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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CAJAMARCA, FACULTAD DE

INGENIERÍA, EAP. DE INGENIERÍA CIVIL

TEMA:

ESTADO DE SITIO

ESTUDIANTES:

CARUAJULCA CHAVEZ, NEISSER

MARIN VARGAS, KEVIN NINROB

MEGO BENAVIDES, KELVIN

DIAZ VASQUEZ, NILDER

CIEZA SALDAÑA, JORGE

CASTILLO JARA, JOYCE

COTRINA YOPLA, RONNY

DOCENTE:

Doc. BOBADILLA GRADOS LUIS FERNANDO


EL ESTADO Y LAS SITUACIONES DE ANORMALIDAD CONSTITUCIONAL

La normalidad constitucional se sustenta necesariamente en el desarrollo de la relación


Estado-ciudadanía con sujeción a pautas jurídicas previamente establecidas y de alcance
general.

Como señala Manuel García Pelayo (Derecho constitucional comparado. Madrid:


alianza,1984), “toda normatividad supone una normalidad; no hay normas aplicables a un
caos.

Como bien afirman Carlos Blancas Bustamante, Marcial Rubio Correa y Cesar Landa Arroyo
(derecho constitucional general. Lima: fondo editorial de la pontificia universidad católica del
Perú, 1992), la normatividad jurídica que regula la constitución, vida y acción del estado
supone, como premisa para su aplicación, una situación de normalidad y equilibrio político,
social y económico, tanto en el ámbito nacional como internacional. Ahora bien, cuando dicha
situación de regularidad plenaria desaparece o se ve alterada como consecuencia de factores
perturbadores de diversa índole, al estado se le hace más difícil e incluso imposible actuar con
arreglo a sus normas ordinarias, las que revelan ineficaces para afrontar una situación que
puede poner en serio peligro la existencia misma del cuerpo político, la plenitud del ejercicio
del poder o el goce duradero de los derechos constitucionales.

La situación extraordinaria es aquella que se configura por la alteración del normal


desenvolvimiento del aparato estatal o de las actividades ciudadanas, y cuya gravedad se hace
imprescindible la adopción de medidas excepcionales. Ergo, se pone en juego la estabilidad
institucional, la seguridad del estado, la convivencia ciudadana; lo cual no puede ser
salvaguardada por el mero uso del poder de la policía.

Esta si bien puede ser predeterminada por su naturaleza y consecuencias políticas, sociales o
económicas, en cambio no alcanza a ser precisada en el tiempo en que se desarrollara.

Dentro de ese singular e incómodo contexto, el estado hace frente a la perturbación


ocasionada por dicho “clima” de anormalidad, para tal efecto, recursos excepcionales que le
permitan una acción rápida y eficaz para conjurar y eliminar los factores de alteración.

La doctrina y el derecho constitucional comparado admiten que la vida institucional no es


siempre uniforme, permanentemente lineal, ni previsora absoluta de acontecer coexistencial
dentro de una comunidad política; por el contrario ante los recados de la historia, la sensatez
acredita la necesidad de que el estado este premunido de los instrumentos necesarios para
afrontar aquellas situaciones extraordinarias que impiden el cumplimiento de los fines de la
sociedad estatal y hasta ponen en cuestionamiento su perdurabilidad como tal.

Igualmente, no siempre la relación Estado-ciudadanía se regula bajo los principios de


legalidad y legitimidad, ya que, en ocasiones la Constitución corre el peligro de ser vulnerada
por la amenaza o materialización de golpes de estado. En este difícil y excepcional contexto,
el texto fundamental permite el “vigorizamiento” de ciertos derechos ciudadanos, cuando
estos son obligados a la obediencia político-jurídica mediante actos y normas emanadas de un
gobierno usurpador, configurando atributos de excepción que abarcan la posibilidad de la
acción ciudadana en defensa del orden constitucional.

