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Las parejas de hoy en día no se manejan con los mismos códigos que las de

antaño. Seguramente haya cosas que pasen entre tu y tu marido, o tu novio,


que tus abuelos reprobarían con vergüenza.El hecho es que los tiempos
cambian y los roles dentro de la pareja no se parecen a los de 20 o 50 años atrás,
el único problema es que ante tantos y tan bruscos cambios, muchas cosas no
han quedado claras.

La mujer perfecta, ama de casa, madre ejemplar, que atendía todo y a la


perfección pero que ni soñaba con trabajar fuera de casa, está casi en extinción; y
con ella toda la lista de “deberes sociales” que debía seguir al pie de la letra.
Algunos hombres siguen viviendo con el pensamiento en ese modelo de mujer y
eso no permite delimitar correctamente los límites de la pareja, de hecho, muchos
hombres se sienten menos varoniles al dejar de ser el único ingreso monetario del
hogar, o al tener que desempeñar alguna tarea doméstica.

Separar el dinero de la relación es el primer paso: es bueno que la pareja se


siente y ponga en claro desde cero la igualdad y reciprocidad de la relación.
Aunque uno pueda trabajar menos horas o ganar más que el otro, el aporte tiene
el mismo valor y no transforma inmediatamente al otro individuo en un empleado
al servicio del hogar.

Es bueno delimitar los roles y las tareas del hogar basándose en el compañerismo
y el respeto mutuo.

Otro mito a derribar es aquél que desde muchas revistas o programas de


televisión prometen, que versa en que la mujer debe ser una máquina perfecta de
placer sexual. ¡Por supuesto que mantener relaciones íntimas satisfactorias
es uno de los principales puntos dentro de una pareja! Pero es bueno
delimitar los roles, y poner en claro que ninguno de los dos debe estar al servicio
entero del placer del otro. Nuevamente repetimos el concepto: las relaciones
sexuales basadas en una relación de amor y respeto son cosa de dos.

Para lograr ello es necesario un pleno conocimiento del otro; eliminar por completo
los complejos cuando se está en la cama, poner mucha actitud e imaginación y,
sobre todo, disfrutar mucho al tiempo que te asegures de que el otro también
está pasando bien. Sin obligaciones ni metas, el rol es compartido.

Como resumen y a modo de finalización es preciso aclarar que es necesario


delimitar siempre los roles en una relación de pareja, desde lo doméstico a lo
sentimental pasando por lo sexual o lo económico; la igualdad debe ser lo más
importante para mantener vivo el amor y llevar adelante una vida satisfactoria de
pareja.
Una buena comunicación de pareja, plantear desde el comienzo lo que se espera
del otro y no querer cambiarlo o exigirle cosas que no desea hacer son parte de
ese mismo proceso.

Los roles masculinos y femeninos según la


sociedad
El concepto biológico de “sexo” se refiere al hecho de haber nacido varón o mujer. En
cambio, el concepto sociocultural de “género” se refiere a lo que significa ser varón o
mujer en una sociedad y un momento histórico determinado. El género establece
expectativas sobre cómo deberían actuar las personas de uno y otro sexo en diversas
situaciones.

En casi todas las sociedades hay diferencias claras entre el comportamiento de niñas y
niños. Los varones no sólo muestran más actividad física, juego y exploración bruscos y
agitados, sino que también tienen otros intereses y prefieren, por ejemplo, juegos de
guerra; en contraste con las preferencias de las niñas por los papeles domésticos.

 En nuestra cultura se espera que los adolescentes varones mantengan relaciones


sexuales con la mayor cantidad posible de parejas, mientras que las adolescentes
deben permanecer vírgenes hasta el matrimonio.
 Las mujeres son percibidas prefiriendo la abstinencia sexual, con poco poder en
las relaciones sexuales, y con dificultades para solicitar el uso del condón a sus
parejas masculinas, puesto que esto está virtualmente censurado, al menos en el
caso de mujeres casadas.
 Los varones son educados como “depredadores” que deben ser temidos, que no
sienten miedo y que aprenden a lograr metas manteniendo una actitud agresiva.
Aprenden a asumir las situaciones potencialmente peligrosas como
insignificantes. Si el peligro es alto, deben desafiarlo directamente para no ser
tildados de cobardes o “histéricos”, una característica atribuida a las mujeres.
 Las niñas, en cambio, son educadas generalmente como presa potencial de
hombres peligrosos a quienes deben temer y aprender a evitar, manteniendo una
actitud defensiva y cautelosa ante ellos. Las mujeres aprenden a reconocer las
situaciones potencialmente peligrosas, a vivir evadiendo, evitando o escapando
de la fuente de peligro.

