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REESTRUCTURACIÓN DE LA ECONOMÍA EN EL PERÚ COLONIAL

DURANTE EL SIGLO XVI Y XVII

INDECI
INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................ 2
CAPÍTULO I: MEDIDAS ECONÓMICAS PARA LA REESTRUCTURACIÓN DE LA
ECONOMÍA EN EL PERÚ COLONIAL .................................................................................. 3
1.1 INTRODUCCION DE LA MONEDA ............................................................................. 3
1.2 EL NUEVO REGIMEN TRIBUTARIO .......................................................................... 5
1.3 LA ENCOMIENDA, LAS MERCEDES Y LOS CORREGIDORES.......................... 7
1.4 LA AGRICULTURA Y LA GANADERÍA ................................................................... 10
1.4.1 LA PRIVATIZACIÓN DE LA TIERRA ................................................................ 11
1.4.2 LA HACIENDA: ROL E IMPORTANCIA ........................................................... 14
1.4.3 LOS MERCADERES ............................................................................................. 16
1.3.4 LA GANADERÍA .................................................................................................... 17
1.5 El COMERCIO Y LAS NUEVAS RUTAS TERRESTRES ...................................... 19
CAPÍTULO II: LA MINERIA Y FORMAS DE TRABAJO .................................................. 23
2.1 LA MINERIA ................................................................................................................... 23
2.1 DESARROLLO: POTOSI Y HUANCAVELICA ........................................................ 24
2.1.1 POTOSÍ: LA CIUDAD DE LA PLATA ................................................................ 24
2.1.2 HUANCAVELICA: LA CIUDAD DEL MERCURIO ........................................... 26
2.2 EL CAPITAL Y SU CIRCULACION: .......................................................................... 27
2.3 LA MINERIA Y EL ESTADO: ...................................................................................... 31
2.4 TECNICAS DE EXTRACCIÓN.................................................................................... 32
2.5 LAS MODALIDADES DE TRABAJO ........................................................................ 34
2.5.1 LA MITA Y EL TRABAJO FORZADO COLONIAL: ........................................ 34
2.5.2 NUEVAS ESPECIALIZACIONES PRODUCTIVAS: ........................................ 35
CONCLUSIONES..................................................................................................................... 38
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ..................................................................................... 40
ANEXOS .................................................................................................................................... 41
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo reestructuración de la economía en el Perú Colonial basa su
estudio en los siglos XVI Y XVII. Con la llegada de los españoles al
Tawantinsuyo, se inició una nueva etapa para los antiguos peruanos. Los
conquistadores que llegaron al Perú rápidamente consolidaron sus dominios
sobre las nuevas tierras descubiertas, no obstante, luego la corona española
reclamaría la autonomía sobre los dominios, causando enfrentamientos con los
conquistadores.
Los españoles causaron grandes cambios en el terreno económico. Introdujeron
animales, cultivos y tecnología que para los indígenas eran cosas extrañas. Pero
más importante, trasladaron nuevas instituciones que regían la economía. Como
la moneda, el trabajo asalariado, las ciudades y la hacienda o latifundio
agropecuario. La minería fue un nuevo sector productivo, esto significó vincular
la economía peruana con el mundo. Sin embargo, también significó grandes
cambios en la sociedad.
La llegada de los españoles causo una gran despoblación entre los nativos.
Debido a que estos trajeron consigo enfermedades desconocidas, guerras y
maltrato abusivo de los conquistadores hacia los indígenas a quienes los
utilizaban como animales de carga.
Existía la tierra, pero el trabajo era totalmente escaso. Había la necesidad de
atraer a los trabajadores para que extraigan los recursos naturales. No existía
aun el capital monetario. Para Carlo Lazo esto se debía a la mentalidad
económica bullonista que se tenía. Solo se pensaba extraer y acumular metales
preciosos; conseguirlos a como dé lugar.
¿Pero cómo se conseguía la mano de obra? El uso del poder autoritario militar,
religioso o de organización o también amenazándolos de que si no cumplían
recibirían fuertes castigos (la esclavitud). Ante todo, esto no les quedaba otra
cosa a los indígenas que ofrecer su trabajo.
CAPÍTULO I: MEDIDAS ECONÓMICAS PARA LA REESTRUCTURACIÓN
DE LA ECONOMÍA EN EL PERÚ COLONIAL

1.1 INTRODUCCION DE LA MONEDA


Al principio cuando llegaron los españoles al Perú, estos no introdujeron ninguna
moneda, utilizaron y obligaron a los incas a utilizar los metales (el oro y plata)
como capital. Para C. Lazo, este sistema era una mentalidad económica
bullonista, que tenía como único objetivo la acumulación de los metales
preciosos, pensando que este era la única manera de generar riquezas y
bienestar económico. Para esto ero obligatorio las minas de oro y plata, la no
capitalización de los metales y el atesoramiento. Al estado no le interesaba crear
una economía generadora de excedentes exportables. Le puso mayor interés a
la producción doméstica y de subsistencia. Es por ello que durante 1532-1548,
se repartieron “tierras de alimentación, mantenimiento, sustento o comida”. Esto
significaría reducir gastos de los colonos y salvaguardar la integridad de sus
tesoros, para ser enviados a España en calidad de tales, pero no como valares
de pago.

La introducción de una moneda, transformaría totalmente esta mentalidad y por


ende la economía en general. Como también daría nuevas nociones de comercio
y mercado. Anteriormente los incas llegaron a buen estructuramiento de su
economía gracias al sistema de reciprocidad y redistribución que mantenían. La
manera de tributar de los incas no era a través de alguna moneda o metal
preciosos, sino se fundamentaba en la fuerza del trabajo. Al principio los
españoles realizaron una forma de tributo en especies. Segú José de acosta, en
su Historia Natual y moral, se refiere a esos productos como “algunas cosas más
estima que corrían por precio en lugar de dinero”. Los llamo “monedas de tierra”
y se utilizó en los andes por falta de circulantes.

Con el correr de los años, las monedas de la tierra se continuaron usando, sobre
todo, en los lugares donde no corría el dinero-pasta ni los discos acuñados, ya
fuese por no existir minas o por quedar ubicadas fuera de las rutas del comercio
principal. Se observa además en estos lugares que, a las especies monetarias
ya mencionadas, se agregaban los productos más importantes de la economía
colonizadora. En Cajamarca, Quito y Loja este rango lo tendrían las piezas de
ganado vacuno, por ejemplo (García, 2002).

En ciertas provincias peruanas, las monedas en especie de nuevo o antiguo


origen terminaron siendo una constante muy arraigada y relevante, lo que
obedecía a una serie de factores: a las dos causas mencionadas, “al monopolio
de los colonos sobre los dineros de pasta y cuño y a la escasez de circulante de
baja denominación”. Fue lo que ocurrió en Guamalíes, Conchucos, Tarma,
Vilcabamba y Huanta, provincias en donde la documentación testimonia el uso
de productos dinero bajo los nombres de “monedas de provincia”, “géneros de
provincia”, “efectos nativos” y “precio hueco”. (Ibedim)
Después de solo fundamentarse el tributo con especies, se llegó a regular una
equivalencia en moneda (pesos), luego sería el real. En 1949, Pedro de la Gasca
presidente de la Audiencia de Lima, quien puso en ejecución de esta nueva tasa
tributaria, este también incluyo las cantidades de bienes. Se tuvo que espera
hasta la llegada del Virrey Toledo, para que se establezca una equivalencia
monetaria para los tributos estables que la población debía abonar a la
administración colonial.

Las primeras fundiciones oficiales de metales preciosos se hicieron en


Cajamarca, midiéndose en pesos y marcos de oro y la plata distribuidos entre
los españoles que allí se hallaron en la captura del Inka, y que se beneficiaron
con el reparto del botín reunido bajo la modalidad del rescate pactado. Del monto
total se separó el quinto real, impuesto de la Corona así llamado porque equivalía
a la quinta parte de los tesoros hallados o metales preciosos fundidos; Hernando
Pizarro fue, oportunamente, el encargado de llevar a España este primer
producto de los impuestos que la Corona castellana cobraba en los Andes
(Pease, 1992).

La moneda ingresó de esta manera en los Andes junto con los españoles. En su
primera época predominaron los pesos corrientes, no ensayados ni sellados, se
ha calculado que cada uno equivalía a 360 maravedises, aunque no es una
equivalencia constante; dicha monedad circuló profusamente con varios valores
hasta que se reglamentó el peso ensayado con un valor de 450 maravedises, en
los tiempos del virrey Francisci de Toledo. Posteriormente se llamó peso
corriente a la moneda también llamada macuquina o bárbara, no marcada ni
sellada, que continuó circulando. El peso sellado tuvo también valores diferentes,
siendo el más generalizado el de ocho reales; los hubo también de 9, 11, 12, ½
reales. Estos últimos fueron denominados pesos fuertes o dobles. En casos
específicos se fijó el valor del peso para determinarlas operaciones, por ejemplo,
el virrey Toledo señaló que los reales quintos y los tributos indígenas debían
pagarse en pesos de 12 reales y medio (425 maravedises). El peso ensayado
clásico o legal era de 450 maravedises, equivalente a 13 ¼ reales. Era la moneda
de referencia (Pease, 1992).

Para el historiador Luque, la práctica y los teóricos de la moneda colonial


reconocen la existencia de dos tipos de moneda que “el tecnicismo de la época
denominó “moneda mayor” y “moneda menor”: los primeros expresados en pasta
(barras, barretones, tejos, tejuelos, pedazos, granalla, en polvo y labrado); y los
segundos troquelados en las cecas (reales y escudos macuquinos o circulares).
Entre ambas monedas hubo un diálogo fluido y necesario, conocido en la época
bajo el nombre genérico de “reducciones”, es decir, la conversión de una moneda
a otra haciendo intervenir, si era necesario, una tercera variable a la que se
puede denominar “tipo de cambio” o precio de la moneda mayor en términos de
la menor. Esta práctica se hizo evidente sobre todo después de la puesta en
marcha de las cecas de Lima y Potosí. Luque sustenta que las denominaciones
anteriormente mencionadas adquirieron reconocimiento legal, pues se estilaba
su práctica en las oficinas fiscales.

1.2 EL NUEVO REGIMEN TRIBUTARIO


El nuevo régimen económico implantado en los Andes, no se limitó solo al hecho
de introducir la moneda, algo más importante e influyente en la población está
en la imposición de un nuevo régimen tributario. Como ya se ha mencionado
antes, el éxito de la estructura económica de los Incas, se debió al sistema de
redistribución y reciprocidad. El principal factor era la energía humana o fuerza
de trabajo, sin embargo, la llegada de los españoles hizo que esto cambiara, se
impusieron relaciones de carácter tributario, para cuales introducían un tributo
no como una forma de prestación equivalente como en la redistribución, más
bien, mediante la entrega de parte de la renta personal. “A la vez se empezó a
considerar que la riqueza propia se conservaba cuando se dejaba comprar en el
extranjero lo que en el interior del país se producía de modo suficiente; y se
acrecentaba cuando se vendían los excedentes producidos” (García, 2002).
Todo esto debía llevar a un aumento de las exportaciones y a una reducción de
las importaciones, lo que hoy conocemos por la economía como comercio
estable. Pero para ello se debía realizar muchas reformas. Como reordenar la
distribución del espacio territorial, es decir una reingeniería poblacional, aplicar
una política salarial con jornales mínimos-topes, poner en práctica un programa
laboral con sistemas de trabajos forzados, y tener un manejo de la renta fiscal
en beneficio del empresario mediante el otorgamiento de premios y honores
rentables, subvenciones directas, contratos y exoneraciones tributarias.

Se buscaba la constitución de un mercado de consumo colonial de crecimiento


sostenido, que garantizara la realización comercial de los productos europeos
del tráfico de monopólico, cuyo tonelaje mercantil, acertadamente, se preveía
que iría creciendo en beneficio directo de la recaudación de la caja real de
Sevilla, llamada a coadyuvar con los gastos del gobierno español, dada la
debacle de la Tesorería Castellana (Ramón Carande).

Para Carlo Lazo se aplicó un paquete de medidas para mejorar la producción, el


cual abordó los siguientes puntos:

Primero. << Entrega de tierra de granjería>>. Suelos ofrecidos para constituir en


ellos una empresa o negocio productivo orientado al mercado, y lo suficiente
para asegurar a sus titulares una renta que los convirtiera en agentes activos del
consumo de los artículos del tráfico comercial controlado por España.

Segundo. Desplazamiento y concentración de la población nativa en pueblos


reducciones de indios. Lope García de Castro, ordenó en 1565 a los corregidores
de indios que procuraran con mucho celo que los indios se reduzcan a pueblos
como por su majestad está mandado tengan agua, tierra, pastos, y montes
(Roberto leviller)
Tercero. La creación de espacios libres aptos para la agricultura empresarial en
los suelos comunales dejados por los naturales que fueron desplazados y
concentrados en las reducciones.

Cuarto. Fijación de este jornal fijado por el Estado (en 1552) para pagar el trabajo
del indio de alquiler (voluntarios y forzados), aligeraba enormemente el costo
laboral de los empresarios, quienes no obstante lo observaron y solicitaron a la
real audiencia su reducción a sólo dos granos de plata. Los empresarios
sustentaron su pedido argumentando que pagando un tomín de jornal les era
imposible labrar las cementeras (Libros de cabildos de lima)

Quinto. Organización forzada de la mano de obra indígena mediante ek


establecimiento de los repartimientos masivos de indios para laborar en las
tierras empresariales. Estos repartimientos empezaron en 1552, estando la
designación de los mismos en poder del gobierno. Durante el gobierno del
licenciado Lope García de Castro fueron sustituidos por el sistema de mitas luego
de largos debates que tuvieron lugar en 1567.
Sexto. Señalamiento de situaciones o pensiones sobre las rentas de encomienda
y de real hacienda a favor de los granjeros.