La anormalidad constitucional, desde la perspectiva estatal, lleva a la adopción de un conjunto


de medidas establecidas por la constitución para su conjuración, a saber:

 Decretamiento de algunas de las modalidades de regímenes de excepción (estado de


sitio, de desórdenes internos o de emergencia, de alarma, etc.) según sea la naturaleza
y grado del peligro existente para la organización político-jurídica.

 Manifestación concreta del ejercicio de competencias estatales extraordinarias para el


sofocamiento del suceso, hecho o acontecimiento generador de la anormalidad
constitucional.

 Limitación o restricción temporal de ciertos derechos fundamentales

 Aprobación de una legislación derivada de la necesidad y urgencia.

1. EL RÉGIMEN DE EXCEPCIÓN
Hace referencia a aquellas “competencias de crisis” que la Constitución otorga al
Estado con el carácter de extraordinarias, a efectos de que pueda afrontar hechos, sucesos
o acontecimientos que, por su naturaleza, ponen en peligro el normal funcionamiento de
los poderes públicos o amenazan la continuidad de las instituciones estatales y los
principios básicos de convivencia dentro de una comunidad política.

El régimen de excepción compromete el funcionamiento normal de las


instituciones y la vida coexistencial de los ciudadanos. Forman parte integrante de la
propia dialéctica constitucional, que, en su afán de encuadrar dentro de su seno toda la
actividad estatal y ciudadana, se ha visto en la necesidad de prever la institucionalización
normativa del régimen de excepción.
Germán Bidart Campos [Derecho político. Buenos Aires: Aguilar, 1972] señala
que en este contexto “el poder público ensancha la órbita de sus competencias; hay
un desplazamiento de atribuciones a favor del órgano que con más celeridad y
eficiencia puede conjurar la crisis; se le permite la aplicación de leyes más severas”.

Según Bernardino Gonzáles [Citado por Rodolfo Rodríguez. Consideraciones


sobre el Estado y el gobierno. Buenos Aires: Punto, 1991], Dicho régimen se traduce en
competencias especiales que asume el jefe del Ejecutivo, para poner fin, por
mediosjurídicos, a la situación de emergencia que se ha producido, o para precaverse
de ella en caso de que sea inminente. Esto lleva a una regulación constitucional ad hoc
destinada a “enmarcar” la anormalidad. El efecto inmediato de lo expuesto es el
surgimiento de una concentración de competencias o funciones.

Estas competencias extraordinarias implican la concesión de atributos de poder al


Ejecutivo, en un grado y una extensión no habitual. El referido órgano es el “receptor” de
estas “competencias de crisis”, en razón de la mayor prontitud y eficacia con
que este puede actuar para afrontar y resolver una situación de anormalidad. La
concesión de dichas competencias sui géneris genera de manera paralela y transitoria el
debilitamiento de las atribuciones de los demás entes estatales.

Carlos S. Fayt [Derecho político. Buenos Aires: La Ley, 2003] señala que tras la
declaración de dicho régimen se coloca en manos del Poder Ejecutivo la potestad de
adoptar un conjunto de medidas de carácter preventivo o represivo.
Estas se aplicarán áreas precisadas y con una intención que quedan sujetas a la
evaluación del grado y naturaleza de los hechos anormales.

1.1. Los antecedentes históricos


El origen de la concesión de competencias de excepción a las autoridades políticas
para la conjuración de graves peligros contra el Estado, pueden encontrarse en Grecia
y Roma. Así, tras la muerte de Solón en el año 560 a.C., aparecerá en las antiguas
repúblicas griegas la institución del tirano, quien resultaba elegido con plenos poderes
para superar las situaciones de conflicto bélico o de grave conmoción interna.

En Roma, durante el período de la República (509-30 a.C.), se estableció la dictadura


como una institución legal. La historia registra que el primer dictador nombrado fue
Tito Larcio, a efectos de resolver el grave conflicto con la etnia de los latinos. Esta
institución aparecerá cuando los cónsules dos funcionarios que se encontraban
colegiadamente al mando del cuerpo político, reconocían que Roma se encontraba
frente a circunstancias de grave peligro por razones bélicas.

