incluso
cuando se le traen los juguetes a casa, será mal signo,
pues significa que su sentimiento de seguridad está
dañado. Por una razón u otra, la fe en sí mismo no es
lo suficientemente fuerte, y exigirá una buena dosis de
trabajo, simpatía y comprensión para volver a enderezar
las cosas. Devolver la confianza a un niño inhibido ­la
CÓMO ELEGIR :úOS JUGUETES 53
confianza en que lo que yo digo y hago es inteligente
y bueno­ es cosa que requiere completa paz y tranqui­
lidad en el hogar, infinito amor y seguridad, y mucho
aliento y estímulo; ¿cuántas son las personas que pueden
ofrecerse así?
Esto nos lleva al problema siguiente.

Cómo ayudar y enseñar a los niños.


A todos los niños les encanta que los mayores jueguen
con ellos. A los doce meses, por ejemplo, se puede hacer
rodar una pelota hacia el niño y él tratará de devolverla.
Esto les encanta, pero lo que encuentran maravilloso
es el contacto con las personas mayores. A ningún niño
le gusta que le demuestren que su padre o madre es
siempre más eficiente e inteligente que él en todo.
Los niños juegan con ladrillos y construyen torres.
Les gusta que los adultos se interesen por esto, pero no
quieren que papá se la construya para ellos; no es una
torre lo que quieren, sino la experiencia de construirla
con sus manos. Pero, por supuesto, si el niño está acos­
tumbrado a experimentar el hecho de que usted , es el
más capaz y eficiente, vendrá a decirle: "Papito, hazme
esto o aquello".
( Mi propósito no es crearle al lector una vacilación
tal que jamás se atreva a ayudar a sus hijos, sino sim­.
plemente hacerle comprender que cuando lo vea esfor­
zándose en hacer algo, lo correcto es darle todo el apoyo
y aliento posibles, y que esto es mejor ayuda que hacer
la tarea por el niño. )
He dicho ya que los· padres· tienden a emplear los
juguetes de sus hijos, tema que ha dado inagotable ma­
terial a dibujantes y caricaturistas . . . pero hay una
buena dosis de verdad en ello. La mayoría de los papás
jurarán que sus propias intenciones son honestas. Muy
bien; qu·e lo prueben entonces. La mejor manera de
ayudar a su hijo a hacer algo es dejarse tomar por tonto,
ser deliberadamente tan torpe y dedos de manteca que
el niño recupere la confianza en sí mismo, porque es
obvio que se trata de una cosa en la que Pedrito puede
manejarse mejor que su papá. Trate de mostrarse más
torpe e inhábil que su hijo ... ¡y admita qué difícil es!
Antes de haberlo intentado, no comprenderá usted hasta
54 STEN HEGELER

qué punto lo que quiere es exhibirse ante su hijo para


impresionarlo.
Y ¿no es extraño que las mujeres no roben jamás las
muñecas u otros juguetes de sus niños? ¿No será porque
las mujeres, a diferencia de los hombres, no son edu­
cadas para considerarse a sí mismas señoras de la crea­
ción, capaces de hacer cualquier cosa? No lo sé. He
preguntado a muchas mujeres por qué no juegan con
los juguetes de sus hijos, y todas ellas dicen que tienen
cosas más importantes de qué ocuparse. Si ésta es la
razón, resulta triste, pero en cierto modo es una suerte
para los niños.
Tomemos otro ejemplo: si elegimos veinte adultos al
azar, les damos a cada uno un trozo de arcilla y les
pedimos que modelen un caballo, diecinueve de ellos
dirán: "Realmente, no puedo". ¿Por qué? Porque todos
ellos tienen una idea definida de cómo debe aparecer
un caballo. Presuponen que el resultado debe ser tan
soberbio como esos horribles objetos lustrosos que se
ven en las vidrieras de los bazares, y saben que no pue­
den hacer nada como eso.
Pero no sucede lo mismo con los niños, originaria­
mente. Cuando por primera vez un niño viene, con tres
líneas vacilantes en un trozo de papel, a decirle que eso
es un caballo, está orgulloso. Y a los tres años un peque­
ño está tremendamente satisfecho con las bolitas de
barro o plastilina que hacen todos los niños de su edad.
Pero si exigimos demasiado del niño, si le decimos, por
ejemplo, "Bueno, ven, ahora papíto te dibujará un caba­
llo de verdad", este orgullo pronto desaparecerá. Y si
continuamente destruimos el placer que el niño siente
en hacer cosas y su orgullo por los resultados, coartare­
mos su necesidad de trabajar en pequeñas tareas y de
experimentar con el material. Esto es lo que había suce­
dido a los diecinueve adultos que no podían dibujar
o modelar. Las exigencias que se les habían formulado
siendo niños =cuando dibujaban y modelaban­ eran
demasiado grandes.
El chiquillo de cuatro años que junta dos pedazos de
madera rústica, uniéndolos con un enorme clavo y dice
que es un aeroplano, tiene toda clase de razones para
estar tremendamente orgulloso, pues lo que ha hecho es
triunfar sobre el material. Se puso a sí mismo una tarea,
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 55
la de hacer un aeroplano, ¡y por los cielos que la hiz.ol
De aquí que no seamos hipócritas al elog�ar��' Y decir­
le: "¡Qué hermoso aeroplano! Eres muy hab� .
Elogiamos al niño porque hemos comprendido lo _que
pasaba dentro de él. Y porque el aeroplano ­hornble,
pesado y torpe como resultó­. �es una obra ::naesb·a,
juzgada con las normas de un runo de cuatr.<: anos. .
Debemos alabar y estimular a nuestros hijos, Y tener
continuamente claro en nuestra mente qué es lo que
razonablemente se puede esperar de ellos a una. �dad
determinada. Debemos tener cuidado de no _exi�ir o
esperar demasiado; y esto nos lleva al punto siguiente.

No dar demasiado pronto juguetes a los niños.


Si le damos un juguete que no puede manejar, sólo
conseguiremos que ·se sienta derrotado. Necesitará una
gran fuerza de voluntad y una buena dosis de confianza
en sí mismo para afanarse en una tarea que está muy
por encima de su etapa evolutiva. En noventa y nueve
casos de cada cien, el resultado será que el niño se
harte, ya sea del juguete o de sí mismo. Si el juguete
queda guardado en el armario, cada vez que el niño
tropiece con él recordará todas sus derrotas; su malhu­
mor se asociará con este juguete y jamás obtendrá de él
placer alguno.
Conozco docenas de padres que, recordando lo mucho
que ellos se entretenían con el Meccano, s·e lo han com­
prado prematuramente a sus hijos, y al hacerlo, han
destruido para siempre la posibilidad de largas horas
de juego fascinador. La mayor parte de los niños deben
tener nueve o diez años para poder manejar las diminu­
tas tuercas y tomillos del Meccano, o tener la paciencia
y habilidad necesarias para ver qué es lo que están ha­
ciendo, porque hacer construcciones con un Meccano
es algo que requiere tiempo, mucho más que al emplear,
por ejemplo, ladrillos; y la paciencia es en buena parte
cuestión de desarrollo y edad.
Si, como inevitablemente sucede, alguien regala a su
hijo un juguete que no puede dominar, escándalo tan
pronto como el niño lo abandone. Sáquelo directamente
de la vista y espere por lo menos tres meses antes de
dárselo de nuevo. Entonces habrá oportunidad de que
56 STEN HEGELER

el niño haya olvidado sus fiascos y haga un nuevo inten­


to con él. Si no es así, vuelva a hacerlo desaparecer.
Es claro que sé muy bien que varios lectores se esta­
rán muriendo por decirme que sus pequeñas maravillas
pudieron manejar este o aquel juguete mucho antes de
la edad que establezco como mínima. Sé que me habla­
rán de niños que jugaban con el Meccano a los cinco
años ... y también sé por qué: porque tenían hermanos
o hermanas mayores.
De manera que así llegamos al problema de

Los juguetes del hermano o la hermana mayor.


