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INDECI
INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................ 2
CAPÍTULO I: MEDIDAS ECONÓMICAS PARA LA REESTRUCTURACIÓN DE LA
ECONOMÍA EN EL PERÚ COLONIAL .................................................................................. 3
1.1 INTRODUCCION DE LA MONEDA ............................................................................. 3
1.2 EL NUEVO REGIMEN TRIBUTARIO .......................................................................... 5
1.3 LA ENCOMIENDA, LAS MERCEDES Y LOS CORREGIDORES.......................... 7
1.4 LA AGRICULTURA Y LA GANADERÍA ................................................................... 10
1.4.1 LA PRIVATIZACIÓN DE LA TIERRA ................................................................ 11
1.4.2 LA HACIENDA: ROL E IMPORTANCIA ........................................................... 14
1.4.3 LOS MERCADERES ............................................................................................. 16
1.3.4 LA GANADERÍA .................................................................................................... 17
1.5 El COMERCIO Y LAS NUEVAS RUTAS TERRESTRES ...................................... 19
CAPÍTULO II: LA MINERIA Y FORMAS DE TRABAJO .................................................. 23
2.1 LA MINERIA ................................................................................................................... 23
2.1 DESARROLLO: POTOSI Y HUANCAVELICA ........................................................ 24
2.1.1 POTOSÍ: LA CIUDAD DE LA PLATA ................................................................ 24
2.1.2 HUANCAVELICA: LA CIUDAD DEL MERCURIO ........................................... 26
2.2 EL CAPITAL Y SU CIRCULACION: .......................................................................... 27
2.3 LA MINERIA Y EL ESTADO: ...................................................................................... 31
2.4 TECNICAS DE EXTRACCIÓN.................................................................................... 32
2.5 LAS MODALIDADES DE TRABAJO ........................................................................ 34
2.5.1 LA MITA Y EL TRABAJO FORZADO COLONIAL: ........................................ 34
2.5.2 NUEVAS ESPECIALIZACIONES PRODUCTIVAS: ........................................ 35
CONCLUSIONES..................................................................................................................... 38
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ..................................................................................... 40
ANEXOS .................................................................................................................................... 41
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo reestructuración de la economía en el Perú Colonial basa su
estudio en los siglos XVI Y XVII. Con la llegada de los españoles al
Tawantinsuyo, se inició una nueva etapa para los antiguos peruanos. Los
conquistadores que llegaron al Perú rápidamente consolidaron sus dominios
sobre las nuevas tierras descubiertas, no obstante, luego la corona española
reclamaría la autonomía sobre los dominios, causando enfrentamientos con los
conquistadores.
Los españoles causaron grandes cambios en el terreno económico. Introdujeron
animales, cultivos y tecnología que para los indígenas eran cosas extrañas. Pero
más importante, trasladaron nuevas instituciones que regían la economía. Como
la moneda, el trabajo asalariado, las ciudades y la hacienda o latifundio
agropecuario. La minería fue un nuevo sector productivo, esto significó vincular
la economía peruana con el mundo. Sin embargo, también significó grandes
cambios en la sociedad.
La llegada de los españoles causo una gran despoblación entre los nativos.
Debido a que estos trajeron consigo enfermedades desconocidas, guerras y
maltrato abusivo de los conquistadores hacia los indígenas a quienes los
utilizaban como animales de carga.
Existía la tierra, pero el trabajo era totalmente escaso. Había la necesidad de
atraer a los trabajadores para que extraigan los recursos naturales. No existía
aun el capital monetario. Para Carlo Lazo esto se debía a la mentalidad
económica bullonista que se tenía. Solo se pensaba extraer y acumular metales
preciosos; conseguirlos a como dé lugar.
¿Pero cómo se conseguía la mano de obra? El uso del poder autoritario militar,
religioso o de organización o también amenazándolos de que si no cumplían
recibirían fuertes castigos (la esclavitud). Ante todo, esto no les quedaba otra
cosa a los indígenas que ofrecer su trabajo.
CAPÍTULO I: MEDIDAS ECONÓMICAS PARA LA REESTRUCTURACIÓN
DE LA ECONOMÍA EN EL PERÚ COLONIAL
Con el correr de los años, las monedas de la tierra se continuaron usando, sobre
todo, en los lugares donde no corría el dinero-pasta ni los discos acuñados, ya
fuese por no existir minas o por quedar ubicadas fuera de las rutas del comercio
principal. Se observa además en estos lugares que, a las especies monetarias
ya mencionadas, se agregaban los productos más importantes de la economía
colonizadora. En Cajamarca, Quito y Loja este rango lo tendrían las piezas de
ganado vacuno, por ejemplo (García, 2002).
La moneda ingresó de esta manera en los Andes junto con los españoles. En su
primera época predominaron los pesos corrientes, no ensayados ni sellados, se
ha calculado que cada uno equivalía a 360 maravedises, aunque no es una
equivalencia constante; dicha monedad circuló profusamente con varios valores
hasta que se reglamentó el peso ensayado con un valor de 450 maravedises, en
los tiempos del virrey Francisci de Toledo. Posteriormente se llamó peso
corriente a la moneda también llamada macuquina o bárbara, no marcada ni
sellada, que continuó circulando. El peso sellado tuvo también valores diferentes,
siendo el más generalizado el de ocho reales; los hubo también de 9, 11, 12, ½
reales. Estos últimos fueron denominados pesos fuertes o dobles. En casos
específicos se fijó el valor del peso para determinarlas operaciones, por ejemplo,
el virrey Toledo señaló que los reales quintos y los tributos indígenas debían
pagarse en pesos de 12 reales y medio (425 maravedises). El peso ensayado
clásico o legal era de 450 maravedises, equivalente a 13 ¼ reales. Era la moneda
de referencia (Pease, 1992).
Cuarto. Fijación de este jornal fijado por el Estado (en 1552) para pagar el trabajo
del indio de alquiler (voluntarios y forzados), aligeraba enormemente el costo
laboral de los empresarios, quienes no obstante lo observaron y solicitaron a la
real audiencia su reducción a sólo dos granos de plata. Los empresarios
sustentaron su pedido argumentando que pagando un tomín de jornal les era
imposible labrar las cementeras (Libros de cabildos de lima)
Al ser los indios vasallos de los españoles, estaban obligados a tributar; de esto
se encargaron inicialmente los encomenderos para financiar la conquista. El
encomendero solo tenía derecho a percibir los tributos, más no al acceso de
tierras por esta vía. Lograba obtener tierras a través de las mercedes de tierras,
pero para ello era necesario determinar la “propiedad conocida de los indios”.
Obligar a los indios a trabajar, para que subsidiaran era el único objetivo, se
intentaba solo como pantalla querer reconocerle sus derechos, pero solo era
puro palabreo. Para esto se pasó a la privatización de la tierra, se quería dar una
imagen de mercado a la tierra, que estos den bienes agropecuarios para que
luego se conviertan en mercancía.
Los indios habían tenido una larga experiencia de intercambios de especies por
dinero en sus tratos con el encomendero, los oficiales reales, los curas y el
corregidor. Con más habilidad de la reconocida por los propios españoles, hacían
que sus ganados jugaran el papel de moneda de cambio, de acumulación y de
negocio puro y duro; sin embargo, la avidez del mercado naciente de las
ciudades y sobre todo de los asientos minerales, que los había variados en el
ámbito de la sierra sur central del Perú, fue mermando los recursos que eran
perecibles y las técnicas de reproducción que no estaban pensadas para el
nuevo tipo de consumo. A pesar de ello, distaban mucho de ser pobres. Toledo
pretendió racionalizar la imposición tributaria hacia la moneda, la
mercantilización de la mano de obra, la disminución del manejo poderoso de los
caciques y la ampliación de la tierra en manos de la república de españoles; pero
el tránsito no podía ser violento (Glave, 2009).
