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EL SUJETO VULNERABLE
Nydia Gutiérrez
L ibertad y O rd e n
Juan Manuel Santos
Presidente de la República
Guiomar Acevedo
Directora de Artes
Jaime Cerón
Asesor Artes Visuales
El sujeto vulnerable
Nociones psicoanalíticas al tamiz de la obra de Miguel Ángel
Rojas
ISBN: 978-958-753-099-5
Introducción 8
II
Puntos de resonancia 16
III
IV
Tiempo interior 58
VI
VII
VIII
Cronología 150
IX
Bibliografía 158
I
7
Introducción
La obra de Miguel Ángel Rojas trae a la luz asuntos que suelen mante-
nerse subestimados y ocultos en la cotidianidad, a pesar de su urgencia
para individuos y grupos, e incluso para naciones enteras. Al iluminarlos
revela tercos prejuicios que obstaculizan la asimilación de las diferencias,
sobre todo cuando esto implica, por ejemplo, superar la marginación
social a la sexualidad distinta de la convenida culturalmente, o replantear
la situación de asimetría en las relaciones internacionales entre países.
Su amplio alcance y su potencia crítica se fundamentan, en cualquier
caso, en la capacidad de profunda introspección personal del artista, y
en su constante interacción con el devenir del arte y la sociedad de su
contexto.
8
I
Introducción
Toda su obra está signada por una fuerte presencia de elementos subjetivos
y un inteligente intercambio con el discurso del arte y los problemas de su
entorno. De allí la importancia que para este trabajo tienen sus temas y
medios o lo que es lo mismo: los nexos y las salidas laterales de los asuntos
que enfoca y la creatividad de sus recursos técnicos y resultados formales.
La obra de Rojas recorre aspectos íntimos referidos a la sexualidad y a la
situación del homosexual en Colombia, sobre todo en las décadas de for-
mación e inicio del artista; presta atención a las vivencias de los más débi-
les en el drama de la violencia derivada del binomio narcotráfico-política
en este país; critica irónicamente la ambivalente moral de las relaciones
entre producción y consumo de drogas entre Colombia y el primer mundo,
y asume una franca posición homoerótica cuando las motivaciones que lo
llevan a ocuparse de algunos de esos asuntos, en su proceso de aparición
como obra de arte, cruzan el cuerpo humano.
9
ha de alcanzar también procesos subjetivos en los espectadores durante
su interacción con los movimientos internos de la obra.
Hace apenas poco más de un lustro que una primera investigación re-
trospectiva sobre Miguel Ángel Rojas aparece en el campo editorial co-
lombiano: el libro Hiper/Ultra/Neo/Post. Miguel Ángel Rojas: 30 años de
arte en Colombia, de Santiago Rueda (2004), describe exhaustivamente
la obra siguiendo un orden cronológico a la vez que repasa los procesos
sociales y políticos a los que paralelamente se produce; también ofrece
1 La expresión también ha
su interpretación del modo como se acerca o se aleja de los movimien- sido traducida al español
como acción diferida. Sobre
tos del arte internacional, y contribuye a robustecer el campo artístico
las traducciones en este
que pensadores clave de la historia del arte contemporáneo latinoame- trabajo, debo anotar que
ricano, utilizados como referentes, han cimentado. Su visión histórico- todas las citas de títulos re-
ferenciados en inglés en la
crítica constituye una base amplia para el seguimiento de la producción
bibliografía son traducción
de Rojas. propia.
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I
Introducción
11
cias teóricas sobre este punto, sin embargo, no se concentran solamente
en la segunda sección, porque las reflexiones de Whitney Davis, Michael
Camille, John Paul Ricco, Luce Iregaray, Martha López, Víctor Manuel Ro-
dríguez y Jaime Cerón, entre otros, se van desgranando a lo largo de todo
el libro, pues su cercanía a la obra es, en muchos casos, indispensable para
la comprensión que se busca.
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I
Introducción
El singular lugar de observación que Rojas asume en todo lo que mira, por
ejemplo, las inestables y traumáticas relaciones entre narcotráfico, conflicto
armado y la reacción política frente a ellos; todo lo que eso imprime en los
eslabones más débiles de la cadena, el soldado raso, el jornalero que cultiva
la coca, el lugar del que produce en vez del que consume, conforman, entre
otros, el objeto de análisis de la sección “Lugares de la vulnerabilidad”.
13
Nacibe de Omaña, Pablo Pérez e Isabel Varela ayudaron a mantener vivas
las metas algo excesivas del proyecto. La eficiencia y la seriedad de Daniel
Poveda facilitaron la consecución de material documental. A todos ellos
se suma la deuda mayor con el Ministerio de Cultura, por abrir espacios a
la investigación independiente en condiciones ideales.
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I
Introducción
II
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Puntos de resonancia
Miguel Ángel Rojas nace en 1946 en Bogotá, y a los pocos años se traslada
con su familia a Girardot, ciudad pequeña a orillas del río Magdalena. Tras
esa primera estancia regresa a la capital en 1958 para estudiar en un interna-
do jesuita, y aunque su residencia ha estado mayoritariamente en Bogotá,
desde entonces se ha mantenido siempre vinculado a ambos lugares. En
1964 inicia estudios de Arquitectura que abandonaría dos años después,
y en 1968 entra a estudiar Arte en la Universidad Nacional de Colombia.
Su experiencia profesional se gesta así al comienzo de los años setenta,
enmarcada en el entorno universitario de la principal universidad pública
del país (siempre la más politizada), pasa por la controversial década de
ebullición posmoderna —los ochenta— y se extiende hasta la actualidad.
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II
Puntos de resonancia
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[…] creó el término arte conceptual para agrupar aquellas manifestaciones
artísticas que usaban el lenguaje y las ideas como su materia prima prin-
cipal. Hablando en términos de la historia del arte, fue este paso el que
convirtió al arte conceptual en un estilo formalista, ya que el contenido
estaba excluido de la definición. Entretanto, a la periferia no le importaban
las cuestiones estilísticas y, por lo tanto, produjo estrategias conceptualistas
que subrayaban la comunicación.
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II
Puntos de resonancia
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El artista-fotógrafo canadiense reconoce, primero, la línea pospictorialista
de la fotografía, que trata de seguir las reglas de la composición propias de
la pintura, pero no puede confiar, obviamente, en los beneficios expresivos
de la espontaneidad que derivan del dominio de las pinceladas. Como
una salida, composición y espontaneidad pasan entonces a establecer
una relación dialéctica con la factografía,3 con el mito del registro directo,
noción de deshabituación
‘totalmente objetivo’, de la realidad, que por lo demás resulta un espejis- para designar el efecto del
mo tentador para la fotografía. Esta tendencia objetivante, por otra parte, arte, que incomoda de tal
modo la buena conciencia
contribuye a impulsar al medio hacia el fotoperiodismo, que a su vez ya adormecida que resulta in-
venía creciendo con fuerza, apoyado por la popularización de la cámara y tolerable. Deshabituación es
mucho más que una cla-
su avalancha de nuevas imágenes sin autor. La fotografía se sirve entonces
ve estética, apunta a una
de las posibilidades del fotoperiodismo durante el proceso de su conver- teoría social: implica una
sión en un arte sin el peso del pictorialismo; toma de allí «su captura al apuesta por transformar la
vida, por revolucionarla».
vuelo», «el ojo del cazador», y esto le permite avanzar sobre sus propias
características y llegar —dentro del arte, específicamente dentro del con- 3 La factografía, entendi-
da como escritura directa
ceptual— al fotoconceptualismo.
de los hechos, sin media-
ciones, su llegada a las
artes visuales como «el
En ese camino transgrede, por supuesto, algunas premisas del fotoperio-
registro sin mediación de
dismo. Porque como arte, explica Wall, el fotoconceptualismo, que se suele las imágenes de la reali-
acompañar de escritos, de textos literarios, genera no una descripción de dad», puede verse en Del
Río (2006: 11). Y una ela-
lo social como en el reportaje, sino un modelo de lo social que cuestiona
boración mayor sobre esta
la legitimidad del reportaje, aunque no pueda negar ser su heredero4 y tendencia de larga vigencia
en las artes desde comien-
busca, además, con el reemplazo de la obra por el texto, la eliminación
zos del siglo XX, cuando en
de toda sensualidad en la obra conceptual (el afán reduccionista visto por los albores de la Unión So-
Camnitzer, causa de la conocida sequedad de mucho arte conceptual). viética los artistas la vieron
como una herramienta de
acercamiento del arte a la
Finalmente, según el artista canadiense, en todos sus intentos por asimi- realidad del pueblo, en otro
texto del mismo autor, Del
larse al telos modernista vía el arte conceptual, la fotografía, debido a su
Río (2010).
carga descriptiva, no logra la negación de la experiencia, pues no puede
4 De esta tradición del re-
renunciar a ofrecer la descripción figurativa, a la imagen, pero en cambio
portaje trasmutado en ar-
logra la verdadera ubicación de la fotografía en el terreno del arte. En una te, Wall cita como ejemplo,
operación que Wall describe agudamente, ante esa imposibilidad de negar entre otros, a Dan Graham
con obras emblemáticas
la experiencia, la imagen en fotografía proporciona «una experiencia de la
como Homes for America
experiencia», una realidad otra que ya es del arte. Así lo explica: (2003: 230).
