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LATINOAMERICANAS?
De entrada, debo confesar que la manera en la que fue planteado el debate me puso en
aprietos. Y me puso en aprietos por una cuestión que pasa por mi posicionamiento
epistemológico e ideológico frente a lo que llamamos ciencias sociales históricas (aquí voy a
hacer uso abusivo de la propuesta conceptual de Emanuel Wallerstein). Desde mi perspectiva,
no creo que se valida, por lo menos en la actualidad, la oposición que se me plantea frente a la
“naturaleza” de las epistemologías latinoamericanas y el devenir de las ciencias sociales en su
contexto. En este sentido, no creo en las falsas oposiciones epistemológicas; y pienso que la
configuración de ese tipo debate ha obedecido más a las necesidades concretas de ciertas
comunidades de académicos que necesitan configurar un espacio de confort frente a sus
“rivales” de piso, en el marco de las lógicas universitarias. Mi posicionamiento, entonces, parte
de la necesidad, material e ideológica, por leer la realidad en la que vivimos y comprender sus
lógicas de configuración. Necesidad que nos obliga a hacer uso de las ciencias sociales como
un “mecanismo descifrador” que se fragmenta en su interior, pero que no puede más que
ofrecer una lectura total de la sociedad hacia el exterior. De esta manera, el debate
epistemológico se posa en un terreno de fragmentación imaginaria al interior; pero de una
rigurosidad, asumida como vigilancia epistemológica, hacia el exterior.
Quisiera, entonces, acércame al tema propuesto usando como excusa la crítica conceptual a la
manera como fue planteada la cuestión. De este modo, intentaré desarrollar cuatro preguntas:
1] ¿Cabe hablar de una “naturaleza” de las epistemologías Latinoamericanas? 2] ¿Explicar o
comprender? 3] ¿Existen independencias explicativas o pretensiones comprensivas? 4] ¿Es
válido, en la actualidad, hablar de bandos al interior de las discusiones epistemológicas?
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dotar de un cierto efecto de verdad el discurso, de un poder invisible que determina lo natural
frente a lo artificial. En tercer lugar, creo que lo natural, en el sentido utilizado, hace referencia
al origen, a un lugar de procedencia único, o por lómenos aceptado colectivamente.
Desde esta perspectiva, identificar “la naturaleza” de las epistemologías latinoamericanas, perse,
invita a pensar en la normalización de un sistema de pensamiento que posee un sentido de
verdad y un origen determinado. Y, por otro lado, al asumir la naturaleza de las epistemologías
latinoamericanas, parece que olvidáramos su sentido artificial.
En la misma vía, hacer referencia a los sentidos de las epistemológicas nos permiten acércanos a la
idea de movilidad, de trashumancia. Así, si las epistemologías son construcciones artificiales, es
decir, intencionadas, y se encuentran mediadas por los intereses y fines de las comunidades -o
mejor digamos que las epistemologías se constituyen en la tensión entre los espacios de
experiencia y los horizontes de expectativas de las sociedades-, debemos decir que los sentidos
se caracterizan por la movilidad. Por la complejidad caótica de la realidad desde las cuales son
enunciados. A partir de esta idea, sostendré que las epistemologías superan en sí mismas las
construcciones arquetípicas de las teorías. Propongo, entonces, un ejercicio que parta de la
imaginación (Bourdieu).
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Segunda idea:¿Podríamos decir que la epistemología es una mezcla de ansias por
comprender la realidad, imaginación y el uso metódico de estructuras teóricas?.
De acuerdo con las reflexiones del profesor Hugo Zemelman, al interior de las ciencias sociales
se presenta un desfase, un desajuste entre las estructuras teóricas utilizadas y la realidad que se
pretende comprender. Este desajuste, como lo vengo diciendo, obedece a que “el ritmo de la
realidad no es el ritmo de la construcción conceptual. Los conceptos se construyen a un ritmo
más lento que los cambios que se dan en la realidad externa al sujeto, por eso, constantemente,
se está generando un desajuste” (Zemelman). Una consecuencia fundamental para el debátete
epistemológico consiste en que dicho desajuste entre teoría y realidad, de acuerdo con
Zemelman, nos lleva a “inventar realidades”. Solemos inventar realidades para que se adecuen
a aquellas teorías que constituyen nuestros habitus académicos o, como diría Bourdieu, a
nuestro “repertorio de reglas” que suplen nuestra habilidad práctica para acercarnos a los
problemas de la realidad. Tal desajuste es solucionado con aquello que Zemelman llama
pensamiento epistémico. Este pensamiento, opuesto al pensamiento teórico, se centra en la
pregunta. El pensamiento epistémico es un pensamiento sin contenido pre-construido, que nos
permite colocarnos “frente a las circunstancias sin anticipar ninguna propiedad sobre ellas”
(Zemelman). Aunque paradójico, el pensamiento epistémico se posiciona frente a la realidad
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desde la constante pregunta. De este modo, la inquietud sobre las circunstancias que nos
constituyen nos permite apropiarnos de categorías que se redefinen bajo las nuevas
circunstancias. El pensamiento epistémico se centra en la elaboración de problemas que nos
alejan de lo preconcebido.