Las compañías existieron desde muy temprano. Algunas compañías pueden ser
denominadas “reducciones”, como las que improvisaron desde muy temprano,
en algunos valles de la costa, los clérigos doctrineros —dominicos o
franciscanos— que vivían con los indios. En estas reducciones, los religiosos
ponían la industria y los indios, las tierras y el trabajo. De esta manera,
pretendían ayudarlos a obtener beneficios, a la vez que financiaban sus obras.
Los curacas se comprometían a “liberar” espacios adecuados para el cultivo
continuo, con el traslado de aldeas y familias indias dispersas a unos
emplazamientos cercanos a la parroquia reducción. El modelo será luego
implementado por la gran Visita toledana y, en cualquier caso, abrió las puertas
a la formación de las haciendas (Glave, 2009).
Pero, de qué me servía tener un pedazo de tierra sino había nadie quien lo
labrara. Para eso se mantuvieron cosas básicas de los indígenas, como por
ejemplo el trabajo para la tierra se le fue obligado a los yanaconas. “Los
indígenas que reconocían señores, por vínculos ancestrales de dependencia o
por violencia de los encomenderos y funcionarios, fueron los primeros
trabajadores; sin embargo, conforme se estructuraba más el dominio, estos no
fueron suficientes. Ahora centrémonos en otra forma de adquirir mano de obra
que fue la mita agraria. Los “séptimas” (uno de cada siete tributarios útiles de la
comunidad) o mitayos se repartían por cuotas a las haciendas, aunque la mita
minera e incluso la urbana fueron más organizadas y controladas que la mita
agrícola. Al parecer, las zonas ganaderas fueron las más beneficiadas por la mita
del campo” (Glave, 2009).
1.3.4 LA GANADERÍA
La documentación pasada muestra que en la ganadería ocurrieron diversos
fenómenos. Por ejemplo, en pocos años de la colonia los camélidos fueron
registrados en un “padrón de indios ricos”, para F. Pease esto era determinado
por el número de cabezas de ganado que poseían. Esto se debió a que los
ganados que figuraban como “del Inka o del Sol” en las informaciones que
adquirirían los españoles eran considerados como aquellos que eran repartibles
entre los conquistadores españoles. Esto motivó su reparto, en todo el norte y
por supuesto que en el cusco y sus inmediaciones. “Los frailes dominicos
parecen haber entendido la finalidad del ganado “comunal” y estuvieron
estimulando que el mismo fuera vendido para ayudar a pagar el tributo, lo cual
fue sancionado por la administración española que ordenó levantar, en cambio,
el mencionado censo de “indios ricos” (Pease, 1992).
Sevilla se volvió el puerto principal, es por ello que se originó y organizó la Casa
de contratación de Sevilla, el más alto organismo comercial para el mundo
español en las indias. Luego este sería reemplazado por la Corte de cadiz y
abundarían las compañías comerciales. Dentro de este tipo de comercio,
participaron alemanes y genoveses, esto lo podemos corroborar al encontrar
capitales no españoles en el tráfico mercantil.
Potosí se volvió un punto importante, desde allí hasta el mar se estableció la ruta
de la plata y luego del descubrimiento de la mina de azogue de Huancavelica se
complementó en la ruta del mercurio. Pero el tráfico de la plata y del azogue
fueron minoritariamente terrestres; nunca hubo una ruta efectivamente utilizada
en gran escala por tierra entre Lima y Potosí al puerto de Islay primero, por la vía
de Junín y Arequipa, y después directamente de Jníni a Arica, cuando este último
puerto fue habilitado como zona oficial de embarque de plata. La vía del azogue
transcurría transversalmente también desde Huancavelica hasta Tambo de
Mora, puerto en el cual se embarcaba con destino a Arica, para seguir desde allí
al centro minero de Potosí en sentido opuesto al de la plata. Así se diseñó desde
el siglo XVI el camino de la exportación, transversal a los Andes, en dirección a
los puertos, tendencia mantenida en buena cuenta hasta nuestros días. El tráfico
de minerales por la ruta terrestre, desde Huancavelica hasta Potosí, pasando por
Guamanga y el Cuzco, fue abiertamente minoritario y generalmente en forma de
contrabando (Pease, 1992).
La encomienda enriquecía las rutas terrestres, sus beneficiarios deseaban
transformar en dinero el producto de las mismas (objetos) en los mercados
urbanos, y después en las zonas mineras al alcance.
La lucha por los recursos indígenas no se limitó, pues, a las tierras, sino que
también implicó el servicio de la circulación. Según denunció el fiscal limeño,
licenciado Ramírez de Cartagena, en 1572, cuando el virrey Toledo partía para
el Cuzco para hacer la Visita, dio como merced a la ciudad todos los tambos del
distrito. El municipio podría arrendarlos y poblarlos de acuerdo a sus
necesidades. El fiscal señalaba que esos tambos eran de los indios y que no era
lícito que se los quitaran. Las autoridades ediles comenzaron a hacerse de los
tambos, tomando las mejores tierras y ejidos que tenían los indios para aplicarlas
al tambo, “obligándolos a un servicio personal insufrible”. Pedía que se expidiera
nuevamente la cédula que amparaba a los indios en la posesión de los tambos.
En el contexto de la reducción que empezaba Toledo, tantas obligaciones de
servicios y tanto despojo amenazaban seriamente la reproducción de los
naturales. Hubo, desde luego, algunos lugares en donde fue necesario fundar
tambos, pues la red de caminos andinos había sufrido mucho con las guerras de
conquista. Asimismo, nuevas rutas o mayores flujos en algunas hicieron que la
puja por tomar este servicio y negocio no fuera solo sobre los tambos formados
por la sociedad nativa. Por ejemplo, en el valle de Mala, cercano a Lima, el
presidente Gasca otorgó la merced de fundar un tambo al conquistador Pedro
de Alconchel bien porque no había mesón o porque el que tenían estaba
deshecho. Esa fundación daba derecho a la anexión de tierras, por ejemplo, y a
cuotas de trabajadores indios adscritos al servicio. Si bien los tambos eran una
necesidad pública, el negocio era privado y subsidiado provechosamente. Como
siempre, la justificación era la “protección” de los indios. Como se habían
denunciado continuos abusos, porque se les cargaba con bastimentos o
simplemente se les arrancaba de sus aldeas para que vayan por los caminos o
para que se encargaran de atender gratuitamente las caravanas de viajantes que
pasaban, el tambero sería una suerte de protector de los indios, al encargarse
de proveer de bienes y servicios tasados y pagados. Como una nueva hacienda,
el tambo de Mala pasó a la posesión de Pablo de Montemayor, yerno de
Alconchel (Glave, 2009).
Alberto de Acuña dio cuenta en 1596 de algunas cuestiones tocantes a los indios
del reino, como abogado general que era de ellos. Entre esas advertencias, se
refirió a los caminos y puentes. Los caminos en esta tierra se encuentran en
laderas levantadas que es necesario labrar a mano y, como son muy transitados,
se derrumban y se tienen que reparar continuamente. Los puentes sobre ríos
caudalosos son muchos y no se hacen de piedra, sino de crisnejas. Era suficiente
antes de la Conquista, cuando solo se circulaba a pie y, a veces, con algún
carnero de la tierra cargado, pero luego se gastaba mucho porque los
descomponían los caballos y las recuas de mulas. Para su reparo se había
dispuesto que contribuyan todos los interesados, pero no se guardaba este
precepto con los indios. Solo existía una tradición del tiempo de los yungas de
que los indios comarcanos hagan los caminos y puentes, sin que por ello se les
pagase jornales ni materiales, ni se les sustentase durante el tiempo que se
ocuparan de ello. Por eso, pidieron que se les pague jornales y sustento por el
tiempo que se ocupen y se pensione para ello a quienes se beneficien (Glave,
2009).