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II
Puntos de resonancia
5 La exposición Seis Pin- misma, capaz de establecer relaciones propias en el mundo, se impuso
tores y el Objeto, con cura- en los años siguientes. Y también que el proceso descrito por Wall para la
duría de Lawrence Alloway,
reunió obras de Jim Dine,
fotografía en el entorno norteamericano, su inicial acercamiento al docu-
Jasper Johns, Roy Lichten mento y al fotoperiodismo, en Colombia compartió espacios con la ruta
stein, Robert Rauschen-
similar vivida por el dibujo; el mismo proceso de aprehender la realidad,
berg, James Rosenquist y
Andy Warhol. En el texto del de objetivar lo mirado, llevó a algunos de los más destacados artistas
catálogo el curador escribe:
nacionales de hoy, entre ellos Miguel Angel Rojas, a seguir la vertiente
«[…] el punto común a to-
dos era el uso de objetos que ofrecía el dibujo hiperrealista y a problematizar sus relaciones con la
extraídos de las redes de fotografía en ese tiempo.
comunicación y el ambien-
te físico de la ciudad. […].
Cada artista selecciona su En otro espacio de relaciones e intercambios artísticos, y muy en corres-
tema de algo que conoce de
pondencia con su naturaleza respectiva, si el arte conceptual, tendiente
antemano no sólo él sino
muchos otros (Este objeto hacia la idea, envió sus datos y estos siguieron su destino propio, el arte
urbano) es transformado pop, tendiente hacia el objeto, envió sus imágenes para hablarle al mundo
en signo» (Alloway,1963).
En Colombia, en el perió-
del arte. La llegada de imágenes tan poco usuales, sacadas del contexto
dico El Tiempo, en un tex- cotidiano y transformadas en signos de colores planos y brillantes como los
to firmado por Grazia Livi,
usados en publicidad, generó en Colombia por igual un clima de descon-
donde describía el entu-
siasmo neoyorkino por el fianza y un entusiasmo instantáneo. Beatriz González (2009), la recono-
pop e incluía tres fotos en
cida artista responsable de icónicas imágenes de ambiguas vinculaciones
blanco y negro de Olden-
burg y Warhol, el mismo al arte pop en el país, ha contribuido a dar claridad sobre la recepción de
curador Alloway y algunos este en el medio local. En su ensayo, “Andy Warhol y la recepción del arte
artistas expusieron sus
pop en Colombia”, luego de comentar la ambivalente reacción de la crítica
ideas al respecto (Gonzá-
lez, 2009). Barbara Rose a la primera exposición pop en el Guggenheim Museum de
21
Nueva York, en 1963,5 González describe, por una parte, las pendulares reac-
ciones entre algunos medios nacionales que lo consideraron una trampa
para ingenuos, mientras que cita también otras respuestas entusiastas de
la prensa nacional.6 También destaca la recepción de las primeras obras
designadas como pop en un Salón de Arte.
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Puntos de resonancia
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posmoderno por relacionar arte y cultura, y sobre todo la posibilidad para
el arte de actuar críticamente en ella. Aguilar otorga especial importancia a
la ‘agudeza cultural’ de una obra, a la capacidad del artista para integrar en
su trabajo sus coordenadas culturales, su lugar de enunciación y, al hacerlo,
la posibilidad de una vinculación crítica en ese entorno.7
que cuenta ostensiblemente y expande sus redes en el ámbito global. materialización de una
tendencia neosubjetivis-
ta, opuesta al formalismo
En el mar de literatura sobre esta situación se recurre a una aglutinadora diseñístico de épocas an-
teriores, transformó —en
y sintética ponencia: María Iovino (2006: 1) revisa las consecuencias ne-
Colombia y en otras latitu-
fastas del desgaste de la representación del conflicto y la necesidad que des— el ideal modernista
del progreso estilístico
tiene el arte de buscar salidas para evitar su cosificación. Comienza por
constante en un neorro-
establecer como manticismo postmoderno,
donde el artista no se en-
frenta a la naturaleza sino
Durante más de cuatro décadas el arte colombiano ha fortalecido y legi-
a la cultura» (Suárez, 2010:
timado la mirada crítica hacia la violencia, que es el punto en el que coin- 74).
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II
Puntos de resonancia
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referentes, pero con estrategias renovadas y distintas a las que han domi-
nado la escena; nuevo estadio del arte colombiano en el cual rescata las
propuestas renovadas de algunos artistas importantes:
Como tema final de esta sección es obligado otro giro para presentar un
ámbito de aparición de la obra de Rojas que se equilibra entre lo público
y lo privado. El estado de cosas de la reflexión sobre temas centrados en
el homoerotismo merece una mínima referencia, porque es insoslayable
como dimensión de contexto que resuena con motivaciones centrales de
su trabajo. Ha de revisarse, entre otros, la posición que puede adoptar un
intelectual o un artista en la construcción de conocimiento acerca de una
sexualidad distinta a la heterosexualidad. Y también, más específicamente,
8 La curadora señala que
en los modos de visualización del cuerpo masculino.
«el peligro de lo que aviene
en ese nuevo escenario, se-
ría el de la afirmación de la
Como se anunció en la introducción, estos referentes se disgregan a lo
forma por la forma o el de
largo del libro. Pero de manera general se pueden considerar algunas ideas lo estético por lo estético,
extraídas de la variedad de aspectos tratados por los distintos autores (his- con la consecuente nega-
ción radical de la oprimente
toriadores del arte), del compendio editado por Whitney Davis (1994). El
carga del contexto» (Iovi-
compendio toca aspectos a mencionar por su potencial dialogante con la no, 2006).
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II
Puntos de resonancia
obra de Rojas, tales como la centralidad que los autores de los artículos
le otorgan
Seguir de cerca los cambios que una imagen experimenta al ser vista y usada
en diferentes contextos relativiza la idea de que la subjetividad está embe-
bida solamente en el artista y más bien localiza el significado en las varias
audiencias de la imagen incluidos nosotros. (Camille en Davis, 1994:163)
El contexto del sida también se trata allí, tema que, en su traslado hacia el
ámbito colombiano —o latinoamericano en general—, redobla su capaci-
dad de interpelación dada la poca investigación sobre temas asociados a
la diversidad sexual. Porque si a mitad de los años noventa Davis pensaba
de su entorno: «[…] estamos todavía en esa excitante pero frustrante fase
preliminar de investigación donde la evidencia o las interpretaciones de
hoy fundamentalmente modelarán el campo futuro» (Davis, 1994: 3), en
27
el campo del arte en Colombia casi dos décadas después —a juzgar por las
fuentes consultadas para esta investigación en la que el tema es tan relevan-
te— no existe un volumen importante de trabajo académico sobre el asunto.
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Ser fiel al cuerpo es amar todo eso, pactar con todo eso.
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a Johny Gringo, de 1972, y las imágenes de pared que formaban parte de la
instalación Atenas CC, de 1975. Son dibujos hiperrealistas, técnicamente
impecables y obsesivos en el logro de las calidades de luz y sombra, en los
cuales «todas las cualidades de claroscuro se logran a partir del trazo»,
como aclaró el artista un par de veces.3
(lo que sin duda evoca la noción psicoanalítica). Así están hechas dos
4 nunca fundí los trazos con
el dedo u otro instrumen-
obras que, además, retan las dimensiones convencionales del medio: Los to».
malos visten de negro (Fig. 2), de 1979, y El último vaquero (Fig. 3), de 1979,
4 «La proyección es un
ambas de 140 x 200 cm, las cuales describen imágenes de películas de
mecanismo de defensa en
héroes del oeste y karatecas orientales, infaltables en los repertorios de el cual un sentimiento/pen-
samiento/deseo interno se
los cines degradados de las ciudades y en los pueblos de todo el país. Se
desplaza y ubica fuera del
observa igualmente la repetición de una misma imagen también bautizada sujeto. […] La proyección
desde el cine, pero realizada en dos medios distintos: De cinco dedos de arraiga en la relación dual
imaginaria entre el yo y el
furia, de 1979, en grafito sobre papel, como las dos anteriores también de
semejante» (Dylan Evans,
140 x 200 cm, y De cinco dedos de furia (Fig. 4), de 1979, un aguafuerte de 1996).
