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PUBLICADO
2018-06-12 10:00:00
“La anarquía es la más alta expresión del orden”
Eliseo Reclus
Tres son los sentidos del término “Anarquismo” que encontramos en el diccionario de
la Real Academia de la Lengua: 1. Ausencia de poder público. 2. Desconcierto,
incoherencia, barullo. 3. Doctrina que propugna la supresión del Estado.
Paralelamente a esta concepción –reflejo de la visión que se impone desde el poder–
si nos centramos en el lenguaje popular –utilizado también por políticos y medios de
comunicación de masas– se va incluso algo más allá y se relaciona la “falta de un
poder público” ya no con el “barullo”, sino con el caos y, en última instancia, con la
violencia. Una situación, en definitiva, en la que “reina la anarquía”.
Esta asociación, que trataremos de rastrear hasta su fundamento metafísico, tiene
sin embargo una vinculación directa con un determinado modo de entender la
política y la convivencia social como parte del pensamiento mainstream de nuestras
sociedades: la necesidad de un gobierno que garantice el orden social. La falta del
mismo implica ineludiblemente caos social. El des-gobierno supone, por tanto, des-
orden. Es más, el des-orden es siempre producto del des-gobierno.
Sin duda, una respuesta al porqué de esta identificación entre ausencia de gobierno
y caos puede realizarse desde muy diversas perspectivas. Por ejemplo, parece
evidente que el asociar violencia y caos con anarquismo juega un papel fundamental
cuando de lo que se trata es de imposibilitar un verdadero debate acerca de qué
consideramos democracia y las alternativas que dicho debate evidenciaría como
posibles. Sin embargo, en este artículo nos centraremos en mostrar los orígenes de
tal identificación en las estructuras de pensamiento que hemos heredado de la
metafísica clásica occidental.
EL DEMIURGO PLATÓNICO Y EL ORIGEN DEL ORDEN
La metafísica platónica se basa en la distinción entre mundo sensible y mundo
inteligible. El primero es el mundo de la materia, de lo visible, de las apariencias y
de lo irracional. El segundo, el de las Ideas, entidades de carácter metafísico y por
tanto eterno, inmutable y racional.
Si en el mundo sensible –el que habitamos los seres humanos– existe cierto orden no
es más que por su semejanza con el mundo inteligible, el cual es para el filósofo
ateniense modelo del mundo sensible. En una de sus últimas obras, el Timeo, Platón
trata la relación entre los dos mundos en cuanto al origen de nuestro universo se
refiere: “Como el dios quería que todas las cosas fueran buenas y no hubiera en lo
posible nada malo, tomó todo cuanto es visible, que se movía sin reposo de manera
caótica y desordenada, y lo condujo del desorden al orden, porque pensó que éste
es en todo sentido mejor que aquél”. Es por tanto un ser ajeno al mundo de lo
sensible, el Demiurgo, el que modela el caos de la materia a partir del orden
fundamental que representan las Ideas.
La dualidad mundo
sensible/mundo inteligible y el
papel de “mediador” del
Demiurgo implica la
objetualización en un plano
trascendente del origen y
causa del orden y racionalidad
del universo.
La dualidad mundo sensible/mundo inteligible y el papel de “mediador”
del Demiurgo implica la objetualización en un plano trascendente del origen y la
causa del orden y la racionalidad del universo. El fin del caos, verdadera naturaleza
de lo real, pasa únicamente por la existencia del orden trascendente que
representan las Ideas, pero también de un agente externo a lo real que impone ese
orden a la realidad material.
La traslación de este esquema metafísico al orden socio-político actual supondría la
existencia de una masa social –la sociedad civil– incapaz de autogobernarse sin la
presencia por un lado de un orden establecido –representado por la ideología
dominante, es decir por la concepción de qué es el orden social por parte de quienes
detentan el poder– y por el otro de una instancia ejecutora de ese mismo orden: un
gobierno que toma la forma de Estado. Sin ese agente externo, sin ese fundamento
trascendente, lo social pierde toda racionalidad y se ve sumido en el caos.
EL CAOS COMO FUNDAMENTO INMANENTE DEL ORDEN
Tal y como señalaba Nietzsche, la aparición de Sócrates y el desarrollo de su
pensamiento por parte de su discípulo Platón supuso la invención de un orden
trascendente –el de las Ideas– fundamento de toda la cosmovisión occidental hasta
Hegel, y que implicaría una ruptura radical con las bases del pensamiento griego
anterior a la llegada de la metafísica clásica. Una idea que se ajusta perfectamente
al tema que nos ocupa.
Así, por ejemplo, en el relato griego más conocido acerca del origen del universo –
la Teogonía de Hesíodo– podemos leer: “En primer lugar existió el Caos. Después
Gea la de amplio pecho, sede siempre segura de todos los Inmortales que habitan la
nevada cumbre del Olimpo. […] Del Caos surgieron Érebo y la negra Noche. De la
Noche a su vez nacieron el Éter y el Día, a los que alumbró preñada en contacto
amoroso con Érebo”.
De manera similar, las y los pelasgos –sociedad matriarcal anterior a los tiempos de
Homero– relataban el origen del mundo, según cuenta Robert Graves, de la
siguiente manera: “En el principio, Eurínome, la Diosa de Todas las Cosas, surgió
desnuda del Caos, pero no encontró nada sólido en qué apoyar los pies y, en
consecuencia, separó el mar del firmamento y danzó solitaria sobre sus olas”.
En este blog trataremos de entender los acontecimientos del presente surcando –en
ocasiones a contracorriente– la historia de la filosofía, con el objetivo de poner al
descubierto los mecanismos que utiliza el poder para evitar cualquier tipo de cambio
o de alternativa en la sociedad. Pero también de producir lo que Deleuze llamó
líneas de fuga, movimientos concretos tanto del presente como del pasado que,
escapando del espacio de influencia del poder, trazan caminos hacia otros mundos
posibles.
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4 Comentarios
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#18845 2:06 17/6/2018
Un poquito más de concreción, plz! La abstracción o los fundamentos filosóficos no
legitiman pensamientos/acciones sino estan anclados en el contexto actual por ver
las trabas en el camino para llegar a esta sociedad
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