Vous êtes sur la page 1sur 8

TEMA: EL HOMBRE DOLIENTE FUNDAMENTOS

ANTROPOLÓGICOS DE LA PSICOTERAPIA POR


VIKTOR FRANKL

DOCENTE: DR. JUAN VARAS

JOSE ENRIQUE ARAUS JIMENEZ

MATERIA: PSICOLOGÍA CLINICA

Cuarto ciclo

Paralelo: A

2018-2019
INTRODUCCION:

Durante la II Guerra Mundial, Victor Frankl estuvo recluido por su condición de judío
en los campos de concentración nazis de Auschwitz y Türkheim, y tuvo que soportar
con toda la crudeza su infrahumana brutalidad. Pero paradójicamente, fue en estas
horribles situaciones límites donde adquirió plena conciencia del sentido y dignidad
de la vida humana y del valor del sufrimiento, aportándonos, con ello, una gran dosis
de optimismo y esperanza respecto a que la vida humana vale la pena ser vivida. Es
por ello, que el psiquiatra vienés posee la suficiente autoridad moral para hablarnos
en diversas partes de sus obras de la difícil cuestión del sufrimiento, tanto físico,
psíquico o moral, como ineludible realidad humana. No obstante, en la mentalidad de
amplios sectores de la sociedad occidental se concibe como un hecho absolutamente
incomprensible, motivo por el cual se pretende rechazarlo por todos los medios al
desconocer e ignorar su enriquecedor significado y la fecundidad de su sentido. Frankl
considera que cualquier tipo de sufrimiento y de sacrificio que la vida nos depara, será
aceptado con fortaleza por el ser humano, si sabe que detrás de él hay un sentido
que puede iluminar su significado:
El interés principal del hombre, es el de encontrar un sentido a la vida, razón por la
cual el hombre está dispuesto
incluso a sufrir a condición de que este sufrimiento tenga un sentido. Frente al clásico
homo sapiens , Frankl tiene la audaz osadía de oponerle al homo patiens , al “hombre
doliente”. El “atreverse a saber”, que es tan propio de la naturaleza humana, se debe
completar con el “atreverse a sufrir”, que tiene como virtualidad justificativa el convertir
el sufrimiento en acción trascendente, puesto que el sufrimiento aceptado con sentido
positivo, nos lleva más allá de nosotros mismos, haciéndonos más aptos para vivir
valores humanos de un rango superior a las acciones del homo faber , que se siente
esclavizado por el afán y la fiebre de la producción puramente material, la única que
valora y estima: Al imperativo sapere aude oponemos otro: pati aude ¡atrévete a sufrir.
El “homo patiens” transforma el sufrimiento en acción; sabe que al tender hacia el
sufrimiento ya lo trasciende, y es que no sólo cumplimos y realizamos valores
produciendo, sino también viviendo y sufriendo. Adjetivación del hombre como patiens
, derivado del infinitivo latino patior , equivalente a padecer, resistir, soportar
físicamente o moralmente un daño. Frankl sostiene que el sufrimiento alberga muchas
posibilidades de sentido, y una de ellas, es que comprendemos mejor el sentido de
nuestra dignidad antropológica y en consecuencia de nuestra trayectoria humana
para conducirnos a una sólida y verdadera felicidad. Esta era la profunda intuición de
Dostoyevski, al narrar el pasaje en el que el monje ortodoxo Zossima, en su silenciosa
y humilde celda del monasterio, ofrece una serie de consejos a Aliosha, el menor de
los hermanos Karamazov, para confiarle con ternura al final de los mismos: “He aquí
mi testamento: Busca tu felicidad en las lágrimas”. Una vez muerto el iluminado y
profético monje, se le aparece en sueños a Aliosha, diciéndole con solemnidad:
“Sufrirás mucho, pero encontrarás tu felicidad en los mismos sufrimientos” A ello se
refiere Frankl, en uno de sus recientes escritos: En realidad, ni el sufrimiento ni la
culpa ni la muerte -toda esta triada trágica- puede privar a la vida de su
auténtico sentido