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aséptico con la carga de contenidos de importancia; una postura de la
misma línea del arte conceptualista chileno del cual Nelly Richards (2007:
22) opina:
En esa especie de juego de absorción que Rojas les aplica a los datos exte-
riores, también recurre, en distintos momentos, a apoyarse en el texto. En
su respuesta a Pini (1989: 73), cuenta:
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III
Siembra en tierra ajena
Es la serie de textos en blanco sobre las fotos negras, sin imagen recono-
cible. Los textos, no exentos de humor, tampoco obedecen el mandato
reduccionista —o nihilista— del arte conceptual. Lo utilizan, pero justa-
mente para ampliar, en medio de la gracia, el contenido simbólico de las
sombrías reflexiones que ante todo los sustentan.5
El largo proceso descrito por Wall (1995) en su ensayo incluye una desem-
bocadura de la fotografía (la suya propia como ejemplo) en la construcción
de la escenografía para la toma. La intención es desmantelar las certezas
convencionales sobre la realidad y el papel del arte en representarla. Rojas
comparte en principio los mismos propósitos (hacer tambalear una idea de
realidad), pero con un fin más bien de orden opuesto al del distanciamien-
to del observador —artista-fotógrafo— que representa Wall. La estrategia
5 Textos como «en este
lugar se cometió un horri- de Rojas es la de asomar otra realidad que quiere emerger desde sí; por
ble crimen», tomado de ello, en muchos casos esos montajes son solo medios, componentes de
una película de Hitchcock;
otras piezas más complejas; escenas construidas que se integran a otros
«clip.clip.aquí…clip.clip.
allá, hasta garras arregla- elementos en una obra para ayudar a componerla, o mas exactamente, a
mos acá», expresión del
completar su discurso. Si bien ambos artistas reactualizan, a su manera,
león cobarde de El Mago
de Oz; «[…] minerales, pro- la construcción de la pose de los comienzos de la fotografía de estudio,
ductos vegetales y anima- los procesos de cada uno remiten a motivaciones y llegan a resultados
les», para aludir a la ingesta
de secreciones corporales.
distintos.
6 La instalación estaba
Volviendo a la entrevista de Barrios (2000: 137), el artista apunta: «[…] mi
conformada por cuatro
dibujos ubicados en la primera obra conceptual de verdad fue en el 75, cuando se hace el Primer
pared, que congelan un
Salón Atenas […]. Yo participé con una instalación multimedia que incluía
movimiento homoerótico;
cincuenta fotografías de dibujos, fotografías y material orgánico humano». La obra, de indudable
baldosas extendidas en el logro conceptualista en el sentido de la depuración de la apariencia a favor
piso, debajo de vidrios, y un
de la transparencia de la idea, lo es también en la rotundidad de la imagen-
pequeño contenedor plásti-
co con semen. objeto;6 pero esto es a su vez un dato que trasciende a favor del efecto
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público del contenido. De igual manera, las series de los teatros Imperio
y Mogador, las primeras, tuvieron que esperar por un largo proceso de
transformación que las condujera hacia otra forma de la imagen-objeto:
Sobre porcelana (Fig. 7), de 1978-2004, pasó por la reducción extrema de
su tamaño —que no de su contenido— y, por repetición de la imagen
recortada en infinidad de círculos muy pequeños, se transformó en línea
dibujada en la pared. Es una obra de claros gestos conceptualistas, pero
aún allí las premisas teóricas se subordinan a la necesidad de establecer
un discurso afirmativo y político de la condición homosexual.
realidad cotidiana y su inclinación hacia algunos materiales. En Gutiérrez mer artista colombiano en
aceptar su homosexualidad
(2010: 194) explica: abiertamente—, adoptán-
dose como estilo “genera-
cional” alrededor de 1971,
En realidad, el cómic de los años cincuenta que empleé como modelo en
con la llegada al país de
los paisajes, me puso enfrente del pop —ese alegre y brillante periodo tan dos jóvenes artistas, Darío
Morales y el norteameri-
anglosajón. Pero fue el collage de Hamilton, que para mí es un ícono del
cano Jim Amaral, quienes
arte contemporáneo, lo que me sumergió en el pop como movimiento influirán en artistas como
artístico […] ese pequeño collage […] cambia repentinamente la mirada del Mariana Varela, Alfredo
Guerrero y como hemos
arte hacia el entorno, […] fue el punto de quiebre en la plástica a mediados
visto, en el mismo Rojas»
de los cincuenta. (Rueda, 2005: 54).
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III
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subjetividades individuales y colectivas, e incluso sobre las relaciones entre
naciones en el contexto del narcotráfico internacional.
Las obras conocidas como revelados parciales, entre otras, Felicidad perdi-
da (Fig. 11), de 1989, Tutela mater (Fig. 12), de 1992, Cupido equivocado, de
1988, y Caloto, de 1992, son, para empezar, trabajos que congregan dibujo,
pintura y grabado bajo el dominio de la esencia de la fotografía. Según ma-
nifiesta el artista, en Gutiérrez (2010: 133), son Revelados parciales, porque
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III
Siembra en tierra ajena
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distintas facetas en este trabajo, se revelan después de todo tan humanas,
justamente por su enfoque —conceptual y literal— en las historias puntua-
les que registran. Es pertinente dedicarle atención ahora a estas series fo-
tográficas, y dejar ver de paso su interacción con el devenir de la fotografía.
[…] al comienzo de mi carrera como artista, aun sin haber terminado mis
estudios en la Universidad Nacional, tomé dos decisiones claves. La prime-
ra fue adoptar mi propia realidad como gran tema en el arte. Eso fue crucial
en el origen de mi obra. En estos espacios sórdidos de mis más oscuros
deseos encontré la fuerza para sustentarme como artista […] mis diferencias
con el medio “normal” me alejaron de una concepción escolástica de la
realidad y fueron las mismas que generaron mis procesos dentro del arte.
baños del teatro, y de allí mismo, El Fredy, de 1979-2008, fotografía que corredor. Cada silla media
50 cm […] y así, dentro del
retomaría después en 2008. maletín con la linternita
cuadraba el foco sin mirar
por el visor. Luego anclaba
El año 1979 lo copan las obras producidas en el Teatro Faenza, el formidable
la cámara con la pasta lim-
edificio art nouveau situado en el centro de Bogotá. En sesiones de tardes piatipos al brazo izquierdo
de la silla, […] Cuando sen-
enteras («… una y otra vez las tardes suspendidas») y en largas horas
tía que había algo al lado,
subsiguientes de trabajo en el cuarto oscuro, el artista logra cristalizar una paradójicamente me con-
docena de series de fotografías, hechas de tres, cinco, nueve imágenes, centraba en mirar a la pan-
talla, y disparaba; contaba
además de algunas otras fotografías individuales. La precariedad del proce-
30 segundos y soltaba el
so de las tomas8 indujo el estiramiento de los límites técnicos en el cuarto disparador».
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III
Siembra en tierra ajena
Otro grupo de obras mantiene el mismo foco acotado: las que se basan en
otro de sus gestos emblemáticos, como es la reducción de las fotografías
—en vez de seguir la idea convencional de ampliarlas—. Primero realiza,
con imágenes sacadas de revistas pornográficas, Niño orinando, de 1972,
Corazones, de 1973 y Paloma (Fig. 14), de 1973. Y en 1980 realiza con otro
tipo de reducciones, esta vez de la serie Sobre porcelana (la del Mogador),
la pieza que tituló Vía Láctea, de 1980. Esta obra marca una salida hacia el
espacio objetivo como destino de la apariencia formal de la obra, lo cual
ha de generar en los años ochenta varias instalaciones memorables. Se
trata de la instalación de fotografías circulares mínimas —de diámetro
ligeramente menor a un centímetro— con las que dibujó una línea que
se extendía muy alta sobre la pared de la galería.9 Y en Episodio, de 1981,
utiliza ocho mil reducciones similares para construir una especie de dibujo
mural, de engatusadora grafía infantil.10 Una vez más, gracia y drama se
conjugan al servicio de una reflexión puntual de resonancias de insospe-
chado espectro, interactuando atentamente con el devenir del arte en su
contexto, pero mucho mas allá de una adhesión simple a sus postulados.
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Fig. 1
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III
Siembra en tierra ajena
Fig. 2
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Fig. 3
El último vaquero
1979
Grafito sobre papel
140 x 200 cm
44
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Siembra en tierra ajena
Fig. 4
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Fig. 5
Pelito
1974
Aguafuerte
50 x 70 cm
46
III
Siembra en tierra ajena
Fig. 6
Boca
1974
Aguafuerte
100 x 70 cm
47
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III
Siembra en tierra ajena
Fig. 7
Sobre
porcelana
(serie)
1978-2004
Fotografías
plata en
gelatina
49
Fig. 8
Nowadays
2001
Recortes de hoja de coca
sobre muro
252 x 350 cm
50
III
Siembra en tierra ajena
Fig. 9
¡Bratatá!
