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Habacuc 1:1-9

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio de este libro de


Habacuc, profeta a quien hemos llamado "El Tomás del Antiguo
Testamento", al hombre que tenía un signo de interrogación en
su mente. Pero debemos decir que eran preguntas normales, que
también surgen en la mente de las personas de nuestro tiempo y
con frecuencia, también en los creyentes. En el capítulo 1
examinaremos el apartado titulado "la perplejidad del profeta".
Leamos el primer versículo, que dice lo siguiente:
"Profecía que el profeta Habacuc recibió en una visión."
El término profecía aquí se refiere al juicio. En realidad, ésta no
fue la pregunta de Habacuc, sino más bien la respuesta del Señor.
Así que la respuesta de Dios constituye verdaderamente la
profecía del libro de Habacuc. La respuesta el Señor fue el juicio
o castigo que este profeta llamó "profecía", como también
hicieron los otros profetas del Antiguo Testamento.
El versículo 2 de este capítulo 1 de Habacuc, nos reveló que el
primer problema del profeta fue el siguiente: ¿Por qué permite
Dios el mal? Leamos entonces el versículo 2, que inicia un breve
párrafo titulado:
El primer problema del profeta
"¿Hasta cuándo, oh Señor, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti
a causa de la violencia, y no salvarás?"
Habacuc, en realidad, estaba diciéndole a Dios que se estaba
negando a responder sus oraciones. En una noche de
desesperación, él clamó al ver la violencia a su alrededor, en el
pueblo. Y le pareció que Dios no estaba haciendo ni diciendo nada
ante ese problema. Éste fue el lamento de Habacuc. Como
veremos más adelante, el libro concluyó con un himno de
alabanza y una nota de alegría.
Amigo oyente, si usted tiene alguna pregunta, creemos que
debería presentársela al Señor por medio de la oración, de la
misma manera en que lo hizo el profeta. Si usted es sincero en la
pregunta, seguramente recibirá una respuesta de Dios. Leamos
los versículos 3 y 4 de este capítulo 1 de Habacuc:
"¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia?
Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda
se levantan. Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no se ajusta
a la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale
torcida la justicia."
Aquí está la gran pregunta: ¿Por qué Dios permite que continúe
el mal y que aumente la iniquidad, la injusticia, el pleito, la
contienda, y la violencia entre su propio pueblo?
Ahora, ésta es una pregunta antigua y a la vez, es una pregunta
nueva, una pregunta que usted puede hacerse hoy. Observemos
esto en detalle.
Como ya hemos sugerido en la introducción que presentamos al
principio de este libro, Habacuc probablemente escribió en algún
momento después de la época del rey Josías, el último buen rey
del reino del sur o de Judá. A él, le siguió Joacaz, quien fue un
rey malvado, cuyo reinado no duró más de tres meses. Después
llegó Joaquín, que reinó once años, y también fue un mal rey. Su
tiempo fue de desintegración, deterioro y decadencia del reino.
Hubo un incumplimiento de la ley de Moisés, y el pueblo se estaba
alejando de Dios. La pregunta entonces era la siguiente: ¿Por qué
estaba Dios permitiendo aquella maldad?
En cierta ocasión un profesor universitario creyente, estaba
conversando con otro, también creyente, en cuanto a la actitud
de algunos profesores universitarios que eran incrédulos, y que
utilizaban cierto método para sembrar dudas en las mentes de los
estudiantes que creían en Dios y así destruir la fe de aquellos
jóvenes, atacando la integridad de la Palabra de Dios. Así que
ellos les formulaban preguntas, como, por ejemplo: ¿Creéis
realmente que un Dios de amor, permitiría el mal en el mundo?
¿Pensáis que un Dios de amor, un Dios amante, de un corazón
tierno, permitiría el sufrimiento en el mundo?
