Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
La ciencia del Derecho procesal constitucional o la dogmática del Derecho Procesal Constitucional,
adquiere relevancia a partir de la creación de los tribunales constitucionales europeos, situación que se da
tan solo a inicios del siglo XX, puntualmente con la creación de las cortes constitucionales checoslovaca y
austriaca, en 1920, bajo la influencia del modelo kelseniano. El gran jurista vienés Hans Kelsen sentò las
bases esenciales del Derecho procesal constitucional, desarrollado posteriormente por los procesalistas
italianos Piero Calamandrei y Mauro Cappeletti y el español Niceto Alcala-Zamora y Castillo, disciplina
que se ha enriquecido con los aportes de otros juristas.
1.2 Antecedentes:
Conforme a González Alvarez-Bugallal, el Derecho procesal constitucional, como disciplina, surge cuando
se crean en Europa los Tribunales Constitucionales, a los que se otorga de jurisdicción y competencia
exclusiva y excluyente para decidir conflictos constitucionales, aplicando directamente la Constitución
como norma decisoria de la litis, a través de otras normas de carácter procesal. Esto se denomina h oy
Sistema de Justicia Constitucional o Jurisdicción Concentrada.
Nuestra materia tiene dos realidades: el fenómeno histórico social y su estudio científico.
B) Su estudio científico
La ciencia del Derecho procesal constitucional, o si se prefiera la dogmática, del Derecho procesal
constitucional, en cambio, adquiere relevancia a partir de la creación de los tribunales constitucionales
europeos. Especialmente de la Corte de constitucionalidad austriaca de 1920 y particularmente a partir
del influyente estudio de Hans Kelsen de 1928. Este ensayo, sin detrimento de otros trabajos, sobre la
garantía jurisdiccional de la Constitución, es el basamento sobre el cual se construyo lo que hoy se conoce
como Derecho procesal constitucional en su dimensión científica.
Al analizar el fenómeno histórico social del Derecho procesal constitucional, divide su estudio en cuatro
etapas históricas:
1.2 Concepto:
Los españoles Gonzalez Alvarez-Bugallal y Medina Rubio indican que el derecho procesal
constitucional es la rama del Derecho que se encarga del estudio de las vías procesales a través de
las cuales se protege la supremacía de la constitución, dando eficacia real a sus normas,
garantizando así el fin de la justicia constitucional, que no es otro que limitar el poder del Estado,
ya que el mismo, como todo poder, tiende a extralimitarse.
Conforme el concepto y las opiniones de los autores citados, el Derecho constitucional se encarga
del estudio de la propia Constitución, es decir, de sus normas, de sus principios y de la
interpretación que de la misma realiza el Tribunal Constitucional (Corte de Constitucionalidad),
así como del estudio mismo del propio Tribunal Constitucional. Pero el Derecho constitucional
carece de los medios necesarios para defender la Constitución cuando la misma es violada.
Entonces se ha de acudir al Derecho procesal para restablecer el orden constitucional vigente a
través de un proceso que culmine en una sentencia.
Manili define el Derecho procesal constitucional como el estudio sistematizado de los órganos
competentes para el ejercicio del control de constitucionalidad y de los procesos de garantía de
los derechos humanos fundamentales. Y Ferrer Mac-Gregor expone “el Derecho procesal
constitucional es la disciplina que se encarga del estudio sistemático de la jurisdicción, órganos y
garantías constitucionales, entendiendo estas últimas como los instrumentos predominantemente
de carácter procesal dirigidos a la protección y defensa de los valores, principios y normas
constitucionales.
Pero siendo un poco mas puntuales, afirmamos que su naturaleza jurídica es procesal. Jesús González
Pérez señala: “El Derecho procesal constitucional es Derecho procesal. Si la disciplina que llamamos
Derecho Procesal constitucional tiene por objeto el estudio de la reglamentación de los procesos
constitucionales y no va más allá, extendiéndose al estudio de las cuestiones de fondo que en ellos se
debaten, es Derecho procesal y sólo Derecho Procesal. Si, por razones prácticas, quiere hacerse otra cosa
y abordar cuestiones materiales relacionadas con la defensa de la Constitución, estaríamos ante un objeto
híbrido que ya sólo podría tratarse correctamente utilizando las técnicas de las respectivas Ciencias.”
Sin embargo, si se parte del supuesto de la autonomía de nuestra materia, el debate se traslada de la
necesidad de determinar su pertenencia, a la de determinar de cuál rama del Derecho de desprendió, esto
es, si se desprendió del Derecho constitucional o del Derecho procesal. Así, según donde se considere que
prevalece el estudio de esta disciplina, existen tres posiciones diferentes:
A) La primera deduce que el análisis del Derecho procesal constitucional compete principalmente al
Derecho procesal constitucional compete principalmente al Derecho constitucional, ya que de
este emerge la temática basal sobre la que versan procesos y conflictos constitucionales, e incluso
que de él surgen los trámites procedimentales del caso (hábeas corpus, amparo, acción de
inconstitucionalidad, etc)
B) En el segundo término se ubica a la disciplina como un capítulo del Derecho procesal. La
variación está en los contenidos que se adscriben. Por ejemplo Gonzalez Perez sostiene que el
Derecho procesal constitucional se ocupa del conjunto normativo que regula el Tribunal
Constitucional y los procesos que el mismo conoce. Es una rama netamente procesal, cuya
naturaleza no ofrece distintos problemas que los del Derecho procesal en general. Sin embargo, a
pesar de la seriedad de las reflexiones es difícil compartirlas, pues la materia procesal
constitucional no puede identificarse únicamente con la presencia de un tribunal constitucional.
Con sólo observar un sistema de control de constitucionalidad diferente basta para encontrar las
dificultades del encuadre. Otros, en la misma línea, opinan que las garantías constitucionales son
instrumentos procesales y por ello, forman parte del Derecho adjetivo. Esta relación entre
normas es importante, pero no definitiva, para establecer una determinada adscripción científica.
C) La tercera es una posición ecléctica. En general, responde a una fórmula transaccional que
reconoce elementos constitucionales y procesales, sin que uno avasalle, supere o aprisione al otro.
Se parte del supuesto de que la ciencia no se encuentra suficientemente elaborada, de forma tal
que el emplazamiento definitivo es una dimensión de plena autonomía es un riesgo que, por
ahora, no se debe correr.
El Derecho procesal constitucional nace cuando se instauran en Europa los Tribunales Constitucionales, a
los que se otorga jurisdicción y competencia exclusiva y excluyente para controlar la constitucionalidad de
las leyes e interpretar la Constitución. Pero es en la segunda mitad del siglo XX cuando los juristas
empiezan a estudiar los diversos instrumentos de control de constitucionalidad, dando lugar a esta nueva
disciplina que comparte las estructuras del Derecho procesal con las del Derecho constitucional, disciplinas
que venían estudiándose por separado.
En cuanto a la autonomía del Derecho procesal constitucional, y de su naturaleza, existen dos posturas
dominantes: la europea, que considera que su contenido es parte de la ciencia constitucional, y la
latinoamericana, que postula su autonomía científica con dos vertientes principales: 1. La europea, que
sin entrar en el deslinde con el procesalismo científico la considera como parte de estudio de la ciencia
constitucional con la denominación mayoritaria de “justicia constitucional” y 2. La latinoamericana, que
defiende su autonomía científica con dos vertientes: a) “autonomía mixta” que estima que deben
considerarse los principios, instituciones, metodología y técnicas del derecho constitucional y del Derecho
procesal, y b) “autonomía procesal”, que partiendo de la teoría general del proceso deben constituirse sus
propias categorías, principios e instituciones, si bien con un acercamiento importante al Derecho
constitucional. Esta última postura es la más aceptada y la que se ha ido paulatinamente consolidando.
Consideramos que el Derecho procesal constitucional encuentra la base de su autonomía en los siguientes
hechos:
Existencia de Asociaciones científicas. Por una parte se han creado instituciones y asociaciones
científicas para su estudio. Desde la década de los ochenta del siglo pasado se creó el Centro
Iberoamericano de Derecho Procesal Constitucional (1989), que luego se transforma en el
Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal Constitucional (2003). También se han creado
asociaciones nacionales, prepond4rantemente en Latinoamérica, organizando periódicamente
congresos sobre la materia.
Enseñanza universitaria: En época reciente, los planes de estudio de las escuelas, facultades y
departamentos de Derecho han sido objeto de revisión y actualización, para incorporar de
manera específica una nueva asignatura denominada “Derecho procesal constitucional”. Esta
tendencia se aprecia con claridad en la currícula de pregrado y posgrado de varias Universidades
latinoamericanas. Para el caso guatemalteco, el curso con esta denominación se incorporó en los
programas de estudios, en la generalidad de casos, a partir del primer lustro del presente siglo.
Obras especializadas. Mientras que en Latinoamérica la primera expresión en el titulo aparece en
Argentina, en la obra de Alcalá-Zamora denominada “Ensayos de Derecho Procesal (civil, penal y
constitucional), publicada en 1944. En Europa sucede debido a la obra Derecho Procesal
Constitucional del procesalista español González Pérez en 1980.
Los conceptos que utiliza y el proceso que desarrolla tienen sus propias características y principios,
diferentes de cualquier otro Derecho procesal, que se encuentran en su ley específica y ha sido
desarrollados por el Tribunal Constitucional en sus sentencias, y no se le pueden aplicar en
puridad los conceptos y principios del Derecho procesal general, ya que, aunque es el
instrumento que hace posible la efectividad de otro Derecho sustantivo, resulta que ese otro
Derecho sustantivo es la Constitución, norma suprema que rige sobre todas las demás, incluidas
las normas de Derecho procesal. Por ello el Derecho procesal constitucional no puede regirse por
otros principios que no sean los que sirvan a la finalidad de hacer efectiva la Constitución. .
Entre los factores que han incidido en el desarrollo del Derecho procesal constitucional, se señalan dos
situaciones: a) La importancia que tiene la protección de la Constitución en los Estados democráticos
contemporáneos, propiciando la incorporación y aumento de instrumentos procesales para su tutela; b)
se ha generado una intensa tarea de codificación, acompañada del auge en la creación de magistraturas
especializadas para resolver los conflictos constitucionales, sea a través de tribunales constitucionales o
bien mediante las nuevas facultades de las cortes supremas, que paulatinamente se han transformado en
guardianes e intérpretes supremos de los valores, principios y normas constitucionales
Conforme lo expuesto entendemos que el Derecho procesal constitucional es una disciplina autónoma
cuya naturaleza jurídica es de carácter procesal. Siendo innegable la relación que guarda con el Derecho
procesal y el Derecho Constitucional.
2.1 Concepto.
García Laguardia, al identificar el carácter novel de la defensa de la Constitución, apunta que, en su inicio,
el sistema de judicial review de tipo difuso norteamericano, formulado jurisprudencialmente por la
Suprema Corte, en los primeros años del siglo XIX; la recepción de la institución inglesa del hábeas corpus
y la configuración del juicio de amparo mexicano como institución protectora, son los antecedentes,
decimonónicos de la teoría, que ha tenido diversos desarrollos. Y en 1920, en la Constitución austríaca, la
creación de la Corte de Justicia constitucional como sistema concentrado, bajo la inspiración directa de
Hans Kelsen.
La polémica Kelsen-Schmitt, encaminada a determinar quién, o qué órgano debe ser el defensor de la
Constitución, parte de que la función política de la Constitución es la de poner límites jurídicos al ejercicio
del poder, y garantía de la Constitución significa certeza de que estos límites no serán rebasados; en razón
de ello su guardián no debe ser quien ejerza poder y pueda violarla.
Podemos evidenciar que los pilares que fundamentaron la moderna teoría de la defensa constitucional
fueron, esencialmente:
Para el caso guatemalteco la influencia kelseniana, referida a un tribunal constitucional como máximo
defensor e intérprete de la Constitución, es innegable. También lo es que, al abordar el tema de la
defensa de la Constitución, se hace referencia concreta a los instrumentos jurídicos y procesales destinados
a evitar su violación y permitir la conservación del mandato constitucional. Sin embargo, esta limitación
encaminada a identificar al tribunal constitucional como el defensor de la Constitución, no nos debe alejar
de que, en principio, el titular del que emerge el mandato constitucional, la Constitución por
antonomasia, es el pueblo, y es este, en el contexto del Estado constitucional de Derecho, el máximo
guardián de su propia voluntad. Esto cobra relevancia en sociedades como la guatemalteca, en que el
ciudadano observa que sus magistrados se corrompen y prostituyen la interpretación de la normativa
constitucional a favor de intereses particulares.
Peter Háberle apunta; “En la democracia cívica pluralista, todos los ciudadanos son guardianes de la
Constitución. Lo que las antiguas teorías del Estado concedían solamente como privilegio y predicado a
un presidente o, las más recientes, al tribunal constitucional, ya no resulta ser, desde la perspectiva de la
teoría constitucional de la actual etapa evolutiva, el monopolio de un solo poder o persona, sino asunto
de todos: todos los ciudadanos y grupos que, por ejemplo, interponen recursos constitucionales, todos los
órganos estatales que están sujetos a la constitución, tienen que “defender” a la Constitución en el marco
de sus competencias, y no sólo eso sino también continuar desarrollándola.
Indispensable resulta recoger aquí el contenido del artículo 135 constitucional: Deberes y derechos de los
ciudadanos. Son derechos y deberes de los ciudadanos… los siguientes: a) … b) Cumplir y velar porque se
cumpla la Constitución de la República. . .
Según Héctor Fix-Zamudio establece que la defensa de la Constitución está integrada por todos aquellos
instrumentos jurídicos y procesales que se han establecido tanto para conservar la normativa
constitucional, como para prevenir su violación y reprimir su desconocimiento. Y lo que es más
importante, lograr el desarrollo y la evolución de las propias disposiciones constitucionales en un doble
sentido: desde el punto de vista de la Constitución formal lograr la paulatina adaptación a los cambios de
la realidad político-social, y desde el ángulo de la Constitución material, su transformación de acuerdo
con las normas programáticas de la propia Carta Fundamental. Por este motivo nos atrevemos a sostener
que una verdadera defensa constitucional es la que puede lograr la aproximación entre esos dos sectores,
que, en ocasiones pueden encontrarse muy distanciados: la Constitución formal y la Constitución
material.
La protección de la Constitución se integra por todos aquellos instrumentos políticos, económicos, sociales
y de técnica jurídica que han sido canalizados a través de las normas de carácter fundamental e
incorporados a los documentos constitucionales, con el propósito de limitar el poder y lograr que sus
titulares se sometan a los lineamientos establecidos en la propia Constitución, instrumentos que se refieren
al aspecto fisiológico de la ley fundamental.
Protección Constitucional:
Políticos:
o División de poderes.
o Controles intraórganos e interórganos. Ejemplos: Procedimiento legislativo; Refrendo
Ministerial; Organización del Poder Judicial: Veto presidencial; Interpelación ministerial.
Económicos y hacendarios
Sociales (régimen constitucional de los partidos)
Jurídicos (rigidez constitucional)
La división de poderes, en la actualidad, es la columna vertebral del esquema político republicano y es,
además, el rasgo que mejor define al Gobierno Constitucional, cuya característica fundamental es la de ser
un Gobierno constitucional, cuya característica fundamental es la de ser un Gobierno de poderes
limitados.
Lo que en realidad significa la así llamada separación de poderes no es ni más ni menos que el
reconocimiento de que, por una parte, el Estado tiene que cumplir determinadas funciones –el problema
técnico de la división del trabajo- y que, por otra, los destinatarios del poder salen beneficiados, si estas
funciones son realizadas por diferentes órganos: la libertad es el telos ideológico de la teoría de la
separación de poderes. La separación de poderes no es sino una forma clásica de expresar la necesidad de
distribuir y controlar respectivamente el ejercicio del poder político. Lo que corrientemente, aunque de
manera errónea, se suele designar como la separación de los poderes estatales, es en realidad la
distribución de determinadas funciones estatales a diferentes órganos del Estado. El concepto de poderes,
pese a lo profundamente enraizado que está, debe ser entendido en este contexto de una manera
meramente figurativa.
Económicos y hacendarios. García Laguardia argumenta que, otros instrumentos protectores se establecen
para garantizar la pureza en el manejo de los recursos y su utilización dentro de los límites
constitucionales. Conforme al artículo 171, c), constitucional corresponde al Congreso de la República
decretar impuestos ordinarios, extraordinarios conforme a las necesidades del Estado y determinar las
bases de su recaudación. Es el presidente del estado a través del ministerio correspondiente, quien debe
presentar, para su aprobación, con no menos de ciento veinte días de anticipación a la fecha en
que principiara el ejercicio fiscal, el proyecto de presupuesto que contenga en forma programática, el
detalle de los ingresos y egresos del Estado (artículo 183) j) el congreso de la República puede aprobar,
modificar o improbar, a más tardar treinta días antes de entrar en vigencia, el presupuesto de Ingresos y
Egresos del Estado (artículo 171)
Se considera que, en efecto, son controles económicos y hacendarios, pero que los mismos encajan en los
controles interorgánicos. En su ejercicio pueden participar diferentes órganos de Estado, pero,
fundamentalmente, es una facultad que ejercen el Congreso de la República, la Contraloría General de
Cuentas y por supuesto, el ciudadano.
Sociales (Régimen constitucional de los partidos) Apunta García Laguardia que, otros instrumentos son de
carácter social y se orientan a la preservación del orden constitucional a través de los grupos intermedios
especialmente los partidos políticos y los grupos de presión, a los que se les da participación en el proceso
de poder.
Los partidos políticos son uno de los principales mecanismos a través de los cuales se hace viable la
democracia representativa. Constituyen vehículos por medio de los cuales la voluntad, intereses, y
necesidades de la población son transformados en planes de trabajo a desarrollarse en el ejercicio del
poder público. En si, son los vehículos por medio de los cuales la voluntad soberana se transforma en
manifestación de soberanía en el ejercicio del poder público.
Jurídicos (rigidez constitucional) García Laguardia señala que la rigidez construccional es consecuencia del
principio de supremacía constitucional: Un dificultado procedimiento de reforma constitucional
contribuye a su defensa, a su estabilidad, para preservar al texto de circunstancias críticas, y además para
incorporar al proceso de su enmienda al titular de la soberanía a través del poder constituyente. La
Constitución guatemalteca es considerada, en cuanto a su posibilidad de reforma, de carácter mixto,
aunque diversos autores no lo consideran asi, ya que una parte de ella puede ser reformada por el
legislativo ordinario; otra de sus partes ofrece dificultad para su reforma porque tiene que ser realizada
por una Asamblea Nacional Constituyente, y además contiene normas pétreas.
Fix-Zamudio advierte que la expresión “garantías”, dentro del Derecho Público, posee tres diversas
connotaciones: Por un lado la tradicional denominación de “garantías fundamentales”, como sinónimo
de derechos, utilizada por las constituciones francesas posteriores a la Revolución de 1780, por otro,
aquella concepción que se refiere a los instrumentos sociales, políticos y jurídicos para preservar el orden
jurídico establecido en al Constitución; y por ultimo, su significación como método procesal para hacer
efectivos los mandatos fundamentales.
La confusión entre garantías fundamentales y garantías constitucionales se dice que durante mucho tiempo
se les tuvo como sinónimo de derechos, insistiendo sobre un equívoco que se remonta a la Declaración
Francesa de Derechos del Hombre. El artículo 16 de esta declaración decía que toda sociedad en la cual la
garantía de los derechos no esté asegurada… no tiene constitución. Y en una interpretación equivoca,
que se volvió, pasó a los textos constitucionales, especialmente latinoamericanos, con el nombre de
Garantías Individuales, la regulación de los derechos humanos.
García Laguardia nos dice que actualmente el concepto de garantías tiene otra significación, propiamente
procesal: Las garantías son medios técnico-jurídicos, orientados a proteger las disposiciones
constitucionales cuando estas son infringidas, reintegrando el orden jurídico violado.
Las garantías constitucionales que contempla la Constitución Política de la República de Guatemala son:
La exhibición personal, el amparo y la inconstitucionalidad de las leyes. Estas garantías son desarrolladas
por la Ley constitucional de la materia Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad.
3.1 Concepto:
Debe iniciarse el estudio de esta garantía constitucional a través de su conceptualización. Así, es necesario
partir de esta base para tener un lineamiento general sobre dicha institución constitucional, antes de
analizar su desarrollo y, consecuentemente, las dificultades que presenta en su ejecución, concretamente
en cuanto a la imposición de los regímenes sancionatorios que la ley establece, que constituye el tema
central de la investigación.
Para Joan Oliver Araujo, el amparo puede conceptualizarse como el “Instrumento procesal interno,
sustanciado ante el Tribunal Constitucional, que tiene por objeto la protección de los derechos
fundamentales y las libertades públicas reconocidos en los artículos de la Constitución frente a los actos
lesivos, potenciales o actuales, de los poderes públicos en cualquiera de sus modalidades”.
Según el Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales, amparo es la institución que tiene su ámbito
dentro de las normas del Derecho Político o Constitucional y que va encaminada a proteger la libertad
individual o patrimonial de las personas cuando han sido desconocidas o atropelladas por una autoridad,
cualquiera que sea su índole, que actúa fuera de sus atribuciones legales o excediéndose en ellas,
generalmente vulnerando las garantías establecidas en la Constitución o los derechos que ella protege.
El sistema jurídico guatemalteco no realiza diferenciación en el amparo como proceso o como acción.
Tanto la doctrina guatemalteca existente como la ley de la materia abordan el amparo desde el punto de
vista procesal, como un medio a través del cual se puede alcanzar la efectiva tutela de los derechos
contenido en la Constitución Política de la República de Guatemala, pero se obvia talvez uno de los
aspectos más significativos de dicha garantía constitucional; ello, debido a que, más que un mero proceso,
o una vía conferida por el poder estatal para la restitución de los derechos de las personas, este proceso es
una facultad, una potestad que posee el particular frente al Estado para hacer prevalecer sus derechos.
El ex magistrado de la Corte de Constitucionalidad, José Arturo Sierra González, indica que el amparo es
un “instrumento procesal dentro del Derecho Constitucional, dirigido a la protección o tutela de los
derechos fundamentales de la persona. Se les protege de la lesión o del peligro latente de lesión,
provenientes de actos de los poderes públicos o entes asimilados a la categoría de autoridad. Se exceptúa
de tal protección a la libertad individual, pues su tutela corresponde a la institución de la exhibición
personal o hábeas corpus”
Un concepto completo en relación con la materia abordada lo brinda Martín Ramón Guzmán
Hernández, quien lo conceptualiza como una: “Institución jurídica de carácter adjetivo, originada por la
necesidad histórica social de hacer respetar los derechos consagrados en la ley suprema a favor de los
gobernados antes el poder y autoridad de los gobernantes, o sea, un conducto legal por medio del cual la
persona que hubiere sido afectada en sus derechos fundamentales puede exigir la reparación del agravio
inferido, en caso de que éste se hubiera consumado, o la prevención cuando el acto constituye una mera
amenaza de causa de aquel agravio.
3.2 Definición
La Constitución Política de la República de Guatemala, en su artículo 265, instituye el amparo con el fin
de proteger a las personas contra las amenazas de violaciones a sus derechos o para restaurar el imperio
de los mismos cuando la violación hubiere ocurrido; indica dicho precepto, que no hay ámbito que no
sea susceptible de amparo, y procederá siempre que los actos, resoluciones, disposiciones o leyes de
autoridad lleven implícitos una amenaza, restricción o violación de los derechos que la Constitución y las
leyes garantizan. Si bien es cierto, la norma anteriormente invocada dispone la existencia de la
relacionada garantía constitucional, su finalidad y ámbito de aplicación, no ofrece una definición de lo
que se debe entender por “amparo”.
Según Edmundo Vásquez Martínez, citado por José Arturo Sierra González, el amparo es el proceso
constitucional, especial por razón jurídico material, que tiende a obtener la satisfacción de una pretensión
de mantenimiento o restitución en el goce de lo derechos fundamentales.
En conclusión, el amparo puede definirse como el proceso de carácter constitucional, a través del cual se
preservan o restituyen los derechos de cualquier persona, a excepción del derecho de libertad, el cual se
encuentra, debidamente tutelado por la exhibición personal, cuando concurra la existencia de un hecho
que amenace con violarlos o los haya transgredido.
3.3 Características
Este proceso singular reviste ciertos aspectos característicos que lo diferencian de cualquier otro proceso;
es decir, entraña algunos elementos que lo constituyen un proceso único. Estos aspectos distintivos son:
3.4 Finalidades.
Es lógico que todo acto o proceso establecido en la ley tenga algún fin o cumpla una determinada
función. Sobre este particular, es preciso mencionar que en toda figura jurídica se configuran elementos
que fundamentan su existencia, es decir, cuentan con un aspecto teleológico. El del amparo ha sido
objeto de pronunciamiento por distintos autores de la materia.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación de México considera que, en virtud de que el amparo es
guardián del Derecho y de la Constitución, su finalidad es precisamente hacer respetar los imperativos
constitucionales en beneficio del gobernado. En efecto, considera que el gobernado ha creado el poder
público como una necesidad para su propia salvaguardia, pero ante la posibilidad de actitudes despóticas
de éste es necesaria, por consiguiente, la existencia de un medio de defensa que permita al primero
enfrentarse a esos desmanes del poder; de tal virtud, la finalidad del amparo es la de servir de medio de
defensa del gobernado frente a los actos inconstitucionales del gobernante.
Dentro de los fundamentos jurídicos-doctrinales del juicio de amparo, Burgoa concluye que las finalidades
intrínsecas del referido proceso son dos: la protección individualizada del gobernado y la tutela de la Ley
Suprema del país.
Según Joan Oliver Araujo, la finalidad esencial y básica del amparo es proteger, preservando o
restableciendo, los derechos fundamentales y las libertades públicas reconocidas en la Constitución, contra
los agravios, potenciales o actuales, de procedencia pública; empero, no puede pretenderse una
declaración abstracta del Tribunal que contribuya a la depuración del ordenamiento jurídico, ya que la
finalidad de dicho recurso es otorgar una protección concreta a un derecho concreto, “sin que pueda
convertirse en cause indirecto para conseguir objetivos distintivos”
Si bien la mayoría de autores y entidades citadas le confieren como finalidad principal, y en algunos casos
única, la de proteger o preservar la vigencia de los derechos establecidos en la Constitución, existen
autores como José L. Cascajo Castro y Vicente Gimeno Sendra, citados por Martín Guzmán, en su obra,
que adicionalmente consideran que son inherentes al proceso de amparo otra serie de finalidades, las
cuales son:
Al abordar el tema de la conceptualización del amparo, el autor mexicano Ignacio Burgos manifiesta la
dualidad doctrinaria de dicho proceso, ya que no es únicamente un proceso de control constitucional
(lato sensu), sino, al mismo tiempo, es una acción cuyo titular es el agraviado, en torno al cual se
fundamenta y desarrolla en un conjunto de principios esenciales que constituyen no solo su característica
distintiva de los demás sistemas de preservación constitucional, sino sus excelsitudes y ventajas respecto de
éstos.
Partiendo del anterior principio y dado que el proceso de amparo tiene por objeto el análisis del acto que
se reputa vulnerante, para determinar la posible violación de un derecho fundamental, resulta
imprescindible que en la actividad de la autoridad cuestionada concurra la existencia de una situación
agraviante o perjudicial en la esfera de los derechos del solicitante o en su patrimonio.
Este principio puede definirse como aquel mediante el cual se requiere, para la procedencia de la
protección que el amparo conlleva, la concurrencia de un acto o hecho que resulte agraviante en la
esfera de los derechos de una persona; para el efecto, es preciso que exista una relación ideal y lógica
entre el acto señalado como agraviante, el derecho vulnerado y la protección requerida.
De conformidad con este principio y con fundamento en lo establecido en los artículos 33, 34, 34, 36,
37, 38, 39, 40 y 41 de la Ley de Amparo Exhibición Personal y de Constitucionalidad, implícitamente
presupone que en su tramitación se suscita un debate o controversia, aunque no una litis como tal, entre
el sujeto activo y el pasivo del proceso, lo que implica necesariamente que el mismo se desarrolle a través
de un proceso judicial, en su forma procesal más básica, situación que constituye una ventaja sobre otras
instituciones de control político. Para Burgos esta ventaja consiste, en el caso de que prospere el proceso
instado, en que “. . . sus resultados no tienen la resonancia ni repercusión políticas que implicarían
evidentemente una afrenta a la autoridad perdidosa”
Al respecto de dicho principio el citado autor mexicano (Burgos) indica que el mismo radica en el hecho
de que “el acto o la ley reputados inconstitucionales por el agraviado no se anulan por el órgano de
control mediante una declaración general que propiamente engendra su invalidez, sino que se invalidan
en cada caso concreto, sin que por ello la tutela del orden constitucional tenga menor eficacia, pues la
actividad autoritaria que lo contraviene perece “merced a los golpes redoblados de la jurisprudencia”
según expresión muy atinada que se atribuye al ilustre Rejón y que emplea Tocqueville en su Democracia
en América”. Partiendo del enunciado anterior, es factible concluir que el relacionado principio radica en
que la protección se otorga única y exclusivamente a favor del perjudicado (del solicitante o sujeto
activo), sin que alcance a otras personas, aunque éstas tengan relación directa con el acto denunciado y,
consecuentemente, estén soportando el agravio comprobado en el amparo.
