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Universidad El Bosque – Departamento de Filosofía

Filosofía Contemporánea – Carlos Mario Moreno

Reseña crítica al primer capítulo de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres

El capítulo que queremos reseñar es el primero del libro Fundamentación de la metafísica de las costumbres (GMS)
intitulado “Transito del conocimiento moral vulgar de la razón al conocimiento filosófico ” cuya autoría es de
Immanuel Kant. En este texto argumentativo, el autor muestra cómo se puede fundamentar una metafísica de las
costumbres, es decir, una ética o moral que no se base en la experiencia sino en principios a priori independientes
de la experiencia. Para eso se necesita de la razón como una guía de la acción a través del deber:

…en cuanto la razón nos ha sido asignada como capacidad práctica, esto es, como una capacidad que debe tener
influjo sobre la voluntad, entonces el auténtico destino de la razón tiene que consistir en generar una voluntad buena
en sí misma y no como medio con respecto a uno u otro propósito, algo para lo cual era absolutamente necesaria la
razón, si es que la naturaleza ha procedido teleológicamente al distribuir sus disposiciones por doquier ( GMS A7).

Immanuel Kant fue un filósofo de la ciudad alemana de Königsberg y ha sido uno de los pensadores más influyentes
en la filosofía universal. En su teoría del conocimiento pretende delimitar el conocimiento desarrollando el papel
activo que tiene la persona en el momento del conocer. Kant crítica la ética sentimentalista de los empiristas
ingleses porque pone por encima de la razón a los sentimientos e inclinaciones. En cambio, este filósofo alemán cree
que la razón es superior a los sentimientos, deseos e inclinaciones porque es buena en sí misma y a través de ella
se puede llegar a establecer principios universales que rijan a los hombres racionales bajo un reino donde el
hombre sea esclavo, por estar sometido a las leyes que en su autonomía impone; y legislador porque será el hombre
como fin en sí mismo que establezca leyes universales por el querer de sus acciones.

La ética kantiana es deontológica, es decir, una ética del deber por lo cual es indispensable que se descubra cuáles
son esas leyes del deber que tiene que obedecer cada acción. Los seres racionales deben saber que tienen que
hacer para ser moralmente buenos y esto solo es posible a través de un conocimiento filosófico que se encargue de
encontrar el fundamento de las acciones morales para que conociéndolas las obedezcan los seres racionales. El
conocimiento vulgar u ordinario no puede encargarse de señalar esas leyes de la moral porque está contaminado
por inclinaciones o pasiones que lo seducen y lo desvían de la objetividad, necesaria en la ética kantiana para que la
moral sea universal. De tal manera que es necesario pasar del conocimiento moral ordinario al filosófico para
estipular que hacer para que una acción sea moral (GMS A 21, A 23).

Para llevarnos a tal punto, el autor introducirá la facultad de la voluntad en el ser racional y asumirá que esa
voluntad debe estar guiada por el deber que será realizar toda acción en la que su máxima pueda y quiera
convertirse en universalizable e imitada por todos. Nos indicará tres proposiciones que establecen el valor moral de
las acciones, la primera (GMS A 12) es que el valor moral radica en hacer el bien por el deber y no por alguna
inclinación; la segunda proposición (GMS A 13) es que el valor moral de las acciones radica en sus máximas y no en
sus propósitos; y la tercera es (GMS A 15) que el deber es la necesidad de actuar por respeto a la ley.
En el mundo solo hay algo bueno y sin restricciones, la voluntad (GMS A1), aquella que poseen todos los seres
racionales. Estos seres son conscientes que tienen algunas inclinaciones que pueden mover su voluntad; por tal
motivo, el hombre racional busca guiarse por una voluntad causada por la razón y no por otras inclinaciones ya
sean externas o propias. Entonces, toda acción movida por una buena voluntad causada por la razón debe ser moral,
por lo que es buena. (GMS A 7).

La voluntad del hombre es buena en si misma por ser facultad de la razón (GMS A 4). La razón es para el hombre,
por obra de la naturaleza, una facultad practica que tiene como destino verdadero producir una buena voluntad
(GMS A 6). En efecto, los principios y rasgos de una buena voluntad nos pueden ayudar a presuponer que acciones
son buenas; ésta voluntad es buena en si misma porque está impulsada por el deber, movida por el deber, es decir,
que esta acción se basa en los principios del querer y no de las inclinaciones o deseos. (GMS A 8). Así que, toda
acción que es contraria al deber es producto de una voluntad que está siendo guiada por otras inclinaciones
distintas o que está haciendo caso a intensiones egoístas que para nada han sido desarrolladas por la razón (GMS A
10). Pero, las acciones que son de alguna manera inclinadas hacia el deber necesitan ser sometidas a un verdadero
estudio o juicio practico a través del entendimiento, usando la razón y algunas leyes prácticas para poder
determinar cuáles de estas acciones son realizadas por el deber o simplemente son conforme al deber.

Las acciones conforme al deber son aparentemente hechas por deber, es decir, quien las hace siente una
inclinación inmediata por esa acción. Pero, tal inclinación a dicha acción obedece a pasiones o impulsos que son
conforme al deber. Existen algunas acciones producto de algunas inclinaciones que no tienen valor moral en sí
mismas, por ejemplo, querer conservar la vida por el gusto de vivir es una inclinación que no tiene contenido moral
porque es en conformidad con el deber pero no por deber. Entonces, lo que hace que estas acciones no superen el
examen práctico de la razón es que son inclinaciones distintas, o bien; instintos egoístas, o bien; sin contenido moral
(GMS A 10, A 11).