Séptimo. Reconocimiento de un régimen tributario promocional mediante el


mantenimiento de la exoneración del pago de alcabala. La orden para la
cobranza d este impuesto no se cumplió (1568). La alcabala recién sería
recabada a partir de 1592.

La introducción del salario significó una alteración grave, en los regímenes de


reciprocidad y redistribución. No obstante, la introducción del salario en la época
Toledana, el régimen de remuneraciones monetarias no prosperó en las
relaciones al interior de una etnia (el curaca era el encargado), más bien tuvo
éxito en las zonas mineras, o en las haciendas, los obrajes y las ciudades. “La
introducción del salario y las presiones mencionadas sobre los curacas si
intervinieron, en cambio, en la desestructuración de las relaciones de
determinadas jerarquías de curacas, tal como se aprecia en el caso de los hatun
curacas, o señores étnicos de muy alto rango, quienes no duraron mucho tiempo
y ya estaban en crisis en la primera mitad del siglo XVII. A su crisis coadyuvó la
encomienda, motivando el fraccionamiento de las unidades étnicas, y también la
confusión establecida en la administración española entre diferentes jerarquías
de curacas” (Pease, 1992).

Quienes jugaron un rol importante en el nuevo régimen tributario fueron primero


los encomenderos y después los corregidores. De los cuales hablaremos en el
siguiente punto.
1.3 LA ENCOMIENDA, LAS MERCEDES Y LOS CORREGIDORES
Como la historia nos ha enseñado, el reparto colonial de los recursos se realizó
a través de la encomienda. La conquista española siempre fue contradictoria,
excusas como la evangelización tuvieron poca acogida por los resultados
negativos que este dio al inicio. También estaba en debate jurídico la
fundamentación de los derechos de la Corona a la ocupación del territorio
americano y determinar la condición de la naturaleza de unos habitantes “que no
descendían de Adán y Eva”. Todo esto se solucionó con la bula de 1537 de pablo
III que se reconocía “la condición humana de los indios”. No obstante, la principal
motivación económica era la necesidad de mano de obra, inicialmente, para la
extracción de oro aluvional y que, más adelante, devino en la explotación de
minas de plata. La solución de este problema fue el desarrollo de la encomienda
que fue de la mano con las “mercedes”, que fue una forma de retribución para
los conquistadores.

Al ser los indios vasallos de los españoles, estaban obligados a tributar; de esto
se encargaron inicialmente los encomenderos para financiar la conquista. El
encomendero solo tenía derecho a percibir los tributos, más no al acceso de
tierras por esta vía. Lograba obtener tierras a través de las mercedes de tierras,
pero para ello era necesario determinar la “propiedad conocida de los indios”.

Determinada la “propiedad conocida de los indios”, el resto quedaba vacante y,


bajo el principio del dominio eminente de la Corona, esta podía hacer merced de
las mismas. Ya en 1497, una real provisión facultaba a Colón a repartir tierras,57
siendo luego generalizado este régimen. Posteriormente, en 1531, por real
cédula se instituyó la confirmación por parte de la Corona de las mercedes
otorgadas En 1591, se estableció la “composición de tierras”, gabela impuesta
para sanear títulos y, a la vez, proporcionar ingresos a las Cajas Reales. Que,
en la práctica, los indios pagaban el tributo laborando en las tierras del
encomendero, desvirtuando la intención de la legislación lo cual es otra cuestión.
Esta es una de las tantas evidencias de la divergencia entre instituciones de iure
y de facto, comunes tanto en la América colonial como en la moderna (citar
página 41)

En síntesis, la encomienda se fundamenta no solo en que estos ayudarían a la


evangelización - ya que tenía el deber de evangelizar, debido a que fue uno de
sus fundamentos para defender la colonización – también el recompensar a los
conquistadores, enseñar a trabajar a los indios (si lo queremos llamar así), los
trabajos mineros, pero también debía velar por el adoctrinamiento. El
encomendero quedaba sometido al control de los visitadores.

Los encomenderos no quedaron limitados para participar en otras actividades


coloniales, como el comercio, ya que también crearon empresas que utilizaron
para obtener la mano de obra de los encomendados que tenía a cargo. Una vez
obtenida la mano de obra la utilizaban para múltiples actividades agrarias,
mineras o ganaderas. Esto se hizo que por mucho tiempo se han considerados
como los mayores potentados de la nueva colonia española y además sus
descendientes mantenía un prestigio social, pero luego perdieron estas
prerrogativas debido al ingreso de un nuevo sistema; el de “Corregidores de
indios”.

La población andina ingresaba bajo la jurisdicción de un encomendero a través


de sus respectivos curacas, quienes prestaban obediencia al primero. Como la
múltiple significación del término curaca fue reducida en aquellos tiempos hasta
ser prácticamente identificable con “jefe”, la incorporación de la gente andina al
régimen de la encomienda trajo indiscutibles problemas en la organización de
los grupos étnicos, desagregando la población de estos cuando algunos
encomenderos eran empleados por los encomenderos respectivos en tareas a
realizarse en zonas marginales a sus acostumbradas del control ecológico, o
cuando parte de la población de un mismo grupo étnico era encomendada en
distinto encomendero. Como en algún caso ya mencionado, parte de la población
de Chucuito fue consignada en un encomendero residente en Arequipa, los
hombres andinos que habían trabajado como mittani en Sama y Moquegua
fueron así desagregados de su unidad étnica; aunque los mencionados mittani
de chucuito fueron retornados a la autoridad de su grupo después de largas
gestiones de sus curacas, no siempre pudieron ser rescatados otros pobladores
pertenecientes a diferentes unidades étnicas que se hallaban en similares
situaciones (Pease, 1992).

Durante mucho tiempo los encomenderos tuvieron derechos sobre las


poblaciones dispersas, pero lo que más les interesaba era la mano de obra y el
tributo que podían obtener de estos. Trabajaban de la mano con los curacas o
como ellos, movilizaban a las poblaciones y ejecutaron una forma más ajustada
de la mita. Luego existieron diferentes dificultades, ya que la Corona limitó las
permutas de pobladores asignados a las encomiendas, cuando estos intentaban
reunificarlos intercambiándolos. La Corona no aceptó, ya que esto significaba
darles mayor consolidación agraria a los encomenderos.

La colonia española en Perú, es marcada por violencia y no respeto a los


indígenas, expropiación desmedida de los recursos que estos poseían, del
cambio de posesión, explotación d la tierra, propiedad en manos de los
colonizadores. Como ya se ha mencionado, la encomienda fue el primer reparto
de los recursos en la colonia, sin embargo, este sistema siempre estuvo envuelto
de contradicciones. La ambición por obtener tierras por parte del encomendero
y de la sociedad conquistada en su conjunto desesperó apetencias inmoradas.
Se intentó detener esto implantando una medida o cuota para la extracción de
excedentes, es decir una tasa de tributo. La misión de esta medida era aparte
del poder al encomendero, y que este recayera en el Estado para que el fuera el
encargado de la explotación y de la distribución de la riqueza; pero no funciono.
La monetización del tributo fue la otra consagración toledana. Toledo no fue el
inventor del negocio, pero lo dejó entablado definitivamente. Se trataba de una
consagración contable, medida en moneda de cuenta, sujeta a vaivenes
comerciales que, a fin de cuentas, permitirían el abuso de poder y dejaban
abierta para siempre la compulsa de fuerzas, la negociación, la práctica de la
vida cotidiana. Tratándose de una ficción contable, la tasa dejaba traslucir la
convicción virreinal de suficiencia y capacidad de las economías étnicas. Si los
encomenderos conquistadores pagaron con sus vidas la defensa de sus
inmensas riquezas en bienes y hombres y la Corona refrenó ese poder, investida
de la coartada moral de la protección de los derechos naturales de aquellos
súbditos, la cristalización estatal del dominio colonial dejaba constancia que
sabía que la verdadera riqueza de las Indias eran los indios, cuando tasó cada
efectivo hasta en siete pesos ensayados. Frente a los dos pesos en que se
tasaron los de Nueva España, los andinos “valían” por tres (Glave, 2009).

Obligar a los indios a trabajar, para que subsidiaran era el único objetivo, se
intentaba solo como pantalla querer reconocerle sus derechos, pero solo era
puro palabreo. Para esto se pasó a la privatización de la tierra, se quería dar una
imagen de mercado a la tierra, que estos den bienes agropecuarios para que
luego se conviertan en mercancía.

Los indios habían tenido una larga experiencia de intercambios de especies por
dinero en sus tratos con el encomendero, los oficiales reales, los curas y el
corregidor. Con más habilidad de la reconocida por los propios españoles, hacían
que sus ganados jugaran el papel de moneda de cambio, de acumulación y de
negocio puro y duro; sin embargo, la avidez del mercado naciente de las
ciudades y sobre todo de los asientos minerales, que los había variados en el
ámbito de la sierra sur central del Perú, fue mermando los recursos que eran
perecibles y las técnicas de reproducción que no estaban pensadas para el
nuevo tipo de consumo. A pesar de ello, distaban mucho de ser pobres. Toledo
pretendió racionalizar la imposición tributaria hacia la moneda, la
mercantilización de la mano de obra, la disminución del manejo poderoso de los
caciques y la ampliación de la tierra en manos de la república de españoles; pero
el tránsito no podía ser violento (Glave, 2009).

Después de 1565 los corregidores de indios reemplazaron a los encomenderos


en que al cobro de los tributos atañía, también lo hicieron en lo que se refiere al
ejercicio de la autoridad delegada por la Corona española(pease). Primero se le
prohibió, pero luego los corregidores se incorporaron rápidamente al sector
comercial, legalmente o ilegalmente en sus jurisdicciones. Los corregidores
ingresaron al mercado colonial con productos obtenidos de la renta de sus
subordinados o del trabajo forzoso que sometían a los indígenas de sus
jurisdicciones. Ellos eran la máxima autoridad, obligaban a los curacas a reunir
los tributos de los pobñladores, y si en caso no lo hacían totalmente, estos tenían
que pagarlos.
Con el tiempo los corregimientos fueron puestos en venta por el estado español
ante las penurias comnstantes del erario público; ello incremento los problemas
locales, pues casi al mismo tiempo los corregidores recibieron la facultad de
introducir en sus jurisdicciones un conjunto de variable de mercaderías que
estaban autorizados a vender entre la población; estos fueron los conocidos
“repartos” compulsivos que, junto con la venta de los cargos públicos, fueron
características fundamentales de la vida económica fiscal desde el siglo XVII, y
especialmente en el siglo XVIII. Debe mencionarse, sin embargo, que los
repartos estaban garantizados en la legislación, y que debían bassarse en
precios justos, pero una cosa fue la intención del legislador y otra la que ocurría
en la práctica. Se ha señalado que este proceso fue paralelo al crecimiento de
una burguesía comercial urbana, como también que los repartos mercantiles
buscaron ampliar el mercado interno que se consideraba restringido, pues al
repartirse forzosamente mercaderías diversas entre la gente andina, ésta debía
salir de su régimen tradicional de autosuficiencia e ingresar en el mercado
colonial en formación para poder obtener la moneda necesaria para el pago de
las ventas oficialmente impuestas (Pease, 1992).

La población ingreso al mercado, de manera marginal y con propias pautas, sin


perder su autosuficiencia. Para lograr una mayor integración de la población se
implanto el régimen de repartos, pero para ello era necesario la imposición de
una autoridad. Los corregidores fueron por mucho tiempo los más importantes
funcionarios del virreinato, pero como todo no dura para siempre, se tuvo que
cambiar.

1.4 LA AGRICULTURA Y LA GANADERÍA


La llegada de los españoles al Perú hizo que la agricultura andina sufriera
grandes transformaciones. ¿pero a que se debió este cambio? La nueva idea
mercantilista que trajeron los españoles hizo que se introdujeran criterios
diferentes a los que tenía la población nativa (reciprocidad y redistribución).
Tambíen se debió a los nuevos cultivos importados. No obstante, el intento
español de imponer este nuevo criterio mercantil a la agricultura, de trabajar y
cultivar para la empresa fue infructuoso. Por ejemplo, hoy seguimos viendo en
distintos lugares del Perú que se cultiva no solo para la empresa si no para uno
mismo (autosubsistencia). Pero en algunos aspectos si funciono este sistema;
en el caso de las viñas (aristocracias indígenas).
Al respecto Luis Miguel Glave muestra las siguientes pruebas:

El caso de las viñas es un ejemplo de la forma como las aristocracias indígenas


de la costa se adaptaron rápidamente al nuevo mercado, por medio de la
reorientación del uso de los recursos de sus pueblos. Hubo viñas comunales,
pero pareciera que las más de ellas formaron parte de los negocios privados de
las familias encumbradas de los pueblos indios. Así, por ejemplo, son
proverbiales las que tenía el curaca iqueño Anicama. Al morir en 1571, se
comportó como los encomenderos arrepentidos que hicieron grandes
“restituciones” a sus indios, al dejar sus viñas para el beneficio del común de
indios. Cuando se hicieron las composiciones de tierras en 1594, el visitador
Maldonado de Torres encontró que las tierras en forma de minifundio eran de
poca entidad, entre las cuales estaban las de la comunidad que habían sido
vendidas por el sucesor de Anicama. Cabe señalar que quienes habían
encaminado su práctica económica más claramente hacia la explotación agraria
—los jesuitas—, no habrían pensado lo mismo que el visitador Maldonado. Por
entonces, fomentaban alguna de sus grandes propiedades de viñas y recibieron
la donación de un extenso viñedo, valorado en 24,750 pesos, que les legó
Anicama. Desde ese casco central de hacienda, como llamamos a las partes
centrales de los dominios señoriales, los jesuitas se encargaron de hacerla
crecer a través de la compra o el acoso a los vecinos para que les vendieran más
tierras. Como resultado de tal estrategia, se harían con su gran hacienda-viñedo
de San Jerónimo, ubicada en Lurín. Otros curacas tenían viñas en los valles
productores; por ejemplo, Diego Sullca Changalla tenía en compañía sus tierras
de Ica. También en Ica, el cacique de Lurín Ica, don Andrés Muçayguate, de la
encomienda de Juan Dávalos, tenía fundada una capellanía de tres misas cada
semana sobre un majuelo de cinco mil cepas y sus casas anexas en el sitio que
llaman Tallamana. La capellanía fue concedida a un individuo que se
comprometió a aumentar las viñas y disfrutar de la renta, pero resultó no ser
clérigo; gracias al pleito que se le entabló, sabemos del desarrollo de otro
extenso viñedo por parte de otro indio noble. Lo mismo sucedía en Tacna con
los curacas del lugar.