En forma extensiva podríamos aplicar dicho principio a la autoridad impugnada, en cuanto a que el
cumplimiento de lo ordenado y su estricta observancia competen con exclusividad a dicho sujeto
procesal. No obstante lo anterior, debe tenerse presente que por imperativo legal las decisiones emitidas
en esta materia deben ser respetadas y observadas por todos, ante lo cual se advierte el hecho imperioso
de no producir actitud alguna que contravenga lo ordenado por el tribunal constitucional, por
consiguiente, tal principio no aplica cuando se trata de una autoridad ejecutora, debido a que ésta está
obligada a acatar la sentencia protectora si por virtud de sus funciones tiene que intervenir en la ejecución
del acto contra el cual se haya amparado, aun cuando no haya figurado como impugnada en el proceso.
4.6 Definitividad
La doctrina ha sentado algunos criterios respecto de este principio, los cuales brindan un panorama más
amplio con relación al cumplimiento del mismo:
Los procesos o medios de impugnación son idóneos cuando, de conformidad con sus propios
presupuestos, fijados en la ley, pueden superar adecuadamente el agravio denunciado.
Con relación a la idoneidad de los recursos, la misma también se encuentra condicionada a que
dicho medio de impugnación o procedimiento tenga existencia legal, es decir, debe estar previsto
en la ley rectora del acto señalado como agraviante.
Cuando el recurso instando, no obstante ser idóneo, sea rechazado por causas netamente
imputables al accionante (por ejemplo en el caso de su presentación extemporánea), también se
considera incumplido el principio de definitividad.
No es necesario agotar recurso o proceso previo alguno, cuando el solicitante de la protección
constitucional no ha sido legalmente emplazado en el proceso dentro del cual se originó el acto
que denuncia como agraviante y, por ende, no se ha apersonado al mismo.
No es exigible el cumplimiento de dicho principio, cuando el acto que se reclama afecte derechos
de terceros extraños dentro del proceso en el que se dictó, ya que no han tenido oportunidad de
defenderse dentro del mismo. En este supuesto existe la salvedad de que, de ser procedente la
figura de la tercería, sin que esta se haya agotado, se tornará inviable el proceso constitucional
relacionado.
Dicho principio es dispensable cuando aun existiendo vía idónea ordinaria para subsanar el
agravio, denunciado, su remisión o agotamiento pueda provocar un daño grave e irreparable
para el solicitante, o cuando la vía procedente resulte gravosa, lenta o poco eficaz.
Según Sierra González, otra excepción al principio comentado sería en los casos de los amparos
promovidos por personas que, por mandato legal, actúan en defensa de intereses colectivos o
difusos (Procurador de los Derechos Humanos y la Procuraduría General de la Nación, art. 25 Ley
de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad)
El interesado no está sólo en la obligación de agotar los recursos ordinarios e idóneos, sino que
también los procedimientos que guarden esas características, al tener de lo que preceptúa el
artículo 10, inciso h) de la Ley de Amparo, exhibición personal y de Constitucionalidad.
Este consiste en que el fallo debe concretarse a examinar la violación denunciada, es decir, a realizar el
análisis confrontativo entre el acto denunciado, los preceptos constitucionales supuestamente
contravenidos y los elementos fácticos (hechos) que basan la acción. El juez de amparo lo es sólo del acto
expresamente señalado como agraviante, no así del resto de diligencias o circunstancias acontecidas en los
antecedentes del mismo; así, se encuentra imposibilitado de realizar pronunciamiento sobre una base
distinta de los razonamientos expresados por el solicitante o por consideraciones no aducidas al agravio.
Este es un principio netamente procesal, en virtud del cual, en relación con la prueba, únicamente se
pueden tener como medios de convicción probatoria aquellos que por su idoneidad y pertinencia puedan
demostrar la existencia del acto reclamado y la verificación de la violación denunciada, y que los mismos
hayan sido propuestos como tal ante la autoridad reclamada; en este punto es importante precisar que
dicho principio limita la incorporación y diligenciamiento de los medios de convicción, por lo tanto, al
momento de ofrecerse la prueba, en la fase procesal oportuna, se puede presentar cualquier medio
probatorio sin restricción alguna. En cuanto a la limitación de recursos, bastará con indicar que en este
tipo de procesos únicamente pueden interponerse los medios de impugnación establecidos en la ley de la
materia.
5.1 Presupuestos
Los presupuestos procesales, en términos generales, constituyen los requerimientos (requisitos) legales sine
qua non a los que se encuentra condicionado determinado proceso o acción, sin cuyo cumplimiento o
concurrencia es formalmente imposible conocer y resolver sobre el fondo de la cuestión sometida a
conocimiento. Con relación a este tema, la Corte de Constitucionalidad ha indicado que: “la acción
constitucional de amparo se encuentra sujeta a determinados presupuestos o requisitos de carácter
eminentemente procesal, cuya observancia o cumplimiento debe ser ineludible y primordial en la petición
que se presente; ello, con el propósito de obtener el otorgamiento de dicha protección constitucional y
con el objeto de que ésta adquiera la viabilidad necesaria para que el tribunal competente estudie y
resuelva la esencia o fondo del asunto que se somete a su jurisdicción”
5.2 Temporaneidad
Este presupuesto se refiera a que no obstante la amplitud de la procedencia del amparo, y el poco
formalismo que caracteriza dicho proceso, su ejercicio se encuentra sujeto a que el mismo sea instado
dentro del plazo establecido en la ley; en caso contrario se declarará su extemporaneidad.
Es evidente que la posibilidad de acudir en procura de la protección propia del amparo, con fundamento
en los principios de seguridad y certeza jurídicas, no podrían quedar indefinidamente latente, motivo por
el cual debe establecerse un tiempo perentorio para que aquella expectativa se realice y viabilice el
examen de fondo de la cuestión que se somete a conocimiento y resolución del órgano competente.
Fatal: En materia de amparo, el plazo para acudir a plantear dicho proceso es de los
denominados fatales, lo que implica que al no ser ejercida dicha acción dentro del mismo se
producirá indefectiblemente la caducidad de dicho derecho. Esta deficiencia en el planteamiento
debe ser advertida de oficio y no requiere que sea acusada por la parte contraria.
Personal: Con fundamento en lo establecido en el artículo 20 de la Ley de Amparo, Exhibición
Personal y de Constitucionalidad, los treinta días, o cinco según sea el caso, se computan a partir
del día siguiente al de la última notificación al afectado o de conocido por este el hecho que le
resulte agraviante.
Al igual que con el principio de definitividad, no opera la extemporaneidad cuando el acto que
se reclama afecte derechos de tercero extraños dentro del proceso en el que se dictó; o cuando el
solicitante de la protección constitucional no ha sido legalmente emplazado en el proceso
relacionado, debido a la ambigüedad para determinar su concurrencia.
La interposición de recursos inidóneos no interrumpe el transcurso del plazo ya indicado; a
contrario sensu, la presentación de recursos idóneos si lo interrumpe.
Posibilidad de Interrupción: Con fundamento en su espíritu proteccionista y garantista, la
solicitud de amparo presentada ante autoridad incompetente para conocerlo, no obstante tal
circunstancia, interrumpe la prescripción de la acción.
Excepciones al Cómputo: Se exceptúan de estos presupuestos los casos siguientes: 1) cuando se
verifique la figura del agravio continuado, 2) cuando se interponga contra el riesgo de aplicación
de leyes o reglamentos inconstitucionales a casos concretos, 3) o ante la posibilidad manifiesta de
que ocurran actos violatorios a los derechos del sujeto activo.
5.3 Definitividad
Los aspectos relevantes concernientes a este presupuesto procesal fueron abordados y agotados al hacer el
estudio respectivo relacionado con el principio de definitividad. Sin embargo podemos decir que con
respecto a este presupuesto procesal, es pertinente tener en cuenta que el mismo implica: 1) agotar los
recursos y procedimientos ordinarios existentes previo a plantear el proceso de amparo: 2) estos recursos
o procedimientos deben revestir la característica de idoneidad, para que su agotamiento sea obligatorio:
3) el amparo debe dirigirse contra el acto que revistió de definitividad el proceso de que se trate: 4) el
planteamiento de un recurso o proceso idóneo en forma extemporánea, conlleva el incumplimiento del
presupuesto procesal de la definitividad.
Este presupuesto procesal se relaciona con la aptitud o condición que debe reunir la persona que pretenda
acudir a la jurisdicción constitucional en procura de la protección que el amparo conlleva. Si bien es
cierto cualquier persona puede concurrir a plantear acción de amparo, es requisito indispensable que la
misma reúna ciertas características que tornen viable el análisis y pronunciamiento de fondo pretendido.
La legitimación activa es la aptitud legal (capacidad) y procesal (interés) que posee una persona para
promover una acción de amparo; esta aptitud se encuentra condicionada por el interés legítimo que
posee la persona que requiere dicha protección constitucional, debido a que el acto señalado como
agraviante viola la esfera de sus derechos o provoca un menoscabo en su patrimonio. Dado el carácter
personal del amparo, nadie puede presentar acción de esta naturaleza en nombre de otro, es decir, no
existe acción popular, salvo lo establecido en el artículo 25 de la ley del materia, respecto del Procurador
de los Derechos Humanos y del Ministerio Publico
De conformidad con el artículo 9º. De la ley de la materia, podrá solicitarse amparo contra el Poder
Público, incluyendo entidades descentralizadas o autónomas, las sostenidas con fondos del Estado creadas
por ley o concesión o las que actúen por delegación de los órganos del Estado, en virtud del contrato,
concesión o conforme a otro régimen semejante. Así mismo, podrá solicitarse contra entidades a las que
debe ingresarse por mandato legal y otras reconocidas por ley, tales como partidos políticos, asociaciones,
sociedades, sindicatos, cooperativas y otras semejantes.
Legal y jurisprudencialmente se encuentra establecido que puede acudirse en amparo contra toda
autoridad del Estado, concebido este en ejercicio del “ius imperium”, las personas de carácter privado que
ejercen autoridad en situación de supraordinación: asociaciones, sociedades, sindicatos; grupos de
personas individuales que carecen de personalidad jurídica, pero poseen algún tipo de fuerza que torna
coercitivos sus actos; los órganos de decisión y de ejcución del Estado (excluye los órganos de
consultoria); los órganos unipersonales o pluripersonales que en si entrañan órganos con competencia de
decisión o ejecución propias. Estos aspectos no bastan para poder calificar como sujeto pasivo a
determinada entidad; es necesario que se advierta una relación de conexidad entre el acto cuestionado y
la autoridad supuestamente responsable, que dicha persona o entidad haya dictado efectivamente el acto
denunciado, y que el mismo pueda ser compelido a su cumplimiento en forma coercible.
Asi, bien puede estarse ante la presencia de cualquiera de los entes anteriormente enlistados, pero su
actuar no necesariamente podría ser objeto de cuestionamiento por vía del amparo, dado que para ello
debe actuar en ejercicio del poder imperio, es decir de autoridad, y no en calidad de parte o sujeto de
una relación contractual o judicial; así pues, es cuando se advierte que dicho ente ha dictado un acto que
reúne las características de unilateralidad, imperatividad y coercibilidad, que se está en la posibilidad de
acceder a la tutela constitucional para denunciarlo y lograr su anulación.
La legitimación pasiva no se determina por el solo hecho de poseer el ejercicio del “Ius Imperium” del
Estado, ya que en muchos casos se cuestiona el actuar de entidades de derecho privado que, en sentido
estricto, no poseen el ejercicio de tal facultad – atributo legal. Para poseer la calidad de autoridad
impugnada se requiere que el acto que por vía del amparo se cuestiona, revista característica de
imperatividad, coercibilidad y unilateralidad, de tal forma que el riesgo de su aplicación es inminente al
punto de que solo por vía de esta acción constitucional puede evitarse la producción de algún tipo de
agravio.
Esta calidad corresponde ala persona que comparece a promover el referido proceso constitucional. Al
respecto puede indicarse que dicha calidad puede ostentarse en forma personal, cuando el agravio
denunciado es en la esfera propia de sus derechos; también puede ostentarse en representación del
agraviado, como en el caso de los representantes legales o en el supuesto de las acciones entabladas por el
Procurador de los Derechos Humanos y en la defensa de intereses corporativos o gremiales – sindicatos,
colegios profesionales, partidos políticos.-
Corresponde la calidad de sujeto pasivo a aquella persona o entidad que en ejercicio del poder imperio
(en el caso del Estado) emitió o produjo el acto o resolución denunciada como agraviante por el sujeto
activo. Al respecto es preciso indicar que dicha calidad se encuentra íntimamente ligada con el acto
reclamado, ya que la relación lógica de la producción o existencia de este por dicho ente es lo que
permite tenerlo como tal.
Por disposición legal, en todo proceso de rango constitucional se le debe dar intervención al Ministerio
Público. De ahí la naturaleza de sujeto procesal de dicho ente Estatal.
En relación a la participación que tiene dicha institución en los proceso constitucionales en general se ha
optado, por costumbre generalizada, viabilizar su intervención por conducto de sus distintas fiscalías, aún
y cuando varias de ellas lo hagan en forma simultánea dentro de una misma garantía constitucional,
circunstancia que teóricamente no debería producir dificultades o inconvenientes en la sustanciación de
los procesos en cuestión y que, tampoco, pudiera considerarse desventajoso para cualquiera de los otros
sujetos procesales, pues el hecho de obtener una supuesta mayoría de opiniones o de posibilidades de
argumentar, según se considere, no se traduce en una real posibilidad de inclinar en dicho sentido el
criterio del Tribunal Constitucional; no obstante la afirmación anterior, pudiera suscitarse el caso en que
en un amparo en particular en el cual intervienen varias fiscalías del Ministerio Público, por error o
descuido se deje sin vinculación o participación a cualquiera de ellas dentro de la sustanciación de la
garantía aludida, dicho aspecto ha sido superado por la corte de Constitucionalidad aplicando el criterio
de unisidad de la referida institución estatal, en virtud de la cual se infiere que la defensa de los intereses
de la misma y la oportunidad de argumentar, objetar e impugnar queda a salvo con la participación de
cualquiera de las fiscalías a las que si se les haya dado participación, lo cual permite también permitir la
sustitución procesal de las fiscalías que llevan a su cargo el caso, aún y cuando la que comparece no hay
sido expresamente llamada para intervenir en el asunto.
Ignacio Burgoa define al tercero perjudicado (tercero interesado según nuestra ley) como: “el sujeto que
tiene interés jurídico en la subsistencia del acto reclamado, interés que se revela en que no se conceda al
quejoso la protección federal o en que se sobresea el juicio de amparo respectivo… en su calidad de
parte, el tercero perjudicado tiene todos los derechos y obligaciones procesales que incumben al
agraviado y a la autoridad responsable, pudiendo, en consecuencia, rendir pruebas, formular alegaciones
e interponer recursos”.
Según José Arturo Sierra González, la condición que debe imperar para que una persona pueda ser
vinculada como tercero es el interés directo o personal que posee en la subsistencia o suspensión del acto
reclamado, debido al efecto positivo o negativo que el mismo pueda producir en la esfera de sus
derechos. En este sentido, debe agregarse que el Ministerio Público como tal puede actuar
simultáneamente en su calidad de tercero con interés y como institución gubernamental que, por
disposición legal, debe comparecer dentro de la tramitación de los procesos constitucionales que se
instauren.
En nuestro medio, el tercero interesado puede ser definido como aquella persona que puede tener interés
directo en la subsistencia o suspensión del acto, resolución o procedimiento que ha sido señalado como
agraviante; ello, debido a que es parte en las diligencias que constituyen el antecedente del amparo, o
por tener alguna otra relación jurídica con la situación planteada.
7.1 Demanda
Para el autor mexicano Ignacio Burgoa, la interposición del amparo, sea uniinstancial o biinstancial, se
realiza a través de la "demanda de amparo", la cual define como "...el acto procesal por virtud del cual se
ejercita la acción respectiva por su titular, que es el agraviado, y quien, mediante su presentación, se
convierte en quejoso; es el elemento que inicia el procedimiento constitucional, y que encierra la petición
concreta que traduce el objetivo esencial de la citada acción: obtener la protección de la Justicia Federal.
Por tal motivo, podemos afirmar que la acción es el derecho público subjetivo de obtener el servicio
público jurisdiccional y que la demanda es el acto procesal, proveniente del titular de dicha acción, en el
cual aquel derecho se ejercita positiva y concretamente."
En el sistema guatemalteco, según se aprecia en la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad, no se hace alusión a una demanda propiamente dicha, como medio inicial de requerir
la protección constitucional relacionada. El artículo 21 de la ley ibíd indica los requisitos que debe
contener la "petición", en alusión al modo o medio de instar la jurisdicción constitucional. Se considera
que resulta indistinta la forma en que se le quiera denominar al método para acudir a dicha vía
constitucional, pues ello no genera incidencia alguna en la tramitación y resolución del amparo; no
obstante, se estima que la mejor forma de denominarla es la de petición, ya que en nuestro sistema
jurídico el mismo puede plantearse por escrito u oralmente.
La legislación guatemalteca determina como regla general que la referida protección constitucional debe
ser requerida por escrito, o, excepcionalmente, podrá promoverse en forma oral, cuando concurran en la
persona del amparista las condiciones que determina el artículo 26 de la ley precitada, las cuales son: 1)
que la persona sea notoriamente pobre o ignorante; 2) ser menor de edad o incapacitado; y 3) en ambos
casos, que no puedan actuar con auxilio profesional. Tales aspectos deben ser fácilmente advertibles por
parte del Tribunal, al momento en que se pretenda interponer el amparo, aunque no corresponda al
mismo calificar la viabilidad o procedencia de la acción en virtud de tales condiciones, pues dicha labor
corresponde al Procurador de los Derechos Humanos, por conducto de los peritajes, exámenes o estudios
que correspondan; en estos casos, el procedimiento a seguir será elaborar un acta en la que se
consignarán los agravios denunciados, de la que de inmediato se remitirá copia certificada al Procurador
de los Derechos Humanos para que aconseje o, en su caso, patrocine al interesado.
Con relación al planteamiento por escrito, según disposición contenida en el artículo 21 anteriormente
citado, el mismo debe cumplir con los siguientes requisitos:
Designación del Tribunal ante el que se presenta.
Indicación de los nombres y apellidos del solicitante o de la persona que lo represente; su edad,
estado civil, nacionalidad, profesión u oficio, domicilio y lugar para recibir notificaciones (para poder
determinar la legitimación activa). Si se gestiona por otra persona, además, deberá acreditarse la
representación (respecto a la representación, por la forma en que se encuentra redactada la norma y
en atención al espíritu del amparo, la misma podrá acreditarse mediante copia simple del documento
que la contenga; pero debe acreditarse en dicha fotocopia que se ha cumplido con los requisitos de
inscripción en los registros respectivos del mismo).
Cuando quien promueve el amparo sea una persona jurídica, deberán indicarse sucintamente los datos
relativos a su existencia y personalidad jurídica. Es preciso recordar que en estos casos debe contarse
con los datos necesarios que puedan acreditar su existencia con arreglo a las leyes.
Especificación de la autoridad, funcionario, empleado, persona o entidad contra quien se interpone el
amparo. El cumplimiento de este requisito resulta de vital importancia para determinar la procedencia
del amparo; ello, en virtud de lo considerado con relación a la legitimación pasiva.
Relación de los hechos que motivan el amparo, es decir, la determinación del marco referencial de
agravios que habrá de servir de sustento al tribunal para examinar la posible procedencia de otorgar la
protección constitucional instada.
Indicación de las normas constitucionales o de otra índole en que descansa la petición de amparo con
las demás argumentaciones y planteamientos de derecho.
Acompañar la documentación que se relacione con el caso, en original o en copias, o indicar el lugar
en donde se encuentre y los nombres de las personas a quienes les consten los hechos y los lugares
donde pueden ser citadas y precisar cualesquiera otras diligencias de carácter probatorio que
conduzcan al esclarecimiento del caso.
Lugar y fecha.
Firmas del solicitante y del abogado colegiado activo que lo Patrocina, así como el sello de este. Si el
solicitante no sabe o no puede firmar lo hará por él otra persona o el abogado que auxilia.
Acompañar copia para cada una de las partes y una adicional para uso del tribunal. Según autos
acordados emitidos por la Corte de Constitucionalidad, se estableció que el número de copias que
acompañarán el escrito inicial del amparo en única instancia, de los documentos adjuntos o de los
escritos contentivos de posibles ampliaciones, es de doce; ello, debido a que se requiere una copia
para cada uno de los magistrados que conocerán del proceso, y para poder notificarle a los demás
sujetos procesales. Por último, recientemente, se dispuso que podrá adjuntarse un disco compacto que
contenga la versión electrónica exacta del memorial de interposición del amparo en formato "word"
que permita al Tribunal la lectura y la copia fiel de los pasajes conducentes; dicho posibilidad podrá
verificarse por el resto de los sujetos procesales.
7.2 Competencias
El conocimiento del proceso de amparo está encomendado a los distintos Tribunales de la República, y su
competencia se encuentra contenida en los artículos 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17 y 18 de la ley de la materia.
Al respecto es importante enumerar algunos aspectos importantes:
Cuando en un mismo memorial se interponga amparo contra dos o más autoridades que hayan
conocido en grado, será competente para conocer del proceso el Tribunal facultado para conocer
contra la autoridad de mayor jerarquía.
Cuando la competencia no estuviere claramente establecida, lo actuado por el Tribunal que conoció
originalmente conservará su validez. No obstante las reglas establecidas sobre competencia, el amparo
será admitido por el tribunal ante el cual se haya presentado y sin demora lo remitirá al tribunal
competente; en estos casos, será la Corte de Constitucionalidad la que determinará el Tribunal
competente para conocer del proceso.
De conformidad con el artículo 17 de la ley ibíd, en caso de impedimento, excusa o recusación del
Tribunal de amparo, este, después de conceder la suspensión del acto, resolución 0 procedimiento
reclamado, si fuere procedente, dictará auto razonado con expresión de causa y pasará
inmediatamente los autos al de igual categoría más próximo del orden común. Si se tratara de los
miembros de un tribunal colegiado se ordenará, en su caso, la suspensión del acto y se llamará
inmediatamente a los suplentes a efecto de que el tribunal quede integrado en la misma audiencia en
que se presente el amparo.
La competencia se establece, adicionalmente a lo acotado en relación a los artículos indicados al inicio,
por razón del territorio en virtud de la sede de la autoridad señalada como recurrida. En estos casos
no son aplicables los criterios de la cuantía, el grado y la materia, única y exclusivamente lo
relacionado con la territorialidad del órgano constitucional que conozca del asunto, el cual debe ser
de la circunscripción donde tenga su sede la autoridad cuestionada.
Una vez remitidos los antecedentes o el informe circunstanciado, se dicta resolución referente a otorgar o
no el amparo provisional cuando no se ha hecho pronunciamiento al respecto, o a confirmar o revocar el
mismo, en caso se haya decretado con anterioridad; adicionalmente, se determina quiénes actuarán en
calidad de posibles terceros con interés y, también, debe conferirse audiencia por el plazo común de
cuarenta y ocho horas a las partes dentro del proceso.
Es en esta resolución cuando el Tribunal de amparo realiza una calificación preliminar, para determinar
que el proceso cumple con los presupuestos procesales analizados en el capítulo anterior, ya que, en caso
contrario, se suscita la improcedibilidad del mismo y, por ende, la necesidad de suspenderlo en definitiva.
Esta primera audiencia tiene por objetivo que el amparista, los terceros interesados, el Ministerio Público
y la autoridad impugnada se manifiesten, el primero, respecto de los antecedentes o el informe
circunstanciado remitido, los terceros y el Ministerio Público, sobre la acción intentada y lo manifestado
por la autoridad impugnada, y el ente recurrido, sobre los argumentos vertidos por el solicitante de la
protección constitucional en el memorial contentivo del proceso en cuestión. Es en este momento cuando
los sujetos procesales, a excepción del amparista, deben proponer sus respectivos medios de prueba,
señalar lugar para recibir citaciones y notificaciones y, por último, expresar los argumentos respectivos,
que estimen pertinentes, para apoyar o rebatir las afirmaciones del amparista.
No obstante que el artículo 35 de la ley de la materia no contempla la referida audiencia a la autoridad
impugnada, con el objetivo de garantizar el contradictorio es factible que dicho sujeto haga uso de la
misma, debiendo admitirse dicho actuar por parte del Tribunal de Amparo. En muchas oportunidades la
autoridad cuestionada decide evacuar la audiencia relacionada al momento de remitir los antecedentes o
informe respectivos; ello a pesar de que la misma aún no se ha señalado, y es Practica reiterada de los
tribunales tenerla por evacuada en ese momento.
A diferencia de otros procesos, en el amparo la no evacuación de esta audiencia produce como efectos
que, ante la falta de un lugar señalado para recibir notificaciones, las mismas deban practicarse por los
estrados del Tribunal; las partes omisas no podrán aportar medios de prueba, debido a que en esta etapa
el momento procesal oportuno para proponerla.
De no haberse solicitado la apertura a prueba, ni existir, a criterio del Tribunal de Amparo, hechos
controvertidos que pesquisar, se procederá a dictar sentencia en el plazo establecido en la ley.
En la práctica se advierte que, con relación a esta audiencia, en la mayoría de los casos las partes, con
excepción del amparista, concurren a señalar lugar para recibir notificaciones, a pedir que el proceso se
abra a prueba y a proponer sus respectivos medios de convicción probatoria; en otros casos,
concretamente con relación al Ministerio Público, únicamente se apersona al proceso, señala lugar para
recibir notificaciones y solicita que se abra a prueba el proceso. En otras palabras, esta audiencia es
desaprovechada en la mayoría de ocasiones por los sujetos procesales, debido a que no realizan
pronunciamiento alguno respecto al fondo del amparo solicitado o de los antecedentes remitidos.
El amparo provisional o suspensión del acto reclamado, como también se le conoce, es definido por
Ignacio Burgoa como "...aquel acontecimiento (acto o hecho) o aquella situación que generan (sic) la
paralización o cesación temporalmente limitadas (sic) de algo positivo, consistente en impedir para lo
futuro el comienzo, el desarrollo o las consecuencias de ese 'algo', a partir de dicha paralización o
cesación, sin que se invalide lo anteriormente transcurrido o realizado.” La definición anterior permite
inferir que esta institución posee efectos a futuro, sin que su procedencia pueda afectar sucesos ya
acaecidos; es decir, no opera en forma retroactiva.
Partiendo de las concepciones anteriores se puede definir el amparo provisional como una institución
procesal, de naturaleza cautelar, que tiene por objetivo evitar que el acto señalado como agraviante
pueda continuar produciendo efectos a futuro, al punto que pueda tornar en excesivamente gravoso el
otorgamiento en definitiva de la protección constitucional.
En todo caso, el otorgamiento o revocatoria de esta institución procesal dependerá del criterio de la
autoridad que conozca del asunto, para determinar la concurrencia de los supuestos establecidos en el
artículo 28 de la ley precitada.
Para el efecto de lo indicado en el párrafo anterior, al momento de decretarse la referida suspensión del
hecho o acto agraviante, se puede levantar acta en la que se haga constar detalladamente el estado que
en ese momento guardan los hechos y actos que se suspenden y la prevención hecha de no modificarlos
hasta que la cuestión sea resuelta en definitiva.
En este punto es importante indicar que si el amparo provisional no ha sido otorgado o el mismo ha sido
revocado, el Tribunal que conozca del proceso debiera devolver la pieza original de los antecedentes a la
autoridad impugnada para evitar que, de hecho, el proceso sea paralizado innecesariamente; en tal caso
la tramitación del proceso se realizará con copia simple de las actuaciones. Por el contrario, cuando dicha
medida sea decretada y se considere que existe un riesgo latente de que el acto pueda ser mutado
dolosamente por la autoridad recurrida, podrá ordenarse el envío de las piezas originales de los
antecedentes y retenerlas en el tribunal constitucional mientras se dilucida el hecho objeto de análisis en
esa sede.
