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1.

Verónica Salamea

El retorno a la democracia

La democracia es el peor de todos los sistemas políticos, con excepción de todos los sistemas políticos restantes. Con esta frase el
político británico Winston Churchill definía a la democracia como un modelo con errores pero mejorable frente a los otros sistemas
que se consideraban perfectos. Ecuador hace 40 años inició el proceso para recuperar la democracia después de pasar casi 10 años de
dictaduras civiles y militares, uno de los periodos autoritarios más largos de su historia.

Ecuador fue uno de los pioneros, en 1978, junto con República Dominicana, que dio el paso para la instauración de la democracia,
hecho que tendría un efecto dominó en Sudamérica, pues posteriormente seguirían el ejemplo Perú, Honduras, Bolivia, Argentina.
Para fines de la década de los 80, toda América Latina tenía regímenes democráticos.
El regreso a la
democracia en el
Ecuador en 1979
abrió en el país
una alta Con esto
expectativa de
días mejores para empiezan
sus habitantes
Los derechos humanos como
parámetro clave no son solo
el alcance del desarrollo
los
democrático de una
sociedad, sino que también cambios .
implican la integralidad e
indivisibilidad que los
constituyen en conjunto.

La democratización ecuatoriana, la primera de América Latina luego de la oleada de regímenes dictatoriales, se produjo luego de un
acuerdo civil-militar. Este acuerdo contempló la convocatoria a grupos de trabajo que diseñaron una disyuntiva entre dos proyectos
de Constitución (sin mayores diferencias) y una estrategia de transición gubernamental (1978-1979). Los participantes civiles
representaron básicamente a los nuevos actores sociales y políticos, y fueron personificados por los líderes emergentes. Las
alternativas constitucionales fueron puestas a consideración de la ciudadanía mediante una consulta popular (1978). La Constitución
aprobada (que incluyó al voto analfabeto y un régimen de partidos) entró a regir con la democratización (1979).

La democratización que arrancó en 1979 comprendió tres períodos, caracterizado cada uno por una tendencia dentro de calendarios
flexibles y referenciales. Estos períodos pueden ser denominados como 1 sistema de partidos (1979-1995), 2 crisis general e
inestabilidad (1996-2006) y 3 neopopulismo (2007-2011).

La democratización ecuatoriana se ha caracterizado por la presencia de tres instituciones, los partidos políticos, las Fuerzas Armadas
y los territorios. El neopopulismo actual, definido básicamente como una forma de hacer política, cuya estructura es la informalidad
para el relacionamiento con las instituciones, manipuló las presencias y las ausencias de las instituciones.

1 Sistema de partidos

Este período ha sido, hasta ahora, el más largo (1979-1995). Los diversos partidos fueron los protagonistas del régimen
representativo. Los partidos y el sistema electoral proporcional (de listas cerradas) aparecieron asociados a la forma estatal
heredada de la dictadura, acordada en la transición entre civiles y militares. El sistema de partidos, asociado a la legislación
que los promovió, hizo de los partidos los canales necesarios y exclusivos de acceso de la ciudadanía hacia el Estado y de
preparación de los cuadros públicos.

Lospartidos yelsistemaelectoralproporcional(delistascerradas)aparecieronasociadosalaformaestatalheredadadeladictadura,acordadaenlatransiciónentre
civiles y militares.

La definición partidaria se verificó, inicialmente, en el Estado y en el centro político. Los partidos más nuevos y con
referencia internacional (socialdemocracia y democracia cristiana) fueron la encarnación de ese momento del sistema de
partidos. La “transición pactada” entre civiles y militares permitió el libre juego electoral, el que consagró el liderazgo. La
tendencia de centro se había formado mediante coaliciones entre el populismo clásico y la democracia cristiana, y
posteriormente la socialdemocracia.
Esta tendencia estuvo presente en los gobiernos 1979-1981; 1981-1984; 1988-1992. A su vez, la oposición de derecha a esos
gobiernos de centro pudo acumular poder y acceder a todos los niveles de gobierno en 1984-1988 y 1992-1996.