Después de haber advertido muy seriamente que no
se debe ayudar, y que no se deben dar juguetes prema­
turamente a los niños, tengo que admitir un hecho ex­
traño que soy totalmente incapaz de explicar, a saber,
que los niños juegan perfectamente con los juguetes de
sus hermanos o hermanas mayores. Dejando de 1ado el
problema de los celos, y a pesar de la creencia de que
un hermano mayor bastante hostil es peor maestro que un
padre bien dispuesto, vemos una y otra vez que estos
límites de edad, que en otros casos son bastante defí­
nidos, no se aplican cuando un niño tiene hermanos o
hermanas mayores. Pero aun así, uno debe pensarlo bien
antes de darle un Meccano a una criatura de cinco años,
aun cuando lo hayamos visto jugar perfectamente con
el equipo de su hermana mayor. En primer lugar, puede
que a ella no le guste; y no podemos estar seguros de que
tenga el mismo éxito que tendría si el niño tuviera la .
edad suficiente. Pero, por supuesto, puede suceder.
La regla en este aspecto será: dar un juguete con seis
meses de atraso y no un mes antes de tiempo.

Mis hijos no juegan bien entre ellos.


Muchas madres desesperadas me han preguntado a
qué se debe que sus hijos no jueguen bien entre ellos,
y que siempre peleen o discutan por los juguetes. Y que
aun teniendo cada uno el suyo, siguen deseando el del
otro, pero sin hacer cambio por el propio. Mi consejo
en tales casos es que, a menos que la diferencia de
edades sea demasiado grande, se les debe dar siempre
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 57
a ambos el mismo juguete, es decir darle al varón y a la
niña muñecas, y darles a ambos Meccanos. (Ver pág. 56,
"Los juguetes del hermano o la hermana mayor", y
pág. 60, "Varones y muñecas, niñas y herramientas".')
Pero, naturalmente, una pequeñez para cada uno de
los dos niños puede llegar a ser muy cara cuando se
convierte en cuatro para dos niños. En tales casos hay
otro recurso que puede dar excelentes resultados. Puede
sonar a tontería, pero sé por experiencia que se evitará
todo alboroto si se le regala un juguete a su esposa ­o si
se lo compra para uno mismo­ y permite luego que
los niños lo tengan prestado. Entonces no habrá envidia
entre ellos.
Pero dirán ustedes que es horrible que los niños sien­
tan envidia. Admito que no es bueno, pero ¿es tan raro?
Sólo una vez supe de dos niños que siempre jugaban
bien y amistosamente, y eran gemelos idénticos. Por
otra parte, me han hablado de miles que jamás estu­
vieron de acuerdo, incluso mellizos. Debemos aceptar
el hecho de que rara vez hermanos y hermanas juegan
juntos como nos gustaría que lo hicieran. Por supuesto,
a veces lo hacen, especialmente si acaban de recibir un
reto por algo. Entonces hacen una coalición y se divier­
ten haciendo causa común contra la estupidez del adul­
to. Pero como regla general: prol ¿Por qué? Hasta don­
de yo puedo ver, hay dos razones: la primera son los
celos. Ustedes habrán oído a psicólogos y educadores
hablar del asunto antes, pero no es fácil comprenderlo
acabadamente. Intentémoslo.
Celos.
Imagínese usted que tiene tres años y es hijo único.
Un día su padre y su madre vienen a decirle, con cara
radiante, que pronto va a tener un hermanito o herma­
nita. Quizá usted lo entienda y se sienta horrorizado, lo
mismo que se sentiría usted, señora, si su marido le
dijera que pronto va a tener una esposa extra, y que
la espera ansiosamente.
Puede ser que el niño de tres años no entienda muy
bien lo que va a suceder. Quizá incluso le guste la pers­
pectiva. Quizá le han dicho que va a ten·er una herma­
nita con la que podrá jugar, y ¿qué es lo que llega? Un
bebé completamente inútil.
58 STEN HEGELER

Quizá usted pensó: ¡Espléndido! Que tenga una nue­


va esposa, ella podrá ocuparse de lavar y de la limpieza
y los zurcidos. ¿Cómo cree usted que lo tomaría cuando
descubriera que la nueva mujer de su marido no sólo no
puede hacer nada, sino que es tan desvalida que él tiene
que pasarse más tiempo cuidándola que ayudándola a
usted . . . día y noche?

O usted, señor, descubre que el marido extra · que


tiene su mujer -y con quien usted contaba para que lo
ayudara en los gastos de la casa y tal vez para una par­
tida de billar­ ¡ni siquiera puede comer solo! Y su
mujer, que siempre protesta por que usted no usa los
ceniceros, está encantada con todos los sonidos idiotas
que hace su nuevo esposo.
De manera que, como se imagina, no es agradable
para un niño de tres años descubrir que su madre quiere,
tanto como a él, a su hermanita; una hermanita incapaz
de hacer nada. Y mamá, que hace tanto alboroto si uno
se moja los pantalones aunque sea una vez por serna­
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 59
na, se ríe encantada de todos los pañales que la herma­
nita ensucia durante el día. A un niño de tres años le
cuesta entender que se quiera realmente a otro que
puede hacer mucho menos que él. Antes estaba solo
con su padre y su madre, y ellos tenían tiempo para
jugar con él, hablarle y mimarlo, pero desde que llegó
esta tonta criatura ya no tienen ni por asomo un poco
de tiempo.
Sería antinatural que un niño estuviera encantado de
tener un rival, que es tan inútil y tiene éxito lo mismo.
Pero si se reprende a un niño con la suficiente fre­
cuencia, las prohibidas emociones de odio se guardarán
en el rinconcito oscuro del corazón, en el cual todos
amontonamos nuestras ideas secretas e ilegales. De aquí
que muchos adultos digan: "[Celos entre los niños! ¡Qué
disparate! Yo adoraba a mi hermanito y jugábamos jun­
tos a las mil maravillas."
Cuanto mayor es uno, tanto más cree que se llevaba
bien con sus hermanos o hermanas menores. Pero haga
la prueba de preguntar a sus parientes y amigos: pídales
que le digan honestamente si sus hijos juegan y se llevan
bien juntos. Es más probable que sean honestos si em­
pieza usted por decir: "Los míos, por lo menos, no".
La cuestión de cómo evitar el exceso de celos cae
fuera, del alcance de este libro, pero queda marcado el
primer paso, que es aceptar los sentimientos del niño; de
modo que pasemos ahora a la segunda causa de los celos.
Tratamiento injusto.
Aun si se frene un enorme cuidado en no hacer dife­
rencias entre los niños, ellos seguirán pensando que el
otro tiene más, y esto se debe a una "ley de la natura­
leza humana", que podríamos llamar: la ley de que
siempre nos sentimos injustamente tratados.
Si yo le digo a usted que su familia y sus amigos no
lo comprenden y no le dan el apoyo suficiente, usted
hará con la cabeza un gesto afirmativo y dirá: .. Sí, frene
usted razón".
Se han realizado experimentos para probar esto. Uno
de ellos consistía en preguntar a un millar de personas
si podían recordar si, cuando se elegían los equipos de
juegos y deportes en la escuela, a ellos se los designaba
para el primer tercio ( es decir entre los jugadores me­
60 STEN HEGELER

jores y más buscados) , en el tercio medio o mediocre,


o si se los dejaba para el final, como el último orejón
del tarro, por así decirlo. Por increíble que pueda pa­
recer, de un milar de personas elegidas al azar para
formularles esta pregunta, cerca de setecientos cincuen­
ta, es decir, los tres cuartos, dijeron que siempre se los
elegía últimos; que siempre los dejaban ahí, deseando
que hubiera alguien que pensara que valía la pena te­
nerlos en su equipo. Tal cosa, sencillamente, no puede
ser verdad.
Exactamente lo mismo sucede con los niños. Casi siem­
pre sentirán que sus hermanos o hermanas obtienen más
­sea amor o juguetes­ de sus padres, aun cuando no
sea así.
Y ésta no es una buena base para jugar juntos.

Varones y muñecas. Niñas y herramientas.

Muchos papás se asustan enormemente si ven a los


varoncitos jugar con muñecas, y temen que se vuelvan
afeminados. También algunas madres sienten lo mismo
y preguntan: "Pero ¿está bien?'' ¡Sí!!
Los hombres deben ser fuertes y recios; un muchacho
animoso no lloriquea. ¡ Claro que sí! Pero cuando se
siente mal, llora. De hecho, si no se permite a los varo­
nes expresar sus sentimientos de niños, pueden conver­
tirse en adultos emocionalmente inhibidos.
Una madre bastante preocupada tenía un hijo a quien
le encantaba jugar con títeres que él mismo hacía, y a
los cuales, incluso, les confeccionaba ropa. Sólo tenía
ocho años, pero la madre estaba preocupada porque
pudiera ser afeminado al crecer.
­¿Le preocupa esto a su marido? ­le pregunté.
­No; yo soy viuda, pero una no puede dejar de pre­
ocuparse.
­¿Qué dicen de eso los demás chicos?
­No les cuenta nada. No harían más que burlarse.
­¿Cómo es cuando juega con los demás chicos en la
calle? ¿Es turbulento?
El rostro de la madre ·se iluminó con una sonrisa,
feliz: ·I
­Sí ­dijo­, siempre vuelve a casa lleno de barro y
con la ropa destrozada.
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 61
Si es verdad que el jugar con muñecas ayuda a que
las niñas sean buenas madres, dejemos, pues, que los
varones tengan también oportunidad de llegar a ser
buenos padres.
¿Y qué ocurre con las niñas y las herramientas? Aun­
que no es un tabú como el de los niños y las muñecas, la
actitud general es que las herramientas no son para
niñas. Pero nada hay, salvo el prejuicio, que impida a
un muchachito jugar muy bien con muñecas, ni a una
niña ser muy hábil con herramientas, ladrillos plásticos
o Meccano.

