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Cuántas veces hemos tenido esa sensación de no poder más, clamamos al cielo y pareciera que este estuviera

sordo a nuestra voz...


“Eli, Eli, lema sabachthani?” “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Señor, qué difícil es sentir tu presencia en medio de la tormenta.
¿Dios, para qué tanto? Tú y yo hemos pasado épocas en que nos suceden cosas llenas de dolor, una tras otra. Las
lágrimas se vienen sin pedirlas y no porque sintamos misericordia por nosotros mismos, sino por el cansancio
emocional, la fatiga física que estamos llevando a cuestas.
Cuántas veces hemos tenido esa sensación de no poder más. Clamamos al cielo y pareciera que este estuviera
sordo a nuestra voz. Qué sensación más extraña. Como si la pena no tuviera final.
Se dice que Dios les da las batallas a sus guerreros más fuertes. ¿De verdad? Entonces, ¿por qué el sentir es ya no poder
más? Las fuerzas se agotan, el cansancio se apodera y hasta amanecer cuesta.
¿Será que de verdad Dios se encuentra ausente cuando pasamos por momentos de dolor? Eso pareciera. Sin embargo, Él
nunca está indiferente a nuestro sufrimiento. Solo basta que clamemos su nombre para hacerse presente de la
manera en que los ojos de nuestro espíritu le reconocerán. Puede ser que los ojos de los sentidos difícilmente le
registren, los del alma siempre.
Definitivamente, algunos de los grandes misterios siempre serán la enfermedad y la muerte. Nunca estaremos del todo
preparados para recibirlas. Llegan sin avisar, de repente… Todo estaba bien y de un momento a otro todo cambia. La
vida se torna tan frágil…
Las preguntas surgen, los miedos aparecen. Son tan intensos que paralizan el alma. Muchas veces no nos dan ganas
ni de rezar. Deseo para hacerlo sí hay, fuerza no. Es por eso que en esos momentos es importante pedir a los demás
que nos sostengan con sus oraciones.
Mientras tanto, hay que convertir nuestro dolor en plegaria sencillamente diciéndole a Dios: “Te lo ofrezco”. Así Él
dará la fuerza cuando la debilidad se presente, la esperanza cuando la desesperación invade, la luz cuando la vida se
torne oscura. Solo Dios es la certeza cuando hay más preguntas que respuestas.
¿Pero, cuál será el fin de tanto? Quizá de momento no encontremos respuesta alguna que nos sirva de bálsamo para
mitigar nuestro dolor. Sin embargo, jamás dudemos que todo se encamina a un bien mayor.
Tan solo reflexiona, ¿sabes a cuántas personas has puesto a rezar por ti mientras tú pasas por ese dolor? ¿Sabes cuántas
jamás habían rezado y gracias a tu sufrimiento hoy comienzan a acercarse a Dios? Justo este es uno de los tantos fines
del dolor y del sufrimiento: la conversión de los corazones.
Es cierto, mientras uno pasa por todo eso nuestra parte humana -ya cansada y abatida- voltea al cielo y como hijo
vulnerable puede hasta renegar. Créeme que Dios cuenta con nuestra debilidad y está siempre listo a socorrernos, solo
necesitamos pedir su ayuda.
Recuerdo hace muchos años cuando uno de mis hijos estaba gravísimo. Mi chiquillo estaba de lo mejor atendido, pero
la septicemia no cedía. Recibía la Eucaristía a diario. Frente a su cama en el hospital tenía escrita una lista de
personas y cada vez que sentía dolor él volteaba a la lista y ofrecía su malestar por alguna de ellas.
Él lo que hizo fue convertir la queja en actos de amor. Tú puedes hacer lo mismo cuando pases por un momento difícil.
Puedes decir: “Dios mío, pero qué pesado me resulta esto. Aun así, te lo ofrezco por…” y ponle nombre y apellido.
