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EL PSICOANÁLISIS ILUSTRADO

Sesión 27

La palabra plena puede parecer tonta y ba-


ladí, tan insustancial en su contenido como
el sí de la ceremonia nupcial. A veces se tra-
ta lisa y llanamente de lo que alguien dice
habitualmente, al modo de una muletilla, o
puede ser una expresión trivial del lenguaje
cotidiano. El nombre o el apellido de un su-
jeto son, en ocasiones, elemento priviliegia-
do en la configuración de su destino.

Un malestar difuso que impregnaba todos


los ámbitos de su vida fue el motivo que
impulsó a Silvia a consultarme. Para ella
este malestar se vinculaba especialmente a
dificultades en su profesión. Para quien la
escuchara parecían dificultades y tropiezos
habituales, los que tiene cualquiera en el
desarrollo de sus actividades. Pero lo que
le pesaba dolorosamente a Silvia era una
significación que se le imponía: estas dificultades confirmaban un oscuro sen-
timiento de “no servir” que ella arrastraba desde niña. Ante cada contratiempo
la volvía a atormentar una especie de vocecita burlona: “¿ves que no servís?”
Por otra parte, estaba casada desde hacía algunos años sin que se concretara
el anhelado embarazo. De hecho fue éste el motivo que precipitó la decisión de
consultarme. No quedar embarazada le parecía otra sombría expresión de su
“no servir”. Se estableció así una confluencia entre una expresión arraigada en
el lenguaje popular y el tono emotivo de su penosa aflicción.

En una ocasión -un buen par de años después de la primera entrevista- se enoja
violentamente conmigo, por primera vez. El motivo: un aumento de honorarios
que le parece excesivo. Alega que ella tiene las dificultades que yo bien conozco,
¿es que quiero echarla?, ¿estoy abusando de su necesidad de analizarse?, ¿ella
debe romperse el alma y privarse de todo para que yo disfrute a sus costillas?
Su agitación crece hasta la exaltación. Casi fuera de sí exclama “¡y sepa que yo
no estoy a su servicio!”. “Ya lo se” le respondí con la mayor amabilidad y lo más
suavemente que pude, “estar al servicio de otros no es un problema suyo”, y di
por concluida la sesión. El “no estoy a su servicio” me sobresaltó e instantánea-
mente se me actualizó algo que siempre supe de ella pero cuyo peso significativo
recién emergió plenamente en esa sesión. Silvia pertenecía a una importante fa-
milia de provincia, cuyo apellido aristocrático la ligaba a antiguos esplendores.
Pues bien, había un detalle de la historia de los abuelos maternos, detalle por
todos conocido pero que a la madre de Silvia no le gustaba recordar. Este detalle
era que la abuela materna (la madre de la madre de Silvia) había sido sirvienta
de la estancia en la época en que quien después fue su marido era el hijo mayor.
En resumen hubo atracción, hubo embarazo (cuyo fruto fue la madre de Silvia),
hubo altar. Contra lo que algunos pronosticaron parece que fue un matrimo-
nio razonablemente feliz. A pesar de ello la madre de Silvia nunca pudo digerir
del todo su condición de fruto -y placa recordatoria- del aspecto más picante y
transgresivo de esta historia de amor, ni pudo superar un sentimiento culposo
de vergüenza y rechazo hacia su madre, la abuela de Silvia.

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¿Qué nos permite aprender la historia de Silvia en cuanto al “no sirvo” como
palabra plena? Sabemos ahora que el aspecto sustancial del “no sirvo” remite a
episodios sucedidos mucho antes que Silvia naciera. “No sirvo” no es la revela-
ción sorpresiva de algo no sabido, ya que las circunstancias del matrimonio de
los abuelos eran mencionadas sin misterios en la familia. Tampoco es la confe-
sión de un secreto. Silvia había relatado el episodio en una de sus primeras en-
trevistas, lo consideraba -como el resto de la familia- una historia entre tantas.
Antes de emerger en el análisis la relación del “no sirvo” con la vieja historia del
amor de sus abuelos, este “no sirvo” era para Silvia una especie de condensador
inconciente de sufrimiento. Después se fue convirtiendo en casi un chiste. No es
que se resuelvan de una vez y para siempre las dificultades asociadas al “no sir-
vo”, pero se plantean de otro modo. Son más dificultades que tormentos. Y más
allá de las dificultades son incalculables (y por cierto vastas) las consecuencias
de haberse despojado de ese exceso de sufrimiento.