Las mercedes jugaron un rol importante ya que se otorgaban debido a la


decadencia demográfica, pero después serían objetadas. Aquí podemos señalar
lo que Carlos Lazo García nos muestra en el quinto punto de las medidas que
se dieron para poder mejorar la producción.

1.4.1 LA PRIVATIZACIÓN DE LA TIERRA


Obtener un pedazo de tierra se hizo demasiado fácil, sin embargo, conformar
una empresa agraria, es decir, una hacienda era mucho más complejo. Es cierto
que se mantuvieron rasgos básicos indígenas, pero la nueva etapa se
caracterizó por captar la economía campesina por medio de la organización y la
división del trabajo en un punto mayor de desarrollo, de forma que los españoles
comenzaron a apropiarse de mayor trabajo excedente, en el contexto de la
ampliación de la esfera del intercambio.

Se inició una competencia entre los corregidores y encomenderos, debido al


desarrollo amplio de la comercialización de productos agrícolas, estos últimos se
volvieron chacareros. Se extraían excedentes campesinos, esto provocaba
mayor trabajo y producción para los campesinos indígenas. Al no lograr la
productividad que deseaban, llevado también por la competencia de los
chacareros españoles y mestizos que migraban al campo, por la tierra y el
comercio, quedaban empobrecidos y tenía la necesidad de vender sus tierras;
en otros casos, acordaban con los caballeros marginales conformar una
compañía, con la finalidad de obtener ganancias que les permita cumplir con sus
obligaciones y con las exacciones ilegales de los funcionarios. El objetivo
principal con todo esto era, producir y vender, las nuevas formas de organizar la
producción y el trabajo excedente de los españoles y mestizos hacia los
indígenas hacia posible esto. Se estableció las bases para la circulación
constante de mercancías y para la valoración del capital. Todo esto Luis Miguel
Glave lo denomina las “haciendas antiguas”.

Las compañías existieron desde muy temprano. Algunas compañías pueden ser
denominadas “reducciones”, como las que improvisaron desde muy temprano,
en algunos valles de la costa, los clérigos doctrineros —dominicos o
franciscanos— que vivían con los indios. En estas reducciones, los religiosos
ponían la industria y los indios, las tierras y el trabajo. De esta manera,
pretendían ayudarlos a obtener beneficios, a la vez que financiaban sus obras.
Los curacas se comprometían a “liberar” espacios adecuados para el cultivo
continuo, con el traslado de aldeas y familias indias dispersas a unos
emplazamientos cercanos a la parroquia reducción. El modelo será luego
implementado por la gran Visita toledana y, en cualquier caso, abrió las puertas
a la formación de las haciendas (Glave, 2009).

Al no tener los indios un conocimiento de los cultivos importados por los


españoles, estos hacían huso de la mañosería que los caracterizaba, solo
proveían de técnica y conocimiento a los indígenas y además le dejaban lo más
fundamental; el trabajo y la tierra.
Bajo esos influjos, se produjo una definición de los espacios de circulación. Minas
y agricultura fueron inseparables. Las ciudades desarrollaron un hinterland. El
nacimiento del mercado colonial fue una instancia dominada e impuesta por los
conquistadores, pero incorporó los bienes y técnicas nativas. El aporte de bienes,
tales como las llamas o “carneros de la tierra”, las sogas o las botijas, fue un
factor fundamental en la creación de nuevas relaciones sociales. La coca fue la
mercancía más importante desde los inicios de la Colonia hasta el siglo XVII,
cuando comenzó a declinar su importancia en términos de ganan- cias de los
mercaderes españoles, pero no en el caso de los indios. Para que la hoja de
coca fuera una mercancía, era indispensable la sociedad india, pues controlaba
el proceso técnico de su producción y conducción, mientras los españoles hacían
ganancias inmensas gracias a esto. La coca es una planta probablemente
originaria de la cuenca amazónica. Su uso fue extendido a los Andes centrales
incluso antes del dominio incaico. Según los cronistas más importantes, la coca
habría estado monopolizada por el Estado inca, que constriñó su consumo a
determinados grupos sociales y momentos rituales importantes; sin embargo, las
evidencias arqueológicas y etnohistóricas demuestran que la hipótesis del
monopolio no se puede sostener. El uso de la coca fue extendido y su cultivo y
consumo era común en las más variadas regiones del dilatado territorio Inca,
salvo en las yungas (valles bajos) del Cuzco donde los cocales estaban bajo el
control imperial. Incluso así, desde la misma llegada de los españoles al Perú,
su cultivo y consumo se extendió exponencialmente. Las fortunas más grandes
de la región del Cuzco, la principal productora de la hoja de coca, se apoyaban
en la coca. Los intereses eran, pues, muy grandes. Los indios la pagaban con el
mineral que sacaban de las minas; luego, era una mercancía que obtenía
directamente plata. Además, en el camino a su conversión en mercancía, la coca
pasaba por los pueblos y se trocaba con otros productos indios que eran
necesarios para la circulación mercantil, por eso se decía que la coca era la
“piedra-imán con que se les sacaba a los indios el dinero y el ganado”. Junto con
la coca, el vino dominó el mercado de largas distancias que se desarrolló al
influjo de la producción de plata en la zona de la actual república de Bolivia. De
la misma manera que con la coca, los naturales aportaron su cultura material,
además de su indispensable trabajo para la constitución del sistema de
circulación. Este elemento resulta importante para valorar la fuerza de la
sociedad india de los Andes, pues no se trataba de un producto autóctono que
se introdujo en el intercambio mercantil, sino más bien de un nuevo producto
traído por los conquistadores (Glave, 2009).
Los mercados agrícolas marcharon de la mano con la expansión del capital
minero y de la decadencia de la producción de la economía agrícola (por parte
de los indios), producida por la pérdida de gente y de recursos. La tierra comenzó
a adquirir un carácter de mercancía, aunque limitadamente, por la relativa
facilidad de adquirirla entonces sin pasar por el mercado.

El panorama cambió a partir de una Real Cédula de 1591, cuyo cumplimiento se


encomendó a García Hurtado de Mendoza, virrey del Perú. A partir de entonces,
se inicia el período de las composiciones. La Corona española decide vender a
los propietarios su derecho eminente a la tierra para financiarse, pues tenía
problemas fiscales ante los gastos generados por la guerra con Inglaterra y por
los requerimientos de la flota real que protegía las mercaderías que iban a
América y el metal que regresaba. Se harían “Visitas” para medir las tierras,
para vender títulos a los poseedores que mostraran instrumentos públicos en los
que refrendaran la forma como habían adquirido las tierras, para vender las
tierras que de acuerdo a la medición resultaran como “demasías” respecto a los
instrumentos públicos mostrados y para rematar las “sobras” de indios, una vez
que estos tuvieran terrenos suficientes para su sustento, aumento y pago de
tributo. Las tierras de “demasía” o las “sobras” de indios regresaban a poder de
la Corona, por lo que se denominaban “realengas”. Estas tierras se podrían
vender de acuerdo al interés y las necesidades del Rey. Además de cobrar por
esas ventas, se cobraba por la medida y por el derecho al título real que
reemplazaba a los instrumentos que acreditaban alguna forma de propiedad
(Glave, 2009).
1.4.2 LA HACIENDA: ROL E IMPORTANCIA
Cuando los españoles llegaron a suelo americano cambiaron todo a pautas
europeas. En la fundación de ciudades se hicieron repartos de tierras los cuales
se entregaron a los vecinos españoles. Para F. Pease en el siglo XVI se pueden
distinguir dos tipos de haciendas: primero las que se formaron en el entorno
urbano y la del Este de los Andes desde el cusco hasta Charcas productoras de
coca. Las urbanas funcionaron como huertas para el abastecimiento inmediato
de las ciudades y fueron expandiendo su ámbito al tiempo que aquellas crecían.
En cambio, las de producción de coca estuvieron vinculadas a las labores
mineras en el altiplano, la forma como esta crecía hizo que se convirtiera en uno
de los pocos bienes convertibles en dinero.

Al principio se relacionó las haciendas con las prestaciones de servicios


personales andinos, los cabildos y los encomenderos jugaron un rol importante,
el primero como repartición de los pobladores indígenas. Ya se ha mencionado
que los encomenderos al principio tuvieron mucha dificultad para obtener tierras,
es decir, de establecer sus propias haciendas en su encomienda, pero luego
todo eso fue superado, gracias al empleo de la mano de obra que ellos
disponían. Las haciendas del Este de los Andes sureños recibieron repartición
de indígenas.

Las haciendas coloniales se organizaron en función de un producto para el


mercado. Estas haciendas necesitaban adquirir la mayor cantidad de terrenos
irrigados y planos; sin embargo, debido a la escasez de recursos, tales como la
mano de obra en un primer momento, se impuso el criterio de maximizarlos por
medio de la paulatina concentración de los terrenos. Los españoles trasladaron
sus nuevas técnicas a los “dominios” de la hacienda e incorporaron también las
técnicas indígenas: juntaron la mano de obra en un solo espacio, planificaron el
trabajo e impusieron un patrón de cooperación simple que utilizó, en mucho,
aunque desnaturalizándola, la vieja cooperación comunal, sobre todo en las que
luego se denominaron “faenas” durante los momentos de punta —siembra,
cosecha, reparos, etc.— del ciclo agrícola (Luis Miguel Glave).
Siempre se requería de gran porcentaje de mano de Obra, por ejemplo,
utilizaban a más de 300 personas para los periodos intensos de trabajo agrícola,
más aún lo que se encontraban alejados. Las haciendas tenían como sustento
la producción para el mercado. En el piso del valle se encontraba el área
centralizada de producción, para que así se pueda regar las pampas, gracias a
que circundaba quebradas cerradas por pequeños afluentes del “río grande”.

Se trata de un proceso paralelo e indisoluble del anteriormente comentado. Así


como había una lógica de producción a escala, había una de autosuficiencia
interna. Las empresas privilegiaron mantenerse independientes del mercado
para autoabastecerse. Si bien nunca lo consiguieron totalmente, era un signo de
eficiencia complementar la producción interna para la reproducción de la fuerza
de trabajo y del ciclo agrícola. Tal como lo muestran los datos empíricos, desde
la formación de estas empresas, se hicieron presentes esta necesidad e idea
económica. Sin cubrir estos requerimientos no podían subsistir los terrenos
planos productores de granos para el mercado. Así como desde la segunda
mitad del siglo XVI se observan intensos cambios de propiedad y acaparamiento
de tierras planas; en el siglo XVII, los esfuerzos se dirigieron a este otro tipo de
tierras y, en su consecución, se sucedieron conflictos más agudos que los
suscitados frente a las tierras del valle (Glave, 2009).

Pero, de qué me servía tener un pedazo de tierra sino había nadie quien lo
labrara. Para eso se mantuvieron cosas básicas de los indígenas, como por
ejemplo el trabajo para la tierra se le fue obligado a los yanaconas. “Los
indígenas que reconocían señores, por vínculos ancestrales de dependencia o
por violencia de los encomenderos y funcionarios, fueron los primeros
trabajadores; sin embargo, conforme se estructuraba más el dominio, estos no
fueron suficientes. Ahora centrémonos en otra forma de adquirir mano de obra
que fue la mita agraria. Los “séptimas” (uno de cada siete tributarios útiles de la
comunidad) o mitayos se repartían por cuotas a las haciendas, aunque la mita
minera e incluso la urbana fueron más organizadas y controladas que la mita
agrícola. Al parecer, las zonas ganaderas fueron las más beneficiadas por la mita
del campo” (Glave, 2009).

