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M. Barbero et al.

, Historia Económica y Social General

Cap. 7. LAS ECONOMÍAS INDUSTRIALES EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX


Para mediados del siglo XIX la Revolución Industrial se había difundido desde Gran Bretaña hacia Eu-
ropa Occidental y los EEUU. En la segunda mitad del siglo, el proceso de industrialización fue avanzando
hacia los países escandinavos y el este y el sur de Europa. En este capítulo veremos una serie de temas
relacionados con el avance de la industrialización, sus características y sus consecuencias.

7.1. EL PROCESO DE INNOVACIÓN TECNOLÓGICA


7.1.1. LA REVOLUCIÓN DE LOS TRANSPORTES

La expresión “revolución de los transportes” se utiliza para hacer referencia al conjunto de innovacio-
nes que tuvieron lugar a partir de la década de 1830, desde el momento en el que comenzó a usarse la
energía del vapor para accionar medios de transporte por tierra y por agua; dicha denominación desig-
na, sobre todo, lo que podríamos llamar la era del ferrocarril (“railway age”: 1840-fines del s.XIX) y de
los barcos de vapor. El vapor reemplazó a la energía natural en el transporte por tierra, y a la del viento,
las corrientes y los remos en el transporte por agua. En definitiva, las nuevas formas de transporte,
desempeñaron un gran papel tanto en la integración de los mercados como en el incremento de la de-
manda de bienes industriales generada por su construcción.

7.1.1.1. Los ferrocarriles

El invento más revolucionario lo constituyó el ferrocarril, que permitió la abolición de los obstáculos y
las distancias. Pues, por primera vez, se pudo abaratar y agilizar el transporte por tierra, que hasta en-
tonces era costoso y, sobre todo, lento, lo cual dificultaba las comunicaciones en los casos en los que no
existían vías fluviales o marítimas. El ferrocarril tenía como ventaja en que podía construirse en cual-
quier tipo de terreno y salvar toda clase de obstáculos. Además en las áreas en las que existían buenas
comunicaciones internas por agua, los ferrocarriles no compitieron con las redes de ríos y canales, sino
que las complementaron. La primera línea de ferrocarril que funcionó con locomotoras de vapor fue la
que unía Manchester (principal centro industrial inglés) con Liverpool (uno de los principales puertos de
la isla), inaugurada en 1830.

Hacia 1850, sólo los países más industrializados (Gran Bretaña y Europa noroccidental) contaban con
una extensión considerable de vías férreas. En la segunda mitad del siglo, la construcción se aceleró. Los
países más desarrollados completaron sus redes, mientras que los de la periferia comenzaron a tender
sus redes. En la medida en que se fueron completando las redes nacionales también se fue integrando
un mercado continental. Un gran hito lo marcó la inauguración del ferrocarril Transiberiano (en 1904).
Ya hacia 1880, prácticamente todas las vías férreas nacionales estaban unidas entre sí, y la estructura
ferroviaria de Europa continental apenas sería modificada luego. Las grandes construcciones ferroviarias
fueron el principal impulso a la expansión de la industria hasta la década de 1870.

7.1.1.2. La navegación a vapor

Las transformaciones en el transporte marítimo, permitieron a una Europa en plena expansión salir
hacia el resto del mundo. Sus productos primero y los hombres después llegarían a lejanos mercados.

El importante papel desempeñado por los barcos a vapor en el comercio marítimo sólo se dejaría sen-
tir a partir de 1840, año aproximado que marca la incorporación de innovaciones revolucionarias en su
desarrollo. De todos modos, hasta la década de 1870 había veleros, los clippers, que eran más veloces
que ellos. Desde la década de 1840 hubo una serie de innovaciones técnicas que sustentaron la superio-
ridad de los barcos a vapor. En primer lugar, con la introducción de la hélice de 3 palas en vez de 4 y su
adopción definitiva a parir de 1860. En segundo término, la adopción del motor compuesto luego de

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1860. Que permitió para siempre abandonar las velas auxiliares. En tercer instancia, la construcción de
cascos de acero en reemplazo de los de madera, hacia 1860-70. Con esto se lograba dar mayor solidez,
instalar motores más potentes y aumentar el tonelaje y la velocidad. Finalmente, en 1890 se incorpora
la turbina de vapor.

Además los cambios en el trasporte marítimo debieron ser acompañados por el desarrollo de una im-
portante infraestructura portuaria. Así entre los principales puertos europeos se hallaban los de Lon-
dres, Amberes, Hamburgo, El Havre, Marsella, Burdeos, etc.

7.1.2. LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

7.1.2.1. El concepto de revolución tecnológica

David Landes aclaraba que la expresión “revolución industrial” solía utilizarse para hacer referencia a
cualquier proceso de cambio tecnológico acelerado, y que en ese sentido se hablaba de una segunda y
una tercer revolución industrial. Sin duda, este uso del concepto de Revolución Industrial es discutible,
ya que mientras la primera fue acompañada de profundas trasformaciones económicas y sociales, la
segunda y la tercera consistieron sólo en etapas de innovación tecnológica sin que se modificaran los
rasgos más característicos de la Primera Revolución Industrial: la mecanización y el sistema de fábrica.

Hechas tales observaciones, la expresión “Segunda Revolución Industrial” se utiliza generalmente para
hacer referencia al conjunto de innovaciones técnico-industriales, fundadas en el acero barato, la quími-
ca, la electricidad, el petróleo, el motor de combustión interna, la nueva empresa moderna, y los nuevos
tipos de gestión del trabajo y organización industrial, que emergen durante el último tercio del siglo XIX.
Se trata fundamentalmente de una revolución tecnológica por su capacidad de transformar el aparato o
sistema productivo de una economía (industrializada) en su conjunto. Antes de describir su historia, nos
referiremos al concepto de revolución tecnológica.

Es importante tener presente la distinción de Schumpeter entre la invención (que se produce en la es-
fera científico-técnica), la innovación (que tiene lugar en la esfera técnico-económica, a través de nue-
vas combinaciones de los recursos productivos, cuyo futuro será decidido por el mercado) y la difusión,
lo que en última instancia trasforma a las anteriores en un fenómeno económico-social.