También puedes leer: Deberes de los niños y niñas: “Los más olvidados”

“¡Tira, tira si eres hombre!”, es un ejemplo macabro de cómo operan las expectativas de
actitudes de género en la cultura dominicana, cuando un hombre encañona a otro con un
arma de fuego para demostrar su bravura y masculinidad. En consecuencia, los hombres
tienden a no prestar atención a los mensajes preventivos que producen temor.
La calle y la casa

Entre los valores de la cultura dominicana figuran los espacios de la “calle” y de la “casa.”
El espacio de la casa es visto como aquél que delimita las acciones aprobadas como: el
matrimonio, la familia nuclear, las prácticas heterosexuales, los actos de género
tradicionales, entre otros.

El espacio de la calle delimita las prácticas y situaciones no aprobadas oficialmente


como: las relaciones sexuales extramaritales, el trabajo informal (especialmente
dentro de la industria del sexo), prácticas sexuales diferentes, y el “tigueraje”.
El uso del condón es visto como un símbolo de la desconfianza y la infidelidad: quien
sugiere o acepta usarlo se culpa o acusa al otro de haber tenido sexo fuera de la pareja o
de tener una infección de transmisión sexual. La fidelidad, la honestidad, y la confianza
entre parejas tienen un conflicto permanente con una norma cultural de la “infidelidad
natural” de los hombres, y la creencia popular de que al fin y al cabo, “nadie es de nadie”.

Los valores como la fidelidad y la confianza, establecidos dentro del espacio de la “casa”,
son vistos como necesarios para el establecimiento y mantenimiento de relaciones
estables de pareja.

La posición del hombre

En la cultura de la calle, donde predomina la noción de virilidad o potencia sexual, el icono


de hombre es el “tigre”. En la cultura de la casa, donde predomina la noción de hombría o
poder, el icono es el león.

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Desde una edad temprana, los niños varones son llevados a estar conscientes de su
conducta y siempre actuar para demostrar socialmente que son “hombres de verdad”. En
este proceso, personas cercanas a los niños, probablemente bajo el liderazgo de la
madre, se convierten en una especie de “policía de género” y conspiran para generar la
homofobia (rechazo a la homosexualidad) en el niño que va madurando.
Los varones son socializados en un ambiente fuertemente restrictivo y prohibitivo, que
deteriora su espontaneidad, autenticidad y alegría, produciendo mucha hipocresía y
neurosis, lo que hemos llamado “el ser y no ser” del varón dominicano. Crecen con un
miedo irracional de “convertirse” en el sexo opuesto, de “degenerarse”; este temor los
ayuda a construir la “heterosexualidad obligatoria” en el varón.

La posición de la mujer

Respecto a ellas, pueden existir múltiples “feminidades”. Hemos planteado la doble


posición de la mujer como punto de partida de esta perspectiva. Existe la mujer de la
noche, tal vez menos “femenina” y posiblemente más “masculina”, que compite con el
hombre, es más igual a él; es “mujer de la calle”, y por tanto, una amenaza para la
descendencia de la superioridad masculina. Imaginariamente goza, y hace gozar.

Paradójicamente, vive deseando la posición de la mujer-madre, la que tiene el


hombre y el hijo siempre para ella.
En cambio, nos encontramos con otra posición más femenina o tal vez menos masculina,
que no compite con el hombre y es “mujer de su casa”; mujer reproductiva, inclinada a
una actitud maternal, la que renuncia al goce en nombre de la especie. Paradójicamente,
vive eternamente amenazada en su posición de madre por el goce de otras.

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Algunos han señalado que no parece tratarse de dos tipos de mujeres, sino de un mito
que las contiene a ambas como las dos caras de una misma moneda. Las mujeres
dominicanas pueden atravesar estas dos posiciones alternativamente, fijarse en una o
sostener ambas. Pero si se ubican en una suelen interrogarse sobre la otra.

Conclusión

En sentido general, las mujeres están en desventaja frente a los hombres en términos de
vulnerabilidad social. Igualmente, podemos decir que también hombres y mujeres
experimentan marcadas diferencias de poder dentro de sus propios sexos.

Un modelo de cambio del cual podríamos beneficiarnos todos y todas, con menos
desigualdades, sería aquél en que aprendiéramos desde pequeños a reconocer que cada
quien es un ser humano único, imperfecto e insustituible, y que debemos ser quienes
somos, y desarrollar nuestro potencial humano y nuestra diversidad en la vida,
comparándonos con nosotros mismos, no con los demás.
La crianza familiar temprana debía basarse en el principio solidario de que todo niño o
niña es un ser humano irrepetible, con necesidades, sentimientos y derechos como
persona. Si desde pequeños aprendemos a decir nuestra palabra, sin temor y sin
importarnos tanto el “qué dirán”, sí dijéramos que sí o no cuando queremos o no
queremos algo, podríamos desarrollar una sociedad más fuerte, tolerante y democrática.

Sólo desarrollando la capacidad de expresar los derechos y sentimientos personales, sólo


hablando por nosotros mismos, podremos sobrepasar los roles inflexibles o
estereotipados de género, con su gran carga de negación e hipocresía.

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