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Roberto Arlt (1900-1942) f un periodista y escritor argentino.

Publicó cuatro
novelas, entre ellas “El juguete rabioso” (1926), “Los siete locos” (1929) y “Los
lanzallamas” (1931)
Es reconocido por desarrollar el género de aguafuerte, es decir, fragmentos
breves que tienen el objetivo de describir un suceso particular de manera
gráfica. Su estilo y visión crítica y natural hace de Arlt una influencia directa de
escritores posteriores, Cortázar, Soriano, por ejemplo

Horacio González, Arlt, política y locura Buenos Aires, Colihue, 1996.


Hoy en día se suele afirmar que un nombre de autor —en este caso el de
Roberto Arlt— designa no una persona, ni siquiera un sujeto, si es éste el lugar
donde se manifiesta un poder de expresar o el soporte de un espíritu creador,
sino más bien un efecto de lectura. Esto es: que “Roberto Arlt” es el nombre
que se le ha dado a los sentidos que a través del tiempo se le han atribuido a
su obra. ¿Qué cuestiones se asocian al nombre de Roberto Arlt? Desde el
punto de vista de la historia literaria se dice que la obra de Arlt, en particular su
novelística, importa la modernización del género en nuestro país, presupuesto
compartido tanto por las versiones más “tradicionales” de la historia literaria
como por las “nuevas” formulaciones (…)
A él se vincula lo que hoy se podría llamar la imagen del escritor, objeto
relativamente nuevo creado por la crítica literaria que, por un lado nos reenvía
al problema de la historia de la literatura, al lugar que en ella ocupa Roberto Arlt
a partir de su relación con. la tradición, con la cultura oficial, con la lengua
nacional, con el público lector, y por otro nos sugiere la reconsideración de los
aspectos más “autobiográficos”, la “sinceridad”, el “carácter confesional” de la
literatura de Arlt, aspectos que, aunque de un modo algo intuitivo, ya aparecían
planteados con cierto afán crítico en el segundo número de la revista Contorno
dedicado al autor —como es sabido, primera lectura “reconocida” de su obra.
¿Qué temas se identifican como propiamente arltianos? la fantasía como
“reverso” de la realidad, el del poder de la mentira, el de la invención
pseudocientífica y tecnológica, el de la traición y el de la sexualidad sublimada,
el de la percepción de la ciudad y la modernidad, el de la representación teatral
y la hipocresía social. ¿Qué problemas se han planteado a propósito de la
escritura de Arlt? Su relación con los discursos sociales como el folletín, la
astrología o el manual de divulgación científica, pero también el fascismo y
otros discursos políticos: la “teatralidad” como disposición de su narrativa hacia
la representación y el teatro: la “explicación” didáctica como fuerza contra-
novelística, y también, en lo que hace a la caracterización del realismo arltiano,
los “desvíos” que su escritura, de la que no se deja de reconocer una fuerte
voluntad de representación, opera sobre el verosímil, sobre todo a través de un
trabajo en las instancias del narrador y de la motivación. Por último, ¿qué
efectos se le atribuyen a la literatura de Arlt? En muchos casos, efectos
“políticos”, o lo que es lo mismo para cierta crítica de izquierda, “ideológicos”.
La de Arlt es una literatura que denuncia la hipocresía de la pequeño
burguesía, que desmitifica los ideales de la sociedad burguesa, que muestra,
pone en escena sus propias condiciones de producción. O más sencillamente,
que refleja la profunda crisis del ‘30 y sus repercusiones en el hombre de la
clase inedia. Denuncia, puesta en evidencia, acción desmitificadora:
condiciones de posibilidad de la toma de conciencia por parte del lector del
carácter “falso” de toda ideología.
Otra reseña Arlt