Los indios cuidaban los puentes; era una obligación moral. Ya que eso formaba
parte de su cultura, de su historia. Mantenían organización ejemplar, pero
lamentablemente los españoles no respetaron eso. Utilizaron y veían todo solo
como capital y no como historia.
CAPÍTULO II: LA MINERIA Y FORMAS DE TRABAJO
2.1 LA MINERIA
Y Entre todas las partes de Indias los reinos del Pirú son los que más abundan
de metales, especialmente de plata, oro y azogue; y es en tanta manera que
cada día se descubren nuevas minas; según es la cualidad de la tierra, es cosa
sin duda que son sin comparación mucho más las que están por descubrir que
las descubiertas, y aun parece que toda la tierra está como sembrada de estos
metales, más que ninguna otra que se sepa al presente en el mundo, ni que en
lo pasado se haya (Assadourian, 1980).
La documentación colonial cuenta que los trabajos que Gonzalo Pizarro llevaba
a cabo en los yacimientos de incas de Porco en donde a tan solo 30 kilómetros
de ahí, en 1545 los españoles descubrirán lo que se convertiría en los
yacimientos de plata más importantes de América.
Según los investigadores señalan que estos yacimientos no fueron explotados
por los incas, pero a su parecer no fueron desconocidos, ya que el CERRO RICO
DE POTOSÍ era considerado una huaca que según la época prehispánica estos
la dividían en dos tipos de minas y explotación minera: las minas del Inca y las
minas de las comunidades o ayllus. Estas minas- montañas del Inca eran
consideradas huacas en las cuales adoraban y veneraban como tales; esto
posibilita deducir que los españoles se dieron cuenta muy rápidamente de la
coincidencia entre huaca y mina para así utilizarlas con una forma de cateo para
descubrir los grandes yacimientos mineros prehispánicos.
Esto demuestra que desde el inicio de la empresa colonial, los españoles
utilizaron conceptos, conocimientos o creencias prehispánicas con fines no solo
religiosos sino también económicos y científicos; así proponemos que los
españoles fueron descubriendo yacimientos auríferos y argentíferos al conseguir
información sobre las huacas, por ejemplo hacia el sur del territorio peruano
descubrieron las minas de oro de Vilcabamba, de Carabaya y de Chuquiabo,
Porco y Potosí, todas ellas consideradas huacas de la época prehispánica.
Asimismo, en el siglo XVI la explotación argentífera no hubiera cobrado
importancia que tuvo sin el descubrimiento de las minas de mercurio, elemento
indispensable en el beneficio de los minerales de la plata.
Los yacimientos de mercurio de Santa Bárbara fueron descubiertos en 1563 y
proporcionaron prácticamente todo el mercurio requerido por Potosí durante sus
años de explotación. Potosí y Huancavelica constituyeron los pilares sobre los
cuales reposó la economía colonial y en palabras del Virrey Toledo: “LOS EXES
DONDE ANDAN LAS RUEDAS DE TODO LO DESTE REYNO Y LA HAZIENDA
QUE VUESTRA MAJESTAD EN ÉL TIENE”
La Minería Constituyó el “motor” de la colonización y el eje de la economía
peruana. La prioridad, sin embargo, estuvo en Potosí y Huancavelica. Los demás
yacimientos no recibieron la misma atención ni apoyo por parte de las
autoridades coloniales. La pequeña minería fracasó debido principalmente a la
escasa inversión, la explotación irracional, la baja ley del mineral, la falta de
mano de obra, la ausencia de créditos y las inundaciones. Los centros pequeños
tuvieron una existencia efímera y no llegaron a generar los circuitos comerciales
que sí surgieron en Potosí y Huancavelica (Quiroz, 1956, págs. 4-5).
2.1 DESARROLLO: POTOSI Y HUANCAVELICA
2.1.1 POTOSÍ: LA CIUDAD DE LA PLATA
En los Andes, muchos de los yacimientos explotados por los españoles fueron
el producto de una orogénesis terciaria durante la formación de la cordillera de
los Andes en el terciario, las fisuras de la roca fueron llenadas con minerales
metálicos, entre los cuales en donde se encontraba la plata. Las vetas se
formaron a grandes alturas; por ello, gran parte de los centros mineros del Perú,
en general, y de charcas, en particular, estaban localizados a gran altura. Tal es
el caso del CERRO RICO-POTOSI, ubicado a más de 4,000 metros de altura,
este yacimiento argentífero más importante de la época colonial se puede
describir geomorfológicamente:
La extensión horizontal máxima de esa masa acumulada en un óvalo de unos
1,500 por 1,100 metros verticalmente es un cono invertido, cuyo extremo mayor
forma buen parte de la cima del cerro y el menor se estrecha hacia abajo, hasta
un reservorio volcánico que 900 metro por debajo de la cima de la colina tiene
solo 50 metros de espesor. Por encima de este reservorio fue por donde manaba
el material volcánico que configuro la acumulación, arrastrando consigo los
minerales metálicos que en última instancia formarían las grandes vetas de plata
que hicieron la riqueza de Potosí. La parte superior del cerro, por consiguiente,
volcánica, contiene 35 vetas y ramificaciones mayores, convergentes hacia
abajo, formando seis grupos principales. El enriquecimiento por oxidación del
material bruto tuvo lugar a profundidades de 500 metros (Assadourian, 1980).
Como se puede explicar, durante los primeros decenios de producción
argentíferas de Potosí se nota una continuidad de los métodos de extracción y
purificación de los metales preciosos con respecto a la época prehispánica, lo
que no es sorprendente si hablamos de los primeros trabajadores de Cerro Rico
de Potosí, provenientes de las antiguas minas de Porco donde las técnicas de
extracción desarrollaron dos innovaciones: El reemplazo de herramientas de
punta de acero y la excavación de galerías horizontales(socavones) desde la
cima del Cerro Rico, para interceptar los filones a niveles más profundos y
facilitar así la extracción, el drenaje y la ventilación.
El hablar de Potosí es señalar el inicio de la explotación española de los
yacimientos de Potosí por medio de pozos cavados directamente sobre los
filones de la cima del Cerro Rico, siendo Nicolás de Benino, originario de
Florencia, quien comenzó la carrera muy agitada de minero, siendo así uno de
los primeros en planificar y realizar la perforación de un socavón en Potosí, obra
que emprenderá a partir de 1556, es decir después de 11 años del
descubrimiento de los yacimientos, cuya iniciativa respondía a la necesidad de
acceder niveles más profundos en la búsqueda de minerales más ricos, en la
fase en que la producción del Cerro Rico comenzó a decrecer.
Para la construcción del primer socavón BENINO formó una compañía de doce
mineros propietarios de minas vecinas a la suya. Estas galerías horizontales
atravesaban el Cerro Rico de este a oeste, demandando esfuerzo y trabajo
reemplazándose día y noche. Tomando un tiempo no menos de veintinueve años
de trabajos, con alguna interrupción necesaria para construir 210 metros de
longitud (250 varas), veamos el caso de dramas de muerte entre los socios de
compañía y mitayos, quienes morían carbonizados cuando quisieron prender
fuego a la roca para hacerla más blanda y fácil de trabajar (Salazar-Soler, 2009).