EL HOMBRE INCONDICIONADO

El texto comienza indicando que la idea de espíritu que sea retomado es abordada
dentro de un materialismo metafísico. Así pues, se hace un recorrido sobre el
problema de poder conocer la realidad objetivamente, por ejemplo ya Kant
especificaba que no se pueden conocer las cosas en sí, sino simplemente se llega a
conocer el fenómeno, la cosa en sí es incognoscible, por ende el sujeto está limitado
a acceder al todo del objeto. Por tanto, Viktor Frankl enuncia que también esto sea
hecho presente en el conocimiento del propio yo, “no sólo el ‘no yo’ está distante del
yo, sino que el propio yo está distante de sí mismo: al buscarme a mí mismo, me estoy
trascendiendo. Mi propio acto, aun siendo totalmente ‘mío’, no se identifica conmigo
mismo cuando lo observo: no es auténticamente yo, sino que es un yo
inauténtico”. Por tal motivo el ser espiritual, no puede buscarse a sí mismo, sino debe
trascenderse, para conocerse objetivamente y en este sentido ya Husserl por su
método fenomenológico, su intuición de las esencias, trato de conocer la esencia
misma de la cosa, su modo de ser. El conocimiento esencial se convierte, pues, en
un conocimiento objetivo, porque no importando el sujeto cognoscente, cuando se
contempla la esencia pura, es posible alcanzar el “dato originario”.
Ahora bien, a la hora de conocer el espíritu se devela la necesidad de reconocer una
realidad espacial en la cual el espíritu se mueve e interactúa, sin embargo, se afirma
que el ser espiritual no está sujeto a la categoría del espacio. Por mencionar se puede
decir que mi “espíritu está presente en todo lo que es objeto de su pensamiento, en
todo lo que toca. Pero esta presencia no puede concebirse espacialmente, porque no
es una presencia espacial, sino real; no es una presencia en sentido óntico, sino
ontológico”. El espíritu, entonces, siendo esencialmente inespacial, no puede radicar
en un cuerpo. Y ahora surge la interrogante ¿En qué lugar habita el espíritu? Viktor
Frankl señala que tanto esta en el dentro del hombre como fuera de él, en el mundo
exterior, en las cosas, mas esta presencia no es óntica, sino ontológica, por ello el ser
espiritual no radica espacialmente en otros seres.

“Se puede afirmar, pues, que el ser espiritual, entendido ontológicamente, en realidad,
está presente en otros seres; estos otros seres, por su parte, no están, obviamente,
ni fuera ni dentro del ser espiritual. Podemos afirmar que estos seres se encuentran
simplemente ahí”. El ser espiritual no participa de un sentido óntico-espacial, más en
uno ontológico el ser espiritual y otros seres se encuentran implicados, ya que se
devea la posibilidad de que la esencia del ser espiritual o su realidad espiritual, le
permita estar presente en otro ser.

Así pues, se manifiesta que la presencia del ser espiritual es la intencionalidad del
mismo espíritu, es, pues, conciencia, él se hace presente a sí mismo cuando está
presente en otros, es decir, en el momento que se hace consciente de otros seres, ya
que no se puede definir por sí sólo. Todo estado de conciencia es en sí mismo
conciencia de alguna cosa. El ser espiritual que conoce, por tanto, sólo llega a tener
cognitivamente al otro ser cuando está presente en él. Sin embargo, es indispensable
precisar que hay un conocimiento esencial y otro existencial, la diferencia entre ambos
“consiste en que la esencia, conocida por el ser espiritual, revela su objetividad a éste,
y la existencia, conociendo a otro ser, está presente en él”. Aunque es de saber que
este “estar presente en” no es posible en un sentido óntico-espacial, sino en uno
ontológico.
Asimismo, expresa Viktor Frankl que el ser espiritual es capaz de estar presente en
otro ser similar a él, y es más afirma que la presencia entre seres de la misma
naturaleza es más plena, de ello, que los seres humanos puedan comprenderse mejor
entre sí, estando uno con otro, “ y esto significa la presencia en la alteridad absoluta
de esta otra persona (alteridad frente a todos las demás personas), alteridad que ese
estar presente – y sólo ello – aprende mediante el amor; en este sentido cabe afirmar
que el amor constituye el modo de ser interexistencial”.

Por otro lado, se indica que es indispensable hacer un análisis sobre la materialización
de lo psíquico y lo espiritual, ya que el material experimental utilizado para abordar
estos ámbitos ha sido el cerebro humano, en el cual se ha buscado el lugar donde
posiblemente radiquen las funciones psíquico-espirituales. Para esto Viktor Frankl
realiza un recorrido en el curso evolutivo del hombre, desde que era considerado
mono-hombre, hasta los homínidos tardíos, denotando, entonces, un crecimiento del
encéfalo y a la vez un aumento neuronal.