Los continuos requerimientos de mitayos y el descenso demográfico obligaron a


constantes ajustes en las cuotas de trabajo que las comunidades tenían que
brindar. En los testimonios, son constantes los pedidos de los terratenientes a
los caciques, para que envíen hombres para el cultivo de los campos y la guarda
del ganado. Efectivamente, los terratenientes eran exigentes en el cumplimiento
de las cuotas otorgadas de mitayos para sus propiedades. Los pequeños
ganaderos de las zonas altas, de cuyo trato a los indígenas hubo abundantes
quejas, competían con empresas productoras de granos, cuando estas
haciendas estuvieron ya concentradas y en plena expansión en poder de
grandes propietarios laicos y religiosos. El problema generado por el
cumplimiento de la mita agraria fue, pues, muy grave. No solo protestaron
duramente los caciques de los pueblos, sino también los administradores de la
Hacienda Real. Ello obligó a la Administración Central del Virreinato a solicitar
una Real Provisión para arreglar el asunto, pues los corregidores no hacían el
conteo y ajuste de séptimas por “intereses particulares” (usaban ellos mismos a
los indios) y por no “malquistarse con los vecinos” (que eran hacendados
cómplices). La Provisión ordenaba que se hiciera un conteo estricto de los
indígenas y se ajustaran las cuotas. El problema que ameritó esta intervención
regia fue que, ante los continuos abusos, los indios, “por haberse huido y
ahuyentado muchos de ellos de sus pueblos”, dejaban a las Cajas Reales en
una situación en que “pasaban mucho trabajo en la cobranza de las tasas”
(Glave, 2009).
Al reducirse los indios la competencia entre los propietarios aumentó. Las
grandes familias y órdenes religiosas que formaban las grandes empresas más
importantes, dejaban la competencia y vendían sus tierras. Los yanaconas que
utilizaban para el trabajo en la tierra no era suficiente, debido al desarrollo de la
masa de tierra y la producción de la misma. Si se busca mano de obra, acompaña
la expansión de tierras.

Otro tema que está presente en el terreno de la historia de la hacienda


agropecuaria colonial es el de las relaciones laborales, desde la servidumbre
hasta la esclavitud. Cuando la hacienda era una estructura consolidada y
abastecía a un mercado regional en expansión, las estructuras del mercado
laboral eran parte de la dinámica institucional de la hacienda, que ya no era solo
la del crecimiento de la propiedad y el acoso por copar la frontera agraria y social.
La sociedad múltiple que el territorio andino contribuyó a forjar evidenció
diferentes formas de relaciones laborales, adaptadas a las circunstancias
regionales. La costa, con sus grandes plantaciones, tendió a la incorporación de
mano de obra esclava, mientras que la sierra, de acuerdo a las regiones, tuvo
indígenas trabajadores del tipo conocido como “peonaje por deudas”, hasta
mitayos a los que se aferraron algunos hacendados, a pesar de la disminución
de la incidencia de esta estructura que fue básica en el primer Período de la
Colonia (Glave, 2009).

1.4.3 LOS MERCADERES


El papel de los mercaderes peruanos en el sistema es más controvertido. Como
el nivel de los precios de las ferias, dicen algunos historiadores, se fijaba por el
balance entre oferta de metales y oferta de mercaderías europeas, pero, sobre
todo, por la escasez o no de los mercados americanos, los mercaderes peruanos
debían aceptar sin discusión los altos precios impuestos por los sevillanos.28 Y,
como los limeños eran los únicos autorizados a internar las mercaderías en el
virreinato, compensaban el monopolio sevillano con aquel que ellos ejercían al
interior del país. Los mercaderes de Lima, por tanto, reproducían el sistema de
escasez y precios altos como una manera de neutralizar los efectos de un
monopolio metropolitano inevitable. Según Tord y Lazo, el sistema de flotas
habría introducido al comerciante peruano “dentro de un mecanismo regular de
comercio compulsivo”; los limeños debían obligatoriamente asistir a Portobelo y
adquirir los productos a los altos precios de feria, incluso si el mercado americano
estaba ya saturado.29 La dinámica de los circuitos mercantiles era mucho más
compleja y, en realidad, parte de los problemas de interpretación reside en
pensar que mientras funcionó el sistema de flotas existió el monopolio comercial
y viceversa. Historia conocida es que de las duras batallas que hubo de librar
España en el siglo XVII, aquella por defender su comercio exclusivo con América
fue una de las primeras en perder, por lo que cabe preguntarse cuál fue el rol
desempeñado por Lima en este proceso. En realidad, la primera mitad del siglo
XVII se podría considerar como un período clave del comercio colonial, en donde
el monopolio ejercido por España sobre América se quebró por la creciente
participación de otras potencias europeas, pero también de América en las
ganancias de este tráfico. El fortalecimiento de los mercaderes de Lima se
consolidó en el siglo XVII. En las primeras décadas de colonización, las
compañías mercantiles que operaban en el Perú eran simplemente sucursales
de las casas sevillanas, y fueron probablemente las características de la
navegación Sevilla-Lima (interrumpida por el istmo de Panamá) las que
marcaron la necesidad de cierta especialización dentro de las compañías. Así,
se reconocerían en España dos tipos de mercaderes: los “mercaderes de
Castilla”, que residían en la Península y comerciaban con América directamente
o a través de encomenderos; y los “mercaderes indianos”, que vivían en América
y compraban a través de factores sevillanos, aunque algunas veces se
embarcaban hacia España para comprar para ellos y “otros amigos” (Sanz 1979,
I: 107-108).

Esta clasificación evidenciaba que había mercaderes que cumplían diferentes


funciones, pero no significaba necesariamente que fueran circuitos mercantiles
distintos. Los mercaderes “indianos” eran agentes de las compañías sevillanas
—por lo general, unidos por lazos familiares— que, una vez hecha fortuna,
regresaban al terruño.31 Por lo tanto, que se formara un grupo mercantil en Lima
significó no solo que aparecieran comerciantes especializados en comprar
productos en Portobelo, transportarlos y venderlos en Lima, sino, sobre todo,
que apareciera un grupo local que comenzara a controlar la producción,
distribución y exportación de plata en su propio beneficio y que, por este motivo,
edificara una serie de intereses distintos y muchas veces contrapuestos a los de
las compañías metropolitanas.
Controlar el mercado interno fue una necesidad impuesta por la peculiar
coyuntura comercial de las primeras décadas del siglo XVII. A lo largo del siglo
XVI, el valor de la plata en Sevilla disminuyó cerca de 75%. El aumento constante
de los precios hizo que los comerciantes necesitaran cada vez una mayor
cantidad de plata para comprar lo mismo, lo cual fue compensado por la
creciente producción minera en el siglo XVI. Pero, en el siglo XVII, y como
resultado del aumento de los costos mineros, las ganancias reales bajaron y los
comerciantes comenzaron a sufrir problemas de financiación (34. Chaunu 1955-
1959, VIII: 197)

1.3.4 LA GANADERÍA
La documentación pasada muestra que en la ganadería ocurrieron diversos
fenómenos. Por ejemplo, en pocos años de la colonia los camélidos fueron
registrados en un “padrón de indios ricos”, para F. Pease esto era determinado
por el número de cabezas de ganado que poseían. Esto se debió a que los
ganados que figuraban como “del Inka o del Sol” en las informaciones que
adquirirían los españoles eran considerados como aquellos que eran repartibles
entre los conquistadores españoles. Esto motivó su reparto, en todo el norte y
por supuesto que en el cusco y sus inmediaciones. “Los frailes dominicos
parecen haber entendido la finalidad del ganado “comunal” y estuvieron
estimulando que el mismo fuera vendido para ayudar a pagar el tributo, lo cual
fue sancionado por la administración española que ordenó levantar, en cambio,
el mencionado censo de “indios ricos” (Pease, 1992).

La tributación estuvo también intervenida por el ganado, al igual que el maíz y


otros productos que servían para el pago de los impuestos a la Corona española.
“Como era prevesible, el precio del mismo alcanzó niveles más altos después
del descubrimiento de Potosí y especialmente en torno al centro minero, dada la
importancia de las llamas para el transporte del mineral. Ello motivó
posteriormente fraudes cuando la población ganadera se redujo como
consecuencia de las epidemias que la asolaron a finales del siglo XVI. Casos
como el anteriormente mencionado de collaguas fueron frecuentes; allí la
autoridad colonial eximió a los tributarios de la contribución en ganado, dada la
disminución de éste por la peste, pero la misma fue cobrada siempre en la forma
indicada por el corregidor, mientras empozaba el dinero correspondiente en la
Caja Real de Arequipa, y empleada posteriormente el ganado así recaudado en
el trajín de diversos productos hacía Potosí, vendiendo finalmente los animales
en la mencionada villa minera a un precio varias veces superior al asignado a
cada uno de ellos en la tasa tributaria (Pease, 1992).

Aun la investigación en la ganadería no ha sido exhaustiva, existen muchos


puntos por estudiar.
1.5 El COMERCIO Y LAS NUEVAS RUTAS TERRESTRES
El desarrollo de la sociedad fue gracias a una de los factores el comercio. Desde
que llegaron los españoles se empezó a realizar un gran movimiento comercial
marítimo. Inicialmente lo que principal que se exportaba era los metales
preciosos, eso debido a la mentalidad bullonista que poseían de sacar y solo
sacar estos objetos. En cambio, los españoles importaban sus productos para
que puedan adaptarse. Entre esos productos encontramos: el queso, la harina,
vino, aceite, canela y otras especies; también su vestimenta, botas, calzado
guantes, etc. A la vez, y creo yo importante en los primeros años de colonización,
armamento, caballos y sus arneses, y herramientas, como clavos, martillos,
látigos, y herraduras. El papel, espejos y naipes. Pero lo más importante, y una
de los factores para el mestizaje, el comercio de esclavos proliferó.

Años después de los primeros tiempos coloniales, el comercio marítimo fue


planteado en términos monopólicos, asumiendo la corona castellana la condición
de interlocutor comercial privilegiado. La centralización de las actividades
comerciales tenía antecedentes desde los tiempos de los Reyes católicos,
quienes lograron, a fines del siglo XV, organizar en Burgos el monopolio lanero
que canalizaba las exportaciones por el puerto de Bilbao. En el caso americano,
el monopolio fue asumido por la propia Corona como asunto fundamental para
la organización del comercio de la tierras recién descubiertas, de modo tal de
garantizar los ingresos, de la propia Corona; ello significaba que los bienes
importados desde las colonias debían pasar previamente a través de España, y
así se fortalecieron los lazos comerciales de ésta con el resto de Europa, que
desde tiempo antes se habían establecido entre los productos castellanos de
lana, también de aceite y vino, con los importantes mercados de los países Bajos
(Pease, 1992).

Sevilla se volvió el puerto principal, es por ello que se originó y organizó la Casa
de contratación de Sevilla, el más alto organismo comercial para el mundo
español en las indias. Luego este sería reemplazado por la Corte de cadiz y
abundarían las compañías comerciales. Dentro de este tipo de comercio,
participaron alemanes y genoveses, esto lo podemos corroborar al encontrar
capitales no españoles en el tráfico mercantil.

Según F. Pease (1992) el régimen monopólico así establecido se hizo efectivo a


través de un complicado sistema de flotas que, saliendo de Sevilla, se dirigían
hacia las Antillas, donde se separaba la parte de aquellas que tenía como destino
la Nueva España; la flota restante continuaba su recorrido hacia el istmo de
Panamá, donde recalaba en el puerto de Nombre de Dios, el mismo que
posteriormente fue reemplazado por Portobelo, establecido como puerto de
arribada oficial realizaron las célebres ferias posteriores a dichos tiempos. Las
mercaderías eran desembarcadas allí y transportadas por tierra, a lomo de mula,
hasta la ciudad de Panamá, a las orillas del océano Pacífico. En este lugar se
embarcaban en otras naves, pertenecientes a la denominada Armada del Mar
del Sur que le transportaba hasta el Callao. Si bien ésta era la ruta general, hubo
excepciones. Finalmente, una vez establecida y organizada la producción
argentífera de Potosí y en funcionamiento la del azogue de Huancavelica, se
generó un activo movimiento naviero entre Tambo de Mora – lugar donde se
abarcaba el azogue- hasta Islay primero y posteriormente hasta Arica, puerto
éste que en los tiempos del Virrey Francisco de Toledo fue oficializado como el
de tránsito obligado hacía Potosí y lugar donde se embarcaba la plata
procedente de este último centro minero hacia la capital del virreinato.

Muchos historiadores e intelectuales del Perú mencionan que si los españoles


no hubieran encontrado el Qapac Ñam no hubieran podido lograr nada en los
andes. Y para nuestro punto es verdad, la gran ingeniería que desarrollaron los
antiguos nativos, sorprendió tanto a los españoles que estos sintieron un poco
de alivio, porque así su expedición se les haría más fácil. Al establecerse las
ciudades la actividad mercantil entre los españoles avecindados creció. Las rutas
incaicas fijaron un fuerte movimiento en los andes, que fue creciendo debido a
la expansión y organización de la encomienda y los españoles iniciaban la
creación de un mercado, con esto se esperaba incorporar a la población andina.
Pero a la vez se expandían estos nuevos sistemas, la población indígena
buscaba alejarse de los caminos, ya que estar cerca le significaría ser saqueados
y explotados completamente. Los incas buscaron modificar parte de los trazos
de los caminos, ya que según Pedro Cieza de León “los españoles preferían
utilizar para sus desplazamientos los caminos de los valles, mientras que el
camino incaico había transcurrido preferentemente por las altas punas”.

