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I. BIOGRAFIA
- Erick Erikson (1902 - 1904), quién estudió con Freud en Viena y que fuera
psicoanalizado por la hija de Freud, Anna, fue otro teórico psicodinámico
que tomó un punto de vista del desarrollo de la personalidad socialmente
orientado. Adicionalmente, el funcionamiento del yo juega un papel
importante en su teoría, y creía que el desarrollo de la personalidad
continúa a lo largo de la vida.
- Erikson reinterpretó las fases psicosexuales elaboradas por Freud y enfatizó, según Engler los
aspectos sociales de cada una de ellas en cuatro aspectos principales:
Incrementó el entendimiento del ‘yo’ como una fuerza intensa, vital y positiva, como una
capacidad organizadora del individuo con poder de reconciliar las fuerzas sintónicas y las
distónicas, así como de solucionar las crisis que surgen del contexto genético, cultural e
histórico de cada individuo.
Explicitó profundamente las etapas de desarrollo psicosexual de Freud, integrando la
dimensión social y el desarrollo psicosocial.
Extendió el concepto de desarrollo de la personalidad para el ciclo completo de la vida, de la
infancia a la vejez.
Exploró el impacto de la cultura, de la sociedad y de la historia en el desarrollo de la
personalidad, intentando ilustrar este estudio como una presentación de historias de personas
importantes.
- En la formulación de la teoría del desarrollo psicosocial de Erikson, Cloninger, destaca los siguientes
aspectos:
Diferencias individuales: los individuos difieren en cuanto a las fuerzas internas; hombres y
mujeres presentan diferencias de la personalidad debidas a las diferencias biológicas.
Adaptación y ajustamiento: un ‘yo’ fuerte es la llave para la salud mental; deriva de una buena
resolución de las ocho fases de desarrollo del ‘yo’, con predominancia de las fuerzas positivas
sobre las negativas (confianza sobre desconfianza, etc.).
Procesos cognitivos: el inconsciente es una fuerza importante en la formación de la
personalidad; la experiencia es influenciada por modalidades biológicas que se expresan por
medio de símbolos y juegos.
Sociedad: modela la forma con que las personas se desenvuelven (de ahí el término ‘desarrollo
psicosocial’); las instituciones culturales dan soporte a las fuerzas del ‘yo’ (la religión da
sustentación a la confianza y a la esperanza, etc.).
Influencias biológicas: los factores biológicos son determinantes en la formación de la
personalidad; las diferencias de sexo en la personalidad son fuertemente influenciadas por las
diferencias del ‘aparato genital’.
Desarrollo del niño: se hace a lo largo de cuatro fases psicosociales, cada una de ellas contiene
una crisis que desarrolla una fuerza específica del ‘yo’.
Desarrollo del adulto: los adolescentes y los adultos se desarrollan a lo largo de otras cuatro
fases psicosociales; también ahí cada fase envuelve una crisis y desarrolla una fuerza
específica del ‘yo’.
- Basado en la experiencia humana y en los estudios antropológicos, Erikson dice que la existencia de
un ser humano depende, en todos los momentos, de tres procesos de organización complementarios:
- La perspectiva de Erikson fue organizar una visión del desarrollo del ciclo completo de la vida de la
persona humana, -extendiéndolo en el tiempo, de la infancia a la vejez, y en los contenidos, el
psicosexual y el psicosocial-, organizados en ocho estadios. Cada estadio integra el nivel somático,
psíquico y ético-social y el principio epigenético; comprende un conjunto integrado de estructuras
operacionales que constituyen los procesos psicosexuales y psicosociales de una persona en un
momento dado.
- Los estadios son jerárquicos, esto es, integran las cualidades y las limitaciones de los estadios
anteriores; el modelo epigenético de Erikson es también un modelo ontogenético. Los estadios son
procesales y en continuo desarrollo, implicando la transformación de las estructuras operacionales
como un todo, en la dirección de la mayor diferenciación interna, complejidad, flexibilidad y estabilidad.
