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ESCOLAR
Cada crisis socioeconómica dispara, como resorte automático, una crisis de valores entre
los que entran los valores educativos. Durante la dificultad se desatan las evidencias de que
algo hemos tenido que hacer muy mal para llegar a esta situación: “de aquellos barros
llegaron estos lodos”, nos repetimos. Más allá de la queja inoperante, lo positivo de cada
uno de estos escenarios de crisis es que nos proporcionan oportunidades únicas de repensar
la educación que no debemos desaprovechar. A cada crisis socioeconómica le corresponde
una crisis de política educativa y a cada crisis educativa, una propuesta de revolución.
Pues bien, en cada revolución educativa es recurrente poner en tela de juicio la capacidad de
la enseñanza formal para satisfacer las necesidades que tocan a la sociedad de ese
momento. Una sociedad, que dicho sea de paso, siempre cambia a velocidad inesperada y
sin haber obtenido respuestas a sus problemas. Las soluciones a la educación formal
mediante la inclusión de aspectos provenientes de la educación informal es una vieja
aspiración educativa que vuelve a aparecer de forma cíclica para resolver los aspectos
negativos de la educación que en épocas de “economía confortable” se ignoraron: el
aprendizaje informal como elemento que mejora la educación formal en la escuela.
Otro punto a analizar para continuar indagando sobre este tema es todo lo relativo a los
currículos. Tenemos claro que los currículos son, en el fondo, un medio para adoctrinar y
desde siempre, a los que nos gusta pensar por nosotros mismos, nos asaltan ideas
anárquicas: lo mejor es eliminarlos completamente, sin más, como solución a todos los
males que tiene la enseñanza. Es cierto que hubo un tiempo en el que los currículos no
existían y la sociedad aprendía y avanzaba al ritmo, al arbitrio de las necesidades que los
tiempos y las gentes imponían. La investigación se producía en la calle. Las instituciones no
existían casi no existía ninguna estructura social. Pero esa situación ya no existe.
Con la industrialización, la sociedad necesitó formar rápidamente mano de obra
especializada. Una especialización sin titubeos, sin pérdida de tiempo, recursos o esfuerzos
innecesarios. Lo importante era lo concreto. La percepción actual de los currículos es fruto
de la visión de sociedad postmoderna. Como si de un guion cinematográfico sobre
superhéroes se tratara, la institucionalización de la enseñanza dio una gran idea a las fuerzas
del mal: quien controle la formación controlará a las personas. Es más, se dieron cuenta de
que podrían crear instituciones de formaciones diferenciadas: las del poder y las de las
clases obedientes. Y fue así, mediante esta película, como los gobiernos
(independientemente del color y las siglas) decidieron, “en beneficio de los ciudadanos”,
regular qué era y qué no era importante; por qué era importante un aprendizaje y menos
otro; qué y cuándo debían aprender unos, y qué y cuándo les convenía aprender a otros.
También decidieron aquello que nunca debía ser enseñado y aprendido, que había que
mantener alejado del conocimiento de la mayoría.
Natalia, alumna de cuarto de ESO, me preguntaba hace unos meses si yo podía
explicarle a qué se debe que sea más importante la historia de la literatura que
la historia de la cinematografía, siendo ambas disciplinas de características
similares. Mis explicaciones fueron tan vagas que no la convencí. Pues a mí me
interesa el cine y la relación de este con la literatura ¿por qué no puedo estudiar
y demostrar mis conocimientos sobre ello? – insistía.
Y tenía toda la razón. Los currículos son arbitrarios y se etiquetan de reglados y no reglados
(que en el fondo significa regulado y no regulado, controlado o no contralado) dependiendo
de quién diseña el currículo de la historia y qué intereses le llevan a promover una narrativa
didáctica desde un punto de vista y no la del punto de vista contrario.
LO QUE TENEMOS
Lo cierto es que la enseñanza “bien valorada” por una sociedad que otorgó a las
instituciones toda la confianza, sigue estando en manos de la educación formal. Los centros
educativos continúan esgrimiendo sus argumentos como “certificados de seguridad” sobre
los “buenos y los malos” aprendizajes para los individuos, y ejercen como un cortafuegos de
los aprendizajes malévolos que, supuestamente, pululan extramuros:
La verticalidad de las decisiones educativas, sobre qué y cuándo enseñar,
continúa siendo un lastre para el cambio educativo y la transformación de la
escuela.
Fue MacLuhan quien escribió hace ya unos años (tantos como los 30 que llevo en la
docencia) sobre la “Escuela sin muros” y en mis visitas a centros educativos continúo
encontrándome con aulas cerradas y centros amurallados, donde el simple acceso a ellos
(como ciudadano, padre, madre o alumno que se retrasa por asistir a consulta médica) es la
imagen visual de una escuela desconectada. Unos muros que ejercen de línea roja
infranqueable a pesar de que existe otra realidad: la cantidad de información, de datos y de,
incluso conceptos que fluyen por internet, son infinitamente superiores a los que los
maestros y profesores podemos comunicar en un aula , y por supuesto, a los que se
pueden plasmar en un libro de texto.