Desde que el mismo Cristo sufrió dolor, este obtuvo otro significado. Ahora, todo sufrimiento ofrecido a Dios por
amor tiene un valor corredentor. Por eso no hay que desperdiciar ni una sola lágrima.
Por muy grande que sea la tormenta, por mucha lluvia que caiga sobre ti abre las alas de tus sueños y vuela a través de
las nubes hasta volver a encontrar la luz del sol. Nunca habrá tormenta tan grande que pueda quitar al sol su
capacidad de alumbrar.
Es muy importante que por tu propio bien jamás desconfíes del amor de Dios por ti y del plan perfecto de santidad
detrás de cualquier regalo envuelto de dolor. Trata -hasta donde tu capacidad te dé- de no entristecerte. Al contrario.
Siéntete privilegiado de que Cristo te haya tomado en cuenta para cargar su cruz por unos instantes. Hoy que sufres
eres otro Cirineo.
Si pasas por alguna enfermedad, de esas que te hacen voltear al cielo y preguntar, ¿para qué a mí?, haz de ella tu
medio de santificación y convierte tu dolor en oración. Insisto, no desperdicies ni uno sólo de tus malestares y
entrégaselos a Dios. Cada lágrima y cada segundo de sufrimiento ofrécelos por un fin concreto.
Todo aquello noble entregado a Dios con actitud humilde tiene un valor corredentor infinito a sus ojos y más cuando
viene de un corazón puro y sincero como el tuyo. Y esa sonrisa en tu rostro, esa que es muy tuya, nunca la quites y
muestra al mundo entero que en medio del dolor también se puede sonreír.
Es cierto. A veces la vida nos presenta tantas y tantas razones para tirar la toalla, para llorar y darnos por vencidos.
Incluso retos que se ven tan imposibles que nos quitan el aliento y los deseos de seguir adelante y hasta de cerrar los
ojos de manera permanente.
Sin embargo, luego, después de limpiar el llanto, vuelves a abrir los ojos y te das cuenta de que ha vuelto a salir el sol
y que allá afuera hay alguien que es muy feliz por el simple hecho de que tú existas y por quien tu simple presencia
hace que su vida sea distinta.
Entonces sientes ese golpe de adrenalina en el alma que te saca de la cama y te hace gritar: ¡Por ti y por mí vale la
pena vivir! Elige vivir y seguir adelante a pesar de las circunstancias. Con todo tu corazón reza esta plegaria a Dios:
Padre bueno,
ayúdame a reconocerte en cada evento y circunstancia de mi vida. Sé que caminas junto a mí, aunque en estos
momentos de dolor tu presencia se sienta ausencia.
Ábreme puertas para encontrar soluciones a esto que hoy paso. Ciérrame heridas para que solo el amor me dirija.
Enséñame a reconocer y a aceptar tu voluntad con paciencia, humildad y con la certeza de que quieres solo lo mejor
para mí.
Mis heridas con sus miedos, te las regalo con todo su dolor porque ya aprendí de ello lo que debía de aprender. De hoy
en adelante elijo solo el amor en cualquiera de sus manifestaciones porque el amor es el ala que Tú has dado al alma
para que pueda subir hasta Ti.
Sí, yo en Ti y Tú en mí, Tú y yo somos mayoría y no tengo más nada nunca que temer.
Por muy duro que sea lo que estés viviendo recuerda hacer cada día al menos una cosa que dé sentido a tu
existencia y a todo lo que estés pasando.
Mira a tu alrededor y descubre los mensajes ocultos de belleza y de verdad que existen y que fueron creados sólo para
ti. Encuéntralos dondequiera, en cada lugar, en cada persona. Todos estamos conectados de alguna manera y tienen
algo que decirnos.
Abre tu mente y tu corazón para mandar y recibir los mensajes de amor que la vida te quiere regalar el día de hoy, sin
importar si hay sufrimiento o alegría.
