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§ Aforismo/Parágrafo
A Aurora
AC El Anticristo
BKSA Sämtliche Briefe. Kritische Studienausgabe
CI El Crepúsculo de los ídolos
GC La gaya ciencia
CO Correspondencia
CS El caminante y su sombra (HdH, volumen II, parte 2)
DS David Strauss, el confesor y el escritor
(Consideraciones Intempestivas I)
EH Ecce Homo
FH Fatum e historia
FiE Sobre el futuro de nuestras instituciones educativas
FP Fragmentos póstumos
GM Genealogía de la moral
HdH Humano, demasiado humano
HV Sobre la utilidad y los inconvenientes de la historia para la vida
(Consideraciones Intempestivas II)
KSA Kritische Studienauusgabe
LVF Libertad de la voluntad y fatum
MbM Más allá del bien y del mal
NcW Nietzsche contra Wagner
NT El nacimiento de la tragedia
SE Schopenhauer como educador (Consideraciones Intempestivas III)
VdM La Visión dionisíaca del mundo
VM Sobre verdad y mentira en sentido extramoral
VP La Voluntad de poder
WB Richard Wagner en Bayreuth (Consideraciones Intempestivas IV)
Z Así habló Zaratustra
TABLA DE CONTENIDO
Introducción………………………………………………………………………...10
Parte I: El camino hacia la libertad……………………………………………….29
Capítulo I: Libertad: “La Historia de una enfermedad y una curación, pues
concluyó en una curación”…………………………………………………………33
1.1. Procedencia del tema de la libertad en Nietzsche ............................................ 35
1.2. El viaje hacia la búsqueda de la libertad .......................................................... 49
1.3. La ruptura, un desprendimiento necesario ....................................................... 61
1.3.1. El amor del hombre por el pasado ............................................................ 68
1.3.2. La amistad de los espíritus solitarios ........................................................ 70
1.3.3. La escritura aforística, resultado de la ruptura .......................................... 88
1.4. Derrumbar y construir, indicios de independencia ....................................... 93
1.5. La enfermedad, estado necesario para la cura espiritual y salud del
hombre… ................................................................................................................ 96
1.6. La convalecencia: estado intermedio entre la enfermedad y la salud ........ 112
1.7. Importancia de la alimentación para la conservación de la salud .............. 115
1.8. Necesidad de los espíritus libres ................................................................ 118
1.9. El significado de la superación ................................................................... 121
1.10. El nuevo método científico para la búsqueda de la libertad......................... 123
1.10.1. El método científico y el sentido histórico de los conceptos ................ 132
1.10.2. El método de la química de los conceptos y sentimientos con sentido
histórico ............................................................................................................. 137
Parte II: Crítica y destrucción de las enfermedades dialécticas (Metafísica,
Religión, Arte y moral), tarea de los espíritus libres……………………………142
CAPÍTULO II: La Metafísica, una comedia de los conceptos…………………144
2.1. El concepto y la verdad .................................................................................. 145
2.1.1. Origen del lenguaje y la palabra.............................................................. 147
2.1.2. Importancia del lenguaje en la formación de la metáfora de los conceptos
........................................................................................................................... 153
2.1.3. La fábula de los conceptos y la verdad ................................................... 156
2.1.4. Origen de los conceptos a partir de sus contrarios .................................. 168
2.1.5. El concepto y su importancia para la igualación y uniformización ........ 169
2.1.6. El peligro de la convicción ...................................................................... 171
2.1.7. La máscara de la verdad .......................................................................... 174
2.2. El pesimismo romántico y su peligrosidad .................................................... 178
8
1
Nietzsche llama “ideas modernas” a aquellos conceptos heredados, principalmente, de la Ilustración.
En los Nachlaß, o cuadernos de anotaciones, nos ofrece una lista de ideas modernas o ideas que él
llama falsas: “«Libertad», «derechos iguales», «humanitarismo», «compasión», «el genio»,
malentendido democrático (como consecuencia del milieu, del espíritu de la época), malentendido
pesimista (como vida empobrecida, como desprendimiento de la «voluntad»), el malentendido de la
décadence (névros<e> [neurosis]), «el pueblo», «la raza», «la nación», «democracia», «tolerancia»,
«el milieu», «utilitarismo», «civilización», «emancipación de las mujeres», «educación popular»,
«progreso», «sociología»” (FP IV, 16[82], primavera-verano de 1888).
11
irritación, una especie de picor […] hasta que al final se forma una herida abierta y
dolorosa” (HdH I, §605). Es decir que, esa supuesta libertad y la libertad de opiniones
moderna llegan a atormentarnos y a molestar nuestra vida. Entonces, en perspectiva
nietzscheana, la libertad en Humano, demasiado humano significa liberarse de las
libertades propuestas por la metafísica, la moral, la religión y el arte.
En Nietzsche, podemos encontrar una riqueza de temas que pueden,
fácilmente, convertirse en investigaciones, sin embargo, optamos por la libertad al ser
un asunto que, en nuestro filósofo, tiene relevancia. Pero ¿cómo leer o interpretar el
concepto de libertad en Nietzsche?, parece que, a primera vista, el objetivo central de
su obra invitara al libertinaje o al simple concepto que conocemos de libertad
moderna, heredado de la Revolución Francesa y de los filósofos modernos y
contemporáneos. Pero nuestro objetivo es, precisamente, desvirtuar dicha definición y
contextualizarla en el pensar de Nietzsche, invitando a una lectura más pausada sobre
sus escritos. Hacer una lectura paciente “sobre todo, digámoslo lentamente […] un
problema como este no tiene ninguna prisa […] ¡aprended a leerme bien!” (A,
Prólogo, §5). Como lo señala Vivetta Vivarelli (1994), “en primer lugar, no hay que
confundir el ‘espíritu libre’ con la libertad de pensamiento propuesta por Leibniz,
Lessing, Kant y Schiller. Para estos, el espíritu libre es una persona que se opone a la
religión, a la teología y a sus dogmas” (p. 80; traducción propia). Precisamente, del
‘anti’ es de lo que se pretende alejar Nietzsche, esa definición es una idea moderna
que no permite otras posibilidades porque sigue reforzando el tejido de la
uniformidad.
Ser libre no es, simplemente, tener libertad de pensamiento o estar a la
vanguardia y exigir la igualdad de los derechos humanos, vivir en democracia,
profesar cualquier religión, elegir una condición sexual, hacer parte del movimiento
feminista, tener libre desarrollo de la personalidad, tener derecho al sufragio
universal, no ser marginado, etc., estos son meros ocultamientos de lo que Nietzsche
llama enfermedad o aparente bienestar del hombre. En otras palabras, las
instituciones liberales pretenden buscar la nivelación, “generan mezquindad, cobardía
y sibaritismo, –– con ellas triunfa el animal de rebaño. Liberalismo: dicho claramente,
12
El ser humano que ha llegado a ser libre, y muchísimo más el espíritu que ha llegado
a ser libre, pisotea la especie despreciable de bienestar con el que sueñan los
mercaderes, los cristianos, las vacas, las mujeres, los ingleses y otros demócratas. El
ser humano libre es el guerrero. (CI, Incursiones de un intempestivo, §38)
2
Pulchrum est paucorum hominum es una frase tomada de Horacio (2008). Sátiras. Epístolas. Arte
poética. Introducciones, traducción y notas de José Luis Moralejo, Madrid: Gredos, Lib. I, 9, 43-61.
3
La frase “pathos de la distancia”, que caracteriza muy bien a los espíritus libres, es usada a partir de
las obras de madurez y empleada por primera vez en el aforismo 257 de Más allá del bien y del mal.
Aunque, la palabra pathos ya había sido empleada en las obras de juventud, por ejemplo, de los Cinco
prólogos para cinco libros no escritos, el primero lleva el título Sobre el pathos de la verdad que,
13
según el mismo Nietzsche, es el más importante de los cinco, así lo escribe a su amigo Erwin Rohde en
una carta del 31 de enero de 1873.
4
En nuestro trabajo, las citas textuales de los escritos del periodo intermedio, es decir, de Humano,
demasiado humano I y II, Aurora y La gaya ciencia corresponden a la siguiente traducción castellana:
Nietzsche, Friedrich (2014). Obras Completas, Vol. III, Obras de Madurez I. Traducción,
introducciones y notas de Jaime Aspiunza, Marco Parmeggiani, Diego Sánchez Meca y Juan Luis
Vermal, Edición dirigida por Diego Sánchez Meca. Madrid: Tecnos. Las citas textuales del periodo de
la juventud también corresponden a la traducción castellana de Nietzsche, Friedrich (2011). Obras
Completas, Vol. I, Escritos de Juventud. Traducción, introducciones y notas de Joan B. Llinares, Diego
Sánchez Meca y Luis E. De Santiago Guervós, Edición dirigida por Diego Sánchez Meca. Madrid:
Tecnos. De la misma manera, las citas del periodo de madurez corresponden a Obras Completas, Vol.
IV, Escritos de Madurez II y Complementos a la edición. Traducción, introducciones y notas de Jaime
Aspiunza, Manuel Barrios Casares, Kilian Lavernia, Joan B. Llinares, Alejandro Martín Navarro y
Diego Sánchez Meca, Edición dirigida por Diego Sánchez Meca. Madrid: Tecnos.
14
una especie de guía de trabajo de la mayoría de los temas que son estudiados en los
siguientes escritos del periodo intermedio y de madurez.
Nietzsche es un filósofo privilegiado con su pensamiento, interpretarlo se
convierte en una tarea casi interminable. La diversidad de temas propuestos en sus
escritos han sido trabajados, prácticamente, en su totalidad por muchos intérpretes;
por ello, nos podemos preguntar si aún en la actualidad se puede decir algo nuevo5
frente a la abundante narrativa literaria que se ha escrito sobre él en los siglos XX y
XXI. Sin embargo, a pesar de toda la literatura que encontramos del filósofo alemán,
nos parece que la originalidad y lo interesante de la investigación que aquí
presentamos consiste en reunir en un solo escrito el tema de la libertad en Humano,
demasiado humano. En nuestra búsqueda y lectura no encontramos un trabajo similar
que hiciera la interpretación de la libertad en este escrito. Lo que encontramos fueron
intérpretes6 que han abordado los diversos temas de este libro dentro del contexto
general de la obra, es decir, se aborda un tema que no es exclusivo de este libro, sino
que es común a otros libros y etapas de su vida. Hemos encontrado trabajos sobre
temas específicos de Humano, demasiado humano, generalmente presentados en
artículos de revistas. Por ejemplo, el artículo de Jakob Dellinger (2015), „Du solltest
das Perspektivische in jeder Werthschätzung begreifen lernen“. Zum Problem des
Perspektivischen in der Vorrede zu Menschliches, Allzumenschliches I, entre otros
5
Para Víctor Berríos Guajardo (2015) “decir y escribir algo nuevo respecto de un pensador, sobre todo
si es Nietzsche, resulta imposible […] pero que sí es posible relatarlo, narrarlo, escribirlo de un
determinado modo y desde un determinado ángulo, desde una determinada perspectiva. Modo, lugar y
ángulo que quiere ser novedoso, nuevo. Una tesis, al igual que la filosofía, el arte, la literatura y el
cine, por citar algunos ejemplos, no consiste en exponer una nueva historia, un nuevo conflicto, un
nuevo problema, una nueva verdad, porque todos ellos en algún momento ya han sido expuestos. La
fuerza, el aporte de una tesis, de un libro, de una película, de una obra en general, consiste en cómo
escribir con palabras o imágenes, de un modo distinto, y con una particular mirada, esos mismos
asuntos” (p. 11). Precisamente, lo que se pretendió en esta investigación fue tratar de hacer un estudio
detallado sobre el problema de la libertad en Humano, demasiado humano, dando una interpretación y
mirada propia dentro de los múltiples puntos de vista que puede tener este tema en Nietzsche.
6
Los libros que tienen cierta similitud con nuestro tema o que por lo menos su título hace mención a la
libertad o a los espíritus libres son, Nietzsche’s Free Spirit philosophy de Rebecca Bamford
(Compiladora); Nietzsche’s Enlightenment: The Free Spirit Trilogy of the Middle Period de Paul
Franco y, Nietzsche. Philosophie de l’esprit libre. Études sur la genèse de Choses humaines, trop
humaines de Paolo D’Iorio y Olivier Ponton (Compiladores). Los demás temas de la libertad en
Nietzsche son artículos que se encuentra citados de manera independiente en diferentes revistas y años,
tal como lo podemos ver en la Bibliografía y que en nuestra investigación han sido referenciados.
16
7 “La enorme cantidad de materiales juveniles inéditos de Nietzsche, conservados gracias al trabajo de
su hermana y a la meritoria labor del Archivo Nietzsche, se encuentra actualmente en el Archivo
Goethe-Schiller de Weimar en forma de cuadernos, carpetas y legajos de folios sueltos, todos ellos
debidamente clasificados con signaturas identificadas y ordenados cronológicamente” (Sánchez Meca,
Diego (2011). Prefacio a la 1ª parte de los Esbozos autobiográficos y apuntes filosóficos de juventud
1858-1869. Nietzsche. Obras Completas, Vol. I, Escritos de Juventud. Madrid: Tecnos, p. 63).
17
8
El caminante y su sombra, tal como lo señala Nietzsche en el aforismo 2 del Prólogo a Humano,
demasiado Humano II fue publicado, “primero de manera separada, como continuación y apéndices de
ese humano, demasiado humano «libro para espíritus libres» ya mencionado: y al mismo tiempo como
redoblamiento de una cura espiritual, eso es, del autotratamiento antirromántico que mi instinto,
permanecido sano, había inventado y me había prescrito contra una enfermedad temporal de la forma
más peligrosa de romanticismo. Acójanse a partir de ahora, tras seis años de convalecencia, los
mismos escritos reunidos como segundo volumen de Humano, demasiado humano: quizá,
considerados juntos, darán su enseñanza de manera más clara y eficaz, ––una enseñanza de la salud,
que puede ser aconsejada como disciplina voluntatis a las naturalezas espirituales de la generación que
va naciendo” (HdH II, Prólogo, §2). Es importante recordar que el volumen I de Humano, demasiado
humano fue publicado en 1878, en el año siguiente (1879) se publicaron dos apéndices, inicialmente el
que conocemos como volumen II con el título “Opiniones y sentencias diversas” en marzo y en
18
Schatten], son, si se puede decir, una explicación o ampliación de los temas tratados
en el tomo I. Lo que se percibe en el tomo II es la radicalización de la aplicación
aforística, principalmente, en la primera sección, en parte, por la recaída de salud del
filósofo alemán; se ven aforismos más cortos, más fríos, contundentes y secos e
incluso, si observamos de forma detenida los capítulos VI, VII y IX del tomo I, ya se
comienzan a ver este tipo de aforismos.
Es importante aclarar que, en la obra de Nietzsche, no nos encontramos con
una temática dividida por épocas, encontramos un solo interés en sus escritos: una
“«escuela de la sospecha»” [Schule des Verdachts] (HdH I, Prólogo, §1), una
“sospecha profunda” (HdH I, Prólogo, §1) donde hay complementariedad en todos
sus escritos y no simples fragmentos sueltos o temas sin ninguna conexión. Esta
sospecha es de “desconfianza”, “repugnancia” frente a lo establecido como libertad,
verdad, moral, religión y arte, es decir, frente a las ideas modernas. En toda la obra,
se percibe en Nietzsche la inconformidad con la situación cultural, social y política de
su época y con el Estado liberal y democrático-nacionalista. Se recomienda leer la
obra del filósofo alemán de manera interconectada, incluidos esos ensayos de
adolescencia, para así comprender mejor lo que nos quiere expresar. Aunque,
encontramos un giro y una ruptura en su pensamiento a partir de Humano, demasiado
humano, es debatible que abandone completamente sus pensamientos precedentes. Al
respecto, Matthew Meyer9 (2003) ve una conexión en todos los escritos y aunque
Humano, demasiado humano parezca ruptura, en su opinión, fue necesario para la
aparición del Zaratustra: “Aunque parezca una ruptura con las propias propuestas de
Nietzsche en El nacimiento de la tragedia, es precisamente Humano, demasiado
humano, incluso un retrato de la trágica filosofía de Nietzsche, que hace posible el
renacimiento de la tragedia en Zaratustra” (p. 129; traducción propia). Nietzsche hace
la siguiente advertencia “a los lectores de mis escritos precedentes ––es decir, los
escritos juveniles–– quiero manifestar de forma expresa que he abandonado los
puntos de vista metafísico-artísticos que en esencia dominaban en ellos: son
agradables, pero insostenibles” (FP II, 23[159], finales de 1876–verano de 1877).
Esta postura, declarada de manera explícita por Nietzsche, no debe asumirse de
manera literal, tal como lo han pretendido hacer algunos intérpretes, pues se estaría
cayendo en un radicalismo que no es sostenible porque, como lo veremos en esta
investigación, no todos los pensamientos y las propuestas de libertad son nuevos en
Humano, demasiado humano. Este interés fue, de cierta manera, una continuidad de
inquietudes que había tenido en su periodo juvenil y no es necesariamente un periodo
estrictamente positivista o ilustrado donde se aleja totalmente de temáticas anteriores.
A la vez, el tema de la libertad no fue exclusivo de Humano, demasiado humano,
también fue un tema central en sus escritos posteriores.
Afrontar el problema de la libertad nos conduce a plantearnos las siguientes
inquietudes: ¿Qué debo hacer o cómo debo actuar para alcanzar la libertad?, ¿cómo
actuar libremente frente aquello que se nos presenta como sagrado e inmodificable?
En esta investigación nos aproximamos a lo que Nietzsche llama libertad, pues dicho
concepto de libertad no se puede realizar de una manera precisa, tal como lo
mencionamos anteriormente. Definir concretamente el concepto de libertad en
Nietzsche y en la escritura aforística10 y demás recursos (metáforas, poesía, símbolos,
máscaras, personajes, etc.) que se encuentran en Humano, demasiado humano es
arriesgado. De ahí que George Bataille (1979) señale acertadamente que, “este
hombre libre y soberano, a medio camino entre el hombre moderno y el superhombre,
10
La escritura aforística es uno de los diferentes estilos que encontramos en la obra de Nietzsche, en
especial en las obras del periodo intermedio, y en algunos aforismos de Más allá del bien y del mal y
El crepúsculo de los Ídolos. En las obras de juventud encontramos un estilo en forma de tratados y
ensayos, este mismo estilo también lo encontramos en las obras de madurez como Más allá del bien y
del mal, La genealogía de la moral, El Caso Wagner, El Anticristo y Ecce Homo y, el otro estilo
aforístico-poético lo encontramos en Así habló Zaratustra. En este sentido, según Paul van Tongeren
(2000) el “estilo de escritura muestra que no existe entre los escritos de Nietzsche ningún libro
filosófico sistemático que se asemeje a la mayoría de los que consideramos como los «clásicos
filosóficos»” (p. 63; traducción propia).
20
Nietzsche no ha querido definirlo. Pensaba con mucha razón que no se puede definir
lo que es libre" (p. 206).
Con el tema de la libertad en Humano, demasiado humano, se quieren
transmitir no solamente aquellas definiciones conceptuales, sino mostrar con esa
particular forma de la tonalidad nietzscheana, en su escritura aforística, que nuestro
aparente estado de bienestar no es la manera terminada de la cultura. La cultura tiene
otros desafíos ocultos en los que es necesario escudriñar, por ello, Nietzsche, con su
estilo de irreverencia y sátira particular, genera provocación frente a las verdades
establecidas como superiores. Con la libertad sana (libertad alejada de la concepción
común), Nietzsche nos invita a revisar nuestras verdades y nuestros altares sagrados
para desafiar la cultura y transfigurar esas certezas y convicciones. Por ello, la
invitación es “aprender a captar la perspectiva en cada estimación de valor –– el
desplazamiento, la deformación y la aparente teleología de los horizontes, y todo lo
que pertenece a lo perspectivista […]” (HdH I, Prólogo, §6). El consejo de Nietzsche
es no dejarnos confundir con el supuesto perspectivismo y libertad modernos, esa
confusión nos lleva a la unidimensionalidad y atrofia la visión para ver otras
posibilidades. Es decir, debemos “aprender a comprender la necesaria injusticia de
todo pro y contra, la injusticia como inseparable de la vida, la vida misma como
condicionada por lo perspectivista y su injusticia” (HdH I, Prólogo, §6).
En nuestra investigación, mostramos que la libertad, tal como Nietzsche lo
enuncia, “[…] yo entiendo la palabra libertad: como algo que se tiene y no se tiene,
como algo que se quiere, como algo que se conquista…” (CI, Incursiones de un
intempestivo, §38); se logra a través del esfuerzo personal. Con ello, se percibe que la
libertad no es algo sencillo de obtener ni es ser libertino, libertad es una opción
plenamente individual. La libertad, de ninguna manera, puede ser ofrecida por los
demás, por ejemplo, por el sistema liberal o neoliberal o cualquier otro tipo de
institución, tal como se malentiende en la contemporaneidad: la gente “vive para el
hoy, se vive con mucha prisa, ––vive muy irresponsablemente: justo a esto es a lo que
llama «libertad»” (CI, Incursiones de un intempestivo, §39). Nietzsche enfatiza que
en el hombre moderno existe una ausencia de libertad y responsabilidad consigo
21
mismo, “la total irresponsabilidad de la persona con respecto a sus acciones y a su ser
es el trago más amargo que tiene que pasar el hombre del conocimiento” (HdH I,
§107); cree, erróneamente, que ser irresponsable es ser libre. La libertad es un estado
íntimo de cada individuo y de cada cultura, pero jamás puede ser impuesta por el
aparente sistema de opulencia al que nos tiene acostumbrados la sociedad en estos
tiempos modernos. Libertad es mantener una crítica permanente frente a nuestro “yo”
y frente al “nosotros” (cultura), “pues, ¡qué es la libertad! Tener la voluntad de
responsabilidad de nosotros mismos” (CI, Incursiones de un intempestivo, §38).
Durante el transcurso del trabajo, mostramos que ser libre es poseer un tipo de
fuerzas espirituales que hacen que escasos individuos se aparten del espíritu de la
uniformidad y de la aparente libertad que nos ofrece la cultura. Estos pocos espíritus
que llegan a la libertad son los que están en capacidad de descubrir el mundo de la
ilusión y el autoengaño, los que se burlan de la supuesta logicidad del mundo a través
de lo que Nietzsche llama “risotada homérica” frente a la lógica de la verdad; ellos
tienen un nuevo sentido y un nuevo lenguaje para manifestar sus inquietudes. Los
espíritus que cumplan con ese tipo de fuerzas, que describiremos en los diferentes
capítulos, son los llamados espíritus libres, los que se dan el lujo de vivir de manera
diferente a los espíritus encadenados (“sometidos”), de los que se habla en los
aforismos 226-229 de Humano, demasiado humano I.
Ahora bien, esta investigación está dividida en tres partes y seis capítulos. La
primera parte se intitula: “El camino hacia la libertad” y está constituida por el primer
capítulo, “Libertad: “La historia de una enfermedad y una curación, pues concluyó en
una curación””. La segunda parte tiene como título: “Crítica y destrucción de las
enfermedades dialécticas (metafísica, religión, arte y moral), tarea de los espíritus
libres”, está conformada por el capítulo II, “La metafísica, una comedia de los
conceptos”; capítulo III, “La moral y su máxima creación: el espíritu de
sometimiento”; capítulo IV, “El nuevo sentido y significado de la religión” y el
capítulo V, “El arte, una nueva manera de construir la vida”. La tercera y última
parte se titula, “Indicios de la existencia de la libertad en el hombre” y está
22
pues la verdad es una herramienta primordial para establecer los sistemas lingüísticos,
morales, religiosos, artísticos, políticos, económicos, etc., que nosotros conocemos,
con el fin de conservar la aparente sociedad perfecta. En este capítulo, se muestra que
ese supuesto mundo de la verdad crea una cultura decadente, cultiva la enfermedad y
no favorece la vida del hombre. La verdad se valió del lenguaje para influir sobre los
demás sistemas humanos, por ello, Nietzsche, valiéndose del mismo lenguaje, hace la
crítica a la teoría del lenguaje y a la metáfora del concepto para descubrir las
falsedades de nuestro mundo lógico y racional. Nietzsche crea otro tipo de verdad,
pero no pretende que sus verdades sean eternas, sino cambiantes; se aleja del
fanatismo de la unidad, de la masificación y del sometimiento de los espíritus.
En el tercer capítulo, “La moral y su máxima creación: el espíritu de
sometimiento”, nos encontramos con la campaña que Nietzsche inicia contra la moral
en Humano, demasiado humano, influencia que recibió de Darwin, Schopenhauer y
en especial de Rée. Aquí también queremos responder a la inquietud acerca de si la
filosofía en Nietzsche es moral o inmoral. La inclusión del tema de la moral en este
trabajo se da porque las normas morales atan al hombre y no le permiten vivir
libremente. Para derrumbar los sistemas morales Nietzsche investiga por qué el
hombre le ha prestado tanta importancia al valor de la moral, a esos sentimientos y
conceptos que se llaman sagrados. En la moral, nos encontramos con la justicia, tema
relevante en Humano, demasiado humano y que es asumida como venganza y, a la
vez, está relacionada con la culpa, la deuda, el castigo y la promesa. En la actualidad,
se hace creer que todos somos culpables de algo, por ello, la justicia debe aplicar un
castigo, pero lo paradójico es que así se haya pagado un castigo la deuda continúa
para siempre, porque se introduce en el hombre un sentimiento de culpa permanente.
En este sentido, describimos que la justicia es una teoría contractualista del hombre
moderno por el afán de conseguir la uniformidad y la tranquilidad, pero olvida que
cada hombre es un individuo con un mundo propio y de ninguna manera se le puede
quitar la libertad con el fin de perpetuar una sociedad con supuestos de paz y
equilibrio. También reconstruimos el análisis psicológico, filológico e histórico de los
sentimientos y conceptos “bueno” y “malo” y la manera en que se transfiguraron
25
hasta convertirse en una pauta de orientación para la actual cultura. Nietzsche muestra
la transformación de las acciones amorales en morales con el fin de invitarnos a
“reaprender, ––para luego […] llegar a sentir de otra manera” (A, §103). Es una
invitación a crear otros valores que nos hagan más libres, menos obedientes y menos
dependientes de la “eticidad de las costumbres”, pues una moral no puede seguir
valiéndose del obedecer una costumbre y de la utilidad o del perjuicio que ofrecen las
acciones a una comunidad. El hombre de naturaleza distinta tiene como tarea
abandonar esos supuestos valores no egoístas (ningún valor tiene como principio el
desinterés total, todos son egoístas) como la compasión, la bondad, la obediencia, la
sumisión, el amor al prójimo, etc., porque perjudican el carácter del hombre que
quiere vivir en libertad. Pero ¿quién está en capacidad de percibir el verdadero origen
de la moral para lograr su transformación?, en opinión de Nietzsche, podemos
responder que la transformación es ejecutada solamente por aquellos hombres que
tienen una mirada diferente, y los que tienen una mirada diferente son los hombres de
espíritu y carácter libre.
En el cuarto capítulo, “El nuevo sentido y significado de la religión”,
encontramos una de esas experiencias que estuvo presente en Nietzsche desde su
niñez hasta sus últimos días de lucidez mental (3 de enero de 1889), la religión. La
religión fue un aspecto que marcó la vida y el pensamiento de nuestro autor, por ello,
los rasgos religiosos se encuentran plasmados en sus escritos, pues ese conjunto de
creencias, ceremonias, comportamientos y hombres religiosos marcaron su vida y
obra. Sin embargo, la postura crítica y atea es un tema que estuvo presente no
solamente en Nietzsche, sino en varios pensadores del siglo XIX, al igual que otros
temas trabajados en su obra. En Humano, demasiado humano, se muestra la
necesidad de la transformación de la religión actual que hasta el momento ha sido la
encargada de crear dependencia y sometimiento en el hombre, no le ha permitido ser
independiente y vivir en libertad. De ahí, la necesidad de cambiar la comprensión
religiosa tradicional del mundo occidental por otra más sana, por ejemplo, por una
comprensión espiritual y religiosa politeísta similar a la de los antiguos griegos. En
este capítulo, describimos la que se puede considerar primera teoría de la religión en
26
Nietzsche, donde gracias a sus análisis psicológicos e históricos describe los absurdos
en los que la religión ha caído a través de nuestra historia para presentarse como ese
fenómeno sobrenatural y poderoso al que todos deben obedecer. Pero lo que se
olvida, y lo que se explica científicamente en este capítulo, es que el fenómeno
religioso es una invención netamente humana y tiene procedencia inicial en el
animismo y la magia, es decir, es una ilusión y no una verdad. Teniendo presente su
origen, la religión creó miedo, temor y desprecio por lo sensible y lo instintivo; nació
de la “superstición religiosa” (HdH I, §164) que, todavía hoy, en este mundo
tecnológico y científico, sigue presente, a pesar de que es un sinsentido y un narcótico
para aliviar el sufrimiento del hombre moderno. En este capítulo se da una mirada
psicológica al ser de los religiosos o ascetas, a la manera de proceder con su
autodesprecio, autocrueldad y autosufrimiento con el fin de conseguir poder y
admiración del pueblo. Este fenómeno es explicado a través de la vida contemplativa
de los ascetas y los discípulos ciegos que, al ver que su vida no tiene sentido y es
aburrida, buscan un sentido religioso para curar su enfermedad, una enfermedad que
finalmente resulta siendo prolongada y justificada por la culpa y el pecado. También
tratamos de responder la siguiente pregunta: ¿Nietzsche es realmente un ateo puro y
radical o es un hombre místico y religioso?
En el quinto capítulo, “El arte, una nueva manera de construir la vida”,
explicamos el nuevo sentido que tiene el arte a partir de Humano, demasiado
humano, una herramienta primordial para transformar nuestra manera de vivir. El arte
no es realizar una obra de arte o imitar a un gran artista o visitar museos, el arte en
Nietzsche se aleja de la tradicional concepción de belleza o fealdad; de ninguna
manera hace parte de la teoría y del esquema de la verdad de las cosas, eso sería
metafísica del arte. Más bien, el arte es un instrumento para la búsqueda de la libertad
que, con una actitud crítica, encuentra los engaños e ilusiones de la cultura; en otras
palabras, es la mejor forma de liberación que Nietzsche escogió para desencadenarse.
El arte no es una verdad, al contrario, nos ayuda a destruir esa voluntad de verdad
para buscar la autosuperación y, en Humano, demasiado humano la superación y el
descubrimiento de los engaños se dan gracias a la obra de arte de su escritura
27
Ilustración 1: Pasaporte de Nietzsche. Puede verse una reproducción del pasaporte en Benders, R.,
Oettermann, S., Reich, H., Spiegel, S., (2000). Nietzsche, Friedrich. Chronik in Bildern und Texten.
Stiftung Weimarer Klassik, München/Wien: Hanser/Dtv, p. 493.
30
1
Al respecto, Daniel Blue (2007) observa que Nietzsche tuvo dos influencias de culturas diferentes,
por parte de su familia materna y paterna, aspecto que influiría en la crítica que hace posteriormente a
los nacionalismos. Esta doble herencia es analizada en su artículo What Was Nietzsche's Nationality?,
en especial la manera cómo Prusia asumió el control de las regiones donde Nietzsche vivió en su
infancia y juventud. “Legalmente, entonces, y en virtud de las instituciones formales en las que
participó, Nietzsche era incuestionablemente prusiano, al menos antes de ir a Basilea. Sin embargo,
ninguno de los abuelos de Nietzsche pertenecía a esa nación. Tres de sus descendientes eran del
electorado de Sajonia (su abuela paterna y los dos abuelos por parte de su madre) y el cuarto
descendiente era de la rama sajona de SachsenMeiningen en Turingia. Más allá de esto, como se verá,
Nietzsche creció en una región que había sido sajona durante cientos de años y prusiana durante treinta
años. Ser prusiano era nuevo para esa comunidad y no siempre fue fácil aceptarlo” (p. 73; traducción
nuestra).
2
En dicha carta leemos: “Pero hemos de estar orgullosos de tener un ejército como éste, incluso más
—horribile dictu—, de tener un gobierno como éste, cuyo programa nacional no sólo vale sobre el
papel, sino que lo sostiene con la máxima energía, con enorme gasto de dinero y sangre, incluso frente
al gran tentador francés, Louis le diable. En el fondo, todo partido que aprueba estas metas de la
política es un partido liberal, y así dentro de la considerable masa de conservadores de la Cámara de
diputados consigo ver un nuevo matiz de liberalismo” (CO I, §512).
31
1876 todavía vale para el correo” (CO IV, §176). En la postal enviada el 28 de
diciembre de 1881, le dice a su amigo Overbeck, quien era el encargado de girarle el
dinero de la jubilación, que “el dinero ha llegado con normalidad, el viejo pasaporte
ha funcionado como si fuese el más nuevo de todos” (CO IV, §184). Es decir que, con
su pasaporte vencido, tampoco tenía problema para reclamar el dinero tal como le
escribe a Rée el 21 de marzo de 1882, “me he reído mucho con sus 30 francos — en
correos me han dado esa carta sin ni siquiera pedirme el pasaporte” (CO IV, §215).
Este pasaporte vencido representa a “los «sin papeles»” (D’Iorio, 2016, p. 27)
que viajaban incluso más libremente por Europa que los ciudadanos actuales, pues a
finales del siglo XIX, una época de tensiones y de nacionalismos que antecedieron a
la Primera Guerra Mundial (La Paz Armada), era mejor ser apátrida [Heimatlose].
Precisamente por representar a los apátridas fue que quisimos iniciar nuestra
investigación con esta imagen, porque ser apátrida [Heimatlose] es uno de los
aspectos fundamentales que simbolizan el concepto de libertad en Nietzsche. El
apátrida representa a aquellos que no están sometidos a ningún país, son hombres del
mundo, no están atados a ninguna costumbre o tradición, son hombres que realmente
simbolizan libertad porque tuvieron la valentía de desprenderse de su pasado. De ahí
que Nietzsche relacione el ser apátrida con uno de los diez mandamientos del
librepensador en los Nachlaß o cuadernos de anotaciones de 1876, “Preferirás el
exilio para poder decir la verdad” [Du sollst, um die Wahrheit sagen zu können, das
Exil vorziehen] (FP II, 19[77], octubre-diciembre de 1876). Y es que en ese estado de
apátrida Nietzsche se sintió cómodo para descubrir las falsedades de las llamadas
verdades, por ello, es importante recordar que
entre los europeos de hoy no faltan aquellos que tienen el derecho de llamarse
apátridas en un sentido sobresaliente y honorífico, ¡justo a ellos quisiera confiar
expresamente mi secreta sabiduría y gaya ciencia! Porque su suerte es dura, su
esperanza incierta, es todo un arte encontrarles un consuelo ––¡pero para qué!
¡Nosotros, hijos del futuro, cómo podríamos estar en casa en este hoy! Tenemos
aversión a todos los ideales en referencia a los cuales alguien podría aún sentirse en
su hogar […]. (GC, §370)
32
En este capítulo queremos observar ese aspecto que hace que la filosofía de
Nietzsche sea diferente porque permite, a través de las experiencias y vivencias, salir
del hundimiento y la decadencia, esos estados de depresión que en muchas ocasiones
y etapas de nuestras vidas nos perturban y confunden. Un experienciar en los diversos
estados fisiológicos que nos ofrece la vida y que se convierten en el punto de partida
de reflexión frente a los síntomas de la cultura, para salir del engaño al que por
costumbre estamos habituados. El encontrar estos síntomas dentro del aparente estado
de salud, es un indicio de libertad y lo logramos, según Nietzsche, gracias a la
experiencia de la enfermedad. La enfermedad nos ofrece la alternativa de encontrar
una salud plena, es decir, que de esos estados de minimum pueden salir grandes
descubrimientos, tal es el caso de Humano, demasiado humano, en especial la
sección de El Caminante y su sombra.
1
“La historia de una enfermedad y una curación, pues acabó en una curación” es una frase textual del
aforismo 6 del prólogo a Humano, demasiado Humano II. Quisimos poner esta frase para intitular el
primer capítulo porque expresa lo que queremos mostrar aquí: una enfermedad que existía en
Nietzsche y que posteriormente se convierte en curación y por ende en libertad.
34
Cada cual ha de organizar el caos que lleva en sí, recapacitando sobre sus auténticas
necesidades. Su honestidad, su carácter competente y veraz tiene que rebelarse tarde
o temprano contra el imitar, el copiar y el reproducir como comportamiento
exclusivo; llegará entonces a comprender que la cultura puede ser otra cosa que una
decoración de la vida, palabra que encubre, en definitiva, mero fingimiento e
hipocresía; pues todo adorno oculta lo adornado. (HV, §10)
Quisimos citar este texto, para mostrar que la libertad también significa
seleccionar y priorizar sobre lo realmente importante. Libertad es buscar las
2
Paolo D’Iorio (2016) traduce Menschliches, Allzumenschliches [Humano, demasiado humano] como
Cosas humanas, demasiado humanas, él justifica esa traducción yendo al griego y no al latín como lo
hace Charles Andler; “nosotros añadimos que para leerlo filosóficamente es preciso dar todavía un
paso atrás y leer en griego, como una referencia y una respuesta a las cosas humanas (των
ανθρωπινων) sin valor de Platón” (p. 206). Charles Andler (1958) dice que los franceses traducen
Menschliches, Allzumenschliches, por Humano, demasiado humano, ellos “traducen como si Nietzsche
hubiese puesto Menschlich, Allzumenschlich. Sin embargo, Nietzsche ha añadido una desinencia, que
es necesario traducir. Menschliches, Allzumenschliches son dos sustantivos de forma partitiva.
Menschliches, Allzumenschliches serían dos adjetivos, en una función de atributo. Es un contrasentido
confundir estas dos funciones. Nietzsche, que a menudo pensaba en latín, había podido titular su libro,
Humana, nimis humana. Uno no tiene el derecho a traducirlo como si hubiese dicho Humanum, nimis
humanum” (Vol. II, pp. 321-322; traducción de Luis E. De Santiago Guervós).
35
Humano, demasiado humano3 es el resultado de las ideas que desde una edad
muy temprana rondaban en Nietzsche, cuando escribió el ensayo sobre Fatum e
historia [Fatum und Geschichte] y Libertad de la voluntad y fatum [Willensfreiheit
und Fatum] en abril de 1862; en ese entonces contaba con tan solo 17 años de edad y
era estudiante de Pforta. Este pequeño ensayo fue escrito para la asociación
estudiantil Germania4, asociación a la que Nietzsche pertenecía junto con Gustav
Krug y Wilhem Pinder. En este ensayo se nota la marcada influencia de las obras de
Ralph Waldo Emerson5 y, a pesar de la temprana edad con la que contaba, ya se
plantea, aunque de forma aparentemente superficial, temas que son fundamentales en
3
La publicación de Humano, demasiado humano en 1878, cien años después de la muerte de uno de
los hombres que Nietzsche considera “Gran señor del espíritu” ["größten Befreier des Geistes"]:
Voltaire (1694-1778), es un homenaje que Nietzsche quiso hacer a ese hombre fuerte y revolucionario
que jamás haya conocido Europa y uno de los pocos espíritus de rescatar en el llamado Siglo de las
Luces (S. XVIII). Además, Nietzsche invita en el aforismo 8 del Prefacio de Humano, demasiado
humano I, a que su libro no sea leído como había sido leído durante los diez primeros años de
circulación en Alemania, de forma “negligente”, sino que nos induzca a la escucha, “se dirige a
hombres sin el apremio de groseros deberes, requiere sentidos delicados y refinados, precisa
abundancia, abundancia de tiempo, de claridad de cielo y de corazón de otium en el sentido más audaz:
sin excepción buenas cosas que nosotros alemanes de hoy no tenemos y por tanto tampoco podemos
dar” (HdH I, Prólogo, §8).
4
“«Germania» fue para Nietzsche la primera tribuna desde la que pudo hablar con voz propia; todos
sus impulsos productivos pudieron encontrar en ella un ámbito de irradicación” (Janz, Vol. I, 1978, p.
79).
5
De Ralph Waldo Emerson (1803-1882), Nietzsche poseía en su biblioteca los Essays first series
(1856), Conduct of life (1860) y Essays, second series (1876).
36
6
Las citas del texto en mención, Fatum e historia y Libertad de la voluntad y fatum, corresponden a
las Obras Completas, Vol. I, Escritos de Juventud. Traducción, introducciones y notas de Joan B.
Llinares, Diego Sánchez Meca y Luis E. De Santiago Guervós, Edición dirigida por Diego Sánchez
Meca. Madrid: Tecnos.
37
problemas e inquietudes más importantes del hombre. Por ello, en esa carta invita a
su amigo de adolescencia a reflexionar y escribir algo sobre la “libertad”. Incluso,
llegó a recomendarle algunas preguntas precisas como guía de trabajo, “es suficiente
con que te plantees estas preguntas: ¿qué es la libertad?, ¿quién es libre?, ¿qué es el
libre albedrío?, etc.” (CO I, §62).
Es importante puntualizar con anterioridad que la libertad en Nietzsche no es
el libre albedrío kantiano, tal como lo señala Dina Emundts (1997), “Nietzsche se
opone a un modelo que defiende el libre albedrío, en el que el uso del término es en
contextos morales” (p. 87; traducción propia). Generalmente el libre albedrío está
íntimamente relacionado con conceptos de moralidad y precisamente eso es lo que
Nietzsche crítica de la libertad moderna a partir de Humano, demasiado humano. Por
ejemplo, “tenemos hambre, pero en origen no pensamos en que el organismo quiere
ser mantenido, sino que ese sentimiento parece hacerse valer sin razón ni fin alguno,
se aísla y se toma a sí mismo por arbitrio” (HdH I, §18). Esta creencia de la libertad
en términos morales y metafísicos es para Nietzsche “el error originario de todo lo
orgánico” (HdH I, §18). La moral moderna hace creer que existen “substancias
incondicionadas y cosas iguales” (HdH I, §18), y a estas cosas las hace pasar como
libertades, como propias de la razón, aunque en realidad son “los errores
fundamentales del hombre” (HdH I, §18).
Para Nietzsche la libertad debe ser asumida como un compromiso autónomo,
un compromiso que se hace de manera individual y no comunitaria, tal como muchas
ideologías han pretendido hacerlo al masificar sus posturas. Es necesario puntualizar
que la autonomía no puede interpretarse en un sentido estrictamente kantiano porque
se caería en un engaño, sino que, en Nietzsche es importante ir mirando aquello que
nos hace autónomos, como por ejemplo, la desconfianza frente a las verdades, el
descubrir los errores, la búsqueda de la diferencia, el desprendimiento, el
perspectivismo, el destruir, el construir, etcétera, aspectos que iremos tratando
durante todo nuestro trabajo.
El adolescente Nietzsche se percataba de que proponer un estudio para
quitarse los yugos era obra de toda una vida y no de “pocas semanas”, porque tumbar
38
las creencias que se cree son elevadas y superiores en los humanos es una tarea ardua.
Él era pesimista acerca de cómo su “elucubración juvenil […] fantasías e inmaduras
ideas” (FH) podrían poner en tela de juicio las verdades de dos milenios que la
historia universal hizo creer sobre la religión, la cultura, la política, la historia,
etcétera, con intermediación de los hombres “geniales”. Desde la aparente ingenuidad
de aquella época (1862) y para no caer desde temprana edad en un mar de dudas, sin
“brújula ni guía”, donde existen ideas inmaduras y en el que “sólo muy pocos
descubren nuevos países” (FH), espera catorce años para madurar esas ideas y
plasmarlas a profundidad a partir de Humano, demasiado humano.
Lo interesante, del que para mi opinión, es un ensayo fundamental ––Fatum e
historia y Libertad de la voluntad y fatum––, es encontrar allí un “inmenso océano de
ideas” (FH) que fueron madurando posteriormente en sus investigaciones filosóficas.
En los Nachlaß o cuadernos de anotaciones nos dice Nietzsche: “[…] no conozco
nada menos deseable que la niñez y la juventud: me noto ahora más joven y libre que
nunca” (FP II, 17[30], verano de 1876); pero en esa juventud o “elucubración
juvenil” (FH) es posible afirmar que se encuentra la incubación de esas ideas que lo
hacen un filósofo distinto, es decir, que su niñez y juventud sí fueron de provecho en
la medida en que instauraron las bases de su pensamiento.
Con Humano, demasiado humano y desde sus escritos tempranos, se puede
decir que en Nietzsche se inician las investigaciones genealógicas frente a lo que se
establece como sagrado (desenmascaramiento7), aquello que se llama verdad8 y este
paso que da Nietzsche en su Humano, demasiado humano, es lo que precisamente se
puede llamar en un principio “libertad”. Libertad, porque el filósofo alemán pretende
que después de mostrar el origen de la metafísica, la religión, el arte y la moral, se
derrumben los cimientos con los que estas supuestas ciencias han dominado al
7
La expresión “desenmascarar”, que generalmente está asociada con el “desenmascaramiento
psicológico” fue un término acuñado por Eugen Fink (1981), estudiada y desarrollada por Gianni
Vattimo (1989).
8
Lo que se llama verdad es un problema abordado en Nietzsche desde sus primeros hasta sus últimos
escritos. En todos hace una fuerte crítica a dicha creencia, apuntando siempre a destruirla. Sin
embargo, de acuerdo a cada etapa, este concepto adquiere una explicación distinta.
39
manera más enérgica a vivir según nuestra propia medida y nuestra propia ley: ese
enigma inexplicable de que vivimos precisamente hoy y tuvimos, en efecto, todo el
tiempo infinito para nacer, de que no poseemos sino un hoy de corta duración y en él
41
debemos mostrar por qué y para qué hemos nacido precisamente ahora. Ante
nosotros mismos tenemos que responder de nuestra existencia. (SE, §1)
Estar sentados lo menos posible; no dar crédito a ningún pensamiento que no haya
nacido al aire libre y moviéndonos con libertad, ––en el que no celebren también una
fiesta los músculos. Todos los prejuicios proceden de los intestinos. La carne
sedentaria ––ya lo he dicho en otra ocasión–– es el auténtico pecado contra el espíritu
santo. (EH, Por qué soy tan inteligente, §1)
42
estaba programado para dar inicio a su siguiente escrito. Por ejemplo, iniciando el
capítulo, ya existe un ataque fuerte a lo establecido, a las ideas fijas que tanto va a
criticar a partir de Humano, demasiado humano. Allí leemos lo que no le gustaría que
ocurriera en un futuro, “que el buen entendimiento nos guarde de la creencia de que
algún día la humanidad encontrará de una vez órdenes ideales definitivos” (WB, §11).
Vivetta Vivarelli (1998) en su libro Nietzsche und die Masken des freien
Geistes: Montaigne, Pascal und Sterne, rastreando los Nachlaß o cuadernos de
anotaciones de verano de 1876, apuntes que están dedicados a los espíritus libres,
encuentra que detrás de esas anotaciones se esconden dos figuras importantes que
sirven a Nietzsche para materializar su posterior concepción acerca del concepto de
libertad, en ellos encuentra Vivetta Vivarelli (1998) el origen temático de la libertad
en Nietzsche:
Nietzsche trata con dos interlocutores, sobre todo ocultos: Montaigne y Pascal.
Aunque no es difícil entender por qué Nietzsche consideraba a Montaigne un autor
importante para su idea de libertad intelectual, puede parecer extraño que haya una
conexión con Pascal en este punto, cuya historia de vida finalmente redujo a
Nietzsche a un "sacrificium intellectus". Que es lo mismo que había exigido, como la
más alta prueba de fe y obediencia Ignacio de Loyola. Pero, al revisar los Nachlaß o
cuadernos de anotaciones de Nietzsche, está claro que Pascal fue el único que dio una
fuerte visión de la caracterización de la mente libre, y que su influencia fue igual de
decisiva a la de Montaigne. (p. 56; traducción propia)
Con esta postura de Vivarelli (1998), vemos que “Montaigne es el modelo real
para el espíritu libre de estos años […] las intenciones de Montaigne le deben ser
particularmente valiosas, sobre todo porque quiere liberar al hombre de todos sus
miedos” (Vivarelli, 1994, p. 82; traducción propia), al mismo tiempo percibe que
Pascal tiene cierta influencia sobre Nietzsche, así se haya camuflado en el credo
católico, aunque en realidad se dedicó a “dudar de la duda. ––«¡Qué buena almohada
la duda para una cabeza bien formada!» ––Esa frase de Montaigne siempre exasperó
a Pascal, pues nadie deseaba tanto una buena almohada como él. Pero ¿qué es lo que
le faltaba?” (A, §46). Precisamente, la duda es lo que Nietzsche resalta del espíritu de
Pascal pues, un buen espíritu libre, duda de la tradición y sus costumbres, las pone en
tela de juicio.
44
Ahora bien, parte de la obra de Nietzsche fue escrita en forma aforística y está
interconectada por un mismo objetivo que es, principalmente, el de desenmascarar y
poner en tela de juicio el sistema, así parezca que se trata de posturas independientes
en cada uno de sus escritos. Se puede ver, que en los primeros (El nacimiento de la
tragedia) ya se reflexiona sobre el tema de la libertad, por ejemplo, allí existen esos
espíritus libres que están caracterizados por Apolo-Dioniso, representantes iniciales
del hombre libre y elevado. Lo importante de destacar es que a partir del periodo
intermedio9, en la filosofía de Nietzsche, Alemania deja de ser la referencia central de
la crítica a la cultura. Esta crítica y ruptura es asumida por los espíritus libres, que
dejan de lado el nacionalismo. Los espíritus libres de Humano, demasiado humano
adquieren un carácter más universal (cosmopolita), un proyecto utópico desde el
modelo experiencial científico y no del arte y la tragedia griega. La transformación de
la cultura no es abandonada por Nietzsche, sino que dicha transformación es asumida
desde la postura científica es, por decirlo más fácilmente, un cambio de forma, pero
no de fondo. Es decir, que el periodo intermedio es una meditación y reflexión que
hace Nietzsche para continuar con la postura madura de su filosofía. Es por ello que,
en la etapa intermedia y desde la juventud, el filósofo de Röcken hace mención de la
mayoría de los temas que profundizó posteriormente, a partir de Así habló Zaratustra,
y no necesariamente marca una ruptura total con su pensamiento juvenil, tal como
algunos intérpretes pretenden mostrar.
En el periodo llamado intermedio, Nietzsche se aleja de los temas tratados en
la juventud: Grecia, la estética y el arte trágico con influencia wagneriana y
schopenhaueriana. Aunque no los abandona en su totalidad, sí da inicio a temas que
9
Nosotros seguimos la división tradicional o cronológica que se hace de las obras de Nietzsche en tres
etapas, juvenil, intermedio y de madurez. Las obras que se suelen colocar en el periodo intermedio o
ilustrado de Nietzsche son: Humano, demasiado humano [Menschliches, Allzumenschliches], La gaya
ciencia, [On Die fröhliche Wissenschaft. (“la gaya Scienza“)] y Aurora: Pensamientos sobre los
prejuicios morales [Morgenröthe. Gedanken über die moralischen Vorurtheile] y de las obras del
periodo de la juventud hacen parte los Ensayos preparatorios, El nacimiento de la tragedia, Sobre el
porvenir de nuestras escuelas, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Exhortación a los
alemanes y Las Consideraciones Intempestivas, entre muchos otros trabajos.
Para confrontar la periodización de la obra de Nietzsche podemos leer a K. Jaspers (1950), el tema
sobre el desarrollo de su obra (pp. 66-68) y Fink (1981, pp. 57-70), e incluso el mismo Nietzsche habla
del periodo intermedio de sus escritos en Ecce Homo (EH, Así habló Zaratustra, §1).
45
pertenecen a una relación de oposición con otra persona: Petrarca se opone (pero se
relaciona) con Dante, Erasmo con Lutero, Voltaire con Rousseau. Cada oponente
tiene cierta relación con el cristianismo y forman, por su grandeza, un desafío al
Renacimiento y a la Ilustración. (p. 33; traducción propia)
10
Para Fink (1981), “la «ilustración» de Nietzsche es «ilustrada» con respecto a sí misma: no cree con
absoluta seriedad en la razón, en el progreso, en la «ciencia», pero los utiliza como medio para poner
en duda la religión, la metafísica, el arte y la moral, para hacer de ellas «cosas discutibles»” (p. 61). El
calificativo de ilustrado es un concepto complejo para describir este periodo en la escritura de
Nietzsche, pues, en este periodo simplemente se ve una etapa necesaria en la vida de Nietzsche, con la
que se va consolidando todo su pensamiento.
Al ver en la Ilustración un periodo de decadencia, Nietzsche inicia la crítica frente aquellas anheladas
ideas como la igualdad, la libertad, la emancipación de la mujer, la democracia, entre muchas otras.
Ernst Nolte (1990) señala que es correcto incluir el periodo medio como una “autocrítica de la
Ilustración. Por esa razón quizá fuera mejor llamar al segundo periodo de Nietzsche el periodo de su
incorporación a una corriente activista y práctica de la Ilustración, aquella que renuncia a cualquier
tipo de metafísica o arte metafísico ––es decir, creador de sentido” (p. 155).
11
Es importante puntualizar que la palabra “espíritu” [Geist], en alemán tiene una extensión más
amplia que en castellano, tal como lo señala Andrés Sánchez Pascual en la nota 26 de El crepúsculo de
los ídolos, “Geist significa, conjuntamente: «ingenio», «inteligencia», «cultura», etc., además de
«espíritu»” (CI, Nota 26). Mazzino Montinari (2001) define la palabra Geist como “entendimiento-
razón-inteligencia, también interioridad o espiritualidad (pero no misticismo o Seele, alma)” (p. 9).
46
12
“La lectura en común en la Villa Rubinacci cambió ahora los temas. Tras el curso sobre los griegos
de Burckhard y los antiguos escritores, sobre todo Tucídides y Las Leyes de Platón, se lee ahora sobre
todo a Montaigne, La Rochefoucauld, Vauvenarges, la Bruyére y Stendhal, en primer plano” (Janz,
1978 Vol. II, p. 388). “Después de Génova, Nietzsche continúa el año sabático en Rosenlauibad, en los
Alpes berneses, llevando consigo solamente tres libros: Las aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain,
El origen de los sentimientos morales de Paul Rée y Las leyes de Platon” (D’Iorio, 2016, p. 197).
13
Para confrontar las lecturas de los libros que Nietzsche leyó durante el periodo medio, ver (Janz,
1978, Vol. III, p. 46). También podemos ampliar la información acerca de las nuevas lecturas de
Nietzsche durante el periodo medio en el capítulo 5: “The Middle Nietzsche 1875–82”, de Brobjer,
Thomas H. (2007). Nietzsche’s Philosophical Context. An Intellectual Biography. Urbana and
Chicago: University of Illinois Press, pp. 61-82.
14
Al parecer Nietzsche no leyó directamente a Spinoza, pues lo hizo a través de Kuno Fischer, así lo
han demostrado algunos estudios, por ejemplo, Thomas H. Brobjer (2007) y Maurizio Scandella
(2012) en sus investigaciones llegan a la conclusión de que Nietzsche leyó a Spinoza a través de la
introducción de Kuno Fischer. Maurizio Scandella (2012) en su artículo “apoyará la tesis de que
Nietzsche nunca leyó directamente a Spinoza, o al menos demostrará que las citas de Spinoza en el
Nachlass de 1887 no sugieren una lectura directa. El análisis se centrará en la fuente principal de
Nietzsche: la introducción de Kuno Fischer a la filosofía de Spinoza” (p. 309; traducción propia).
47
15
Se llaman moralistas franceses a un grupo de pensadores con diversas posturas del siglo XVII y
XVIII. Esta corriente nace con Montaigne (1533-1592) y termina con la Ilustración. Entre sus
principales representantes se encuentran: François de La Rochefoucauld (1613-1680), Jean de La
Fontaine (1621-1695), Blaise Pascal (1623-1662), Jean de La Bruyère (1645-1696), François Marie
Arouet, llamado Voltaire (1694-1778), Luc de Clapiers, marqués de Vauvenargues (1715-1747),
Nicolas-Sebastien Roch, llamado Nicolas Chamfort (1741-1794), Antoine de Rivarol (1753-1801),
Joseph Joubert (1754-1824), Henri Bayle, llamado Stendhal (1783-1842).
48
ideales que son meras creaciones humanas de una voluntad de poder, ideales
modernos como la cultura, el arte, la religión, la metafísica y la moral. Nietzsche es,
como diría Hernández-Pacheco (1990), un “profeta de la desesperación” (p. 15) y a
partir de 1876 y dentro de esa desesperación comienza la vida de caminante en busca
de un clima favorable para su debilitada salud. Así pues, y como el subtítulo de
Humano, demasiado humano lo dice, este libro está dirigido a los espíritus fuertes,
que en palabras de Nietzsche serían los ‘Espíritus Libres’ porque sus frases son de
victoria y curación.
Leyendo el aforismo 513 “La vida como producto de la vida” [Das Leben als
Ertrag des Lebens] de Humano, demasiado humano I se puede deducir que la
procedencia del pensamiento acerca de la libertad en Nietzsche se debe en gran parte
a sus propias vivencias y a su propia biografía: “por mucho que pueda el hombre
expandirse con su conocimiento y llegar a mostrarse a sí mismo de manera aún más
objetiva: al final no sacará de ello nada más que su propia biografía” (HdH I, §513).
Una vida en la que Nietzsche pretendía buscar afanosamente la libertad, una libertad
sin ningún tipo de ataduras de nada ni de nadie y que se manifiesta inicialmente en el
periodo intermedio con el viaje simbólico hacia el sur, hacia Sorrento, porque el norte
tiene un ambiente pesado; no permite ser ligero, no permite ser libre.
En la mirada retrospectiva (Sils-María, Alta Engadina, 1886), del aforismo 6
del prólogo a Humano, demasiado humano II, Nietzsche comenta que la experiencia
vivida y escrita en dicho libro y en los demás libros de peregrinaje es una experiencia
que no solo “fueron anotados para mí” (HdH II, Prólogo, §6), como a veces parecen
ser sus escritos, sino para los que hayan vivenciado algún tipo de experiencia similar.
En este apartado se quiso mostrar algunos posibles orígenes acerca de la
procedencia del tema de la libertad y queremos terminar con una pregunta que el
mismo Nietzsche hace: “¿Habría sido sólo una experiencia personal mía? ¿Y sólo mi
«humano, demasiado humano»?” (HdH II, Prólogo, §6). La respuesta a dicho
interrogante parece ser negativa, pues, sus experiencias no son únicas, al contrario
son vivenciadas por otros y van dirigidas para aquellos “que están afectados por algún
pasado” (HdH II, Prólogo, §6). Frente a dichas experiencias se pueden dar diferentes
49
16
En Sorrento (Italia), podemos ver la forma de trabajo de los tres amigos: “mientras tanto Rée había
trabajado tanto más rigurosamente (Brenner escribía cuentos y Malwida su novela Fedra), de modo
que ya en diciembre tenía acabado un manuscrito que Nietzsche anuncia el 18 de diciembre a su editor
Schmeitzner ––dicho anuncio es el libro Origen de los sentimientos morales de Paul Rée–– […] del
mismo modo que la futura obra de Nietzsche, Humano, demasiado humano, surgida despacio y
dificultosamente en medio de los impedimentos de su estado, debe mucho a las sugerencias de las
ideas y visión de las cosas de Rée” (Janz, 1978, Vol. II, p. 386).
17
En varias cartas enviadas a amigos, una de ellas fechada el 12 de febrero de 1869 a Herman
Mushacke le informa que ha aceptado el cargo de catedrático, “¡quizás encuentres un motivo para
escribirme muy pronto cuando oigas la siguiente agradable novedad. He aceptado un nombramiento
definitivo en la Universidad de Basilea y comienzo el 1 de mayo mis clases. Sueldo, 800 táleros” (CO
I, §615). Dicha carta la firma así: “FRIEDRICH NIETZSCHE. Catedrático extraordinario de Filología
clásica” (CO I, §615). El nombramiento, tal como se lo escribe en una carta a Friedrich August
Wenkel, fue “votado por unanimidad en las tres instancias” (CO I, §619). En otra carta del 16 de enero
de 1869 enviada a su amigo Erwin Rohde, leemos: “Querido amigo, es probable y casi seguro que sea
50
anhelado viaje hacia la libertad, que inicialmente fue de un año, renuncia por
completo a su salario durante la ausencia. Este viaje también lo emprendió junto con
Rée en septiembre de 1876 hacia Génova, mientras Brenner y Malwida se dirigen
hacia Nápoles. Finalmente, en Nápoles y como lo escribe a su hermana Elisabeth el
28 de octubre de 1876, los cuatro espíritus libres (Malwida, Brenner, Paul Rée y
Nietzsche) deciden hospedarse en Sorrento, en la famosa Villa Rubinacci18:
destinado muy próximamente a la Universidad de Basilea: tengo que prepararme para ser desde pascua
un profesor académico. Mi título sería en principio como catedrático extraordinario, con un sueldo de
3.000 francos suizos y mi contratación conlleva a dar seis horas semanales en el curso superior del
pädagogium local” (CO I, §608).
18
“La casa de Sorrento era tan bonita como alguien sólo podría desear: habitaciones grandes, al
parecer más bien vacías, muchas terrazas; olivos y naranjos a modo de bosquecillo frente a la puerta de
la casa” (Ross, 1989, pp. 501-502). En Sorrento, Nietzsche escogió “la gran habitación del segundo
piso de su pensión, que da a un pequeño campo de naranjos, y a lo lejos el mar, el Vesubio y las islas
el golfo de Nápoles; en las tardes luminosas del otoño, silenciosas y perfumadas por las naranjas,
todavía impregnadas del sol de mediodía y de la sal marina; durante las veladas de lectura en voz alta,
con amigos” (D’Iorio, 2016, p. 19).
19
La “montaña” [die Berg] es uno de los lugares que Nietzsche escoge como símbolo de la libertad, en
contra de los valles donde todo es uniforme. La expresión montaña la encontramos en repetidas
ocasiones y con el mismo sentido y significado: liberación, aire puro sin contaminación. En la montaña
se sentía diferente, eso es lo que le expresa a su amiga Mathilde Maier en una carta fechada el 15 de
julio de 1878 “si usted pudiera sentir el aire puro de montaña en el que vivo ahora, el ánimo apacible
hacia los hombres que todavía viven en la niebla del valle, estoy decidido más que nunca en favor de
todo lo bueno y capaz, cien veces más cerca de los griegos que antes” (CO III, §734).
51
nos permite afirmar que este escrito no tiene su origen en dicho viaje, sino que su
procedencia se remonta a Basilea y Klingenbrunn. Pero en Sorrento es donde esos
pensamientos toman forma y se convierten en realidad, “en Sorrento levanté la capa
de moho de los 9 años” (FP II, 28[29], primavera-verano de 1878), y levantar el
moho es signo de fuertes cambios o metamorfosis que sufren aquellos espíritus que
prefieren la libertad. Por ello, Nietzsche insiste que el hombre está en continuo
cambio, la transformación es una característica primordial en aquellos hombres que
quieren llegar a la libertad, de ahí la importancia del viaje.
En este viaje a Sorrento tiene su último encuentro con Wagner e hizo un pare
en su vida, como lo señala Paolo D’Iorio (2016): “el viaje lo aleja de las obligaciones
cotidianas de la enseñanza, le libera de los hábitos y de las debilidades de todos los
días y le sustrae al clima del Norte” (p. 16). Nietzsche quiso repetir la buena
experiencia de este viaje en 1887 justificándose con el proverbio griego de que “todo
lo bueno, ¡dos veces, tres veces! [δíς καί τρíς τò καλòν]” (CO V, §845). Sin embargo,
nunca lo hizo realidad.
Querer volver a Sorrento es recordar aquella famosa canción napolitana de
1902 “Vuelve a Sorrento” [Torna a Surriento] de Giambattista de Curtis y la música
de su hermano Ernesto de Curtis. Esta canción nos habla de su bello mar que inspira
sentimientos con sus grandes tesoros del fondo, donde se sueña despierto con sus
bellos jardines y el perfume suave de las flores de los naranjos, una tierra del amor
donde se quiere vivir, Sorrento es la tierra de las sirenas, aspectos que también fueron
valorados y descritos por Nietzsche.
En una carta dirigida a su amiga Malwida von Meysenbug el 12 de mayo de
1887, él es el que toma la decisión de querer hacer un viaje similar al realizado en
1876, pero sin la presencia de Paul Rée, pues su amistad había terminado y Brenner
ya había fallecido, “en aquel entonces, en la soledad sorrentina, B<renner> y R<ée>
estaban de más para mí” (CO V, §845). La invitación a su amiga decía:
[…] si no sería fructífero y reconfortante para los dos llevar otra vez nuestras dos
soledades a la vecindad más próxima y más cordial, lo he pensado y preguntado yo
mismo con mucha frecuencia en el último tiempo. Otro invierno junto a usted […] a
52
Esta nueva pretensión de querer hacer otro viaje se da gracias a los frutos que
Nietzsche percibe retrospectivamente de ese fabuloso viaje donde se materializó su
Humano, demasiado humano y, aunque uno de los objetivos del viaje, el de mejorar
su salud no se haya cumplido a cabalidad, el deseo era volver a experienciar algo
similar a lo vivido en 1876. En cuanto al objetivo no cumplido, su salud, leemos en
las cartas que envió a sus amigos y familia su inestabilidad y la continuación de sus
dolores; así lo vemos en las dos de sus tres últimas cartas del 7 de mayo de 1877, un
día antes de abandonar Sorrento, enviadas a Overbeck y Rée. La carta a Overbeck
decía: “la salud está cada vez peor, tanto que debo partir rápidamente, he estado en
cama cada tres días. Mañana salgo en barco, quiero intentar una cura en Pfäffers,
cerca de Ragaz” ” (CO III, §612); y a su compañero de viaje, Rée, que ya se había
marchado de Sorrento le escribe: “¡Sí, querido amigo, mañana marcho yo también!
Por fuerza mayor, ya que desde tu marcha me he ido encontrando cada vez peor, cada
tres días tenía que guardar cama” (CO III, §613).
No obstante, el querer repetir dicha experiencia, tenía como pretexto alejarse
del bullicio de las grandes ciudades y buscar la soledad, pues “la soledad con la
naturaleza más solitaria ha sido hasta ahora mi solaz, mi medio de curación: las
ciudades de agitación moderna como Niza, como incluso Zúrich […] me vuelven a la
larga irritable, triste, inestable, temeroso, improductivo, enfermo” (CO V, §845). Este
recuerdo del viaje a Sorrento, como el mismo Nietzsche lo manifiesta a su amiga
Malwida20, fue nostálgico porque allí había “respirado con mayor profundidad que en
ningún otro lugar” (CO V, §845).
20
Es importante recordar que coincidentemente el 25 de agosto de 1900 cuando muere Nietzsche, la
anciana condesa Malwida von Meysebug (1816-1903) de 84 años (única amiga que Nietzsche
conservaba de aquel viaje) se encontraba en Sorrento. Malwida recuerda aquel viaje después de
veintitrés años de haber estado ahí con el joven Brenner (muerto de tuberculosis el 17 de mayo de
1878) y Paul Rée (distanciado de Nietzsche por el problema Lou von Salomé [ménage à trois], ver
carta enviada a su hermana Elisabeth a mediados de julio de 1883 donde le cuenta dicho rompimiento).
Malwida al recibir el telegrama al día siguiente de la muerte de Nietzsche, da gracias a Dios porque la
pesadilla había terminado para el enfermo heroico; “durante el verano de 1900, cuando la muerte
liberó al filósofo ya alienado y enfermo de sus sufrimientos, Malwida se encontraba justamente allí.
53
es impensable que en otoño retome mis lecciones: ¡así es! Ayúdame por favor y dime
a quién (y con qué título) he de dirigir mi solicitud de dimisión. Que quede de
momento como tu secreto, la decisión no me ha resultado fácil, pero la señorita v.
M<eysebug> la tiene por absolutamente necesaria. Debo prepararme quizá para
soportar mi dolencia todavía durante años. (CO III, §612)
Envió a Weimar, como último adiós de la tierra de las sirenas, un ramo de laurel de Sorrento” (D’Iorio,
2016, p. 234).
