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La traducción y su papel en las correspondencias literarias:

un enfoque integrador de la traducción.

Tomando en cuenta las condiciones que propone Even-Zohar en su texto “La posición de la
literatura traducida en el polisistema literario” con respecto a la función y el origen de las
literaturas traducidas, cabe destacar, más que las diferencias entre uno y otro modo de
referirse a la integración o exclusión de obras traducidas en otro sistema literario, o de si la
literatura traducida es o no parte central del polisistema literario en cuestión, el hecho de
que ya sea que nos estemos refiriendo a una literatura joven o en vías de construcción, una
literatura periférica aún con respecto a un núcleo determinado y ya conformado, o ya sea
que estemos ante un fenómeno de inflexión en una literatura (p.225) todas comparten de
una u otra manera la transmisión y asimilación de una producción literaria como fenómeno
inherente al quehacer de la traducción, más allá de que luego se deseche, por no adecuarse
al contexto literario al cual se inserta, o bien se integren aspectos que resultan novedosos
y que en el mejor de los casos refrescan, actualizan o problematizan las producciones
literarias contingentes del lugar donde se introducen.
El problema, a mi parecer, comienza cuando se tiene la creencia de que la introducción de
obras traducidas a sistemas literarios “extranjeros” (en relación a donde son producidos)
vienen a cumplir una función resolutiva bajo la premisa de una deficiencia local,
comenzando entonces a pensar las literaturas como jerarquías de poder, tomando así como
pretexto el que hayan ciertos recursos (literarios) que deben ser introducidos para así
“equilibrar la balanza” o en el peor de los casos manifestar una necesidad (impuesta) de
querer acercar las producciones periféricas a un centro canónico para así determinar lo que
se produce, como si a través de la precariedad o el alejamiento de una literatura en relación
a un centro no se pudieran crear obras igual de importantes que aquellas laureadas por un
sistema más establecido y autónomo, dejando así de manifiesto el problema de las
jerarquías y las tensiones entre lo que busca ir más allá de lo local, con pretensiones
globales, totalizantes, de aquellas que se resisten a ser llamadas periféricas por el solo
hecho de no estar avaladas por un sistema la mayor parte del tiempo endogámico.

Pero no todo es negatividad en esta dinámica de polisistemas. Lo que me interesa destacar


