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Un discurso brutal
A mediados de septiembre de 2016, en Choele-Choel, Bullrich dijo que “hace muy poquito
cumplimos 200 años de nuestra independencia y planteábamos con el presidente que no puede
haber independencia sin educación, y tratando de pensar en el futuro, esta es la nueva Campaña
del Desierto, pero no con la espada sino con la educación”.
Al mes siguiente, en octubre, el ministro vino a proponer una hipótesis que declaraba fuera de
todo reconocimiento el legado político educativo de Julio Argentino Roca y Domingo Faustino
Sarmiento. En un encuentro ante empresarios, Bullrich afirmó: “No tenemos que dormirnos en
la leyenda del sistema educativo argentino, hay que cambiarlo, no sirve más…no sirve
más…está diseñado para hacer chorizos, una máquina de hacer chorizos, todos iguales. ¿Por
qué? Porque así se diseñó el sistema educativo, se diseñó para hacer empleados en empresas
que tenían que repetir una tarea todo el día, que usaban el músculo, no el cerebro. Y nunca lo
cambiamos”. Esto lo dijo en el marco del 52° coloquio empresarial de IDEA.
En noviembre el ministro intervino en la 22° Conferencia de la Unión Industrial Argentina y
expresó: “Queremos que la educación argentina sea una de las mejores del mundo. Si tenemos
la mejor educación tendremos las mejores empresas del mundo. Para eso debemos preparar
recursos humanos de excelencia. Debemos recorrer juntos el camino. Estoy agradecido de estar
parado acá. Me paro ante ustedes como gerente de recursos humanos, no como ministro de
Educación”.
Estas intervenciones dejan entrever algunas claves del proyecto político educativo y
pedagógico que se propone desplegar Cambiemos, cuya inspiración, contenido y método están
lejos de las promesas de campaña del presidente y también de las promesas de la Declaración
de Purmamarca acerca de construir sobre lo construido.
En orden de anuncios, y de hechos comprobables, la primera cuestión es su decisión de barrer –
campaña del desierto educativa mediante- con todo lo que la propuesta oficial considera
“bárbaro” (para ponerlo en términos de la dicotomía justificatoria contenida en el dilema
“civilización o barbarie”).