54
al exceso de trabajo, sino que “tenía raíces más profundas; era una dolencia con
síntomas muy tangibles, pero de origen enigmático, que requería una terapia basada
en la experimentación cautelosa” (p. 504).
La jubilación que obtiene Nietzsche en junio de 1879, según Curt Paul Janz
(1978), no significa un paso hacia la libertad, porque esta decisión no fue libre, sino
atada a “la fuerza mayor de la enfermedad” (Vol. III, p. 9). Esta postura puede ser
paradójica y refutada, se le puede responder a Janz que nuestro filósofo no tenía
pretensiones de tomar la profesión de educador como opción de vida: “Como
principio ––no vivir en Alemania, debido a la misión europea. ––No en
Universidades––” (FP III, 29[4], comienzos de 1885). En Ecce homo y haciendo
alusión al periodo de Humano, demasiado humano, escribe al respecto: “fue en aquel
momento cuando adiviné también por primera vez la correlación existente entre una
actividad elegida en contra de los propios instintos, entre esa denominada
«profesión», aquello a lo que menos se siente llamado uno” (EH, Humano,
demasiado humano, §3). De la misma manera, en la mirada retrospectiva de Ecce
homo, describe sus años de Basilea como una época de hundimiento para su vida,
pero gracias a la enfermedad pudo reaccionar para salir de la sinrazón en la que se
encontraba encadenado y en estado de fatalidad: el idealismo. La enfermedad le
permitió conocer las “cuestiones de fisiología” [in physiologicis], aspecto que
desconocía hasta que emprendió su viaje en 1876, veamos:
parte de la obra del periodo intermedio, por no decir que la totalidad de esos escritos
estuvieron libres de la profesión docente, al igual que toda la obra de la madurez.
El problema de la necesidad de viajar, es decir, de la búsqueda del “lugar” y
del “clima” apropiados para cada espíritu se encuentra ligado, según el mismo
filósofo de Röcken, al “problema de la alimentación” (EH, Por qué soy yo tan
inteligente, §2), tema que trabajaremos más adelante en este capítulo. En este
aforismo de Ecce homo, Nietzsche percibe que no todos los hombres pueden vivir en
cualquier parte, porque tienen la necesidad de elegir, así esa necesidad sea restringida.
Es por ello, que alguien que quiera vivir en libertad debe escoger el clima que mejor
le favorezca a su metabolismo. Advierte que “un desacierto en la elección del lugar y
del clima no sólo puede alejar a cualquiera de su tarea, sino llegar incluso a
sustraérsela del todo: no consigue verla jamás” (EH, Por qué soy yo tan inteligente,
§2).
En este sentido, Nietzsche encontró en el viaje a Sorrento el “Posilippo”
[παυσιλυπον] (FP II, 12[142, 177], otoño de 1881), es decir, aquello que hace que el
dolor cese, es la tregua del peligro, y como lo señala Paolo D’Iorio (2016)
interpretando los apuntes de los Nachlaß o cuadernos de anotaciones, “por primera
vez comprendía que el Norte de Europa había agotado toda su juventud, pero también
que él tenía bastante espíritu para recomenzar una nueva vida en el Sur” (p. 49). Con
respecto de las fuerzas del sur y del norte, leemos en los Nachlaß o cuadernos de
anotaciones:
No tengo fuerza suficiente para el norte: allí mandan las almas pesadas y afectadas
que, como el castor en su obra, están constante e inevitablemente trabajando en las
normas de la cautela. ¡Toda mi juventud se ha marchitado entre ellos! Me asaltó esta
idea la 1ª vez que vi caer la noche sobre Nápoles, con su gris y su rojo de terciopelo
<en> el cielo ––como un estremecimiento de compasión para conmigo, por haber
comenzado a vivir siendo viejo, y lágrimas y el sentimiento de verme todavía
salvado, en el último instante. Tengo suficiente espíritu para el sur. (FP II, 12[181],
otoño de 1881)
21
“Mis lugares de residencia. a). a Engadina debo la vida, Zaratustra; b). a Niza agradezco la
ultimación del Zaratustra; c). ambos lugares forman buena parte de mi tarea: Niza como cosmopolita,
Sils como alta montaña. (Ambos deben contribuir a la impresión de mí––). Como principio ––no vivir
en Alemania, debido a la misión europea. ––no en Universidades–– mis predecesores: Schopenhauer y
Richard Wagner se acreditan como movimientos europeos. Quizá sea posible en ambos lugares una
especia de actividad lectiva. ¿Qué queda por inventar primero? Retiro. Lugares de reposo. Medios
calmantes” (FP III, 29[4], comienzos de 1885).
57
Nietzsche se autodesigna extrañamente como el hijo del futuro. Él mismo ligaba ese
nombre a su existencia de apátrida. En efecto, la patria es en nosotros la parte del
22
Ver el artículo, ‚Wohl dem, der keine Heimat hat.‘ de Eugen Wenzel (2015), donde se hace una
interpretación del poema “El librepensador, ––Despedida––” de otoño de 1884. El autor hace un
análisis de aquella famosa frase que marcó a Nietzsche a partir del periodo medio: “bienaventurado
aquel que no tiene patria” (FP III, 28[64], Poemas y fragmentos poéticos, otoño de 1884). Para Eugen
Wenzel (2015) “es aún más sorprendente que el poema hasta ahora no haya experimentado una
interpretación filosófica significativa. El presente trabajo intenta superar dicha deficiencia” (p. 202;
traducción propia).
58
pasado y sobre ella, estrechamente sólo sobre ella, el hitlerismo edifica su sistema de
valores, que no aporta ningún valor nuevo. Nada más ajeno al Nietzsche que afirma a
la faz del mundo la completa vulgaridad de los alemanes. (pp. 207-208)
carácter indio, tienen por constitución propia tales hábitos de acomodación, que en el
mar, o en el bosque, o en la nieve, duermen tan calientes y comen con tan buen
apetito y se asocian tan felizmente como en su propia casa […] El nomadismo
intelectual es la facultad de objetividad o de la vista que en cualquier parte se sacia.
Quien posea tales ojos, en todas partes se pone en relación fácil con sus congéneres.
Todo hombre, toda cosa es un premio, un objeto de estudio, una propiedad para él, y
este amor borra su ceño, le une a los hombres y le hace ser querido por ellos y lo
embellece ante ellos. Su casa es un carromato ambulante; anda errante por todas las
latitudes tan fácilmente como un calmuco. (pp. 39-40)
Esta vida nómada está relacionada con las migraciones modernas de Europa.
Por ejemplo, la movilidad humana, la mezcla de las razas [Mischrasse] y la
pretensión de llegar a un nuevo país que ofrezca confort. Dichas movilizaciones
conducen a la superficialidad, como la búsqueda de empleo y de mejores
oportunidades económicas. En otros casos, estas movilizaciones se dan para liberarse
de una tradición y someterse a otra, tal como en estas últimas décadas hemos visto el
afán de los pueblos de conseguir el supuesto sueño americano. Al igual que con el
comercio o la llamada economía de la globalización, esta forma de vida nómada solo
61
23
La “ruptura” es una idea que ya había sido mencionada por Nietzsche desde aquel ensayo que
escribió cuando tenía 17 años de edad en Fatum e historia y Libertad de la voluntad y fatum. Allí
62
de ver las cosas, un “desprendimiento” de todo aquello que nos ata y no nos permite
ser hombres diferentes. El desprendimiento, para Thomas Land (2013), no es un
simple desprendimiento con las instituciones existentes como la moral, la religión o
la educación, sino que ese “desprendimiento también implica un desprendimiento con
lo personal o interno" (p. 92; traducción propia), tal como lo mostraremos en este
trabajo. Es importante puntualizar que el concepto de ruptura entre un periodo y otro
de la escritura en Nietzsche, no puede ser tomado de manera literal, y como
acertadamente lo dice Janz (1978): “en contra de lo que en ocasiones pueda parecer
en el camino de Nietzsche como filósofo no hay saltos ni rupturas súbitas; todo es
evolución a partir de gérmenes ya largamente preexistentes” (Vol. II, p. 277).
La actitud de ruptura en el periodo medio, como lo expresa Nietzsche en Ecce
Homo, procede de los primeros Festivales de Bayreuth24 (1876) y surge debido a la
extrañeza de todo lo que allí rodeaba. El Festival de Bayreuth es como un sueño,
Nietzsche comienza a percibir en el Festival los verdaderos errores del arte refinado
de su maestro Wagner e inicia el desprecio y la crítica por la metafísica y por el
espíritu de los alemanes. Estos acontecimientos son el inicio del origen de la
liberación y las primeras observaciones y apuntes psicológicos que se pueden leer en
Humano, demasiado humano I, “un libro melancólico y valeroso” (HdH I, Prólogo,
§2), una separación y despedida definitiva de su maestro Wagner.
Humano, demasiado humano caracteriza una ruptura en la vida del pensador
alemán, o mejor, una crisis25 que se venía anunciando en sus Cuatro Consideraciones
leemos: “la ruptura con todo lo establecido, la disolución de todas las formas de sociedad, la duda de si
la humanidad no se ha dejado, durante dos mil años, inducir a error por una quimera” (FH).
24
El festival de Bayreuth es un festival de música clásica y ópera que se celebra cada año en Alemania
desde 1876. La idea de este festival fue concebida y promovida por Richard Wagner para dar a
conocer al público de Europa sus propias obras, las obras que presentó en la tetralogía de ese año
fueron El anillo del nibelungo y Siegfried y Götterdämmerung recibían su estreno mundial en esa
ocasión. El Parsifal, una de las obras que fue objeto de crítica en el pensamiento de Nietzsche, tuvo su
estreno en el mismo festival en 1882.
25
Giorgio Colli (1980), percibe acertadamente que es apresurado e inexacto afirmar que Humano,
demasiado Humano estuvo condicionado por los altibajos en la vida del pensador alemán; “Humano,
demasiado humano no debe entenderse como una reacción, favorecida por el resquebrajamiento de la
amistad, ante una visión del mundo frecuentemente influida por Wagner, sino como una posición
conquistada a través de la maduración de pensamientos que el vínculo con Wagner, aun habiéndolos
suscitado al principio, o quizás enriquecido, había sin embargo, y al final, obstaculizado” (p. 73).
63
26
Después de haber tomado un año sabático, en 1878, de regreso a la Universidad su estado de salud
empeora y el 12 de marzo de 1879 se retira definitivamente de la docencia, el ser docente de filología
ya no era de su interés desde hacía mucho tiempo. Esta liberación le sirvió para plasmar sus
pensamientos en los escritos del periodo intermedio y del periodo de madurez. Se dedicó de tiempo
completo al oficio de escritor, su gran pasión, aspecto que sirvió para transformar su vida
completamente.
27
Para Nietzsche, “las personas cuyo trato nos resulta desagradable nos hacen un favor cuando nos dan
un motivo para separarnos de ellas. Luego, desde la distancia, estamos mucho más dispuestos a
tributarles o concederles beneficios” (FP II, 18[13], verano de 1876).
64
28
Los prefacios en Nietzsche hay que leerlos con cuidado, pues son el preámbulo a sus escritos, una
guía de lectura que el mismo Nietzsche sugiere. En una nota para la redacción del prefacio a Humano,
demasiado humano en 1885 Nietzsche dice: “hay que escribir un prólogo no sólo para invitar, sino
para ahuyentar” (FP III, 40[66], agosto-septiembre de 1885). Para ver la importancia, el sentido y el
significado de los aproximadamente cuarenta prefacios que escribió Nietzsche, ver el artículo de Paul
van Tongeren (2012) „„Ich“ bin darin […] ego ipsissimus […], ego ipsissimum." Nietzsches
philosophische Experimente mit der literarischen Form der Vorrede, pp. 6-16. Con respecto a los
65
humano I, una desintoxicación, “un odio al amor” (HdH I, Prólogo, §3), que va dando
indicios de “victoria” [Sieg] a los espíritus libres. Aunque dicha victoria sea venida de
problemas e interrogantes, lo importante es que es una “primera victoria”, un triunfo
sobre el desprendimiento de lo amado, un paso hacia la libertad. Pero, ¿de qué se
desprende Nietzsche? Se desprende de los “deberes”, de las cadenas a las que su
espíritu se encontraba atado y de las que “parecía estar encadenado para siempre a su
rincón y a su columna” (HdH I, Prólogo, §3). También se desprende de esas
“veneraciones” de la juventud, del respeto por la tradición y la “gratitud”, es decir,
que en su espíritu aparece de repente “El gran desprendimiento” [Die grosse
Loslösung], es la búsqueda del “«camino hacia ti mismo»” (FP II, 17[26], verano de
1876). Nietzsche asemeja este acontecimiento súbito a un terremoto; el terremoto no
avisa el momento de su llegada y si es muy fuerte destruye aquello que tanto
amábamos. Entonces, después de esa “sacudida, desprendida, arrancada” (HdH I,
Prólogo, §3), tenemos que olvidarnos de aquello que nos ataba y buscar nuevos
lugares para continuar la vida, pues no es permitido quedarse en los destrozos y
edificaciones frágiles, porque en cualquier momento pueden desplomarse y
destruirnos.
Humano, demasiado humano no significa en Nietzsche una simple ruptura
con su pasado, sino como lo confirma él mismo en Ecce homo, es una “impaciencia”
del filósofo alemán consigo mismo, un momento en que reflexiona sobre sí y en el
que según la mirada de Rüdiger Safranski (2001) “quiere dejar de ser un escritor
secundario, que escribe sobre otros, para ser un autor primario, sobre el cual se
escribe” (p. 166). Es un periodo que, como lo muestra el filósofo de Röcken en su
mirada retrospectiva de 1886 cuando escribe los prefacios a Humano, demasiado
humano y Ecce Homo en 1888, es su expresión de “libertad” y está muy relacionado
con su carácter, con las propias experiencias personales que afrontó en su vida y que
iremos abordando lentamente en el transcurso de este trabajo.
prefacios de las obras del periodo medio Paul van Tongeren (2012) escribe: “[…] así como los nuevos
prefacios a los escritos anteriores (GM, HdH I, HdH II, A y GC) son textos que describen una historia
de desarrollo: la historia del desarrollo del espíritu libre” (p. 9; traducción propia).
66
Pero ¿cuáles son las motivaciones que llevaron a Nietzsche a ser un espíritu
libre y a desprenderse de aquello que tanto amaba (Wagner, Schopenhauer, la
tragedia y el arte griegos, grandes referentes de su juventud), a partir del segundo
periodo de su escritura? El mismo Nietzsche atestigua que después de una crisis surge
el espíritu libre en el hombre de la diferencia u hombre elevado. Por ello, Humano,
demasiado humano es un libro escrito como un “monumento de una crisis” (EH,
Humano, demasiado Humano, §1), de una ruptura, así lo manifiesta en su mirada
retrospectiva de 1888 en Ecce Homo. Una crisis que claramente fue causada por los
ideales modernos o la metafísica, crisis teórica y vivencial que en Humano,
demasiado humano se refleja, en su carácter, “melancólico y osado”, inteligente,
sarcástico, frío y duro, dedicado a los espíritus libres y en contra de lo anticientífico.
Humano, demasiado humano es un regreso a sí mismo, es un “espíritu que se ha
hecho libre, que ha vuelto a tomar posesión de sí mismo” (EH, Humano, demasiado
Humano, §1). Una crisis que en Nietzsche no es más que liberación, liberación que
significa “victoria” [Sieg], porque se libera de aquello que no era propio y que no
pertenecía a su naturaleza.
La liberación es explicada metafóricamente en el aforismo 17 de Humano,
demasiado humano II. Allí se relaciona a los metafísicos con el trasmundo, con los
que viven en las nubes grises y en las sombras. Los demás hombres son comparados
satíricamente con los “pobres de espíritu” (Mateo, 5: 3), pero en esos supuestos
pobres de espíritu ––los no metafísicos–– es donde se encuentra el reino del cambio y
de la liberación del hombre y no “«un alma inmortal», sino muchas almas mortales”
(HdH II, Prólogo, §17) dispuestas a la transformación y no a la uniformidad. Por esta
razón,
sólo es necesario que comprenda claramente qué pinzas lo tenían atado a ese partido
o a esa religión, y que ya no lo consiguen, qué propósitos lo empujaron hacia ellos y
ahora lo llevan a otra parte. Nosotros no nos hemos adherido a ese partido o a esa
religión por rigurosas razones de conocimiento: al separarnos de ellos, no debemos
tampoco afectarlo. (CS, §82)
68
Los espíritus libres no son una simple invención, eso es lo que podemos
interpretar en el aforismo 3 del Prefacio a Humano, demasiado humano I. Ellos
existen en la realidad cuando se presentan con un espíritu “de gran desprendimiento”
[Die grosse Loslösung] o desasimiento, que para Nietzsche no es más que la madurez
del hombre. Madurez que se obtiene cuando logran desprenderse de aquello que los
ata y encadena, situación que en un principio parecía difícil de superar. ¿Pero qué es
aquello que nos encadena? Para Nietzsche, aquello que nos ata a ser espíritus de
rebaño es el “deber” por cumplir una tradición, aquello que es venerado por antiguo y
por digno y que ha sido enseñado desde la juventud; es como una gratitud por haber
guiado la vida, eso es “lo que más duramente les obliga” (HdH I, Prólogo, §3). Los
hombres, por costumbre, pretenden “cuidar el propio pasado” (HdH II, §307) y para
conservar dicho pasado respetan únicamente lo que es de “antigua fundación” (HdH
II, §307) y lo que ha devenido lentamente; a esto es lo que se considera
equivocadamente sagrado, aspecto que ampliaremos en el capítulo III.
En varios aforismos Nietzsche observa cómo el hombre ama y siente respeto
por el pasado, por ejemplo, en la música se tiene la creencia de que “toda música
vieja se vuelve siempre mejor y que la que acaba de nacer vale poco” (CS, §168). Al
69
ENTRE AMIGOS29:
UN EPÍLOGO
1. 2.
29
Con este poema Nietzsche hace el cierre de su Humano, demasiado humano I, poema redactado por
primera vez en verano de 1882 en Mesina y reelaborado de forma definitiva en otoño de 1884 y puesto
en la segunda edición de Humano, demasiado humano I de 1886.
71
Los griegos, quienes sabían tan bien qué es un amigo, ––sólo ellos, de todos los
pueblos, poseían una discusión filosófica profunda y rica sobre la amistad; de modo
que a ellos, los primeros y hasta ahora los últimos, la amistad parecía un problema
digno de resolver–– estos mismos griegos han designado a los parientes con un
término que es el superlativo de la palabra «amigo». Esto me sigue resultando
inexplicable. (HdH I, §354)
En el aforismo 368 titulado “El talento para la amistad” [Das Talent zur
Freundschaft] de Humano, demasiado humano I, Nietzsche nos habla de dos clases
de amistad. La primera es aquella donde los amigos no conforman una conexión entre
ellos, no hay un contacto mutuo y pueden estar en contradicción, esto ocurre porque
en cada etapa de la vida el hombre está permanentemente en “ascenso” y en cambio.
Estos amigos no forman una comunidad e incluso no estarán en contacto nunca, pues
los amigos son completamente diferentes en cada una de nuestras etapas de la vida.
Esta distinción de esta clase de amigos, se puede decir, que es una influencia tomada
del Ensayo sobre La Amistad de su mentor Emerson, al igual que otros aspectos
acerca de la amistad. De esta primera clase de amistad en tensión decía Emerson
(1947): “lo que necesito es un mensaje, un pensamiento, una sinceridad, una mirada
suya; más no necedades ni bazofia” (p. 213). Por ello, es necesario conseguir un
“amigo perfectamente apropiado” (HdH I, §368) y pertinente para cada una de
nuestras propias situaciones y etapas de la vida. Cada una de ellas es única y tiene
experiencias irrepetibles, incluso, entre ellas hay “discordancia y contradicción”
(HdH I, §368). La segunda clase de amistad es aquella donde todos nuestros amigos
se encuentran en mutuos contactos amistosos, es como un “círculo” de amigos, sin
importar que exista diversidad de caracteres y maneras de pensar, porque a pesar de la
diferencia se puede obtener “un círculo entero de amigos” (HdH I, §368). En este
sentido, podemos decir que Nietzsche, en el periodo de escritura de Humano,
demasiado humano I, vivenció muy de cerca el segundo tipo de amistad, porque su
inspiración surgió en parte, gracias al círculo de cuatro amigos: Nietzsche, Rée,
Brenner y Malwida. Estos cuatro espíritus con “caracteres e ingenios” (HdH I, §368)
muy distintos pudieron entablar un círculo de amistad, “porque esa congenialidad de
disposiciones y naturalezas tan diferentes tiene que estar de algún modo preformada
en él” (HdH I, §368). Pero Nietzsche no solamente vivenció el segundo tipo de
amistad, en cada etapa de su vida tuvo sus propias amistades que le sirvieron de
ayuda para establecer su pensamiento. Amigos de la primera clase de amistad como
Krug, Pinder, Emerson, Schopenhauer y Wagner, los necesitó únicamente en un
73
el desprecio colérico, el odio, la maldición, y por otra parte la admiración sin mesura,
el fanatismo, que acompañaron antes y después de su muerte a estos dos hombres,
testimonian la violencia de sus personalidades, sin igual en la historia reciente del
arte y del pensamiento. (p. 37)
Con ello percibimos la gran influencia de esa amistad que entabló Nietzsche
con Wagner y que, aunque Nietzsche trató de desprenderse totalmente de ella a partir
de 1876, permaneció intacta a la distancia durante toda la existencia del filósofo
alemán. Es una amistad de la soledad y el aislamiento, como diría Emerson (1947) un
“enemigo bello, indomable, devotamente respetado” (p. 213) por Nietzsche, una
relación de tensión entre el amor y el odio, que se convirtió en un odio profundo. En
este sentido, en el aforismo 279 intitulado “Amistad estelar” [Sternen-Freundschaft],
de La gaya ciencia, leemos un texto interesante con respecto a dicha relación tan
peculiar entre estos dos grandes personajes, donde se describen los diversos
momentos de la amistad y el posible futuro de dicha amistad. Quisimos transcribir
todo el aforismo porque se resume metafóricamente lo que significó, lo que significa
y lo que significará una amistad en libertad:
Éramos amigos y nos volvimos extraños. Pero está bien así, y no nos lo queremos
disimular y encubrir como si tuviéramos que avergonzarnos de ello. Somos dos
74
navíos, cada uno de los cuales tiene su meta y su rumbo; seguramente podemos
cruzarnos y celebrar juntos una fiesta, como lo hemos hecho, ––y los buenos navíos
descansaban entonces tan calmos en un mismo puerto y bajo un mismo sol que podía
parecer que ya estaban en su meta y que habían tenido una meta. Pero entonces, la
todopoderosa fuerza de nuestra tarea nos volvía a separar hacia diferentes mares y
soles diversos, y quizás no nos volvamos a ver nunca, ––o quizás sí nos veamos, pero
no lleguemos a reconocernos: ¡pues los diferentes mares y soles nos habrán
cambiado! Que tengamos que volvernos a ver extraños es la ley que está por encima
de nosotros: ¡precisamente por eso nos debemos inspirar mayor respeto!
¡Precisamente por eso el pensamiento de nuestra anterior amistad debe volverse más
sagrado! Es probable que haya una curva y una órbita estelar enorme e invisible en la
que pueden incluirse como pequeños trayectos nuestros caminos y metas tan
diferentes, ––¡elevémonos a este pensamiento! Pero nuestra vida es demasiado corta
y nuestra capacidad visual demasiado reducida como para que podamos ser más que
amigos en el sentido de aquella sublime posibilidad. ––Y así, creamos en nuestra
amistad estelar, incluso si tuviéramos que ser enemigos terrenales. (GC, §279)
donde solo hay mar y nada más que mar, es continuar con el espíritu de la debilidad y
la sistematicidad, así lo leemos en el último aforismo de Aurora:
¿A dónde pretendemos ir, entonces? ¿Más allá del mar? ¿A dónde nos arrastra ese
deseo tan poderoso, más importante para nosotros que cualquier placer? ¿Por qué
precisamente en esa dirección, allí donde hasta ahora se han puesto todos los soles de
la humanidad? ¿Se dirá acaso algún día que también nosotros, navegando hacia el
oeste, esperábamos encontrar las Indias, ––y que la suerte quiso que naufragáramos
en lo infinito?. ¿O no, hermanos míos? ¿O no?. ––. (A, §575)
30
Nietzsche desde muy temprano (vacaciones de Pascua de 1862), en su ensayo Fatum e historia y
Libertad de la voluntad y fatum, vio en la moral la suma de todas las verdades de una corriente de
pensamiento que va convirtiéndose en patrimonio de todos, en sentimiento de deber, hasta finalmente
transformarse en una verdad universal.
76
con respecto a dicha amistad, eso es lo que podemos percibir en la carta que envía a
su mejor amiga, Malwida el 21 de febrero de 1883:
ahora que estoy hablando de las recreaciones de mi vida, tengo necesidad de decir
unas palabras para expresar mi agradecimiento a aquello que, con diferencia, me ha
proporcionado una recreación de la manera más profunda y cordial. Esto ha sido, sin
ninguna duda, el trato íntimo con Richard Wagner. Doy por poca cosa el resto de mis
relaciones humanas; por nada del mundo querría, en cambio, apartar de mi vida los
días de Tribschen, días de confianza, de jovialidad, de sublimes azares ––de
profundos instantes. (EH, Por qué soy tan inteligente, §5; cursiva nuestra)
Debemos renunciar a conocer a aquellos a quienes algo esencial nos une; quiero
decir, debemos aceptarlos en la relación con lo desconocido en que nos aceptan, a
nosotros también, en nuestro alejamiento. La amistad, esa relación sin dependencia,
sin episodio y donde, no obstante, cabe toda la sencillez de la vida, pasa por el
reconocimiento de la extrañeza común que no nos permite hablar de nuestros amigos,
sino sólo hablarles, no hacer de ellos un tema de conversación (o de artículos), sino el
movimiento del acuerdo del que, hablándonos, reservan, incluso en la mayor
familiaridad, la distancia infinita, esa separación fundamental a partir de la cual lo
que separa se convierte en relación. (p. 266)
31
Para ampliar el tema del “quizá” en la amistad, según la interpretación de Derrida, ver el capítulo II
del libro Políticas de la amistad: seguido de El oído de Heidegger, “Amar de amistad: quizá –– el
nombre y el adverbio” (1994, pp. 43-65).
78
aforismo titulado “De los amigos” [Von den Freunden], nuestro filósofo observa
cómo frente a una misma opinión existe una “posición o una fuerza completamente
diferente que en la tuya” (HdH I, §376) y una ruptura o separación que es “hostil”.
Frente a los diferentes puntos de vista de la misma opinión o hipótesis, Nietzsche se
da cuenta de que cada uno de nosotros está siempre aislado y frente a la posición que
se asuma, que en cierta forma se vuelve indispensable para cada individuo, pueden
surgir “tempestades” y posturas irreconciliables. Dichas posturas surgen de una
amistad que no es tradicional como la que nosotros conocemos, sino de una relación
de enemistad sana, porque quizá en realidad, “«¡Amigos, no hay amigos32!» así gritó
el sabio moribundo; «¡Enemigos, no hay enemigos!» ––así grito yo, el loco viviente”
(HdH I, §376).
La amistad sana es la “necesidad de tener enemigos (en cierto modo, como
canales de desagüe para los afectos de la envidia, la belicosidad, la arrogancia, ––en
el fondo, para poder ser un buen amigo)” (MbM, §260); esta es una amistad
“aristocrática”. Amistad de la que su maestro Schopenhauer (2006) ya había hecho
mención en Parerga y Paralipómena I, al decir que “los amigos se llaman sinceros;
los enemigos lo son: por eso deberíamos usar su censura para el autoconocimiento, a
modo de amarga medicina” (p. 474).
Es importante puntualizar que para Nietzsche la amistad está por encima del
amor, la amistad es más valiosa que el amor. Tal como lo señala en los Nachlaß o
cuadernos de anotaciones, “el amor se sitúa muy por debajo de la amistad, ya que
pretende una posesión exclusiva, mientras que uno puede tener unos cuantos buenos
amigos, y dichos amigos, a su vez, también pueden hacerse amigos entre sí” (FP II,
18[44], septiembre de 1876).
La amistad entendida como enemistad se puede explicar de manera más
concreta con el aforismo “De la guerra y el pueblo guerrero” [Vom Krieg und
Kriegsvolke] de Así habló Zaratustra. En este aforismo Nietzsche nos habla de la
32
Para Derrida (1994), en dicha expresión: [“«¡Amigos, no hay amigos!»] hay una “contradicción
performativa, pues, uno no debe dirigirse a los amigos y llamarlos amigos para luego decirles que no
hay amigos" (p. 52).
79
la buena guerra es la que santifica cualquier causa. La guerra y el valor han hecho
cosas más grandes que el amor al prójimo. No es vuestra compasión, sino vuestra
valentía, la que salvó hasta ahora a quienes se hallaban en peligro. (Z, De la guerra y
el pueblo guerrero)
otro como las plantas frescas de la naturaleza y nos respetamos: así crecemos como
árboles, uno junto a otro, y precisamente por eso erguidos y hacia arriba, porque
tiramos el uno del otro” (FP II, 31[9], verano de 1878).
La amistad en Nietzsche conduce a la soledad, ese es su destino, aspecto que
desde su juventud ya era manifestado de esa manera. Así lo vemos en una carta
dirigida a Deussen en febrero de 1870, “naturalmente, te sentirás a continuación más
solo que antes: como me sucede a mí […] La soledad espiritual y ocasionalmente una
conversación con los que sienten como nosotros son nuestro destino” (CO II, §60).
Incluso, la soledad es un aspecto necesario para la libertad, por ello, Nietzsche duda
de aquellos librepensadores modernos porque “todos ellos son personas sin soledad,
sin una soledad propia […] solo que justamente no son libres y sí ridículamente
superficiales (MbM, §44). Los verdaderos amigos son aquellos que son “celosos de la
soledad, nuestra propia y más profunda soledad de medianoche y de mediodía: ––
¡nosotros somos esta especie de hombre, nosotros, espíritus libres! ¿Y tal vez también
vosotros seáis algo de esto, vosotros venideros? ¿Vosotros nuevos filósofos? ––”
(MbM, §44).
En el Ensayo sobre La amistad de Emerson (1947), se puede decir que sentía
“odio a la compañía, abrazo la soledad, y, sin embargo, no soy tan ingrato como para
no ver al prudente, al amable, al de alma noble, que de cuando en cuando entra por mi
puerta” (p. 197). En varias ocasiones Nietzsche hace alusión a la necesidad de la
soledad, como una forma de vivir libremente y sin ataduras, por ejemplo, hace
referencia metafóricamente a las pájaros solitarios, ellos han “de preferir vivir solos”
(HdH I, §426), prefieren la distancia y el aislamiento. En una carta enviada a su
amigo Carl von Gersdorff el 13 de diciembre de 1875 escribe: “«y camino solitario
como el rinoceronte»” (CO III, §495), frase extraída de los Sutta Nipáta libro sagrado
del budismo. El rinoceronte es un animal solitario y territorial, y generalmente hay
asociación únicamente entre una madre y su cría y en los adultos en temporada de
celo.
A pesar de agradarle vivir en la soledad, Nietzsche necesitó de algún tipo de
compañía para soportar su existencia, amigos de carne y hueso y otros amigos que
81
inventó como los espíritus libres, porque el “tener buenos amigos” (HdH I, §368), en
cierta forma, es un “don” (HdH I, §368); pero los amigos hay que cambiarlos y en eso
consiste el carácter del espíritu libre, en la transformación, “les digo que ya tengo
nuevos amigos” (FP III, 31[18], Invierno de 1884-1885).
El filósofo alemán hace una clarificación acerca del buen amigo. Un
verdadero amigo es el que se sabe alegrar con nosotros, “la alegría [Heiterkeit]
compartida hace al amigo” (FP II, 19[9], octubre-diciembre, 1876), mientras que
compartir el compadecer, el sufrimiento y el dolor no hacen al amigo. En una amistad
libre, Nietzsche resalta la importancia de un amor que respete la diferencia y la
pluralidad dentro de la relación, la proximidad y la distancia, este aspecto lo leemos
en el aforismo 75 titulado “Amor y dualidad” [Liebe und Zweiheit] de Humano,
demasiado humano II:
¿Qué otra cosa es amor sino comprender y alegrarse de que el otro viva, actúe y
sienta de manera distinta y opuesta a la nuestra? Para que el amor franquee los
conflictos mediante la alegría, no debe ni quitarlos ni negarlos. –– Incluso el amor
hacia sí mismo tiene como presupuesto la dualidad (o multiplicidad) inseparable en
una misma persona. (HdH II, §75)
existe una desmesura en el amor que ningún parámetro puede medir” (Cragnolini,
2006, p. 130). Nietzsche, percibe ese “fantasma” de Wagner en el aforismo 3 del
Prólogo a Humano, demasiado humano II, Wagner aparentaba ser el más victorioso,
pero en realidad era “un romántico desesperado que se había vuelto marchito y, se
prosternó de repente, mísero y derrumbado, ante la cruz cristiana…” (HdH II,
Prólogo, §3). Para nuestro autor, el tener la suerte de ver dicho “espectáculo”, fue
como ver “la claridad de un relámpago” que le permitió abandonar ese lugar y todo lo
que significó esa amistad. Porque lo que Nietzsche anhelaba era
¡Independencia del alma! ––¡de eso se trata aquí! En esto, ningún sacrificio puede ser
demasiado grande: hay que poder sacrificarle incluso al amigo más querido, y aunque
sea además el hombre más magnífico, la gloria del mundo, el genio sin par, ––
siempre que se ame la libertad como libertad de las grandes almas y por su causa le
amenace un peligro esa libertad. (GC, §98)
Después del abandono de la amistad con Wagner, Nietzsche confiesa que sus
posteriores primeros pasos fueron de temor, también se enfermó, estaba cansado de
las desilusiones y del fanatismo. Todo esto, lo condujo a “una desconfianza más
profunda, a un desprecio más profundo y a una soledad más profunda que nunca”
(HdH II, Prólogo, §3). Entonces, ¿cuál sería el camino a seguir al estar en soledad?
La tarea fue la de desprenderse del romanticismo (es decir, de todas las posturas
impersonales de la modernidad), algo tan sencillo, como por ejemplo, prohibirse toda
“la música romántica”, es decir, la música alemana, incluida la de Wagner. Aunque
hace una aclaración, “mis objeciones a la música de Wagner son objeciones
fisiológicas” (NcW, Prólogo, Dónde hago objeciones), pero lo importante es buscar
otros rumbos, otros amigos, otros lugares, otras pretensiones.
Pero, entonces, ¿a quién se le puede solicitar su amistad? En el aforismo 456
titulado “Orgullo por los antepasados” [Ahnenstolz] de Humano, demasiado humano
I, Nietzsche recomienda solicitarle la amistad a alguien que en toda su ascendencia no
haya tenido a ningún “hombre, violento, codicioso, licencioso, malo o cruel” (HdH I,
§456). En general, casi nadie está libre de no tener a un antepasado con esas
condiciones, pero en casos excepcionales, habría que solicitar su amistad a esos pocos
individuos que tienen “buenos antepasados”, que tienen un origen noble. En otras
83
“confusión entre el tú y el yo” [Verwechselung von Ich und Du] (HdH II, §241). Es
decir, que el “yo” no se puede perder y confundir con el “tú”; el “yo” debe dominar al
“tú” para no perder la identidad y no caer su homogeneización, y no caer en la
homogeneización es precisamente actuar con libertad; pues la sana amistad crea
comunidades, pero dentro de esas comunidades no se debe perder lo individual, sino
al contrario, se deben preservar esos aspectos que nos hacen diferentes.
33
Para Mazzino Montinari (1984), El crepúsculo de los ídolos es “una especie de obra gemela del
Anticristo, especialmente desde el punto de vista de su origen. Al igual que El Anticristo, toma su
origen de un mismo material; e incluso coexiste por un tiempo en un manuscrito” (p. 72; traducción
propia).
85
mujer e hijos) tenía como tarea prolongar esas relaciones de “poder”, de “influencia”
y de “riqueza” que una familia había adquirido. En otras palabras, el matrimonio
reproducía unas relaciones de “dominio”, aspectos que la modernidad ha olvidado
convirtiéndolo en una institución sagrada, “el matrimonio moderno ha perdido su
sentido” (CI, Incursiones de un intempestivo, §39).
En Humano, demasiado humano I se observa que el matrimonio no busca el
complemento, sino el “perfeccionamiento de las propias cualidades” (HdH I, §411).
Por ejemplo, el hombre busca en la esposa a un ser profundo y con muchos
sentimientos y la mujer busca en el esposo un “ser inteligente, presto y brillante”
(HdH I, §411), es decir, que el hombre lo que busca en la esposa es al hombre
idealizado y viceversa. También observa que el que sepa apreciar el don de la amistad
tendrá su premio, “al mejor amigo le tocará probablemente la mejor esposa, porque el
buen matrimonio reposa sobre el talento para la amistad” (HdH I, §378). Y una buena
amistad tiene como núcleo primordial el diálogo. En este sentido, es importante hacer
la siguiente pregunta al que quiere estar en matrimonio: “¿crees que podrás conversar
bien con esta mujer hasta la vejez? […] la conversación es lo que ocupa la mayor
parte del tiempo de convivencia” (HdH I, §406), lo demás es transitorio. Esta es una
pregunta fundamental para cualquier tipo de relación porque la amistad se basa en el
diálogo permanente y por ningún motivo se puede convertir en un sentimiento de
amor temporal, amor que finalmente se marchitará. De la misma manera, si el diálogo
se agota o se vuelve aburrido, el matrimonio se convertirá en una relación
insoportable y fracasará, porque el matrimonio es como una “larga conversación” que
se tendrá que mantener dentro de un juego de fuerzas entre buenos amigos ––
amigo/enemigo––.
En este sentido, Nietzsche, en el aforismo 424: “Sobre el futuro del
matrimonio” [Aus der Zukunft der Ehe] de Humano, demasiado humano I, prefiere
ver en el futuro un matrimonio pensado desde una “concepción superior”, es decir,
como una amistad, amistad de almas entre personas de sexo opuesto con el fin de la
“procreación y la educación de una nueva generación” (HdH I, §424). Esta
mentalidad la tendrían las mujeres nobles, aristócratas y de “mentalidad libre”. El
86
filósofo alemán ve el matrimonio como una relación que “usa lo sensual”, para el fin
superior de la procreación y la educación, pero si se usa exclusivamente para lo
sexual, dicho fin se perderá. A la vez, no está de acuerdo con que la esposa tenga una
serie de oficios simultáneos, ellos perturbarán el buen matrimonio, lo volverán
moderno,
Una buena esposa, que deba ser amiga, colaboradora, procreadora, madre, cabeza de
familia, administradora, más aún, que quizá tenga que ocuparse separadamente de su
propio negocio y oficio aparte del marido, no puede ser al mismo tiempo concubina:
en general esto significaría pedirle demasiado. (HdH I, §424)
¿Qué gran filósofo de los habidos hasta ahora ha estado casado? Heráclito, Platón,
Descartes, Spinoza, Leibniz, Kant, Schopenhauer no lo estuvieron; es más, ni
siquiera puede uno imaginarlos casados. Un filósofo casado es una cosa de comedia,
ésta es mi tesis. (GM, Tratado III, §7)
34
Es importante puntualizar que los llamados librepensadores tienen dos significados y sentidos muy
distintos en Nietzsche, a diferencia de nuestro idioma castellano en el que tiene un único significado.
El librepensador del que se va hablar en Humano, demasiado humano, corresponde al [Freigeister], es
decir, a aquellos pocos hombres de espíritu superior, los hombres que buscan la “gran salud”. Los otros
librepensadores, nuestro autor los señala con la palabra alemana [Freidenker], que son los hombres de
la debilidad, los hombres de la Ilustración o de nuestra modernidad que creen ser libres, aunque en
realidad estén encadenados y con espíritu de décadence; “nosotros somos algo distinto de los «libres-
penseurs», «liberi pensatori», «freidenker», o como quieran llamarse todos estos afables portavoces de
las «ideas modernas»” (MbM, §44).
88
en los libros de aforismos como los míos, entre aforismos breves y detrás de ellos hay
largos asuntos y sartas de pensamientos prohibidos; y entre ellos algunos que acaso
sean bastante problemáticos para Edipo y su esfinge. Yo no escribo tratados: los
tratados son para asnos y lectores de revistas. Tampoco discursos. Mis
«Consideraciones intempestivas» iban dirigidas a hombres jóvenes como yo era
entonces, a los que hablaba de vivencias mías y les hacía promesas para atraerlos a
mis laberintos, ––a jóvenes alemanes: pero se me quiere hacer creer que los jóvenes
alemanes han desaparecido. (FP III, 37[5], junio-julio, 1885)
35
Para Paul Franco (2011), “en la literatura académica, estos párrafos se han llamado
convencionalmente "aforismos", e incluso Nietzsche se refiere a ellos como tales, usando las palabras
alemanas Aphorismus y Sentenz. Pero, desde el principio, es evidente que los aforismos de Nietzsche
son muy diferentes de las máximas breves y pulidas de los moralistas franceses como La
89
una sentencia es un miembro de una secuencia de pensamientos; pide del lector que
reconstruya dicha secuencia por sus propios medios: lo cual supone mucho pedir.
Una sentencia es una presunción. ––O bien un aviso: como sabía Heráclito. Para ser
saboreada, una sentencia debe, ante todo, ser removida y combinada con otros
ingredientes (ejemplos, experiencias, historias). Esto es algo que no comprende la
mayoría y por eso en las sentencias cabe expresar sin pensar algo que dé que pensar.
(FP II, 20[3], invierno de 1876-1877)
el aforismo, la sentencia, en los que yo soy maestro, el primero entre los alemanes,
son las formas de la «eternidad»; mi ambición es decir en diez frases lo que todos los
demás dicen en un libro, ––lo que todos los demás no dicen en un libro… (CI,
Incursiones de un Intempestivo, §51)
37
Para Jesús Conill (1997), en el pathos de la distancia van “juntos libertad y poder para valorar desde
sí mismo. Sin necesidad de recurrir a Dios, a la naturaleza, a las instituciones, ni a la voluntad racional
por ser universal […] Ese pathos constituye una autonomía soberana, que ofrece un nuevo sentido a la
existencia […] el pathos de la distancia es el nuevo punto de vista sobre la tierra” (p. 180).
91
en especial, la influencia que recibió de “su amigo Paul Rée, con sus Observaciones
Psicológicas de 1875 […] Tanto Rée como Nietzsche se sentían atraídos por el
carácter fresco, desapegado y científico del aforismo, y en especial porque lo
empleaban los moralistas franceses” (Franco, 2011, p. 13, traducción propia),
reconoce que ellos tenían una claridad y una delicada precisión similar a la de los
griegos.
Nietzsche justifica su estilo aforístico en los Nachlaß o cuadernos de
anotaciones de 1885, diciendo que los “libros más profundos e inagotables tendrán
siempre algo del carácter aforístico e imprevisto de los Pensées de Pascal. Las fuerzas
impulsoras y las estimaciones de valor están muy por debajo de la superficie; lo que
aparece es el efecto” (FP III, 35[31], mayo-julio de 1885). Y en esta nueva forma
escritural que asume, a partir de Humano, demasiado humano, el filósofo de Röcken
sondea y ensaya [Versuchen] la nueva forma de pensamiento crítico que asumirá en
los siguientes escritos. Dicho estilo de Nietzsche, que posteriormente iremos
analizando, fue un triunfo filosófico y literario en el mundo de Occidente durante el
siglo XX.
Podemos decir que ese estilo aforístico proviene, en gran parte de su
enfermedad, de esas jaquecas, dolores de cabeza y de ojos. Para Janz (1978), la forma
de escritura que asume Nietzsche en Humano, demasiado humano va en contra de su
propia voluntad y el mariposeo de tema en tema, “se muestra como una consecuencia
de su único modo posible de trabajo” (Vol. III, p. 27), algo que el mismo Nietzsche
manifestó en su correspondencia. En este sentido, se puede afirmar que el estilo
aforístico fue una necesidad debido a su delicada salud. En muchas cartas de este
periodo intermedio observamos las continuas quejas con respecto a su pésima salud,
en muchas de ellas podemos leer algo similar a lo que dice en las siguientes; en la
que dirige a Paul Deussen a principios de agosto de 1877 leemos “adiós querido
amigo, y perdona a mis ojos que me prohíben seguir escribiendo” (CO III, §642), en
la que le escribe a Cosima Wagner el 19 de diciembre de 1876 “ahora debo concluir
mi carta (no me está permitido escribir)” (CO III, §581) y la que envía a Heinrich
Köselitz el 5 de octubre de 1879, donde le dice a su amigo que ha tenido que
92
Lo que en aquel entonces se decidió en mí tal vez no fuese, sin más, una ruptura con
Wagner ––sentía un completo extravío de mi instinto, del que cada equivocación en
concreto, ya se llamase Wagner o se llamase cátedra de Basilea, era meramente un
indicio. Una impaciencia conmigo mismo se apoderó de mí; veía que había llegado el
momento cumbre para reflexionar sobre mí mismo. De repente me quedó claro, con
terrible nitidez, cuánto tiempo se había desperdiciado ya, ––de qué forma tan inútil,
tan arbitraria, toda mi existencia de filólogo se había desviado de mi tarea. (EH,
Humano, demasiado humano, §3)
fue derrumbar lo que se llama verdad. Y ese derrumbar y destruir, es lo que en aquel
ensayo de adolescencia se llama fatum (destino), un fatum que es individual,
el fatum no es otra cosa que una cadena de acontecimientos; que el ser humano,
desde el momento en que actúa y crea de ese modo sus propios acontecimientos,
determina su propio fatum; que, en general, los acontecimientos, en lo que atañen al
ser humano, están consciente o inconscientemente ocasionados por él mismo, y han
de adaptarse a él. (LVF)
transformación que sea significativa. Y para ello, no hay que abandonar la libertad
que es la que permite una construcción crítica de la cultura, la libertad nos permite
reconstruir las falsedades que la cultura ha creado.
38
Para ampliar información acerca del diagnóstico y los resultados médicos de la enfermedad en
Nietzsche ver el libro de Volz, Pia Daniela (1990). Nietzsche im Labyrinth seiner Krankheit. Eine
medizinisch-biographische Untersuchung.
97
39
La enfermedad que padeció Nietzsche durante su vida, desde la infancia hasta la madurez parece ser
un enigma. Los médicos de la época encontraron patologías diversas de sus dolencias, los intérpretes
de su obra han opinado y dado diagnósticos diferentes. Roland Schiffter (2013) muestra que los
resultados médicos de 1889 expedidos por los reconocidos médicos Prof. Ludwig Wille (1834-1912)
de la clínica psiquiátrica "Friedmatt" y del neurólogo Prof. Otto Ludwig Binswanger (1852-1929) de
la clínica psiquiátrica universitaria de Jena fue “parálisis progresiva”. “El neurólogo Prof. Binswanger,
que es ampliamente conocido en la investigación de la parálisis, lo examina y lo trata allí. Confirmó
sin vacilación e inequívocamente el diagnóstico de una parálisis progresiva” (p. 289; traducción
propia).
Christiane Koszka (2010) hace un interesante análisis en su artículo MELAS (Mitochondriale
Enzephalomyopathie, Laktazidose und Schlaganfall-ähnliche Episoden) –– eine neue Diagnose von
Nietzsches Krankheit. “Este artículo da una visión cronológica detallada de los signos y síntomas de su
enfermedad que comenzaron desde su niñez. Se discute que la enfermedad multisistémica de Nietzsche
cumple todos los criterios para ser un diagnóstico de un síndrome MELAS (encefalomiopatía
mitocondrial, acidosis láctica y episodios parecidos a un accidente cerebrovascular), un trastorno
genético heredado de su madre. El diagnóstico de parálisis general de los locos (neurosífilis) que se
hizo en su admisión en Basilea y Jena en 1889 fue muy probablemente un típico error médico de la
época” (p. 573; traducción propia).
Frente a los estudios de la doctora Christiane Koszka (2010), Roland Schiffter (2013) no está de
acuerdo con que Nietzsche tuviera el síndrome MELAS, pues “este diagnóstico es inaplicable e
inadecuado. Un nuevo análisis de sus síntomas y problemas viene una vez más a dar el siguiente
resultado: Su enfermedad final (desde 1888) es una parálisis progresiva de los locos” (p. 283;
traducción propia). De la misma forma, Thomas Klopstock (2013) en su artículo Friedrich Nietzsche
und seine Krankheiten: kein ausreichender Anhalt für MELAS, también considera que “MELAS es un
diagnóstico poco probable. Aunque algunas de las manifestaciones de la enfermedad de Nietzsche son
compatibles con MELAS, son un poco inespecíficas para hacer un diagnóstico firme” (p. 293;
traducción propia).
La parálisis progresiva es el resultado final de la sífilis, enfermedad de la que al parecer murió
Nietzsche y con la que están de acuerdo la mayoría de expertos en el tema, aunque también sufría de
98
apartado sobre el carácter, en el capítulo VI. Era una predestinación a una muerte
temprana, tal como en realidad ocurrió. Pero lo importante de los estados de
enfermedad es que en estos estados de “penuria” también se filosofa, estados que para
el pensador de Röcken parecen predominar más de lo que se cree en “la historia de la
filosofía” (GC, Prólogo a la segunda edición, §2). En estos estados de “presión de la
enfermedad” (GC, Prólogo a la segunda edición, §2), el filósofo hace diversos
experimentos, vivencias y decisiones incalculables para su vida,
uno aprende a observar con ojos más sutiles todo lo que hasta entonces se ha
filosofado; se descubren mejor que antes los involuntarios desvíos, los callejones
secundarios, los sitios de descanso, los sitios soleados del pensamiento a los que son
llevados, seducidos, los pensadores sufrientes precisamente en cuanto sufrientes, se
sabe entonces hacia donde el cuerpo enfermo y su necesidad apremia, empujan,
atraen inconscientemente al espíritu ––hacia el sol, la tranquilidad, la suavidad, la
paciencia, el remedio, el alivio en algún sentido. (GC, Prólogo a la segunda edición,
§2)
otras enfermedades aparentemente hereditarias como la migraña, problemas oculares como la miopía y
otras enfermedades que fue adquiriendo, como la gastritis crónica. Pero como lo afirma Thomas
Klopstock (2013), “no se dispuso de una prueba serológica en ese momento, no se realizó una
autopsia” (p. 294; traducción propia), pruebas que hubieran esclarecido este tema que parece
interminable en los estudios acerca de la enfermedad que sufrió Nietzsche.
40
Este aspecto sobre la enfermedad decadente que anhela y quiere el hombre moderno la ampliaremos
en el capítulo IV, cuando se reflexione sobre la vida de los ascetas.
99
en medio de los suplicios que trae consigo un dolor cerebral ininterrumpido durante
tres días, acompañado de un penoso vómito mucoso, ––poseía yo una claridad
dialéctica par excellence y meditaba con sangre fría sobre cosas a propósito de las
cuales no soy, en mejores condiciones de salud, bastante escalador, bastante refinado,
bastante frío. Mis lectores tal vez sepan hasta qué punto considero yo la dialéctica
como síntoma de décadence […]. (EH, Por qué soy tan sabio, §1)
gástrico” (EH, Por qué soy yo tan sabio, §1). Él no se conformó con esos simples
diagnósticos, que parecen ser estados de alteraciones experienciales de ánimo que
necesita el cuerpo para fortalecerse dentro de esos estados íntimos de la enfermedad.
Por ello, también buscó medicarse instintivamente, un don de pocos, pues el no
dejarse cuidar y medicar por otros es síntoma de buscar lo que realmente cada quien
necesita: “me puse a mí mismo en mis manos, me sané yo a mí mismo” (EH, Por qué
soy yo tan sabio, §2).
Esto quiere decir que en el “fondo” Nietzsche se encontraba sano, porque si
fuera un enfermizo décadent, no se hubiera dado el lujo de sanarse a sí mismo.
Entonces, podemos observar que el filósofo de Röcken aprovechó la enfermedad
como “un enérgico estimulante para vivir, para más-vivir” (EH, Por qué soy yo tan
sabio, §2). Ese estado que vivió Nietzsche, Safranski (2001) lo describe
correctamente como la “estrecha relación entre sufrimiento corporal y triunfo
espiritual” (p. 189).
Entonces, ¿qué hacer con los estados enfermizos? Lo importante de un
enfermo no decadente y en el fondo de “buena constitución” es disfrutar de la
enfermedad descubriendo nuevas cosas. A este enfermo-sano le gusta y se permite lo
que es “saludable”, le interesa conocerse más y encontrar la voluntad de salud para
ver otras perspectivas. En ese periodo largo de enfermedad (1876-1880), escribe
nuestro filósofo: “descubrí de nuevo la vida, y a mí mismo incluido, saboreé todas las
cosas buenas e incluso las cosas pequeñas como no es fácil que otros puedan
saborearlas” (EH, Por qué soy yo tan sabio, §2). De manera interesante, el filósofo de
Röcken durante esos tormentosos años de decaimiento se alejó del pesimismo
(enfermedad), su instinto no le permitió una filosofía “de la pobreza y del desaliento”
(EH, Por qué soy yo tan sabio, §2). El instinto que condujo a Nietzsche a la salud le
permitió ser más fuerte que antes, porque “lo que no me mata me hace más fuerte”
(CI, Sentencias y flechas, §8). El instinto también le permitió aplicar el “principio de
selección” (EH, Por qué soy yo tan sabio, §2) en su vida, es decir, abandonar lo que
perturba y elegir lo necesario para salir del estado de hundimiento.
101
En cuanto a suplicios y renuncias, mi vida en los últimos años puede ser comparada
con la de los ascetas de cualquier época; a pesar de ello, he aprovechado mucho estos
años para purificar y pulir el alma ––y para eso ya no necesito ni arte ni religión.
(Como ve, estoy orgulloso de ello; de hecho, el completo desamparo es lo que me ha
permitido descubrir mis verdaderos recursos). Creo que he realizado la obra de mi
vida, desde luego como alguien a quien no se le ha concedido tiempo. Pero sé que he
derramado para muchos una gota de buen aceite y que he dado a muchos una
indicación hacia la autoelevación, el carácter pacífico y el sentido de lo justo. Ningún
dolor ha sido capaz, ni debe serlo, de inducirme a dar un falso testimonio sobre la
vida, tal como yo la conozco. (CO IV, §2)
«¡se por una vez acusador y verdugo de ti mismo, toma tu sufrimiento como un
castigo que tú mismo te has impuesto! Disfruta de tu superioridad en cuanto juez; aún
más: ¡disfruta de tu capricho, de tu tiránica arbitrariedad! ¡Elévate por encima de tu
vida como te elevas por encima del sufrimiento, mira hacia abajo, hacia los motivos y
lo inmotivado». (A, §114)
Abandonar el orgullo junto con la enfermedad, es ver cosas nuevas y diferentes que
desconocíamos, es huir de la “claridad objetiva” de la enfermedad.
Nietzsche nos habla de un “nuevo orgullo”, es decir, “¡a dejar de esconder la
cabeza en la arena de las cosas celestes, y a llevarla libremente, una cabeza terrena, la
cual es la que crea el sentido de la tierra!” (Z, “De los trasmundanos”), es la cabeza
que se escapa del pesimismo. En este aforismo, Nietzsche toma la máscara del
Zaratustra para manifestar que, al igual que aquel Zaratustra (el primer Zaratustra o el
Zaratustra antes de la renovación), “proyectó su ilusión más allá del hombre, lo
mismo que todos los trasmundanos” (Z, “De los trasmundanos”). Esta “ilusión”
metafísica es una clara referencia a sus tiempos de juventud, donde el pensador
alemán proyectó sus fuerzas a la dependencia del idealismo de Wagner y
Schopenhauer. Dependencia similar a la que tienen la mayoría de hombres en esa
etapa de inmadurez, aunque lo importante es superar dicha ilusión y aprender una
“nueva voluntad” y un “nuevo orgullo”: el de la curación y la salud.
Nietzsche reconoce que la enfermedad lo sacó de la “pereza” y de las
dependencias y ataduras que lo caracterizaron en su periodo de juventud. Pereza que
estuvo aferrada a la dependencia y que es asemejada con los parásitos que viven a
costa de otros, “es señal de una total falta de sentimientos nobles” (HdH I, §356) y
una actitud típica de los hombres a los que no les gusta trabajar. Más adelante en el
aforismo 412 “Un juicio de Hesíodo confirmado” [Ein Urtheil Hesiod’s bekräftigt] de
Humano, demasiado humano I, no habla de parásitos, sino de “zánganos”, en este
aforismo el ser zángano es sinónimo de la inteligencia de las mujeres.
Por ello, el enfermo de ninguna manera se puede convertir en “parásito de la
sociedad” (CI, Incursiones de un intempestivo, §30), si alguien llega a este estado, en
opinión de Nietzsche, debe morir:
En la anterior cita podemos observar una especie de síntesis de lo que debe ser
la enfermedad. Allí, encontramos varias similitudes con respecto a la vida que asumió
Nietzsche a partir de Humano, demasiado humano, por ejemplo; el tomar nuevos
aires al retirarse a Sorrento y tener “frecuentes cambios de domicilio”, el cambiar de
amigos, el desaparecer del rígido régimen académico de Basilea y el buscar la
soledad y una nueva ocupación, la de escritor libre. Gracias a estas decisiones pudo
105
este modo de vida, aunque forzado sobre él, tuvo efectos positivos al darle un nuevo
comienzo. Ya no estaba vinculado a las reglas y la etiqueta intelectual de la vida
académica y, sobre todo, era libre de convertirse en el filósofo que quería ser. Hasta
entonces, sus publicaciones eran ensayos filológicos o críticas de la cultura […] Sin
embargo, a partir de entonces, dedicó por completo el tiempo que su enfermedad le
dejó a su tarea filosófica. La primera expresión de estos esfuerzos los vemos en 1878
(un año antes de su renuncia permanente), al publicar Humano, demasiado humano.
(p. 32; traducción propia)
41
Como anécdota y de manera paradójica es interesante ver lo que Nietzsche llama libertad amorosa
en una carta dirigida a Mathilde Trampedach en Ginebra, “¿No cree usted que unidos cada uno de
nosotros sería más libre y mejor, por tanto excelsior, de lo que podría serlo por separado? ¿Quiere
usted atreverse a ir junto a mí, como junto a alguien que aspira de todo corazón a la liberación y a ser
mejor? ¿Por todos los senderos de la vida y del pensamiento?” (CO III, §517).
108
largamente, sanar, quiero decir, volverse «más sanos»” (HdH I, Prólogo, §5). Es
decir, que frente a las adversidades y ante las enfermedades adquiridas, el cuerpo
debe construir sus propias defensas para que no vuelvan a infectarlo, liberarse de una
vez por todas de aquello que le perjudica.
Pero, Nietzsche se da cuenta y advierte que el espíritu liberado con su
desprendimiento puede convertir su liberación en una enfermedad reactiva que
destruye al hombre, pues la historia del desprendimiento,
es a la par una enfermedad que puede destruir al hombre, esta primera erupción de
fuerza y voluntad de autodeterminación, de poner valores por sí mismo, esta voluntad
de voluntad libre: ¡y cuánta enfermedad se manifiesta en los salvajes ensayos y
rarezas con que el liberado, el desprendido, busca en adelante demostrarse a sí mismo
su dominio sobre las cosas! Vagabundea con crueldad bajo una avidez insatisfecha.
(HdH I, Prólogo, §3)
De ahí que, para nuestro autor, el que logre ser un espíritu libre no puede
permitirse por arbitrio extraviarse y asfixiarse de ese bello espíritu y de todas las
tentativas con que cuenta el espíritu liberado. El espíritu libre con su vagabundeo no
puede desorientarse después de obtener la libertad, esa sería una simple reacción
negativa a la libertad, tal como lo hace el hombre actual que con el sistema capitalista
cree estar en libertad. Al contrario, el hombre de espíritu libre debe tener dominio
sobre las cosas, tiene que buscar su propia orientación y no perderse en el “desierto”
frente a los interrogantes curiosos y peligrosos que se plantea como:
«¿No se pueden invertir todos los valores? ¿y acaso el bien sea el mal?, ¿y Dios
sólo una invención y sutileza del diablo? ¿Acaso todo en último término sea falso?
Y si somos unos engañados, ¿no seremos por eso mismo también engañadores?
¿no tenemos que ser también engañadores?» ––tales pensamientos lo seducen y
conducen cada vez más lejos, cada vez más desencaminado. (HdH I, Prólogo, §3)
pensamiento de los alemanes, entre otra lista de engaños. Por estas razones, en el
periodo de la escritura de Humano, demasiado humano, Nietzsche comienza
hablando de otra manera: inmoral y extramoralmente, “más allá del bien y del mal”
[Jenseits von Gut und Böse] establecidos. Aunque él mismo reconoce que se le puede
reprochar el haber vivido en esos errores y autoengaños juveniles, lo interesante es
que, a partir de entonces, comienza a ver las cosas de otra manera y no a ver
solamente una “igualdad de puntos de vista y de deseos” (HdH I, Prólogo, §1), como
lo hace cualquier hombre o pensador moderno; en él se da un giro en la manera de ver
las cosas, en apreciar lo próximo, lo inmediato y no lo lejano, tal como lo veremos en
el capítulo VI.
Como lo hemos visto hasta ahora, en varios aforismos de la escritura de
Nietzsche se hace referencia a la enfermedad, tal es el caso del aforismo 214
“Ennoblecimiento de la realidad” [Veredelung der Wirklichkeit] de Humano,
demasiado humano I, donde se ratifica su importancia. Aquí nos trae el ejemplo de
los griegos y el trato que ellos tenían hacia la enfermedad; los griegos supieron sacar
provecho a las enfermedades, eran sus acompañantes casi permanentes, ejemplos de
ellos son la epilepsia y otras enfermedades nerviosas. “su secreto fue el de adorar
como divinidad también a la enfermedad, siempre que tuviese poder” (HdH I, §214),
es decir, convirtieron la enfermedad en “fuerzas auxiliares” de su propia cultura,
vivieron con ella y le sacaron provecho para tener una “salud robusta” y fortalecida.
Esta referencia de Nietzsche también parece haber sido heredada de Emerson; al
respecto, el pensador norteamericano escribe: “Nuestra admiración por lo antiguo no
es admiración por lo viejo, sino por lo natural. Los griegos no son reflexivos, sino
perfectos en sus sentidos, perfectos en su salud, con la más perfecta organización
física del mundo” (Emerson, 1947, p. 42; cursiva nuestra).
Más adelante, en el aforismo 465 titulado la “Resurrección del Espíritu”
[Auferstehung des Geistes] de Humano, demasiado humano I, el filósofo alemán nos
dice que
y afirmación del poder. La cultura debe sus más altas conquistas a las épocas de
debilidad política. (HdH I, §465)
Quien a menudo se encuentra enfermo, no sólo saca un placer mucho mayor del estar
sano, por la frecuencia de sus procesos de curación, sino que además posee un
sentido agudísimo para lo que es sano y lo que es enfermizo en las obras y acciones
propias y ajenas: así por ejemplo, justamente los escritores de salud delicada ––como
son desgraciadamente casi todos los grandes–– suelen mostrar en sus escritos un
tono de salud mucho más seguro y constante, porque, respecto a los físicamente
robustos, tienen un mejor conocimiento de la filosofía de la salud y de la curación
espiritual y sus preceptos: la mañana, el resplandor del sol, el bosque y los
manantiales. (HdH II, §356)
111
Los que experiencian una enfermedad son más saludables que aquellos que
tienen una aparente salud estable. El enfermo se vuelve experto en “procesos de
curación”. Él tiene la capacidad de identificar lo sano de lo enfermo, algo casi
imposible para aquellos que nunca han vivido la enfermedad, es decir, conocen los
remedios adecuados para las diversas enfermedades y la autocuración del espíritu.
Este estado, les permite, por ejemplo, ser buenos filósofos y escritores porque
conocen el arte de la “filosofía de la salud”.
Nietzsche para justificar su vigorosa salud dentro de sus graves
padecimientos, en los Nachlaß o cuadernos de anotaciones del verano de 1876
escribe: “a menudo el hombre enfermo está más sano en su alma que el hombre sano”
(FP II, 17[11], verano de 1876). En estos tiempos el hombre se enferma de su
empleo, de las relaciones sociales y de sus negocios, por ello, la enfermedad se
convierte en necesaria porque es un recobrar fuerzas. Interpretando el aforismo 284
“A favor de los ociosos” [Zu Gunsten der Müssigen] de Humano, demasiado humano
I podemos decir que la enfermedad es un tiempo de ocio [Otium] fundamental, que el
hombre moderno ha olvidado, “los estudiosos se avergüenzan del otium. Pero el ocio
y el ociar son cosas nobles” (HdH I, §284) necesarias para la salud.
Podemos concluir este apartado diciendo que la enfermedad en Nietzsche es
una enfermedad clínica, pues siguiendo el método clínico podemos elaborar el
diagnóstico de la situación patológica y los síntomas de la enfermedad en su
integridad social, histórica, biológica o fisiológica y psicológica y así darle la
medicina apropiada para su curación. A la vez, podemos finalizar trayendo el
aforismo 184 “Cómo hay que contar la historia natural” [Wie Naturgeschichte zu
erzählen ist] de Humano, demasiado humano II donde Nietzsche hace la invitación
para que la historia natural sea contada y a la vez transformada. La historia natural
que hemos vivido, es decir, la historia del triunfo de la fuerza ética-espiritual contra la
pereza, el miedo y la superstición debe ser contada y convertirse en la búsqueda
afanosa de una “rebosante salud corporal y anímica, al gozoso sentimiento de sentirse
el heredero y continuador de lo humano y a una necesidad cada vez más noble de
iniciativa” (HdH II, §184). En esta búsqueda de buena salud, el filósofo de Röcken
112
les reconoce a los ingleses un progreso hacia dicha búsqueda, en parte, porque ha sido
elaborada por sus mejores estudiosos, “naturalezas completas, plenas y generosas”
(HdH II, §184), mientras que los alemanes no han podido dar un paso, gracias a sus
investigadores mediocres.
42
El pájaro representa en Nietzsche y en general para toda nuestra cultura el espíritu de la libertad. Al
respecto, Brian Crowley (2004) escribe que “el pájaro es, de lejos, el animal más popular en los
escritos de Nietzsche, lo menciona en más de 140 pasajes […] Como una figura importante en sus
escritos, aparece en las observaciones preliminares a Humano, demasiado humano, así como en las
113
un horizonte de pájaro, una loca alegría de pájaro” (HdH I, Prólogo, §4). Proceso que
no es fácil y en el que se van encontrando diversas máscaras que parecen ser de buena
salud, hasta llegar a esa “gran salud” [Grosse Gesundheit], es decir, hasta llegar a la
“libertad madura”, libertad de vivir en la “tentativa”, en la no preocupación, en el
enamoramiento de los propios caminos. La gran salud según el aforismo 382 de La
gaya ciencia es propia de los
secciones preponderantes de Aurora, Así habló Zaratustra, y Más allá del bien y del mal” (pp. 333-
334; traducción propia).
114
es decir, con plena salud, así lo escribe: “¿qué nos importa que el señor Nietzsche esté
de nuevo sano?” (GC, Prólogo a la segunda edición, §2).
El psicólogo Nietzsche durante su estado de enfermedad aplicó toda su
“curiosidad científica” (GC, Prólogo a la segunda edición, §2), no solamente frente a
la enfermedad, sino frente a la filosofía de su persona: “en uno son las carencias las
que filosofan, en el otro sus riquezas y fuerzas” (GC, Prólogo a la segunda edición,
§2). Es decir, que abandona su propia situación personal para llevarla al campo de la
reflexión global de la vida. Con ello vemos que sus diversos estados fisiológicos
sirvieron para explicar lo que es el hundimiento y la manera de conseguir la salud y la
liberación de la enfermedad de la cultura.
