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LA LIBERTAD COMO TEMA LITERARIO

Tema literario es un concepto de la preceptiva y crítica literaria que hace referencia al contenido de la obra literaria, independientemente de
su género, de forma similar al tema artístico en cualquier otra obra de arte. Es la materia, asunto o argumento del texto literario

Los temas literarios se derivan de toda la gama de los sentimientos (felicidad, tristeza, miedo, culpa, vergüenza, placer, dolor), y pueden
desarrollarse en la celebración o el lamento, el perdón o la venganza, el cumplimiento del deber, el honor o la infamia, el sacrificio, el perdón,
la tentación, las pasiones (las obras de Shakespeare se han puesto de ejemplo como personificación de las pasiones
humanas: Otelo los celos, Hamlet la duda, El mercader de Venecia la avaricia, Macbeth la ambición)6 y deseos (sexo, poder, riqueza), o
su represión y frustración, el logro de los propósitos o el fracaso, la lucha, la victoria o la derrota, la libertad o el sometimiento, la persecución o
la huida, el viaje o la búsqueda (del propio origen, de la formación o aprendizaje, del destino o del éxito, del ideal o de la destrucción),
los vicios y las virtudes, la bondad y la maldad, la verdad y la mentira, la belleza y la fealdad (la propia posibilidad de hacer arte de la fealdad, la
mentira y la maldad es un punto central de la estética y la teoría del arte),7 la justicia y la injusticia (muy habitualmente resueltas en la llamada
"justicia poética"), etc.8

La libertad es un concepto abstracto de difícil definición; en principio, está vinculada a la facultad que posee todo ser vivo para llevar a cabo
una acción de acuerdo a su propia voluntad.
A partir del siglo XVIII, la libertad comenzó a unirse a otras facultades o virtudes, como la justicia y la igualdad. Este cambio social fue
acompañado por el desarrollo de nuevas formas de organización de la sociedad y el surgimiento de regímenes políticos hasta entonces
inéditos.
Un ser libre no está atado a la voluntad de otros de forma coercitiva. La libertad garantiza el respeto por la voluntad individual e implica que
cada uno debe hacerse responsable de sus actos. Se conoce como libertinaje a la libertad absoluta, lo cual lleva inevitablemente al
descontrol social.
Por ejemplo: una persona puede hacer uso de su libertad para crear un negocio y obtener, a través de la actividad comercial, los recursos que le
permitan subsistir. Esa libertad, sin embargo, está limitada por la Ley, que le prohíbe vender productos que no cumplan una serie de requisitos
y que lo obliga a pagar impuestos. Estas imposiciones, sobra la aclaración, exceden la voluntad del sujeto; sin embargo, dada la forma en la que
los seres humanos organizamos nuestra vida, no atentan contra su libertad.
Esto deja en evidencia una cuestión muy particular: no existe la libertad absoluta. Al respecto, existen diversas posturas, pero ninguna que
asegure la posibilidad de mantener vigentes nuestros principios morales y éticos al mismo tiempo que rompamos con nuestras barreras
invisibles y actuemos con total soltura a cada paso. En esos códigos, inventados por nuestra especie, reside la razón (por muchos irrefutable) de
los límites de la libertad.
Tomemos como ejemplo tres prohibiciones que la mayoría de las personas creemos entender, que aceptamos como justas y razonables: no
podemos tomar lo que es de otros; no podemos mantener relaciones sexuales con nuestros padres o hermanos; no podemos matar a otro ser
humano. El robo y el asesinato son delitos penados por las leyes de cada país, y el incesto puede ser visto de diferentes maneras, pero la moral
a la que respondemos en nuestra cultura nos dice que se trata de algo repugnante y antinatural, algo que jamás haríamos.
No gozamos de libertad absoluta porque preferimos la comodidad que nos proporciona que alguien nos organice la vida y nos proteja. Si un
lobo intenta arrebatarle un trozo de carne a su líder, éste le recordará por qué ocupa ese puesto en la manada; en cambio, los seres humanos
confiamos este tipo de situaciones a un sistema de justicia, el mismo que criticamos negativamente cuando no lo necesitamos.

LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN LITERARIA

“Amo la libertad de la escritura,


no depende sino de mí mismo”.
J.M.G. Le Clézio.

Por Édgar Bastidas Urresty

El artículo 19 de La Declaración Universal de los Derechos Humanos consagra la libertad de expresión como un derecho fundamental. “Todo
individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión, lo que implica el derecho a no ser molestado por sus opiniones y el de investigar,
recibir y difundir, sin consideración de fronteras, las informaciones y las ideas a través de cualquier medio de expresión”.

La Constitución colombiana garantiza la libertad de conciencia (Art. 18) para que “nadie sea molestado por razón de sus convicciones o
creencias, ni compelido a revelarlas, ni obligado a actuar contra su conciencia”.

Pero las constituciones generalmente son tratados de buenas intenciones - el infierno está lleno de ellas, se dice -, que enuncian valores
esenciales como la libertad, la igualdad, la justicia etc. pero sin aplicación a la vida real. A nombre de la democracia, la libertad, la religión se
hace la guerra, se avasalla, se sojuzga a los pueblos y se limita o se suprime el derecho a la libre expresión.
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Francia se enorgullece de ser el país de las libertades de pensamiento, de expresión, de acción, y de otros derechos fundamentales. Este viejo
anhelo de la humanidad en Francia se ha cumplido relativamente, en unas épocas más que en otras y ha dependido del programa del partido 1
de gobierno y de situaciones internas e internacionales.

Francia ha sido la tierra de asilo, de exilio de ciudadanos extranjeros, amenazados por razones políticas, ideológicas, religiosas, raciales,
culturales.

Pero esos ideales no siempre se cumplen. El caso Dreyfus, un militar francés de origen judío, acusado de espionaje y condenado en 1894 y
rehabilitado más tarde, por ejemplo, dio lugar a un gran debate político e intelectual en Francia, que tuvo repercusiones internacionales y puso
en evidencia que el acusado no tuvo todas las garantías procesales. La opinión se dividió y en torno al caso es célebre el manifiesto Yo acuso
(1898) de Émile Zola en defensa de Dreyfus, por el que se le abrió un proceso y fue condenado a un año de cárcel, a una multa y obligado a
exiliarse en Inglaterra.