¿Qué busca Arlt en Río de Janeiro? Busca cafés donde pasar horas, haciendo
fiaca, atorranteando. Y como no los encuentra, extraña su Buenos Aires: “En el
concepto de todo ciudadano respetuoso de los derechos de la fiaca, porque
también la fiaca tiene sus derechos según los sociólogos, el café desempeña
una función prominente en la civilización de los pueblos” (73). En cambio los
brasileños “trabajan, trabajan brutalmente, y no van al café sino breves
minutos. Tan breves que, en cuanto se queda usted un rato de más, lo echan
(…). Hay que palmar e irse. Pagar las seis guitas que cuesta el café y piantar”
(74- 75). ¿Qué busca Arlt en Río de Janeiro? Busca la vida nocturna. Y como
no la encuentra, extraña su Buenos Aires: “¡Ah, Buenos Aires!… ¡Buenos Aires!
… Calle Corrientes y Talcahuano, y terraza y Café Ambos Mundos, y Florida.
¡Ah, Buenos Aires! Allí uno se esgunfia, es cierto, pero se esgunfia despierto
hasta las tres de la mañana (…). ¿Adónde va, acá en Río, a las once de la
noche? ¿Adónde? (…). Minga de café, minga de nada. Se acuesta porque no
hay nada que hacer en la rua (…). Pero, ¿quieren decirme qué es lo que puede
hacer un porteño en la cama, a las once de la noche?” (57-58-59).

Arlt sentencia la verdad definitiva de lo que es viajar y ser viajero: “Estar en


tierra extraña es estar completamente solo” (157). ¿Qué otra cosa, sino eso, es
vivir una extrañeza? Y el que viaja y no se siente extraño, entonces, ¿para qué
viaja? El viaje que Arlt emprende, como cronista, para el diario, se convierte así
en diario de viaje, pero en el sentido del género íntimo: el espacio de un
desahogo personal. Las Aguafuertes cariocas de Arlt brillan en una tradición
que va de la “Lejana Buenos Aires” de Carlos Gardel hasta “El anillo del
Capitán Beto” de Spinetta: “¿por qué habré venido hasta aquí / si no puedo
más de soledad?”. Así Arlt: “¿Quién me mandó a mí salir de Buenos Aires?
¿Por qué fui tan gil? ¿No estaba tranquilo y cómodo allí? (…). ¿Qué hago,
quieren decirme? Volverme es lo que me parece mejor” (84 – 85). No es la
estirpe del “¿ubi sunt?”, es la estirpe del “¿ubi sum?”. Lo perdido no es el
pasado, sino uno mismo en lugar ajeno. El retrato de Río que hace Arlt abunda
en destellos geniales, compuestos con dosis parejas de comprensión y de
incomprensión, a golpes de percepción fina y de pura arbitrariedad. El retrato
que, a la vez, va haciendo de Buenos Aires, es más genial todavía, y no tiene
otros requisitos que la distancia y la ausencia. No cualquiera camina por Río, y
extraña un balcón de Talcahuano y Sarmiento.
Borges, (1899–1986) Fervor de Buenos Aires (1923)

UN PATIO

CON LA TARDE
se cansaron los dos o tres colores del patio.
Esa noche, la luna, el claro círculo,
no domina el espacio.
Patio, cielo encauzado.
El patio es el declive
por el cual se derrama el cielo en la casa.
Serena,
la eternidad espera en la encrucijada de estrellas.
Grato es vivir en la amistad oscura
de un zaguán, de una parra y de un aljibe.

CAMINATA

OLOROSA COMO UN mate curado


la noche acerca agrestes lejanías
y despeja las calles
que acompañan mi soledad,
hechas de vago miedo y de largas líneas.
La brisa trae corazonadas de campo,
dulzura de las quintas, memorias de los álamos,
que harán temblar bajo rigideces de asfalto
la detenida tierra viva
que oprime el peso de las casas.
En vano la furtiva noche felina
inquieta los balcones cerrados
que en la tarde mostraron
la notoria esperanza de las niñas.
También está el silencio en los zaguanes.
En la cóncava sombra
vierten un tiempo vasto y generoso
los relojes de la medianoche magnífica,
un tiempo caudaloso
donde todo soñar halla cabida,
tiempo de anchura de alma, distinto
de los avaros términos que miden
las tareas del día.
Yo soy el único espectador de esta calle;
si dejara de verla se moriría.
(Advierto un largo paredón erizado
de una agresión de aristas
y un farol amarillo que aventura
su indecisión de luz.
También advierto estrellas vacilantes.)
Grandiosa y viva
como el plumaje oscuro de un Ángel
cuyas alas tapan el día,
la noche pierde las mediocres calles.