Potosí se volvió un punto importante, desde allí hasta el mar se estableció la ruta
de la plata y luego del descubrimiento de la mina de azogue de Huancavelica se
complementó en la ruta del mercurio. Pero el tráfico de la plata y del azogue
fueron minoritariamente terrestres; nunca hubo una ruta efectivamente utilizada
en gran escala por tierra entre Lima y Potosí al puerto de Islay primero, por la vía
de Junín y Arequipa, y después directamente de Jníni a Arica, cuando este último
puerto fue habilitado como zona oficial de embarque de plata. La vía del azogue
transcurría transversalmente también desde Huancavelica hasta Tambo de
Mora, puerto en el cual se embarcaba con destino a Arica, para seguir desde allí
al centro minero de Potosí en sentido opuesto al de la plata. Así se diseñó desde
el siglo XVI el camino de la exportación, transversal a los Andes, en dirección a
los puertos, tendencia mantenida en buena cuenta hasta nuestros días. El tráfico
de minerales por la ruta terrestre, desde Huancavelica hasta Potosí, pasando por
Guamanga y el Cuzco, fue abiertamente minoritario y generalmente en forma de
contrabando (Pease, 1992).
La encomienda enriquecía las rutas terrestres, sus beneficiarios deseaban
transformar en dinero el producto de las mismas (objetos) en los mercados
urbanos, y después en las zonas mineras al alcance.
La lucha por los recursos indígenas no se limitó, pues, a las tierras, sino que
también implicó el servicio de la circulación. Según denunció el fiscal limeño,
licenciado Ramírez de Cartagena, en 1572, cuando el virrey Toledo partía para
el Cuzco para hacer la Visita, dio como merced a la ciudad todos los tambos del
distrito. El municipio podría arrendarlos y poblarlos de acuerdo a sus
necesidades. El fiscal señalaba que esos tambos eran de los indios y que no era
lícito que se los quitaran. Las autoridades ediles comenzaron a hacerse de los
tambos, tomando las mejores tierras y ejidos que tenían los indios para aplicarlas
al tambo, “obligándolos a un servicio personal insufrible”. Pedía que se expidiera
nuevamente la cédula que amparaba a los indios en la posesión de los tambos.
En el contexto de la reducción que empezaba Toledo, tantas obligaciones de
servicios y tanto despojo amenazaban seriamente la reproducción de los
naturales. Hubo, desde luego, algunos lugares en donde fue necesario fundar
tambos, pues la red de caminos andinos había sufrido mucho con las guerras de
conquista. Asimismo, nuevas rutas o mayores flujos en algunas hicieron que la
puja por tomar este servicio y negocio no fuera solo sobre los tambos formados
por la sociedad nativa. Por ejemplo, en el valle de Mala, cercano a Lima, el
presidente Gasca otorgó la merced de fundar un tambo al conquistador Pedro
de Alconchel bien porque no había mesón o porque el que tenían estaba
deshecho. Esa fundación daba derecho a la anexión de tierras, por ejemplo, y a
cuotas de trabajadores indios adscritos al servicio. Si bien los tambos eran una
necesidad pública, el negocio era privado y subsidiado provechosamente. Como
siempre, la justificación era la “protección” de los indios. Como se habían
denunciado continuos abusos, porque se les cargaba con bastimentos o
simplemente se les arrancaba de sus aldeas para que vayan por los caminos o
para que se encargaran de atender gratuitamente las caravanas de viajantes que
pasaban, el tambero sería una suerte de protector de los indios, al encargarse
de proveer de bienes y servicios tasados y pagados. Como una nueva hacienda,
el tambo de Mala pasó a la posesión de Pablo de Montemayor, yerno de
Alconchel (Glave, 2009).

Alberto de Acuña dio cuenta en 1596 de algunas cuestiones tocantes a los indios
del reino, como abogado general que era de ellos. Entre esas advertencias, se
refirió a los caminos y puentes. Los caminos en esta tierra se encuentran en
laderas levantadas que es necesario labrar a mano y, como son muy transitados,
se derrumban y se tienen que reparar continuamente. Los puentes sobre ríos
caudalosos son muchos y no se hacen de piedra, sino de crisnejas. Era suficiente
antes de la Conquista, cuando solo se circulaba a pie y, a veces, con algún
carnero de la tierra cargado, pero luego se gastaba mucho porque los
descomponían los caballos y las recuas de mulas. Para su reparo se había
dispuesto que contribuyan todos los interesados, pero no se guardaba este
precepto con los indios. Solo existía una tradición del tiempo de los yungas de
que los indios comarcanos hagan los caminos y puentes, sin que por ello se les
pagase jornales ni materiales, ni se les sustentase durante el tiempo que se
ocuparan de ello. Por eso, pidieron que se les pague jornales y sustento por el
tiempo que se ocupen y se pensione para ello a quienes se beneficien (Glave,
2009).