Y siempre sonríe. Tu sonrisa será aún más hermosa cuando la utilices frente a los problemas. Siempre recuerda
volverte a Dios y aunque tu sonrisa la estés mojando con lágrimas, dile: “¿Tú lo quieres? ¡Entonces yo también lo
quiero!”.
No te des jamás por vencido porque la vida lo vale todo. Lucha y ama con tal fuerza que el último suspiro de aliento
que te quede sea para que digas: “¡Sí pude! Y lo pude junto a Ti, mi Señor”.
Párate. Sacude esa tristeza. Canta esa famosísima canción “I’m still standing” -Sigo de Pie- y exclama emocionado la
certeza de que Dios nunca te ha abandonado. Grita al mundo que puedes con esto y más porque Él te lleva de su
mano. Recuerda que al que todo lo pierde, le queda Dios todavía.
Encomiéndate a Él de todo corazón, que muchas veces suele llover su misericordia en el tiempo que están más secas
las esperanzas. Repite confiado: “Tuyo soy Jesús y para Ti nací. ¿Qué quieres mi Jesús de mí?”.
DIOS MÍO, ¿DÓNDE ESTÁS?
DIOS MÍO, ¿DÓNDE ESTÁS?
Una vez leí que para “para la mentalidad judía citar el comienzo de un salmo equivale a citar el salmo entero”.
“Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
(Mt 27,46; Mc 15,34)
Está en la Cruz, con dolores atroces, cargando sobre sus hombros tus malas miradas, tus deseos impuros, cada vez que
has hecho daño al prójimo, las veces que te negaste a perdonar, aquella vez que robaste.
Parece abandonado pero no lo está. Ora. Reza el salmo 22 que refleja el sufrimiento que tendría lugar aquél día y que
al final es un canto de Esperanza.
Sabe que orar es permanecer en la dulce presencia de Dios. Y nos enseña que a pesar del sufrimiento debemos
perseverar en la oración.
Una vez leí que para “para la mentalidad judía citar el comienzo de un salmo equivale a citar el salmo entero”.
Cuando vayas a tu casa toma tu Biblia y acompaña a Jesús rezando este salmo.
Dios nunca nos abandona. A pesar de lo que a veces escuchamos. Es imposible que esto ocurra. “En Él vivimos, nos
movemos y existimos”.
Dios nunca te abandona. Somos nosotros los que le damos la espalda.
Hace algún tiempo, pasando graves dificultades me acerqué al Sagrario. Estaba muy preocupado. Fui a ver a Jesús y
exclamé: “Ayúdame”.

Al segundo escuche como un eco mis palabras: “Ayúdame”.


Me sorprendí. De pronto sentí una mano que se posaba sobre mi hombro. Volví a escuchar mis palabras: “Ayúdame”.
Miré hacia atrás y vi a un hombre tullido que caminaba con dificultad y me miraba con desesperación.
Volví a ver a Jesús en aquél Sagrario y susurré sonriendo: “Te la sabes entera. Contigo no se puede”.
Me di cuenta que aquél hombre estaba en peores condiciones y que Jesús, en ese momento, me pedía ser sus manos,
sus pies, su voz, su corazón. Y que debía amar a aquél enfermo, ayudarlo. Acogerlo.
Hoy que veo a Jesús en la cruz me arrepiento de todo lo malo que he hecho. Sufrió por mí. Y por ti. Lo miro a los ojos y
le digo con ternura:
“Tu trabajo Jesús es perdonarnos. El nuestro, amarte”.
Dios es el amigo de la vida y Jesucristo el Señor de la vida. Esta óptica de fe es la que me lleva a aportar una mirada
espiritual sobre la problemática del suicidio, especialmente en los adolescentes. Sobre este tema, o mejor, a esta
triste realidad, no deben anteponerse dogmas ni supersticiones pseudo-cristianas. Al abordar el hecho del suicidio se
requiere de una fe adulta para plantearlo en los grupos u opinar sobre el mismo; por eso, aunque las estadísticas
impacten y la psicología ayuda, daré un aporte más desde la espiritualidad cristiana. Con espiritualidad digo la “vida en
el Espíritu”, vivir según el Espíritu de Jesús resucitado.