Sin duda alguna esta iniciativa de Benino que según muchos autores la han
señalado muy ambiciosa para la época; fue una iniciativa acogida por la
comunidad de mineros y tuvo emulaciones, dado que las galerías horizontales
permitían trabajar de profundidad con menor riesgo. Hacia el año 1585 se
concluyeron otros ocho socavones, pues tomo mucho tiempo debido a la dureza
de la roca. Estas construcciones de las galerías fueron reglamentadas
legalmente indicando también que los propietarios de las minas debían pagar un
quinto de la producción extraídas al dueño del socavón, razón por la cual indica
que este proceso de construir socavones, en 1573, las minas de Potosí
alcanzaron una profundidad de 200 metros, mientras que en las minas incaicas
nunca habían sobrepasado los 70 metros de profundidad, esto concluye en que
la mano de obra fue realmente sobre explotada en el caso de los barreteros
cavando directamente sobre el filón desde la cima del Cerro Rico.
La explotación de los yacimientos mineros en Potosí también explicara el rol del
virrey Toledo quién a través de cartas solicitará contar con los beneficios de
Fernández de Velasco quien amaestrado por Bartolomé Medina; hombre que
aplico por primera vez el método de amalgamación en la mina de Pachuca en
Nueva España, repetirá este método en Potosí para así tratar satisfactoriamente
minerales de mediana y baja ley que para Toledo le permitirá sacar provecho en
los indios adoptando este nuevo método de amalgamación, y así ordenando a
los oficiales reales que le pagasen a Fernández un salario anual de 400 pesos
ensayados en su calidad de “MAESTRO MAYOR DE AZOGUES”. Asimismo
Toledo prescribió que el pago a los mitayos fuese hecho en mineral, prescrito
que anulara años más tarde debido a la oposición de que los indios de las
remesas continuaran siendo refinadores importantes y semiindependientes de
mineral, para así pagarles al contado(moneda).En conclusión excluirlos del
control de los medios de producción y de organización y dirección del proceso
de beneficio de la plata, justificándolo en que este nuevo método requeriría ser
movido por energía humana, animal o hidráulica para lo cual suponía un capital
fijo elevado.
La actividad minera dependería de los grandes capitales que generalmente sólo
podían ser suministrados por los mercaderes, quienes volvían a disponer de toda
su liquidez una vez 0concluidas las ferias comerciales, que se realizaban a la
llegada de los galeones. Los capitales que quedaban inactivos hasta el siguiente
año eran prestados a los mineros en dinero y provisiones. Estos últimos
trabajaban las minas con este capital mercantil y extraían enormes cantidades
de plata, devolviéndolo luego con enormes ganancias para la temporada de las
ferias comerciales. Los riesgos eran asumidos por el minero pues si no producía
lo previsto se arruinaba, mientras que para el mercader era sólo un mal año
(Quiroz, 1956, pág. 9).
2.1.2 HUANCAVELICA: LA CIUDAD DEL MERCURIO
Una vez puestas las minas bajo los interesados ojos del Estado, el virrey Toledo
dispuso su fundación oficial, realizada el 4 de agosto de 1571. Inmediatamente
se procedió a la formalidad del trazo de la plaza pública, con los respectivos
emplazamientos para los edificios destinados a los poderes religiosos y políticos,
a la vez que se hizo el reparto de solares para quienes se constituían en vecinos
principales: encomenderos mineros, o mineros, simplemente. Estos fueron un
total de 26 a 30, según el testimonio de Cantos de Andrade. La ciudad fue
fundada con el estatuto de "Villa" solamente, y recibió el nombre de Villa Rica de
Oropesa (Contreras, 1982, págs. 22-23).
Huancavelica fue fundada en 1571, mucho después que la mayor parte de
ciudades españolas en el Perú (que lo fueron entre 1532 y 1545, principalmente).
Había ya concluido la época de la Conquista y sus subsecuentes guerras "civiles"
y era entonces cuando precisamente el Estado colonial, como expresión de la
corona española, iba invadiendo el espacio político que la desaparición de los
caudillos de la Conquista venía dejando vacíos.
Durante la época colonial Huancavelica mantuvo los rasgos más visibles de la
ciudad pre-industrial, el mercado, por ejemplo, se ubicaba en un lugar céntrico,
las viviendas de la élite ocupaban asimismo las calles centrales, mientras que
las más modestas se ubicaban en la periferia. Las actividades que significaban
el ejercicio de la autoridad pública se realizaban públicamente. Así, por ejemplo,
la población de la villa debió acostumbrarse al espectáculo del control de
registro y salida de las mulas que abastecían la ciudad, realizado en la misma
plaza principal o de los Poderes.
Como se puede dar a conocer Huancavelica, a través de su estructura de
gobierno, se expresó bien esta voluntad de dominio imperial, sin embargo la
villa, enclavada en los Andes, al sureste de Lima, tuvo como razón de ser servir
de "asiento" a la población que trabajaba en las minas de azogue, colindante con
ella, así como también las condiciones más nefastas se dieron en las minas de
Huancavelica, donde los trabajadores no solo sufrieron intoxicaciones con el
azogue (azogados), sino con otros gases tóxicos más aún sabemos que se
producían derrumbes, pues al parecer que las rocas que rodeaban el mineral
eran suaves e inestables. (Quiroz, 1956, pág. 4)
Es posible distinguir una etapa inicial, correspondiente a sus cinco o seis
primeras décadas, cuando el "sello minero" estuvo presente en todos los niveles
de la vida urbana. Posteriormente este carácter monofuncional se iría, más que
perdiendo, encubriéndose por un conjunto de mecanismos económicos y
sociales, que si bien en última instancia desde la década de 1570 y a lo largo de
todo el período colonial, el mercurio (o azogue, como fue su nombre colonial) se
convirtió en el principal insumo para la producción de la plata, y las minas de
Huancavelica fueron el complemento indispensable de las de Potosí y otras
minas de plata de explotación posterior.
Sin embargo, más que la adjudicación del solar resultaba como distintivo de los
miembros de este grupo el hecho de recibir indios de mita para su servicio. Todos
los mineros "obligados" en los contratos con el Estado para la producción de
mercurio tenían derecho a una asignación de mitayos. Y aun cuando la norma
jurídica establecía que éstos no podían ser dedicados a menesteres distintos a
los relativos a la producción de mercurio, en la práctica dicha distracción
operaba, así como también se acostumbraba el alquiler de los indios a otros
mineros o españoles, convirtiendo de esta manera el derecho a recibir mitayos
en la percepción de una renta. La asignación más específica de "indios de
plaza" con que se distinguía a ciertos vecinos de la Villa resultaba, sin embargo,
el auténtico sello de esta aristocracia local. En efecto, cada seis meses asistían
50 indios de la provincia de Chumbivilcas a cumplir con esta clase de mita. Los
beneficiarios eran algunas instituciones de Huancavelica como Conventos, el
Hospital, el Correo o autoridades; pero también varios particulares en virtud de
algún inmemorial derecho.
La vida de estos vecinos no gozaba del carácter sedentario y apacible del
aristócrata rural clásico. Sólo quizás las autoridades por razones inherentes a
sus cargos, residían permanentemente en la villa, pero los principales mineros
solían buscar, cuando la oportunidad se presentaba, la vida más cómoda y
diversa de ciudades como Huamanga o Lima, las más próximas a la villa, o si
eran encomenderos se ocupaban de atender sus encomiendas cuando las
alternancias del ciclo de la producción minera se los permitía. Así, debían pues
mantener casa en por lo menos dos urbes, y la de Huancavelica quedaba
durante alguna parte del año desocupada.