Para llegar a la salud durante el periodo medio y conseguir “la vía hacia ese
valeroso pesimismo” (HdH II, Prólogo, §4), Nietzsche decide tomar un camino
solitario y desconfiado consigo mismo, con todo lo que lo “afligía y apenaba”, era un
camino hacia “«mí» mismo, hacia mi tarea” (HdH II, Prólogo, §4). Una tarea que
tenía oculta y que va apareciendo en su escrito de Humano, demasiado humano, un
libro para espíritus libres, donde ya no creía en “nada en absoluto” (HdH II, Prólogo,
§1); tarea que asume el espíritu libre porque cuando se abandona o se duda de ella, la
enfermedad lo acapara y opaca. Pero la invitación de Nietzsche es que cuando
aparezca la enfermedad hay que expulsarla y buscar la salud, aunque se tenga que
echar “una carga con más peso de lo que habíamos hecho antes…” (HdH II, Prólogo,
§4). Cuando Nietzsche habla de una carga más pesada está percibiendo que el tener
un espíritu libre es algo más difícil de lo que se cree, pues se necesita de mayor
responsabilidad para llevar ese emblema. Con el espíritu de libertad se asume un
mayor compromiso consigo mismo, porque se inicia el proceso de una identidad
propia y auténtica, un espíritu que en ciertas ocasiones “como lo dice el proverbio,
sólo se permanece filósofo si uno ––calla” (HdH I, Prólogo, §8).
115
salud de los cocineros y otros compañeros en Cristo” (EH, Por qué soy yo tan
inteligente, §1). Alimentarse de esta manera, es decir, de las divagaciones morales,
metafísicas, religiosas y artísticas es estropearse el estómago, similar a como se
alimentan los alemanes con “carnes demasiado cocidas, las verduras grasas y
harinosas […] beber después de comer, se comprenderá también de dónde procede el
espíritu alemán de intestinos revueltos…” (EH, Por qué soy yo tan inteligente, §1).
Esta dieta de la cocina alemana, en el pensar de Nietzsche, alimenta el verdadero
espíritu del alemán: la “indigestión”, estado en el que se encontraba Nietzsche
durante el periodo de juventud.
No obstante, el delicado estado de salud de Nietzsche no le permitía comer
cualquier cosa, por ejemplo, no consumía bebidas alcohólicas, le resultaban
perjudiciales, “un solo vaso de vino o de cerveza al día bastaba para hacer de mi vida
un «valle de lágrimas»” (EH, Por qué soy yo tan inteligente, §1). Por ello, tenía que
seguir una dieta estricta, según el instinto y el comportamiento que su propio cuerpo
le indicaba. El consumir bebidas alcohólicas y fumar tabaco son simples vanidades de
los jóvenes, pero lo peor es que los alemanes lo prolongan hasta su vejez.
El continuar con estos hábitos es causa de la mala creencia de que el
embriagarse produce alegrías, eso es un “absurdo”, es no conocer nuestra fisiología,
pues solo “el agua basta…” (EH, Por qué soy yo tan inteligente, §1). Nietzsche en
este mismo aforismo de Ecce homo, continúa dando recomendaciones alimenticias,
por ejemplo, “una comida fuerte es más fácil de digerir que una demasiado pequeña”
(EH, Por qué soy yo tan inteligente, §1), el consumir una comida fuerte es poner en
funcionamiento todos los órganos del estómago. Tampoco recomienda entrecomidas
ni consumir café porque ofusca, tomar una pequeña cantidad de té cargado, pero solo
en las mañanas, de lo contrario, estropea el estómago, iniciar el día con una “taza de
cacao espeso y desgrasado. ––Y como lo señalábamos anteriormente, ––Estar
sentados lo menos posible” (EH, Por qué soy yo tan inteligente, §1), caminar en el
aire libre, no ser sedentario, así las buenas ideas fluirán por nuestra mente.
De acuerdo a estas inquietudes del propio Nietzsche acerca de la dieta,
quisimos traer la siguiente frase para relacionarla con la alimentación y la salud que a
117
diario experienciamos en estos tiempos: “mi comida favorita son los caramelos, los
postres, los dulces, pero me están produciendo diabetes”. Queremos partir de esta
frase, de un sentir común de algunos hombres para expresar el cariño y el apego a
algo que nos gusta en demasía, pero que si queremos llevar una vida sana tenemos
que alejarnos de aquello que tanto agrada al gusto y así prolongar nuestra existencia y
mejorar nuestra salud. Aunque sea un simple apego al gusto, puede servir de pretexto
para explicar en parte lo que se pretende mostrar en esta interpretación acerca de las
consecuencias que tiene el apego a algo, pues si no nos alejamos, puede producir una
enfermedad permanente.
Ese alejamiento de lo que nos produce indigestión y daño es lo que Nietzsche
llamó con dos palabras clave: Espíritu Libre [Freie geister] y representa el inicio de
la ruptura de la tradición filosófica con su primer periodo de escritura. Es el miedo, o
mejor, el cuidado con la sistematicidad del filósofo alemán, tal como lo expresa en el
aforismo 318 de Aurora: alejarse de los comediantes que quieren completar y
redondear el sistema, es el deseo que Nietzsche anuncia en El crepúsculo de los
ídolos, de apartarse de ese camino y de esa voluntad de la sistematicidad, “yo
desconfío de todos los sistemáticos y me aparto de su camino. La voluntad de sistema
es una falta de honestidad” (CI, Sentencias y flechas, §26), una voluntad, que se
puede decir, justifica la nueva forma de escritura aforística por la que estaba
apostando Nietzsche.
El preferir “lo bello a lo útil” (HdH II, §364) es lo mismo que el niño que
prefiere los dulces y no el pan para “estropearse el estómago” (HdH II, §364). Si me
gustan los dulces y me producen daño (diabetes) debo alejarme de ellos, porque me
causan otras complicaciones como una pérdida de la visión que puede llegar hasta la
ceguera, se comprometen los riñones, los vasos sanguíneos, el cerebro, hay irrigación
intestinal, alteraciones del sistema nervioso y coronarias. Es un desprenderse no
solamente externo (fisiológico), sino ante todo es el desprenderse de un sentimiento
interno profundo, “el tono, el sonido de la voz se han modificado completamente”
(EH, Humano, demasiado Humano, §1). Si no nos desprendemos de eso que amamos
y que nos produce daño se puede contraer una enfermedad vitalicia, pues, “los miopes
118
son los que se enamoran” (HdH I, §413) profundamente de algo, tal como sucedió,
según menciona Nietzsche, a Sócrates, Wagner, Schopenhauer y demás personajes de
la debilidad moderna; ellos necesitan de unas “gafas de mayor graduación” (HdH I,
§413) para curar su enamoramiento.
El comer lo que nos gusta es naturaleza de los espíritus moderados, pero hay
otras naturalezas que viven de manera diferente, porque “«tienes que comer no sólo
con la boca, sino también con la cabeza, para que la gula de la boca no te eche a
perder»” (HdH II, §279). Con la dieta, y así lo expresa en el prólogo a Humano,
demasiado humano II, se busca una nueva manera de vivir mejor, “una dieta y
disciplina que facilitasen al máximo al espíritu el correr lejos, el volar alto, y sobre
todo el volar una y otra vez fuera” (HdH II, Prólogo, §5) para desvincularse de todos
aquellos deseos que nos atan a la enfermedad.
Por ello, Nietzsche compara los hombres actuales con los antiguos griegos y
observa que ellos vivían mejor que nosotros, actitud que el hombre moderno debería
asumir:
(mejor en todos los sentidos, y sobre todo con un tipo de comida y bebida más
sencillos): y al final los cerebros se volvieron tan llenos y a la vez tan finos, la sangre
circuló con tanta rapidez, como un vino claro y alegre, que lo bueno y lo mejor brotó
en ellos, ya no oscuro, extasiado y violento, sino bello y soleado. (CS, §184)
Es importante una buena alimentación porque según nuestra alimentación “miramos al futuro
con ojos vacíos o bien llenos de esperanza” (CS, §184). Si nos alimentamos mal, miramos
con pesimismo y sin sentido el vivir, similar a como los artistas, poetas y hombres en general
miran con descontento, pues han vivido bajo la opresión y la mala alimentación. De ahí la
importancia de volver a vivir como los griegos, para que lo “mejor” vuelva a brotar en
nuestros espíritus.
Más allá del bien y del mal, estos espíritus son los que anteceden al nuevo género de
filósofos-psicólogos que están por venir a la tierra. Ellos son los que asumen la crítica
a la modernidad que abandona la idea de librepensador de Humano, demasiado
humano, para llegar a un espíritu que ya conoce el superhombre y que está más allá
del bien y del mal. De esta manera son asumidos los temas que encontramos en Más
allá del bien y del mal y que aparentemente, si los comparamos, algunos son
repetidos en Humano, demasiado humano I, pero la perspectiva y el significado
cambian.
El hombre de espíritu libre tiene un lenguaje eremítico, es decir, que ese
lenguaje está destinado para que lo comprendan pocos. El hombre de espíritu libre
aprende el “arte de mostrarse sereno, objetivo, curioso y sobre todo sano y malicioso”
(HdH II, Prólogo, §5), característica que parece tener el libro de Humano, demasiado
humano, al mismo tiempo que mantiene un equilibrio, una voluntad de orgullo y una
gratitud hacia la vida. Está alejado de la desilusión, el hastío y el pesimismo
romántico con el que tuvo que combatir Nietzsche durante este periodo. Pero es
importante aclarar que el pesimismo sano es necesario para un espíritu libre, no
doliente. Aunque el libro de Humano, demasiado humano, según el propio Nietzsche,
fue escrito por un doliente y abstinente, pareciera no serlo porque es una “nueva
alimentación, un nuevo sol, un nuevo futuro” (HdH II, Prólogo, §5). Un enfermo que
busca cambiar su pasado con un fortalecimiento espiritual, con una gran voluntad de
salud y de vivir, con el objetivo de revivir de nuevo su misión, siendo médico de su
propia enfermedad.
Para Nietzsche, no todos los hombres son espíritus liberados, espíritu del que
sí gozó el pensador alemán al transgredir los tradicionales tratados de filosofía, por
una filosofía aforística, poética y satírica. En los Nachlaß o cuadernos de anotaciones
Nietzsche se pregunta: “Pero ¿a quién digo yo esto? ¿Dónde están pues estos
«espíritus libres»? ¿Es que existe alguno «entre nosotros»? (FP III, 36[17], junio-
julio de 1885). Esta pregunta la puntualiza un año antes de escribir en 1886 los
prólogos a Humano, demasiado humano. En aquella época de 1876 a 1880, debido a
120
44
Klossowski (2004), un estudioso de las cartas y escritos inéditos de Nietzsche al ver todo el historial
de la enfermedad que le tocó afrontar al filósofo alemán, afirma que las obras de Nietzsche son
“Cefalalgias transformadas en palabras” (p. 37).
45
En el aforismo 215 de El caminante y su sombra, Nietzsche clarifica el concepto de Europa o
europeo que emplea en su obra: “por Europa se entiende una extensión territorial mucho mayor de lo
que se entiende por la Europa geográfica, la pequeña península de Asia: sobre todo forma parte de ella
América, en cuanto que es hija de nuestra cultura. Por otra parte no toda Europa está incluida en el
concepto cultural de «Europa», sino sólo aquellos pueblos y partes de ellos que tienen su pasado
común en el helenismo, la romanización, el judaísmo y el cristianismo” (CS, §215).
121
damos a nuestros valores y a nuestras propias ideologías, tarea que asumen los
espíritus libres y los filósofos del futuro. En el estado de enfermedad también se
conoce el perspectivismo y el “problema de la jerarquía”. En otras palabras, el
enfermo-sano se permite otras miradas de las que estaba vedado y, a la vez, se
permite jerarquizar lo primordial de lo secundario, algo que en el pasado le era
establecido e impuesto a la fuerza; es decir, y como lo dice Antonia Birnbaum (2000),
Nietzsche “desmitifica” y deshace la jerarquía porque “el espíritu que no se somete al
orden establecido responde al enigma de su liberación estableciendo un diálogo
consigo mismo” (pp. 169-170).
Don Dombowsky (2004) señala que la jerarquía a la que hace referencia
Nietzsche en el prólogo a Humano, demasiado humano I tiene que ver con el aspecto
“antropológico y etnográfico” (p. 42; traducción propia), pues también tenemos que
hacer selección de los diferentes pueblos, culturas e individuos, tal como lo asumió
Nietzsche al preferir otro pueblo, otra cultura otros individuos y amigos distintos a los
de su nacimiento. La jerarquía es un problema elevado y profundo, con múltiples
dimensiones donde se experimentan diferentes estados de “miseria y felicidad más
variados y contradictorios” (HdH I, Prólogo, §7) con un “gusto aristocrático” (EH,
Humano, demasiado Humano, §1), y tener un gusto aristocrático es tener un gusto
diferente y superior.
Lo importante es que a aquellos hombres que tienen ese “gran
desprendimiento” y superaciones les ocurre algo similar a lo que hace un terremoto,
una sacudida fuerte, les permite una liberación de energía y desplazamientos de la
corteza terrestre. El desasimiento sacude el alma del hombre que vive en juventud,
permitiendo que tenga un espíritu de transformación y renovación, conduciéndolo
bruscamente hacia su maduración. Este estado de desprendimiento es comprensible
para esas almas que se alejan de aquello que hasta entonces habían amado y deseado,
quieren irse de casa “antes morir que vivir aquí” (HdH I, Prólogo, §3). El “aquí”
representa para Nietzsche todo el pasado, todo lo que hasta el momento se había
amado, en contra del futuro, futuro que viene con un espíritu de libertad y con un
repentino horror y recelo hacia lo que amaba, el futuro viene con un
123
En esta cita se puede observar el paso inicial que el espíritu libre asume
cuando quiere abandonar su estado de encadenamiento. De repente, se percata de que
algo no está bien y comienza a dar los primeros pasos de desintoxicación, es decir, un
alejamiento de aquello que no le permite “progresar”, es como si un relámpago con
sus centellas lo despertaran de ese estado de hipnosis en el que se encontraba. Para
Nietzsche, aunque estos pasos no signifiquen la liberación definitiva, sí son los
primeros avances para llegar a ella, son el símbolo de la victoria, “pero de todos
modos la primera victoria” (HdH I, Prólogo, §3) que el espíritu libre necesita en su
vida es la primera conquista, a pesar de los dolores y sufrimientos que ella representa.
Por ello, es importante superar todo aquello que nos ata al “aquí” y no nos permite ser
lo que queremos ser.
A propósito del método, escribe Jorge Millas (1949), este sirve de recurso de
prueba, es una técnica operatoria propia para una investigación, una regla, un recurso
de aprehensión cognoscitiva, una vía de acceso a los objetos, un quehacer teórico.
Observando estas características se puede decir que el método es un procedimiento de
trabajo del que se valió Nietzsche para expresar su pensamiento y con el que asume la
problemática de la moral, la religión, el arte y de la metafísica. Además, nuestro autor
adopta unos criterios, recursos y puntos de vista determinados en su trabajo con una
actitud propia. El método para Nietzsche es un proceso autónomo de búsqueda de
investigación y se diferencia de los demás métodos porque no tiene la pretensión de
buscar una utilidad o producir un resultado específico. Más bien, es una herramienta
para una nueva forma de trabajo que asume a partir de Humano, demasiado humano,
y que le permite desprenderse de todo aquello que lo ataba a la vieja filosofía.
El proponer un método no es algo novedoso en Humano, demasiado humano
y como ya lo hemos venido mostrando, esta postura es mencionada desde 1862 en el
ensayo Fatum e historia y la Libertad de la voluntad y fatum. Allí nos habla de que
todo gira en torno a “círculos inmensos” que se van ampliando cada vez más,
Estos círculos más amplios pero próximos son la historia de los pueblos, de la
sociedad y de la humanidad. Buscar el centro común de todas las vibraciones, el
círculo infinitamente pequeño, es tarea de la ciencia natural; ahora que el ser humano
busca ese centro al mismo tiempo en sí y para sí, reconocemos la importancia única
que han de tener para nosotros la historia, y la ciencia natural. (FH)
46
En los Nachlaß o cuadernos de anotaciones de 1884, Nietzsche observa cómo surge el concepto. Los
conceptos solo son posibles si existen las palabras, son el “resumen de muchas palabras bajo algo no-
visible, sino audible (palabra)” (FP III, 25 [168], primavera de 1884), es decir, que “los conceptos
surgen como imágenes acústicas que resumen una pluralidad de imágenes ópticas simbólicas” (FP III,
25[185], primavera de 1884). Este aspecto acerca del origen de los conceptos lo ampliaremos en el
capítulo II.
47
Nietzsche en los Nachlaß o cuadernos de anotaciones de 1877, propone no solamente ejercitar al
menos una ciencia, sino también “un arte, y quizá componer de vez en cuando una novela, una
consideración filosófica, un discurso” (FP II, 23[132], finales de 1876 - verano de 1877).
127
permite explicar las cosas con cualquier idea que se ocurra y “que se parezca a una
explicación” (HdH I, §635) o cualquier divagación, porque esto conducirá a las
“peores consecuencias”, tal es el caso de la política.
El que tiene actitud de ánimo, como el hombre de espíritu libre, busca un
método con un carácter que le permita iluminar polémicamente, al estilo de
Nietzsche, los problemas de la moral, la metafísica, el arte y la religión del hombre
moderno. El establecer una hipótesis polémicamente es lo que caracteriza al hombre
de espíritu libre, que en este caso está caracterizado por el psicólogo Nietzsche, que
propone un método ingenioso de investigación científica en Humano, demasiado
humano. Para el pensador de Röcken, el método permite ubicar el camino para ir a lo
oculto, a lo subterráneo, a eso que la metafísica esconde en sus conceptos. El método
evita las convicciones, trabaja con la desconfianza, es enemigo de la verdad, es por
ello, que el método es el “resultado más importante de la investigación científica”
(HdH I, §635).
El método es indispensable para llevar a cabo una investigación, a través de él
se puede trabajar y cumplir propósitos, y tal como lo reitera nuestro autor en uno de
sus últimos escritos, El Anticristo: “Los métodos, esto hay que decirlo diez veces, son
lo esencial, incluso lo que durante más tiempo tiene en su contra los hábitos y las
desidias” (AC, §59). De ahí, la insistencia en darle una prioridad al método en
cualquier investigación que se realice, para así, obtener otros resultados, distintos a
los que se han dado hoy. Por ejemplo, el método que Nietzsche empleó para mejorar
su estado de salud fue la soledad, así lo leemos en la carta enviada a su madre y
hermana el 9 de febrero de 1879: “(estar solo es lo más preciado de mi método de
curación, ¡no os preocupéis por eso! Si no mejoro en verano, abandonaré la
Universidad)” (CO III, §802).
El hombre libre con su espíritu fuerte [Esprit fort] ha logrado apartarse de lo
tradicional, con un método riguroso y distinto. Con el nuevo método encuentra
nuevas respuestas, supera todo tipo de temores metafísico-religiosos y abandona
aquello en lo que el hombre actual ha confiado; es decir, lo que hasta ahora hemos
llamado “la verdad”: una perfecta y fina forma de domesticación del hombre timorato
128
que se aferra a las supersticiones del mundo moderno, que no ha podido salir de la
superficialidad, de la “santa simplicidad48”. La verdad nos quiere retener “en este
mundo simplificado, artificial hasta la médula, fabulado a placer y falsificado” (MbM,
§24) y de la “moral de las intenciones” porque le falta espíritu de “soberanía”.
Nietzsche crítica esa simplicidad, despreocupación y “falsificación” en la que vive el
hombre moderno, esa superficialidad con la que ha vivido estos siglos gracias a su
ignorancia.
Empleando el método de investigación científica, el hombre del futuro (el de
espíritu libre) no se conforma con encontrar cualquier hipótesis para crear
convicciones o certezas. Por esto, para Nietzsche es necesario saber qué significa un
método y cuál es la importancia de su aplicación en una investigación y así crear
desconfianza frente a lo establecido como certeza. Para ello, el hombre de espíritu
libre aprende del método el perspectivismo de todas las valoraciones y no solamente
la única perspectiva que le ha permitido ver la cultura occidental. El espíritu libre
aprende a ver con sus propios ojos la jerarquización de las valoraciones, a percibir
aquellos momentos y sitios donde la vida se empobrece, a cuestionar todo lo que es
considerado como superior, grande y bello, a realizar todo aquello que no le era
permitido en su pasado, a abandonar lo que ya no necesita en su vivir.
Ahora bien, Nietzsche explica cómo realizar un método experiencial o de un
estado vivencial, en Aurora. Allí leemos que “¡No hay ningún método científico que
sea el único en proporcionar saber! Con las cosas hemos de experimentar, ser unas
veces malos con ellas, otras buenos, y mostrar sucesivamente justicia, pasión e
indiferencia para con ellas” (A, §432). La nueva forma de escritura aforística, que es
el resultado del método, es una experiencia del filósofo alemán significativa en su
pensamiento, donde busca apartarse del estilo escritural de las Intempestivas y de
48
“La Santa Simplicidad” fue una frase pronunciada por Jan Hus (1373 – 1415), también conocido
como Juan Huss o Juan de Hussenitz, un teólogo y filósofo checo, rector de la Universidad de Carolina
de Praga, considerado uno de los precursores de la Reforma. Jan Hus fue quemado en la hoguera al ser
considerado hereje en el Concilio de Constanza por orden del emperador Segismundo. Se le atribuye la
famosa frase: “La Santa Simplicidad”, la pronuncia cuando vio a una viejita llevar una carga de leña
pesada para avivar la hoguera.
129
paso alejarse de la tradición filosófica de Occidente. Para ello, trabajó con esa pasión
que lo caracteriza, con simpatía, pero a la vez con malicia y violencia con el propósito
de cambiar y encontrar el misterio y los secretos de las cosas. Investiga, al igual que
los conquistadores, todo lo que se pueda explorar en la navegación, y a esa forma de
vivencia es lo que Nietzsche llama expresivamente en el aforismo 432 de Aurora:
“Investigar y experimentar”.
Con la adquisición del nuevo método de investigación científica ya no se
debería conceder tan fácil la verdad a nadie, porque con esta nueva forma de
experienciar, nos permitimos desconfiar con cautela de ese pathos de la verdad
tradicional del mundo occidental, pues el método nos enseña a “aprender y
experimentar cosas nuevas” (HdH I, §633). Con ello, se puede decir que el hombre
que aplique dicho método será de cultura superior y se alejará de las concepciones
religiosas y filosóficas. Por ejemplo, el nuevo método científico fue lo que permitió
que algunos individuos se alejaran de la mayoría de los hombres en esos tiempos, es
decir, de aquellos hombres de la Reforma del siglo XVI (Lutero), de los
librepensadores [Freidenker] de la Ilustración (Rousseau) y de los románticos
(Schopenhauer), que solo viven de ilusiones, creyendo que las verdades son
absolutas. Para Nietzsche los hombres actuales siguen siendo en esencia igual que los
hombres de la época de la Reforma porque en masa aceptan doctrinas; el modo para
salir de ese estado es experimentando cosas nuevas a través de los métodos de
investigación científicos, así nos alejamos de la posesión colérica de la verdad.
No obstante, Nietzsche observa cómo aquellas clases cultas de los países
europeos están al borde de la locura. En estos países existe una sobrecarga de
“sentimientos” y “conocimientos” que llevan al hombre a una crisis nerviosa de
locura, tal es el caso de los filósofos, poetas y músicos. Para el pensador de Röcken
es necesario disminuir esa tensión, “esa oprimente carga de la cultura” (HdH I, §244)
en busca de una mejor salud para no asfixiarse. Una de esas alternativas para salir de
esta saturación nerviosa, es el método de la ciencia, que con su frialdad y
escepticismo cumple con el papel de enfriar la fe en las “verdades últimas y
definitivas” (HdH I, §244).
130
superior debe ser cuidadosa con el elevamiento de la ciencia, pues le puede quitar al
hombre los únicos placeres y las únicas alegrías: la metafísica, la religión y el arte.
Por ello, es necesario dotarlo de un doble cerebro o, por lo menos, dividirlo en dos
partes,
una para sentir la ciencia y la otra para sentir la no-ciencia; adyacentes, sin
interferencias mutuas, separables y cerrables; es una exigencia de salud. En una zona
estará la fuente de energía, en la otra el regulador: el calor será suministrado por
ilusiones, parcialidades, pasiones, y con la ayuda del conocimiento científico se
prevendrán las malas y peligrosas consecuencias de un sobrecalentamiento. (HdH I,
§251)
medida que la ciencia se vaya envejeciendo y el intenso interés por continuar con el
afán de conseguir la verdad se convierta en un fanatismo extremo.
Con lo explicado en este apartado acerca del método se puede afirmar que los
espíritus libres de Humano, demasiado humano están iniciando la “transvaloración de
los valores49” [Umwertung der werte], con el nuevo método. Los espíritus libres
estarían dando ese paso de transformación, que en los escritos posteriores se ve con
mayor claridad, pues si observamos detenidamente, los espíritus libres hacen parte de
esa transvaloración cuando emplean nuevos métodos de investigación científica para
criticar y destruir la metafísica. El método también tiene como propósito renovar el
camino de la vida, “no el uniformizarse de esa manera, sino escuchar la callada voz
de las distintas situaciones de la vida: ellas llevan consigo sus propias visiones” (HdH
I, §618). El método científico permite que el hombre aprenda a filosofar con un estilo
nuevo, activo y agresivo, es decir, filosofar con “martillo”, alejándose de la
concepción que se tiene de un “individuo único, rígido e invariable” (HdH I, §618),
aspecto que da origen a un único “género de ideas”.
49
Según Nietzsche, “El nacimiento de la tragedia fue mi primera transvaloración de todos los valores:
con ello retrocedo y vuelvo a situarme en el terreno en el que crece mi querer, mi poder ––yo, el
último discípulo del filósofo Dioniso, ––yo, el maestro del eterno retorno…” (CI, Lo que tengo que
agradecer a los antiguos, §5).
133
Por ello, la nueva filosofía de la libertad necesita del sentido histórico y de las
ciencias naturales, de lo contrario, se percibe el origen en un espacio limitado y
reciente, tal como lo veremos en el capítulo III donde se explica el origen histórico
del concepto bueno y malo. Es decir, que para Nietzsche “todo lo esencial de la
evolución humana sucedió en tiempos remotos, mucho antes de esos cuatro mil años
que nosotros más o menos conocemos” (HdH I, §2) y este sería, el pecado original de
los filósofos, con el que Nietzsche acentúa la crítica al pensar metafísico de
Occidente.
El sentido histórico del que Nietzsche habla en Humano, demasiado humano I
sería el proceder correcto para destruir la metafísica, pues no percibe el origen de las
cosas y solo muestra las sublimaciones de los conceptos sin hacer una química real de
los conceptos y de las representaciones. Por ejemplo, la metafísica percibe la bondad
135
sino muchos otros jóvenes de su época, razón por la que se tenía que mirar de otra
manera y buscar otro proceder que tuviera sentido y significado histórico.
Acabo de recibir tu pequeña tarjeta portal desde Italia, al mismo tiempo que el libro50
de Rée, que ha terminado de escribir aquí. Ha escrito en la parte de arriba: «A la
combinación de todo aquello que hay de bueno, la combinación de los átomos». Yo
le mortifiqué siempre sobre sus opiniones temiblemente realistas y en lugar de decir
«el ser humano», decía cuando discutía con él: «la combinación química». Sin
embargo, afirma que nadie en el mundo es bueno menos yo, y es a eso a lo que se
refiere esa dedicatoria. (pp. 141-142; traducción de Luis E. de Santiago Guervós)
50
El libro de Paul Rée y del que hace mención Malwida von Meysenbug se llamó Origen de los
sentimientos morales [Der Ursprung der moralischen Empfindungen].
138
51
Germán Cano (2000) define así el concepto ‘congelación’: “congelar los valores morales, implica
habitar en el nihilismo de otra forma. No “superar” ni disimular, ni transgredir de una vez por todas el
espacio nihilista como tampoco superar, refutar o disimular el “profundo” parentesco de los valores
hasta ahora considerados contradictorios. ‘Congelar’ es, pues, transmutar, pero sin suprimir la
jerarquía, ni, obviamente, invertirla, sino transformar la estructura jerárquica” (p. 209).
139
directo del estado sólido al gaseoso sin necesidad de pasar por el estado líquido o a la
inversa (sublimación regresiva). Sublimación es enaltecer o engrandecer algo o
alguien. Para la química, sublimación es sinónimo de volatización, concepto
mencionado por Nietzsche en su primer aforismo de Humano, demasiado humano I.
La volatización o elevación de los conceptos se puede percibir cuando el
químico-filósofo observa con una mirada cuidadosa de topo, de águila o de detective,
con la más “sutil observación”, nos dice Nietzsche, pues “los colores más
maravillosos se obtienen a partir de materiales bajos e incluso menospreciados” (HdH
I, §1). Y esta es precisamente, la tarea que se propone el filósofo de Röcken, rastrear
psicológicamente en las cosas más viles y menospreciadas hasta encontrar
químicamente el origen de la sublimación y la volatización de los conceptos que se
encuentran altamente elevados. Es decir, el químico muestra la manera en la que los
elementos se volatizan y se transforman, pues los grandes efectos tienen su
procedencia en pequeñas causas y a la inversa.
En la primera parte de Humano, demasiado humano I, Nietzsche inicia el
periodo de espíritu libre haciendo la crítica a los conceptos metafísicos y a la manera
como se han elevado, adquiriendo una alta valoración por la humanidad. Es
importante poner en práctica el método de la química sobre los conceptos más
valorados por los filósofos, para así abrir una nueva forma de pensar y un nuevo
modelo científico experiencial. La química no es una simple metáfora o “broma”,
como diría Malwida von Meysenbug (1876) con la que Nietzsche inicia su Humano,
demasiado humano; con la química se pretende utilizar el método de las ciencias para
ir al origen de los conceptos metafísicos. Este nuevo método científico particular
reemplaza al arte para criticar la cultura y desvirtuar la dualidad de los conceptos que
durante los últimos cuatro milenios han reinado en nuestro mundo. La química, como
nuevo método científico, analiza psicológica, fisiológica y biológicamente la historia
metafísica acerca del error de la verdad de los conceptos. La química sirve como
herramienta para comprender la procedencia de nuestras primigenias valoraciones y
representaciones metafísicas y morales, que no son más que humanas, demasiado
humanas, mentiras útiles y necesarias para la unificación de la cultura.
141
En esta segunda parte del trabajo se mostrará la crítica que Nietzsche entabla
contra las enfermedades dialécticas, según el aforismo 1 del apartado “Por qué yo soy
tan sabio” de Ecce homo. Estas enfermedades son la metafísica, la moral, la religión,
el arte y la política. Todas ellas proceden de las experiencias de enfermedad o de la
décadence, es decir, de la enfermedad que no permite llegar a la salud y a la libertad
del espíritu. Nietzsche percibe que ellas tienen un origen metafísico, tal como se
mostrará en los siguientes capítulos, observación que nuestro filósofo hace gracias a
la “claridad dialéctica par excellence” (EH, Por qué soy yo tan sabio, §1), que le
permitió, durante el periodo de hundimiento de su enfermedad (1876-1880), detectar
143
los síntomas y “captar y gozar incluso los matices, las delicadas y nuevas invenciones
en el tratamiento del tema” (HdH I, §167). Es decir, que gracias a sus experiencias
personales Nietzsche tuvo el olfato para “captar los signos de elevación y decadencia,
soy en ello el maestro par excellence” (EH, Por qué soy yo tan sabio, §1).
Nietzsche no comprende cómo en estos tiempos existe, incluso en las
universidades y en los círculos científicos, “secretismo de traidores” (FP II, 23[43],
finales de 1876-verano de 1877), que piensan, por ejemplo, que la religión y la moral
son poderes superiores a la ciencia. Pero, “¿cómo librarse del mundo falso, del
mundo meramente aparente?” (FP IV, 14[153], primavera de 1888). Un síntoma de
tener espíritu libre es desmantelar, o más bien, debilitar la fe en las verdades creadas
por el hombre y crear otras que sean propias y nuevas. Tal proceso se entiende como
un auto-crear o, como lo llama Rebecca Bamford (2015b), auto-cultivar [“self-
cultivation”] el propio espíritu con nuevas posturas. De esta manera, el espíritu libre
debe emprender por sí mismo dicha búsqueda y descubrir la falsedad que ocultan las
supuestas verdades metafísicas, éticas, políticas, artísticas, religiosas, etc. En otras
palabras, podemos decir que el espíritu libre busca otra verdad muy distinta a la que
hemos conocido, yendo, por ejemplo, al origen de esas primigenias valoraciones para
encontrar las transfiguraciones que estas han tenido, pues en la mayoría de los casos
los hombres olvidan la manera del por qué, del cómo y del para qué nacieron dichos
conceptos y valoraciones.
Entonces, ¿qué papel debe asumir el hombre de espíritu de libre?, los espíritus
de naturaleza libre tienen como tarea luchar contra aquello que se encuentra oculto y
subterráneo en esas supuestas verdades, para lo cual analizan minuciosamente lo que
la metafísica, la moral, la religión y el arte esconden. Al mostrar dichos errores de
manera psicológica, genealógica-histórica y científica, estas supuestas ciencias
perderán valor y serán recordadas como vanidades humanas, algo sin importancia.
Entonces, al ser banales y al no prestar ninguna utilidad al nuevo hombre, perderán
todo su interés y tendrán que ser transformadas o transvaloradas.
CAPÍTULO II: LA METAFÍSICA, UNA COMEDIA DE LOS
CONCEPTOS
¿Cuál es entonces el mundo metafísico que debe ser rechazado? Parte de la respuesta,
es entonces, rechazar literalmente el mundo metafísico, el mundo supranatural, la
«cosa en sí» kantiana que está más allá del espacio y del tiempo, tal como nosotros,
por lo menos, los concebimos ordinariamente. El naturalismo es una afirmación
fundamental en Humano, demasiado humano” (p. 60; traducción propia)
En efecto, nosotros, filósofos y «espíritus libres», ante la noticia de que el «viejo dios
ha muerto» nos sentimos como iluminados por una nueva aurora; nuestro corazón
rebosa de gratitud, sorpresa, premonición, espera, ––por fin el horizonte nos parece
1
Es interesante puntualizar que Nietzsche cambia la palabra «Lüge» (mentira) reiteradamente usada en
Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, por la palabra «Irrthum» (error) en Humano,
demasiado humano (aunque «Lüge» no es totalmente excluida, tal es el caso del aforismo 54 de HdH I
titulado “La mentira” [Die Lüge]), no obstante y, en términos generales, la temática de la “verdad”
sigue siendo la misma en las dos obras.
147
de nuevo libre, incluso si no está claro, por fin podemos hacer que zarpen nuestros
barcos, que zarpen hacia todos los peligros, todas las empresas arriesgadas del
hombre de conocimiento están de nuevo permitidas, el mar, nuestro mar está de
nuevo abierto, quizá no haya habido nunca un «mar tan abierto».–– (GC, §344)
2
Intérpretes como A. Meijers (1988), M. Stingelin (1988) y J. Conill (1997) explican que la fuente que
sirvió de inspiración a Nietzsche para elaborar la teoría del lenguaje, fue sin duda la obra de Gustav
Gerber: Die Sprache als Kunst de 1871. Gerber es un autor poco conocido en la literatura alemana,
pero existe una relación cercana entre su filosofía del lenguaje y el joven Nietzsche, “a Gerber le
interesa el lenguaje vivo, no las abstracciones […] el lenguaje se concibe como una forma de arte
inconsciente […] el lenguaje es esencialmente metafórico […] el lenguaje comienza en el estímulo
nervioso y recorre varias fases hasta conformarse plenamente en la forma como lo expresamos
habitualmente […] en la reconstrucción que hace Gerber del origen del lenguaje se distinguen las
siguientes fases: (Cosa en sí) – Estímulo nervioso – Sensación – Sonido – Representación – Radical –
Palabra – Concepto” (Conill, 1997, p. 39). Estas y otras coincidencias se pueden encontrar entre la
filosofía del lenguaje de Gerber (1885) y la de Nietzsche.
148
ninguna relación con la filosofía” (Zunjic, 1987, p. 162; traducción propia). Lo que
sí está permitido, y que nuestro autor plantea en forma de pregunta, caracterizando
al mismo tiempo su postura crítica al lenguaje es lo siguiente: “¿No se nos está
permitido ser ya un poco irónicos con el sujeto, igual que con el predicado y el
complemento? ¿No debería el filósofo elevarse por encima de la credulidad en la
gramática?” (MbM, §34).
Como lo señala Claudia Crawford (1994), la teoría del lenguaje en
Nietzsche es “una transformación y recombinación de elementos, experimentación,
creación y desprendimiento de formas” (p. 7; traducción propia). En Humano,
demasiado humano, dicha creación y transformación del lenguaje se manifiesta al
descubrir la falsedad de las verdades y/o conceptos establecidos que olvidan el
carácter perspectivístico de las cosas.
El filósofo alemán percibe cómo el lenguaje en los primeros tiempos se
manifestó de manera inconsciente, la comunicación era instintiva, pero con el
tiempo se nos presentó como algo consciente. El lenguaje se convierte en una
herramienta casi imprescindible para la creación de la conciencia y la razón del
hombre. Gracias al lenguaje el hombre llegó a sentirse superior frente a los demás
animales, fue el mejor mecanismo de defensa frente a su propia debilidad. Por ello,
se llega a la creación de las palabras, a la supuesta unidad y verdad [Wahrheit] de
las cosas, pero en realidad lo que ocurrió con el lenguaje fue que ocultó el carácter
individual del hombre y la multiplicidad de significados y sentimientos que tienen
las cosas. Pero, ¿cuál es realmente la importancia del lenguaje en Nietzsche?,
gracias a él es que se hace la crítica al mismo lenguaje, que ha sido el encargado de
igualar al hombre y no permitirle otras perspectivas.
En opinión de Nietzsche, el precursor del lenguaje, o mejor, la primera
manifestación de lenguaje que se conoce es la gestual, una “imitación espontánea”.
Así lo explica en el aforismo 216 de Humano, demasiado humano I, análisis que ya
había realizado en los Nachlaß o cuadernos de anotaciones de 1870 y 1871 (apuntes
preparatorios para El nacimiento de la tragedia), que quedaron plasmados en la
Visión dionisíaca del mundo. En estos tres textos vemos que Nietzsche hace un
149
análisis del origen y el carácter inconsciente con el que surgió el lenguaje. Con
este estudio genealógico el filósofo alemán hace la crítica para derrumbar el
supuesto origen consciente del lenguaje. El gesto es una expresión muscular
imprescindible en el rostro y en el cuerpo del ser humano. Por ello, la imitación de
los gestos es más antigua que el lenguaje tal como hoy se conoce, y se formó de
manera espontánea. La imitación del gesto es algo natural que no se puede reprimir,
así el lenguaje lo desee, “es tan fuerte que no podemos ver un movimiento en un
rostro sin que se produzca una reacción en el nuestro (se puede observar que un
bostezo simulado provoca, en el que mira, un bostezo natural)” (HdH I, §216).
En este sentido, se puede decir que el gesto fue la primera manera de
comunicación entre los humanos, se comprendían entre ellos a través de gestos. Los
gestos pueden ser de dolor y de placer, y de ellos, según Nietzsche, pudo nacer un
“simbolismo del gesto” al haber entendimiento entre sus expresiones. Con este
simbolismo se llega a un primer “acuerdo sobre un lenguaje de signos y sonidos, de
manera que primero se daban juntos sonidos y gesto (al que el primero se añadía
simbólicamente) y luego sólo sonido” (HdH I, §216). El gesto es una manifestación
de un sentimiento doloroso como “arrancarse los pelos” y placentero como “la
risa”. Entonces, el nacimiento del lenguaje gestual ocurre cuando hay un acuerdo
entre la asociación del sonido y el signo (gesto), “a la fusión intimísima y
frecuentísima entre una especie de simbolismo de los gestos y sonidos se la
denomina lenguaje” (VdM, §4), pero con el transcurrir del tiempo el sonido se
separó del gesto. De manera similar, en la Visión dionisíaca del mundo, escrito de
1870, Nietzsche percibe que el lenguaje de los gestos y los sonidos es una
comunicación instintiva, sin consciencia, pero comprensibles; “el lenguaje de los
gestos consta de símbolos universalmente comprensibles y se produce mediante
movimientos reflejos” (VdM, §4).
El símbolo nace de forma fragmentaria e imperfecta, pero posteriormente se
llega a un acuerdo para comprenderlo instintivamente, es decir, inconscientemente,
porque no ha pasado por una “consciencia clara” que se transmite con la mediación
del sonido. El sonido simboliza placer o displacer y es representado por imágenes
150
necesitaba ayuda, protección, necesitaba a sus semejantes, tenía que saber expresar,
saber hacer comprensible su dificultad ––y para todo eso tenía necesidad en primer
lugar de «conciencia», es decir de «saber» él mismo qué le falta, «saber» cómo se
siente, «saber» qué piensa. (GC, §354)
perturba el conocimiento real del carácter del hombre, es decir, que el lenguaje y
como lo escribe Tom Seidel (2000) tiene como objetivo “transmitir prejuicios
ontológicos y epistemológicos” (p. 243; traducción propia) que confunden y
engañan al hombre con conceptos absolutos. Sin embargo, “las formas fijas e
inmutables (pensamientos, símbolos, cuerpos, sujetos y cosas) no deben ser
completamente rechazados, pues podemos mirarlos como una referencia temporal
para nuestra descripción e interpretación del mundo” (Pietro, 2013, pp. 80-81;
traducción propia).
En el aforismo 11 de Humano, demasiado humano I, se analiza el significado
del lenguaje en la evolución de la cultura y cómo se ha convertido en una herramienta
útil en la formación y el desarrollo de la misma. El lenguaje se hace pasar como
presunta ciencia, “en él el hombre puso un mundo propio junto al otro, un lugar que
consideraba tan sólido como para poder, apoyándose en él, sacar de quicio el resto del
mundo y adueñarse de él” (HdH I, §11). El desarrollo de la cultura se ha logrado
gracias a la creencia del lenguaje en palabras, conceptos y nombres que se van
transformando poco a poco en “verdades eternas” [aeterna veritas] (HdH I, §2). Con
las verdades eternas, Nietzsche observa que el hombre se pretende elevar por encima
del animal. El lenguaje se convierte en su orgullo y con sus conceptos pretende
dominar y conocer el mundo, “se imaginaba expresar con las palabras el saber más
elevado sobre las cosas; de hecho, el lenguaje es el primer escalón en el esfuerzo
hacia la ciencia” (HdH I, §11), aunque en él no se encuentre el saber perfecto.
Podemos observar que la teoría del lenguaje, propuesta en el aforismo 11 de
Humano, demasiado humano I, sigue llevando la misma línea de su escrito de 1873,
Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. En este texto hace una comparación
de semejanza entre las abejas que construyen celdas para llenarlas de miel, con el
trabajo que hace la ciencia para la construcción del lenguaje; la ciencia “trabaja sin
cesar en ese gran columbarium de los conceptos, necrópolis de la intuición,
construyendo siempre plantas nuevas y más elevadas” (VM, §2). La ciencia se
esfuerza en llenar esa estructura elevada para atar al hombre a esos conceptos, y con
153
Para Nietzsche el lenguaje y los conceptos surgen con las palabras que son
“estímulos nerviosos” [Nervenreize], es decir, el lenguaje “designa tan sólo las
relaciones de las cosas con los seres humanos y para su expresión recurre a las
metáforas más atrevidas” (VM, §1). El lenguaje tiene la magia de transformar lo
irreal en real, por ejemplo, el decir ‘árbol’, ‘piedra’, etc., no son más que metáforas
de las cosas y dichos conceptos no corresponden de ninguna manera a la esencia ni
a la realidad de las cosas. Según nuestro autor, los conceptos se forman al
transformar las palabras, que son vivencias individuales originarias en
innumerables vivencias más o menos idénticas, es decir, “tiene que valer al mismo
tiempo para casos claramente diferentes” (VM, §1). Por tanto, los conceptos no
surgen de la coincidencia entre lo que designan y lo que son las cosas, sino en una
metáfora de las cosas. Por ejemplo, “para un mundo que no sea nuestra
representación, las leyes de los números son por completo inaplicables: sólo valen
dentro del mundo humano” (HdH I, §19).
En este sentido, Nietzsche en la Descripción de la retórica antigua de 1872,
llama al lenguaje “retórico” porque usa constantemente artificios [Kunstmittel]. El
lenguaje es el resultado de artes “puramente retóricas” y se configura con impulsos
[Reize], la “sensación suscitada a través de una excitación nerviosa, no capta la cosa
misma: esta sensación es representada externamente a través de una imagen”
(Descripción de la retórica antigua, 3). De esta manera, el lenguaje es retórico
porque transmite doxas y no epistemes, es decir, que los artificios retóricos que usa
son “tropos” o “designaciones impropias” (Descripción de la retórica antigua, 3)
de las palabras porque nunca llegarán a expresar algo de modo completo. Nietzsche
muestra que:
155
palabras el hombre pretende convertir las acciones y los hechos en algo simple e
indivisible, buscando que sean absolutos e iguales para todos, es decir, encontrando
la supuesta esencia que no existe. Todo esto se logra, gracias a que “en el lenguaje
se esconde una mitología filosófica” (CS, §11). El lenguaje y la palabra son meros
prejuicios que emplea el hombre para su propia conservación y para equiparar todos
los aspectos de la vida, por ello, el lenguaje es un peligro para “la libertad
espiritual” (CS, §55).
El hombre de espíritu libre tiene como tarea no permitir dejarse seducir por
el lenguaje tradicional, tal como ha ocurrido durante estos milenios, y precisamente
el no permitir dicha seducción es lo que en Nietzsche se puede llamar libertad. En
este sentido, es importante que la religión, el arte y la moral sean explicadas sin
recurrir a “injerencias metafísicas” (HdH I, §10), deben tener una explicación
científica, si esto se logra, entonces, “cesará ese fortísimo interés por el problema
teórico de la «cosa en sí» y la «apariencia»” (HdH I, §10).
utilidad, de manera inmediata se les busca un adversario. Los pensadores, que por su
carácter son arrogantes, buscan la utilidad, la justicia, lo equitativo y la honradez. De
modo que, a las tesis que cumplan con esas características se les comienza a llamar
verdaderas, y por ende, tienen una mayor preferencia que las que no ofrecen dichos
beneficios y durabilidad, es “su desmedido orgullo el que sólo quiere, para su obra,
las piedras mejores y más duras, es decir, la verdad o lo que considera como tal”
(HdH II, §26). Con esas tesis, el pensador se convierte en el arquitecto de las
llamadas verdades, pues el poder y la fama no se hacen con errores o mentiras sino
con sensaciones de verdades arrogantes, así el edificio que construye será duradero y
no se derrumbará, porque si esto ocurriera sería humillante para la experiencia de la
“«conciencia intelectual»” (HdH II, §26) del sabio.
En el aforismo 190 “Tardía justificación de la existencia” [Nachträgliche
Rechtfertigung des Daseins] de Humano, demasiado humano II, nuevamente
Nietzsche hace mención del origen y triunfo de la verdad. Para él, casi todos los
pensamientos e ideas nacieron como errores e ilusiones, pero “se han convertido en
verdades porque los hombres les han atribuido después un substrato real” (HdH II,
§190). En los Nachlaß o cuadernos de anotaciones, Nietzsche observa que las
verdades se han formado a través del arte de la negatividad, pero con la astucia se
hacen pasar como afirmaciones,
«verdad» sólo hay realmente en las cosas que el hombre inventa, p. ej., el número.
Introduce algo [en el mundo] y luego lo encuentra ––ése es el arte de la verdad
humana. Por eso, la mayoría de las verdades de hecho sólo son verdades
NEGATIVAS, «esto y eso no es aquello» (aunque por lo general se expresen de
modo positivo). Esto último es la fuente de todo el progreso del conocimiento. (FP II,
6 [441], otoño de 1880)
protector con el que cuenta la verdad lo podemos ver por ejemplo en las verdades
religiosas. La Iglesia al creer que poseía la verdad, instauró el régimen de La Santa
Inquisición para salvaguardar sus verdades, sin importar el cómo protegerlas, la falsa
creencia de que en la “Iglesia se poseía la verdad y ésta tenía que ser salvaguardada a
toda costa, con todos los sacrificios, por la salvación de la humanidad” (HdH I,
§633).
En El crepúsculo de los ídolos encontramos muy bien explicado lo que
Nietzsche llama la fábula de los conceptos y las posibles alternativas para terminar
con dicha fábula, postura que se inicia desde Humano, demasiado humano. A la
pretensión de dividir el mundo en verdadero y aparente, la llama pretensión de la
“décadence, ––un síntoma de la vida descendente…” (CI, La «razón» en la filosofía,
§6). Toda esta historia es una historia del error y de la décadence:
correspondencia directa con la “cosa en sí”, por ello, tiene una relación con el mundo
ideal de la metafísica.
La concepción de los dos mundos es primitiva, cuyo principal representante es
Platón con su famosa división del mundo sensible y el mundo de las ideas. Estas son
preocupaciones que acompañaron a nuestro autor desde sus escritos tempranos hasta
los de madurez, aspectos que ocultan el sentido de lo humano. A estas posturas
erróneas hay que enfrentarlas y destruirlas, “para ser uno mismo, más allá del horror
y la compasión, el eterno placer del devenir, ––ese placer que incluye en sí también el
placer de destruir…” (CI, Lo que tengo que agradecer a los antiguos, §5), pues ser
libre es ser destructor.
Pero, como lo señalamos anteriormente, también podemos decir, y siguiendo a
Werner Stegmaier (1985) que criticar la verdad no necesariamente implica renunciar
totalmente a ella, porque el buscar verdades es, de cierta forma, lo que tipifica a los
hombres de espíritu libre que desean ser creadores de unas nuevas, pues, “Según
Aristóteles, la verdad es la "tarea" (ergon) del hombre, su "razón"” (Stegmaier, 1985,
p. 73; traducción propia). Pero las nuevas verdades no se pueden convertir en
absolutas, pues la verdad o la “«certeza inmediata» como el «conocimiento absoluto»
o la «cosa en sí» implican una contradictio in adjecto, esto es algo que repetiré cien
veces: ¡deberíamos librarnos de una vez para siempre de la seducción de las
palabras!” (MbM, §16). De ahí, y como lo muestra acertadamente Florian Roth
(1993), “Nietzsche no se ocupa principalmente de la certeza de la verdad, sino más
bien de nuevos valores” (p. 111; traducción propia). Es decir que, para nuestro
filósofo es irrelevante quedarse atrapado en discusiones sin fin con las verdades
absolutas, pues lo realmente importante son las nuevas verdades del devenir del
mundo. Estas nuevas verdades, incluso, pueden ser también falsas, tal como las que
nos ha tocado vivir, pues las verdades nunca serán universales y válidas para todos.
Aunque lo importante en la propuesta filosófica de Nietzsche es que “incita a sus
lectores a aspirar a una individualidad que les obliga a buscar valores propios”
(Richardson, 2014, p. 44; traducción propia).
160
Este afán por el conocimiento es algo meramente humano, ningún otro ser
tiene esa ambición, es un invento que se convirtió en fábula. Y así, como existieron
miles de años (“eternidades”) sin ningún tipo de naturalezas humanas inteligentes, de
la misma manera cuando se extingan no pasará absolutamente nada, pues, las demás
especies y sistemas solares continuarán como si nada hubiese ocurrido. Esa vanidad
por el conocimiento no “tiene ninguna misión alguna fuera de la vida humana” (VM,
§1), porque es una mera ilusión de la especie. Pero el hombre, que de forma
inequívoca cree dominar el mundo con el intelecto, se cree el “centro volante de este
mundo” (VM, §1), cuando en realidad él es el único “poseedor y progenitor” de dicha
fábula. A ningún otro ser le interesa llamarse inteligente, el intelecto es simplemente
“un recurso añadido a los seres más desdichados, delicados y efímeros para retenerlos
un minuto en la existencia” (VM, §1). Pero, ¿qué ocurre si el conocimiento se
extingue?, sin dicho añadido, rápidamente desaparecerá para siempre de la faz del
universo y con ello se dará fin a su engaño y “ficción”. La ficción de ser la criatura
perfecta de la creación, porque en realidad el hombre es el ser más débil y frágil que
el mundo haya conocido. Por ello, está “apartado en un rincón del universo”, porque
161
filosofía de todo tipo de males, y por lo tanto, es un asalto contra este santuario
metafísico cuando Nietzsche tiene la audacia de trepar, por así decirlo, sobre el
paraguas, y comienza a describirlo” (Bornedal, 2005, p. 5; traducción propia).
Pero si en Nietzsche las mentiras son difíciles de sostener, ¿cómo es que las
supuestas verdades (mentiras) han tenido éxito en la cultura?, tal desarrollo se ha
obtenido gracias a la creencia en las palabras, que con ayuda de la actividad científica
crean un mundo junto a otro mundo que pueden dominar, y por ello la cultura, al
creer en esos conceptos los toma como verdades. Dichas verdades se han tejido con
una conexión bien estructurada de mentiras que han dado como resultado las certezas,
de las que los espíritus libres se liberan al descubrir los engaños de la metafísica.
Nietzsche, en el aforismo 54 de Humano, demasiado humano I, y haciendo referencia
a “La mentira” [Die Lüge], pone el ejemplo del niño que vive en condiciones
familiares difíciles, para él habrá mucha más naturalidad al decir mentiras, el niño
miente con inocencia y se cree sus mentiras, las va transformando en verdades. De
manera similar, ocurre lo mismo en los hombres, convierten las mentiras en creencias
verdaderas y con el transcurrir del tiempo se eternizan y pasan por ser las verdades
absolutas, se olvida su origen y simplemente se convierten en ficción.
En el aforismo 609 titulado “Edad y verdad” [Lebensalter und Wahrheit] de
Humano, demasiado humano I, Nietzsche describe los diferentes momentos de la
verdad en la vida del ser humano. En la juventud se ama lo interesante y lo singular,
sin mirar si es verdadero o falso (esta sería la manera correcta de ver las cosas), pero
desafortunadamente esta manera de ver la vida cambia en la edad madura, aquí se
ama la verdad, lo que de interesante y de singular hay en ella y, en la última edad, la
perfectamente madura también se ama la verdad, así sea modesta y simple, pues lo
interesante es que expresa la espiritualidad más elevada. Es decir que en todas las
etapas de la vida, la verdad se convierte en algo primordial para el hombre.
Para Nietzsche, la verdad procede de hombres metafísicos y artistas que con
sus métodos rigurosos inician la jerarquización de conceptos, para ellos, “las cosas
inexplicables y oscuras se consideran más importantes y claras” (HdH I, §532).
Generalmente la verdad es obtenida por medio de un sacrificio y un esfuerzo y lo que
163
génesis lineales, al ordenar, por ejemplo, sólo en función de lo útil, toda la historia
moral: como si las palabras hubiesen guardado su sentido, los deseos su dirección, las
ideas su lógica; como si este mundo de cosas dichas y queridas no hubiese conocido
invasiones, luchas, rapiñas, disfraces, astucias. De ahí la necesidad, para la
genealogía de una indispensable cautela: localizar la singularidad de los
acontecimientos, fuera de toda finalidad monótona; atisbarlos donde menos se los
espera, y en lo que pasa por no tener historia. (pp. 11-12).
conceptos y del conocimiento es impensable, pues “El Don Juan del conocimiento:
ningún filósofo ni ningún poeta lo han descubierto todavía” (A, §327) y tampoco será
descubierto en un futuro porque la verdad de los conceptos no es inmutable.
3
Para Nietzsche el país donde se encuentran verdaderos psicólogos es Francia y quizá en Rusia, pero
no en Alemania, eso es lo que leemos en el aforismo 8 del prólogo a Humano, demasiad humano I.
4
Es importante recordar que después de que la figura de los espíritus libres fue analizada en Humano,
demasiado Humano, hubo un silencio posterior al respecto y, aunque se menciona de manera aislada
en algunos de sus escritos, solamente vuelve a ser tema de estudio, explícitamente, en la segunda
sección de Más allá del bien y del mal, “El espíritu libre”.
169
5
En los Nachlaß o cuadernos de anotaciones leemos este mismo aspecto de la siguiente manera: “Tres
cuartas partes de todas las mentiras han venido al mundo gracias a la antítesis” (FP II, 19[29], octubre-
diciembre de 1876).
170
“honradez” ocurre algo parecido, surge de numerosas acciones individuales que son
similares, pero desiguales; el hombre resulta igualándolas a través de la formación de
una cualidad oculta que llama “honradez”.
Con la formación de los conceptos Nietzsche percibe cómo el ser humano es
un “genio constructor” y al igual que la araña, hace tejidos finamente complejos que
las olas pueden transportar y el viento no puede derrumbar. Así son los esquemas
conceptuales, ficciones necesarias, finamente construidos para uniformar y engañar a
los individuos, y como lo afirma en los Nachlaß o cuadernos de anotaciones de 1872-
1873, “los conceptos son relaciones, no abstracciones” (FP I, 23[43], Invierno de
1872-1873), relaciones que son producidas por los humanos para los humanos, los
conceptos son simplemente metáforas.
La igualación de los hombres, que en algunos casos es realizada por artistas y
hombres de Estado ocurre porque toman unos rasgos y, a partir de ellos, realizan “la
imagen completa de una persona o de un acontecimiento” (HdH I, §353) y después
pretenden que todos sean como ellos los han “retratado” y representado. Y estos
individuos que pasan a formar sociedades igualitarias, leemos en el aforismo 585
“Pensamientos del disgusto” [Gedanke des Unmuthes] de Humano, demasiado
humano I, sirven como material para alimentar la maquinaria, “pero entonces ¿qué fin
tienen las máquinas, si todos los individuos (es decir, la humanidad) sólo sirven para
mantenerlas? Máquinas que se tienen a sí mismas como fines ––¿es ésta la umana
comedia?” (HdH I, §385). Con respecto a la igualación como idea moderna,
Nietzsche percibe que dicha idea se ha convertido en una “adicción” (HdH I, §300)
con un doble deseo; el de rebajar a todos a un mismo nivel mediante “el menosprecio,
la segregación y la zancadilla” (HdH I, §300) y el de elevarse, al igual que todos,
mediante “el reconocimiento, la ayuda, la alegría del éxito ajeno” (HdH I, §300).
Al igual que contra la metafísica o la religión, en el aforismo 221 titulado
“Peligrosidad de la Ilustración” [Die Gefährlichkeit der Aufklärung] de El Caminante
y su sombra, Nietzsche hace una férrea crítica a la Ilustración que sirvió de “sustancia
revolucionaria”. La Ilustración cuyo máximo espíritu está representado por Rousseau
que creó fanatismo, locura, sentimentalismo, histrionismo, logró transformar no solo
171
a los individuos, sino también las costumbres y las instituciones y para ello tuvo que
ser violenta y brusca. La Ilustración, encarnando un supuesto espíritu liberador, creó
las enfermedades comunes de los modernos y es junto al cristianismo la precursora
del sentimiento de igualdad; para Nietzsche “ni hay ni puede haber acciones iguales”
(GC, §335). La Ilustración es un movimiento revolucionario reactivo que tuvo la
capacidad de transformar las costumbres y las instituciones del mundo moderno para
instaurar la tan anhelada igualdad.
la Iglesia cristiana––: no falta en Platón” (AC, §55), por ello, todos estos
convencimientos llevan al hombre al fanatismo.
Para Nietzsche, defender una postura que se ha realizado con la pasión, por
ejemplo prometer fidelidad a cualquier imaginario como un dios, un partido político,
una orden sacerdotal, etc., es “una de las exigencias más pesadas que oprimen a la
humanidad” (HdH I, §629) frente a una ciega y loca ilusión. Esta defensa que se hace
de forma fría y sobria, aceptando la ira y la venganza, puede traer como consecuencia
el rencor frente a ellos (dioses, partidos políticos, las órdenes sacerdotales, etc.)
cuando se llega a idolatrarlos. El ser fiel a la verdad es lo que en los Nachlaß o
cuadernos de anotaciones de 1876 se llama “fortaleza de la fe”, y se piensa
erróneamente que “«lo que se cree con firmeza, es verdadero». «Lo que se cree con
firmeza, hace feliz, valeroso, etc.»” (FP II, 23[38] Finales de 1876-Verano de 1877).
Pero frente a dicha situación Nietzsche se pregunta: “¿Estamos obligados a
permanecer fieles a nuestros errores, aun dándonos cuenta de que con esta fidelidad
dañamos a nuestro sí mismo superior”? (HdH I, §629). Por ello, el filósofo alemán
tiene muy claro que el hombre, si es de espíritu libre, tiene que convertirse en traidor
e infiel y sacrificar todos aquellos ideales que se creen superiores. El hombre no debe
temer ser infiel a una convicción y pensar en su propio bien y utilidad, así no resulten
ventajosos para los demás, pues el verdadero hombre de espíritu libre es el que hace
cambios a la fidelidad de las convicciones, sin ningún temor frente a lo que pueda
suceder.
En el aforismo 630 de Humano, demasiado humano I, Nietzsche continúa
explicando el significado de la convicción. Tener convicciones es creer que se posee
la verdad, es la fe que acepta la existencia de verdades absolutas y presupone que se
han encontrado “los métodos perfectos para llegar a ellas” (HdH I, §630). Un hombre
de convicciones no es un hombre científico, porque el pensar científico no tiene la
inocencia de un niño para aceptar las ilusiones que se llaman verdades y sacrificarse
por ellas. El defender ciegamente una convicción puede conducir al mismo error de
La Santa Inquisición que cometió crueldades creyendo estar defendiendo la “verdad
absoluta”. Para Nietzsche aquellos hombres que se sacrificaron por sus convicciones
173
lo hicieron pensando que el sacrificio era por la verdad absoluta, pero en realidad, él
nos muestra que nadie se ha sacrificado por la verdad, sino por su convicción; “no ha
sido la lucha de las opiniones lo que ha hecho que la historia haya sido tan violenta,
sino la lucha de la fe en las opiniones, es decir, la lucha por las convicciones” (HdH I,
§630).
Nuestro autor advierte que quedarse atrapado por fe en una convicción se
convierte en representación de una cultura atrasada, porque no se es capaz de
comprender y aceptar la existencia de opiniones diferentes, al contrario, se queda
prisionero en la “inmutabilidad” (HdH I, §632). A través de la historia, el hombre
necesita vestirse y aceptar “convicciones generales y opiniones públicas” (HdH II,
§325) para ser aceptado como hombre en la sociedad. Frente a esta situación es
necesario que surja el espíritu científico para crear lo que Nietzsche llama
“pensamiento prudente” (HdH I, §631), un pensamiento que con espíritu científico se
aleje del mundo fantástico de la verdad.
Las convicciones tienen su propia justicia, su justica es el amor por la verdad
y aceptar todo por fe, así lo explica Nietzsche en el aforismo 636 de Humano,
demasiado humano I, donde también percibe que entre la justicia y la convicción
existe una relación de enemistad. La justicia es considerada como otra genialidad de
igual categoría que la política, el arte o la filosofía,
es enemiga de las convicciones, porque quiere darle a cada uno lo suyo, sea una cosa
viva o muerta, real o imaginaria, ––y por esto tiene que conocerlo en puridad; por
tanto, coloca cada cosa bajo la mejor luz, y le da vueltas con mirada atenta. Al final,
le concederá incluso a su adversaria, la ciega y miope «convicción» (como la llaman
los hombres: –para las mujeres se llama «fe»), lo que es propio de la convicción ––
por amor de la verdad. (HdH I, §636)
para encontrar las mejores vías y medios, cada adversario encontraba algún error en
las convicciones con el método utilizado por su predecesor. De esta manera, se
descubrieron las verdades, pero a la vez, los métodos también fueron útiles para
descubrir los errores y las falsedades de los antiguos.
Las convicciones nacen de las pasiones que generalmente son transmitidas por
aquellos que poseen poder como los padres, maestros o príncipes, pues “de las
pasiones nacen las opiniones; y la pereza del espíritu hace que se petrifiquen en
convicciones” (HdH I, §637), petrificación que puede ser impedida por los espíritus
libres. Pero como los hombres son de “naturalezas mixtas y unas veces nos quema el
fuego y otras nos enfría el espíritu” (HdH I, §637), no podemos permitir quemarnos y
arder como una brasa en el fuego porque, para ello, tenemos la opción de enfriarnos
con el espíritu de las opiniones, siendo “nobles traidores” con todo aquello que puede
ser traicionado y alejarnos de todo sentimiento de culpa frente a cualquier convicción
que sea derrumbada. Por ello, es mejor tener opiniones y ser dueño de ellas y no tener
en la cabeza convicciones,
Uno es dueño de las propias opiniones como es dueño de los peces, ––esto es, en
tanto que uno es dueño de un vivero. Hay que ir a pescar y tener suerte, ––entonces
se obtienen los propios peces, las propias opiniones. Hablo aquí de opiniones vivas,
de peces vivos. Otros están contentos con poseer un gabinete de fósiles ––y, en la
cabeza, «convicciones». (CS, §317)
sino máscaras de aquel héroe originario, Dioniso […] detrás de esas máscaras se
esconde una divinidad” (NT, §10). En este contexto, la máscara representa la
pluralidad, la lucha y el sufrimiento que el individuo asume con sus propios “errores”
personales para buscar la diferencia y la libertad, “el único Dioniso verdaderamente
real se manifiesta en una pluralidad de figuras, con la máscara de un héroe que lucha,
y, por así decirlo, prisionero en la red de la voluntad individual” (NT, §10). Según
José Jara (1985),
Pero dame, te lo ruego –– ––» ¿Qué? ¿Qué? ¡Dilo! ––«¡Una máscara más! ¡Una
segunda máscara!»…” (MbM, §278).
Pero, a la vez, la máscara es asumida de otra manera por la moral, la
metafísica y la religión, es como una máscara de la reacción, es la máscara de la
verdad que pretende ocultar el origen de las cosas y cultiva “refinados vengadores y
envenenadores” (MbM, §25). Y como lo señala Henning Ottmann (1996), “el "juego
de las máscaras" [„Spiel der Masken"] —que también debe significar que la vida se
convertirá en engaño y dislocación, en una vida de falsedad” (pp. 194-195; traducción
propia).
Para Nietzsche todo “lo que es profundo ama la máscara; las cosas más
profundas de todas albergan incluso un odio contra la imagen y el símbolo” (MbM,
§40). La metafísica, la moral y la religión se pusieron inicialmente la máscara de la
mentira y el engaño para transfigurarse posteriormente en la supuesta verdad que ha
orientado la vida del hombre moderno, una pretensión presente desde sus inicios.
Todo este proceso de llegar a ser lo que se quiere ser, se desarrolla gracias a un
proceso de engaño, pero a la vez “tiene que haber auto-engaño para que unos y otros
produzcan un efecto imponente” (HdH I, §52). De esta manera, todos los hombres
creen que el engaño es una verdad porque ha sido “creído con fuerza claramente”
(HdH I, §52), y así han triunfado las religiones y los grandes engañadores de la
cultura. Según Nietzsche el árbol del conocimiento crea apariencias de libertad y
verdad, con estos dos frutos enmascarados confunden al hombre para atarlo a la
racionalidad y encadenarlo a los supuestos religiosos, morales y metafísicos. Por ello,
la tarea indispensable de la verdad en Nietzsche, y como lo sugiere Simon May
(1999), consiste en “aclarar las falsedades perpetradas por la moralidad” (p. 24;
traducción propia) y también por la religión, el arte y la metafísica, para finalmente
encontrar la libertad y no obstruir nuestro vivir, escogiendo y creando nuestros
propios valores.
178
Iniciemos este apartado con la siguiente pregunta que puede tener diferentes
respuestas: ¿Nietzsche si pudo superar realmente aquello que tanto criticaba, el
Romanticismo o, más bien, plantea una nueva forma de Romanticismo?, veamos.