La proclamación de fe sobre el Dios de la vida y el valor inalienable de la dignidad de la vida humana desde la
concepción hasta la muerte, nos hace tener una mirada de esperanza para poder acompañar a quienes no llegaron a
consumar el suicidio, a las personas o familias que han perdido un ser querido que ha llegado a esta “determinación”.
Fe en primer lugar, pues es la adhesión a la persona de Cristo que ha vencido a la muerte, que cuando es verdadera y
se experimenta profundamente da sentido a la propia vida y a la vida de los demás. Esperanza, porque es la virtud que
nos permite crecer, porque si tengo esperanza miraré más allá de mis propias realidades pequeñas para atreverme a
dar un paso más en la conquista de mi realización integral.
Fe y esperanza deberían ser como el hálito de la cultura donde pasamos nuestros días. Sin fe, ni siquiera en uno
mismo, la desilusión se reproduce por todos lados y el pesimismo es el pan cotidiano.
Sin esperanza, las expectativas quedan acaparadas por el aquí y ahora, lo inmediato y lo por consumir, donde las metas
personales son tan a corto plazo que no se sabe qué hacer cuando se las alcanza. Lamentablemente este es el humus
donde están creciendo muchos adolescentes hoy, un medioambiente sin fe y sin esperanza. Es la atmósfera que
envuelve a los suicidas.
Muchos se preguntarán qué dice la Biblia sobre el suicidio. En todo el libro se mencionan sólo siete personas que
cometieron suicidio: Abimelec (Jueces 9, 50-57); Sansón (Jueces 16, 28-31); Saúl (1 Samuel 31, 1-6); el escudero de
Saúl (1 Samuel 31, 1-6); Ahitofel (2 Samuel 15, 12-34; 16, 15-23; 17, 1-23); Zimri (1 Reyes 16, 8-20) y Judas Iscariote
(Mateo 27, 1-8). El resto de la Biblia es una larga confesión del Dios de la vida, con Jesucristo vivo en medio del
universo.
Lo que siempre reprueba la Biblia es el asesinato y que un hermano perjudique la vida del propio hermano con la
injusticia, el maltrato, la esclavitud, la marginación, la humillación. Esa inhumanidad es reprobada por el Dios de la
vida. ¿No será que los suicidas viven en un medio inhumano?
El primer pensamiento errado que encontramos en muchas personas es: un suicida, al tomar el poder de Dios en sus
propias manos, comete un pecado que lo lleva al infierno. Pero no encontramos ni un pasaje bíblico que afirme
claramente esta conclusión. El silencio de la Biblia es justamente para que los vivos no le usurpemos el poder de juzgar
a Dios el hecho del suicido, enviando nosotros a las personas a la salvación o a la condenación.
Al contrario, un pensamiento movido por el amor considera que el suicidio es un acto propio de una persona, que
movida por la desesperación es un dato que sólo Dios conoce. Sé que los suicidas no tienen dominio sobre su propia
voluntad, la depresión los lleva a anular la conciencia plena de sí y el razonamiento lúcido, por lo cual el suicidio no es
un acto libre ya que desean acabar con el sufrimiento que padecen. Y sólo Dios sabe qué hacer con un hijo o una hija
que ha atentado contra su propia vida. En ese terreno no nos podemos entrometer.
Si dejamos que el amor envuelva nuestro pensamiento, creemos que Dios escucha las oraciones de su pueblo y
responde a nuestras súplicas. Por lo mismo, sabiamente el “Catecismo de la Iglesia” nos llama a orar por estas personas
(cf. Nº 2283). Este es el acto más sublime ante esta situación. Y orar no sólo es pedir, sino confiar en su misericordia.