2.2 EL CAPITAL Y SU CIRCULACION:
Nuestra problemática sobre el ciclo de circulación del capital minero ha recaído,
hasta ahora, sobre las conexiones y efectos que trasmite dentro del conjunto
regional peruano. Estas relaciones volverán a ser examinadas en otra etapa de
la investigación dedicada al análisis específico del sector minero. Vamos a
mencionar algunos de los problemas a tratar durante esta etapa, quizás el
primero, muy general y bastante mencionado en las fuentes coloniales, tiene
relación con la ley del mineral y la inversión de capital constante; hay yacimientos
"pobres", de ley baja, y yacimientos "ricos" con ley alta, pero la opción de explotar
uno u otro puede más bien depender de otro factor: el tamaño del yacimiento y
los cálculos sobre la inversión de capital fijo. Este parece haber sido el caso de
la minería andina, concentrada fuertemente en unos pocos yacimientos de gran
tamaño. Por otra parte, el proceso de producción minero se desarrolla bajo
ciertas premisas, entre ellas el empleo simultáneo de un gran número de
trabajadores, repartidos entre los distintos y enlazados procesos de las fases de
extracción y refinamiento, y el consumo concentrado de grandes masas de
medios de producción.
Estas premisas llevan al problema de las escalas de producción y a lo que Marx
llamó ley del "volumen mínimo progresivo de capital concentrado" en los
empresarios. Del carácter técnico de la producción surgen varios interrogantes,
entre otros la procedencia de los capitales invertidos en las empresas mineras
a lo largo de los tres siglos coloniales, cuáles fueron los cálculos y factores que
determinan las fases de acumulación ampliada, simple o negativa y, también, en
qué circunstancias y con qué magnitud pudieron darse las transferencias de
capital dinero, desde el sector minero a otras actividades económicas o a gastos
e "inversiones improductivas". Aparte de esta posible diversificación en las
inversiones, merece destacarse que el grupo minero no es absolutamente
homogéneo; las fases de extracción y refinamiento pudieron generar dos grupos
distintos de empresarios, con un enlace quizás no exento de contradicciones;
asimismo, aparecen como muy significativas las oposiciones y conflictos entre
los señores de minas e ingenios y el grupo de arrendatarios que aparece en
ambos sectores.
En este capítulo del capital y su circulación, se empleará el mayor porcentaje del
trabajo minero total, en donde hay dos categorías principales de trabajadores:
barreteros y cargadores. Los primeros requieren un cierto grado de
especialización y reciben una retribución salarial mayor. La proporción entre uno
y otro tipo de trabajador depende sobre todo de la profundidad de las minas. La
molienda y preparación final de los minerales exigen un trabajo vivo inferior al de
la fase precedente, pero en cambio es mucho mayor la proporción de capital
constante empleado. Este capital constante se invierte y consume como capital
fijo (represas, ingenios de molienda, casas de beneficio) y como capital circulante
(azogue, hierro, sal, cobre, plomo, combustible, fuerza motriz animal, etc.), que
representa el mayor porcentaje, transformado parte del quantum de plata
producida en medios de producción y fuerza de trabajo, llamando a este ciclo,
que recorre siempre las mismas fases y que en el flujo interrumpido de su
renovación expandido o sujeto a contracción, el ciclo de circulación del capital
minero. Sus operaciones se realizan en la órbita de la circulación y culminan en
la propia zona minera, en el mercado minero.
El ciclo de circulación del capital minero y la integración en el espacio económico
andino resulta una compleja serie de actividades y procesos en las fases de
extracción y refinamiento en donde los minerales ser desprenden en las galerías
de los indígenas y llevados hasta la superficie donde son clasificados y luego
sometidos a la molienda, empezando el tratamiento final que, en el Perú a partir
de 1575, una vez abandonada la tecnología anilina, consistió fundamentalmente
en la técnica de amalgama por mercurio, adopción que elevo mucho el costo de
la producción argentífera, dado los gastos que implicaba la construcción de
ingenios, como por ejemplo la construcción de un ingenio costaba entre 10000 y
50000 pesos (Salazar-Soler, pág. 172).
Las relaciones y efectos que suscita el ciclo de circulación del capital minero
podrían definirse mediante conceptos usados en los· análisis sobre la
organización espacial, por ejemplo "polo de crecimiento", "crecimiento regional
polarizado", o mediante los diferentes conceptos empleados en los análisis
sobre los procesos históricos del desarrollo económico, donde se valoran las
relaciones y transformaciones que fueron provocando el desarrollo de las
economías de exportación sobre el poblamiento, las redes de comunicación, la
puesta en valor de las economías regionales del espacio nacional.
Esto concluye que el ciclo de circulación del capital minero indica que la justeza
de un esquema del sistema económico colonial y de su organización espacial
depende, esencialmente, de la manera en cómo se concibe tanto la forma como
las funciones predominantes que la producción minera tuvo dentro de dicho
sistema. Igualmente, pensamos que respecto a esta cuestión principal todavía
impera una serie de postulados incorrectos. Esto se debe, en parte, a que la
producción colonial de plata fue un elemento importante en la dinámica de la
economía europea y en la formación del mercado mundial; en consecuencia, los
análisis tendieron a concentrarse exclusivamente sobre la articulación y los
efectos externos de esa economía exportadora colonial, descuidándose así la
investigación empírica y teórica del propio proceso de producción de la plata y
de los efectos que ocasionaba en el espacio productor. El énfasis puesto en los
efectos externos de la plata y el desconocimiento de los procesos internos que
desencadenaba su producción, conducen a percepciones inexactas sobre la
naturaleza y las funciones del sistema colonial (Contreras, 1982).
Recordemos que al buscar en el pasado "la desigualdad de posiciones y de
funciones dentro de una misma estructura de producción global" que explicara
el desarrollo y el subdesarrollo del presente, la producción colonial de plata es
considerada como estímulo e incluso como factor determinante de la transición
europea hacia el modo de producción capitalista, mientras en el espacio
productor, el colonial, la misma producción supuestamente contribuyó a la
conformación de una economía feudal-natural. Esta concepción, común tanto a
la historiografía liberal como a la marxista, ha sido reforzada en la última década
por la teoría de la dependencia, que define a las economías mineras de
exportación como enclaves, más integradas al mundo exterior que a la economía
del territorio en que funcionan. Estos puntos de vista son inaceptables puesto
que conducen a un divorcio definitivo entre la teoría y la realidad del pasado.
Tiene mucho más sentido, si queremos despejar el camino para un análisis
renovado de la minería y el sistema colonial, recordar los puntos de vista
antiguos.
Durante los tres siglos del dominio colonial la producción minera fue el objeto
privilegiado de la investigación y de la discusión política, económica y moral.
Reconstruir esa larga historia sería algo extremadamente apasionante e
instructivo, pues nos mostraría que los hombres del pasado observaron y
calificaron sus estructuras con mayor propiedad y profundidad que la actual
investigación histórica. En esta ocasión nos limitaremos a mostrar apenas un
ejemplo de las teorías y los debates antiguos, eligiendo para tal propósito las
observaciones de Fausto de Elhuyar, uno de los grandes expertos de la minería
colonial de finales del siglo XVIII. En el comienzo mismo de su obra, Elhuyar
presenta los principios generales que le permitirán demostrar la función
dominante de la minería dentro del sistema de la economía colonial; dichos
principios están referidos a las actividades que causan la riqueza de las
naciones; así empieza por indicar la confusión que provoca "la ignorancia del
verdadero influjo de cualquier ramo en la prosperidad común. Cuanto menos
conocimiento se tiene de su naturaleza y del encadenamiento de sus resortes
con los de los demás ramos que constituyen la prosperidad de un Estado, tanto
más se dificulta percibir y graduar su mérito positivo". Un poco más adelante este
enunciado se amplía y se precisa mejor: "por todos los países del universo
civilizado se observará en cada uno cierto o ciertos ramos que se distinguen, así
por su propia entidad, como por el impulso que dan, y extensión que motivan en
los demás, que sin su apoyo se mantendrían enervados y serían de poca
consideración. Estos segundos deben mirarse como dependientes de los
primeros y subordinados en el rango de su influjo en la prosperidad general, sin
que por esto dejen de contribuir a ella en su grado, y aun al mismo auge y vuelo
que tomen aquellos, por el enlace o encadenamiento que tienen todos entre sí
para hacerse más o menos necesarios los unos a los otros" De esta parte
podemos destacar dos puntos: Elhuyar, al exponer la relación entre los diversos
sectores, toma como objeto de análisis al sistema económico definido a través
de sus conexiones esenciales; en segundo lugar, define un criterio objetivo para
la construcción de su modelo: en toda sociedad (país), existe una determinada
producción que ejerce funciones dominantes, uno o varios ramos "que llevan el
timón y gobiernan en algún modo el curso, intención y velocidad de los demás",
es decir de todo el sistema. Por lo tanto, un "punto capital" del conocimiento,
prosigue diciendo Elhuyar, consiste en discernir cuál es la producción dominante
en cada sociedad, es decir en algunas naciones la primacía corresponde a la
agricultura y en otras a las manufacturas, en los casos de México y el Perú "el
cultivo de las minas y la elaboración de sus productos" constituyen la producción
económica dominante.