Respecto del tema deben tenerse presente, como reglas generales respecto de su aplicación y efectos:
Su otorgamiento es excepcional, la regla general será siempre el preservar la decisión, que en ejercicio
de su competencia y facultad, haya dictado la autoridad cuestionada.
Los efectos de su otorgamiento se circunscriben al acto expresamente señalado como agraviante, salvo
que el tribunal constitucional, para garantizar la positividad de lo decidido, disponga la suspensión de
otro actuar adicional o, por el contrario, haga extensivos los efectos de la protección provisional
conferida.
Solo debe otorgarse cuando el agravio denunciado mantenga potencia vital, es decir, que tenga
efectos de tracto sucesivo que no se agotan en el momento mismo de su emisión.
Su otorgamiento o denegatoria no conllevan la anticipación de criterio del órgano constitucional ni,
mucho menos, imponen la obligación de resolver en sentencia en determinado sentido.
Puede ser otorgado o revocado en cualquier fase del proceso, ya sea de oficio o a solicitud de parte.
Esta fase del proceso de amparo se encuentra condicionada, ineludiblemente, a la realización de la fase o
período de prueba; en otras palabras, solamente si el proceso de amparo ha sido abierto a prueba se
podrá y deberá señalar la segunda audiencia. Dicha etapa procesal tiene como finalidad analizar y
pronunciarse sobre los elementos de convicción aportados en el período probatorio. Esta se confiere a las
partes por el plazo común de cuarenta y ocho horas, transcurrido el cual, se hayan o no pronunciado las
mismas, se dictará sentencia en el plazo establecido en la ley.
7.7 Vista
7.8 Sentencia
Las sentencias son, a decir de Ignacio de Burgoa, aquellos actos procesales provenientes de la actividad
jurisdiccional que implican la decisión de una cuestión contenciosa o debatida por las partes dentro del
proceso, bien sea incidental o de fondo.
En otras palabras, la sentencia es el acto procesal mediante el cual se hace el pronunciamiento de fondo
de la cuestión sometida a conocimiento órgano jurisdiccional respectivo o competente.
En materia de amparo la concepción de la sentencia no difiere en una forma fundamental de la sentencia
de cualquier proceso de la jurisdicción ordinaria. Esta figura procesal, dentro del referido proceso
constitucional puede ser definida como la decisión legítima del órgano de control constitucional, por
cuyo medio se resuelve la cuestión principal sometida a conocimiento del órgano, en correcta aplicación
del derecho, interpretando el texto supremo (Constitución), la doctrina y la jurisprudencia.
Concluida la segunda audiencia o verificada la vista pública, señala la ley de la materia, el Tribunal de
amparo deberá dictar sentencia dentro de los tres días siguientes. En el caso concreto de la Corte de
Constitucionalidad, dicho plazo podrá ampliarse por cinco días más, según la gravedad del asunto.
A decir de Deifilia Baptistina España Barrios, existen varias clases de sentencias en materia de amparo, las
cuales pueden ser clasificadas así:
Sentencias definitivas: las que, una vez determinado el cumplimiento de los presupuestos procesales
requeridos por la ley, realiza el pronunciamiento de fondo sobre la cuestión sometida a consideración
del Tribunal Constitucional;
Sentencias desestimatorias: aquellas que declaran sin lugar el proceso constitucional sin realizar
pronunciamiento de fondo, al advertir el incumplimiento de los presupuestos procesales determinados
en la ley;
Sentencias estimatorias: aquellas que acogen las argumentaciones del solicitante y, por ende,
determinan la violación de los preceptos constitucionales invocados como transgredidos;
Sentencias denegatorias: determinan la improcedencia de la protección requerida, previo análisis y
pronunciamiento de fondo, en sentido negativo, de los argumentos expuestos por el solicitante.
A criterio del doctor Mario Aguirre Godoy, la sentencia de amparo estimatoria produce los siguientes
efectos:
Deja en suspenso, en cuanto al amparista, el acto, resolución, o procedimiento señalado como
agraviante;
Ordena el restablecimiento de la situación jurídica afectada y el cese inmediato de la actitud
reclamada;
Cuando el acto reclamado consiste en un silencio administrativo, fijará un término prudencial para
que dé respuesta a la petición que le fuera planteada.
Fija plazo perentorio para que la autoridad impugnada cumpla con lo ordenado en el amparo.
Apercibe a la autoridad impugnada para dar estricto cumplimiento a lo ordenado en el plazo
señalado, bajo apercibimiento de imponer multa, sin perjuicio de las responsabilidades civiles y
penales respectivas.
Se pronuncia sobre la condena en costas y la imposición de multa al abogado patrocinante, cuando
corresponda.
Se pronuncia sobre si ha lugar al pago de daños y perjuicios.
7.9 Recursos
Denomínase así a todo medio que concede la ley procesal para la impugnación de las resoluciones
judiciales, a efectos de subsanar los errores de fondo o los vicios de forma en que se haya incurrido al
dictarlas. El acto de recurrir corresponde a la parte que en el juicio se sienta lesionada por la medida
judicial.
La Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad determina como medios a través de los
cuales las partes pueden impugnar las actuaciones y resoluciones dictadas durante la tramitación del
proceso de amparo, los recursos de aclaración, ampliación, el ocurso en queja y la apelación. Fuera de los
recursos contenidos en la ley de la materia, no Pueden interponerse otros medios de reproche contenidos
en otras leyes, ni at>n por aplicación supletoria.
Aclaración y ampliación
Pueden impugnarse mediante aclaración y ampliación, los autos y sentencias dictadas dentro de la
tramitación del amparo.
Procede la aclaración, cuando los conceptos de un auto o sentencia sean oscuros, ambiguos o
contradictorios.
Procede la ampliación, cuando en tales resoluciones se hubiere omitido resolver alguno de los puntos
sobre los que versare el amparo o la incidencia, en su caso.
Se plantean dentro de las veinticuatro horas de notificada la resolución impugnada, y se resuelven en
las cuarenta y ocho horas siguientes.
Contra las resoluciones dictadas por la Corte de Constitucionalidad sólo proceden los recursos de
aclaración y ampliación.
Dichos medios de impugnación no pueden, desde ningún punto de vista, modificar el fondo de la
resolución impugnada.
Ocurso de Queja
Para Manuel de Jesús Mejicanos, citado en su trabajo de tesis por Angélica Vásquez Girón, el ocurso en
queja es un medio de impugnación procesal de carácter vertical (porque la que conoce del mismo y lo
resuelve con exclusividad es la Corte de Constitucionalidad); procede únicamente en los amparos bi-
instanciales, cuyos efectos se contraen a ser el sustitutivo del recurso de nulidad contemplado en el
Código Procesal Civil y Mercantil; ello, debido a que procede cuando a criterio de una de las partes, el
Tribunal de amparo no cumpla con lo dispuesto en la Ley de la materia.
Dicha profesional define ese medio de impugnación como aquel por medio del cual las partes del proceso
de amparo reclaman contra vicios en el trámite o en la ejecución de dicho proceso, cuando el Tribunal de
Amparo no cumple con lo previsto en la ley o lo resuelto en la sentencia; su procedencia se extiende a las
anomalías procesales, a la errónea interpretación o aplicación de la ley de la materia, y a cualquier otra
circunstancia que, por su naturaleza, no sea susceptible de ser impugnada por otra vía. De ahí que se
pueda afirmar que el único sujeto pasivo de dicho medio de impugnación es el Tribunal de amparo de la
primera instancia.
El ocurso en queja, por regla general, debe ser interpuesto por escrito ante la Corte de
Constitucionalidad. El escrito respectivo debe llenar los requisitos que señala el artículo 21 de la Ley de
Amparo, es decir, los de toda primera solicitud en materia de amparo, con la salvedad de que dicha regla
se aplica supletoriamente en lo que sea atinente al recurso en cuestión. Adicionalmente, es importante
advertir que, extraordinariamente, con fundamento en lo dispuesto en el artículo 26 de la misma ley,
dicho medio de impugnación puede ser interpuesto en forma oral, cuando se suscite la negativa
infundada a levantar el acta de interposición del amparo verbal y remitir su copia adonde corresponde.
La tramitación del ocurso es en extremo breve y sin mayores complejidades: planteado, se concede
audiencia a la autoridad ocursada por veinticuatro horas para que informe al respecto de la queja
presentada (artículo 72 de la Ley de Amparo); a continuación, la Corte de Constitucionalidad debe
resolver dentro de las veinticuatro horas siguientes, con aplicación supletoria de lo establecido en el
artículo 142 de la Ley del Organismo Judicial.
Una peculiaridad meritoria de mención es que no existe plazo legal para interponer el ocurso en 30 días.
Para el efecto de conferir seguridad ante tal deficiencia legal, inicialmente, la Corte de Constitucionalidad
consideró la teoría del principio de "preclusión procesal". Dicha hipótesis o principio consiste en viabilizar
la procedencia del relacionado medio de impugnación antes de que precluya la fase procesal en que se
conoce de la misma. Para Marión Barahona, también citado por Angélica Vásquez Girón, la oportunidad
de su procedencia no queda ilimitada en el transcurso del tiempo, ya que si el quejoso deja que el
proceso transcurra y, por el contrario, continúa litigando a pesar de la anomalía ya advertida, su
denuncia será eventualmente desestimada al considerarse tácitamente aceptada la situación impugnada
Apelación:
Para Delfilia España, en materia de amparo el recurso de apelación puede ser descrito como el medio por
virtud del cual las partes que participan en un proceso de amparo pueden lograr que un órgano de
superior jerarquía revise el criterio que el Tribunal de Amparo de primer grado haya asentado al juzgar la
constitucionalidad o anticonstitucionalidad de un acto de autoridad.
A través de dicho medio de impugnación se garantiza, en este proceso constitucional, la verificación del
debido contradictorio, el derecho de defensa, el derecho al conocimiento de la cuestión objetada en
alzada, al principio del debido proceso; este es, en efecto, el único medio de impugnación por medio del
cual se puede pretender la modificación del fondo del auto o sentencia de amparo impugnada. Dicho
medio de impugnación procede, de conformidad con lo establecido en el artículo 61 de la ley de la
materia, contra las sentencias de amparo, lo autos que denieguen, concedan o revoquen el amparo
provisional, los autos que resuelvan la liquidación de costas y de daños y perjuicios, y los autos que
pongan fin al proceso.
Con fundamento en lo establecido en el artículo 61 citado, en todos los casos este medio de impugnación
debe ser interpuesto dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes de practicada la última notificación, es
decir, que el cómputo del plazo no es personal sino común a todas las partes. Todos los recursos de
apelación deben ser conocidos en alzada por la Corte de Constitucionalidad, y la misma no tendrá efectos
suspensivos (en alusión a la apelación del auto que conceda, deniegue o revoque el amparo provisional).
Durante la tramitación de esta etapa procesal, el tribunal de alzada puede ordenar la práctica de
diligencias para mejor fallar, las cuales deberán practicarse en un plazo no mayor de tres días, cuando se
trate de la apelación de un auto, y en un plazo no mayor de cinco días, cuando se trate de la apelación
de sentencia.
Dicho medio de impugnación debe ser interpuesto por escrito indistintamente ante el tribunal que haya
conocido del proceso en primera instancio o ante la Corte de Constitucionalidad (apelación directa); en
este último supuesto, dicha Corte debe requerir en forma telegráfica o telefónica los antecedentes del
caso, previo a admitir a trámite el relacionado recurso. Con fundamento en la reforma dispuesta al
artículo 16 de las Disposiciones Reglamentarias y Complementarias del Acuerdo 4-89 anteriormente
citado, el escrito que contenga dicho recurso deberá precisar qué extremo de la sentencia impugna,
manifestando las razones de ello; para el efecto, en el supuesto de que no se haya cumplido con dicho
razonamiento, el tribunal constitucional deberá fijar un plazo de tres días para superar dicha deficiencia.
Otra circunstancia relevante introducida por la modificación relacionada, lo constituye el hecho de que es
el momento mismo de la apelación (la presentación del escrito de interposición respectivo), el momento
procesal oportuno para requerir que la vista a verificarse en segunda instancia se realice en forma pública,
caso contrario la misma se llevará acabo de forma común, es decir, por escrito. Resulta obvio que dicha
disposición se refiere, con exclusividad, a quien o quienes insten el recurso de apelación de que se trate,
para el resto de los sujetos procesales –quienes no hayan apelado el fallo- según lo dispone dicho
precepto, podrán requerir de la misma se practique en la forma indicada dentro de las treinta y seis horas
siguientes a la fecha en que fueron notificadas de la impugnación instada; fuera de los supuestos
relacionados resulta inviable cualquier petición tendiente a obtener la celebración de la vista en cuestión
de manera pública –oral-
En el caso de apelación de un auto, el Tribunal de alzada debe dictar el auto respectivo, dentro de las
treinta y seis horas siguientes a la recepción de los antecedentes del caso. Cuando se trate de apelación de
una sentencia, se señalará día y hora para la vista dentro de los tres días siguientes y el recurso se resolverá
dentro de los cinco días inmediatos a la verificación de esta, salvo lo dispuesto en relación con las
diligencias para mejor fallar.
El artículo 66 de la ley, en su último párrafo, dispone que la vista a que se hizo alusión anteriormente
podrá ser pública si lo pidiera alguna de las partes. Es de hacer notar que dicha norma presenta el
inconveniente de que no determina cuál es el momento procesal oportuno para solicitar la realización de
la misma en forma pública, pero debido a la reforma aludida con anterioridad, actualmente tal
requerimiento debe verificarse en el escrito de interposición del recurso, en el caso del apelante, en tanto
que las demás partes pueden realizar dicho requerimiento “ …desde el momento en que sean notificadas
en relación con la interposición del recurso hasta dentro de las seis horas siguiente de que la Corte de
Constitucionalidad les haya notificado la resolución que señaló día y hora para la audiencia de
apelación…”
Respecto al recurso de apelación del auto referente al amparo provisional, se realiza una práctica
reiterada y errónea por parte del Tribunal de primera instancia, al elevar los originales de los
antecedentes a la Corte sin que exista otorgamiento provisional de la protección requerida; al respecto se
ha dispuesto, en forma tajante, que debe remitirse copia de los mismos y no los originales
Designación del tribunal ante el que se presenta (competencia Art 11-14 de la Ley de
Amparo y auto acordado…)
Datos generales: Nombre o denominación del o los solicitantes, nacionalidad, estado
civil, profesión u oficio, domicilio y lugar para recibir notificaciones.
Especificación de la autoridad o persona contra quien se interpone el amparo.
Relación de hechos: antecedentes, agravios reprochados y petición en términos precisos.
Indicación de las normas en que descansa la petición y planteamiento de derecho
Ofrecimiento de prueba, aportación de prueba documental o indicación del lugar en
donde se encuentre.
Lugar y fecha
Firmas del solicitante o solicitantes o persona que firme a ruego y el abogado
patrocinante.
Adjuntar tantas copias como partes figuren y una adicional para el uso del tribunal.
Requisitos de solicitud verbal:
Pobreza notoria, incapacidad o ignorancia que no actúe con auxilio profesional
Exposición de agravios que se harán constar en acta
Remisión al Procurador de los Derechos Humanos.
Primera Resolución
Contenido:
Vista pública el último de los tres días siguientes a la segunda audiencia (es obligatoria cuando lo
piden las partes)
Es una regla de la física que toda acción conlleva una reacción; las características y elementos de la
primera condicionarán los efectos y resultados de la segunda. En el campo de las ciencias jurídicas se
verifica Una ley similar, en virtud de la cual se dice que todo acto jurídico conlleva Una consecuencia
jurídica. Partiendo de tal supuesto, podemos afirmar gonces que el incumplimiento o inobservancia de los
preceptos o deberes Puestos por la ley conlleva, necesariamente, determinadas consecuencias jurídicas;
una de las más características es la sanción.
9.1 Sanciones
Dicho precepto es definido en el diccionario jurídico según el ámbito de que se trate; en el ámbito
procesal civil, sanción es la consecuencia jurídica desfavorable que el incumplimiento de un deber
produce en relación con el obligado (Couture); en materia penal, es la pena o castigo que la ley prevé
para su aplicación a quienes incurran o hayan incurrido en una infracción punible (V. Peña).
El tratadista mexicano Eduardo García Máynez considera esta como una consecuencia jurídica que el
incumplimiento de un deber produce en relación con el obligado.
La sanción se encuentra condicionada por la realización de un supuesto jurídico, el cual puede consistir en
la inobservancia de un deber legalmente establecido, mediante la verificación de una conducta de
carácter positivo (hacer), o de carácter negativo (no hacer). Esta no debe ser confundida con la coacción,
ya que, en el caso de la primera, es una consecuencia normada de la verificación de los supuestos
contenidos en la norma rectora del acto que se trate, cuyo objetivo es el de fortalecer el respeto y
acatamiento de la ley; en el caso de la segunda, es la utilización de la fuerza para constreñir al
cumplimiento de algún mandato o disposición.
Las que tienen por objeto lograr coactivamente el cumplimiento de un deber jurídico omitido, es
decir, se presenta una sustitución legal de la obligación primaria incumplida, por una obligación
nueva establecida a través de la sanción, bajo la advertencia legal (apercibimiento) que de no
cumplirse con la misma se forzará a ello (coacción);
Las que persiguen obtener determinadas prestaciones económicas equivalentes a los daños y
perjuicios causados con la conducta violatoria; estas, por lo general, se presentan en aquellos casos en
que la conducta sancionada no puede ser reencausada, por lo que se indemniza el daño producido;
y,
Las que no implican más que un mero castigo a la conducta tipificada o regulada; su único propósito
es sancionar el actuar de la persona a quien se impone, porque no trata de enmendar o superar la
conducta cuestionada. Estas formas de sanción pueden presentarse de manera independiente o en
combinación con cualesquiera de las restantes; ello dependerá de las disposiciones propias de la ley
rectora del acto violado o inobservado que motiva su imposición.
Sanciones en el amparo
Al realizar el análisis de los artículos de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad
que se refieren a las posibles sanciones propias de este proceso constitucional, se pueden advertir algunos
aspectos relevantes:
Las sanciones en materia de amparo son numeras clausus, solo pueden considerarse como tales las
específicamente establecidas en la referida ley;
Las figuras procesales que podrían ser consideradas como sanciones en este proceso constitucional
son: la multa, la condena en costas, los daños y perjuicios y la destitución. La ley determina
puntualmente los casos en que son procedentes cada una de ellas;
La condena o procedencia de cualesquiera de las figuras procesales anteriormente indicadas, por ley,
no excluye o imposibilita la procedencia de cualesquiera de las otras aludidas en la literal anterior.
Dos o más de estas figuras jurídicas pueden coexistir en un mismo pronunciamiento.
Como ocurre con la mayoría de las figuras procesales, la ley de la materia no ofrece una definición de
cada una de las sanciones indicadas, por lo que es preciso acudir a la doctrina para poder definirlas y
entenderlas.
9.2 Costas
En concordancia con lo anterior, el artículo 572 del Código Procesal Civil y Mercantil dispone que cada
parte será directamente responsable de los gastos que se ocasionen por los actos que lleve a cabo y por
los que pida, debiendo anticiparlos cuando así lo establezca la ley. En caso de condenación (sic) en costas,
la parte condenada indemnizará a la otra de todos los gastos necesarios que hubiere hecho.
De acuerdo con Manuel De la Plaza, citado por Mauro Chacón Corado, las costas "...es el equivalente, en
general, al de gastos que es preciso hacer para obtener la declaración judicial de un derecho; con lo cual
se da a entender, por una parte, que de él quedan excluidos (sic) los gastos que no son consecuencia
directa del proceso; y por otra, que, aunque doctrinalmente puede defenderse el establecimiento de una
justicia totalmente gratuita; tesis que no ha prevalecido, pues, lo mismo la técnica que la legislación,
regulan los gastos procesales como carga que pesa sobre los litigantes, con criterios variados sobre el
fundamento jurídico de esa obligación; de la extensión que debe dársele y, principalmente, de la
distribución de la carga en general y en contemplación con algunas situaciones especiales."
Definición
Es obvio que todo proceso o toda acción ejercida conlleva necesariamente un gasto; las personas que
ponen en marcha el aparato judicial o administrativo deben, por ende, soportar algunas erogaciones
inherentes a sus pretensiones con el propósito de lograrlas. Es a estos gastos o erogaciones a los que la ley
y la doctrina han denominado costas procesales, los cuales abarcan, entre otros conceptos, según el
proceso o juicio de que se trate, desde los honorarios del profesional del Derecho que auxilia el actuar de
cada parte, hasta cualquier otro egreso necesario para el ejercicio de su derecho de accionar o de
defenderse.
Prieto Castro, citado por Mario Aguirre Godoy, indica que: "doctrinal y jurisprudencialmente se entiende
por costas el conjunto de desembolsos que es necesario hacer dentro de un proceso para la persecución o
la defensa de un derecho."
Guasp, citado por el mismo autor, realiza una diferenciación muy Portante en el sentido de que todas las
inversiones económicas en un proceso constituyen "gastos procesales", pero no necesariamente todos
estos gastos pueden constituir costas procesales; a éstas últimas las define como "aquella porción de los
gastos procesales cuyo pago recae sobre las partes que intervienen en un proceso determinado y
reconocen a este proceso como causa inmediata o directa de su producción."
Fundamento
Resulta injusto pensar que aquella persona que se ve obligada a acudir en procura de un pronunciamiento
de autoridad competente, en virtud de un actuar positivo o negativo de su contraparte que le deviene
perjudicial a sus intereses, deba soportar los gastos producto del referido proceso, máxime si al final del
mismo ha quedado comprobado y declarado que la razón le asiste; por ello, en justicia, al producirse
pronunciamiento en favor de alguna de las partes, consecuentemente la otra debe afrontar la totalidad
de los gastos ocasionados por quienes intervinieron en el asunto de que se trate. Al respecto se han
elaborado varias teorías que intentan establecer el verdadero fundamento de la institución relacionada,
las cuales se explican así:
Teoría de la pena: los partidarios de esta teoría sostienen que la condena en costas se trata en
realidad de una pena, la cual se impone a quien entabla un juicio o proceso injustificadamente, con
temeridad o sin ninguna razón.
Al abordar este tema en particular, el doctor Mario Aguirre Godoy cita a varios autores
internacionales así: -Para Guasp esta teoría ve en la condena en costas una sanción punitiva para el
litigante que obra dolosamente o de mala fe. Resulta lógico que este tipo de conducta tenga,
necesariamente, que influir en la condena en costas, pero, según el citado autor, no puede
constituirse sobre esta base toda la fundamentación de esta figura procesal, debido a que existen
casos en que la condena está justificada, aun sin la concurrencia del dolo o la mala fe en el actuar de
la parte condenada; aunado a ello, considera totalmente fuera de lugar traer a cuenta una pena por
la mera utilización de un proceso para la discusión y solución de una controversia.
Por otra parte, indica que Rosenberg encuentra el fundamento de lo que denomina "el deber de
reembolsar las costas", en la gestión procesal ejercida sin éxito; este autor estima que dicho
fundamento es aplicable "...para el actor vencido cuya demanda infundada ha dado lugar a las costas,
y no menos para el demandado que pudo impedir la deuda de costas si no hubiese dado ocasión a la
demanda fundada sobre todo desde el punto de vista de la política jurídica, la perspectiva de deber
soportar las costas tiene por finalidad alejar la gestión procesal sin perspectivas favorables o
arriesgadas." Concluye que como el deber costas no es la consecuencia de la culpa, no puede ser por
tanto una pena o un deber de indemnización de daños por haber actuado en un proceso en forma
subjetivamente antijurídica; por ende, no es un deber de indemnización de daños, sino solamente de
resarcir los gastos necesarios.
Teoría de la culpa: Esta propugna por basar su imposición en la misma conducta que apoya la teoría
de la culpa en el Derecho Civil; es decir, que todo aquel que cause a otro un daño o perjuicio con su
proceder, ya sea por propia voluntad, por negligencia o imprudencia, debe responder por ello. Esta
teoría tiene su origen en el sistema jurídico español.
Guasp, citado por el autor nacional ya indicado, dice que la teoría de la culpa o negligencia "se apoya
en el principio general de que todo daño que una persona hace a otra culposamente deberá ser
objeto de la correspondiente sanción". De esa cuenta, critica esta teoría por la gran inseguridad que
produce, ya que deja la determinación de cada caso en particular, sometida a una apreciación de
hecho; no contempla los casos en que surja el vencimiento en juicio, sin que concurran los elementos
necesarios para determinar culpabilidad o negligencia, ya que en estos casos debería obligarse al que
litigó y venció a soportar los gastos del proceso, aun siendo injustos.
El punto más débil de esta teoría radica en el hecho fundamental de que la juridicidad de todo
proceso o juicio corresponde al profesional del Derecho que la auxilia; por ello, su utilización o
promoción no puede revestir las características necesarias para advertir una conducta dolosa, que
pueda ameritar la imposición de una sanción por el ejercicio de su acción.
Teoría del hecho objetivo del vencimiento: ante los diversos Puntos débiles presentados por las
teorías anteriores, surge esta teoría bajo la cual se determina la condena en costas, con fundamento
en la simple absolución o condena en el proceso; es decir, el que pierde un proceso debe ser
condenado en costas por ese solo hecho.
Según el tratadista Giuseppe Chiovenda, el fundamento de esta figura procesal es el hecho objetivo
de la derrota de cualesquiera de las partes; en tanto que su justificación se encuentra en que la
actuación de la ley no tiene debe representar una disminución patrimonial para la parte en cuyo
favor tiene lugar. Para dicho autor "...es interés del Estado que la utilización del proceso no se
resuelva en daño para quien tiene la razón, y por otro lado, es interés del comercio jurídico que los
derechos tengan un valor a ser posible preciso y constante."
Indica el tratadista Mario Aguirre Godoy que, a criterio de Carnelutti, para determinar quién debe
soportar los gastos pueden tomarse dos ideas: 1) el interés y 2) la causa. Partiendo de dichos
lineamientos concluye que el que da origen al proceso, y por ende debe soportar los gastos del
mismo, es el que no tiene la razón; en este sentido, la responsabilidad de la parte en cuanto a las
costas resulta objetiva. Esta teoría es compartida por Guasp.
Con fundamento en las tesis anteriormente indicadas, se puede concluir que, al no poder considerar
la condena en costas como una mera sanción debido a una conducta dañosa, debe entenderse esta
como una forma de resarcimiento de los gastos injustamente causados, que debe ser soportada por el
vencido dentro del proceso, sea este quien promovió la acción o en contra de quien se promovió la
misma, cuya actividad o actuar ha forzado a otras personas a comparecer al juicio o al proceso para
la defensa de intereses o derechos transgredidos, tal y como se aprecia de la lectura del artículo 572
previamente indicado.
Costas en el amparo
Como proceso que es el amparo, también conlleva la producción de determinados gastos; es a través de
la sentencia o auto que ponga fin al proceso, que se imponga al perdedor la obligación de abonar al
vencedor las costas que le ha originado la tramitación del procedimiento, o lo que es lo mismo, la
condena en costas se contiene en la sentencia o en el auto que ponga fin al proceso y debe abonarlas el
que pierde el juicio. De I conformidad con el artículo 578 del Código Procesal Civil y Mercantil, aplicado
en forma supletoria al proceso de amparo, constituyen costas reembolsables: "...los honorarios del
abogado director, de los notarios, procuradores, expertos, depositarios e interventores; las causadas por
embargos, despachos, edictos, publicaciones, certificaciones, inventarios; las inscripciones en los registros;
la indemnización a los testigos por el tiempo que hubieren invertido y los gastos de viaje."
Responsables
En los procesos de amparo, de conformidad con el artículo 44 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal
y de Constitucionalidad, al momento de dictarse el fallo respectivo, el tribunal que conoce del asunto
decidirá entre otros aspectos, sobre las costas; este precepto viabiliza la condena contra el sujeto activo,
así como contra el sujeto pasivo de la acción entendida cada condena en favor del otro y de los terceros
que actuado dentro de la referida garantía constitucional, pero en franca oposición a las pretensiones de
la parte vencida. En concordancia precepto anterior, el artículo 45 de la ley ibíd determina la
obligatoriedad de la condena en costas cuando "...se declare procedente el amparo...", en alusión a la
posibilidad de condenar a la autoridad impugnada al pago de las mismas, sin condicionar de forma
alguna dicho pronunciamiento, aspecto que permite concluir que la procedencia de la imposición de
dicha figura procesal se encuentra sujeta, únicamente, a la apreciación subjetiva del juez de amparo.
La calificación de frivolidad de la pretensión implica el análisis de fondo del asunto sub judice y la
evidencia de que la petición de amparo no tiene una sustentación jurídica relevante o que, simplemente,
por su medio se busca entorpecer la justicia ordinaria con fines netamente dilatorios. Con relación a la
notoria improcedencia del amparo, la misma se determina cuando, del análisis prima facie del escrito de
interposición de la acción y en su caso de los antecedentes, se advierta el incumplimiento de los
presupuestos procesales por parte del solicitante, o la inexistencia de la relación causal de los elementos
fácticos de este.