En ese contexto, uno de ellos era instituido por el Senado romano como soberano
temporal, con el título de dictador. Esta autoridad, dotada de competencias
extraordinarias, quedaba librada legalmente de cualquier tipo de control proveniente
de la provocatio ad populum o apelación ante los comicios, del veto de los Tribunos de
la Plebe, así como de la intercessio de los magistrados.
En realidad, la dictadura romana actuaba y se justificaba en aquel aserto que dice “que
cesen las leyes para que puedan regir las leyes”, es decir, aceptamos la situación de
excepcionalidad para recuperar la normalidad.
Entre los requisitos exigidos para el establecimiento legitimado de la dictadura se
encontraban los cinco siguientes:

a) El nombramiento debía efectuarse con arreglo a un procedimiento predeterminado.


Este se efectuaba con posterioridad a la declaración de existencia de una situación
peligrosa para la continuidad del cuerpo político.

b) El nombramiento confería el ejercicio de una competencia única, superior y


extraordinaria del poder político. Las decisiones del dictador eran absolutamente
inapelables.

c) El nombramiento se extendía por el plazo de seis meses. Al respecto, Teodoro


Mommsen [Compendio de derecho público romano. Madrid: La España Moderna,
1893] señala que “los límites de la duración de este cargo estaban fijados de una
manera más estricta que las de la magistratura suprema regular; el dictador, una vez
desempeñada la misión que le hubieren recomendado, habría de resignar a su cargo, el
cual se extinguiría por ministerio de la ley […].

d) El nombramiento tenía como finalidad que el dictador se encargase de


conducir y preservar la defensa del orden político-jurídico.
Al respecto, Teodoro Mommsen [ob. cit.] señala que “la dictadura tenía una
particularidad, que se explica, no obstante, por el mismo carácter extraordinario que
revestía el cargo; esa particularidad consistía en corresponderle por derecho político la
plenitud del poder, y, sin embargo, limitarse de hecho a ejercer facultades
determinadas […] se le nombraba para que desempeñara un negocio determinado”.
Ergo, no podrá ejercer facultades no precisadas.
e) La declaración de excepcionalidad y el nombramiento del dictador estaba a cargo de
un ente que no asumía ni ejercía dichas competencias extraordinarias (Senado). Cabe
señalar que el dictador no podía disponer del tesoro público sin la autorización del
Senado, ni ausentarse del territorio estatal.

Al concluir sus labores, debía comparecer ante este a efectos de rendir cuenta de sus
actos. En efecto, al vencimiento del “período de dictadura” las competencias
excepcionales (suma de facultades civiles y militares) del gobernante caducaban y este
era objeto de una prolija investigación acerca de su conducta funcional. Ahora bien, la
historia recuerda que cuando el período de dictadura fue sobrepasado o el Senado no
quiso o no pudo llevar a cabo su tarea de control a posteriori, se sepultará todo rasgo
de juridicidad.
Tal el caso de Cayo Julio César (100-44 a.C.) que tras su victoria sobre Pompeyo
gobernó al margen del derecho, hasta su asesinato en el Senado el 15 de marzo del año
44 a.C. Posteriormente en las experiencias históricas de Francia, Inglaterra y Estados
unidos entre los siglos XVI y XX, irán apareciendo otras modalidades del régimen de
excepción; las mismas que serán reseñadas más adelante.

