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UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR

ASIGNATURA
LITERATURA ECUATORIANA

ANALISIS DE LA OBRA “la madriguera” escrita por Abdón Ubidia

AÑO LECTIVO
2018-2018
BIOGRAFIA DEL AUTOR:
Abdón Ubidia.
Escritor, novelista y ensayista
ecuatoriano. Es uno de los escritores
más representativos de la literatura
ecuatoriana actual. Hay muchas formas
de pintar, y eso lo sabe Abdón Ubidia.
Desde niño sus ojos captaban la esencia
de su ciudad natal y sentía la necesidad
de contar todo lo que se desborda en la
mitad del mundo.
Abdón Ubidia nace en 1944. Es un
escritor ecuatoriano quien es
considerado una de las voces más
representativas y relevantes de la
literatura ecuatoriana moderna. En
el 2012 fue ganador del Premio Eugenio
Espejo de Literatura, otorgado a él por el
presidente ecuatoriano Rafael Correa.
Trayectoria literaria
Es el autor de los libros de cuentos Bajo el Mismo Cielo
Extraño1979, Divertimentos 1989 y las novelas Ciudad de Invierno 1984
Y Sueño de lobos 1986.
Como investigador en el campo de la literatura oral, publicó El cuento
popular 1997 y La poesía popular 1982. Ha colaborado en numerosas
publicaciones culturales, ha dirigido la revista cultural Palabra suelta, y se ha
llevado a cabo la investigación de campo, como compilador de leyendas y
tradiciones orales. Sus cuentos han sido traducidos a varios idiomas europeos.
La madriguera es una “novela de fin de siglo, de fin de milenio, un período muy
importante. Además, fue distinguida con el Premio Joaquín Gallegos Lara a la
mejor novela de 2004 y la Editorial Norma publicó a comienzos del 2005 la
tercera edición de dicha obra que, además, quedó entre las seleccionadas
al Premio Rómulo Gallegos.
Novelas
 Ciudad de invierno (Quito), 1984
 Sueño de lobos (Quito), 1986
 Callada como la muerte (Quito), 2012
Historias Cortas
o Bajo el mismo extraño cielo Bogotá, 1979
o Divertimentos (Quito), 1989
o El palacio de los espejos (Quito, 1996).
Teatro
 Adiós siglo XX Quito, 1992.
 Ensayos: El cuento popular. Quito, 1977,
 La poesía popular ecuatoriana. Quito, 1982
 Referentes. Quito, 2000.
Antologías
 Cuento ecuatoriano contemporáneo (Guayaquil, s.f),
 Nuevos cuentistas del Ecuador (Guayaquil, 1975)
 Así en la tierra como en los sueños (Quito, 1991)
 Cuentos hispanoamericanos, Ecuador 1992
 Cuento contigo (Guayaquil, 1993)
 Diez cuentistas ecuatorianos (Quito, 1993)
 Doce cuentistas ecuatorianos (Quito, 1995)
 Veintiún cuentistas ecuatorianos (Quito, 1996),
 Antología básica del cuento ecuatoriano (Quito, 1998)
 Cuento ecuatoriano de finales del siglo XX (Quito, 1999)
 Cuento ecuatoriano contemporáneo (México, 2001).
ANALISIS DE LA OBRA “LA MADRIGUERA”
Título: La madriguera

Autor: Abdón Ubidia (Quito, Pichincha, 1944)

Año de publicación: 2004

Edición: Editorial El Conejo, 2009

Páginas: 346

17 capítulos

ACTANTES
PRINCIPAL
Bruno: es un pintor de cincuenta años que se pregunta por el sentido de su vida,
de sus amores y de su arte
SECUNDARIO
Renato: es el hermano banquero de bruno
Alexandra: es una dama que intenta llenar con pasión el vacío de su existencia.
Fugaces
Ana Lorena, la esposa que se fue con la hija de ambos y de quien nada sabe ni
sabrá.
Margarita se dibuja como el alma gemela a la que tuvo y quiere recobrar
Carla y la chica sin nombre: adolescentes despreocupadas
RESUMEN