Los casos de censura, de persecución a la cultura, la ciencia, la libertad de cultos, en la historia universal abundan y vale la pena recordar al
menos los que han dejado una profunda huella.

Intentando contrastar esta idea de los límites de la libertad, se puede pensar que ésta no incluye aquellas cuestiones mencionadas
anteriormente, dado que no acepta en su definición ningún acto que perjudique a otro ser vivo o que atraviese los muros de la moral que cada
nación ha levantado durante siglos. Es importante recordar que la libertad no es un concepto que compartamos con el resto de las especies del
planeta, sino que se trata de un invento nuestro y, si así lo deseamos, podemos asegurar que todos somos absolutamente libres.
La libertad individual, por otra parte, debe ser protegida por el Estado. Ninguna persona puede coartar la libertad del prójimo; de lo contrario,
las autoridades competentes deben actuar para castigar al responsable.

1. CONCEPTO Y ORÍGENES DEL ROMANTICISMO

Se conoce con el término de Romanticismo el movimiento cultural que se opone a los principios característicos de la Ilustración y que es
resultado de la profunda crisis social e ideológica en las primeras décadas del siglo XIX. Frente a las normas se postulará la rebelión del
individuo y la exaltación del Yo. Para concretar el período romántico suele aludirse a un manido tópico que afirma que entre 1770 y 1800
"Europa se acostó absolutista y neoclásica y se levantó demócrata y romántica”. Los principales acontecimientos que precipitaron este cambio
fueron los siguientes: - La Revolución Industrial inglesa (1760-1840), que desarrolla una clase burguesa y sienta las bases del liberalismo. Con el
impulso del maquinismo, surgen las grandes industrias y crece el proletariado. La consolidación del capitalismo explica las tensiones sociales de
estos tiempos. Por otro lado, el liberalismo defenderá la libertad económica, las libertades individuales y la soberanía popular, surgiendo
también las reivindicaciones de las clases obreras (Manifiesto comunista de Marx y Engels). - La Revolución Francesa (1789), que proclama los
principios de libertad, igualdad y fraternidad; y permite el acceso de la burguesía al poder político en Francia. - La Revolución Americana con su
Declaración de Independencia (1776), que hace de los derechos del hombre su centro y establece la república como forma de gobierno y al
pueblo como fuente exclusiva del poder. Así, paralelamente a estos acontecimientos, destaca el auge de los nacionalismos europeos: Grecia,
Alemania, Italia.

2. CARACTERÍSTICAS DE LA LITERATURA ROMÁNTICA El Romanticismo en literatura significa libertad, en la elección de la forma y en la elección
del contenido. Se trata de una literatura revolucionaria por cuanto supone la liquidación de la norma clásica y la enemiga de los neoclásicos. A)
CARACTERÍSTICAS IDEOLÓGICAS • Subjetivismo y Egocentrismo. El rasgo distintivo del movimiento romántico es su arraigo en lo subjetivo. El
principio de organización es el sujeto, concebido como Yo individual. Los románticos convirtieron al sujeto individual en el punto de vista desde
el que había de considerarse el mundo, por lo que tuvo este movimiento un carácter profundamente introspectivo. En la literatura romántica
también se exageró el valor de lo individual y lo subjetivo. Por tanto, el tema preferido es la exhibición de la intimidad: sentimientos, anhelos,
dudas, de ahí que la lírica fuera el género más característico del momento. Si la razón tiene sus límites, son necesarias otras formas de
conocimiento, que para los románticos son la intuición, la imaginación y el instinto (postulados de la filosofía idealista de Fitche, Shelling o
Hegel). De ahí la importancia de emociones, sueños o fantasías que permiten bucear en el inconsciente para descubrir allí los impulsos no
racionales. Frente a la razón, se levanta ahora la bandera del sentimiento, siempre arrebatado, aun cuando se tiña a veces de melancolía. La
expresión se hace intensa, confusa y desigual porque ha desaparecido el sentido del buen gusto y el ideal de perfección. No interesa la
armonía, la belleza serena, sino excitar violentamente la sensibilidad del lector.

• Libertad. El reino de la libertad absoluta es el ideal romántico, el principio de toda ética romántica: libertad formal en el arte, rechazando la
tiranía de las reglas y entendida como necesidad del individuo para explorarse y explorar el mundo exterior. El romántico no puede aceptar
leyes ni sumisión a ninguna autoridad. Así se da una atracción por personajes marginales y transgresores como Titán, Prometeo, Caín o Lucifer
como ángel caído. El héroe romántico es un ser que se enfrenta a Dios y le interroga acerca del misterio de la vida.

• Insatisfacción y Desengaño. La exagerada afirmación del Yo conduce al romántico al aislamiento, a la soledad. Desde el punto de vista del
arte, es claro que el yo del artista pasa a ocupar el primer plano de la creación y en sus obras se traslada el choque entre el yo y la realidad
prosaica y gris que no da satisfacción a sus anhelos e ideales, lo que produce en el artista romántico un hondo desengaño, un tedio y un hastío
vitales (le mal du siècle) que lo llevan a un violento enfrentamiento con el mundo y a rebelarse contra todas las normas morales, sociales,
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políticas o religiosas1 . 1 Y encontré mi ilusión desvanecida, y eterno e insaciable mi deseo: palpé la realidad y odié la vida. Sólo en la paz de los
sepulcros creo. (Espronceda, A Jarifa en una orgía) 1

3 • Evasión. Para escapar de ese mundo en el que no encuentra cabida su idealismo extremo, el romántico opta por escapar de esa realidad
inmediata que no le gusta. Esa evasión puede conducirlo a épocas pretéritas, como la Edad Media, o a lugares lejanos o exóticos como Oriente,
o América o, la misma España, que para muchos escritores europeos era prototipo de país romántico con sus antiguas tradiciones y su peculiar
folclore. Como una forma extrema de evasión, aparece a veces el recurso al suicidio, que puso de moda (y no sólo ente los personajes de
ficción) el Werther de Goethe. Además de la evasión temporal o espacial, adquiere especial importancia la huida de la realidad mediante el
refugio en sí mismo, con lo que el gusto por la soledad se convierte en uno de los temas románticos por excelencia. Esto justifica la preferencia
por lugares solitarios como castillos, cementerios, jardines, espacios recónditos, etc.