El Romanticismo o “pesimismo romántico, es decir, el pesimismo de los
carentes, los fallidos, los vencidos” (HdH II, Prólogo, §7) es la principal atadura de la
que Nietzsche logra alejarse en el periodo medio para conseguir la libertad de su
espíritu. El romanticismo es parte de lo que nuestro filósofo llama mundo moderno y
es definido en el extenso aforismo 370 de la Gaya Ciencia, es el mundo al que
arremete cuando percibe los errores exagerados y abultados del mundo metafísico. El
romanticismo es un “empobrecimiento de la vida” (GC, §370), por ejemplo,
Schopenhauer y Wagner, los románticos más famosos, es decir, el comportamiento de
aquellos espíritus que buscan en el arte y en el conocimiento, la tranquilidad, el
descanso, la salvación y el entumecimiento.
Es importante puntualizar que la crítica al romanticismo no fue una obsesión
de Nietzsche únicamente, pues como lo muestra Peter Heller (1978), dicho
movimiento era una referencia común para “casi todos los escritores occidentales
importantes de finales del siglo XIX, la confrontación con el Romanticismo ––la
superación del Romanticismo–– era un tema principal o implicaba su tema principal”
(p. 27; traducción propia).
Con respecto a los románticos más cercanos, en su último libro, Nietzsche
escribe que Schopenhauer y Wagner “niegan la vida, la calumnian y por eso son mis
antípodas” (NcW, Nosotros, los antípodas). Es importante indicar que existen dos
aforismos con similar interpretación, el aforismo 370 de La gaya ciencia que habla
del pesimismo romántico y el aforismo Nosotros, los antípodas, de Nietzsche contra
Wagner, donde los antípodas de Nietzsche: Wagner y Schopenhauer, tienen el mismo
sentido de los pesimistas románticos de La gaya ciencia. El “pesimismo romántico”
está representado como “filosofía schopenhaueriana de la voluntad o como música
wagneriana” (GC, §370). El creer ciegamente en ellos, como si sus pensamientos
179
El análisis que Nietzsche realiza con el sueño es una metáfora más para
explicarnos que la metafísica es un sueño6, una ficción humana, demasiado humana,
aunque de manera paradójica podemos dejar planteada la siguiente pregunta: ¿La
propuesta filosófica de Nietzsche, que en nuestro caso particular es el tema de la
libertad, no es otro de los tantos sueños del hombre actual? Veamos.
6
Hubert Treiber (1994) en su artículo Zur „Logik Des Traumes” Bei Nietzsche -Anmerkungen zu den
Traum-Aphorismen aus Menschliches, Allzumenschliches, señala que la teoría del sueño en el
pensamiento de Nietzsche fue influenciada por autores como “Gerber, Hamann (Petri), Hartenstein
(Locke/ Leibniz), Helmholtz, Lewes, Montaigne y Tylor” (p. 5; traducción propia).
181
no se preocupa tanto por una afirmación de lo que sucedió, sino por una evaluación
de la historia de la humanidad, partiendo de una hipótesis sobre lo que ha sucedido en
la historia y lo que ha llegado a ser el origen del camino del pensamiento humano
hasta nuestros días. (p. 142; traducción propia)
7
Para ampliar el tema acerca de la teoría del sueño ver los aforismos de El nacimiento de la tragedia
(1, 2 y 4), La visión dionisíaca del mundo (1 y 2), Aurora (100, 119, 128, 312, 460 y 464), La gaya
ciencia (54, 152, 232 y 288), Así habló Zaratustra (De las cátedras de mi virtud, De los trasmundanos,
Del amigo, El niño del espejo, De los sublimes, El adivino, El caminante, De la visión y el enigma, De
los tres males, El convaleciente y A medio día), Más allá del bien y del mal (193), El crepúsculo de los
ídolos (Los cuatro grandes errores, 4 y 5), Fragmentos póstumos III (10[10]) y Fragmentos póstumos
IV (15[90], 15[93]).
182
[…] casi todos los órganos secretan y están en actividad, la sangre recorre impetuosa
su circuito, la posición del durmiente oprime ciertos miembros, las mantas influyen
de distinta manera en la sensación, el estómago digiere y con sus movimientos agita
otros órganos […] todo ello según sus cambios y grados diarios excita por su
excepcionalidad todo el sistema hasta la función cerebral. (HdH I, §13)
realidad y de forma paradójica, nos sirve de alivio para romper esas cadenas que nos
exige cumplir la sociedad del pensamiento racionalista. Cuando dormimos
experimentamos, de cierta manera, una sensación de libertad, pensamos e
imaginamos lo que nuestro cuerpo quiere sentir, “en este sentido, el sueño es un
descanso del cerebro, que durante el día debe hacer frente a las exigencias más
severas del pensamiento que una cultura superior impone” (HdH I, §13).
En el mismo aforismo 13, observamos que la fantasía onírica proporciona una
especie de silogismo del efecto-causa, analizada por Nietzsche con los “juegos
cromáticos”. De día y con los ojos abiertos, el individuo relaciona los colores y las
luces con una causa ocasionante de las formas y figuras, entonces, cada color o
impresión es asociada con una causa. En la fantasía onírica se traen dichos recuerdos
diurnos al sueño, es decir, que de la causa deducimos el efecto que es representada
después de éste, pero con algo de fantasía e ilusión. De allí, nace la lógica del sueño,
de que toda causa tiene un efecto, como resultado de todas las sucesiones que el
espíritu va asociando habitualmente. Toda forma de razonamiento primitivo como la
que se da en el sueño, que aún sigue vigente en el hombre actual, no es ajena al
pensar lógico de los poetas, artistas y metafísicos que sacan conclusiones y
razonamientos de algo que es un error, algo que no es de ninguna manera verdadero,
creando ciertas figuras y formas fantasiosas que parecen reales. Ellos, al igual que el
sueño hacen un
Para explicar este aspecto, pone el ejemplo del cristianismo que solo “exigió
fe y nada más que fe” (HdH I, §227) y que rechazó las explicaciones racionales
porque la razón no permite llegar a ser dichosos. De la misma manera, actúa el Estado
que educa a los miembros para aceptar las cosas por fe y no por la razón, pues aceptar
las cosas por fe trae utilidad y provecho a la comunidad: “considera esto como
verdadero y sentirás cuánto bien te aporta” (HdH I, §227), mientras que tener saber o
razón es perjudicial para el Estado y sus instituciones ya que crea intranquilidad en el
hombre. Por ello, Nietzsche llama a los metafísicos como Kant, oscurantistas
refinados y peligrosos. Ellos tienen por tarea “ennegrecer la imagen del mundo,
oscurecer nuestra idea de la existencia” (HdH II, §27), son metafísicos ingeniosos
que le abren el camino a la fe y pretenden mostrar los “límites del saber” (HdH II,
§27).
Nietzsche observa, en el aforismo 28 “Con qué especie de filosofía el arte se
arruina” [An welcher Art von Philosophie die Kunst verdirbt] de Humano, demasiado
humano II, que este mismo oscurantismo se convierte en su propia destrucción, en
especial en el fallecimiento del arte. Esta filosofía “metafísico-mística” al crear
concepciones inexplicables, confusas e impenetrables, llega a transformarse
finalmente en algo acrítico y en una disminución por el goce e involución del arte.
Haciendo alusión a dos conceptos schopenhauerianos: “optimismo y
pesimismo” (HdH I, §28), Nietzsche continua con la crítica a la metafísica y a la
religión y las titula, en el aforismo 28 de Humano, demasiado humano I, como
“palabras en descrédito” [Verrufene Worte] (HdH I, §28). En este aforismo, al igual
que en la mayoría de aforismos, encontramos en Nietzsche una definición de libertad
que se puede tomar como alternativa después de que nos alejemos de los conceptos
metafísicos. El filósofo de Röcken explica en dicho aforismo, que ser de espíritu libre
es no “enaltecer” ni “denigrar” los conceptos metafísicos o teologizantes. Para él,
estas palabras son estrictamente necesarias para los “charlatanes” que continúan
defendiendo la metafísica o para aquellos que quieren desacreditarla, pero lo que
hacen en realidad es continuar la misma unidimensionalidad de los conceptos con una
teoría inversa, que en realidad sigue siendo igual, lanzando hipótesis como la
187
siguiente: lo malo es mejor que lo bueno, cuando en realidad esas valoraciones solo
tienen sentido cuando son referidas a los hombres y nada más, y ni siquiera están
plenamente justificadas entre ellos; los conceptos bueno y malo son ejemplo de una
realidad no probada.
“Libertad”, en Nietzsche, tampoco es sinónimo de libertinaje, tal como
aparentemente suelen verse sus planteamientos filosóficos, pues lo que plantea
Nietzsche también tiene sus propias reglas y no necesariamente implica hacer las
cosas en el mar de la anarquía absoluta. En cuanto a la metafísica, y como lo
puntualiza correctamente Linda Simonis (2002), libertad es, más bien, descubrir “el
problema de la ilusión y del autoengaño, al que también está inevitablemente
expuesto el librepensador y seductor literario” (p. 73; traducción propia).
Pues bien, la esencia de las cosas ha sido vista a través de una escena con una
misma mirada. Esta única mirada, según Nietzsche, se ha buscado a través de dos
posturas que son explicadas ampliamente en el aforismo 16 “Apariencia y cosa en sí”
[Erscheinung und Ding an sich] de Humano, demasiado humano I. La primera es la
de los filósofos, para explicar esta postura Nietzsche nos presenta lo que Quinche
Ramírez llama (2002) la “teoría cromática8” (p. 58) del arte de la experiencia en
general. Pone el ejemplo del cuadro (vida y experiencia o mundo del fenómeno) al
que todos pretenden “que muestre el mismo proceder de manera invariable y fija”
(HdH I, §16), para deducir la esencia del cuadro o la “cosa en sí”, que es considerada
como “la razón suficiente del mundo de la apariencia” (HdH I, §16). En este sentido,
Nietzsche asemeja la actitud del filósofo con la del espectador de una obra de arte,
que ve la obra como algo invariable e igual para todos, como algo inmutable. La
segunda es realizada por los que Nietzsche llama “lógicos más rigurosos” (Afrikan
Alexandrovitch Spir9), ellos ponen en tela de juicio la conexión entre el mundo
fenoménico y la cosa en sí (mundo metafísico o incondicionado e incondicionante),
es decir, que lo fenoménico no aparece en el mundo metafísico.
En el aforismo 11, “El lenguaje como presunta ciencia” [Die Sprache als
vermeintliche Wissenschaft] de Humano, demasiado humano I, complementa dicha
crítica con respecto a la lógica, una postura que ya había asumido desde la IV
Consideración Intempestiva, Richard Wagner en Bayreuth, y que sirve de base para
continuar con la crítica de la metafísica en los posteriores escritos de madurez. Allí,
en el aforismo 11 de Humano, demasiado humano I Nietzsche confirma que la lógica
maneja supuestos que nada tienen que ver con el mundo real, es decir, se basa en el
8
Para ampliar lo que Quinche Ramírez (2002) llama teoría cromática del arte, ver su artículo titulado
el Arte y la verdad. Las tres estéticas de Nietzsche.
9
Afrikan Spir fue uno de los pensadores que más influyeron a mediados de los setenta en la obra de
Nietzsche. Para Safranski (2001), el estímulo de Spir desarrolla en Nietzsche una crítica nominalista
sin trabas para negar todos los universales y entidades abstractas. El libro más importante de Spir se
llama Pensamiento y realidad, “y que influyó persistentemente en la obra nietzscheana […] La
filosofía de Spir parte del pensamiento de que el concepto de sustancia no tiene ninguna realidad, pues
en la realidad sólo se da un constante devenir. El principio de identidad: A=A, sólo se da en el espacio
lógico; en la realidad no hay nada que sea idéntico a sí mismo, nada que permanezca igual, ni siquiera
en el instante de la afirmación de igualdad. Por tanto, para Spir, la esencia revelada del mundo, que
está encubierta por el espacio lógico y el lenguaje, es el mundo del devenir absoluto” (p. 171).
189
Durante milenios hemos mirado dentro del mundo con pretensiones morales,
estéticas, religiosas, con ciega inclinación, pasión o temor, y nos hemos abandonado
a los excesos del pensamiento no-lógico, este mundo se ha hecho poco a poco
maravillosamente abigarrado, terrible, cargado de significado y lleno de alma, y ha
adquirido color, ––pero lo hemos coloreado nosotros. (HdH I, §16)
10
En los Nachlaß o cuadernos de anotaciones de 1885, podemos observar un aspecto similar a la
crítica que hace de la lógica: “La lógica está ligada a la condición: suponiendo que haya casos
idénticos. Realmente, para pensar y concluir lógicamente, primero se tiene que fingir cumplida esta
condición. Esto significa: la voluntad lógica sólo puede operar tras haberse producido un falseamiento
fundamental de todo acontecer” (FP III, 40[13], agosto-septiembre de 1885).
190
hybris es nuestra actitud con respecto a nosotros, ––pues con nosotros hacemos
experimentos que no nos permitiríamos con ningún animal, y, satisfechos y curiosos,
nos sajamos el alma en carne viva; ¡qué nos importa ya a nosotros la «salud» del
alma!. A continuación nos curamos a nosotros mismos. (GM, Tratado III, §9)
11
“El matrimonio, por ejemplo, pareció durante mucho tiempo una prevaricación contra el derecho de
comunidad; en otro tiempo se pagaba una sanción por ser tan inmodesto y adjudicarse una mujer para
sí. […] el «derecho» fue durante largo tiempo un vetitum (Prohibición), un delito, una innovación,
192
apareció con violencia, como violencia a la que el hombre se sometió sólo con vergüenza de sí mismo”
(GM, Tratado III, §9).
193
Para Nietzsche, “todos los juicios sobre la vida” (HdH I, §32) se han
desarrollado a partir de lo ilógico y si son ilógicos también son injustos, “incluso el
hombre más razonable necesita de vez en cuando volver a la naturaleza, es decir, a su
ilógica posición fundamental frente a todas las cosas” (HdH I, §31), pero los
pensadores han mostrado el valor de la vida de una manera viciada y se olvidan de su
origen. Todas las apreciaciones acerca de la vida no pueden ser vistas lógicamente
como si todos fuésemos iguales y perteneciésemos a un mismo conjunto. Todos
tenemos diferentes impulsos, diferentes experiencias, en una frase, cada individuo es
único y tiene sus propias apreciaciones e inclinaciones, “somos desde el principio
seres ilógicos y por ello injustos, y esto podemos conocerlo: ésta es una de las más
grandes e irresolubles desarmonías de la existencia” (HdH I, §32).
Para Nietzsche en todo sinsentido hay un disfrute porque el hombre se “libera
momentáneamente de la constricción de lo necesario, de lo útil, de lo conforme a la
experiencia” (HdH I, §213). Es no aceptar a los “amos implacables” (HdH I, §213), el
sinsentido hace que el hombre ría de la vida, son esos momentos donde se tiene
alegría y felicidad. El sinsentido es invertir lo cotidiano de la experiencia, por
ejemplo, poner lo útil como algo inútil, el filósofo alemán relaciona este sinsentido
con las fiestas de las Saturnales. Las fiestas dedicadas a Saturno, dios de la
agricultura, y que se celebraban del 17 al 23 de diciembre, probablemente se
festejaban cuando se terminaban las labores del campo, era un tiempo para el
descanso, aunque lo interesante de dichas fiestas era el festejo donde se invertía y
transgredía el orden social establecido. Los esclavos eran liberados, incluso algunas
veces jugaban a ser los amos y los amos a ser los esclavos, había banquetes,
diversiones, fiestas, intercambio de regalos, era la época en que los hombres vivían
felices, sin preocuparse por sus oficios o profesiones, pero lo más importante de estas
festividades era que se liberaban de sus obligaciones.
194
agrada: el placer, “ese placer que incluye en sí también el placer de destruir” (EH, El
nacimiento de la tragedia, §3). La fuerza dionisíaca es una explosión y un
desbordamiento de vitalidad salvaje, donde desaparecen los límites de la
individualidad apolínea, es un derribar, un demoler. La llegada de Dioniso a Grecia es
como la llegada de un hijo esperado, un hijo que va a darle un nuevo sentido a su
familia porque es el hijo de la esperanza, el hijo de la transformación. Dioniso es, por
así decirlo, un estado artístico de la reconciliación natural con lo perdido: el hombre.
Es importante aclarar, y como lo diremos más adelante, que el Dioniso del Nietzsche
maduro es un Dioniso que ya ha apolonizado muchas fuerzas, que es optimista en
crear un futuro diferente con ayuda de su mejor herramienta, el espíritu libre.
Para Nietzsche, y como lo decíamos anteriormente, el valor y la dignidad de la
vida están viciados y no necesariamente la racionalidad o la logicidad son
indispensables para existir. En palabras de Thomas Mann (2000):
Pues bien, “El error acerca de la vida, es necesario para la vida” [Der Irrthum
über das Leben zum Leben nothwendig], así intitula Nietzsche el aforismo 33 de
Humano, demasiado humano I, para explicar la errónea creencia generalizada que se
tiene sobre la vida y que se encuentra viciada, pues solo se ha percibido de forma
fragmentada y no en su manifestación general, se miran, por ejemplo, algunos
impulsos, generalmente los menos egoístas y se olvidan todos los demás impulsos de
los hombres. Pero este error ha hecho reconocer que ni la humanidad ni hombre
alguno tienen ninguna meta, sino que cada individuo tiene sus propias vivencias que
varían constantemente, no necesariamente atadas a la dicotomía o lucha lógica de
contrarios que todos conocemos. Por ello, Nietzsche cree en el valor de la vida, más
no en las altas valoraciones que se han dado a algunas situaciones de la vida como las
manifestaciones metafísicas o morales.
196
12
Sigridur Thorgeirsdottir (2012) recuerda el origen de la risa como burla de la racionalidad desde los
comienzos de la filosofía occidental en la antigua Grecia. El tema de la risa “nos recuerda una risa
famosa […] La historia cuenta cómo una criada Tracia se burló de Tales, el filósofo que estaba tan
ocupado mirando el cielo para observar las estrellas y los planetas, él no vio por donde iba caminando
y cayó en un pozo. La criada se burló del filósofo que no se dio cuenta de lo que tenía junto a sus pies.
Tal risa puede ser caracterizada como burlona o incluso desdeñosa” (p. 66; traducción propia).
Precisamente, una risa burlona es lo que hace y recomienda Nietzsche con sus planteamientos
filosóficos frente a las posturas tradicionales de la filosofía como la máxima verdad.
13
Paolo D’Iorio (1993) señala que “La filosofía de Afrikan Spir, aunque rara vez se menciona, está
constantemente presente en las reflexiones epistemológicas que atraviesan toda la obra de la filosofía
de Nietzsche, desde 1872 a 1888” (p. 257; la traducción es nuestra). En su artículo, D’Iorio muestra los
cuatro momentos explícitos en los que aparece con mayor influencia Afrikan Spir en la filosofía de
Nietzsche, incluyendo el que aparece en Humano, demasiado Humano. Tales momentos que podemos
leer en su artículo La superstition des philosophes critiques. Nietzsche et Afrikan Spir, son: “1. La
realidad del cambio: 1873, 2. Lo condicional y lo incondicional: 1877, 3. Contradicción fundamental:
1881, y 4. Certeza inmediata y principio a priori: 1885” (pp. 257-294; traducción propia).
197
inmutables, como una sustancia, que “está vacía, vacía de todo significado” (HdH I,
§16). La sustancia, leemos en el aforismo 18 de Humano, demasiado humano I, es lo
inmutable, lo igual, es el objeto en sí, en su propia esencia, es idéntico a sí mismo,
definiciones que Nietzsche toma de Afrikan Spir para explicar la lógica del origen del
pensamiento metafísico, una tendencia que para Nietzsche va surgiendo desde los
organismos inferiores.
Frente a la supuesta lógica de las verdades fundamentales, en el aforismo 19
de Humano, demasiado humano I, Nietzsche destruye esa teoría planteando que en el
mundo existe la “pluralidad” y si existe la pluralidad, entonces existe la ocurrencia de
algo “muchas veces” y, justamente, desde la percepción de que existen cosas iguales
nace el error de comenzar a suponer esencias y “unidades que no existen”. Para
nuestro autor, tampoco existen las nociones de espacio y tiempo que conducen a una
contradicción lógica, errores fundamentales de los que ha tratado la metafísica
durante estos milenios. Aunque cuando dichos errores entran en contradicción
constantemente, se tendrá que percibir que la cosa en sí no existe. Lo cierto es que
todo está en constante devenir, así la ciencia se esfuerce por demostrar la teoría del
movimiento tratando de “resolver en movimiento todo lo que tiene carácter de cosa: y
también aquí seguimos escindiendo con nuestra sensación lo que mueve y lo movido,
sin salir de este círculo” (HdH I, §19). Lo no comprensible es que se continúe
pensando de la misma manera circular, extrayendo de la naturaleza representaciones
que según Nietzsche no son más que múltiples errores del entendimiento. Por
ejemplo, es difícil pensar en la aplicabilidad de la lógica numérica, pues los números
“son por completo inaplicables: sólo valen dentro del mundo humano” (HdH I, §19).
Con la risa, y como lo señala Milan Kundera (2000), vemos las cosas de manera más
ligera, con la risa dejamos de “oprimirnos con su austera severidad” (p. 96), es decir,
actuamos libremente; la risa es el camino que nos permite liberarnos de la tensión y
represión de la verdad.
Nietzsche, alejándose de la postura trágica del periodo de la juventud, explica
que vivimos en un mundo donde “hay mucho más de cómico que de trágico; nos
reímos mucho más a menudo de cuanto nos sentimos estremecidos” (HdH I, §169).
198
Lo cómico (la risa), según Nietzsche, tiene su origen en esos tiempos remotos cuando
el hombre se encontraba en tiempo de distensión, es decir, cuando se relajaba del
miedo, de la lucha y de la muerte a la que estaba expuesto. Para Walter Kaufmann
(1968) la risa en Nietzsche “representa una actitud hacia el mundo, hacia la vida y
hacia nosotros mismos” (p. 422; traducción propia), la risa hace parte del carácter del
hombre que vive en libertad que se burla de las fábulas de la verdad y la logicidad
que quieren ser impuestas como las grandes máximas. Por ello, el hombre con
espíritu de libertad tiene que reírse y sabe reírse de las tiras cómicas de la
racionalidad que con sus supuestas verdades quieren dominar el mundo. El hombre
con la pretensión de buscar la verdad no ha sido más que una eterna comedia y si
Dios creó el mundo, entonces, “creó al hombre como el mono de Dios, como el
continuo motivo de diversión en sus larguísimas eternidades” (CS, §14). Frente a
dicha diversión, las demás criaturas diferentes al hombre expresarán “carcajadas
burlonas” (CS, §14), al igual que el espíritu libre que se burla del sinsentido de esa
criatura vanidosa que es el hombre; “la risa implica aquí el poder de burlarse y así
socavar a los amos y autoridades que defienden las verdades y morales dominantes
que Nietzsche considera, se han vuelto vacías y represivas” (Thorgeirsdottirp, 2012,
66; traducción propia).
Nietzsche observa que en los actuales tiempos los partidos políticos14 tienen
como fin “influir sobre las masas” (HdH I, §438) y para lograr su objetivo
transforman los principios en “estupideces”. Frente a esta situación pareciera no
haber otra alternativa que adaptarse a esas nuevas condiciones que imponen,
condiciones que Nietzsche compara con el terremoto que “rompe las antiguas lindes y
delimitaciones de la configuración de un terreno y cambia el valor de la propiedad”
(HdH I, §438). La política pretende volver la vida tolerable y soportable al mayor
14
Nietzsche dedica la VIII parte de Humano, demasiado humano I a la política. Este apartado lleva el
nombre de: “Una mirada al Estado” [Ein Blick auf den Staat].
199
número posible de integrantes de una comunidad. Para ello, la política se vale del
intelecto, donde se albergan muy pocos conceptos y de los que se siente orgullosa, y
hace la vida un poco más agradable, pero lleva a sus integrantes, finalmente, a una
consecuencia fatal: la estulticia o ignorancia de creer que se deben seguir las pautas.
Pero dentro de estas pautas hay que permitirles a unos pocos, según Nietzsche,
permanecer al margen y apartase de la política, buscar la autodeterminación y aceptar
sus pensamientos frente a la incredulidad de encontrar la felicidad, pues “tienen un
concepto distinto de su felicidad, su fin no puede ser apresado por una mano torpe y
gruesa” (HdH I, §438).
A estos pocos hombres que se apartan de las pautas se les puede permitir salir
alguna vez de su aislamiento, propiciar el encuentro entre ellos para que den a
conocer sus pensamientos y se animen entre sí, sin importar que para la mayoría
suenen mal. Es necesario dar a conocer esas ideas propias porque si no, el hombre se
asemeja a la infinidad de insectos aéreos y subterráneos que tienen sus propios
zumbidos y aleteos en los bosques y jamás son escuchados. En este sentido, parece
que Nietzsche se aparta de la política de su época, hace un distanciamiento del
sistema político para buscar la liberación, porque si se está inmiscuido en asuntos de
la masa todo está perdido, tal como él mismo lo percibe en el aforismo 438 de
Humano, demasiado humano I, al citar la frase de la carta de Voltaire a Danilaville el
1 de abril de 1766: “Quand la populace se mêle de raisonner, tout est perdu”
[Cuando el populacho se pone a razonar, todo está perdido] de ahí la importancia de
la “retirada de la política” (FP II, 40[16], Junio-julio de 1789).
Aunque en realidad, Nietzsche nunca se alejó de la realidad política de su
tiempo, no fue un apolítico como algunos intérpretes lo califican, sino un antipolítico
crítico. Al respecto, y frente a la pregunta de si Nietzsche es político, apolítico o
antipolítico, Sandra Yvonne Freregger (2016) responde acertadamente que ese
calificativo depende del concepto que se tenga de “política y de político para
responder a la pregunta. Si se entiende la política simplemente como el arte de
gobernar, se llegará de hecho muy rápidamente a la conclusión de que el pensamiento
de Nietzsche es apolítico, incluso antipolítico” (p. 139; traducción propia). Esta
200
respuesta dada por Sandra Yvonne Freregger (2016) es la respuesta puntual que el
mismo Nietzsche da en el segundo mandamiento del librepensador, “No te dedicarás
a la política” [Du sollst keine Politik treiben] (FP II, 19[77], Octubre-Diciembre de
1876). Para Thomas H. Brobjer15 (1998), “Nietzsche muy rara vez habla
explícitamente de la política y menos aún, si es que nunca, de una futura sociedad
ideal” (p. 300; traducción propia).
Nietzsche asemeja la igualdad con el afán de democratización de Europa que
en estos tiempos parece imparable. La democracia que crítica es la del liberalismo de
su época, es decir, la del siglo XIX de la que hacen parte, para su fortalecimiento, los
partidos políticos, la opinión pública, la libertad de prensa, la igualdad, el sufragio
universal y los derechos fundamentales, entre otros. En este sentido, la democracia en
Nietzsche no se puede definir desde un único punto de vista, pues tiene muchas
maneras de expresión y no se queda en la parte meramente política, es otra de las
tantas ideas modernas de las que hace mención el filósofo alemán. La democracia es
más bien, una “época16” [ein Zeitalter] del mundo occidental que está caracterizada
por un espíritu, “una época así, que ha adoptado como lema la gran mentira de la
«igualdad de los hombres», es plana, apremiante y cuidadosa de la apariencia de que
todo le vaya bien al hombre” (FP III, 26[364], verano-otoño de 1884). Al pretender la
igualdad, podemos decir que es otra de las tantas ideas de moralidad moderna que se
quiere imponer, es un nuevo tipo de esclavitud refinada.
En el aforismo 275 de El Caminante y su sombra, uno de los pocos aforismos
que Nietzsche dedica a la democracia, se observa cómo los diferentes partidos
apuntan a la democracia, que pareciera ser la profilaxis del pensamiento moderno que
quiere montar las bases firmes del futuro sobre el principio de la democratización, “la
democratización de Europa es imparable” (CS, §275). James Mangiafico (1998)
15
Para ampliar dicha postura acerca de la poca presencia de la política en las obras de Nietzsche, ver el
artículo de Thomas H. Brobjer (1998), The Absence of Political Ideals in Nietzsche's Writings. The
Case of the Laws of Manu and the Associated Caste-Society.
16
En algunos aforismos podemos ver la alusión que hace Nietzsche a la democracia como una
“época”: (FP III, 26[89], 26[342], 26[364] de verano-otoño de 1884; FP III, 34[14], 34[92], 34[98] de
abril-junio de 1885; FP III, 36[45], 38[5] de junio-julio de 1885).
201
Por supuesto, no todas las doctrinas que proponen la igualdad de derechos hacen un
llamado explícito a una teología, pero Nietzsche está dispuesto a argumentar que
todas deben hacerlo por lo menos encubiertamente. En resumen, el liberalismo
moderno es simplemente la moral cristiana avergonzada de su herencia religiosa”. (p.
113; traducción propia).
Es decir, que la democracia reemplaza al Dios cristiano por otros ídolos que
llenan el vacío de ese Dios; la democracia y el Estado son los “nuevos ídolos” [neue
Götze]. Por ejemplo, la democracia plantea metafísicamente un sujeto que se supone
es autónomo, libre e igual. Dicha creencia errónea no es más que un ideal
inalcanzable, al igual que el concepto Dios.
La democracia tiene puntos en común con pretensiones fundacionales de la
metafísica, quiere también convertirse en una aeterna veritas, carente de sentido
histórico y científico. Con el título metafórico del aforismo 275: “La época de las
construcciones ciclópeas” [Die Zeit der Cyklopenbauten], de El Caminante y su
sombra, se puede decir que Nietzsche compara la democracia con aquellos
verdaderos muros en piedra defensivos de las antiguas ciudades. La democracia es un
muro que no permite miradas diferentes, sino que absorbe a los individuos en un
sistema universal, con el pretexto de que su muro ofrece protección. La democracia
pareciera poner en cuarentena al hombre con sus extraños mecanismos de protección,
“las instituciones democráticas son establecimientos de cuarentena contra la antigua
peste de los deseos tiránicos: como tales muy útiles y muy tediosas” (CS, §289). Pero
esta cuarentena cumple su ciclo, así lo podemos interpretar con este aforismo, pues
toda cuarentena es necesaria y así pareciera que es la democracia, un sistema útil para
proteger conceptos metafísicos de la universalización, pero dicha pretensión de
mantener y buscar la “unidad” tiene que llegar a un final. Pues en opinión de
Nietzsche, y como lo precisa Sandra Yvonne Freregger (2016), “el Estado debe tener
como tarea cultivar todo lo relacionado con lo individual” (p. 140; traducción propia),
pero el Estado moderno para nuestro filósofo lo que ha hecho es aplastarlo y cultivar
la masificación.
202
En Más allá del bien y del mal, nuestro autor ve en la democracia una
continuación del cristianismo, “el movimiento democrático constituye la herencia del
movimiento cristiano” (MbB, 202) y se hace pasar por un falso espíritu de la libertad.
La democracia logra tomar decisiones para todos y esas decisiones se hacen pasar
como la “unanimidad de todos” (CS, §276). La necesidad de unidad y de
uniformización de la democracia es similar al sistema chino, pero reformado,
pretende convertir a los hombres en “todos muy iguales, muy pequeños, muy
redondos, muy tolerables, muy aburridos. El cristianismo y la democracia son los que
hasta ahora han llevado a la humanidad lo más lejos posible en el proceso de
convertirla en arena” (FP II, 3[98], primavera de 1880); ellos son los culpables, en
gran parte, del aspecto gregario que es imprescindible para el hombre moderno.
Para Nietzsche el gobierno y el pueblo son dos esferas de poder que en la
actualidad están interconectadas. La democracia es el nuevo concepto de gobierno
que reemplazó al “antiguo concepto de gobierno” (HdH I, §450), donde existía una
parte “más fuerte y superior y otra más débil e inferior” (HdH I, §450). Esta es una
forma de relación histórica tradicional y de relación modélica del más fuerte, donde
se dan, por ejemplo, las relaciones de poder entre profesor y alumno, patrón y
sirviente, relaciones que se han ido perdiendo paulatinamente. En su lugar, existe otra
relación más moderna donde se da el compromiso entre las dos esferas. Este
compromiso es una forma “ahistórica” de la cual todavía no se tenía la madurez
suficiente en el siglo XIX, pero Nietzsche presentía acertadamente que en el futuro se
fortalecería este nuevo concepto de gobierno metafísico, “el gobierno no es más que
un órgano del pueblo, no el previsor y venerable «arriba» en relación con un «abajo»
acostumbrado a la modestia” (HdH I, §450). Este es el verdadero y perfecto sistema
democrático moderno que elimina la esfera de lo superior y lo inferior del sistema de
gobierno, quedando las dos esferas en equidad de poder, en la igualdad que la
democracia y el cristianismo tanto anhelan.
En las democracias y en general en todos los sistemas de gobierno, encuentra
Nietzsche un grupo muy especial, los militares, que no trabajan y son improductivos.
Pero en estos grupos de militares, en “nuestro militarismo moderno”, prevalece la
203
parece ya estar presente en estos tiempos, donde diversas sociedades privadas o las
llamadas empresas multinacionales son incluso más poderosas y ricas que los propios
Estados. Es decir, que las empresas y corporaciones17 son tan ricas y poderosas que
podrían, en muy poco tiempo, empezar a reemplazar las funciones que tenía el Estado
debido a la secularización excesiva de la religión y a “la desconfianza hacia todos los
gobernantes (…) la democracia moderna es la forma histórica de la decadencia del
Estado” (HdH I, §472).
Con la secularización de la religión en el sistema democrático, puede crearse
un nuevo periodo en nuestra cultura, otra forma de gobierno que tenga más presente
al individuo y no a la masa. Y así como la humanidad ha visto morir “poderes
organizadores” (HdH I, §472), de la misma manera, estaríamos cerca del
derrumbamiento del Estado y próximos a la llegada de un nuevo sistema de gobierno
más sano. Es decir, que la democracia como una enfermedad de la décadence, puede
a la vez, y de forma paradójica, servir de cimiento para el establecimiento de un
gobierno diferente. Este es un aspecto que podemos interpretar en el aforismo 293
“Fines y medios de la democracia” [Ziel und Mittel der Demokratie] de El Caminante
y su sombra, donde Nietzsche nos habla de la “democracia como algo por venir”:
17
Para observar qué corporaciones o empresas son más grandes que los Estados actuales ver las
estadísticas del artículo: 10 empresas más grandes que 180 países, en
http://economia.elpais.com/economia/2016/09/29/actualidad/1475150102_454818.html.
206
18
Ver Capítulo 3: Nietzsche y la democracia radical I, Memoria y promesa en Hannah Arendt y
Capítulo 4: Nietzsche y la democracia radical II, Dar y perdonar en Jacques Derrida. Nietzsche y el
pensamiento político contemporáneo, Lemm, V. Chile: Fondo de Cultura Económica, 2003.
19
Para Don Dombowsky (2002), “estas lecturas, nunca proceden sin exclusiones notables, y por lo
tanto, sus argumentos están seriamente comprometidos. Por su parte, Schrift se refiere a la naturaleza
"gravemente errónea" de los "propios juicios políticos" de Nietzsche, pero no los enumera. El
argumento de Schrift es sustentado por la interpretación Deleuziana de Nietzsche, particularmente su
énfasis en el proceso, y por una teoría de la democracia radical articulada por Ernesto Laclau y Chantal
Mouffe […] Schrift engaña cuando plantea que Nietzsche elogia la democracia porque combate la
tiranía. Lo que realmente dice Nietzsche es que combate la tiranía del socialismo, que es preferible al
socialismo porque no fomenta la misma sumisión al Estado (HdH I, §473). Nietzsche apoya
convenientemente la democracia como contrapeso al socialismo, porque el socialismo, en su opinión,
recurre a la violencia y al terror y retrasa el debilitamiento de la voluntad que inevitablemente trae la
democracia” (pp. 278-279 y 290; traducción propia). Para observar la interpretación que Don
Dombowsky (2002) hace del radicalismo democrático de Nietzsche, propuesto por Alan D. Schrift
(2000), ver el artículo A Response to Alan D. Schrift's “Nietzsche for Democracy?”.
Continuando con esta discusión, Alan D. Schrift (2002) en su artículo Response to Don Dombowsky,
responde a las críticas de Don Dombowsky (2002) de la siguiente manera: “Don Dombowsky parece
estar en desacuerdo y se opone al trabajo interpretativo de aquellos lectores radicalmente democráticos
de Nietzsche’ que desean encontrar en sus textos recursos para un proyecto de democracia radical,
proyecto que yo y otros como Lawrence Hatab o Mark Warren, admitimos fácilmente que Nietzsche
probablemente habría repudiado. Que Nietzsche hace los comentarios antidemocráticos que
Dombowsky cita no está, por lo tanto, en cuestión. Tampoco es ‘verdadera la pregunta’ que
Dombowsky articula: ‘¿El agonismo [agonism] nietzscheano es realmente democrático?’ Más bien, la
tesis fundamental que pretendía articular en Nietzsche para la Democracia era simplemente esta: hay
temas en Nietzsche: ––perspectivismo, su afirmación del agonismo, su desestabilización del sujeto–– a
los que un teórico radical democrático puede apelar para desarrollar su teoría política […] más bien, mi
afirmación es que podemos entenderlos democráticamente” (pp. 291-292; traducción propia).
Para continuar viendo la respuesta a la objeción de Don Dombowsky quien duda de la presencia de la
democracia radical en Nietzsche, ver el artículo de Alan D. Schrift (2002): Response to Don
Dombowsky.
207
En contra del hombre de espíritu libre, Nietzsche ubica a “El gran hombre de
masa” [Der grosse Mann der Masse], así titula el aforismo 460 de Humano,
demasiado humano I, para hacer la diferencia entre el espíritu fuerte y el débil. En
opinión del filósofo alemán, el hombre de masa tiene una receta fácil de fabricación,
lo único que hay que proporcionarle es aquello que le resulte grato o lo que se cree
que le sea gratificante. Esta gratitud hay que suministrarla lentamente, con algo de
esfuerzo, “la masa tiene que recibir la impresión de una fuerza de voluntad poderosa,
invencible, al menos debe aparentarla” (HdH I, §460). La masa siente admiración por
la voluntad fuerte y se siente feliz al creer, equivocadamente, poseer dicha fuerza. El
208
gran hombre de masa también deberá tener las siguientes cualidades: “violento,
envidioso, explotador, intrigante, adulador, rastrero, vano, todo según las
circunstancias” (HdH I, §460).
Nietzsche, analizando las cuestiones del Estado en el capítulo VIII de
Humano, demasiado humano I, observa que los hombres que dirigen el Estado
“tienen que servirse de muchas personas para la consecución de sus planes” (HdH I,
§458). Es decir, que la masa se convierte en el mejor aliado para obtener beneficios.
Este tipo de personas que colaboran a los hombres que dirigen el Estado pueden ser
de dos clases; aquellas que son seleccionadas con mucho cuidado para desempeñar
bien su trabajo y obtener ciertos objetivos, y aquellas que no son bien seleccionadas
porque son simplemente las que se tiene “a la mano”. Estas últimas suelen funcionar
mejor que las primeras para los propósitos que se quiere obtener, esta “especie es la
más violenta, ella desea instrumentos sometidos; su conocimiento de los hombres
suele ser mucho más pobre, su desprecio hacia ellos mucho mayor” (HdH I, §458).
Para Nietzsche el socialismo y la democracia son enfermedades de la
humanidad, así lo leemos en el aforismo 292 “Victoria de la democracia” [Sieg der
Demokratie] de El Caminante y su sombra, ellos son los cultivadores y protectores de
la masa. En cuanto al socialismo, decimos que está emparentado con el despotismo,
por ello, su posición es reaccionaria, aspira a un dominio absoluto y tiene como gran
peligro la aniquilación del individuo, “el individuo le parece un injustificado lujo de
la naturaleza, que deberá ser transformado y mejorado por el socialismo en un
oportuno órgano de la comunidad” (HdH I, §473). El socialismo, al ser una forma de
despotismo, tiene una forma excesiva y abusiva del poder, le gusta ser el heredero del
despotismo y para ello usa como herramienta la represión de los ciudadanos dentro de
un Estado absoluto, eliminando todos los Estados existentes, incluso la religión.
Nietzsche anuncia que el socialismo dominará mediante el terror y bajo la supuesta
“justicia” que impondrá a todos durante un tiempo, tal como la historia lo ratificó
posteriormente.
Nietzsche observa cómo “se emplea y sacrifica al hombre como un medio
para el fin de la sociedad” (CS, §186). Por ejemplo, una manera de sacrificio y
209
nuestra fuerza de trabajo para vivir […] somos esclavos porque él nos remite a la
obligación salarial como el único medio de conservación de sí mismo” (p. 206). El
trabajo es una locura que se han inventado las naciones para enriquecerse y de la que
deben huir aquellos hombres que quieren tener espíritu de libertad, porque si nos
sometemos a él, no hay manera de “respirar en libertad” (A, §206). Por ello,
Nietzsche logró liberarse de su trabajo, se liberó de la supuesta profesión y vocación
que da seguridad al hombre actual.
Continuando con la crítica de la masificación, en el aforismo 218 de El
caminante y su sombra, intitulado “la máquina como maestra” [Die Maschine als
Lehrerin], Nietzsche parece resumir lo que significa la igualación y uniformación:
esos individuos, con los hombres que tienen discapacidad o carecen de alguno de sus
sentidos, pues cuando se está con alguna discapacidad se desarrolla otro aspecto o
sentido en demasía, por ejemplo, el ciego tiene un oído más desarrollado, frente a su
debilidad del ojo, es decir, saca ventaja con el oído frente a un individuo normal. De
la misma manera ocurre con las culturas que tienen debilitamientos y pueden a la vez
tener progreso dentro de ese mismo hundimiento, sacando provecho de las nuevas
inventivas de esos hombres débiles que son “individuos menos atados, mucho más
inseguros y moralmente más débiles” (HdH I, §224). Aunque para Nietzsche el
aspecto de la “lucha por la existencia” (HdH I, §224) o evolución (darwinismo) no es
la única referencia para garantizar el progreso de una estirpe o de un individuo. En
lugar de esta teoría evolucionista, Nietzsche cree que el progreso de una raza se da
gracias a la confluencia de dos elementos, uno es la ligazón de espíritus a un
sentimiento común para aumentar la fuerza y el otro es alcanzar “metas superiores” y
progresos cuando aparecen naturalezas debilitadas y degenerativas, pues cuando la
cultura es fuerte y sana puede absorber dichas debilidades (fortalezas) y usarlas como
provecho para su evolución. Por ello, el Estado tiene que educar a sus individuos para
que su meta en conjunto nunca pueda desviarse, tiene que educar para que en las
adversidades o heridas surja algo nuevo y noble para engrandecer la estirpe y
garantizar su duración, a esto es a lo que Nietzsche titula en el aforismo 224 como
“Ennoblecimiento a través de la degeneración”, es educar en “sentido comunitario”
(FP II, 12[22], Desde verano hasta finales de septiembre de 1875).
“Desarmarse cuando uno era el más armado, por altura de sentimiento ––este es el
medio para la verdadera paz […] mejor hundirse que odiar y temer, y dos veces mejor
hundirse que hacerse odiar y temer” (CS, §284), este es el carácter de un espíritu
sometido al que el Estado ha cultivado. Con estas tácticas de supuesta defensa, lo que
la sociedad de aquella época quería ocultar es la inmoralidad, pues, si no atacan son
morales y los inmorales son los vecinos que inician el ataque. Es el miedo a mostrar
nuestros instintos para que florezca la supuesta racionalidad, es querer mostrar la
sumisión, cuando en realidad aquellos hombres y Estados en el fondo querían la
guerra, es el afán de querer mostrar solo el espíritu sometido y no las fuerzas de la
guerra, es el afán de mostrarnos de una forma diferente a la que en realidad somos.
Frente a dicha postura de sometimiento, José Manuel Bermudo (2005) afirma
que, en Nietzsche, la “propuesta política coherente con su filosofía es la de
resistencia, la llamada constante a la rebelión contra cualquier orden pacificado, pues
siempre será un orden racional y siempre se hará a costa de ahogar la fuerza creadora
de la vida humana” (p. 75).
Ahora bien, como lo decíamos en el capítulo I, el ser zángano es sinónimo de
la inteligencia de las mujeres y ser zángano es propio de las masas y del espíritu del
sometimiento. Las mujeres se hacen mantener por los hombres y sometiéndose a ellos
han podido sostener el dominio, su enamoramiento es una forma de astucia para
aumentar su poder. Mientras que los hombres generalmente no se dejan mantener por
las mujeres porque son vanidosos y ambiciosos, “la inteligencia femenina pudo haber
aprovechado originariamente incluso el cuidado de los hijos como un pretexto para
sustraerse lo más posible al trabajo” (HdH I, §412) y no luchar por nada.
Posteriormente, en el aforismo 435 titulado “poder y libertad” [Macht und Freiheit]
de Humano, demasiado humano I, Nietzsche nos habla de que las mujeres por más
que honren a su marido, lo que realmente honran son los poderes y las ideas por las
que son reconocidos. Las mujeres se inclinan y adhieren como por instinto a lo
dominante, a lo que “aspira a la independencia y a la libertad de espíritu” (HdH I,
§435), es decir, que para Nietzsche la mujer tipifica el espíritu real de sometimiento
moderno.
215
derrotar a sus vecinos, eran felices en creer tener la verdad, pero para lograr vencer y
convencer a los demás fue necesario poseer en su carácter “la dureza, la soberbia, la
tiranía y la maldad de una convicción así. Eran tiranos, es decir, lo que cualquier
griego quería ser y llegaba a serlo, en cuanto podía” (HdH I, §261).
En los mismos Nachlaß o cuadernos de anotaciones de 1875, Nietzsche
continúa admirando el espíritu de los presocráticos y preguntándose el por qué no se
les ha dado la importancia que se merecen. Por ejemplo, en Tales, observa al primer
genealogista de espíritu libre que se pregunta por “el origen de las cosas” (FP II,
6[48], ¿Verano de 1875?), el primer investigador de la naturaleza, el primer científico
que abandona las explicaciones mitológicas, religiosas y supersticiosas. En suma, en
los presocráticos Nietzsche no veía
ideas e influencia se interrumpen bruscamente, tal como sucederá con las ideas
socrático-platónicas.
Con la historia de los griegos se avanza pero de la misma manera se retrocede
rápidamente, aunque lo peor que pudo pasar al pueblo griego fue la aparición de una
piedra arrojada por la máquina hacia el aire, esa piedra fue Sócrates que destruyó la
ciencia filosófica, “y acaso no haya pérdida más grave que la pérdida de un tipo, de
una nueva, altísima posibilidad de vida filosófica aún por descubrir” (HdH I, §261).
Para Nietzsche la historia ha sido injusta con los filósofos presocráticos, que son muy
difíciles de conocer y de reconstruir porque son figuras de carácter poderoso y puro,
en especial desde “Tales hasta Demócrito”. Desafortunadamente, lo que hicieron los
filósofos posteriores fue demeritar su trabajo y nombrarlos, únicamente, como los
iniciadores que instauraron las bases del gran conocimiento de las posteriores
escuelas socráticas. Pero se desconoce su pensamiento realmente, y lo que queda,
según Nietzsche, es “una laguna, una interrupción de la evolución” (HdH I, §261). En
este desastre, es decir, la pérdida del pensar presocrático, lo que ocurrió fue la
primera tiranía del espíritu, muy común en los griegos y aún hoy se ha heredado en
raros acontecimientos y hombres, donde cada uno desea poseer la verdad; finalmente
triunfó la segunda tiranía, la socrática, sobre el libre saber presocrático.
En los tiempos de la cultura superior parecen darse por finalizadas las tiranías
del espíritu de forma individual, pero se necesita de una autoridad o dominación que
es asumida por los “oligarcas del espíritu”. Entre ellos pueden formar “una sociedad
homogénea”, estos oligarcas se conocen, sin importar fronteras “geográficas o
políticas”. Nietzsche observa en el segundo giro de las tiranías que, por ejemplo, “la
superioridad intelectual, que antes dividía y enemistaba, hoy suele unir” (HdH I,
§261). Todos trabajan mancomunadamente de manera interconectada para asegurar
dichos signos de superioridad; entre ellos la diferencia no los divide, al contrario,
sirve para reforzar el tejido.
218
único ser libre en el mundo de la no-libertad, el eterno taumaturgo, actúe bien o mal,
la asombrosa excepción, el superanimal, el casi-dios, el sentido de la creación, el que
no puede pensarse como inexistente, la clave del enigma cósmico, el gran soberano
de la naturaleza y despreciador de la misma, ¡el ser que llama a su historia historia
universal! ––Vanitas vanitatum homo20. (CS, §12)
El caminante: Pensaba que la sombra del hombre era su vanidad: pero ésta nunca
preguntaría «¿Debo entonces lisonjear?». La sombra: La vanidad humana, si la
conozco bien, ni siquiera pregunta, como he hecho ya dos veces, si le permiten
hablar: habla siempre. (CS)
20
“El hombre es vanidad de vanidades”.
219
¡Qué pobre se volvería el espíritu humano sin la vanidad! Con ella, en cambio, parece
un almacén bien surtido que no deja nunca de llenarse, y que atrae compradores de
toda clase: ellos pueden encontrar en él casi todo, pueden tenerlo todo, con que lleven
consigo el tipo de moneda válida (la admiración). (HdH I, §79)
[…] esperamos las ventajas de una buena opinión, y tenemos miedo de las
desventajas de una mala opinión; porque somos vanidosos, de modo que una buena
21
Para ver el trabajo completo que Paul Rée (2003) hace acerca de la vanidad, ver el capítulo V
titulado “Origen de la vanidad” (pp. 126-152).
220
La cultura y el ser de los alemanes fue una cuestión que estuvo presente en el
pensamiento de Nietzsche. El cuestionarse por el ser de los alemanes le permite hacer
223
la crítica, no solo al pueblo alemán, sino a todo el sistema moderno. Por ello, hay que
tomar muy en serio las actitudes de desprecio que sentía por el hombre europeo del
siglo XIX, por su fanatismo, religión, moralidad, nacionalismo, democracia, igualdad,
etc., es decir, por el ser alemán. La crítica a la cultura alemana no inicia con Humano,
demasiado humano, el mismo filósofo alemán nos dice en Ecce Homo que el
alejamiento de su cultura natal se inicia desde las Intempestivas, donde ya no creía en
la cultura de los alemanes, veamos:
cómo la “fe” identifica a los espíritus gregarios, por ejemplo, el alemán. Un “espíritu
sometido” [gebundene Geist] acepta la llamada verdad o las opiniones por “hábito” y
casi de manera natural, o como lo escribe en los Nachlaß o cuadernos de anotaciones
de 1876 (FP II, 17[71], Verano de 1876), es algo heredado por costumbre. Para dar
razones sobre dicho aspecto, en el mismo aforismo 226 nuestro filósofo pone el
ejemplo de un cristiano que haya nacido en un país o en una comunidad cristiana, o el
ser inglés por haber nacido en Inglaterra. El cristiano o el inglés no tuvieron otra
opción para elegir, sino que por hábito aceptan dicha situación sin objetarla. Después
de aceptar el ser inglés o ser cristiano encuentran otras razones a favor de esa
herencia o hábito. De manera similar, cuando la comunidad se opone a la “bigamia” y
se pone a favor de la monogamia, no lo hace con razones, sino por hábito y ese
“hábito de principios intelectuales sin razones se llama fe” (HdH I, §226). Viendo lo
propuesto en este aforismo podemos comprender las razones teóricas del porqué el
mismo Nietzsche se considera en Ecce homo (EH, El caso Wagner, §4) como el
despreciador par excellence de los alemanes, tierra en la que nació, pero que no pudo
elegir. Además, Nietzsche es el que más desconfía de sus compatriotas por ser
“imposibles”, por ser “chusma” [canaille], por ser los típicos hombres modernos de
fe, “el genuino pueblo-del-aprendizaje” [dem eigentlichen Lern-Volke], como lo
leemos en el aforismo 3 de la IV Consideración Intempestiva, Richard Wagner en
Bayreuth. Dicha “aptitud” de aprendizaje de los alemanes hace que su cultura se
vuelva peligrosa porque confían en cualquier ilusión. Los alemanes son los hombres
de la aptitud para aprender, los que absorben jugos opiáceos y narcotizantes, tal como
ya lo había afirmado en la III Consideración Intempestiva, Schopenhauer como
educador.
En Más allá del bien y del mal vemos un pretexto más para que Nietzsche se
aleje del “ser” de sus compatriotas. Él veía, en los alemanes, individuos modernos
contradictorios, desconocidos, calculadores, inaprehensibles, desesperantes, con
escondrijos y cavernas para esconderse, “el alemán ama las nubes” (MbM, §244). Los
alemanes son buscadores de caminos tortuosos que los conducen al caos. Nietzsche
los compara con los “enfermos crónicos” porque tienden a la comodidad y con ello
225
pretenden germanizar a toda Europa, “la profundidad alemana no es más que una
difícil y reticente «digestión»” (MbM, §244). Los alemanes son superficiales, son
tontos al creer en la superioridad y el patriotismo absurdo, al pronunciar la consigna
de odio: “«Alemania, Alemania por encima de todo»” (FP IV, 1[195], otoño de 1885-
primavera de 1886) y, como lo dice acertadamente Peter Bornedal (2004), la
superficialidad del alemán “no ‘toca’ ni ‘reacciona’ a su núcleo; su superficialidad
solamente toca una superficie: el nacionalismo alemán, tal como ha avanzado en los
periódicos22 y en la opinión pública. El nacionalista no es más que una extensión de
la superficie pública” (p. 132; traducción propia).
Por estas y otras razones, nuestro autor sentía que en sus venas corría sangre
extranjera (polaca), una raza eslava muy superior a la alemana. Esta tesis simbólica,
con la que pretende abordar la ruptura con el ser de los alemanes, la confirma en los
Nachlaß o cuadernos de anotaciones de 1882 cuando señala que incluso estando en el
extranjero lo confunden con los polacos. Para Daniel Devreese y Benjamin Biebuyck
(2006) este origen polaco de Nietzsche no es más que una leyenda que nos cuenta en
su cumpleaños número 44, donde además se revela como un “sátiro” (ser de la
mitología clásica que habitaba en los bosques) y un “destino”. Lo cierto es que no hay
pruebas reales de dicho origen, sino, más bien, una admiración de nuestro autor hacia
la cultura polaca y un pretexto para criticar la cultura alemana. En Ecce homo dice
que es “un aristócrata polaco pur sang [de pura sangre], al que no se le ha mezclado
ni una sola gota de sangre mala, y menos que de ninguna, de la alemana” (EH, Por
qué soy yo tan sabio, §3). Por ejemplo, en la ciudad de Marienbad, en la actual
República Checa, se encontró con unos polacos que lo saludaron en polaco porque lo
habían confundido con algún conocido de ellos:
22
Nietzsche observa cómo el hombre culto siente respeto por la lectura de los periódicos, “más
nobleza de gusto relativa y más tacto del respeto que en el semimundo del espíritu que lee periódicos,
en los hombres cultos” (MbM, §263).
226
23
Como lo mencionamos en el primer capítulo, para Daniel Blue (2007) Nietzsche tiene doble origen,
sajón y prusiano, posteriormente esos estados se unieron en un solo país: Alemania. Pero después de
que Nietzsche renuncia a su nacionalidad en 1869 y cuando posteriormente empieza a llamarse polaco
o europeo, “comenzó a hablar de ‘alemanes’ como si los prusianos, los sajones, los francos y los
suevos de la noche a la mañana se hubieran convertido en un solo pueblo” (p. 80; traducción propia).
Esa doble herencia (sajona y prusiana) haría sospechar a nuestro filósofo de los nacionalismos, pues
“para Friedrich Nietzsche ser prusiano era problemático desde el nacimiento” (Blue, 2007, p. 80;
traducción propia).
227
cimas porque hace mucho más calor de lo que se imagina en los valles, sobre todo en
invierno” (HdH II, §335). El extranjero percibe que no hay necesidad de leer las
novelas alemanas porque de antemano ya se les conoce y que el espíritu de los
alemanes es frenado por la cerveza y el periodismo, pero él les ofrece una alternativa
como cura, así no sea aceptada: “té y panfletos” (HdH II, §324). El extranjero
también se percata de que las regiones más peligrosas de Alemania son Sajonia y
Turingia porque
en ninguna otra parte hay más actividad intelectual y conocimiento de los hombres,
además de libertad de pensamiento y todo ello está tan modestamente escondido por
la fea lengua y la servil diligencia de la población, que difícilmente advertimos que
estamos tratando con los mariscales espirituales de Alemania y con sus maestros en
el bien y el mal. (HdH II, §324)
Los alemanes del norte son de espíritu obediente, los del sur pretenden vivir
cómodamente y las mujeres son amas de casa con dotes de virtudes de la
domesticación alemana. No saben disfrutar, no saben lo que quieren, por estos y
muchos otros aspectos, el extranjero predestinaba un futuro “amenazado y
amenazante” (HdH II, §324) para los alemanes.
En el apartado “Lo que les falta a los alemanes” [Was den Deutschen abgeht]
de El crepúsculo de los ídolos, Nietzsche dedica siete aforismos al ser de los
alemanes. En el primer aforismo reconoce algunos aspectos propios del pueblo
alemán, cualidades que los demás países europeos anhelarían. Los alemanes tienen:
Mucho buen humor y mucho respeto ante uno mismo, mucha seguridad en el trato,
en la reciprocidad de los deberes, mucha laboriosidad, mucha perseverancia ––y una
moderación hereditaria, que necesita más del acicate que del freno. Añado que en
Alemania todavía se obedece sin que el obedecer humille… Y nadie desprecia a su
adversario… (CI, Lo que les falta a los alemanes, §1)
Aunque Nietzsche reconoce las virtudes anteriores a los alemanes, son más
las objeciones y las críticas que encuentra en ellos. Por ejemplo, a los alemanes se les
consideraba el pueblo de los pensadores de la “profundidad” [Tiefe], pero él se
pregunta si todavía continúan pensando,
228
pensamiento libre, propios del espíritu libre […] Todo lo grave, denso, solemnemente
tosco, todos los fastidiosos y aburridos géneros estilísticos han sido desarrollados con
opulente variedad por parte de los alemanes. (MbM, §28)
entonces habita sin duda lo más lejos posible de nosotros, en algún lugar en los
confines de la Tierra” (CS, §265).
Para Nietzsche “Las épocas de felicidad” [Glückszeiten] (HdH I, §471) no
pueden ser posibles, se convierten solo en deseos y en falsas deducciones de los
hombres. Por ejemplo, es falso deducir que después de una época de penuria,
desgracias y fatigas se pueda participar de un estado de felicidad prolongada. La
felicidad es posible en algunos momentos y para algunos hombres, pero jamás podrá
ser permanente para una sociedad o un individuo durante un periodo determinado.
Ese concepto de “época feliz” ha sido tomado de tiempos remotos, “de aquellas
condiciones en las que el hombre, tras violentas fatigas de la caza y la guerra, se
abandonaba al descanso, se estiraba y oía revolotear en torno a sí las alas del sueño”
(HdH I, §471). La felicidad es un concepto relativo y no puede expresarse de una
manera concreta y definitiva, por ejemplo, “Las mujeres quieren servir y hallan en
ello su felicidad; el espíritu libre no quiere que se le sirva, y halla en ello su felicidad”
(HdH I, §432). Otro de los ejemplos, que podemos anotar aquí para explicar la
complejidad de lo que se llama felicidad es con las dos clases de hombres virtuosos.
Los que han disfrutado de placer y vicios creen que la virtud será un sufrimiento y los
que se han atormentado con los vicios y placeres, para ellos, la virtud sería la
felicidad y la tranquilidad del alma, por ello, “es posible que dos virtuosos no se
entiendan uno a otro” (HdH I, §75).
Nietzsche retoma el mito de Pandora para explicar ese valor tan preciado por
los cristianos: la esperanza, que nosotros relacionamos con la esperanza de conseguir
la “felicidad”. Para él, al igual que para los griegos, la esperanza es un mal que no
pudo salir de la ánfora (jarra), quedó encerrada como un tesoro, “el mal que ha
quedado dentro es el bien que aporta la felicidad más grande” (HdH I, §69). Aunque
del ánfora de Pandora salieron todos los males por orden de Zeus para atormentar a
los hombres, él dejó, en el pensar de Nietzsche, al peor de los males encerrado, la
esperanza, para que el hombre no dejara tirada la vida, sino que tuviera algo que lo
atormentara durante toda su existencia. La esperanza es la que prolonga la tormenta
de la vida en los hombres. Es por esto, que la esperanza es un valor muy preciado por
231
menos aún emplearlos como guía en el oscuro océano de las aspiraciones morales.
(A, §108)
La moral en sus inicios, leemos en los Fragmentos póstumos II, 4[77], verano
de 1880, no piensa en la felicidad del individuo, sino más bien en el bienestar y la
conservación de las comunidades futuras, contrariamente, es con “Sócrates que se
inicia la moral de los individuos a despecho de la comunidad y de sus normas” (FP
II, 4[77], Verano de 1880), que con un dominio de sí y austeridad dice que se puede
llegar a la felicidad, es aquí, precisamente donde Nietzsche ve el nacimiento de lo que
se puede llamar, en principio, moral moderna.
CAPÍTULO III: LA MORAL Y SU MÁXIMA CREACIÓN: EL
ESPÍRITU DE SOMETIMIENTO
1
El libro El origen de los sentimientos morales [Der Ursprung der moralischen Empfindungen] de
Paul Rée, es especialmente importante en el desarrollo de la postura Nietzscheana con respecto a la
moral, como lo veremos en este capítulo. Este libro fue finalizado en diciembre de 1876 cuando
Nietzsche y Rée se encontraban en Sorrento, junto con Brenner y Malwida von Meysenbug; al parecer,
hubo aportes de Nietzsche a dicho libro, tal como se puede ver en la correspondencia. El 18 de
diciembre de 1876 en una carta dirigida a su editor Ernst Schmeitzner, Nietzsche informa que Rée está
a punto de enviarle el manuscrito, “recibirá en su editorial, y lo digo con absoluta convicción, algo
extremadamente valioso, un escrito que trata del origen de los sentimientos morales con un método tan
riguroso y de una forma tan novedosa, que representará probablemente un giro decisivo en la historia
de la filosofía moral” (CO III, §580).
234
pretensión de buscar el origen acerca de las valoraciones morales, nos quiere mostrar
que en ellas hay algo sospechoso y no son plenamente confiables.
Ir al origen de nuestras valoraciones primigenias es destruir lo que el hombre
moderno cree es lo correcto, es decir, lo moral. Para ello, el filósofo alemán explica
diversos aspectos genealógicos acerca del origen que ha tenido la moral moderna. Por
ejemplo, en los griegos, en el trato con los animales, la utilidad, la conservación de la
sociedad, el paso del animal-hombre a hombre, entre otros, dichos aspectos los
estudiamos en este capítulo.
A la vez, para encontrar el origen de los conceptos y sentimientos morales, el
pensador alemán cree encontrar el mejor camino para el desenmascaramiento de la
moral con el uso de la psicología, la fisiología, la historia y la filología. Con estas
cuatro ciencias se analizan en especial los conceptos bueno y malo y la psicología de
la llamada conciencia, es decir, que estas ciencias son las llamadas a reemplazar a la
metafísica.
En Humano, demasiado humano, también se percibe que la moral según
Nietzsche está íntimamente relacionada con la venganza. Así, lo podemos ver en lo
que hoy día se llama justicia, tal como lo veremos más adelante. Con la justicia,
Nietzsche hace la psicología de otros conceptos morales como la deuda, el castigo, la
pena, la promesa y la memoria. En este capítulo se muestra la transfiguración que
tuvieron los conceptos amorales hasta llegar a los conceptos morales.
Finalmente, queremos mencionar la invitación que hace Nietzsche con
respecto a la moral y a los ideales modernos, aprender de nuevo, a ‘sentir de otra
manera’, es decir, ‘reaprender’. Además, podemos decir que la pretensión del filósofo
alemán no es la de proponer una nueva moral en oposición a la actual, eso sería un
simple relativismo moral, sino la de aprender algo nuevo con respecto a la moral
impuesta, a cuestionar el valor que representa la moral para el hombre moderno,
descubrir sus engaños:
no niego, como es obvio ––suponiendo que no esté loco–– que muchas de las
acciones que se llaman inmorales son algo que haya que evitar y contra lo que luchar;
ni tampoco, que haya que practicar y que promover muchas de las que se llaman
236
morales, ––lo que quiero decir es que tanto lo uno como lo otro lo hago por razones
diferentes de las habidas hasta ahora. Tenemos que reaprender, ––para luego, tal vez
ya demasiado tarde, lograr aún algo más: llegar a sentir de otra manera. (A, §103)
¿en qué condiciones se inventó el hombre esos juicios de valor que son «bueno» y
«malo»?, ¿y qué valor tienen ellos mismos? ¿Impidieron o fomentaron el desarrollo
humano? ¿Son un signo de emergencia, de empobrecimiento, de degeneración de la
vida? O, por el contrario, lo que en ellos se revela ¿es la plenitud, la fuerza, la
voluntad de vida, su ímpetu, su confianza, su futuro?. (GM, Prólogo, §3)
2
En el libro El origen de los sentimientos morales encontramos los siguientes temas en la tabla de
contenido, los cuales son similares a los estudiados por Nietzsche: “1. El Origen de los Conceptos
"Bueno" y "Malo", 2. El Origen de la conciencia, 3. Responsabilidad y libertad de la voluntad, 4. El
origen del castigo y el sentimiento de la justicia: Sobre la disuasión y la retribución, 5. El origen de la
vanidad, 6. Progreso moral, y 7. La relación de la bondad con la felicidad” (Rée, 2003, p. 83;
traducción propia).
238
“y que en mi vida apareció tan precoz, tan espontánea, tan incontenible, tan en
contradicción con mi ambiente con mi edad, con los ejemplos recibidos, con mi
procedencia, que casi tendría derecho a llamarla mi a priori” (GM, Prólogo, §3). Este
a priori, según Magnus, Mileur y Stewart (1994) “le permite a Nietzsche desafiar las
‘figuras hegemónicas de la moralidad’ y fracturar ‘el edificio dinástico’ de su cultura”
(p. 380; traducción propia). Nietzsche desafía esas figuras dinásticas y sagradas de la
cultura desde su infancia porque ve en la moral algo sospechoso, una falsedad en lo
que se cree es una verdad absoluta.
La moral es un tema que Nietzsche empieza a desarrollar a partir de Humano,
demasiado Humano, pero en realidad la temática fue mencionada desde sus primeros
ensayos. En los Esbozos autobiográficos, de marzo-agosto de 1861 nos habla de la
importancia del propio desarrollo moral y espiritual; en agosto-diciembre de 1865
identifica “el filosofar, la falta de fe y la inmoralidad” como aspectos que van en
contra de la moralidad y el teísmo. En Fatum e Historia de 1862 percibe que la moral
es “el resultado del desarrollo general de la humanidad”. En el ensayo La visión del
mundo en la Edad Media católica de 1865 relaciona la moral con la religión, pues
“Dios puede hacer lo que quiera. Rige la naturaleza según fines morales”. En El
nacimiento de la tragedia, ya relaciona la moral cristiana con “la moral
incondicional” (NT, Ensayo de autocrítica, §5) y la vida como algo meramente
‘amoral’. En Sobre verdad y mentira en sentido extramoral se relaciona el
‘movimiento moral con la verdad’ (VM, §1); en Las Consideraciones Intempestiva I,
David Strauss, el confesor y el escritor leemos que “predicar una moral es tan fácil
como difícil es justificarla” (DS, §7). Sin embargo, Nietzsche nos dice:
Ahora bien, para Nietzsche ser moral es sinónimo de estar atado a las cadenas,
mientras que ser inmoral es un acto de libertad. Él observa que esta dualidad surge de
la jerarquización del egoísmo (inferior-superior). Para ver el nacimiento de la
moralidad e inmoralidad modernas, Nietzsche pone el ejemplo de la preferencia. Si se
opta por un bien inferior, como el placer sensual o “preferir una vida cómoda a la
libertad” (HdH I, §42), se tiene una actitud inmoral. Pero, al contrario, si se prefiere
un bien superior, como la salud, se tiene una actitud moral.