2001
Tríptico, hoja de coca sobre
papel
90 x 126 cm (90 x 42 cm c/u)
51
Fig. 10
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III
Siembra en tierra ajena
Fig. 11
Felicidad perdida
1989
Revelado parcial,
fotografía plata en gelatina
110 x 150 cm
53
Fig. 12
Tutela mater
1992
Revelado parcial,
fotografía y dibujo con líquidos
fotográficos sobre papel
200 x 140 cm
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III
Siembra en tierra ajena
Fig. 13
Emperador (serie)
1972
Fotografías plata en gelatina
55
Fig. 14
Paloma
1973
Reducción fotográfica plata en
gelatina
25 x 20 cm
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IV
Tiempo interior
IV
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Tiempo interior
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IV
Tiempo interior
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y condición de las huellas representacionales, las que pueden adquirir
nuevos sentidos y así accionadas, repercutir sobre el presente y el futuro.3
La actividad inicial de Miguel Ángel Rojas es muy rica en latencias de 3 Braier, psicoanalista
español, usa el término re-
momentos posteriores de ella misma. Un desplazamiento del punto de
troactividad. También suele
observación hacia el momento de sus inicios encuentra al artista ocupan- utilizarse la ampliamente
difundida expresión fran-
do las tardes en esas salas de cine dejadas al margen por la modernidad
cesa après-coup, introduci-
en el acelerado proceso de urbanización que transformaba bruscamente da por Lacan. Prefiero usar
las ciudades. Los teatros del centro de la ciudad en Bogotá habían cedido indistintamente los térmi-
nos traducidos al español:
paulatinamente sus espacios a los encuentros de la reprimida comunidad
retroactividad y acción dife-
homosexual que tanteaba su salida por los márgenes de la vida urbana. rida.
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IV
Tiempo interior
5 La exposición retrospec- ¿Cómo dar cuenta de los lugares de enunciación desde donde se hace una
tiva de Miguel Ángel Rojas, propuesta artística, y al mismo tiempo, indagar sobre los diálogos críticos
con curaduría de José Roca,
que obras como las de Mapplethorpe y Rojas establecen con la institución
en la Biblioteca Luis Ángel
Arango de Bogotá en 2007. arte y con la fotografía?
61
La obra de Rojas no se compromete de manera exclusiva o excluyente con
ninguno de los dos extremos de la pregunta y quizás por ello pueda verse
como puente entre ambos: como perteneciente a la subcultura que atiende
y recoge los intereses de las comunidades homosexuales en su construc-
ción del mundo, y como obra de arte que se inscribe en sus procesos de
creación y circulación, a veces desde la fotografía y a veces a través de otros
medios. Quizás también por ello, la capacidad de interpelación de la obra
sigue vigente hoy independientemente de la verdad histórica del artista.
Ellas son retratos, no exactamente de las fisonomías. Por lo tanto, sin con-
tradicción alguna se refieren a los problemas más hondos que se vienen
refiriendo: la búsqueda de afirmación desde la condición homosexual, la
dificultad de autoaceptación (las torpezas del comienzo, diría Rojas Guardia),
y muy importante, los infinitos matices del desajuste social: la abundancia
de sordidez, los desfiladeros del marginamiento y la degradación, y tam-
bién, en tono positivo, el asombro pagano del deseo para seguir con el poeta.
Las primeras series, las de los teatros Imperio y Mogador son las más explí-
citas, las que abiertamente abordan el tema largamente reprimido, y con la
62
IV
Tiempo interior
mayor rebeldía. En ese sentido, hay que fijar (para comentarios posteriores
en este texto), Sobre porcelana, de 1973 y la foto de El Fredy, de 1979-2008.
Entre las series del Faenza, de 1979, solo algunas, Antropofagia (Fig. 15)
y El Fisgón entre esas, alcanzan un grado de narratividad que concentra
la crudeza del sexo en sí. La mayoría absoluta de las series concentran
de modo más general el universo efervescente de la sexualidad margina-
da manifestándose entre sombras. Esperé cerca de la puerta mientras me
acostumbraba a la oscuridad (Fig. 16), Tres en platea (Fig. 17), Proa en la
nave de la ilusión (Fig. 18), Los olores y La visita figuran entre las series que
ejercen su atracción en el hecho de constituirse en experiencias subjetivas
de amplísimo espectro, en su capacidad para ajustarse como modelo de
acciones diferidas que pueden bordear la sexualidad desde significantes
como atmósfera, clima, olores, extrañeza, acechanza, disimulo, espera
y, sobre todo, penumbra. De allí sus latencias. De allí su potencial como
primer momento de la experiencia donde cuenta, y mucho, su condición
de tiempo suspendido.
63
dos o futuros profundamente humanos, por ocuparse de la sexualidad.
De manera que su potencia comunicacional no radica exactamente en lo
que ellas son, sino en lo que cada espectador es. Como lo plantea Buck-
Morss (2005: 159): «El significado, en efecto, no está “adherido” a la ima-
gen. Dependerá de su situación, no de su fuente». Porque al fin y al cabo,
«Una imagen se descubre inesperadamente, se encuentra sin haber sido
perdida».
64
IV
Tiempo interior
65
primera vez en la Galería Garcés Velázquez, de Bogotá. Rojas decidió
exhibirlas en un tamaño de medio centímetro de diámetro y ubicarlas en
lo alto de las paredes de la Galería. Aquí tampoco podían verse, o por lo
menos no con la claridad que esperaba el espectador, que en el contexto
de la exhibición ya se había convertido en todo un voyeurista.
El tiempo que se deja ver de pasada acá, vinculado como propone Rodrí-
guez a las dificultades de desplazamiento de imágenes entre subculturas,
es el de la espera para mostrar: es del todo común que un artista se guarde
obras, procesos inacabados o proyectos posibles y casi siempre son cosas
que el artista mantiene como parte de su piso afectivo. Lo que aquí se realza
es la largueza de esa espera por parte de Miguel Ángel Rojas con estas se-
ries. Como si las muchas horas en la penumbra titilante del interior de una
sala de cine y luego en la negrura del cuarto oscuro las hubiesen apegado
a su intimidad, en la que por lo demás ellas ya habían puesto en marcha
mecanismos de retroactividad sobre sí mismas: las fotos del Faenza son
de 1979, pero la serie del Imperio está fechada en 1973.
66
IV
Tiempo interior
Como un mensaje perdido, la botella al mar para ser hallada o no, una obra
más bien humilde en sus pretensiones, Rasgados (Fig. 23), de 1974, hace
referencia directa a ese engorroso procedimiento y de paso señala la ruta
67
de la reconstrucción. Está hecha con fotografías rasgadas, plata en gelatina
(la materia fotográfica elemental) y lápiz de plomo.
A estas alturas quizás el lector pueda colegir que Vía Láctea (Fig. 24), de conocimiento. Aquí Lacan
sigue el pensamiento de
1980, es una instalación hecha con reducciones fotográficas de una de las Hegel quien dice “él deseo
series más tempranas (la del Mogador, Sobre porcelana (Fig. 25), de 1978), es humano si se desea, no
el cuerpo sino el deseo del
convertidas en puntos del dibujo de una línea horizontal ubicada a unos
otro, desea ser deseado,
dos metros de altura; que de esas mismas reducciones es la imagen mil amado, y más bien reco-
nocido en su valor huma-
veces repetida en el dibujo de la historieta Paquita compra un helado (Figs.
no». Parece resonar en el
26 y 27), realizada en 1979 y rehecha en 1997. O que El Fredy (Fig. 28), una encuentro de miradas entre
fotografía de 1979, aparezca de nuevo ampliada en 2008, una foto que es el fotógrafo y el fotografia-
do, quien aun de espaldas,
la captura de una mirada directa, frontal, la imagen de eso que en definitiva
voltea su cabeza y mira
es el deseo, «el deseo del deseo del Otro».8 frontalmente a la cámara.
68
IV
Tiempo interior
Por otra parte, se puede anotar el hecho de que, además de nombrar una
de las series del Faenza,9 Vía Láctea es también el título de la antes descrita
en la Galería Garcés Velázquez.
De regreso a los revelados parciales de los noventa, como Caloto (Fig. 31),
de 1992, es significativo, además, ver lo aparentemente ajeno de la ima-
gen retomada; se trata, no obstante, de presencias antiguas en la psique
individual y en la memoria colectiva de los latinoamericanos. De nuestro
pasado muchas cosas nos son propias, nada ajenas; nada más cercano
que lo antiguo dentro de sí mismo. Así es, entre otras razones, como en
este trabajo se calibra la continua recurrencia en sus obras de los años
9 Las series recurrente-
noventa en adelante a las imágenes de culturas prehispánicas. En Caloto,
mente citadas en el trans-
curso del texto, a cuyos la fotografía de la figurilla de un bohío, hecha en arcilla por el artista, se en-
valores estéticos dedico cuentra junto a un rostro indígena metido a la fuerza dentro de una silueta
aún otra interpretación es-
aria. La abigarrada variedad de actividades, temas y procesos técnicos de
pecífica en la sección “La
fascinación de lo real”.. este periodo se resume en una respuesta del artista que, como es usual en
69
el discurso de Miguel Ángel Rojas, trasunta la materia más verdadera de
toda la obra. En la entrevista de Gutiérrez (2010: 132), dice:
70
IV
Tiempo interior
71
Luego de su explicación de la función catártica del arte, valga aquí conside-
rar la siguiente síntesis sobre la estética, de Bodei (2006:13):
72
IV
Tiempo interior
73
chas obras como las que ahora se citan, pero su imagen solo se intuye. La
ciudad está afuera, perdida aunque presente, en Viendo el noticiero desde las
torres, de 1985, y Luna azul, de 1992; y el cobijo lo da el ambiente hogareño
de la escena. Y en Buró (Fig. 35), de 2008, el tríptico de fotografías digitales
y un video (Fig. 36) realizado en las salas de un hospital abandonado, la
melancólica imagen del edificio en ruinas hace eco de la ciudad indetenible.
