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“Así gritó Bob Schalkwijk a sus hijos para que salieran a prisa de casa, en Coyoacán. El
Holandés, con más de 60 años de experiencia en fotografía- 50 viviendo en México-,
comenzaba así su encuentro con la catástrofe. El 19 de septiembre de 1985, tomó fotos
todo el día. Esta memoria gráfica busca recordar que debemos olvidarlo, afirma. Honrarlo
es diferente a mantenerlo vivo. ‘ Si no se olvidan estas cosas, no se puede continuar.’ ”
Cargamos las cámaras (dos Nikon: una para blanco y negro y una para color),
muchos rollos y pilas, y por idea mía decidimos tomar un par de bicis que estaban en
la casa. Pensé que llegar al norte de la ciudad en auto no era lo más conveniente,
seguramente los accesos estarían cerrados. Estaba en lo correcto.
Salimos cerca de las 9 de la mañana desde Coyoacán, nos dirigimos hacia el Hospital
General. En la radio se comentaba que ahí había graves problemas. Al llegar
permanecimos ahí, fotografiando la gente siendo atendidos en los jardines. Después
nos dirigimos hacia la Avenida Chapultepec, donde encontramos una escuela
completamente colapsada, pero aún sin niños.
Pasamos por la Colonia Roma, cerca de la plaza Luis Cabrera donde vimos un
edificio completamente caído de lado, y otro entero pero hundido algunos metros.
Nuestra siguiente parada fue el lugar donde se incendió el Hotel Regis en la Avenida
Juárez.
Seguimos avanzando hasta llegar a Nonoalco, fue donde encontramos el edificio
Nuevo León completamente tirado. Mas tarde, al lugar llegó Plácido Domingo, que
tenía familiares en el edificio, y ahí se dio su entrevista con Jacobo Zabludovski.
Escuche que un par de hombres, que eran hermanos, vivían en uno de los pisos del
edificio. Al tratar de salir, uno se dirigió al techo y el otro bajó para salir; al final del
sismo se encontraron en tierra firme, al lado del edificio, pues éste se colapsó. Me
hace pensar que, en estas situaciones, no hay reglas para la sobrevivencia. No hay
forma de saber quien vive y quien muere.
Yo había ya vivido tres catástrofes en mi vida, antes de llegar a México. A mis 7 años
empezó la Segunda Guerra Mundial, en Holanda; los alemanes destruyeron e
inundaron grandes partes del país a manera de defensa. Años después, en 1953,
ahora si, la naturaleza inundó gran parte de la zona meridional de mi país natal,
durante la noche la fuerza del mar y la tempestad destruyó diques, viviendas
ygranjas; hubo 2,000 muertos. Yo era un muchacho joven de 20 años y llegué a la
zona de la inundación, estuve tres días para ayudar, cargando panes para llevarlos a
la gente que necesitaba comer.
Para mí, una de las cosas más impresionantes, en un sentido físico, fue la forma en
que las cosas (las viviendas, los objetos) se colapsaron. Vivimos entre muebles,
aparatos electrónicos, y objetos personales, que llenan un espacio, y en cuestión de
minutos… no, de segundos, se reducen a un espacio menor que medio metro.
Días después volvía retratar a las personas que buscaban sus cosas entre los
escombros. Los veía parados contemplando lo que restaba, todo reducido. No es tan
sencillo el entender lo peligroso de entrar a un edificio fuertemente dañado, como
sucedió en los Multifamiliares Juárez, aún en pie, la gente quería regresar p ara
recuperar sus cosas, pero no se lo permitían pues entrar era gran un riesgo. Unas
semanas después fotografié la dinamitación de los multifamiliares, que estuvo a cargo
de una empresa experta de Canadá. Sucedió, una vez más, en cuestión de
segundos. Todo generó una enorme nube de polvo, la obra de artistas como Xavier
Guerrero y Carlos Mérida quedó ahí sepultada.
El evento de los sismos marca una diferencia generacional, entre aquellos que
éramos adultos y aquellos que no nacían o que aún eran pequeños.
El rescate de la memoria
A treinta años, vuelvo a mirar las demás fotografías que tomé en aquellos días, fotos
que se habían quedado en la lista de espera dentro de mi archivo. Ver una imagen
revive un recuerdo y llena huecos en la historia que cuento en mi mente y a los
amigos, sobre aquél día que salimos en bicicleta a fotografiar lo sucedido.
Crónica del terremoto del 85.