Bruno es un pintor que al llegar a la edad de la madurez se pregunta por el


sentido de su vida, de sus amores y de su arte. “Durante cincuenta años he sido
un hombre puro” (p. 16), piensa la noche de la exposición en la que exhibe
lienzos en blanco, con la tela sin tratar todavía, sin una firma siquiera que
posibilite la comercialización del cuadro. Esa pureza de la que tiene consciencia
el personaje queda plasmada simbólicamente en ese gesto de pueril
desesperación: los cuadros vacíos que, más allá de su provocadora
espectacularidad, constituyen la exposición de la nada artística de Bruno
entendida como la imposibilidad estética de plasmar, “los gritos histéricos de su
alma, de todos modos, profundos y verdaderos” (p. 13). Pero no es solo la nada
artística: es también el sentimiento de vacío de una vida intensa de la que,
después de tanto poseerlo y en las múltiples posesiones, desgastarlo, se ha
escapado el amor.

En “una noche suntuosa: todas las estrellas del universo desplegadas en el cielo
satinado del último agosto del siglo” (p. 9), con la contradicción en el interior de
este personaje dolorosamente humano que conlleva su exposición/happening,
se abre la novela La Madriguera, de Abdón Ubidia. En el primer capítulo, Ubidia
nos plantea lo que será el conflicto ético del espacio novelesco: la lucha eterna
entre el Bien y el Mal, no como conceptos de alguna moral pacata sino como
fuerzas que cohabitan conflictivamente en lo profundo del espíritu del ser y en
cada uno de los actos que mueven al mundo. Bruno, su arte, su vida, sus amores
y en cada esfera la confrontación desde sí consigo mismo. AleXandra, su familia
y su amante, su convicción moral y su ansia de transgredirla, su revelador anhelo
de fango y su burguesa necesidad de permanecer limpia. La ciudad, despojada
de la ilusión de la modernidad petrolera de los 70, enfrentada al final de la fiesta
en los 90, concierto de máscaras y del cinismo expuesto como mercancía en las
adictivas vitrinas del mall.

Bruno es Géminis y tiene un hermano mellizo, Renato. El personaje cree que,


como les sucede a todos los Géminis, habitan en él dos espíritus distintos en
lucha abierta y, en su caso por tener un hermano mellizo, tiene que vivir con la
certeza de que existen dos Géminis luchando por eliminarse mutuamente. Llevar
el enemigo adentro. “No es que llevemos un enemigo cualquiera o que pasa es
que ‘el otro géminis’ que tenemos es el propio demonio, ni más ni menos” (pp.
27-8). Esta dualidad que moviliza las acciones de Bruno, el personaje
protagónico de la novela, es la metáfora de la dualidad del alma, impregnada de
inevitable vitalismo romántico, que nos duele a escritores y artistas: atormentada
pero feliz en su logro estético, melancólica pero exaltada en su experiencia vital,
aventurera pero fiel en cuestión de amores.

Bruno es el Arte y Renato, el hermano banquero, es el Mercader. Pero esa


dualidad desarrolla matices más complejos: la novela plantea, en algún
momento, en el propio Bruno la existencia del artista y del mercader, facetas
impregnadas en su interior como una contradicción vital con la que debe seguir
caminando. Bruno es un producto humano del fin de la última utopía moderna y
la imposición del descreimiento de la posmodernidad: tal vez por eso requiere de
la nada de sus lienzos, una luminosidad semejante a la muerte por donde puede
escapar a la decadencia implacable de su tiempo y de su edad: “¿Su discurso
vociferante, no fue nada? ¿Esa Nada le habló a Nadie?” (p. 52). Después de
todo, el proyecto de la Fundación en el que se haya empeñado Bruno no es una
expresión de generosidad para con los artistas desvalidos sino una tabla de
salvación frente a su propia frustración creadora y un anhelo de matar, no exento
de remordimientos, el alma del bohemio que habita en él.

Bruno tiene fama de “cazador de muchachas”; vive la sexualidad de manera


intensa, con la perversidad del que carece de culpa. En su olvido habita Ana
Lorena, la esposa que se fue con la hija de ambos y de quien nada sabe ni sabrá.
En su memoria, Margarita se dibuja como el alma gemela a la que tuvo y quiere
recobrar, como un Ulises que regresa a Ítaca. El amor, en la novela de Ubidia,
es un suceso que se vive en la plenitud del absurdo: símbolo del vacío que queda
al final del suceso es esa muchacha sin nombre que siempre se está yendo pero
también, en un inesperado gesto de sensatez, esa muchacha sin nombre es
quien conmina a Bruno a despojarse de la nostalgia y atrapar a la memoria antes
de que se pierda otra vez. Cumplida su misión, como el niño arquero de los
griegos, emigra.