Desde el aspecto tecnológico, se pueden distinguir dos tipos de innovaciones de carácter múltiple. Por
un lado, están las innovaciones radicales que corresponden a las macroinvenciones. Son una ruptura
capaz de iniciar un rumbo tecnológico nuevo. Introducen productos y/o procesos productivos verdade-
ramente nuevos. Pueden dar nacimiento a toda una industria, abrir un nuevo mercado e inaugurar otro
tipo de organización industrial. Por otro lado, las innovaciones incrementales son las microinvenciones.
Son las mejoras sucesivas a las que son sometidos todos los procesos productivos y productos. Susten-
tan un incremento de la productividad. Comprenden una amplia gama de innovaciones: perfeccionar la
eficiencia técnica, mejorar la productividad y la precisión en los procesos: modificaciones en los produc-
tos para elevar su calidad, disminuir su costo o ampliar su gama de uso en el mercado.

Por un lado, el origen y el encadenamiento de innovaciones radicales interrelacionadas técnica y eco-


nómicamente que se difunden a lo largo y a lo ancho del sistema productivo, y que terminan por englo-
bar a toda la economía, son una verdadera revolución tecnológica. Por otro lado, la articulación e inter-
acción de las innovaciones incrementales alrededor de los núcleos tecnológicos de las innovaciones
radicales interrelacionadas configuran un tipo de dinámica de la revolución, que sigue una lógica, deno-
minada paradigma tecnológico.

Una vez establecido el paradigma tecnológico, es posible predecir la evolución y el sentido de los cos-
tos relativos en la mayoría de los insumos y procesos empleaos, previendo que algunos tenderán a la
baja y otros a la alza por largos períodos. La previsibilidad permite establecer los principios orientadores
del rumbo económico; así, el paradigma guía en comportamiento de los agentes económicos y termina
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enraizado en su conciencia colectiva, hasta convertirse en el “sentido común” de sus decisiones. La revo-
lución tecnológica alcanza así la difusión de un sector a otro y a escala mundial. Su éxito dependerá de
un vehículo sencillo de propagación. Generalmente se acepta que éste sea un insumo -o varios-.

Dicho insumo se reconoce como “factor llave” y reúne las siguientes condiciones: bajo costo, que tien-
da al descenso; parecer de oferta limitada; universalidad de usos y aplicaciones; y encontrarse en el
centro de innovaciones radicales.

Resta puntualizar tres elementos.

A) En primer lugar, cada revolución tecnológica conjuga innovaciones en insumos, productos y proce-
sos (Douglas North: “Innovaciones técnico industriales y económicas”) con innovaciones instituciona-
les, organizativas y gerenciales (Chandler: “Revolución organizacional”).
B) En segundo lugar, ¿cuáles son los agentes de los procesos de innovación? Hay dos posturas extre-
mas. Por un lado, la del “science push” (vinculada al pensamiento schumpeteriano) pone énfasis en la
oferta del conocimiento científico y técnico en el proceso de innovación, en un modelo lineal que pre-
senta la articulación “invento-innovación-difusión”. Para ella, el avance científico y la aplicación de la
ciencia en la innovación son el motor del cambio tecnológico. Por otro lado, está la postura del “de-
mand pull” (vinculada al pensamiento neoclásico), que se centra en la demanda del mercado, las inver-
siones de capital y su relación con el nacimiento de las innovaciones.
Otro intento actual y más interesante de interpretar el proceso de innovación, aunque se inscribe en el
marco de referencia del “science push”, es la “teoría evolutiva”, según la cual el progreso tecnológico
tiene lugar de una manera evolutiva y compleja en la que intervienen dos elementos relevantes:
 En 1er lugar, el conglomerado institucional de investigación y desarrollo industrial (I&D). El I&D es
la resultante de la progresiva articulación e interacción entre especialistas científicos, ingenieros,
ejecutivos profesionales y empresarios (que aparecen ya desde fines del s.XIX), como requisito in-
eludible para el desarrollo tecnológico. En él hay una retroalimentación entre los descubrimientos
de las áreas y departamentos de ciencia y experimentación de las empresas –el I&D propiamente
dicho– y la investigación científica realizada en las universidades e institutos de investigación.
 En 2do lugar, adquiere relevancia el comportamiento de la empresa, que se halla condicionado por
el ambiente competitivo del mercado, el paradigma tecnológico en que la empresa opera y su pro-
pio margen de maniobra.
C) El tercer problema de debate es ¿cuáles son las razones que llevan a las empresas a introducir inno-
vaciones? Por un lado, desde la perspectiva schumpeteriana, se pone el énfasis en el espíritu innovador
de los empresarios individuales que actúan desde la óptica de aumentar los beneficios hasta la de cons-
truir un ámbito de poder. Por otro lado, otras perspectivas, hacen hincapié en la empresa como institu-
ción burocrática y en la dinámica de innovación y expansión como característica de la gestión gerencial.

7.1.2.2. La innovación tecnológica

Un rasgo singular de la Segunda Revolución Industrial fue que sus innovaciones tecnológicas fueron
para los contemporáneos factores que, ante todo, sirvieron para actualizar la tecnología de la Primera
Revolución Industrial a través de una serie de perfeccionamientos en la tecnología del vapor y la del
hierro por medio del acero y las turbinas, así como también en la producción y el consumo del carbón.

7.1.2.3. El carbón

El carbón mantuvo, a lo largo de la industrialización del s.XIX, la supremacía absoluta como fuente de
energía. El impresionante aumento de su producción junto a la reducción de sus costos condujo a una
tendencia hacia la baja de su precio. Se abrió así la posibilidad de un insumo básico barato, de uso ex-
tensivo y con una oferta muy elástica.

7.1.2.4. De una edad del hierro a una edad del acero


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El acero dio el puntapié inicial de la Segunda Revolución industrial. El acero es una variedad muy espe-
cial del hierro que contiene una pequeña cantidad de carbono. Para su uso industrial se lo obtiene que-
mando esa parte de carbón que tiene el hierro en fusión, de manera que resulta menos frágil que el
hierro fundido, pero más resistente y duradero que el hierro forjado.

Si bien se lo conocía desde mucho antes, lo cierto es que se producía en pequeñas cantidades y a un
alto costo. Recién fue entre mediados de la década de 1850 y fines de la de 1870, cuando la elaboración
del acero fue objeto de notables innovaciones tecnológicas.

La primera innovación fue el proceso Bessemer, que permitió elaborar acero directamente del hierro
fundido, eliminando el proceso de pudelado y ofreciendo un producto mejor. Esto aumentó rápidamen-
te la producción de acero desplazando pronto al hierro ordinario. En la década de 1860, Martin y Sie-
mens desarrollaron el horno de solera abierta, que si bien era más lento y algo más costoso que el pro-
ceso Bessemer, ofrecía un producto de mayor calidad. Finalmente, en 1878, Tomas y Gilchrist constru-
yeron un convertidor que consistía en revestir el horno de solera abierta o el convertidor de Bessemer
con piedra caliza y otras materias básicas que hicieron posible la utilización de minerales con fosforo
ácido (abundantes en el continente europeo).