Elhuyar analiza tanto la conquista como la formación y reproducción del sistema
colonial. Con respecto a la conquista afirma, y tiene razón, que "nadie ignora"
que la abundancia de oro y plata "y la esperanza de conseguidos y enriquecerse
con facilidad, fue el principal aliciente que, así en aquellos primeros tiempos"
atrajo tanto los intereses privados como al propio Estado español a las nuevas
tierras descubiertas. Según Elhuyar, la minería "fue el primer ramo de industria
especial, que establecieron en estos países" los españoles que considera desde
la doble perspectiva externa e interna: "Apoyados en este ramo de industria los
primeros europeos consiguieron los dos principales objetos que de pronto les
interesaban. El primero, entablar sin dilación y con toda seguridad por su medio,
relaciones activas con la Península matriz. El segundo, excitar y propagar la
actividad en las gentes del país, así facilitando por medio del oro y la plata las
contrataciones y cambios de los frutos y producciones de la escasa industria que
hasta entonces había habido en él, como obligándolas a aplicarse con empeño
entre otras ocupaciones, a la solicitud y aprovechamiento de los criaderos de los
mismos metales preciosos, que reconocían ser el alma de la estabilidad y
progreso de todas las operaciones"
Esta forma de análisis de la producción minera, que combina la orientación hacia
el exterior con los efectos que suscita hacia el interior del espacio colonial, es la
que permite justamente descubrir toda la complejidad del desarrollo económico
colonial. Esta doble perspectiva, en consecuencia, debe ser recuperada en
nuestras investigaciones históricas. Veamos ahora cómo Elhuyar concibe la
función dominante de la minería en el proceso de formación de la nueva
economía colonial. Su análisis no se concentra en la esfera de la producción del
sector minero (relaciones de producción, capital, ganancia, acumulación, etc),
sino que expone más bien la relación del sector minero con los demás sectores
productivos, es decir la esfera de la circulación general, con lo cual su esquema
incluye el otro proceso fundamental del período colonial temprano, o sea la
mercantilización de la producción agraria. Para mostrar la primacía del sector
minero sobre el sector agrario durante el proceso de formación de la nueva
economía, Elhuyar hace varias consideraciones dentro de las cuales la más
importante, desde un punto de vista teórico, consiste en negarse a considerar a
la agricultura como "el móvil y agente principal" de la prosperidad de todos los
países, "porque en muchos, y acaso en los más, depende su misma existencia,
entidad y progresos de resortes extraños que la ponen en movimiento y
vivifican". También advierte otro aspecto fundamental muchas veces ignorado:
la alta productividad potencial de la agricultura colonial, donde "el trabajo de un
solo labrador basta para proporcionar el preciso alimento a muchos individuos";
enseguida añade que el crecimiento y la diversificación mercantil de la
producción agrícola no podían ser promovidos por el comercio exterior, salvo
para unos pocos efectos "de cierto valor". Al descartar la demanda internacional,
Elhuyar hace depender totalmente del mercado interno el proceso de conversión
de la producción agrícola en producción mercantil: "el recomendable ramo de la
agricultura no ha podido tener hasta ahora otro principio o motivo para su
fomento que el consumo interior de sus producciones..." Elhuyar concluye esta
parte del esquema indagando cuál fue la "otra clase de industria" que, desde el
principio, fomentó la producción agrícola. Compartimos su respuesta, no fue la
demanda de las manufacturas, ni la de las zonas ganaderas, sino "la acción
vivificante" de la producción minera "que en todo tiempo ha sido el que
principalmente ha sostenido y fomentado la población y diversidad de consumos
del país" (Assadourian, 1980, págs. 21-24).
2.3 LA MINERIA Y EL ESTADO:
Durante el periodo de la reestructuración de la economía colonial en el Perú, la
Corona obtuvo como regalía el pago del quinto de toda la producción minera del
Virreinato. Al inicio, la Corona quiso trabajar directamente las minas
“descubiertas” del Nuevo Mundo, pero en seguida se dio cuenta del alto costo
de la empresa. Luego se dictaron Leyes, a través de las cuales se reservaba una
parte de las vetas a la Corona. En lo que concierne al beneficio de los metales,
sabemos que por lo menos en 1570, había dos ingenios reales en Potosí
controlados por dos administradores asalariados.
A diferencia de la producción argentífera, la Corona siempre guardo los intereses
directos en razón a la producción de mercurio, ya que el gobierno español
conservó la propiedad de Huancavelica hasta 1782 y opto por entregar la
explotación del mineral a un grupo de mineros, quienes estaban obligados a
vender el azogue a la Caja Real de Huancavelica a un precio determinado con
anterioridad, pues la corona monopolizó la distribución del azogue y
determinando el precio de venta a los beneficiadores, que en tanto dueña de
todos los yacimientos, la corona española exigió un pago de una regalía a todo
los mineros, la cual correspondía a la quinta parte del mineral beneficiado por
cédula real expedida por los Reyes Católicos el 5 de febrero de 1504, declarando
y mandando que a todos se les permitiesen buscar, catear y labrar minas de oro
y plata donde las hallasen , con la razón de que pagasen la quinta parte de todos
los metales que beneficiasen a la corono y que no pudiesen usar de ellos sin que
el primero se les hubiese echado el sello del llamado el quinto.
En algunos casos, por ejemplo, para incentivar la producción, hubo una
reducción en el quinto, como en el caso de Castrovirreina en 1621 y en Nuevo
Potosí en 1640, en donde se decretó que, en lugar de pagarse el quinto, se
pagase el diezmo. Pero en el resto de minas de Charcas, Potosí y Oruro el pago
del quinto se mantuvo hasta 1736. Luego introducido el pago del diezmo.
(Salazar-Soler, pág. 172)
El cabildo repartía el resto del yacimiento entre los encomenderos y los demás
vecinos, hasta donde alcanzara. Los encomenderos ponían la mina en manos
de sus parientes o allegados o contrataban un minero, considerándolo de
manera semejante a un mayordomo y aprovechaban los recursos e indios de la
encomienda para la extracción. Pero los altos costos y la necesidad de un mayor
dominio técnico obligaban en muchas ocasiones a asociarse y formar compañías
entre mineros (que ponían el trabajo y la experiencia), mercaderes (que
aportaban capitales y esclavos negros) y encomenderos (que daban provisiones
y mano de obra indígena). A la larga el minero asumía la dirección de la
compañía, pero distaba mucho de ser el principal beneficiado, lo que redundó en
su baja estimación social.