La derecha, en dos versiones, asumió el gobierno como consecuencia de una alternabilidad, no exenta de conflictos. La
primera versión, neoconservadora, con bases en los gremios empresariales y en el público asentado en la Costa fue
socialcristiana (1984-1988), mientras que la segunda versión, neoliberal, asentada en los gremios y público empresarial en
la Sierra se denominó unidad republicana (1992-1996). Estas dos formas de la derecha coincidieron en acciones para debilitar
al sistema de partidos, que recibía constantes cuestionamientos por parte de “independientes”/“no afiliados”, que pretendían,
además, cuestionar al “intervencionismo estatal”.

Durante este período, las Fuerzas Armadas vivieron un proceso de adaptación institucional, que comprendió la vigilancia
del modelo estatal que habían contribuido a gestar y la adecuación de tutela al sistema político. Además, las Fuerzas Armadas
asumieron su preparación militar desde dos planos. El primer conflicto bélico con Perú en democracia (1981) tuvo graves
consecuencias económicas para el país y muy pocos resultados militares. El segundo conflicto bélico en democracia (1995)
tuvo un resultado militar exitoso para Ecuador, que derivó en un traslado a los civiles de la posibilidad negociadora que
había reabierto la confrontación con Perú. De ese modo, hacia delante se configuró una misión militar de preservación de
las condiciones políticas e institucionales de aquellos logros, la que será decisiva durante la crisis, tema que trataré en el
siguiente acápite.

2. andrea patiño

La crisis general y la inestabilidad

Durante el segundo período de la democratización -1996/2006- la manifestación más importante fue la pérdida de la
formalidad de la política y consiguientemente, de los roles y responsabilidades de los partidos en la producción de la política.
Para ello fue decisiva la intervención del populismo en su versión más “clásica” durante el gobierno Roldosista (1996-1997)
y en su versión “militar” durante el gobierno de Sociedad Patriótica (2003-2005). Además, entró en escena el populismo
“empresarial”, que si bien no logró convertirse en gobierno, jugó un rol de desorganizador de la representación,
especialmente cuando fue finalista electoral.

Estos dos gobiernos populistas, de corta duración y encarnación de la informalidad política, propusieron discursos e
intervinieron políticamente en una doble vía. Por un lado, realizaron fuertes interpelaciones al poder oligárquico, desde una
plataforma común con las reivindicaciones étnicas, cuyas movilizaciones se habían iniciado en 1990; y, por otro lado,
buscaron alianzas empresariales y relaciones privilegiadas con Estados Unidos. En el sustrato, esos populismos buscaban
posicionarse frente a los interpelados y preparar las condiciones para políticas públicas convencionales de globalización.

Aquellos populismos, sin embargo, formaron partidos que han permanecido vigentes hasta hace pocos meses. Mostraron
una relación diferente que los restantes partidos con la política y la sociedad antes que con el esquema estatal. Ni esos partidos
ni los gobiernos que dirigieron salieron, en lo absoluto, de la matriz del rentismo estatal. Sin embargo, crearon bases políticas
sustentadas en dos subsistemas políticos: el Roldosismo en subsistemas territoriales y Sociedad Patriótica, en la estructura
militar al integrarse básicamente con militares en servicio pasivo. De este modo, el modelo de sistema de partidos quedó
seriamente cuestionado y debilitado.

La ilegitimidad de ese gobierno contaminó a todo el sistema partidario, que en adelante no pudo recuperarse ya que quedó impregnado de corrupción, ineptitud
y pérdida de sentido nacional.

