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El proyecto de construir una cultura de paz en buena medida no es otra cosa que
el reto planetario de abordar los conflictos desde otra mirada, con otros medios y
con otros propósitos. Aprender a resolver conflictos es, desde hace tiempo, una
práctica social estudiada y practicada, y un desafío traducido en multitud de
cursos, libros e iniciativas interesantes.
Existen conductas que favorecen la resolución de conflictos de forma pacífica:
saber escuchar, saber defender la posición de cada uno respetando los
sentimientos de la otra persona, saber pedir perdón cuando se comete una falta.
Por otro lado, algunas conductas “entorpecen” la resolución de conflictos, como
los insultos, las amenazas y las generalizaciones. Las agresiones verbales
precisamente forman parte del tipo de maltrato que aparece con mayor frecuencia
en los jóvenes en los centros educativos. El aprendizaje de las habilidades
sociales y de comunicación es básico para resolver o regular conflictos de forma
pacífica.
Considero que el diálogo es muy importante en todo momento. Sin embargo, hay
situaciones sociales en las que el diálogo gana un poder preeminente y es
realmente útil para resolver problemas: esto es así cuando hablamos de conflictos
(armados o no), de peleas entre personas o incluso países, de que sea necesario
llegar a un acuerdo, etc. En todos estos casos, el problema a resolver siempre
llegará a mejores resultados si esa solución se busca a través del diálogo y de la
puesta en común de los elementos que la componen.
De igual manera se pueden aplicar los métodos no formales para resolución de
conflictos que: la mediación, la negociación, el arbitraje, que son basados en el
diálogo