AleXandra, que escribe su nombre con una X mayúscula, desafiante, es una


burguesa de 42 años y un matrimonio convencional que intenta llenar, con una
pasión que la arroje a un vacío, el propio vacío de su existencia. Como todo el
elemento de la novela, este personaje también está marcado por la dualidad: el
respeto a las formas de la institución matrimonial, por un lado, y el anhelo de
experiencias que la hagan sentir aquello que no se atreve siquiera a pensar.
AleXandra es tal vez, a pesar de su edad y hablando vitalmente, el más inmaduro
de los personajes –mucho más inmaduro que las adolescentes como Carla y la
propia muchacha sin nombre– por eso también es el más egoísta: caída en la
hondura más abyecta de su deseo, sólo se le ocurre la pueril negación de su
aventura: “Tienes que jurarme que nunca volveremos a hablar de esto, porque
no ocurrió, no ocurrió”, le suplica, le ordena a Bruno al final del viaje. De alguna
manera, representa la doblez perfecta de una ciudad en la que conviven el orden
burgués y la anarquía del deseo.

Pero entre el aventurerismo erótico de Bruno y el descubrimiento de los deseos


de AleXandra, existe la permanencia del amor como memoria en la nostálgica
presencia Margarita, un personaje secundario de la novela que, no obstante, sus
efímeras apariciones, atraviesa la narración como la única tabla de salvación del
pintor. “Cuánta energía, cuánto tiempo, cuánta exasperación y exageración
fueron invertidos en ese amor. Cuánta ansiedad. Cuánto desenfreno. Pero
también cuánta desolación” (61). Margarita es el asidero a un pasado en el que
el sueño era parte de la realidad: su regreso a la vida del pintor es la salvación
frente a la soledad y un freno ante el vértigo de la existencia vivida como
instantes: “¿Por qué no envejecer conjuntamente? ¿Por qué no prolongar el fin
de un modo racional? Todo el mundo se jubila, ¿no?” (p. 296).

La ciudad es un espacio que ya no cree en utopías y que ha dado paso a una


modernización sin alma. La ciudad, ese tema que Ubidia ha desarrollado a través
de su obra, confirma su crecimiento: desde la ciudad despreocupadamente
alegre de la época petrolera cuya transformación es una cuchilla en el espíritu
del celoso marido, el narrador homoautodiegético de Ciudad de invierno,
pasando por la ciudad contemplada por la mirada curiosa del insomne Sergio
de Noche de lobos, hasta la ciudad cínica de finales de siglo en un país
gobernado por el Príncipe Idiota donde la pus de la corrupción se desborda. Bajo
este marco, esta novela, que pronto habrá de convertirse en un texto memorable
de nuestra literatura, desarrolla una intriga de amor y otra de estafa financiera y
chantaje que mantendrán en vilo a sus lectores.

Como antítesis del espacio de la ciudad está el espacio de la madriguera: útero


en donde el artista está a salvo de la ciudad agresiva, lugar en donde la utopía
de la vivencia libre es posible, refugio que posibilita la sobrevivencia del pintor.
La madriguera para Bruno, en concordancia con la definición del diccionario —
lugar retirado y escondido donde se oculta la gente de mal vivir”—, es la cueva
simbólica de aquél que se niega al buen vivir, es decir, de aquél que, como una
resistencia política del espíritu, se niega a aceptar el cinismo como norma moral,
de aquél que todavía cree que el arte es una dificultad que se adquiere en la
medida en que uno anhela ser auténticamente artista, de aquél que se rebela
contra la banalidad de la cultura light. La madriguera es ese no–lugar que, a
pesar de sí mismo, es posible como el último reducto que le pertenece
plenamente a Bruno, al que Bruno —perdido en una ciudad que confunde arte
con diseño y emoción estética con bonito—, pertenece.