El Estado incentivó la minería con leyes favorables, con estancos de la sal y el
azogue, estipulando muy bajos precios para la mano de obra, los productos
agroindustriales y controlando las tarifas. Pero las medidas beneficiaban más a
los mercaderes y socios capitalistas que a los mineros. Sin embargo, hubo
algunos ricos mineros que llegaron a ejercer un poder muy importante en todos
los niveles de la sociedad, pudiendo inclusive entrar en componendas con los
miembros de la Audiencia, como sucedió con los hermanos Salcedo, dueños de
las muy ricas minas de Laicacota, de quienes se decía “que no había quien no
les debiese favor alguno”
2.4 TECNICAS DE EXTRACCIÓN
Si se compara a la huayra con las técnicas de fundición que en ese momento
conocían los españoles, puede decirse que hasta 1575 la minería andina se
desarrolla sobre una base técnica estrecha. Luego, con la técnica del azogue y
el desarrollo de la producción a gran escala, puede ser correcta y aplicable
aquella afirmación de que la minería " pues requiere el empleo de capital y más
ciencias y técnicas colaterales que cualquier otra industria. " Esto plantea, entre
otras cosas, un examen comparativo entre el desarrollo tecnológico del espacio
colonial y el de Europa occidental, y lo que sería un posterior desfase desde
finales del siglo XVIII y principios del XIX.
En las fuentes coloniales sobre minería, la extracción aparece a menudo como
la fase tecnológicamente retrasada del proceso de producción, mientras las
innovaciones son frecuentes en la preparación y tratamiento final de los
minerales. Según esos documentos, las innovaciones estuvieron casi siempre
concentradas en el tratamiento de nuevos tipos de mineral; sin embargo,
suponemos que los empresarios y técnicos mineros prestaron igual atención al
aspecto de la productividad del trabajo (por ejemplo, el reemplazo de las jabecas
por hornos de aludeles en Huancavelica, o intentos por disminuir el tiempo que
tardaba en producirse la reacción en la pasta depositada en los cajones, etc.).
Esto indica el proceso del mineral extraído que era transportado a las
purificadoras cercanas a las corrientes de agua, en donde podían derivar el agua
y concentrar el mineral triturado, utilizando un instrumento llamado “quimbalete”
por los españoles que consistía en una roca grande curva por abajo y plana por
arriba, en cuya superficie se amarraba una viga con salientes a cada lado para
que dos hombres haciendo presión hacia abajo mecieran la roca y trituraran de
esa forma el mineral colocado debajo. Luego de ser triturado el mineral se
llevaba a un horno de viento o guairas, cuyos autores describen esta técnica:
Las guairas fueron utilizadas como método principal de purificación de los
minerales de plata hasta el decenio de 1570, cuando fueron reemplazadas por
el método de amalgamación, desarrollado a gran escala por primera vez por el
sevillano Bartolomé Medina, en las minas de PACHUCA- NUEVA ESPAÑA,
1555 (Salazar-Soler, 2009).
Según las descripciones de la segunda mitad del siglo XVI era un horno pequeño
portátil, de barro crudo antes del uso, forma troncocónica o troncopiramidal
cuadrada, invertida, alto, una vara (83,59 cm) o poco más: de media vara el
ancho de la base superior abierta o boca; y de una tercia la inferior, paredes del
grueso mínimo de un dedo, con orificios redondos repartidos con uniformidad o
predominantes en el pie, a modo de librillo se recoge el metal fundido y la escoria.
Su combustible era estiércol de llama con carbón, o solo de carbón; y el fuego
era avivado por el viento que penetraba por los agujeros de unas paredes:
guaira, en quechua significa viento.
Para el uso de la guaira los minerales requerían ser molidos. En la fundición se
requería dos tercios de minerales de plata de alta ley y un tercio mineral de plomo
con plata, conocido como plata, bajo el termino soroche, el cual era usado para
permitir que la plata pudiese correr, pues en su parte inferior se colocaba el
combustible e inmediatamente la mezcla de minerales, siendo el plomo el
primero en fundirse por ser el más blando, ayudando así a la fundición de la
plata. Estas guairas eran colocadas en las colinas de los cerros donde el aire el
aire soplaba con fuerza y eran de tres tipos de guairas.
Por otro lado, también se aplicó el método de amalgamación, pues los beneficios
de Fernández de Velasco quien amaestrado por Bartolomé Medina; hombre que
aplico por primera vez el método de amalgamación en la mina de Pachuca en
Nueva España, repetirá este método en Potosí que para Toledo le permitirá
sacar provecho en los indios adoptando este nuevo método de amalgamación, y
así ordenando a los oficiales reales que le pagasen a Fernández un salario anual
en su calidad de “MAESTRO MAYOR DE AZOGUES”. Es así que, a partir de
1573 por orden del dicho virrey, se establecieron maestros indios de
amalgamación que habían sido instruidos por Pedro Fernández de Velasco,
estos maestros se establecieron en centros públicos con prácticas en cada
parroquia india, para así aprender a refinar mineral de plata.
2.5 LAS MODALIDADES DE TRABAJO
2.5.1 LA MITA Y EL TRABAJO FORZADO COLONIAL:
Otro de los objetivos que se propuso Toledo fue disponer de una reserva de
fuerza de trabajo confiable y permanente en la cual adaptó la mita prehispánica
y la convirtió en un eficiente pero poco versátil sistema de trabajos forzosos. En
tiempos precolombinos se había establecido que los habitantes de los ayllus
debían servir por turnos al estado inca, realizando actividades de todo género,
desde trabajar en yacimientos mineros y en obras públicas, hasta conseguir
plumas de papagayo, pircar o levantar muros, juntar piojos, según palabras de
Atahualpa y sembrar coca. De esta manera se podía satisfacer la siempre
creciente necesidad de energía humana. Toledo aplicaría el mismo principio para
contar con la mano de obra que las diversas empresas coloniales requerían y
dispuso que una séptima parte de la población de una reducción o comunidad
debía trabajar por períodos determinados generalmente de tres meses en minas,
obrajes, haciendas y ciudades. Terminado el plazo los mitayos eran
reemplazados sucesivamente por otros grupos de trabajadores, hasta cumplir
los siete relevos, reiniciándose nuevamente el ciclo. Se estipulaba además que
los empresarios subvencionaran los gastos del viaje y remuneraran esta fuerza
laboral proporcionada por la Corona. En la práctica los empresarios interpretaron
de manera sui generis las disposiciones toledanas, extendiendo los plazos,
encargando a los mitayos tareas imposibles de cumplir para que se vieran
obligados a pedir ayuda a sus parientes, por lo general hijos y mujeres. De este
modo no sólo se obtenía un mitayo sino toda una familia de mitayos. Muchas
enfermedades laborales generadas por el trabajo en las minas de mercurio o en
las heladas punas potosinas acabaron con la vida de estos trabajadores
forzados. También en los hacinados e insalubres obrajes la salud de los mitayos
se quebrantó
La mita “perdería su credibilidad como importante fuente de mano de obra”,
encontrándose con frecuencia otras formas de disponer de fuerza de trabajo.
Gracias a la sorprendente adaptación y aculturación de la población andina, los
integrantes de las reducciones pudieron sobrevivir y en algunos casos
excepcionales vivir bien, a pesar de la permanente erosión de sus recursos y del
enorme maltrato a sus integrantes. Mal que bien, la mita y el tributo establecieron
contactos y oficiaron de vías de integración para la disímil población de indígenas
y españoles (Patrucco, 1967, págs. 7-9).