Es esperar con humildad que Dios deje actuar al infinito amor que habita en él. Y entrar en oración da serenidad.
Para acompañar especialmente el duelo de los familiares de las personas que se han suicidado, hay que revestirse de
sentimientos de amor. A esos muchos dolores -por la pérdida repentina, la rabia contra Dios, el auto inculparse- a
veces se les suman dolores que vienen indirectamente de quienes deben poner el hombro para el llanto. Los piadosos
se preguntan: «¿Se puede celebrar la misa por un suicida?, ¿Se les da sepultura cristiana?» Y en vez de liberar de la
tristeza a los que lloran, atan pesadas cargas sobre sus hombros. Y muchos pastores, católicos y protestantes, se
encargan de atormentar aún más a los deudos cerrando las puertas de los templos negándoles los oficios litúrgicos. Lo
sabio en estos momentos es no juzgar el acto suicida y ser de verdad hermanos en el dolor.
La Iglesia sólo da enseñanzas para aprender a amar la propia vida (cf. Cat. Igl. Cat. Nº 2280); enseña que el suicidio es
contrario al amor (cf. Cat. Igl. Cat. Nº 2281); es escandaloso si se hace como ejemplo para los jóvenes y va en contra
de la ley moral si es asistido y hay disminución de la responsabilidad si se da por trastornos psíquicos graves, angustia,
o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura (Cat. Igl. Cat. Nº 2282). Todas estas enseñanzas son para
nosotros que tenemos conciencia del valor de la vida y para que actuemos en consecuencia. No podemos aplicar estas
enseñanzas a quienes ya han pasado por el fuego del suicidio, o lo intentaron, porque quizás nunca se educaron en esta
fe.
El suicidio es un flagelo que avanza y carcome la sociedad. Por eso hay que hacer una propuesta a la integralidad de la
vida, donde se promueva en diferentes ámbitos el valor de la vida, incorporando a lo social, lo político, lo educacional
el sentido espiritual de la persona humana, cuya vida depende de Dios, como forma válida de prevención del suicidio.
Asimismo, hay que trabajar interdisciplinarmente en la atención a los familiares del suicida, donde la espiritualidad
juega un papel importante.
¿Puede ayudarme la Biblia si ya no quiero vivir y he pensado en suicidarme?
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La respuesta que da la Biblia
Sí puede ayudarlo, pues es la Palabra de Dios y él consuela a los desanimados (2 Corintios 7:6). Aunque no es un libro
de salud mental, la Biblia ha ayudado a muchas personas a vencer los pensamientos suicidas. Los consejos prácticos
que contiene también pueden ayudarlo a usted.
¿Qué consejos prácticos nos da la Biblia?
¿Habla la Biblia de personas que desearon morir?
¿Qué versículos de la Biblia pueden ayudarlo a combatir los pensamientos suicidas?
¿Qué podemos hacer si un amigo nos dice que ya no quiere vivir?
¿Y si ya he intentado suicidarme?
¿Qué consejos prácticos nos da la Biblia?
● Exprese sus sentimientos.
Lo que dice la Biblia: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay
angustia” (Proverbios 17:17).
Significado: Cuando tenemos pensamientos que nos angustian, necesitamos ayuda.
Si no le cuenta a nadie cómo se siente, la carga que lleva puede volverse insoportable. Pero, si habla de sus
sentimientos, la intensidad de sus emociones puede disminuir y verá sus problemas desde una perspectiva diferente.
Un hombre habla con un amigo sobre sus pensamientos suicidas
Intente esto: Hable hoy mismo con alguien, quizás con un familiar o un amigo de confianza. * Además, puede
expresar sus sentimientos poniéndolos por escrito.
● Busque ayuda profesional.
Lo que dice la Biblia: “Las personas en salud no necesitan médico, pero los enfermizos sí” (Mateo 9:12).
Significado: Cuando estamos enfermos, debemos acudir al médico.
