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Final de la Copa Mundial de Futbol Juvenil en el mítico Estadio Azteca, Mexico, año 1983. Los
archirrivales Argentina y Brasil se enfrentaban en un durísimo partido que terminaba
coronando al equipo verde y amarillo por la mínima diferencia.
Jorge Durán, reportero gráfico argentino por aquel entonces fotógrafo de la agencia UPI
(United Press International) cubría lo que acontecía para el cuadro albiceleste, quienes,
derrotados por los brasileros, aun secaban lágrimas durante la premiación y con los dientes
apretados dejaban entrever el enojo de una nueva chance perdida frente al rival que luego de
14 años de padrinazgo, ya parecía imposible de derrotar.
Minutos antes, una gresca al final del partido entre los jugadores involucró a un fotógrafo
mexicano y al entrenador de Argentina Carlos Pachamé, que resultó herido mientras intentaba
mediar entre reporteros locales y jugadores argentinos que se oponían a las fotos. Para ese
entonces todo se configuraba de forma extraña, como peligrosamente improvisado y escaso
de control.
La mayoría de los reporteros se encontraban ubicados en las gradas del Estadio Azteca,
mientras que Jorge Durán estaba en el campo de juego dedicado a sacar fotos “de color”,
gente festejando, argentinos llorando y demás capturas llamativas.
A plena luz del día, el “show” de fuegos artificiales invisibles por la condición lumínica y mal
colocados -los estallidos no alcanzaban la altura requerida- fueron el ingrediente perfecto para
un coctel explosivo: los globos explotaron en llamas emitiendo un sonido aterrador, seguido
por los gritos de las porristas que corrian hacia cualquier dirección, cubiertas en llamas.
Nadie podía creer ni mucho menos entender lo que sucedía. El estadio se paralizó ante el
hongo de fuego formado por la explosión.
Durán tomó su Nikon FM con un lente 180mm f2.8 y disparó 23 fotos a una chica que corría
hacia su dirección, con el pelo ardiendo en llamas y un gesto escalofriante mientras detrás de
ella otras porristas intentaban escapar del fuego, sacudiendo sus manos como intentando
disipar el dolor de las quemaduras.
Mientras disparaba calculaba que la medición de la luz para la toma no era la correcta, debido
a que la diferencia lumínica entre la inesperada foto y el encuadre donde él había ajustado los
valores era considerablemente diferente. Estas cuestiones, aunque frívolas para el común de la
gente, son las que invaden la mente de un fotógrafo mientras evita entrar en shock en esos
instantes en los que su vida corre riesgo: son ecuaciones necesarias que ayudan a que un
momento, por más desgarrador y peligroso que sea, perdure por la eternidad.
“Sabía que era el único que tenía esa foto, pero nunca imaginé que iba a tener la repercusión
que tuvo” dice Jorge. “viejo, hiciste la mejor foto del año” le Dijo Lou Garcia, su Editor
Fotográfico en UPI.
“Atención editores de fotografía, UPI CONFIRMA FOTO EXPLOSION EN ESTADIO AZTECA” Decía
el teletipo enviado a los principales diarios y revistas internacionales.
La foto fue nominada al Pulitzer del año 84, y ganó el premio de la NPPA (National Press
Photographers Association, de Estados Unidos), en categoría a la Mejor Foto periodística del
año y a la imagen más publicada a nivel mundial. Por primera vez en su historia, el premio era
para un extranjero. “El premio era bincha bandera y gorro…y una plaqueta que no sé dónde
fue a parar” Dice el “flaco” Durán
“hasta hoy me da miedo decirlo, me parece muy loco que esa foto se haya visto tanto”
concluyó Durán
Jorge Durán