Sobre los juguetes educativos.


Son muchos los padres que buscan juguetes educati­
vos, entendiendo por tales los juguetes que permiten
aprender algo, y pasan por alto el hecho de que cual­
quier juguete, basta que sea adecuado, ayuda a la for­
mación ( y que en ocasiones hasta aprenden mucho de
los malos, y pueden pagar cara esta experiencia). Tales
padres imaginan que si dan a su hijo, que es tan adelan­
tado, un reloj pulsera de juguete, lo encontrarán sa­
biendo la hora quince días más tarde. O bien dan a un
chiquitín de cuatro años tarjetas con el abecedario y
esperan que habrá aprendido a leer y escribir en menos
que canta un gallo.
Naturalmente no es esto lo que sucede. Ni siquiera
el mejor de los relojes o el mejor de los alfabetos puede
enseñar nada a un niño, a menos que el niño quiera
aprender la hora o le interese saber leer. No dé usted
a sus hijos juguetes educativos, directamente, salvo que
el niño haya mostrado durante algún tiempo ardientes
deseos de aprender algo determinado. Como puede verse,
si se le da "demasiado tarde", todo lo que sucede es
que el niño aprende más rápido.
La mayor parte de los niños comienzan a interesarse
en el reloj a los cuatro o cinco años, pero hasta que
tienen nueve o diez no quieren realmente aprender todo
lo referente a él. ( Se empezará por enseñarles el hora­
rio.) La mayoría también se interesa en las letras desde
los cuatro o cinco años, pero el deseo de aprender real­
mente no aparece a veces hasta los ocho o nueve.
Pero aun así, todos queremos que nuestros hijos sean
62 STEN HEGELER

inteligentes, nos gustaría que jugaran al ajedrez a los


_ cuatro años o que fueran capaces de decir largas frases
euando todavía gatean.
¿Qué pasará si obligamos a un niño y lo urgimos
adiestrándolo en alguna actividad para la cual no se
encuentra aún maduro? No le hará daño necesariamente,
siempre que se permita al mismo niño marcar el paso,
lo que es muy difícil. Pero puede dar por resultado que
adquiera tal aversión por ese tipo de cosas, que ésta
persista durante toda la vida. (Todavía ahora no puedo
comer espinacas, porque me obligaron a hacerlo de
niño.)
Sobre este tema se han hecho algunos experimentos
interesantes. Una clase de niños de cinco y seis años
fue dividida en dos equipos. A uno de ellos se lo dejó
librado a sí mismo y se le permitió seguir jugando como
antes, en tanto que al otro se le enseñaba, cuidadosa
y dulcemente, a repetir secuencias de números. Se em­
pezó por hacerles memorizar cuatro dígidos, 7­3­4­2.
Luego, cinco números, seis, siete, hasta que fueron
capaces de repetir tantos números como puede hacerlo
normalmente un niño a la edad de catorce años. Lle­
garon las vacaciones de verano y, pasadas éstas, se
intentó la misma cosa con ambos equipos, es decir, con
el que había sido adiestrado hasta llegar a una reten­
tiva extraordinara y con el que no había tenido adies­
tramiento alguno. Se comprobó que el equipo sin entre­
namiento resultaba más capaz que el otro, el cual había
empeorado mucho durante las vacaciones, y rendía un
promedio menor al de los niños normales de esa edad.
Se hizo otro experimento con gemelos idénticos.
Cuando los niños tenían alrededor de once meses, los
padres comenzaron a enseñar a caminar a uno de ellos,
y en uno o dos meses habían conseguido hacerlo andar,
en tanto que el otro todavía gateaba. Alrededor de los
quince meses el otro gemelo estaba listo para aprender
a caminar, y lo hizo en unas pocas semanas. Aprendió
a andar tan bien como el primero, pero en mucho me­
nos tiempo.
Hay tribus aborígenes en las cuales se lleva a los niños
en brazos hasta que tienen 18 meses; entonces los dejan
en el suelo y aprenden a caminar en pocos días.
Un niño no necesita gatear antes de caminar.
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 63
Conocí una vez un matrimonio que estaba muy or­
gulloso de su primer hijo, un varoncito que a los doce
meses podía ponerse de pie en la cuna y decir: "Quiero
cerveza". Muchos años más tarde, su hermana menor,
que había oído la anécdota hasta el cansancio, observó
amarga y secamente: "Ahora que tiene veinte años, pa­
rece que todavía no aprendió a decir otra cosa".
No hay nada que indique que un niño sometido a
presión adelante más, sino que el caso es más bien al
revés. Naturalmente, si un niño muestra verdaderos de­
seos de aprender algo, no se le deberá poner trabas,
pero recuérdese que los juguetes adecuados son siempre
educativos en el mejor sentido de la palabra, porque
ayudan a su desarrollo. Pero no siempre es tan fácil ver
los resultados de un juego aparentemente sin sentido.
El niño que se las arregla para fijar en una madera o
pared su primer clavo ha aprendido mucho; y el que
se ha estado paseando por toda la casa con un imán,
sabe muy bien cuáles son las cosas imantadas y cuáles
no. A través del juego llegamos a conocer nuestro medio
ambiente y el mundo.

Juguetes de material plástico.


Los juguetes hechos de los nuevos materiales plásti­
cos tienen, justificadamente, muy mala reputación. Antes
se hacían muchos juguetes malos, pero sólo con la in­
troducción de los plásticos los padres vieron que sus
regalos se rompían literalmente en el momento de dár­
selos al niño. Es comprensible que muchos fabricantes,
en su entusiasmo por las infinitas posibilidades de mol­
deo de los nuevos materiales plásticos, hayan comen­
zado a hacer con ellos cualquier cosa, de manera total­
mente indiscriminada, y que tiene ahora estas conse­
cuencias. Los padres tienen miedo del plástico.
Por cierto que hay también buenos y sólidos juguetes
hechos de plástico. Y gran cantidad de muñecas de plás­
tico, lindas y resistentes.

Juguetes mecánicos.
No hay manera de eludirlo: a los niños les atraen los
juguetes mecánicos. Podemos ser tan educativos como
64 STEN HEGELEil

se nos ocurra, saltar, correr, bailar ante nuestros hijos,


pero a ellos les seguirán atrayendo las cosas a las que
les pueden dar cuerda.
Se hizo una vez el experimento de llenar de juguetes
dos habitaciones; una con los juguetes mecánicos más
encantadores y apasionantes: trenes y autos, aviones y
tanques, eléctricos o a cuerda; animalitos y muñecos a
cuerda que saltaban y corrían, pájaros que cantaban
y saltaban; el otro cuarto estaba lleno de ladrillitos,
herramientas, cajas y tablas, y todos los equipos de
construcción imaginables, incluyendo los de Meccano.
Luego se dejó en libertad de elegir juguetes a una can­
tidad de niños, tomados al azar y de diferentes edades.
Durante los primeros días todos los niños eligieron
la habitación donde estaban los juguetes mecánicos.
Luego les llamó la atención el otro cuarto ... ¡y allí se
quedaron! Durante semanas y semanas construyeron y
edificaron precisamente con los mismos juguetes que
los modernos educadores y psicólogos consideraran ade­
cuados.
Debemos admitir que los niños quieren juguetes me­
cánicos, cosas a las que se pueda dar cuerda; pero
cualquier padre o madre nos dirá que los niños no jue­
gan mucho tiempo con ellos. Esto se debe, o a su fra­
gilidad, por lo cual se rompen pronto ­rara vez son
sólidos­ o a sus escasas posibilidades, que se agotan
pronto y, por supuesto, cuando eso sucede, el niño em­
pieza a investigar qué es lo que tienen adentro. Un
tren eléctrico, por ejemplo, sólo permite hacer dos cosas
a un niño de ocho años: puede apretar un botón para
que el tren se mueva, y otro botón para que se detenga.
(Para evitar graves accidentes, asegurarse de que el vol­
taje del tren no exceda de doce y que el transformador
esté equipado con una válvula de segurídad.) Pero para
el adulto o semiadulto que entiende de voltios y am­
perios y puede hacer correctamente las conexiones entre
la red eléctrica, el transformador y el ferrocarril, es un
juguete maravilloso. Son personas que pueden también
construir pequeñas estaciones y viaductos, túneles y ár­
boles, y todo esto es juego activo y creador. Pero cuando
un chico de ocho años juega con el tren, todo lo que
pasa sucede dentro del tren.
Si, en cambio, un niño de ocho años martilla y rema­
COMO ELEGIB LOS JUGUETES 65
cha clavos, o construye con bloquecitos, hay algo que
sucede dentro de él.
No es posible evitar los juguetes mecánicos o eléc­
tricos, pero es menester dejar que sean los parientes
generosos quienes los compren. Tendrán su recompensa
inmediata en el delirante placer del niño. Nosotros, en
cambio, debemos darnos cuenta que rara vez los niños
deliran porque se les dé el juguete adecuado. . . pero
juegan más tiempo con él, y se benefician más.