es el hecho de que la traducción debería, en primera y última instancia, plantearse antes
que nada como un medio para hacer de la transmisión de obras un sistema de
correspondencias y así evitar el mal uso que se puede hacer de una traducción que pretende
imponer un conocimiento porque lleva en sí la premisa de que hay algo en falta en una u
otra producción literaria que no pertenece al sistema al cual se remite. En este sentido, cabe
traer aquí a discusión la problemática de las literaturas nacionales y cómo éstas circulan por
el mundo. En el texto “El escritor argentino y la tradición”, Jorge Luis Borges, partiendo de
la producción literaria Argentina, desarrolla el conflicto acerca de qué se entiende como
literatura nacional de una manera que a mi parecer es decisiva a este respecto. Dentro de
sus ideas, cabe destacar una que ilustra de mejor manera el conflicto, cuando argumenta
que no por hablar sobre temas locales se está haciendo literatura nacional, apelando al
hecho de que en realidad la tradición argentina es toda la cultura occidental y no solo éste
o aquel aspecto diferencial que hace a los argentinos particulares en relación a los otro
integrantes del globo. (p. 4)
En este sentido se pone de manifiesto que hablar de literatura nacional es, de alguna
manera, negar toda la tradición que antecede a la producción que se hace en la actualidad,
como si no existieran referentes o genealogías rastreables en lo que refiere a las influencias.
Esto nos lleva a reflexionar, por ejemplo, que el fenómeno de la poesía concreta en Brasil
no es de carácter netamente nacional y original, o que mediante su fundación lo que se
busca es crear una diferencia con respecto a todas las otras producciones literarias y
culturales del continente. No se puede negar la influencia de Mallarmé, Apollinaire, James
Joyce, E.E Cummings e incluso de la vanguardia futurista en este movimiento, viendo de
esta manera cómo a pesar de las distancias, y en el mayor de los casos gracias al trabajo de
traductores y traductoras, se puede llegar a concebir toda una línea de fuerza dentro de la
producción latinoamericana en correspondencia con las producciones europeas y
norteamericanas.
De esta manera, y tomando el término antropofagia del manifiesto planteado por el poeta
Oswald de Andrade, defiendo la idea de que la traducción es una más de las
manifestaciones antropofágicas del humano, que en este sentido se da como devoración
de obras, sistemas literarios, producciones locales que van más allá de sus fronteras, y que
en primera y última instancia darían cuenta de las asimilaciones para la producción de una
nueva-vieja obra en constante diálogo con el pasado, presente y futuro del sistema literario.
Ahora bien, lo anterior puede parecer un intento de romantizar o idealizar el papel de la
traducción, cayendo en la ingenuidad de sus móviles. Por eso me parece importante no
descuidar el hecho de que, como dice Even-Zohar, hay criterios de selección para estas
obras que se traducen, las cuales responden justamente a las relaciones entre los sistemas
literarios y su dinámica periférica-central/local-global (p.225). A la vez, la traducción de una
obra, es decir, la materialización del fenómeno de traducción, solo es posible de ser
movilizada mediante un trabajo editorial institucionalizada (por suerte cada vez menos,
gracias al flujo de información de internet que se relacionan con los intentos terroristas/
piratas de atentar contra los derechos de autor para la libre circulación de las obras, a la vez
que se pone en duda la originalidad de los textos), de difusión, que apela la mayor parte del
tiempo más a razones económicas que no culturales o sociales, por no hablar de un deseo
fundador de querer que una obra sea leída en otros contextos para así enriquecer los
posibles nuevos materiales de aquella literatura aún en su etapa joven.
En este sentido es importante subrayar la idea de que la introducción de una obra traducida
en un sistema local no se deba solamente al hecho de que puede ser más o menos
compatible con las tendencias reinantes en ese contexto local, sino que el criterio sea en
principio qué tan innovadora puede ser, para ese sistema local, la introducción de una
literatura antes “desconocida” (y con esto no me refiero a la innovación de vanguardia, ya
que bien podría ser innovadora una traducción libre de una obra ya establecida en el
tiempo, como sucedió con la traducción que el poeta chileno Raúl Zurita hizo de Hamlet, o
llendo un poco más lejos la traducción-asimilación de ese otro Hamlet o “Máquina Hamlet”
de Heiner Müller), y que tenga como móvil una innovación que, repito, genere una
construcción antes que una destrucción creativa.
Por otro lado, el debate acerca de si la literatura traducida es o no periférica cobra más
relevancia, a mi parecer, si lo observamos en relación a cómo influye (en el mejor de los
casos positivamente) la traducción de una obra que se inserta en un contexto literario
extranjero a que se generen nuevas combinaciones, poéticas, ideas que no se habían
pensado con anterioridad, y así pensar la traducción como un sistema de correspondencias
más que como un sistema de contrastes e imposiciones de jerarquías de poder, para así
