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Es importante recordar que la obligación del terapeuta es hacer algo más que solo escuchar.
Las preguntas de afrontamiento son una buena herramienta en las situaciones de crisis, ya
que el mensaje que le da a la persona es que hizo las cosas bien en esos momentos.
Una vez contestada la pregunta por el consultante o los consultantes, tenemos varias
opciones, que a veces encadenamos como una secuencia de tres pasos:
1. Se empieza preguntando que implica la cifra que nos dio, ejemplo: esto quiere
decir que si el consultante dice que está en 4 dentro de la escala, se preguntara
que cambio de cuando se encontraba en 1.
2. Una vez hecho esto, pasamos a trabajar qué sería un punto más. En este caso se
hace que el paciente analice su situación en sesiones posteriores, esto quiere
decir por ejemplo, preguntarle que si esta semana está en un 5 en la escala, para
la otra semana estará en un 6 y que sería lo diferente de cuando se encontraba en
5, que le faltaría para subir al punto 6.
3. En función de lo que se haya trabajado hasta entonces en la entrevista, podemos
también utilizar la escala para negociar objetivos finales.
Hay varias cosas que tener en cuenta para que la escala de avance dé todo el
rendimiento que puede dar:
Se usa para para mantener nuestra posición como terapeutas ante situaciones que ponen en
peligro la relación terapéutica, la estructuración de la entrevista o nuestro margen de
maniobra.
Antes de hacer la pausa se recomienda al terapeuta que pregunte al paciente si hay alguna
otra cosa que quiera añadir. Después, se retira cuatro o cinco minutos para reflexionar sobre
la entrevista y diseña el mensaje final.
Puede haber inconvenientes como que no exista una sala contigua en donde retirarse, pero
esto es algo que el terapeuta debe resolver rápidamente.
El mayor inconveniente que tiene hacer una pausa es que alarga la duración total de la
entrevista. Aunque en algunos contextos esto no supone un gran problema, en la mayoría de
los casos no es aconsejable prolongar el tiempo de espera de la familia.
Lo más importante es aprovechar bien las ocasiones que nos presenten en su relato y
mostrarnos curiosos respecto de lo que nos cuentan.
Hay que procurar que los elogios se ajusten bien a la situación y a la idiosincrasia de
nuestros consultantes. Elogiar no significa alabar sistemáticamente todo lo que nos
cuentan nuestros interlocutores, sino remarcar aquellas cosas que les resultan más útiles
o en las que realmente vemos potencial terapéutico.