Todas estas acciones a través de la historia han tenido diversas
transformaciones, es decir, lo que en otros tiempos o en otras culturas se llama
inmoral no tiene por qué ser considerado de igual manera en otro tiempo o en otra
cultura. Por ejemplo, el hombre que en estos tiempos opta por la venganza se le llama
inmoral, pero en las culturas antiguas la venganza era un acto válido moralmente. Lo
mismo ocurre con las llamadas ‘personas crueles’ (HdH I, §43), se les considera
atrasadas, pero en realidad son “grados residuales de culturas precedentes” (HdH I,
§43), que para Nietzsche, por algún posible accidente hereditario, su cerebro no ha
evolucionado. Estos pocos individuos representan lo que ‘éramos’ (hombres libres),
aunque en estos tiempos ‘produce espanto’. En ellos, no existe la llamada
responsabilidad, son seres diferentes, autónomos y con un grado elevado de libertad.
Por ello, Nietzsche considera que en nuestro cerebro puede ocurrir algo similar,
nuestros órganos pueden recordar “nuestro estado de pez” (HdH I, §43), es decir, la
evolución anterior a la racionalidad o civilización plena; pero esos órganos poco
evolucionados son muy distintos a los que hoy día están presentes en nuestros
sentimientos. Lo interesante es que si los forzamos a una regresión, los sentimientos
pueden encontrar otro camino muy distinto al de la moral actual. Con las
explicaciones dadas en el aforismo 43 ‘Las personas crueles como atrasadas’ de
Humano, demasiado humano I, vemos la influencia darwiniana3 en la moral
nietzscheana:
3
Para Maria Cristina Fornari (2005), “la relación de Nietzsche con la filosofía inglesa del utilitarismo
y la teoría de la evolución, al igual que sus destacados representantes, es subestimada por los
intérpretes de Nietzsche hasta nuestros días. Muchos de ellos confían en las propias declaraciones de
Nietzsche, que no siempre revela sus fuentes, y a veces incluso tienden a ocultarlas bajo la máscara de
240
cuando Nietzsche evoca los restos anatómicos de peces que se detectan en ciertos
órganos humanos, se refiere a un clásico argumento evolutivo en favor de la
ascendencia común de los vertebrados. La embriología comparativa y la morfología,
mostrando homologías entre mamíferos y peces, atestiguan que los primeros son
descendientes de organismos acuáticos. (Salanskis, 2013, p. 55; traducción propia)
Ahora bien, según Nietzsche el hombre experiencia su vida por medio de las
acciones, que por tradición son medidas como morales o inmorales. Esa medida no es
exclusiva del espectador, sino también del propio autor. La valoración es asignada
dependiendo de los resultados que ofrezca al individuo, pero en especial de la utilidad
que brinde a la comunidad. Es importante observar que toda acción tiene una
intención y un motivo. Pero estos motivos “raramente están claros y son lo bastante
sencillos, y a veces la misma memoria parece sentirse turbada por el resultado de la
un antagonismo abierto […] De igual manera ocurre con Paul Rée, en el que la mayoría de los
intérpretes vieron una figura ocasional y marginal en el desarrollo intelectual de Nietzsche, con
Spencer también se enfatizó solamente en los ataques encontrados en la obra y el legado de Nietzsche”
(pp. 310-311; traducción propia). Con respecto a Spencer es importante puntualizar que en Humano,
demasiado humano no es mencionado explícitamente, solo hasta en La gaya ciencia nos habla del
“pedante inglés Herbert Spencer y le lleva a dibujar un trazo de esperanza, una línea del horizonte de
lo deseable, esa conciliación final del «egoísmo y altruismo» con la que fabula, es algo que a nosotros
casi nos provoca náusea (GC, §373).
241
constricción, mostraba dureza, y luego se hizo poco a poco más suave, y al final
nació el placer por determinadas acciones, por determinadas convenciones y formas,
y desde aquí a su vez una tendencia a practicarlas y a poseerlas de manera exclusiva.
(CS, §114)
En esta cita, Nietzsche percibe que muchas de las cosas que hoy poseemos,
incluida la moralidad, son herencia de los griegos. Además, reconoce cómo ese
espíritu griego perdió fuerza, se debilitó y transformó. Por ejemplo, la moral
considera primordial someter las pasiones porque en ese terreno fértil surge lo que
ella llama las superaciones (la bondad, el no egoísmo entre otras). Pero esos valores
no son más que ‘maleza y cizaña’, porque crean debilidad y cultivan un espíritu de
sometimiento en el hombre.
La moral a través de la historia ha servido como medio para la conservación
de la comunidad, para evitar su decadencia, a la vez de ser útil para “mantener la
comunidad a un cierto nivel y dentro de una cierta bondad” (CS, §44). Para obtener
estos beneficios se usan como herramientas “el miedo y la esperanza” (CS, §44). Los
cuales cumplen el papel de intimidar con el fin de crear escarmiento público, aunque
cualquier medio es válido, con tal de cumplir el objetivo de la conservación de la
sociedad. En esta fase inicial de la moral, el miedo más fuerte es la “invención de un
más allá con un infierno eterno” (CS, §44). En una fase posterior, la cultura utiliza
medios como las leyes dictadas por un dios. Después, se crea la “idea absoluta del
deber con el «tú debes» […] viene luego una moral de la inclinación, del gusto, y al
final el conocimiento ––la cual se sitúa por encima de todos los ilusorios motivos de
244
la moral” (CS, §44). La conciencia moral del deber da las pautas de lo que se debe
hacer y lo que no se debe hacer. El hombre no se pregunta por el por qué hace las
cosas de esa manera, sino que las hace por costumbre y fe.
También podemos decir que el origen de la moral está relacionada con el
“pudor” (HdH I, §100), concepto religioso asociado con todo aquello que tiene
‘misterio’. Por ejemplo, en los primeros tiempos estaba prohibido ir o visitar ciertos
lugares porque así lo dictaminaba el derecho divino, es decir, que el pudor estaba
asociado con la espacialidad. Luego, se amplía a otras zonas como lo sexual. El pudor
está relacionado con los misterios de la moralidad, con los aspectos que la moral
quiere esconder, el pudor es “para la realeza como un centro que irradia potencia y
esplendor, y para el súbdito un misterio lleno de secreto y pudor” (HdH I, §100), es
decir, que con el pudor la realeza somete al súbdito al crear miedo con su secretismo.
Para Nietzsche la moralidad jugó un papel decisivo en la transformación del
animal-hombre en hombre, este paso se da a través de tres fases que marcaron dicha
diferencia y son explicadas en el aforismo 94 ‘las tres fases de la moralidad habida
hasta ahora’ [Die drei Phasen der bisherigen Moralität] de Humano, demasiado
humano I. La primera ocurre cuando las acciones de bienestar del hombre dejan de
ser momentáneas y pasan a ser duraderas, es decir, “cuando el individuo se vuelve
utilitario y calculador: en ese momento irrumpe por primera vez el libre dominio de
la razón” (HdH I, §94). Éste, es en el pensar de Nietzsche, la primera muestra de que
el animal se convierte en hombre. La segunda fase surge cuando el individuo actúa
“según el principio del honor” (HdH I, §94). En esta fase nace el sometimiento a los
“sentimientos comunes”, por ejemplo, el valor del respeto mutuo, es decir, que el
espíritu de la utilidad es totalmente colectivo. Lo que es válido para mí es válido para
los demás, es un provecho que depende de sí y de los demás, en palabras de
Nietzsche “él respeta y quiere ser respetado” (HdH I, §94). La última fase es cuando
el hombre se convierte en ‘legislador de las opiniones’, opiniones honorables y útiles.
En esta última etapa, el hombre está en capacidad de escoger cuál es la acción más
duradera y provechosa, ya que el individuo “vive y actúa como individuo colectivo”
(HdH I, §94). Además podemos decir que el hombre llega a una moral madura
245
porque las acciones dejan de ser personales y se transforman en impersonales con “la
máxima utilidad colectiva” (HdH I, §95). Esta moral madura, o del provecho general,
es lo que el hombre actual conoce como el más alto beneficio, el que ha sido
transferido a la comunidad (Estado).
luego, se introduce el ser bueno o malo en los motivos, y se consideran las acciones
mismas como moralmente ambiguas. Más adelante, se atribuye el predicado de bueno
o malo, ya no a los motivos particulares, sino al carácter global de una persona, de
donde el motivo nace como del suelo de la planta. Así, a la persona se le considera
responsable, en este orden, primero de sus consecuencias, luego de sus acciones,
luego de sus motivos y en fin de su carácter. Al final se descubre que ni siquiera
puede decirse que es responsable de este ser, ya que en todos sus aspectos es una
consecuencia necesaria, que deriva de los elementos e influjos de las cosas pasadas y
presentes: por tanto la persona no puede ser considerada responsable en modo
alguno, ni de su ser, ni de sus motivos, ni de sus acciones, ni de sus consecuencias.
(HdH I, §39)
4
Para el pensador colombiano Nicolás Gómez Dávila (1977) “la relatividad de todo valor a una época
no implica un relativismo axiológico. El valor es relativo a una época porque sólo esa época lo
descubre, pero no porque sólo para ella valga. Cuando decimos que un valor ha muerto, indicamos
meramente que las estructuras históricas que lo hicieron perceptible han perecido. Pero basta que
aparezca un historiador afín, para que divise el astro intacto” (p. 102)
246
5
La observación psicológica también parece ser una herencia de Paul Rée. Precisamente el primer
libro que publica Rée en 1875 se llama Observaciones Psicológicas.
247
(HdH I, §35). Esta objeción, parece, más bien, una crítica a aquellos psicólogos6
ingleses, franceses y alemanes (Paul Rée, François de La Rochefoucauld, Luc de
Clapiers el marqués de Vauvenargues, Sébastien Roch Nicolas, conocido como
Chamfort y Henri Beyle, conocido como Stendhal), que son considerados como los
antecesores de Nietzsche en lo que se refiere a la investigación del origen e historia
de la moral. Tanto la investigación de los conceptos morales bueno y malo, como la
psicología de la conciencia inicia con Humano, demasiado humano. Sin embargo, en
los libros posteriores hay un trato más profundo, en especial en La genealogía de la
moral.
Con respecto a la observación psicológica, Nietzsche continúa con la
indagación de la moral en sus valoraciones primigenias, no “siente repugnancia en
indagar y poner bajo sospecha los motivos de su actuar” (HdH I, §36). Inicialmente,
él transforma la pregunta, no averigua qué es la moral o qué son los prejuicios
morales, cosa que hacen los psicólogos ingleses, sino se pregunta por la vida que hay
en ellos, lo que se encuentra en dichos conceptos y las condiciones que se dieron y se
aplicaron originariamente en las valoraciones. En otras palabras, se pregunta por cuál
era su voluntad. Al ver este proceso en su origen, el pensador alemán observa las
diversas transfiguraciones que tuvo la moral en sus inicios, percibiendo que en ella
existen unas valoraciones activas y otras reactivas7 e indaga por la forma cómo la
moral se fue interiorizando en el hombre moderno hasta convertirse en una voluntad
fundamental.
El hombre moderno, como ser de conocimiento, es a la vez un ser moralizado
porque la moral es indispensable en su vivir y sin ella no tendría vida. Por ello,
muestra cómo en esas valoraciones primigenias está presente un sentimiento de poder
y una voluntad de poder. Además de mostrar el cómo se inscribe el pathos de la
distancia en el origen de ellas. Lo anterior es observado arqueológicamente en el
6
Ver (HdH I, §§35-37) y (FP II, 22[107], 23[41] y [47]).
7
Para ampliar el tema referente a lo activo y reactivo recomendamos leer el trabajo realizado por
Gilles Deleuze (1986) en su libro Nietzsche y la filosofía, en especial los capítulos II (Activo y
Reactivo) y IV (Del resentimiento a la mala conciencia). También, el artículo de Marco Brusotti
(2001b): Wille zum Nichts, Ressentiment, Hypnose. ,A1ktiv‘ und ,reaktiv‘ in Nietzsches Zur Genealogie
der Moral.
248
lenguaje, puesto que el trabajo genealógico no se realiza sin una crítica tanto a las
explicaciones supuestamente científico-filosóficas, como a las explicaciones usuales
o comunes del lenguaje de los conceptos en cuestión.
El error que percibe Nietzsche de los psicólogos, como lo explicamos en el
capítulo I, es la falta de espíritu científico-histórico, el no encontrar el verdadero
hogar nativo de los prejuicios morales. Así pues, les faltó el verdadero pathos de la
investigación científica, tienen “superficialidad de la observación psicológica” (HdH
I, §37). Con ayuda de la ciencia, la observación psicológica se ha encargado de
indagar por el “origen y la historia de los llamados sentimientos morales y que en su
avance deberá plantear y resolver los embrollados problemas sociológicos” (HdH I,
§37). Esta historia, en el parecer de Nietzsche, no había sido investigada por la vieja
filosofía. Ya que los primeros en asumir dicha indagación son los psicólogos antes
mencionados. En especial Paul Rée8 y François de La Rochefoucauld.
Con las acciones altruistas los psicólogos construyen una “ética equivocada”
(HdH I, §37) por medio de la religión, la mitología y la física. Debido a la
‘superficialidad psicológica’ con la que se trata la religión, la mitología y la física,
Nietzsche considera que su uso es una trampa al raciocinio humano. Los psicólogos,
en el parecer de nuestro autor, hacen múltiples observaciones sobre lo humano pero
fallan al no soportarlas en el conocimiento científico. Las observaciones solo son
hechas con el ánimo de ‘agradar’ a la “vieja patria de la máxima moralista” (HdH I,
§37). Además, Nietzsche se pregunta si la observación psicológica puede ofrecer
ventajas o inconvenientes. Sin embargo, parecer ser que la observación psicológica
“es necesaria pues la ciencia no puede prescindir de ella” (HdH I, §38). La psicología
es una herramienta fundamental para percibir esa manera de sentir, de pensar y de
comportarse un individuo o una sociedad, es una ayuda para descubrir lo oculto.
8
Emmanuel Salanskis (2013) no cree que, “Rée sea un gran filósofo. Pero si desempeñaba un papel
importante en la reflexión de Nietzsche, era porque tenía la idea original de releer a los moralistas
franceses a la luz de la teoría de la evolución darwiniana” (p. 46; traducción propia). La importancia de
Rée fue interpretar las primeras observaciones de la historia moral y como lo hemos dicho
anteriormente, fue de gran influencia para la filosofía moral de Nietzsche.
249
como por otra parte suele ser costumbre de antiguo entre los filósofos, piensan de
manera ahistórica; de eso no cabe ninguna duda. Lo chapucero de su genealogía de la
moral salta a la vista desde un principio, en cuanto se trata de averiguar la
procedencia del concepto y juicio de «bueno». (GM, Tratado I, §2)
hasta ahora hemos discutido dos clases de acciones: (1) aquellas acciones egoístas en
las que la persona que actúa gana su bienestar a expensas de los demás; y (2)
acciones no egoístas en las que la persona que actúa, a veces a expensas de su propio
bienestar, busca el bienestar de los demás y no su propio bien o se abstiene de
perjudicar a otros por su propio bien. Las acciones del primer tipo (que también se
llaman egoístas, duras de corazón, carentes de compasión, o incluso diabólicas,
cuando están basadas en la envidia y el placer malicioso) son sentidas por cada uno
de nosotros como moralmente malas y son censuradas, mientras que la segunda clase
se sienten como moralmente buenos y dignos de alabanza; y de hecho la distinción
entre "bueno" y "malo" consiste exclusivamente en estas oposiciones: sólo las
acciones egoístas se llaman malas, sólo las acciones no egoístas se llaman buenas. De
hecho, cuando queremos juzgar el valor moral de una acción, investigamos su motivo
y describimos la acción como moralmente buena sólo si tiene como motivo el
bienestar para los demás. Ciertamente, las acciones puramente no egoístas son raras;
son más frecuentes las acciones de motivos mixtos, es decir, son a la vez egoístas y
no egoístas. En ese caso, la alabanza es también parcial […] La pregunta de por qué
el egoísmo es descrito como malo y el no egoísmo como bueno ahora apenas parece
tener una respuesta clara. Porque es evidente que el comportamiento egoísta que
compromete el bienestar de uno o la mayoría de los miembros de la comunidad es
perjudicial, mientras que el comportamiento no egoísta es útil. (pp. 93-94; traducción
propia)
En el pensar de Nietzsche, a Paul Rée y a los psicólogos ingleses les faltó una
explicación con sentido histórico de los conceptos bueno y malo. En esta carencia
percibe Nietzsche la idiosincrasia de los psicólogos ingleses:
tenemos aquí «la utilidad», «el olvido», «el hábito» y, al final, «el error», todo ello
como fundamento de una valoración de la cual el hombre superior se había
enorgullecido hasta ahora, como si se tratara de una suerte de prerrogativa exclusiva
9
Para ver el trabajo completo que Paul Rée (2003) hace acerca del origen de los conceptos bueno y
malo, ver el capítulo I titulado ‘El origen de los conceptos «bueno» y «malo»’ [The Origin of the
Concepts “Good” and “Evil”] (pp. 89-99).
252
del ser humano. Hay que abatir ese orgullo, devaluar esa valoración: ¿se ha logrado?.
(GM, Tratado I, §2)
Nietzsche observa que el origen del concepto bueno procede de aquellos que
se sintieron y valoraron su obrar como buenos. Por eso, el origen de lo denominado
bueno procede de los nobles, los de clase alta, los aristocráticos y los poderosos.
Ellos, con su pathos de superioridad y distancia fueron los primeros en sentirse y
valorarse “de primera clase, por contraste con todo lo inferior, lo de carácter inferior,
lo vulgar, lo plebeyo” (GM, Tratado I, §2). Emma Goldman (1970) hace una
aclaración importante con respecto a la palabra aristocrático. Ella puntualiza que
dicho concepto no está relacionado con la vulgaridad del estatus social, la casta o la
riqueza, sino con las posibilidades humanas. Posibilidades que se traducen en la
capacidad de superar las tradiciones y los viejos valores, crear cosas nuevas y bellas,
todo lo anterior es un carácter único de los espíritus libres.
En este sentido, los aristocráticos que son de espíritu libre se sintieron con el
derecho de crear e imponer sus propias valoraciones, imprimiendo su propio poderío
y mando, diciendo qué hacer y no hacer. Esto en razón de que “en las esferas de la
cultura superior tendrá que darse siempre una dominación ––pero esta dominación de
ahora en adelante estará en manos de los oligarcas del espíritu” (HdH I, §261).
George Bataille (1979) aclara que el concepto de aristocrático en Nietzsche
está “muy alejado de los partidos políticos de su tiempo, llegó a enunciar una
aristocracia de los «amos del mundo»" (p. 205). Es decir, que los aristocráticos y la
nobleza tienen un poder espiritual que es su signo distintivo:
Ahora bien, en el aforismo 260 de Más allá del bien y del mal, es interesante
observar el papel que desempeñan los “estados psíquicos elevados y orgullosos” de
los ‘dominadores’ porque gracias a ellos se puede determinar la jerarquía y la
distinción. Lo llamado bueno era originariamente sinónimo de ‘aristocrático’ y malo
era sinónimo de ‘despreciable’, por ejemplo, el despreciable era el cobarde, el
miedoso, el mezquino, el mentiroso. De esta manera, Nietzsche nos muestra que las
calificaciones morales fueron inicialmente aplicadas a los hombres y posteriormente
y de manera muy ‘tardía’ a las acciones.
Podemos observar que nuestra moral moderna tiene sus raíces sobre “el
terreno de las estirpes y castas dominantes” (HdH I, §45). Tal es, por ejemplo, el
origen del lenguaje que hoy conocemos ya que los de aristocracia superior crearon y
acuñaron valoraciones sin importar su utilidad. Era un goce porque el sólo hecho de
que las acciones broten del aristócrata, las hace buenas. Por ejemplo, los aristócratas,
que son los determinadores de valores, aplican la siguiente máxima: “lo que me es
perjudicial a mí, es perjudicial en sí” (MbM, §260). Ellos también socorren a los
‘desgraciados’ pero no por compasión sino por ‘exceso de poder’. En suma, el origen
del término bueno no es inicialmente una acción no egoísta, no es ni malo, ni
bondadoso, ni perjudicial.
254
hoy en día, no alabamos lo bueno por sus consecuencias útiles, sino que nos parece
digno de alabanza por sí mismo, independientemente de todas las consecuencias.
Aunque originalmente pudo haber sido alabado por su utilidad, después la gente se
acostumbró a alabarla y olvidó que esta alabanza se basaba originalmente en la
utilidad para la comunidad […] Bueno y útil se utilizan como sinónimos […] las
acciones no egoístas fueron alabadas originalmente por su utilidad. (p. 98; traducción
propia)
más. De acuerdo con ello, para Nietzsche, en su origen los conceptos bueno y malo
no tienen un sentido moral, son amorales. Para explicar que el origen de los
conceptos no era moral se puede recurrir al testimonio histórico. Por ejemplo, lo malo
era considerado como lo simple, el hombre vulgar, el miedoso, el cobarde, el de
cabello negro, el preario. Lo malo era una mera contraposición con lo considerado
noble. Es decir, el hombre de cabeza rubia, el ario, el bárbaro, el conquistador, el
guerrero, el aristocrático, el hombre de rango superior, el que se basta a sí mismo, el
poderoso, el que se valora a sí mismo como bueno, el que crea valores. Aquí no hay
una relación, ni miradas de amor, de odio, de egoísmo, de no egoísmo. Simplemente
la afirmación o reconocimiento del propio valer o del valor como lo propio.
Para ampliar la procedencia de los conceptos bueno y malo nos podemos
remitir al aforismo 99 “La inocencia de las llamadas malas acciones” [Das
Unschuldige an den sogenannten bösen Handlungen] de Humano, demasiado
humano I. Allí, Nietzsche explica que las acciones malas son las que están regidas
por el principio de conservación y, por ende, son las acciones placenteras que rehúyen
del dolor o displacer. En los tiempos remotos, aquellos que preceden al Estado,
cometer una acción de maldad por ‘revancha’, era consecuencia de un juicio falso e
inocente. En esos mismos tiempos, el mal ocurre de forma cruel para intimidar a los
demás y así demostrar el poder y asegurar la propia existencia, “así actúa el violento,
el poderoso, el fundador originario de un Estado, que somete a los más débiles” (HdH
I, §99).
De esta manera, Nietzsche escudriña la forma como el Estado sigue actuando
en la modernidad. La diferencia entre los individuos es con respecto al espíritu. En
los primeros tiempos, los individuos no actuaron con el espíritu de maldad; mientras
que en los tiempos modernos, el individuo actúa con un espíritu de resentimiento con
el fin de llegar a la igualdad de los hombres. La pretensión de igualdad o de crear
estereotipos la llama Nietzsche en su ensayo de 1862 (Fatum e Historia) como
‘estrechez mental’.
En suma, Nietzsche percibe que inicialmente los buenos son los de raza o
rango superior, los puros, los del mando, los del poder y dominio, los señores, los
256
ricos, los propietarios, los de nobleza anímica; en cuanto a su carácter ellos son los
veraces y los reales. La nobleza es la que ha creado alteza, audacia que se representa
de forma loca, repentina, absurda, imprevisible, inverosímil. Siendo estas las
características de la rubia bestia germánica “combate y vence en su puesto y prefiere
perecer antes que someterse” (HdH I, §261).
En la moralidad de los antiguos, según Nietzsche, eran aceptadas aquellas
acciones que hoy llamamos egoístas:
el único deseo del individuo de autogoce (junto al miedo de verse privado de ello) se
satisface bajo todas las circunstancias; la persona puede actuar como quiere, es decir,
como tiene que actuar: tanto en los actos de vanidad, de venganza, placer, utilidad,
malicia, astucia, como en los actos de sacrificio, compasión y conocimiento. (HdH I,
§107)
Nietzsche observa que para los griegos la palabra noble significa alguien que
es real, que es verdadero, esto en contraposición con el hombre que es mentiroso,
10
Para ver de una manera amplia el origen de lo ‘bueno’ y lo ‘malo’ en Nietzsche es importante
acercarnos al Tratado I: “«Bueno y malo [malvado]», «bueno y malo [vulgar]»” de La genealogía de
la moral.
257
11
Para Deleuze (1986) lo que llamamos bueno o malo en Nietzsche se realiza a través del método de la
dramatización, “las dos fórmulas son éstas: yo soy bueno luego tú eres malo. Tú eres malo luego yo
soy bueno. Disponemos del método de dramatización. ¿Quién pronuncia una de las fórmulas, quién la
otra? Y, ¿qué es lo que quiere cada uno? No puede ser el mismo el que pronuncia las dos, ya que el
bueno de una es precisamente el malo de otra […] las palabras bueno, malo, e incluso luego tienen
varios sentidos” (p. 168). Esta fórmula la podemos observar en el aforismo 13 del Primer Tratado de
La genealogía de la moral, cuando Nietzsche ejemplifica la situación del cordero y las aves rapaces
que se sacian de la carne de los tiernos corderos; cada protagonista tiene una mirada distinta de su
oponente.
12
El resentimiento es una término que Nietzsche parece tomar de las lecturas que hizo de Dostoyevski
y Eugen Dühring.
258
13
Nietzsche emplea con frecuencia la palabra francesa ressentiment, que es la palabra que mejor puede
expresar lo que el filósofo alemán llama amargo sentimiento de inferioridad y venganza frustrada que
tienen los hombres de la moral de los esclavos. Para Robert C. Solomon (1994) “el resentimiento en
cualquier idioma sugiere un sentimiento, una sensibilidad, y no es particularmente agradable ni
halagador. El resentimiento significa vulnerabilidad e implica una reacción a una ofensa (real o
imaginada, local o global), que incluye esquemas de venganza (principalmente imaginarios)” (p. 103;
traducción propia).
259
Para Nietzsche “«El hombre siempre actúa bien»” [Der Mensch handelt
immer gut], es lo que leemos en el aforismo 102 de Humano, demasiado humano I.
Para demostrar esta hipótesis nos trae la siguiente metáfora comparativa: “no
acusamos a la naturaleza de inmoral cuando nos manda una tormenta y nos deja
empapados: ¿y por qué calificamos de inmoral a la persona que causa daño?” (HdH I,
§102). Nietzsche responde que se ha creído erróneamente que la naturaleza actúa por
necesidad y el hombre con voluntad libre. Lo que es cierto, es que actuar mal o bien
tiene como pretensión buscar siempre el principio de conservación, ya sea individual
o colectivo. Por ejemplo, el matar un mosquito es un acto de voluntad libre. El
cometer este daño a otro ser, no es considerado malo porque el mosquito fastidia por
261
tipo de moralidad, pero no toda la moral14, por ejemplo, favorece la moral de los
nobles y rechaza la moral de los esclavos. Por ello, Maudemarie Clark (1994) nos
dice que aunque Nietzsche afirme que es inmoralista15
muchos intérpretes serios y comprensivos han negado que lo sea. Esto es entendible
porque el inmoralismo es una posición difícil de tomar en serio. Un inmoralista no
simplemente ignora la moralidad, o niega su lucha a nuestra conformidad […] Por lo
tanto, el inmoralismo, parece ser defendible sólo desde el punto de vista de una
moralidad, lo que hace que pareciera ser una auto-refutación, como otra notoria
reivindicación nietzscheana. (p. 14; traducción propia)
14
Sobre la pregunta ¿qué moral crítica Nietzsche?, Brian Leiter (2002) nos dice que “uno de los
problemas permanentes en la interpretación de Nietzsche es cómo definir el alcance preciso de su
crítica a la moralidad. Este problema persiste debido a las características perplejas de la discusión de
Nietzsche que descartan dos relatos inicialmente atractivos: por un lado, que Nietzsche es simplemente
un crítico de toda moralidad; por otro, que él es solo un crítico de algún tipo particular de moralidad ––
por ejemplo, la moral ‘cristiana’ o moralidad ‘europea’. Sin embargo, ninguna de estas dos posturas
resulta adecuada” (p. 58; traducción propia).
15
Para ampliar el tema acerca de las posturas inmoralistas en Nietzsche ver Nehamas, Alexander
(2002), Bergmann, Frithjof (1988), Maudemarie Clark (1994) y Foot, Philippa (1994).
263
resumir en la siguiente frase: “todo lo malo, terrible, tiránico, todo lo que hay de
animal de rapiña y de serpiente en el ser humano sirve a la especie «hombre» tanto
como su contrario” (MbM, §44).
Aunque Nietzsche no acepta reglas de conducta válidas para todos, si “marca
ideales de carácter válidos para todos” (Foot, 1994, p. 112). Pocos son los hombres
que nacen para ser poderosos y fuertes, la mayoría son incapaces de llegar a la
nobleza y de ninguna manera es pretensión de Nietzsche cambiar su naturaleza. En
este sentido, Foot (1994), señala que deberíamos
3.4. La justicia16
y para que, frenados todos los hombres, se guarden de invadir los derechos ajenos y
de hacerse daño unos a otros, y sea observada la ley de naturaleza, que quiere la paz y
preservación de la humanidad toda, la ejecución de la ley de naturaleza se halla
confiada, en tal estado, a las manos de cada cual, por lo que a cada uno alcanza el
derecho de castigar a los transgresores de dicha ley hasta el grado necesario para
impedir su violación. (Locke, 1941, p. 5)
16
“La centralidad de la justicia en la filosofía de Nietzsche queda evidenciada por el análisis
estadístico del uso de palabras proporcionado por el grupo de investigación Nietzsche-Wörtebuch.
Según este análisis, el concepto Gerechtigkeit en sus distintas formas: gerecht, Gerechter, etcétera,
aparece más de 860 veces en la obra de Nietzsche, con una alta concentración en la Segunda
Consideración Intempestiva, Humano, demasiado humano, Así habló Zaratustra y La genealogía de la
moral” (Lemm, 2013, p. 218).
265
en el pobre se produce un error: piensa que el otro debe ser completamente malvado
como para haberle quitado lo poco que posee. Pero el otro no es tan sensible al valor
de una posesión particular, pues está acostumbrado a tenerlo todo en cantidad: no
sabe por tanto ponerse en el lugar del pobre, y no comete una injusticia tan grave
como éste cree. Los dos tienen una falsa idea del otro. (HdH I, §81)
solo se considera como una manera de actuar distinta porque se encuentran desde una
posición que cada uno de los implicados desconoce. El sentimiento de superioridad
de los antiguos nobles, los hace actuar fría y tranquilamente, sin remordimientos. Es
decir, aquí la justicia tenía una función instintiva y no utilitarista, como si lo es la
justicia moderna. Por ejemplo, ocurre lo mismo cuando “matamos un mosquito”
(HdH I, §81), no hay ningún remordimiento ni maldad porque somos seres totalmente
distintos, es decir, aquel que comete un supuesto acto cruel, en realidad no es cruel.
La noción de crueldad surge del maltratado, aquel que está sufriendo por la supuesta
crueldad del otro. Observando este y otros ejemplos, Nietzsche llega a la conclusión
que la “causa y el efecto están rodeados de tipos de sentimientos y de pensamientos
completamente distintos” (HdH I, §81). Pensar que se está actuando de manera
maldadosa es un error que ocurre de manera ‘involuntaria’, al creer que el que actúa y
el que padece piensa y siente igual. Es precisamente en ese error donde nace el
concepto de culpa, de dolor del otro y de maldad.
Siguiendo a Tucídides (2000, pp. 139-154), Nietzsche piensa que la justicia
tiene su origen entre personas con un grado similar de fuerza y poder, es decir,
“donde no se da una superioridad de fuerzas claramente reconocible” (HdH I, §92)
sino un juego de fuerzas. La justicia es un contracambio y una compensación, es un
ponerse de acuerdo entre los dos bandos en disputa, es algo similar al trueque donde
“cada uno da satisfacción al otro recibiendo aquello que valora más que el otro. A
cada uno se le da lo que quiere poseer, como algo suyo, a cambio se recibe lo que se
desea” (HdH I, §92). La justicia era una relación contractual de ‘contracambio’ y
‘compensación’ entre un acreedor y un deudor que remite a las “formas básicas de
compra, venta, cambio, comercio y tráfico” (GM, Tratado II, §4). Este origen es más
sano y no cultivaba la venganza moral-cristiana. Aunque una venganza basada en la
ley del talión como principio de equilibrio, así como la gratitud también nacieron de
la justicia como contracambio.
En este sentido, podemos señalar que en Nietzsche, el derecho ha sido una
necesidad y creación de los hombres de espíritu libre y elevado. En otras palabras, los
justos, los activos, los fuertes, los espontáneos y los agresivos. Este origen se ha
268
aunque hoy parezcan duras, puesto que “quien manda y quien ejecuta son dos
personas distintas” (HdH I, §101), uno con poder y otro que obedece.
Para Nietzsche el derecho nace de la tradición, una tradición que tuvo “un
acuerdo ocurrido una sola vez” (CS, §39) según la utilidad que representaba. Dicho
acuerdo no fue renovado por pereza, con el transcurrir del tiempo se fue olvidando el
origen hasta que se “creyó poseer un estado sagrado e inmutable, sobre el que toda
generación tenía que seguir construyendo” (CS, §39). Entonces, la tradición se volvió
‘constricción’, obligando a la humanidad a mantenerse dentro de unos parámetros
establecidos. El filósofo alemán observa que los débiles, en especial, encuentran en la
tradición “su sólida roca” (CS, §39) y por ello, tienden a eternizar dicha constricción.
En los aforismos 451 y 452 de Humano, demasiado humano I, se hace un
análisis de la justicia según los socialistas. Nietzsche piensa que en el socialismo no
es posible la justicia porque la casta dominada no sabe hacer justicia al no realizar
verdaderos sacrificios y renuncias; mientras que los de castas dominantes pueden
llegar al socialismo porque ellos están en capacidad de practicar los valores de la
renuncia y el sacrificio. Al contrario, los dominados buscan es la “avidez”, ese deseo
de tener algo que nunca han tenido, por tanto, no pueden llegar al socialismo. Son los
de la clase dominante los que están en capacidad de “prometerse a sí mismos:
«queremos tratar a los hombres como iguales, concederles los mismos derechos»”
(HdH I, §451).
En cuanto a la injusticia y la violencia en la distribución de la propiedad de la
que hablan los socialistas, ellos, en el pensar de Nietzsche, solo ven un aspecto de la
cultura y no todo el pasado. Dado que “todo el pasado de la antigua cultura está
construido sobre la violencia, la esclavitud, el engaño y el error” (HdH I, §452). Al
ser los herederos de este pasado, nosotros no solo podemos percibir un aspecto,
puesto que las injusticias también ocurren en los no propietarios porque en alguna
época anterior sus antepasados también fueron propietarios. En este sentido, una
nueva forma de construir reconfiguraciones es necesaria, “la justicia tiene que ir
haciéndose más grande dentro de todos y el instinto de violencia más débil” (HdH I,
§452).
271
Nietzsche hace una semejanza entre el bandido y el poderoso. Estos dos tipos
de hombres “probablemente sean en el fondo seres completamente parecidos” (CS,
§22). Lo que los diferenciaría son los medios que utilizan para buscar el beneficio.
Por ejemplo, el poderoso no saquea sino enmascara el saqueo a través de impuestos.
Lo mismo ocurre con la moral que emplea la astucia para poder vender más caro lo
que quiere imponer; “ese poderoso promete mantener el equilibrio frente al bandido.
En el equilibrio los débiles ven una posibilidad de vivir” (CS, §22), sin embargo,
deben pagar por esos servicios de tranquilidad. Es decir, el sometido tiene garantizada
su alimentación, aunque deba alimentar a su dominador que lo ha sometido con más
clemencia que el bandido. Por otro lado, aunque el poderoso es cruel no aniquila en
su totalidad al sometido que ahora se siente más tranquilo en su comunidad, “la
comunidad es al principio la organización de los débiles para contrapesar poderes
amenazadores” (CS, §22).
La comunidad crea lo que Nietzsche llama “equilibrio”. Siendo el equilibrio la
base de la justicia retributiva en el derecho y la moral de la antigüedad que se plasma
en la ley del talión: “ojo por ojo, diente por diente”. Con esta jus talionis [Ley del
talión], se reconstituye el equilibrio perturbado de las relaciones de poder: “pues un
ojo, un brazo más es en tales estados primitivos un trozo de poder, un peso más” (CS,
§22). Frente aquellos actos que transgreden el equilibrio se inventó la deshonra en la
antigüedad, la pena y el castigo. Al individuo transgresor se le excluye de la
comunidad y pierde todas las ventajas morales, se le aplica un castigo para que sienta
que es diferente y así recordarle sus delitos: “un trozo de la dureza del estado de
naturaleza; esto es lo que quiere recordarle” (CS, §22).
En cuanto a los que se sienten con la autoridad de penalizar, ellos buscan en
cada acto si el delincuente actuó con razón, de manera inconsciente o por
constricción. El juez penaliza al delincuente por haber escogido las peores razones y
no las mejores, por haber hecho una mala elección. En el caso en que se actúa por
idiotez, se penaliza por elegir actuar como un animal. Si el reo actúa por constricción,
entonces, el juez aplica el castigo porque el reo hizo uso de la “libre voluntad”, el
criminal actúo por arbitrariedad, “él ha actuado sin razón, cuando tendría que haber
272
actuado con razones” (CS, §23) e hizo uso de la libre voluntad para actuar mal; en tal
caso, el que infringe las supuestas normas morales será penalizado y castigado sin
importar las razones del por qué actúa de dicha manera. El juez o el censurador
impone una pena de castigo de acuerdo al “asombro que experimentan” (CS, §24),
cuando la acción delictiva es incomprensible para los demás. Por el contrario, el
delincuente no percibe que su acción esté fuera del orden, pues, ha actuado como
tenía que actuar y no de otra manera. Esto quiere decir que en el pensar de Nietzsche
lo que se penaliza es la “eterna necesidad” (CS, §24).
En el aforismo 26, “Los estados de derecho como medios” [Rechtszustände
als Mittel] de El caminante y su sombra, se analiza cómo el derecho ha servido de
medio para que dos partes que tienen un poder igual o parecido puedan convivir en
paz y no en guerra. Este aparente pacto de igualdad termina cuando alguna de las
partes se vuelve más débil iniciando la sumisión, entonces, termina el estado de
derecho que se convierte en un “medio temporal”. Aunque esto no quiere decir que el
sometido pierda sus derechos, pues en estas situaciones incluso llega a verse más
beneficiado que el que domina, “pues ahora es la sabiduría del más fuerte la que
aconseja ahorrar y no derrochar inútilmente la fuerza del sometido” (CS, §26).
Cuando se penaliza a un delincuente, todo es medido en cuanto al daño que
ocasiona a la sociedad y al peligro que representa para ella y no “sobre la base del
delincuente” (CS, §28). La pena también está medida de acuerdo a los actos
cometidos en el pasado. Aunque se le castigue por el último acto, sus antecedentes
influyen en la adjudicación de la “máxima pena” (CS, §28). Para Nietzsche esta
postura, la de la penalidad del pasado, no solo debe involucrar al delincuente, sino a
todo su pasado, es decir, se debe “penalizar o premiar las causas de este o aquel
pasado, es decir, padres, educadores, sociedad, etc.: en muchos casos entonces los
mismos jueces se verían implicados de algún modo en la culpa” (CS, §28). Sin
embargo, y como lo indica Germán Cano (2000) “el objetivo central de la crítica
nietzscheana busca eliminar la “culpa” asociada con la voluntad humana” (p. 241).
Eliminar la culpa en el hombre es buscar la libertad superando los principios de la
moral tradicional en la que nos encontramos atados. Por ejemplo, podemos decir que
273
una enfermedad no es un castigo de Dios por actuar mal, entonces, si se actúa mal se
merece una desgracia; más bien, la enfermedad tiene otras causas, la mala
alimentación, la higiene, el clima, etc., sin necesidad de ser un castigo divino, tal
como lo hace ver la moral y la religión.
Para Nietzsche la pena es una manera de venganza tanto individual como
comunitaria. La venganza no tiene una única raíz conceptual y sentimental, tal como
aparentemente suela pensarse, ya que al igual que todas las palabras o conceptos ella
tiene una múltiple significación. Nietzsche asemeja los conceptos, incluido el de la
venganza, a bolsillos “en las que se han metido unas veces esto, otras aquello, y otras
algo muy compuesto” (CS, §33). La venganza es inicialmente un “contragolpe
defensivo” (CS, §33) a todo aquello que nos ha ocasionado algún daño, es una
especie de autoconservación, “actuamos así, no porque a la vez queramos dañar, sino
sólo para salir de ahí sanos y salvos” (CS, §33). Esta es considerada como el miedo a
ser destruido; de ahí la necesidad de actuar lo más fuerte posible. De esta manera,
nuestro autor explica el origen amoral de la llamada venganza, dado que esta es una
reacción inconsciente que hacemos para defendernos. La venganza tiene distintas
etapas. La primera etapa es la autoconservación, defendernos para no ser aniquilados.
La segunda etapa es la capacidad de hacer sufrir al otro, es hacer sufrir al otro por lo
que nos ha hecho, siendo esto algo premeditado con tiempo y de manera racional,
buscando la vulnerabilidad del otro, hacer el daño con “sangre fría” (CS, §33). Este
sería el momento moral de la venganza, típica del hombre moderno, donde tiene que
haber una ‘reparación’ y ‘compensación’ respecto a lo que se ha perdido. Por ello, en
el segundo momento de la venganza, el contragolpe es la reparación y compensación
por la pérdida de los hijos, la propiedad, la familia, etc., y no la autoconservación.
“La reparación se refiere sólo a una pérdida secundaria, respecto a todas esas
pérdidas” (CS, §33). Es como diría Hernández de Gurmendi (1949) “la condición
odiosa de la venganza […] la pretendida reparación de los daños corporales que se
efectúa por medio de indemnización no es más que una parodia incapaz de reparar
valores que no pueden ser justipreciables en dinero” (p. 1885). En el segundo
momento de la venganza, el contragolpe no se da por el miedo y la autoconservación,
274
sino por “la ausencia de miedo” (CS, §33) y la compensación, pues nuestro honor ha
sido herido y se tiene que restablecer. El daño padecido ya no se puede reparar
(muerte de padres, hijos, etc.), es la pretensión de reparar lo irreparable, es decir, una
venganza disfrazada porque, por ejemplo, el matar un ser querido no puede ser
reparado con encarcelar al victimario. En algunas ocasiones y sin darnos cuenta, la
venganza puede ser compuesta, es decir, están involucrados los elementos del primer
y segundo momento. Esto sucede, en especial, cuando nuestro honor ha sido
golpeado. La venganza también puede ser pública o secreta; es pública cuando su
honor se ve comprometido públicamente, o es secreta cuando el honor se ve
comprometido solo con el ofensor. A la vez, la víctima si quiere hacerse notar
públicamente como la más fuerte, la venganza debe ser mayor. En conclusión,
todo el mundo se venga, a menos que se olvide de su propio honor, o esté lleno de
desprecio o de amor por quien lo ha dañado y ofendido. También cuando se dirige a
los tribunales quiere la venganza como persona privada: pero al mismo tiempo, como
reflexivo y previsor miembro de la sociedad, quiere la venganza de la sociedad contra
quien no la respeta. Así con la pena judicial se restablece tanto el honor privado
como el de la sociedad: es decir ––la pena es una venganza. (CS, §33)
instinto que las ha mantenido con supervivencia [Survival] durante estos milenios y
es una herencia de nuestros antepasados.
Concluyendo este apartado, en el aforismo 81 “La justicia del mundo” [Die
weltliche Gerechtigkeit] de El caminante y su sombra, al retomar Nietzsche el tema
de la justicia observa cómo el cristianismo transformó toda culpa terrenal en pecado,
en una ofensa hacia Dios y no hacia el mundo. En este sentido, prácticamente todas
nuestras acciones nos hacen pecadores y culpables, incluyendo a los jueces terrenales,
y “consideraba que sólo alguien tenía la agudeza necesaria como para juzgar los
motivos: uno mismo (o como él decía: Dios)” (CS, §81). Por ello, es importante mirar
en los Nachlaß o cuadernos de anotaciones de madurez, lo que Nietzsche espera de la
nueva justicia, pues, “los nuevos caminos de la libertad” (FP III, 25[484], primavera
de 1884) exigen una manera diferente de justicia, una “justicia como modo de pensar
constructivo, separador, aniquilador, a partir de las estimaciones de valor: máximo
representante de la vida misma” (FP III, 25[484], primavera de 1884). La nueva
justicia exige una manera de pensar muy particular con tres características: una
constructiva, donde su elaboración exige de nuevos elementos. Otra separadora, que
aísla todo lo que sea dañino e innecesario. Y otra aniquiladora, que destruye y
elimina todo lo que obstaculiza la vida elevada y aristócrata. Estos tres aspectos
exigen ‘las estimaciones de valor’ que establecen nuevas valoraciones con una
‘voluntad de poder’ distinta a la voluntad de poder de los esclavos, que ha triunfado
en los tiempos modernos. Con la moral de los esclavos se suprimió la moral de los
amos, los esclavos negaron y opacaron las fuerzas activas. Entonces, la justicia en
opinión de Nietzsche debe superar las posturas modernas con las que ha sido
asumida, pues,
Es decir, la justicia que está por venir tiene como tarea mirar
perspectivamente en el extenso ‘horizonte’ que nos ofrece la vida, ‘más allá’ del
276
Maudemarie Clark (1994) dice que “una historia nietzscheana acerca del
castigo trataría de mostrar cómo se asociaron diferentes propósitos para infligir tal
daño y cómo estos propósitos se sustituyeron o se combinaron entre sí para explicar
el significado o la justificación de hacerlo” (Clark, 1994, p. 22; traducción propia).
Veamos con Nietzsche, el origen de la aplicabilidad del castigo a través de nuestra
historia. Con el pasar de los milenios surge la transfiguración de las llamadas malas
acciones dando origen a la justicia retributiva. La justicia retributiva tiene su origen
en aquellas comunidades que ven en ciertas acciones un peligro para su conservación
y supervivencia. Como se señaló en el apartado anterior, el concepto de justicia
retributiva y punitiva va en contra del principio de justicia distributiva: dar a cada
quien lo que le corresponde, postura que Nietzsche comparte. Es por ello, que la
justicia distributiva es “una especie completamente distinta de genialidad” (HdH I,
§636) y no es inferior a la genialidad de la filosofía, de la política o del arte. Esta
277
justicia distributiva es enemiga de las ‘convicciones’, pues, “quiere darle a cada uno
lo suyo, sea una cosa viva o muerta, real o imaginaria […] coloca cada cosa bajo la
mejor luz” (HdH I, §636).
Leyendo el aforismo 105 de Humano, demasiado humano I, vemos que
Nietzsche sigue a Paul Rée17 (203) al afirmar que el castigo que se aplica a un
hombre dentro de la justicia retributiva es un castigo injusto que solo sirve para crear
escarmiento en las futuras generaciones. El castigo crea zozobra y miedo en los
demás individuos; “el castigo que ahora siente le disuadirá acciones similares en el
futuro, y en parte para que su castigo sea también un ejemplo de advertencia para los
demás” (Rée, 2003, p. 114; traducción propia). El castigo es usado para alejar en un
futuro ciertas acciones que son perjudiciales o inútiles, por ejemplo,
Lo mismo ocurre con los premios, el premio no puede ser otorgado porque
simplemente se tenía que actuar así y no de otra manera. Ellos son un estímulo “para
proporcionar, por tanto, un motivo para acciones posteriores” (HdH I, §105). Los
premios y los castigos solo se dan por ‘razones de utilidad’. Con el premio se quiere
que los demás actúen de la misma manera, mientras que con el castigo se pretende
evitar que el hombre actúe de una manera determinada. Es decir, el castigo es una
manera de intimidación. Es un aleccionar de la comunidad porque previene y
desalienta al delincuente. El castigo disuade a la sociedad, una vanidad más del
hombre. La manera de actuar es lo que según Nietzsche la sociedad moderna ha
llamado justicia retributiva; “porque nada recuerda a los jueces, acusados y
espectadores el significado original del castigo, se acostumbraron a verlo como lo que
parece ser, una retribución” (Rée, 2003, p. 114; traducción propia) para así mostrar
que hay sentimiento de justicia. Según Rée (2003), esta forma de castigo es impuesta
17
Para ampliar el estudio acerca del castigo y la justicia en Paul Rée (2003), ver el capítulo I titulado
The Origin of Punishment and the Feeling of Justice: On Deterrence and Retribution (pp. 113-125).
278
desde la infancia. De niños nos castigan no por nuestra mala conducta, sino para
prevenir actos similares y nos dicen: "«ustedes están siendo castigados porque han
hecho esto». Así que desde la infancia tenemos la impresión de que el castigo es
retribución, y este sentimiento se desarrolla más allá de todo lo que vemos y
escuchamos acerca del castigo legal” (p. 115; traducción propia).
acciones, ni del propio ser; juzgar equivale a ser injustos” (HdH I, §39). Para
Nietzsche la tesis de la fábula de la libertad inteligible es tan clara como la luz del sol,
sin embargo, de forma extraña, todos quieren ir a la ‘sombra’ y a la falsedad “por
temor a las consecuencias” (HdH I, §39). Como lo observamos en el aforismo 57 de
Humano, demasiado humano I, los moralistas prefieren hundirse antes que desviarse
del camino que se han trazado, no les gusta deshabituarse dado que el hábito es más
cómodo. Para Paul Rée (2003),
alguien que siente más fuertemente que las acciones egoístas son malas, más se le
deben aparecer como malas y culpables a sí mismo cuando ha sido incitado por su
egoísmo a cometer tales acciones. Un hombre que parece malo y culpable a sí mismo
es porque ha infligido el sufrimiento a otro, siente lo que se llama remordimiento
[sogennante Gewissenbisse]”. (p. 102; traducción propia)
18
Para leer el desarrollo de dicha hipótesis ver el artículo de Reginster, Bernard (2000). Nietzsche on
selflessness and the Value of altruism. History of Philosophy Quarterly, 17(2), 177-200. En este
artículo el autor tiene como pretensión mostrar cómo superar la oposición entre las acciones egoístas y
no egoístas (altruistas o desinteresadas).
19
Calicles es un personaje del Gorgias de Platón, está relacionado generalmente con los sofistas, su
verdadera existencia es incierta, al parecer fue un personaje inventado por Platón. Calicles es conocido
por la doctrina de la teoría del derecho del más fuerte, para él las leyes morales son el resultado de
acuerdos entre los propios hombres. Esta conclusión es deducida al comparar las leyes morales de
varios pueblos y ver que sus leyes e instituciones funcionan de una manera distinta.
20
Para Paul Rée (2003), “el hecho de que otros sean felices nos hace felices. Este último placer
simpático no egoísta a menudo se llama benevolencia” (p. 91; traducción propia). En este sentido
podemos decir que Paul Rée es darwiniano, mientras que Nietzsche se aleja de Darwin al no ver
acciones realmente altruistas en el hombre, el hombre siempre actúa de manera egoísta y esos actos
que parecen altruistas, por ejemplo, el cuidar a un niño, no son más que impulsos instintivos.
282
21
Ruth Abbey (2015), observa que La Rochefoucauld tuvo una influencia marcada en Humano,
demasiado humano, “los escritos de Nietzsche, tanto publicados como no publicados, contienen treinta
y nueve referencias del moralista francés del siglo XVII, La Rochefoucauld (1613-1680). Veinte de
estas referencias se dan durante los trabajos que escribió y publicó en el periodo medio (1876-1882).
Doce de esas veinte menciones del periodo medio aparecen en escritos publicados, y nueve de las doce
se encuentran en Humano, demasiado Humano” (p. 20; traducción propia).
283
malvado, dejará de serlo!” (A, §148). Porque como escribe Rée (2003), y Nietzsche
estaría de acuerdo en esta posición, “el instinto egoísta es más antiguo y fuerte,
mientras que el instinto no egoísta es más reciente y débil” (p. 96; traducción propia).
Entonces, frente a dichos actos compasivos ¿cómo puede actuar el hombre de
espíritu libre? El hombre de espíritu libre no realiza actos compasivos o de ayuda
porque no tiene miedo al sentir herida su vanidad, su “orgullo les exige no mezclarse
en asuntos ajenos en que no sean útiles, es más, en principio le encanta que cada uno
se valga por sí mismo, que cada uno juegue sus cartas” (A, §133), pues, el sentir
compasión es simplemente una “moda moral” [moralische Mode] (A, §133).
En este sentido, el hombre de espíritu libre es un egoísta puro. Aunque, en
opinión de Nietzsche, el bueno también es un egoísta disfrazado, pues los dos no
hacen otra cosa distinta que pensar en sí mismos, el prójimo no es de su interés. En la
actualidad se llama al egoísta puro, ‘malo’ [Schlecht] y al egoísta enmascarado le
dicen ‘bueno’. El criterio se basa en la utilidad que presta a los demás, el bueno les
ayuda, les colabora y tiene compasión por los sufrientes; mientras que al egoísta puro
no le interesa realizar este tipo de ayudas prácticas. Por ello, es considerado inútil,
aunque en realidad es el hombre más sano. El aparentemente bueno aplica una
psicología egoísta que es difícil de ser percibida, pues hasta el momento
ningún hombre ha hecho nunca algo sólo por los demás y sin un móvil personal; más
aún, ¿en qué sentido debería poder hacer algo que no tuviese ninguna referencia con
él, y por tanto sin una necesidad interior (que sin duda debería tener su razón en un
deseo personal)? ¿Cómo podría el ego actuar sin ego?. (HdH I, §133)
sacrifica a sí mismo para ofrecerle algo a los demás a cambio de ser admirado por su
bondad; la moral cristiana es “el arma utilizada por los débiles para defenderse y
exaltarse a sí mismos” (Foot, 1994, p. 105). El cristianismo es la venganza y el
triunfo de los esclavos sobre sus amos. Lo mismo ocurrió con la Ilustración, la
Revolución Francesa, la Democracia y demás ideas modernas que aplastaron la
individualidad, las fuerzas poderosas y la “salud floreciente, sobrada y rebosante”
(GM, Tratado II, §7).
En cuanto al cristianismo, en el aforismo 95 “«Amor»” [„Liebe“] de Humano,
demasiado humano II, vemos que tuvo una estratagema o ‘truco’ sutil con el que
aventajó a las demás religiones, el ‘amor’. El amor cristiano posee la herramienta
poderosa de la ‘esperanza’ y la ilusión de aquellos que han sido desahuciados y
oprimidos. El cristianismo es una “religión lírica (mientras que en sus otras dos
creaciones el semitismo ha dado al mundo religiones épico-heroicas)” (HdH II, §95).
En el siguiente aforismo (96) se continúa describiendo esa ambigüedad del amor
cristiano, por ejemplo, el pensar que se ama al enemigo es algo que psicológicamente
no puede darse, solo puede hacerse realidad en la creencia de la fe y en la ilusión del
hombre. Entonces, “el amor es una expresión de egoísmo” (VP, §359) ocurriendo lo
mismo con “todas las otras exigencias cristianas” (HdH II, §96).
tú mismo, pobre miedoso, eres la invencible Moira, que también reina sobre los
dioses, para todo lo que ocurre; eres la bendición o la maldición, y en todo caso la
cadena en la que el más fuerte yace atado; en ti está predeterminado todo futuro de la
humanidad, y de nada te sirve horrorizarte de ti mismo. (CS, §61)
interesa es satisfacer sus propios deseos. Esta idea parece ser tomada de la lectura que
hace Nietzsche de Paul Rée y que posteriormente nuestro filósofo explica
ampliamente. Veamos:
Lo que los vecinos ignoraban era que el pacto de paz no fue un acto
desinteresado, sino al contrario, una postura personal (egoísta) producida por el temor
que sentía el vecino, puesto que su situación de tranquilidad estaba garantizada dentro
de dicho pacto de no violencia. Desde entonces, según Nietzsche se creyó que el
supuesto desinterés es una ‘virtud’ y se enseñó a adorarla; se olvidó su origen y
finalmente se relacionó con cosas buenas, útiles, beneficiosas y por tanto venerables.
Algo de lo que ha sacado provecho la moral y la religión.
Otros ejemplos con respecto a las acciones altruistas o no egoístas, se
encuentran en el aforismo 57, “Moral como autoescisión de la persona” [Moral als
Selbstzertheilung des Menschen] de Humano, demasiado humano I. El soldado quiere
morir por su patria, la madre22 le da a su hijo su mejor comida y se priva de su sueño
por él, un buen autor desea que llegue otro que lo anule y la joven enamorada quiere
probar la fidelidad del amor con la infidelidad de su comprometido. Frente a estos
casos, Nietzsche responde de la siguiente manera, en todos ellos “está presente la
inclinación hacia algo (deseo, instinto, aspiración); abandonarse a ella, con todas las
consecuencias, no es desde luego una actitud «no egoísta»” (HdH I, §57).
Estas acciones desinteresadas son más bien “un subproducto fortuito de su
acción más que su objetivo último” (Reginster, 2000, p. 180; traducción propia). Es
decir, un altruista genuino es difícil de encontrar en nuestra cultura porque es
imposible que el hombre actúe de una manera totalmente desinteresada sin velar
primero por sus propios intereses. En este sentido, Nietzsche difiere de Paul Rée
puesto que para el último mencionado “cada persona combina dos impulsos dentro de
sí mismo, a saber, el impulso egoísta y el no egoísta” (Rée, 2003, p. 89, traducción
propia); mientras que para el filósofo de Röcken, todas nuestras acciones no son de
ninguna manera desinteresadas, son egoístas. El hombre, al parecer tiene naturaleza
egoísta, como escribe Bernard Reginster (2000) “el egoísta se preocupa
22
Algunos de estos ejemplos que Nietzsche escribe para explicar las acciones egoístas o no egoístas
son similares a los que Paul Rée (2003) escribe en su libro El origen de los sentimientos morales [Der
Ursprung der moralischen Empfindungen]. “Por ejemplo, la madre actúa únicamente para liberar al
niño de su dolor y, por tanto, por el bien del niño, no por el suyo propio” (p. 90; traducción propia).
290
principalmente por su propia felicidad y no por la felicidad de los demás” (p. 196;
traducción propia).
fuerte; es poder decir: “«Yo quiero», «Yo haré»” (GM, Tratado II, §1). También, es
prometerse hacer actos de voluntad nuevos, necesarios (sin exagerarse, sin sobrepasar
la voluntad), no causales, para sí mismo. Con la memoria y gracias a ella, el hombre
moderno ha podido mantener una serie de actuaciones que lo hacen sentirse diferente
a los demás animales ya que con ella se mantienen las promesas que hacen posible
nuestro vivir cotidiano. Esta es la razón por la que la vida está llena de pactos entre
individuos; usted promete algo a cambio de algo diferente. Por ejemplo, el hombre
moderno promete dinero a cambio de seguridad, a cambio de vivir mejor.
Entonces, ¿qué consecuencias pueden traer la memoria y las promesas a la
sociedad moderna? El criar un animal al que le sea lícito hacer promesas y tener
memoria es un proceso largo que condujo finalmente al hombre, en cierta forma, a ser
uniforme, igualitario, con principios de justicia y equidad. Es decir, ajustado a unas
reglas. Este proceso fue hecho gracias a la eticidad de las costumbres y a la camisa de
fuerza social que hacen del hombre un ser calculable.
tal vez, incluso, no haya, en toda la prehistoria de la humanidad, nada más terrible y
perturbador que su mnemotécnica. «Para que algo permanezca en la memoria se lo
graba a fuego: sólo lo que no cesa de doler se conserva en la memoria» ––este es un
axioma de la más antigua psicología que ha existido sobre la Tierra (también, por
desgracia, la que más ha durado). (GM, Tratado II, §3)
hacer que los caballos desgarraran y pisotearan a los reos, sacar tiras de pellejos, etc.
“––Todo esto tiene su origen en aquel instinto que supo adivinar en el dolor el más
poderoso medio auxiliar de la mnemónica” (GM, Tratado II, §3). Con estos medios
terribles se logró dominar los instintos básicos del hombre semianimal e iniciar los
procesos de civilización que hoy dan fruto:
Todas esas crueldades se hicieron con el fin de que algunas cosas e ideas se
vuelvan imborrables e inolvidables para el humano, “hace falta una buena memoria
para mantener las promesas hechas” (HdH I, §59). Para ello, se tuvieron que hacer
grandes sacrificios para que la memoria dominara sobre la capacidad de olvido, para
criar pueblos de pensadores (en especial el alemán), y, para llegar finalmente a la
llamada racionalidad. En este sentido, la libertad consiste en volver a recuperar esos
estados primitivos de animalidad, y no desvincularnos de esos instintos que la
memoria ha borrado a través de los milenios.
Nietzsche en el aforismo 107 de Humano, demasiado humano I muestra cómo
la irresponsabilidad de las acciones del hombre que se llama ‘malo’ afecta
enormemente al hombre del conocimiento. Entonces, el hombre racional no puede
permitir que las acciones se vuelvan falsas, que pierdan el valor y el carácter de
necesidad. Por ello, comienza la tarea de vituperar o censurar para no perder el “título
de hidalguía de su humanidad” (HdH I, §107). Aunque todas las acciones, como ya lo
hemos mencionado, se estratifican de acuerdo al agrado o utilidad, Nietzsche trata de
escudriñar el origen venenoso y maligno de las acciones del hombre actual
concluyendo que “las acciones buenas son acciones malvadas sublimadas, y las
acciones malvadas son acciones buenas avillanadas y embrutecidas” (HdH I, §107).
En la jerarquización de las acciones, muchas de las que fueron clasificadas dentro de
las malvadas, se ve el grado de estupidez de la inteligencia que las clasificó.
Nietzsche muestra que muchas de nuestras acciones son estúpidas y pronto serán
293
reemplazadas por otras, pues, el grado de inteligencia es superado cada día. Es por
ello que nosotros vemos las acciones de nuestros antepasados como ‘atrasadas y
salvajes’. Cabe recordar que de la misma manera serán vistas nuestras acciones en un
futuro cercano.
Lo que hacen los hombres de conocimiento es no olvidar el reino de la
necesidad de las acciones, herencia que han tomado de nuestros antepasado; el giro
que hacen es “transformarse de humanidad moral en humanidad sabia” (HdH I,
§107). El conocimiento se convierte en la herramienta fundamental de la moral, la
inocencia de las primeras acciones necesitan del conocimiento para su comprensión:
importar que la acción sea sometida a la fuerza o realizada con agrado, lo importante
es obedecerla. En este sentido, lo que llamamos ‘bueno’ es lo que la tradición por
herencia nos ha enseñado. Esto depende de las costumbres de cada lugar y cada
época. Por ejemplo, la venganza en los antiguos griegos era bien vista, formaba parte
de las buenas costumbres. En los primeros tiempos se llamaba bueno a todo aquello
que era “«bueno para algo»” (HdH I, §96). En nuestros tiempos, ese sentimiento y
concepto ha cambiado relacionándose, en cambio, con sentimientos tales como la
benevolencia, la compasión, la caridad, entre otros. Lo ‘malo’ significaba en un
principio lo “«no conforme a las costumbres» (inmoral), practicar malas costumbres,
rebelarse a la tradición, sea razonable o insensata” (HdH I, §96). La maldad está
asociada generalmente con el daño al prójimo, con la indecencia.
Los conceptos egoísta y no egoísta, bueno y malo, son valoraciones que según
Nietzsche dependen exclusivamente de la tradición y las costumbres. Este aspecto
parece también haber sido una influencia de Paul Rée (2003), quien nos dice que:
Las leyes generales con las que se ha orientado la humanidad nacieron con el
“fin de conservar una comunidad, un pueblo” (HdH I, §96); es más fácil seguir la
tradición y las leyes que liberarse de ellas puesto que el alejamiento de dicha
tradición implica un daño a la comunidad. Entonces, la tradición se convierte en algo
respetable cuanto más lejano se encuentra su origen porque el hombre lo olvida, “el
respeto que se le tributa crece de generación en generación, y al final la tradición se
vuelve sagrada y suscita veneración” (HdH I, §96). De esta manera, para mantenerse
durante milenios, la moral ha tomado como medio de conservación la tradición.
Veamos el papel que cumple la eticidad de las costumbres en la formación de
la llamada responsabilidad en el hombre. Es importante citar aquí Aurora. Allí se
295
afirma que “la moralidad no es otra cosa (esto es, nada más) que la obediencia a las
costumbres, sean éstas cuales fueren; y las costumbres son la manera tradicional de
valorar y actuar” (A, §9). Es decir, el hombre más moral o decente es el que cumple
con una tradición, el que se sacrifica por esa costumbre [Sitte], el que acepta cumplir
la ley venga de donde venga y sea como sea; entonces, no habrá moralidad donde no
haya obediencia a la tradición. Es por ello que los hombres de espíritu libre son
catalogados por muchos como inmorales o no éticos. Ya que ellos son diferentes a los
demás, no cumplen con lo ordenado por la tradición, y, al buscar el provecho
individual son llamados malos.
La tradición, por su parte, manda, y como consecuencia de ello, el hombre
obedece movido por un temor supersticioso a una inteligencia divina superior e
incomprensible. “Todo uso supersticioso nacido a partir de la falsa interpretación de
un acontecimiento genera una tradición, y seguirla es moral; liberarse de ella es por
tanto mucho más peligroso y dañino para la colectividad, que para el individuo”
(HdH I, §96). En cualquier comunidad regida por la moralidad de las costumbres, la
desobediencia a una costumbre implica un castigo sobre ella misma. Por ello, el
castigo o indemnización que el infractor debía pagar por el perjuicio causado era
impuesto por la comunidad. La comunidad puede tomar venganza contra el individuo
ya que por “el hecho de que por su causa, en cuanto supuesto efecto de su acción, se
hayan acumulado sobre la comunidad los nubarrones de tormenta de la cólera divina”
(A, §9). Sin embargo, la comunidad asume la culpa del individuo como una culpa
suya y reconoce el castigo del individuo como un castigo propio. El individuo, de
todas formas, tiene que pagar su infracción. El hombre habría de seguir el mandato de
esta fuente superior, más que pensar en sí mismo. El cumplimiento de la costumbre y
de la tradición se impone por encima de los intereses y prejuicios individuales de los
hombres sin importar lo duro y difícil que sea su cumplimiento. La tradición para
Nietzsche es:
una autoridad superior, a la cual se obedece, no porque nos ordene algo de provecho,
sino porque ordena. ––¿En qué se diferencia, en caso de que se diferencie, lo que se
siente ante la tradición, del sentimiento de temor? Se trata de temor ante un intelecto
296
El terreno para la moralidad sólo puede ser preparado cuando un individuo mayor o
un individuo colectivo, como la sociedad o el Estado, somete a los particulares, y por
tanto los saca de su aislamiento y los ordena en una asociación. La moralidad va
precedida de la constricción, es ella misma durante cierto tiempo constricción, en la
que se busca refugio para evitar el dolor. Más tarde se convierte en costumbre, luego
en libre obediencia y al final casi en instinto: entonces, como cualquier cosa que
desde hace tiempo es habitual y natural, queda ligada al placer ––y se llama virtud.
(HdH I, §99)
más que la unión entre lo agradable y lo útil; algo ajeno a toda reflexión. El respeto y
la obediencia hacia las costumbres esta dada por su antigüedad, su santidad e
incuestionabilidad. En los aforismos 97 a 99 de Humano, demasiado humano I
observamos que al tornarse fácil lo habitual, lo placentero y lo funcional, adquiere el
carácter de utilidad que es condición de existencia para la preservación de la
convivencia en sociedad movida por el instinto de conservación.