La Madriguera, entre sus múltiples aristas de significación, es también un texto


que reflexiona constantemente sobre la dificultad inherente a la creación artística
y la frustración del artista frente a aquella dificultad: “…el arte era sólo una pura
tensión; la tensión entre lo expresado y lo que quiso ser expresado” (p. 58),
piensa Bruno. Él, que vive viendo los cuadros que quiere pintar y cuya
descripción hace de la novela, en tales parajes, una suerte de catálogo de una
imposible obra plástica narrada conoce íntimamente el fracaso de esa tensión
irresuelta: “…no poder reproducir en un cuadro, algo, al menos lejano, que
expresase aquella sensación entre ‘épica y lírica’ de plenitud, esa suerte de meta
soñada, de playa feliz, de paraíso que aguardaba y existía en alguna parte del
universo” (p. 57).

En este nivel de sentido, Ubidia ha introducido al personaje de Armando, el


escritor, que “no estaba metido en ninguna aventura ni búsqueda existencial
como no fuese la literaria” (p. 327) y que, al final, jugará un papel decisivo en la
resolución de la trama novelística y, a través de cuyos trabajos, el autor, en
transparente relación con su lector, expone sin complicaciones las claves
fundamentales de la novela; un escritor cuyo objetivo es perseguir “el sentido de
una época que lo mezquinaba y escondía muy bien” (p. 328). Y es que La
Madriguera es eso: una búsqueda de sentido al cínico sin sentido de un tiempo
en el que se cree que la historia ha terminado.

La Madriguera es también una novela de escritura lúcida que convierte en


materia de la ficción los debates culturales del mundo contemporáneo; un texto
que basa su fuerza en la sobriedad de su narración; una escritura que domina el
arte de contar una historia. En la novela de Ubidia, todas las reflexiones, ya sean
de carácter cultural o ya de tono político, están imbricadas en la trama
novelística: no son aditamentos ornamentales a la narración; por el contrario, son
partes imprescindibles de la estructura narrativa, de los bloques de sentido, de
la construcción del drama de los personajes. Esto convierte a la novela de Ubidia
en un texto a contracorriente de la literatura banal que ha impuesto el mercado
de la novelística light de estos tiempos. Con esto no quiero decir que estamos
ante una novela densa, intelectual, en el sentido aburrido que tienen tales
palabras; de ninguna manera: esta novela es de una velocidad narrativa
cautivante que requiere de lectoras y lectores inteligentes para la plenitud de su
goce estético.

La Madriguera es, además, una novela de estremecedoras resonancias éticas


construidas en la estructura misma del drama novelesco, en el alma de los
caracteres y su evolución. Un texto que pone en evidencia la doblez para
combatirla desde el desgarramiento interior del personaje de Bruno enfrentado
a una ciudad doble, a una AleXandra doble, a una identidad propia doble; un
texto que nos dice que todos los habitantes de este tiempo están caracterizados
por el cinismo y la ausencia de utopías y que son Géminis irredentos en cuyo
espíritu conviven las fuerzas del Bien y del Mal. La ciudad es, metafóricamente,
la madriguera de los insaciables y cobardes Géminis, es decir de todos sus
habitantes: cada uno de nosotros, cómplices en la lectura, tiene un secreto que
lo atormenta, que le muestra ese rostro oculto que se revela en el espejo
implacable de nuestra mirada íntima.