CERCANÍAS

LOS PATIOS Y su antigua certidumbre,


los patios cimentados
en la tierra y el cielo.
Las ventanas con reja
desde la cual la calle
se vuelve familiar como una lámpara.
Las alcobas profundas
donde arde en quieta llama la caoba
y el espejo de tenues resplandores
es como un remanso en la sombra.
Las encrucijadas oscuras
que lancean cuatro infinitas distancias
en arrabales de silencio.
He nombrado los sitios
donde se desparrama la ternura
y estoy solo y conmigo
Leopoldo Marechal

(Buenos Aires, 11 de junio de 1900 - 26 de junio de 1970) fue


poeta, dramaturgo, novelista y ensayista argentino, Adan de BuenosAyres
Su Adán Buenosayres (1948) está considerada por muchos como la novela fundamental
de la literatura argentina. Toda la obra de Marechal después de 1955 fue proscrita por la
dictadura de Pedro Eugenio Aramburu y desterrada de los manuales de literatura y de las
librerías.3 Perseguido por el régimen de la Revolución Libertadora debido a sus ideas
políticas y sus denuncias públicas acerca de torturas que utilizaba el régimen de facto,
decidió exiliarse brevemente en Santiago de Chile.

(primera líneas de Adán de buenosayres )

A mis camaradas «martinfierristas», vivos y muertos, cada uno de los cuales bien pudo
ser un héroe de esta limpia y entusiasmada historia

PRÓOGO INDISPENSABLE
En cierta mañana de octubre de 192., casi a mediodía, seis hombres nos
internábamos en el Cementerio del Oeste, llevando a pulso un ataúd de
modesta factura (cuatro tablitas frágiles) cuya levedad era tanta, que nos
parecía llevar en su interior, no la vencida carne de un hombre muerto, sino la
materia sutil de un poema concluido. El astrólogo Schultze y yo empuñábamos
las dos manijas de la cabecera, Franky Amundsen y Del Solar habían tomado
las de los pies: al frente avanzaba Luis Pereda, fortachón y bamboleante como
un jabalí ciego; detrás iba Samuel Tesler, exhibiendo un gran rosario de
cuentas negras que manoseaba con ostentosa devoción. La primavera reía
sobre las tumbas, cantaba en el buche de los pájaros, ardía en los retoños
vegetales, proclamaba entre cruces y epitafios su jubilosa incredulidad acerca
de la muerte. Y no había lágrimas en nuestros ojos ni pesadumbre alguna en
nuestros corazones; porque dentro de aquel ataúd sencillo (cuatro tablitas
frágiles) nos parecía llevar, no la pesada carne de un hombre muerto, sino la
materia leve de un poema concluido. Llegamos a la fosa recién abierta: el
ataúd fue bajado hasta el fondo. Redoblaron primero sobre la caja los terrones
amigos, y a continuación las paladas brutales de los sepultureros. Arrodillado
sobre la tierra gorda, Samuel Tesler oró un instante con orgulloso impudor,
mientras que los enterradores aseguraban en la cabecera de la tumba una cruz
de metal en cuyo negro corazón de hojalata se leía lo siguiente: ADÁN
BUENOSAYRES R. I. P. Luego regresamos todos a la Ciudad de la Yegua
Tobiana. Consagré los días que siguieron a la lectura de los dos manuscritos
que Adán Buenosayres me había confiado en la hora de su muerte, a saber: el
Cuaderno de Tapas Azules y el Viaje a la Oscura Ciudad de Cacodelphia.
(…)
Lorca en Buenos Aires

Federico García Lorca llega a nuestro país el 13 de octubre de 1933, y


permanece hasta el 27 de marzo de 1934. Luego de ganarse al público y
muchas amistades en la Argentina regresó triunfal a España. Dos años
después, consecuencia de las atrocidades de la Guerra Civil Española, se
produjo su trágica muerte. No encontraron su cuerpo.

Lorca escribe sobre Buenos Aires:

“… tiene algo vivo y personal; algo lleno de dramático latido, algo


inconfundible y original en medio de sus mil razas que atrae al viajero y lo
fascina. (…) Me voy con gran tristeza, tanta, que ya tengo ganas de volver.”