1.2. Las características del régimen de excepción

a. Existencia o peligro inminente de una grave circunstancia de anormalidad, cuyo origen


puede ser de naturaleza político-social, situaciones de fuerza mayor o crisis económica.
Tales los casos de guerra exterior, guerra civil, revueltas, motines, revoluciones,
cataclismos, maremotos, inflaciones, deflaciones, etc.

b. Restricción transitoria de determinados derechos constitucionales. Dicha medida tiene


alcance en aquellos ámbitos geográficos específicamente determinados en la norma
instituyente del régimen de excepción.

c. Control jurisdiccional en relación a la verificación jurídica de la aplicación de los


principios de razonabilidad y proporcionalidad del acto restrictivo o suspensivo de los
derechos fundamentales de la persona y del cumplimiento del íter procedimental exigido
por la Constitución para establecer su decretamiento; así como el uso del control político
por parte del Parlamento en lo relativo al cumplimiento de los principios de rendición de
cuentas y de responsabilidad política.

d. Finalidad consistente en defender la perdurabilidad y cabal funcionamiento de la


organización político-jurídica.
e. Imposibilidad de resolver las situaciones de anormalidad a través del uso de los
procedimientos legales ordinarios.

f. Aplicación, con criterio de proporcionalidad y razonabilidad, de aquellas medidas que se


supone permitirán el restablecimiento de la normalidad constitucional. Dichas medidas
deben guardar relación con las circunstancias existentes en el régimen de excepción. Por
ende, como ha expuesto el Tribunal Constitucional en el caso Defensoría del Pueblo
(Expediente Nº 0017-2003-AI/TC) dicha medida “deberá atender a criterios de utilidad,
idoneidad y equilibrio respecto de tales circunstancias; es decir, no se trata de una cláusula
habilitante para limitar en forma desmedida y absolutamente desproporcionada sino solo
en cuanto resulta necesario y suficiente para superar las graves circunstancias que aquejan
al Estado.

g. Funcionamiento de los demás órganos estatales, pero sujetos a la posibilidad de que


“sufran” transitoriamente un debilitamiento en algunas de sus competencias ordinarias.

h. Determinación espacial del régimen de excepción. En ese sentido, la acción del Estado
premunido de competencias reforzadas se hace presente en el lugar en donde se producen
las situaciones de anormalidad. De allí que se precise que la medida tiene carácter
nacional, regional, departamental o local.

i. Transitoriedad del régimen de excepción. Habitualmente, su duración se encuentra


prevista en la Constitución o en las leyes derivadas de esta; en su defecto, el régimen de
excepción rige por el tiempo necesario para conjurar la situación de anormalidad.

La prolongación indebida e inexcusable del régimen de excepción, a más de desvirtuar su


razón de ser, vulnera la propia autoridad política, ya que, como señala Carlos Sánchez
Viamonte [La libertad y sus problemas. Buenos Aires: Editorial Bibliográfica Argentina,
s.f.], “lo único que hace tolerable la autoridad, más allá de su carácter representativo, es su
carácter de servicio público y las limitaciones que impiden desnaturalizarla”

1.3. LOS ELEMENTOS Y LAS DIMENSIONES Y RÉGIMEN DE


EXCEPCIÓN
Los elementos necesarios para configurar la doctrina de la situación de normalidad se
pueden resumir en la siguiente: La situación de anormalidad, el acto estatal necesario y la
legalidad excepcional.

Al respecto veamos lo siguiente:

a) La situación de anormalidad
Implica la existencia de una circunstancia fática, peligrosa o riesgosa que exige una
respuesta inmediata por parte del estado. Esta situación anómala o demanda una
solución casi instantánea, su pena de producirse un grave daño que comprometería a la
estabilidad o supervivencia del estado.

b) El acto estatal necesario


Implica una respuesta imprescindible, forzosa o inevitable, a efectos de enfrentar la
situación de anormalidad. En esta circunstancia, el estado no actúa en razón de
criterios de discrecionalidad, utilidad o conveniencia, si no que se moviliza en virtud
de lo inevitable, imperioso o indefectible.

c) La legalidad excepcional
Implica la existencia de un marco normativo derivado de una grave situación de
anormalidad, lo cual, sin embargo, vincula al acto estatal necesario con los valores y
principios mismos del estado de derecho.