La moral en perspectiva de Nietzsche se ha podido mantener durante estos
siglos porque nace de algo habitual y lo habitual es eficaz, pues, “una costumbre con
la que es posible vivir se considera saludable, se establece como conveniente, en
contraposición a todo experimento nuevo que aún no ha sido sometido a prueba”
(HdH I, §97). Una costumbre es de fácil asimilación porque no necesita de reflexión
y a la vez es la unión del placer con lo útil, una costumbre es catalogada como
“sabiduría de vida” (HdH I, §97). Todo lo considerado como sabiduría de vida se
acepta sin pretextos en una comunidad de individuos porque es visto como necesario,
y a la vez provee bienestar y tranquilidad. No importa si la costumbre es difícil de
practicar, lo importante es que ofrezca utilidad. Siendo que, si ofrece utilidad, se
impone por miedo y superstición, lo que conlleva su conservación al presentarse
como placentera.
Entonces, ¿a qué deben aspirar los hombres de espíritu libre o aristocrático? A
liberarse de las cadenas de la eticidad de las costumbres23 que fueron impuestas
durante miles de años y que condujeron al hombre a una moralidad reactiva. A lo que
se debe aspirar es a la libertad, a la autonomía, a la independencia, a una voluntad
duradera, a una conciencia de poder y dominio, en suma, a poseer un espíritu de
libertad.
¿Qué sigue después de la eticidad de las costumbres? En este nuevo hombre
encontramos a un individuo poderoso, de voluntad libre, soberano, un individuo que
inspira respeto, temor y confianza, un medidor de valores, que honra y desprecia, que
23
En los aforismos 9, 11,13, 16, 19 de Aurora y 2, 96, 97, 98, 99 de Humano, demasiado Humano I,
Nietzsche expone el origen del concepto de la eticidad o moralidad de la costumbre, desde una
interpretación histórica-psicológica.
298
1
Aschheim (1988), en su artículo After the Death of God: Varieties of Nietzschean Religion, nos
muestra que la crítica a la religión que hace Nietzsche sirvió, en parte, para la renovación de la religión
cristiana, en especial la protestante. Su crítica tuvo una presencia central en la religión, “podría enseñar
a los cristianos lecciones importantes porque toda su vida estuvo impregnada de espiritualidad” (p.
223; traducción propia). Incluso algunos teólogos reconocidos como Hans Gallwitz en 1896
proporcionaron “al Protestantismo un claro impulso nietzscheano. Para él, los valores varoniles y
guerreros de Nietzsche no sólo eran dignos de emulación, sino que constituían el corazón del
cristianismo original y auténtico. Las virtudes masculinas y heroicas del nietzscheanismo y del
cristianismo «real» eran virtualmente indistinguibles […] «Friedrich Nietzsche educador del
cristianismo»” (p. 221; traducción propia).
2
Haciendo referencia a los rasgos religiosos presentes en Nietzsche, Víctor Massuh (1969) dice:
“pienso, además, en su estilo poemático, en los libros rutilantes de Así habló Zarathustra mucho más
próximos a la literatura sagrada, a los grandes textos religiosos, que a cualquier otro tipo de literatura.
Hemos visto, también, que los temas de su "filosofía" no son problemas ni ideas, sino intuiciones
metafísico-religiosas. Él mismo habla de revelación cuando quiere condensar, en una sola palabra, el
punto de partida de su obra más importante; cada imagen, cada pensamiento irrumpen allí de una
experiencia que tiene todos los rasgos de un éxtasis místico” (p. 27).
302
3
Johann Figl (1995), en su artículo Geburtstagsfeier und Totenkult. Zur Religiosität des Kindes
Nietzsche, hace un análisis interesante acerca de la relación religiosa entre la celebración del
cumpleaños de Nietzsche y el recuerdo fatídico de la muerte de su padre; una celebración que influyó
posteriormente en las posturas anticristianas del filósofo alemán.
303
religión en una religión mejor a la que existe en el mundo moderno. Daniel Conway
(2015), analizando el prólogo a Humano, demasiado humano I, señala que Nietzsche
“se alimentó de las fábulas y las mentiras” (p. 235; traducción propia) para crear
“sospecha” frente a las supuestas verdades.
En Humano, demasiado humano, el filósofo alemán no va a discutir sobre la
verdad de la religión, sino que trata de buscar la destrucción de esos principios
tradicionales a través de la psicología; “con el análisis psicológico de los «hechos»
religiosos debía adquirir un nuevo fundamento y sobre todo una nueva tarea. Sin
dejarnos desviar por estos precursores” (HdH I, §132). Para ello, observa
psicológicamente los sentimientos de poder y voluntad que quieren expresar,
utilizando como herramienta de trabajo la ironía, la genealogía, la jovialidad y la
historia. En este libro se hace lo que se puede considerar la primera teoría de la
religión en Nietzsche, alejada de sus posturas juveniles y que Hans Gerald Hödl
(2007) llama “giro antropológico en la concepción religiosa […] Él quiere tomar, en
lugar de la explicación religiosa de la religión, la teología, un modo científico de
investigación de este fenómeno sin mencionar este método de la ciencia religiosa.”
(p. 152; traducción propia); es decir, explicar psicológicamente la conciencia
religiosa, además de la explicación científico-histórica del fenómeno religioso.
Entonces, ¿cómo surgieron esas posturas religiosas en Nietzsche?, en la
reflexión acerca de los principios religiosos4, es importante rastrear aquellos primeros
indicios críticos que hace a la religión cristiana, cuando apenas era un adolescente.
Estas prematuras reflexiones están plasmadas en algunos ensayos, apuntes para una
composición musical, correspondencia y otras anotaciones, fruto de la lectura de
libros que le interesaron en aquella época y de las propias vivencias de su niñez y
juventud. Es interesante ver que el adolescente Nietzsche en pocas ocasiones
menciona a Dios; una de esas raras ocasiones es el 13 de enero de 1860 en una carta
4 Es necesario anotar que la vida de Nietzsche estuvo rodeada de una religiosidad y mística muy
profunda. En su entorno familiar y de amistad encontramos influencia religiosa. Werner Ross (1994)
llama a Nietzsche “El pequeño Pastor” y hace una genealogía de todo su círculo familiar, tanto
materno como paterno y en todos sus orígenes encuentra procedencia del cristianismo protestante,
“esta circunstancia marcó su vida: primeramente hizo de él un «pequeño pastor» y después el gran
rebelde y destructor que, a pesar de todo el revuelo, siempre conservó algo de predicador” (p. 36).
304
¡Que el buen Dios esté siempre contigo, también durante este año, y te bendiga de la
forma más generosa con sus dones celestes y terrenos! ¡Que te proteja
misericordiosamente de toda enfermedad y otras desgracias, y te conceda vivir
todavía muchos años!. (CO I, §125)
5 Mundo pagano y Cristianismo son apuntes para una composición musical de 1862. En esta
composición Nietzsche hace una relación entre el paganismo y el cristianismo y anuncia el triunfo del
cristianismo.
305
6
Al respecto y frente a la pregunta ¿cómo era y qué libros tenía Nietzsche en su biblioteca? Paul van
Tongeren (2000) responde de la siguiente manera: “alguien que vive de esta manera no tiene una
biblioteca a su disposición. ¿Cómo alguien podría escribir un libro en el sentido tradicional de la
palabra si vive en un lugar durante pocos meses y está demasiado enfermo para trabajar durante más de
306
anota las ideas que se te ocurran en un examen más preciso; yo haré lo mismo y
luego nos subdividiremos toda la materia del modo siguiente: I. Titanes, II.
Prometeo, III. Epimeteo y Pandora, IV. Los últimos destinos de Prometeo, V.
Epimeteo y Prometeo, Pandora, VI. El final de Zeus. (En relación con las leyendas
alemanas). (CO I, §70)
unas pocas horas seguidas? A falta de un entorno social estable, Nietzsche también debe haber sido un
hombre solitario y vivió su soledad con sus pensamientos, se pudo mantener en contacto con sus
amigos y parientes únicamente a través de cartas […] Zaratustra es un personaje solitario al igual que
el filósofo que Nietzsche describe como un ejemplo de vida. Esto ya puede mostrar cómo Nietzsche
‘transfigurará’ su destino en un destino significativo” (p. 32; traducción propia).
307
Según el filósofo alemán, todo el actuar se movía dentro del campo de las
ceremonias mágicas y el poder de las fuerzas sobrenaturales; por ejemplo, “todas las
enfermedades, incluida la muerte son el resultado de influjos mágicos […] si las
fuentes se secan de repente, se piensa ante todo en los genios subterráneos y sus
malicias” (HdH I, §111). Para nuestros antepasados la naturaleza no tiene reglas
definidas, mientras que para el hombre actual sí, para el hombre moderno la
naturaleza es el “gran medio de apaciguamiento del alma moderna” (HdH I, §111); en
la naturaleza moderna podemos encontrar tranquilidad, armonía y el goce de nosotros
mismos. Para nuestros antepasados esto era muy difícil porque la naturaleza era
incomprendida y misteriosa, ellos se regían, casi de manera automática, por la estricta
“ley y la tradición”, la naturaleza era considerada como un ser superior, como Dios,
como un “superhumano” y de las arbitrariedades de la naturaleza dependía su vida,
308
“su felicidad, la de la familia, del Estado, el éxito de todas sus empresas” (HdH I,
§111).
La religión tiene su origen en el miedo del hombre, “cada una de ellas ha
nacido de la angustia y la necesidad y se ha infiltrado en la existencia sirviéndose de
los errores de la razón” (HdH I, §110); en ese miedo encontramos el origen de las
religiones y, a la vez, con la “razón” encontrarán su fin. Frente a los miedos y temores
y, como lo señala Hans Gerald Hödl (2007), “ante un entorno amenazador, el hombre
desarrolla estrategias para dominar la naturaleza” (p. 157; traducción propia) y una de
esas estrategias para dominar al hombre fue la religión.
Nietzsche muestra cómo esos hombres que creían en la magia y en los
milagros tratan de “imponer una ley a la naturaleza” (HdH I, §111), gracias a esta
reflexión tenemos como resultado el “culto religioso”. Pero ¿cómo las razas más
débiles pueden imponer leyes y guiar a las superiores?, esto se logra gracias al
constreñimiento de los hombres por la debilidad, y se realiza de dos formas, la
primera:
ceremonias que han sido ordenadas y sistematizadas para hacer creer que gracias a
esos procedimientos obtenemos beneficios del ciclo de la naturaleza:
por el contrario, en estos tiempos, el hombre tiene un afán de conocer las leyes
naturales para adaptarse a ellas.
En cuanto a la “fantasía religiosa” (HdH II, §222), Nietzsche percibe cómo la
religión en sus inicios no quiere que su dios se identifique con una imagen precisa, tal
como sí lo era en los primeros tiempos. La imagen debe ser incomprensible y
misteriosa,
Al dios lo quieren mostrar como algo simple, como esa realidad primera y
última de las cosas, como lo primordial. En las imágenes de los dioses se quiere que
quede algo oculto, “la imagen es la divinidad y al mismo tiempo el escondite de la
divinidad” (HdH II, §222), aunque finalmente, la imagen del dios resultó humanizada
pero continúa teniendo su misterio.
En suma, y para finalizar este apartado, queda claro que para Nietzsche,
gracias a los miedos, extravíos o errores de la razón y las necesidades, las religiones
primitivas y modernas no son más que una invención humana, demasiado humana,
que ha cohibido al hombre y no le permite vivir en libertad; con sus ilusiones y
mentiras del más allá lo ha sometido durante estos milenios. La religión es otra de las
tantas formas de “autoengaño” [Selbst-Betruge] de las que nuestro autor habla en el
prólogo a Humano, demasiado humano I, porque pareciera que al hombre le gusta
vivir entre las falsedades, falsedades que Nietzsche pretende derrumbar. La crítica a
la religión es lo que Johann Figl (2014) valora de Nietzsche al hacer una “nueva
definición significativa desde el punto de vista de la filosofía religiosa, de la que es
posible superar la comprensión europea tradicional” (p. 77; traducción propia), y de
la que, según el mismo Figl, los intérpretes de Nietzsche, en estos últimos diez o
quince años, se han percatado y han hecho “un importante cambio de acento en la
interpretación de las afirmaciones religiosas relevantes de Nietzsche: en lugar del
312
7
“La religión se presenta como una especie de contingencia, como una explicación de la presencia del
mal en el mundo” (Hödl, 2007, p. 153; traducción propia).
313
eliminar el dolor “extrayendo el diente” (CS, §83). Sin embargo, el dentista logra
torpemente su objetivo al producir “la ausencia de dolor en el paciente”, mientras que
el cristiano no puede eliminar los dolores y sufrimientos, pues es un imposible matar
toda la sensualidad del hombre, “ella continúa perviviendo de manera inquietante,
vampírica, y lo atormenta bajo repugnantes tapujos” (CS, §83).
En los Nachlaß o cuadernos de anotaciones, los narcóticos son llamados
“anestésicos de diversa índole […] confortan y relajan” (FP II, 5[163], primavera-
verano de 1875). Estos narcóticos son descritos como un tipo inferior de medicina
para las dolencias anímicas, un tipo del que las religiones y el arte son representantes.
Un ejemplo que pone Nietzsche es el de la muerte de un niño, cuando se les dice a sus
padres, con el fin de mitigar su sufrimiento, que el niño seguirá viviendo en el más
allá y que pronto ellos irán a su encuentro.
Estos narcóticos son llamados, en el aforismo 52 de Aurora, los “Nuevos
médicos del alma”. Estos médicos, como los sacerdotes, ascetas, filósofos y
pensadores, se encargan de suministrar “los remedios consoladores” contra la
enfermedad, sin embargo, y contrariamente, han creado “la enfermedad más grave de
la humanidad […] y lo que parecían ser remedios han dado lugar a la larga a algo
peor que lo que con ellos pretendía repararse” (A, §52). Es decir, que los remedios se
convirtieron en “anestésicos”, en consuelos convertidos posteriormente en “agitación
nerviosa y mala salud. Si se estaba enfermo hasta cierto punto ya no se recuperaba
jamás la salud, ––de eso se encargaban los médicos del alma refrendados e
idolatrados por todos” (A, §52). Los creadores de los narcóticos son causa de los
“insatisfechos débiles”, así lo escribe Nietzsche en el aforismo 24 de La gaya ciencia.
Estos insatisfechos crean inventivos para “embellecer y profundizar la vida”, su
carácter es débil y femenino y su enfermedad es incurable, “saben crear consuelos
opiáceos y narcóticos” (GC, §24).
El cristianismo es una religión de la “Antigüedad envejecida, su premisa son
pueblos de cultura vieja y degenerada” (HdH II, §224), es una religión que actúa
como un “bálsamo y veneno”, no acepta la racionalidad ni la sabiduría. Los cristianos
nacen con un alma esclavizada, cuya principal pretensión es la de esperar “una vida
314
mejor” en el más allá, es decir, nacen sin ganas de vivir y “por ello, se han vuelto tan
modestas, tan silenciosamente desdeñosas, tan orgullosamente pacientes” (HdH II,
§224). El cristianismo es para los pueblos bárbaros un veneno, el imponer el pecado y
la condena es envenenar al pueblo y confundirlo con esos sentimientos complejos, el
cristianismo debilitó al pueblo salvaje, creándole ilusiones de una vida mejor.
En suma, las enfermedades no han sido tratadas con seriedad, por ello,
Nietzsche nos enseña, en cierta forma, aprender a tratar la enfermedad del alma y del
cuerpo, un tratamiento recomendable para aquellos hombres que quieran conseguir la
libertad de espíritu, tal como lo hemos mostrado en los capítulos anteriores, porque
de lo contrario nos contagiaremos de esa enfermedad permanente que nos transmite el
cristianismo.
Frente a las supuestas verdades que hacen creer los sacerdotes, por ejemplo,
que Dios exige de nosotros que actuemos bien, que él vigila cada una de nuestras
acciones, que quiere lo mejor para nosotros y “que en cada desgracia quiere nuestro
mayor bien” (HdH I, §109), la actitud de Nietzsche es cambiar dichas verdades-
errores por otras más “saludables”. Sin embargo, el conocimiento, hasta el momento,
no ofrece una alternativa distinta, al contrario, la filosofía le pone apariencias
metafísicas. Aunque el filósofo de Röcken, cree que estos dogmas tienen la
posibilidad de cambiar, no está del todo seguro, pues el hombre atormentado continúa
en la búsqueda de “medios de salud y consolación de una especie más elevada” (HdH
I, §109), a través de métodos rigurosos de verdad, es decir, cambia la forma, pero no
el contenido de los nuevos dogmas y sigue sufriendo por la búsqueda de la verdad del
árbol del conocimiento, aspecto que mostramos en el capítulo II. Búsqueda que en el
aforismo 13, “Nocividad ocasional del conocimiento” de Humano, demasiado
humano II, es vista como nociva, rara y sutil. Una búsqueda a la que los hombres se
ven expuestos y que no se les puede impedir, aunque en muchas ocasiones sean
conscientes. Citando The Works of Lord Byron Nietzsche lo confirma, pues “el árbol
315
del conocimiento no es el árbol de la vida” [The Tree of Knowledge is not that of the
Life] (HdH I, §109). Dicho aspecto, podemos relacionarlo con el problema del
conocimiento que nos plantea al iniciar el prólogo a La genealogía de la moral,
nosotros, los que conocemos, a nosotros mismos no nos conocemos: y hay una buena
razón. Jamás nos hemos buscado, ––¿por qué un buen día íbamos a encontrarnos?
Con razón se ha dicho: «allí donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón»; nuestro tesoro está donde están las colmenas del conocimiento. (GM,
Prólogo, §1)
aquello que no es mostrable, de esta manera, sería difícil profesar algo en lo que no se
cree, pero según Nietzsche gracias a Schopenhauer la religión tiene credibilidad al
asumir una “interpretación religioso-moral del hombre” (HdH I, §110).
Para nuestro filósofo, y como lo describe en el aforismo 110 de Humano,
demasiado humano I, ninguna religión ha contenido “verdad alguna”, la religión nace
de la “angustia y la necesidad”, se ha servido de los “errores de la razón” [Irrthümern
der Vernunft]. El Cristianismo ha introducido en sus dogmas algunas doctrinas
filosóficas para su justificación, pero no son más que “acrobacias teológicas” (HdH I,
§110) para asegurar el “sentido alegórico” [sensus allegoricus] en las construcciones
conceptuales del sistema.
Los filósofos, en perspectiva de Nietzsche, aunque filosofan de variadas
maneras, están condicionados por hábitos y resabios religiosos o necesidades
metafísicas que los hicieron converger de manera similar con las mismas opiniones
de las doctrinas cristianas, judías e hindúes, “parecidas como suelen serlo los hijos a
las madre: sólo que en este caso los padres no reconocían con claridad esa
maternidad” (HdH I, §110). Por ello, es importante que la verdadera ciencia se aleje
de las concepciones religiosas o de lo contrario cae en la locura del “consenso del
pueblo” [consensus gentium], pues para el pensador alemán es imposible que dicho
consenso consista porque si lo hace se eliminaría la individualidad, “el consensus
sapientium consiste precisamente en considerar el consensus gentium como una
locura” (HdH I, §110), locura de la que el hombre de espíritu libre debe huir; porque
la religión no es más que un moralismo normativo al estilo kantiano y una mera
ilusión metafísica.
Nietzsche pronostica el debilitamiento del cristianismo a causa de sus propios
principios en el aforismo 97, “Sobre el futuro del cristianismo” [Von der Zukunft des
Christenthums] de Humano, demasiado humano II. En los pueblos menos
conservadores y menos simbólicos comenzará ese derrumbamiento y ruptura, algo
similar a lo que ocurrió en los países nórdicos donde tuvo mayor acogida el
protestantismo que prometió costos baratos a los “oficios fúnebres, sin peregrinajes,
sin la pompa ni el boato clericales” (HdH II, §97), aunque en realidad acoger el
317
la religiosidad nietzscheana sólo puede ser comprendida a partir del humanismo ateo
y en función de la hazaña por él realizada. La muerte de Dios, en tanto formulación
atea, responde a un imperativo religioso. Aquel tremendo rechazo inicial alcanza su
pleno desenvolvimiento en una final y definitiva afirmación de lo sagrado. El fin de
la religión anunciado por Nietzsche, expresa la necesidad de su nuevo comienzo en
un plano distinto. (p. 141)
Para Nietzsche los sentimientos religiosos nos impulsan hacia ellos por muy
desacostumbrados que creamos estar de la religión, sentimos un placer en
“sumergirnos” hacia esos estados religiosos de “contenido ininteligibles” (HdH I,
§131). Dichos contenidos pueden ser la música y la filosofía que enseñan que con sus
propuestas metafísicas podemos alcanzar la esperanza y la paz. Pero al filósofo le
queda más fácil demostrar lo que el corazón desea, pues en realidad las teorías
filosófica-religiosas no son más que deseos,
en ello se puede advertir cómo los espíritus libres menos atentos sólo se escandalizan
de hecho con los dogmas, pero conocen muy bien la magia del sentimiento religioso;
les resulta doloroso tener que perderlo a causa de ellos. ––La filosofía científica debe
estar muy atenta a no dejar pasar errores a causa de esa necesidad–– una necesidad
que ha sido generada y que, por tanto es sólo pasajera––. (HdH I, §131)
Si no se está atento a estos errores que se hacen pasar por necesidades, según
Nietzsche, se puede caer en el error que cometieron los lógicos al convertir dichas
necesidades metafísicas en “«presentimientos» de la verdad en la moral y en el arte”
(HdH I, §131). Ellos presienten que la esencia de las cosas es única, convierten ese
presentimiento en algo riguroso porque es “deseado” o temido hasta convertir dichos
presentimientos en verdades. En este sentido, lo verdadero es, para Nietzsche, el
conjunto de malas razones que el presentimiento toma como buenas, son deseos
internos de querer que las cosas sean así y no de otra manera. De ahí, y como lo
apunta correctamente Fink (1981), el objetivo de Nietzsche es encontrar “una
filosofía del desengaño consecuente y activo, una recuperación del hombre del
inexistente país del ideal es lo que Nietzsche exige aquí de múltiples maneras” (p.
36).
su propio ideal y dedujo de él su ley, sus alegrías y sus derechos […] fue en la fuerza
y el arte maravilloso de crear dioses ––el politeísmo–– donde este impulso pudo
descargarse, donde se purificó, perfeccionó, ennobleció: porque originariamente era
un impulso vulgar y poco apreciable, emparentado con la obstinación. (GC, §143)
8
Con respecto al interés por los hindúes, en una carta dirigida a su amigo Carl von Gersdorff el 13 de
diciembre de 1875 dice Nietzsche: “mientras yo dirigía mi mirada en los dos últimos meses, con una
especie de sed creciente, precisamente hacia la India. Tomé prestada del amigo de Schmeitzner, el
señor Widemann, la traducción inglesa de los Sutta Nipáta, algunos de los libros sagrados de los
budistas; y algunas de las profundas palabras finales de un Sutta ya las he trasladado al uso cotidiano
«y camino solitario como el rinoceronte»” (CO III, §495).
320
nunca quiso comprender y al contrario de los griegos, combatió hasta su derrota; “la
religión griega (aunque también tuvo sus comienzos en el animismo) incorporó
«ideales más nobles» (p. 71; traducción propia). Los griegos permitían descargas
moderadas de esa naturalidad, aceptaban las cualidades normales de un hombre, eran
más realistas, sus leyes no envenenaban ni mataban, solo moderaban sus costumbres
y raíces heredadas, ellos nunca aspiraron a su “completa aniquilación” (HdH II,
§220).
En el aforismo 114 “Lo que no es griego en el cristianismo” [Das
Ungriechische im Christenthum] de Humano, demasiado humano I, Nietzsche
describre aquello que no es griego en la religión cristiana. En las dos religiones
encuentra una gran diferencia, los griegos no se consideraban siervos, y a sus dioses
no los veían como amos, esa es una concepción originaria de los judíos. Los dioses
homéricos eran para los griegos como un “ideal”, tenían intereses y necesidades
recíprocas que Nietzsche llama symmakhía, es decir, existía una alianza, un apoyo y
complemento entre iguales, había una misma relación entre las dos noblezas, la
inferior (humanos) y la superior (dioses). Carlotta Santini (2014) realiza una lista de
las diferencias entre la religión griega y cristiana que el mismo Nietzsche ha
enunciado; por ejemplo, la religión de los griegos es una
9
Para Gómez Dávila (1977) “los cristianos de Nietzsche, no son los de ayer, sino los de hoy.
Historiador inexacto, pero tal vez profeta” (p. 379).
321
practicándolos al pie de la letra, “¿quién creería que algo así sigue siendo creído?”
(HdH I, §113).
Para Nietzsche la religión cristiana a diferencia de la griega, es una religión
del pesimismo10. El pesimismo cristiano surge de la monotonía y la soledad de los
ascetas, por ello, necesitan crearse enemigos permanentes para combatir dichas
carencias, “un enemigo reconocido universalmente” (HdH I, §141). Pero cuando
dicho enemigo huía debido a la salud estropeada de su contrincante asceta, este se
inventa inmediatamente otros “nuevos demonios” internos con quienes luchar, y con
estas batallas internas sentía que su alma se tranquilizaba. De esta forma, funciona la
religión cristiana que aplica la psicología de la denigración, crucifixión y flagelación
de lo humano, hace ver al hombre como lo malvado para inventarse la “salvación del
alma” en el más allá.
10
Con respecto a la palabra “pesimismo”, es importante decir que fue acuñada por Voltaire, filósofo a
quien Nietzsche dedicó su Humano, demasiado humano en el segundo prólogo de 1886.
323
§132). Mientras que con las acciones del deseo o las llamadas malas acciones y
frente a la insatisfacción de no poder realizarlas y al profundo malestar de su no
realización, el cristianismo encarga a un médico (sacerdote) para eliminar esos
deseos. El cristiano solo se considera capaz de realizar acciones no egoístas, pues en
las demás acciones percibe únicamente los látigos de la justicia castigadora de Dios,
se amenaza, se castiga y siente la necesidad de un juicio y su ejecución. Pero este
estado, según Nietzsche no lo asume por la culpa o el pecado que siente, sino por los
“errores de la razón” [Irrthümern der Vernunft] (HdH I, §110 y §133).
La razón cristiana quiere que el hombre realice acciones altruistas para
procurar el bien ajeno sin esperar nada a cambio, situación que se esfuma en el aire,
pues aún nadie ha existido en la historia que actúe en pro de los demás sin recibir
nada a cambio y sin tener interés alguno, tal como lo señalamos en el capítulo III.
Para Nietzsche es imposible que un hombre haga algo sin ninguna motivación interna
o sin ninguna necesidad personal, ni siquiera el Dios cristiano que es desinteresado
podría hacer una sola acción altruista, porque debería hacer mucho por sí. Estas
acciones amorosas se aprecian más que las otras acciones por la utilidad que ellas
representan, por ello, son altamente valoradas por el cristianismo. Dichas acciones,
que son erróneas, hacen que el hombre se autodesprecie porque ha tenido una
interpretación falsa y anticientífica de sus acciones y sentimientos.
Para ampliar dicho aspecto nuestro pensador trae la frase de los Escritos
misceláneos [Vermischte Schriften] de Lichtenberg11, “es imposible que sintamos por
los otros, como se suele decir; sólo sentimos por nosotros” (HdH I, §133). El aceptar
esas acciones no-egoístas significa ser egoísta porque se está aceptando con sacrificio
vivir para otro. Los hombres de espíritu libre no pueden permitir someterse a esas
acciones no-egoístas porque estarían aceptando los principios de la moralidad
11
Georg Christoph Lichtenberg (1742–1799) y Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781) fueron
prácticamente los dos únicos filósofos de origen alemán por los que Nietzsche sintió cierta simpatía a
través de toda su obra. Podemos decir que de Lichtenberg le entusiasmó el estilo de escritura aforística,
“además de influir en la filosofía del lenguaje de Nietzsche como se mencionó anteriormente,
Lichtenberg bien pudo haber contribuido como una influencia importante en el uso de aforismos, en
lugar, de los ensayos en su periodo medio (aunque Rée fue casi con seguridad aun más influyente)”
(Brobjer, 2007, pp. 63-64; Traducción propia).
326
hombre, aspectos que son de una cultura madura. El pecado, en cierta forma, le
agrada al hombre ordinario, situación que para Nietzsche es típica de una civilización
de cansancio que el cristianismo y la moral han llamado la época culta, con un nuevo
género de estimulantes para la vida.
Lo importante es que en el hombre no hay presencia de pecado, el pecado
surge gracias a los errores de la razón que ve las acciones de los hombres como una
maldad, cuando en realidad no son más que acciones libres. El pecado es, más bien,
un estado de ánimo donde no hay presencia de dicha maldad, sino inocencia de niño,
“este niño sueña desde luego alguna vez una pesadilla agobiante y angustiosa, pero
cuando reabre los ojos se vuelve a encontrar siempre en el paraíso” (HdH I, §124).
creen que al poner en practica dichos valores del autodesprecio se hacen distintos de
los demás hombres y se acercan a la naturaleza divina de los ángeles o Dios.
El ideal ascético tiene una forma particular de expresarse y manifestarse,
busca diversos ambientes o medios apropiados para nutrirse, con los que puede
desarrollarse ampliamente. Así como todos los humanos modernos necesitan de
algunas condiciones básicas para sobrevivir como la alimentación, el trabajo, los
amigos, el lugar de residencia, la familia, la tranquilidad, el bienestar económico y
social. De la misma forma, el ideal ascético busca unas condiciones para conservarse
y conseguir sus propios objetivos. Entonces, ¿cómo son estos ambientes o medios en
los que nace y se desarrolla el ideal ascético?, según Nietzsche, los filósofos buscan
ambientes de tranquilidad, a ellos les incomodan las perturbaciones, la sensualidad, el
matrimonio (es difícil ver a los grandes filósofos comprometidos en el matrimonio
porque sienten horror frente a esta forma de vida y lo perciben como un “obstáculo y
perdición en el camino a su optimum” (GM, Tratado III, §7). Por ello, Nietzsche está
convencido de que un espíritu libre difícilmente se encuentra casado, aspecto que
mostramos en el capítulo I.
Otro de los ambientes predilectos para cultivar el espíritu de los ascetas es
evitar al máximo el ruido, el desorden, la coerción, las preocupaciones, las
obligaciones, la fama, las mujeres y todo tipo de impedimentos que se les presenten
para conseguir lo que ellos pretenden lograr ser. Y lo que pretenden buscar estos
hombres de la debilidad, según el filósofo de Röcken, es el optimum o ambientes
espirituales favorables para sublimar toda su fuerza y alcanzar el maximum en el
sentimiento de poder, y esto lo hacen de forma casi instintiva. Por ejemplo, los
filósofos tienen inclinaciones a ser independientes por las obras que realizan, pero a
cambio tienen que hacer grandes esfuerzos y sacrificios, como el alejarse a meditar a
un desierto y ayunar durante largos periodos de tiempo. De esta forma, pretenden ser
interesantes y sentirse mejores y superiores frente a los demás individuos y este es
uno de los significados del ideal ascético que encontramos en La genealogía de la
moral. Nietzsche trae el caso específico de Schopenhauer que necesita de unos
enemigos (como la sexualidad), para vivir con buen humor, para poder existir, para
329
es indiscutible que, desde que hay filósofos en la tierra, y en todos los lugares en que
los ha habido (desde la India hasta Inglaterra, por tomar los dos polos opuestos del
talento para la filosofía), existen una auténtica irritación y un auténtico rencor de los
filósofos contra la sensualidad –– Schopenhauer es tan sólo el más elocuente y, si se
tiene oídos para escuchar, también el más arrebatador y fascinante de esos desahogos.
(GM, Tratado III, §7)
vivir el ideal ascético de una manera distinta. Al mismo tiempo, podemos mencionar
a otros pensadores y poetas del ideal ascético sano o no moral como Goethe, Spinoza,
Bizet, Lichtenberg, Lessing, entre otros. Estos filósofos no condenan los placeres de
los que se abstienen y su pretensión es la búsqueda de una mejor vida.
A los filósofos les gusta la tranquilidad y el sosiego, necesitan liberarse de los
negocios, de los deberes, y de todo tipo de preocupaciones para así inventar
pensamientos y conocimientos extraños. Buscan refugiarse en una supuesta
espiritualidad en las alturas “en definitiva, los filósofo al pensar en el ideal ascético;
piensan en el ascetismo bienhumorado de un animal divinizado y al que le han salido
alas y que, más que reposar, deambula por la vida” (GM, Tratado III, §8). La
“espiritualidad” de algunos hombres se convirtió en una de las principales
herramientas para dominar y reacomodar el mundo, el ideal ascético usa ese
instrumento. Por ejemplo, para los filósofos privarse de algunos placeres mundanos
es una forma de asegurar otro tipo de placeres con mucho más valor e importancia
para ellos.
El ideal ascético es “la encarnación del deseo de ser-de-otro-modo, de estar-
en-otro-modo, de estar-en-otro-lugar, es en verdad el grado sumo de ese deseo” (GM,
Tratado III, §13). Ese “ser-de-otro-modo” es el ambiente predilecto de dicho ideal,
porque allí encuentran su mejor refugio, su mejor escondrijo en donde pueden
desarrollar todo lo que pretenden obtener. Pero ¿cómo se encuentra hoy el hombre
moderno?, viendo al hombre de hoy, él se encuentra en este dilema, quiere ser
diferente a lo que es, quiere vivir de otra forma, vivir en otro lugar, desea lograr ser
mejor de lo que es, y con esa voluntad permanece durante toda su existencia, nunca es
ni será hombre conforme ni feliz con lo que tiene. Por ejemplo, y haciendo referencia
directa al capitalismo consumista, siempre se pretende estar a la vanguardia de los
grandes avances tecnológicos, de lo contrario, se estaría fuera del sistema que cada
día esclaviza más al hombre con sus grandes avances del conocimiento (nihilismo) de
la verdad. Pero ese es el sentido de su vivir que ha sido fina y lógicamente establecido
por el ideal ascético que hace que el hombre tenga una “voluntad de la nada” [Wille
zum Nichts].
331
necesidad de ejercer su poder y avidez de dominio sobre algo que, a falta de otros
objetos, o porque nunca lo han conseguido de otra manera, al final se ven obligados a
tiranizar determinadas partes de su ser, algo así como secciones o grados de sí
mismos”. (HdH I, §137)
De las diferentes formas para obtener una vida ascética encontramos el ser
respetable, inconsecuente que expresa formas de humildad y santidad. En otras
palabras, el asceta busca “despedazarse a sí mismo” (HdH I, §137), despreciarse,
ejercer violencia y exigirse a sí mismo, es decir, tiene una parte de Dios y otra
diabólica. De ahí que Nietzsche, en cierta forma, admire a los sacerdotes ascetas por
esa disposición y capacidad de hacer del sufrimiento un arte para dominar a los
hombres, por medio de sus narcóticos para disminuirles los dolores.
Para situar y ampliar el estudio sobre el ascetismo es importante tener presente
el estudio que realiza Nietzsche en el tratado III intitulado “¿Qué significan los
ideales ascéticos?” de La genealogía de la moral. Allí, Nietzsche parte previamente
del hecho que el ideal ascético tiene varios significados dependiendo de la vida de
quien lo porta. Por ejemplo, para los filósofos significa tener condiciones favorables
de espiritualidad, para las mujeres “una amabilidad más de la seducción […] la
angelicidad de un bello animal grueso” (GM, Tratado III, §1), para los sacerdotes una
verdadera fe y para los santos un pretexto para un descanso en la nada, para los
artistas nada, o también puede significar muchas cosas. En todos ellos, este ideal es
su mejor herramienta de poder. En La genealogía de la moral, pregunta y responde
Nietzsche:
¿Qué significan los ideales ascéticos? –– Entre artistas, nada o demasiadas cosas
diferentes; entre filósofos y personas doctas, algo así como un olfato y un instinto
para percibir las condiciones favorables de una espiritualidad elevada; entre mujeres,
en el mejor de los casos, una amabilidad más de la seducción, un poco de morbidezza
(morbidez) sobre una carne hermosa […] entre sacerdotes, la auténtica fe sacerdotal,
su mejor instrumento de poder, y también la «suprema» autorización para el mismo;
finalmente entre santos, un pretexto para el letargo invernal, su novissima gloriae
cupido [novísima avidez de gloria] […] su descanso en la nada («Dios»), su forma
peculiar de locura. (GM, Tratado III, §1)
333
No obstante, en todos esos significados hay algo en común, “se expresa una
realidad fundamental de la voluntad humana, su horror vacui (horror al vacío): esa
voluntad necesita una meta –– y prefiere querer la nada a no querer” (GM, Tratado
III, §1). Tienen una voluntad que expresan de alguna manera, como meta, según sus
propias formas de vida, ya sea como filósofos, como sacerdotes, como artistas o
como santos. Generalmente la meta y la última expresión del ideal ascético (moral
cristiana) es la búsqueda de la verdad, una voluntad que poco a poco y con el
transcurrir del tiempo y al percibir ese nihilismo se va alejando. Según Nietzsche el
ideal ascético será superado, pues “superar la voluntad de verdad significaría superar
este compromiso con la verdad” (Franco, 2011, p. 194; traducción propia).
En la actualidad, el ideal ascético suple la ausencia de valor hacia la vida por
parte del hombre moderno. De ese modo, el ideal ascético sustituye el vivir, por el
vivir cómodamente, evitando el dolor, a sabiendas de que el verdadero vivir es
doloroso. Al ver que la vida misma no tiene valor, le encuentra un sentido. El sentido
que proporciona el ideal ascético suple la ausencia de valor de la vida.
El que el ideal ascético tenga varios significados es incomprensible en
principio. Para explicarlo, Nietzsche va a al caso Wagner, que es un caso típico con el
que se pretende estudiar el significado de los ideales ascéticos de los artistas y de los
hombres modernos, como lo veremos posteriormente. Con el ejemplo de vida de
estos artistas, podemos preguntarnos ¿cómo puede expresarse el ideal ascético en la
actualidad?, ¿cómo puede cambiar la vida de un individuo?, ¿cómo, en el hombre
moderno, puede haber transfiguraciones para predicar dicho ideal? y ¿qué significado
y consecuencias pueden ocasionar las vivencias y cambios repentinos de estos
personajes? Estas son algunas de las preguntas que surgen al leer Humano,
demasiado humano y La genealogía de la moral, preguntas a las que se pretende dar
respuesta en este trabajo.
pronto recibí la prueba de ello” (HdH II, Prólogo, §3). Se puede percibir que en los
artistas y filósofos se presentan ansias en su querer y en su voluntad para lograr lo
que desean, que es la misma pretensión que tiene el hombre moderno de buscar
siempre metas, olvidándose de vivir libremente. A la vez, no son lo suficientemente
independientes, no se sostienen por sí mismos, aunque pretendan dar pasos de
independencia. Por ejemplo, Wagner con su Parsifal12 muestra que realizó una obra
independiente y original, aunque realmente no lo es, pues
12
Nietzsche recibe el Parsifal el 3 de enero de 1878, al día siguiente escribe una carta a Reinhart von
Seydliztz, “ayer llegó el Parsifal a mi casa, enviado por Wagner, espíritu de la Contrarreforma; para
mí, que estoy tan acostumbrado a lo griego, universalmente humano, me resulta todo demasiado
cristiano, demasiado limitado en tiempo; pura psicología fantástica; nada de carne y demasiada sangre
(la Eucaristía especialmente, es demasiado sanguinolenta para mi gusto) […] imagínese a nuestros
actores rezando, temblando y con el cuello torcido” (CO III, §678).
336
es decir, con la soberanía de la música, tal como éste la entendía: la música como el
arte independiente en sí, no ofreciendo, como aquéllas, reproducciones de la
fenomenalidad, antes bien, hablando el lenguaje de la voluntad misma, brotando
directamente del «abismo», como a revelación más propia, más originaria, más
inderivada de éste. (GM, Tratado III, §5)
Entonces, ¿qué era lo que buscaba Wagner?, él quería encontrar un mayor valor en la
música y parece que esa fue su voluntad, al igual que Schopenhauer, quien quería
encontrar en la música un arte independiente donde hablara el lenguaje de la voluntad
misma, es decir, que la música tiene un aumento de valor a partir de la teoría
schopenhaueriana y Wagner aprovechó esta situación para hacer lo propio.
La falta de independencia y libertad se percibe principalmente en el animal
hombre y no en las demás especies. El hombre es el ser más dependiente y no podría
sobrevivir solo, como si lo pueden hacer los demás animales, siempre está en relación
con alguien para poder existir. Esto lo notamos desde nuestro nacimiento hasta la
muerte, necesitamos de otro que nos ayude a nivel fisiológico, psicológico, espiritual
e intelectual. Estando en dependencia con otros, el hombre siente protección y
seguridad. De forma similar, según Nietzsche, los artistas tienen un oráculo, un
protector en quien apoyarse y Schopenhauer tuvo también su apoyo en Kant, aunque
vio las cosas desde una óptica diferente. Para Schopenhauer, lo bello es un efecto
calmante de la voluntad, es “el «trabajo forzado del querer», el «ruin acoso de la
voluntad»” (GM, Tratado III, §6).
No obstante, podemos decir que la forma en que actúa un artista es muy difícil
de predecir, en ellos existen contradicciones, sinsentidos y sus apreciaciones
realmente no tienen ningún valor:
13 Ver Tratado tercero, ¿Qué significan los ideales ascéticos? de La genealogía de la moral.
338
de sacerdote, mago, adivino, de hombre religioso en todo caso, para ser siquiera
posible en cierta medida: el ideal ascético […] le ha servido como forma de
presentación como presupuesto de su existencia, –– tuvo que representar ese ideal
para poder ser filósofo, tuvo que creer en él para poder representarlo. (GM, Tratado
III, §10)
Los individuos que predican el ideal ascético son hombres con una sola
mirada, pero ¿cuál es la mirada que tiene el hombre fuerte y libre?, Nietzsche
propone la necesidad del perspectivismo, aspecto fundamental en un espíritu libre que
tiene la necesidad de diversas interpretaciones, incluida la de sí mismo, donde todas
las interpretaciones son distintas; pues el ideal ascético solo ha tenido una mirada y
ha actuado desde sus propias convicciones. Esta univisión está acompañada de la
voluntad de autocontradicción que ha rebajado toda la corporalidad a una ilusión, ha
creado el “sentimiento de autodesprecio” [Gefühl der Selbstverachtung] (HdH I,
§134) que triunfa sobre lo real, sobre los sentidos e incluso tiene una
especie muy superior de triunfo, una violentación y una crueldad contra la razón:
semejante voluptuosidad llega a su cumbre cuando el autodesprecio ascético, el
autoescarnio ascético de la razón, decreta lo siguiente: «existe un reino de la verdad y
del ser, pero ¡justo la razón está excluida de él!»... (GM, Tratado III, §12)
El ideal ascético hace desahogos sobre el espíritu mismo, quiere ver las cosas
de un modo diferente al real, desde un solo ángulo, solamente a través de esta mirada
ha podido colocarlas en su propia óptica. No permite la inclusión del perspectivismo
y crea conceptualizaciones desde un sujeto puro del conocimiento, ajeno a las cosas
prácticas y reales. Con esta única mirada, la vida enferma se vuelve ascética y como
el hombre es el animal más contradictorio que existe en la tierra, estas
contradicciones se expresan en los espíritus débiles, como el sacerdote ascético. De
estas autocontradicciones surge un sentido nihilista y un instinto de conservación y
fórmulas del ideal ascético para crear sinsentidos que son “un malentendido
psicológico de algo cuya naturaleza no pudo ser entendida, no pudo ser designada en
sí durante mucho tiempo –– una mera palabra, encajada en una vieja brecha del
conocimiento humano” (GM, Tratado III, §13).
Pero, ¿cómo nace el ideal ascético?, al igual que las grandes ideologías y
políticas de la modernidad que buscan diversas alternativas y medios para
conservarse, difundirse y eternizarse, el ideal ascético, según Nietzsche, nace de un
instinto de protección que se conserva con todos los medios e invenciones que sean
343
necesarios para prevalecer y con el supuesto de que en quienes este ideal se deposita,
este puede ayudarles a preservar su vida. Pero en realidad ocurre lo contrario, pues en
las sociedades civilizadas donde se ha desarrollado más fuertemente la
domesticación, este ideal ha desarrollado una condición enfermiza en el hombre,
creando hastío a la vida, una especie de cansancio, un deseo de búsqueda del final,
como si se quisiera un cambio.
Entonces, ¿en qué puede convertirse el hastío, el cansancio y la condición
enfermiza del hombre?, como se puede percibir, en los humanos existe un
sentimiento de poder y el sacerdote ascético no es ajeno a él, al contrario de los
demás humanos siente un dominio de poder mayor que llega incluso a ser una
obsesión; en los ascetas y santos existe una “sed de dominio” (HdH I, §142).
Nietzsche observa que existe algo raro en el hombre porque todos los deseos de poder
que siente son los que lo atan a la tierra, así pretenda ir al más allá. Paradójicamente,
aquí, en la tierra, es donde tiene que trabajar para conseguir sus propios frutos, porque
no sabemos si exista el más allá, y “este sacerdote ascético, este presunto enemigo de
la vida, este negador, ––precisamente él pertenece a las grandes potencias
conservadoras y creadoras de síes de la vida” (GM, Tratado III, §13). Por ello, el
sacerdote asceta quiere ser de otro modo, de otra forma, quiere estar en otro lugar y
resulta convirtiéndose en guía y pastor en esta vida terrenal, esa es su tarea. Y como
el hombre, a diferencia de los demás animales, es el más indefenso, alterable,
enfermizo, insatisfecho, experimentador, innovador, desafiante e inseguro; el
sacerdote ascético se convierte en el animal más enfermo, que guía y orienta, de una
forma contagiante, aprovechándose de los diversos peligros a los que está expuesto el
animal hombre y, como es sabido,
muy a menudo el hombre se harta, hay epidemias enteras de ese estar ––harto […]
pero aun esa náusea, ese cansancio, ese hastío de sí mismo –– todo aparece tan
poderoso en él, que en seguida vuelve a convertirse en un nuevo grillete. (GM,
Tratado III, §13)
Vemos así que el hombre siente un hastío por la vida, pero finalmente gracias
a las heridas que se le causan, estas le permiten y obligan a volver a vivir, con la
344
orientación que le brinda el sacerdote ascético, porque el hombre moderno parece que
tiene algo natural en su ser, le gusta ser como los niños, que lo corrijan y lo moldeen.
Sin embargo y paradójicamente, los que dan sentido a la vida son los débiles,
ellos le quieren dar un sentido a sus vivencias de la décadence. En esa enfermedad es
que hay un resurgimiento de la vida, en los débiles es donde más presente está el
sentimiento de poder. Pero esta condición enfermiza del hombre que parece normal es
su verdadera amenaza, no los sanos, ni los animales de presa, a los que se les llama
comúnmente malos, “los de antemano lisiados, vencidos, destrozados –– son ellos,
son los más débiles quienes más socavan la vida entre los hombres, quienes más
peligrosamente envenenan y ponen en entredicho nuestra confianza en la vida, en el
hombre, en nosotros” (GM, Tratado III, §14).
En los hombres de la debilidad encontramos un “sentimiento de
autodesprecio” [Gefühl der Selbstverachtung] (HdH I, §134), ellos aprecian su
debilidad, su sufrimiento, sienten horror frente a los bien constituidos y victoriosos.
Los débiles pretenden “representar al menos la justicia, el amor, la sabiduría, la
superioridad” (GM, Tratado III, §14), esa es su ambición. Estos sacerdotes ascetas se
hacen sentir y ver como los buenos, los justos, los ‘hombres de buena voluntad’, pero
son
sentido. Esta tarea no la pueden tomar los que están sanos, los fuertes, los
dominantes, los de espíritu libre porque pueden resultar fácilmente enfermos, deben
conservar el pathos de la distancia que tanto aprecia Nietzsche y en el que se
diferencian los débiles de los fuertes, evitando así el contagio. A los sacerdotes
ascetas se les encomendó la misión histórica de cuidar a los enfermos, para así
garantizar la prolongación de la enfermedad, por eso Nietzsche llama al sacerdote
ascético
De este modo, el dominar a los que sufren, ese es el destino y el sentido del
sacerdote ascético, ese es su reino, allí encontrará su felicidad. Pero ¿quiénes son los
que sufren en esta vida moderna?, los que sufren son todos los que no pueden
alcanzar aquello que tanto desean, son esos individuos que no pueden ser valientes,
generosos, fuertes, crueles, que no pueden ser famosos de alguna forma. Por ejemplo,
los pobres que desean ser ricos, los incultos que anhelan ser cultos, los obreros que
desean ser jefes, los que obedecen y anhelan ser gobernantes, los anónimos que
desean ser figuras públicas y del espectáculo, los que desean ser importantes y
eternos para dejar huellas en la historia. Ellos serían los sufrientes de la sociedad
capitalista, es decir, los que comúnmente se denominan en la actualidad fracasados.
Estos sufrientes son los que piensan que, gracias a sus debilidades y fracasos,
finalmente tendrán recompensa en otra vida, en el más allá, y esa es su gran razón
para vivir, razón que seguirá reapareciendo con diversas máscaras.
El sacerdote asceta al estar enfermo, puede entenderse más fácilmente con los
demás enfermos, pero hay algo que lo diferencia, él mantiene un sentimiento de poder
superior para manipular, para ser líder, ser más fuerte, ser más señor de sí que de los
demás y así convertirse en un apoyo, en un tirano y en un dios y con ello tener todo
bajo control, hacerse sentir respeto y miedo de los demás. Pero él también tiene como
misión defender a los enfermos de los sanos, y tratar que los enfermos no quieran ser
346
como los sanos, porque ese sería un gran peligro. Los sacerdotes ascetas tienen que
ser buenos maestros del antagonismo de la salud y de la potencialidad fuerte, violenta
y ruda.
El sacerdote ascético, como todo gran político, caudillo o líder moderno, tiene
que parecer muy seguro de sí mismo y de todo su accionar, para así calmar el dolor
de los demás con su apariencia de superioridad. Él es uno de los enviados para
cultivar y modificar la dirección del resentimiento, es el encargado de justificar el
sufrimiento, encontrando una causa, un pretexto, un responsable de la enfermedad,
algo o alguien a quien odiar para así vengar y amortiguar el dolor. El sacerdote
ascético busca una causa al sufrimiento y a los padecimientos, es decir, busca un
pretexto para justificar el sufrir y, consiguientemente, busca desahogos, alivios y
narcóticos para amortiguarlo:
«Yo sufro: alguien tiene que ser culpable de esto» ––así piensa toda oveja enfermiza.
Pero su pastor, el sacerdote ascético, le dice: «¡está bien, oveja mía!, alguien tiene
que ser culpable de esto: pero tú misma eres ese alguien, tú misma eres la única
culpable de esto, ––¡tú misma eres la única culpable de ti!...». (GM, Tratado III, §15)
347
ascético es un gran artista del sentimiento de culpa, hace que los enfermos terminen
pidiéndole consejos que, según su pastor (el sacerdote), deben buscar dentro de sí,
en una parte del pasado, debe entender su propio sufrimiento como un estado de pena
[…] el enfermo se ha convertido en «el pecador». Y ahora no nos libramos del
aspecto de ese nuevo enfermo, «el pecador», durante algunos milenios. (GM, Tratado
III, §20)
El pecador queda en estado de hipnosis y solo mira la culpa como causante del
sufrimiento. El hombre considera el pecado como algo que no puede faltar en su vida,
se considera un animal doliente que goza con el dolor, con el sufrir y con la tortura;
se acostumbró a pedir más dolor. Pero, ¿por qué el sufrimiento es inevitable en la
actualidad?, según Nietzsche por razones fisiológicas, psicológicas y también por las
condiciones sociales, económicas, políticas y culturales de la sociedad moderna, que
no permiten evitar el sufrimiento y el dolor, porque si es abolido no habrá a quien dar
alicientes, la vida entonces sería muy monótona y sin sentido.
El papel del sacerdote ascético, en opinión de nuestro autor es no curar la
enfermedad en sí, no curar su causa, sino solamente calmar el sufrimiento de la
enfermedad. El sacerdote asceta solo mitiga, da narcóticos, da consuelo al doliente,
pero no hace nada más y en eso consiste su genialidad, en la de ser consolador, en
combatir el sentimiento de displacer, cansancio y pesadez:
Aquel displacer dominante se combate en primer lugar con medios que deprimen
hasta su más bajo nivel el sentimiento vital en general. En lo posible, ningún querer,
ningún deseo más; evitar todo lo que produce afecto, lo que produce «sangre» (no
comer sal: higiene del faquir); no amar; no odiar; ecuanimidad; no vengarse; no
enriquecerse; no trabajar; mendigar; en lo posible, ninguna mujer, o lo menos mujer
posible. (GM, Tratado III, §17)
contra la depresión” (GM, Tratado III, §18). El rebaño nace del instinto de debilidad y
del instinto de asociarse, de la inteligencia y astucia organizacional del sacerdote
ascético; mientras que, por el contrario, si observamos bien, los fuertes tienden
instintivamente a disociarse como por naturaleza, pero cuando los fuertes se unen
“esto ocurre tan sólo con vistas a una acción agresiva global y a una satisfacción
global de su voluntad de poder, con mucha resistencia de la conciencia individual; en
cambio los débiles se agrupan, complaciéndose cabalmente en esa agrupación” (GM,
Tratado III, §18).
Estas pequeñas alegrías se pueden relacionar, de forma similar, con lo que
ofrece la sociedad capitalista. Este sistema ofrece todo tipo de artimañas para
mantener una supuesta tranquilidad, felicidad y eliminar los cansancios, la opresión y
la esclavitud del hombre por medio de la creación de instrumentos que eliminan los
displaceres, por ejemplo, un salario, un día de descanso laboral a la semana, etc. El
sacerdote ascético también mide, desde la óptica moderna, y cumple con el objetivo
de luchar contra el displacer, tal como lo hacen con la sofocación global del
sentimiento de vida, la pequeña “alegría” [Heiterkeit], la actividad maquinal, las
primeras organizaciones gregarias y el despertamiento del sentimiento de poder de la
comunidad. En todos estos medios el ideal ascético sirve como desenfreno de los
sentimientos y tiene como finalidad “sacar al alma humana de todos sus quicios,
sumergirla en terrores, escalofríos, ardores y éxtasis, de modo que se desligue, como
fulminantemente, de toda la pequeñez y mezquindad propias del displacer, del
letargo, del fastidio” (GM, Tratado III, §20); utilizando caminos tortuosos como la
cólera, la venganza, la crueldad, la desesperación y el temor. Estos medios son
tomados por el sacerdote ascético a su antojo para manejar su rebaño, para amortiguar
temporalmente el dolor y la miseria, pero todo este desenfreno del sentimiento que
emplea el sacerdote pone más enfermo al enfermo, al culpable de su enfermedad: al
pecador.
Pero ¿qué sucede con todos estos medios que emplea el ideal ascético?, con el
sentimiento de culpa le pasa lo mismo al hombre que a un animal que se encuentra
enjaulado, no sabe por qué está encerrado. Pero al contrario del animal, en el hombre
351
existe una paradoja, él siente un alivio en su alma al buscar las razones del por qué
está encerrado, y está encerrado por su culpa y su pecado. Por ello, busca remedios,
narcóticos y finalmente pide consejos al menos indicado, a aquel que conoce lo
oculto: al sacerdote ascético. El sacerdote ascético le ofrece mostrar la causa de su
sufrimiento que, según él, se encuentra “dentro de sí, en una culpa, en una parte del
pasado, debe entender su propio sufrimiento como un estado de pena…” (GM,
Tratado III, §20). Es decir, que el sacerdote ascético es el encargado de justificar el
pecado en el hombre, de hacer consciente que el hombre es un pecador, un culpable
de su propia enfermedad. Con esta imposición de la culpa el sacerdote ascético
triunfa en su objetivo, pues “la gente no se quejaba ya contra el dolor, sino que lo
anhelaba. «¡Más dolor! ¡Más dolor!», así gritó durante siglos el anhelo de sus
discípulos e iniciados” (GM, Tratado III, §20), pues al hombre se le concienció de la
necesidad de permanecer culpable durante toda su existencia. En esto consiste la
victoria del ideal ascético, en la domesticación del hombre, en poner más enfermo al
enfermo. Y con el entrenamiento del sacerdote se profundizan las parálisis y las
depresiones se vuelven duraderas, más profundas y extensas, con él se puede
transformar el temperamento de un individuo y de un pueblo.
El sacerdote ascético ha dañado y corrompido todo, en todos los lugares
donde ha dominado la salud anímica del hombre, e incluso ha corrompido el gusto
por las artes y las letras. Nietzsche observa que dicho sacerdote se involucra hasta en
las letras, pues se nos ha inculcado una literatura diferente a la clásica (griega), y se
nos impone la literatura clásica de los padres de la iglesia, como el Nuevo
Testamento, que según él, son tratadillos y cartas de apóstoles; escritos que
desasosiegan. Por el contrario, muestra una admiración por la primera parte de la
Biblia (el Antiguo Testamento), porque “en él encuentra grandes hombres, un paisaje
heroico, y algo rarísimo en la tierra, la incomparable ingenuidad del corazón fuerte”
(GM, Tratado III, §22), mientras que en el Nuevo Testamento solo encuentra historia
de sectas, de cosas adornadas y extrañas, sentimientos de humildad, ampulosidad,
eternidad y ambición.
352
Para Nietzsche aquel hombre asceta que busca la santidad es el que asume el
sentimiento de la autorrenuncia y pone en práctica acciones altruistas, casi de forma
permanente, autorrenuncia que constituye el “culmen de la moralidad” (HdH I, §138).
Cuando se llega a este estado es por una serie de excitaciones que lo motivan a una
tensión de venganza, con una poderosa emoción, y todo ello lo hace porque “quiere lo
grande, lo violento, lo inmenso” (HdH I, §138); así tenga que asumir grandes
sacrificios en su vida, e incluso, llegar a amar a sus enemigos con tal de cumplir con
su tensión. Nietzsche lo expresa con la siguiente metáfora: “puede llegar a agarrar las
lanzas de sus enemigos y hundirlas en su pecho” (HdH I, §138). Estos actos de
autorrenuncia, en el pensar de Nietzsche, no constituyen realmente acciones morales
y de libertad, pues los que asumen dichos actos como morales son los que observan, y
esa es precisamente la finalidad de las acciones de los ascetas, realizarlas para ser
vistos por los otros y así llegar a ser respetados y admirados.
El asceta para facilitarse la vida busca medios de subordinación ajenos,
“rituales que lo dominen todo, por ejemplo el brahmán, que no deja absolutamente
nada a la propia decisión y en cada minuto se regula según una prescripción sagrada”
(HdH I, §139). La subordinación es el mejor medio para dominarse a sí mismo, y en
ello ocupa el tiempo para no aburrirse y alejarse de las pasiones y las voluntades
propias. La subordinación es imprescindible en el asceta porque lo conduce a la
renuncia de los deseos propios, y así, lo convierten en un ejemplo de moralidad.
Dicha subordinación para Nietzsche es asumida de la misma manera por los
integrantes del Estado que prefieren subordinarse a él de manera incondicionada y no
condicionada, esta situación es más cómoda y no implica esfuerzos. El “sentimiento
de autodesprecio” [Gefühl der Selbstverachtung] (HdH I, §134) es fundamental para
los ascetas porque los acerca al estado de santidad, ellos gozan de las autotorturas
como los “ayunos y flagelaciones, contorsiones de los miembros y simulaciones de
locura” (HdH I, §140); se sirven de esas crueldades subordinándose a una voluntad
ajena para conseguir supuestos avances en la espiritualidad.
Otro de los medios de los que se sirven los ascetas es el de “emprender una
guerra de vez en cuando y en alternativa de victoria y derrota. A tal fin, necesitan un
353
represión de sus deseos con visiones o conversaciones con seres imaginarios del más
allá. La psicología de los ascetas y santos tiene como función volver todas las cosas
mundanas como sospechosas, también tiene como finalidad “denigrar, flagelar y
crucificar todo lo humano” (HdH I, §142).
Todo ello representa lo que el santo significa para los demás, algo que es
tomado por el cristianismo y la moral como un gran “valor histórico universal” (HdH
I, §143) y gracias a esas acciones de los ascetas, el cristianismo ha podido mantener
el dominio sobre la vida del hombre en estos milenios; santos que han sido
sobrevalorados por la sociedad, incluso son más valorados que el propio Dios.
Pero hay que puntualizar que Nietzsche aunque critica a los maestros y
discípulos tradicionales y aunque pareciera que ellos (maestros y discípulos) son
imposibles, parece que se consideraba a sí mismo un “maestro” y si es un maestro
necesita de discípulos, pero no de “discípulos ciegos” [blinden Schüler], sino de
discípulos que cumplan con la tarea que él propone: ser de espíritu libre y
transformador de la vida. En este sentido, Víctor Massuh (1969) nos dice que
Nietzsche
Ahora bien, se observa que en los filósofos, sacerdotes y artistas hay una
debilidad de voluntad, una voluntad reactiva, ellos se desarrollan dentro de sus
propios terrores, delirios, visiones, agobios y demás estados morbosos y son
considerados por muchos: hombres geniales o santos. Sin embargo, falta percibir que
sus interpretaciones son muy personales, imponen lo que les conviene para tener una
gran cantidad de discípulos o seguidores y conservar su ideal, pues hasta el momento,
jamás ha existido en la historia de la humanidad hombre alguno que haga algo
exclusivamente en beneficio de los demás y sin un motivo personal, aspecto
mencionado en el capítulo anterior. Todos los actos que realizamos, por más
amorosos que parezcan, los realizamos por nuestra propia utilidad, para sentirnos más
poderosos y mejor que los demás.
Es interesante ver el aspecto psicológico que domina a estos hombres del
ascetismo, como el resentimiento, el control y el rencor que sienten por sí mismos y
por los demás. El ideal ascético emplea una astucia fina y realmente es lógica y
consecuente porque termina cumpliendo con sus pretensiones iniciales, manipular y
hacer sentir su poder y dominio sobre los demás, que se le respete o se le tenga temor,
356
es decir, que en esa aparente locura hay una racionalidad escondida de la moral y del
cristianismo.
Nietzsche plantea la importancia de romper la cadena de ser seguidor o
discípulo, “lo poco que significan los seguidores sólo puede entenderse cuando se ha
dejado de ser seguidor de los propios seguidores” (HdH II, §367). Este espíritu de ser
seguidor es muy común en los grandes pensadores que siempre sostienen sus teorías
con otro gran seguidor y así se va tejiendo el sistema. Por ello, es importante no
adorar o admirar a nadie, tal como le sucedió a Nietzsche en su juventud, pues “la
admiración de una cualidad o de un arte puede ser tan intensa como para frenar
nuestra aspiración o poseerla” (HdH II, §370). Sin embargo, podemos decir que a
Nietzsche sí le interesaba tener discípulos, pero no discípulos ciegos. Por ejemplo, en
una carta dirigida el 12 de mayo de 1887 a su amiga Malwida von Meysenbug dice:
“[…] no pueda ya oler a los «hombres», y menos que nadie a la «gente joven», que
me invade con bastante frecuencia (––ay, son insistentes y torpes, ¡exactamente como
cachorros!)” (CO V, §845). Con ello, vemos que Nietzsche no quiere que los jóvenes
tengan la misma experiencia que él tuvo con Wagner, los evita para no cultivar el
espíritu de dependencia y no sujetarse a nadie.
El hombre en su etapa de juventud sufre y reniega el tener que estar al servicio
del otro, “el joven olvida así lo más valioso de ser aprendido y conocido: a sí mismo”
(CS, §266), pero lo importante es no quedarse toda la vida como un joven, como
“seguidor de un partido” (CS, §266). Esta es la experiencia que vivió Nietzsche y la
que quiere transmitir a todos los hombres, desprenderse de su maestro o de la doctrina
a la que se ha estado sometido por la inexperiencia de la juventud, tal como lo
mostramos en el capítulo I. Por ello, es necesario aprender a
superar mucho aburrimiento, es necesario mucho sudor, antes de hallar los propios
colores, el propio pincel, la propia tela! ––Y ni siquiera entonces uno es maestro en el
propio arte de vivir ––pero al menos es dueño del propio taller. (CS, §266)
durante largo tiempo a su servicio y renegar de sí mismo” (CS, §266). Vivir de esta
manera es desperdiciar momentos valiosos de nuestra vida y así nos volvemos
dependientes y sumisos.
En el aforismo 253 de Humano, demasiado humano I, Nietzsche hace
mención al tema de la fidelidad de “los discípulos ciegos” [Die blinden Schüler]. Este
tema lo relaciona con la desconfianza o el desprecio que todo filósofo tiene acerca de
sus teorías que crea en su juventud, es decir, que la fidelidad no puede ser permanente
frente a algo o alguien (Wagner, Schopenhauer) y si un pensador no manifiesta
públicamente el cambio de sus opiniones lo hace por ambición o por consideración de
quienes lo siguen. Pero esta postura no parece ser la situación de Nietzsche que
manifiesta públicamente su infidelidad frente a sus escritos de juventud, donde
dependía de sus maestros y sobre los que asume otra postura a partir de Humano,
demasiado humano.
Pareciera que por naturaleza existe el querer someterse a algo o a alguien,
generalmente “los hombres se someten por hábito a todo lo que quiere obtener poder”
(HdH I, §260). Esta actitud se debe a que sobrevaloran lo que se considera grande
porque creen que es lo útil y entonces todas las fuerzas se encaminan frente a un
único talento, a una “formación uniforme” (HdH I, §260) y pierden todas las demás
energías. Este único camino es comparado, por nuestro filósofo, con los vampiros, un
“vampiro chupa la sangre y energías de otras fuerzas” (HdH I, §260), se alimenta de
la esencia vital de otros seres para mantenerse activo.
Pero, ¿qué hacer frente al sometimiento de un maestro?, Nietzsche propone
ser como la sombra a la que le gusta la promesa que le hace el caminante, la de volver
a ser buenos vecinos de “las cosas más cercanas” [den nächsten Dingen] FP II,
40[16], junio-julio de 1879), pues esto los beneficia a los dos. La sombra también
sabe hacer mejor las cosas que los hombres, “callar y esperar” y su libertad consiste
en que cuando el hombre huye de la luz, ella huye del hombre. Al caminante no le
gustan los esclavos y la fidelidad, por eso, no le gusta el perro, el perezoso y el
parásito. En el aforismo 441 de Humano, demasiado humano I, Nietzsche ve con
cierto optimismo que en el futuro ya no será posible someterse a alguien porque “está
358
Walter Kaufmann (1982) tiene razón cuando dice que Nietzsche “era un
filósofo y debía ser leído como un filósofo. Pero no era solo un filósofo y no debería
ser leído solo como filósofo. Él también debe ser leído como psicólogo y poeta1, pues
sus libros son obras de arte” (p. 130; traducción propia). Es importante puntualizar
que cuando Nietzsche habla de arte no siempre hace referencia directa a los géneros
artísticos, pues el arte es una manera de vivir y nos permite ver el mundo desde
1
Al respecto, para Heidegger (2013), Nietzsche es un «filósofo-poeta»; “hace mucho tiempo que se
cuenta en las cátedras de filosofía de Alemania que Nietzsche no es un pensador estricto sino un
«filósofo-poeta». Nietzsche no pertenecería a aquellos filósofos que sólo piensan cosas abstractas y
vagas, alejadas de la vida. Si se lo llama filósofo, habría que entenderlo como un «filósofo de la vida»”
(p. 19).
360
2
Para De Santiago Guervós (2004), aunque el arte ocupa un lugar central, no hay que buscar “en la
obra Nietzsche una exposición teórica bien construida y fundamentada sobre la estética. No se puede
hablar aquí de una estética que se pueda comparar, por ejemplo, con la de Hegel” (pp. 19-20).
361
Uno de los objetivos de la estética podemos decir que es ver la belleza de las
cosas, pero la belleza en perspectiva de Nietzsche no llega inmediatamente al ojo
humano, sino que, de manera lenta, se va apoderando y así permanece durante mucho
tiempo en la cultura. La belleza más noble no es la que nos impacta de manera
inmediata, sino la que nos llega lentamente, sin los afanes del tiempo moderno, es
decir, “aquella que, al final, tras haber estado mucho tiempo y con modestia en
nuestro corazón, se adueña por entero de nosotros” (HdH I, §149).