V. CRISIS
- La crisis según Erikson comprende el paso de un estadio a otro, como un proceso progresivo de
cambio de las estructuras operacionales, o un proceso de estancamiento (o regresivo) en el mismo,
manteniendo las estructuras operacionales. Comprende, también, la relación dialéctica entre las
fuerzas sintónicas (virtudes o potencialidades) y las distónicas (defectos o vulnerabilidad) de cada
estadio. De la resolución positiva de la crisis dialéctica emerge una fuerza, virtud o potencialidad,
específica para aquella fase. De su no resolución emerge una patología, un defecto o fragilidad
específica para aquel estadio. Las fuerzas sintónicas y distónicas pasan a hacer parte de la vida de la
persona, influenciando la formación de los principios de orden social y las ritualizaciones (vinculantes
o desvinculantes) así como todos los contenidos y procesos afectivos, cognitivos y comportamentales
de la persona, asociados a su interacción social y profesional.
- Para cada estadio, Erikson atribuye una característica central básica y una crisis básica psicosocial
dialéctica. Cada estadio tiene una potencialidad sintónica específica para superar el potencial de su
antítesis. Las fuerzas se contraponen dialécticamente, de forma que la resolución de cada crisis resulta
en la emergencia de fuerza básica o cualidad. A su vez, la fuerza simpática también presenta una
contradicción antipática que permanece como constante amenaza para la persona y para el orden
social.
Los estadios psicosociales Erikson describe los estadios psicosociales del Ciclo Completo de la Vida
en diversas obras, destacándose: Infancia y Juventud (1971), Identidad, Juventud y Crisis (1987), Un
Modo de ver Las Cosas (1994) y el Ciclo Completo de la vida (1998). Erikson resumió las “ocho edades
del hombre” y sugirió que el éxito en cada etapa depende de las adaptaciones de la persona a las
etapas previas.
- Durante el primer año de vida, los bebés se dividen entre confiar y no confiar en sus padres. Si, por
lo general, sus necesidades son satisfechas, los infantes llegan a confiar en el ambiente y en sí mismos.
El resultado es la confianza en lo predecible del ambiente y el optimismo acerca del futuro. Los infantes
frustrados se vuelven desconfiados, temerosos y exageradamente preocupados por su seguridad.
- El modo psicosexual del niño comprende la asimilación de los patrones somáticos, mentales y sociales
por el sistema sensorio motor, oral y respiratorio, mediante los cuales el niño aprende a recibir y a
aceptar lo que le es dado para conseguir ser donante. La confianza básica como fuerza fundamental
de esta etapa, nace de la certeza interior y de la sensación de bienestar en lo físico (sistema digestivo,
respiratorio y circulatorio), en el psíquico (ser acogido, recibido y amado) que nace de la uniformidad,
fidelidad y cualidad en el abastecimiento de la alimentación, atención y afecto proporcionados
principalmente por la madre. La desconfianza básica se desarrolla en la medida en que no encuentra
respuestas a las anteriores necesidades, dándole una sensación de abandono, aislamiento, separación
y confusión existencial sobre si, sobre los otros y sobre el significado de la vida. Cierta desconfianza es
inevitable y significativa desde el punto de vista personal y social de la niñez, para la formación de la
prudencia y de la actitud crítica. De la resolución positiva de la antítesis de la confianza versus
desconfianza emerge la esperanza, como sentido y significado para la continuidad de la vida. Esta
fuerza de la esperanza es el fundamento ontogenético que nutre la niñez de una confianza interior de
que la vida tiene sentido y que puede enfrentarla: “Yo soy la esperanza de tener y de dar”. La
consistencia, la cualidad y la fidelidad de los ritos, de los gestos, de las rutinas diarias y de los tiempos
(ritualizaciones) proporcionarán, más adelante un significado físico y afectivo, un significado de
trascendencia personal, filantrópico-social y espiritual de la vida, sentimiento básico para la formación
de la experiencia religiosa. Las ritualizaciones vinculantes al sistema religioso se organizan por el
establecimiento y sostenimiento en el tiempo de las relaciones significativas de confianza y de
esperanza entre el niño y, especialmente, con la madre. La idolatría nace cuando las relaciones de
mutualidad son marcadas por rituales estereotipados y vacíos de significados afectivos y de sentido de
vida.
- Durante los primeros tres años de vida, el desarrollo físico creciente de los niños les permite aumentar
su autonomía y mayor contacto con lo que les rodea. Aprende a caminar, sostenerse en las cosas y a
controlar sus funciones excretorias. Si el niño fracasa de manera repetida en el dominio de esas
habilidades, aumenta la duda de sí mismo. Una respuesta a la dudad es la práctica de cumplir
compulsivamente rutinas fijas. En el otro extremo está el rechazo hostil a todos los controles, tanto
internos como externos. Si los padres y otros adultos minimizan los esfuerzos del niño, este también
puede empezar a sentirse avergonzado y adquirir un sentimiento de inferioridad permanente.
