Vous êtes sur la page 1sur 51

CRISIS DEL

SIGLO III
UN IMPERIO DIVIDIDO
DAVID JIMÉNEZ LÓPEZ – daviji02@ucm.es

TRABAJO FINAL DE GRADO EN HISTORIA


ESPECIALIDAD HISTORIA ANTIGUA

4º A5 - ROMA

0
ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN: ¿POR QUÉ UN IMPERIO DIVIDIDO? P. 2


2. ¿CRISIS O TRANSFORMACIÓN? UN DEBATE ASUMIDO P. 3
2.1. Breve repaso a las visiones de los contemporáneos P. 3
2.2. ¿Crisis o transformación? El paradigma a debate P. 4
2.3. Crisis sí… pero en otros términos P. 6
2.4. El nuevo debate del siglo XXI P. 6
2.5. La periodización P. 7
3. ANTECEDENTES: LOS ORÍGENES DE LA CRISIS P. 8
4. TOTUM REVOLUTUM. EL SIGLO III P. 9
4.1. La Anarquía militar P. 9
4.2. Crisis política y militar P. 11
4.3. Crisis económica P. 16
4.4. La sociedad del siglo III P. 19
4.5. La religión y Roma en el s. III P. 23
4.6. Hispania como ejemplo. Rechazo a una crisis general P. 25
5. LA IMPORTANCIA DE GALIENO P. 27
6. CAMBIO DE RUMBO: LA DINASTÍA ILIRIA P. 29
7. CLAUDIO II EL GÓTICO P. 30
8. AURELIANO: EL GOBIERNO QUE MARCÓ EL CAMINO P. 30
8.1. Reformas políticas y militares P. 31
8.2. Reforma económica y repercusiones sociales P. 34
8.3. Aureliano y la religión P. 38
9. EL IMPERIO DIVIDIDO Y NUEVAMENTE UNIFICADO P. 41
9.1. Imperium Galliarum P. 41
9.2. Imperium Palmyrenum P. 42
9.3. El triunfo y el proceso final de reunificación P. 45
10. LOS ÚLTIMOS AÑOS DE LA CRISIS. DIOCLECIANO Y LA RECUPERACIÓN P. 46
11. CONCLUSIÓN. UN ANTES Y UN DESPUÉS. P. 48
12. BIBLIOGRAFÍA P. 49

1
RESUMEN
El objetivo de este trabajo es dar una explicación a uno de los períodos más complejos y determinantes del mundo
romano, la crisis del siglo III. Lo primero que se propone para ello es posicionarse, mediante el repaso de las diferentes
opiniones sobre esta época por parte de sus contemporáneos, también sobre la evolución del debate que trata lo adecuado
o no del uso del término crisis y acabando con los diferentes planteamientos de los debates más actuales. Buscamos
también un posicionamiento cronológico. A continuación, se hace necesario empezar lo que es el relato histórico de los
hechos con un breve repaso a los antecedentes del siglo II y parte de la dinastía severa. A partir de aquí empezamos a
hablar de la crisis desde dos puntos de vista: primero, pesimista, en el que presentamos el totum revolutum de la crisis
que se enmarca en un período de anarquía militar, que viene acompañado de una crisis político-militar, económica,
social y religiosa. Para dar sentido al posicionamiento del trabajo seguidamente se trata brevemente el caso regional de
Hispania. Después de un breve repaso a las políticas de Galieno, comienza la segunda visión, optimista, con un apartado
que se centra en el gobierno de Aureliano, dado que se considera el punto de inflexión de la crisis. También por ser un
punto importante en la historia del Imperio, se trata monográficamente su división y reunificación. Acabamos cerrando
el análisis histórico del siglo con los últimos emperadores Ilírios e introduciendo brevemente al verdadero artífice del
fin de este complejo período, Diocleciano.