Amparo Estado contra Estado: Dada la naturaleza tan amplia del amparo y debido a que el poder
público se encuentra distribuido en una serie de entes y funcionarios públicos, a quienes se encuentra
encomendado su ejercicio, es factible que cualquiera de éstos pueda instar la referida protección
constitucional, contra el supuesto actuar agraviante de otro ente de similar naturaleza; en estos casos, sin
importar el pronunciamiento final, no procede la condena en costas por presumirse que ningún interés
puede tener el Estado en exigirse a sí mismo el resarcimiento de los gastos ocasionados, ya que serán los
mismos fondos públicos los que deban soportar dicha carga o erogación.
El autor del presente trabajo considera que dicho criterio es errado debido a que: 1) jurisprudencialmente
no existe una adecúa fundamentación para ella; 2) la ley no regula dicha posibilidad —no existe
fundamento legal—; 3) debido a que su participación dentro del proceso es motivada por el sujeto
activo, el sujeto pasivo o incluso por el tribunal de Amparo, la misma no puede ser calificada como
temeraria o frívola, por ende, no puede ser condenado en costas; 4) en atención a la finalidad que
persigue dicha figura procesal, y de conformidad con los supuestos que la fundamentan, resulta
jurídicamente inviable dicha condena.
Tramitación
La mera imposición de la condena en costas no tendría efecto positivo alguno si no existiera una vía
adecuada para su cobro. De conformidad con el artículo 56 de la ley de la materia, una vez impuesta la
condena en costas en la sentencia respectiva, su liquidación se realizará a petición de parte ante el juez de
primer grado, por la vía incidental. Como ya se apuntó con anterioridad, el auto que se dicte en primera
instancia con relación a dicho procedimiento, en los amparos bi-instanciales, será apelable ante la Corte
de Constitucionalidad.
Con anterioridad se indicó que las sanciones jurídicas han sido concebidas como un medio para garantizar
determinadas instituciones jurídicas, a través de una doble función preventiva y penalizadora; es decir, va
más allá del mero hecho de querer castigar o sancionar determinada conducta.
En el caso concreto del proceso de amparo esta finalidad se traduciría en la intención de imponer el
respeto a la naturaleza y finalidad de dicha garantía constitucional, y a la observancia de sus presupuestos
procesales. Al iniciar el estudio del presente tema se indicó que dentro de las figuras procesales que
pueden considerarse sanciones se encuentra la de la condena en costas procesales. No obstante ello, dicha
condena, dada su naturaleza, no reúne los requisitos necesarios para ser calificada como tal, ya que:
a) Aunque se hayan irrespetado las máximas del proceso de amparo, de no existir en su tramitación
sujeto legitimado para el cobro de las costas, no se producirá condena en ese sentido;
b) En apego a las normas de la ley que determinan el monto de las mismas, en la mayoría de
ocasiones su monto no tiene un impacto significativo que pueda conllevar un efecto disuasorio;
c) La juridicidad del proceso depende en su totalidad del profesional del Derecho que auxilia la
acción; por ende, es él en última instancia quien dispone o determina la viabilidad de la misma;
d) La finalidad propia que inspira esta condena no es aplicable en el caso de que la misma tenga que
ser soportada por la autoridad impugnada.
Adicionalmente a lo establecido en el artículo 50 precitado, el artículo 78 del mismo cuerpo legal, bajo el
epígrafe de "Desobediencia", dispone que: "La desobediencia, retardo u oposición a una resolución
dictada en un proceso de amparo de parte de un funcionario o empleado del Estado y sus instituciones
descentralizadas y autónomas es causa legal de destitución, además de las otras sanciones establecidas en
las leyes.". Dicha norma es aplicable en contra de aquellos funcionarios de Estado, entidades autónomas o
descentralizadas, distintos a la autoridad impugnada, cuya actividad pueda devenir en desobediencia,
retardo u oposición a lo dispuesto dentro de un proceso de amparo.
La afirmación relacionada con que dicha disposición legal no es aplicable a los sujetos pasivos del amparo
se fundamenta en el hecho de que la ley de la materia determina en forma puntual cuáles son las
consecuencias para la autoridad impugnada, en el supuesto de no dar exacto cumplimiento a lo
ordenado en el proceso. Así, los artículos 32, 50, 54 y 55 de la ley precitada regulan ampliamente tales
aspectos; por ende, dicha disposición tiene por objeto la sanción de aquellas personas que, sin ser parte
en el proceso, se relacionan con la tramitación o resolución del mismo.
Por norma general la doctrina relacionada con los daños y perjuicios se refiere, primordialmente, a
cuestiones propias relacionadas Derecho de Obligaciones en materia civil; pero tales figuras no quedan
vinculadas únicamente a los supuestos de un incumplimiento contractual o de las obligaciones
provenientes de hechos y actos ilícitos. Estos pueden derivarse de ciertos actos que, a pesar de no ser
necesariamente culpables, determinan, por especiales causas, un deber de indemnizar.
Doctrinariamente el fundamento del resarcimiento o indemnización en concepto de daños y perjuicios se
encuentra en la "Lex Aquilia” o Ley Aquiliana (responsabilidad civil extracontractual), que como principio
romano se apoya en el apotegma "Damnum facere dicitur, quis facit quod sibi non est permissum” (causa
daño el que hace lo que no le está permitido hacer). Actualmente, en el ámbito jurídico guatemalteco, el
fundamento de tal figura jurídica se encuentra en el artículo 1645 del Código Civil, el cual dispone que
toda persona que cause daño o perjuicio a otra, sea intencionalmente, sea por descuido o imprudencia,
está obligada a repararlo.
Es importante resaltar el hecho de que en los casos anteriores interviene en forma activa la figura de la
culpa como elemento inherente a la verificación de la actitud sancionada. Esta consiste en el
incumplimiento de una obligación preexistente (en el caso del amparo se trata de lo ordenado por el
tribunal constitucional), cuya reparación, como ya se advirtió, es impuesta por la ley cuando se causa un
perjuicio a otra persona; se entiende entonces que, con base en lo anteriormente indicado, nadie puede
incurrir en culpa sin la existencia de una obligación previa.
Como se puede apreciar, en los procesos de amparo se pueden estimar dos tipos distintos de culpa; una
que puede producirse por un acto positivo (culpa in committendo), la cual se relaciona concretamente
con la verificación de un actuar contrario al debido y que, a la postre, ha generado determinado daño.
Por otro lado existe la que se produce por un acto negativo (culpa in omittendo), que es la que se
relaciona concretamente con los presupuestos legales anteriormente indicados. Según la ley, es
específicamente esta clase de culpa la que debe ser penada con la condena en daños y perjuicios.
En materia de amparo, la figura jurídica de la indemnización por daños y perjuicios pretende resarcir tan
exactamente como sea posible el daño realmente sufrido, ya sea por el tercero con interés en cuyo
perjuicio se tramitó el proceso constitucional, o por el propio amparista cuando a i autoridad recurrida ha
actuado con evidente mala intención, o ha retardado maliciosamente el cumplimiento de lo ordenado en
dicho proceso. Ese daño puede componerse de dos elementos distintos, según se puede apreciar del texto
del artículo 1434 precitado; por una parte encuentra el daño o la pérdida sufrida, es decir, el
empobrecimiento experimentado en el patrimonio del afectado (damnum emergens); por la otra, el
perjuicio o la ganancia que ha dejado de obtener la persona q ha sufrido (lucrum cesans).
El daño emergente no presenta mayor dificultad para la valoración de los elementos necesarios para
determinar su existencia, ya que atiende a una apreciación puramente objetiva; en tanto que en el caso
del lucro cesante, este atiende a cuestiones de carácter más subjetivo y ofrece una mayor dificultad para
su cuantificación. En el caso del segundo de los elementos indicados, el mismo no puede presumirse sino
que debe demostrarse que es consecuencia directa del hecho que produjo el daño.
Daño
En sentido jurídico se llama así a todo mal que se causa a una persona o cosa. Más particularmente, el
deterioro, perjuicio o menoscabo que por la acción de otro se recibe en la propia persona o en sus
bienes.
Para los efectos de la determinación de la indemnización, el cual presupone el hecho de que se causó un
daño, con o sin intención, es preciso diferenciar tres clases distintas de verificación de este perjuicio, que
pueden ser reclamadas por parte de la víctima:
Daño directo: el que resulta de manera inmediata de la acción u omisión sea esta culposa o dolosa; es
decir, el resultado gravoso implícito en el actuar controvertido del responsable.
Daño emergente: detrimento, menoscabo o destrucción material de los bienes, con independencia de
los efectos patrimoniales o de otra índole que el mal de origen. Se le conoce también como pérdida
sobrevenida, y equivale al menoscabo patrimonial eventual en el patrimonio de la víctima
(disminución patrimonial).
Daño moral: constituye la lesión que sufre una persona en su honor, reputación, afectos o
sentimientos, por acción culpable o dolosa. En cuanto a este tipo de daño se ha considerado que su
justificación radica en el hecho de que ante el acaecimiento de un mal comprobable procede su
resarcimiento; en estos casos se asegura la represión eficaz de aquellos hechos culpables que no
produjeron consecuencias económicas; de tal cuenta, la indemnización concedida constituye una
satisfacción sustitutiva. Según Cristóbal Montes, citado por Vladimir Osman Aguilar Guerra, "...daño
moral es aquel que afecta a un bien de la personalidad o de la vida (libertad, salud, honor,
honestidad, paz, tranquilidad de espíritu, integridad física, bienestar corporal, privacidad, etc.), es
decir, el que implica quebranto, privación o vulneración de esa categoría de bienes incorporales cuya
tutela cobijamos bajo la categoría jurídica de los denominados derechos de la personalidad". Por su
parte, Álvarez Vigaray, citado por el mismo autor, advierte que "...el concepto de daños morales no
debe reducirse solamente a los dolores o sufrimientos injustamente ocasionados, sino que en él ha de
incluirse todo perjuicio no pecuniario producido por la lesión de un bien de la persona o de sus
sentimientos y afectos más importantes y elevados..."
Requisitos
La prestación por estos conceptos puede conceptualizarse, dada su función, como la obligada restauración
del desequilibrio patrimonial, psíquico, físico y moral ocasionado por la conducta injusta y nociva del
responsable, satisfaciendo a la víctima aquellos que se le originaron. Con fundamento en lo anterior, se
puede concluir que para que pueda producirse pronunciamiento en tal sentido es necesario:
Que se haya producido una conducta que pueda ser calificada de injusta.
Que el daño que se reclame o se pretenda indemnizar sea cierto. En este caso el tribunal
constitucional debe advertirlo de la mera tramitación del proceso de amparo o, según sea el caso, el
dañado haya demostrado fehacientemente la realización del mismo.
En el caso concreto del amparo, que exista sujeto legitimado para su cobro. Esta situación implica no
solamente que el dañado o perjudicado haya intervenido en la tramitación del amparo en forma
activa; también es necesario que se advierta o demuestre que efectivamente se le produjo un daño.
Que la reclamación hecha en este sentido tenga por objeto el restablecimiento de la armonía y el
equilibrio de la situación afectada.
Que el daño pueda tener una traducción económica.
La indemnización no debe imponerse en forma arbitraria, ya que todo lo que concediese en exceso
constituiría un beneficio ilegal, un enriquecimiento sin causa. Doctrinariamente se considera erróneo que
la determinación de la indemnización por estos conceptos tenga por objeto imponer una pena respecto al
autor del daño, ya que, idealmente, la misma debe constituir únicamente una reparación; criterio
compartido por el autor del presente trabajo ya que, si la intención de la norma es la mera punición de
un hecho, la misma no atendería a más circunstancias que la mera verificación de los supuestos de su
procedencia.
9.5 Multa.
Esta sanción puede ser definida como una pena pecuniaria que se impone por una falta penal,
administrativa o civil (incumplimiento contractual). Esta consiste, esencialmente, en el pago por parte del
culpable, de una suma de dinero en favor del Estado en concepto de pena, cuya determinación atiende a
un monto mínimo y a un monto máximo establecidos en la ley.
A diferencia de la condena en costas y de la condena en daños y perjuicios, doctrinariamente se ha
considerado que la multa reviste los elementos necesarios para ser considerada una sanción, ya que no
persigue otra finalidad que la de castigar determinada conducta reprochable, sin atender a más
consideraciones que la mera realización de los presupuestos procesales necesarios para su imposición.
Por lo general, al referirse a la multa en materia de amparo, se refiere a la sanción impuesta con ocasión
de la improcedencia de la acción de amparo; no obstante ello, según se aprecia de la lectura del artículo
73 de la ley ibíd, existe otra clase de multa cuya imposición atiende a la improcedencia del ocurso en
queja. Esta sanción recae en la figura del quejoso cuya pretensión ha sido desestimada y cuyo monto
oscila entre los cincuenta y los quinientos quetzales. Para los efectos del presente trabajo, el estudio del
tema se circunscribirá a la multa ante la denegatoria del amparo.
La figura procesal de la multa en materia de amparo tiene por intención constituirse en un medio para
disuadir a los abogados litigantes, a que patrocinen acciones inviables o deficientes, con el propósito de
evitar que la garantía constitucional del amparo se utilice como un mero medio retardatorio o dilatorio
de la jurisdicción ordinaria, o una tercera instancia prohibida por la ley. En este sentido es necesario tener
presente que, para el máximo tribunal constitucional, lejos de constituir la multa en una simple fuente de
ingresos, es en realidad un mecanismo de defensa de naturaleza preventiva, cuyo efecto debe trascender
del ámbito económico al netamente jurídico.
Procedencia
De conformidad con el artículo 46 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad,
cuando el tribunal estime, razonándolo debidamente, que el amparo interpuesto es frívolo o
notoriamente improcedente, además de condenar en costas (aspecto que ya fue abordado con
anterioridad), sancionará con multa de cincuenta a mil quetzales, según la gravedad del caso, al abogado
que lo patrocine.
Con fundamento en la norma anteriormente indicada se pueden apreciar ciertas características
particulares de la multa en materia de amparo:
Esta sanción posee la particularidad de que debe ser impuesta, con exclusividad, al profesional o
profesionales del Derecho que hayan auxiliado la acción de amparo. Se entiende que los abogados
patrocinantes en estas acciones constitucionales son los responsables de la juridicidad de las mismas.
De ahí que si en su planteamiento y tramitación no se han observado los preceptos legales
respectivos, se deba presumir responsable de ello al abogado auxiliante.
La aplicación de la referida sanción debe ser entendida impuesta en forma individual, y no en forma
conjunta a todos los profesionales multados.
Su procedencia se encuentra condicionada a la inviabilidad del proceso instado, es decir, que se
puede imponer únicamente cuando el amparo promovido sea considerado improcedente.
Su imposición presupone la frivolidad de proceso instado o su notoria improcedencia, aspectos que
ya fueron analizados en el presente trabajo.
Constituye una sanción de carácter eminentemente económico.
La obligatoriedad de su imposición se encuentra dispuesta en la ley, pero la graduación de su monto
queda a criterio del juez de amparo.
Se impone, por regla general, en sentencia, sea de primera o segunda instancia, pero dicho aspecto
no impide que pueda ser impuesta en auto cuando, a pesar de no haber sido resuelto improcedente
el amparo planteado, se suspenda en forma definitiva la acción o ante su desistimiento, y se considere
pertinente su imposición.
Es tan rígida la posición del máximo tribunal constitucional en este tema que, sin importar quien impugne
el pronunciamiento de primera instancia o los motivos de inconformidad de la sentencia (fundamentos
del recurso de apelación), y aun en franca contravención del principio procesal de prohibición de
reformatio in peius, ha optado por modificar los montos de las multas impuestas en primera instancia,
con el fin de adecuarlas al criterio anteriormente indicado. En otras palabras, si el pronunciamiento de
primera instancia conocido en alzada impuso la sanción de multa, y la denegatoria de la acción es
confirmada en segunda instancia, la Corte hará pronunciamiento en el sentido de modificar el monto de
la referida multa, para que la misma quede en el máximo permitido por la ley
La importancia del hábeas corpus o exhibición personal, como se conoce a este instituto en Guatemala,
radica en el objeto de su función, es decir en la salvaguardia de uno de los valores fundamentales del
Estado de derecho: la libertad personal. Sin la existencia de este mecanismo, la libertad sería simplemente
un postulado formal y la vigencia del Estado de derecho quedaría en entredicho.
El antecedente más concreto de la actual acción de hábeas corpus o exhibición personal parece ser el
interdicto romano de homine libero exhibendo, contenido en el Digesto, título XXIX, libro XLIII.
Los interdictos nacen en el Derecho Romano como institutos de derecho público, y su misma
denominación (interdicto, de interdicere) alude a interpelar a la autoridad pública a fin de tutelar
determinados derechos. De ahí la nota de imperatividad con que se formula el interdicto: restituas,
exhíbeos, veto, ne facías, vim fieri veto, etcétera. Constituyeron una herramienta pretoriana, y, en efecto,
eran decisiones emitidas por el pretor o el gobernador de una provincia. Debe aclararse que ese
interdicto fue creado por el pretor a fin de completar la ley Fabia de plagiariis. Esta ley establecía una
pena de cincuenta mil sestercios al que hubiera secuestrado, vendido o comprado a un ciudadano
romano y permitía acudir ante el pretor para requerir la fuerza pública, a fin de liberar al detenido.
El interdictum de homine libero exhibendo constituyó una especie de acción popular, ejercitable por
cualquiera (ya que "compete a todos, porque a ninguno se le ha de impedir que favorezca la libertad") y
perpetua. Quem liberum dolo malo retines, exhibeeas, decía el pretor (¡Exhibe al hombre libre que
retienes con dolo malo!). Solamente amparaba a hombres libres, puesto "al hombre libre no se le debe
retener en tiempo alguno con dolo malo". El hombre no libre, el esclavo, no estaba protegido por el
interdicto; tampoco el redemptus, situado en la escala intermedia entre el ser libre y el esclavo.
La orden de exhibición, anticipo del "auto" de hábeas corpus (“exhibir es sacar al público, y permitir que
se vea y se toque al hombre. Exhibir propiamente manifestar lo que está oculto", indicaba el Digesto),
exigía un cumplimiento inmediato, y provocaba sanciones pecuniarias en caso de desobediencia, sin
perjuicio además de la acusación criminal derivada de la lex Fabia. Requería, eso sí, que no estuviese
discutida la calidad de hombre libre: "Si se duda si el detenido es libre o siervo, o pende controversia
sobre su estado, se ha de apartar de este interdicto, y tratar de la causa de libertad", advertía el Digesto.
Interesa subrayar, finalmente, que el interdicto de homine libero exhibendo —cuya meta era la liberación
del ilegalmente aprehendido— no procedía si el detenido estaba así por su propia voluntad: "si alguno
retiene al que quiere ser retenido, no parece que comete dolo". Sin embargo, si tal presunto
consentimiento obedecía a seducción o engaño, había dolo y, por tanto, procedía el interdicto.
El hábeas corpus romano tendría su réplica en el Derecho español, específicamente en los fueros de
Aragón y Vizcaya. En Aragón se da mediante el juicio sumario del Fuero de Aragón de 1428. En esta
versión, el denominado Justicia Mayor de Aragón (una especie de defensor del pueblo) poseía la facultad
de interrumpir la aplicación de órdenes del monarca cuando afectaban la libertad y derechos de los
hombres y a través del juicio de manifestación. El juicio de manifestación en Aragón implica la protección
judicial para liberar a las personas de la violencia, opresión o tropelía que padecen, y especialmente la
extracción y depósito voluntario de una hija de familia, con autoridad del juez, para explorar su voluntad
en materia de matrimonio.
10.1 Clases
En su origen histórico y acepción tradicional, el hábeas corpus surge como remedio contra una detención.
Sin arresto, el hábeas corpus parece que no tiene razón de ser, ya que es un remedio, precisamente,
contra aprehensiones ilegales. Su meta natural, por lo demás, estriba en disponer una libertad. Sin
embargo, el desarrollo posterior del instituto del hábeas corpus lo ha hecho proyectar hacia situaciones y
circunstancias que si bien son próximas a un arresto, no se identifican necesariamente con él. La
pertenencia de esa prolongación del hábeas corpus se estudiará al considerar cada uno de los distintos
tipos de hábeas corpus en vigencia.
10.2 Historia
Los derechos humanos y su protección son el supuesto básico del funcionamiento de todo sistema
democrático. Todo régimen que actúe bajo la fuerza afecta los derechos humanos, particularmente la
libertad. A partir de lo anterior, el Hábeas corpus ha sido una garantía establecida en los principales
instrumentos internacionales como recurso efectivo para el reconocimiento del derecho a la libertad.
En el artículo XXV, inciso 3, relativo al derecho de protección contra lo detención arbitraria, señala que:
Todo individuo que haya sido privado de su libertad tiene derecho a que el juez verifique sin demora la
legalidad de la medida y a ser juzgado sin dilación injustificada, o, de lo contrario, a ser puesto en
libertad. Tiene derecho también a un tratamiento humano durante la privación de su libertad.
Toda persona privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal competente, a fin de
que este decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto o detención y ordene su libertad si el arresto
o la detención fueran ilegales. En los estados partes cuyas leyes prevén que toda persona que se viera
amenazada de ser privada de su libertad tiene derecho a recurrir a un juez o tribunal competente a fin de
que este decida sobre la legalidad de tal amenaza, dicho recurso no puede ser restringido ni abolido.
Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido cualquier otro recurso efectivo ante los jueces
o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos
por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas
que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.
Además, en su artículo 27, numeral 2, que regula lo relativo a la suspensión de garantías, advierte que:
"Quien se encuentre ilegalmente preso, detenido o cohibido de cualquier otro modo del goce de su
libertad individual, amenazado de la pérdida de ella, o sufriere vejámenes, aun cuando su prisión o
detención fuere fundada en ley, tiene derecho a pedir su inmediata exhibición ante los tribunales de
justicia, ya sea con el fin de que se le restituya o garantice su libertad, se hagan cesar los vejámenes o
termine la coacción a que estuviere sujeto.
Si el tribunal decretare la libertad de la persona ilegalmente recluida, esta quedará libre en el mismo acto
y lugar.
Cuando así se solicite o el juez o tribunal lo juzgue pertinente, la exhibición reclamada se practicará en el
lugar donde se encuentre el detenido, sin previo aviso ni notificación.
"La exhibición personal, recogida y garantizada por el Artículo 263 constitucional, da origen a un recurso
jurisdiccional que, descargado de mayores formalismos, persigue evitar detenciones ilegales, bien que
provengan del poder público, como de particulares, cuyo objeto es determinar, por la autoridad judicial
que conozca, los fundamentos de la detención. Si tal autoridad la estima ilegal debe decretar la libertad;
en caso contrario debe denegarla, sin perjuicio de hacer cesar los vejámenes que dieran existir, aun
cuando la detención o prisión resulten fundadas en ley."
El Tribunal Constitucional guatemalteco también ha destacado que en el artículo referido se regula más de
una tipología de exhibición personal y, por ende, también impone la obligación de desarrollar y
consolidar distintos procedimientos:
"La exhibición personal persigue determinar si la persona que la solicita es objeto de detención —o se le
amenaza con ella— ilegal o de trato arbitrario, violatoria, por ende, del derecho a la libertad (Artículo
263 constitucional), cuya promoción puede hacerse ante los tribunales de justicia (Artículo 82 de la Ley
de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad). Se trata, en esta, de evitar que ocurra o que
cese la restricción del derecho a la libertad cuando, sin causa, autoridad o particular pretenda refrenar la
de quien pide la exhibición; o le ha apresado u ordenado su detención careciendo de facultad para ello;
o sufre maltratos estando en prisión o detenido legalmente. Ambos procedimientos, como se ve, tienen
distinta finalidad y, por ello, maneras diferentes de operar."
11.1 Procedencia
11.2 Competencia
La competencia de los tribunales para la exhibición personal se rige de conformidad con lo dispuesto para
los tribunales de amparo; sin embargo, en esta materia la competencia que corresponde a la Corte de
Constitucionalidad será ejercida por la Corte Suprema de Justicia (Artículo 83 de la Ley de Amparo,
Exhibición Personal y de Constitucionalidad). Pero esta acción podrá iniciarse ante cualquier tribunal, el
que deberá dictar a prevención las providencias urgentes requeridas por el caso, y el conocimiento del
asunto pasará sin demora, con un informe de lo actuado al tribunal competente (Artículo 84 de la Ley de
Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad). Pero también indica la norma de la materia, que
los tribunales que tengan conocimiento de que alguna persona se encuentra en las condiciones descritas
en el artículo 82 referido, están obligados a iniciar y promover de oficio la exhibición personal (Artículo
86 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad); también deberá instruir
inmediatamente el proceso, y tendrá que constituirse sin demora en el lugar en el que estuviera el
agraviado. Si el ofendido estuviere detenido fuera del perímetro o municipio del tribunal que conozca
respecto de la exhibición personal, se deberá nombrar un juez ejecutor (Artículo 90 de la Ley de Amparo,
Exhibición Personal y de Constitucionalidad).
11.3 Interposición
La exhibición personal se puede solicitar en forma escrita, por teléfono o verbalmente. La solicitud la
puede hacer el agraviado o cualquier otra persona, sin necesidad de acreditar representación y sin
sujeción a formalidades de ninguna clase (Artículo 85 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad). La Ley de la materia impone la obligación de denunciar al alcaide, jefe, subalterno o
ejecutor del establecimiento o lugar en el que una persona estuviere detenida, presa o privada de su
libertad, si estuviera ante hechos que den lugar a la exhibición personal. Caso contrario, se le aplicará la
pena de cincuenta a quinientos quetzales de multa, sin perjuicio de las demás sanciones legales (Artículo
87 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad).
11.4 Tramite
Si el agraviado se encuentra fuera del municipio en el que reside el tribunal que conoce la exhibición
personal, en defecto de juez ejecutor podrá comisionarse el cumplimiento del auto de exhibición a
cualquiera otra autoridad o persona cuyas calidades garanticen su cometido. Para las diligencias se
pondrán a disposición del ejecutor por la vía más rápida para que la autoridad referida proceda a cumplir
en forma inmediata el mandato del tribunal. La intención es que el ejecutor se traslade sin demora al
lugar en el que se encuentre el funcionario bajo cuya disposición se encontrare el agraviado. El ejecutor le
notificará el auto de exhibición personal, le exigirá que le exhiba inmediatamente al ofendido, así como
los antecedentes que hubiere o informe de su conducta. Si corresponde, le ordenará que cesen las
restricciones o vejaciones a que estuviere sometido el individuo ofendido. El ejecutor tiene la obligación
de informar en el plazo más breve posible (la ley dice "enseguida"), del resultado de su comisión (Artículo
91 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad).
La persona agraviada debe ser presentada aun cuando se encuentre presa, por la existencia de orden de
autoridad judicial competente y como consecuencia del procedimiento que se desarrolle de conformidad
con lo establecido en la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad. Con posterioridad
se le retornará al sitio de detención con la remisión de los autos correspondientes (Artículo 94 de la Ley
de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad). También se podrá verificar la exhibición
personal en el lugar en el que se encuentra el detenido, si fuera solicitado o si el tribunal considera que
esa práctica es conveniente. La diligencia se practicará sin previo aviso o notificación a persona alguna
(Artículo 96 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad). Si la exhibición se solicitó
a favor de personas plagiadas o desaparecidas, el juez que ordenó la exhibición debe comparecer
personalmente a buscarlas en el lugar en el que presuntamente se encuentren, que pueden ser: centros de
detención, cárceles o cualquier otro lugar señalado, sugerido o sospechado en el que se pudieran
encontrar (Artículo 95 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y Constitucionalidad).
Si el juez de la causa, al analizar el informe y los antecedentes del determina que la detención o la prisión
son ilegales, debe decretar la libertad de la persona afectada, la que quedará libre en el mismo acto y
lugar. También puede ocurrir que, a petición del afectado o del interponerte, el juez ordene a la
autoridad que tenga a disposición al agraviado, que lo entregue a una tercera persona que fuera
designada por 3el afectado o el interponerte y en un lugar seguro, circunstancia que debe constar en el
acta (Artículo 97 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad).
