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La expulsión de los jesuitas en nuestro pais:

Esta política buscó afectar los poderes eclesiásticos en la medida en que la centralización
política se expresó también a través de un creciente regalismo, cuyo momento culminante fue la
expulsión de la compañía de Jesús de todos los territorios imperiales en 1767. Los eclesiásticos
empezaron a ser vistos como un instrumento de la autoridad rea y prácticamente como
funcionarios del estado.
Erradicar a los jesuitas se volvió un objetivo central a partir de la expulsión, se trataba de buscar
una obediencia competa del clero al Rey. Los fundamentos de la nueva legitimidad, no podían
provenir sino de algunas de las ideas de la ilustración. No de todas, sino de una versión selectiva
y católica que contribuyó a dar forma a un estilo de gobierno que se denominó “despotismo
ilustrado”.
La corona obtuvo la colaboración tanto del clero como de integrantes de otras órdenes que,
aunque no fueran entusiastas partícipes de la nueva sensibilidad, veían en la expulsión de los
jesuitas una ocasión inmejorable para acrecentar su influencia y patrimonio. El eje de la política
eclesiástica oficial no se orientó tanto a fortalecer el papel del clero regular adicto, sino que
propició fundamentalmente la reforma del clero secular, a este fin contribuyeron los concilios
que se realizaron en México, Lima y Charcas en los años inmediatos a la expulsión.
La compañía era una suerte de estado autónomo dentro del imperio, con indios más leales a ella
que a la Corona. Pero la expulsión no fue una iniciativa exclusivamente española: la decisión de
Carlos III fue precedida por Portugal en 1759 y por Francia en 1764.

Resistencias: En la semana santa de 1766 en Madrid, en un contexto de aguda crisis económica


y fuertes disputas cortesanas, el levantamiento, conocido como el motín de Esquilache, se
transformó en una impugnación abierta del mal gobierno, encarnado en el repudiado ministro.
Una vez reprimida la sublevación la investigación oficial llegó a una conclusión taxativa: detrás
del motín estaba la instigación jesuita.
La expulsión encontró resistencias aunque no fueron articuladas ni generalizadas. En 1767
esclavos de la estancia jesuita de San Antonio de Areco se amotinaron gritando que “no eran
esclavos del rey, sino de los padres”, se lanzaron a la fuga, al parecer 26 nunca pudieron ser
hallados.
Cuando el gobernador hizo efectiva la orden de expulsión, las ciudades de Jujuy y Salta se
levantaron para repudiarlo. En Jujuy una multitud de más de 300 hombres armados apresó al
gobernador y lo expulsó de la ciudad, poco después una situación similar se produjo en Salta,
donde su casa fue asaltada y saqueada. En Córdoba fueron los franciscanos quienes pasaron a
controlar la Universidad, los bienes del Colegio jesuita de Buenos Aires sirvieron para organizar
el Real Colegio de San Carlos. La educación se ponía al servicio de la reforma.
El Virreinato del Río de la Plata: La decisión imperial de 1776 de separar importantes
jurisdicciones del viejo Virreinato del Perú y constituir uno nuevo con cabecera en Buenos
Aires. Anteriormente se estaba consolidando institucionalmente un proceso de crecimiento
mercantil, también se dio la habilitación legal de la ruta por el Cabo de Hornos en la década de
1740. Los distritos mineros altoperuanos sostenían el financiamiento de la estructura virreinal.
En 1782, tras la derrota de los movimientos insurreccionales indígenas que sacudieron el
dominio colonial en los Andes, el territorio virreinal fue divido en ocho intendencias o
provincias, término que en la época designaba estas grandes unidades administrativas y que aún
no tenía el sentido que adquirió en la era postrevolucionaria. Esta decisión modificaba el
esquema del poder político colonial porque venía a colocar una camada de hombres nuevos en
la cúspide del poder de cada región.

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