La apropiación parte de una premisa básica: Las ideas no tienen lugar. En la constante circulación de
sujetos y de artefactos-libros, en la consolidación de “comunidades de interpretación”, en la
construcción de escenarios de sociabilidad, las ideas rompen los arquetipos y se acomodan a
los ritmos de realidades “ajenas”. Desde esta perspectiva, lo que llamamos epistemologías
latinoamericanas se han constituido en la vertiginosidad de nuestra realidad social y en las
diversas formas de apropiación de una multiplicidad de teorías. Transgrediendo las lógicas de
los posicionamientos políticos, los sujetos intentan comprender su realidad a partir de la
problematización. De la apropiación continua de posturas teóricas, y de las exigencias de las
realidades surgen posturas propias que no poseen un lugar definido, pero sí deconstruyen el
mundo desde los problemas comunes. La raza, la cuestión social, la modernidad, la revolución,
todos son problemas que aquí o allí fueron abordados desde el pensamiento latinoamericano.
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Finalmente, quiero sostener que uno de los principales sentidos del pensamiento epistémico
latinoamericano se centra en la preocupación por el tiempo. Y hablo del tiempo en general,
para referirme a la preocupación por el futuro y al papel en las lecturas de la realidad juega el
pasado. Si observamos con atención, las principales problemáticas expuestas por aquello que
llamamos epistemologías latinoamericanas, en ellas existe un lugar especial para pensar el
tiempo, nuestra relación con el pasado en busca de tradiciones y las posibilidades del futuro.
Aquí estoy pensando por ejemplo en las visiones creadas por los ensayistas latinoamericanos
de comienzos del siglo XX o en la misma idea de desarrollo Cepalino.
En este sentido, en la trama del pensamiento epistémico, la historia, ya sea como disciplina o
como pensamiento histórico, ocupa un lugar fundamental en las lecturas que hemos hecho,
hacemos y seguiremos haciendo de nuestra realidad y su vertiginosidad.
2. ¿Explicar o comprender?
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finalidad que modula los comportamientos humanos. Y en esa idea de comprensión se pone
en juego el desvelamiento de la tradición y la rehabilitación de los prejuicios. Es solo en el
reconociendo de las subjetividades otras y de nuestras propias subjetividades en donde
podemos entrar en pugnar nuestra comprensión del mundo. Es nuestro pesar epistémico.
Digamos que en este punto de la independencia epistémica se juegan unos sentidos más
profundos en el contexto latinoamericano, que tienen que ver con la estructura político
administrativa desde la cual se erigen las estructuras de epistemológicas de nuestras ciencias
histórico sociales. Pasando por las formas como impartimos los cursos de metodología de la
investigación al interior de las universidades, hasta las políticas de clasificación de los
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investigadores elaborada por Colciencias, sin dejar a fuera sus convocatorias, se podría decir
que institucionalmente lo epistemológico está determinado por las lógicas de un campo
científico mediado por relaciones de exclusión que en el fondo, poco o nada tiene que ver con
la forma como problematizamos la realidad. Hago referencia a estas condiciones de posibilidad
de lo epistemológico porque mucha de nuestra dependencia a la teoría emanada de los centros
es reproducida acríticamente, tratando de elaborar un discurso capaz de cautivar los poderes
institucionales.
De esto que estoy diciendo, se desprende otro sentido de las epistemologías latinoamericanas,
y es su sentido de apropiación critica de la teoría. Aquí la critica la relaciono con la necesidad
de imaginar.
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epistemologías propias en América Latina, y aquellos que solo ven reproducciones acríticas al
interior de nuestras formas de pensamiento debería superarse. Después de los trabajos de las
perspectivas poscoloniales debería estar relativamente claro que la configuración de
pensamiento epistémico es un proceso que corre en las sendas de los múltiples sentidos de
apropiación, generando particularidades y problemas propios que, en el fondo los hacen
insustituibles. La miradas sobre la realidad no pueden ser univocas, por lo menos en el plano
epistemológico. Esta última afirmación nos lleva entonces a plantear que estas distinciones que
se encuentran más en el terreno de las disputas políticas e ideológicas, nos permiten hacer
elecciones teóricas que, finalmente, apunta a la construcción de pensamientos epistémicos. En
este sentido, las oposiciones se vacían. En la pluralidad no hay oposiciones. Solo hay diversas
maneras de leer.