El hablar de la mita es explicar el sistema de explotación del trabajo que fue
haciéndose más inhumano, ya que la producción colonial sólo parecía
competitiva en la medida en que no se abonaran los salarios en dinero para evitar
la fuga de circulante de la región, se trataba de endeudar a los trabajadores con
la venta de alimentos, alcohol, medicinas u objetos inservibles. Los indios de
circunscripciones más lejanas o con menores vínculos de reciprocidad estaban
más expuestos a estos sistemas de endeudamiento, por lo que su estancia en
las minas se prolongaba meses enteros; tras un penoso viaje de regreso y
bastante más tarde de lo planeado, llegaban a sus comunidades donde los
esperaban las deudas contraídas durante su ausencia, y que no podían ser
saldadas porque no habían participado en la cosecha para escapar de tales
sufrimientos los posibles mitayos fugaban de sus parcialidades, provocando el
descenso demográfico del ayllu.
Los cambios establecidos por Toledo aceleraron la descomposición del mundo
indígena, pareciendo que “todo lo que se ordena en su bien se tuerce en su
ruina”. No en vano Matienzo señalaba: “Yo deseo todo el bien a los indios y a los
españoles y querría que todos se aprovechasen con el menor daño que se
pudiese de los indios y aun con ningún daño de ellos. Por su tierra nos da tantas
riquezas, es justo que no se lo paguemos con ingratitud. Comparemos lo que los
españoles reciben y lo que dan los indios, para ver quién debe a quién: dámosles
doctrina, enseñémosles a vivir como hombres, y ellos nos dan plata, oro, o cosas
que lo valen…”. El licenciado concluía su razonamiento explicando cómo, según
la doctrina escolástica, los metales no podían valer más que la urbanidad, debido
a lo cual los indios salían beneficiados. Sin embargo, Matienzo pensaba que la
mita no le exigía al indígena más de lo pedido durante el Tahuantinsuyo.
A mediados del siglo XVII, la mita no cumplía ya la función económica que le dio
origen, debido al descenso poblacional y al efecto de innumerables “revisitas” y
otras medidas que fueron sustrayendo a la población involucrada en este
sistema.
2.5.2 NUEVAS ESPECIALIZACIONES PRODUCTIVAS:
Estas nuevas modalidades de trabajo en la minería argentífera y tomando el
ejemplo de Potosí, se puede decir que la gran división a nivel de trabajo era la
que existía entre los trabajadores del interior de la mina y los de la superficie que
para ser más exactos eran los que laboraban en las purificadoras; esto explica
que el trabajo se realizaba de la siguiente manera: el mineral cortado por los
barreteros con la ayuda de la barreta, instrumento del cual derivaba su nombre,
transportado en capachos de tela o cuero sobre los hombres de los cargadores
indígenas llamados “apires” (del quechua apay, que significa transportar), hasta
las chanchas o plataformas niveladas en las bocaminas. Esto era un proceso
donde antes de ser llevado a las purificadores, el mineral era seleccionado para
descartar el desecho, por los “palliris” (del verbo quechua pallay, que quiere decir
coger del suelo o de árbol la cosecha o mies), quienes podían ser mujeres.
Además de estos trabajadores, existían los siquepiches (término quechua que
significa aproximadamente “los que van limpiando por detrás) término quechua
que significa aproximadamente “los que van limpiando por detrás), cuyo trabajo
consistía en juntar escombros para mantener despejado el paso para los apires.
Los distintos trabajos especializados eran dirigidos por cierto número de indios
supervisores o pongos (de la palabra quechua punku, que quiere decir puerta o
portada). Este término punku designó también a los indios que podemos
considerar como mineros profesionales, quienes se beneficiaban directamente
del mineral explotado, con el compromiso de ceder una parte del mismo señor
de minas, pues estos trabajaban en las minas de forma independiente, con sus
propias herramientas, para así este mineral extraído por estos punkus sea
colocado como el “gato” o mercado de metales de rescate, para luego ser
beneficiados por fundición en las guairas. Estos punkus eran los equivalentes de
los indios varas que eran trabajadores independientes por lo general yanaconas.
(Salazar-Soler, 2009).
Como podemos analizar en razón a las modalidades de trabajo, la mano de obra
que trabajaba en el interior de la mina no era calificada, a diferencia de la que se
requería en los ingenios o purificadoras en cuanto a el beneficio del mineral pues
antes de la introducción de la amalgamación, aparece claramente un solo
especialista: el guiador, quien operaba en el horno indígena siendo así que
según diversos autores al señalar el padrón de yanaconas de Potosí de 1575,
encuentran que el 80% de los que vivían ahí eran guiadores, agregando que los
primeros indígenas que se especializaron en alguna técnica española fueron
aquellos que aprendieron a utilizar los hornos a viento, del tipo castellano, en
Porco.
Es así que más tarde con la amalgamación, la necesidad de una mano de obra
más calificada en las purificadoras corresponde también a la preponderancia de
mano de obra voluntaria en estos establecimientos y a la presencia de mitayos
en la extracción. En los ingenios, trabajaban los indios morteros, quienes
echaban el mineral para la trituración debajo de los martinetes de los molinos, al
parecer también paleaban el mineral triturado sobre tamices inclinados y
pasaban nuevamente por el molino el mineral no suficiente fino para atravesar el
tamiz.
La preparación para la amalgamación, es decir, la mezcla del mineral triturado
con el mercurio que se realizaba seguidamente estaba a cargo del beneficiador
o purificador. Su función era clave para la realización de la amalgamación, en la
mayoría de los casos, encontramos a un español o aun mestizo desempeñando
esta función, aunque según los manuscritos muestran, por lo menos, el caso de
un indio beneficiador en el distrito de Potosí.
En el proceso físico del mezclado del mineral con las otras sustancias una vez
formada la amalgama, los lavadores o tinadores se encargaban de lavarla para
separar los desechos.
Entre el personal indígena más especializado, un ingenio podía contar con un
leñatero para recoger combustible (leña, madera para fuego), un carbonero para
hacer carbón y un hornero aveces llamado quemador, para supervisar el tostado
del mineral sulfatado antes de la amalgamación y la producción del magistral
mediante el tueste de piritas en el horno (Contreras, 1982, pág. 110).
Por otro lado, el oro fue trabajado a niveles más bajos, dado que la mayoría se
encontraba en depósitos aluvionicos debajo de la cadena de montañas, de
donde tenía que ser removido por acción hidráulica. Gran parte del oro se
encontraba localizado en el piedemonte amazónico y era difícil de extraer debido
a las condiciones de vida que esta tarea implicaba. En lo que concierne al
proceso de purificación de oro, este consistía básicamente en la separación de
la arena de los ríos o de algunas rocas, cuando se encontraba en vetas. La batea
o el lavado por medio de la desviación de aguas fue la solución. Luego, seguía
la amalgamación, pero el oro siempre se presentaba juntamente con otros
minerales y la amalgamación producía una aleación. El método utilizado para
separarlos fue por medio del ácido nítrico.
CONCLUSIONES
Aguero, J. d. (1968). La conquista y el Virreinato. Lima: Pontificia Universidad Catolica del Perú.
Assadourian, C. S. (1980). Minería y espacio Económico de los Andes. Siglos XVI Y XVIII. Lima:
Instituto de Estudios Peruanos.
Contreras, C. (Ed.). ( 1982). La Ciudad del Mercurio. Huancavelica 1570-1700 (1 ° ed.). Lima,
Perú: IEP Ediciones.
Pease, F. (1992). Perú: Hombre e Historia Entre el siglo XVI y XVIII (Vol. II). Lima: EDUBANCO.
Salazar-Soler, C. (Ed.). (2009). Compendio de historia económica del Perú II: Economía del
período colonial temprano (Vol. II). Lima, Perú: BCR; IEP.
ANEXOS