Pero sobre todo el video Borde de pánico (Fig. 37), de 2003, retrata, por me-
tonimia, la ciudad sin esfera pública, sin sentido de encuentro ni diálogo,
agresiva y anónima como pueden ser hoy las megalópolis —Bogotá— para
muchos de sus habitantes. La cámara sigue por varias cuadras a una mano
enguantada que lentamente va demarcando con un lápiz los contornos de
gotas de sangre en la acera. El cuerpo desangrándose y la ciudad impávida
no aparecen en la imagen del video, pero copan la conciencia de quien la
mira. Permanecerán hasta que el duelo las transforme en olvido.
74
IV
Tiempo interior
Fig. 15
Antropofagia
(serie)
1979
Fotografías plata
en gelatina
75
76
IV
Tiempo interior
77
Fig. 16
78
IV
Tiempo interior
Fig. 17
Tres en platea
(serie)
1979
Fotografías plata
en gelatina
79
80
IV
Tiempo interior
Fig. 18
Proa en la
nave de la ilusión
(serie)
1979
Fotografías plata
en gelatina
81
Fig. 19
82
IV
Tiempo interior
Fig. 20
Vía Láctea
1979-2004
Tríptico,
fotografía plata
en gelatina
50 x 70 cm c/u
83
Fig. 21
Episodio
1981
8.000 reducciones fotográficas
plata en gelatina sobre muro
84
IV
Tiempo interior
Fig. 22
Episodio
1981
(detalle)
85
Fig. 23
Rasgados
1974
Fotografías rasgadas, plata
en gelatina y lápiz de plomo
15 x 12 cm
86
IV
Tiempo interior
Fig. 24
Vía Láctea
1979-2004
Reducciones fotográficas plata
en gelatina y resina epóxica
sobre muro
1,2 mm c/u
87
Fig. 25
Vía Láctea
1979-2004
(detalle)
88
IV
Tiempo interior
Fig. 26
89
90
IV
Tiempo interior
Fig. 27
Paquita
compra un helado
1979-1997
10.000
reducciones
fotográficas
plata en
gelatina y
resina epóxica
sobre muro
1,2 mm c/u.
Dimensiones
aproximadas
76 x 850 cm
91
Fig. 28
El Fredy
1979-2008
Fotografía impresión inkjet
82,5 x 122 cm
92
IV
Tiempo interior
Fig. 29
Autorretrato serial
1972-1973
Fotografía plata en gelatina,
multiexposiciones
40 x 50 cm
93
Fig. 30
Blue jeans
1973
Aguafuerte
100 x 70 cm
94
IV
Tiempo interior
Fig. 31
Caloto
1992
Revelado parcial,
fotografía plata en gelatina
132 x 187 cm
95
Fig. 32
Cama
1981
Instalación: 200 fotografías
plata en gelatina
5 cm c/u, cojinete de
polietileno de 5 x 5 cm
con semen
96
IV
Tiempo interior
Fig. 33
Atenas CC
1975
Instalación. Pared:
4 formatos grafito sobre papel
de 100 x 70 cm c/u. Piso: 50
fotografías plata en gelatina
de 20 x 20 cm c/u, vidrios,
marco de madera y semen
97
Fig. 34
Mirando la flor
1997-2007
Fotografía plata en gelatina
y video 6’ 10”, 95 x 396 cm
(2 fotografías 95 x 132 cm
c/u y pantalla de
21 pulgadas)
98
IV
Tiempo interior
Fig. 35
Buró
2008
Tríptico,
impresión inkjet
82,5 x 122 cm c/u
99
Fig. 36
Buró
2008
Video still
100
IV
Tiempo interior
Fig. 37
Borde de
pánico
2003
Video 59’
101
102
IV
Tiempo interior
Fig. 38
Casa en el aire
2000
Políptico, seis módulos,
tinta y hojilla de plata
sobre lienzo y relleno de
poliéster
90 x 170 cm c/u
103
Fig. 32
Cama de piedra
2000
Políptico, nueve módulos,
tinta y hojilla de plata
sobre lienzo con relleno de
poliéster
92 x 170 cm c/u
104
V
Lugares de la
vulnerabilidad
IV
105
Lugares de la vulnerabilidad
dueño del falo) y el narcisismo de lo que la posesión del órgano supone. cisismo al doctor Antonio
Pignatiello, en los escritos
No obstante, si el sentido de la masculinidad así construido se dificulta o de su blog http://revesde-
se pierde, si todo lo que se le ha ido agregando por mandato social —el lamasculinidad.wordpress.
com/ y las conversaciones
privilegio, la superioridad, la invulnerabilidad— se desvanece, la pérdida
sobre el tema que por su
retorna en lo real. Las consecuencias las soporta todo el mundo.1 Y por si gentileza compartimos.
106
V
Lugares de la
vulnerabilidad
107
occidental hoy es la de un cuerpo masculino y desde allí el punto de vista
único ha viciado la construcción de la cultura.3
Pero puesto que el significante maestro lacaniano, todo lo que encierra alteridad. En su entrevista
a Hirsh y Olson expone el
la palabra falo y sus conexiones significativas, sigue restringido a la ana-
recorrido general de su tra-
tomía masculina, la asignación de la sexualidad por el lenguaje obedece, bajo en los siguientes tér-
minos: «Mostré como un
según Iregaray, a la misma comprensión de la subjetividad dominada por
sujeto único, tradicional-
un modelo que históricamente ha generado patrones de discurso donde mente el sujeto masculino,
108
V
Lugares de la
vulnerabilidad
[…] el héroe es una figura central en complejos que nos dominan por su
autonomía. Vivimos en sociedades en las que estos complejos autóno-
mos abundan, destruyen sistemáticamente las posibilidades de la cultura
y generan pobreza, violencia, crimen y destrucción [...]. Ese monopolio
de la energía psíquica por el carisma hecateriano del héroe está presente
en todos nosotros [...] con la figura del héroe mostrando claramente la
irracionalidad de estos niveles de posesión. Estos niveles han aparecido
en nuestra historia, de manera más evidente, asociados a las guerras de
independencia y en nuestros días.
109
que han de volver pertubadoramente por reprimidos (como quizás podría
escudriñarse entre los combustibles del conflicto colombiano actual). En
esta oleada se integran héroes «embriagados con nuevas ideologías que
irrumpen a fines del siglo XVIII: con las fantasías de la Ilustración sobre la
razón y la divisa libertaria de la Revolución Francesa (“Libertad, Igualdad,
Fraternidad”). Son los héroes independentistas» (López-Pedraza, 2002: 23);
héroes cabalgando sobre una realidad incongruente con sus mitos. Tam-
poco fue posible asimilar tanta distancia con las realidades coloniales ante
una segunda vuelta de regresión y regreso perturbado y ante una sorpren-
dente «poca reflexión sobre los héroes desde el punto de vista de nuestra
patología colectiva. Y también sobre el hecho de que esa patología aparece
reiteradamente en nosotros», ese mito sigue causando dolor en la realidad
latinoamericana actual (López-Pedraza, 2002: 26).
110
V
Lugares de la
vulnerabilidad
111
—tal como se entiende en la teoría económica convencional—, esquivando
su transformación en contenido, en sustancia que en su origen, en los ne- 4 Capriles (2011: 57-70)
gocios de donde viene, y en su recorrido, se carga de significados sociales argumenta, en su capítu-
lo tres, la materialización
y categorías psicológicas que, aun cuando no se reconozcan, impactan las
de lo abstracto aplicada al
relaciones. En consecuencia, remarca la materialización de lo económico y dinero como explicativo de
conductas individuales que
su contaminación por el sentido de lo que atraviesa socialmente. Olvidar
se colectivizan. Esto reve-
ese paso contaminante ayuda a generar la doble moral que tranquiliza la laría la facilidad con que se
conciencia del poderoso en detrimento del débil aun cuando ambos se jerarquizan las responsabi-
lidades de todas las partes,
inscriban en el mismo círculo de producción-consumo-producción.4 No por ejemplo en el negocio
es necesario explicar mucho lo que la experiencia ha impuesto en países internacional que vitaliza
el circuito real de la droga,
en vías de desarrollo en sus relaciones con países desarrollados cuando
cuando se resalta desfavo-
estas se gobiernan por esa doble moral. rablemente solo la posición
del productor.