poner en tensión la idea de conservadurismo, tradición, canon y nacionalismo, y así pensar,
con Even-Zohar (1999), que es justamente “en el momento en que emergen nuevos
modelos literarios, [que] la traducción suele convertirse en uno de los instrumentos de
elaboración del nuevo repertorio” (p. 225) y así hacerle frente a una posible endogamia del
sistema literario que se limita a reproducir modelos de obras canonizadas, todo lo anterior
en beneficio de la creación.
En resumidas cuentas, me parece que en este caso es gracias a la traducción que podemos
entender cómo se van a ir estableciendo las relaciones y las jerarquías de lo que Pascale
Casanova va a plantear en su “República mundial de las letras”, en el sentido de aportar
lucidez a cómo funciona el arte desde una visión más global y de relaciones. De esta manera,
se podrá ir problematizando y poniendo en cuestión las relaciones de dependencia que se
establecen entre unas y otras literaturas, entre una obra de Shakespeare y una obra
dramática creada en México por un dramaturgo underground. Y es que justamente se hace
interesante analizar la propuesta que más arriba anuncié de Borges acerca de la relación de
una escritura americana y europea en relación al proceso de colonización de una lengua, ya
que así se puede ver, por los antecedentes históricos, cómo ha cuajado una forma particular
de hacer literatura mediante este proceso, pensando así el sincretismo (por decirlo de una
manera sutil) que se ha logrado por estas vías, para así no olvidar, como creo que sucede
con Casanova (2001) en su texto, que sí hay un ámbito político importante en el análisis de
los recursos literarios que darán la autonomía suficiente como para que un sistema literario
sea consagrado en sí mismo y por sí misma a pesar de que luego se diga que “la lógica
literaria no es independiente de las imposiciones políticas, pero tiene sus juegos y apuestas
propios” (p.119), lo que me parece deja de lado gran parte de la conformación de aquella
lógica literaria.
Me parece que queda abierta la discusión acerca de si en el mejor de los casos esa
autonomía debiera ser a-política, independiente de razones históricas o nacionales, para así
buscar una autoafirmación. En cualquier caso no se debe olvidar el camino que condujo a
que tal o cual sistema haya podido llegar a eso, analizando sus movimientos, como ocurre
con el caso francés, “constituido como universal (…) va a imponerse como modelo, no ya
como francés, sino como autónomo, o sea, puramente literario, o sea, universal” (Casanova,
2001, p.121).
Esa universalidad no es gratuita, y lo es menos aún el hecho de que se haya establecido
como el epicentro de la moda y paradigma de la modernidad, donde escritores de todas
partes del globo iban a buscar su consagración como si se tratara de una peregrinación a la
Meca. No hay que olvidar el caso del escritor peruano Cesar Moro que, autoexiliado en
Paris, escribirá la mayor parte de su obra en francés, dejándonos un poemario en español
(La tortuga ecuestre y otros poemas), como si se tratara de una labor de auto-traducción
para la consagración en un sistema literario donde no se sintió acogido, o el caso del poeta
chileno Vicente Huidobro que tras su viaje a París, volverá a chile con su Altazor,
influenciado por el modernismo y el simbolismo, por no olvidar también el caso de Rubén
Darío y su insistencia en renovar la lengua hispanoamericana mediante una “revolución
literaria americana contra todos los tópicos impuestos por España a sus colonias de
ultramar” (Casanova, 2001, p.134) lo cual da cuenta de la conciencia que se tenía, como
escritor, acerca de esta colonización del pensamiento y de la poética por sobre el territorio
latinoamericano, así como del reconocimiento de un espacio literario mundial en
contraposición con lo local, justamente para “luchar dentro de su ámbito nacional y
subvertir las normas dominantes” (Casanova, 2001, p.149), y lo cual nos acerca a esos
intentos (afortunados) de una literatura periférica como lo podría ser la nicaragüense de
establecerse en la historia literaria con su difusión mundial mediante una revolución
estilística (Casanova, 2001) en este combate contra la imposición de una lengua, lengua que
la traducción debería utilizar como traspaso de conocimiento y no como pretensión de un
material antes ignorado o como barrera, para al fin abrir aquellos espacios literarios
cerrados, “aquellos en los que el polo autónomo no está constituido, por la ausencia de
traducciones, la ignorancia de las innovaciones de la literatura internacional y de los
criterios de la modernidad literaria” (Casanova, 2001, p.146)
Bibliografía

Borges, J.L (1997). El escritor argentino y la tradición. En: versión taquigráfica de una clase
dictada en el Colegio Libre de Estudios Superiores y reproducida en el libro Discusión, J.L.
Borges. Madrid, Alianza, 1997.

Casanova, P. (2001). La república mundial de las letras. Barcelona, Anagrama.

Even-Zohar, I. (1999). La posición de la literatura traducida en el polisistema literario.


Universidad de Tel Aviv. Bibliotheca Philologica, serie lecturas. Madrid.

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