“Las nociones de lo bello y lo feo están completamente relativizadas en el
marco de la estética fisiológica de Nietzsche” (Arras, 1980, p. 251; traducción
propia), es decir, que la belleza se encuentra en los ojos del espectador, por tanto, es
relativa y nunca puede ser absoluta. Generalmente, y por tradición, lo bello está
íntimamente relacionado con la verdad y sirve de herramienta para consolidarla como
tal, pero “¿Qué anhelamos al mirar la belleza? Ser bellos: nos imaginamos que de ello
deba seguirse mucha felicidad. ––Pero es un error” (HdH I, §149). Para el filósofo
alemán, “querer establecer una belleza y una fealdad (…) es un absurdo. Lo bello no
existe, como no existen el bien y la verdad” (VP, §798).
Sin embargo, para Nietzsche el arte no se salva de estar impregnado de
metafísica, porque la metafísica es tan fuerte en los pensadores que, incluso, a los
espíritus libres les es difícil despedirse de ella. Por ello, pretende desenmascarar esa
relación íntima entre el arte y la verdad, ya que, en realidad, la verdad es una forma
de arte para engañar al hombre, y, al mismo tiempo, el arte por sí mismo también nos
puede dar las herramientas para destruir esa voluntad de verdad.
El arte representa esa continua creatividad del hombre, ese deseo de trabajar
continuamente para superarnos y, según algunos intérpretes como Heidegger, el arte
nietzscheano conduce a un vitalismo: a la “voluntad de poder” [Wille zur Macht]. En
este sentido, y dada la importancia de dicho tema, Heidegger (2013) llegó a decir que
el pensamiento de Nietzsche acerca de la “voluntad de poder” [Wille zur Macht] es
“su pensamiento único. Con ello queda dicho al mismo tiempo que el otro
pensamiento de Nietzsche, el del eterno retorno de lo mismo, está necesariamente
incluido en el de la voluntad de poder” (p. 387).
362
He de añadir aún unas palabras de carácter general sobre mi arte del estilo.
Comunicar un estado, una tensión interna de pathos mediante signos, incluso el
tempo [ritmo] de esos signos –– ése es el sentido de todo estilo; y, teniendo en cuenta
que la multiplicidad de estados interiores es en mí extraordinaria, hay en mi muchas
posibilidades de estilo –– el más variado arte de estilo del que hombre alguno ha
dispuesto jamás. (EH, Por qué escribo tan buenos libros, §4)
dotado de un olfato increíble para captar los acontecimientos históricos; podía leer
los signos de lo que ha de venir y profetizar el futuro. Nietzsche es, sin duda, un
artista que posee una sensibilidad delicadísima, un ingenio fabuloso, una ardiente
fantasía, una imaginación visionaria. Indiscutiblemente es Nietzsche un poeta. (p. 3)
363
3 “Los griegos, que en sus dioses nos dicen las doctrinas secretas de su visión del mundo y la
mantienen al mismo tiempo en el silencio, presentaron dos divinidades, Apolo y Dioniso, como la
fuente doble de su arte. Estos nombres representan antítesis estilísticas en el ámbito del arte, las cuales,
364
casi siempre en lucha entre ellas, van caminando una al lado de la otra y sólo una vez, en el momento
de floración de la «voluntad» helénica, se manifiestan fusionadas para lograr la obra de arte de la
tragedia ática” (VdM, §1).
365
4
Para Julian Young (1992), “la ecuación de Nietzsche entre la señalización y el arte clásico es, de
hecho, doblemente retrógrada, pues es un intento de volver a la perspectiva del helenismo alemán del
siglo XVIII que culminó en el clasicismo de Weimar de Goethe y Schiller” (p. 77; traducción propia).
368
Sin embargo, para Fink (1981), las dos posturas respecto al arte (periodo de
juventud y medio) son construidas por Nietzsche desde la perspectiva de la vida, pues
“en ambos casos se trata, en última instancia, de una óptica de la vida. Lo único que
ocurre es que el concepto de vida es entendido de manera diferente: primero, de modo
cósmico-metafísico; y ahora, en forma psicológica y biológica” (p. 37).
5.2. La música
5
“De la misma manera, no hay que confundir los planos e imaginar que después de Humano,
demasiado humano, Nietzsche habría tratado de fundar una nueva estética —aunque continúa haciendo
aquí y allá algunas observaciones de orden estético. Él mismo distingue, explícitamente, la fisiología
de la música de la estética formalista a la que se ha adherido. Si esta fisiología no se trata de una
estética, es porque el discurso sobre la música está allí subordinado a una cierta filosofía de la vida, la
música es interpretada bajo la luz de la vida y de la voluntad de poder, y se convierte en la expresión
de la fuerza y del poder del cuerpo” (Dufour, 2010, p. 233; traducción propia).
371
6
Dufour (2010) hace una clarificación con respecto a la palabra «forma»: “Nietzsche no entiende la
palabra «forma» en el sentido en que nosotros le damos hoy a esta palabra (por ejemplo, se habla de
«forma» de sonata), sino que la emplea como sinónimo de «estructura musical»” (p. 215; traducción
propia).
7
La expresión “música absoluta” fue introducida por Wagner y retomada luego por Hanslick. La
música absoluta es la música instrumental, la que no está acompañada de palabras.
372
afirma que “la belleza de una obra musical es específicamente musical, es decir,
reside en las combinaciones de sonidos, sin relación con una esfera de ideas extrañas,
extramusicales” (p. 57). Manos Perrakjs (2008) está inclinado a favor de la estética
musical de los afectos en Nietzsche y no meramente con la postura formalista; al
respecto, nos recuerda que en la cuestión de la esencia de la música hay dos posturas
en disputa,
Con este texto, percibimos que con la estética musical de Bach se puede tener
un “auténtico goce artístico” porque vemos la música no como algo inmóvil, sino que
“está en devenir” (CS, §149). En la música de Bach, aunque está en el umbral de la
música europea, se encuentran elementos del germanismo, del “cristianismo crudo” y
elementos de la escolástica. Para Dufour (2010) Nietzsche no se conforma con
“distinguir dos tipos de aprehensión de la música: jerarquiza y subraya que sólo uno
8
Giovanni Pierluigi da Palestrina (1525-1594), fue un compositor italiano, de los más célebres
del Renacimiento, considerado como uno de los más eminentes autores de música religiosa católica,
realizó 104 Misas, más de 70 están compuestas sobre el cantus firmus de melodías gregorianas, la
mejor de ellas es la Missa Papae Marcelli en la cual realiza una síntesis del estilo de sus predecesores
y contemporáneos. Palestrina es visto como el autor más representativo de obras polifónicas ajustadas
a las nuevas exigencias de la Contrarreforma. Sus obras de esos años se destacan por la claridad
lograda, dejando la melodía en manos de la voz superior y ajustando con precisión el ritmo del
discurso.
375
es legítimo. El gozo propiamente estético y musical que está relacionado con las
características técnicas de una pieza musical” (p. 217; traducción propia).
En el aforismo 134 “Cómo debe moverse el alma según la nueva música”
[Wie nach der neueren Musik sich die Seele bewegen soll] de Humano, demasiado
humano II, Nietzsche hace una crítica a Wagner. La finalidad de la nueva música es
la búsqueda de una “«melodía infinita»” (HdH II, §134) que Nietzsche compara con
el adentrarse en el mar, donde la única opción es “nadar y flotar” (HdH II, §134), es
la decadencia del ritmo. Wagner, a través de su música, hace un esfuerzo por “romper
e incluso mofarse de toda simetría matemática de tempo e intensidad; es
extremadamente rico en la invención de estos efectos, que a los antiguos oídos suenan
como paradojas y blasfemia rítmicas” (HdH II, §134).
El filósofo alemán hace una fuerte objeción a la música dramática que es un
signo de la debilidad, mientras que Wagner apoya la música en el arte dramático y en
el lenguaje del gesto, sin ninguna medida y totalmente naturalista. La ópera de El
crepúsculo de los dioses (1876) de Wagner es, para Nietzsche, el ejemplo de una obra
dramática, esta ópera “sin el drama: es una música confusa, salvaje como una
pesadilla y tan espantosamente llamativa, que parece que quisiera hacerse oír incluso
por sordos. Este hablar sin decir nada; es agobiante. El drama es la pura redención”
(FP II, 30[111], finales de 1876-verano de 1877). Wagner es “una negación
permanente de todas las supremas leyes del estilo de la música antigua” (FP II,
30[111], finales de 1876-verano de 1877) y tan pronto tiene una melodía “la asfixia, o
casi, con su abrazo” (FP II, 27[50], primavera-verano 1878), por ello, sus melodías
son pobres.
A la música de Wagner le falta “Dialéctica” (FP II, 27[24], primavera-verano
1878), pero tiene “amplificación”, sus obras “son masas repletas de grandes
ocurrencias” (FP II, 27[24], primavera-verano 1878). En los Nachlaß o cuadernos de
anotaciones, Nietzsche escribe que Wagner “no sabe narrar ni demostrar con su
música, sino sorprender, desconcertar, mortificar, poner nervioso, hacer que uno se
estremezca” (FP II, 27[29], primavera-verano 1878). Después de terminar un tema
“no sabe cómo continuar” (FP II, 27[31], primavera-verano 1878), solo expresa la
376
alcanza su gran poder entre hombres que no saben o no les está permitido discutir.
Sus primeros promotores son por tanto los príncipes que quieren que en su cercanía
no se critique mucho, y que ni siquiera se piense mucho; luego las sociedades que,
sometidas a alguna presión (principesca o religiosa), tienen que habituarse al silencio,
pero buscan encantamientos tanto más fuertes contra el aburrimiento del sentimiento
(a menudo, el eterno enamorado y la eterna música); en tercer lugar pueblos enteros
en los que no existe «sociedad» alguna, pero tanto más individuos con tendencia a la
soledad, a los pensamientos semioscuros y a la veneración de todo lo inexpresable:
estas son las verdaderas almas musicales. (CS, §167)
Los artistas y sus obras quieren ser tratados como grandes y para lograr esta
grandeza inicialmente se hacen pasar por pequeños, para luego sobresalir por encima
de los demás hombres y obras de arte. Para Nietzsche, los dramaturgos y, en general,
los escritores exageran en sus sentimientos y convierten las palabras en “brumosas y
ampulosas” (HdH I, §195); las palabras son excéntricas y con “tensión excesiva”
(HdH I, §195), ese es el obstáculo que le ponen al conocimiento. Al respecto,
Nietzsche propone regresar a la sobriedad del sentimiento y a la concentración de las
palabras, tal como lo hacían los griegos en la época de Demóstenes. El remedio frente
378
con mesura griega su alma multiforme, estando además a la altura de las más altas
tempestades trágicas […] en el tratamiento del discurso en prosa, poseía un oído
griego, conciencia artística griega y simplicidad y gracia griegas; así como fue uno
de los últimos hombres capaces de asumir dentro de sí mismo la máxima libertad de
espíritu junto a sentimientos no revolucionarios. (HdH I, §221)
nada de individuos, sino máscaras más o menos idealizadas; nada de realidad, sino
una universalización alegórica; los rasgos de época y los colores locales mitigados y
matizados hasta volverse casi invisibles; el sentir del presente y los problemas de la
sociedad actual reducidos a sus formas más simples, despojados de sus cualidades
estimulantes, excitantes, patológicas, vueltos ineficaces en todos los sentidos salvo en
el artístico; nada de materiales y caracteres nuevos, sino siempre una nueva
vivificación y transformación de los antiguos y habituales desde hace tiempo: éste es
el arte tal como lo entendió el Goethe tardío, y como los griegos y también los
franceses lo practicaron. (HdH I, §221)
380
Frente a este arte tardío de Goethe que es similar al de los griegos, según
Nietzsche existe otro arte de escritura malsano que es el que vemos, por ejemplo, en
la Biblia. Uno de los errores del libro que habla de Cristo (la Biblia) es el uso
permanente del histrionismo y “presentar todo como ya descubierto, y nada como
venidero e incierto” (HdH II, §98). La Biblia, al igual que la mayoría de libros que
pretenden la eficacia para someter al hombre, quiere abarcar la totalidad del
“horizonte intelectual y espiritual” (HdH II, §98) y la verdad última de las cosas.
Frente a la posición de dichos libros espirituales, los libros científicos no pueden
sentirse como los pobres de espíritu, los humildes y los crucificados, más bien, deben
alegrarse por ser aquellos pocos libros francos que se sirven de una libertad que los
libros “eficaces” como la Biblia “no pueden comprender ni siquiera en su propio
interés” (HdH II, §98). Los libros científicos, a diferencia de los eficaces
(espirituales), van junto al placer y utilidad del conocer y descubrir, son los que
buscan “perspectivas” diferentes y se alejan de la insatisfacción de los cristianos y
hombres espirituales. Los libros científicos tienen el arte de la palabra, pues “la
escritura y la lectura no son sólo modos fundamentales de conocimiento, sino
también de experiencia” (Brücker, 2014, p. 211; traducción propia).
Nietzsche llama el “metro” [metron] con el que se embellece la vida, o como lo dice
también en los Nachlaß o cuadernos de anotaciones, “embellecer una idea […]
estropear un poco la idea, para ajustarla al verso” (FP II, 17[18], verano de 1876), y
que así, la obra quede remodelada y no copiada. Para embellecer la obra es necesario
poner “barreras”, tal como se observa, según Nietzsche, en las artes plásticas, la
música y la poesía que tienen como finalidad mostrar el “alma bella”. Con ello, el arte
pretende mostrar un alma y una moral equilibradas, es la pretensión que tiene el arte
de “volver humanos a los animales” (HdH I, §152), pero cuando existe lo contrario,
es decir, un desasosiego y una desarmonía en lo bello, en este sentido, es cuando
vemos “el arte del alma fea” (HdH I, §152).
No obstante, en el aforismo 176 de Humano, demasiado humano II, Nietzsche
percibe cómo el arte está impregnado de religiosidad. El poeta, al expresar nuevas
opiniones con sagacidad y demás recursos artísticos, hace que el pueblo crea que es
“la boquilla de los dioses” (HdH II, §176). Aunque en realidad, el poeta es la “flauta
y boquilla” (HdH II, §176) del pueblo porque expresa las opiniones generales y
elevadas que tiene el pueblo, pero gracias a sus artificios y “recursos artísticos” las
expresa a su pueblo como algo completamente nuevo y prodigioso. El arte se encarga
de engañar al poeta y este olvida de donde proviene su sabiduría espiritual, es decir,
de la calle, padres, amigos, maestros, sacerdotes, etc., e ingenuamente cree que
verdaderamente es “la boquilla de los dioses”. Pero, lo cierto es que todo lo que ha
aprendido, lo ha aprendido gracias a la sabiduría popular. Aunque el “poeta vale por
vox dei” (HdH II, §176), cree de sí mismo que lo que transmite y crea son
iluminaciones religiosas.
También podemos comparar el arte con la religión cuando cree en la
resurrección de los muertos, cuando cree equivocadamente resucitar el arte de los
antepasados. Este movimiento de la restauración es retrógrado al querer “devolverle
la vida a un estado espiritual y social anterior al que se ha impuesto, y que parecen
lograr en efecto una breve resurrección de los muertos” (HdH II, §178). Al tener un
recuerdo de lo antiguo, quieren la resurrección de lo muerto, un sentimiento de
nostalgia que se quiere revivir. Este movimiento con su estilo, colabora con la
382
que los demás lo siguen sin ningún prejuicio, hace hechizos y encantamientos para
hacer pasar sus mentiras por verdades.
Los artistas y los pensadores tienen la astucia y la magia de enseñar a los
hombres a venerar los defectos, la pobreza espiritual y la insensatez de las pasiones
que ellos cometieron y, con estas falsas veneraciones, ganan “una época para el arte”
(HdH II, §148). La victoria de los artistas consiste en querer vencer y para ello
utilizan todas las fuerzas posibles para conseguir el éxito y así arrasar a las masas y
“quizá sea el único medio para conservar la existencia de criaturas tan delicadas y
amenazadas” (HdH II, §148). Al respecto, Nietzsche advierte del peligro que puede
correr un artista que “quiere ser más que un artista” (HdH II, §150) porque lo que
pretende es moralizar a un pueblo, pero como consecuencia de esta pretensión,
finalmente resulta atrapado en la moral y alejado del arte.
En el aforismo 206 “Por qué los estudiosos son más nobles que los artistas”
[Warum Gelehrte edler als Künstler sind] de Humano, demasiado humano II,
Nietzsche hace una comparación entre el hombre de ciencia y el artista. El hombre de
ciencia es más noble porque es más simple, sobrio, silencioso, no es ambicioso, ni se
preocupa por la gloria que tendrá en el futuro, por ello aparecerá menos brillante y
dotado con respecto a la bulliciosa tormenta de los artistas.
Para Nietzsche el arte tiene los siguientes objetivos, “uno quiere por medio del
arte gozar de la propia naturaleza, el otro por medio de ella quiere salirse, por un
tiempo, fuera de la propia naturaleza, lejos de ella. Según estas dos necesidades
existen dos tipos de arte y de artistas” (HdH II, §371). Pero realmente el objetivo más
importante es el de gozar de la “propia naturaleza” sin la pretensión de ir al más allá
para disfrutarla, aspecto que los artistas actuales no tienen en cuenta, pues; “el mundo
sería a lo sumo una obra de arte silenciosa y no necesitaría ni una justificación
estética ni una fisiología del arte” (Gerhard, 1984, p. 392; traducción propia).
En suma, poco a poco, el arte irá derrumbándose hasta llegar a su ocaso como
el sol en el atardecer, pero con la esperanza de que al otro día volverá a salir de una
manera diferente, es el nuevo amanecer del arte. El arte ya no glorificará los errores
de la religión, la moral y la filosofía, tal como lo había hecho en otras épocas, donde
387
tenía una fe ciega por esas supuestas verdades. En un futuro cambiará la manera de
proceder de los artistas porque “el deseo incesante de crear y la continua mirada
escrutadora hacia el exterior impiden al artista el conseguir mejorar y embellecer su
persona, es decir, crearse a sí mismos” (HdH II, §102).
Para Nietzsche, una de las tareas de los artistas y poetas actuales es tratar de
vincular la época presente con una pasada, buscando resucitar y conservar los
espíritus muertos. El artista invoca espíritus del pasado y así crea apariencias de vida
con la pretensión de hacerlas ver como reales: “el arte cumple la tarea, entre otras de
conservar, de volver a darle un poco de color incluso a concepciones apagadas y
palidecidas; al asumir esta tarea establece un vínculo entre épocas diferentes y
resucita sus espíritus” (HdH I, §147).
En este sentido, el artista queda congelado en una etapa anterior, es un
epígono, “los poetas son seres anacrónicos” (FP II, 5[162], primavera-verano de
1875), son un puente con épocas anteriores y de manera inconsciente “su tarea
consiste en infantilizar a la humanidad” (HdH I, §147). Con esta forma de actuar se
convierten en aliviadores de la vida y, frente a los hombres que pretenden cambiar
las “condiciones de vida”, crean paliativos y “anestésicos” para buscarle satisfacción
a la vida, estos “remedios pertenecen a un nivel ínfimo del arte curativo” (FP II,
18[33], septiembre de 1876), anestésicos que no solamente se encuentran
representados en el arte, sino también en la religión.
Al introducir el arte de nuestros antepasados, pretenden aliviar el
“atormentado presente” (HdH I, §148), le quieren dar un nuevo sentido a la vida y en
cierta forma, cumplen su tarea porque “tranquilizan y sanan provisionalmente, sólo
por un momento, e incluso frenan a los hombres en el trabajar en un mejoramiento
real de sus condiciones de vida” (HdH I, §148), dan paliativos a todos aquellos
hombres modernos cuyo espíritu es la insatisfacción.
388
Nietzsche nos habla de tres necesidades del arte en estos tiempos. La primera
es la del pueblo, una necesidad fácil de suplir porque el pueblo se contenta con los
“desechos del arte” (HdH II, §169). Estos desechos son para el filósofo alemán como
las melodías y canciones que alegran al ingenuo pueblo (campesinos, cazadores,
pastores, soldados, etc.). La segunda necesidad artística es más amplia que la primera
y se da en las capas superiores de la sociedad, una comunidad artística más libre que
la anterior, pero que en realidad no ha podido desprenderse de principios y consuelos
religiosos o morales. En esta comunidad, Nietzsche pone a los médicos, funcionarios,
estudiosos y comerciantes que “se especializaron demasiado pronto y nunca han dado
rienda suelta a toda su naturaleza, en compensación realizan su diligente trabajo con
un gusano en el corazón” (HdH II, §169), es decir, son los artistas incompletos, los
que tienen verdadera necesidad del arte. En ellos existe malestar, aburrimiento, algo
de mala conciencia y, a diferencia de los griegos, no tienen en su arte “la emanación y
el desbordamiento de su propia salud y bienestar […] goce de sí” (HdH II, §169). La
tercera necesidad y la más honesta de las tres solo es posible en “los hombres
excepcionales” (HdH II, §169) que tienen una necesidad artística, pero de “estilo
superior”. En esta fase podemos poner a los griegos que “sentían en su arte la
emanación y el desbordamiento de su propia salud y bienestar, y amaban ver una vez
más fuera de sí su propia perfección” (HdH II, §170). Para los griegos el arte era un
goce de sí, mientras que para los actuales, el arte es “el disgusto de sí” (HdH II,
§170). De estas tres necesidades, únicamente la última es de primer orden, las otras
dos son de “segundo orden” (HdH II, §169).
En el aforismo 144, “Sobre el estilo barroco” [Vom Barockstile] de Humano,
demasiado humano II, Nietzsche percibe la importancia que ha tenido el estilo
barroco, no solo en la arquitectura, sino en otras ramas del arte como la poesía, la
elocuencia, la prosa y la escultura. Incluso, percibe que este estilo no es propio
únicamente de la modernidad, sino que es un arte que también practicaron los griegos
desde la antigüedad (arte helenístico) y al que no se necesita mirar de forma
389
ante un templo griego como el Paestum, por ejemplo, seguimos sintiendo hoy más o
menos como si una mañana un dios, por juego, hubiese construido con esos enormes
bloques su vivienda; otras veces, como si de golpe un alma hubiese sido introducida
mediante magia en una piedra y quisiese hablar a través de ella. (HdH I, §145)
La manera errónea del pensar del genio del artista es una estrategia para hacer
creer que los métodos que emplea la estética son complejos, pretendiendo creer que
en toda obra de arte existen fuerzas míticas y fantasiosas, cuando en realidad sus
métodos y sus resultados son “sencillos y fríos” (HdH I, §146); Nietzsche se burla de
esos supuestos genios y la inspiración divina de los artistas.
Creer en la perfección del arte es creer también en los genios del arte de la
cultura, como Cellini al construir la estatua de Perseo. Nietzsche relaciona el genio de
la cultura con Cellini, que utilizó los materiales que tenía a la mano, sin ninguna
selección, porque la urgencia era terminar la estatua, “la masa líquida amenazaba con
no ser suficiente, pero debía serlo, y así arrojó en ella platos y fuentes y todo lo que
tenía a mano” (HdH I, §258). Este genio, al hacer su obra, improvisó, tuvo ilusiones,
no seleccionó muy bien el material, tuvo errores, pero el objetivo era hacer la estatua
que finalmente reposa en la Plaza de la Señora de Florencia. De la misma manera, la
cultura se ha imaginado la “estatua de la humanidad” (HdH I, §258) y pretende
culminarla de cualquier forma, lo importante es que esté finalizada y hacerla pasar
como perfecta.
Cuando el artista se convierte en un genio artístico y se encuentra en su
máximo nivel, pocas personas disfrutan de la alegría de su obra, “su pífano suena,
pero nadie quiere bailar” (HdH I, §157). Cuando se presenta esta situación y para
compensar dicha privación, el artista obtiene más placer en la creación de sus obras,
sus ambiciones y envidias se vuelven más notables, pues el espectador siente el
sufrimiento y el dolor intenso de sus obras. Nietzsche hace una distinción entre los
artistas y los genios del conocimiento como Spinoza y Kepler, los últimos (genios del
conocimiento) no son ruidosos con sus “sufrimientos y privaciones”, mientras que los
demás artistas no pueden actuar de esta manera porque en su espíritu es inevitable la
392
mejor, es decir, de modo más plenamente espiritual, si los instrumentos hubiesen sido
mejores” (FP II, 23[138], finales de 1876-verano de 1877). Pero Wagner olvida que
los códigos musicales varían en cada época, por ello,
Con ello, Nietzsche da a entender que un buen artista nunca tiene la última
palabra sobre su propia obra, la deja incompleta, con la posibilidad de muchas
interpretaciones y ahí está lo interesante del arte, es decir, que tiene un saber a medias
o lacónico, del que hablaremos en el próximo capítulo.
Sin embargo, hacer que las obras antiguas hablen, en realidad es algo
imposible, porque los artistas antiguos no se movían con la delicadeza espiritual y la
astucia que tienen los presentes, sino con una mayor rigidez, de una manera “más fría
y aún adversa a dejarse seducir por la vitalidad: la medida, la simetría, el desprecio
por lo gracioso y delicioso, una inconsciente aspereza y frescor matutino” (HdH II,
§126).
en el dolor, aspecto del que gozan los dioses, en especial el Dios cristiano; “la miseria
de los hombres es un goce para los dioses, cuando les es cantada” (FP II, 5[121],
primavera-verano de 1875). Debido a esta manera de actuar y como castigo, según
Nietzsche, surge la necesidad en la vida cotidiana de “la mentira y la ficción” (HdH I,
§154), un aspecto típico de los pueblos de poetas y que desespera a los pueblos de
espíritu libre. Por ello, el arte sirvió como herramienta para convertir el sufrimiento
en un goce; el arte en Humano, demasiado humano tiene miradas hacia la libertad del
hombre, y esa sería su principal tarea, “necesitamos del arte travieso, flotante bailarín,
burlón, infantil y dichoso para no perder esa libertad por encima de las cosas que
nuestro ideal exige de nosotros” (GC, §107). Entonces, ¿qué tipo de arte necesitamos
en el futuro?, el arte que necesitamos en el futuro es un arte mundano, “no, hemos
visto, el arte de otros mundos. Solo este arte mundano puede construir el futuro de
este mundo” (Young, 1992, p. 76; traducción propia).
Nietzsche destruye la creencia mítica de que las grandes obras de arte son el
resultado de las “repentinas iluminaciones, las llamadas inspiraciones” (HdH I, §155),
pues un buen pensamiento u obra de arte no bajan del cielo, lo que puede ocurrir es
que
manera de trabajo y con seriedad y esfuerzo se llega a la invención de una buena obra
de arte, porque lo que puede venir de la inspiración son aspectos como el “de la
bondad, de la virtud y del vicio” (HdH I, §156), pero nunca el arte por completo.
En el penúltimo aforismo de la IV parte de Humano, demasiado humano I,
Nietzsche se pregunta: “¿Qué nos queda del arte?” (HdH I, §222). Después de hacer
dos objeciones propone una alternativa. La primera objeción es planteada de la
siguiente manera: el arte, asumido desde una perspectiva metafísica, tiene un valor
mayor porque la creencia en su inmutabilidad y la búsqueda de la esencia de las cosas
hará que las obras artísticas tengan una existencia eterna. Pero para Nietzsche una
obra de arte tiene sentido e importancia de manera temporal, el hombre y sus obras
son algo devenido, cambiante, no son fijos ni permanentes. La segunda objeción es en
contra de otro supuesto de los metafísicos, ver el arte como una mera apariencia de la
vida, ellos creen que el arte es real, que está más cercano a este mundo visible y que
el mundo real y aparente del artista tienen semejanza porque “el arte representaría lo
igual, los tipos y los modelos de la naturaleza […] pero estos presupuestos son
falsos” (HdH I, §222).
Frente a estos dos supuestos metafísicos Nietzsche muestra que del arte nos
quedará su última evolución, que es la transformación del hombre artístico en
científico. Pero el mundo científico nunca podrá olvidar los beneficios que ofrece el
arte como el placer y el interés por la existencia de la vida. El arte puede desaparecer,
pero en el hombre nunca desaparecerá
la capacidad que hemos aprendido de él; así como se ha renunciado a la religión, pero
no a las intensificaciones y elevaciones de ánimo que hemos adquirido con ella. Igual
que el arte plástico y la música representan la medida de la riqueza de sentimiento
realmente adquirida y acumulada por medio de la religión; así una vez desaparecido
el arte, la intensidad y la multiplicidad de la alegría de vivir que él ha sembrado en
nosotros, seguirían exigiendo ser satisfechas. El hombre científico es la evolución
ulterior del hombre artístico. (HdH I, §222)
por qué una obra de arte no abarca el sentido y el significado de lo que es el arte. La
tarea del arte es
ante todo y en primer lugar embellecer la vida, es decir, hacernos a nosotros mismos
soportables para los demás y a ser posible agradables: con esta tarea a la vista, nos
modera y refrena, crea formas de trato social, vincula a los carentes de educación a
las leyes de decoro, de limpieza, de cortesía, de hablar y callar en el momento
correcto. Además, el arte debe ocultar o reinterpretar todo lo feo, aquello que es
doloroso, terrible, asqueroso, que pese a todos los esfuerzos, vuelve a estallar siempre
de nuevo, dado el origen de la naturaleza: debe proceder así sobre todo con respecto a
las pasiones y a los dolores y angustias del alma, y hacer traslucir en lo inevitable e
irremediablemente feo lo significativo. (HdH II, §174)
Observando esta tarea del arte, se puede decir que las obras de arte tienen un
mínimo de importancia dentro de toda la manifestación artística, son un mero
“suplemento”. Las obras de arte son, para Nietzsche, un excedente de esas fuerzas
que embellecen y reinterpretan el arte y no son la esencia del arte, tal como se cree
actualmente. El arte no significa simplemente ir a visitar un museo, un teatro,
escuchar música o leer un libro o una novela en el tiempo de ocio, estos aspectos solo
favorecerían la economía de las obras de arte, mas no el arte en sí.
Este último es otro de los errores del hombre moderno con respecto a la
concepción estética, creer que las obras de arte, en el fondo, son arte. Sería más
fructífero que esos tiempos de ocio que tiene el hombre se invirtieran en aprender a
“reflexionar” sobre las verdaderas manifestaciones del arte como las alegrías, las
tristezas, los sentimientos, etcétera y aprender el arte de la “objeción” del que tanto
carece el hombre actual.
Nietzsche, en el aforismo 167 de Humano, demasiado humano I, habla de la
educación artística para el público. En dicho aforismo pretende dar un giro a la forma
en que se ha relacionado el arte con el público, allí explica la manera en que el pueblo
debe aprender a ir más allá del motivo, cuando el mismo tema ha sido tratado de
“cien maneras distintas por artistas diferentes” (HdH I, §167). Si se trabaja en este
sentido, el público ya no tendrá ese encanto por la novedad, sino que él mismo puede
“captar y gozar” (HdH I, §167) los matices y las nuevas invenciones con respecto al
tema. Es importante que el buen artista involucre al público en su obra, por ello, es
397
necesario que cuando el artista cambie de estilo lo realicé a paso lento, así el público:
“oyentes y espectadores” (HdH I, §168) se dará cuenta de los cambios y con ello se
evita “ese gran abismo entre el artista, que crea sus obras desde unas remotas alturas,
y el público, que no puede alzarse a esas alturas y desanimado termina por caer
mucho más abajo” (HdH I, §168). Si se cambiara esa relación tradicional que existe
entre el genio artista y el público, el arte sería visto como un aspecto de creatividad de
individuos libres y no como algo con tintes sobrenaturales de unos genios divinos.
Para Nietzsche los genios del arte y las genialidades artísticas no existen
porque todas las obras artísticas surgen de un constante devenir y dicho devenir se ha
ocultado para hacerlas pasar como divinas; esta crítica del “culto del genio por
vanidad” se expresa en el aforismo 162 de Humano, demasiado humano I. Pensar,
por ejemplo, que un esbozo de un cuadro de Rafael o un drama shakesperiano son
una “enorme maravilla, un caso extremadamente raro, o bien, si aún somos religiosos,
que es una gracia de las alturas” (HdH I, §162), es creer en la existencia de una
supuesta perfección y verdad de las cosas y con ello nace el culto de los hombres
hacia dichas verdades que nos aparecen lejanas e imposibles a nuestra realidad. Creer
en los genios del arte es pensar el arte en una “sola dirección”: la perfección, y no
aceptar que en él existe la construcción y el devenir permanente en cada una de sus
obras,
también el genio no hace otra cosa que aprender primero a colocar las piedras y luego
a construir, a buscar siempre material nuevo y a plasmarlo sin cesar. Toda actividad
del hombre es asombrosamente complicada, pero ninguna es un «milagro», ––
Nietzsche se pregunta––: ¿De dónde procede entonces la creencia de que el genio
sólo se da en el artista, en el rétor o el filósofo, y que sólo ellos están dotados de
«intuición»?. (HdH I, §162)
el veneno termina por aflorar a medida que el «genio» envejece; recordemos por
ejemplo a Napoleón, cuyo genio alcanzó esa poderosa unidad que lo eleva por
encima de todos los hombres modernos, gracias precisamente a esa fe en sí mismo y
399
Podemos ampliar dicha crítica sobre el milagro de los genios en los Nachlaß o
cuadernos de anotaciones de 1877. En estos apuntes escribe que no pueden existir
hombres con talentos sobrehumanos privilegiados, pues todo genio necesita de un
“esfuerzo y rigor de la ciencia” (FP II, 23[173], finales de 1876-verano de 1877), es
decir, el milagro en los hombres no existe, ni tampoco en ellos “caminan guías
sobrenaturales” (HdH I, §164).
Para el filósofo alemán, lo más importante en la creación artística es “la
seriedad del oficio” (HdH I, §163), es importante acabar con la creencia de la
existencia de los “dotes naturales, de los talentos innatos ––pues según Nietzsche––
Se puede citar grandes hombres de toda clase que eran poco dotados. Pero
adquirieron grandeza, llegaron a ser «genios»” (HdH I, §163). Estos grandes
hombres, que han sido poco talentosos, son un ejemplo claro de que el arte no cae del
cielo, sino que se necesita de tiempo, de trabajo y dedicación. Más adelante, en el
aforismo 263, “Dones naturales” [Begabung] de Humano, demasiado humano I,
Nietzsche puntualiza que:
en una humanidad tan desarrollada como la actual, cada uno recibe de la naturaleza el
acceso a muchos talentos. Todo el mundo tiene un talento innato, pero raro es aquel
al que la naturaleza y la educación le han otorgado ese grado de tenacidad, constancia
y energía para convertirse en un talento real y, por tanto, para llegar a ser lo que es, es
decir: el descargarse en obras y acciones. (HdH I, §263)
PARTE III: INDICIOS DE LA EXISTENCIA DE LA LIBERTAD EN
EL HOMBRE
parecido con la construcción cultural de épocas completas […] pues dondequiera que
se ha desplegado la gran arquitectura de la cultura, su misión ha consistido en obligar
a que concuerden los poderes en conflicto mutuo, mediante una coalición
hegemónica de los otros poderes menos incompatibles, sin por ello oprimirlos ni
encadenarlos. (HdH I, §276)
inferior que es donde encuentra tranquilidad. La cultura inferior es comparada con los
lugares (nuestra casa, el jardín, el bosque, la iglesia, etc.) y la gente de nuestra
infancia (campesinos, vecinos, pescadores, gente del bosque), ellos no cambian,
parecieran permanecer intactos durante el tiempo. Pero si algún hombre de nuestra
infancia quiso cambiar su modo de vida, ser viajero y diferente, cuando regresa a esos
sitios de infancia se percata de que todo sigue igual, mientras que él se ha encontrado
con otras situaciones muy distintas y difíciles, es decir, se ha convertido en un
hombre de cultura superior y no de la supuesta vida feliz y placentera que llevan los
hombres del común.
espíritu “incapaz de aceptar las normas sociales actuales” (p. 79; traducción propia),
es querer establecer otro tipo de vida.
El caminante tiene espíritu de libertad porque no se ata a ninguna cosa, tiene
espíritu de nómada, le gusta el cambio, la provisionalidad, las puertas se le cerrarán,
pero muchas otras se le abrirán, “ellos van en busca de la filosofía de la mañana”
(HdH I, §638). El espíritu libre tiene como naturaleza tener los “ojos bien abiertos”
(HdH I, §638), esta característica es fundamental porque estar despierto no le permite
estar atado a nada. El caminante encontrará días y noches en los que “estará cansado
y hallará cerradas las puertas de la ciudad […] su corazón estará cansado de
peregrinar” (HdH I, §638), y por supuesto que también encontrará decepciones y
engaños en los hombres (“suciedad”). Pero esta situación se verá recompensada
cuando el caminante encuentre “otros países y otros días […] paseará bajo los
árboles; de sus copas y de las profundidades de su follaje sólo caerán en torno a él
cosas bellas y claras” (HdH I, §638). Este es un regalo que solamente florece para los
espíritus libres que habitan en la “montaña, en el bosque y la soledad y que, como él,
a su manera, unas veces alegre y otras meditabunda, son caminantes y filósofos”
(HdH I, §638); estos espíritus son los que buscan otra filosofía, la que Nietzsche
llama “filosofía de la mañana”.
Nietzsche, el caminante, lleva una maleta cómoda para su viaje y lo
acompañan: “Epicuro y Montaigne, Goethe y Spinoza, Platón y Rousseau, Pascal y
Schopenhauer” (HdH II, §408). Con estos ocho filósofos es que se confronta
Nietzsche, por ello, es que no se encuentra solo, a veces los refuta, otras los acepta, “a
ellos quiero escuchar cuando se dan unos a otros razón o no […] a esos ocho dirijo mi
mirada y veo sus rostros vueltos hacia mí” (HdH II, §408). A estos ocho filósofos,
Nietzsche los ve más vivos que a los propios vivos, pues a estos últimos los ve
moribundos, inquietos y ansiosos, mientras que los primeros, aunque se encuentran
muertos, parecen no “cansarse de la vida” (HdH II, §408), aspecto que le falta al
hombre moderno.
No obstante, y tal como el mismo filósofo alemán lo expresa en el aforismo 5
del prólogo a Humano, demasiado humano II, surge en él, “sobre todo una
409
1
El hombre activo, para Nietzsche, es el hombre ordinario, el obrero, el banquero, el comerciante, los
hombres de la masa, en suma, los hombres de la cultura inferior o esclavos.
410
Humano, demasiado humano expresa en sus aforismos una purga del espíritu,
liberación de todo lo que no pertenece a la naturaleza de los fuertes,
No pertenece a ella el idealismo: el título dice «donde vosotros veis cosas ideales veo
yo ––¡cosas humanas, ay, sólo demasiado humanas!»… Yo conozco mejor al
hombre… la expresión «espíritu libre» quiere ser entendida aquí en este único
sentido: un espíritu devenido libre, que ha vuelto a tomar posesión de sí. (EH,
Humano demasiado humano, §1)
Es decir, que los espíritus libres construyen su propio estilo, con sus propias
verdades y, al crearlas, ellos están manifestando su carácter de construir un mejor
futuro, con otra manera de ver el mundo, sin la pretensión de querer universalizar o
eternizar sus verdades.
Ahora bien, si observamos la primera edición de Humano, demasiado humano
I en 1878, se puede decir que Nietzsche da cierta importancia a Descartes al iniciar su
escrito con un epígrafe (omitido a partir de la segunda edición), donde cita frases de
la tercera parte del Discurso del método y que, en cierta forma, son aplicadas en su
Humano, demasiado humano. Para Robert A. Rethy (1976), dicha cita a modo de
epígrafe ha sido prácticamente olvidada por los intérpretes de Nietzsche que se han
dedicado a discutir la dedicatoria a Voltaire y no la de Descartes. Incluso, dicho
olvido todavía persiste en los últimos comentaristas del filósofo alemán. En el
epígrafe tomado del Discurso del método, podemos leer aspectos importantes que
imprimen estilo y marcan el carácter de la obra de Nietzsche:
2 Con respecto al proyecto utópico de Nietzsche, ver Antonio Monclús (1981) y, el Capítulo 1.2. El
proyecto utópico en la concepción de la obra de Nietzsche (Utopie), de José Luis Puertas (2001).
414
«Dar estilo» al propio carácter ––¡un arte grande y poco frecuente! Lo ejerce aquel
que abarca con la mirada todas las fuerzas y debilidades que ofrece su naturaleza y
las integra luego en un plan artístico hasta que cada una de ellas aparezca como arte y
razón y hasta que la debilidad fascine a la vista […] con un prolongado ejercicio y un
trabajo cotidiano […] que el gusto fuera bueno o malo tiene menos importancia de lo
que se piensa, ––¡basta con que sea un gusto único! ––serán las naturalezas fuertes,
dominadoras, las que disfrutarán su alegría más sutil en una coacción así, en esa
sujeción y realización bajo su propia ley; la pasión de su poderoso querer se aligera
con la visión de cualquier naturaleza estilizada, de cualquier naturaleza vencida y
puesta a su servicio; incluso cuando tienen que construir palacios y diseñar jardines,
les repugna dejar en libertad a la naturaleza. ––A la inversa, son los caracteres
débiles, que no tienen poder sobre sí mismos, los que odian la sujeción del estilo:
sienten que si se les impusiera esa maligna coacción tendrán que volverse vulgares
bajo su dominio: ––apenas sirven se vuelven esclavos, odian servir. (GC, §290)
corazón” (CS, §300). Podemos decir que el estilo que imprime Nietzsche a partir de
sus escritos de libertad en el periodo medio es la escritura aforística en la filosofía y,
como lo señala acertadamente Mónica Cragnolini (2006), es “como una empresa
terapéutica, como un modo de enfrentamiento con la enfermad” (p. 92). Aunque el
aforismo no es su único estilo y, tal como lo señala en Ecce Homo, el arte del estilo
para comunicar tensiones se hace a través de la “multiplicidad de estados interiores
[…] hay en mí muchas posibilidades de estilo ––el más variado arte de estilo del que
hombre alguno ha dispuesto jamás” (EH, Por qué escribo tan buenos libros, §4) y así
lo observamos en toda su obra que, tal como lo señalamos en el primer capítulo, se
apropia de diferentes estilos para expresar su pathos, es una invitación para
reconstruir y transformar el pensamiento vigente.
Al respecto, en el aforismo 291 de La gaya ciencia, Nietzsche compara al
hombre que imprime estilo con los habitantes de la ciudad de Génova; para nuestro
autor, el genovés es un digno representante del espíritu de la libertad y la diferencia.
Al observar detenidamente esta ciudad, Nietzsche ve el rostro de generaciones
pasadas, de hombres atrevidos y dominadores; al mirar detenidamente las casas,
observa construcciones hechas para perdurar por siglos, porque sus antepasados
quieren seguir viviendo en esa particular ciudad. Sus habitantes son hombres con
miradas de violencia y de conquista, con un deseo egoísta de posesión, ellos
levantaron un nuevo mundo junto al viejo. Nietzsche ve, en su arquitectura, no un
estilo que obedece a la legalidad y a la obediencia de esas construcciones del norte
que sienten la necesidad de la homogeneidad y del orden, sino uno en el que cada
construcción es un mundo aparte. El genovés es aventurero (Cristóbal Colón),
conocedor del mar y de Oriente, poco amigo de la ley y del vecino, le gusta fundar
todo de nuevo, el genovés tiene un estilo propio que lo hace diferente a los demás.
Como el genovés, es el hombre que desea Nietzsche, un hombre de espíritu libre
[freie Geister] que quiera “volar sin reparos hacia donde se nos lleve ––¡nosotros,
pájaros que hemos nacido libres! A cualquier lugar al que lleguemos, a nuestro
alrededor habrá siempre libertad y luz del sol” (GC, §294).
416
el Nietzsche que escribe el Ecce Homo para decir quién es nombrándose, se des-
nombra, y al hacerlo muestra la yoidad como un tejido que se construye en la
escritura siguiendo un hilo que poco tiene que ver con las intenciones de quien, desde
la figura del autor, cree que lo está tejiendo. (p. 55)
No te dedicarás a la política.
No te arrepentirás de un delito, sino que en compensación harás una buena obra más.
Dejarás que el mundo actúe contra ti y tú contra el mundo. (FP II, 19[77], octubre-
diciembre de 1876)
Puede afirmarse que, los nuevos diez mandamientos son una especie de guía
de trabajo que Nietzsche se propuso en 1876, un decálogo que cambia su forma de
vida y pensamiento a partir del periodo medio. Al observar el mandato de este
418
Para explicar el tercero, “No serás ni rico ni mendigo” [Du sollst nicht reich
und kein Bettler sein], nos remitiremos a los aforismos 479 de Humano, demasiado
humano I y 310 y 317 de Humano, demasiado humano II. En el aforismo 479, “La
riqueza como origen de la nobleza de sangre” [Reichthum als Ursprung eines
Geblütsadels] de Humano, demasiado humano I, observamos que Nietzsche acepta la
riqueza. Sin embargo, encuentra desventajas porque el hombre rico de la modernidad
siempre ambiciona tener más de lo que en realidad necesita, su obsesión es la de
hacer dinero para no aburrirse y encontrarle un poco de sentido a su vida.
Este aspecto es típico de aquellos “propietarios que no saben hacer uso del
tiempo libre […] continuarán siempre buscando nuevas propiedades” (HdH II, §310).
En este sentido la riqueza se convierte en “dependencia y pobreza de espíritu” (HdH
II, §310). Entre los beneficios que ofrece la riqueza y que hacen que se produzca “una
aristocracia de la raza” (HdH I, §479) encontramos el permitir poder pagar a los
mejores maestros, tener tiempo para ejercicios físicos, elegir las mejores mujeres y
sobre todo: “la emancipación del embrutecedor trabajo material” (HdH I, §479).
Labor con la que Nietzsche nunca estuvo de acuerdo y que fue una de las posibles
razones por las que renuncia a su trabajo como profesor, pues no le permitía ser lo
que tanto quiso ser, errante y escritor libre. La riqueza, de cierta forma, crea “gracia y
distinción, la mayor libertad de ánimo, la ausencia de lo miserablemente pequeño, de
la humillación frente a los que dan de comer, la economía del céntimo” (HdH I,
§479). La propiedad, siempre y cuando sea apropiada, hace al hombre “más
independiente y más libre” (HdH II, §317), de lo contrario se convierte en una
adicción perpetua. Mientras que la pobreza es un cultivo de la humillación, del
mendigar y de la subordinación frente a los llamados poderosos o influyentes,
“enseña a insinuarse acuclillado en las galerías subterráneas del favor” (HdH I, §479).
En suma, la pobreza extrema, para Nietzsche, hace que la raza no sea “viable”, por
ello, es necesario no ser ni rico, ni pobre, sino tener lo necesario para vivir bien, sin
los abusos que exige el mundo moderno.
Retomando el cuarto mandamiento: “Evitarás a los célebres e influyentes”
[Du sollst den Berühmten und Einflußreichen aus dem Wege gehn], damos la razón a
420
3
En la carta enviada a Mathilde Trampedach leemos: “¿Quiere usted ser mi esposa? La amo y me
parece como si ya me perteneciera. ¡Ni una palabra sobre lo repentino de mi inclinación! Cuando
menos nadie tiene la culpa, y nadie ha de ser disculpado. Pero lo que quería saber es si usted siente lo
mismo que yo ––¡pues no hemos sido en absoluto extraños en ningún momento!” (CO III, §517).
421
agregar algo referente al vivir en soltería o soledad, tal como el mismo Nietzsche lo
expresa en el aforismo 426, “Espíritu libre y matrimonio” [Freigeist und Ehe] de
Humano, demasiado humano I, pues esta última es un estado que al parecer le
agradaba a nuestro filósofo, los espíritus libres, “ellos, han de preferir volar solos”
(HdH I, §426); aunque habría que tener en cuenta que, como lo describimos en el
primer capítulo, un buen matrimonio puede ser sano y funciona bien si se mantiene
una relación desde la distancia.
Respecto al sexto mandamiento: “Harás que tus hijos sean educados por tus
amigos” [Du sollst deine Kinder durch deine Freunde erziehen lassen], diremos que,
para Nietzsche, la educación es un aspecto primordial para el desarrollo de los
espíritus libres, de ahí que haya mencionado dicho aspecto como uno de los diez
mandatos de la libertad. Nuestro autor fue crítico frente a los sistemas educativos del
siglo XIX que no permitían la diferencia del individuo, cohibición que viene desde el
seno de la misma familia, por ejemplo,
los padres hacen involuntariamente de sus hijos algo parecido a ellos ––lo llaman
«educación»––, ninguna madre duda en el fondo de su corazón de que con su hijo ha
dado a luz una propiedad, y ningún padre se niega el derecho a poder someterlo de
acuerdo con sus conceptos y estimaciones de valor. (MbM, §194)
En esta cita, podemos ver cómo desde la propia familia se está sometiendo al
niño y cómo en un tejido social se continúa esa domesticación, por ejemplo, en la
escuela y las demás instituciones que impone el Estado. Este sometimiento se hace
con el fin de crear hombres parecidos y uniformados, tenidos en cuenta como “una
propiedad”, y a quienes jamás se les va a permitir cultivar la diferencia, ya que esto
sería perjudicial para la sociedad.
Con respecto a la carencia y temprana muerte del padre biológico de
Nietzsche, cuando contaba con tan solo cinco años de edad, nuestro autor recomienda
que si no se tiene un buen padre hay que buscarlo, “hay que procurárselo” (HdH I,
§381); “que un hijo adopte a un padre es más razonable que lo contrario: puesto que
sabe con mucha más exactitud qué es lo que necesita” (FP II, 19[13], octubre-
diciembre de 1876). Debido a esta experiencia, podemos decir que Nietzsche se
422
Ante la elección entre una descendencia física o espiritual, hay que valorar a favor de
esta última el que aquí se es padre y madre en una y la misma persona, y que el hijo,
una vez que ha nacido, ya no necesita ninguna educación ulterior, sino tan sólo su
inserción en el mundo. (FP II, 19[38], octubre-diciembre de 1876)
Nunca dejar sitio al remordimiento, sino decirse en seguida: esto supondría añadir
una segunda estupidez a la primera. ––Si se ha hecho daño, piénsese en hacer algo
bueno. ––Si se es castigado por las propias acciones, sopórtese el castigo con el
sentimiento de estar haciendo ya algo bueno: desanimando a los demás de caer en la
misma locura. Todo malhechor castigado puede sentirse como un benefactor de la
humanidad. (CS, §323)
cuando hayas dejado la ciudad podrás ver cuán altas se yerguen sus torres sobre las
casas” (CS, §307). Y es que para ver la verdad o la falsedad de las cosas es necesario
compararlas con otras verdades, verdades que encontramos fuera de las “torres”
[Thürme]. Por ejemplo, “para divisar desde lejos nuestra moralidad europea, para
medirla con otras moralidades, anteriores o venideras, hay que hacer lo que hace un
caminante que quiere saber qué altura tienen las torres de una ciudad: salir de ella”
(GC, §380). Sin embargo, es necesario recordar que para Nietzsche, y tal como lo
hemos señalado en el capítulo II, los conceptos y la verdad absoluta no existen,
simplemente son fábulas que se ha inventado el humano, porque todo está en un
continuo devenir y cambio, solo hay interpretaciones y perspectivas.
En el décimo y último mandamiento: “Dejarás que el mundo actúe contra ti y
tú contra el mundo” [Du sollst die Welt gegen dich und dich gegen die Welt gewähren
lassen], encontramos algo interesante que es característico en toda la obra de
Nietzsche, la tensión y el conflicto que hacen que la vida no sea aburrida. Es una
suerte de imperativo para que el individuo se enfrente al mundo, a sus supuestas
verdades y a poner esas verdades en entredicho. De la misma manera, el mundo
reaccionará frente a esos individuos que son de espíritu libre y tratará de derrotarlos
con su sistema perfectamente elaborado, pero esos pocos hombres de espíritu
diferente se enfrentarán a ese monstruo y lucharán por sus propias verdades y
opiniones.
Que un día puedan existir semejantes espíritus libres, que nuestra Europa llegue a
tener entre sus hijos de mañana y pasado mañana tales camaradas alegres y
temerarios, de carne y hueso y no sólo, como en mi caso, espectros y juegos de
sombras del solitario […] Ya los veo venir lenta, lentamente, ¿y acaso puedo hacer
algo para acelerar su venida, si describo por anticipado bajo qué destinos los veo
nacer y por qué caminos venir? (HdH I, Prólogo, §2)
mayo de 1877 en busca de una recuperación para su salud: “los papeles de Sorrento
que él lleva en su maleta y el proyecto de un nuevo libro todavía sin título son una
promesa de libertad, pero también una tarea gravosa” (p. 175).
Los espíritus libres son aquellos individuos que, tal como lo leemos en los
Fragmentos póstumos del otoño de 1883 16[14], son superiores a los filósofos, a los
doctos, a los investigadores y a los críticos. Los espíritus libres deben “danzar con
cadenas” (CS, §140) como lo hacían los artistas griegos, es decir, “ponérselo difícil a
uno mismo y luego extender encima de ello la ilusión de la facilidad” (CS, §140). Un
artista que danzó sobre las cadenas fue Homero porque danzó sobre las cadenas de su
pueblo y “él mismo creó por añadidura nuevas convenciones para aquellos que
llegaron después” (CS, §140), Homero fue un creador.
Los nuevos espíritus libres se mantienen más allá de los ideales, pero a la vez
indagan sobre la ilogicidad de la existencia, son “los redentores de la moral”. Es por
ello que, y tomando como referencia la mirada retrospectiva que Nietzsche hace en
Ecce Homo, una característica de los espíritus libres es la independencia, un
pensamiento propio que fue asumido en el llamado segundo periodo de escritura en la
vida del filósofo alemán, aunque en su I Consideración Intempestiva, David Strauss,
el confesor y el escritor de 1873, se dan ya muestras e indicios de una escritura
independiente de un nuevo filósofo.
Frente a la creencia de la existencia de la antítesis de los valores propuesta por
los metafísicos, en el aforismo 2 de Más allá del bien y del mal, Nietzsche es
optimista respecto a que en un futuro llegue un
4 Respecto a la palabra “quizá”, ver nota 10 de la traducción de Más allá del bien y del mal. Preludio
de una filosofía del futuro. Traducción de Andrés Sánchez Pascual, Alianza, Madrid, 2001.
428
Pero los auténticos filósofos son los que mandan y legislan: ellos dicen: «¡así debe
ser!», ellos determinan primero el «hacia donde» y el «para qué» del hombre, y para
ello disponen del trabajo previo de todos los trabajadores filosóficos, de todos los
subyugadores del pasado, ––se aferran al futuro con mano creadora, y todo cuanto es
y ha sido se convierte para ellos en un medio, en un instrumento, en un martillo. Su
«conocer» es crear, su crear es una legislación, su voluntad de verdad es –voluntad de
poder. ¿Existen hoy semejantes filósofos? ¿Han existido ya semejantes filósofos?
¿No tienen que existir semejantes filósofos?... (MbM, §211)
Con respecto a las tres últimas preguntas de la cita anterior se pude decir que,
en opinión de Nietzsche, los filósofos con ese espíritu libre y aristocrático en la
actualidad no existen y, si existiesen, son “poquísimos”. En el pasado los
encontramos de manera minoritaria, como los presocráticos, sin embargo, en un
futuro es necesario que existan esos filósofos “del mañana y del pasado mañana”. El
que quiera ser un buen filósofo necesita tener espíritu de “grandeza”, es decir, ser
“distinto, el estar sólo y el tener que vivir por sí mismo” (MbM, §211). Entonces, el
filósofo grande será “solitario”, “divergente” porque no tiene como pretensión
coincidir con las ideas y tendencias de los demás, su aspiración es estar más allá del
bien y del mal establecidos, él es el dueño de sus propias virtudes. Para Nietzsche, un
signo de pensar independientemente se da cuando las opiniones son “consideradas
429
vergonzosas para el que las defiende” (HdH I, §619), y este síntoma es primordial
para continuar con tareas que se alejan de la tradición y así ir en búsqueda de libertad.
Un hombre de espíritu libre debe actuar con “calma” (HdH I, §488), pero “no
con demasiada profundidad” (HdH I, §489), no debe ser idealista, es decir, no debe
creer que las “causas que defiende son esencialmente mejores que cualquier otra en el
mundo” (HdH I, §490); estos espíritus llevan una forma de vida individual con
respecto a las formas de vida ordinarias de los demás hombres. El espíritu libre no se
fija “metas demasiado altas” (HdH I, §540), no le gusta permanecer eternamente en la
juventud porque esa época no es productiva, la juventud es como una corriente fuerte
del río que “arrastra consigo mucha roca y maleza, los espíritus fuertes muchas
cabezas necias y confusas” (HdH I, §541).
El hombre de espíritu libre tiene una ventaja con respecto a los espíritus de la
debilidad, tiene la capacidad de alejarse del presente, es decir, que se apartan del
presente para poder ver, desde allá, la configuración global de la sociedad y así
comprenderla en su totalidad, mientras que los que no se apartan de la sociedad no
tienen la opción de comprenderla. Los nuevos filósofos tienen como “finalidad de la
procreación es traer al mundo a seres más libres de lo que somos nosotros. Ninguna
reflexión es tan importante como la relativa al carácter hereditario de las cualidades”
(FP II, 17[27], verano de 1876).
Nietzsche, pone de ejemplo a varios artistas irreligiosos con espíritu libre
como Homero, Esquilo y Aristófanes. Ellos hicieron sus obras en libertad, semejante
a como un escultor maneja la arcilla, espíritu del que se han alejado los grandes
poetas de nuestros tiempos. Homero es un personaje paradójico porque convirtió a la
cultura griega en el hecho más grande del mundo, expresó toda la “libertad espiritual
y humana que los griegos alcanzaron” (HdH I, §262), pero también se convierte en la
fatalidad de la cultura griega porque “aplanó y disolvió los instintos más serios de
independencia” (HdH I, §262); es decir que, Homero representa a la vez la acción
liberadora y opresiva, tiranizando a los hombres. Este aspecto, en opinión de
Nietzsche, es normal en algunos espíritus porque “todas las grandes potencias
espirituales ejercitan, además de su acción liberadora, también una acción opresiva;
430
aunque desde luego no es lo mismo que sea Homero, la Biblia o la ciencia lo que
tiranice a los hombres” (HdH I, §262).
En suma, y como lo dice correctamente Werner Stegmaier, en la intervención
que hace en la conferencia Was ist aus dem „Wert der Wahrheit“ geworden? de John
Richardson (2014), “Nietzsche ha demostrado consistentemente, en sus declaraciones
y en sus formas literarias, que siempre se puede pensar de manera diferente en la
filosofía, que de repente todo se ve diferente y también se descubren posibilidades de
vida completamente nuevas” (pp. 55-56; traducción propia), tarea que deben asumir
los nuevos filósofos.
un pueblo, de una época, de una raza, de la humanidad ––que tenga alguna vez el
coraje de llevar a su culminación mi sospecha” (GC, Prefacio a la segunda edición,
§2). Es decir, que el médico-filósofo es el encargado de percibir los síntomas de la
enfermedad y la decadencia de la cultura. Este filósofo que es de espíritu libre, tiene
una actividad particular y una actitud propia para trabajar e indagar, “por adquirir
para todas las situaciones y acontecimientos de la vida una única disposición de
ánimo, un solo género de ideas ––a esto se le llama espíritu propiamente filosófico”
(HdH I, §618).
Nietzsche reconoce que la profesión del médico es una de las más preciadas
para la cultura que quiere ser superior. Este arte de la medicina toma importancia a
partir de la pérdida de credibilidad de los llamados médicos espirituales (pastores y
sacerdotes), cuando los hombres empiezan a tomar distancia frente a ellos. No
obstante, para ser buen médico, además de adquirir los mejores y más modernos
métodos, es importante saberlos aplicar y poseer “una capacidad de elocuencia que se
adapte a cada individuo” (HdH I, §243). Con esta virtud, el médico transmite alegría
en la curación y espanta el desaliento, además, el médico debe ser policía y abogado
para entender los secretos del alma sin revelarlos, pues un buen médico “necesita hoy
los recursos técnicos y las prerrogativas de todas las otras profesiones: así equipado,
podrá convertirse en benefactor para el conjunto de la sociedad” (HdH I, §243). El
médico-filósofo debe prevenir los malos pensamientos y malas intenciones, ser
fecundador de espíritus, si trabaja de esta manera y sin necesidad de “hacer milagros”
puede acabar con las penas y el remordimiento del alma y así ser su salvador sin tener
que crucificarse.
Igual que los glaciares aumentan cuando el sol, en zonas ecuatoriales, quema los
mares con mayor ardor que antes, del mismo modo un librepensamiento muy fuerte y
violento puede ser indicio de que en alguna parte ha aumentado extraordinariamente
el ardor del sentimiento. (HdH I, §232)
genio, como a partir de una chispa encendida por la tremenda energía acumulada de
ese modo. (HdH I, §233)
como las épocas grandes, materia explosiva en que está condensada una fuerza
enorme; su condición previa es siempre, histórica y fisiológicamente, que durante
mucho tiempo se haya reunido, almacenado, ahorrado y conservado en atención a
ellos, ––que durante mucho tiempo no haya tenido lugar ninguna explosión. (CI,
Incursiones de un intempestivo, §44)
Los hombres y épocas que tienen dichas características son los llamados a
explotar y sacar a flote esa cantidad acumulada para renovar y recobrar una nueva y
mejor salud; estos hombres son necesarios en la cultura. Nietzsche observa que el
genio que explota no necesita vivir en buenas épocas, sino que surge en cualquier
ambiente, por ejemplo Napoleón. Napoleón es un genio que en opinión del filósofo
alemán, es más fuerte y distinto en comparación con los hombres de su época, la
Revolución Francesa, ésta, “es siempre mucho más joven, más débil, más
dependiente, más insegura, más pueril” (CI, Incursiones de un intempestivo, §44). En
este mismo aforismo Nietzsche observa que el surgimiento de un gran hombre o de
una gran época casi siempre conduce a una etapa de agotamiento y esterilidad, “el
gran hombre es un final; la gran época, el Renacimiento por ejemplo, es un final” (CI,
Incursiones de un intempestivo, §4). Por ello es que los grandes hombres (genios) o
las grandes épocas son escasos, son escasos los hombres y los pueblos que se dan el
lujo de explotar esa enorme fuerza y vivenciar dichos estados de superioridad para
que nazca “el «genio», la «acción», el gran destino” (CI, Incursiones de un
intempestivo, §44).
Ahora bien, en el aforismo 230 de Humano, demasiado humano I,
encontramos una aclaración con respecto a la relación entre el Espíritu libre y el
Espíritu fuerte [Esprit fort]. Allí observamos un cuestionamiento puntual sobre aquel
individuo que es capaz de liberarse de sus debilidades y de sus pasiones, pasiones de
las que se nutren los seres humanos, como el conocimiento y las opiniones. Así pues,
un verdadero espíritu libre es a la vez un espíritu fuerte, un genio que logra liberarse
de las pasiones del conocimiento para no estar condenado a una dimensión trágica. Si
se logra esta liberación, se puede decir que es de espíritu libre y si es de espíritu libre
necesita ser de espíritu fuerte [Esprit fort], porque logra escapar de la inseguridad a la
435
Utiliza los instrumentos de la mentira, del poder y del egoísmo desprejuiciado con
tanta seguridad, que no se le podría definir más que como un malvado ser demoníaco;
pero sus fines, como se traslucen aquí y allí, son grandes y buenos. Es un centauro,
mitad bestia, mitad hombre, y además tiene sobre su cabeza alas de ángel. (HdH I,
§241)
Este genio se puede relacionar con Prometeo, pues incluso Nietzsche lo había
puesto de ejemplo como “el genio de la cultura” del que habla en el aforismo 241 de
Humano, demasiado humano I, pero finalmente decidió suprimir dicho aspecto.
Prometeo es el dios que marca el destino de la comunidad y del individuo. Destino
que casi siempre es desgraciado y trae malos finales a los hombres, por ello, ese
“sufrimiento” [Leiden] tiene que transfigurarse en una obra de arte trágico para poder
ser sobrellevado. El Prometeo de Esquilo es el dios valiente, rebelde, retador de Zeus
436
quien tuvo que vivir el sufrimiento y el dolor cuando los buitres desgarraban su
hígado en razón de su sabiduría y conocimiento desmesurados. Prometeo es uno de
esos personajes que Nietzsche anhela en estos tiempos, porque es el destructor de los
dioses, con su actuación, nos deja el himno de impiedad, gracias a su audaz
inteligencia tuvo que sentir el sufrimiento y el dolor, como el dios valiente que fue.
Para Nietzsche, este mito es una revitalización porque en él se encuentran las fuerzas
creadoras, en él está caracterizado el orgullo del artista, donde ni siquiera su eterno
sufrimiento era lamentado, él desafía toda desgracia.
Nietzsche ve en este mito una importancia grandísima para el ario, así como
fue el mito del pecado original para el semita. Encuentra en ellos un parentesco en
primer grado de consanguinidad, pero la importancia de Prometo es el valor que le da
a la ingenua humanidad, el fuego (es aquella ingenuidad de la naciente cultura
griega), que sirve supuestamente para la elevación y el desarrollo del hombre y que se
convirtió no en un regalo, sino en un robo al dios de dioses. El robo fue un sacrilegio,
una culpa humana que costaba algún tipo de sufrimiento y que finalmente sirvió de
provecho para la humanidad que aspira a lo alto, a su dignidad, a su individuación, un
costo que se tiene que pagar con crueldad y que en el caso ario lo paga un varón con
aspiraciones titánicas, mientras que en el semita el pecado lo origina una mujer y lo
pagan todos los seguidores de dicha religión. Prometeo representa lo apolíneo (justo)
y lo dionisíaco (injusto) y en ellos están igualmente justificados, mientras que el
pecado original de los semitas solo se quedó con la versión de la injusticia, de lo
prohibido, del mundo de la maldad.
Lo interesante de Prometeo es que sufre con su cuerpo para violentar y
desafiar la tradición del Dios supremo, es ese cuerpo-hombre que desafía a Dios, es el
hombre que cree en sí mismo, en el que siempre están presentes nuevas posibilidades
que no están determinadas dentro de un rol que le establece la sociedad moralizada,
roles como el de un sujeto racional moderno pensado por Kant o Descartes. El
Prometeo de Esquilo es ese personaje de espíritu fuerte que con su actuación nos deja
una lección: el no seguir las normas objetivizadoras, el transgredirlas sin importar las
consecuencias, pues, solo así, se puede transformar el espíritu del hombre moderno.
437
Han sido los espíritus más fuertes y los más malvados los que hasta ahora han llevado
adelante en mayor medida a la humanidad: han vuelto siempre a encender las
pasiones adormecidas ––pues toda sociedad ordenada adormece las pasiones––, han
vuelto siempre a despertar el sentido de la comparación, de la contradicción, del
placer por lo nuevo, osado, no probado, han obligado a los hombres a oponer
opiniones contra opiniones, modelos contra modelos. Con las armas, derribando los
mojones fronterizos, hiriendo la mayoría de las veces lo que se veneraba: ¡pero
también con nuevas religiones y morales!. (GC, §4)
¡Y así adelante por la vía de la sabiduría, con buen paso y buena confianza! ¡Seas
como seas, sírvete de ti mismo como fuente de experiencia! Deshazte del
malcontento sobre tu ser, perdónate tu propio yo, porque en cualquier caso tienes en
ti una escalera con cien escalones, por los cuales puedes subir al conocimiento. (HdH
I, §292)
Nietzsche observa que en estos tiempos todavía se conservan las dos clases de
hombres, los esclavos y los libres. El defecto principal de los hombres activos
(esclavos) como los comerciantes, banqueros, hombres del Estado y demás
funcionarios es que cumplen una función como “representantes de una especie […]
ruedan como rueda la piedra, con la estupidez del mecanismo” (HdH I, §283) y no
como personas concretas y singulares, no gozan de la vida que les es propia, sino de
la vida que impone la especie. El hombre que no dedica “dos tercios del día” (HdH I,
§283) para sí, es un hombre activo, es decir, de cultura inferior e irracional, porque
realmente no sabe lo que hace, por ejemplo, “el banquero que amasa dinero no se le
puede preguntar sobre la finalidad de su incesante actividad” (HdH I, §283). En
contraste, esos mismos hombres en los Nachlaß o cuadernos de anotaciones de 1876
los llama inactivos, “la inactividad de los «activos»” (FP II, 16[38], de 1876), ellos
no saben el motivo por el que trabajan y desarrollan su trabajo de forma inconsciente,
les falta lo primordial: “la actividad superior, la individual” (FP II, 16[38], de 1876).