• Nacionalismo. Los románticos, que han perdido la fe en los valores absolutos tradicionales, encuentran un asidero existencial en la
revalorización de un espíritu comunitario que los ligue a su entorno. Es ahora cuando se reivindican los conceptos de pueblo, patria y nación
surgiendo un especial interés por la lengua, la literatura y el folclore. • Naturaleza dinámica. Frente a la naturaleza artificiosa y bucólica
característica del Neoclasicismo, que ofrecía una visión ordenada, serena y dulce, el artista romántico representa la naturaleza en forma
dramática, en movimiento, de forma agreste, dura, falta de proporción y con preferencia por la ambientación nocturna. La Naturaleza se
identifica con los estados de ánimo del creador y, según sean éstos, es turbulenta, melancólica o tétrica, pero, a la vez, la naturaleza está por
encima de todo, lo que deja traslucir cierta concepción panteísta del universo, como puede advertirse en el tópico romántico de las ruinas, que
simbolizan el predominio de la naturaleza sobre el hombre y sus obras. B) CARACTERÍSTICAS FORMALES

• Ausencia de reglas. Junto a esta renovación temática, hay una no menos importante renovación estilística, pues al campo formal se lleva
también el anhelo de libertad. Para el romántico copiar a los clásicos es falsear la realidad porque ésta no tiene reglas. La literatura aboga por la
mezcla de géneros.

• Renovación métrica. Hay una ampliación de las formas métricas. Los románticos acudieron a nuevos ritmos acentuales e inventaron nuevas
combinaciones estróficas. En definitiva, la métrica romántica es un claro precedente de la modernista. Asimismo, la tendencia grave,
apasionada y dramática del Romanticismo mostró predilección por el metro largo y las rimas sonoras. • Renovación léxica. El Romanticismo
abre las puertas a un caudal léxico: neologismos, arcaísmos, cultismos, extranjerismos. Las voces más prestigiosas no lo son ya por su carácter
latino o antiguo, sino por el valor emocional. Hay por ello predilección por las palabras procedentes de campos semánticos del sentimiento, el
dolor y la desesperación: arrebato, delirio, ilusión, sombra. Es, además, significativo el exceso de adjetivación y la pretensión de un vocabulario
más espontáneo, directo y enérgico.

• Exaltación retórica. La vehemencia sentimental y expresiva explica la sobreabundancia de exclamaciones, frases entrecortadas, puntos
suspensivos, hipérboles y, en general, un tono de hinchazón retórica caracterizado por el lenguaje figurado con la abundancia de imágenes,
metáforas y comparaciones. Nada de sencillez: exceso verbal, ironía, burla del artista de su obra, etc.

4 Aunque la unanimidad del movimiento romántico reside en una manera de sentir y de concebir al hombre, la naturaleza y la vida, cada país
produce un movimiento romántico particular, distinto; incluso cada romanticismo nacional desarrolla distintas tendencias. En Francia o en
España se suelen distinguir un romanticismo de apariencia católica y nacional de otro más liberal y materialista. En Alemania o Inglaterra, se
diferencia un primer romanticismo de un segundo movimiento, más maduro y menos teórico. Veamos cómo se manifiesta este sentir
romántico de manera más detallada. 3. LOS ROMANTICISMOS EUROPEOS

3.1. El Romanticismo alemán

Es en Alemania también donde se produce un fenómeno literario precursor del Romanticismo y que se conoció con el nombre de Sturm und
Drang (Tempestad y Pasión) que propugnaba la creación literaria al margen de las reglas clásicas y revalorizaba la expresión artística de los
sentimientos y de las vivencias. El Romanticismo alemán propiamente dicho se desarrolló en un tránsito entre dos generaciones muy seguidas:
se empezó por una pretensión teórica, afín a la filosofía idealista, para llegar luego a unos resultados literarios más bien modestos. Así, primero
están los llamados románticos tempranos: los doctrinarios hermanos Schlegel, Tieck o Novalis. Este grupo tiene su momento característico con
la revista Athenäum, bajo la protección de Goethe. Pero alrededor de 1810 surge una nueva promoción, un romanticismo más joven o tardío,
constituido por los hermanos Grimm y Hoffmann, entre otros. En el tránsito entre estas dos generaciones se hará más visible el crecimiento de
la fuga hacia el pasado, hacia una irreal Edad Media, que, en términos germánicos, se veía también como el humus donde prendían las raíces
del espíritu alemán.

3.2. El Romanticismo inglés La época romántica en Inglaterra puede centrarse en el período entre 1798, primera edición de las Baladas líricas
de Wordsworth y Coleridge, y 1892, muerte de Walter Scott, quien alcanzó el éxito con el género de la novela histórica. Wordsworth en el
Prefacio a sus Baladas líricas, escrito para justificar sobre fundamentos universales un "experimento" en el lenguaje poético, se aproxima a la
redacción de un manifiesto romántico y a sus seguidores se les conocerá como el grupo de los lagos. Para Wordsworth, toda buena poesía se
caracterizaba por un espontáneo desborde del sentimiento. Como tema básico de la poesía estaba la naturaleza, gran forma de revelación de lo
divino y un gran medio para el análisis de la propia interioridad. En el Romanticismo inglés también podemos distinguir una segunda
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"promoción", la de los satánicos, entre los que destacan autores como Shelley o Byron. Este último encarnó la estampa del poeta en rebeldía
ante la sociedad y ante la misma divinidad; cultivador del escándalo, su poema más recordado es “Don Juan”, donde caricaturiza al 1
Romanticismo tanto en estilo como en temática: don Juan es aquí un muchachito más bien seducido y pasivo en aventurillas picantes y cuasi
cómicas.