En dicho contexto, si bien las normas que consagra los derechos fundamentales de las
personas son previstas para su goce pleno en situaciones de normalidad, en cambio
durante los” tiempos de desconcierto” pueden convertirse en instrumentos para la
destrucción del propio orden constitucional que lo reconoce y asegura. Por ende, en
vía de excepción, legislativamente es admisible la suspensión o limitación de algunos
de dichos derechos; sin que ello signifique llegar al extremo de consagrar un estado de
indefensión a reglas, principios y valores que justifican su existencia y finalidad.

Al respecto, mediante la opinión consultiva OC-8/87 de fecha 30 de enero de 1987, la


corte interamericana de derechos humanos estableció la legalidad excepcional, la cual
se expresa en que “estando suspendidas las garantías, algunos de los límites legales de
la actuación del poder público pueden ser distintos de los vigentes en condiciones
normales, pero no deben considerarse inexistente ni debe [...] entenderse que el
gobierno este investido de poderes abstracto […]”.
En cuanto a las dimensiones de las situaciones de anormalidad constitucional –
siguiendo a Néstor Pedro sagúes [derecho constitucional y de estado de emergencia.
Separata. Lima: Facultad de derecho y ciencias políticas de la universidad de Lima,
s.f.]-, estas son las siguientes:

a) Fáctica
En cuanto completa las situaciones, hechos o casos de anormalidad.
b) Normativa
En cuanto describe las reglas que regulan las situaciones de anormalidad.
c) Axiológica
En cuanto plantea la legitimación de los fines que se persiguen alcanzar
con la aplicación de determinados actos estatales.
En ese sentido, la declaratoria del régimen de excepción se justifica en la
medida que se acredita lo siguiente:
 La necesidad de asegurar la existencia misma del estado.
 La necesidad de asegurar prospectivamente la libertad y la seguridad ciudadana.

2. EL RÉGIMEN DE EXCEPCIÓN Y SUS MODALIDADES DE EXCEPCIÓN


El régimen de excepción presenta como variables: el estado de sitio, el estado de desorden
interno o de emergencia, el estado de calamidad, el estado de crisis económica y el estado de
prevención.

2.1 EL ESTADO DE SITIO

se establece cuando el Estado presenta una situación de peligro inminente: de una invasión,
guerra exterior o guerra civil.

La invasión se describe como la irrupción y ocupación militar del territorio de un Estado.


implica la incursión, asedio y acantonamiento de fuerzas militares extranjeras beligerantes
sobre el espacio de otro Estado.

guerra exterior se describe como aquella situación de agresión o defensa bélica, a la que se
suma la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales entre dos o más estados beligerantes.

Guerra civil Es aquella situación de violencia continua y sistemática entre dos o más grupos
de ciudadanos de un mismo Estado. Implica un conflicto armado interno.

Es una dictadura comisoria, en razón a que ex profesamente se encuentra contemplada en la


Constitución, a efectos de combatir los hechos anormales mediante mecanismos
institucionales no ordinarios.

Dentro de este contexto de situación, el estado de sitio deviene en una verdadera dictadura
legal.

 Como anota Carlos Sánchez Viamonte “es una dictadura paradojalmente


institucionalizada por el constitucionalismo”.

Es una dictadura comisoria que se encuentra contemplada en la constitución, a efectos de


combatir los hechos anormales mediante mecanismos institucionales no ordinarios

 Joaquín V. Gonzáles [Manual de la Constitución argentina (1853- 1860). expone que


radica en ser “una medida excepcional de gobierno, dictada en circunstancias de extrema
gravedad para el orden público, para la paz interior y la seguridad común; y como está
fuera de los recursos ordinarios de la Constitución, es temporaria y limitada en sus
efectos”.

La declaración del estado sitio puede generar la suspensión del ejercicio de casi la totalidad de
los derechos fundamentales reconocidos por la constitución.

