Tenemos un desafío muy grande usted y yo: asumir con
responsabilidad nuestras decisiones y entender que nada podrá pasar en nuestra vida si nosotros mismos no educamos nuestra voluntad para que se convierta en una fuerza más poderosa que nos empuje por encima de las dificultades que puedan ir apareciendo en el caminar diario hacia esos pequeños o grandes proyectos que usted y yo debemos conquistar para hacernos fuertes y capaces. Los fracasos pueden estar en las más pequeñas intenciones que dejamos sin terminar; nos detenemos a veces apenas comenzando; otras ni si quiera somos capaces de iniciar nuestro esfuerzo, y así, poco a poco, vamos debilitando nuestra voluntad. Seguramente usted cuando se ha propuesto a comenzar algo y terminarlo, ha calificado su gran conquista como la expresión máxima de su “fuerza de voluntad”; pero así mismo cuando usted ha iniciado alguna acción en busca de un gran logro –que puede ser desde comenzar a caminar media hora en la mañana, terminar su propio negocio- y se ha quedado tan solo en la intención de hacerlo, también usted habrá calificado su debilidad por la misma falta de voluntad, que por supuesto, está conformado por diversos factores, que van desde la falta de razón o significado para soportar sus esfuerzos y en consecuencia la pérdida de la emoción que de inmediato nos hace detenernos, hasta quizá, nuestra incapacidad para “soportar la presión” de los grupos de influencia que nos invitan a abandonar los objetivos. Fortalecer el músculo de la voluntad humana requiere de acciones constantes que aunque parezcan pequeñas, éstas irán abriendo el camino hacia la conquista personal que anhelamos, y que es sin duda alguna la más importantes de todas. Antes de alimentar la voluntad humana tan solo con el grito de “yo soy capaz” tenemos que saber encontrar los motivos más profundos para actuar, reconocer cuáles son esas mentiras que acechan nuestra mente, merecer la abundancia desde nuestro interior y dirigir nuestros esfuerzos hacia objetivos claros que sean de verdad desafiantes para usted y para mí. Nuestra vida, puede ser como el viejo puente construido en la montaña, ha visto pasar mucha agua por debajo, y aun así, con frecuencia nos preguntamos qué tanto hemos logrado y que tanto aún nos puede faltar. En realidad, sin pretender entrar a los planos existencialistas de la vida, siempre habrá un momento en donde usted y yo nos hemos preguntado sobre nuestro destino y nuestra participación en la vida y en este mundo que hace millones de años gira siempre igual. Pensar esto es positivo para el ser humano, de hecho sólo quienes se han detenido en su vida, no una, sino varias veces a pensar en ello, han logrado, adueñarse de su destino y encontrarle mayor sentido a su existencia, construyendo desde su propia vida el modelo ideal que le permite afrontar con madurez, voluntad y carácter sus propias decisiones. También por el mundo marchan otras personas impotentes al no poder tener control de sus actos, y por ello se han convertido en esclavos modernos, que no les importa pensar, porque hay otros que piensan por ellos, y mueren de miedo cuando se quedan solos consigo mismos; pues no saben qué irán a responderse cuando su propia conciencia les cuestione sobre su incapacidad para actuar como dueños de su vida. Hermanos Día a día nos encontramos con personas que han convertido su voluntad –si alguna vez la tuvieron- en su propia prisión, y sus decisiones por lo general están sometidas a las decisiones y los valores de otros como si fueran sus amos, viviendo prácticamente otro estilo de esclavitud, esa que duele hasta las entrañas, esa que desgasta el espíritu humano que por naturaleza es libre y que quiebra el carácter. Tenemos la inmensa capacidad de soñar con un mejor futuro para nuestra vida y vivir con el deseo profundo de encontrar mejores destinos. Sin embargo, no tenemos siempre la misma fuerza para abandonar lo que ya no queremos, y mucho menos, para lograr lo que soñamos y merecemos. Observe