1. INTRODUCCIÓN: ¿POR QUÉ UN IMPERIO DIVIDIDO?


La crisis del siglo III es uno de esos períodos que atraen a los investigadores más curiosos y a los estudiantes más
intrépidos solo por el halo de misterio que la rodea, al menos es lo que mí me atrajo de este asunto. Esa curiosidad por
saber cuáles fueron los cambios que llevaron a la historiografía a plantear este hecho como algo que no se puede incluir
ni en el Alto ni en el Bajo Imperio, el extraño número de emperadores que aparecían en algunas cronologías para un
período tan corto o tan largo según se mire, las singularidades que presentan dentro de este bloque emperadores tan
conocimos como Galieno y Aureliano, etc., también fueron elementos determinantes para lanzarme a algo que, he de
confesar al lector, fue mucho más complejo de lo que inicialmente creía.
Lo primero de todo, ya si quiera antes de ponerme a ver en profundidad la casuística histórica interna del período, fue
adentrarme en el debate vivo de la consideración del término con el que había titulado mi propio trabajo, “crisis”. El
partir de una idea de crisis general, paradigma durante varios siglos, y llegar a un punto en el que directamente se niega
su existencia como tal, representa sin duda un reto de extracción y entendimiento que nunca había experimentado. Con
toda una variedad terminológica para obviar la palabra ahora tabú, finalmente decidí posicionarme, sin embargo, preferí
hacerlo en un término intermedio, que no niega la crisis, pero que no la ve como una única crisis, sino que se trata de
una serie de ellas que están relacionadas entre sí pero que al mismo tiempo se han de tratar de un contexto-espacio
temporal concreto, pues no se puede decir que haya crisis en todo el Imperio o que sea de la misma intensidad.
Una vez superada esta problemática y con la línea de investigación marcada, empieza todo. El siglo III o el período de
cincuenta años que yo personalmente considero como los años reales de la(s) crisis, tiene diferentes vertientes de estudio:
la política, la militar, la económica, la social o la religiosa, que son en las que me he centrado, aunque haya muchas más.
Cada una de ellas supone un microcosmos de estudio, aunque estemos hablando de las mismas personas y en el mismo
contexto espacio temporal, eso sí, con ciertos matices concretos de interrelación con los demás. En esta introducción no
puedo ponerme a hablar de todos, pero quizá el que más me ha llamado la atención es el social. Se produce una verdadera
revolución (sin connotaciones marxistas) que cambia el tradicional equilibrio de poderes del Imperio. Por supuesto, toda
la casuística de la crisis no se entendería sin el elemento conector que supone la anarquía militar, un período en el que
podemos ver cómo se van alternando las luchas entre emperadores legítimos y usurpadores, y como con ello se
acrecienta una situación de inestabilidad del sistema económico, que sin duda afecta a una población que se encuentra
sumida en el pesimismo, falta de valores y de fe en sus dioses tradicionales.
El trabajo de análisis histórico consta de una segunda parte que está enmarcada en la figura de Aureliano, el clímax de
la crisis. Pese a que generalmente se considera que sus reformas no tuvieron el efecto deseado, en mi opinión refleja la
resistencia de un mundo romano que se niega a acabar en ese momento. No hay nada mejor para encarnar esto que su
figura de restitutor orbis tras la reunificación del Imperio Galo y el reino de Palmira. Sin embargo, el conjunto de estos
acontecimientos solo fue cerrado por una persona, Diocleciano, al que se trata brevemente como colofón.
Con todo esto dicho, propongo al lector que se sumerja en este breve, pero intenso repaso a los apasionantes giros que
nos depara el desarrollo del siglo III para que sea capaz de responder a la pregunta ¿por qué un Imperio dividido?

2
2. ¿CRISIS O TRANSFORMACIÓN? UN DEBATE ASUMIDO
El siglo III es una de las épocas más difíciles de investigar para un historiador, no solo por la complejidad de los sucesos
que durante él se acontecen, que sin duda han de ser tratados con la profundidad que merecen una vez comenzado su
estudio, sino porque, ya desde el primer momento, uno se ha de posicionar en una de las tres corrientes básicas de estudio
que la historiografía moderna ha ido generando durante el último siglo sobre el tema. Además, también se tiene que
decidir el momento cronológico por el que iniciar el trabajo, ya que veremos que hay diferentes posibilidades. Todas
estas decisiones previas tienen una base que pasamos a explicar a continuación, que no es otra que los datos que nos
puedan aportar las fuentes y que debemos interpretar para generar nuestro propio conocimiento.