En el prólogo de un excelente libro sobre Aprendizaje Basado en Proyectos, que he leído este
verano y que recomiendo (“Aprendo porque quiero” de Juan José Vergara, editado por SM)
Ángel I. Pérez Gómez, escribía unos párrafos que comparto plenamente:
“Parece evidente que la era digital requiere una “nueva ilustración” para la
escuela que suponga la superación del viejo, restrictivo y dualista pensamiento
cartesiano, y desarrollar una nueva pedagogía que tome en consideración
teorías actuales del aprendizaje…/…Lo que merece la pena aprender en la
escuela en la era digital contemporánea es el desarrollo de tres competencias
básicas, generatrices, para todo ciudadano y desarrolladas de modo bien
diferente para cada uno:
Capacidad de utilizar y comunicar de manera disciplinada, crítica y creativa el
conocimiento.
Capacidad para vivir y convivir en grupos humanos más heterogéneos.
Capacidad para pensar, vivir y actuar con autonomía.
Es un hecho fácil de constatar (no hay más que mirar los currículos de la educación básica y
obligatoria) que la educación formal tomó hace años una deriva hacia lo abstracto y
superficial para un tiempo educativo que necesita de aprendizajes enlazados con la realidad
cotidiana, con la curiosidad y el interés:es tiempo de aprendizajes con significatividad vital.
La brecha entre la realidad y la escuela persistirá mientras:
Insistamos en que los centros educativos son los templos del conocimiento, ignorando que el
conocimiento no tiene existencia ni razón de ser fuera de las personas.
En otro momento hablaremos de las experiencias reales que se están desarrollando en la
escuela y que tejen redes indisolubles con el contexto informal: aprendizaje basado en
Proyectos-servicio, aprendizaje basado en el emprendimiento, aprendizaje centrado en el
desarrollo comunitario…, intentando visibilizar la importancia de la inclusión en los centros
educativos formales de una figura profesional que puede servir de conexión entre contextos
formales e informales, entre currículos establecidos y fortuitos: el educador social.
BUSCANDO LA TRANSFORMACIÓN
No se trata de desescolarizar la enseñanza. Ni mucho menos. Las escuelas son el terreno de
juego propicio para educar (socializar + aprender) y, sobre todo, debe ser el lugar para
proteger a los individuos más frágiles: los pobres, los excluidos y los marginados. La escuela
cumple (o cuando menos debería cumplir, dando sentido a su propia esencia) una función
principal: el acceso y la promoción para todos. La desescolarización nos llevaría a crear
grandes diferencias de oportunidades que hoy se han eliminado (por más que la máquina del
estatus social siga creando otras desigualdades) y que debemos seguir preservando como
uno de los grandes logros de la escuela del siglo XX: la equidad. Quizás “sólo” se trata de
resignificarla, lanzarle una mirada diferente.
Todo ello sin hacer apología y sobrevalorar la educación informal. Aprender en otros
entornos que no son la escuela no significa pensar que las actividades fuera de la escuela y
los conocimientos que se desarrollan fuera del colegio “son mejores” que los escolares,
entendiendo por mejores esos valores que le otorgamos a la educación formal: adaptación y
emancipación a través del desarrollo crítico y creativo. No olvidemos que las actividades no
formales realizadas en entornos reales y en entornos virtuales, en muchos casos, también
adolecen de la calidad necesaria y se realizan a modo y manera de la formal, con el único
cambio de ser una opción que acepta el participante: Los espejos donde mirarnos son
escenarios viciados. Los cursos on-line, los MOOC, las plataformas virtuales de e-learning…
con metodologías verticales y cerradas, de temarios y currículos dados, moderada
interacción entre participantes y difícil cooperación. De otra parte, el deporte, el baile, la
danza, los idiomas…estrellas de la enseñanza extraescolar desarrollan metodologías
competitivas, estresantes y evaluadoras que, no sólo no eliminan, si no que aumentan las
perversiones de la enseña formal.
Seamos
Cuando el currículum informal entra por la puerta, el formal salta por la ventana, y vuelve a
entrar refrescado en el aula. Seamos anfitriones y demos la bienvenida al aprendizaje
informal a nuestras aulas.
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Los espacios y tiempos que la educación informal crea, en los que fluye aprendizaje real,
natural y horizontal, sirven de manantial para la educación formal. Seamos
aventureros y dejemos fluir nuevas fuentes por las aulas.
El currículum oculto es el gran tesoro que tenemos en el armario del aula. Seamos
robinhoodes,asaltemos nuestros tesoros escondidos y repartamos el capital entre nuestro
alumnado, creando nuevos modelos para nuevos ciudadanos.
Creemos espacios de debate en nuestro centro y contemos con los mejores contertulios:
nuestros alumnos. Seamos socratianos, hagamos de la escuela un ágora permanente.
Los centros educativos forman parte el entramado cultural de nuestro barrio. Seamos
gestores culturales y creemos en nuestras aulas salas de exposiciones, museos, foros de
debate, espacios para el diálogo e invitemos a participar a miembros de la comunidad.