11.6 El ejecutor
El cargo de ejecutor será desempeñado en forma ad honórem. Al ejecutor, todas las autoridades y
habitantes de la República le deben guardar preeminencia y el respeto debido, todo el tiempo que dure
el desempeño de su cargo. Además, durante el tiempo referido gozará de inmunidad personal y no podrá
ser detenido por ninguna causa, salvo por delito cometido in fraganti. Cuando el ejecutor comparezca al
centro de detención a practicar la exhibición personal ordenada, y el agraviado no fuere habido o
presentado, deberá buscarlo personalmente en todos los lugares de ese centro de detención, sin perjuicio
de seguir su búsqueda en cualquier otro lugar en el que pudiere ser encontrado. Durante la práctica de las
diligencias de exhibición, el ejecutor deberá tomar, de conformidad con la ley, todas las medidas de
seguridad que fueren necesarias contra el detenido para evitar su evasión. Los tribunales y el ejecutor, si
fuere el caso, pueden pedir el auxilio de la fuerza pública para que se cumplan sus resoluciones. Si la
autoridad requerida no presta el auxilio solicitado en forma inmediata, incurrirá en responsabilidad,
conforme lo prescribe el Código Penal (Artículos 101 a 105 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad).
Para el Derecho, entre otras ciencias, el mundo cambió —aunque solo a pequeña parte de la humanidad
goce del privilegio de contar— con las cuevas tecnologías de la comunicación para fomentar el desarrollo
de su vida.
El poder informático se ha desarrollado de tal manera que ha Producido consecuencias negativas. Nuestra
hoja de vida puede ser Manejada por intereses malintencionados o impúdicos que solicitan datos de
personas para fines indebidos con el objeto de dañar la conducta, la carrera profesional, el honor y la
moral.
Como fruto de esto, se crea la institución del hábeas data para proteger la información de personas que
están en manos de otros. Es una acción iniciada por los particulares para que se preserve su derecho
humano a la intimidad. Tiene, como intención principal, proteger de los abusos, excesos y arbitrariedades
que con el mal uso de la información pudieran lesionar los derechos de la personalidad, como otros
derechos constitucionales motivados por una información tergiversada, falsa o discriminatoria que conste
en un registro o banco de datos. Es la respuesta jurídica para proteger la información personal tomando
conocimiento de datos propios en poder de otros.
Toda persona tiene derecho a la información, a acceder a cualquier registro de datos, sea público o
privado. Pero para tomar conocimiento de los mismos y en caso de existir falsedad, manipulación o
discriminación, es necesario contar con un medio legal expedito y urgente que le permitirá detener,
suprimir, rectificar, modificar, actualizar, en todo o en parte, el dato en cuestión, para que se detenga la
manipulación, se subsane la falsedad o el menoscabo que pudiera implicar. Esta acción no tiene por
objeto limitar los avances de la ciencia, sino que se vincula con el control del uso abusivo y excesivo que
se le pudiera dar a esa información que puede producirle perjuicios a las personas.
En los archivos en soporte papel se acumuló toda la información atinente a la persona, desde su
nacimiento a más allá de la muerte. Pero estos archivos tenían el inconveniente de la lentitud de su
confección, falta de comunicación entre sí, tardanza en la búsqueda y encuentro de lo anotado,
posibilidad de reaccionar a tiempo para evitar que se comuniquen errores, etc. Ello evitó que fuera
notorio el riesgo que para el ser humano entrañaban estos registros. Es con la informática al servicio de
estos repertorios como se intensifica la potencial amenaza a la privacidad, ya que se descubre la
posibilidad de compilar información en cantidades inimaginables, pudiéndose procesar y difundir en
cuestión de segundos. La máxima expresión de esta amenaza la configura Internet, que es un medio eficaz
para entrelazar los datos de tal manera de poder obtener casi instantáneamente una radiografía del
individuo. De ahí la necesidad actual de proteger el ámbito de la privacidad.
El avance de la tecnología generó la aparición de los bancos de datos. No existe definición jurídica de
banco de datos. Técnicamente es un "conjunto organizado de bases de datos junto con el soporte físico y
el soporte lógico para su explotación, tal como los programas de mantenimiento y actualización y los
programas de gestión, administración y aplicación".
Por todo lo mencionado, es necesario dispensarle a los datos personales una protección distinta al
derecho a la intimidad en su concepción tradicional, que dé una adecuada protección a la privacidad
permitiendo la posibilidad del uso de los sistemas automatizados.
Podríamos decir que la esfera privada no escapa de la llamada "globalización" que abarca la transmisión
de informaciones y de datos, muchos de los cuales son de personas, sus cualidades, sus proyectos de vida,
y también de su patrimonio. Desnuda un aspecto del ser en el que se ponen en veremos la dignidad
como valor sustancial y los derechos que de ella provienen.
Constituye a esta altura de la civilización una verdad de Perogrullo que quien cuenta con buena
información, cuenta con una cuota importante de poder, y que si además tiene a su disposición
tecnología apta Para procesarla, multiplicarla en cantidad y calidad y transmitirla ágilmente, ese poder
aumenta considerablemente.
Los pilares de este novísimo fenómeno —el "poder informático", consecuencia palmaria de los recientes
avances en materia de tecnología informática y de telecomunicaciones que provocaron la "revolución
informática"— se encuentran en las libertades informativa e informática.
Al realizar un análisis de los aspectos relativos a las consecuencias de la "revolución informática" es dable
advertir que, en el caso en que la actividad de recolección, tratamiento y transmisión de datos se dirige a
información de índole personal, puede ocasionar graves perjuicios a los registrados, con lo cual, si no
existe coto alguno a la actividad informática, las consecuencias para las personas incluidas en las "bases" y
"bancos" de datos pueden ser catastróficas, en especial porque a través de simples operaciones asociativas
de datos es factible no sólo establecer los perfiles, sino, incluso, desnudar aspectos íntimos de las personas
registradas.
El fenómeno predescrito (como se dijo originado a partir de los efectos provocados por el
almacenamiento, entrecruzamiento y transferencia de datos personales mediante tecnología informática,
dado que, obviamente, el registro de antecedentes, referencias o datos relativos a las personas no
constituye un fenómeno nuevo, pues archivos manuales o mecanográficos hubo siempre, pero no
generaron demasiados conflictos sino hasta el advenimiento de la denominada "era de las
computadoras"), comenzó a preocupar a las sociedades desarrolladas a partir de la década de los años 70
y consecuentemente dio origen a ciertas normas tendentes a regular el tratamiento de datos personales,
en tren de oponer a la "libertad informática" de los registradores un haz de derechos y libertades de los
registrados (o solo uno, que pretende englobarlos, denominado "derecho a la autodeterminación
informativa".), potencialmente amenazados por el uso abusivo de aquella libertad".
Así las cosas, se formaron dos frentes de batalla que no siempre fueron tratados de manera
independiente: uno, ocupado de los avances informáticos sobre los derechos personales cuya meta se
centraba especialmente en la limitación de la actividad de los operadores de las bases y bancos de datos
en el tratamiento de datos personales, y otro, preocupado por la eliminación de límites abusivos al
derecho a informarse y permitir el libre acceso y tratamiento de datos vacantes. Ambos, curiosa pero no
casualmente, confluyeron a la hora del dictado de las normas sobre tratamiento de datos personales, e
incluso en algunas versiones del hábeas data.
12.1 Concepto
Hábeas: Segunda persona del presente subjuntivo de habeo o habere; significa aquí tengas en posesión,
que es una de las acepciones del verbo.
Data: Es el acusativo plural de datum, que en los diccionarios más modernos definen como
representación convencional de hechos, conceptos o instrucciones de forma apropiada para la
comunicación o procesamiento por medios automáticos.
El hábeas data no tiene añeja o rancia prosapia. Es una de las garantías constitucionales más modernas,
aunque se la denomine mitad en latín y mitad en inglés. "En efecto, su nombre ha sido parcialmente
tomado del antiguo instituto del hábeas corpus, en el cual el primer vocablo significa 'conserva o guarda
tu...', y del inglés 'data', sustantivo plural que significa 'información o datos'. En síntesis, en una traducción
literal sería 'conserva tus datos'."
Por analogía, con el hábeas corpus se puede decir que el hábeas data significa que cada persona "tiene sus
datos". El objeto tutelado coincide con la intimidad y la privacidad de la persona, ya que todos los datos
referidos a ella que no tienen como destino la publicidad o la información innecesaria a terceros necesitan
preservarse.
Explica Falcón que "Por vía de esta extensión con referencia al hábeas corpus, hábeas data viene a
significar: traigan el dato y sométanlo al tribunal. Sin embargo, el verdadero origen del término es
desconocido, aunque reciente. La expresión, como en otros campos del Derecho (sana crítica, hábeas
corpus, deber ser, etc.) es una construcción nominal sustantiva en la cual el adjetivo (hábeas) califica una
cualidad permanente del sustantivo (data)".
En similar inteligencia, Bidart Campos explica: "El hábeas data significa, por analogía con el hábeas
corpus, que cada persona "tiene sus datos" (en vez de "tiene su cuerpo").
"La acción de hábeas data es una modalidad de amparo que permite a toda persona interesada acceder al
conocimiento de los datos que consten en registros, o bancos, públicos o privados destinados a proveer
informes, y a exigir su supresión, rectificación, confidencialidad o actualización, en caso de falsedad o
discriminación. Esta información debe referirse a cuestiones relacionadas con la intimidad y no puede ser
utilizada por terceros sin el derecho reconocido a hacerlo".
"La acción de hábeas data se define como el derecho que asiste a toda persona —identificada o
identificable— a solicitar judicialmente la exhibición de los registros —públicos o privados— en los cuales
se hayan incluido sus datos personales o los de su grupo familiar, para tomar conocimiento de su
exactitud, y requerir la rectificación, la supresión de datos inexactos u obsoletos que impliquen
discriminación".
Es la garantía procesal constitucional que tiene todo sujeto de derecho para conocer los datos, o registros
respecto de él, que obren en bancos de datos, computarizados o no, públicos o privados, y con
posibilidades de difusión.
Esta garantía ha cobrado gran importancia en la actualidad, con el auge de los bancos informáticos de
datos, a los cuales se puede acceder fácilmente de muy diversos y sofisticados modos (a través de una
línea telefónica, a veces incluso burlando las medidas de seguridad del propio banco de datos, de
Internet, etc.), todo lo cual multiplica la posibilidad de propagar datos personales, cuya difusión pudiera
perjudicar, de cualquier modo, a su titular, agraviando así su derecho a la intimidad.
El hábeas data tiene una doble consideración. A veces se le trata como un derecho constitucional de las
personas enraizado en el derecho a la intimidad; en otras, se atiende a su función como garantía o
proceso constitucional, originado a partir de su reconocimiento en la Constitución.
En cada caso, la originalidad latinoamericana muestra paralelos en la condición constitucional que tiene la
figura, pues casi todos los países coinciden en darle un lugar al proceso dentro del capítulo de garantías
procesales.
La diferencia con Europa es evidente; aquí la protección sobre los datos personales se toma de la tutela
fundamental al derecho de intimidad, donde los tribunales constitucionales y los jueces comunitarios
tienen una cobertura normativa amplia y completa desde las directivas de la unión y la legislación
específica de cada nación, donde se destaca España entre todas las demás.
Estados Unidos sigue la línea de sus enmiendas en materia de trechos subjetivos y colectivos. Prefiere las
acciones individuales cubiertas por una ley que defiende la privacidad de los hogares y de las personas.
La posición legal donde el hábeas data se instala no es una cuestión menor. Siguiendo el esquema
enumerado se podría afirmar que América ha creado un "proceso constitucional" propio (autónomo) o
derivado (como modalidad de amparo); Europa tiene derechos y deberes a partir de las leyes de
tratamiento de datos personales, y Estados Unidos una acción especial que difiere en poco de las
pretensiones destinadas a la defensa de la intimidad.
Ahora bien, esta línea de presentación no es simétrica con la eficacia que cada uno acredita. América no
tiene hasta ahora una experiencia valiosa para mostrar; Estados Unidos ha evolucionado en la tutela de la
privacidad sobre los datos, pero es regresiva en otros aspectos; mientras Europa orienta desde la
Comunidad Económica una potencia arrolladora de normas y resoluciones que persiguen más ideales que
protecciones concretas o particulares.
La conclusión interesa reafirmarla para evitar disquisiciones sobre la jerarquía que tiene, toda vez que es
diferente la ubicación y el rango de garantía según se interprete nacida desde la Constitución, legislada
por una ley procesal o reglamentada con independencia de su ubicación normativa.
"La explicación del tratadista García Belaúnde, referida a la naturaleza jurídica del instituto que se analiza,
es ineludible por su claridad y precisión. El autor peruano sostiene que si el hábeas data no está
expresamente consagrado en la Constitución no es un instituto procesal constitucional, ya que para que
existan figuras procesales es necesario que la institución no sólo se destine a la defensa constitucional, sino
que tenga una ubicación constitucional expresa, pero puede ser que el derecho sea defendido por un
hábeas data que no es creación constitucional, sino creación de una ley procesal cualquiera, de naturaleza
más bien civil. Pues simplemente estaremos al frente de una institución de naturaleza civil que protegerá
derechos fundamentales. Nada impide que una institución como es el hábeas data nazca al margen de la
Constitución y por ley expresa, si bien es cierto que estará destinada a la defensa de determinados
derechos con rango constitucional".
12.3 Evolución
El hábeas data tiene una doble consideración. A veces se le trata como un derecho constitucional de las
personas enraizado en el derecho a la intimidad; en otras, se atiende a su función como garantía o
proceso constitucional, originado a partir de su reconocimiento en la Constitución.
En cada caso, la originalidad latinoamericana muestra paralelos en la condición constitucional que tiene la
figura, pues casi todos los países coinciden en darle un lugar al proceso dentro del capítulo de garantías
procesales.
La diferencia con Europa es evidente; aquí la protección sobre los datos personales se toma de la tutela
fundamental al derecho de intimidad, donde los tribunales constitucionales y los jueces comunitarios
tienen una cobertura normativa amplia y completa desde las directivas de la unión y la legislación
específica de cada nación, donde se destaca España entre todas las demás.
Estados Unidos sigue la línea de sus enmiendas en materia de trechos subjetivos y colectivos. Prefiere las
acciones individuales cubiertas por una ley que defiende la privacidad de los hogares y de las personas.
La posición legal donde el hábeas data se instala no es una cuestión menor. Siguiendo el esquema
enumerado se podría afirmar que América ha creado un "proceso constitucional" propio (autónomo) o
derivado (como modalidad de amparo); Europa tiene derechos y deberes a partir de las leyes de
tratamiento de datos personales, y Estados Unidos una acción especial que difiere en poco de las
pretensiones destinadas a la defensa de la intimidad.
Ahora bien, esta línea de presentación no es simétrica con la eficacia que cada uno acredita. América no
tiene hasta ahora una experiencia valiosa para mostrar; Estados Unidos ha evolucionado en la tutela de la
privacidad sobre los datos, pero es regresiva en otros aspectos; mientras Europa orienta desde la
Comunidad Económica una potencia arrolladora de normas y resoluciones que persiguen más ideales que
protecciones concretas o particulares.
La conclusión interesa reafirmarla para evitar disquisiciones sobre la jerarquía que tiene, toda vez que es
diferente la ubicación y el rango de garantía según se interprete nacida desde la Constitución, legislada
por una ley procesal o reglamentada con independencia de su ubicación normativa.
"La explicación del tratadista García Belaúnde, referida a la naturaleza jurídica del instituto que se analiza,
es ineludible por su claridad y precisión. El autor peruano sostiene que si el hábeas data no está
expresamente consagrado en la Constitución no es un instituto procesal constitucional, ya que para que
existan figuras procesales es necesario que la institución no sólo se destine a la defensa constitucional, sino
que tenga una ubicación constitucional expresa, pero puede ser que el derecho sea defendido por un
hábeas data que no es creación constitucional, sino creación de una ley procesal cualquiera, de naturaleza
más bien civil. Pues simplemente estaremos al frente de una institución de naturaleza civil que protegerá
derechos fundamentales. Nada impide que una institución como es el hábeas data nazca al margen de la
Constitución y por ley expresa, si bien es cierto que estará destinada a la defensa de determinados
derechos con rango constitucional".
12.4 Características
El hábeas data tiene una doble consideración. A veces se le trata como un derecho constitucional de las
personas enraizado en el derecho a la intimidad; en otras, se atiende a su función como garantía o
proceso constitucional, originado a partir de su reconocimiento en la Constitución.
En cada caso, la originalidad latinoamericana muestra paralelos en la condición constitucional que tiene la
figura, pues casi todos los países coinciden en darle un lugar al proceso dentro del capítulo de garantías
procesales.
La diferencia con Europa es evidente; aquí la protección sobre los datos personales se toma de la tutela
fundamental al derecho de intimidad, donde los tribunales constitucionales y los jueces comunitarios
tienen una cobertura normativa amplia y completa desde las directivas de la unión y la legislación
específica de cada nación, donde se destaca España entre todas las demás.
Estados Unidos sigue la línea de sus enmiendas en materia de trechos subjetivos y colectivos. Prefiere las
acciones individuales cubiertas por una ley que defiende la privacidad de los hogares y de las personas.
La posición legal donde el hábeas data se instala no es una cuestión menor. Siguiendo el esquema
enumerado se podría afirmar que América ha creado un "proceso constitucional" propio (autónomo) o
derivado (como modalidad de amparo); Europa tiene derechos y deberes a partir de las leyes de
tratamiento de datos personales, y Estados Unidos una acción especial que difiere en poco de las
pretensiones destinadas a la defensa de la intimidad.
Ahora bien, esta línea de presentación no es simétrica con la eficacia que cada uno acredita. América no
tiene hasta ahora una experiencia valiosa para mostrar; Estados Unidos ha evolucionado en la tutela de la
privacidad sobre los datos, pero es regresiva en otros aspectos; mientras Europa orienta desde la
Comunidad Económica una potencia arrolladora de normas y resoluciones que persiguen más ideales que
protecciones concretas o particulares.
La conclusión interesa reafirmarla para evitar disquisiciones sobre la jerarquía que tiene, toda vez que es
diferente la ubicación y el rango de garantía según se interprete nacida desde la Constitución, legislada
por una ley procesal o reglamentada con independencia de su ubicación normativa.
"La explicación del tratadista García Belaúnde, referida a la naturaleza jurídica del instituto que se analiza,
es ineludible por su claridad y precisión. El autor peruano sostiene que si el hábeas data no está
expresamente consagrado en la Constitución no es un instituto procesal constitucional, ya que para que
existan figuras procesales es necesario que la institución no sólo se destine a la defensa constitucional, sino
que tenga una ubicación constitucional expresa, pero puede ser que el derecho sea defendido por un
hábeas data que no es creación constitucional, sino creación de una ley procesal cualquiera, de naturaleza
más bien civil. Pues simplemente estaremos al frente de una institución de naturaleza civil que protegerá
derechos fundamentales. Nada impide que una institución como es el hábeas data nazca al margen de la
Constitución y por ley expresa, si bien es cierto que estará destinada a la defensa de determinados
derechos con rango constitucional".
El objetivo de esta garantía es brindar una protección especial al derecho a la intimidad, el cual
consideramos una derivación del derecho a la dignidad. En definitiva, evitar que el uso incorrecto de la
información pueda lesionar el honor, el buen nombre y el ámbito de privacidad de la persona, como
consecuencia de la difusión de datos erróneos, incompletos o inexactos.
Es necesario destacar, además, que esta figura presupone la existencia de cinco objetivos principales:
A. Que una persona pueda acceder a la información que sobre ella conste en un registro o banco de
datos;
B. Que se actualicen los datos atrasados;
C. Que se rectifiquen los inexactos;
D. Que se asegure la confidencialidad de cierta información legalmente obtenida para evitar su
conocimiento por terceros; y
E. Supresión en los procesos de obtención de informado requisito de la llamada información sensible,
entre la que cabe mencionar la vida íntima, ideas políticas, religiosas o gremiales.
Los objetivos más importantes son el reconocimiento de los derechos de acceso y control de datos, y
derecho a accionar en los casos en que la ley lo prescribe.
Para dar cumplimiento a los objetivos planteados existe una serie de principios básicos para la protección
de datos, los cuales son:
A. Principio de la Justificación Social: Esto implica que la recolección de datos deberá tener un propósito
general y usos específicos socialmente aceptables.
B. Principio de la Limitación de la Recolección: Esto significa que existe una serie de datos cuya
recolección debe prohibirse, salvo excepciones justificadas, como por ejemplo datos referentes a la
raza, religión, salud, costumbres sexuales, opiniones políticas, usos de estupefacientes, etc. Fuera de
estos datos sensibles, la recolección de otros datos debe ser con autorización, conocimiento y
consentimiento del interesado, y deberá limitarse al mínimo necesario para alcanzar el fin perseguido
con la recolección de cualquier tipo de datos personales.
C. Principio de la Calidad o Fidelidad de la Información: Conforme a este principio, los datos
recolectados deben ser verdaderos, de tal suerte que no produzcan una falsa imagen de la persona.
Por ello es que las legislaciones deben permitir el acceso para su verificación, y poder rectificar, anular
o actualizarse cualquier dato que no corresponda a la realidad.
D. Principio de la Especificación del Propósito o la Finalidad: Esto implica que al recolectarse los datos
debe especificarse la razón o finalidad de aquella, impidiendo que los datos puedan usarse con fines
distintos para los cuales se señaló como razón para la recolección.
E. Principio de la Confidencialidad: Esto significa que el acceso a la información por parte de terceros
solo será posible si lo consiente el propio sujeto de la información, o por mandato judicial.
Indudablemente, puede distinguirse cuando los datos se proporcionen sin especificar, ni identificar al
sujeto, y ello puede ocurrir cuando se realiza un estudio de carácter estadístico, en cuyo caso no
acarreará sanción alguna.
F. Principio de Salvaguardia de Seguridad: A través de este principio se establece la obligación, por parte
del responsable del registro, de adoptar las seguridades adecuadas para proteger la información
contra posibles pérdidas, destrucciones o acceso no autorizado. Inclusive puede disponerse la
posibilidad de destruir la información en circunstancias especiales, como en los casos de guerra, por
ejemplo.
G. Principio de la Política de Apertura: Se garantiza a través de este principio la transparencia de la
acción de la administración pública o privada respecto de los procedimientos y prácticas
concernientes al procesamiento de datos personales. Por ello deben ser de conocimiento público la
existencia, fines, usos y métodos de operación de los registros de datos personales.
H. Principio de la Limitación en el Tiempo: Los datos deben conservarse solo hasta el cumplimiento de
la finalidad para la cual fueron recolectados. Cumplida la finalidad, la información debe ser
cancelada, salvo casos excepcionales.
I. Principio de Control: Se debe prever un organismo de control, responsable de la efectividad de los
principios enunciados. Tanto la ley danesa como la francesa prevén organismos especiales. La primera
crea una inspección de registros, y la segunda la Comisión Nacional de la Informática y las Libertades.
J. Principio de la Participación Individual: Consagra el derecho de acceso de las personas al registro de
datos donde se halla recolectada ^información sobre su vida personal o familiar.
Por analogía con el hábeas corpus, se puede decir que el hábeas data significa que cada persona "tiene sus
datos". El objeto tutelado coincide con la intimidad y la privacidad de la persona, ya que todos los datos
referidos a ella que no tienen como destino la publicidad o la información innecesaria a terceros necesitan
preservarse.
El hábeas data procede contra los datos total o parcialmente exactos o discriminatorios, y también contra
los datos obsoletos o los que deban permanecer reservados.
La aludida finalidad protectiva se dispone para fines específicos: la garantía del derecho al honor y a la
intimidad de las personas y el acceso a la información que sobre las mismas se registre. La declarada
garantía de estos derechos conlleva asumir la estrecha relación entre los datos de carácter personal y los
derechos al honor y a la intimidad y, en especial, muy estrechamente con este último (sin desconocerse
las indudables relaciones con el derecho de la dignidad personal, de mayor espectro alcance).
13.1 Tipos
Existe una clasificación formulada por Néstor Pedro Sagüés, que es citada recurrentemente por distintos
autores, fallos y por la doctrina especializada y comparada. Conforme lo explica el autor mencionado, el
instituto de hábeas data admite ciertas variables enunciadas. Conviene clasificarlas, dice, teniendo en
cuenta también otras modalidades que pueden surgir de la experiencia jurídica contemporánea.
Óscar Raúl Pucinelli manifiesta que la clasificación de los diversos tipos y subtipos de hábeas data (los que
coexisten la mayoría de las veces en una misma norma) se relacionan directamente con el objetivo que
cada uno persigue, y con el derecho que el sujeto activo pretende esgrimir a través de él. Desde ya, dice
Pucinelli, el hábeas data ha sido concebido principalmente para tutelar los derechos de los particulares
frente a quienes colectan, tratan o distribuyen (ya sea otros particulares o el Estado), y que se encuentra
más perfeccionado para aquel fin que para su otra versión, que pretende brindar una herramienta
efectiva, tanto a quienes colectan información, ante la negativa injustificada de acceso a las fuentes de
información pública, como a la sociedad, que también cuenta con el derecho a informarse a través de
quienes, luego de recabada la información, la proyectarán hacia ella.
Pucinelli, refiriéndose al caso argentino, el tema relativo a los datos personales y al acceso a la
información pública, ha tenido regulaciones diversas: Mientras algunas de las provincias consideraron en
sus constituciones solo un aspecto de la protección de aquellos datos, ocupándose de los antecedentes
policiales y penales (La Rioja, Salta y San Juan), o de establecer el derecho de acceso a las fuentes de
información (Catamarca y Formosa; además de Río Negro y San Luis, que por otra parte, también
regularon el hábeas data); otras fueron más allá, consagrando el hábeas data como una acción específica
de garantía (Ciudad Autónoma de Buenos Aires, provincia de Buenos Aires, Córdoba, Chaco, Chubut, La
Rioja, Jujuy, Río Negro, San Luis, San Juan y Tierra del Fuego, aunque con diseños bien diversos).
Además de la regulación constitucional, o en lugar de ella, algunas provincias asumieron el tema de la
legislación subconstitucional (Tucumán, Neuquén y Jujuy).
Volviendo a la opinión de Néstor Sagüés, las categorías por él establecidas son las siguientes:
A. Informativo: Sagüés llama hábeas data informativo al que, respondiendo al objeto originario de
este proceso constitucional, procura solamente recabar información obrante en registros o bancos
de datos públicos o privados destinados a proveer informes. Del hábeas data informativo existen
tres subtipos: el exhibitorio, el finalista y el autoral.
A.1. Exhibitorio: Esta forma responde a la pregunta ¿qué se registró? Tiene por fin,
evidentemente, y en palabra de los doctrinarios, "tomar conocimiento de los datos"
referidos a la persona que articula el hábeas data.
A.2. Finalista: Su meta es saber ¿para qué? y ¿para quién? se registran los datos. Emerge,
además de para qué tomar conocimiento de los datos, para conocer la finalidad de ellos.
A.3. Autoral: Este subtipo, dice Sagüés, no es tan habitual ni en la doctrina ni en el derecho
comparado. Su propósito es inquirir acerca del productor, del gestor y del distribuidor de
datos. Si la norma declara que “no podrá afectar el secreto de las fuentes de información
periodística" mediante un hábeas data, parecería que sí es factible a través de esta acción
preguntar por las fuentes de información no periodística y sobre las que no pese
jurídicamente otro tipo razonable de secretos de fuentes. Abonando esta postura, la
Constitución de la provincia de San Luis enuncia el derecho de los habitantes para
averiguar la fuente de información en que se obtienen los datos respectivos.
Pucinelli indica que este subtipo de hábeas data se encuen regulado expresamente en las
siguientes constituciones: Argentina, Bra^f Colombia, Paraguay y Perú. También lo prevé
expresamente la Cons'tituc-- de Portugal, y en el plano de las autonomías locales argentinas °a
encuentra regulado por las constituciones de Buenos Aires (Ciudad autónoma y provincia),
Córdoba, Chaco, Chubut, Jujuy, Rio Negro, San Juan, San Luis y Tierra del Fuego.
B. Por Omisión: En este subtipo el propósito es agregar más datos a los que debería constar en el
respectivo banco o base. El caso más común es de poner al día información atrasada (por
ejemplo, si alguien aparece como deudor habiendo satisfecho su obligación, o aparece como
encausado habiendo sido en definitiva sobreseído).
D. Reservador: Este subtipo busca asegurar la confidencialidad de ciertos datos. En tal caso, el dato
es cierto y no hay obstáculos para su conservación por parte del registro respectivo, pero sí
puede causar daños su divulgación, y por ende se ordena al titular del registro que lo mantenga
en sigilo, para su uso personal exclusivo o para su empleo específico para los fines legales
pertinentes. No obstante, si media un interés público relevante en la transmisión de esos datos,
tal interés puede vencer la valla que significa el perjuicio por la difusión (por ejemplo, la
comunicación de antecedentes penales).