2.1. BREVE REPASO A LAS VISIONES DE LOS CONTEMPORÁNEOS


Las fuentes que nos hablan de la crisis del siglo III son razonablemente abundantes y variadas en cuanto a la
interpretación y transmisión de los hechos, teniendo que ser siempre tratadas con cuidado para evitar caer en los sesgos
ideológicos del autor. A lo largo del trabajo se podrán ver referencias a autores como Cipriano, Dion Casio o Eutropio,
así como a la Historia Augusta que nos ayudarán a componer el discurso deseado sobre la crisis.
Sin embargo, las fuentes en las que se basan los autores que se han consultado, son mucho más amplias y creo que están
perfectamente resumidas por Géza Alföldy en un artículo en que se plantea la siguiente cuestión: ¿es posible que los
contemporáneos tuvieran “conciencia de crisis”? Sin duda este es uno de los puntos más debatidos sobre las fuentes
clásicas para el siglo III. La respuesta de Alföldy es clara, sí. El hecho de que tuvieran conciencia de los cambios
económicos, sociales, políticos y espirituales, y que escribieran sobre ello, es la mejor muestra para justificar que eran
conscientes del proceso general que estaban viviendo, un cambio que provocó que el viejo sistema fuera reemplazado
por otro nuevo.1
Textos, inscripciones y monedas nos han dado una visión amplia sobre el posicionamiento de los autores clásicos sobre
los momentos previos al siglo III y el propio siglo de la crisis. Sin embargo, hay que destacar que siendo minoría los
cristianos en la sociedad romana, sus escritos sobre el siglo III son los más abundantes y no por ello menos verídicos,
como podría pensarse en un principio. De cualquier forma, hay autores que ven el comienzo de los problemas y la
desesperanza tras la muerte de Marco Aurelio, continuando después de la caída de los Antoninos y tras pasar por una
actitud más esperanzadora con esta dinastía.2 Paganos como Dion Casio3 y cristianos como Hippolyto de Roma o
Tertuliano, ven la situación durante la dinastía de los Severos con una conciencia de gravedad que no se había percibido
hasta el momento, viendo un final apocalíptico y cercano del Imperio.4 Por el contrario, Sexto Julio e Irenaeo ven los
problemas como algo lejano y a Roma como salvadora de la catástrofe, algo compartido por cristianos y paganos.5
Ya metidos de lleno en el siglo III y llegando a la mitad, la visión cambia. Los autores nos muestran una profunda toma
de conciencia de cada área, provocando la vuelta de un pesimismo basado en la confusión. La angustia también queda
reflejada en sus escritos. Un buen ejemplo de esta evolución del pensamiento es Herodiano, que con el gobierno de
Decio toma una visión más realista de la situación: ese momento del siglo era uno de los peores desde la caída de Marco
Aurelio. Commodiano apostilla esta afirmación poniendo nombres a las causas, que pasan por el problema de las
invasiones bárbaras, las guerras civiles, las persecuciones a cristianos, etc., aunque lo hace desde las vivencias con
Valeriano y Galieno. Pero no todo es negro, Dionisio de Alejandría ve en el gobierno de Galieno un rayo de esperanza.6
La fuente por antonomasia para conocer el siglo III, sin embargo, no es otra que la de Cipriano de Cartago. Gracias a
sus epístolas y escritos conocemos los acontecimientos durante un período de doce años (246-258), es decir, uno de los
períodos clave de la crisis. Además, se trata de una fuente privilegiada que era plenamente consciente de lo que pasaba
en el Imperio, pues fue observador y partícipe de los principales hechos que suceden gracias a su correspondencia y sus