El filósofo alemán percibe cómo en estos tiempos se ha incrementado la
agitación de la cultura, esa “falta de tranquilidad de nuestra civilización está
desembocando en una nueva barbarie” (HdH I, §285), no hay madurez del
pensamiento debido al ritmo acelerado que lleva la cultura occidental. Esta prisa es
debida en parte a los hombres activos, “los carentes de calma” (HdH I, §285) que se
olvidan de la individualidad, es decir, de lo realmente importante: “la actividad
superior” (HdH I, §285).
Podemos ver que, en la Grecia antigua se permitía el desarrollo espiritual del
individuo, y ese es precisamente el temor que siente actualmente el Estado, “en la
polis la ambición del individuo era estimulada al máximo, de modo que éste, una vez
adentrado en el camino de la formación cultural, proseguía por él hasta el último
extremo” (HdH I, §474). El filósofo de Röcken contrapone dos máximas, una la
tradicional y a la que siempre criticó: “conócete a ti mismo” y la otra, propuesta por
él, similar a la de los antiguos griegos y que sirve como imperativo alternativo,
“quiere una individualidad y llegarás a ser una individualidad” (HdH II, §366). Esta
última máxima es común a “naturalezas activas” y superiores que tienen la opción de
442
por los que tienen espíritu de “ordenar, depurar y reconstruir” (HdH I, §463) y la
segunda caracteriza aquellos espíritus de la debilidad que,
mundo de una manera “inmoral, extramoralmente, «más allá del bien y del mal»”
(HdH I, Prólogo, §1).
Lo que llamamos ‘cultura’ y ‘uniformación’ de los ‘yoes’ es comparado por
Nietzsche con el proceso de fundición de una campana, para la que se hace un molde
con violencia y de manera tosca. De ahí la necesidad de quitar ese molde e ir quitando
esos impulsos metafísicos y errores de la religión, el arte y la moral, para dejar primar
nuestras propias decisiones y proponer un futuro distinto al de la cultura actual. Y
aunque se vea difícil, es posible un cambio que, de forma paradójica, surge de la
adversidad y de la sobresaturación de la cultura, porque de ella misma surgirán las
nuevas fuerzas.
La vida nueva, que se inicia después de la enfermedad del pensamiento, es
planteada como un alejamiento de la típica mentalidad filosófica: “El no uniformarse
de esa manera”, así lo leemos en el aforismo 618, “Tener espíritu filosófico”
[Philosophisch gesinnt sein] de Humano, demasiado humano I:
El hombre moderno desprecia las cosas más importantes, es decir, las cosas
más cercanas, “como por ejemplo comer, habitar, vestirse, el trato, no son objeto de
una atención y transformación constante, imparcial y global, sino que al ser
consideradas degradantes se aparta de ellas la propia seriedad intelectual y artística”
(CS, §5). Por el contrario, y gracias a los metafísicos y sacerdotes, se han despreciado
esas cosas cercanas y se crea un lenguaje hipócrita que confunde al hombre, en
especial, cuando se encuentra en la juventud, para cultivar una dependencia frente a
lo considerado originario y lejano. Aunque, en suma, conducen a todos, “jóvenes y
viejos, a una humillante dependencia y falta de libertad” (CS, §5).
La racionalidad humana descuida y se aparta de las cosas más pequeñas y de
aquellas que están más cercanas a nosotros, pues aquellos idealistas como filósofos,
curas, políticos, periodistas, etc., se encargan de manipular el pensamiento y solo
hacen ver como primordial, por ejemplo, la salvación del alma, el servir al Estado, el
ser éticamente pulcro, el respeto a lo comunitario, entre otras situaciones que
favorecen la masificación. Con ello, el individuo queda perdido en un todo y
absorbido por la uniformidad.
En el aforismo 16, “Dónde es necesario la indiferencia” [Worin
Gleichgültigkeit noth thut] de El caminante y su sombra, y tomando como referencia
la metafísica sobre “las primeras y últimas cosas”, Nietzsche recomienda la
446
“tenemos que volver a convertirnos en buenos vecinos de las cosas más cercanas y
dejar de apartar la mirada de ellas tan despectivamente como hasta ahora, hacia las
nubes y los monstruos nocturnos” (CS, §16).
5
Alexander Nehamas (2002), se distancia de Nietzsche con respecto a la postura de las
interpretaciones infinitas, para él, “el perspectivismo requiere sólo de un mundo perfectamente finito y
denso: siempre ha de ser posible reinterpretar, e incluso revaluar, lo que ya parece haber encontrado su
posición final dentro de ese mundo” (p. 88).
448
un grado muy alto de formación y se alcanza sin duda cuando el hombre supera las
ideas y los miedos supersticiosos y religiosos y, por ejemplo, ya no cree en los
queridos angelitos o en el pecado original, y ha olvidado el discurso de salvación de
las almas: llegando a este grado de liberación, tiene aún que superar, con un gran
esfuerzo de discernimiento, la metafísica. (HdH I, §20)
Nehamas (2002) niega esta referencia al decir que “es posible que algunas
visiones del mundo no sean interpretaciones” (p. 89) y, por tanto, la posibilidad de
que (P) sea falso. Pero, lo que podemos decir es que Nietzsche utiliza la
“interpretación” o el “perspectivismo” del mundo para hacer una crítica a la
uniformidad de la cultura, es decir, que la “interpretación” es una estrategia para
buscar la libertad, tal como el mismo Nehamas (2002) lo confirma más adelante: “el
perspectivismo de Nietzsche, en consecuencia, es una negativa a clasificar a las
personas y los puntos de vista de acuerdo con una escala única” (p. 91).
Nietzsche percibe que nuestra época es afortunada porque, en primer lugar,
gozamos de los productos y creaciones de las culturas anteriores, estamos
relativamente cerca a la magia de esos poderes, pero no nos sometemos a dichas
fuerzas; “mientras que las culturas precedentes sólo sabían disfrutar de sí mismas y
no veían más allá de sí” (HdH II, §179). En segundo lugar, nuestra época es dichosa
porque tenemos un futuro con inmensas perspectivas ecuménicas “dentro de unas
cuantas generaciones posteriores” (FP II, 23[15], finales de 1876-verano de 1877),
cuya nueva tarea es asumida sin prejuicios y “auxilios sobrenaturales” (HdH II,
§179). No “existe nadie a quien haya que rendir cuentas más que a nosotros mismos:
en adelante la humanidad podrá hacer consigo misma lo que quiera” (HdH II, §179),
aspecto que, en otra época, era difícil de pensar, aunque no hay que olvidar que en
estos tiempos existen hombres construyendo colmenas del malestar.
En estos tiempos modernos faltan tranquilizantes como los que existieron en
la Antigüedad tardía con Epicuro. Nietzsche, citando la Carta a Meneceo, explica que
frente a los temores de algunos hombres de su época y frente a la existencia de las
cosas últimas y al temor de los dioses, debemos tener presente que: “«si los dioses
450
existen, no se ocupan de nosotros»” (CS, §7). Con esta postura, según el filósofo
alemán, no hay necesidad de plantear la problemática metafísica acerca de la
existencia o no de los dioses. Otra postura interesante, que nuestro autor ve en
Epicuro, es el planteamiento de la “pluralidad de hipótesis” (CS, §7). Con la
pluralidad nos alejamos de esa maligna postura metafísica de la univocidad del origen
de las cosas; estas dos posturas Nietzsche las resume de la siguiente manera: “en
primer lugar, suponiendo que sea así, no nos importa nada; en segundo lugar, puede
que sea así, pero también puede ser de otra manera” (CS, §7).
El hombre que aspira a la libertad logra alejarse de esos momentos de
veneración, sale de esa soledad de odio hacia su pasado para hacerse dueño de sus
propias virtudes. La libertad, en un principio, es decir, cuando la salud todavía es
inestable y tempestuosa, es para Nietzsche como un
Según Nietzsche, gracias a la actitud científica, se crea una nueva ruta con un
espíritu escéptico, espíritu que se encargará de destruir las cuestiones metafísicas en
la medida en que se nos presentan. En este sentido, es necesario “girar al final de la
pista” (HdH I, §20), entendiendo por girar, el cambiar de ideas y maneras de actuar,
cambiando la dirección que lleva el buque, dirección que Nietzsche modifica al
plantear sus pensamientos de otra manera a partir de Humano, demasiado Humano y
al proponer, con su espíritu optimista, que la metafísica algún día carecerá de interés
e importancia para el hombre. Nuestro filósofo, en los Nachlaß o cuadernos de
anotaciones, recomienda:
En esta cita podemos ver que Nietzsche trae, una vez más, el ejemplo del
árbol para explicar el devenir del mundo. El árbol, aparentemente, es siempre igual
para aquellos que no quieren ver que el mundo se encuentra en constante
movimiento, en este sentido, podemos decir que Nietzsche se acerca a la postura
epistemológica de Descartes, al afirmar que nuestros sentidos nos engañan al no
permitirnos ver el devenir constante del mundo. Por ello, los que perciben los
cambios del árbol son los que tienen una vista aguda, son los que están fuera de la
452
masificación, son los que realmente tiene espíritu de libertad para la observación y no
permiten el sometimiento.
En el campo de la moral es importante que existan los escépticos, aquellos que
investigan y dudan de sus conceptos, algo que a la moral le incomoda porque está
acostumbrada a la “admiración” y a la aceptación por la fe, es por ello, que “disgustan
los escépticos a la moral” (HdH II, §71). En el aforismo 25 “Moral privada y moral
universal” [Privat- und Welt-Moral] de Humano, demasiado humano I, Nietzsche
hace una crítica a lo que él llama “ingenuidad” de moral universal o moral kantiana,
es decir, aquella moral que pretende la igualación de los individuos con el deseo de
que actúen de la misma manera. Frente a esta postura y crítica que Nietzsche hace al
imperativo categórico de Kant, invita a que “el interés de fines ecuménicos, deberían
ser impuestas a sectores enteros de la humanidad” (HdH I, §25), pues no existe una
única conducta que beneficie a toda la humanidad o que sea deseable para todos. Para
Nietzsche la cuestión de los valores morales y como lo muestra Richard Schacht en la
intervención que hace en la conferencia Was ist aus dem „Wert der Wahrheit“
geworden? de John Richardson (2014), “casi todo el tiempo cuando Nietzsche habla
de perspectivas, él habla de valores y no de verdad en general” (p. 51; traducción
propia). Los valores, al ser imprescindibles en la vida del hombre, no se pueden
convertir en verdades eternas, sino que deben ser perspectivísticos, Nietzsche
“relaciona los valores con las formas de vida y los valores son diferentes a medida
que cambia de una forma de vida a otra, ya sea una forma de vida biológica, o una
forma de vida humana o un tipo de ser humano” (Richardson, 2014, p. 51; traducción
propia).
La preocupación por la cuestión de la igualación no es una preocupación
originaria del periodo intermedio, pues ya había sido mencionada en la que nosotros
llamamos introducción a Humano, demasiado humano I, es decir, el capítulo 11 de la
IV Consideración Intempestiva, Richard Wagner en Bayreuth. Allí leemos: “entonces
la felicidad tendrá que brillar sobre los humanos así ordenados con rayos siempre
idénticos, igual que el sol de los países tropicales” (WB, §11). Pero desde dicho
capítulo, Nietzsche hace énfasis en la importancia de que las propiedades de los
453
6
En esta misma conferencia de John Richardson (2014), Jakob Dellinger hace la siguiente replica:
“Desde la perspectiva del Nietzsche-Wörterbuch [Diccionario de Nietzsche], que examina
cronológicamente todos los significados de las formas de palabras "perpective" [perspectiva] y
palabras similares utilizadas por Nietzsche, lo que puedo decir es que Nietzsche utiliza la "verdad de la
perspectiva" solo dos veces. En ambos casos se refiere a cualidades, como la forma en que usted o yo
percibimos el rojo de manera diferente. No parece usar el término para desarrollar ninguna nueva
concepción de la verdad. Pero, por otra parte, utiliza constantemente términos como "Täuschung"
[“engaño”], "Ilusión" [“ilusión”], "Irrtum" [“error”] en relación con su noción de perspectiva. Así que
tengo fuertes reservas contra la idea de que el llamado "perspectivismo" de Nietzsche equivale a una
teoría no absoluta de la verdad” (p. 46; traducción propia).
454
que el carácter sea inmutable no es verdad en sentido estricto; esta frase popular
significa, más bien, que durante la breve vida de una persona, los motivos que actúan
sobre ella no pueden influir lo bastante como para borrar los rasgos impresos en ella
por numerosos milenios. (HdH I, §41)
Para nuestro filósofo, cuando se dice que el artista crea “caracteres” (HdH I,
§160), la estética lo celebra porque cree que es un triunfo involuntario, pues “hay
mucha falsa apariencia en estos caracteres creados por los artistas; no son en absoluto
productos de la naturaleza, sino que, como los hombres retratados, son muy poco
detallados, no soportan su visión de cerca" (HdH I, §160); en realidad, son meras
ilusiones. Atribuirle uno u otro carácter al hombre es caer en superficialidades porque
no se puede comprender en su totalidad el carácter de “un hombre vivo real” (HdH I,
§160). De la misma manera, cuando el poeta pretende crearle un carácter al hombre,
lo hace de forma superficial, según Nietzsche, igual de superficial a “nuestro
conocimiento del hombre” (HdH I, §160).
455
Mientras tanto he despachado una buena cantidad de trabajo, con la revisión y nueva
edición de mis antiguos escritos. En el caso de que me llegara pronto mi fin ––y no
oculto un anhelo de muerte cada vez más profundo–– quedará algo de mí, un trozo de
cultura que de momento no puede sustituirse por ningún otro […] la Europa actual
todavía no tiene idea de cuáles son las terribles decisiones alrededor de las cuales gira
todo mi ser, ni a qué rueda de problemas estoy ligado ––y de que conmigo se prepara
una catástrofe, cuyo nombre sé, pero no pronunciaré). (CO V, §831)
Esto nos da a entender que, gracias a ese carácter que asume nuestro filósofo,
los libros y pensamientos nacen en verdaderos estados de ánimo, ya sea de
decaimiento o de fortaleza; de decaimiento podemos mencionar, en el periodo medio,
a Humano, demasiado humano. Cuando Nietzsche tuvo en sus manos el ejemplar de
este escrito, para él fue de gran asombro porque lo escribió un “enfermo grave”, al
parecer, y como lo dice en el aforismo 2 del prólogo a La gaya ciencia, la enfermad
es la que inspira al que filosofa, pero a pesar de ser un libro escrito por un enfermo es
un libro que manifiesta salud y libertad, al igual que los demás escritos suyos. De ahí,
que dicho libro fuese escrito con ayuda de, su amanuense y corrector de escritura,
Peter Gast (Heinrich Köselitz), así lo confirma en Ecce Homo. Los problemas de los
457
ojos que tuvo durante la escritura de su libro le obligaron a pedir ayuda a Peter Gast;
Nietzsche le dictó el texto y Peter Gast lo corrigió, le imprimió su estilo e hizo
algunas modificaciones. Pero del libro Humano, demasiado humano, el segundo
volumen, en especial El caminante y su sombra, fue escrito en el momento más
minimum de su vida.
Durante la escritura de El caminante y su sombra, la peor etapa del
decaimiento de la salud de Nietzsche no le impidió que continuara con la férrea
crítica al romanticismo y trascendentalismo de la filosofía. Aunque este libro fue
escrito en una profunda enfermedad, no se percibe ese rastro de hundimiento, al
contrario, pareciera ser escrito por un hombre sano que expresa silencio y
destrucción, síntoma del carácter fuerte del filósofo alemán. Es un diálogo consigo
mismo, con su sombra, un caminante que durante sus paseos se adentra en sí y logra
ver que todo está en constante devenir. El caminante y su sombra representa aquellos
momentos difíciles que tenemos que experienciar y que nos sirven para reflexionar
sobre lo que hemos vivido y, así, plantearnos retos en el presente y para el futuro; es
darnos la oportunidad de hablar con nosotros mismos: “La sombra: como hace tiempo
que no te oigo hablar, quiero darte una ocasión para ello” (CS).
El caminar con nuestra sombra es permitirnos lo que Nietzsche tanto anhela,
superación y liberación de las enfermedades dialécticas, liberación que solo puede
obtenerse cuando nos permitimos dialogar con nuestra sombra y percibir el verdadero
estado en el que nos encontramos. Para Nietzsche “la manera como estoy sano y
como estoy enfermo son una buena parte de mi carácter ––se justifica y me justifica”
(FP II, 13[10], ejemplar de Emerson, otoño de 1881). Nietzsche insiste en “no estar
enfermos demasiado tiempo” (CS, §314) porque este estado debilita nuestro carácter.
Aurora es producto del primer invierno en Génova, “aquella dulcificación y
aquella espiritualización que están casi condicionadas por una extrema pobreza de
sangre y de músculos” (EH, Por qué soy tan sabio, §1), mientras que en la
convalecencia o “gran salud” [Grosse Gesundheit] nace La gaya ciencia.
La otra fatalidad a la que hace referencia Nietzsche es la de la “madre viva” y
él envejeciendo,
458
esta doble procedencia, por así decirlo, del vástago más alto y del más bajo en la
escala de la vida, este ser décadent y a la vez comienzo ––esto, si algo, es lo que
explica aquella neutralidad, aquella ausencia de partidismo en relación con el
problema global de la vida, que acaso sea lo que a mí me distingue. (EH, Por qué soy
tan sabio, §1)
principios y las doctrinas que se adecuan a nuestro temperamento, de tal manera que
al final parece que han sido esos principios y doctrinas los que han producido nuestro
carácter” (HdH I, §608), pero en realidad ha sido a la inversa, pues nuestro modo de
ser es lo que hace que pensemos y actuemos de cierta forma.
No obstante, para cultivar el carácter de la cultura y del hombre superior, es
importante hacer un “recargamiento” de la vida para que haya un “aligeramiento”,
aunque, según Nietzsche, también es importante que ocurra lo contrario, es decir, que
existan aligeramientos para recargar la vida, una “vida ligera” [Leichte Leben]. Para
ilustrar dicha situación pone el siguiente ejemplo: “la religión tiene una doble cara,
según que el hombre levante su mirada hacia ella para que le ayude a quitarse su
carga y su miseria, o bien la baje hacia ella, como la cadena que le ha sido impuesta
para que no se eleve demasiado alto en el aire” (HdH I, §280).
En su obra, Nietzsche insiste en la importancia de la guerra para la renovación
y el fortalecimiento del carácter del espíritu. En el aforismo 477 “La guerra
indispensable” [Der Krieg unentbehrlich] de Humano, demasiado humano I, leemos
que no se puede esperar mucho de la humanidad si ha abandonado el arte de hacer la
guerra. Según nuestro pensador, al parecer, no existe otro medio que la guerra para
fortalecer la energía del hombre. En este sentido, James Pearson (2016) indica
acertadamente que la guerra o el conflicto no necesariamente debe “ser pensado en
términos de descarga en absoluto” (p. 6; traducción propia), porque si las guerras
fueran siempre descargas quitarían la carga o la energía que tienen el hombre y los
pueblos, tal como lo vemos en los aforismos acerca de la guerra en Humano,
demasiado humano. La guerra en Nietzsche es, como lo indica George Bataille
(1979) relacionándolo con Proudhon y Marx, un “elemento benéfico” (p. 205) con el
que atacó “la moral idealista” (p. 205). Un ejemplo de lo que puede producir una
guerra son los arroyos y torrentes que nacen de la tempestad,
[…] sin duda arroyan consigo piedras y basuras de todo tipo y arruinan los campos de
cultivos de delicadas culturas, mueven y luego con renovada fuerza, en circunstancias
favorables, los mecanismos de los talleres del espíritu. La cultura no puede prescindir
en absoluto de las pasiones, los vicios y las maldades. (HdH I, §477)
461
7
La Gran Política es vista en Humano, demasiado humano, como esa ideología que aplasta al
individuo, pero a partir de Más allá del bien y del mal, La Gran Política es concebida de una manera
diferente, es la liberadora de los nacionalismos, tarea que debe ser asumida por los filósofos-artistas.
462
Otro de los aspectos que tipifica el carácter del espíritu de libertad es el “saber
esperar” (HdH I, §61),
saber esperar es tan difícil que los mayores poetas nunca han desdeñado como tema
de sus poesías el no saber esperar. Así Shakespeare en Otelo y Sófocles en Ayante: si
hubiese dejado entibiar al menos un día su sentimiento, el suicidio no le habría
parecido ya necesario, como lo señala el oráculo. (HdH I, §61)
Nietzsche observa que la metafísica está atada a una fuerte tradición, tradición
que por costumbre, y en una determinada época, se compara con otra y, por alguna
razón, se le considera superior. Por ello, es necesario que exista la destrucción de
aquellos principios metafísicos, morales y religiosos que han entorpecido la vida de
los individuos.
En una cultura existe una polifonía de eticidades donde el hombre moderno
vive en una “época de comparación” (HdH I, §23), y es ahí, donde la polifonía de
estilos se enfrenta y donde perecen la mayoría; pocos sobreviven y quedan
eliminados los que son considerados como “eticidades inferiores”. Aquellos hábitos y
conceptos que son considerados como eticidades superiores perdurarán por siglos, se
hacen “vinculantes”, encadenando obligatoriamente a una cultura. La encadenan
porque, al hacer la comparación con otra época, se conservan hábitos y costumbres
que, se supone, garantizan la preservación de la vida, una época que para Nietzsche
tendrá que ser superada en la posteridad cuando se abandone la venerabilidad de las
463
“antigüedades” (HdH I, §23). Frente a dichas ataduras que hemos adquirido por
hábito y por costumbre,
el espíritu libre odia todas las reglas y todas las costumbres, todo lo duradero y
definitivo, por esto arranca con dolor, una y otra vez, la red que lo envuelve: aunque
como consecuencia tenga que sufrir muchas heridas pequeñas y grandes, ––ya que
esos hilos tiene que arrancarlos de sí mismo, de su cuerpo y de su alma. Tiene que
aprender a amar donde antes odiaba y viceversa. Más aún, ni siquiera le debe resultar
imposible sembrar dientes de dragón allí donde antes había vertido las cornucopias
de su bondad. (HdH I, §427)
Romper con las reglas y las costumbres es el carácter del espíritu de libertad,
“la verdadera crítica se ha transformado en una hermenéutica genealógica que
reconoce la universalidad del poder y de la mentira” (Conill, 1997, p. 109). Es decir,
que el poder, o la voluntad de poder, del hombre y la destrucción de la mentira es lo
que se puede llamar “libertad”, libertad que implica una nueva interpretación del
mundo. De ahí la importancia de que el hombre no esté ligado a la tradición, porque
no estar atado a las costumbres aumenta la “polifonía de las aspiraciones” (HdH I,
§23).
Ahora bien, en el aforismo 24 “Posibilidad de progreso” [Möglichkeit des
Fortschritts] de Humano, demasiado humano I, se establece la relación entre el
progreso antiguo y el moderno. El progreso antiguo era inconsciente mientras que el
moderno es consciente, en consecuencia, “esta nueva cultura consciente mata a la
antigua […] mata también la desconfianza hacia el progreso” (HdH I, §24) al crear,
por ejemplo, mejores condiciones de vida, de educación, de alimentos, entre muchos
otros. Por ello, para Nietzsche, en estos tiempos, es casi imposible hablar de progreso
en sentido antiguo, pues esa vida inconsciente del animal ya no es aplicable a la
noción de progreso del hombre moderno porque no es tangible. Pero, lo que sí es
cierto es que Nietzsche cree en el progreso moderno al esperar el advenimiento de
una nueva cultura distinta a la que hemos vivido, “¿pero cómo podríamos negar que
es posible?” (HdH I, §24). Es importante aclarar que el progreso no significa una
“reacción como progreso” [Die Reaction als Fortschritt] (HdH I, §26), reacción que
es explicada por el filósofo alemán en el aforismo 26 de Humano, demasiado humano
464
I, poniendo el ejemplo de la reacción que efectuó Lutero con la Reforma, al igual que
todo el movimiento del Renacimiento y la Reforma.
Entonces, ¿cuál es el progreso en Humano, demasiado humano?, el progreso
es la crítica y la destrucción que inicia contra los ideales metafísicos, morales,
religiosos, artísticos y políticos; el progreso es la búsqueda de la libertad por medio
de un pensamiento propio y no dependiente de otras filosofías. Y como lo indica
Nehamas (2002),
los espíritus libres saben que su modo de vida es su propia creación y que no es el
único modo de vida necesario o incluso posible. Por ello, no intentan imponérselo a
otros, y no intentan aferrarse a él una vez que ha sobrevivido a su utilidad. (p. 94)
han recuperado aún su energía. A pesar de sus lacras y vicios fue la edad áurea de
nuestro milenio. (HdH I, §237)
¿No deberíamos nosotros, los hombres más intelectuales de una época que sin duda
se está incendiando cada vez más, recurrir a todos los posibles medios de apagar y
enfriar, para conservar, al menos nosotros, nuestra firmeza, tranquilidad y
moderación, y poder así, quizá algún día, servir de espejo y autoconciencia de esta
época?. (HdH I, §38)
467
envidia ni fastidio a muchas cosas, más aún, a casi todo lo que tiene valor para los
otros hombres; tiene que bastarle, como el estado más deseable, ese libre e
impertérrito planear por encima de hombres, costumbres, leyes y de las valoraciones
tradicionales de las cosas. (HdH I, §34)
espectador, como “planos”, mientras que por ejemplo, los “oscuros” tiene mayor
aceptación del público porque se esfuerzan junto con el mismo artista en interpretar la
obra. El artista que trabaja de esa manera tiene un espíritu colectivo, pues “un buen
escritor no sólo posee su propio espíritu sino también el de sus amigos” (HdH I,
§180).
Nietzsche insiste en la importancia de la incompletud en los escritos y en las
obras de arte. De esta manera, pareciera que está justificando su obra, pues en sus
escritos nunca encontramos esas ansias de completitud que el sistema filosófico tanto
pretende. De ahí que, en Humano, demasiado humano, optara por la escritura
aforística para dejar campo a la interpretación. Lo incompleto para nuestro autor es
un “atractivo artístico” (HdH I, §199) porque es más eficaz, evita el elogio frente a
los grandes sistemas de completitud, que finalmente resultan debilitándose, pues al no
tener que agregarle nada más al sistema, llega a su decadencia.
La incompletud es un estimulante necesario para la vida por esos elementos
irracionales que posee, hace que el lector se encuentre en un mar donde puede
explorar muchas cosas y así ver otras alternativas a las que el sistema de la completud
quiere brindar. Por ello, frente a una época, una corriente o un partido, es mejor no
ver defectos, sino esos pequeños instantes de fortaleza y desarrollarlos en nosotros
mismos, es decir, es más valiosa “una mirada más aguda y una voluntad mejor para
promover el desarrollo de cuanto es incompleto y en devenir” (HdH I, §587).
El tema del “saber a medias” es retomado en los aforismos 554 y 578, de
Humano, demasiado humano I, los dos aforismos son titulados de la misma forma:
“Saber a medias” [Halbwissen]. Aquí, nuestro autor hace referencia al disfrute de
aquel que no habla bien otra lengua, “el placer está de parte de los que saben a
medias” (HdH I, §554) y no del saber completo. “El saber a medias es más victorioso
que el saber completo: conoce las cosas de manera más simple de lo que son y, por
tanto, forma su opinión de manera más comprensible y convincente” (HdH I, §578).
El saber a medias, puede relacionarse con el llamado “horizonte intelectual incierto”
(HdH II, §7); el tener un pensamiento incierto justifica el no poseer la verdad, sino la
probabilidad o verosimilitud, aspecto provechoso para conquistar nuevos campos.
469
Igual que un buen prosista sólo selecciona palabras del lenguaje corriente, pero no
todas las palabras que hay en él ––de donde nace precisamente el estilo
seleccionado––, el buen poeta del futuro sólo representará lo real y renunciará a
todos los argumentos fantásticos, supersticiosos, medio honestos y superados, sobre
los cuales los poetas anteriores demostraron su fuerza. Sólo realidad, pero sin duda
no toda la realidad, ––¡sino una realidad seleccionada!. (HdH II, §114)
que por medio del viaje pretende encontrar la libertad de espíritu. La sombra tiene
una voz semejante a la del caminante, pero más débil y en esta ocasión se le da la
oportunidad para que hable y exprese lo que por mucho tiempo no se le ha permitido
decir. La sombra pide intervenir de manera corta, pues al igual que el caminante no le
gusta entablar diálogos extensos porque lo extenso es aburrido. El caminante
reconoce la importancia de la sombra frente a un mundo que ha privilegiado la luz, no
olvidemos que cuando la luz desaparece inmediatamente llega la sombra.
En cuanto a la brevedad, nuestro filósofo recalca la importancia de lo ligero,
algo dicho de manera breve puede ser el fruto y la cosecha de una prolongada
meditación: pero el lector que en este campo es novato y que aún no ha reflexionado
sobre ello, en todo lo dicho brevemente ve algo embrionario, no sin una mirada de
reproche hacia el autor que le ha servido en la mesa semejante comida tan poco
crecida y madurada. (HdH II, §127)
La educación fue otro de los tantos temas que interesó a Nietzsche desde su
juventud, por ello, a comienzos de 1872, realiza cinco conferencias con relación a la
preocupación por el futuro de la educación. Estas conferencias se reúnen con el título
Sobre el futuro de nuestras instituciones educativas8; otro de sus escritos que hace
alusión a la educación es la III Consideración Intempestiva, Schopenhauer como
educador en 1874. Peter André Bloch (2000) hace una comparación acertada con
relación a la herencia de educador que tiene el filósofo alemán, “la vocación de
Nietzsche como maestro nació, por así decirlo, en la cuna: su padre era pastor, dio
instrucción religiosa y, como seguidor de la teología pietista de la reactivación, estaba
firmemente convencido de que esa era su tarea incondicional” (p. 91; traducción
propia).
Las preocupaciones sobre el tema de la educación, “de nuestros medios y
métodos de enseñanza” (FiE, Introducción) continúan durante el periodo medio. Por
ejemplo, en el aforismo 197, “Los escritos de los conocidos y sus lectores” [Die
Schriften von Bekannten und ihre Leser] de Humano, demasiado humano I, se
describe la manera en que se deben leer los escritos, ya sean de nuestros amigos o de
nuestros enemigos. Para Nietzsche la manera correcta de leerlos e interpretarlos es
olvidando que se es amigo o enemigo; si solamente se piensa en el “asunto” o tema
del que trata el libro, es decir, si se observa únicamente el valor que merece, sin tener
presente al autor, se evitan inclinaciones sentimentales. La reflexión hecha en dicho
aforismo pareciera que fue la manera que asumió Nietzsche para leer a sus autores a
8
Estas conferencias sobre educación fueron realizadas en la ciudad de Basilea, aunque la reflexión
crítica apunta a las instituciones educativas alemanas, al “futuro de estas instituciones alemanas, o sea,
del futuro de la escuela popular alemana, de la escuela técnica alemana, de la escuela de bachillerato
alemana, de la universidad alemana” (FiE, Introducción). Basilea es “una ciudad que busca fomentar la
educación y la enseñanza de sus ciudadanos en el sentido más alto y a una escala que dejará
avergonzados a Estados más grandes; de manera que no me equivoco si supongo que allí donde uno
más hace por estas cosas, más piensa también acerca de ellas […] Si debo advertir que no se me
considere experto en cuestiones escolares y de enseñanza en Basilea, aún menos pienso profetizar el
próximo futuro de la educación y de los medios educativos, abarcando todo el horizonte de los pueblos
cultos actuales” (FiE, Introducción).
472
partir del llamado periodo medio de su escritura, cuando abandonó los apegos por sus
dos grandes inspiradores: Wagner y Schopenhauer.
No es necesario que los escritores hagan “sacrificios rítmicos” (HdH I, §198),
para hacer más fácil la comprensión de los lectores con ritmos más conocidos, sino
solamente escribir con la intención de plasmar ideas, porque no todo puede ser leído
por el pueblo, pues existen escritos que van dirigidos a espíritus selectos. Entonces,
Pero hay que saber danzar porque en el pensar de Nietzsche existen escritores
que con sus libros “enseñan a danzar” (HdH I, §206), dan sensación de libertad, pero
solo hablan caprichosamente de “cosas morales y geniales” (HdH I, §206), danzan
sobre las fábulas y no sobre realidades.
Nietzsche le crítica a los escritores el pretender escribir no lo que realmente
agrada al escritor, sino lo que agrada al lector o público, “quiere comprender, pero no
para su propio uso” (HdH I, §200). Esta situación es similar a la de los profesores que
no enseñan lo que sirve a su propio bien, sino al de los alumnos, están más
interesados en que los alumnos comprendan lo que ellos quieren comunicar; esto trae
como consecuencia el no “tomarse en serio a sí mismo” (HdH I, §200). Se convierten
(escritores y maestros) solo en un medio para transmitir saberes y eso era,
precisamente, lo que Nietzsche no quería hacer como catedrático en la Universidad de
Basilea. Él quería crear crisis, que el individuo se sacuda y reflexione del supuesto
estado de bienestar en el que se encuentra; por ello, la mejor manera de enseñar, para
Nietzsche, fue a través de sus libros y no desde el aula de clase. Sin embargo, para
Nietzsche, los malos escritores son necesarios porque ellos justifican la inmadurez de
aquellas épocas que no han sido completamente desarrolladas y obligan a producir
para sí misma malos autores. Al respecto, para nuestro autor, un mal libro es aquel
que agrada a la mayoría, mientras que un buen libro va dirigido a un determinado tipo
de lectores, pero de forma errónea es considerado desfavorable para los demás.
473
quien antaño aprendía a escribir bien en una lengua moderna se lo debía a este
ejercicio (hoy nos vemos obligados a ir a la escuela de los antiguos franceses); más
aún: él se hacía una idea de la altura y dificultad de la forma y era preparado para el
arte en general a través del único camino correcto, a través de la praxis. (HdH I,
§203)
aunque Nietzsche se preocupa por el dominio correcto del idioma alemán, cree que
esto solo puede lograrse aprendiendo griego y latín. Allí, el joven tendría el sentido
para el uso exacto de las palabras, el significado de las formas gramaticales y
estilísticas, y la importancia de los signos de puntuación se le imprimirá, de hecho, se
marcará. (p. 32; traducción propia)
El filósofo alemán también percibe que aquellas culturas que exigen aprender
muchos idiomas atrofian los hechos y pensamientos porque llenan la memoria de una
infinidad de palabras; aprender muchos idiomas es un mal necesario. Viendo esta
situación y para no atrofiar más cerebros, el filósofo alemán predijo acertadamente
que esta enfermedad, la de aprender muchos idiomas, debía tener remedio en un
futuro9 no lejano. Es decir, existiría inicialmente una única lengua comercial y
posteriormente una intelectual, “un nuevo idioma” (HdH I, §267) y, en los Nachlaß o
cuadernos de anotaciones del verano de 1876, escribe que la meta de toda lingüística
es la de encontrar un idioma universal, “en este caso existirá el hombre universal
9
Con respecto a la premonición de la existencia de una lengua universal en el futuro, Nietzsche
también predijo el transporte aéreo “tan cierto como que algún día existirá la navegación aérea” (HdH
I, §267).
474
europeo. ¡Para qué, entonces, el horrible aprendizaje de idiomas!” (FP II, 17[49],
verano de 1876). El que aprende muchos idiomas cree, erróneamente, ser muy
versátil, pero lo que realmente hace es obstaculizar “la adquisición de conocimientos
sólidos […] se le daña y arruina de manera irremediable” (HdH I, §267). Nietzsche
observa que dos de las grandes culturas, la griega y la francesa, no necesitaban
aprender más que su lengua, por ello, produjeron grandes genios.
Al respecto de la enseñanza media [Gymnasium], Nietzsche hace una crítica a
la forma de educar a los jóvenes en los colegios y, a la vez, recomienda puntualmente
que sería más
espíritu. Nietzsche expresa que el destino más feliz de un autor, cuando está en su
vejez, es ver cómo en ese libro se encuentran expresados los sentimientos y
pensamientos de una etapa de su vida y cómo ha servido para la transformación y la
elaboración de otros pensamientos y deseos. Por ello, la “alegría en la vejez” (HdH I,
§209) de un escritor o un artista es ver que, a pesar de su debilitamiento y el fin de su
vida, su tesoro está a salvo, es una “alegría casi maligna” (HdH I, §209) frente a la
destrucción de su cuerpo.
Un verdadero escritor es el que se encarga de “darle palabras al afecto y a la
experiencia de otros; es artista por saber adivinar mucho de lo poco que ha sentido”
(HdH I, §211). Tal es el caso de Aquiles y Homero, Homero describe la experiencia y
el sentimiento vivido por Aquiles. En este sentido, Nietzsche hace la crítica a los
artistas que en su mayoría son “individuos desenfrenados” (HdH I, §211), porque no
son artistas, creen adivinar lo que no han sentido, son apasionados por situaciones
que nunca vivieron y pretenden plasmarlas en sus obras, novelas, dramas o piezas
musicales.
Para que una cultura sea superior debe cambiar la creencia en la educación
milagrosa, según Nietzsche, tal como lo hizo la medicina que dejó de “creer en curas
milagrosas” (HdH I, §242). El aceptar la educación milagrosa es creer erróneamente
que, dentro de la adversidad, la confusión y el desorden nacen los hombres grandes.
Para refutar esta creencia, nuestro filósofo propone tres cosas, la energía que se
hereda, la manera en que puede surgir una nueva energía y la manera en que el
individuo se sobrepone a las exigencias de la cultura sin llegar a perderse y destruirse
dentro de ella.
En sus obras, Nietzsche anhela cambiar el espíritu del hombre moderno, busca
un hombre diferente y nuevo; “la naturaleza ansía transformación mediante el amor
[…] ésta quiere ser diferente” (WB, §11). Por ejemplo, en el año de 187510, ya
observamos en sus anotaciones el deseo de hacer, para sus alumnos, unos breves
catecismos sobre cómo leer y escribir repensando la literatura y la tradición filosófica
en busca de una libertad, libertad que según José Luis Puertas (2002) podríamos
10
Ver (FP II, 2[6], comienzos de marzo de 1875).
477
Durante esta época recibí numerosas cartas de mujeres y chicas de todas las clases
sociales que, después de mis Memorias de un idealista, me manifestaban su simpatía
[…] Este hecho alimentó la idea que me había venido a la cabeza y que había
comunicado a mis compañeros de viaje, la de fundar una especie de misión destinada
a conducir a adultos de los dos sexos hacia el libre desarrollo de la más noble vida
intelectual, para que ellos después pudiesen retornar al mundo para difundir en él la
semilla de una cultura nueva y más espiritual. La idea encontró la más ferviente
acogida entre mis compañeros; Nietzsche y Rée también estaban dispuestos a
participar como profesores. Estaba convencida de poder atraer aquí a muchos
alumnos de sexo femenino, porque quería dedicar una atención muy particular para
formarlas como las más nobles representantes de la emancipación femenina, de
manera que ellas pudiesen contribuir a proteger de malentendidos y deformaciones
esta obra cultural de primera importancia y llena de sentido. Buscamos ya un lugar
adecuado, porque la empresa debía nacer en la magnífica Sorrento, en la deliciosa
naturaleza y no en la estrechez de la villa. Habíamos encontrado en la playa muchas
grutas espaciosas como salas en el interior de las rocas, visiblemente ya agrandadas
11
“Junto a la innovación del estilo aforístico, el libro introduce así la primera elaboración de una figura
ideal de ‘nosotros’: la del espíritu libre (Der Freie Geist)” (Puertas, José Luis, 2001, p. 177). Para
ampliar información acerca del “yo” y “nosotros” en Nietzsche ver el Capítulo 1.2. El proyecto utópico
en la concepción de la obra de Nietzsche. (Utopie) y los demás capítulos de Puertas, José Luis, 2001.
478
por el hombre, donde había ya una especie de estrado que parecía estar destinado a
un conferencista. (pp. 57-58, Der lebensabend einer Idealistin; traducción de Luis E.
de Santiago Guervós)
¿Por qué le cuento todo esto? Ya habrá adivinado mi secreta esperanza: ––estaremos
en Sorrento un año aproximadamente. Después regresaré a Basilea, a menos que
edifique en cualquier otra parte mi monasterio, quiero decir «la escuela de
educadores» (donde estos se educan a sí mismos) con gran estilo. (CO III, §554)
La escuela para los espíritus más libres es para Treiber (1992) “el plan del
monasterio soñado: un "invernadero para plantas raras y seleccionadas 14" (p. 349;
12
Hubert Treiber (1992) señala puntualmente que “la idea de un ‘monasterio para los espíritus más
libres’ nació en diciembre de 1870. Erwin Rohde (1845-1898) había dado la palabra clave en una carta
a Nietzsche. Nietzsche puede haber sido inspirado por un folleto publicado en 1869 por Afrikan Spir
(1837-1890), en el que promueve un convento protestante, en el que espiritualmente se relacionen
‘hombres de ideas afines’, que se llaman amigos, […] El motivo educativo de esta comunidad de
hombres tiene como lema: ‘Quiera y actúe de acuerdo consigo mismo (con su verdadera naturaleza)’
(p. 327; traducción propia).
13
Para ver el encuentro que tuvieron Nietzsche y Reinhardt von Seydlitz en Sorrento, ver Sander L.
Gilman (1987). Conversations with Nietzsche. A Life in the Words of His Contemporaries, Traducido
por David J. Parent, New York: Oxford University Press, pp. 91-95.
14
Para ampliar dicho tema acerca de los monasterios según Nietzsche, ver el artículo de Hubert
Treiber (1992): Wahlverwandtschaften zwischen Nietzsches Idee eines "Klosters für freiere Geister"
und Webers Idealtypus der puritanischen Sekte. La frase "invernadero para plantas raras y
seleccionadas” es tomada de „Die Anfänge der Soziologie" [Los inicios de la sociología] de Werner
Sombart.
479
traducción propia). La “escuela de educadores” (FP II, 4[5], primavera de 1875) que
tenía en mente Nietzsche contaría con los siguientes profesionales: “El médico, el
investigador de la naturaleza, el economista, el historiador de la cultura, el experto en
la Historia de la Iglesia, el experto en los griegos y el experto en el Estado” (FP II,
4[5], primavera de 1875). El lugar escogido como sede de la escuela fue un convento
abandonado de los Capuchinos en Sorrento; parecía tan real dicho proyecto que
Nietzsche le escribe a su hermana en una carta el 20 de enero de 1877, la tarea que
ella debía desempeñar en la «escuela de educadores»: “(también llamada monasterio
moderno, colonia ideal, université libre) está en el aire, ¡quién sabe lo que ocurrirá!
Tenemos ya pensado nombrarte encargada de todos los asuntos económicos de
nuestra institución de 40 personas. ¡Ante todo debes aprender italiano! (CO III,
§589).
Con la escuela de educadores, Nietzsche soñaba “una comunidad de hombres,
que sean independientes, que no tengan miramientos y quieran llamarse
«aniquiladores»: que todo lo sometan a la medida de su crítica (¡Lo malo y lo falso
han de salir a la luz!” (FP II, 5[30], primavera-verano de 1875). En los mismos
Nachlaß o cuadernos de anotaciones, nuestro filósofo indica que los educadores
deben enseñar lo “necesario” y mostrar a los estudiantes que todo es cambiante, pues
las ideas y conceptos eternos son imposibles. Veamos la manera en que debe ser la
enseñanza según Nietzsche:
Ahora bien, para Nietzsche, el saber leer y deducir es un indicio de una cultura
superior, reconoce que en su tiempo el arte de leer y deducir correctamente ha llegado
480
De acuerdo a la cita anterior, Julian Young (2006) percibe que el arte del
futuro es apolíneo en dos sentidos,
Con una mayor energía, por ejemplo, “los poemas de esta clase de poetas”
(HdH II, §99) se apartarán de las pasiones, tendrán más fuerza y moderación, saldrán
de la espontaneidad y pureza de las acciones. Aunque esta postura no indica que el
hombre esté exento de la otra fuerza asiático-griega; Dioniso, que es la alegría y la
pasión. Esta nueva forma artística es, en el pensar de Nietzsche, más placentera, sin
arrogancia, similar a los escritos de Goethe, que conducen por las vías del porvenir,
sin embargo, faltan pioneros para llegar hacia la búsqueda de esa nueva energía; lo
esperado sería que “el saber y el arte reunidos en una nueva unidad” (HdH II, §99)
cambien el estilo tradicional y guíen el porvenir.
481
15
Laurence Sterne (1713-1768) es un escritor británico, conocido principalmente por sus obras The
Life and Opinions of Tristram Shandy [Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy],
Gentleman and A Sentimental Journey Through France and Italy [Viaje sentimental por Francia e
Italia], también se publicaron otros escritos en los llamados Sermones. La primera novela, La vida y
opiniones del caballero Tristram Shandy, fue novedosa al romper los esquemas de las narrativas del
siglo XVIII, utilizando un humor absurdo y por ser construida a partir de la figura literaria de la
digresión, que relaciona mediante asociaciones libres.
482
superación debe ser comunicada para que los demás la comprendan y pueda también
ser útil para superar situaciones difíciles de la vida. La segunda clase de escritores son
llamados por Nietzsche “dispépticos”, es decir, los que enojan, fastidian y quieren
dominar al lector, son aquellos autores que quieren vencer sobre los demás, “sólo
escriben precisamente cuando no pueden digerir algo” (HdH II, §152); de este tipo de
escritores es que debemos huir.
Para Nietzsche un buen libro es aquel que se ha construido durante varios
años, el que lleva tiempo en su elaboración, horas de trabajo, porque lleva implícito
un espíritu, un esplendor y una dulzura, “bajo los cuidados de una veneración que
crece, envejece y finalmente se hereda” (HdH II, §153). Los buenos lectores hacen
mejor a un libro y los críticos y “adversarios lo clarifican” (HdH II, §153), lo vuelven
más interesante. También es preferible que el autor del libro no sea muy conocido
porque generalmente se comete el error de confundirlo con su obra. Al respecto, en el
aforismo 156 “El nombre en la portada” [Der Name auf dem Titelblatt] de Humano,
demasiado humano II, Nietzsche, nuevamente, hace la crítica a aquellos que
confunden el autor con el libro. Por ello, recomienda no poner el nombre del autor en
la portada del libro para que no exista una relación directa y así el libro tenga una
mayor eficacia,
pues si son buenos, valen más que las personas, como su quintaesencia; pero en
cuanto al autor se da a conocer junto al título, la quintaesencia queda diluida de
nuevo por parte del lector en lo personal, incluso en lo más personal, y con ello se
aborta el fin del libro. (HdH II, §156)
con ayuda del primero ponen de su parte la ambición de las clases superiores y la
fuerza de las inferiores, en la medida en que ambas cualidades suelen ser propias de
484
hombres activos y robustos, mediana o pobremente dotados; con ayuda del otro
medio se ganan la pobreza dotada, sobre todo esa semipobreza, intelectualmente
exigente, de las clases medias. Ante todo, hacen de los docentes de todos los grados
de enseñanza una corte espiritual. (HdH II, §320)
Desde la óptica del enfermo elevar la vista hacia los conceptos y valores más sanos, y
luego, a la inversa, desde la plenitud y autoseguridad de la vida rica bajar los ojos
hasta el secreto trabajado del instinto de décadence ––éste fue mi más largo ejercicio,
mi auténtica experiencia, si en algo, en esto fue en lo que yo llegué a ser maestro.
Ahora lo tengo en la mano, poseo mano para dar la vuelta a las perspectivas: primera
razón por la cual acaso únicamente a mí me sea posible en absoluto una
«transvaloración de los valores». (EH, Por qué soy tan sabio, §1)
importante que el del oído” (FP II, 21[16], final de 1876 - verano de 1877). Al
privilegiar la vista se pueden hacer bocetos sobre vivencias, personas y paisajes, lo
que permite que la vista “se vuelva aguda, serena y constante en la observación de las
personas y las situaciones” (HdH II, §213). Ese observar ––mirar––, permite percibir
aspectos que se encuentran ocultos en diversas situaciones y hechos, “por eso la
enseñanza primaria hará bien en general en dar prioridad al arte de la vista sobre el
oído” (HdH II, §213).
En el aforismo 163 “La seriedad del oficio” [Der Ernst des Handwerks] de
Humano, demasiado humano I, se explica cómo un buen escritor debe tener presente
todas las singularidades de la escritura, la práctica cotidiana, hacer cien borradores de
pequeñas novelas, observar tipos y caracteres humanos, agudizar la vista y el oído,
entre muchas otras recomendaciones que se deben tener presentes para llegar a ser un
buen artista. El ejemplo que pone al respecto, en los Nachlaß o cuadernos de
anotaciones de 1875, es el del gran artista “Walter Scott16 que amaba las reuniones en
sociedad, porque quería novelar, se ejercitó del mismo modo en que un virtuoso del
piano se ejercita siete horas al día” (FP II, 5[181], primavera-verano de 1875).
En su obra, Nietzsche critica con frecuencia la falta de observación del
hombre moderno, “ser ignorantes y no tener una vista aguda para lo más pequeño y
común” (CS, §6). Al hombre moderno no le interesa mirar las cosas más cercanas y
aquellas que parecen sin importancia, estas son mal vistas y no son tomadas en
consideración. Para el filósofo alemán este aspecto es un defecto físico y espiritual,
una carencia de los individuos, el gran error del hombre moderno es
16
Walter Scott (1771-1832) fue un escritor, poeta y editor escocés del Romanticismo británico,
conocido por sus novelas históricas, un género que creó tal como lo conocemos en nuestros días, sus
principales obras son Ivanhoe, Rob Roy, The Lady of the Lake, Waverley y The Heart of Midlothian.
488
Mi vieja Sils–Maria, lo admito a pesar mío, tiene que archivarse, lo mismo que Niza:
en los dos sitios me falta la condición primera y más esencial, la soledad, la profunda
tranquilidad, la distancia, el extrañamiento, sin los cuales no puedo descender a mis
problemas (porque, dicho entre nosotros, soy un hombre de la profundidad en un
sentido realmente aterrador; y sin este trabajo subterráneo no soporto ya la vida). (CO
V, §831)
Por ello, el que se retira es porque quiere “ahorrar y acumular fuerzas de las
que más tarde la cultura tendrá urgente necesidad” (CS, §229). En el aforismo 120,
“No demasiado cerca” [Nicht zu nahe] de Humano, demasiado humano II, ya
Nietzsche observaba, desde el siglo XIX, la rapidez con la que se dan los sucesos, una
desventaja para los buenos pensamientos e ideas que se ocultan gracias a los grandes
artistas y maestros de la mediocridad.
Para Nietzsche, el preferir vivir solo, sin su familia (madre, hermana, tía,
amigos, etc.) es justificado, teóricamente, en el aforismo 429 titulado “Cuna dorada”
[Die goldene Wiege] de Humano, demasiado humano I. Para Víctor Massuh (1969),
Nietzsche tiene algo particular, pues a pesar de ser un solitario, “trabajó su soledad, la
vivió y la aceptó conscientemente como quien se sabe abierto a un proceso que
cumple etapas precisas” (p. 21). Ese vivir en soledad y alejado de la familia y amigos
es propio de un espíritu libre, en ese desprendimiento, “el espíritu libre da siempre un
suspiro de alivio, cuando se ha decidido definitivamente a desprenderse de ese
cuidado y atención maternos con que lo rodean las mujeres” (HdH I, §429). Vivir en
la “cuna dorada” es sinónimo de esclavitud, de opresión, de enfermedad, esos
cuidados que parecen ser la leche del “sentimiento materno” se pueden convertir en
“hiel”. Por ello, la soledad es “estar libre de las exigencias de los demás, estar libre de
491
otoño de 1881). Por ello, interpretando Humano, demasiado humano se puede decir
que una de las características del espíritu libre es vivir en soledad sana, tal como la
experienció Nietzsche durante, prácticamente, toda su existencia, después de 1876 y,
en especial, a partir de la renuncia a la cátedra de Basilea el 12 de marzo de 1879. La
soledad es lo que Christa Davis Acampora (2015) llama independencia de los
espíritus libres, “un cierto tipo de independencia de la que carecen los espíritus
encadenados […] soledad es poder resistir la falta de compañerismo humano” (p.
193; traducción propia).
Nietzsche compara la crítica con aquellos “insectos que pican no por malicia,
sino porque también ellos quieren vivir: como nuestros críticos; quieren nuestra
sangre, no nuestro dolor” (HdH II, §164). La “crítica” en Nietzsche representa el
espíritu de la libertad, y como lo señala acertadamente Thomas Mann (2000), la
“crítica” para nuestro filósofo representa su verdadera pasión,
puede decirse que la relación de Nietzsche con los objetos preferidos de su crítica fue
sencillamente la relación de pasión: de una pasión que, en el fondo, no tiene un signo
previo determinado, pues lo negativo se transmuta constantemente en lo positivo. (p.
101)
El múltiple malestar que las exigencias de una cultura superior causa al hombre acaba
por alterar tanto su naturaleza, que éste se comporta normalmente de manera rígida y
estoica, y sólo le quedan lágrimas para los raros arrebatos de la felicidad, es más, no
pocos sienten necesidad de llorar ya sólo al disfrutar de la ausencia de dolor: –– sólo
en la felicidad late todavía su corazón. (HdH II, §217)
nosotros somos, en una palabra ––¡y debe ser nuestra palabra de honor! –buenos
europeos, los herederos de Europa, los ricos, colmados herederos, pero también los
herederos ricamente obligados de milenios de espíritu europeo: en cuanto tales
salidos también del cristianismo y contrarios a él. (GC, §377)
17
La expresión “buenos europeos” [guten Europäer] aparece por primera vez en Nietzsche, en cuatro
ocasiones, en Humano, demasiado humano en el aforismo 475 de HdH I, en el aforismo 6 del Prólogo
a HdH II y en dos ocasiones en el aforismo 87 del CS.
18
Carlo Gentili (2014), en su conferencia ‚gute Europäer‘ als neue Idee des Menschen nach der
Säkularisierung des Christentums“, hace una relación de semejanza entre aquello que Nietzsche tanto
anhelaba, “el buen europeo” con la firma del Tratado sobre la nueva Constitución Europea de 2009.
Este tratado creó polémica al eliminar las “«raíces cristianas» de Europa” (p. 106; traducción propia),
aspecto que nuestro filósofo deseaba desde el siglo XIX, como característica inicial de un buen
europeo (el ateísmo); aunque no ser cristiano no implica necesariamente ser buen europeo. Otro de los
aspectos que Gentili (2014) observa en su conferencia es que la discusión de la eliminación de las
raíces cristianas de dicho tratado se dio por los mejores, tal como Nietzsche lo pretendía, “fue dirigido
por intelectuales de primer orden y, más generalmente, por la élite europea de la educación: una clara
señal de que la filosofía de Nietzsche se ha vuelto ampliamente aceptada en el conocimiento general y
sus doctrinas más famosas (el superhombre, el eterno retorno de lo mismo, la voluntad de poder, etc.)
se han convertido en lugares comunes, pero una gran parte de su pensamiento ha permanecido como
tierra desconocida [terra incognita] para los no especialistas” (p. 106; traducción propia).
496
19
“Alemania, Alemania por encima de todo, por encima de todo el mundo, siempre para la protección
y defensa fraternalmente unidos” [Deutschland Deutschland über Alles, über alles in der Welt, Wenn
es stets zu Schutz und Trutze Brüderlich zusammenhält] son versos de la primera estrofa del himno
alemán, cuya letra fue escrita el 26 de agosto de 1841 por August Heinrich Hoffmann von
Fallersleben. El objetivo inicial de esta frase era tener una Alemania libre y unida entre los distintos
reinos que compartían un idioma y cultura similares. El himno alemán consta de tres estrofas, solo la
última es la oficial.
497
Sin embargo, nosotros, que no somos ni jesuitas ni demócratas, que ni siquiera somos
lo bastante alemanes, nosotros, buenos europeos y espíritus libres, muy libres ––
nosotros todavía las tenemos, ¡toda la necesidad del espíritu y toda la tensión de su
arco! Y quizá también la flecha, la tarea y, ¿quién sabe? el blanco… (MbM, Prólogo)
20
En el aforismo 447 titulado “Sacar provecho de la mínima deshonestidad” [Benutzung der kleinsten
Unredlichkeit] de Humano, demasiado humano I, Nietzsche muestra el poder que tienen los medios de
comunicación en el mundo moderno, que en su época fueron los periódicos y revistas. El poder que ha
adquirido se debe a que todos los que están a su servicio no se sienten obligados o comprometidos,
dicen su opinión, “pero alguna vez no la dice para beneficiar a su partido, a la política de su país o en
fin a sí mismo” (HdH I, §447). Estos actos de deshonestidad son visibles cuando muchos de los
individuos que hacen parte de la prensa cometen el error al mismo tiempo, ellos pueden convertir
cualquier opinión en una opinión pública porque el escribir algo es moralmente indiferente para ellos,
o sea, pueden decir lo que quieran sin temor a un miramiento y castigo público, estos periodistas se
convierten en individuos peligrosos.
498
la emancipación que quería Nietzsche no era la de una clase con respecto a otras, sino
la de la vida humana, en la forma de sus mejores representantes, con respecto a las
servidumbres morales del pasado. Nietzsche soñó un hombre que no huyese ya de su
destino trágico, sino que lo amase y encarnase de grado, que no se mintiese ya a sí
mismo y que se elevase por encima de la servidumbre social. (p. 206)
21
La cita textual: “«Razón y ciencia, la fuerza más alta del hombre»” escrita por Nietzsche en el
aforismo 265 de Humano, demasiado humano I, es tomada de Fausto, parte I, acto I, «Gabinete de
estudio».
499
22
Con respecto al antisemitismo, en los Nachlaß o cuadernos de anotaciones, leemos: “¡Ah, qué
beneficio es un judío entre ganado alemán con cuernos!... Eso lo minusvaloran los señores antisemitas.
Qué diferencia propiamente a un judío de un antisemita: el judío, cuando miente, sabe que miente: el
antisemita no sabe que miente siempre” (FP IV, 21[6], otoño de 1888).
500
El ejemplo del pueblo judío como representante del ser apátrida es paradójico,
porque como lo señalamos anteriormente, el sin hogar puro no regresa a casa y el
judío siempre tiene en mente regresar a la patria de donde fue expulsado, ese parece
ser su deseo. A pesar de nuestra inquietud, no hay que olvidar que el pueblo judío ha
parido al hombre más noble (Cristo), al íntegro más sabio (Spinoza), el libro más
influyente (la Biblia) y la moral más eficaz. En la Edad Media, por ejemplo, fueron
una pieza clave para que Europa no se orientalizara, tal como lo pretendían los
cristianos, fueron “los librepensadores [Freidenker], los intelectuales y los médicos
judíos los que mantuvieron alto el estandarte de la ilustración y la independencia
espiritual bajo las más duras constricciones personales y lo defendieron contra Asia”
(HdH I, §475). A ellos también se les debe la explicación del mundo de una manera
más natural, racional y desmitificada, el no olvidar por completo la ilustración
grecorromana, eso es una deuda que Europa tiene con el pueblo judío23, que de cierta
manera, es también buen europeo.
En resumen, finalicemos este apartado con una cita que recoge, en parte, la
definición de ser buen europeo: “vuestro consuelo es el de conocer y, ¡ay!, el de
recorrer el camino hacia una nueva salud, una salud de mañana y pasado mañana,
vosotros predestinados, victoriosos, superadores de tiempo, vosotros los más sanos,
más fuertes, vosotros buenos europeos” (HdH II, Prólogo, §6). Y, como lo señala
Richard Schacht, en la intervención que hace durante la conferencia Was ist aus
Nietzsches Ideal des „guten Europäers“ geworden? De Carlo Gentili (2014), “el
buen europeo sería aquel que supera la patología” (p. 112; traducción propia).
23
El fenómeno acerca de los judíos, en Nietzsche, tiene posturas paradójicas dependiendo del escrito,
por ejemplo, en Aurora y La genealogía de la moral, son llamados como los reactivos, los autores de
la inversión de la moral, un pueblo de ascetas débiles malvados. Pero, por el momento, podemos decir,
que Jesús fue también un hombre fuerte, al ser el destructor de la moral de esa época de la tribu de los
judíos: “Jesús de Nazaret amaba a los malvados, no a los buenos: ver la indignación de éstos era lo que
a él mismo le hacía difamar. Siempre que se suscitaban juicios, él tomaba partido contra los jueces: él
quería ser el destructor de la moral” (FP III, 67, de verano-otoño de 1882).
CONCLUSIONES
estado de felicidad para que encontraran libertad de espíritu y así poder reconstruir
nuevamente sus vidas para no caer en hundimiento.
A través de la investigación de la libertad en Nietzsche, nos queda una
lección: afrontar con altura aquellos momentos de depresión y decaimiento, no
dejarnos hundir en los problemas, sino al contrario, sacar provecho de todo aquello
que en ocasiones parece matarnos. El filósofo alemán nos enseñó de manera precisa
cómo afrontar la enfermedad del cuerpo y del alma que, de cierta forma, es
imprescindible y necesaria, y a pesar de todos sus tropiezos logró lo que tanto
buscaba, ser un espíritu libre y no un “zángano” y “parásito” enfermo. Nietzsche fue
un experto en “la filosofía de la salud y de la curación espiritual” (HdH II, §356).
En esta sociedad moderna que ofrece lo necesario para vivir cómodamente, el
hombre que busca el pathos de la distancia (espíritus libres) debe abandonar dichas
comodidades para alejarse de la uniformidad y así encontrar la distinción, tal como lo
vivenció Nietzsche al ser un filósofo nómada y crítico de la cultura de su tiempo. Por
el contrario, el hombre moderno común parece no estar en capacidad de asumir retos
y problemas personales. Este hombre no permite la desintoxicación de su espíritu, no
busca nuevos métodos para apartarse del sometimiento, pero Nietzsche sí encontró
“el método de curación” (CO III, §802) para salir del tejido; por ejemplo, algunos de
los métodos en Humano, demasiado humano fueron el científico con sentido
histórico-psicológico y el de la química de los conceptos y sentimientos. Con ello,
vemos que es necesario buscar diferentes procederes para encontrar lo que buscamos
en cualquier investigación, porque si no buscamos otras alternativas nos quedamos en
estado de intoxicación y narcotización permanente.
Nietzsche critica la cultura de su tiempo por el afán de mostrar la sublimación
o la volatilización (elevación) de los conceptos (verdades eternas). Los filósofos y
pensadores quieren poner en el altar del cielo algunos conceptos y sus contrarios en el
infierno. Con el manejo de esta dualidad, la sociedad ha funcionado durante estos
milenios, ha impuesto una unidad y uniformidad a todo, creen que solo existe un
sentido y un significado de las cosas. Por el contrario, la filosofía que quiere
Nietzsche es aquella que tenga sentido científico, histórico, psicológico y fisiológico,
507
que desee apartarse de esa concepción tradicional que pone los conceptos emanados
de fuerzas divinas, ese origen no es más que la sublimación del concepto. Sin
embargo, Nietzsche no pretende derrumbar totalmente los sistemas, sino
transformarlos, pues es imposible ver un hombre que no tenga su propia moral, arte,
religión o mística y verdades (metafísica). Lo importante es ser “dueño de su propio
taller” (CS, §266), porque tener ese propio taller y “hallar los propios colores” (CS,
§266) ya es síntoma de haber conseguido libertad y haber abandonado la época de
juventud y de discípulo ciego (someterse a algo o a alguien).
En cuanto a la metafísica o la teoría de las verdades, podemos decir que es
uno de los triunfos más grandes de la cultura moderna porque logró domesticar y
unificar al hombre de la civilización. Gracias a la verdad, el hombre hoy día se
vanagloria de la logicidad, la racionalidad y la cultura, es el invento más poderoso
que se haya conocido para encadenar al hombre. La metafísica (verdad) logró
incursionar en todos los ámbitos del conocimiento para convertirse en la directora de
todas las ciencias. Su habilidad consiste en crear engaños e ilusiones, fábulas que el
hombre moderno asume como verdades imprescindibles. La invitación de Nietzsche
es no permitir la continuación de esta narrativa, sino proponer nuevas verdades que
tengan como objetivo liberar al hombre. Y aunque parezca un reemplazo de verdades,
es importante aclarar que las nuevas verdades no tienen la pretensión de eternizarse,
sino la de permitir el cambio en el momento que sea necesario. Por ello, la
recomendación es crear nuevas verdades y no permitirse abandonarlas cuando
ofrezcan beneficio a nuestras vidas, así parezcan para los demás un sinsentido.
En cuanto a la cuestión moral y religiosa que tienen por principio atar al
hombre, pudimos ver que Nietzsche hace una labor vital investigativa acerca del
autoconocimiento del hombre con respecto a estos dos temas que fueron cercanos a
su vida personal. Con un nuevo modo de escritura y discurso, Nietzsche se da a la
tarea de mirar con detenimiento aquellos prejuicios morales y religiosos a los que la
cultura nos tiene acostumbrados. Su pretensión es la de deshacerse de las grandes
cadenas de la continuidad e identidad lógica-histórica. En Humano, demasiado
humano, al igual que en el resto de la obra, Nietzsche se da a la tarea de hacer una
508
acciones superiores, a las que debemos dar firme cumplimiento, porque si hacemos lo
contrario somos hombres inferiores y atrasados. Por tanto, estos hombres que hacen
lo contrario a lo establecido por la moral reinante son dignos de castigo y justicia. La
sociedad establecerá el tipo de penas para reorientarlos, así se mantendrá la paz y el
equilibrio de cualquier comunidad. Los hombres y comunidades impulsados por el
cristianismo o la democracia son los hombres que Nietzsche llama del resentimiento
y de la mala conciencia, son los que tienen una moral reactiva donde está ausente el
sentimiento instintivo. Ellos son los que rechazan y desprecian la vida, viven del
pecado, son los hombres del remordimiento de conciencia y de la justicia vengativa
moderna. De ahí, la necesidad de la existencia de los espíritus libres que tienen como
tarea hacer la transvaloración de esos valores, buscar un hombre con carácter de
libertad, un hombre que viva de manera distinta, que se desencadene de los prejuicios
del pensamiento moderno, porque somos hombres desconocidos para nosotros
mismos y el objetivo es que permitamos a los espíritus libres conocer ese
desconocimiento.
En esta investigación pudimos ver que las actividades que atañen a un espíritu
libre son escudriñar, investigar, socavar, buscar el valor de las verdades establecidas
para sacar a flote, finalmente, los engaños. El descubrir dichos engaños ocultos es un
trabajo inacabado, pues en todas las épocas y lugares existirán sistemas que esconden
verdades y solo muestran lo que es conveniente. De ahí que, el carácter de la libertad
sea una labor inacabada que busca verdades cercanas al hombre y no puestas en un
lugar inalcanzable en el más allá; el espíritu libre es un artista-filósofo que
desenmascara y a la vez construye e imprime su propio estilo.
Para Nietzsche, ser libre es ser artista de la propia vida y, precisamente, el arte
desempeña una función primordial para aquellos espíritus que pretenden buscar la
libertad. Djuric Mihailo (1985) señala acertadamente que nadie ha hecho lo que hizo
Nietzsche, romper “la manera tradicional de considerar el arte; nadie fue tan lejos
[…] en la liberación del arte de la tutela de la filosofía. Nadie pensó como él, que el
arte pudiera existir sin la filosofía” (p. 207; traducción propia). Por ello, el arte en el
periodo intermedio es la crítica, destrucción y reconstrucción de la cultura, una fuerza
510
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