La capacidad del arte, para generar conocimiento sobre las verdades del 5 Siempre me ha parecido
mundo, encuentra en la obra de Miguel Ángel Rojas un modelo de pen- de gran sencillez y profun-
didad la definición de obra
samiento complejo y agudo cuando reflexiona sobre todos estos asuntos
de arte como portadora de
que se han venido exponiendo hasta aquí. verdad y justicia, que mane-
ja el filósofo y curador Ale-
jandro Burgos, a partir de
¿No es acaso el David (Fig. 41), de 2004, una poderosa síntesis de la gue- una interpretación de una
rra desde su punto de mayor vulnerabilidad? ¿No es un soldado mutilado, frase de Nietszche en su
Nacimiento de la tragedia.
reinsertado a la vida civil ordinaria, la crasa confrontación del reverso del
Según Nietszche, «Sólo
mito del héroe? La recepción unánime de esta imagen en el circuito inter- como fenómeno estético
la existencia, y con ella el
nacional tiene las dimensiones de verdad y justicia 5 de la que el arte puede
mundo, aparece justifica-
ser portador (esta obra lo hace con toda la intensidad posible), porque da». Burgos deriva en «Só-
también denuncia esa parte de la verdad implícita en la expresión de Cerón lo como fenómeno estético
la existencia, y con ella el
(2007: 74): «[…] el sistema social y político que ha construido y alterado el mundo, aparece (se cons-
cuerpo que se nos muestra»: el del David, de Rojas. tituye en esa aparición) en
(su) verdad». De aquí la
idea de la obra de arte co-
En el David brillan el refinamiento y las sutilezas de las estrategias artísticas mo generadora de coorde-
nadas de verdad y justicia
para asumir lo político, que la teoría latinoamericana sobre arte contem-
(cómo conozco el mundo
poráneo ha señalado en las prácticas de la región, y en lo cual la obra de y cómo debo comportarme
Miguel Ángel Rojas alcanza una personalísima fortaleza hecha de nervio y en el mundo). Lo traigo de
los cursos de Museología
contención. En sus propias palabras, con ocasión de la entrevista de Iovino
que hemos impartido jun-
(2006: 137): «[…] entendí muy bien que lo humano también es político, que tos.
112
V
Lugares de la
vulnerabilidad
las relaciones humanas también son políticas, que uno no tiene que tener
una bandera en la mano para tratar de buscar un mundo mejor».
113
observación por la matriz reflexiva que la obra de Rojas ofrece al respecto,
vale la pena reiterar un punto de vista del arte latinoamericano que recoja
una mirada no subordinada de este en el panorama internacional. En pa-
labras de Gerardo Mosquera (2010: 152):
Porque la que propone Miguel Ángel Rojas es una mirada crítica desde
Colombia inserta como está en el mundo global.
114
V
Lugares de la
vulnerabilidad
La selección de las referencias culturales con las que puede establecer vín-
culos de orden simbólico reitera la influencia de su carga autobiográfica. A
la obra se vinculan, por ejemplo, íconos prehispánicos —como ‘archivos de
su memoria’— útiles en las elaboraciones sobre la drogadicción (el poporo
en Buritaca [Fig. 43], de 1992), la sexualidad ajustada a patrones morales
distintos a los actuales en las culturas prehispánicas (las figurillas Tumaco)
o el peso de la religión impuesta (la yuxtaposición del pectoral tairona y el
escudo español en Tutela Máter, de 1992). La iconografía prehispánica se
asume desde el olvido, como se reitera en Felicidad perdida, de 1989, Caloto,
de 1992, o Despojo (Fig. 44), de 1996.
115
1992, al calificar la postura que «condiciona ciertas producciones culturales
del mundo periférico de acuerdo con paradigmas que se esperan de allí
para el consumo de los centros». El segundo, un traslado de lo que Foster
(2010: 175) observara también ya desde 1996, consistente en caer, al en-
cuentro con el otro, en fijarlo como una proyección propia, sometiéndolo
a fantasías primitivistas (el otro-exótico, primitivo) o bien en fetichizar los
productos híbridos o intermedios entre ambos; o en otras operaciones que
imposibiliten un trato entre semejantes con respeto por la alteridad. Caer
en el comportamiento del «artista como etnógrafo»,10 desde premisas
prestadas que no le permiten resignificar en su arte los rasgos del otro, o
hacer fusiones o préstamos enriquecedores. Como sí ocurren en el trato
con ciertas —específicas— imágenes precolombinas por parte de Miguel
Ángel Rojas.
El recorrido hasta aquí sugiere que el sujeto vulnerable habita toda la obra
de Miguel Ángel Rojas. Y que en el cuerpo del rechazado, del sojuzgado o
el olvidado se cobra «la incapacidad del Yo (como instancia imaginaria) de
‘tramitar o asimilar’ en su sistema, el montante de estímulos originados por
la cadena significante en un momento dado», es decir, el trauma psíquico,
tal como lo define Lander (2004: 199). No obstante, un sutil desplazamien-
to le permite expandir la reflexión a la tierra misma, al paisaje: se trata de
una obra que, además, sintetiza el juego intelectualizado con el discurso
del arte, porque asume el neorromanticismo posmoderno (antes ya prestado
de Aguilar), desde adentro, desde una —idílica, romántica— imagen de
paisaje montañoso cubierto por una doble capa fina de niebla y de puntos
mínimos extendidos en una grilla perfecta como un velo. Es Santa, de
2006, de la que existen dos versiones similares. La fotografía describe un
10 Esta inserción del te-
paisaje andino nublado y la grilla que la cubre como un velo está hecha de
ma dentro de las mismas
imágenes mínimas, como puntos, de calaveras. Una vez más el sujeto de premisas que observo en
el conjunto total de la obra
esta obra es la naturaleza inerme —vulnerable— ante el riego tóxico que
me distancia, en este pun-
recibe como corolario de las acciones antidroga. to, de la opinión de Rueda
(2005), quien afilia algunas
piezas de Miguel Ángel Ro-
También en la revisión de las distintas maneras de abordar la subjetividad
jas a la actitud descrita por
a lo largo de la obra, el cuerpo adquiere importancia central. Porque en él Foster (2010).
116
V
Lugares de la
vulnerabilidad
117
una mano enguantada sugiere la idea de cuerpo a partir de esas manchas; al fin y
al cabo un resto suyo, un residuo corporal terriblemente segregado y convertido
en huella sobre la acera y el pavimento. La obra insinúa la capacidad de un fluido
vital para establecer discursos tajantes sobre rudezas de la realidad social urbana.
Como en la perspicaz imagen de Ricco: «[…] los límites del cuerpo revelan su con-
dición líquida cuando los fluidos del cuerpo cruzan límites corporales» (1994: 57).
La imagen del cuerpo tendrá siempre importancia central en el arte, pero es, ade-
más, ineludible en el entorno del conflicto colombiano. Como dice Andrés Gaitán
(2005: 48), se vive un cuerpo «que responde a la forma como lo estamos asimilan-
do después de tanta violencia y de tantas imágenes que recrean permanentemente
esa violencia». Por eso, cabe destacar la sutil escogencia —una vez más— de la
vulnerabilidad como categoría principal de enfoque en el trabajo de Miguel Ángel
Rojas, para resignificar, sin olvidar, esa violencia. Caquetá (Fig. 45), de 2007, el video
de un soldado que se lava el camuflaje de la cara, paciente e inquietantemente,
con sus muñones, representa en ese sentido una imagen poderosa y concluyente.
Como la mirada final del soldado, frontal, hacia la cámara.
118
V
Lugares de la
vulnerabilidad
Fig. 40
Cupido equivocado
1988
Revelado parcial,
fotografía plata en gelatina
110 x 150 cm
119
Fig. 41
David (serie)
2004
Impresión inkjet
200 x 100 cm c/u
120
V
Lugares de la
vulnerabilidad
Fig. 42
Medellín-New York
2005
Díptico, recortes de hoja
de coca y billetes de dólar
sobre papel
90 x 126 cm c/u
121
Fig. 43
Buritaca
1992
Acrílico sobre tela
180 x 460 cm
122
V
Lugares de la
vulnerabilidad
Fig. 44
Despojo
1996
Tierra, piedra, cerámica y
plastilina
123
Fig. 45
Caquetá
2007
Video
124
VI
La fascinación de lo real
125
La fascinación de lo real
126
VI
La fascinación de lo real
El valor de una obra de arte es un enigma, incluso para Freud, tal como
lo asegura su destacado seguidor Jacques Lacan. En uno de sus famosos
Seminarios de 1964, luego de citar la declaración de imposibilidad de su
antecesor para reconocer lo que le da el valor a la obra artística, Lacan
(1987: 118) elabora su propia explicación al respecto, siempre a partir de
las observaciones freudianas iniciales, y en los siguientes términos:
Freud formula que si una creación del deseo, pura a nivel del pintor, adquie-
re valor comercial —gratificación que, al fin y al cabo, podemos calificar de
secundaria— es porque su efecto es provechoso en algo para la sociedad,
provechoso para esa dimensión de la sociedad en que hace mella. Aun den-
tro de la vaguedad, digamos que la obra procura sosiego, que reconforta
a la gente mostrándoles que algunos pueden vivir de la explotación de su
deseo. Pero para que procure a la gente tanta satisfacción, tiene necesa-
riamente que estar presente también otra incidencia: que procure algún
sosiego a su deseo de contemplar.