4. EL ROMANTICISMO EN ESPAÑA Las peculiares circunstancias históricas y políticas que atraviesa España durante el primer tercio del siglo XIX
son las que quizás puedan explicar el tardío y extraño desarrollo que el movimiento romántico tiene en la literatura española. Tras la guerra de
la Independencia (1808 -1814), Fernando VII llegó al trono e inició una persecución contra los liberales, partidarios de limitar el poder real
mediante una Constitución que asegurara ciertos derechos a los ciudadanos. Muchos liberales se vieron obligados a exiliarse a Inglaterra y a
otros países europeos, donde vivieron 5 en contacto con el movimiento romántico. Si bien con el trienio liberal (1820 -1823) retornó la libertad
de expresión con publicaciones como El Europeo, la llamada década ominosa (1824 -1833) supuso un recrudecimiento del absolutismo
borbónico que frenó el desarrollo del Romanticismo. Tras la muerte del rey, en 1833, se promulgó en España una amnistía que permitió el
regreso de los exiliados, y fue entonces cuando el Romanticismo se impuso en España. Así pues, el desarrollo del Romanticismo se produjo en
España entre 1833 y 1850. Aunque ya en algunos autores ilustrados del XVIII, como Cadalso, Meléndez Valdés o Cienfuegos, se atisban rasgos
que anuncian un cierto cambio de sensibilidad y una mayor atención a los aspectos sentimentales, las ideas románticas se introdujeron
lentamente en España . En 1834, se publica El moro expósito del duque de Rivas y, en el prólogo, Alcalá Galiano lanza el manifiesto romántico
más interesante. En él, se vislumbra ya que en el Romanticismo español hay dos tendencias. Dice Menéndez Pelayo al respecto: "en su dominio
breve y turbulento se dividió aquella escuela (si tal puede llamarse) en dos bandos completamente distintos: el romanticismo histórico
nacional, del que fue cabeza el duque de Rivas, y el Romanticismo subjetivo o byroniano que muchos llaman filosófico, cuyo corifeo fue
Espronceda”. Tuvo también su importancia la llamada polémica del alemán Böhl de Faber con Mora sobre las preferencias de los dramaturgos
románticos. Una vez pasada esta etapa, podemos afirmar que en torno a 1845 ha pasado ya la revolución romántica: Larra ha muerto en 1837,
Espronceda en 1842, y los supervivientes evolucionan hacia el Realismo, pues el Romanticismo se hunde en un esteticismo marginal y deja de
ser una actitud, un estilo de vida.

4.1. LÍRICA Durante la primera mitad del siglo XIX, la poesía refleja bien el proceso de transición desde la estética neoclásica hasta la
romántica. Buena parte de este período sigue dominada por las figuras de líricos de indudable inspiración ilustrada, como Alberto Lista o
Quintana. Habrá que esperar a los años 30 y a la muerte del monarca para la eclosión del género poético. Los autores más destacados fueron:

4.1.1. ESPRONCEDA (1808-1842) Y EL DESEO PROMETEICO El poeta que mejor representa el modelo de poeta rebelde romántico es
Espronceda. Su faceta literaria más importante es la de la poesía, tanto en su vertiente lírica como en la narrativa. En esta obra poética a lo
largo de la vida del autor se percibe una clara evolución que permite dividirla en varias etapas:

• Poesías de corte neoclásico. Son textos juveniles escritos bajo la influencia decisiva de su maestro Lista. Destaca El Pelayo, intento inacabado
de poema épico.

• Poesías de la etapa del exilio. La impronta neoclásica sigue siendo importante, pero a ella se suman ahora nuevas influencias que anuncian
una evolución hacia la sensibilidad romántica. Textos esproncedianos de este tipo son, El Himno al sol o el poema narrativo Óscar y Malvina.

Poesía romántica. Escrita tras su regreso a España después de su exilio en Inglaterra, aborda al principio los temas convencionales del
romanticismo histórico, pero produce sus frutos más logrados cuando evoluciona hacia un Romanticismo liberal en el que abundan los tonos
sociales: defensa de los seres marginales, identificación con los proscritos, desprecio de las normas y aspiración a una libertad absoluta.
Canción del pirata, El verdugo, El mendigo, El reo de muerte, A una estrella, A Jarifa en una orgía. 6 Sus dos grandes poemas, El estudiante de
Salamanca y El diablo mundo, si bien son básicamente narrativos, constituyen un ejemplo de la mezcla de géneros propia del Romanticismo,
pues no faltan pasajes tanto líricos como dramáticos.

• El estudiante de Salamanca, publicado en 1840, es su obra mejor construida. Cuenta la historia de don Félix de Montemar, un cínico donjuán
en la Salamanca del siglo XVII. El protagonista, tras seducir y abandonar a Elvira, que muere de pena de amor, mata en duelo al hermano de la
fallecida. A partir de ahí, la visión romántica va apoderándose del poema: don Félix avanza por la callejuela donde ha tenido lugar el duelo y
persigue a una fantasmal dama que encierra un gran enigma, y que resulta ser el esqueleto de Elvira -la muerte misma-, con quien consuma un
matrimonio macabro y acaba bailando una danza horripilante, rodeado de espectros. El episodio acaba con una sucesión de versos ordenados
de mayor a menor (de diez a dos sílabas, en escalas métricas). La vida de don Félix se va extinguiendo al mismo tiempo que se reduce el
número de sílabas.