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Sesión 28

Un análisis es exitoso cuando permite al sujeto sa-


carse un peso de encima. El peso de un exceso de
carga, de un plus de sufrimiento, que complica lo
fácil y hace de lo difícil un tormento. El caso de Silvia
ilustra los recursos abrumadoramente ¿simples?
que le permiten al procedimiento psicoanalítico lo-
grar tales efectos. Silvia se sacó un peso de encima
cuando se enteró... de lo que ya sabía.

Conclusión generalizable: en análisis se aprende lo


que ya se sabe.

Segunda conclusión generalizable: en análisis el sujeto hace la experiencia de


sentirse escuchado en su decir más allá de lo que cree querer decir. Dicho de
otro modo, hace la experiencia de sentirse escuchado en lo hondo de su ser.

Un análisis es exitoso cuando permite al sujeto sacarse un peso de encima. El


peso de un exceso de carga, de un plus de sufrimiento, que complica lo fácil y
hace de lo difícil un tormento. El caso de Silvia ilustra los recursos abrumado-
ramente ¿simples? que le permiten al procedimiento psicoanalítico lograr tales
efectos. Silvia se sacó un peso de encima cuando se enteró... de lo que ya sabía.

Conclusión generalizable: en análisis se aprende lo que ya se sabe.


Segunda conclusión generalizable: en análisis el sujeto hace la experiencia de
sentirse escuchado en su decir más allá de lo que cree querer decir. Dicho de
otro modo, hace la experiencia de sentirse escuchado en lo hondo de su ser.

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Sesión 29

Lacan se ha definido muchas veces como un psicoanalista freudiano. Insistió en


sostener que sus propias teorizaciones no se apartaron nunca de la sustancia
de la obra freudiana. Lo que por otra parte no le impidió disentir con Freud.
Esta afirmación de Lacan como freudiano es uno de los puntos que más enfu-
recen a sus adversarios. Los saca de quicio lo que consideran una especie de
extraño robo de ideas, un paradójico plagio intelectual consistente en atribuir
a otro (a Freud) las ideas propias. Según sus adversarios, Lacan habría forjado
sus teorías sobre el psicoanálisis, teorías que son suyas, originales de Lacan.
Estos contrincantes no le cuestionan a Lacan que teorice, le echan en cara que
afirme que las suyas son ideas freudianas. El plagio al revés del que se acusa
a Lacan es atribuir sus teorías a Freud mediante el procedimiento de forzar el
texto freudiano para hacerle decir lo que Lacan quiere que diga. Pero lo que
está en juego aquí va más allá de un debate sobre pertinencias teóricas. Decidir
quién y porqué tiene derecho a designarse freudiano delimita el ámbito donde
es legítima la utilización de la palabra psicoanálisis. Ahora bien, lo fundamen-
tal de la obra freudiana es haber descubierto un procedimiento terapéutico
radicalmente novedoso, una terapéutica que no es como las demás. El punto
verdaderamente original de este descubrimiento es que decir algo puede tener
como efecto un cambio radical en quien lo dijo.

La modificación subjetiva de Silvia es tan profunda y trascendente como incal-


culable en sus efectos e impredecible en sus consecuencias. El sujeto Silvia es
otro que si el “no sirvo” no se hubiera analizado. Esta transformación es propia
y característica de un psicoanálisis; su resorte es un cambio en la posición de
Silvia frente al “no sirvo” que la atormentaba. Ahora Silvia sabe, pero de otro
modo -pleno de consecuencias-, lo que por otra parte nunca ignoró. En “no
sirvo” se articula un trozo de su prehistoria resumido en una muy breve expre-
sión, que antes solamente la avasallaba. La interpretación del analista dio lugar
a que “no sirvo” fuera arrancado de una significación convencional y referido
a su conexión con una particularidad de su historia en el deseo. La condición
para que esto pudiera suceder fue que un analista escuchó lo que decía Silvia
e intervino remitiéndola a su propio decir. Porque en esencia lo que el analista
hizo fue, ¿simplemente?, devolverle un ¡pero escucha lo que dices!.

Si se entiende esto se entiende también qué dice Lacan cuando sostiene que
el psicoanálisis concierne a la relación del sujeto con la palabra y el lenguaje.
También se entiende que en un análisis el aspecto crucial de esta relación se
formula en términos de una subordinación del sujeto al lenguaje. En psicoaná-
lisis, lo que cuenta no es tanto el sujeto que utiliza la palabra para comunicarse,
sino el sujeto en la medida en que es constituido por su palabra. Y también se
entiende la razón de Lacan en sostener que esto no lo descubrió Jacques Lacan
sino Sigmund Freud, por mas que sea cierto que Freud ni lo dijo ni lo escribió
en estos términos.

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