Los indios cuidaban los puentes; era una obligación moral. Ya que eso formaba
parte de su cultura, de su historia. Mantenían organización ejemplar, pero
lamentablemente los españoles no respetaron eso. Utilizaron y veían todo solo
como capital y no como historia.
CAPÍTULO II: LA MINERIA Y FORMAS DE TRABAJO
2.1 LA MINERIA
Y Entre todas las partes de Indias los reinos del Pirú son los que más abundan
de metales, especialmente de plata, oro y azogue; y es en tanta manera que
cada día se descubren nuevas minas; según es la cualidad de la tierra, es cosa
sin duda que son sin comparación mucho más las que están por descubrir que
las descubiertas, y aun parece que toda la tierra está como sembrada de estos
metales, más que ninguna otra que se sepa al presente en el mundo, ni que en
lo pasado se haya (Assadourian, 1980).
La documentación colonial cuenta que los trabajos que Gonzalo Pizarro llevaba
a cabo en los yacimientos de incas de Porco en donde a tan solo 30 kilómetros
de ahí, en 1545 los españoles descubrirán lo que se convertiría en los
yacimientos de plata más importantes de América.
Según los investigadores señalan que estos yacimientos no fueron explotados
por los incas, pero a su parecer no fueron desconocidos, ya que el CERRO RICO
DE POTOSÍ era considerado una huaca que según la época prehispánica estos
la dividían en dos tipos de minas y explotación minera: las minas del Inca y las
minas de las comunidades o ayllus. Estas minas- montañas del Inca eran
consideradas huacas en las cuales adoraban y veneraban como tales; esto
posibilita deducir que los españoles se dieron cuenta muy rápidamente de la
coincidencia entre huaca y mina para así utilizarlas con una forma de cateo para
descubrir los grandes yacimientos mineros prehispánicos.
Esto demuestra que desde el inicio de la empresa colonial, los españoles
utilizaron conceptos, conocimientos o creencias prehispánicas con fines no solo
religiosos sino también económicos y científicos; así proponemos que los
españoles fueron descubriendo yacimientos auríferos y argentíferos al conseguir
información sobre las huacas, por ejemplo hacia el sur del territorio peruano
descubrieron las minas de oro de Vilcabamba, de Carabaya y de Chuquiabo,
Porco y Potosí, todas ellas consideradas huacas de la época prehispánica.
Asimismo, en el siglo XVI la explotación argentífera no hubiera cobrado
importancia que tuvo sin el descubrimiento de las minas de mercurio, elemento
indispensable en el beneficio de los minerales de la plata.
Los yacimientos de mercurio de Santa Bárbara fueron descubiertos en 1563 y
proporcionaron prácticamente todo el mercurio requerido por Potosí durante sus
años de explotación. Potosí y Huancavelica constituyeron los pilares sobre los
cuales reposó la economía colonial y en palabras del Virrey Toledo: “LOS EXES
DONDE ANDAN LAS RUEDAS DE TODO LO DESTE REYNO Y LA HAZIENDA
QUE VUESTRA MAJESTAD EN ÉL TIENE”
La Minería Constituyó el “motor” de la colonización y el eje de la economía
peruana. La prioridad, sin embargo, estuvo en Potosí y Huancavelica. Los demás
yacimientos no recibieron la misma atención ni apoyo por parte de las
autoridades coloniales. La pequeña minería fracasó debido principalmente a la
escasa inversión, la explotación irracional, la baja ley del mineral, la falta de
mano de obra, la ausencia de créditos y las inundaciones. Los centros pequeños
tuvieron una existencia efímera y no llegaron a generar los circuitos comerciales
que sí surgieron en Potosí y Huancavelica (Quiroz, 1956, págs. 4-5).
2.1 DESARROLLO: POTOSI Y HUANCAVELICA
2.1.1 POTOSÍ: LA CIUDAD DE LA PLATA
En los Andes, muchos de los yacimientos explotados por los españoles fueron
el producto de una orogénesis terciaria durante la formación de la cordillera de
los Andes en el terciario, las fisuras de la roca fueron llenadas con minerales
metálicos, entre los cuales en donde se encontraba la plata. Las vetas se
formaron a grandes alturas; por ello, gran parte de los centros mineros del Perú,
en general, y de charcas, en particular, estaban localizados a gran altura. Tal es
el caso del CERRO RICO-POTOSI, ubicado a más de 4,000 metros de altura,
este yacimiento argentífero más importante de la época colonial se puede
describir geomorfológicamente:
La extensión horizontal máxima de esa masa acumulada en un óvalo de unos
1,500 por 1,100 metros verticalmente es un cono invertido, cuyo extremo mayor
forma buen parte de la cima del cerro y el menor se estrecha hacia abajo, hasta
un reservorio volcánico que 900 metro por debajo de la cima de la colina tiene
solo 50 metros de espesor. Por encima de este reservorio fue por donde manaba
el material volcánico que configuro la acumulación, arrastrando consigo los
minerales metálicos que en última instancia formarían las grandes vetas de plata
que hicieron la riqueza de Potosí. La parte superior del cerro, por consiguiente,
volcánica, contiene 35 vetas y ramificaciones mayores, convergentes hacia
abajo, formando seis grupos principales. El enriquecimiento por oxidación del
material bruto tuvo lugar a profundidades de 500 metros (Assadourian, 1980).
Como se puede explicar, durante los primeros decenios de producción
argentíferas de Potosí se nota una continuidad de los métodos de extracción y
purificación de los metales preciosos con respecto a la época prehispánica, lo
que no es sorprendente si hablamos de los primeros trabajadores de Cerro Rico
de Potosí, provenientes de las antiguas minas de Porco donde las técnicas de
extracción desarrollaron dos innovaciones: El reemplazo de herramientas de
punta de acero y la excavación de galerías horizontales(socavones) desde la
cima del Cerro Rico, para interceptar los filones a niveles más profundos y
facilitar así la extracción, el drenaje y la ventilación.
El hablar de Potosí es señalar el inicio de la explotación española de los
yacimientos de Potosí por medio de pozos cavados directamente sobre los
filones de la cima del Cerro Rico, siendo Nicolás de Benino, originario de
Florencia, quien comenzó la carrera muy agitada de minero, siendo así uno de
los primeros en planificar y realizar la perforación de un socavón en Potosí, obra
que emprenderá a partir de 1556, es decir después de 11 años del
descubrimiento de los yacimientos, cuya iniciativa respondía a la necesidad de
acceder niveles más profundos en la búsqueda de minerales más ricos, en la
fase en que la producción del Cerro Rico comenzó a decrecer.
Para la construcción del primer socavón BENINO formó una compañía de doce
mineros propietarios de minas vecinas a la suya. Estas galerías horizontales
atravesaban el Cerro Rico de este a oeste, demandando esfuerzo y trabajo
reemplazándose día y noche. Tomando un tiempo no menos de veintinueve años
de trabajos, con alguna interrupción necesaria para construir 210 metros de
longitud (250 varas), veamos el caso de dramas de muerte entre los socios de
compañía y mitayos, quienes morían carbonizados cuando quisieron prender
fuego a la roca para hacerla más blanda y fácil de trabajar (Salazar-Soler, 2009).
Sin duda alguna esta iniciativa de Benino que según muchos autores la han
señalado muy ambiciosa para la época; fue una iniciativa acogida por la
comunidad de mineros y tuvo emulaciones, dado que las galerías horizontales
permitían trabajar de profundidad con menor riesgo. Hacia el año 1585 se
concluyeron otros ocho socavones, pues tomo mucho tiempo debido a la dureza
de la roca. Estas construcciones de las galerías fueron reglamentadas
legalmente indicando también que los propietarios de las minas debían pagar un
quinto de la producción extraídas al dueño del socavón, razón por la cual indica
que este proceso de construir socavones, en 1573, las minas de Potosí
alcanzaron una profundidad de 200 metros, mientras que en las minas incaicas
nunca habían sobrepasado los 70 metros de profundidad, esto concluye en que
la mano de obra fue realmente sobre explotada en el caso de los barreteros
cavando directamente sobre el filón desde la cima del Cerro Rico.
La explotación de los yacimientos mineros en Potosí también explicara el rol del
virrey Toledo quién a través de cartas solicitará contar con los beneficios de
Fernández de Velasco quien amaestrado por Bartolomé Medina; hombre que
aplico por primera vez el método de amalgamación en la mina de Pachuca en
Nueva España, repetirá este método en Potosí para así tratar satisfactoriamente
minerales de mediana y baja ley que para Toledo le permitirá sacar provecho en
los indios adoptando este nuevo método de amalgamación, y así ordenando a
los oficiales reales que le pagasen a Fernández un salario anual de 400 pesos
ensayados en su calidad de “MAESTRO MAYOR DE AZOGUES”. Asimismo
Toledo prescribió que el pago a los mitayos fuese hecho en mineral, prescrito
que anulara años más tarde debido a la oposición de que los indios de las
remesas continuaran siendo refinadores importantes y semiindependientes de
mineral, para así pagarles al contado(moneda).En conclusión excluirlos del
control de los medios de producción y de organización y dirección del proceso
de beneficio de la plata, justificándolo en que este nuevo método requeriría ser
movido por energía humana, animal o hidráulica para lo cual suponía un capital
fijo elevado.
La actividad minera dependería de los grandes capitales que generalmente sólo
podían ser suministrados por los mercaderes, quienes volvían a disponer de toda
su liquidez una vez 0concluidas las ferias comerciales, que se realizaban a la
llegada de los galeones. Los capitales que quedaban inactivos hasta el siguiente
año eran prestados a los mineros en dinero y provisiones. Estos últimos
trabajaban las minas con este capital mercantil y extraían enormes cantidades
de plata, devolviéndolo luego con enormes ganancias para la temporada de las
ferias comerciales. Los riesgos eran asumidos por el minero pues si no producía
lo previsto se arruinaba, mientras que para el mercader era sólo un mal año
(Quiroz, 1956, pág. 9).
2.1.2 HUANCAVELICA: LA CIUDAD DEL MERCURIO
Una vez puestas las minas bajo los interesados ojos del Estado, el virrey Toledo
dispuso su fundación oficial, realizada el 4 de agosto de 1571. Inmediatamente
se procedió a la formalidad del trazo de la plaza pública, con los respectivos
emplazamientos para los edificios destinados a los poderes religiosos y políticos,
a la vez que se hizo el reparto de solares para quienes se constituían en vecinos
principales: encomenderos mineros, o mineros, simplemente. Estos fueron un
total de 26 a 30, según el testimonio de Cantos de Andrade. La ciudad fue
fundada con el estatuto de "Villa" solamente, y recibió el nombre de Villa Rica de
Oropesa (Contreras, 1982, págs. 22-23).
Huancavelica fue fundada en 1571, mucho después que la mayor parte de
ciudades españolas en el Perú (que lo fueron entre 1532 y 1545, principalmente).
Había ya concluido la época de la Conquista y sus subsecuentes guerras "civiles"
y era entonces cuando precisamente el Estado colonial, como expresión de la
corona española, iba invadiendo el espacio político que la desaparición de los
caudillos de la Conquista venía dejando vacíos.
Durante la época colonial Huancavelica mantuvo los rasgos más visibles de la
ciudad pre-industrial, el mercado, por ejemplo, se ubicaba en un lugar céntrico,
las viviendas de la élite ocupaban asimismo las calles centrales, mientras que
las más modestas se ubicaban en la periferia. Las actividades que significaban
el ejercicio de la autoridad pública se realizaban públicamente. Así, por ejemplo,
la población de la villa debió acostumbrarse al espectáculo del control de
registro y salida de las mulas que abastecían la ciudad, realizado en la misma
plaza principal o de los Poderes.
Como se puede dar a conocer Huancavelica, a través de su estructura de
gobierno, se expresó bien esta voluntad de dominio imperial, sin embargo la
villa, enclavada en los Andes, al sureste de Lima, tuvo como razón de ser servir
de "asiento" a la población que trabajaba en las minas de azogue, colindante con
ella, así como también las condiciones más nefastas se dieron en las minas de
Huancavelica, donde los trabajadores no solo sufrieron intoxicaciones con el
azogue (azogados), sino con otros gases tóxicos más aún sabemos que se
producían derrumbes, pues al parecer que las rocas que rodeaban el mineral
eran suaves e inestables. (Quiroz, 1956, pág. 4)
Es posible distinguir una etapa inicial, correspondiente a sus cinco o seis
primeras décadas, cuando el "sello minero" estuvo presente en todos los niveles
de la vida urbana. Posteriormente este carácter monofuncional se iría, más que
perdiendo, encubriéndose por un conjunto de mecanismos económicos y
sociales, que si bien en última instancia desde la década de 1570 y a lo largo de
todo el período colonial, el mercurio (o azogue, como fue su nombre colonial) se
convirtió en el principal insumo para la producción de la plata, y las minas de
Huancavelica fueron el complemento indispensable de las de Potosí y otras
minas de plata de explotación posterior.
Sin embargo, más que la adjudicación del solar resultaba como distintivo de los
miembros de este grupo el hecho de recibir indios de mita para su servicio. Todos
los mineros "obligados" en los contratos con el Estado para la producción de
mercurio tenían derecho a una asignación de mitayos. Y aun cuando la norma
jurídica establecía que éstos no podían ser dedicados a menesteres distintos a
los relativos a la producción de mercurio, en la práctica dicha distracción
operaba, así como también se acostumbraba el alquiler de los indios a otros
mineros o españoles, convirtiendo de esta manera el derecho a recibir mitayos
en la percepción de una renta. La asignación más específica de "indios de
plaza" con que se distinguía a ciertos vecinos de la Villa resultaba, sin embargo,
el auténtico sello de esta aristocracia local. En efecto, cada seis meses asistían
50 indios de la provincia de Chumbivilcas a cumplir con esta clase de mita. Los
beneficiarios eran algunas instituciones de Huancavelica como Conventos, el
Hospital, el Correo o autoridades; pero también varios particulares en virtud de
algún inmemorial derecho.
La vida de estos vecinos no gozaba del carácter sedentario y apacible del
aristócrata rural clásico. Sólo quizás las autoridades por razones inherentes a
sus cargos, residían permanentemente en la villa, pero los principales mineros
solían buscar, cuando la oportunidad se presentaba, la vida más cómoda y
diversa de ciudades como Huamanga o Lima, las más próximas a la villa, o si
eran encomenderos se ocupaban de atender sus encomiendas cuando las
alternancias del ciclo de la producción minera se los permitía. Así, debían pues
mantener casa en por lo menos dos urbes, y la de Huancavelica quedaba
durante alguna parte del año desocupada.
2.2 EL CAPITAL Y SU CIRCULACION:
Nuestra problemática sobre el ciclo de circulación del capital minero ha recaído,
hasta ahora, sobre las conexiones y efectos que trasmite dentro del conjunto
regional peruano. Estas relaciones volverán a ser examinadas en otra etapa de
la investigación dedicada al análisis específico del sector minero. Vamos a
mencionar algunos de los problemas a tratar durante esta etapa, quizás el
primero, muy general y bastante mencionado en las fuentes coloniales, tiene
relación con la ley del mineral y la inversión de capital constante; hay yacimientos
"pobres", de ley baja, y yacimientos "ricos" con ley alta, pero la opción de explotar
uno u otro puede más bien depender de otro factor: el tamaño del yacimiento y
los cálculos sobre la inversión de capital fijo. Este parece haber sido el caso de
la minería andina, concentrada fuertemente en unos pocos yacimientos de gran
tamaño. Por otra parte, el proceso de producción minero se desarrolla bajo
ciertas premisas, entre ellas el empleo simultáneo de un gran número de
trabajadores, repartidos entre los distintos y enlazados procesos de las fases de
extracción y refinamiento, y el consumo concentrado de grandes masas de
medios de producción.
Estas premisas llevan al problema de las escalas de producción y a lo que Marx
llamó ley del "volumen mínimo progresivo de capital concentrado" en los
empresarios. Del carácter técnico de la producción surgen varios interrogantes,
entre otros la procedencia de los capitales invertidos en las empresas mineras
a lo largo de los tres siglos coloniales, cuáles fueron los cálculos y factores que
determinan las fases de acumulación ampliada, simple o negativa y, también, en
qué circunstancias y con qué magnitud pudieron darse las transferencias de
capital dinero, desde el sector minero a otras actividades económicas o a gastos
e "inversiones improductivas". Aparte de esta posible diversificación en las
inversiones, merece destacarse que el grupo minero no es absolutamente
homogéneo; las fases de extracción y refinamiento pudieron generar dos grupos
distintos de empresarios, con un enlace quizás no exento de contradicciones;
asimismo, aparecen como muy significativas las oposiciones y conflictos entre
los señores de minas e ingenios y el grupo de arrendatarios que aparece en
ambos sectores.
En este capítulo del capital y su circulación, se empleará el mayor porcentaje del
trabajo minero total, en donde hay dos categorías principales de trabajadores:
barreteros y cargadores. Los primeros requieren un cierto grado de
especialización y reciben una retribución salarial mayor. La proporción entre uno
y otro tipo de trabajador depende sobre todo de la profundidad de las minas. La
molienda y preparación final de los minerales exigen un trabajo vivo inferior al de
la fase precedente, pero en cambio es mucho mayor la proporción de capital
constante empleado. Este capital constante se invierte y consume como capital
fijo (represas, ingenios de molienda, casas de beneficio) y como capital circulante
(azogue, hierro, sal, cobre, plomo, combustible, fuerza motriz animal, etc.), que
representa el mayor porcentaje, transformado parte del quantum de plata
producida en medios de producción y fuerza de trabajo, llamando a este ciclo,
que recorre siempre las mismas fases y que en el flujo interrumpido de su
renovación expandido o sujeto a contracción, el ciclo de circulación del capital
minero. Sus operaciones se realizan en la órbita de la circulación y culminan en
la propia zona minera, en el mercado minero.
El ciclo de circulación del capital minero y la integración en el espacio económico
andino resulta una compleja serie de actividades y procesos en las fases de
extracción y refinamiento en donde los minerales ser desprenden en las galerías
de los indígenas y llevados hasta la superficie donde son clasificados y luego
sometidos a la molienda, empezando el tratamiento final que, en el Perú a partir
de 1575, una vez abandonada la tecnología anilina, consistió fundamentalmente
en la técnica de amalgama por mercurio, adopción que elevo mucho el costo de
la producción argentífera, dado los gastos que implicaba la construcción de
ingenios, como por ejemplo la construcción de un ingenio costaba entre 10000 y
50000 pesos (Salazar-Soler, pág. 172).
Las relaciones y efectos que suscita el ciclo de circulación del capital minero
podrían definirse mediante conceptos usados en los· análisis sobre la
organización espacial, por ejemplo "polo de crecimiento", "crecimiento regional
polarizado", o mediante los diferentes conceptos empleados en los análisis
sobre los procesos históricos del desarrollo económico, donde se valoran las
relaciones y transformaciones que fueron provocando el desarrollo de las
economías de exportación sobre el poblamiento, las redes de comunicación, la
puesta en valor de las economías regionales del espacio nacional.
Esto concluye que el ciclo de circulación del capital minero indica que la justeza
de un esquema del sistema económico colonial y de su organización espacial
depende, esencialmente, de la manera en cómo se concibe tanto la forma como
las funciones predominantes que la producción minera tuvo dentro de dicho
sistema. Igualmente, pensamos que respecto a esta cuestión principal todavía
impera una serie de postulados incorrectos. Esto se debe, en parte, a que la
producción colonial de plata fue un elemento importante en la dinámica de la
economía europea y en la formación del mercado mundial; en consecuencia, los
análisis tendieron a concentrarse exclusivamente sobre la articulación y los
efectos externos de esa economía exportadora colonial, descuidándose así la
investigación empírica y teórica del propio proceso de producción de la plata y
de los efectos que ocasionaba en el espacio productor. El énfasis puesto en los
efectos externos de la plata y el desconocimiento de los procesos internos que
desencadenaba su producción, conducen a percepciones inexactas sobre la
naturaleza y las funciones del sistema colonial (Contreras, 1982).
Recordemos que al buscar en el pasado "la desigualdad de posiciones y de
funciones dentro de una misma estructura de producción global" que explicara
el desarrollo y el subdesarrollo del presente, la producción colonial de plata es
considerada como estímulo e incluso como factor determinante de la transición
europea hacia el modo de producción capitalista, mientras en el espacio
productor, el colonial, la misma producción supuestamente contribuyó a la
conformación de una economía feudal-natural. Esta concepción, común tanto a
la historiografía liberal como a la marxista, ha sido reforzada en la última década
por la teoría de la dependencia, que define a las economías mineras de
exportación como enclaves, más integradas al mundo exterior que a la economía
del territorio en que funcionan. Estos puntos de vista son inaceptables puesto
que conducen a un divorcio definitivo entre la teoría y la realidad del pasado.
Tiene mucho más sentido, si queremos despejar el camino para un análisis
renovado de la minería y el sistema colonial, recordar los puntos de vista
antiguos.
Durante los tres siglos del dominio colonial la producción minera fue el objeto
privilegiado de la investigación y de la discusión política, económica y moral.
Reconstruir esa larga historia sería algo extremadamente apasionante e
instructivo, pues nos mostraría que los hombres del pasado observaron y
calificaron sus estructuras con mayor propiedad y profundidad que la actual
investigación histórica. En esta ocasión nos limitaremos a mostrar apenas un
ejemplo de las teorías y los debates antiguos, eligiendo para tal propósito las
observaciones de Fausto de Elhuyar, uno de los grandes expertos de la minería
colonial de finales del siglo XVIII. En el comienzo mismo de su obra, Elhuyar
presenta los principios generales que le permitirán demostrar la función
dominante de la minería dentro del sistema de la economía colonial; dichos
principios están referidos a las actividades que causan la riqueza de las
naciones; así empieza por indicar la confusión que provoca "la ignorancia del
verdadero influjo de cualquier ramo en la prosperidad común. Cuanto menos
conocimiento se tiene de su naturaleza y del encadenamiento de sus resortes
con los de los demás ramos que constituyen la prosperidad de un Estado, tanto
más se dificulta percibir y graduar su mérito positivo". Un poco más adelante este
