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Cuenta que, después de haber dado charlas por todo el mundo como la del viernes —
sobre su libro Lo que el dinero no puede comprar. Los límites morales del
mercado (Debate, 2013)— distingue actitudes generalizadas en cada país; “por
supuesto, no es nada científico”, advierte. Por ejemplo, si los participantes suelen
estar mucho más cerca de los valores puramente económicos del mercado en el Reino
Unido, EE UU e, incluso, en China —“para mi sorpresa, muestran un sentimiento
promercado tan fuerte como EE UU”, asegura—, en España “la audiencia tiende a ser
más crítica con la extensión de los mecanismos del mercado a otros espacios como la
educación, la sanidad o el medio ambiente; y eso es lo que encontré el viernes”.
Una tendencia a equilibrar la fuerza de los mercados y los imperativos éticos que
quizá pueda explicar que la “extrema derecha, autoritaria y populista” haya tardado
más tiempo en resurgir que en muchos otros países del mundo —“Lo hemos visto con
el Brexit, con Trump en EE UU, con la fuerza de Marine Lepen en Francia, lo
movimientos en Alemania, Holanda, Polonia, Hungría…”—, y que lo haya hecho, en su
opinión, en una escala más reducida. “En España hay mayor equilibrio en los
mercados, desde luego más que EE UU y el Reino Unido, de manera que el vínculo
social no se ha dañado tanto. Esa es mi impresión, en todo caso”.
Lleva muchos años, asegura, dándole vueltas a las consecuencias de unas “sociedades
de mercado en las que todo está a la venta” y ha llegado a la conclusión de que “hay
una conexión muy estrecha entre la fe absoluta en los mercados y la reacción
populista”. Lo explica de la siguiente manera: “Durante las últimas tres décadas, los
principales partidos, de centro derecha y centro izquierda, han abrazado un tipo de
globalización neoliberal que ha recompensado a los que están arriba y ha he hecho
sentir a los trabajadores y la clase media que no tienen poder y están excluidos, no
solo económicamente, sino también social y culturalmente. Y el modo en el que esa
globalización neoliberal ha hecho crecer la desigualdad y exclusión social ha creado
una ira y resentimiento en muchos votantes que encaja con esa revuelta populista
contra el establishment. Lo veo en EE UU con los votantes de Trump, es muy parecido
con los votantes del Brexit. Y creo que la ola populista no podrá ser detenida hasta
que los principales partidos encuentren la manera de responder a estas quejas
legítimas”.
Se trata esta, sin duda, de una de las grandes cuestiones a las que se enfrentan hoy
las sociedades, como aquellas ya mencionadas del cambio climático, los refugiados y
tantas otras. Y para abordarlas, el filósofo propone un camino de pensamiento
colectivo, de discusión pública parecida a la que practica en sus clases y conferencias.
“Necesitamos imaginar una nueva política del bien común. Y necesitamos empezar
este proyecto elevando y profundizando los términos del discurso público. La mayoría
de los discursos políticos hoy son superficiales y vacíos, no consiguen abordar las
grandes preguntas que importan a la gente, incluidas aquellas sobre los valores,
como: ¿qué falta para conseguir una sociedad justa?, ¿qué debemos hacer ante el
aumento de la desigualdad?, ¿cuál debe ser el papel y el límite del mercado? Son
grandes preguntas de ética, de filosofía política que no solo deberían preguntarse en
una clase o en una conferencia, sino que deberían ser parte del debate público
cotidiano, un debate que debe ser razonado, con educación y respeto mutuo, y en el
que aprendamos a escuchar, especialmente, a aquellos con los que no estamos de
acuerdo”.
Porque de lo que se trata, insiste, es de plantear las grandes preguntas, las que
importan, para intentar responderlas juntos. Sea en la televisión, en Internet o en la
Universidad de Deusto en Bilbao (donde ofrecerá una conferencia el próximo martes) o
en el Paraninfo de Filosofía de la Complutense de Madrid, donde recibió un premio
de Red Española de Filosofía, organizadora del encuentro junto a la Facultad de
Filosofía de la universidad. Allí comenzó el pasado viernes planteando uno de sus
dilemas: el Gobierno de Namibia subastó hace unos años el permiso para cazar
rinoceronte negro para usar el dinero en la conservación de esa especie, en peligro de
extinción, y de otras muchas. Un cazador de Texas, EE UU, pagó por esa licencia más
de 312.000 euros. Si fuera usted el responsable de la conservación de la naturaleza en
Namibia, pregunto Sandel, ¿apoyaría usted esa idea o no?
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COMMENTS (1)
Debatir: Un modo de aplazar. Plantear: No hace falta plantear nada, entonces ejecutar sobre lo
que ya es bien ostensible. Este filósofo parece un número uno en entretenimiento. Gracias.
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