usted a tantas personas que aun sabiendo que morirán por los efectos del cigarrillo, se resisten a abandonarlo, o a quienes siendo conscientes que su obesidad es causada por la pérdida completa de su voluntad para comer de manera prudente y sana, prefieren lanzarse desmedidamente a disfrutar lo que para ellos es su mayor delicia, perdiendo por completo la capacidad de vigilarse, fragmentando así su voluntad en mil pedazos y llevando como lema una de las frases de mayor irresponsabilidad que haya escuchado en mi vida: “de algo nos tenemos que morir”. No podemos negar que en nuestro mundo existen personas cuya mayor ambición es continuar viviendo de fracaso en fracaso, pues incluso, cuando tienen la oportunidad de mencionarlo lo repiten, como aquellos que cada vez que pueden le cuentan a todo el mundo que llevan años sin dormir bien. En realidad estas personas esperan que quienes estamos a su lado nos arrojemos a sus pies llenos de compasión; de eso viven, de la lástima de los demás, porque de alguna manera tienen que ser reconocidos, y siendo víctimas es otra forma de convertirse en héroes. Podríamos afirmar que en realidad somos más los seres humanos que creemos firmemente que la vida es una oportunidad para que nosotros mismos podamos ganarnos la transcendencia que merecemos y podamos disfrutar de una existencia más placentera y merecedora, demostrándonos como los seres humanos somos más que simples huesos. Usted y yo hacemos parte de esta misión y cada uno de nosotros día a día, a pesar de nuestras propias dificultades, tendremos que saber levantarnos y comenzar de nuevo a subir hacia las empinadas cumbres que la vida nos pone por delante; la vida es la más alta montaña por donde debemos ascender hasta conquistar la gloria. Es una elección que las personas hacemos o no. La vida nos plantea muchas preguntas que tendremos algún día enfrentar con seriedad y dignidad humana, pero no serás suficiente con que estas preguntas se queden en la fina contemplación de la existencia. La distancia entre lo que usted es hoy y lo que añora ser, es tan extensa o tan corta como sus creencias se lo permitan; cambiar algunas cosas en su vida dependerá de la reorientación que usted pueda darle a sus valores y de la disciplina firme que posea para fortalecer su propia voluntad. Hermanos no pretendo brindarle respuestas a una de las preguntas quizás más existencialistas que pueda hacerse un ser humano: ¿quién soy y cuál es el sentido de mi vida? Si yo pretendiera hacerlo sería un arrogante, como lo han sido muchos filósofos, psiquiatras, psicólogos, y hasta religiosos que alguna vez nos han propuesto que nos adueñemos de sus verdades. No deseo hablarle del éxito como una fórmula mágica que algunos han querido darnos, en donde usted, tan solo debe anhelar incansablemente para obtenerlo, mientras espera sentado que todo lo que sueñe le llegue a sus pies. El éxito del ser humano no como un lugar a donde se llega sino con un estado que se conquista día tras día, con una visión inspiradora una voluntad firme, una disciplina inagotable, un trabajo con amor y un deseo de ser mejores seres humanos. Creo en el éxito que se conquista cuando el ser humano se mueve y lo disfruta apasionadamente. Mi propósito es invitarle para que sean sus propias respuestas las que le permitan comprender que todo lo que usted es y hace, está íntimamente relacionado con el sentido profundo y la voluntad, a través de la cual usted día a día abre sus ojos y comienza la conquista más noble que cualquier ser humano puede lograr: la conquista de sus propósitos. Nunca podrá existir una respuesta universal sobre el sentido de la vida, porque este está relacionado con cada individuo, y con ello, el sentido es personal. Cuando lleguemos al final, usted podrá regresar por el camino por donde ha venido, o tomar un nuevo rumbo. Solo le hago una promesa: por donde usted elija marchar irá con muchas preguntas, porque sólo así la vida tendrá sentido y su fuerza de voluntad adquirirá valor.