E. Cancelatorio o Exclutorio: Se refiere a la denominada información sensible, concerniente a ideas
políticas, religiosas o gremiales, al comportamiento sexual, a ciertas enfermedades o actos de
contenido racial, todos ellos potencialmente discriminatorios o lesivos del honor o privacidad del
afectado.
No existe una regla fija acerca de cuándo es procedente un hábeas data para reservar y cuándo el
contenido peligroso de esa información es tan grande que corresponde borrarla. Dice Sagüés que el
criterio delimitador al respecto es cambiante de pueblo en pueblo y de momento a momento. Datos que
otrora no eran vistos como nocivos (los referidos a la identificación étnica de una persona) asumen hoy,
en ciertas sociedades, rasgos tan negativos, que parece indispensable eliminarlos en los bancos de datos.
En última instancia, será la judicatura la que deberá precisar el concepto indeterminado de información
sensible.
Pucinelli, en cambio, no comparte que se trate solamente de datos sensibles, y manifiesta: "Nosotros
preferimos incluir en este tipo a otra clase de información, que no entrando en el catálogo de sensible, de
todas formas no puede ser almacenada por cualquier registro (como ocurre con las fórmulas de
determinadas sustancias), pues si bien alguno las podrá contener de manera reservada, en los casos en que
no se trata de un registro habilitado para ello, no bastará con confidencializarla, sino que es
imprescindible su eliminación". Este tipo, dice Pucinelli, se encuentra regulado expresamente en las
constituciones de Argentina y Paraguay. También lo prevé expresamente la Constitución de Portugal,
aunque limitado al caso de la informática.
Para concluir con todo el panorama de clasificación del hábeas data, indica Sagüés, que desde luego un
hábeas data puede ser mixto, en el sentido de comprender un objetivo simplemente exhibitorio o
pretender, también, actualizar, rectificar, reservar o excluir datos concernientes a la información que obre
en un registro.
Según Sagüés, el hábeas data importa una pieza del derecho procesal constitucional, configurativa de un
amparo especializado, con finalidades específicas.
El amparo, conforme lo indica buena parte de la doctrina, es la garantía de principio. Por ello las normas
que regulan esta acción siempre serán, en mayor o menor medida y en lo pertinente, aplicables al
proceso de hábeas data. En conclusión, es una categoría del género amparo, debido a que se lo presenta
como una variante de esta acción.
Se ha instituido el hábeas data como una acción de amparo especial que permite a toda persona tomar
conocimiento de los datos o informaciones a ella referidos o que lo afecten o puedan afectarla, alterando
o restringiendo indebidamente sus derechos, especialmente de intimidad y a la veracidad de su imagen, y
una vez comprobada la inexactitud, falsedad, carácter discriminatorio o lo indebido de la difusión a
terceros de los mismos, otorga al afectado la potestad, a través de la misma, de exigir su supresión,
rectificación, modificación, actualización, o confidencialidad, según fuere al caso.
También este instituto es conocido en el derecho comparado como hábeas data, el que algunos califican
como "amparo informativo" o "amparo informático".
Tanto el amparo propiamente dicho, el hábeas corpus y el hábeas data, son variables del mismo género:
el amparo como tutela de los derechos consagrados en la legislación.
El hábeas data es concebido, bien como una acción de garantía específica, o bien como un subtipo
especializado de amparo (aunque algunos autores prefieren mencionarlo como derecho y no como
garantía.)
No toda la doctrina concuerda con la decisión constitucional de configurar el hábeas data como una
especie del amparo. Por citar un ejemplo, Almark y Molina Quiroga entienden respecto de tal
circunstancia que: "Al consagrar el hábeas data, asimilándolo a la acción de amparo, se corre el serio
riesgo de desvirtuar la finalidad del instituto. Mientras el amparo como remedio o vía procesal de
naturaleza excepcional requiere que exista "ilegalidad o arbitrariedad manifiestas, el "hábeas data", en
cambio, tiene una finalidad muy específica, que es otorgar a toda persona un medio procesal eficaz para
proteger su intimidad, o evitar que terceras personas hagan un uso indebido de información de carácter
personal que le concierne".
El sistema constitucional guatemalteco, les reconoce a los habitantes del país, en forma expresa e
implícita, una serie de derechos fundamentales, entre los que se encuentra el acceso a la información
pública. Este último es considerado como un derecho vinculado en forma muy estrecha con el ejercicio de
la libertad de expresión de ideas, al que las autoridades públicas le deben prestar una atención y
protección especial. El derecho de acceso a la información está consagrado en los artículos 19 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos; 19, inciso 2), del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos; 13, inciso 1), de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; 30, 31 y 35, párrafo
quinto, de la Constitución Política de la República; y 5 de la Ley de Emisión del Pensamiento. Sin
embargo, el reconocimiento mencionado no ha significado el ejercicio efectivo de este derecho, debido a
que un gran número de funcionarios y empleados públicos se resisten o se oponen a que los ciudadanos
accedan libremente a los archivos, registros y expedientes públicos.
El veintitrés de septiembre del año dos mil ocho, el Congreso de la República de Guatemala, sancionó el
Decreto 57-2008, Ley de Acceso a la Información Pública, norma que fue publicada en el Diario de
Centro América el veintitrés de octubre, también de dos mil ocho. De conformidad con el artículo 72 de
la Ley referida, esta entró en vigencia ciento ochenta días después de su publicación en el Diario Oficial.
La entrada en vigencia del Decreto mencionado, constituyó un gran avance para fomentar y fortalecer la
búsqueda de transparencia en la función pública, el combate a la cultura de opacidad, la necesidad de
participación ciudadana en la vida y en los asuntos públicos, la responsabilidad de la administración
pública, y en términos generales, una importante herramienta con miras a la consolidación de la vida
democrática y republicana del país. Dicho cuerpo normativo atribuye al Procurador de los Derechos
Humanos la calidad de autoridad reguladora en esta materia. Además, por su naturaleza de derecho
fundamental, este tema corresponde al mandato constitucionalmente establecido al reconocido como
Comisionado del Congreso de la República. El derecho humano de libre acceso a la información o el
derecho a saber, parte del principio de que la información pertenece a los ciudadanos, es pública por
principio y le corresponde al Estado a través de sus instituciones el adecuado manejo para su
disponibilidad y transparencia. Este derecho le permite a la población un mejor nivel de toma de
decisiones, al contar con información accesible, certera y oportuna.
En el artículo 1 de la ley que se analiza establece que el objeto de entre otros, es: 1) garantizar a toda
persona interesada, sin discriminación alguna, el derecho a solicitar y a tener acceso a la información
pública en posesión de las autoridades y sujetos obligados por la ley; 2) garantizar a toda persona
individual el derecho a conocer y proteger los datos personales de lo que de ella conste en archivos
estatales, así como de las actualizaciones de los mismos; y 3) garantizar la transparencia en la
administración pública y de los sujetos obligados y el derecho de toda persona a tener acceso libre a la
información pública. Los tres objetivos señalados están íntimamente relacionados con el hábeas data,
principalmente en aquellos sistemas u órdenes jurídicos que lo reconocen como una garantía
constitucional.
En el artículo 3 de la Ley de Acceso a la Información Pública se reconocen los principios que la inspiran, y
se destacan los siguientes: 1) máxima publicidad; 2) transparencia en el manejo y ejecución de los recursos
públicos y actos de la administración pública; 3) gratuidad en el acceso a la información pública, y 4)
sencillez y celeridad de procedimiento.
La ley analizada, con el fin de unificar su interpretación, en su artículo 9 ha establecido una serie de
definiciones, de las cuales se transcribirán las que están relacionadas con el instituto del hábeas data.
Datos personales: los relativos a cualquier información concerniente a personas naturales identificadas o
identificables.
Datos sensibles o datos personales sensibles: aquellos datos personales que se refieren a las características
físicas o morales de las personas o a hechos o circunstancias de su vida privada o actividad, tales como los
hábitos personales, el origen racial, el origen étnico, las ideologías y opiniones políticas, las creencias o
convicciones religiosas, los estados de salud físicos o psíquicos, preferencia o vida sexual, situación moral
y familiar u otras cuestiones íntimas de similar naturaleza.
Derecho de acceso a la información pública: el derecho que tiene toda persona para tener acceso a la
información generada, administrada o en Poder de los sujetos obligados descritos en la presente ley, en
los términos y condiciones de la misma.
Información pública: es la información en poder de los sujetos obligados contenida en los expedientes,
reportes, estudios, actas, resoluciones, oficios, correspondencia, acuerdos, directivas, directrices, circulares,
contratos, convenios, instructivos, notas, memorandos, estadísticas o bien, cualquier otro registro que
documente el ejercicio de las facultades o la actividad de los sujetos obligados y sus servidores públicos,
sin importar su fuente o fecha de elaboración. Los documentos podrán estar en cualquier medio, sea
escrito, impreso, sonoro, visual, electro informático u holográfico y que no sea confidencial ni estar
clasificado como temporalmente reservado.
Hábeas data: es la garantía que tiene toda persona de ejercer derecho para conocer lo que de ella conste
en archivos, fichas, registros o cualquier otra forma de registros públicos, y la finalidad a que se dedica
esta información, así como a su protección, corrección, rectificación o actualización. Los datos
impersonales no identificables, como aquellos de carácter demográfico recolectados para mantener
estadísticas, no se sujetan al régimen de hábeas data o protección de datos personales de la presente ley.
La regulación concreta del instituto que analizamos se inicia en el artículo 30 de la Ley de Acceso a la
Información Pública. En el artículo mencionado se indica que los sujetos obligados de estas normas son
responsables de los datos personales que contengan los registros que manejan y que no podrán usar la
información obtenida para fines comerciales, salvo que hayan obtenido autorización expresa del titular
de la información; y por ello deberán:
1. adoptar los procedimientos adecuados para recibir y responder las solicitudes de acceso y
corrección de datos que sean presentados por los titulares de los mismos o sus representantes
legales, así como capacitar a los servidores públicos y dar a conocer información sobre sus
políticas en relación con la protección de tales datos;
2. administrar datos personales solo cuando estos sean adecuados, pertinentes y no excesivos, en
relación con los propósitos para los cuales se hayan obtenido;
3. poner a disposición de la persona individual, a partir del momento en el cual se recaben datos
personales, el documento en el que se establezcan los propósitos para su tratamiento;
4. procurar que los datos personales sean exactos y actualizados;
5. adoptar las medidas necesarias que garanticen la seguridad, y en su caso confidencia o reserva de
los datos personales y eviten su alteración, pérdida, transmisión y acceso no autorizado.
1. Los necesarios por razones estadísticas, científicas o de interés general previstas en ley, previo
procedimiento por el cual no puedan asociarse los datos personales con el individuo a quien se
refieran;
2. Cuando se transmitan entre sujetos obligados o entre dependencias y entidades del Estado,
siempre y cuando los datos se utilicen para el ejercicio de facultades propias de los mismos;
3. Cuando exista una orden judicial;
4. Los establecidos en la propia ley;
5. Los contenidos en los registros públicos;
6. En los demás casos que establezcan las leyes.
El artículo referido también establece, pero como cuestión prohibitiva, que no se podrán crear bancos de
datos o archivos con datos sensibles o datos personales sensibles, salvo que sean utilizados para el servicio
y atención propia de la institución que lo hubiese creado.
El artículo 33 de la Ley analizada establece que solamente los titulares de la información o sus
representantes legales, previa acreditación de ambas circunstancias, podrán solicitar que se les
proporcione los datos personales que estén contenidos en sus archivos o sistema de información. La
información requerida debe ser entregada por el sujeto obligado dentro de los diez días siguientes,
contados a partir de la presentación de la solicitud, en formato o de manera que el solicitante comprenda
lo que se le remita, o de la misma forma y por escrito, se le debe comunicar que el sistema de datos
personales no contiene la información que fue requerida.
De acuerdo con lo normado en el artículo 34 de la ley referida, los particulares podrán solicitar, de la
misma forma en que se mencionó en el Párrafo anterior, que se modifiquen sus datos personales
contenidos en cualquier sistema de información. Para ello, el interesado debe entregar una solicitud de
modificaciones, en la que deberá indicar el sistema de datos personales al que va dirigido, los cambios
que desea realizar, y adjuntará los documentos que motiven su petición. El sujeto obligado —la
autoridad— debe entregarle al solicitante, en un plazo no mayor de treinta días hábiles contados a partir
de la entrega de la solicitud, la resolución en la que consten las modificaciones o un informe
fundamentando las razones 0 motivos por los cuales no procedieron los cambios requeridos.
Cuando se produzca la negativa por parte del sujeto obligado de entregar o corregir datos personales, el
artículo 35 de la Ley de Acceso a la Información Pública establece que se podrá interponer recurso de
revisión, que es definido como un medio de defensa jurídica, que tiene por objeto garantizar que en los
actos y resoluciones de los sujetos obligados —autoridad pública—, se respeten las garantías de legalidad
y seguridad jurídica (artículo 52 de la Ley de Acceso a la Información Pública).
La norma indica en forma expresa que el recurso de revisión lo debe presentar el interesado por sí mismo
o por medio de su representante legal, ante la autoridad máxima del sujeto obligado, la que será
competente para resolverlo. La interposición se debe efectuar dentro de los quince días siguientes a la
fecha de la notificación de la resolución que contiene la negativa del sujeto obligado de entregar o
corregir datos personales. También es procedente el recurso de revisión, de acuerdo con lo normado en
el artículo 55 de la Ley de Acceso a la Información Pública, en los mismos términos y plazos cuando:
Es obligación de la máxima autoridad de los sujetos obligados, subsanar, en forma inmediata, dice la ley,
las deficiencias que existan en los recursos interpuestos, debido a que se debe respetar el principio de
sencillez en materia administrativa (artículo 56 de la Ley de Acceso a la Información Pública).
De conformidad con lo establecido en el artículo 57 de la ley analizada, son requisitos que debe contener
el recurso de revisión:
Es obligación de la máxima autoridad del sujeto obligado, de acuerdo con lo establecido en el artículo 58
de la ley que se está analizando, sustanciar el recurso de revisión de acuerdo con las siguientes directivas:
Las resoluciones de la máxima autoridad del sujeto obligado deben constar por escrito y establecer el
plazo para su cumplimiento y los procedimientos para asegurar su ejecución; y pueden confirmar la
decisión de la Unidad de Información, o también pueden revocar o modificar aquellas decisiones y, por
consiguiente, ordenar a la dependencia o entidad que permita al particular o a su representante legal el
acceso a la información solicitada, la entrega de esta o las modificaciones, correcciones o supresiones a los
datos sensibles solicitados. (Artículo 59 de la Ley de Acceso a la Información).
Emitida la resolución de la máxima autoridad del sujeto obligado, en la que se declaró la procedencia o
improcedencia de las pretensiones del recurrente, aquella conminará al obligado para que dé exacto
cumplimiento a lo resuelto, dentro del plazo de cinco días, bajo apercibimiento, de que en caso de
incumplimiento certificará lo conducente ante el órgano jurisdiccional competente; sin perjuicio de
dictarse todas aquellas medidas de carácter administrativo y las que conduzcan a la inmediata ejecución
de lo resuelto. Una vez concluido el procedimiento de revisión, se considerará agotada la fase
administrativa, por lo que contra esa resolución, el interesado podrá interponer la acción constitucional
de amparo, con el objeto de que prevalezca su derecho constitucional, sin perjuicio de que Pueda iniciar
otro tipo de acciones legales vinculadas con la normativa específica. La última circunstancia descrita
confirma que para el legislador guatemalteco el hábeas data constituye un derecho que puede ser ejercido
por los ciudadanos, pero no una garantía como la reconocen otras legislaciones nacionales, circunstancia
que se considera negativa, en virtud de que el instituto jurídico analizado es de mayor amplitud e
importancia que el que le asignó el legislador guatemalteco.
En los artículos 267 de la CPRG y 133 de la LAEPyC se encuentra positivado, en el ámbito guatemalteco,
el instrumento procesal que tiene por propósito instar el control directo, abstracto y reparador de
constitucionalidad, sobre las normas infra-constitucionales que conforman el ordenamiento jurídico: "Las
acciones en contra de leyes, reglamentos o disposiciones de carácter general que contengan vicio parcial o
total de inconstitucionalidad, se plantearán directamente ante el Tribunal o Corte de Constitucionalidad.".
Se superó la connotación de recurso que se le atribuía anteriormente.
Es importante destacar que el análisis confrontativo que esta figura demanda, a efecto de determinar si
existe desavenencia entre la Constitución y la ley, reglamento o disposición de carácter general
cuestionados, debe desarrollarse a partir de premisas argumentativas que razonablemente conduzcan a
establecer de forma concluyente si la normativa impugnada se encuadra o no en el marco de la
constitucionalidad, más allá de las motivaciones de orden político que hayan impulsado a la autoridad de
que se trate para emitirla. Mynor PINTO ACEVEDO refiere: "El análisis para establecer la
incompatibilidad entre la ley y la Constitución debe ser eminentemente jurídico, sin substituir el criterio
del legislador sobre la oportunidad o conveniencia de las decisiones tomadas, las que por el principio de
legitimidad democrática de la ley su constitucionalidad se presume iuris tantum…”.
Ahora bien, conviene matizar que esto no quiere decir que el examen de constitucionalidad pueda
considerarse asépticamente desprovisto de componentes políticos, culturales, sociales, económicos, etc.,
pues la propia Carta Magna está impregnada de los mismos, dado que su contenido invoca una serie de
principios y valores de matices heterogéneos; y de igual manera es natural que éstos se hallen inmersos en
la gran diversidad de materias y áreas de la convivencia social que pueden ser objeto de regulación en las
preceptivas de carácter general.
Legitimación
De conformidad con lo dispuesto en el artículo 134 de la LAEPyC, poseen legitimación activa para
formular este tipo de planteamiento:
A. La Junta Directiva del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala, actuando por medio de su
Presidente. Anteriormente era la Asamblea General del referido Colegio la que estaba dotada de
legitimación, en una previsión que aunque le imprimía especial representatividad al planteamiento,
en la práctica lo hacía menos probable, pues requería la organización de un evento en el que los
colegiados aprobaran la iniciativa por medio del sufragio.
B. El Ministerio Público, por medio del Fiscal General de la República de Guatemala. Si bien en el texto
del precepto de referencia está enunciado que actuará a través del Procurador General de la Nación,
es preciso recordar que al haber sido ratificado en consulta popular el texto propuesto por el
Congreso de la República en el Acuerdo Legislativo 18-93, fue modificado lo originalmente dispuesto
en los artículos 251 y 252 de la CPRG, que reconocían al Ministerio Público como ente responsable
de la representación del Estado y al Procurador General de la Nación como su Jefe127, en el sentido
de que de aquél se escindió la Procuraduría General de la Nación, formando una nueva institución
con funciones propias. Dado que el artículo 134 de la LAEPyC permaneció intacto, la CC en su
momento aclaró que este caso de legitimación debe entenderse aún alusivo al Ministerio Público,
pero ahora por medio del Fiscal General de la República128. La relacionada reforma constitucional y
su posterior interpretación para efectos de este punto por parte del tribunal constitucional,
acentuaron el cariz independiente que ya perseguía desde su contenido inicial el artículo 134 ibídem,
respecto a lo establecido en la antigua ley de la materia, que sujetaba la iniciativa del Ministerio
Público al arbitrio del Presidente de la República.
D. Cualquier persona, con el auxilio de tres abogados colegiados activos. Esta posibilidad de "acción
popular" encuentra consonancia con uno de los deberes políticos que corresponden a todo
ciudadano según el artículo 135, inciso b, de la CPRG. Por otro lado, este precepto revela de nueva
cuenta la voluntad de los constituyentes de hacer más accesible la acción de inconstitucionalidad
general a la sociedad, pues si bien ya se preveía este supuesto en la regulación anterior, para hacer
acopio del mismo era necesario el auxilio de diez abogados colegiados activos, además de tener que
acreditar una afectación directa13condicionamiento que ponía en entredicho el carácter abstracto
ínsito al proceso constitucional de referencia, y que fue suprimido en la redacción actual.
Presupuestos de viabilidad
A fin de que llegado el momento procesal oportuno el tribunal constitucional pueda pronunciarse sobre
el fondo del señalamiento de inconstitucionalidad de una norma, es ineludible que el planteamiento por
el que se solicita su intervención para ese efecto, cumpla con determinados presupuestos procesales cuya
omisión le impedirá a aquél emitir un juicio valorativo sobre el particular.
Es vital que los razonamientos aludan en abstracto a la normativa reprochada per se, y no a
circunstancias fácticas vinculadas al postulante en lo particular, como también lo puntualiza el tribunal
constitucional: "... el razonamiento en este tipo de planteamiento debe hacerse en abstracto (pues en
el examen de constitucionalidad de las leyes, se enjuician normas y no hechos concretos (...)
requiriéndose que exista una comparación entre la disposición constitucional y la ordinaria (o
impugnada), para que su confrontación se haga por medio de una argumentación precisa y lógica,
sustentada en cuestiones jurídicas y no simplemente en posibilidades fácticas o en criterios
opinables...".
B. Generalidad de la normativa impugnada. El examen de conformidad con la Ley Fundamental por vía
del control de constitucionalidad directo debe tener como materia normas generales dirigidas a un
número indeterminado de sujetos, cuya potencial aplicabilidad se encuentre supeditada a la
verificación objetiva de los supuestos fácticos previstos de forma abstracta e impersonal en ellas; por
ende, toda norma particularizada debe entenderse excluida de ese ámbito. Este presupuesto
usualmente se corrobora de forma palmaria en las leyes emanadas del Congreso de la República,
pero no ocurre lo mismo con ciertos mandatos provenientes del Organismo Ejecutivo y las entidades
descentralizadas o autónomas, cuyo contenido debe ser analizado para establecer si verdaderamente
pueden ser catalogadas como disposiciones de carácter general.
Existen dos atributos cuya concurrencia puede resultar especialmente esclarecedora para determinar
cuándo es dable considerar a un acto de poder público como norma general: en primer lugar, ésta
debe revestir heteroaplicatividad, es decir, su sola emisión y vigencia carecen de trascendencia
inmediatamente individualizada en la esfera de derechos y obligaciones de sus destinatarios; y,
además, debe tratarse de una disposición que claramente provenga de la voluntad prescriptiva, en
gran medida unilateral, de una autoridad superior.
Las disposiciones pertenecientes a leyes de rango constitucional únicamente son pasibles de ser
analizadas por esta vía si han experimentado reforma; pues sólo de esa manera dejan de ser producto
directo de la voluntad del constituyente. La CC ha razonado respecto a esta cuestión que "... las
decisiones de la Asamblea Nacional Constituyente, plasmadas en las leyes de rango constitucional, no
pueden ser expulsadas del ordenamiento jurídico interno, únicamente por medio de la reforma de la
ley y de acuerdo al procedimiento establecido en la Constitución, no siendo procedente su exclusión
del sistema normativo por medio de una inconstitucionalidad general o inaplicadas mediante su
planteamiento, ya que de lo contrario este Tribunal se estaría convirtiendo en un legislador
constitucional negativo...".
E. Carácter interno de la normativa impugnada. Los tratados y convenios internacionales no pueden ser
declarados inconstitucionalidades por vía del control reparador de constitucionalidad; una vez
ratificados, constituyen obligaciones internacionales de ineludible cumplimiento, que sólo pueden ser
desvanecidas por medio de la denuncia respectiva. Este tópico ha despertado cierta polémica, sobre
todo como consecuencia de que en el sistema de justicia constitucional guatemalteco el control
preventivo de constitucionalidad no está previsto con carácter obligatorio en todos los casos, como
se verá posteriormente.
Requisitos técnico-formales
De conformidad con lo dispuesto en los artículos 135 de la LAEPyC, y 28 de las Disposiciones
reglamentarias y complementarias No. I-89 (Acuerdo 4-89 de la Corte de Constitucionalidad), en
concatenación con las reglas de derecho procesal común previstas en los artículos 45, 61 y 106 del Código
Procesal Civil (Decreto-Ley 107) -aplicables mutatis mutandi por remisión expresa de las primeras
disposiciones citadas-, al formular este tipo de planteamiento deben cumplirse los siguientes requisitos
técnico- formales:
C. Datos generales de identificación del postulante. Esto es, sus nombres y apellidos completos o de la
persona que lo represente, su edad, estado civil, nacionalidad, profesión u oficio, domicilio e
indicación del lugar para recibir notificaciones;
D. De ejercerse personería, debe acompañarse el título que acredite tal calidad; tal es el caso del
Presidente del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala -que además debe comprobar que
actúa en ejecución de lo decidido por la Junta Directiva de dicha entidad- y del Fiscal General de la
Nación y Jefe del Ministerio Público.
F. Fundamento de derecho en que se apoya la solicitud, citando las leyeís respectivas; íntimamente
ligado al anterior.
I. Firmas del solicitante y del abogado colegiado que lo patrocina, así como el sello de éste. Si el
solicitante no sabe o no puede firmar, lo hará por él otra persona o el abogado que lo auxilie.
J. Doce copias claramente legibles, en papel común o fotocopia, de todo el legajo que se presente -
escrito y documentación acompañada-.
K. Disco compacto que contenga la versión electrónica exacta del memorial de interposición, para
facilitar al Tribunal la lectura y copia fiel de los pasajes conducentes en la resolución del
planteamiento - esto es facultativo-.
B. Formal o interna corporis. El vicio que se denuncia es la inobservancia del procedimiento previsto en
la Constitución Política de la República de Guatemala para la emisión de la disposición impugnada. Es
decir, que ésta no ha sido producida en el modo o por la fuente predeterminados para el efecto;
deviene indistinto que su contenido propiamente dicho si se estime acorde a lo preceptuado por
aquélla149. Aunque la regla general es que la inconstitucionalidad de leyes, reglamentos o
disposiciones de carácter general se resuelve como punto de derecho150, en este tipo de
planteamientos conviene según el caso, aportar material probatorio que acredite la falencia
procedimental que se reprocha.
A. Total. Se cuestiona el contenido íntegro del cuerpo normativo impugnado; usualmente ocurre
cuando este último por alguna razón se ve inescindiblemente afectado por el vicio de
inconstitucionalidad que se denuncia. Puede ser debido a ser particularmente concentrado o breve,
acaso integrado por preceptos íntimamente conectados por una misma idea fundamental; también es
común que ello obedezca a que lo que se señala es un defecto interna corporis, o bien, cuando el
objeto de impugnación es una mera disposición general. Incluso puede ocurrir que el postulante
advierta motivos de inconstitucionalidad correlativos a todas las normas que conforman una ley. En
todo caso, el postulante debe ocuparse de exponer un análisis confrontativo que efectivamente
abarque a toda prescripción que impugna, a fin de satisfacer adecuadamente ese requisito en su
planteamiento, pues el hecho de que lo haga bajo la denominación de total no le dispensa de ello.
B. Parcial. Se cuestionan determinadas disposiciones o pasajes del cuerpo normativo impugnado; el vicio
de inconstitucionalidad se ubica en un segmento específico del mismo. Es el tipo más recurrente
dentro de esta clasificación.
Admisión a trámite
Al ser presentado un planteamiento de esta índole, debe verificarse que en el mismo concurran los
requisitos técnico-formales correspondientes. Una vez satisfecho ese extremo, procederá disponer su
admisión a trámite. En caso de advertirse alguna omisión, se ordenará al postulante que la subsane dentro
del tercer día de haber sido notificado para el efecto.
Suspensión Provisional
Es menester que oficiosamente la Corte de Constitucionalidad dirima este aspecto dentro del lapso de
ocho días posteriores a la admisión a trámite. Cuando aprecie que la inconstitucionalidad denunciada es
notoria y susceptible de causar gravámenes irreparables -ponderación que realiza respecto a la población
en general- es procedente que decrete la suspensión provisional de la normativa cuestionada;
determinación que se publica en el Diario Oficial al día siguiente de haberse decretado y posee efectos
erga omnes. El tribunal constitucional debe ser sumamente prudente en su decisión sobre el particular,
pues si decide disponer la referida suspensión y luego se decanta por emitir una sentencia desestimatoria,
provoca una laguna en el ámbito temporal de validez de la norma afectada, con el consiguiente
detrimento de la seguridad jurídica de la legislación.
Audiencia
Independientemente de lo decidido con relación a la posibilidad de la suspensión provisional, debe darse
audiencia por quince días al Ministerio público y a cualesquiera autoridades o entidades que la Corte de
Constitucionalidad estime pertinente158, expresión del constituyente que guarda sintonía con los rasgos
propios de la inconstitucionalidad de carácter general, en la que no subyace una controversia
intersubjetiva - como sí ocurre en otros instrumentos del sistema de justicia constitucional, como la
inconstitucionalidad en caso concreto y el amparo-; esto es, no existen partes con pretensiones
contrapuestas directamente asociadas al devenir del proceso constitucional. Más allá de que éste suele ser
instado por una persona determinada, lo que a la postre se persigue con el pronunciamiento que lo
culmina es dilucidar una cuestión de interés público, con alcance general para la sociedad.