Juguetes de construcción.
Los juguetes de construcción son aquellos con los
cuales es posible edificar, construir, crear. Son los ju­
guetes que los expertos consideran los más importantes,
los mejores y más educativos en el mejor sentido de la
palabra. La necesidad de construir y crear está pro­
fundamente arraigada en cada uno de nosotros. Muchos
de nosotros, quizá con cierto sentimentalismo, hablamos
del artista como de la persona más valiosa, y consíde­
ramos que es ese aspecto de nuestra naturaleza el que
nos trae más felicidad. Los juguetes de construcción,
si son dados en el momento adecuado, pueden estimular
la capacidad creadora del niño. ·
La primera y más sencilla de las formas de juguetes
de construcción es el cubo. Todos los demás tipos no
son esencialmente otra cosa que variaciones de este
tema, pero muchos de ellos resultan valiosos. De los
cubos han salido dos ramas: la de los Iadríllitos y la del
Meccano. Los ladrillitos cúbicos comunes mantendrán
el interés del niño hasta que llegue a la edad escolar.
Es preferible que sean sencillos, no muy pequeños, y
hay que dárselos en gran cantidad. Este tipo es gene­
ralmente el mejor, pero esto no significa que dejemos
de lado los ladrillos que se traban. Tenemos, por
ejemplo, los bloques de construcción intercambiables,
que mencionamos para los niños de 18 meses;
pero son demasiado caros aun en pequeña cantidad, de
modo que el ideal para los niños de dos años en adelante
son los bloques para construcciones, más pequeños. La
misma idea también ha sido realizada en goma. Son
un poco más difíciles de manejar, de modo que proba­
blemente no se los pueda usar antes de los cuatro años.
66 STEN HEGELER

Más complicados todavía, pero excelentes para la edad


adecuada, son los ladrillitos de verdad con cemento so­
luble. La edad conveniente para este juguete, con el
cual incluso los adultos pueden ensimismarse jugando
al arquitecto, es a partir de los siete años.
Naturalmente, esto no quiere decir que los padres
deban comprarlos todos. Lo más sensato es decidirse
por un tipo e ir completando poco a poco el equipo.
El propio Meccano es el último eslabón de la rama
del Meccano, y sólo se debe dar a los niños desde los
ocho o nueve años, e incluso desde los diez. Si se les da
demasiado temprano, se corre el riesgo de que arruinen
este excelente juguete, que puede ser de enorme sig­
nificación para su desarrollo, especialmente en esa edad
en que interesa la técnica.
El primer eslabón de esta rama son algunos juguetes
de madera, consistentes en fuertes varillas de madera
dura que se ajustan exactamente a agujeros practica­
dos en cubos y ruedas. No son baratos, pero es uno
de los cinco mejores juguetes del mundo. Fascina a los
niños de ambos sexos desde los tres años y medio. Hay
otros juegos de la misma familia, también de madera,
aunque un poco menos resistentes y un poco más com­
plicados, y no tan adecuados antes de los cinco años.
Permítaseme finalmente recalcar que las niñas no
nacen faltas de sentido práctico ni los varones tienen
dotes técnicas innatas; los niños de ambos sexos nacen
con diversa inclinación a la cosa técnica, y ha de per­
mitirse a los que tienen una fuerte inclinación que la
ejerciten, aun cuando sean niñas.

Arcilla, colores, agua y fuego.


En otras palabras, todos los juegos que un ama de
casa no puede soportar porque ensucian. En muchos
casos, por tanto, resulta más sencillo prohibirlos, y eso
es todo. Pero si queremos tener hijos tranquilos y feli­
ces, reconoceremos que los niños tienen gran necesidad
de ensuciar, y les permitiremos que lo hagan de tanto
en tanto, cuando estemos preparados para ello.
La arcilla común es muy buena, pero la plastilína es
más cómoda, aunque sea más cara. Es preferible com­
prarla de un solo color, porque los colores variados no
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 67
pueden separarse una vez mezclados, cosa que ellos ha­
rán inmediatamente. Hay muchos colores, y la barra
cuesta unos doce pesos. Los niños de dos o tres años
juegan muy bien con ella, y aunque no hagan nada que
a usted le parezca maravilloso, estarán tremendamente
orgullosos.
Las cajas de pinturas son caras o son malas; pintura
en polvo y dextrina cuestan menos y se las puede com­
prar en la farmacia, y usarlas con un pincel áspero y
barato.
Pintar con los dedos es una buena idea, para lo cual
se pueden usar también pinturas a la dextrina, pero
vista ( o desvista) a los niños para hacerlo, extienda
mucho papel de diario y, en cuanto a usted, póngase
ese delantal viejo que, de todos modos, ya estaba para
lavar.
Quizá usted no pueda ver dónde está lo fascinante
de sentarse a embadurnar con los dedos, pero •es cosa que
tiene .su raíz en algo conocido por todos: el polvoriento
cristal de una ventana sobre el cual no resistimos la
tentación de dibujar, el día de estío durante el cual
trazamos figuras en la arena ardiente, la maravillosa
sensación que todo eso produce en la punta de los dedos.
La dáctilo­pintura es un descendiente directo de hacer
tortas de barro, con el agregado de un arco iris. Se usa
también en terapias de juego, porque afloja ciertas in­
hibiciones.
Chapalear en el agua también es maravilloso para
los niños. Les encanta meterse en los charcos, de ma­
nera que póngales botas de goma y ahórreles reprimen­
das y pies mojados. Cuando están en el agua, permítales
de vez en cuando jugar, en la bañera u otro recipiente
adecuado.
Luego está también el fuego. Los niños sienten un
fuerte impulso a jugar con fuego, y éste es un impulso
peligroso. ¿Qué se ha de hacer con él? ¿Debemos prohi­
birlo y correr el riesgo de que el niño s·e apodere de los
fósforos tan pronto como volvamos la espalda? ¿Debe­
mos asustarlo de tal modo que cuando un trozo de papel
toma fuego el niño salga corriendo, en vez de pisarlo
para que se apague? Un deseo se aminora cuando es
satisfecho, al menos por cierto tiempo. Un deseo insa­
68 STEN HEGELER

tisfecho y reprimido es casi imposible de controlar cuan­


do por fin se abre paso.
En las fábricas de chocolate se permite a los obreros
que coman todo lo que quieran y puedan. Bien pronto
se hartan. A pocos de nosotros se nos ha permitido
nunca que tengamos todo lo que queremos de algo real­
mente bueno. Pero es un excelente método. Mi hijo me
fastidiaba continuamente pidiéndome que lo llevara al
cine, y un sábado por la tarde perdí la pacienca. Deci­
dirnos ver tres películas y salirnos: una empezaba a
las dos de la tarde, la segunda a las cinco, la tercera
a las ocho. Vimos la primera y la mitad de la segunda,
y luego abandonó. Durante mucho tiempo después de
esto, no insistió más que lo llevara al cine.
Los padres se quejan continuamente de los dulces que
comen sus hijos y de lo malos que son para los dientes.
Si puede usted gastarse unos cien pesos en una verda­
dera orgía, el ansia de dulces se acabará y las necesi­
dades volverán a las proporciones normales. Pero es un
método caro. Volvamos al fuego y el agua: es más ba­
rato dejar que los niños se cansen de chapalear y de
jugar· con fuego que prohibirlo. Dejemos que los niños
hagan fogatas en verano, en un pedazo de terreno mo­
jado y bajo la vigilancia de un adulto. Esto se puede
también hacer en pequeña escala en la pileta de la co­
cina . . . pero cuidado con las cortinas. Y los niños se
divertirán tambén apagando el fuego; todo esto les en­
señará a respetarlo, pero sin tener un terror pánico
ante él.