enunciado se amplía y se precisa mejor: "por todos los países del universo
civilizado se observará en cada uno cierto o ciertos ramos que se distinguen, así
por su propia entidad, como por el impulso que dan, y extensión que motivan en
los demás, que sin su apoyo se mantendrían enervados y serían de poca
consideración. Estos segundos deben mirarse como dependientes de los
primeros y subordinados en el rango de su influjo en la prosperidad general, sin
que por esto dejen de contribuir a ella en su grado, y aun al mismo auge y vuelo
que tomen aquellos, por el enlace o encadenamiento que tienen todos entre sí
para hacerse más o menos necesarios los unos a los otros" De esta parte
podemos destacar dos puntos: Elhuyar, al exponer la relación entre los diversos
sectores, toma como objeto de análisis al sistema económico definido a través
de sus conexiones esenciales; en segundo lugar, define un criterio objetivo para
la construcción de su modelo: en toda sociedad (país), existe una determinada
producción que ejerce funciones dominantes, uno o varios ramos "que llevan el
timón y gobiernan en algún modo el curso, intención y velocidad de los demás",
es decir de todo el sistema. Por lo tanto, un "punto capital" del conocimiento,
prosigue diciendo Elhuyar, consiste en discernir cuál es la producción dominante
en cada sociedad, es decir en algunas naciones la primacía corresponde a la
agricultura y en otras a las manufacturas, en los casos de México y el Perú "el
cultivo de las minas y la elaboración de sus productos" constituyen la producción
económica dominante.
Elhuyar analiza tanto la conquista como la formación y reproducción del sistema
colonial. Con respecto a la conquista afirma, y tiene razón, que "nadie ignora"
que la abundancia de oro y plata "y la esperanza de conseguidos y enriquecerse
con facilidad, fue el principal aliciente que, así en aquellos primeros tiempos"
atrajo tanto los intereses privados como al propio Estado español a las nuevas
tierras descubiertas. Según Elhuyar, la minería "fue el primer ramo de industria
especial, que establecieron en estos países" los españoles que considera desde
la doble perspectiva externa e interna: "Apoyados en este ramo de industria los
primeros europeos consiguieron los dos principales objetos que de pronto les
interesaban. El primero, entablar sin dilación y con toda seguridad por su medio,
relaciones activas con la Península matriz. El segundo, excitar y propagar la
actividad en las gentes del país, así facilitando por medio del oro y la plata las
contrataciones y cambios de los frutos y producciones de la escasa industria que
hasta entonces había habido en él, como obligándolas a aplicarse con empeño
entre otras ocupaciones, a la solicitud y aprovechamiento de los criaderos de los
mismos metales preciosos, que reconocían ser el alma de la estabilidad y
progreso de todas las operaciones"
Esta forma de análisis de la producción minera, que combina la orientación hacia
el exterior con los efectos que suscita hacia el interior del espacio colonial, es la
que permite justamente descubrir toda la complejidad del desarrollo económico
colonial. Esta doble perspectiva, en consecuencia, debe ser recuperada en
nuestras investigaciones históricas. Veamos ahora cómo Elhuyar concibe la
función dominante de la minería en el proceso de formación de la nueva
economía colonial. Su análisis no se concentra en la esfera de la producción del
sector minero (relaciones de producción, capital, ganancia, acumulación, etc),
sino que expone más bien la relación del sector minero con los demás sectores
productivos, es decir la esfera de la circulación general, con lo cual su esquema
incluye el otro proceso fundamental del período colonial temprano, o sea la
mercantilización de la producción agraria. Para mostrar la primacía del sector
minero sobre el sector agrario durante el proceso de formación de la nueva
economía, Elhuyar hace varias consideraciones dentro de las cuales la más
importante, desde un punto de vista teórico, consiste en negarse a considerar a
la agricultura como "el móvil y agente principal" de la prosperidad de todos los
países, "porque en muchos, y acaso en los más, depende su misma existencia,
entidad y progresos de resortes extraños que la ponen en movimiento y
vivifican". También advierte otro aspecto fundamental muchas veces ignorado:
la alta productividad potencial de la agricultura colonial, donde "el trabajo de un
solo labrador basta para proporcionar el preciso alimento a muchos individuos";
enseguida añade que el crecimiento y la diversificación mercantil de la
producción agrícola no podían ser promovidos por el comercio exterior, salvo
para unos pocos efectos "de cierto valor". Al descartar la demanda internacional,
Elhuyar hace depender totalmente del mercado interno el proceso de conversión
de la producción agrícola en producción mercantil: "el recomendable ramo de la
agricultura no ha podido tener hasta ahora otro principio o motivo para su
fomento que el consumo interior de sus producciones..." Elhuyar concluye esta
parte del esquema indagando cuál fue la "otra clase de industria" que, desde el
principio, fomentó la producción agrícola. Compartimos su respuesta, no fue la
demanda de las manufacturas, ni la de las zonas ganaderas, sino "la acción
vivificante" de la producción minera "que en todo tiempo ha sido el que
principalmente ha sostenido y fomentado la población y diversidad de consumos
del país" (Assadourian, 1980, págs. 21-24).
2.3 LA MINERIA Y EL ESTADO:
Durante el periodo de la reestructuración de la economía colonial en el Perú, la
Corona obtuvo como regalía el pago del quinto de toda la producción minera del
Virreinato. Al inicio, la Corona quiso trabajar directamente las minas
“descubiertas” del Nuevo Mundo, pero en seguida se dio cuenta del alto costo
de la empresa. Luego se dictaron Leyes, a través de las cuales se reservaba una
parte de las vetas a la Corona. En lo que concierne al beneficio de los metales,
sabemos que por lo menos en 1570, había dos ingenios reales en Potosí
controlados por dos administradores asalariados.
A diferencia de la producción argentífera, la Corona siempre guardo los intereses
directos en razón a la producción de mercurio, ya que el gobierno español
conservó la propiedad de Huancavelica hasta 1782 y opto por entregar la
explotación del mineral a un grupo de mineros, quienes estaban obligados a
vender el azogue a la Caja Real de Huancavelica a un precio determinado con
anterioridad, pues la corona monopolizó la distribución del azogue y
determinando el precio de venta a los beneficiadores, que en tanto dueña de
todos los yacimientos, la corona española exigió un pago de una regalía a todo
los mineros, la cual correspondía a la quinta parte del mineral beneficiado por
cédula real expedida por los Reyes Católicos el 5 de febrero de 1504, declarando
y mandando que a todos se les permitiesen buscar, catear y labrar minas de oro
y plata donde las hallasen , con la razón de que pagasen la quinta parte de todos
los metales que beneficiasen a la corono y que no pudiesen usar de ellos sin que
el primero se les hubiese echado el sello del llamado el quinto.
En algunos casos, por ejemplo, para incentivar la producción, hubo una
reducción en el quinto, como en el caso de Castrovirreina en 1621 y en Nuevo
Potosí en 1640, en donde se decretó que, en lugar de pagarse el quinto, se
pagase el diezmo. Pero en el resto de minas de Charcas, Potosí y Oruro el pago
del quinto se mantuvo hasta 1736. Luego introducido el pago del diezmo.
(Salazar-Soler, pág. 172)
El cabildo repartía el resto del yacimiento entre los encomenderos y los demás
vecinos, hasta donde alcanzara. Los encomenderos ponían la mina en manos
de sus parientes o allegados o contrataban un minero, considerándolo de
manera semejante a un mayordomo y aprovechaban los recursos e indios de la
encomienda para la extracción. Pero los altos costos y la necesidad de un mayor
dominio técnico obligaban en muchas ocasiones a asociarse y formar compañías
entre mineros (que ponían el trabajo y la experiencia), mercaderes (que
aportaban capitales y esclavos negros) y encomenderos (que daban provisiones
y mano de obra indígena). A la larga el minero asumía la dirección de la
compañía, pero distaba mucho de ser el principal beneficiado, lo que redundó en
su baja estimación social.
El Estado incentivó la minería con leyes favorables, con estancos de la sal y el
azogue, estipulando muy bajos precios para la mano de obra, los productos
agroindustriales y controlando las tarifas. Pero las medidas beneficiaban más a
los mercaderes y socios capitalistas que a los mineros. Sin embargo, hubo
algunos ricos mineros que llegaron a ejercer un poder muy importante en todos
los niveles de la sociedad, pudiendo inclusive entrar en componendas con los
miembros de la Audiencia, como sucedió con los hermanos Salcedo, dueños de
las muy ricas minas de Laicacota, de quienes se decía “que no había quien no
les debiese favor alguno”
2.4 TECNICAS DE EXTRACCIÓN
Si se compara a la huayra con las técnicas de fundición que en ese momento
conocían los españoles, puede decirse que hasta 1575 la minería andina se
desarrolla sobre una base técnica estrecha. Luego, con la técnica del azogue y
el desarrollo de la producción a gran escala, puede ser correcta y aplicable
aquella afirmación de que la minería " pues requiere el empleo de capital y más
ciencias y técnicas colaterales que cualquier otra industria. " Esto plantea, entre
otras cosas, un examen comparativo entre el desarrollo tecnológico del espacio
colonial y el de Europa occidental, y lo que sería un posterior desfase desde
finales del siglo XVIII y principios del XIX.
En las fuentes coloniales sobre minería, la extracción aparece a menudo como
la fase tecnológicamente retrasada del proceso de producción, mientras las
innovaciones son frecuentes en la preparación y tratamiento final de los
minerales. Según esos documentos, las innovaciones estuvieron casi siempre
concentradas en el tratamiento de nuevos tipos de mineral; sin embargo,
suponemos que los empresarios y técnicos mineros prestaron igual atención al
aspecto de la productividad del trabajo (por ejemplo, el reemplazo de las jabecas
por hornos de aludeles en Huancavelica, o intentos por disminuir el tiempo que
tardaba en producirse la reacción en la pasta depositada en los cajones, etc.).
Esto indica el proceso del mineral extraído que era transportado a las
purificadoras cercanas a las corrientes de agua, en donde podían derivar el agua
y concentrar el mineral triturado, utilizando un instrumento llamado “quimbalete”
por los españoles que consistía en una roca grande curva por abajo y plana por
arriba, en cuya superficie se amarraba una viga con salientes a cada lado para
que dos hombres haciendo presión hacia abajo mecieran la roca y trituraran de
esa forma el mineral colocado debajo. Luego de ser triturado el mineral se
llevaba a un horno de viento o guairas, cuyos autores describen esta técnica:
Las guairas fueron utilizadas como método principal de purificación de los
minerales de plata hasta el decenio de 1570, cuando fueron reemplazadas por
el método de amalgamación, desarrollado a gran escala por primera vez por el
sevillano Bartolomé Medina, en las minas de PACHUCA- NUEVA ESPAÑA,
1555 (Salazar-Soler, 2009).
Según las descripciones de la segunda mitad del siglo XVI era un horno pequeño
portátil, de barro crudo antes del uso, forma troncocónica o troncopiramidal
cuadrada, invertida, alto, una vara (83,59 cm) o poco más: de media vara el
ancho de la base superior abierta o boca; y de una tercia la inferior, paredes del
grueso mínimo de un dedo, con orificios redondos repartidos con uniformidad o
predominantes en el pie, a modo de librillo se recoge el metal fundido y la escoria.
Su combustible era estiércol de llama con carbón, o solo de carbón; y el fuego
era avivado por el viento que penetraba por los agujeros de unas paredes:
guaira, en quechua significa viento.
Para el uso de la guaira los minerales requerían ser molidos. En la fundición se
requería dos tercios de minerales de plata de alta ley y un tercio mineral de plomo
con plata, conocido como plata, bajo el termino soroche, el cual era usado para
permitir que la plata pudiese correr, pues en su parte inferior se colocaba el
combustible e inmediatamente la mezcla de minerales, siendo el plomo el
primero en fundirse por ser el más blando, ayudando así a la fundición de la
plata. Estas guairas eran colocadas en las colinas de los cerros donde el aire el
aire soplaba con fuerza y eran de tres tipos de guairas.
Por otro lado, también se aplicó el método de amalgamación, pues los beneficios
de Fernández de Velasco quien amaestrado por Bartolomé Medina; hombre que
aplico por primera vez el método de amalgamación en la mina de Pachuca en
Nueva España, repetirá este método en Potosí que para Toledo le permitirá
sacar provecho en los indios adoptando este nuevo método de amalgamación, y
así ordenando a los oficiales reales que le pagasen a Fernández un salario anual
en su calidad de “MAESTRO MAYOR DE AZOGUES”. Es así que, a partir de
1573 por orden del dicho virrey, se establecieron maestros indios de
amalgamación que habían sido instruidos por Pedro Fernández de Velasco,
estos maestros se establecieron en centros públicos con prácticas en cada
parroquia india, para así aprender a refinar mineral de plata.
2.5 LAS MODALIDADES DE TRABAJO
2.5.1 LA MITA Y EL TRABAJO FORZADO COLONIAL:
Otro de los objetivos que se propuso Toledo fue disponer de una reserva de
fuerza de trabajo confiable y permanente en la cual adaptó la mita prehispánica
y la convirtió en un eficiente pero poco versátil sistema de trabajos forzosos. En
tiempos precolombinos se había establecido que los habitantes de los ayllus
debían servir por turnos al estado inca, realizando actividades de todo género,
desde trabajar en yacimientos mineros y en obras públicas, hasta conseguir
plumas de papagayo, pircar o levantar muros, juntar piojos, según palabras de
Atahualpa y sembrar coca. De esta manera se podía satisfacer la siempre
creciente necesidad de energía humana. Toledo aplicaría el mismo principio para
contar con la mano de obra que las diversas empresas coloniales requerían y
dispuso que una séptima parte de la población de una reducción o comunidad
debía trabajar por períodos determinados generalmente de tres meses en minas,
obrajes, haciendas y ciudades. Terminado el plazo los mitayos eran
reemplazados sucesivamente por otros grupos de trabajadores, hasta cumplir
los siete relevos, reiniciándose nuevamente el ciclo. Se estipulaba además que
los empresarios subvencionaran los gastos del viaje y remuneraran esta fuerza
laboral proporcionada por la Corona. En la práctica los empresarios interpretaron
de manera sui generis las disposiciones toledanas, extendiendo los plazos,
encargando a los mitayos tareas imposibles de cumplir para que se vieran
obligados a pedir ayuda a sus parientes, por lo general hijos y mujeres. De este
modo no sólo se obtenía un mitayo sino toda una familia de mitayos. Muchas
enfermedades laborales generadas por el trabajo en las minas de mercurio o en
las heladas punas potosinas acabaron con la vida de estos trabajadores
forzados. También en los hacinados e insalubres obrajes la salud de los mitayos
se quebrantó
La mita “perdería su credibilidad como importante fuente de mano de obra”,
encontrándose con frecuencia otras formas de disponer de fuerza de trabajo.
Gracias a la sorprendente adaptación y aculturación de la población andina, los
integrantes de las reducciones pudieron sobrevivir y en algunos casos
excepcionales vivir bien, a pesar de la permanente erosión de sus recursos y del
enorme maltrato a sus integrantes. Mal que bien, la mita y el tributo establecieron
contactos y oficiaron de vías de integración para la disímil población de indígenas
y españoles (Patrucco, 1967, págs. 7-9).
El hablar de la mita es explicar el sistema de explotación del trabajo que fue
haciéndose más inhumano, ya que la producción colonial sólo parecía
competitiva en la medida en que no se abonaran los salarios en dinero para evitar
la fuga de circulante de la región, se trataba de endeudar a los trabajadores con
la venta de alimentos, alcohol, medicinas u objetos inservibles. Los indios de
circunscripciones más lejanas o con menores vínculos de reciprocidad estaban
más expuestos a estos sistemas de endeudamiento, por lo que su estancia en
las minas se prolongaba meses enteros; tras un penoso viaje de regreso y
bastante más tarde de lo planeado, llegaban a sus comunidades donde los
esperaban las deudas contraídas durante su ausencia, y que no podían ser
saldadas porque no habían participado en la cosecha para escapar de tales
sufrimientos los posibles mitayos fugaban de sus parcialidades, provocando el
descenso demográfico del ayllu.
Los cambios establecidos por Toledo aceleraron la descomposición del mundo
indígena, pareciendo que “todo lo que se ordena en su bien se tuerce en su
ruina”. No en vano Matienzo señalaba: “Yo deseo todo el bien a los indios y a los
españoles y querría que todos se aprovechasen con el menor daño que se
pudiese de los indios y aun con ningún daño de ellos. Por su tierra nos da tantas
riquezas, es justo que no se lo paguemos con ingratitud. Comparemos lo que los
españoles reciben y lo que dan los indios, para ver quién debe a quién: dámosles
doctrina, enseñémosles a vivir como hombres, y ellos nos dan plata, oro, o cosas
que lo valen…”. El licenciado concluía su razonamiento explicando cómo, según
la doctrina escolástica, los metales no podían valer más que la urbanidad, debido
a lo cual los indios salían beneficiados. Sin embargo, Matienzo pensaba que la
mita no le exigía al indígena más de lo pedido durante el Tahuantinsuyo.
A mediados del siglo XVII, la mita no cumplía ya la función económica que le dio
origen, debido al descenso poblacional y al efecto de innumerables “revisitas” y
otras medidas que fueron sustrayendo a la población involucrada en este
sistema.
2.5.2 NUEVAS ESPECIALIZACIONES PRODUCTIVAS:
Estas nuevas modalidades de trabajo en la minería argentífera y tomando el
ejemplo de Potosí, se puede decir que la gran división a nivel de trabajo era la
que existía entre los trabajadores del interior de la mina y los de la superficie que
para ser más exactos eran los que laboraban en las purificadoras; esto explica
que el trabajo se realizaba de la siguiente manera: el mineral cortado por los
barreteros con la ayuda de la barreta, instrumento del cual derivaba su nombre,
transportado en capachos de tela o cuero sobre los hombres de los cargadores
indígenas llamados “apires” (del quechua apay, que significa transportar), hasta
las chanchas o plataformas niveladas en las bocaminas. Esto era un proceso
donde antes de ser llevado a las purificadores, el mineral era seleccionado para
descartar el desecho, por los “palliris” (del verbo quechua pallay, que quiere decir
coger del suelo o de árbol la cosecha o mies), quienes podían ser mujeres.
Además de estos trabajadores, existían los siquepiches (término quechua que
significa aproximadamente “los que van limpiando por detrás) término quechua
que significa aproximadamente “los que van limpiando por detrás), cuyo trabajo
consistía en juntar escombros para mantener despejado el paso para los apires.
Los distintos trabajos especializados eran dirigidos por cierto número de indios
supervisores o pongos (de la palabra quechua punku, que quiere decir puerta o
portada). Este término punku designó también a los indios que podemos
considerar como mineros profesionales, quienes se beneficiaban directamente
del mineral explotado, con el compromiso de ceder una parte del mismo señor
de minas, pues estos trabajaban en las minas de forma independiente, con sus
propias herramientas, para así este mineral extraído por estos punkus sea
colocado como el “gato” o mercado de metales de rescate, para luego ser
beneficiados por fundición en las guairas. Estos punkus eran los equivalentes de
los indios varas que eran trabajadores independientes por lo general yanaconas.
(Salazar-Soler, 2009).
Como podemos analizar en razón a las modalidades de trabajo, la mano de obra
que trabajaba en el interior de la mina no era calificada, a diferencia de la que se
requería en los ingenios o purificadoras en cuanto a el beneficio del mineral pues
antes de la introducción de la amalgamación, aparece claramente un solo
especialista: el guiador, quien operaba en el horno indígena siendo así que
según diversos autores al señalar el padrón de yanaconas de Potosí de 1575,
encuentran que el 80% de los que vivían ahí eran guiadores, agregando que los
primeros indígenas que se especializaron en alguna técnica española fueron
aquellos que aprendieron a utilizar los hornos a viento, del tipo castellano, en
Porco.
Es así que más tarde con la amalgamación, la necesidad de una mano de obra
más calificada en las purificadoras corresponde también a la preponderancia de
mano de obra voluntaria en estos establecimientos y a la presencia de mitayos
en la extracción. En los ingenios, trabajaban los indios morteros, quienes
echaban el mineral para la trituración debajo de los martinetes de los molinos, al
parecer también paleaban el mineral triturado sobre tamices inclinados y
pasaban nuevamente por el molino el mineral no suficiente fino para atravesar el
tamiz.
La preparación para la amalgamación, es decir, la mezcla del mineral triturado
con el mercurio que se realizaba seguidamente estaba a cargo del beneficiador
o purificador. Su función era clave para la realización de la amalgamación, en la
mayoría de los casos, encontramos a un español o aun mestizo desempeñando
esta función, aunque según los manuscritos muestran, por lo menos, el caso de
un indio beneficiador en el distrito de Potosí.
En el proceso físico del mezclado del mineral con las otras sustancias una vez
formada la amalgama, los lavadores o tinadores se encargaban de lavarla para
separar los desechos.
Entre el personal indígena más especializado, un ingenio podía contar con un
leñatero para recoger combustible (leña, madera para fuego), un carbonero para
hacer carbón y un hornero aveces llamado quemador, para supervisar el tostado
del mineral sulfatado antes de la amalgamación y la producción del magistral
mediante el tueste de piritas en el horno (Contreras, 1982, pág. 110).
Por otro lado, el oro fue trabajado a niveles más bajos, dado que la mayoría se
encontraba en depósitos aluvionicos debajo de la cadena de montañas, de
donde tenía que ser removido por acción hidráulica. Gran parte del oro se
encontraba localizado en el piedemonte amazónico y era difícil de extraer debido
a las condiciones de vida que esta tarea implicaba. En lo que concierne al
proceso de purificación de oro, este consistía básicamente en la separación de
la arena de los ríos o de algunas rocas, cuando se encontraba en vetas. La batea
o el lavado por medio de la desviación de aguas fue la solución. Luego, seguía
la amalgamación, pero el oro siempre se presentaba juntamente con otros
minerales y la amalgamación producía una aleación. El método utilizado para
separarlos fue por medio del ácido nítrico.
CONCLUSIONES