En síntesis, La madriguera, de Abdón Ubidia, es una novela que revela el oficio


de un escritor que nos ha tenido acostumbrados a una literatura construida con
rigor; novela de palabra exacta y un lenguaje narrativo deslumbrante y
vertiginoso; novela con todos los méritos para convertirse en una referencia
obligada para la tradición literaria de Nuestra América; novela que, a través de
la invención de un personaje memorable, indaga profundamente en las
contradicciones existenciales del ser humano que, heredero de los ideales del
pensamiento moderno, se ve enfrentado al cinismo doloroso de la
posmodernidad.
COMENTARIO PERSONAL
La obra narra la vida de un pintor que decide abandonar su profesión en un
contexto nacional adverso, cuando la nación andina entraba en una crisis
económica y política propiciada por el incremento de la deuda externa y el auge
del neoliberalismo.
En un escenario hiperrealista y con una aguda mirada crítica a la sociedad, el
autor describe fenómenos como la inmigración, la pérdida de la identidad y de
valores y la irrupción del mercado en todos los ámbitos de la vida social.
El texto es el tercero de una saga que concebí para acercarme a la historia
reciente ecuatoriana, la cual está integrada por Ciudad de invierno, y Sueños de
lobo, dijo a la AIN Ubidia, quien se encuentra en La Habana como miembro de
la delegación de la nación andina, Invitada de Honor a la Feria.
Agregó que presentar la novela en Cuba lo emociona mucho y constituye una
gran satisfacción, porque la Isla ha sido un importante referente en su vida y su
formación intelectual, como centro de referencia para la integración
latinoamericana.
La invitación especial de Ecuador a la cita literaria cubana es una oportunidad
para profundizar los lazos de amistad entre los dos pueblos mediante la cultura,
señaló el intelectual.
Ubidia preside el jurado de novela del Premio Alba Narrativa 2014, cuyos
resultados se darán a conocer el próximo viernes, y que, a su juicio, ha tenido
una importante participación que confirma el auge de la literatura en el
continente.
COMENTARIO AUTORIZADO
Raúl Vallejo
Hoy, por primera vez desde que abrí este blog, voy a repetir con un autor. El
elegido no podía ser otro que Abdón Ubidia, de quien ya comenté la novela
“Sueño de lobos” en el primer artículo que publiqué en esta página.