Barriletes.
Desde los ocho años, aproximadamente, un barrilete
puede ser muy divertido. Sin embargo, a los niños de
diez u once les: resultará aún más agradable hacerlo
ellos mismos.
El barrilete más sencillo consiste en dos varillas ata­
das en forma de cruz, un trozo de hilo tenso entre las
cuatro puntas, y sobre este marco, un papel pegado: ya
tenemos un barrilete que sólo necesita la cola y un piolín
largo para remontarse.
Los dos brazos de la cruz deben tener el. mismo peso.
Si uno de ellos se inclina hacia abajo al sostener leve­
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 69
mente el marco en posición horizontal, es menester re­
bajarlo un poco con un cuchillo filoso. Coloque ahora
el marco sobre un trozo de papel fuerte y dibuje el con­
torno con un lápiz, un par de centímetros más grande
que el marco; corte el papel por la línea, dóblelo por
encima del hilo y péguelo, El barrilete tiene ahora U:..'1
frente, donde sólo se ve el papel, y una parte posterior
donde se ven las dos varillas. Ponga el barrilete boca
arriba para asegurar los tiros. Se pueden atar trozos de
hilo a las puntas de las varillas y reunirlos en un nudo o,
lo que es más fácil, use un piolín de unos noventa cen­
tímetros de largo, atado al esqueleto, en puntos distan­
tes, unos cuatro o cinco centímetros de cada extremo, y
pasado por agujeritos hechos en el papel. Un pedazo
de cinta adhesiva pegado alrededor de los agujeros una
vez que se ha atado el hilo, evitará que el papel se
rompa. La cola, asegurada a la parte de abajo del es­
queleto, consiste en un trozo de cuerda de cinco a seis
metros de largo y una cantidad de pedazos de papel, de
ocho centímetros por doce, atados al cordel con un nudo
en toda su extensión. La función de la cola es evitar
que el barrilete dé vueltas y vueltas en el aire, de ma­
nera que trabaja como la quilla en un bote.
Ahora el barrilete está listo para remontarse. Ate un
hilo liviano y fuerte a los tiros, un poco debajo del me­
dio, y busque un espacio abierto con pocos árboles y
sin cables de electricidad. Recuerde que un piolín hú­
medo puede actuar como conductor de la corriente
eléctrica, que puede ser peligrosa. Se necesitan dos per­
sonas para remontar un barrilete, una para sostenerlo
y ver que la cola esté en buena posición, y otra para
sostener el hilo, teniendo el viento de espaldas. No le dé
demasiado hilo al empezar. Si el barrilete tira demasiado
de la cuerda, mueva el nudo de los tiros un poco hacia
arriba o hacia abajo hasta que se remonte bien. Ahora
déle más hilo, tirando cuidadosa y firmemente si em­
pieza a caerse, y dándole más cuando se levanta bien.
En algún momento tire del hilo hacia abajo tanto como
el barrilete pueda volverse a levantar, y habrá llegado
entonces al punto más alto. Pero un barrilete puede le­
vantarse bastante alto, y si Ge atan varios juntos a un
píolín podrán remontarse más todavía.
Los barriletes se pueden usar de muchas maneras di­
70 STEN HEGELER

vertidas. Se los puede hacer subir con fuegos artificia­


les o con antorchas, o mandar cartas hacia arriba, en
forma de pequeños rollos envueltos en cartulina. Se los
puede usar para pescar. Ciertas especies de atún prefie­
ren como carnada la caballa saltadora. Si hace usted
correr su línea a lo largo de la cuerda de un baniilete,
por medio de un anillo atado a la cuerda, · de manera
que baje hasta la carnada y la superficie del agua, no
es difícl hacer que la carnada imite los saltos de una
caballa a considerable distancia del bote.
Con frecuencia se piensa que el remontar barriletes es
entretenimiento de invierno (julio y agosto), cuando los
vientos son fuertes, pero esto es comprender mal la
situación. Un buen barrilete no necesita mucho viento
para remontarse, y en general hay viento suficiente du­
rante casi todo el año. Cada estación tiene sus posibili­
dades: en verano el niño puede pescar con su barrilete,
o atarlo a su cuerpo y dejarse llevar por él a través del
agua, manteniéndose cerca de la playa, a menos que lo
acompañe un bote; en ínvíemo un barrilete puede arras­
trar a un esquiador a bastante velocidad, y en una ex­
tensión de arena firme nn barrilete puede llevar a un
ciclista.
Son éstas unas pocas de las maneras en que se han
usado ya los barriletes; a no dudarlo, hay muchas más.

Soldados, ¿sí o no?


La discusión en pro y en contra de los soldados y los
juguetes bélicos sigue en pie, y la gente tiene al respecto
toda clase de ideas raras. Las opiniones aquí expresadas,
como todas las demás del libro, son totalmente mías.
Tal como lo veo yo, uno debe elegir entre estas dos
hipótesis:
La guerra existe porque los niños juegan con elemen­
tos bélicos, o los chicos juegan a la guerra porque ésta
existe.
Yo adhiero a la última: los niños se divertirán ju­
gando a los soldados y a los ladrones mientras los ma­
yores sigan haciendo lo mismo en serio. Hacia 1920 no
se acostumbraba dar a los niños soldados y juguetes bé­
licos; se decía que tal cosa los haría rudos y belicosos
cuando crecí­eran. Desdichadamente de nada sirvió.
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 71
No inculcaremos a nuestros hijos una mentalidad mili­
tarista dándoles soldados de plomo y rifles de juguete.
Por cierto que se trata de un interés que no ha de ser
alentado, pero debemos recordar que el fruto prohibido
siempre es atractivo. Es comprensible que los padres
no quieran educar a sus hijos en un espíritu guerrero,
pero las armas y la guerra no son la misma cosa, en
tanto que la persona que tiene el arma no quiera matar.
Los niños se disparan con sus pistolas de juguete: "¡ Bang,
bang! [Ahora estás muerto!" Y nosotros, adultos, no po­
demos soportar el sonido de la palabra, pero olvidamos
que no tiene el mismo significado para los niños.
Nada hay que pruebe que alguien se vuelva de espí­
ritu marcial porque juega con soldados y armas de
juguete ( como tampoco se afemina por jugar con mu­
ñecas); operan allí otros impulsos más primitivos. Una
cosa completamente distinta es que la mayor parte de
los juguetes bélicos, tanques, cazas, etc., son mecánicos
y se rompen pronto, o los niños se cansan de ellos. Las
vistosas pistolas de plástico o de hierro fundido general­
mente se rompen al caer, y no hay todavía una pistola
que sea reparada gratis cuando se rompe.
Es simplemente perder el tiempo y desperdiciar ener­
gías el intento de prohibir a los niños todos los juguetes
vinculados con la guerra. Un palo doblado se puede
siempre usar como revólver.
Quizá deberíamos esforzarnos para suprimir soldados
y fusiles en el mundo de los adultos.

El rótulo de la caja.
Lo más irritante para un niño es que le den una cajita
de ladrillos con una lámina en la tapa según la cual la
caja contiene bastantes ladrillos como para construir una
estructura del tamaño del Palacio del Congreso. Puede
que esto suene a exageración, pero no lo es. ¿Acaso no
podemos todos recordar la desilusión que sentíamos
cuando el contenido de una caja no correspondía a la
promesa de la tapa? ¿Y no nos irrita siempre cuando
un libro dice que la heroína era pelirroja y la sobrecu­
bierta nos la muestra con pelo color ébano?
Debería ser fácil evitar estas desilusiones a los niños.
Si regala usted a un niño una caja que ti­ene un dibujo
72 STEN HEGELER

inadecuado en la tapa, le ahorrará la peor de las desilu­


siones diciéndole antes: "No te fijes en la figura de la
tapa, el hombre que la hizo es un tonto y no se puede
hacer lo que él dibujó, pero sí podrás hacer un montón
de otras cosas muy lindas". Se puede así salvar una si­
tuación que nunca debería haberse planteado.