Recordemos que al estudiar el libro del Génesis, capítulo 3, vimos
que el enemigo de Dios recurrió al mismo método con Eva, la
mujer de Adán. En aquel pasaje, la serpiente preguntó: "¿Me
quieres decir que Dios no quiere que comas del fruto de aquel
árbol?" Fue como si le hubiera dado a entender que el árbol
producía un fruto más delicioso que cualquier árbol del jardín del
Edén, y que si comían de él, sus ojos serían abiertos y llegarían a
ser como Dios. Fue como si el enemigo les hubiera sugerido que
no podía creer ni comprender por qué un Dios bueno les pudiera
prohibir comer de dicho árbol. Al hablar así, estaba destruyendo
la creencia de Eva en la bondad de Dios. Éste es siempre el punto
en el cual el enemigo ha comenzado su ataque.
Observemos ahora que la pregunta que hizo Habacuc encajaba
con la situación local de aquella época. La gente se estaba
saliendo con la suya al cometer los pecados que les apetecía, y
Dios parecía no estar haciendo nada al respecto. La pregunta en
la mente del profeta era por qué no estaba Dios juzgando a los
malvados. ¿Por qué permitía que hombres y mujeres malvados
prosperaran? Y ahora, trasladándonos a nuestra situación actual,
¿no es ésta una pregunta que se formulan muchos en nuestro
tiempo? Incluso muchos creyentes se hacen la misma pregunta,
al ver que Dios no castiga a aquellos que practican y promueven
el mal. ¿Por qué permite que los poderosos se salgan con la suya
y acumulen aún más riquezas e influencia? Y, ¿por qué tiene que
soportar la gente normal y corriente el mayor peso del aumento
de la inflación, mayores impuestos, el aumento de los precios y
las peores consecuencias de una crisis económica? ¿Por qué no
hace Dios algo para remediar esta situación? ¿No será esa su
pregunta, amigo oyente?
Ésa fue precisamente la pregunta del autor del Salmo 73,
versículos 2 y 3, que con toda sinceridad nos describió su
experiencia personal al decir: "En cuanto a mí, casi se deslizaron
mis pies, ¡por poco resbalaron mis pasos!, porque tuve envidia
de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos". Al mirar
a su alrededor, el salmista vio que aquellos que estaban
prosperando eran los malvados. Este hecho estuvo a punto de
apartarle de su fe, ¿por qué no estaba Dios haciendo nada al
respecto?
El pueblo de Judá aparentemente creyó que sus integrantes eran
los preferidos de Dios y que Él no los castigaría por sus pecados.
Probablemente, cuando por primera vez cometieron una acción
malvada sintieron inquietud, preguntándose si Dios los castigaría.
Pero cuando fueron conscientes de que Dios no había hecho nada,
supusieron que Él no se había dado cuenta o que no le importaba.
En este sentido, el autor del libro de Eclesiastés escribió en su
capítulo 8:11, "11Si no se ejecuta enseguida la sentencia para
castigar una mala obra, el corazón de los hijos de los hombres se
dispone a hacer lo malo".
La naturaleza humana no cambia. En otros tiempos, algunos
pecados cometidos encubiertamente, en secreto, se cometen
ahora abiertamente, muchos de ellos prácticamente ante la vista
de los demás. ¿Cambia esta actitud el hecho de que el pecado es
un error ante la vista de Dios y de que Él va a juzgar o castigar
cada pecado? No. Dios no ha cambiado sus normas ni sus
procedimientos. Y aun, cuando la ejecución de una acción contra
una obra malvada no se lleve a cabo rápidamente, Su castigo,
con el tiempo, seguramente llegará.
En nuestro tiempo, pocas personas creen realmente en un juicio
de Dios. Algunas de ellas creen lo mismo que Habacuc sintió
cuando vio a su nación empeorando cada vez más hasta que el
pecado fue flagrante y, aparentemente, Dios no estaba haciendo
nada para evitarlo. Amigo oyente, ¿no ha creído usted lo mismo
ante las condiciones que se presentan en el panorama de la
actualidad? ¿Está Dios haciendo algo al respecto? Un análisis
superficial llevaría a la conclusión de que parece que no lo
estuviera haciendo. Dios incluso permitió, hace ya varios años,
que un grupo de teólogos concibiera la idea de que Él estaba
muerto. Lo que realmente quisieron decir fue que no había Dios,
y que nunca había existido. ¿Y qué fue lo que los hizo llegar a tal
conclusión? Fue que creyeron que Él no estaba interfiriendo en
los asuntos humanos. Pero, ¿acaso no está Dios interviniendo?