127
Imagen o El sujeto de la
La mirada
Pantalla representación
en el cual se manifiesta la angustia de la carencia constitutiva del sujeto. cono separado: el prime-
ro, que corresponde al del
La mirada del mundo hacia el sujeto se convierte, para este último, en su punto de vista del sujeto
objeto a minúscula. 3 representado equivale a la
perspectiva renacentista; y
el otro, el de la propuesta
Foster (2001: 144) se detiene en este mismo Seminario 11 de Lacan para de la mirada lacaniana.
nociones que el discurso lacaniano les asigna a ciertas obras de arte; al del acápite respectivo en
el diccionario de Evans
«trompe-l’oeil, engañar al ojo», que algunas obras intentan y al «dompte-
(2010): «El símbolo a (la
regard, a domar la mirada», como una aspiración general de todo arte. primera letra de la palabra
autre, “otro”) es […] el otro
Esta doma o pacificación de la mirada, la estrategia recurrida para unir lo
que no es otro en absolu-
simbólico y lo imaginario con lo real, es lo que se pretende evidenciar acá to, puesto que está esen-
como sustento de la fascinación que algunas obras de Miguel Ángel Rojas cialmente unido al yo, en
una relación que siempre
producen en sus espectadores. refleja, intercambiable […]
Así como el ágalma es un
objeto precioso oculto en
Lo cual significa alejarse del exhaustivo análisis de Foster sobre las estrate-
una caja relativamente ca-
gias de cierto arte de los años noventa en el circuito euroestadounidense, rente de valor, el objeto a
es el objeto del deseo que
que parecen rechazar de plano el mandato de pacificación de la mirada:
buscamos en el otro […] a
«Es como si este arte quisiera que la mirada brillara, el objeto se erigiera, lo designa el objeto que nun-
real existiera, en toda la gloria (o el horror) de su pulsátil deseo, o al menos ca puede alcanzarse, que
es realmente la CAUSA del
evocara esta sublime condición» (Foster, 2001: 144).
deseo, y no aquello hacia lo
que el deseo tiende».
128
VI
La fascinación de lo real
Porque ese no es el caso con las obras de Miguel Ángel Rojas. En su caso
ellas se avienen a la naturaleza elusiva de lo real y no pretenden evidenciar
nada directamente. Su vinculación con el espectador ocurre en un plano
ambiguo donde todo es más borroso; su apuesta es por relacionarse desde
el lugar de la pantalla donde asoma lo real y atender las múltiples llamadas
de la mirada donde se oculta el objeto a.
El cuadro no rivaliza con la apariencia, rivaliza con lo que Platón, más allá
de la apariencia, designa como la Idea. Porque el cuadro es esa apariencia
que dice ser lo que da la apariencia. Platón se subleva contra la pintura
como contra una actividad rival de la suya.
4 Los procesos que revi- obras ejercen —de modo singular para cada quien— en sus espectadores.
sé a lo largo de la sección Ya desde la observación de los lentos procesos de elaboración de la obra
“Tiempo interior” como
en Rojas,4 de ese detenerse en pequeños detalles que a la final importan o
modos del tiempo en la
obra. no en el resultado final, lo que parece hablar es un trabajo donde el artista
129
se conecta con un trabajo de su psique. Un trabajo donde lo que importa
no es solo aquello que a la final se muestra, sino que aquellos excedentes
de sentido, desbordantes en esos procesos, se van guardando en lo real.
Ese que en esta sección se pretende visualizar en las obras.
pescados secos recubiertos en hojilla de oro e instalados en el retablo de ción del doctor Marco Au-
relio Paredes, psicoanalista
una iglesia donde se mimetizaban con las tallas barrocas del altar, refiere, venezolano miembro de la
precisamente desde un templo religioso, a «la religión como herramienta Nueva Escuela Lacaniana
de Maracaibo, en junio de
de dominación de las culturas nativas», según expresión propia del artista
2011. Asistí al grupo de
(Gutiérrez, 2010: 184). Y en la serie David, de 2004, en la cual la perfección lectura lacaniana del doc-
tor Paredes por un par de
del cuerpo masculino atrae la mirada hacia el ideal de la imagen, o de la
años.
serie, hasta que la pierna mutilada del apolíneo modelo reclama la visión.
Las tres obras ejercen una atracción poderosa; el David se cuenta entre las 6 A su abierta inscripción
como imagen homoeróti-
imágenes más difundidas internacionalmente.6
ca, dedico una breve refle
xión más adelante.
130
VI
La fascinación de lo real
131
Todo señala a la pantalla donde se identifica la imagen en las operacio-
nes del campo escópico; un plano de cruce entre el sujeto y la mirada.
Como explica Lacan (1987: 85), es en ella donde ocurre la mancha, la
sombra o velo que se opone a una luz cegadora para que la imagen re-
tome su contorno (la buena forma), para que pueda ver el ojo cegado
por lo real (contenido en este caso en la aporía): en la función escópica se
encuentra a nivel de lo que llamo la mancha el punto de aparición fugaz de
lo real.
¿De qué sosiego hablaba Lacan cuando, al observar los agregados al valor
de la obra de arte, afirmaba que ese sosiego «reconforta a la gente mos-
trándoles que algunos pueden vivir de la explotación de su deseo» (1987:
118)? Inicialmente, él mismo responde que algún sosiego a su deseo de
contemplar. Luego da una explicación más amplia, cuando, en el mismo
Seminario 11, modifica su conocida fórmula: «el deseo del hombre es el
deseo del Otro», por esta que reza: «se trata de una especie de deseo al
Otro, en cuyo extremo está el dar-a-ver». Un dar-a-ver que, según advierte,
adquiere sentido porque es un hecho que de antemano existe «en quien
mira, un apetito del ojo» (Lacan, 1987: 121).
Apetito del ojo del observador que, en cuanto ojo malo, ‘mal de ojo’, es
una creencia difundida planetariamente, y que incluye en su seno el ojo
que envidia, el que persigue su deseo:
132
VI
La fascinación de lo real
La fascinación, pues, entra por los ojos; la fascinación por lo real. Lo cual
hace surgir entonces la pregunta obligada por lo real. Ya Paredes, unos
párrafos arriba, había advertido de la dificultad de presentar su núcleo, y
la necesidad de buscarlo. A eso ha de agregarse su también ya conocida
distancia de lo que comúnmente se entiende por realidad circundante: de
esa realidad que no es lo real de cada quien. El propio Lacan solo lo bor-
dea insistentemente y en algunas frases que funcionan como aforismos
(¡tan útiles a su lector!) permite ir hilvanando esa noción tan elusiva por
naturaleza.
Pero el sujeto está allí para dar consigo mismo, donde eso estaba […], lo
real […]. Los dioses pertenecen al campo de lo real. (Lacan, 1987: 53)
133
en ese ‘domar la mirada’: una vez más, el David, de 2004, tiende la red de
su real a estos procesos intersubjetivos con la eficacia particular que su
expandida capacidad de fascinación parece comprobar. En esa apariencia
que dice ser eso que está allí ofrecido al ojo hay un deseo que se da-a-ver,
una multiplicidad de pistas de lo real.
pobre, de 2001, expresa en tono afín: «[…] en Colombia se ha producido un David de Miguel Ángel Ro-
jas”, citado en la sección IV.
cambio dramático de valores como resultado de los dineros calientes; lo También Andrés Montene-
importante es ser rico, no importa cómo» (Gutiérrez, 2010: 200); y sobre gro (2010) dedica impor-
tantes consideraciones a
Cupido equivocado, de 1989, «[…] es una expresión del odio. Cupido es el
la vinculación de la imagen
amor y la flecha cae en territorio de guerra. Es lo contrario al amor, al Eros, con la iconografía afín des-
de la Antigüedad Clásica.
es el Tánatos» (Gutiérrez, 2010: 135).
134
VI
La fascinación de lo real
Cabe, además, convocar, con vigencia refrescada por este contexto, la afir-
mación de Camnitzer sobre este punto, ya utilizada en la sección “Puntos
de resonancia” de este libro: «La verdadera cuestión que hay que discutir
aquí no es tanto si es importante evitar los intentos didácticos, sino más
bien cuán efectivamente se los puede ocultar» (Camnitzer, 2009: 54).