7.1.2.5. La continuidad de la tecnología del vapor como fuerza motriz

La máquina de vapor mantuvo, como el carbón, aunque no con la misma intensidad y duración, el pa-
pel estelar de máquina generadora de fuerza motriz. En la primera mitad del s.XIX se aplicó, a través de
las máquinas de alta presión, a la propulsión de barcos y ferrocarriles (bases de la revolución de los
transportes). Otros de los avances más relevantes de la segunda mitad del s. XIX fue la introducción de
máquinas compuestas, de doble y triple tracción, como las grandes máquinas de barcos que podían
desarrollar más de 1.000 caballos de fuerza. Para ese entonces, la tecnología del vapor alcanzaba prácti-
camente a todas las industrias existentes. Hacia finales del siglo se había llegado a los límites efectivos
de la máquina de vapor de doble acción, con algunas máquinas marinas de triple expansión, capaces de
generar 5.000 caballos de fuerza. No obstante, estas enormes instalaciones era inadecuadas para el
nuevo uso de la energía de vapor: la generación de electricidad. Pues la tecnología del vapor pudo desa-
rrollar durante esas décadas la turbina de vapor. Hacia 1880, la turbina se aplicó con éxito para la gene-
ración de electricidad. Esta tecnología alcanzaría pronto a desplazar a la energía hidráulica.

7.1.2.6. El petróleo y el motor de combustión interna

Comparándolo con el carbón, el petróleo tiene mayor poder calorífico, es de más fácil transporte y
presenta un espectro de uso mucho más amplio, potente y diversificado que aquél. Sus primeros pasos
tuvieron lugar en la segunda mitad del s.XIX.

Hacia 1859 empezó su explotación comercial en EEUU. El petróleo líquido y su derivado, el gas natu-
ral, se utilizaron durante aquellos años primordialmente como fuentes de iluminación. Desde el inicio se
consideró al querosén (una sustancia derivada del petróleo crudo) muy útil por su adecuación a las lám-
paras de aceite. Otras sustancias derivadas se utilizaron como lubricantes (aplicada sobre todo a la ma-
quinaria con piezas móviles) y con propósitos medicinales.

Así hasta la primera década del siglo XX, el petróleo había sido empleado para fines limitados, hasta
que el motor a combustión interna lo transformó en la principal fuente de energía para todo tipo de
equipos de transporte. Es aquí cuando sus derivados más ligeros y más volátiles (como la nafta y la gaso-
lina), adquirieron gran importancia.

Ya desde 1890, inventores e ingenieros –sobre todo, alemanes, como K. Benz y G. Daimler– experi-
mentaron con los motores a combustión interna. En 1900 se habían diseñado varios prototipos. La apli-
cación más importante del motor a combustión interna fue el transporte ligero, como los automóviles,

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los camiones y los autobuses; fue llevada a cabo por los empresarios franceses A. Peugeot L. Renault y
A. Citroën, el inglés W. Morris y el norteamericano H. Ford, dando origen a la industria automotriz.

7.1.2.7. La electricidad

Hacia principios del s.XIX, el científico italiano A. Volta, al inventar la batería, elevó la electricidad a ob-
jeto de laboratorio. La electrólisis, por la cual una corriente eléctrica descompone los elementos quími-
cos en ciertas soluciones acuosas, dio paso a la industria del galvanizado. Sin embargo, su difusión –es
decir, el uso industrial de la electricidad– se retrasó por las dificultades que implicaba la invención de un
generador económico eficaz.

Hasta 1880 la electricidad como fuente de iluminación competía con otras dos: el gas natural y el que-
rosén, derivados del petróleo. Entre 1878-80, el perfeccionamiento de la lámpara eléctrica incandescen-
te conseguido casi simultáneamente por J. Swan y T. Edison, inauguró una nueva era de la industria
eléctrica. La última década del siglo fue testigo de importantes adelantos en el transporte de la corriente
eléctrica a través de cables de alta tensión gracias a la invención del alternador y el transformador.

Si bien la iluminación fue en la primera época la más importante, fueron consolidándose otras. E. W.
von Siemens, en 1880, inventó el tranvía eléctrico (revolucionando el transporte de las masas en las
nacientes metrópolis de la época). Además la electricidad también podía utilizarse para producir calor y
de ese modo pasó a emplearse en la metalurgia, especialmente en la fundición de metales (un ejemplo
fue el recién descubierto aluminio). También fue trascendental la aplicación de la electricidad para el
desarrollo de los medios de comunicación a larga distancia, como el telégrafo. Hacia 1850, la mayoría de
las ciudades estaban unidas por cables de telégrafo, y en 1866, se tiende el cable submarino transoceá-
nico entre Europa y América del Norte. En las dos últimas décadas del siglo también aparecerán el telé-
fono, las emisiones radiofónicas y la cinematografía.

Nacen así las grandes compañías de material eléctrico, como Philips, Siemens, General Electric, Wes-
tinghouse, etc. que impulsan el desarrollo del sector a través de sus departamentos de I&D.

7.1.2.8. La industria química

La industria química demostró ser especialmente prolífica en el nacimiento de innovaciones, nuevos


productos y procesos productivos. Fue la gran generadora de materias primas. Al igual que la electrici-
dad, fue un sector donde más se manifestó claramente el decisivo papel que tuvo la investigación cientí-
fica como factor de crecimiento. La institucionalización de I&D en las corporaciones químicas fue requi-
sito ineludible para su desarrollo. Entre las principales empresas se hallaban: Hoechst, Bayer, B.A.S.F.
(alemanas); Dupont (norteamericana); Nobel (sueca); Ciba (suiza) y Solvay (belga).

A mediados de siglo, se da una de las innovaciones más destacadas: la industria de colorantes sintéti-
cos (es el nacimiento de una nueva industria de productos de química orgánica). Desde ésta se despren-
dieron nuevos subsectores químicos: la industria farmacéutica, los explosivos, las fibras y el caucho
sintéticos, las telas artificiales y la industrialización de residuos minerales.