- Entre los 3 y los 5 años de edad, los niños se vuelven cada vez más activos, emprenden nuevos
proyectos, manipulan cosas en el ambiente, hacen planes y vencen nuevos retos. El apoyo de los
padres y la estimulación de estas iniciativas pueden llevar a un sentimiento de alegría al ejercerlas y a
afrontar nuevos retos. Sin embargo, si el niño es incapaz de adquirir un sentimiento de iniciativa, pueden
mantenerse y persistir fuertes sentimientos de culpabilidad, falta de mérito y resentimiento.
- La virtud que surge de la resolución positiva de esta crisis es el propósito, el deseo de ser, de hacer
y de convivir, sintetizado en la expresión: “Yo soy lo que puedo imaginar que seré”. El arte dramático y
el jugar se vuelven el palco de las ritualizaciones de las experiencias existenciales de la niñez, en los
roles y funciones sociales, bien como del aprendizaje de los significados dialécticos de las crisis
psicosociales para la formación de su consciencia moral. El moralismo será la palabra para designar la
internalización de las normas sociales cuando es la forma inhibidora y culposa. Esta ritualización se
expresa en tres niveles diferentes en la expresión de jugar:
7.4. Laboriosidad vs inferioridad – competencia - Edad Escolar - Latencia: de 5-6 a 11-13 años
- Durante los siguientes 6 o 7 años, el niño encuentra un nuevo conjunto de expectativas en el hogar y
en la escuela. Debe aprender las habilidades necesarias para convertirse en adulto totalmente
funcional, incluyendo el cuidado personal, el trabajo productivo y la vida social independiente. Si los
niños son reprimidos en sus esfuerzos por volverse parte del mundo adulto, pueden concluir que son
inadaptados, mediocres e inferiores y pierden la confianza en su capacidad para volverse laboriosos.
- En el período de la latencia disminuyen los intereses por la sexualidad personal y social, acentuándose
los intereses por el grupo del mismo sexo. La niñez desarrolla el sentido de la industria, para el
aprendizaje cognitivo, para la iniciación científica y tecnológica; para la formación del futuro profesional,
la productividad y la creatividad. Ella es capaz de acoger instrucciones sistemáticas de los adultos en
la familia, en la escuela y en la sociedad; tiene condiciones para observar los ritos, normas, leyes,
sistematizaciones y organizaciones para realizar y dividir tareas, responsabilidades y compromisos. Es
el inicio de la edad escolar y del aprendizaje sistemático.
- Es función de los padres y de los profesores ayudar a que los niños se desarrollen sus competencias
con perfección y fidelidad, con autonomía, libertad y creatividad. La fuerza dialéctica es el sentimiento
de inadecuación o de inferioridad existencial, sentimiento de incapacidad en el aprendizaje cognitivo,
comportamental y productividad. De la resolución de esta crisis nace la competencia personal y
profesional para la iniciación científica-tecnológica y la futura identidad profesional, expresada en la
frase: “Yo soy el que puedo aprender para realizar un trabajo”. El aprendizaje y el ejercicio de estas
habilidades y el ejercicio del ethos tecnológico de la cultura desarrollan en el niño el sentimiento de
capacitación, competencia y de participación en el proceso productivo de la sociedad, anticipando el
perfil de futuro profesional. Cuando el niño ejecuta estas habilidades exclusivamente por el valor de la
formalidad técnica, sacrificando el sentido lúdico y la fuerza de la imaginación, puede desarrollar una
actitud formalista en relación a las actividades profesionales, volviéndose esclavo de los procesos
tecnológicos y burocráticos. Aquello que debería ser un momento de placer y de alegría, unido al
sentimiento de realización personal e integración social, acaba siendo un proceso desintegrante y
formalista.
7.5. Identidad versus confusión de roles – fidelidad y fe - Adolescencia: de 12 a 20 años
- En la pubertad finaliza la infancia y surgen las responsabilidades de la edad adulta. El problema crítico
en esta etapa es encontrar la propia identidad. Desde el punto de vista de Erikson, la identidad se
alcanza al integrar varios roles (estudiante, hermana o hermano, amigos, etc.) en un patrón coherente
que proporcione un sentido de continuidad interna o de identidad. El fracaso para forjarse una identidad
lleva a la confusión de roles y a la desesperación.