135
También aplica entonces una reflexión teórica específica, como la que refiere
a la fotografía que toca temas considerados escandalosos o tabúes, y su
inscripción, casi por inercia, entre los procesos que rozan lo perverso: ¿Y
cuál es exactamente el aspecto perverso de la fotografía?, se pregunta Susan
Sontag (2005: 28) en su ya canónica compilación de 1981. Para responder
que en la cercanía y distancia simultánea del acto de captar la escena,
desde el gesto de ocultamiento tras la cámara, la mirada del fotógrafo se
presiente de algún modo permisiva y por ello la fotografía, que apunte a
temas regularmente invisibilizados por no ajustarse cómodamente a los
mandatos sociales, resulte entorno apropiado para el surgimiento de las
fantasías: «Quizás la perversión reside en que estas fantasías son verosí-
miles y muy inapropiadas al mismo tiempo», escribe Sontag.
Apoyado en Julia Kristeva, Foster (2001: 161) elabora dos direcciones para
la abyección en el arte contemporáneo:
Las obras de Rojas que tocan la obscena mirada-objeto de lo real son, pues,
perversas por las razones que expone Gutiérrez (2010); pero lo que hace
a su materia abyecta es este rozar lo real en la mirada. Tanto al uso de las
materias orgánicas de la cita, como a la exposición de otros temas propios
de esta obra, se agrega el modo como todo ello se inscribe en la visualidad
de lo homoerótico, e incluso —como en la serie del Mogador— escueta-
mente de la homosexualidad.
Es desde allí que el David (Fig. 49) deviene una obra atractiva para el cierre
de esta monografía dedicada a la obra de Rojas. Porque ella es capaz de
responder a las distintas miradas que se han intentado sobre la obra, par-
ticularmente en relación con lo real lacaniano y, además, porque constituye
136
VI
La fascinación de lo real
La evocación clásica del David propicia un nexo con otra imagen que en
algún sentido comparte un sino similar en la historia del arte. La referen-
cia es a Figure d’Étude, de 1835, del pintor francés Hippolyte Flandrin, hoy
convertida en una de las pinturas más visitadas del Museo del Louvre.
Pero a diferencia de aquella que, a juicio de Camille (citado por Davis,
1994: 161) «aparece hoy en mercadería gay alrededor del mundo como
un signo de nuestras posiciones subjetivas aisladas y recluidas y la falta
de voluntad de nuestra comunidad para alterar radicalmente estereotipos
clásicos impuestos y heredados», el David de Miguel Ángel Rojas aparece
como una imagen que en su frontalidad, pero también en su presentación
como aporía, convoca y quiebra esos estereotipos sin ambages. Quizás
más eficientemente aún y sin estridencias.
137
ese simbolismo como si la asociación homoerótica pudiera olvidarse. Es
entonces esta aceptación del disimulo impuesto, de la reclusión forzada,
la que Camille denuncia como aceptación de estereotipos construidos por
otros. Porque, en cierta medida, la imagen acepta la segregación. «Si ha
venido a representar el cuerpo homosexual, es uno que se ha cerrado sobre
sí mismo más que cualquier otra cosa en la pintura de Flandrin» (Camille
citado por Davis, 1994: 184).
138
VI
La fascinación de lo real
Fig. 46
Fragilidad
1999
Pescado y floras de tela
20 x 15 x 8 cm
139
Fig. 47
Naturaleza muerta
2005-2007
Talla en madera, hojilla
de oro y pescado seco,
doce módulos de 38 x 70 x 15 cm c/u
140
VI
La fascinación de lo real
Fig. 48
Quiebramales
2005
10.000 lápices sobre MDF
15 x 60 x 700 cm
141
Fig. 49
David
2005
Instalación: impresión inkjet
200 x 100 cm c/u
142
VII
Consideraciones finales
VI
143
Consideraciones finales
144
VII
Consideraciones finales
145
Una de las mayores aventuras de mi proceso de análisis fue el manejo de
la noción lacaniana de lo real. Es cierto que el psicoanálisis es una herra-
mienta de interpretación cultural importante desde sus inicios en el siglo
XX, pero en nuestro medio artístico ha sido un poco menos difundido.
Mi conclusión allí es que el manejo de lo real sirve como una especie de
calibrador de la densidad de muchas obras. A mayor densidad, mayor com-
plejidad del tamiz que cada obra propone. La densa obra de Miguel Ángel
Rojas resulta un complejo tamiz para las lecturas de lo real en el contexto
del arte contemporáneo.
146
VII
Consideraciones finales
147
VIII
Cronología
VII
149
Cronología
150
VIII
Cronología
Formación académica
151
1991 Bio. Museo de Arte Moderno de Bogotá, Colombia.
1988 Fotografía. Museo de Arte de la Universidad Nacional. Bogotá,
Colombia.
1985 Bio. Inter Latin-American Gallery. Nueva York, Estados Unidos.
1982 Subjetivo. Instalación in situ en la Galería Garcés Velázquez,
Bogotá, Colombia.
1981 Grano. Instalación en la sala de proyectos del Museo de Arte
Moderno de Bogotá, Colombia.
152
VIII
Cronología
153
1979 XI Bienal Internacional de Grabado. Tokio, Japón.
IV Bienal Latinoamericana de Artes Gráficas. San Juan, Puerto
Rico.
1977 La plástica colombiana de este siglo. Casa de las Américas. La
Habana, Cuba.
Los novísimos colombianos. Museo de Arte Contemporáneo de
Caracas, Venezuela.
1976 Realist Prints. Dirección del Consejo de Galerías. Australia.
1975 Carpeta Cartón de Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá,
Colombia.
Primer Salón Atenas. Museo de Arte Moderno de Bogotá, Co-
lombia.
1970 XXI Salón Nacional de Artistas Colombianos. Museo Nacional.
Bogotá, Colombia.
Reconocimientos
154
VIII
Cronología
155
IX
Bibliografía
VIII
157
Bibliografía
Libros
158
IX
Bibliografía
Gaitán, Andrés, 2005. Los límites del cuerpo o lo bello en el horror. Bogotá: Alcal-
día Mayor-IDCT, 42-48.
Gutiérrez, Natalia, 2010. Miguel Ángel Rojas. Esencial, conversaciones con Miguel
Ángel Rojas. Bogotá: Planeta-Paralelo10.
Herzog, Hans, 2004. Cantos cuentos colombianos. Zúrich: Daros Latinoamé-
rica AG.
Huertas, Miguel, 2005. El largo instante de la percepción: los años setenta y el
crepúsculo del arte en Colombia. Bogotá: Universidad Nacional de Co-
lombia, Facultad de Artes.
Iovino, María, 2003. Volverse aire. Óscar Muñoz. Bogotá: Ediciones Eco.
Kristeva, Julia, 2004. Los poderes de la perversión. México: Siglo XXI Editores.
Lacan, Jacques, 1972. Escritos. México: Siglo XXI Editores.
Lacan, Jacques, 1987. El seminario de Jacques Lacan Libro 11-Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis 1964. Texto establecido por Jacques-Alain
Miller. Buenos Aires: Paidós.
Lander, Rómulo, 2004. Experiencia subjetiva y lógica del otro. Caracas: Editorial
Psicoanalítica.
Marchán Fiz, Simón, 1974. Del arte objetual al arte del concepto. Las artes plásticas
desde 1960. Madrid: Alberto Corazón Editor.
Mosquera, Gerardo, 2010. Caminar con el diablo. Textos sobre arte, internaciona-
lismo y culturas. Madrid: Exit Publicaciones.
Pini, Ivonne, 2001. Fragmentos de memoria. Los artistas latinoamericanos pien-
san el pasado. Bogotá: Ediciones Uniandes-Universidad Nacional de
Colombia, Facultad de Artes.
Richards, Nelly, 2007. Fracturas de la memoria. Arte y pensamiento crítico. Buenos
Aires: Siglo XXI Editores.
Rojas Guardia, Armando, 2006. Obras completas. Ensayo. Caracas: Equinoccio.
Rojas Guardia, Armando, 2008. Fuera de tiesto. Poemas selectos. Caracas: BID
& CO.
Rueda, Santiago, 2005. Hiper/Ultra/Neo/Post. Miguel Ángel Rojas: 30 años de
arte en Colombia. Bogotá: Alcaldía Mayor-IDCT.
Sontag, Susan, 2005. Sobre la fotografía. Bogotá: Alfaguara.
Suárez, Sylvia, 2010. Duda y disciplina. Obra crítica de José Hernán Aguilar. Bo-
gotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Artes.
159
Artículos en libros (compilaciones, memorias)
160
IX
Bibliografía
161
Catálogos
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Arango.
Alloway, Lawrence, 1963. Six Painters and the Object. Nueva York: The Solomon
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Banco de la República, disponible en http://www.banrepcultural.org/
warhol/colombia/b-gonzalez-colombia-pop.html [noviembre 2012].
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Ministerio de Relaciones Exteriores.
Roca, José, 2007. Objetivo subjetivo, Bogotá: Museo de Arte del Banco de la
República, Biblioteca Luis Ángel Arango.
Rodríguez, Víctor Manuel, 2007. «Miguel Ángel Rojas: Proa en la Nave de la
Ilusión», en Roca, 30-37.
Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, 2008. Catálogo general de exposicio-
nes en la Galería Santa Fe y otros espacios. Bogotá: Alcaldía Mayor-SCRD.
162