De ahí que la Corte suela incluir en la lista de sujetos "adicionales" a los que confiere esta audiencia,
además del órgano emisor de la preceptiva impugnada -nadie mejor para defender su constitucionalidad-,
a personas y entidades cuya aportación considere valiosa para la resolución del planteamiento,
atendiendo a su conocimiento especializado en la materia a la que aquél haga referencia.
Asimismo, eventualmente permite la intervención de otros que así lo solicitan, bajo la invocación de la
figura de derecho procesal conocida como amicus curiae, que consiste en comparecencias que pueden
realizar terceros ajenos a una disputa judicial -pero con un justificado interés en la resolución final del
litigio-, a fin de expresar sus opiniones en torno a la materia, a través de aportes de trascendencia para la
sustentación del proceso judicial. En términos generales, es la fundamental trascendencia de un asunto
para el devenir nacional, lo que estimula a organizaciones civiles a presentarse espontáneamente a
presentar sus argumentaciones a fin de influir en la decisión que el tribunal constitucional asuma en
definitiva al respecto.
Vista
Transcurrido el plazo de la audiencia antes relacionada, de oficio se señalará día y hora para la vista
dentro del término de los veinte días subsiguientes; ésta será pública si lo pidiere el Ministerio Público o el
interponente. Etapa procesal especialmente importante para este último pues es entonces que tiene la
oportunidad de replicar los argumentos que contra su tesis de inconstitucionalidad hayan podido ser
vertidos en la etapa procesal anterior.
Sentencia
La sentencia deberá pronunciarse dentro de los veinte días posteriores al de la vista, en un momento que,
a su vez, debe encontrarse dentro del término máximo de dos meses contados a partir de la fecha en que
se haya interpuesto la inconstitucionalidad. Puede producirse en dos sentidos, dependiendo de lo cual
provocará, como es natural, distintos efectos:
B. Sentido estimatorio:
a) Publicación del fallo en el Diario Oficial -Diario de Centroamérica-;
b) Pérdida de vigencia de la normativa declarada inconstitucional, que se concretará a partir de la
antedicha publicación, o de la de la suspensión provisional, según se hubiere o no decretado esta
última.
Si los presupuestos de viabilidad son verificados, el tribunal constitucional debe abordar el análisis
sustancial del planteamiento, que también gira en torno a ciertos principios o premisas generales que
orientan su ponderación de constitucionalidad sobre la normativa impugnada:
Toda decisión sobre una acción de inconstitucionalidad general está íntimamente ligada a la observancia
de este principio, por cuanto por ella se persigue garantizar la preponderancia de la preceptiva recogida
en la Constitución, como genuina expresión del poder constituyente originario sobre cualquier otra
emanada de los órganos detentadores del poder público, que constituyen poderes constituidos al amparo
de aquél. Como bien lo señala Manuel Mejicanos Jiménez: “. . . la Constitución Política de la República
es siempre la norma decisorio Litis, y por ello su aplicación es directa, no solo porque el examen requiere
que sea una norma constitucional la que se denuncie como infringida (Constitución Política de la
República como único canon de Constitucionalidad), sino porque, en el fondo, lo pretendido es que se
imponga la jerarquía de este tipo de normas mediante la expulsión de aquella de grado inferior que la
contravenga. . .”
Principio Democrático
Derivado del principio democrático y, además, atendiendo a las repercusiones irreversibles que implica la
declaratoria de procedencia de una acción de inconstitucionalidad para el ordenamiento jurídico –efectos
erga omnes, fenómeno del legislador negativo, lagunas legales-, el principio in dubio pro legislatoris o de
conservación de la norma conlleva que la sentencia estimatoria de inconstitucionalidad debe ser un suceso
excepcional, fundado en la coincidencia sustancial del tribunal constitucional con un planteamiento que,
por medio de una adecuada labor de argumentación jurídica, revele de forma clara y contundente la
colisión directa de la norma impugnada con la Ley Fundamental. Al igual que ei principio anterior, de
cierta manera gravita como un contrapeso natural al principio de supremacía constitucional, sin que ello
signifique restarle a éste preponderancia.
Interpretación armonizadora
Condice con esa máxima la CC, al asentar que: "... las normas constitucionales deben tenerse como un
conjunto armónico en el que cada parte se interpreta en forma acorde con las restantes, que ninguna
disposición debe considerarse aisladamente y que debe preferirse la conclusión que armonice y no la que
coloque en pugna a los distintos preceptos del texto constitucional. Se busca así la solución interpretativa
que maximice la eficacia de las normas constitucionales para que en caso de concurso de normas se
produzca una ponderación de los bienes, intereses y valores de tal modo que todos ellos, por gozar de
reconocimiento constitucional, conserven su armonía sistemática, procurando la realización de todos esos
bienes, intereses y valores sin sacrificar unos en beneficio de otros...". Esto último evoca, teniendo
presente la dimensión esencial de las Cartas Fundamentales como catálogos de derechos esenciales, la
técnica conciliadora propuesta por Fernando Toller para la resolución de problemas jurídicos que a priori
entrañen la contraposición de derechos fundamentales: "Para resolver los conflictos -rectius, disolver- aquí
se mantiene la tesis de que, estando en juego derechos fundamentales, en caso de aparente colisión los
jueces deben decidir cómo armonizar y compatibilizar correcta y concretamente los dos derechos que
parecen en Pugna, cuidando que ninguno sea aniquilado por el otro y buscando en cada entuerto la
mejor solución posible...".
Así lo disponen los artículos 272 de la CPRG y 163 de la LAEPyC: "Funciones de la Corte de
Constitucionalidad (...) e) Emitir opinión sobre la constitucionalidad de los tratados, convenios y
proyectos de ley, a solicitud de cualquiera de los organismos del Estado (...) h) Emitir opinión sobre la
inconstitucionalidad de las leyes vetadas por el Ejecutivo alegando inconstitucionalidad; e i) Actuar,
opinar, dictaminar o conocer de aquellos asuntos de su competencia establecidos en la Constitución de la
República.".
Asimismo, está prevista como incidencia especial dentro de la regulación atinente al proceso de
formación de la ley -cuando sea de índole constitucional-, en el artículo 124 de la Ley Orgánica del
Organismo Legislativo: "Consulta facultativa. Durante cualquiera de los debates cinco diputados podrán
proponer al Pleno que se recabe opinión (...) sobre la constitucionalidad de los tratados, convenios o
proyectos de leyes en discusión la que deberá ser aprobada mediante el voto de la mayoría…”; Io cual
encuentra congruencia con lo establecido en el artículo 164, inciso b, de la ley de la materia: "Otras
fundones de la Corte de Constitucionalidad. Corresponde también a la Corte de Constitucionalidad: b)
Emitir opinión sobre la constitucionalidad de los proyectos de ley a solicitud del Congreso de la
República…”.
16.1 Aspectos Esenciales de la Solicitud. Legitimación
Requisitos técnico-formales
La única previsión puntual de las formalidades que debe reunir la solicitud se ubica en el artículo 172 de la
ley de la materia175; por lo demás, de la naturaleza de la institución que se aborda, en concatenación
con la aplicación de reglas elementales del derecho procesal común, en la práctica se estila cumplir con
algunas cuestiones básicas:
C. Datos generales de identificación del compareciente. Esto es, nombres y apellidos completos de la
persona que ejerza la representación legal del solicitante o quien lo representa, su edad, estado civil,
nacionalidad, profesión u oficio, domicilio e indicación del lugar para recibir notificaciones;
D. Debe acreditarse la personería o la calidad con que actúa el solicitante, en el modo que sea idóneo,
según el funcionario del que se trate;
E. Debe acreditarse la decisión colegiada de solicitar la opinión consultiva, cuando se trate del Congreso
de la República o la Corte Suprema de Justicia; para lo cual resulta idónea la certificación de las
partes conducentes del acta que documentó la sesión en la que aquélla tuvo lugar.
F. Exposición precisa y razonada del motivo de la solicitud de opinión consultiva, que deberá estar
expresada en preguntas específicas;
K. Lugar y fecha
L. Firmas del solicitante y del abogado colegiado que lo auxilia, así como el sello de éste. Si el solicitante
no sabe o no puede firmar, lo hará por él otra persona o el referido abogado.
16.2 Variables
Al tenor del artículo 124 ibídem, durante el desarrollo del debate parlamentario, puede instarse el
conocimiento de la Corte de Constitucionalidad a efecto de que se pronuncie sobre la compatibilidad de
los tratados, convenios o proyectos de leyes en discusión con lo dispuesto en la Carta Magna176. Durante
cualquiera de los debates cinco diputados podrán hacer la propuesta al Pleno, la que deberá ser aprobada
mediante el voto de la mayoría; el debate se suspenderá hasta que no se haya recibido la opinión
solicitada. Pero si transcurridos sesenta días no se hubiere recibido, el Pleno resolverá si se continúa con el
trámite de la ley. A diferencia del dictamen, en este caso no está demarcado el momento oportuno para
formular la solicitud, pero en términos generales suele observarse la misma regla que en aquél, para
prevenir los inconvenientes que pueden surgir de hacerse prematuramente.
Comentario aparte merece lo preceptuado en el artículo 117 de la Ley Orgánica del Congreso de la
República, que de alguna manera contempla un control preventivo de constitucionalidad intra-orgánico,
pues al mencionar dentro de los aspectos a discutir en los dos primeros debates de un proyecto de ley, su
constitucionalidad, pone al alcance de cualquier diputado la facultad de proponer al Pleno del Congreso
el voto en contra del proyecto de ley a discusión por ser inconstitucional; y, de ser acogida la propuesta,
el proyecto de ley es desechado.
Antes de que los instrumentos de derecho internacional en los que el país esté involucrado se conviertan
en obligaciones de esa índole -por virtud del acto de su ratificación-, puede instarse el conocimiento de la
Corte de Constitucionalidad a efecto de que establezca su compatibilidad con lo dispuesto en la Carta
Magna.
El carácter facultativo que, salvo el supuesto del veto presidencial, priva en la opinión consultiva,
conlleva especial significación negativa en el ámbito de los tratados, convenios o arreglos internacionales,
porque cuando éstos ingresan al ordenamiento jurídico vigente y aplicable del país arriban
indefectiblemente a un estado irreversible respecto al sistema de justicia constitucional nacional; ello no
sucede con la legislación ordinaria, que sí puede, eventualmente, ser dejada sin efecto mediante la
inconstitucionalidad de leyes, reglamentos o disposiciones de carácter general. De ser obligatoria o
procurarse su utilización de forma más constante, podrían prevenirse eficazmente los conflictos de
constitucionalidad de la normativa convencional, pues en este plano el potencial resultado no es la
expulsión del ordenamiento jurídico, sino la pertinencia de hacer las reservas correspondientes al texto
del arreglo internacional del que se trate.
Si dentro del proceso de formación de la ley el Presidente de la República ejerce su derecho de veto
basado en la apreciación de que una determinada normativa legal adolece de inconstitucionalidad, debe
instarse el conocimiento de la Corte de Constitucionalidad a efecto de que establezca su compatibilidad
con lo dispuesto en la Carta Magna178. La obligatoriedad de la solicitud se presenta como nota distintiva
dentro de las Opiniones Consultivas. En todo caso, el Congreso puede aprobar la ley en cuestión, con el
voto de la mayoría calificada, en un supuesto de primacía legislativa.
16.3 Pronunciamiento
Plazo
De conformidad con lo establecido en el artículo 174 de la LAEPyC, la resolución que atienda la solicitud
de mérito debe ser proferida dentro del período de 60 días transcurridos a partir de su presentación.
Requisitos técnico-formales
La única previsión puntual de las formalidades que debe reunir el pronunciamiento se encuentra en el
artículo 175 de la ley de la materia; por lo demás, a partir de la naturaleza de la Opinión Consultiva en
concatenación con la aplicación de reglas elementales del derecho procesal común, en la práctica se estila
cumplir con algunas cuestiones básicas:
A. Motivo del conocimiento. Breve reseña de la solicitud que provoca conocimiento del tribunal
constitucional.
B. Competencia. Relación de la base legal que sustenta la competencia del tribunal constitucional sobre
el punto sometido a su conocimiento.
C. Legitimación. Relación de la base legal que sustenta la aptitud del postulante para formular la
solicitud
D. Consideraciones. Argumentación orientada a determinar la solución pertinente para la cuestión
planteada, a la luz del texto constitucional.
E. Decisión. Parte resolutiva en la que se precisa la conclusión a la que se arribo como resultado de las
consideraciones vertidas.
Publicidad
En el artículo 176 de la LAEPyC está normado que el fallo debe ser dado a conocer en audiencia pública
solemne, con citación de la entidad o personas solicitantes de la opinión, así como de cualesquiera otras
personas que el tribunal estima pertinente convocar; asimismo, pueden concurrir los abogados del
solicitante, el Procurador General de la Nación y la Junta Directiva del Colegio de Abogados. Ello, sin
perjuicio de que el mismo debe ser publicado en el Diario Oficial.
Efectos
El fallo es inimpugnable y no es vinculante; esto último es la nota distintiva que le diferencia -además del
objeto de análisis, claro está- de la otra faceta de control preventivo de constitucionalidad, que es el
Dictamen.
En aras del prevalecimiento del principio de supremacía constitucional, los titulares de los órganos
jurisdiccionales tienen la obligación de observar siempre el debido respeto y aplicación de la Constitución
Política de la República de Guatemala al momento de dilucidar los asuntos sometidos a su conocimiento.
En tal virtud, todo ciudadano tiene derecho a instar que esta premisa se cumpla efectivamente, cuando
aprecie que resulta contraria a la Norma Fundamental la eventual aplicación de determinada norma legal
a su caso concreto.
Así está dispuesto en los artículos 266 de la CPRG y 116 de la LAEPyC: "En casos concretos, en todo
proceso de cualquier competencia o jurisdicción, en cualquier instancia y en casación, hasta antes de
dictarse sentencia, las partes podrán plantear como acción, excepción o incidente, la inconstitucionalidad
total o parcial de una ley a efecto de que se declare su inaplicabilidad. El tribunal deberá pronunciarse al
respecto.".
Este instrumento es expresión de la vertiente difusa del sistema mixto en el que se halla dispuesto el
control de constitucionalidad normativa en Guatemala. A diferencia de la inconstitucionalidad de carácter
general, su utilización puede manifestarse ante cualquier órgano de la administración de justicia ordinaria,
desde primera instancia hasta casación, y no conlleva por pretensión poner fin al ámbito temporal de
validez de la normativa viciada mediante un fallo constitutivo y erga omnes, sino que persigue separarla
del ordenamiento jurídico aplicable para resolver un caso concreto, como resultado de un
pronunciamiento declarativo que es vinculante únicamente para las partes del litigio del que se trate.
Legitimación
De esa cuenta, la legitimación activa para instar este procedimiento tiene vértice común con otros
instrumentos de justicia constitucional - como el amparo- en el derecho al libre acceso a los tribunales del
que gozan los ciudadanos para ejercer sus acciones y hacer valer sus derechos de conformidad con la ley,
consagrado en el artículo 29 de la CPRG; y se perfecciona con la calidad de parte que el interesado debe
ostentar en el asunto principal respecto al cual persiga provocar la inaplicación de la preceptiva que
estima inconstitucional. Por último cabe acotar que únicamente la persona que figura como demandada
puede plantearlo como excepción, en congruencia con la naturaleza jurídica de esta última, solo debe
entenderse al alcance de la persona que figure como parte demandada.
Presupuestos de viabilidad
Para la Inconstitucionalidad de leyes en caso concreto devienen válidos mutatis mutandi los presupuestos
de viabilidad que fueron explicados con anterioridad para la Inconstitucionalidad de leyes, reglamentos y
disposiciones de carácter general, con algunas salvedades que se precisan a continuación:
Especial acento corresponde hacer aquí en que el Análisis confrontativo no esté apoyado en la denuncia
de circunstancias fácticas propias del caso concreto, sino en alegaciones directamente dirigidas, en
abstracto, al contenido prescriptivo de las disposiciones cuestionadas. Debe tenerse presente que la
expresión "en caso concreto" que forma parte de la denominación legal de esta figura procesal
constitucional hace referencia al asunto subyacente en el que se presenta y al alcance de los efectos que
conlleva su resolución favorable, y no al enfoque con el que debe articularse la argumentación en la que
se funde.
Por otro lado, respecto al presupuesto Vigencia de la normativa impugnada es necesario matizar que en
este caso el ámbito temporal de validez de esta última debe ser considerado únicamente respecto a la
persona del interponente; con lo que inclusive puede ocurrir que la preceptiva cuestionada ya no esté
vigente al momento de sustanciarse el proceso, pero sí sea potencialmente aplicable al interponente -y
por ende, examinable por esta vía-, por haber estado vigente en el tiempo en que sucedieron los
acontecimientos por los que aquél es juzgado.
Y a los presupuestos comunes a ambas garantías constitucionales debe agregarse, como especiales de la
que motiva este apartado:
A. Expectativa razonable de aplicación. Lo que se pretende generalmente con este instrumento procesal
constitucional es extraer la preceptiva que se reputa inconstitucional del conjunto de normas
aplicables en la resolución del caso; consecuentemente, de ello deviene la correlativa obligación
lógico-jurídica del interponente de desarrollar argumentación tendiente a demostrar que es
razonablemente factible que la disposición que impugna será decisoria litis en el asunto particular que
subyace al planteamiento. Lo usual es que esto se presuma con el solo hecho de que las partes la
hayan citado como fundamento de derecho de sus pretensiones.
Requisitos técnico-formales
En términos generales, en este contexto también son aplicables mutatis mutandi los lineamientos que ya
fueron enumerados para los efectos del planteamiento de la inconstitucionalidad de leyes, reglamentos o
disposiciones de carácter general.
Variantes en su planteamiento
B. Excepción. La forma que usualmente adoptan los mecanismos de defensa, acentuando en este caso su
carácter prejudicial, como un punto de derecho que debe ser elucidado previo a abordar la
ponderación de todos los elementos no sólo jurídicos sino fácticos que las partes aportan para
conformar la verdad procesal.
C. Incidente. Su forma más usual, como una incidencia colateral al ' decurso del asunto principal.
B. En casación. La inconstitucionalidad de una ley podrá plantearse en casación hasta antes de dictarse
sentencia. En este caso, la Corte Suprema de Justicia, agotado el trámite de la inconstitucionalidad y
previamente a resolver la casación, se pronunciará sobre la inconstitucionalidad en auto razonado.
También podrá plantearse la inconstitucionalidad como motivación del recurso, en cuyo caso es de
obligado y privilegiado conocimiento; con lo cual debe entenderse adicionado a los dos motivos
convencionales -forma y fondo- previstos en los artículos 621 y 622 del Código Procesal Civil y
Mercantil (Decreto-Ley 107 y sus reformas), el referido por la LAEPyC en el artículo 117. Así lo ha
asentado el tribunal constitucional en su jurisprudencia: "En el ordenamiento jurídico guatemalteco,
existen diversas leyes de índole procesal que autorizan el uso del recurso de casación. Entre tales
cuerpos normativos puede citarse el Código Procesal Civil y Mercantil, el Procesal Penal y la Ley de lo
Contencioso Administrativo, los que permiten el uso del recurso de casación, siempre que se sustente
en los motivos concretos que disponen sus textos. Sin embargo, debe tomarse en cuenta que por
disposición de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad, a los motivos
particulares de cada ley, tanto de forma como de fondo, debe agregarse uno más, el sustentado en la
inconstitucionalidad de ley aplicada al caso concreto (...) En otros términos, la inconstitucionalidad
resulta ser un motivo adicional a la casación con la única diferencia que es de obligado conocimiento,
sin posibilidad alguna de invocar errores para evadir su examen...".
18.2 Audiencia
Indistintamente de si el referido instrumento constitucional ha sido planteado como acción, incidente o
excepción, el órgano jurisdiccional que por el acto de su admisión a trámite queda investido del carácter
de tribunal constitucional debe conferir audiencia por nueve días a las partes y al Ministerio Público.
Dentro del tercer día de haberse cumplido el término de la audiencia o de llevada a cabo la vista pública,
según el caso, el órgano jurisdiccional que se encuentre actuando como tribunal constitucional deberá
dilucidar el cuestionamiento de inconstitucionalidad formulado; según se haya ventilado como acción o
como incidencia -concepto que abarca tanto a la excepción como a la vía incidental-, la resolución se
considerará sentencia o auto.
Por lógica procesal, la regulación de cada una de las variantes en que se puede configurar la garantía
constitucional de referencia tiene como factor común la directriz de que dicha determinación sea
proferida con antelación a los puntos propios del asunto principal que subyace a la cuestión de
constitucionalidad; a no ser que, habiéndose planteado la inconstitucionalidad en caso concreto como
excepción, se hubieren presentado también las de competencia y/o compromiso, cuyo conocimiento
debe atenderse con preferencia aún respecto a aquélla.
Ahora bien, puede ser emitida en dos sentidos, dependiendo de lo cual, provocará, como es natural,
distintos efectos:
B. Sentido estimatorio:
a) Inaplicabilidad de las disposiciones señaladas, como sustento del fallo que dilucide el asunto
principal dentro del cual se originó dicho planteamiento;
b) Suspensión provisional de las actuaciones en el litigio subyacente.
Como puede verse, la paralización del trámite del proceso ordinario se produce sólo si el tribunal que
conoce de la inconstitucionalidad en caso concreto en primera instancia decide acogerla, respondiendo a
la necesidad de impedir que se decida la cuestión principal, mientras exista motivo fundado -según la
apreciación asentada por el a quo en su resolución- para dudar de la conformidad constitucional de las
normas en las que el juzgador pueda fundarse para ese fin.
18.5 Alzada
En el artículo 127 LAEPyC está preceptuado que el sujeto procesal que no esté satisfecho con la manera en
que el juez o tribunal de la causa ha dirimido el planteamiento de inconstitucionalidad en caso concreto,
tiene a su alcance la posibilidad de provocar el conocimiento en alzada de la CC, debiendo para el efecto
interponer recurso de apelación dentro del tercer día de notificado de la resolución de primer grado,
razonando los motivos que fundamentan su actividad impugnaticia.
Una vez recibidos los autos se señalará de oficio, día y hora para la vista- que será pública si lo pidiere
alguna de las partes- dentro de un término que no podrá exceder de nueve días. La sentencia deberá
dictarse dentro de los seis días siguientes a la vista, declarando la procedencia o improcedencia del
recurso, es decir, revocando o confirmando la resolución apelada, con sus correlativas repercusiones,
según el sentido de lo decidido por el a quo.
Igualmente válidos resultan los postulados de esta índole que fueron explicados con anterioridad para la
inconstitucionalidad de leyes, reglamentos y disposiciones de carácter general. Si bien la circunstancia de
que la sentencia estimatoria de una inconstitucionalidad de leyes en caso concreto no tenga efectos erga
omnes, podría hacer pensar que principios como el democrático o el de conservación de la norma
tendrían que verse atenuados en este contexto, ello es desvirtuado con la coherencia que por elemental
seguridad jurídica la Corte de Constitucionalidad -competente para conocer de ambos procesos
constitucionales, con exclusividad en uno, y como tribunal de alzada en el otro- está obligada a guardar
en su jurisprudencia, pues en ambos supuestos lo que lleva a cabo es un juicio valorativo abstracto de la
normativa reprochada, indistintamente de que en uno de ellos su pronunciamiento tenga alcances
generales y en el otro únicamente para las partes del conflicto intersubjetivo subyacente.
19 EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL EN GUATEMALA. ORIGEN. CONCEPTO. NATURALEZA.
VARIANTES DE MAGISTRATURA CONSTITUCIONAL. INTEGRACION Y FUNCIONES DE LA CORTE
DE CONSTITUCIONALIDAD.
Al iniciar el tema relativo a la Corte de Constitucionalidad es preciso advertir que el origen de los sistemas
para el control de constitucionalidad se ubica a fines del siglo XVIII, con dos grandes revoluciones: la
norteamericana y la francesa. La primera crea el sistema americano193' (jurisdiccional) por medio de su
Constitución (1787) y se sustenta del caso Marbury vs. Madison; la segunda crea el denominado sistema
político que, a diferencia del americano que se basaba en la confianza a sus jueces, considera a los
juzgadores seres desconfiables, y por eso, la voluntad dé predominio en las normas no podía asignarse a
los magistrados, siendo preciso generar nuevas figuras para ese fin.
A inicios del siglo XX surge un nuevo sistema denominado mixto que, a la postre, sería de gran influencia
y el adoptado por el Estado guatemalteco. "Entre ambos mecanismos (jurisdiccional y político, o, si se
prefiere, de confianza o desconfianza en los jueces), el ilustre jurista Hans Kelsen imaginó y concretó para
Austria (1920) una Corte Constitucional de carácter jurisdiccional, cuyo modelo tuvo notable disposición
para adaptarse en las demás legislaciones de Europa continental. Llega a ser tan grande la influencia que,
dogmáticamente, hoy se suele hablar solamente de dos sistemas en el control de constitucionalidad de las
leyes: el americano y el austríaco (en clara referencia a los países que marcan el rumbo).".
Derivado de las funciones de ser el máximo intérprete de la Constitución, a este tipo de tribunales se les
ha instituido como el árbitro necesario de los conflictos generados entre los poderes del Estado. Su tarea
primordial fue y es la defensa del orden constitucional y, por ende, del efectivo equilibrio del ejercicio del
poder. A este respecto, García Roca destaca la función de los tribunales constitucionales en el marco del
equilibrio del poder público, indicando:
"Desde una perspectiva dinámica, realizan una función de garantía de la división de poderes a través de
muy distintos procedimientos, pero siempre mediante su actividad hermenéutica y de interpretación
suprema de las normas constitucionales. Controlar la constitucionalidad de las leyes [es] también custodiar
la división constitucional de poderes: asegurar a las minorías frente a la arbitrariedad de la mayoría,
dadas las situaciones jurídicas en las que la experiencia demuestra que pueden llegar a encontrarse. Por
eso una idea de democracia absoluta, fundada solo en la regla de la mayoría, es incompatible con la
función de garantía que los Tribunales Constitucionales efectúan. Garantizar los derechos fundamentales,
en particular cuando hablamos de derechos de libertad, no deja de ser una medida de aseguramiento de
las imprecisas fronteras de división entre lo público y lo privado...".
"Dirimir conflictos entre órganos constitucionales (allí donde el mecanismo funciona correctamente...)
sirve para custodiar las reglas de la división horizontal del poder."
"Una de las razones de ser de los Tribunales Constitucionales es, en suma, erigirse en custodio de las
diversas divisiones de poderes queridas por el poder constituyente, y de la misma diferenciación
jerárquica entre los poderes constituyente y de reforma y los poderes constituidos.»
19.1 Origen
Conforme lo expone Pereira Menaut, los Tribunales Constitucionales fueron concebidos por Hans Kelsen
como órganos de naturaleza legislativa, no judicial, destinados a garantizar que las constituciones no
resultasen falseadas por las leyes inferiores a ellas200. Sin embargo, apunta, desde su mismo nacimiento
en 1920, Kelsen le añadió ya alguna función de carácter jurisdiccional: resolver en calidad de tercero
imparcial los conflictos entre la federación austriaca y los estados miembros. Más tarde, el tiempo y las
circunstancias de los diversos países donde esta institución existe han hecho que los tribunales
constitucionales, aun sin perder su carácter político-legislativo, desarrollen funciones judiciales e incluso se
conviertan, en algún caso y en cierto modo, en los auténticos tribunales supremos de facto.
Siempre en el tema del origen de los Tribunales Constitucionales y en la tarea de establecer qué son,
realmente, estas instituciones, Pereira Menaut señala que, "...son órganos especiales concebidos para
revisar la constitucionalidad de las leyes —aunque luego desempeñen más funciones—, que ejercen una
jurisdicción concentrada y especializada. No juzgan conforme a Derecho sino con arreglo a la
Constitución (aunque Kelsen negaría tal distinción), en lo cual se diferencian de los tribunales
propiamente jurisdiccionales. Por ello no son intérpretes del Derecho sino de la Constitución; pero
tampoco de la Constitución material o real ni del fin de la misma sino de la Constitución formal positiva.
Fueron concebidos para asegurar que todas las normas sean conforme a la Constitución, la cual, de la
«norma fundante» para abajo, es cúspide de la pirámide normativa, norma de normas y «regla para la
creación de las normas jurídicas esenciales del Estado, la determinación de los órganos y del
procedimiento legislativos.». Por eso, cualquier disposición legal que se le oponga debe ser anulada erga
omnes." Por ello, señala, los Tribunales Constitucionales no nacieron como tribunales de justicia, pero
hoy sería de ciegos negar que de facto lo son, más o menos politizados según los casos ero lo son.