1
ALFÖLDY, Géza; “The Crisis of the Third Century as seen by Contemporaries”, GRBSt, 15, Durham, 1974, pp. 89-90. Para hacer
su análisis se fija en trabajos de paganos y cristianos, historiadores y retóricos, apologistas y filósofos, que escribieron en Egipto,
Asia Menor, África, Roma, Galia, etc.
2
Ibídem, pp. 91-92.
3
FERNÁNDEZ UBIÑA, José; La crisis del siglo III: realidad histórica y distorsiones historiográficas, Madrid, 1998, p. 283.
4
MACMULLEN, R.; Roman Goverment’s Response to crisis. A.D. 235-337, Yale, 1976, p. 1.
5
ALFÖLDY, Géza; “The Crisis of…”, GRBSt, 15, Durham, 1974, pp. 92-93.
6
Ibídem, pp. 94-96 y MACMULLEN, R.; Roman Goverment’s…, Yale, 1976, pp. 6 y 8. El fin del mundo está cerca pero no han
de temblar por ello.

3
contactos en la corte imperial. Este privilegio, de hecho, le valió para avisar al resto de obispos de su entorno de las
pretensiones de Valeriano antes de que las ordenes oficiales llegaran a manos de los gobernadores provinciales. Por otra
parte, su opinión sobre la crisis pasó por varias fases: una primera en la que consideraba el fin del mundo romano como
algo próximo (sobre todo por el declive moral del Imperio) y una segunda en la que ya no es tan partícipe de esta tesis,
quizá porque ve esperanza en la figura de Galieno (en lo que a los asuntos cristianos se refiere).7
Es cierto que algunos intelectuales responsabilizaron a determinados emperadores de adoptar medidas políticas
contrarias a sus particulares intereses, pero es indudable que ningún emperador puede ser considerado responsable de
una situación de crisis que, según todos los indicios, se habría mantenido prácticamente durante un siglo, además de la
brevedad de los gobiernos imperiales característica de esta época.8
Después de Galieno, que acabó decepcionando, parece que surge una definitiva ola de optimismo entre paganos y
cristianos que recorre los tiempos de Aureliano, Probo y llega hasta Diocleciano, cuya justificación encontraremos a
largo del presente trabajo.
Pese a la contundente postura del Alföldy, hay otras corrientes que piensan que los autores de la crisis “solo podrían
percibir sus efectos, a menudo a largo plazo, sin entender muy bien el porqué de la misma.”9 Pese a esto, saben percibir
los hechos que suceden, aunque no los contextualicen: conocen los problemas políticos como las usurpaciones, los
militares, los religiosos como las persecuciones, los sociales como el descenso demográfico por las pestes y los
económicos como la inflación. Todo ello pivotando en torno al sistema Imperial, que es el único que puede resolver la
situación.10

2.2. ¿CRISIS O TRANSFORMACIÓN? EL PARADIGMA A DEBATE


Una vez demostrado que los contemporáneos a la crisis del siglo III eran conscientes como mínimo de los principales
hechos negativos que azotaron el Imperio durante su tiempo, es el momento de pasar a plantearse si la inexistencia del
uso del término “crisis” en los testimonios de estos autores, implica que en los estudios modernos no se pueda usar para
definir los acontecimientos del siglo III. ¿Se podría tratar entonces de un mito historiográfico? Esta idea ha sido
manifestada expresamente en varias ocasiones y desde vertientes metodológicas diversas por autores como De Blois,
Fernández Ubiña o Bravo,11 muestra de un debate que vino a romper el tradicional consenso generado en torno a la idea
de “crisis del siglo III”, permitiendo descubrir nuevas vertientes de investigación que generarán dos nuevas propuestas
que se suman a la tradicional: la de quienes consideran que se produce un proceso de transformación y no de crisis, y la
de aquellos que, tomando esto como base, se centran en un estudio atomizado de la crisis general, para desmontar el
tópico desde unos resultados de estudios regionales que muestran diferencias entre sí y que al mismo tiempo generan
una serie de cambios o transformaciones que vienen a confirmar la segunda vertiente de investigación.
Para poder entender a los diferentes autores que contiene la bibliografía de este trabajo es necesario situar el
planteamiento y el posicionamiento de cada teoría y algunos de sus representantes, en un contexto cronológico de
evolución histórica del pensamiento sobre este asunto, que tiene como base el excelente resumen de Géza Alföldy
recogido en su libro Nueva historia social de Roma12.
Durante mucho tiempo los postulados de la investigación de la crisis del siglo III, también del mundo romano tardío,
estuvieron marcados por los estudios de Edward Gibbon13 (siglo XVIII), que estipulaban que la gran era de esplendor
que trajeron los emperadores Antoninos se vio seguida de una gran época de incertidumbre de más de trescientos años
de “decline and fall” hasta el final del Imperio romano de Occidente en el año 476. Sin embargo, no habló de “crisis” al
referirse al siglo III14

