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Arte e identidad latinoamericana: Comparación contraste

Matías Díaz Higuera

Al preguntarnos la casi existencial pregunta retórica si acaso ¿Existe un arte identitario


latinoamericano? La respuesta la vamos desentrañando de acuerdo a los procesos o periodos
históricos que ha vivido este aún frondoso territorio.

En primer lugar, al momento de invadir el nuevo mundo los provenientes de Hispania se


maravillaron con descubrir una nueva arquitectura, alfarería, bisutería nunca antes vista. El
impacto fue tal que era casi como un sueño ver esa nueva realidad. Para el peninsular sería un
encuentro con un realismo mágico, un suceso inverosímil, que bajo ninguna consideración se
podría concebir como arte, aunque hoy en día consideremos algunos vestigios como arte indígena,
son contextos de producción diferentes, los indígenas no sabían que lo que producían era arte,
tampoco lo considerarían así españoles y portugueses.

Posteriormente, la fusión entre fusión entre indígenas y españoles no solo fue sanguínea,
también ocurrió en sus tradiciones, en ellas, las prácticas religiosas manisfestaron su arte a través
de la arquitectura, principalmente se trata de circuitos de iglesias y monasterios, también figuritas
misioneras contribuían al mensaje que buscaba evangelizar a los sin alma. Ejemplo de ello es la
llamada ruta de las misiones, que es precisamente un circuito de 30 iglesias coloniales construidas
en el siglo XVI, ayer parte del plan de transmisión cultural erigido por el frenesí de la plata en
Potosí, hoy una imperdible ruta patrimonial del arte colonial en el norte de Chile.

Más tarde, el mundo criollo e inmigrante fomenta un arte post-colonial que comienza a
forjar un camino expresivo propio de la zona, pues al margen de importar técnicas del viejo
mundo, la fuente de inspiración es indudablemente el territorio local y sus prácticas, ello
condiciona un sincretismo único e irrepetible que se ve manifestado a finales del siglo XIX en
diversas obras influenciadas por el modernismo, cubismo, constructivismo y surrealismo europeo.
En este caso, uno de los ejemplos más destacados es el indianismo que desarrolló un estilo
particular independiente del impresionismo, principalmente en México y Perú. Aunque existieron
obras increíbles como la siguiente:
Este cuadro se llama Iracema, utiliza una temática que resulta de una adaptación del
poema brasileño de José Martiniano de Alencar. La pintura fue exibida en Río de Janeiro en 1884.
Como es de esperarse se intentó censurar en diversas regiones, sin embargo la Academia imperial
de Bellas Artes hace presencia al conservar ellos este reveladora creación, casi fiel a la realidad.

Finalmente, identificamos el último bastión o foco diferenciador de aquello


latinoamericano en el arte local, ese que nos baña de identidad como un arte del siglo XX, esta
visión no está exenta de interés por lograr una unicidad de criterios o casi lograr considerar esta
visión como una suerte de axioma sobre lo que es tener identidad latinoamericana. Así, se
manifiesta en las obras muralistas de los años 30 y 40 en México las temáticas de la población y sus
arquetipos literarios. Por otro lado, en la obra de Roberto Matta o el cubano Wilfredo Lam
revisamos características o influencias del surrealismo de André Bretón.

Es indudable que existe una fusión de elementos en el arte latinoamericano, ello


ciertamente nos hace deducir del recelo de tener algo propio, eso que no se encuentra en África,
Asia y Oceanía, no así en Europa. 1

1 Gutierrez, R. (2005) Arte latinoamericano del siglo XX: “Otras historias de la historia”. Zaragoza, 378pp.

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