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Bajo esta perspectiva los docentes nos vemos presionados por distintos grupos
sociales para contribuir a formar alumnos y alumnas en una cultura que intente
revertir tales problemas a través de una educación que les ayude a apropiarse de
un conjunto de conocimientos, habilidades, valores, normas y actitudes con las que
construyan nuevas formas de interacción con otras personas y con ellos mismos .
El tutor, ciertamente que es alguien que da guía, pero que no elimina el trabajo
imprescindible que debe realizar el aprendiz. Y el aprendiz hará piezas malas, y
hará piezas cada vez mejores, y en este sentido entendemos que podríamos
recoger, pues, una mejor idea de lo que puede hacer un educador en el ámbito de
la educación moral.
Estar en el mundo con sus implicaciones éticas y morales le acarrea a todo ser
humano el tener que moverse en un juego complejo de intereses, sentimientos,
convicciones, creencias, costumbres, tradiciones, hábitos, formas de ser y de hacer,
es decir, en pocas palabras: autorreferencial y heterorreferencias.
Como las dos esferas de la vida, ética y moral, existen unidas e inseparables,
aparece la necesidad de pensar, sentir, actuar y dar cuenta, en mayor o menor
medida, hacia los otros o hacia nosotros mismos, de una parte no despreciable de
nuestros pensamientos, sentimientos y de nuestros actos.
La educación o la formación ética y moral requiere ser vista como un todo sin
detrimento de sus diferentes y necesarios niveles: cognitivo (uso de la razón en el
conocer y en el establecer un orden y sentido del mundo de diferente grado de
universalidad y mutabilidad) del cual se sea responsable, el afectivo (autoestima,
las pulsiones sentimentales, amores y odios), la educación habitual o hábito
(predisponernos para actuar de determinadas maneras con cierta flexibilidad como
regularidad), forjar carácter o construir manera de ser ante cada una de las
situaciones concretas del mundo.