Qué hacer si el niño usa mal el juguete.

Si se regala a un niño un gran equipo de construc­


ción con varillas, ruedas y bloques, y en vez de construir
algo como se esperaba, desparrama el contenido por el
piso, toma una rueda, se sienta dentro de la caja y
empieza a jugar al automóvil, ¿debe uno mostrarle cómo
se debe usar el juguete? j No!
Paute de mieux, una persona inteligente usará una
regla como calzador. La persona retardada, en cambio,
no puede imaginarse que una regla se use para otra
cosa que para trazar líneas. Una y otra vez sus hijos le
darán la sorpresa de usar sus juguetes de una manera
que a los anquilosados adultos jamás se nos ocurriría.
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 73
Naturalmente, no se debe permitir que un niño destroce
un juguete usándolo mal, pero es signo de inteligencia
que lo use de una manera diferente a la planeada por
el fabricante. Ya un día lo usará también de la manera
"adecuada".
En la encantadora historia del osito Pu, el burrito
debe recibir un globo de Piglet y un pote de miel de
Pu. Desdichadamente, el oso se come la miel por el
camino y Piglet se cae y se le revienta el globo; pero el
burrito está encantado con sus regalos y se divierte un
largo rato poniendo el trozo de goma que había sido
el globo dentro del frasco de miel vacío y volviéndolo
a sacar. ¿Podemos decir que los usaba mal?
Rara vez tenemos los adultos la imaginación suficiente
para ver todas las posibilidades que tiene un buen ju­
guete.
Mire un momento el cono representado en la página
72: tiene una base con un eje vertical en el cual
calzan doce anillos. En la parte de arriba tiene una
bolita con un agujero. Todas las piezas están pintadas
de brillantes colores. ¿Puede usted adivinar cuántas for­
mas diferentes hay de colocar las argollas en el eje?
Pues no son pocas.
Hay unos cuatrocientos millones de maneras dife­
rentes de disponerlos. De modo que, como se verá, es
un juguete con muchas posibilidades. Ideal para un niño
de dieciocho meses.

Cuando hay que estar en cama.

Todos los niños tienen que estar alguna vez en cama,


y es tarea de la pobre madre mantenerlos así. Es raro
que se sientan tan enfermos como para aceptar el en­
carcelamiento, de modo que es necesario pensar en algo
con qué mantenerlos ocupados. Esto es más fácil con
los mayorcitos, que pueden leer o recortar ropas de
, muñecas o modelos de cartulina, y la regla en esto es:
procure que el niño esté bien abrigado y ­si el médico
lo permite­ déjelo estar sentado con un montón de
almohadas. Permítaseme citar a R. S. Illingworth, pro­
fesor de pediatría en la Universidad de Sheffíeld: "La
causa más común de que un niño se quede en cama
74 STEN HEGELER

durante el día ( en un hospital) es debido al hecho de


que nadie pensó en hacerlo levantar".
Los niños más pequeños son sumamente irrazonables,
pero con buenas razones es mucho lo que se puede
hacer. Si el niño sigue siendo irrazonable, cárguelo a
cuenta de su enfermedad.
Es fácil y barato hacer rompecabezas. Se pueden
hacer con cualquier dibujo o fotografía, claro y sencillo,
tomado de un periódico. Se lo pega sobre un cartón
grueso y se lo corta en pedazos irregulares. ( El cartón no
es bueno para los niños entre un año y medio y dos y
medio, porque tienden a masticarlo.) Empiece por
cortar unas pocas figuras. Cuando el niño se canse de
poner esas figuras en su lugar, entonces recorte el fondo.
Pero vaya despacio; mientras el niño se entretenga, no
hay necesidad de cortar más. Y corte solamente dos
piezas por vez. Hay mucho más de lo que usted sospe­
cha en un rompecabezas. Se puede armar una y otra
vez, cabeza arriba, cabeza abajo, y sólo después de esto
es necesario recortar más piezas.
Para un niño que está en cama, evidentemente es
ideal una bandeja grande para hacer rompecabezas, y
mejor aún si se puede disponer de una tapa de hojalata
o algo semejante donde quepa exactamente el rompe­
cabezas completo. Esto lo hace más satisfactorio para
poner en su lugar las piezas, y es más fácil mantenerlo
armado una vez concluido. Los rompecabezas compra­
dos pueden resultar caros, y resulta fácil perder una
o dos piezas, de modo que cómprelos solamente para
los mayorcitos que pueden cuidarlos.
Un imán es un buen juguete que con frecuencia se
pasa por alto. Es barato, y si se ata al extremo de un
trozo de piolín sujeto a un palo u otro soporte, es ex­
celente para recoger clavos del piso ( se los puede des­
parramar sobre un periódico) .
También se puede usar el Meccano, pero en algunos
casos resultará demasiado grande y exigirá mucho mo­
vimiento, Los bloques son buenos, lo mismo que las tizas,
libros para pintar y abundantes diarios. En general las
madres no aprueban la plastilina en la cama. Una granja
y animalitos de juguete también son una buena idea.
Consulte la lista de las páginas 82­83 en busca de su­
gerencias.
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 75
En otra parte discutimos ya la cuestión de dar pre­
maturamente juguetes a los niños. Cuando están enfer­
mos, naturalmente es mucho más importante no esperar
demasiado de ellos. (Ver también, en página 78, "Al­
gunas observaciones sobre el juego en los niños enfer­
mos",)

Muñecos y muñecas.

Si le dijeran a usted que se hace una muñeca que


puede estornudar, quizá le parecería una idea divertida;
pero si le dijeran también que estornudaba por un agu­
jero en medio de la frente, le parecería bastante estú­
pido. Por lo que yo sé, todavía no se ha fabricado una
muñeca que estornude, pero sin duda la harán y en­
tonces espero que estornude por la nariz, como todos
nosotros. Pero hace cosa de doce años, en. Dinamarca,
hicieron una muñeca que podía orinar. Es de suponer
que era una muñeca niña, pero no funcionaba de la mis­
ma manera que las niñas normales, sino a través de un
agujero "decente" en lo alto de la espalda. El fabricante
dijo que la hacían así "por razones técnicas". Resultó
una sorpresa para muchas niñitas danesas que fuera téc­
nicamente mejor "mojarse" a nivel de los omóplatos, y
difícilmente podría suponerse que esto les diera una
actitud natural hacia los órganos que un día habrían
de usar para otros fines que los excretorios.
Por lo tanto, fue un saludable adelanto cuando en
1951 aparecieron en el mercado danés una muñeca va­
rón y una muñeca niña, el niño equipado, si bien mo­
destamente, con el emblema de la virilidad. El fabrican­
te no se atrevió a aventurarse más "por razones técnicas".
La niña ­tremendo atrevimiento­ tenía la misma aber­
tura que las niñitas ven en sí mismas.
No deja de ser extraño que no se dijera una palabra
acerca de la primera muñeca, la que tenía un agujero
en mitad de la espalda, pero cuando aparecieron en el
mercado las otras muñecas, anatómicamente más co­
rrectas, esto sí que fue noticia, y sensacional por cierto.
El mundo se estremeció.
76 STEN HEGELER

Tres cosas especialmente buenas.


