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"ITERATURA Y VIDA EN EL «QUIJOTED 667 1 Rico Franuice- (190) Epwarp C. Ritey ae LITERATURA Y VIDA EN EL QUIJOTE La interaccién de la literatura y la vida es algo fundamental en el Quijote. El tema no es propiamente la teorfa literaria (a nadie se le ocurrirfa sugerir que el Quijote era una especie de tratado hecho novela), pero [...] existe una preocupacién bsica por la ficcién lite- raria en la intencidn expresa del libro y en la concepcién mis ele- mental del héroe. Por mucho que su autor trascendiera esta intencién, su propésito declarado era acabar con las- novelas de caballerias. Aunque pueda representar otras muchas cosas, el héroe es, ante todo, un hombre que no sabe distinguir entre la vida y la ficcién literatia: «todo cuanto pensaba, veia o imaginaba le parecfa ser hecho y pasar al modo de lo que habia leido» (I, 2). Por ello, la discusién sobre la historia (hechos reales) y la poesia (ficcién) en el cap. 3 de la segunda parte, como por primera vez mostré G. Toffanin (en 1920), brota, igual que otros pasajes semejantes, del fondo mismo de. la novela. La critica de las novelas de caballerfas se hace de dos maneras: mediante juicios mds_o menos diréctos dentro de la ficcién, y tam- bién mediante la ficcién misma. Estas criticas en forma de ficcién son casi siempre parodias, y el Quijote es hasta cierto punto una parodia; pero lo extraordinario del libro estriba en que el objeto de esa pa- rodia est4 contenido dentro de la obra misma, como un ingrediente vital. Las novelas de caballerfas existen en el libro de la misma ma- nera que existen Rocinante o la bacia de barbero. Tan palpablemente se hallan presentes, que algunas de ellas pueden ser quemadas. La originalidad de Cervantes no reside en ser él mismo quien las parodie (ni en parodiarlas de manera incidental), sino en hacer que el hidalgo loco las parodie involuntariamente en sus esfuerzos por darles vida, imitando sus hazafias. im Edward C. Riley, Teorfa de la novela en Cervantes, trad. Carlos Sahagtin, Taurus, Madrid, 1966, pp. 66-80. imnadl Serres erate rene peerrrreee | eeerees eer eoeeeeeerererer ee | Una catacterfstica de las fantasfas de don Quijote, mi sia gue el hecho de que estén relacionadas coe eles aleza libresca, fabulosa, de las mismas. La Edad de Oro. las hazafias caballerescas que él quiso resucitar tenia fe ae poco con la autéatica Edad Media; eran unos tiempos que tae fexistieron, los tiempos imaginarios de los cuentos infantiles que mienzan con la frase «Erase una vez». La historia sélo le inspicebe cuando, perdida en Ia distancia, se unia a Ja ficcién para convert en leyenda. Los ideales utépicos y m¢ pueden haber resultado, a la Gee To mds eae ae Jas novelas de aventuras fabulosas, nos dice Cervantes en el pti capftulo del libro, las que en un-principio iniagisccisas «Llenésele la fantasia de todo aquello que Su imitacién de los héroes caballerescos aspira a ser tan comple- ta que se transforma en una tentativa de vivir la literatura. No se siente impulsado por una vaga especie de emulacién, ni su intenciéa Je eva slo a semedar los habites, modales ¢ indumentnta de los jeros andantes; no adapta simplemente los ideales caballerescos @ otra causa, como San Ignacio de Loyola; era estd repre- sentando un papel, en el sentido usual de Ja frase. Se empeia en que nada menos que Ia totalidad de ese mundo fabuloso, compuesto de caballeros, princesas, encantadores, gigantes y todo lo demés, tenga que ser parte de su experiencia. Tan pronto como cree que él es realmente un caballero andante, y cree en su mundo de ficciéa, des- ciende desde Ia cumbre de la emulacién idealista que los béroes le inspiran hasta Ia locura. No puede representa su papel como a &l Je gustarfa, a no ser en este mundo fabuloso. Es en este sentido en el -~ gue trata de vivir la literatura. Su preferencia pot la literatura es una forma adulterada y ‘sumamente ficticia de épica, en la que él es el héroe ideslizado y sobrehumano. Tiene aspiraciones épicas al honor y a la gloria mediante penalidades y peligros, posee el ideal caballeresco de servicio y el impulso del héroe para modelar el mua: do a su medida. Va todavia més lejos: de hecho, se esfuerza por abandonar su existencia temporal ¢ histérica para vivir en Ja regi6n entarecida de Ia poesfa. Y como la narracién cervantina de este e fuetzo es en sf misma una ficcién poética —pues lo que es «vida en Ia natracién es una cteacién literaria de Cervantes—, empe7amos.. a vislumbrar algunas de las complicaciones de la novela. Don Quijote. trata de transformer en arte la vida que todavia se estd viviendo, cual es imposible de realizar, porque el arte, y el arte idealista més que ningiin otro, significa seleccién, y uno no puede seleccionar todos i gmentos de su propia experiencia. La vida es una cosa y el arte ,y saber exactamente en qué consiste su diferencia era el pro- 1a que confundia y fascinaba a Cervantes. TL. Después de esto, el método més obvio y practicable que don te podia seguir para imitar los libros de caballerias habria sido se de un medio artistico reconocido: por ejemplo, haber escrito novelas él mismo. De hecho, en un primer momento se vio tentado Thacet esto, Muchas veces se sintié impulsado a completar la novela inacabeda de Don Belianis de Grecia, y la habrla completado sin dada, y ademés muy bien, «si otros mayores y continuos pensamien- tho se lo estorbaran (I, 1). Los libros ejercfan en 41 una influen- Gemasiado grande. Pero se vio obligado a coger la espada en fugar de la pluma, Don Quijote es a su manera, entre otras muchas coeas, un artista. El medio de que se sirve es la accign y, s6lo secun- deriamente, las palabras. Al dar vida a un libro tan conscientemente yal actuar con Vistas a que sus hazafias sean registradas por un sabio Jncantador, se convierte, en cierto sentido, en autor de su propia gratia, Incluso cuando ha abandonado la idea de expresarse en ia usual, conserva todavia muchas de las caracteris- ticas del escritor. Llegado el caso, compone versos. Imita el lengusje arcaico de las novelas de caballertas. Al comienzo de su empresa se toticipa a su ctonista relatando con sus propias palabras le escena de su partida, en un lenguaje elevado y apatatoso que contrast so- bremanera, irénicamente, con el estilo usado por el autor real. Sus fantasfas en los capitulos 21 y 50 de la primera parte y su descrip- cin de la batalla de los rebafios son espléndidos

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