 Maurice Hauriou [Principios de derecho político y constitucional].

señala que el estado de sitio es una situación legal dispuesta para asegurar la paz pública,
mediante la que se dispone y organiza el robustecimiento del órgano Ejecutivo, el cual puede
transferir a la autoridad militar parte del poder de policía sobre la población. En ese sentido, el
estado de sitio puede llevar a que la autoridad política encargue el control interno del país a las
fuerzas armadas.

Historia - Estado de sitio

 El estado de sitio encuentra su primera experimentación en Francia, entre finales del


siglo XVIII y comienzos del siglo XIX.
 mediante decreto de 1799, Napoleón Bonaparte estableció el estado de sitio con
fines prístinamente políticos en la ciudad de Toulouse.

 1832, el rey Luis Felipe I decretó el estado de sitio en la ciudad de París por razones
de perturbación interna.

 Finalmente, en 1848, durante la Segunda República Francesa, Carlos Luis Napoleón


Bonaparte expidió una ley constitucional donde quedó configurado el estado de sitio
como una modalidad de regulación excepcional destinada, por igual, a afrontar la
agresión de potencias extranjeras o los casos de insurrecciones internas.

Con la dación de dicha Constitución, se consagró la existencia de dos tipos de estado de sitio.

a) de sitio real o de guerra

Se establece con un carácter connotativo castrense, por su vinculación con la


inminencia o existencia de una invasión o guerra exterior.

b) Estado de sitio ficticio o político

Se establece con un carácter connotativo de conmoción o perturbación interna, por su


vinculación con la inminencia o existencia de una rebelión, sedición, revolución, etc.

 Corte Suprema Argentina en el caso Granada vs. Jorge Horacio (1985) “los
acontecimientos que justifiquen la adopción del estado de sitio deben ser de una
gravedad que racionalmente obliguen al uso de las medidas defensivas, en sus aspectos
preventivos o represivos, y pongan en riesgo inminente a las autoridades constituidas o a
la Constitución.

El acto declarativo del estado de sitio debe reunir cinco recaudos: motivos determinantes
de la declaración, finalidad perseguida, duración, extensión territorial y efectos de dicha
medida.

3. EL RÉGIMEN DE EXCEPCIÓN Y EL CONTROL JUDICIAL Y POLÍTICO

En la doctrina constitucional prima el criterio de no previsibilidad del acto de establecimiento


de un régimen de excepción en razón a que se trata de una “cuestión política”.

Entre otras argumentaciones, que son expuestas prolijamente en el capítulo referido a la


jurisdicción constitucional, se esgrime que tal declaración comprende en strictu sensu a los
poderes políticos, por consiguiente, cualquier intromisión judicial en este particular aspecto,
implicaría una distorsión del reparto de competencias entre los órganos estaduales.

En ese sentido, la no previsibilidad judicial se sustenta en la tesis que cada órgano político
tiene una “zona de reserva” que no puede ser invadida por el Poder Judicial.

Ahora bien, no obstante, lo expuesto la propia doctrina constitucional admite la existencia de


un control no sobre el acto mismo del Decretamiento de algún tipo de régimen de excepción,
sino sobre los actos restrictivos de algunos derechos restringidos o suspendidos durante dicho
lapso.

En consecuencia, dentro del contexto referido, un órgano jurisdiccional puede intervenir a


efectos de corroborar lo siguiente:

• Existencia de derechos fundamentales de la persona que no pueden ser objeto de


suspensión bajo ninguna circunstancia. Entre ellos está el derecho a la vida, el derecho
a la integridad física, el derecho al nombre, el derecho a la nacionalidad, el derecho a
la libertad de conciencia, la aplicación de los principios relativos a la legalidad y
retroactividad, así como la prohibición de la esclavitud y servidumbre

• Existencia de derechos fundamentales de la persona que tienen una mínima y residual


vinculación con las situaciones de anormalidad constitucional (por ejemplo, los
derechos de la familia), razón por la cual no es frecuente que sean objeto de alguna
suspensión.

