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LA FORMACIÓN EN VIRTUDES COMO PARADIGMA ANALÓGICO DE EDUCACIÓN.

MAURICIO BEUCHOT
Esta idea de potencialidades de la persona nos remite a la idea de virtudes, esos
hábitos que pueden cualificar a la persona en su misma estructura ontológica,
que se van adquiriendo y desarrollando en la persona precisamente porque se
halla en estado de potencialidad. El hombre es un cúmulo de potencialidades
que hay que desentrañar.
Con esta idea de potencias en el ser humano, surge la exigencia de la educación
como educción de virtudes a partir de la persona. Educar es educir, sacar algo,
y lo que se educe son las virtualidades de la persona misma.
El educador sólo actualiza, o ayuda a actualizar, esas virtualidades en el
educando, en una especie de diálogo en el que suscita el crecimiento de dichas
virtualidades.
La educación, entendida como diálogo, como interacción dialógica, ya no toma
al educando como algo pasivo, sino activo, como un interlocutor ya para el
mismo Aristóteles, la educación es formación, no meramente información.
La tradición de la virtud.
Ya desde los griegos, la virtud tiene un sentido de mesura o moderación. Esto
aparece ya claramente en Platón. Se ve la conexión que hace entre una pasión,
como el amor o eros, y las virtudes, como lo son la templanza, la justicia y la
prudencia.

Aristóteles recoge de Platón varios elementos para su propia teoría de la virtud.

Las virtudes, tal como las expone en la Ética a Nicómaco, son excelencias
(aretai) que ayudan al hombre a buscar su bien y su fin: la felicidad, cualidades
que incluso lo constituyen, ya que el mayor bien y la mayor felicidad es la
contemplación por la sabiduría, la cual viene a ser, otra vez, la vida según la
virtud. Por otro lado, las virtudes se aprenden, se cultivan. Hay una pedagogía
de ellas. Se consiguen tanto por la práctica como por algunas direcciones, reglas
o leyes.
Es una educación por el ejemplo, pero también por ciertas reglas indispensables.
Se combinan aquí la información y la formación. Se adiestra al hombre para
poner en práctica unas habilidades, pero se le dan directrices para que pueda
adquirirlas más seguramente. Se aprende a juzgar según la recta razón, que es
la que da el justo medio, entre el más y el menos, en la proporción; un juicio
prudencial, analógico. Por eso la prudencia o frónesis es la virtud fundamental
para adquirir las demás virtudes. Enseña el término medio y enseña a disponer
los medios para llegar a los fines.

La división principal es en dos clases: virtudes teóricas y virtudes prácticas, o


del carácter, o morales. Precisamente el criterio para distinguirlas es el modo en
que se aprenden. Las virtudes intelectuales, por la enseñanza; las prácticas, por
el ejercicio habitual. Las teóricas no tienen que ver con el término medio, como
las prácticas, sino más bien con la recta razón dirigida a la verdad. Por ello no
dependen completamente de la prudencia. Y son justamente las virtudes teóricas
las que aquí más nos interesan; entre ellas las ciencias, pues son aquellas a
suscitar las cuales está más abocada la educación escolar. Pero no pueden darse
sin ir acompañadas, en alguna medida, por las virtudes prácticas, sobre todo sin
esa que es intermedia o mixta, la prudencia. Ella es una especie de virtud
híbrida, entre las teóricas y las prácticas, en parte lo uno y en parte lo otro,
modelo de analogía.

En el libro VI de su ética Nicomaquea habla de las virtudes intelectuales en


especial. Allí sostiene que éstas son cinco: arte, prudencia, intuición, ciencia, y
sabiduría.

Y esa enseñanza de las virtudes intelectuales tiene para Aristóteles un sentido


dialógico, dialogal.

Lo muestran los términos que emplea. Los axiomas son las proposiciones que
tanto el maestro como el alumno entienden y aceptan. Los postulados son las
proposiciones que de momento el alumno no entiende o no acepta, pero el
maestro le pide que los acepte, para que después vea, conforme avance la
demostración, su verdad y los acepte plenamente, ya demostrados.

La prudencia se puede aprender, cuando el discípulo llega a comprender lo que


hace su prudente maestro, pues "de hecho la comprensión (según la cual
llamamos a algunos penetrantes o de perfecta comprensión) ha derivado su
nombre de la acepción que tiene en el aprendizaje científico, ya que a menudo
al aprender lo llamamos comprender".
Recuperación actual de la noción de virtud

En la actualidad se ha querido recuperar la noción general aristotélica de virtud,


tanto intelectiva como moral. Ya sea de una manera implícita, ya de una manera
explícita. De una manera explícita se encuentra en Gilbert Ryle. De manera
implícita se encuentra en Piaget.

Gilbert Ryle distingue entre el saber cómo y el saber qué. Hay paralelismos
entre ellos, pero también muchas diferencias. El saber cómo es una habilidad,
su parte teórica está más bien a temática, implícita, oculta. El saber qué, en
cambio, es teórico y explicativo. El saber cómo es preponderantemente práctico,
se obtiene por el ejercicio. Pero es justamente este saber cómo el que interesa
para la enseñanza y el aprendizaje. Dice Ryle: "En la vida ordinaria, al igual
que en el negocio específico de la enseñanza, estamos mucho más concernidos
con las competencias de la gente que con sus repertorios cognoscitivos, con las
operaciones más que con las verdades que aprenden.

estamos menos interesados en las provisiones de verdades que adquieren y


retienen que en sus capacidades para encontrar verdades por ellos mismos y su
habilidad para organizarlas y explotarlas, cuando las han descubierto". En
realidad, tratamos de que el alumno aprenda habilidades, virtudes; nos
preocupamos por suscitar y estimular sus potencialidades.

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