Para Kant, las acciones se miden moralmente por el motivo o motor primario que las produce, es decir, estas deben
estar motivadas por el cumplimiento del deber. Las acciones por deber son aquellas que tienen valor moral. Pero tal
valor no se halla en el propósito de dicha acción sino en el principio de ella, en lo que verdaderamente la impulsa, en
lo que crea dicha acción. Así, por ejemplo, notamos que una acción como la del dar dadivas al necesitado es por el
deber solo si dicha acción tiene como motor la obligación y no otra inclinación, como la compasión. Es la propuesta
kantiana de desenmascarar las acciones bajo un ejercicio evaluativo práctico hecho por la razón. En otras palabras,
todas las acciones de un ser racional son de acuerdo a un imperativo categórico (GMS A 11).

Para cumplir con su objetivo, demostrar que solo el conocimiento filosófico puede enseñarnos el sostén de una
acción moral, Kant tiene que asumir presupuestos y algunos argumentos de los que no queda claro su
fundamentación. Por ejemplo, el autor indica que la razón es buena en sí misma y es una facultad natural, pero en el
texto no nos deja claro por qué la razón es buena en sí misma (GMS A7), parece ser que la solución de Kant es
porque la razón tiene una finalidad natural; empero esa respuesta nos abandona en un argumento circular. Es
evidente que este argumento teleológico posee cierto grado de autoridad por tener clara influencia aristotélica.
Aristóteles infiere que la razón es una facultad del alma por lo cual razonar es una actividad almática. En la
búsqueda del quehacer humano o de la función principal del hombre, que es necesario establecer para poder indicar
en qué el hombre consigue felicidad como fin último, lo que caracteriza la vida humana es la parte racional, el
hombre posee razón o capacidad de razonamiento y aquí encontramos similitud con Kant y su argumento naturalista
de que el hombre es superior a las demás cosas porque la naturaleza lo dotó de razón y ésta es superior o más
importante porque es buena en sí misma. Además, para estos filósofos, los seres racionales son personas
superiores porque su naturaleza los distingue como fines en sí mismos, son leyes para sí mismos, es decir, su
autonomía es el fundamento de su dignidad humana.

Otro presupuesto que debe admitir el filósofo alemán, es que debe dar por sentado que las inclinaciones y pasiones
son inmorales o son conforme al deber porque no pueden llegar a ser objetivas o universalizable ya que son
relativas y subjetivas.

Kant considera que las acciones por deber son hechas en conformidad con una ley. “…obrar nunca más que de modo
que pueda querer que mi máxima se convierta en ley universal.” (GMS A17). Esta una ley de coincidencia en los
juicios prácticos razonables de cada hombre, por ejemplo, cada persona debe examinar sus acciones a través de la
razón antes de realizarlas para comprobar si dicha acción se puede convertir en una regla para los demás, es decir;
el principio o motor de mi acción debe ser el querer que los otros imiten mi acción como una regla que puede
aplicarse a todos.

El imperativo categórico es posible en el mundo fenoménico porque éste tiene su fundamento en un mundo
neuménico en donde existe la idea de la libertad que hace posible que las acciones de los hombres sean producto de
su propia voluntad. Como hemos dicho la voluntad puede estar guiándose por la razón, o algunas otras inclinaciones,
que le harán actuar por o conforme al deber. La voluntad es un concepto que tiene como propiedad la libertad, estas
dos ideas se correlacionan y hacen posible el actuar. Además, ambas son facultades de los seres racionales.

La filosofía ética de Kant trata de fundamentar la moral en principios cuya estructura se basa en especulaciones
que intentan resolver los problemas morales a través de imperativos universales basados en la razón. Pero, existe
en esta filosofía inconvenientes que se deben asumir. La ética kantiana tiene un alto grado de especulación moral
que resulta en gran confusión e incertidumbre y en algunos casos en desacuerdos por la manera en la que se
fundamentan los principios éticos. Los principales problemas del pensamiento especulativo son que muchas veces
entran en contradicciones por la razón de que no siempre es claro el orden superior al que se somete cada acción;
por ejemplo, hay cierto grado de contradicción en Kant cuando intenta definir el imperativo categórico en el deber
de dar o ser dadivoso con el menesteroso o necesitado, (GMS A 56, A 57), dice que debe ser ley universal ya que
debo querer esperar lo mismo de los demás cuando yo este necesitado; lo que muestra claramente, que hay un tinte
de interés personal lo cual no es moral en la ética kantiana.

Cuando se basa la moral en principios únicos que no están categorizados o no tienen un orden de prioridad, sucede
que muchas veces hay un conflicto o pugna entre estos principios morales. Por tal motivo, existe la necesidad de la
priorización o categorización de principios que cuando haya que escoger entre uno o varios de ellos en un dilema
moral sea posible hacerlo. Además, tales principios morales deberían ser evidentes en una ética dominada por la
razón, como la kantiana.
En conclusión, podríamos decir que lo que hace la diferencia o mejor, quien crea ese abismo entre las acciones
hechas por deber y las acciones conforme al deber es el principio o máxima de la acción. Una de las acciones
obedece a una máxima universal que intenta cumplir el deber de querer ser universalizable y otra que busca
satisfacer inclinaciones egoístas bajo la apariencia de la obediencia al deber pero que en realidad obedece a
situaciones relativas y ocasionales lo cual no es característico de lo moral kantiano.

Bibliografía

Aristóteles. Ética a Nicómaco. Bogotá: Hidalgo, 1988. Impreso.


Kant, Immanuel. Fundamentación de la metafísica de las costumbres . Madrid: Alianza Editorial, 2012.
Impreso.

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