Los pensamientos suicidas pueden ser síntoma de una enfermedad mental o emocional. Igual que no nos
avergonzamos de una enfermedad física, tampoco debemos avergonzarnos de una enfermedad mental o emocional.
Estas enfermedades tienen tratamiento.
Intente esto: Busque la ayuda de un médico especializado lo antes posible.
● Recuerde que usted es importante para Dios.
Lo que dice la Biblia: “Se venden cinco gorriones por dos monedas de poco valor, ¿no es verdad? Sin embargo, ni uno
de ellos está olvidado delante de Dios. [...] No tengan temor; ustedes valen más que muchos gorriones” (Lucas 12:6,
7).
Significado: Usted es muy valioso para Dios.
Tal vez se sienta solo, pero no lo está. Dios sabe por lo que usted está pasando. Y aunque haya perdido las ganas de
vivir, Dios se preocupa por usted. El Salmo 51:17 dice que Dios no rechaza “un corazón quebrantado y aplastado”. Está
claro que Dios lo ama y quiere que usted viva.
Intente esto: Busque pruebas en la Biblia de que Dios lo quiere. Por ejemplo, en el capítulo 24 del libro
Acerquémonos a Jehová hallará algunas.
● Ore a Dios.
Lo que dice la Biblia: “A la vez que echan sobre él toda su inquietud, porque él se interesa por ustedes” (1 Pedro
5:7).
Significado: Dios quiere que usted le cuente todo lo que siente y le preocupa.
Dios puede darle paz interior y fuerzas para seguir adelante (Filipenses 4:6, 7, 13). Así es como Dios ayuda a los que
se acercan a él (Salmo 55:22).
Un hombre que está luchando con pensamientos suicidas está sentado en un parque, tiene una Biblia en la mano y
está meditando
Intente esto: Ore a Dios hoy. Use su nombre, Jehová, y dígale lo que siente (Salmo 83:18). Pídale que lo ayude a
seguir adelante.
● Medite en la esperanza que da la Biblia para el futuro.
Lo que dice la Biblia: “Esta esperanza la tenemos como ancla [...], tanto segura como firme,” para nuestra vida
(Hebreos 6:19).
Significado: Sus emociones pueden llevarlo de un lado a otro, como una tormenta a un barco. Pero la esperanza de
la Biblia es como un ancla que puede darle estabilidad.
Esta esperanza no es una ilusión, sino que se basa en la promesa de Dios de eliminar todo lo que nos hace sufrir
(Revelación 21:4).
Intente esto: Lea más sobre la esperanza que da la Biblia en la lección 5 del folleto Buenas noticias de parte de Dios.
● Haga algo que le guste.
Lo que dice la Biblia: “Un corazón que está gozoso hace bien como sanador” (Proverbios 17:22).
Significado: Hacer cosas que nos gustan ayuda a mejorar nuestra salud mental y emocional.
Un hombre que está luchando con pensamientos suicidas sonríe mientras ayuda a unos amigos a limpiar el jardín
Intente esto: Haga algo que ya sabe que le gusta. Por ejemplo, escuche música que lo haga sentir mejor, lea algo
que lo anime o busque un pasatiempo. También será más feliz al ayudar a otros, aunque sea con algo sencillo (Hechos
20:35).
● Cuide su salud física.
Lo que dice la Biblia: “El entrenamiento corporal es provechoso” (1 Timoteo 4:8).
Significado: Hacer ejercicio, dormir bien y comer de manera saludable es bueno para usted.
Intente esto: Salga a caminar a un ritmo rápido, aunque sea solo por quince minutos.
● Recuerde que los sentimientos, como otras cosas en la vida, cambian.
Lo que dice la Biblia: “Ustedes no saben lo que será su vida mañana” (Santiago 4:14).
Significado: Los problemas que nos afligen, incluso los que pensamos que no tienen solución, pueden desaparecer
con el tiempo.