Además, las innovaciones radicales del sector químico tuvieron un efecto multiplicador en algunas ra-
mas de la industria y en otros sectores de la economía. Tales efectos se registran en la rama metalúrgica
al actuar como medio para el descubrimiento de nuevos metales (zinc, aluminio, níquel, cromo, etc.). En
la rama alimenticia, el impacto de la química se dio en 2 direcciones: por un lado, la agricultura, a través
de la elaboración de fertilizantes artificiales; por el otro, la producción, procesado y conservación de
alimentos (métodos de pasteurización de la leche, de refinación del azúcar, de envasado de latas esteri-
lizadas y cerradas herméticamente y de procesos de refrigeración artificial de alimentos como la carne).

7.1.3. EL NACIMIENTO DE LA EMPRESA MODERNA

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La segunda mitad del siglo XIX fue la época del nacimiento de la empresa moderna, esto es: una orga-
nización burocrática, administrada por gerentes asalariados, cuya forma jurídica más característica es la
sociedad anónima. A. Chandler, tomando como modelo al caso norteamericano, señaló que la empresa
moderna tiene una serie de rasgos que la diferencian netamente de la empresa tradicional, característi-
ca de la industrialización en sus primeras etapas.

Se pueden comparar las diferencias entre la empresa tradicional y la empresa moderna a través de
tres elementos: a) actividades desarrolladas, b) dimensión y c) sistema de gestión.

EMPRESA TRADICIONAL:

a) Actividades desarrolladas. Se especializa en un tipo de función (producción o distribución) o en la


producción de un tipo de bien o servicio.

b) Dimensión. De dimensiones pequeñas, consta de una sola unidad operativa. Pues los sectores de
punta de la Primera Revolución Industrial, la industria textil y la metalurgia liviana, no requerían eco-
nomías de escala; por ende, las pequeñas empresas podían operar eficazmente.

c) Sistema de gestión. La administración es centralizada y personalizada. Se trata de firmas en las que


no se ha producido la separación entre propiedad y gestión, y son mayoritariamente empresas familia-
res, dirigidas por una persona o un número reducido de personas, que son, a la vez, sus propietarios.

EMPRESA MODERNA:

a) Actividades desarrolladas. Han integrado diversas funciones, combinando la producción y la distri-


bución a gran escala.

b) Dimensión. Es de grandes dimensiones. Esto se debió a varias causas:

 Los requerimientos de escala fueron altos en las ramas más dinámicas de la industria en las úl-
timas décadas del s.XIX: la siderurgia, la industria química, en la explotación del petróleo y la pe-
troquímica, y, en general, en todos los sectores de capital intensivo.
 Ampliación de los mercados. En la medida en que se fueron conformando mercados de masas,
el volumen de producción de las empresas se incrementó también.
 Estrategias de integración horizontal y vertical. En el primer caso, la unión de corporaciones in-
dependientes (por consenso o por absorción de las más débiles) generó empresas de mayores di-
mensiones. En el segundo, tuvieron lugar procesos de integración hacia atrás (con el fin de contro-
lar el abastecimiento de materias primas y de insumos) y hacia adelante (con el fin de controlar el
proceso de distribución).
 La dinámica de expansión de las empresas las llevó a implementar estrategias de diversifica-
ción, ampliando el espectro de bienes producidos con el objeto de aprovechar en forma más efi-
ciente sus instalaciones y de ampliar sus mercados.

c) Sistema de gestión. Se caracterizaba por 3 elementos:

 Estructura burocrática. Ésta implicó un funcionamiento más eficiente de la empresa, a través


de la adopción de normas generales e impersonales, de la planificación, de la racionalización
de los procesos de producción y de la adopción de sistemas más sofisticados de contabilidad.
 Estructura crecientemente descentralizada. Se fue dando una separación creciente entre la
preparación y el control de la producción, por un lado, y la ejecución, por el otro. Este proceso
estuvo vinculado al incremento de los volúmenes de capital que las grandes empresas reque-
rían. Para ello debieron recurrir crecientemente al crédito bancario y al mercado de capitales,
mediante la emisión de acciones y obligaciones, lo cual tuvo como contrapartida el incremen-
to del número de sociedades anónimas.

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 Se hallaban administrada por gerentes asalariados. El desarrollo de un management sistemá-
tico en gran escala respondió a las nuevas necesidades de coordinación y eficiencia. Por ende,
las grandes empresas no tardaron en realizar inversiones cada vez mayores en la formación y
capacitación de recursos humanos, en particular, en lo que Chandler denomina “managerial
capabilities”, es decir, en la formación de los managers. Surgiendo así las primeras escuelas
de negocios: la administración pasó a convertirse en una disciplina científica.

El proceso de consolidación de la gran empresa en sectores clave de la actividad industrial generó una
creciente concentración y formas oligopólicas en los mercados, fundamentalmente en las ramas capital
intensivas de la producción. Sin embargo, existen variantes: mientras en el sistema alemán la formación
de carteles y los acuerdos interempresarios para controlar el mercado era una práctica común a fines
del s.XIX, en los EEUU, en cambio, la legislación antitrust motivó un tipo de funcionamiento distinto, con
mayor competencia entre las empresas. Lo cierto es que el proceso de consolidación de la gran empresa
se acentuó desde principios del s.XX con los inicios de la diversidad geográfica y el nacimiento de las
empresas multinacionales. Éste último rasgo se intensificará tras la PGM.

Chandler utiliza la expresión “mano visible” para referirse al proceso por el cual las grandes empresas
van reemplazando a los mecanismos del mercado, al internacionalizar funciones a través de los procesos
de integración. El modelo de gran empresa integrada va a tener un papel clave hasta 1970.

7.1.4. LAS NUEVAS FORMAS DE ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO: TAYLORISMO Y FORDISMO

La Segunda Revolución Industrial produjo cambios profundos en el proceso de trabajo, que implicaron
la creación de nuevas modalidades en el ámbito de la organización y la gestión de tareas. Así surgieron,
entre fines del s.XIX y principios del s.XX en EEUU, el taylorismo y el fordismo que tienen en común pro-
poner una organización más racional del trabajo, con el fin de incrementar su productividad.

7.1.4.1. Taylorismo

Desde la década de 1870 se fueron elaborando, sobre todo gracias a la labor de los ingenieros, nuevos
métodos de gestión: “management científico”. Éstos implicaban un sistema de control muy preciso
sobre la organización de la producción y de la gestión, e incluía un campo muy amplio de problemas: los
cálculos de costos y beneficios, los métodos de contabilidad, el cálculo de los tiempos de producción, los
sistemas de control y el estudio de los sistemas de remuneración. En esta línea de pensamiento, el tay-
lorismo aparece como la propuesta de “organización científica del trabajo”.