• El diablo mundo constituye el primer intento de concebir una obra totalizadora del sentido del hombre en el mundo. La obra carece de plan
previo, ya que fue publicada por entregas durante 1840 y 1841 y, además, se encuentra inacabada. Cuenta la historia de un anciano
desengañado que se transforma en un joven, Adán, que desconoce el mundo. Se trata del mito del ser puro. La variedad del texto y de los
ambientes sociales reflejará que el mundo no admite la inocencia ni los sentimientos puros. El amor es también un imposible, lo cual se deriva
asimismo del famoso pasaje del Canto a Teresa. Al polimorfismo temático va unido el lingüístico y métrico, pasando constantemente del estilo
llano al elevado y utilizando formas estróficas muy variadas.
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4.1.2 GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER (1836-1870), EL POSROMÁNTICO En la segunda mitad del siglo XIX, el Romanticismo pervive en la obra de
dos poetas que adoptan una línea intimista: Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. Ambos pertenecen a la mejor tradición de la lírica 1
española. Gustavo Adolfo Domínguez Bastida nació en Sevilla en 1836. Con dieciocho años se trasladó a Madrid, donde trabajó escribiendo en
periódicos y adaptando obras extranjeras. En 1858 se enamoró de Julia Espín, hija de un compositor, y, aunque su amor no fue correspondido,
todo parece indicar que fue esta mujer quien le inspiró sus célebres rimas. Murió en Madrid en 1870, con 34 años de edad. A pesar de su corta
vida, Bécquer escribió varias obras, entre las que destacan dos: las Rimas y las Leyendas. La poesía de Bécquer se publicó en 1871 de forma
póstuma. El autor había entregado al político y periodista Luis González Bravo un manuscrito con sus poemas, pero éste se perdió en un
incendio. El poeta reescribió el libro y compuso un nuevo manuscrito: El libro de los gorriones. Tras la muerte de Bécquer, sus amigos
reordenaron ese poemario, de modo que las poesías (las llamadas rimas) reflejaran el proceso de una historia de amor y lo publicaron bajo el
título de Rimas. Las rimas son poemas breves, de tono popular y gran musicalidad, que versan sobre la creación poética o sobre el amor. Están
organizadas en cuatro bloques: 7

• Rimas I a VIII. Tratan sobre la poesía, el acto de la creación y el poeta: Yo sé un himno gigante y extraño/ que anuncia en la noche del alma
una aurora,/ y estas páginas son de ese himno/ cadencias que el aire dilata en las sombras. • Rimas IX a XXIX. Tienen por tema el amor visto de
una forma esperanzada y alegre: Oigo flotando en olas de armonía/ rumor de besos y batir de alas;/ mis párpados se cierran… ¿qué sucede?/ –
Es el amor que pasa. • Rimas XXX a LI. Se centran en el desengaño amoroso: Asomaba a sus ojos una lágrima/ y a mi labio una frase de
perdón;/ habló el orgullo y se enjugó su llanto,/ y la frase en mis labios expiró.

• Rimas LII a la LXXVI. Giran en torno a la soledad, el dolor y la muerte, tratados con un tono angustiado: En donde esté una piedra solitaria/ sin
inscripción alguna/ donde habite el olvido,/ allí estará mi tumba. Bécquer crea en sus rimas una nueva forma de expresión poética,
caracterizada por el tono intimista y melancólico, el simbolismo y una sencillez opuesta al retoricismo y a la exaltación de los primeros
románticos. Él mismo concibe sus poemas como muestras de una poesía «natural, breve, seca, que brota del alma como una chispa eléctrica,
que hiere el sentimiento con una palabra y huye; y desnuda”. Por su simbolismo y su esencialidad, esta poesía ejerció un fuerte influjo en la
poesía moderna, especialmente en autores como Juan Ramón Jiménez o en los escritores de la llamada Generación del 27. En lo que se refiere
a las Leyendas, son un conjunto de relatos en prosa, frecuentemente de origen folclórico, en los que predominan los elementos maravillosos.
En ellos se recrea una atmósfera de misterio en la que la realidad cotidiana se confunde con lo fantástico y lo sobrenatural. Bécquer escribió
dieciocho leyendas, entre las que destacan El Monte de las Ánimas, Maese Pérez el organista, El rayo de luna o Los ojos verdes. Todas ellas son
relatos llenos de lirismo que se encuentran entre los mejores de la literatura fantástica española.

4.1.3. ROSALÍA DE CASTRO (1837-1885) Y EL “REXURDIMENTO” La figura más importante de la lírica del Rexurdimento gallego fue Rosalía de
Castro (1837-1885). Su obra literaria comprende dos libros en gallego, Cantares gallegos y Follas novas, y un libro en castellano, En las orillas del
Sar. Su poesía, al igual que ocurre con la obra de Bécquer, se inscribe dentro de la poesía intimista de la segunda mitad del siglo XIX. Rosalía de
Castro adoptó un tono sencillo, directo y sentimental, y despojó al Romanticismo español de los excesos altisonantes y exaltados que lo habían
caracterizado en sus inicios, dando un nuevo aliento más sincero y moderno a los poemas, tomando muchos elementos de la poesía popular y
del folclore gallego.

4.2. EL DRAMA ROMÁNTICO El período del drama romántico en España es de corta duración: se inicia en 1834 con La conjuración de Venecia
de Martínez de la Rosa y con El Macías de Larra y finaliza en 1849 con Traidor, inconfeso y mártir de Zorrilla. El tema principal de las tramas
románticas es el amor, un amor absoluto e ideal, que está por encima de las convenciones sociales, más allá del bien y del mal, lo cual es un
imposible que conduce a la muerte. A menudo se sue 8 Formalmente, estas obras comparten muchos rasgos con el teatro barroco:

• Así, mezclan tragedia y comedia, pero no como el barroco para imitar la naturaleza, sino para realzar los contrastes entre la realidad y los
ideales.

• También como en la comedia del XVII, y frente al teatro neoclásico, no se respetan las reglas de las tres unidades, sobre todo las de tiempo y
lugar.