19.2 Concepto
"En ambos casos, se comprende que la justicia constitucional no es solo defender la Carta Magna,
sino mantenerla, desarrollarla e interpretarla para su fiel penetración en el sentido que reclama la
sociedad donde se inscribe como valor fundamental."
Siguiendo las ideas propuestas por García Laguardia, obviaremos antecedentes remotos que esbozaban lo
que podría considerarse como el germen del control de constitucionalidad. Así, nos situaremos en los
momentos que dieron origen a los dos grandes sistemas de control constitucional (el difuso que tiene su
origen en los Estados Unidos de América y el concentrado que emergió en Austria de la mano de Kelsen).
GarcIa Laguardia, al hacer referencia al tema de la defensa de la Constitución indica:
"...el desarrollo de la teoría es reciente. En su inicio, el sistema de judicial reuiew de tipo difuso
norteamericano, formulado jurisprudencialmente por la Suprema Corte, en los primeros años del
siglo pasado [XIX]; la recepción de la institución inglesa del hábeas Corpus, y la configuración del
juicio de amparo mexicano como institución protectora, son los antecedentes decimonónicos de
la teoría, que ha tenido diversos desarrollos. Y, en 1920, en la Constitución austríaca, la creación
de la Corte de Justicia Constitucional como sistema concentrado, bajo la inspiración directa de
Hans Kelsen."
García Roca, al referirse al origen y evolución de los tribunales o cortes constitucionales, indica que es en
algunas Constituciones aparecidas después de la Segunda Guerra Mundial, en las cuales se introducen
Consejos Superiores de la Magistratura o Consejos General del Poder Judicial (Italia, Francia, España...).
Su fin era asegurar la independencia de la función jurisdiccional libre de la interferencia a influencia del
Organismo Ejecutivo.
Por tal motivo, dichos órganos constitucionales eran situados en el vértice del Poder —Organismo—
Judicial e integrados en distintas formas con miembros elegidos por otros órganos constitucionales, o por
l0s mismos jueces y magistrados destinatarios de sus resoluciones. Sin embargo, la influencia del Ejecutivo
en dichos órganos siempre ha sido y es difícil de sobrellevar.
Al referirse a los sistemas de control de la constitucionalidad de las leyes, Gozaíni indica: "La polaridad
creada entre los sistemas para el control de la constitucionalidad de las leyes obró significativamente en
dos aspectos vitales. El primero concreta la función jurisdiccional en temas otrora impensados,
permitiendo la defensa estricta de la norma fundamental. La justicia en y para la Constitución abrió un
camino directo hacia la fiscalización de los actos de gobierno, representando un auténtico dique contra la
opresión eventual del Estado. La otra faceta fue cubierta por las garantías específicas que cada carta
suprema encolumnó como baluartes de la supremacía que inspiraban."
19.3 Naturaleza
Monroy Cabra postula que la naturaleza de los tribunales constitucionales es ser órganos estrictamente
judiciales desde el punto de vista propiamente jurídico. Sin embargo, sobre este tema existen diversas
teorías que van desde las que afirman que su naturaleza es jurisdiccional, pasando por las que estiman que
es de carácter legislativo, hasta los que ubican a estos tribunales como órganos de justicia política. Siendo
necesario, en este punto, entender que una cosa es la naturaleza de los tribunales constitucionales y otra,
muy diferente, es la manera en que su actividad se manifiesta en determinadas ocasiones.
Martínez Sospedra es uno de los doctrinarios que sostiene el carácter jurisdiccional de los tribunales
constitucionales. Su afirmación deriva de: a) la sujeción de su función a un método jurídico de
interpretación; b) el carácter reglado de la acción del tribunal constitucional en cuanto la actividad de
conocimiento jurídico y no de oportunidad política; c) su actuación, que solo opera a instancia de parte;
d) la vinculación de su actividad a un proceso jurisdiccional especial y contradictorio; e) los principios de
neutralidad e independencia a que está sujeta la actividad jurisdiccional, y í) su posición de tercero súper
partes.
Las experiencias de los tribunales constitucionales en los diferentes sistemas y familias jurídicas pueden
servir para adoptar una u otra postura referida a su naturaleza. Por nuestra parte acogemos la postura
que asume Monroy Cabra, al indicar que la naturaleza de los tribunales constitucionales es judicial desde
el punto de vista estrictamente jurídico. Para matizar esta afirmación es prudente citar a González-
Trevijano Sánchez, quien no se aparta de que el tribunal no conozca conflictos de carácter político, pero
indica que ello no impide que estos se resuelvan de conformidad con un criterio jurídico y una
metodología jurídica, cualesquiera que sean los concretos métodos utilizados. Así, como lo sentencia
Bachof, el carácter político de un acto no excluye un conocimiento jurídico del mismo, ni el resultado
político de dicho conocimiento lo despoja de su carácter jurídico.
A lo expuesto es necesario añadir las críticas que se formulan al identificar a los tribunales constitucionales
como órganos jurisdiccionales.
Así, Pereira Menaut argumenta que estos tribunales nacieron para cumplir una función: "...garantizar la
conformidad del resto del ordenamiento jurídico con la Constitución, pues esta tiene, en el modelo
kelseniano, ciertos rasgos que conducen casi necesariamente a tal jurisdicción constitucional: a) ser norma
reguladora de la producción de las restantes leyes; b) ser superior a todo el resto del ordenamiento
jurídico. A esas características hay que añadir: a) el principio de jerarquía que vertebra la pirámide
normativa, la cual viene a tener, así, una estructura jerárquica escalonada que Kelsen llamó Stufenbau
(«estructura escalonada»)."
B. Estas jurisdicciones especializadas no conocen de los mismos asuntos que el común de los jueces —de
nuevo, en principio— y, si conocen, lo hacen con un enfoque diferente y aplicando otros criterios.
C. En cuanto a sus competencias, que brindan un buen criterio de diferenciación: no son, al menos en
principio, la creación de la jurisprudencia, sino la fiscalización de la constitucionalidad de las leyes.
A sus argumentaciones, el mismo Pereira Menaut indica que "...hay que admitir que ni siquiera en teoría
son enteramente claras las fronteras. Pero en la práctica lo son todavía menos, pues es normal que los
tribunales constitucionales sean también competentes para resolver las disputas entre poder central y
estados miembros, así como para proteger los derechos constitucionales de los ciudadanos, resolver
pleitos electorales, administrar la denominada justicia política, etc."
En cuanto a la naturaleza legislativa que se les asigna tribunales constitucionales, Pereira Menaut advierte
sobre la veracidad de la misma. Para ello reflexiona sobre cuál es la función más esencial asignada a estos
entes, y la misma es la fiscalización de la constitucionalidad. Apunta que, aunque el mismo se organice en
forma de tribunal para asegurar la independencia de sus miembros, no ejerce una de función
jurisdiccional pues:
Anular una ley significa poner una norma general, ya que tal anulación [por sus efectos erga
omnes] tiene el mismo carácter de generalidad que la producción de la ley, siendo, por así
decirlo, una producción de signo negativo, y por tanto una función legislativa. Es un tribunal que
tiene el poder de anular las leyes y, en consecuencia, órgano del poder legislativo.
Siendo esta una característica imprescindible para respetar la separación de poderes. Por tanto, que tal
órgano sea o no tribunal, es cuestión meramente formal: es un «legislador negativo» y su función es la
«legislación negativa".
Sin embargo, reconoce Pereira Menaut, "...con el tiempo ha dejado de ser razonable sostener que no sean
tribunales jurisdiccionales en la práctica. En algunos lugares (Italia, Portugal) lo son menos que en otros
(España, Colombia), mientras que en otros (Alemania) están completa y formalmente dentro del Poder
Judicial, pero en la mayor parte de los casos su «jurisdiccionalización» es clara. Uno de los factores que
más influye es que el litigante individual tenga o no acceso a los tribunales para pleitar sobre asuntos
ordinarios (lo tiene en Alemania, España, Colombia) por medio de un recurso de protección directa de
sus derechos constitucionales (Beschwerde, amparo, tutela) entendidos ampliamente. Es esta amplitud la
que permite transformar en constitucionales asuntos que de otra manera serían ordinarios. Aquí juega un
gran papel el tenor literal de la Constitución y la manera en que esté redactada la parte correspondiente a
los derechos."
Siguiendo la propuesta de Néstor Pedro Sagüés, que es enriquecida por García Morelos, los tipos de
magistratura constitucional existentes se pueden clasificar de la siguiente forma:
Tribunales no especializados
Este tipo de magistratura se edifica en el denominado sistema de jurisdicción constitucional difusa, donde
cualquier juez puede realizar declaraciones de inconstitucionalidad de las leyes y actos de autoridad. Aquí
se aprecia que no se requiere una magistratura especializada para contar con esta función judicial, pero las
que determinan el rumbo de vida de la vigencia de la Constitución son las facultades otorgadas a la Corte
Suprema, quien puede decidir la última e importante palabra en los litigios constitucionales.
[CPRG] Artículo 270. Requisitos de los magistrados de la Corte de Constitucionalidad. Para ser
Magistrado de la Corte de Constitucionalidad, se requiere llenar los siguientes requisitos:
[LAEPC] Artículo 164. Otras funciones de la Corte de Constitucionalidad. Corresponde también a la Corte
de Constitucionalidad:
1. Dictaminar sobre la reforma a las leyes constitucionales previamente a su aprobación por parte
del Congreso;
2. Emitir opinión sobre la constitucionalidad de los proyectos de ley a solicitud del Congreso de la
República;
3. Conocer de las cuestiones de competencia entre los organismos y entidades autónomas del
Estado.
El rol de los órganos de control y defensa del orden constitucional, dentro del ejercicio del poder, es el
de ser un dique que frene o contenga el ejercicio abusivo o excesivo del poder por parte de los diferentes
organismos e instituciones que conforman el Estado. La función de la Corte de Constitucionalidad es la de
servir de árbitro en las controversias que se generen entre los diversos detentadores del poder, así como
controlar el actuar de los mismos por medio de la resolución de los amparos e inconstitucionalidades
sometidas a su conocimiento.
Todo Estado, como su ordenamiento jurídico, es diseñado con ánimo de permanencia en el tiempo. Esto
implica que su normativa deba ser dinámica para poder afrontar los diferentes fenómenos que la
organización política afronte en su devenir histórico. Esa necesidad de adecuación a la dinámica social es
también resentida por la norma constitucional, aunque en menor medida que la normativa ordinaria,
pues las normas de la primera se encuentran en el mayor campo de generalidad que posee el
ordenamiento jurídico.
Así, una Constitución cambia y necesita cambiar para adecuarse a la dinámica realidad. Dichos cambios
pueden producirse, primordialmente, a través de: a) la reforma constitucional; b) la interpretación
constitucional; c) la costumbre constitucional, y, d) los movimientos violentos.
Gran parte de las constituciones no contienen reglas de interpretación que señalen la manera en que han
de ser interpretados sus preceptos. Sin embargo, ello no implica que se deba interpretar conforme a las
reglas establecidas en una ley ordinaria (la Ley del Organismo Judicial, para el caso guatemalteco), pues la
misma es emitida por un legislador ordinario, inferior al legislador constitucional. En razón de lo anterior,
se ha formulado una serie de métodos o sistemas de interpretación constitucional para orientar al juez y
magistrado en su tarea interpretativa.
20.2 Concepto
2. Interpretación amplia o extensiva: La Constitución debe ser interpretada con un criterio amplio,
liberal y práctico, y nunca estrecho, limitado y técnico, de forma que en la aplicación práctica de sus
disposiciones se cumplan cabalmente los fines que la informan.
La intención que se manifiesta con esta regla es que las normas constitucionales siempre deben ser
interpretadas de manera tal que los derechos y las garantías que expresan sean aplicadas con la mayor
amplitud posible, sin poner límites ficticios que restrinjan y hagan estrecha a la Norma Fundamental.
3. Sentido de las palabras de la Constitución: Las palabras que emplea la Constitución deben entenderse
en su sentido general y común, a menos que resulte claramente de su texto que el constituyente quiso
referirse a su sentido legal técnico; y en ningún caso ha de suponerse que un término constitucional es
superfluo o está de más, sino que su utilización obedeció a un designio preconcebido de los autores
de la Constitución.
La Constitución, como plan de gobierno de una comunidad organizada, tiene que ser interpretada en
su conjunto. Sus normas tienen que ser analizadas como parte de un sistema, esto es, en forma
integral.
Para ilustrar aspectos de esta regla se puede hacer referencia a lo manifestado por la Corte de
Constitucionalidad, que respecto a la Constitución como un todo orgánico indicó: "...parte del
principio hermenéutico de que la Constitución debe interpretarse como un conjunto armónico, en el
significado de que cada parte debe determinarse en forma acorde con las restantes, que ninguna
disposición debe ser considerada aisladamente y que debe preferirse la conclusión que armonice y no
la que coloque en pugna a las distintas cláusulas del texto.".
Para que esta regla sea mejor aplicada, también se deben tener cuenta los antecedentes que le dieron
vida a la Constitución que está vigente; esos antecedentes le dieron visos de realidad a la Ley
Suprema, todo esto, con el fin de que dentro de su elasticidad y generalidad le impida envejecer con
la modificación de ideas, el incremento o redistribución de intereses, y de esta manera siga siendo el
instrumento de la ordenación política y moral de la República.
6. Privilegios y excepciones. Las excepciones y privilegios deben interpretarse con criterio restrictivo.
Los privilegios siempre causan malestar en una comunidad, y son más resistidos, fundamentalmente,
aquellos cuya utilización afecta intereses o derechos de otros, por lo que estos privilegios deben
recibir una interpretación restrictiva.
Debemos afirmar, que los poderes públicos en su accionar cotidiano no efectúan actos que tengan
como fin la violación sistemática y deliberada de la Carta Magna de la República. Es por ello que los
jueces deben presumir que los actos realizados por cualesquiera de los poderes públicos en el
cumplimiento de sus funciones son constitucionales mientras no se demuestre lo contrario.
La Corte de Constitucionalidad, en lo referente al asunto ha expresado: "Los actos y las normas que
tienen su origen en decisiones de los poderes legítimos tienen una presunción de constitucionalidad,
lo que trae como consecuencia el considerar como excepcional la posibilidad de invalidarlos;
situación que especialmente se manifiesta cuando se trata del órgano legislativo, el cual dispone de
distintas alternativas a la hora de legislar, siempre dentro del marco fijado por el constituyente. Puede
declararse la inconstitucionalidad cuando es evidente la contradicción con la Constitución y existan
razones sólidas para hacerlo.".
El principio de concordancia práctica. Según este, los bienes constitucionalmente protegidos han de
ser coordinados de tal modo que la solución interpretativa al caso concreto haga que todos ellos
conserven su entidad. Por ello, cuando se produce colisión entre diversos bienes o valores
constitucionalmente protegidos (por ejemplo, la libertad frente a la igualdad) el conflicto no debe
solucionarse mediante una precipitada "ponderación de bienes" o "ponderación de valores". La
ponderación de bienes no proporciona un criterio orientador y, por otro lado, implica el peligro de
sacrificar una parte de la Constitución, es decir, no realizar su unidad. Por el contrario, el principio de
unidad de la Constitución exige una labor de "optimización", es decir, de establecer, por ejemplo, los
límites de ambos bienes con el fin de que ambos alcancen su efectividad óptima. Se trata, pues, de
una labor de "proporcionar" a partir del caso concreto.
Principio de argumentación. Hoy se admite pacíficamente que no existe ni puede existir una única y
excluyente interpretación de la norma, sino que "la norma presenta siempre un marco abierto a
varias posibilidades" (Kelsen). Pero lo que verdaderamente importa es que la consecuencia del
proceso interpretativo sea el resultado de una argumentación jurídica que pueda calificarse por sí
misma; esto es, que no sea arbitraria. El proceso interpretativo, por las razones que ya expusimos, no
puede ser caótico, sino racional, y en esa medida, para facilitar su control público y la posibilidad de
crítica, han de mostrarse explícitamente los pasos que han guiado el proceso interpretativo merced al
cual se puede alcanzar una conclusión.
Son diferentes y numerosos los sistemas o métodos que se emplean en la interpretación de la norma
constitucional. Vamos a adoptar la clasificación que enuncia el autor Vladimiro Naranjo Mesa237, quien
establece las siguientes categorías: 1) Según la fuente (interpretación auténtica, doctrinaria y judicial). 2)
Según los métodos empleados (interpretación literal y sistemática). 3) Según la amplitud y la eficiencia
(interpretación restrictiva, extensiva y analógica). 4) Según los antecedentes, referencias o indicadores
(interpretación histórica, política, evolutiva y teleológica).
SEGÚN LA FUENTE
Tenemos la interpretación auténtica, la doctrinaria y la judicial.
Interpretación auténtica: Este sistema de interpretación, llamado también "por vía de autoridad",
consiste en que aquella proviene del órgano al que la Constitución le confiere dicha facultad.
Esta función compete al tribunal al cual la Carta Política le ha asignado tal función; en los países
en donde existe Tribunal o Corte Constitucional, es, pues, a esta corporación a la cual
corresponde la interpretación auténtica de sus normas.
Interpretación doctrinaria: Es la que hacen los juristas en sus obras al analizar el contenido y los
alcances de las normas, y también de la jurisprudencia de los tribunales. En esta interpretación
teórica, los autores se basan en su apreciación de los principios jurídicos y de la teoría del
derecho, y pueden utilizar diversos criterios de interpretación.
Interpretación judicial: Es aquella que realizan los jueces y magistrados dentro de la órbita de su
función. En el caso concreto de la interpretación constitucional es entonces la que realiza el
órgano u órganos competentes para ello. Esta interpretación se traduce en decisiones;
particularmente en sentencias.
Interpretación literal o gramatical. Este sistema consiste en asignar a las palabras empleadas en las
normas constitucionales el significado exacto que dichos vocablos tienen en el lenguaje ordinario
conforme a las definiciones que de ella se den en los diccionarios más reputados, o en el lenguaje
técnico-jurídico usualmente utilizado en la respectiva área del conocimiento. La interpretación
literal o gramatical resulta particularmente útil, cuando se trata de desentrañar el significado de
términos utilizados en forma aparentemente ambigua o confusa o cuando se trata de términos de
carácter técnico o científico, que no son propiamente jurídicos.
Establece el precepto la prohibición para dos tipos de personas: a) los que hubieren participado
decisivamente en actividades que condujeron a la alteración del orden constitucional,
denominados caudillos o jefes; y b) los que hubieren asumido la jefatura del Gobierno como
consecuencia de tales hechos.".
La sistematicidad debe ser entendida a partir del momento en que en un país se da una
Constitución, forzando al resto del ordenamiento jurídico a ser interpretado conforme a los
preceptos de ella. En un sistema de Constitución rígida, tal sistematicidad es jerárquica, pues las
relaciones entre sus componentes no revisten el carácter de igualitarias.
Interpretación histórica: Este sistema consiste en indagar i0s antecedentes o raíces históricas de la
norma constitucional para desentrañar su espíritu. Para ello se tiene en consideración las
motivaciones y circunstancias que en su momento llevaron a su adopción por parte del
constituyente, así como el proceso realizado para tal efecto. Se tienen en cuenta también las
circunstancias sociopolíticas y, según el caso económicas y culturales que rodean el momento de
la consagración de la norma. Se trata de un método de interpretación muy útil que permite
arrojar luz sobre la voluntad que animó al constituyente a la consagración de la norma.
Interpretación política: Este método hace particular énfasis en los valores o sentido político de la
Constitución, los cuales sirven de guía al intérprete para resolver los asuntos de índole
constitucional que le han sido sometidos, aunque sin excluir los métodos de la hermenéutica
jurídica.
A juicio de quienes siguen este método de interpretación, la Constitución que debe aplicar el
intérprete es aquella que refleja, pues, las condiciones socioeconómicas y políticas que se viven al
momento de su aplicación.
Interpretación teleológica o finalista: Este método se inspira en el fin perseguido por la norma
constitucional.
Toda Constitución consagra jurídicamente una finalidad que es, en definitiva, la idea política
dominante en la sociedad que determina su creación y funcionamiento. La finalidad de toda
Constitución democrática generada por el movimiento constitucionalista reside en limitar y
controlar el poder en salvaguarda de la libertad y dignidad del hombre.
Dicho afinamiento resulta más fructífero y efectivo en los sistemas de la familia del common law. En
cambio, en los sistemas de la familia del civil law se limitan mucho más los poderes judiciales. El
desarrollo alcanzado por el Derecho escrito ha conducido a restringir las antiguas facultades de los jueces,
reducido hoy a aplicar rígidamente la ley o la costumbre, en cuanto esta es admitida como fuente de
Derecho. "También debe recordarse que el auge de la teoría de la separación de los poderes contribuyó a
privar a los tribunales de toda función creadora del Derecho, la cual fue concedida exclusivamente al
Poder Legislativo." Lo anterior no implica ni debe llevar a emitir conclusiones categóricas que podrían
deducirse de la cita realizada. La labor de los tribunales reserva un vasto campo de acción, pues no sólo
aplican las leyes a los casos particulares que se someten a su jurisdicción, sino que también deben
interpretar las normas aplicables y llenar las lagunas que se pudieran presentar. Con ello los jueces,
mediante sus sentencias, forjan precedentes que conforme lo regule cada ordenamiento jurídico pueden
emerger como obligatorios, tal es el caso de la jurisprudencia o doctrina judicial. Aunque, claro está, ello
no implica que se deje de considerar a la jurisprudencia, dentro del civil law, como una fuente secundaria
o accesoria.
B. Que en cuestiones constitucionales —se asume que el ordenamiento jurídico guarda unidad y
coherencia con la Constitución y, en ese sentido, toda cuestión sometida a los tribunales
constitucionales y de la jurisdicción ordinaria es cuestión constitucional— se adopta el precedente —
llamado doctrina legal en el caso de la Corte de Constitucionalidad— corno fuente de derecho
nacional;
C. Que la doctrina legal incorporada al sistema jurídico guatemalteco no obliga al propio tribunal
constitucional; esto es, que la Corte de Constitucionalidad puede libremente separarse de sus propios
criterios, como también ocurre, en mayor o menor medida, en la familia jurídica del common law,
especialmente en el sistema jurídico norteamericano. A manera de ejemplo, se señala la sentencia del
caso Hertz v. Woodman, en la que se predicó: "La regla stare decisis, aunque tendente a la
consistencia y uniformidad de la decisión, no es inflexible. Si debe ser seguida o no es una cuestión
totalmente a discreción del tribunal, que es llamado otra vez a considerar una cuestión ya decidida.";
y
D. Al disponerse que si no existe doctrina legal —falta de tres fallos contestes— los jueces de la
jurisdicción ordinaria no están obligados a observar las decisiones de la Corte de Constitucionalidad,
se crea un período de tiempo, indeterminado, de incertidumbre jurídica, en el que los jueces de la
jurisdicción ordinaria pueden actuar, en un mismo tipo de casos concretos, adoptando decisiones
incluso opuestas; proceder contrario al objetivo fundamental de dotar de seguridad jurídica a la
población, obligación primordial de la organización del Estado —artículo 2 constitucional—; esto es,
que existe una especie de limbo en el sistema jurídico guatemalteco, en el que se pierde ese «saber a
qué atenerse», imprescindible en una sociedad libre: el ser humano demanda la certeza y estabilidad
de los pronunciamientos jurisdiccionales, papel que cabalmente cumple el precedente o doctrina
legal. Interpretado como se debe este aspecto de la norma que se comenta, a manera de cuidarla
efectividad de los derechos fundamentales —artículo 2 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad—, debe entenderse que, si bien el juez de la jurisdicción ordinaria no está
«obligado» a seguir el criterio no uniforme de la Corte de Constitucionalidad, separarse de tal juicio le
debe demandar el pronunciamiento de las razones tomadas en cuenta Para apartarse del mismo, de
suerte que conserve la coherencia que su fallo debe guardar con la Constitución y su mandato de
proveer seguridad a la población, desde luego que (...) "La seguridad es la motivación radical de lo
jurídico; vale decir que es en gracia de la seguridad colectiva que los hombres crean el Derecho. La
primera raíz vital de lo jurídico, el porqué y para qué hacen el Derecho los hombres en la sociedad
no es la devoción a los altos valores de rango superior, sino al impulso de la urgencia de seguridad'.
Una cosa es que, como también ocurre en el sistema jurídico inglés y norteamericano, la aplicación del
stare decisis goce de cierta «flexibilidad», provocada por tener presente la preeminencia de intereses
públicos en ciertos casos, por ejemplo, y otra muy distinta es que los jueces de la jurisdicción ordinaria se
distancien de la doctrina legal, por desconocerla, o por abierto incumplimiento al mandato que los obliga
a acatar los precedentes del tribunal constitucional.
En el primer supuesto que se señala, cuando la causa de la inobservancia de la doctrina legal es atribuible
a la falta de conocimiento del precedente, puede señalarse que es a la propia Corte de Constitucionalidad
a la que puede imputársele mayor grado de responsabilidad por omisión. En efecto, la norma contenida
en el artículo 189 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad, prescribe que a esa
Corte le compete publicar trimestralmente la Gaceta Jurisprudencial, que debe contener la transcripción
completa de todas las sentencias dictadas en materia de su competencia y las opiniones que rinda
conforme a la ley. No puede negarse que esa disposición es cumplida según su tenor literal y que,
además, la Corte también edita una versión electrónica de la Gaceta Jurisprudencial, la que facilita la
búsqueda, por palabras claves, de las sentencias que puedan interesar al investigador; sin embargo, ni la
versión impresa ni la electrónica satisfacen, ni siquiera mínimamente, la obligación que tiene esa Corte de
dar a conocer su doctrina legal. Una cosa es hacer públicas las sentencias, y otra muy distinta es publicar
la doctrina legal, que demanda el tratamiento de los fallos, por ejemplo, por materias y con referencia a
cómo se ha decidido en cada materia y casos concretos, a manera de que se advierta, claramente, que
determinada materia goza de tratamiento uniforme en al menos tres casos sucesivos e ininterrumpidos
(contestes). Vale la pena indicar que las cuestiones que se señalan como omisiones de la Corte de
Constitucionalidad no le son del todo ajenas al alto tribunal; todo lo contrario: la Corte, para uso interno
del tribunal, hizo una o varias ediciones privadas de lo que denominó índice acumulativo analítico-
alfabético de la jurisprudencia constitucional, por tomos de la Gaceta, herramienta que puede facilitar la
investigación «privada» dentro del propio tribunal, en el mar de resoluciones producidas por la Corte.
Pero siendo un recurso poco accesible para los comunes, y que no cumple con publicitar como mínimo la
referencia de fallos contestes, formadores de doctrina legal, en poco ayuda al cumplimiento debido del
precedente. La tarea omitida seguramente no carece de dificultades técnicas, pero debe ser asumida por
alguien, y ese alguien parece que no puede ser otro que la Corte de Constitucionalidad, por ser materia
de su estricta competencia; esto es: ser la defensora del orden constitucional —artículos 268
constitucional y 149 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad—, Así planteado
el problema, ¿cómo puede exigírsele legítimamente al juez de la jurisdicción ordinaria que conozca la
doctrina legal y la observe a cabalidad? Parece que en esas condiciones, ese mandado es moralmente
inexigible y, jurídicamente, tampoco puede ser demandada su obediencia, porque "Únicamente la moral
es capaz de fundar la fuerza obligatoria del derecho." (...).
En el segundo de los supuestos enunciados, qué ocurre cuando los jueces de la jurisdicción ordinaria, sin
alegar razón alguna, abiertamente incumplen la doctrina legal del tribunal constitucional, aun cuando la
parte interesada la alegue y pruebe, merece consideración aparte. En este caso se está frente a la violación
constitucional del principio que impone el deber de observar que la Constitución de la República
prevalece sobre cualquier ley o tratado —artículo 204 constitucional—, transgresión cuya responsabilidad
debe ser deducida, según disponen las normas contenidas en los artículos 154 y 155 constitucionales, y sin
perjuicio de que también, por cuestiones de menor jerarquía, la resolución que se dicte, según el supuesto
que se examina, incumpla las directrices que señala la literal d) del artículo 147 de la Ley del Organismo
Judicial: "d) Las consideraciones de derecho que harán mérito del valor de las pruebas rendidas y de
cuáles de los hechos sujetos a discusión se estiman probados; se expondrán, asimismo, las doctrinas
fundamentales de derecho y principios que sean aplicables al caso y se analizarán las leyes en que se
apoyen los razonamientos en que descansa la sentencia".