Por muy difícil que parezca la situación a la que se enfrenta hoy, puede cambiar mañana. Así que no se rinda (2
Corintios 4:8). Los problemas que lo angustian pueden cambiar con el tiempo, pero ninguna persona puede revertir el
suicidio.
Intente esto: Lea en la Biblia relatos de personas que se sintieron tan desanimadas que desearon morir. Descubra
cómo mejoró su vida con el tiempo, en ocasiones de maneras inesperadas. Vea a continuación algunos ejemplos.
¿Habla la Biblia de personas que desearon morir?
Sí. La Biblia habla de algunas personas que dijeron que querían morir. Dios no se enojó con ellos, sino que les ofreció
ayuda. Él puede hacer lo mismo por usted.
Elías
● ¿Quién fue Elías? Aunque fue un profeta valiente, a veces se sintió deprimido. Santiago 5:17 dice que Elías era un
“hombre de sentimientos semejantes a los nuestros”.
● ¿Por qué deseó morir? En cierto momento, Elías se sintió solo, tuvo miedo y pensó que no valía para nada. Así que
suplicó: “Oh Jehová, quítame el alma” (1 Reyes 19:4).
● ¿Qué lo ayudó? Elías abrió su corazón y le expresó sus sentimientos a Dios. ¿Cómo lo animó Jehová? Le mostró que
se preocupaba por él y le permitió ver pruebas de su poder. También le aseguró que era una persona muy valiosa y le
dio un ayudante capaz que iba a cuidar de él.
▸ Lea sobre Elías: 1 Reyes 19:2-18.
Job
● ¿Quién fue Job? Fue un hombre rico con una familia grande y también fue un siervo fiel del Dios verdadero.
● ¿Por qué deseó morir? De la noche a la mañana, la vida de Job se convirtió en una pesadilla. Perdió todos sus
bienes, todos sus hijos murieron trágicamente y tuvo una enfermedad muy dolorosa. Para colmo, lo acusaron
falsamente y con crueldad de ser el responsable de lo que le estaba pasando. Job estaba tan harto de su vida que llegó
a decir: “No quisiera vivir” (Job 7:16).
● ¿Qué lo ayudó? Job le oró a Jehová y también habló con otras personas (Job 10:1-3). Recibió ánimo de un amigo
comprensivo, Elihú, quien lo ayudó a ver sus problemas desde una perspectiva diferente. Pero lo más importante fue
que Job aceptó la guía y la ayuda de Dios.
▸ Lea sobre Job: Job 1:1-3, 13-22; 2:7; 3:1-13; 36:1-7; 38:1-3; 42:1, 2, 10-13.
Moisés
● ¿Quién fue Moisés? Fue un líder del antiguo pueblo de Israel y un profeta fiel.
● ¿Por qué deseó morir? Moisés tenía una tremenda carga de trabajo, lo criticaban constantemente y llegó a sentirse
agotado. Por eso le imploró a Dios: “Por favor, mátame” (Números 11:11, 15).
● ¿Qué lo ayudó? Moisés le contó a Dios cómo se sentía. Dios lo ayudó a aligerar sus responsabilidades para que no se
sintiera tan estresado.
▸ Lea sobre Moisés: Números 11:4-6, 10-17.
¿Qué versículos de la Biblia pueden ayudarlo a combatir los pensamientos suicidas?
Versículos que muestran que Dios se preocupa por usted:
“Jehová está cerca de los que están quebrantados de corazón; y salva a los que están aplastados en espíritu” (Salmo
34:18).
“Cuando mis pensamientos inquietantes llegaron a ser muchos dentro de mí, tus propias consolaciones empezaron a
acariciar mi alma” (Salmo 94:19).
(Lea también Salmo 27:10; 103:12-14; 2 Corintios 1:3, 4).
Versículos que muestran que Dios entiende su dolor:
“Has visto mi aflicción; has sabido acerca de las angustias de mi alma” (Salmo 31:7).