Los espacios en los que se desarrolla la acción son muchas veces conventos, mazmorras, paisajes abruptos y salvajes, cementerios, ambientes
lúgubres y retirados Las acotaciones cuidan especialmente la ambientación y los efectos escénicos sirven para dar al teatro carácter de
espectáculo. Había decorados múltiples, efectos sonoros, fantasmagorías, para ambientar las obras de forma espectacular. En el desarrollo de
los espectáculos es fundamental la intriga, se incluyen elementos melodramáticos para conmover (es muy frecuente el uso de la anagnórisis o
reconocimiento). Así se manifiesta la finalidad del drama romántico: emocionar al espectador, no enseñar.

• El número de actos o jornadas varía entre 3, 4, y 5.

Hay mezcla de tono y estilo: lo grotesco convive con lo sublime, el lenguaje elevado con el coloquial. • Los dramas románticos introducen, por
su parte, la innovación de mezclar verso y prosa, aunque a la larga se impone el verso con polimetría, aunque no para responder al decoro
poético. Los dramas románticos conocerán un éxito de público muy rápidamente.

4.2.1. EL DUQUE DE RIVAS (1791-1865) Y DON ÁLVARO O LA FUERZA DEL SINO En 1835, el éxito correspondió al Don Álvaro o la fuerza del sino
de Ángel Saavedra, duque de Rivas, que simboliza la lucha del individuo contra las convenciones sociales y el destino. Tanto por su tema como
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por su construcción, sintetiza las características del drama romántico: la aparición de la muerte y del amor apasionado; la combinación de verso
y prosa, lo cual no obedece a un cambio en la situación dramática ni se adecúa al contenido de la escena, sino que es algo caprichoso; la 1
división en jornadas y no en actos; el dinamismo de la acción; los ambientes, etc. El argumento de la obra tiene como protagonista a Don
Álvaro, un indiano de orígenes nobles que se enamora de Leonor y cuyo padre se opone a la relación por creerle plebeyo. Cuando los dos
amantes planean fugarse, se presenta el padre de Leonor y don Álvaro lo mata accidentalmente. Horrorizado, don Álvaro huye a Italia, donde
conoce a don Carlos, con quien traba amistad. Pero al fin don Carlos, que es hermano de Leonor, descubre la identidad de don Álvaro y le reta a
un duelo. Don Álvaro mata a don Carlos, de modo que una vez más se cumple el aciago sino (destino) del protagonista. Huyendo nuevamente
de su infortunio, don Álvaro regresa a España y profesa como fraile en un convento. Pero otro hermano de Leonor, don Alfonso, da con él y
exige venganza. En un nuevo duelo, don Álvaro le hiere mortalmente. Leonor, que tras la muerte de su padre se había retirado a vivir como
eremita cerca del convento donde se encuentra don Álvaro, es reclamada para atender al moribundo y Alfonso, en su agonía, la mata por
creerla cómplice del protagonista. Desesperado, Don Álvaro se arroja por un precipicio ante la mirada horrorizada de los frailes. Don Álvaro es
víctima del destino y del rechazo de la sociedad. A lo largo de la obra, ninguna de sus acciones puede evitar la desgracia: huye continuamente,
pero el código social del honor y un hado cruel e implacable le persiguen haciendo imposible su felicidad. El suicidio de don Álvaro es, desde la
perspectiva romántica, no sólo un acto de desesperación, sino, ante todo, un acto de rebeldía, la última manifestación de la libertad individual
del personaje. 9 Otro título importante es El trovador de García Gutiérrez, que fue la obra más representada en 1836. La consagración del
drama romántico se producirá en 1837, cuando se estrenaron muchas obras nuevas y con títulos tan populares como Los amantes de Teruel, de
Hartzenbusch, Pero si hay alguien que dominó la escena durante los años 40 fue, sin duda, Zorrilla.

4.2.2. ZORRILLA (1817-1893) Y DON JUAN TENORIO José Zorrilla nació en Valladolid y muy joven se dio a conocer como poeta, en el entierro de
Larra. Viajó por Europa y desempeñó cargos en México. Ingresó en la Real Academia en 1869 y fue coronado como poeta en 1889. En 1837
publicó su primer libro, Poesías, y comenzó su carrera dramática, por la que principalmente es conocido, gracias a Don Juan Tenorio, cuya
popularidad ha perdurado a lo largo del tiempo. En esta obra desarrolla el famoso mito del don Juan, presente en la literatura de todos los
tiempos. El autor, con el desarrollo que plantea, da un tono tradicionalista y conservador a la historia, a través de la conversión religiosa del
seductor y su salvación cristiana a través del amor. La obra está dividida en dos partes, de cuatro y tres actos, respectivamente. La acción se
desarrolla en Sevilla, en donde se reúnen don Juan y don Luis Mejía para hablar de sus conquistas. Al oír tantas fechorías, el padre de la
prometida de don Juan anula su compromiso y doña Inés es ingresada en un convento, de donde la saca don Juan, ayudado por la criada
Brígida. Sorprendido por el padre de la mujer cuando le está declarando su amor a la dama, don Juan mata al padre sin querer y huye. Empieza
así una segunda parte separada por un lapso de cinco años. Esta separación temporal permite que la segunda parte comience con la visita de
don Juan al panteón, que su padre ha mandado construir. De esta manera, la primera parte supone el enfrentamiento de don Juan con la
sociedad; y la segunda parte, con lo sobrenatural, con los muertos. La gran contribución de Zorrilla al tema donjuanesco es, sin duda, la
creación del personaje angelical de doña Inés, que hace posible la salvación del libertino. Aquí radica la principal diferencia con El burlador de
Sevilla de Tirso de Molina y así consigue Zorrilla satisfacer la moral tradicionalista y reaccionaria de su tiempo, a través de la conversión
religiosa del impío calavera y su salvación cristiana por medio de un amor sublime y sacrificado. Zorrilla convierte al burlador en un enamorado
y, además, es lógico que se produzca su salvación, pues don Juan llama a Dios y es impensable que Dios no le escuche. En las obras románticas
anteriores, el ideal del amor total entraba en conflicto con la religión. En cambio, en el Don Juan Tenorio se destruye esta oposición y el amor
se convierte en camino para el perdón de Dios.