En las décadas de 1880 y 1890, en los EEUU, F. Taylor logró con cierto éxito uno de los primeros inten-
tos de racionalización del trabajo y en el cronometraje de las tareas. Cuando él y sus seguidores introdu-
jeron la norma y el cronómetro dentro de la fábrica, lo que pretendían era reducir al máximo los llama-
dos “tiempos muertos” (éstos son: aquellos tiempos improductivos y de ocio por parte del obrero en la
jornada laboral). El sistema de “dirección científica” preconizado por Taylor nace en su totalidad de la
lucha contra la vagancia sistemática que él observaba en los trabajadores industriales. Más específica-
mente, Taylor quería poner fin de una vez por todas con la estrategia de control del ritmo de trabajo
ampliamente difundida entre los trabajadores. Dicha estrategia de control de los niveles de producción
se fundaba en que los obreros creían que aumentar la cantidad de productos significaría saturar el mer-
cado, y en consecuencia bajarían los precios, disminuiría el trabajo, los salarios caerían proporcional-
mente, y hasta podrían llegar a perder el empleo. Por ende, no producían mucho. Dicha idea era válida
para una época en la que los mercados eran limitados y proclives a saturarse ante el incremento de la
producción. Pero a fines del s.XIX, en el contexto en el que Taylor propone su nuevo sistema de trabajo,
la situación era otra, pues ahora los mercados estaban en expansión. En lugar de una relación conflictiva
con los trabajadores, Taylor postulaba considerarlos como amigos íntimos estimulándolos a que realiza-

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ran el trabajo más intenso y calificado del cual eran capaces; a cambio de eso, recibirían una paga pro-
porcional a su rendimiento y esfuerzo.

¿En qué consistió la contribución del taylorismo al proceso de industrialización? La llamada “organiza-
ción científica del trabajo” está orientada a lograr una mayor economía de tiempo, con el objeto de
incrementar la producción, reducir los costos y los precios de los productos, apropiándose de los cono-
cimientos y saberes productivos acumulados por los trabajadores industriales calificados.

Entre las técnicas y mecanismos propuestos del taylorismo se destacan: 1. El estudio de los tiempos y
movimientos de las tareas (manuales y administrativas) para identificar los movimientos inútiles y selec-
cionar aquellos más rápidos e imprescindible. 2. Instaurar dentro de los talleres y oficinas una acentua-
da división social y técnica del trabajo. Esta parcelación y segmentación del proceso de trabajo está
condicionada a la previa ejecución del estudio de los tiempos y movimientos, para “racionalizarlos”.
Pues, la originalidad del pensamiento de Taylor reside en la afirmación de un principio único: organizar
una separación absoluta entre la concepción y ejecución del trabajo. 3. La estandarización de las tareas
para realizarlas manual o mecánicamente, utilizando las herramientas más adecuadas y efectuando los
gestos más eficaces. En efecto, se establece normativamente “la única y mejor manera” de hacer el
trabajo, y las herramientas y maquinarias que le son inherentes. 4. La asignación, por anticipado, de un
número limitado de tareas específicas a cada uno de los trabajadores, para que éstos las realicen de
manera regular y permanente. La definición del trabajo prescripto queda, entonces, exclusivamente en
manos de la dirección (los responsables del planeamiento y control de la producción). 5. La necesidad
de individualizar el trabajo, oponiéndolo a la tarea grupal o en equipo. 6. Un sistema de remuneracio-
nes estructurado básicamente en función del rendimiento personal (equivalente salarial por cada uni-
dad de mercancía producida), con el objeto de estimular el esfuerzo de los obreros que acepten las
nuevas reglas y modalidades del trabajo. 7. El control y la estrecha supervisión de cada trabajador por
parte de los supervisores, reduciendo su margen de autonomía. Estos hacen una medición objetiva del
trabajo realizado por cada obrero y tienen un alto poder disciplinario y coactivo sobre los mismos.

Será durante la PGM cuando el taylorismo encuentre la decisiva oportunidad de demostrar sus poten-
cialidades y eficacia productiva. En la década del ’20 llegará a Europa (incluyendo la URSS).

7.1.4.2. Fordismo

En 1913, H. Ford implementó por primera vez el proceso de producción fordista, es decir, la cadena de
montaje sobre la cinta transportadora (o cadena de producción semiautomática), aplicándola a la fabri-
cación de los autos “Ford T”.

El fordismo, núcleo vital de la producción en masa, consiste sobre todo en una producción en serie de
mercancías estandarizadas. Estandarización y producción en serie son dos especificaciones comple-
mentarias, expresando una en el orden de la calidad lo que expresa la otra en el orden de la cantidad.

1) La calidad o “estándar” significa que los bienes durables (electrodomésticos, aparatos de ra-
dio, autos, etc.) están constituidos por partes idénticas y totalmente intercambiables.
2) La producción masiva y en serie se apoya en la cadena de montaje sobre la cinta trasportado-
ra, lo que implicaba un flujo continuo de producción, el permanente movimiento de piezas y
subconjuntos, evitando el desplazamiento de los trabajadores encargados anteriormente de
su transporte y manipulación. Es una suerte de “mecanización de los trabajadores”, que eli-
minaba los tiempos muertos entre las diversas operaciones. Pudo así llevarse hasta el límite
de lo posible –pero con otros métodos– la división social y técnica del trabajo.

Se puede decir que el fordismo consiste en una serie de innovaciones mecánicas, tecnológicas y orga-
nizativas que se articulan para lograr la producción en masa en un flujo continuo. De esto, se despren-
den las siguientes cualidades del sistema fordista: 1. La utilización de plantillas, moldes y matrices de

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función, que permiten obtener piezas absolutamente idénticas. 2. La progresividad y la coordinación en
cuanto al movimiento de las piezas y de los subconjuntos dentro de la planta industrial, siguiendo una
secuencia que se orientaba hacia el lugar donde se debía realizarse el ensamblaje. Se sigue una secuen-
cia lógica, eliminando los movimientos y operaciones innecesarios. 3. La regulación del ritmo de trabajo
de manera totalmente exterior al obrero por medio de la velocidad dada a la cinta que “pasa” delante
de cada uno. 4. Finalmente, el fordismo se insertaba en un marco económico global en el que los pro-
ductos estaban destinados a un amplio mercado, solvente y en expansión. Y existía además, un mercado
de trabajo que funcionaba en condiciones de relativo pleno empleo y que para asegurar una mayor
producción requería fuertes contingentes migratorios de mano de obra para evitar alzas de salarios.