Los restantes gobiernos de la crisis general tuvieron dos perfiles. De un lado, la expresión extrema y última del modelo
partidista y de formalidad política fue el gobierno demócrata cristiano en alianza con el Partido Socialcristiano (1998-2000).
Se trató de una coalición que “superaba” a la lógica pendular y a la alternabilidad del régimen de partidos (centro versus
derecha). La ilegitimidad de ese gobierno contaminó a todo el sistema partidario, que en adelante no pudo recuperarse ya
que quedó impregnado de corrupción, ineptitud y pérdida de sentido nacional.
De otro lado, estuvieron los gobiernos de transición posteriores a las destituciones parlamentarias de los presidentes. El
primer gobierno de esa característica (1997-1998), producto de un pacto parlamentario, pretendió una legitimidad imposible
de conseguir por su origen y dio paso a una Asamblea Constituyente. El segundo gobierno de transición (2000-2003) asumió
el procesamiento de la crisis desde su punto más bajo mediante aperturas mercantiles y territoriales que estimularon una
recuperación de las provincias y de las regiones. La reforma estatal fue una agenda asumida y a la vez represada por el tercer
gobierno de transición (2005-2006), indefinición que facilitó la salida de la escena de los partidos y la emergencia del
neopopulismo hoy en el gobierno.

Las Fuerzas Armadas jugaron roles decisivos en torno a las destituciones parlamentarias de los presidentes Bucaram (1996-
1997), Mahuad (1998-2000) y Gutiérrez (2003-2005). Permitieron el curso de los procesos de destitución parlamentaria,
pero intervinieron decisivamente en lograr que las sucesiones finalmente reasuman cauces constitucionales. De este modo,
las Fuerzas Armadas se configuraron como agentes de la estabilización institucional fuera del tradicional rol de ruptura
constitucional. Este papel probablemente está relacionado con una textura institucional que asumió algunas
responsabilidades en el desarrollo en relación con el Estado. Pero fundamentalmente se basó en la preservación de los
acuerdos de paz que les confirieron nuevas misiones nacionales y, además, se auto-asignaron nuevos roles en el sistema
político. Pudieron hacerlo pese a las transgresiones institucionales con las que fueron acosados por el populismo militar.

El neopopulismo

El neopopulismo (2007- ) sucedió a la crisis general, que se caracterizó por la inestabilidad política. La inestabilidad
evidenciaba un conflicto por la estructuración de bloques de poder, y las coaliciones políticas y formas populistas no
aceptadas por los sectores medios y movimientos sociales. Ese desequilibrio parió una “solución” de estabilidad de tinte
autoritario. El neopopulismo encabezado por Rafael Correa, fuertemente sustentado en nuevos ingresos petroleros, propuso
la reconformación del Estado, incrementando su capacidad regulatoria y de gasto en infraestructuras y subvenciones
monetarias, para buscar una reinserción internacional en nichos específicos. El esquema político está basado en la
polarización social y política, que le permite un ejercicio bonapartista, y en la dilución de la sociedad, bloqueando su
representación política y organización, como condición de verificación de ese proyecto.

Rafael Correa es un líder surgido de los intersticios del sistema político, profesor universitario participante del derrocamiento
del gobierno populista militar de Gutiérrez y Ministro de Economía por un trimestre en el gobierno de transición que lo
sucedió. De una trepidante convocatoria electoral, no fue afectado por el derrumbamiento de los partidos, y al contrario fue
su principal usufructuario. Hábil constructor de tácticas de corto plazo, suma una importante carisma en su convocatoria de
masas.

Elegido Presidente por un período inicial, sin presentar candidatos al Parlamento, logró destituir al Congreso elegido
mediante presiones sociales y argucias legales, y convocar a una Asamblea Constituyente. Esta Asamblea de plenos poderes,
rodeada de una legitimidad amplia para “refundar” al país, elaboró una Constitución extremadamente reglamentaria que
plantea un “Estado de derechos” amparado conceptualmente en el neoconstitucionalismo. El esquema institucional del
neopopulismo es que la garantía del ejercicio de derechos reside en la disponibilidad de un excedente económico y la
participación popular, que consagra la correlación de fuerzas e institucionaliza a los derechos mediante cerrojos al cambio
constitucional.

Mayra quituizaca

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