4.3.- LA PROSA ROMÁNTICA Distinguimos dos direcciones temáticas: la evocación histórica y la pintura de costumbres. A la primera
corresponde la novela histórica, de mucho éxito en Europa gracias a las narraciones del escocés Walter Scott. Son novelas ambientadas en la
Edad Media, melodramáticas, superficialmente históricas y comprometidas, que buscan iluminar el presente a través de ejemplos pasados
como Los bandos de Castilla de Ramón López Soler, El doncel de Don Enrique el doliente de Larra en 1834, o El Señor de Bembibre de Gil y
Carrasco en 1844. Por otro lado, se cultivó el regionalismo novelesco, derivado del sentimiento nacionalista del romántico. La novela social y de
costumbres se inicia así en la década de 1830, sobre la base de traducciones de Balzac o Dumas. El género se define como una descripción
inmovilista de una realidad social típica, sin desarrollo dramático. De breve extensión, el cuadro de costumbres recrea temas de la actualidad
del momento y busca la amenidad con un lenguaje popular. Entre los españoles 10 destacan Panorama matritense de Mesonero Romanos,
Escenas andaluzas de Estébanez Calderón y un libro colectivo: Los españoles pintados por sí mismos, de 1834-44. La importancia del
costumbrismo romántico fue determinante, porque con sus métodos de observación de la realidad abrió el camino a la novela realista.

4.3.1 MARIANO JOSÉ DE LARRA (1809-1837) Y EL MAL DU SIÈCLE ESPAÑOL Aunque Larra no se identificó plenamente nunca con el
Romanticismo, lo cierto es que suele ser considerado como el prototipo del literato romántico español por cuanto simboliza perfectamente el
rechazo de la realidad y el espíritu combativo. Su vida y su obra estuvieron unidas y marcadas por los desengaños. Si bien escribió diversas
composiciones en verso, alguna obra teatral y cierta novela histórica, sin duda alcanzó la talla de escritor con su actividad periodística. La
prensa periódica en el siglo XIX supuso un medio de comunicación imprescindible para la sociedad moderna. La literatura se acomodó a los
reducidos formatos de la prensa y ésta se convirtió, asimismo, en un vehículo perfecto de propaganda de las nuevas ideas, de opiniones y
proyectos. Nace así el artículo periodístico como género caracterizado por una prosa llana y directa y por uno tono didáctico. Publicó muy
joven, en 1828, El duende satírico del día. En 1832, regresó al campo del periodismo con una nueva revista íntegramente redactada por él: El
pobrecito hablador. Se publicaron catorce números en los que pueden encontrarse ya muchos de los mejores artículos: El casarse pronto y mal
o el Vuelva usted mañana..., donde utiliza el molde formal del artículo costumbrista con el propósito de modificar una realidad social que
reprueba. A mediados de 1836 el compromiso de Larra con la reforma liberal se había convertido en una enfermedad romántica. El Yo de este
7

último Larra encaja en el paradigma del solitario o el enfermo de mal du siècle. La creación del personaje Figaro, alter ego de Larra, supuso la
elección de una máscara cómica (el barbero de Beaumarchais) tras la cual se ocultaba una conciencia atormentada ("Me río por no llorar"), lo 1
que daba una nueva dimensión al personaje, que ya no será sólo un satírico mordaz que busca el distanciamiento mediante la risa, sino que se
convierte en una figura romántica de la alienación: el payaso que llora2 . En sus diversos artículos solía optar por una estructura tripartita con
una introducción donde exponía sus opiniones; a continuación, pasaba a ejemplificar aquello que denunciaba y, por último, concluía su artículo
con una reflexión final. Una posible clasificación de los artículos suele ser de orden temático:

• Artículos de crítica literaria y cultural: reseñan estrenos teatrales, conciertos y muestran sus gustos literarios, en los que defiende la libertad
creadora: "Libertad en literatura, como en las artes, como en la industria, como en el comercio, como en la conciencia."

• Artículos políticos: comentan las vicisitudes políticas de cada momento. Larra se muestra como un hombre comprometido socialmente y,
además, muestra una visión pesimista de la política y de la existencia en general. Destacan Nadie pase sin hablar con el portero o Tres no son
más que dos.

• Artículos de costumbres: son fundamentalmente satíricos. En ellos, se censuran comportamientos y usos sociales diversos: la holgazanería, la
hipocresía, la suciedad, el mal gusto, las casas pequeñas o la burocracia. Su intención es modernizar España. Algunos títulos son: El casarse
pronto y mal, El castellano viejo, Las casas nuevas, Vuelva usted mañana. 2 "Quise refugiarme en mi propio corazón, lleno no ha mucho de vida,
de ilusiones, de deseos. ¡Santo cielo! ¡También otro cementerio! Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha
muerto en él? ¡Espantoso letrero! ¡Aquí yace la esperanza!" 11 Larra, en sus últimos artículos El día de difuntos o La Nochebuena de 1836 va
más allá de lo social para alzarse a un plano existencial y expresar una concepción desengañada y trágica de la vida. El propio suicidio de Larra
el 12 de febrero de 1837 se convirtió en un texto, que, junto con sus últimos artículos, estableció en la cultura española la imagen prototípica
del Yo romántico alienado como poète maudit.
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La libertad en el Romanticismo.
El valor endopático novedoso en el romanticismo, es el de la libertad. Recordemos que el
racionalismo ilustrado se había empeñado en dotar al individuo de una progresista libertad
que le llevara a través de la práctica de la razón a la verdad y la felicidad, algo imposible
en épocas precedentes. Lamentablemente tan imperiosa necesidad, como hemos
señalado, flaqueó en el momento en que intereses burgueses enturbiaron los
esperanzadores arroyos del conocimiento lógico irrumpiendo bruscamente el lucro y el
interés económico en este orden y progreso. La razón, se convirtió en prepotente y
esterilizadora de todo intento alejado de los paradigmas cartesianos y positivistas.