¿No está Dios rechazando las acciones de los hombres en la
actualidad? Él ha permitido que entráramos en un período de
relativa prosperidad y la gente comenzó a mostrar una
despreocupación, despreocupación incluso entre los creyentes
que profesan ser cristianos. Sin embargo, ahora hemos llegado a
un estado tal que nos preguntamos cuánto tiempo más
sobreviviremos como pueblo.
El profeta Habacuc era un hombre con un corazón tierno,
sensible, que detestaba ver como la ilegalidad se generalizaba
impunemente. Le desagradaba profundamente ver a la gente
inocente que era amenazada, explotada y destruida. Y al dirigirse
a Dios se preguntaba: ¿Por qué no estás haciendo nada para
evitar esta situación degradante e injusta?
Bien, veremos que Dios tenía una respuesta para el profeta y,
amigo oyente, si ésta es también su pregunta, Él también tiene
una respuesta para usted. Leamos el versículo 5 de este primer
capítulo de Habacuc, que encabeza un párrafo titulado:
La respuesta de Dios
"Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una
obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la
creeréis."
Aquí vemos que Dios estaba desafiando a Habacuc para que
abriera sus ojos y mirase a su alrededor, para tener una
perspectiva general de lo que Él estaba realizando. Se estaba
presentando una gran crisis después de otra. En el norte, el gran
Imperio Asirio había sido conquistado, y la ciudad de Nínive, su
capital, había sido destruida. En las orillas del río Éufrates estaba
surgiendo un reino que ya había logrado una victoria sobre Egipto
en Karkemish. El rey Nabucodonosor había resultado vencedor y
estaba consiguiendo que la ciudad de Babilonia empezara a
destacarse como un poder mundial. Dios, en realidad le estaba
diciendo a Habacuc: "¡Mira a las naciones! ¿Piensas que no estoy
haciendo nada? Yo no estoy contemplando al mundo desde una
perspectiva lejana. Estoy muy implicado en lo que está
ocurriendo". Dios está implicado hasta el punto de que no está
sujeto al problema y tenga que realizar ciertos ajustes obligados
por la situación. Dios está actuando de una forma soberana en el
universo. Él está haciendo algo acerca del pecado. En las palabras
de otra versión, le estaba diciendo al profeta: "¡Mirad a las
naciones! ¡Contempladlas y quedad asombrados!"
Y continuó diciendo en el versículo 5 de este primer capítulo:
"porque haré una obra en vuestros días, que, aun cuando se os
contara, no la creeríais". Dios le estaba diciendo al profeta que
cuando le dijera lo que estaba llevando a cabo, le iba a resultar
difícil creerlo. En efecto, cuando Habacuc fuera consciente de lo
que Dios estaba haciendo, le iba a pedir que retrasara su acción.
Repitamos la última frase de este versículo: "porque haré una
obra en vuestros días, que, aun cuando se os contara, no la
creeríais". Esta frase fue citada por el apóstol Pablo en el gran
sermón que pronunció en la ciudad de Antioquia de Pisidia.
Siempre hemos creído que éste fue uno de los sermones más
importantes predicado por Pablo que, sin embargo, no ha sido
objeto de mucha atención en nuestros días. Está registrado en el
Nuevo Testamento, en el libro de Los Hechos. Leamos estas
palabras del capítulo 13 de este libro, desde el versículo 38 hasta
el 41: "38Sabed, pues, esto, hermanos: que por medio de él se
os anuncia perdón de pecados, 39y que de todo aquello de que
no pudisteis ser justificados por la Ley de Moisés, en él es
justificado todo aquel que cree., 40Mirad, pues, que no venga
sobre vosotros lo que está dicho en los profetas: Mirad,
burladores, asombraos y desapareced, porque yo hago una obra
en vuestros días, obra que no creeréis, si alguien os la cuenta".