“Buenos Aires es una ciudad maravillosa. Es como me gustaría que fuera


España: cosmopolita, llena de amigos, desprejuiciada, tumultuosa, desbordante
de vida y de cultura. Mientras en Madrid silban y patalean cuando no entienden
una obra, en Buenos Aires te agradecen la dificultad, les gusta exigirse. Son un
público maravilloso. De Londres, de París y de Nueva York me fui casi
disfrutando de la partida, pero sufriré mucho al dejar Buenos Aires. Ahora
pienso en los días de nostalgia que voy a pasar en Madrid recordando el barro
fresco, olor de búcaro andaluz, que tienen las orillas del río, y el
deslumbramiento de la tremenda llanura donde se anega la ciudad, en una
melancólica música de hierbas y balidos».

Nota periodística 2008:

Era octubre y 1933 cuando del transatlántico italiano Conte Grande bajó en el
Puerto de Buenos Aires aquel que hoy se recuerda como el más exquisito
representante de la generación del 27 y la poesía española. Federico García
Lorca, llegó a la Argentina hace 75 años, invitado por la Asociación de Amigos
del Arte, con el plan de pasar unas pocas semanas por aquí. Pero la ciudad lo
hizo parte suya y se instaló por seis meses. Ese arribo, su integración al
mundillo cultural de la época, sus sitios preferidos y sus paseos por la Avenida
de Mayo, fueron evocados ayer en un homenaje organizado por la Diputación
Provincial de Granada, y la Embajada de España.Uno de los sitios favoritos del
poeta, el café Tortoni, fue el epicentro de la conmemoración, que incluyó una
visita al Teatro Avenida y la inauguración de una exposición en la habitación
704 del Hotel Castelar (Av. de Mayo 1152) donde Lorca pasó su estadía
porteña. En el mismo acto se presentó "La ruta de Lorca", un circuito turístico
que atraviesa los paisajes de su tierra natal que más cautivaron y conmovieron
al poeta asesinado en 1936.Los caminos del autor de Poeta en Nueva York, por
un período corto pero significativo fueron las calles de Buenos Aires y su
presencia, aunque "lejana físicamente pero muy cercana cultural y
sentimentalmente" -comentó Antonio Martínez Calés, presidente de la
Diputación de Granada- late aún en los lugares que le dieron acogida. El
Tortoni, donde Lorca compartió mesas con Victoria Ocampo, Norah Lange,
Oliverio Girondo, Carlos Gardel, y tantos otros, fue uno de sus refugio porteños,
tal vez, como explicó Martínez Calés, "porque le recordaba al Rinconcillo de
Granada", el café de sus tertulias con intelectuales españoles.Federico García
Lorca embarcó rumbo a la Argentina desde el puerto de Barcelona el 29 de
septiembre de 1933 y por entonces ya era un autor de prestigio.
Las crónicas de la época afirman que al tocar tierra americana recibió un
telegrama de Buenos Aires en el cual los intelectuales locales le decían: "Tu
llegada es una fiesta para la inteligencia".Por la ocasión Lola Membrives
repuso en el Teatro Avenida la pieza Bodas de sangre. En una de las funciones
Lorca señaló: "En los comienzos de mi vida de autor, yo considero como fuerte
espaldarazo esta ayuda atenta de Buenos Aires, que correspondo buscando su
perfil más agudo entre sus barcos, sus bandoneones, sus finos caballos
tendidos al viento, la música dormida de su castellano suave y los hogares
limpios del pueblo donde el tango abre el crepúsculo de sus mejores abanicos
de lágrimas".(..) Al partir reconoció: "En cada calle, en cada paseo dejo un
recuerdo mío". Así fue. Casi tres años más tarde, en la madrugada del 18 de
agosto de 1936, fue fusilado entre las localidades de Víznar y Alfacar, en la
provincia de Granada. Su cuerpo fue abandonado en una fosa común. Esta
semana el juez Baltasar Garzón, ordenó la reapertura de la fosa en el marco de
una investigación sobre la represión durante la Guerra Civil española y la
dictadura franquista.

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