Las nuevas exigencias de la producción masiva requerían una modificación de las normas de consumo
y de las normas de vida de los trabajadores. Ford es el que establece en 1915 un acuerdo general sobre
los salarios de sus obreros. Consistió en un fuerte aumento de los mismos de 2,5 dólares diarios por
término medio a 5 dólares diarios. Esta decisión le permitió a la empresa asegurarse un aprovisiona-
miento continuo de fuerza de trabajo (dado que el ritmo impuesto por la mecanización de la producción
fordista generaba un gran desgaste físico-mental provocando un alto ausentismo y deserción laboral).
Pero, además, el “five dollars day” rompía con el estado de insubordinación crónica vinculado al sindi-
calismo y al radicalismo político de la época. Aseguraba, a su vez, una mejora sustancial del poder de
compra de los trabajadores, abriendo así el camino para la aparición de un obrero consumidor de lo que
produce, en el umbral de la moderna sociedad de consumo.

7.1.4.3. Similitudes y diferencias entre taylorismo y fordismo

Taylorismo y fordismo son dos procesos de organización y de trabajo distintos. Sin embargo, ambos
comparten los principios básicos que configuran el comienzo de una nueva época en la organización de
la gran empresa y el trabajo. Los dos pueden y suelen con frecuencia encontrarse juntos dentro de una
misma fábrica, predominando uno u otro de acuerdo a las necesidades.

El taylorismo aumentó la eficiencia del trabajo manual a través de la introducción de la norma y el


cronómetro en la fábrica. En este sistema más que un aumento de la productividad, existe un fuerte
incremento de la intensidad del trabajo. En cambio, el fordismo significó la sustitución del trabajo ma-
nual de los artesanos y oficiales calificados por el accionar de máquinas-herramientas especialmente
diseñadas con dicho propósito y atendidas por obreros especializados. Este sistema concreta un impor-
tante crecimiento de la productividad del trabajo basado en su intensificación y en la mecanización,
pero que permitía al mismo tiempo la reducción de los costos unitarios, el incremento de las tasas de
beneficio empresariales, de los niveles de inversión y de los salarios reales.

En realidad es muy difícil distinguir con exactitud cuando se trata de puramente de un incremento de
la productividad y cuando de la intensificación del trabajo. Lo importante es reconocer en los dos siste-
mas de trabajo una búsqueda de métodos destinados a la maximización del excedente económico. Am-
bos permitieron la creación de la producción y consumo en masa y la aparición de un nuevo tipo de
trabajador, el obrero-masa. Recién a partir de la década de 1970 tales sistemas empezaran a ser reem-
plazados por nuevos métodos de organización que recibieron el nombre genérico de “toyotismo”.

7.2. LOS PAÍSES DE INDUSTRIALIZACIÓN TARDÍA


En la segunda mitad del s.XIX, la industrialización se fue difundiendo hacia las regiones de la Europa
periférica. En dichos países existían regiones con un cierto desarrollo industrial (como Bohemia o Cata-
luña), pero no se había verificado un verdadero proceso de industrialización, comparable en que había
vivido Europa Occidental.

Las condiciones en las que se dio la industrialización de la Europa periférica fueron en muchos aspec-
tos distintas de las de Europa Occidental. En gran medida porque se trataba de países con una estructu-
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ra económica y social más arcaica, pero también porque al industrializarse tardíamente lo hicieron en
otro contexto internacional. Contaron con la ventaja de disponer de modelos externos y de poder recu-
rrir a la tecnología y los capitales extranjeros, pero asimismo se caracterizaron por la desventaja de
tener que competir con países de los que los separaba una brecha cada vez más mayor. Mientras que en
algunos casos los procesos de industrialización fueron exitosos, en otros no.

Ello se debió a la combinación de factores diversos. En primer lugar, se hallaba la disponibilidad de re-
cursos naturales, pero, además, de la mayor o menor dificultad de las comunicaciones y el desarrollo de
los sistemas de transporte. La industrialización también fue condicionada por la disponibilidad de capita-
les, por la dimensión de los mercados, por la mayor o la menor tasa de urbanización, y, en general, por
el marco institucional y cultural.

En los procesos de industrialización tardía, el rol del Estado fue muy activo. Ello se debió a diversas
causas. A grandes rasgos podemos señalar, de acuerdo con el modelo de A. Gerschenkron, que en la
mayor parte de los casos los Estados contribuyeron a crear condiciones favorables a la industrialización
con el fin de compensar las debilidades de los mecanismos de mercado y de cerrar la brecha en aumen-
to entre países industrializados y no- industrializados. Por otro lado, como indica S. Pollard, desde la
década de 1870 la intervención del Estado fue cada vez mayor en los países de industrialización tempra-
na, en parte como respuesta a la depresión económica (iniciada en 1873) y al creciente nacionalismo.

7.2.1. LA EUROPA PERIFÉRICA EN VÍSPERAS DE LA INDUSTRIALIZACIÓN

A mediados del s.XIX, en la Europa periférica la agricultura representaba la principal fuente de ocupa-
ción y de ingreso. Se basaba todavía en parte, en la producción para el autoconsumo, pero fue integrán-
dose crecientemente en el mercado internacional, proveyendo de alimentos y materias primas a la Eu-
ropa industrial. El desarrollo de una economía de mercado fue una condición necesaria para la industria-
lización, ya que ésta requería la modernización institucional, una oferta creciente de capitales y mano de
obra, y el incremento de la demanda interna de productos manufacturados.

En Europa oriental, las transformaciones más importantes que tuvieron lugar en la agricultura a lo lar-
go del siglo XIX consistieron en la emancipación de los campesinos de la servidumbre y en la difusión de
la economía de mercado en las áreas rurales. En esta región de Europa, que abarcaba desde Prusia hasta
Rusia, se había producido durante el s.XVII un empeoramiento de las condiciones de los campesinos,
que fueron privados de su tierra y su libertad, reforzándose los lazos feudales. La servidumbre fue aboli-
da primero en Prusia, donde la emancipación de los campesinos se completó a fines de la década de
1840, y luego en el Imperio Austrohúngaro, en los países bálticos, Polonia y en Rusia, donde tuvo lugar a
comienzos de la década de 1860.