• Existencia de ciertos derechos fundamentales de la persona, estrecha e


inequívocamente vinculados con el orden público y vinculados con la seguridad del
estado, los cuales por dicha razón son objeto de alguna suspensión en casos de
situaciones de anormalidad constitucional. En el caso de las libertades de asociación,
de reunión, de expresión, de tránsito, etc.

Dentro del contexto anotado, la suspensión, limitación o restricción de los derechos


fundamentales, de la persona se encuentra legitimada a condición de que se reúnan los
requisitos siguientes

• Que se trate de una suspensión autorizada por la constitución, que se encuentre


acreditada por la existencia de condiciones peculiares en que puede ser permitida.
Que los fines para los cuales se ha establecido la suspensión, limitación o restricción
de los derechos fundamentales de la persona obedezcan a reales y objetivas razones de
interés general. Es necesario que se acredite que su propósito no obedece a factores de
desviación de poder, sino a consideraciones sustanciales para la pervivencia del estado
y bien común de sus miembros

4. EL RÉGIMEN DE EXCEPCIÓN Y LAS PRERROGATIVAS


PARLAMENTARIAS

Las prerrogativas parlamentarias aluden al conjunto de decretos y garantías. Que la


Constitución ofrece al Parlamento como institución, así como a sus miembros de manera
individual, a efectos de salvaguardar su independencia funcional, el libre y normal accionar
en el desempeño de su misión constitucional, su seguridad y jerarquía frente a la injerencia
de los otros poderes del Estado o de particulares con influencia en la vida pública.

En doctrina se admite la clasificación de prerrogativas a título individual y a título colectivo,


entre las primeras aparecen la inviolabilidad o no responsabilidad por los votos y opiniones
funcionales y la inmunidad o exención de arresto o procesamiento judicial sin la previa
autorización del propio Parlamento. Entre las segundas destacan la obligación del
Ejecutivo de poner a disposición del Congreso los efectivos de las fuerzas armadas y de la
policía que .te demande; así como el impedimento de estos a ingresar al recinto congresal
sin la previa autorización de parte del titular de dicho órgano constitucional.

En ese contexto, la doctrina no admite la posibilidad de la suspensión o limitación de dichas


prerrogativas, en razón a que estas se encuentran estrictamente vinculadas con las funciones
que desarrolla el Parlamento a través de sus miembros; y, que, por ende, devienen en
indispensables para el cabal ejercicio de la función parlamentaria máxime en los períodos de
anormalidad.

Al respecto, ha sentado jurisprudencia el caso Alem en Argentina.

Así, el 2 de abril de 1892, el presidente Carlos Pellegrini declaró el estado de sitio en todo
el territorio de la República en razón de estarse promoviendo una rebelión. Como
consecuencia de ello, se ordenó la detención de una decena de personas, entre ellos el se -
nador Leandro N. Alem.
Alem es detenido, empero lo, alcanzar a la ciudadanía una pro testa escrita en donde
sostenía que "se somete a la fuerza, sin someterse a la ilegalidad".

Se interpone una acción de hábeas corpus a favor, la cual es declarada fundada.

Posteriormente, en setiembre de 1893 se produce un episodio semejante. Tras una serie de


incidentes la Corte Suprema falla recordando que el régimen de excepción no puede afectar
las autoridades de los otros poderes del Estado, dado que si así se aceptase "se estaría
autorizando al presidente para destruir los restantes poderes de la República por medio del
arresto o traslación de sus miembros durante el estado de sitio".

Sobre la materia, cabe agregar que cuando un parlamentario es suspendido en la comisión


flagrante de un delito, es pasible de un arresto policial, pero inmediatamente debe ser puesto
a disposición del Parlamento para la dilucidación de su situación personal; la cual puede
conducir con el levantamiento del fuero parlamentario.

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