“Es importante aquí saber que los 14 millones de neuronas de la corteza cerebral de
las que dispone (según v. Economo) el hombre reciente (homo sapiens recens) no
existían aún en los antrópidos (forma precoz del genero del hombre), pero sí en los
neandertálidos (forma primitiva de los homínidos) y, obviamente, en la forma antigua
de éstos (el homo sapiens fossilis). Según esto, si el hombre neandertal poseía ya el
mismo número de neuronas que nosotros, esto significó para él un verdadero lujo, ya
que no las utilizo a fondo. Pero tampoco el hombre actual las utiliza plenamente.

Luego, se dice que el hombre hoy en día aún no es capaz de explotar toda cuanta
riqueza posee y además, a partir de esto, se afirma un proceso de hominización
incompleto, debido a que todavía cuenta con la posibilidad de desarrollarse y
progresar. De tal manera, la hominización se devela como la “posibilitación” del
hombre, la cual conduciría a una autorrealización.

Retomando la idea de una localización física de lo psíquico y el espíritu, se manifiesta


que “la tarea del investigador no es la búsqueda de una sede del alma, sino las
condiciones cerebrales para los procesos o fenómenos psíquicos”, es decir, encontrar
algunas partes dentro de los sistemas celulares causantes de ciertas actitudes o
habilidades. No obstante, se indica que lo somático no puede ser principio de lo
psíquico, sino simplemente lo condiciona. Y así se puede expresar que lo psíquico-
espiritual no es un producto de lo corporal, pero si hay una cierta relación. Por
ejemplo: como “hay una patogénesis somatopsíquica específica, hay también una
terapéutica medicamentosa específica. Si el proceso gradual que llamamos depresión
endógena lleva a una angustia específica, también conocemos un producto, el
triptizol, que disuelve no menos específicamente esa angustia”.

En efecto, cuando se conoce un síntoma psíquico somatógeno, también se pude


llegar a conocer la terapéutica específica para contrarrestar aquel mal. En este
sentido, Viktor Frankl habla de la posibilidad de una psicoterapia en forma de una
terapéutica que sane lo somático. Aunque este método sólo se puede abordar desde
un narcoanálisis o el “suero de la verdad”, el cual busca anular las represiones y hacer
una concienciación de lo inconsciente.

“Lo corporal es una condición, más no la causa de lo psíquico-espiritual. La


enfermedad corporal limita las posibilidades de desarrollo de la persona espiritual, y
el tratamiento somático se las devuelve, le brinda de nuevo la ocasión de
desarrollarlas; pero la realidad de lo espiritual sólo podemos comprenderla desde lo
metaclínico”. De esta manera se puede indicar que el espíritu no está totalmente
condicionado por lo psicofísico, sino viceversa, el espíritu hace suyo el organismo
psicofísico y cuando este se enferma, no lo hace el espíritu, por ende lo psicofísico
sólo es el campo de acción y expresión de la persona. La enfermedad psicofísica lo
único que llega a realizar es perturbar al individuo, más no destruir su persona.

Sin embargo, es necesario señalar que el espíritu se encuentra limitado y en potencia


de actuar dentro del ámbito de lo psicofísico, ya que esto último, condiciona el modo
de ser y la existencia misma de la persona, por tanto, también la realidad y efectividad
del espíritu están condicionados por una existencia corporal. De ello que la
psicoterapia, o mejor dicho la logoterapia encamine al espíritu a manifestarse y a
resistirse a lo psicofísico.
Por último, retomando la postura inicial de Viktor Frankl no queda más que afirmar la
“tesis de que lo corporal (como mera posibilidad) necesita de lo psíquico (como su
realización) y finalmente de lo espiritual (como su plenitud), esta doble conexión
puede enunciarse en el principio condicional y causal combinado: si algo es posible
corporalmente, se realiza psíquicamente porque es una necesidad espiritual”. El
hombre, por tal motivo, es una unidad de alma, cuerpo y espíritu (el cual garantiza y
constituye lo uno).

HOMO PATIENS

Frente a los aspectos trágicos existe siempre la posibilidad de sacar de ellos el mejor
partido posible. Se trata de vivir un optimismo trágico”. El sufrimiento se cierne ante
nosotros, los seres humanos, como algo que queremos – y a veces, debemos – evitar.
Para nosotros, comprender o aceptar el sufrimiento es algo que parece
completamente difícil, y en muchas ocasiones, lo creemos hasta “inhumano”. Sin
embargo, paradójicamente, es el sufrimiento, o mejor dicho, comprender el
sufrimiento, es lo que nos hace aún más “seres humanos”.