Hay muchas cosas que uno podría seleccionar si de­
seara ensalzar los juguetes ingleses. En general pare­
cería que los fabricantes ingleses se han impuesto la
tarea de superar los juguetes importados, mejorando su
calidad, y lo han logrado. Basta con pensar en marcas
como James Galt, Dínky Toys, Meccano, Triang, Es­
cor, etc., pero espero se me perdone el hacer mención
especial de tres firmas: Kíddicraft, Abbatt, y la Educa­
tional Supply Association.
El creador de Kiddicraft, el señor Hilary Page, fue
el abuelo de los juguetes ingleses. Es impresionante, y
en muchos sentidos una obra de genio, lo que ha hecho
en materia de juguetes para los más pequeños. Sus crea­
ciones son sorprendentemente sencillas y maravillosas,
bien diseñadas y bien realizadas.
Paul y Marjorie Abbatt, de Londres, tienen cosas muy
especiales. Algunos son juguetes comunes que ellos con­
sideran particularmente bien hechos, otros son impor­
tados y otros hechos especialmente. Es una delicia ver
su exhibición de maravillosos juguetes para todas las
edades.
La Educational Supply Association es una gran firma
que vende principalmente a jardines de infantes y es­
cuelas, y en su mayor parre equipos de piezas grandes.
Y entre este surtido, de excelente calidad, se rencuentran
también algunas cosas sólidas y encantadoras que serán
del agrado de los padres, y especialmente de los niños.
Con frecuencia he criticado un juguete y se me ha
dicho: "[Pero si vendimos veinte mil la semana pasa­
da!" Recuerdo un elocuente propagandista de un cohete
con una cápsula a percusión, de juguete, que lo enviaba
hasta la altura del tercer piso de una casa. "Pero suponga
que golpee a un niño en la cara, yendo a esa velocidad",
dije. "Velocidad ­retrucó rápidamente el vendedor­
"pero si va muy despacio". Otro fabricante me dijo
que su muñeca resistiría que la arrojaran desde lo alto
de la Torre Eiffel. "Muy bien ­le contesté­; venga a
tirarla y yo me comprometo a que los periodistas la
vean caer". Pero no pareció interesarle la propuesta.
Los fabricantes de juguetes, sus corredores comer­
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 77
ciales y' los propietarios de jugueterías son personas
sensatas con las cuales se puede hablar. Si los padres
acudieran a las jugueterías a exigir los juguetes adecua­
dos para sus hijos ­tanto lo que han de tener como lo
que se debe fabricar­ pronto los conseguirían.
Padres y madres, que son los que pagan a los músicos,
pueden pedir la melodía que les gusta.
ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE EL JUEGO
EN LOS xrsos ENFERMOS

Casi cualquier familia en la que haya niños pequeños


tiene que vérselas, tarde o temprano, con el problema
de ofrecer juguetes y ocupaciones a un niño que está
en cama en su casa, o incluso en el hospital.
Los niños son diferentes cuando se sienten mal, y su
estado de ánimo y necesidades varían muchísimo.
Algunos niños necesitan descanso y tranquilidad
cuando están enfermos; en otros la imaginación res más
activa que de ordinario. El niño puede sentirse solo, o
ansioso por su enfermedad o por el posible dolor y lo
desagradable del tratamiento médico. Puede que lo
preocupe el atrasarse en la escuela. Quizá las dificulta­
des de su vida cotidiana han contribuido a su enfer­
medad.
En todo caso, cuando un niño está aislado por la en­
fermedad y la convalecencia, debemos pensar muy espe­
cialmente en su felicidad general y darle las ocupaciones
y la atención que lo reconforten. De esta manera, como
resultado de una enfermedad, incluso breve, podemos
llegar a comprender mejor al niño y ser más capaces de
ayudarlo en el futuro, ya sea que se encuentre sano o
enfermo.
En la vida normal un nmo se desarrolla y obtiene
nuevas experiencias por medio del juego; los juguetes
son sus herramientas y a través de ellos el niño expresa
sus sentimientos y desenvuelve sus capacidades. Los ju­
guetes tienen estos mismos valores para el niño que está
en cama, y además otros valores nuevos y quizá mayores
para el niño enfermo.
Primero, para el niño postrado, especialmente si se
encuentra en el hospital, la muñeca o el autito familiar
es un vínculo con su hogar; le asegura que no ha sido
olvidado en este medio extraño. De tal modo, los jugué­
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 79
tes pueden ofrecer consuelo y seguridad durante la en­
fermedad.
Segundo, los juguetes ocupan a los niños. Es probable
que un niño enfermo que está agradablemente ocupado
mejore mucho más rápidamente que uno que no lo está.
Tercero, es más fácil que un niño acepte el tratamien­
to, que se dé una inyección o tome una píldora, por
ejemplo, si puede administrar el mismo tratamiento a su
juguete. De tal modo, se pueden emplear los juguetes
de manera activa para ayudar a un niño a que acepte
la rutina desacostumbrada de la enfermedad.
Cuarto, un niño que está bien puede encontrar por sí
mismo ciertos materiales de juego. El que no lo está
depende, por otra parte, de lo que se le proporcione en
su lecho.
Por último, un niño puede sentirse más cómodo si
tiene la posibilidad de expresar sus temores y angustias
a través del juego. Si lo observan, las personas que lo
cuidan pueden llegar a saber mucho acerca de sus ínti­
mos sentimientos por medio de sus juegos.
Como vemos, de muchas maneras los juguetes son de
gran valor e importancia para el niño durante una en­
fermedad. Pero su valor es mayor si son adecuados para
el caso individual y para la edad y nivel de desarrollo
del niño.

He aquí algunas sugerencias que pueden servitr de guía


en la elección de juguetes para niños enfermos:
El niño enfermo se vuelve un poco más aniñado de
lo que lo es normalmente; se concentra durante períodos
más breves y está contento de emplear juguetes más
fáciles y sencillos que lo habitual.
Se le deben dar por lo tanto juguetes para un grupo
de edad ligeramente menor. Es preferible ofrecerle fre­
cuentemente pequeños regalos a uno grande una sola
vez. De esta manera se mantienen el interés y la no­
vedad. Se pueden así agregar, uno por uno, pequeños
modelos de coches o animalitos de granja a la colección
del niño.
Ofrezca al niño un amigo: una muñeca o un animal
o mejor aún un títere.
Déle tanto cosas para mirar como cosas para hacer:
80 STEN lIEGELER

libros de imágenes, una lupa, una tormenta de nieve


en una bola de cristal; un móvil o láminas fijas en las
paredes, que pueda mirar en su habitación.
Ocasionalmente, un juguete que actúe como por arte
de magia: un imán, flores japonesas, trozos de fieltro
de colores que se adhieren a un fondo aunque se los
ponga patas arriba, le interesarán sin cansarlo.
· Ofrézcale una enciclopedia ilustrada para niños o un,
atlas. Un niño puede recorrer estos libros ­si su mente
es activa­ sin que le exijan demasiado esfuerzo, e incluso
puede aprender tanto como en la escuela.
Rompa la monotonía del silencio .regalándole una caja
de música, una flauta sencilla, un grabador o un sal­
terio.
Déle juguetes con los que pueda dramatizar su propia
situación: un equipo de enfermera y una muñeca como
paciente; un equipo de hospital; una familia de muñe­
quitas ( padre, madre, etc.), una casa de muñecas y
muebles para el dormitorio.
Recuerde los restos y pequeñeces de su propia casa
que pueden tener valor como juguetes o elementos de
entretenimiento: el cajón de los piolines, la caja de bo­
tones o de llaves viejas, las. revistas.
Un niño que está en el hospital debe mezclarse con
su grupo; llévele, pues, materiales de juego que es­
timulen las amistades y el juego en grupo, cuando el
tratamiento lo permita.
Es evidente que se han de evitar los juguetes u oeu­ ·
pacíones que puedan ser sucios o demasiado complica­
dos, con partes pequeñas que se pueden perder entre
la ropa de cama.
Tampoco le dé juguetes que exigen demasiada con­
centración para un niño enfermo.
Evite los que tienden a agotar al niño, los juegos o
rompecabezas complicados y difíciles de resolver.
Recuerde los gustos e intereses especiales del niño, y
busque un juguete que tenga especial atractivo para él.
Finalmente, un niño enfermo se cansa con facilidad;
necesita por consiguiente variedad de juguetes, pues
no estará mucho tiempo con ninguno de ellos.
Aparte de los juguetes en sí, que no le falten las co­
modidades para usarlos, tales como:
CÓMO ELEGIR LOS JUGUETES 81
Una superficie de juegos: mesa para la cama, una
bandeja grande o un gran pedazo de madera terciada.
Una pared para juegos: un cartón grande colgado en
una pared adyacente, donde se puedan pinchar o pegar
figuras.
Recipientes para guorda« juguetes: bolsas, canastas y
cajas.
"Brazos" para fuga1·: para poner a su alcance toda la
habitación, como un juego de pinzas para recoger cosas
del suelo; un espejo para reflejar un cuadrado o un
círculo de sol en cualquier lugar del cuarto; piolín y
argollas que se puedan deslizar por él, y hasta una honda
para arrojar bolitas de papel.
SELECCION DE JUGUETE�
Los niños que Juguetes que El ojo busca Necesitan
están en cama nacen ruido 11 variedad 11 compañia
necesitan estimulan novedad
juguetes un poco la. imaginación
más fáciles que
lo noT11U1l para
su edad

HASTA LOS 18 Sonajeros Globos Mufieca o anim


MESES Campanas Móviles blando
(cuando están en­ Acuario
[ermos, niños a.e
2 ?2 años)

1% A 3 AÑOS Campanas Globos Muñeca


(cuando están en­ Tambor Móviles blando
termos, niños lle Instrumentos de Frisos Canario
2% a. 4 a.ños) percusión Libros de
Caja de música imágenes
Acuario