Quiero revelar aquí una costumbre personal que tengo. Todos los años los tengo
que comenzar leyendo una buena novela. Considero que según la satisfacción
que obtenga de esa primera lectura así será de bueno el año. Sé que es una
tontería (como lo son todas las tradiciones), pero cuando uno está necesitado de
fortuna cualquier rito es válido. A lo que iba. Por si esta costumbre funciona
prefiero no pillarme los dedos e ir sobre seguro, de manera que elijo muy bien la
obra que me encontrará leyendo el nuevo año. Donde otras veces han estado
Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Jorge Luis Borges, hoy está
Abdón Ubidia. 2010 será un gran año. Nos encontramos en Quito a finales del
siglo XX. El volcán Pichincha está escupiendo bocanadas de ceniza sobre la
capital, el gobierno de Jamil Mahuad se tambalea, el país se encuentra sumido
en una crisis financiera que terminó de arruinar a las clases medias y bajas,
empujando a cientos de miles de ecuatorianos a hacer cola en las embajadas
para conseguir un visado de escape…Con este telón de fondo se nos cuenta la
historia de Bruno, un pintor que alcanzó cierto reconocimiento en los ochenta
pero que se encuentra hastiado, artística, sentimental y vitalmente. El
protagonista toma la determinación de colgar los pinceles y encauzar su vida.
Pretende organizar una fundación en su ático (la Madriguera) que aglutine a
otros artistas plásticos de la ciudad. Su plan fracasa y el artista opta entonces
por el Mal. Con la ayuda de su amigo Bernardo, falsificador de cuadros, pretende
chantajear a su hermano mellizo, uno de los empresarios más influyentes del
país y con el que no mantiene ninguna relación desde su juventud.
Lo primero que conviene aclarar es que, a pesar de lo que se pueda desprender
de este resumen o del texto de la solapa, este título no es un thriller. La trama
del chantaje al mellizo puede contener cierto suspense, pero este se diluye
pronto. Desde luego no ha sido ese el camino que ha querido tomar el autor. Lo
que yo entiendo (yo, que no he vivido en ese lugar ni en ese tiempo; yo, que no
conozco la realidad ecuatoriana si no desde fuera) es que “La Madriguera” es
una reflexión sobre la ciudad, sobre aquello en lo que se ha convertido. Es, de
alguna manera, un manual de instrucciones para entender a Quito en los albores
del siglo XXI. La decisión del protagonista, cuando después de años de
integridad, deja de ser artista para convertirse en mercader, traicionando todos
sus ideales, es la deicisión de una sociedad entera, de una ciudad pintoresca y
conventual que, de la noche a la mañana (gracias a la intercesión del santo
petróleo) vende su alma y se convierte en algo para lo que no estaba preparada.
En la contraportada de esta edición aparecen fragmentos de diversas críticas.
En casi todas ellas se hace un elogio de la reflexión sobre la opción del Mal que
Ubidia hace en esta obra. Me adhiero a ellas, pero mi adhesión es condicional.
Es cierto que en “La Madriguera” se analiza esa opción por el Mal (el mismo
autor lo repito continuamente en la segunda parte de la novela), pero es un Mal
mediocre, patán. Es todo el Mal al que tiene acceso un hombre que no está
entrenado para ello. Ni el protagonista era un santo en los primeros capítulos ni
un diablo en los últimos (afortunadamente, porque perdería credibilidad).
Considero mucho más correcto decir que el tema de la obra es la Culpa. La Culpa
que sienten los protagonistas, los antagonistas, los ricos y los pobres, la Culpa
del Norte y la del Sur, la Culpa vieja ‘la heredada de la colonia y más allá; y la
Culpa nueva, la que viene del Oriente empaquetada en barriles. En esta ciudad
todos son culpables y todos son expertos en esconder sus culpas.
Que la narrativa de Abdón Ubidia es prodigiosa es algo que sabrán todos los que
le hayan leído antes. Sabe manejar los tiempos y sus recursos. No puedo dejar
de mencionar ese espectacular flashback del último capítulo, donde se permite
revelar los secretos de la estructura interna de la novela, como su carácter dual,
por si se nos había pasado por alto.
Quizás se pueda echar en falta carisma en sus personajes, que no me parecen
tan definidos como en “Sueño de lobos” (en “La Madriguera” los personajes me
resultan demasiado reales, demasiado inspirados en modelos del entorno del
autor, siendo ese uno de sus juegos). Pero esta falta queda compensada por lo
bien que se ha trabajado esa historia de amor y humillación entre el protagonista
y AleXandra. Sólo espero que para todos este 2010 sea también un año de
sobresaliente.
GLOSARIO
1. Bosquimano: Bosquimanos son denominaciones genéricas que se aplican a
varios pueblos africanos tradicionalmente cazadores-recolectores, que hablan
alguna de las lenguas joisanas, caracterizadas por incorporar sonidos de
chasquido o cliqueos.
2. Canícula: Los días de las canículas (o de la canícula) son la temporada del año
en que es más fuerte el calor, tanto en el hemisferio sur como en el norte
3. Chalana: Que trata en compras y ventas, especialmente de caballos u otras
bestias, y tiene para ello maña y persuasiva.
4. Chinchorro: Red a modo de barredera y semejante a la jábega, aunque menor.
5. Chupóptero: Persona que, sin trabajar ni realizar ningún esfuerzo, intenta
conseguir el máximo de ganancias y beneficios.
6. Hugonote: Partidario de la unión de Ginebra con Suiza, y este confederado,
influido. Por Hugues, nombre del jefe del partido suizo en Ginebra a principios del
siglo XVI).
7. Licantropía: En la creencia popular, transformación de un hombre en lobo.
8. Lobectomía: Ablación quirúrgica de un lóbulo del pulmón, del cerebro, etc
9. Mastodonte: Los mamútidos (Mammutidae, antiguamente llamada
Mastodontidae) son una familia extinta de mamíferos proboscídeos conocidos
vulgarmente como mastodontes.
10. Nefelibata: Dicho de una persona: Soñadora, que anda por las nubes.
11. Oclocracia: Gobierno de la muchedumbre o de la plebe.
12. Palimpsesto: Manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura
anterior borrada artificialmente.
13. Paramnesia: Describe la experiencia de sentir que se ha sido testigo
14. Ademán. Movimiento del cuerpo que expresa una sensación o emoción.
Señalar hacia un lugar, para decir: "Se fue por allá", mostrar el puño, para decir:
"Tenía un corazón valiente", mostrar la palma abierta de una mano, para decir:
"Denos su apoyo".
15. Altruismo. Esfuerzo que procura conscientemente el bien de los demás aun
a costa del propio. Por eso se dice que el amor agape no es un simple
sentimentalismo, sino un sentimiento basado en el principio de procurar el mayor
bien para la otra persona.
16. Deixis o deíxis. Elemento lingüístico, usualmente un pronombre, que sirve
para señalar o indicar algo que está en una oración o en la mente del que habla
o escribe, tal como con los gestos se señala con el dedo para indicar algo.

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