En la Europa del Sur (Italia, España y Portugal), la servidumbre de la gleba había sido abolida antes del
s.XVIII, y sus vestigios habían desaparecido en la época napoleónica. De todos modos, las condiciones de
opresión de los campesinos persistieron en Italia meridional, en Portugal y en algunas regiones de Espa-
ña (como Galicia, Asturias y, sobre todo, Andalucía), obstaculizando el proceso de industrialización y la
conformación de una economía de mercado.

En los países escandinavos, la disolución de las relaciones feudales, que tuvo lugar a fines del s.XVIII,
se dio en condiciones mucho más favorables para los campesinos. El resultado fue una clase campesina
relativamente independiente, abierta a la innovación y orientada hacia el mercado, lo cual incentivó por
distintas vías el desarrollo de la industria.

7.2.2. LA INDUSTRIALIZACIÓN DE LA RUSIA IMPERIAL

El proceso de industrialización ruso se inició en el siglo XIX bajo el régimen zarista, en el marco de un
sistema capitalista, y se continuó tras la revolución de 1917 con el régimen socialista. Aquí sólo analiza-
remos los inicios de la industrialización, que tuvo lugar en forma gradual en el régimen zarista.
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El proceso de industrialización tuvo lugar de modo discontinuo, alternándose períodos de expansión y
de estancamiento.

 Una primera fase se produjo entre la década de 1830 y de la de 1850, etapa en la que el sector
más dinámico fue la industria del algodón.
 Una segunda fase de aceleración del crecimiento se llevó a cabo desde comienzos de la década
de 1860, registrándose innovaciones tecnológicas significativas en varios sectores industriales,
sin que pueda hablarse propiamente de una revolución industrial. La difusión de las nuevas
tecnologías abarcó al sector textil, la elaboración de productos alimenticios, la fabricación de
papel y, en menor medida, la industria mecánica. En esta etapa el desarrollo de la industria se
dio en forma autónoma, sin que fuera promovido por el Estado, estimulado por crecimiento del
mercado interno y por la industrialización de Europa Occidental.
 La tercera fase, iniciada en la década de 1880, estuvo signada por una participación mucho más
activa del Estado y por los efectos de la construcción de los ferrocarriles. Los sectores más di-
námicos fueron los de la industria pesada: carbón, hierro y acero, industria mecánica y explota-
ción del petróleo.

En vísperas de la PGM, Rusia poseía una estructura industrial que la ubicaba en el cuarto lugar entre
los países de Europa y quinto en el mundo, si se consideran los EEUU. Pero en términos de ingreso per
cápita, de valor de la producción industrial per cápita o de productividad agrícola, se encontraba en los
últimos lugares de los países industrializados. Si se tienen en cuenta la estructura del PBN, el nivel de
urbanización y la estructura de la población activa, Rusia no era aún un país económicamente moderno.
Por estas características, Pollard considera que su revolución industrial fue sólo “parcial” e “incomple-
ta”, incluyendo a este país entre los de despegue “incierto”.

Entre las ventajas comparativas de Rusia, se destaca su enorme dotación de recursos naturales (car-
bón, hierro, etc.). Su población era muy superior a la de cualquier otro país europeo (161.000.000 en
1911). Vale señalar que la población campesina (que constituía en 80% del total) tenía ingresos muy
bajos y una capacidad de consumo muy limitada, lo que a su vez limitaba la expansión del mercado
interno. En 1861 se abolió la servidumbre, pero la reforma agraria que la acompañó no favoreció la
formación de una clase de pequeños propietarios rurales y limitó la movilidad de la mano de obra.

En las interpretaciones sobre el proceso de industrialización ruso, uno de los principales temas en de-
bate es el del papel del Estado. El modelo de Gerschenkron indicaba que el Estado había creado las
precondiciones para el despegue (que él llamaba “big spurt”, o sea, “gran salto”). Las interpretaciones
más recientes apuntan a señalar, en cambio, la existencia de un modelo de industrialización caracteriza-
do por dos tendencias de desarrollo interconexas, una inducida por el Estado y otra autónoma.

La acción estatal se canalizó a través de vías diversas.

1) En primer lugar, la industrialización se insertaba en un marco más general de expansión política y


militar del imperio ruso, que desde el s.XVIII se iba afirmando como una de las principales potencias
europeas, y desde entonces fueron creadas industrias para abastecer al ejército y a la armada.

2) Recién desde mediados del s.XIX, el gobierno imperial comenzó a construir líneas de ferrocarril, y
más tarde, a estimular su construcción con el concurso de empresas privadas.

 En la primera oleada de construcciones ferroviarias (1866-1875), los ferrocarriles desempeñaron


un papel esencial al agilizar las comunicaciones y echaron los cimientos para el rápido incremen-
to del comercio internacional de la década de 1870, basado en la exportación de cereales. Las lí-
neas privadas fueron construidas con capitales extranjeros y no generaron eslabonamientos ha-
cia atrás, ya que se equiparon con material adquirido en el exterior.

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 La segunda oleada de construcciones ferroviarias (década de 1890) se dio en otro contexto. Des-
de fines de la década de 1870, el gobierno fue adoptando una política proteccionista que elevó
los aranceles a los bienes industriales importados, y los ferrocarriles comenzaron a ser abasteci-
dos por la industria local. Desde la década de 1890, el Estado fue aumentando su participación en
la propiedad, gestión y construcción de las vías férreas, pero en 1914 todavía en 74% del capital
invertido en los ferrocarriles pertenecía a empresas privadas extranjeras.

3) La acción del Estado a favor de la industria fue decisiva a partir de la década de 1890. Se tomaron
medidas para la atracción de inversiones extranjeras en la industria, se dio un tratamiento preferencial a
las industrias instaladas en el territorio ruso para el abastecimiento al Estado y se adoptó el patrón-oro
(1897), lo cual aceleró el ingreso de capitales. Éstos se invirtieron sobre todo en la industria pesada y los
ferrocarriles, y desde inicios del XX, en el sector bancario. Los bancos extranjeros, pasaron a desempe-
ñar un gran papel en la financiación y el control de la industria en los primeros años del s.XX hasta 1914.

Por último, vale remarcar que la industrialización rusa tuvo un marcado carácter regional. La industria
se concentraba en pocas grandes ciudades (Moscú en primer lugar) y en algunas áreas industriales,
como la de la industria pesada del Donetz o los yacimientos petrolíferos del Cáucaso.

7.2.3. LA INDUSTRIALIZACIÓN DE ITALIA

En el caso italiano, el proceso de industrialización se inició lentamente desde mediados del s.XIX, ace-
lerándose entre la década de 1890-1914. La unificación política (1861) contribuyó a poner en marcha la
modernización económica del país. En general, existe consenso acerca de que no hubo una etapa de
“despegue”, sino diferentes “oleadas” de industrialización desde la década de 1860, alternadas con
períodos de crisis en los que el proceso se detuvo.