“Durante el tiempo de toda la angustia de ellos le fue angustioso a él. [...] En su amor y en su compasión él [...]
procedió a alzarlos” (Isaías 63:9).
Versículos que muestran que Dios quiere que se acerque a él y que le cuente cómo se siente:
“No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo, por oración [...], dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz
de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales” (Filipenses 4:6, 7).
“Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes” (Santiago 4:8).
(Lea también Salmo 34:4, 15; 55:22).
Versículos que muestran que Dios puede darle fuerzas:
“Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder” (Filipenses 4:13).
“No tengas miedo, porque estoy contigo. No mires por todos lados, porque soy tu Dios. Yo ciertamente te fortificaré.
Yo cierta y verdaderamente te ayudaré” (Isaías 41:10).
(Lea también Salmo 138:3; Isaías 40:29-31).
¿Qué podemos hacer si un amigo nos dice que ya no quiere vivir?
Tome en serio los comentarios que haga su amigo sobre suicidarse. Anime a su amigo a hablar, trate de que diga
todo lo que siente (Proverbios 20:5). Cuando las personas hablan de sus pensamientos suicidas, es menos probable que
se quiten la vida.
Escuche con empatía. Sea “presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar” (Santiago 1:19). Tome en cuenta que la
angustia y la depresión pueden hacer que una persona hable sin pensar (Job 6:2, 3). De modo que, si un amigo dice
algo precipitado o poco amable, no reaccione mal ni se ofenda.
Consuele con sus palabras. La Biblia nos anima a consolar a los que están deprimidos (1 Tesalonicenses 5:14). No le
reste importancia a los sentimientos de su amigo. Respete lo que siente y por qué lo siente. Dígale que él es muy
importante para usted.
Hágale entender a su amigo que necesita ayuda. Proverbios 13:10 dice que la sabiduría está con los que piden
consejo. Si su amigo tuviera una enfermedad física grave, usted lo animaría a ir al médico. Los pensamientos suicidas
pueden ser síntoma de una enfermedad mental o emocional. Así que insístale en que busque ayuda profesional. Incluso
ofrézcase a acompañarlo.
Muestre que lo quiere. La Biblia dice: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para
cuando hay angustia” (Proverbios 17:17). Usted no puede borrar ni los problemas ni los pensamientos suicidas de su
amigo. Pero, si le confirma que cuenta con su apoyo y cariño, puede ayudarlo a seguir adelante y a ver que las cosas
pueden mejorar.
¿Y si ya he intentado suicidarme?
Es comprensible que tal vez tenga sentimientos de culpa o vergüenza. Quizás piense que nadie comprende por qué
quiso quitarse la vida ni la angustia emocional que sufre en este momento.
La Biblia dice que nadie puede comprender totalmente los sentimientos de otra persona. De hecho, dice que cada
corazón conoce su propia amargura (Proverbios 14:10; 1 Reyes 8:38). Aunque nuestros familiares y amigos pueden
consolarnos hasta cierto grado, su ayuda es limitada. Pero, de una cosa puede estar seguro, usted no está solo.
Dios conoce nuestro corazón (2 Crónicas 6:30). Jehová conoce las razones que lo llevaron a pensar que el suicidio era la
única salida. También entiende sus sentimientos, que, como se dijo, pueden ser de culpa o vergüenza (Salmo 139:1).
Es cierto que para Dios la vida es muy valiosa, pero está dispuesto a perdonar a quienes han llegado a pensar en
quitarse la vida (Salmo 86:5). Sabe que muchas personas que intentan suicidarse en realidad no quieren acabar con su
vida, sino acabar con su dolor. Jehová puede ayudarnos incluso si nuestro corazón nos condena, porque él “es mayor
que nuestro corazón y conoce todas las cosas” (1 Juan 3:19, 20). Sí, Jehová quiere ser para usted “el Padre de tiernas
misericordias y el Dios de todo consuelo” (2 Corintios 1:3).

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