Como podemos ver, el apóstol Pablo estaba citando del profeta
Habacuc, concretamente, de este capítulo 1:5. Esta cita
constituyó una sorprendente aplicación de este versículo. Pablo
estaba diciendo que Dios había provisto una salvación, y como
Pablo dijo en otro pasaje de su obra, no la había llevado a cabo
en un rincón escondido, el momento de su crucifixión, porque
judíos procedentes de todo el mundo se encontraban en la ciudad
de Jerusalén para celebrar la Pascua. Ellos difundieron la noticia
de que Jesús de Nazaret había muerto en una cruz, y que se
rumoreaba que había resucitado de los muertos. También, judíos
de todo el mundo se encontraban en Jerusalén para celebrar la
fiesta de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo vino sobre un
pequeño grupo de creyentes. Multitudes de personas fueron
salvadas en aquel momento y en los días subsiguientes. Cuando
dichas noticias fueron difundidas, al principio, el Imperio Romano
no les hizo caso. Así que Pablo les estaba diciendo a sus lectores
que Dios había realizado una obra en sus propios días, en el
lenguaje Bíblico expresado en la frase de este versículo 5, "obra
que no creeréis si alguien os la cuenta".
En nuestra generación el mundo pregunta: "¿Por qué no hace
Dios algo acerca del problema del pecado, acerca de la maldad
humana?" Estimado oyente, tenemos que decir que Dios,
efectivamente, ha hecho algo en cuanto a ese problema. Hace
más de dos mil años Él entregó a Su Hijo a la muerte; Él se
entrometió en los asunto de este mundo. Y dijo que iba a
inmiscuirse otra vez en las cuestiones mundiales, aunque hoy en
día el mundo, en general, se esfuerza por ver el lado positivo de
la situación actual e intenta pasarlo bien implicándose en el
pecado y la maldad. Pero lo importante es que seamos
conscientes de que Dios está actuando. Así que podemos decir
que la cita que el apóstol Pablo hizo de Habacuc capítulo 1:5, fue
muy acertada y oportuna.
En los días del profeta Habacuc, Dios estaba actuando. A pesar
de la ilegalidad que predominaba, de las guerras y el pecado que
controlaba a aquellas naciones, Dios estaba mostrando Su
rechazo ante esa situación y llevando a cabo su juicio, su castigo.
Ahora, Dios fue específico al señalar lo que estaba haciendo.
Leamos el versículo 6 de este primer capítulo del libro de
Habacuc:
"Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y
presurosa, que camina por la anchura de la tierra para poseer las
moradas ajenas."
Fue como si Dios le estuviera diciendo a Habacuc: "Mira a tu
alrededor. Allí a orillas del río Éufrates, está surgiendo una nación
que se convertirá en la primera potencia mundial". (Con respecto
a este dato, podemos ver que en el libro el profeta Daniel,
Babilonia estaba simbolizada en la cabeza de oro de una estatua,
y en el león de las visiones de Daniel). Babilonia era entonces la
primera nación en el desfile histórico de las naciones del mundo
También añadió este versículo la siguiente frase: "que camina por
la anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas". De esta
manera Dios le estaba diciendo a Habacuc que los soldados de
Babilonia les iban a arrebatar las tierras al pueblo de Judá (o reino
del sur). Estas predicciones le causaron al profeta un gran
impacto.
Y el versículo 6 finalizó con la siguiente descripción: "nación cruel
y presurosa". Esta observación fue una descripción muy
apropiada del Imperio de Babilonia. Aquella nación era
implacable, odiosa e impulsiva en su avance hacia la conquista
del poder mundial. En realidad, aquel ejército tomó la ciudad de
Jerusalén en tres ocasiones, y en la tercera, los soldados la
incendiaron completamente. Los Babilonios se consideraban a sí
mismos como una personificación de la ley. Creían ser una raza
superior, la raza dominante, y no reconocían a nadie como igual
o similar a ellos. Continuemos leyendo el versículo 7:
"Formidable es y terrible; de ella misma procede su justicia y
dignidad."