En su aspecto teórico, el bullonismo tuvo como objetio va la acumulación de


metales preciosos bajo la convicción de que de solo este hecho y de la
conservación de tales metales dependía la riqueza y el bienestar económicos.
a esta acumulación le era inherente la posesión directa de los espacios donde
existieran minas de oro y plata, el atesoramiento y no la capitalización de los
metales finos extraídos.
De otra parte, la acumulación bullonista presuponía la aplicación de conductas
exaccionadoras motivadas por la idea de ser dichas riquezas «el botín», «el
premio» o la dote que la autoridad de Dios concedía por los méritos de la
conquista y cristianización.
El bullonismo colonial asumía que la defensa y explotación de los metales
preciosos dependía en gran medida de la fortaleza del espíritu patrimonial
presente en el señoritismo de cada individuo.
Se implementaron medidas destinadas al fomento de la producción en el
territorio peruano abordó los puntos siguientes:
Primero. Entrega de «tierras de granjería». Suelos ofrecidos para constituir en
ellos una empresa o negocio productivo orientado al mercado, y lo suficiente
para asegurar a sus titulares una renta que los convirtiera en agentes activos
de) consumo de los artículos del tráfico comercial controlado por España.
Segundo. Desplazamiento y concentración de la población nativa en pueblos o
reducciones de indios. Dejando de lado el pueblo de indios de Santa María
Magdalena (Lima, 1557),la fundación de estos pueblos comenzó durante el
gobierno del licenciado Lope García de Castro, quien en 1565ordenó a los
corregidores de indios que «procuren con mucho celo que los indios se
reduzcan a pueblos como por su majestad está mandado [viendo que los
lugares escogidos] tengan agua, tierras, pastos y montes» .
Tercero. Creación de espacios libres aptos para la agricultura empresarial en
los suelos comunales dejados por los naturales que fueron desplazados y
concentrados en las reducciones.
Cuarto. Fijación del jornal mínimo-tope de un tomín de plata corriente (12 granos)
y un cuartillo de maíz. El monto de este jornal fijado por el Estado (en 1552) para
pagar el trabajo del indio de alquiler (voluntarios y forzados), aligeraba
enormemente el costo laboral de los empresarios. quienes no obstante lo
observaron y solicitaron a la real audiencia su reducción a sólo dos granos de
plata. Los empresarios sustentaron su pedido argumentando que pagando un
tomín de jornal les era imposible labrar las sementeras.
Quinto. Organización forzada de la mano de obra indígena mediante el
establecimiento de los repartimientos masivos de indios para laborar en las
tierras empresariales. Estos repartimientos empezaron en 1552, estando la
designación de los mismos en poder del gobierno. Durante el gobierno del
licenciado Lope García de Castro fueron sustituidos por el sistema de mitas luego
de largos debates que tuvieron lugar en 1567.
Sexto. Señalamiento de «situaciones» o pensiones sobre las rentas de
encomienda y de real hacienda a favor de los granjeros.
Séptimo. Reconocimiento de un régimen tributario promocional mediante el
mantenimiento dela exoneración del pago de alcabala.
Los yacimientos de mercurio de Santa Bárbara fueron descubiertos en 1563 y
proporcionaron prácticamente todo el mercurio requerido por Potosí durante sus
años de explotación. Potosí y Huancavelica constituyeron los pilares sobre los
cuales reposó la economía colonial en las palabras del Virrey Toledo. La Minería
Constituyó el “motor” de la colonización y el eje de la economía peruana. La
prioridad, sin embargo, estuvo en Potosí y Huancavelica. Los demás yacimientos
no recibieron la misma atención ni apoyo por parte de las autoridades coloniales.
El hablar de Potosí es señalar el inicio de la explotación española de los
yacimientos de Potosí por medio de pozos cavados directamente sobre los
filones de la cima del Cerro Rico, siendo Nicolás de Benino, originario de
Florencia, quien comenzó la carrera muy agitada de minero, siendo así uno de
los primeros en planificar y realizar la perforación de un socavón en Potosí, obra
que emprenderá a partir de 1556, es decir después de 11 años del
descubrimiento de los yacimientos, cuya iniciativa respondía a la necesidad de
acceder niveles más profundos en la búsqueda de minerales más ricos, en la
fase en que la producción del Cerro Rico comenzó a decrecer.
Los españoles utilizaron conceptos, conocimientos o creencias prehispánicas
con fines no solo religiosos sino también económicos y científicos; así
proponemos que los españoles fueron descubriendo yacimientos auríferos y
argentíferos al conseguir información sobre las huacas, por ejemplo, hacia el sur
del territorio peruano descubrieron las minas de oro todas ellas consideradas
huacas de la época prehispánica. Asimismo, en el siglo XVI la explotación
argentífera no hubiera cobrado importancia que tuvo sin el descubrimiento de las
minas de mercurio, elemento indispensable en el beneficio de los minerales de
la plata.
La extracción aparece a menudo como la fase tecnológicamente retrasada del
proceso de producción, mientras las innovaciones son frecuentes en la
preparación y tratamiento final de los minerales.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Quiroz, C. F. (1956). De la colonia a la república independiente . LIMA, PERÚ.

Salazar-Soler, C. (Ed.). (2009). Compendio de historia económica del Perú II: Economía del
período colonial temprano (Vol. II). Lima, Perú: BCR; IEP.
ANEXOS

REESTRUCTURACIÓN DE LA ECONOMÍA COLONIAL


Problema general:
 ¿Qué medidas adoptaron los españoles para reestructurar la
economía en el periodo del Perú Colonial durante el siglo XVI Y XVI?
Preguntas Objetivo General: Objetivo Específicos:
específicas:  Determinar y  Describir las
 ¿Cuáles fueron explicar las medidas
las medidas medidas económicas que
económicas que adoptaron los instituyeron los
instituyeron los españoles para españoles para
españoles para reestructurar la reestructurar la
reestructurar la economía en el economía
economía periodo del Perú Colonial durante
Colonial durante Colonial durante el siglo XVI Y
el siglo XVI Y el siglo XVI Y XVII
XVII? XVII.  Conocer las
 ¿Qué técnicas se técnicas
implantaron para desarrolladas
reestructurar la para reestructurar
economía la economía
Colonial durante Colonial durante
el siglo XVI Y el siglo XVI Y
XVII? XVII
 ¿Cuáles fueron  Conocer y criticar
las distintas las distintas
formas de trabajo formas de trabajo
de los españoles de los españoles
hacia los hacia los
indígenas?. indígenas.

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