El epicureismo define al hombre libre cuando este es alguien que debe realizar sus
deseos. El excesivo racionalismo había situado al hombre intuicionista en un proceso de
alienación en búsqueda de dicha libertad, ya que en el contexto de la ausencia de un
sentido social o la imposibilidad de llevar una vida normal, empuja a este a la consecución
de sus deseos.

El romanticismo irrumpe precisamente como una necesidad revolucionaria de cambio y


reivindicación de una libertad que la dictadura de la razón se empeña en defenestrar. Así
en este contexto, la libertad se manifiesta como una necesidad difícil de definir. Quizás se
hace latente la necesidad de ella por encima de saber exactamente lo que es más que un
deseo.

Ciertamente la libertad, es entendida como una de esas entelequias ante las cuales y a
pesar de la abundante literatura habida al respecto, el hombre sigue dudoso ante la
misma. También es cierto que desde la intuición y lo anímico, creemos entenderla desde
el alejamiento de la misma, esto es cuando limitados por uno mismo, como por ejemplo
ante límites físicos provocados por una enfermedad, una minusvalía, ser esclavo de una
silla de ruedas, o bien limitado por el otro, como cuando uno vive en un país fáctico y no
se tiene libertad para expresarse o ejercer unos hipotéticos derechos naturales en el
hombre; o cuando ante fuerzas mayores como las naturales, ante una nevada quedamos
incomunicados del mundo, en fin, quedamos con una clara idea de la falta de libertad,
pero en definitiva y como señalábamos, nadie puede atreverse a hablar de la libertad de
una manera categórica, pues nuestra finitud o nuestra fragilidad, certezas incuestionables,
son ya conceptos que nos alejan de la misma. Remitiéndonos a ese dicho popular, algo
descorazonador que plantea: el mundo, como la mayor de las cárceles, queda el hecho de
que la libertad es algo más propio del mundo de las ideas y utopía que no valor
pragmático.

En el contexto romántico, la libertad se plantea, como hemos explicado, como una


abstracción, una entelequia que parte del deseo de vencer las convenciones y la tiranía,
así como un valor de intento de reafirmación y enraizamiento de los derechos y
dignidades humanas .

El siglo XIX, fue tiempo genérico de revueltas y reivindicaciones constantes de libertad. De


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hecho, el romanticismo es, en esencia, un camino de libertad. Ya en 1804, circulará por


1
Europa el Guillermo Tell de Friedrich Von Schiller, la historia del héroe suizo que se
convertiría en símbolo de lucha contra el poder extranjero. Manzoni, también aportará en
1827 con su obra Los novios un alegato a la libertad en la figura de dos amantes
acosados por el feroz feudalismo medieval del norte de Italia. Pushkin, pondrá la libertad
en verso en su oda a la libertad, al igual que Alfred de Vigny en su obra de 1844 La casa
del Pastor. A estos podríamos unir muchos otros ejemplos, de similares convicciones
rousseaunianas convencidos de la naturaleza libre del hombre y la obsesión del poder y la
sociedad por encadenarlo.

En pintura se materializan igualmente numerosas reflexiones sobre la necesidad de


libertad, como por ejemplo, cuando en 1789 Hurbert Robert pinta La Bastilla en los
primeros días de la demolición (Ilustración nº 14), una evidencia de la caída gradual de un
símbolo del pasado absolutista, fáctico y todo lo contrario a la aspiración de libertad del
hombre.

En el mismo sentido, en 1830 Delacroix pinta la que será su obra más romántica e
influyente, un buen ejemplo de esta efusividad en la idea, se trata de la obra La libertad
guiando al pueblo (Ilustración nº 15), una glorificación semialegórica de la idea de libertad
que le valió ser laureado con la Legión de Honor. En esta obra clave de la historia del arte
que retrata fantasiosamente la insurrección de la burguesía y el proletariado frente a la
restaurada monarquía borbónica, la revolución liberal del 30: Delacroix plasma la
evocadora idea de la libertad, necesaria en el arte y en la sociedad.

Podemos citar numerosas referencias a la libertad en obras artísticas de entre las cuales
citaremos algunas por su evidencia, como por ejemplo: La guardia cívica de Milán intenta
dispersar a la multitud concentrada ante el Palazzo Reale obra de 1814 de Giovanni
Migliara (Ilustración nº 16), una crónica de lo acaecido el 20 de abril de 1814 en el que el
pueblo de Milán se rebela frente al dominio Napoleónico. Una escenificación del
movimiento incontenible de la multitud luchadora por su libertad que empieza a ser
abatida por la tiranía del opresor.

Sufrimiento de las clases populares, que son las que antes sufren las consecuencias de
los despropósitos de los tiranos y los intereses de estos, como se puede observar también
en la obra de Francesco Hayez titulada Los habitantes de Parga abandonan su patria
(1826-1831) (Ilustración nº 17). Obra que hace referencia a lo acontecido en 1818 en
Grecia, cuando los ingleses en un hábil movimiento diplomático valioso a sus intereses,
ceden la soberanía de la ciudad griega de Parga a los turcos. Aquí, queda evidente en la
narración visual el desespero ante el exilio a través de una emotiva escenografía en la
que se aprecia el sufrimiento de las masas populares alejándose de sus casas, su ciudad
y su patria, algo que provoca indiscutiblemente un sentimiento nacionalista.

En el mismo sentido, Eugenio Agneni pinta en 1857 Las sombras de las grandes
personalidades florentinas protestan contra el dominio extranjero (Ilustración nº 18). Una
revisión también del tema de la invasión extranjera. Una vista efectista nocturna de la
plaza florentina degli Uffizi, en la cual aparecen los espectros oníricos de muchos
personajes de la historia, como Dante, Maquiavelo, Petrarca, Leonardo, Miguel Ángel y
Boccaccio que avanzan desafiantes hacia el invasor extranjero.
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Deseos de libertad en lo global, lo nacional, la identidad cultura, pero también en lo íntimo


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y personal, pues el deseo utópico del romántico, es que la libertad impregne todo, de lo
íntimo a lo universal, de lo universal a lo íntimo.

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