3 A 5 AÑOS Garajes; coches; Globos Muñeca o animal


(cuando están en­ granjas; animales; Móviles blando
fermos, niños de arcas de Noé Frisos Títeres de mano
4 a 6 años) Negocios Libros de Muñecas para
Aldeas imágenes vestir
Instrumentos de Flores japon. Canario
percusión Imanes
Caja de música
Grabador Tormenta de
nieve
Acuario

5 A 8 A,ÜOS Garajes; coches; Globos Muñeca; animal


( cuando están en­ gr.anjas; animales; Móviles; frisos Muñecas para
fermos, niños de arcas de Noé Libros de vestir
6 a 9 años) Negocios imágenes Títeres de mano
Aldeas Flores japon. Juegos de naipes
Plastillna Tormentas de Juegos en tablero
Instrumentos de nieve Lotería con
percusión figuras
Caja de música Imanes Dominó
Grabador Canario
Gramófona Caleidoscopio
Acuario

8 A 12 AÑOS Plastilina Móviles Mufiecas


(cuando están en­ Tormentas de Títeres de mano
fermos, niños de nieve Juegos de naipes
9 a 12 años) Libros de Juegos en tablero
imágenes Dominó
Flores j a pon. Canario
Imanes
Lupas
Caleidoscopio
Acuario
ARA NIÑOS ENFERMOS
u.guetes con los Se recuperan más Están ansiosos En la
r.uales representar rápido si están por atrasarse convalecencia,
propia entreteni<ios en la escueta juguetes para
si tu.ación juego en gru.po y
activi<iad física

Juguetes de Andador
ensamblar Primer tren
sencillos (sin ruedas)

Juguetes de Ladrillitos
ensamblar sencillos para
construcciones
Cajas de pinturas Cubos huecos y
grandes
Carro para
empujar
Camión con
ladrillos
Caballito hamaca

uipo de Rompecabezas Bolsa de


enfermera sencillos Iadrillitos
'quipo de médico Juguetes de rosca Vagón para
quipo de Cuentas; mosaicos empujar
"lospital Juguetes de Camión con
tetoscopio construcción ladrillos
Casa de muñecas (madera) Caballito de
uebles de Tarjetas para juguete
uñecas bordar Cochecito de
Papeles para muñecas
pegar
Lápices

uipo de Rompecabezas Libros de lectura Bolsa de


�nfermera Cuentas; lápices elemental ladrillitos
'quipo de médico Jugue1:es <1e Letras y números Tren de madera
Equipo de construcción de madera y Lotería con
'jospítal (madera o plástico figuras
tetoscopio plástico) Dinero de ju­ Vagón de empujar
asa de muñecas Papeles para guete Vagón de
uebles de pegar Contadores arrastrar
Libros para Rompecabezas Cochecito de
recordar con números muñecas
Ladrillitos
Minibrix

�­­­­
Rompecabezas Enciclopedia Juegos en tablero
Juguetes de ilustrada
construcción Atlas
(metal) Libros
Papeles para
pegar
Libros para
recortar
Lápices
Naipes de
patience
Solitario
Tejidos; rafia
Trabajos de aguja
Equipos eléctricos
JHBLIOGRAFtA ESPECIAL EN CASTELLANO •

Bernardo, Mane: Títeres y niños. Buenos Aires, Eudeba,


1962.
Buytendijk: El juego y su significado. Ed. Revista de Oc­
cidente. Madrid.
Cossettini, Leticia: Del fuego al arte infantil. Buenos Aires,
Eudeba, 1962.
Chateau, J.: Psicología de los fuegos infantiles. Buenos Aires,
Kapelusz, 1958.
Deeroly­Monchamp: La iniciación de la actividad intelectual
y motriz por los fuegos educativos. Madrid, Actualidades
Pedagógicas.
Driscoll, G.: Cómo estudiar la conducta de los niños. Buenos
Aires, Paidós, 1964.
Faure, M.: El jardín de infantes. Buenos Aires, Knpelusz,
1950.
A. Gesell y F. Ilg: El niño de 1 a 5 años. Buenos Aires,
Paidós, 1963.
­ El niño de 5 a 10 años. Buenos Aires, Paidós, 1003.
Hilgard, J. R. y otros: La educación del niño pequeño.
Buenos Aires, Paidós, 1964.
Hill y otros: Programa de actividades de los jardines de in­
fantes. Buenos Aires, Kapelusz, 1950.
Huber, J.: Ocupaciones infantiles. Buenos Aires, Kapelusz,
1963.
Isaacs, S.: Años de infancia. Buenos Aires, Hormé, 1965.
jacquin, G.: La eduoación por el fuego. Madrid, S. E. Ate­
nas, 1958.
Kawin, E.: La selección de fugueús. Buenos Aires, Claridad.
Listello, A. y otros: Recreación y educación física deportiva.
Buenos Aires, Kapelusz, 1965.
Murchison, C.: Manual de psicología del niño. Barcelona,
Seix, 1935.
• Confeccionada especialmente por los editores de esta versión.
86 STEN HEGELER

Neri, Roberto: Juegos y iuguetes. Buenos Aires, Eudeba,


1963.
Page, Hilary: El fuego en la primera infancia. Madrid, Es­
pasa­Oalpe, 1954.
Piaget, J., Terman, L. M., Goodenough, F. y otros: Comu­
nicación, inteligencia y educación del niño pequeño.
Buenos Aires, Paidós, 1965.
Queyrat:" El fuego de los niños. Madrid, Jorro, 19.26.
Rambert: La vida afectiva y moral del niño. Buenos Aires,
Kapelusz, 1948.
Read, H., E&ucación por el arte. Buenos Aires, Paidós, 3:¡i
ed., 1964.
Small, Michel: El niño actor y el juego de libre expresión.
Buenos Aires, Kapelusz, 1962.
Watson, J. B., Jersild, A. T., Anderson, J. E. y otros:
Las emociones del niño pequeño. Buenos· Aires, Paidós,
1965.
Wolff, W.: La personalidad del niño en edad preescolar.
Buenos Aires, Eudeba, 1962.
Wood, Alfredo: Gimnasia y recreación en la escuela pri­
maria. Buenos Aires, Kapelusz, 1959.
'¿6g Vll3:ml3:H
S'illlIV SON3fül
"o ·1·v ·s rxocoa svoravae sarsv
N3: 'g96I aa OJ.SO!>V an I!s VJU TI
mwrndWI aa oavov as
Durante muchos años, psicólogos, filósofos y educadores
hon ideado diversas teorías para explicar este extraño fenó-
mero que se da en los niños; esta vida burbuieonte que fluye
en ellos y que hace que, espontáneamente, sean tan crea-
dores a partir de sus propios motivos interiores. Este libro se
pub'icó or iq.noriornente en Escandi avia, donde obtuvo gran
éxito. Su objetivo es estudiar de un modo teórico y práctico
el juego infantil y dar una gula útil para la elección de ¡u-.
g.Jetes y juegos que favorezcan el desarrollo de los niños.
Es 9 libro sera, pues, de interés e importancia tanto para los
podres como para las personas que se ocupan del cuidado
de los niños. Trata, entre otros, les temas siguientes: lugar de
los juguetes en el desorro.lo del niño a los seis meses, a los
doce meses, a los dieciocho meses, dos años, y desde esta
edad, año por año, hasta los nueve años. ¿Qué es el juego?,
¿Por qu.j j 1;gan los r,iñvs?, Métodos de educación modernos
y disciplinarios, Dé a sus hijos bu enos comodidades para jugar,
¿ � 110 se eligen los juguetes?, ¿Por qué no juega mi hij.ta?,
Cómo ayudar y enser '""r a los niños, Sobre los juguetes educa-
1i os, Juguetes de material plástico, Juguetes mecánicos, Ju-
guetes de construcción, Arcilla, colores, agua y fuego, Barri-
lctes, El juego de los niños enfermos. El lector puede co sultor
los siguientes obras conexas del fondo Paidós: H. Read: Edu-
cación por el arte; G. Driscoll:. Cór .o estudiar la conducta de
los niños; J. R. Hilgard y otros: la educación del niño pequeño;
J. Piaget, L. Terman, F. Goodenough y otros: Comunicación,
inte'igencia y educación del niño pequeño; J. B. Watson, A. T.
Jersild, J. :::. ,,., -vierson y otros: Las emociones del niño pequ=ño.

·E I TO I AL p ID OS

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