1era “oleada”. Desde mediados del s.XIX hasta la unificación política, la actividad industrial más im-
portante de Italia fue la producción de seda, el principal bien de exportación hasta 1914. La producción
italiana se especializaba en las etapas iniciales de la elaboración (el devanado y el torcido) y se exporta-
ba la seda cruda o hilada a otros mercados -Francia, Gran Bretaña, etc.- donde se fabricaban las telas.

La seda constituye un sector característico de actividad protoindustrial, hasta mediados del siglo, la
producción se llevaba a cabo con métodos tradicionales, en haciendas agrícolas, y algunas etapas del
ciclo productivo se realizaban en los domicilios de los campesinos. A partir de entonces, hubo un proce-
so de modernización en la elaboración del hilado, instalándose fábricas –en general, pequeñas– que
utilizaban energía hidráulica. L. Cafagna señala que la industria de la seda contribuyó al adiestramiento
de los trabajadores, al desvío de la inversión hacia actividades no-agrícolas y al incremento de la activi-
dad comercial, creando economías externas para un desarrollo industrial posterior.

2da “oleada”. En las dos primeras décadas posteriores a la unificación –entre 1860-1878–, el proceso
de industrialización avanzó, aunque a un ritmo lento, favorecido por las nuevas condiciones políticas.
También aquí las interpretaciones sobre el papel de los primeros gobiernos unitarios son varias. En ge-
neral, la mayoría de los autores sostiene que la unificación fue positiva para el desarrollo industrial, pero
atribuyen este fenómeno a factores diversos.

 Algunas interpretaciones enfatizan el papel de la política librecambista adoptada por el gobierno


unitario y de la inserción de Italia en el mercado internacional, que habría generado una indus-
trialización gradual.
 Otros ponen el acento en la unificación del mercado interno, sobre todo por la supresión de la
aduanas interiores y la construcción de los ferrocarriles; éste último, impulsado activamente por
el gobierno central.
 Otra interpretación enfatiza la contribución de las nuevas condiciones institucionales a la acumu-
lación de capital, gracias a la expansión agraria y a las posibilidades que se abrieron para la inver-
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sión en la industria, favorecida por las obras de infraestructura y la desviación de recursos desde
el agro, generada por la nueva política fiscal.

En esta “segunda oleada”, la industria avanzó lentamente, y el sector textil siguió siendo el más impor-
tante. En él tuvo lugar un aumento de la producción y de la capacidad productiva, gracias a la introduc-
ción de innovaciones en las industrias de la seda, del algodón y de la lana.

La construcción de los ferrocarriles, que se llevó a cabo con inversiones extranjeras, generó muy pocos
eslabonamientos hacia atrás porque, salvo los durmientes, el resto del material se importaba. En toda
esta etapa, el desarrollo de las industrias del hierro y de la maquinaria fuer muy modesto.

3era “oleada”. La siguiente etapa se ubica entre 1878-1895, con un período de expansión hasta 1889 y
otro de crisis en los últimos años. En ella se adoptó una política proteccionista y el Estado intervino acti-
vamente en la promoción de las industrias del hierro y de la maquinaria.

El mayor sector industrial siguió siendo el textil, que comenzó a exportar parte de su producción hacia
mercados extranjeros, sobre todo de América Latina.

Las industrias del hierro y del acero se desarrollaron gracias a la protección del Estado (que promovió
la construcción de la primera planta siderúrgica integral, que producía desde el hierro fundido hasta los
laminados) y a la reducción del precio del carbón importado. También se expandió la industria de la
maquinaria, que comenzó a abastecer a los ferrocarriles, a los sistemas de transporte urbano y a las
otras ramas de la industria.

4ta “oleada”. La crisis económica interrumpió el proceso de crecimiento industrial pero en la etapa
siguiente (1897-1913), éste alcanzó niveles mayores que los de cualquiera de los períodos precedentes.

En estos años, se duplicó la fuerza motriz instalada en las industrias manufactureras y se desarrollaron,
sobre todo, los sectores industriales más modernos.

La industria textil y la alimenticia representaba en 1913 el 60% de la producción manufacturera. Los


textiles, siguieron siendo el sector más importante y la única gran industria de exportación.

Paralelamente se fueron expandiendo las ramas características de la Segunda Revolución Industrial:


electricidad, siderurgia, maquinaria (bienes de capital y de consumo, incluyendo entre éstos últimos a
los automóviles) y, en menor medida, la química.

El conjunto de la actividad industrial se vio beneficiado por la explotación de la energía eléctrica, ya


que una de las limitaciones que habían tenido Italia en la etapa previa era la escasez de carbón. El desa-
rrollo de la industria hidroeléctrica aseguró el suministro de energía y favoreció la expansión de la indus-
tria mecánica desde la década de 1890.

Los autores disienten acerca del papel del Estado y el mercado en el proceso de industrialización.

 Gerschenkron sostenía que el Estado había intervenido en una dirección equivocada, favorecien-
do sectores para los cuales Italia no tenía ventajas comparativas.
 Otros estudiosos enfatizan el papel positivo de la protección arancelaria y de la demanda estatal
para la industria mecánica y la siderurgia.
 Todos coinciden, en cambio, en atribuir un rol muy activo a los bancos de inversión (sobre todo, a
los bancos alemanes) y a los empresarios privados (con un peso significativo de las pequeñas y
medianas empresas).
 Otros historiadores han señalado como un aspecto central de la industrialización italiana el papel
jugado por el sector externo, y dentro de él, por las remesas enviadas por los emigrantes.

Desde antes de la industrialización, Italia tenía fuertes contrastes regionales entre el norte, que era al
zona más dinámica, y el sur, que era la región más estancada. Con la industrialización, el dualismo eco-
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nómico se acentuó, y hasta 1914, la industria moderna se había desarrollado sólo en las regiones noroc-
cidentales englobadas en un triángulo cuyos vértices eran las ciudades de Génova, Turín y Milán.

En virtud de ello, el caso italiano puede ser mejores comprendido desde un enfoque regional como el
que propone Pollard, ya que los promedios nacionales tienden a distorsionar la realidad. El norte de
Italia puede ser considerado como un “pequeño país”, cuyos índices de crecimiento se aproximan a los
de otros países europeos pequeños, como Bélgica o Suiza.

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