Observemos la frase: "de ella misma procede su justicia y
dignidad". Es decir, que confiaban en ellos mismos. Y esa
confianza los convertía en personas presuntuosas, que se
jactaban de sus propias fuerzas y su justicia. Estas supuestas
cualidades serían evidentes en el rey Nabucodonosor, que fue el
verdadero fundador de aquel gran Imperio. En el libro de Daniel
leímos que Nabucodonosor sufrió una especie de demencia, de
egotismo, llamado "histeria" por la psiquiatría actual. Era una
forma de psicosis maníaco- depresiva. Y llegaría el tiempo en el
que ni siquiera sabría quien era. En realidad, salió de su entorno
del palacio dirigiéndose al campo para comer hierba, como si
fuera un animal. Leamos ahora el versículo 8 de este primer
capítulo de Habacuc:
"Sus caballos serán más ligeros que leopardos, y más feroces que
lobos nocturnos, y sus jinetes se multiplicarán; vendrán de lejos
sus jinetes, y volarán como águilas que se apresuran a devorar."
¡Qué panorama el que tenemos aquí, amigo oyente! De paso,
digamos que los Babilonios probablemente utilizaban la caballería
más que cualquier otra nación. Seguramente usted recordará que
los Egipcios utilizaban carros de guerra, en cuanto a los Asirios,
ellos construyeron los últimos modelos de carros de combate.
Después llegaron los Babilonios y utilizaron un método nuevo que
fue la caballería.
El versículo 8 continuó describiéndolos como más feroces que
lobos nocturnos. El profesor McGee, hablando con cazadores, se
enteró que éstos habían observado que después de caer una
nevada, tenían que ser muy cuidadosos al encontrarse en
espacios abiertos al aire libre. Si aparecía un grupo de lobos, era
necesario abatir a uno de ellos. Entonces, cuando su sangre
comenzaba a ser visible, el grupo de lobos se acercaba al lobo
herido para devorarlo, ocasión que aprovechaban los cazadores
para huir.
Y este versículo terminó diciendo: "y volarán como águilas que se
apresuran a devorar". El ejército de Babilonia se acercaría como
un grupo de animales hambrientos o de aves feroces para
abalanzarse sobre sus presas. Éste fue, pues, el comportamiento
histórico de los Caldeos, de los Babilonios. Y, finalmente por hoy,
leamos el versículo 9 de este primer capítulo de Habacuc:
"Toda ella acude a la violencia; el terror va delante de ella, y
recoge cautivos como arena."
El pueblo de Dios había estado actuando con violencia, pero aún
no habían visto todo ni lo sufrirían en carne propia hasta que
llegaran los Babilonios. Dios los haría vivir una buena dosis de
violencia. Porque el pueblo de Dios sufriría las consecuencias, es
decir, que recogería lo que había sembrado, cumpliéndose así la
sentencia del apóstol Pablo cuando escribió, en su carta a los
Gálatas 6:7; "todo lo que el hombre siembre, esto también
segará".
Otra traducción en castellano incluyó en el versículo 9 la frase "la
muchedumbre de sus rostros está fija hacia delante"; otra tradujo
"su horda de rostros avanza". En ambas traducciones la frase
pretende explicar que el enemigo sería formidable e irresistible
en su avance.
El versículo 9 finaliza diciendo: "y recoge cautivos como arena".
El rey Nabucodonosor condujo a su ejército contra Jerusalén en
tres ocasiones. En el último ataque, incendió la ciudad, incluyendo
al templo, y se llevó a los sobrevivientes como cautivos. Los
Babilonios tenían sólo un propósito en su mente, y éste era
capturar al mayor número posible de naciones y pueblos que les
fuera posible para convertirlos en esclavos. Así que esto fue lo
que finalmente le sucedió al pueblo del reino de Judá, también
llamado reino del sur.
Bien, amigo oyente, vamos a detenernos aquí por hoy. En nuestro
próximo programa, continuaremos examinando la respuesta de
Dios a la segunda pregunta que tuvo Habacuc. Le invitamos a
acompañarnos nuevamente en este estudio que estamos
realizando "a través de la Biblia."

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