- El período de la pubertad y de la adolescencia se inicia con la combinación del crecimiento rápido del
cuerpo y de la madurez psicosexual, que despierta intereses por la sexualidad y formación de la
identidad sexual. La integración psicosexual y psicosocial de esta etapa tiene la función de la formación
de la identidad personal en los siguientes aspectos:
a) Identidad psicosexual por el ejercicio del sentimiento de confianza y lealtad con quien pueda
compartir amor, como compañeros de vida.
d) La identidad profesional por la selección de una profesión en la cual poder dedicar sus energías y
capacidades de trabajo y crecer profesionalmente.
- El principio del orden social elaborado en la adolescencia es la orden ideológica, una visión de mundo,
de sociedad, de cultura y de fe como fundamento teórico de la cosmovisión personal. Las instituciones,
detentoras de las ideologías culturales, políticas y religiosas, tienen la función importante de inspirar a
los adolescentes en la formación de su proyecto de vida, profesional e institucional. En el afán de
superar su confusión el adolescente puede unirse a formas ideológicas totalitarias por las cuales se
deja atraer.
7.6. Intimidad versus aislamiento – amor - Joven Adulto: de 20 a 30 años
- Durante la edad adulta joven, los hombres y las mujeres deben resolver un tema crítico: la cuestión
de la intimidad. Para amar a alguien más, argumentó Erikson, debemos haber resuelto nuestras crisis
iniciales exitosamente y sentir confianza en nuestras propias identidades. Para formar una relación
íntima, los amantes deben ser confiados, autónomos y capaces de demostrar iniciativa y también deben
exhibir otros sellos de madurez. El fracaso es la intimidad provoca dolorosa soledad y un sentimiento
de estar incompleto.
- Durante la etapa media, más o menos entre los 25 y 60 años, el resto consiste en mantenerse
productivo y creativo en todos los aspectos de nuestra vida. Las personas que han salvado
exitosamente las seis primeras etapas, tal vez encuentren significado y alegría en las principales
actividades de su vida: carrera, familia, participación en la comunidad. Para otros, la vida se convierte
en una rutina monótona y se sienten taciturnos y resentidos.
- En este estadio, la prevalencia del modo psicosexual es la cualidad de la generatividad que es,
fundamentalmente, el cuidado y la inversión en la formación y la educación de las nuevas generaciones,
de los propios hijos, los hijos de los otros y de la sociedad. La crisis psicosocial del adulto se caracteriza
por el conflicto de la generatividad versus el estancamiento. Después de la paternidad (maternidad) el
impulso generativo incluye la capacidad de la productividad, el desarrollo de nuevos productos por el
trabajo, por la ciencia y tecnología; y la creatividad, esto es, la generación de nuevas ideas para el
bienestar de las nuevas generaciones. Esta dialéctica representa la fuerza de generación y de
desarrollo de la vida humana o a su extinción, por eso ella se vuelve, para cada persona, la más esencial
y significativa cualificación, determinando su experiencia de vida o de muerte. Es importante la
superación de esta dialéctica para que la persona sea capaz de amar y trabajar para el bien de los
otros, más delante de aquellos de su círculo familiar. La virtud propia de ese período es el cuidado y el
amor, este sentimiento de responsabilidad que transciende la atención a la propia familia y trabajo. Un
sentimiento de responsabilidad universal para todos los hijos y por todo producto del trabajo humano.
De la resolución de la crisis de la generatividad nace la experiencia de la caridad: la virtud de cuidado
y celo. Es la capacidad de donación de sí en el amor y en el trabajo, en beneficio de los otros y de los
valores universales de la humanidad, expresados en la frase: “Yo soy el que cuido y celo”. Siempre que
la fuerza generativa fracasa surge un sentimiento de estancamiento, depresión, de narcisismo que
imposibilitan la eficiencia y eficacia del amor (vida matrimonial) y del trabajo (profesión).
