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De varias formas se puede hacer gestión de la innovación; por ejemplo, haciendo promoción
interna, propiciando las actividades de investigación y desarrollo y de uso de nuevas tecnologías; y que
estas actividades formen parte de las estrategias de la organización de manera continua, hasta llegar a
convertirlas en cultura (cultura de la innovación). Eso sí, para que esto sea posible, lo deseable no es
esperar momentos de crisis para implementar estas acciones, sino que los encargados de la
direccionalidad, en conocimiento de las bondades de la innovación, decidan mover a la organización en
esa dirección y a todos los niveles se entienda así. Por otro lado los beneficios de la innovación no
necesariamente deben estar o encontrarse dentro de la organización; se pueden obtener a través de
vínculos con otras organizaciones, como pueden ser empresas o instituciones que manejen los mismos
intereses, proveedores, universidades y centros de investigación; lo que finalmente convierte a la
innovación en un generador de vínculos positivos que permite compartir, optimizar y potenciar
conocimientos que como fin último van a beneficiar a la humanidad.
Finalmente me voy a referir a quienes pueden innovar. Generalmente lo hacen los especialistas
en áreas de investigación, los gerentes, los administradores, directores y los dueños; pero en este sentido
se puede ser más democrático e inclusivo incorporando a todo el equipo de trabajo, usando estrategias
donde la generación de ideas no tiene límites, hasta poder convertirse en un generador inmenso de
propuestas para cambios y mejoras de productos y servicios. No obstante hay que resaltar, que en este
proceso de gestión de la innovación son los directivos, gerentes y dueños de organizaciones los que
tienen la máxima responsabilidad en la generación de las directrices y acciones para que el cambio
continuo y la creatividad sean una cultura en las organizaciones.
Miguel Barrios