A diferencia de los animales, los hombres son los únicos capaces de entender la razón
o el motivo de un sufrimiento. Y es así como, algunos animales que “participan” en
las investigaciones médicas, son incapaces de darse cuenta de la trascendencia de
su sufrimiento y el beneficio que le están aportando a la salud y a la humanidad. Pero
el hombre sí es capaz de comprender el sentido pleno de un sufrimiento en particular;
y es por ello que muchos hombres y mujeres son capaces de “resistir” un tratamiento
(o algo) porque saben que dicho padecer está lleno de un sentido, de un fin. Y aún
más, es a través del sufrimiento (o del dolor) que podemos encontrar, no únicamente
aspectos negativos, sino muchos otros positivos capaces de llevarnos a la
trascendencia:

· Testimonio. Aquella persona que asume el sufrimiento con valentía y sentido de


humanidad, es capaz de llevar, con su ejemplo, ese mensaje de esperanza, de
encontrar un sentido plena aún en el sufrimiento.

· Crecimiento. “El oro no puede ser apreciado si antes no es fundido”. El ser humano
tiene la oportunidad de sacar provecho del dolor o el sufrimiento, y éste es capaz de
llevarlo a alturas jamás sospechadas, permitiendo un crecimiento, que seguramente,
viviendo en una tranquilidad constante, no lo hubiera logrado.

· Madurez. Invariablemente la madurez, llega cuando comprendemos los llamados


que la vida nos hace para cumplir nuestro propio sentido de vida, y cuando somos
capaces de responder, sin reservas a ésta, aún cuando las condiciones parecen aún
más “oscuras”. El sufrimiento nos abre el panorama de la vida, y nos lleva a
encontrarnos con nosotros mismos, con nuestra humanidad y nos hace ver que la
vida es sólo una y que hay que vivir, como si cada minuto fuera una última oportunidad
para realizar nuestra misión.

En nuestra actualidad, el hombre se preocupa por lograr producir, hacer, tener. Es


por ello que dentro de la logoterapia se le conoce como el homo faber. Este tipo de
hombre únicamente se preocupa por el éxito y le teme al fracaso. Es por ello que al
caer “presa” de una enfermedad o un sufrimiento “irremediable”, este tipo de hombre
cae en la desesperación y la angustia. Es incapaz de ver la posibilidad de realizar
dentro del sufrimiento. En contraposición, se encuentra el homo patiens, es cual logra
encontrar su realización, en y a pesar de, el sufrimiento. El “hombre doliente”, es
capaz de llevar su sufrimiento al grado máximo de trascendencia, es decir, encontrar
un sentido en una situación difícil. El no desesperarse ante una situación difícil, ya
constituye por sí mismo una realización.

Recuerdo una anécdota que mencionan sobre Viktor Frankl; cuando tuvo la
oportunidad de atender a un rabino, que acudió a él porque no podía soportar el
sufrimiento por la muerte de su esposa. Frankl le hizo notar que su sufrimiento estaba
lleno de un sentido, ya que, de alguna forma, a él le tocaba llevar este dolor que,
quizás su esposa no hubiera podido “soportar” si él hubiera fallecido primero.El
hombre doliente no es aquel que busca el sufrimiento para llenarse de sentido; eso
es masoquismo. Sino que es aquel que es capaz de encontrar una razón para ese
sufrimiento, y que lo encara con el rostro en alto y no se desespera ante él. El homo
patiens transforma el sufrimiento en acción. El sentido de vida es una cuestión de
hecho, no de fe. Es algo que nos impulsa a hacer, a movernos, a ir hacia ese fin.

Ante la consigna del hombre actual: “sapere aude” (atrévete a ser razonable), el
hombre doliente responde: pati aude! (¡atrévete a sufrir!). Y como a muchas personas
les he dicho cuando llegan a mí en busca de una “solución” a su sufrimiento:
¡disfrútalo! La enfermedad, el dolor, el sufrimiento es parte del hecho de ser seres
humanos, y somos los únicos capaces de comprenderlo, y mucho más aún, de darle
un sentido pleno. Y disfrutarlo significa, no quedarse con los brazos cruzados, sino
convertirlo en acción.

Vous aimerez peut-être aussi