- Con el inicio de la vejez, las personas deben tratar de aceptar la inminencia de la muerte. Para
algunos, este es un periodo de desesperación ante la pérdida de los roles anteriores, como el empleo
y la paternidad. Pero, de acuerdo a Erikson, esta etapa también representa una oportunidad para
alcanzar la plenitud de la individualidad o personalidad. Por esto, Erikson entendió una aceptación de
la propia vida, un sentimiento de que fue plena y satisfactoria. Las personas que han alcanzado en
plena madurez al resolver todos los conflictos de las primeras etapas poseen la entereza para enfrentar
a la muerte con poco temor.
- El trazo sintónico de este estadio es el de la integridad. En ella, los modos y los sentidos anteriores
son resignificados a la luz de los valores y de las experiencias de ese momento, sean los sanos o los
patológicos. La suma de los modos psicosexuales tiene un significado integrador. La palabra que mejor
expresa ese momento es integridad, que significa:
c) la vivencia del amor universal, como experiencia que resume su vida y su trabajo.
d) una convicción de su propio estilo e historia de vida, como contribución significativa a la humanidad.
e) una confianza en sí y nosotros, especialmente en las nuevas generaciones, las cuales se sienten
tranquilos para presentarse como modelo por la vida vivida y por la muerte que tienen que enfrentar.
VIII. CONCLUSIONES
- Cada estadio psicosocial envuelve una crisis y un conflicto centrado en un contenido antropológico
específico. La crisis es considerada una oportunidad para el desarrollo del individuo, un momento de
escogencia, o un momento de regresividad. De la resolución positiva de la crisis entre las fuerzas
sintónicas e distónicas emerge una potencialidad (fuerzas básicas), que pasan a hacer parte de la vida
de la persona. De la no resolución de la crisis emerge una patología básica que, a su vez también pasa
a ser parte de la vida de la persona. La resolución de la crisis entre la confianza e la desconfianza
genera la esperanza. La resolución de la crisis entre la autonomía e la vergüenza, genera la voluntad.
Y así se sigue hasta la sabiduría que nace de la resolución positiva de la crisis entre integridad e el
desespero. Ahora sabemos que cada fuerza tenía su propio período de crisis, de aparecer y
desarrollarse, en un momento específico de la vida, las experiencias preparan el camino para la
emergencia de la fuerza siguiente y de la experiencia posterior puede, hasta cierto punto, ayudar en la
resolución de las crisis que las preceden. Así cada crisis está ligada con las otras tanto en el sentido
prospectivo como retrospectivo. También tienen efectos sobre otros contenidos de los estadíos
psicosociales, tanto sobre las fuerzas como sobre los defectos. Otra consecuencia que transcurre en
la resolución positiva de las crisis básicas es la capacidad de establecer relaciones positivas con otras
personas desde los miembros de su familia (estadíos 1, 2 y 3) y con otros miembros de grupos sociales
y del trabajo (estadíos 4 a 6), además de la sociedad y la humanidad como un todo (estadíos 7 y 8).
Estas relaciones establecidas de forma consistente son importantes para poder construir relaciones de
cooperación, participación e integración. Volviéndose así semillas de los valores de amor, de la
fraternidad y de la solidaridad entre los hombres. Tres fuerzas surgen como ejes en la vida de las
personas, que emergen de los estadíos cruciales de la vida humana: la esperanza, en la infancia, a
partir de la antítesis entre la confianza x desconfianza; la fidelidad y la fe, en la adolescencia, a partir
de la superación de la dialéctica de la identidad por confusión de identidad; el amor en la vida adulta,
como síntesis existencial de la superación de la generatividad por estancamiento. De su eficacia
depende la calidad de vida de las personas y de la sociedad en el tiempo y en la eternidad.
CLONINGER, Susan. Teorías da Personalidade. 1a. Ed. São Paulo: Martins Fontes; 1999.
p145.
ENGLER, Bárbara. Introducción a las Teorías de la Personalidad. México: McGRAWHILL,
1996. p. 161-162.
LINDZEY, Hall. Teorías da Personalidade. 18o Edição. São Paulo: Editoria Pedagógica e
Universitária Ltda. 1994, p. 55-57.
ERIKSON, Erik. Infância e sociedade. Rio de Janeiro: Zahar Editores, 1971. p42-103.
Filosofía, Psicología y Ciencias Sociales
INTEGRANTES:
AREDO RODRIGUEZ, Breyson
BERMUDEZ ARMAS, Piero
GUERRERO TERRONES, Engels
SÁNCHEZ REÁTEGUI, Dorian
AÑO:
III
TRUJILLO - PERÚ
2019