7
Ibídem, pp. 96-97 y MACMULLEN, R.; Roman Goverment’s…, Yale, 1976, pp. 7-8.
8
BRAVO, Gonzalo; “¿Otro mito historiográfico? La crisis del siglo iii y sus términos en el nuevo debate”, STUDIA HISTORICA:
HISTORIA ANTIGUA USAL, 30 (2012), p. 119.
9
BRAVO, Gonzalo; “¿Crisis del Imperio romano? Desmontando un tópico historiográfico”, Vínculos de Historia, 2 (2013), p. 24.
10
Ibídem.
11
BRAVO, Gonzalo; “¿Otro mito historiográfico?...”, (2012), p. 123.
12
ALFÖLDY, Géza; Nueva historia social de Roma, Sevilla, 2012, pp. 275-291.
13
Edward Gibbon es referente en este campo por su estudio en varios volúmenes sobre el período de declive romano. A lo largo del
trabajo habrá referencias a su obra Gibbon, E., Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, 1972.
14
HECKSTER, Oliver, KLEIJN (eds.); Crisis and the Roman Empire, Koninklijke, Brill, 2007, p. 16.

4
El paradigma de la crisis se configuró definitivamente a mediados del XIX con las tesis de J. Burckhardt sobre la
decadencia de la cultura romana15, basándose en que en el Imperio romano, el proceso de decadencia es perfectamente
visible y es admitido abiertamente, independientemente de que, como hemos dicho antes, haya inquinas opiniones en
contra de ciertos gobiernos imperiales por parte de algunos autores.16 Este autor tiene como otra gran aportación en el
estudio del siglo III, el haber roto el antagonismo entre las fuentes clásicas cristianas y paganas. 17 La idea de “crisis de
siglo III” apareció por primera vez en un artículo de León Homo (1913)18 y se generalizó gracias a Michael Rostovtzeff
en un congreso celebrado en Bruselas diez años después.19 Frente a las anteriores, la novedad de la tesis de Rostovtzeff
era que veía el origen de la crisis en causas sociales y no políticas, una auténtica “revolución social”.20
A partir de aquí se extendió el uso del término “crisis”, entendiéndose el período del siglo III como una crisis general y
permanente por personajes tan relevantes como Ramsay MacMullen en su libro “Roman Goverment’s Response to
crisis. A.D. 235-337”. Este autor, que se posiciona en la cronología del 235-284, basa su opinión en que durante este
período los contemporáneos perciben perfectamente fenómenos tales como las causas de las constantes guerras, que
implican mayores impuestos e incluso ayudas para alimentar a la población si no podían cultivar sus tierras por este
motivo, cuando no eran sino desplazados a otras zonas; también ve una crisis generalizada del sistema monetario, que
se devalúa y repercute en la población; la crisis moral también está presente en sus pensamientos como una muestra de
un colapso universal, pues considera que la humanidad se volvió “confusa, engañosa, infiel, celosa, conspiradora,
traicionera, rencorosa, querellante, voluble”21, siempre según las fuentes; la crisis demográfica también es algo para el
generalizado, ya que los autores recogen su preocupación por las oleadas de plagas, que impiden cultivar, o de peste,
que implica un importante descenso demográfico.22 Para él las fuentes son pesimistas y escribe usando tanto autores
cristianos como los paganos, también libros anónimos y los libros Sibilinos.23
El impulso definitivo vino de la historiografía marxista de mediados del siglo pasado, que vio en las crisis del sistema
tradicional de esclavitud romano un hecho que puso fin al “modo de producción antiguo”.24 Esta es una posición de la
que trataremos de deshacernos en este trabajo cuando utilicemos a autores como Ste. Croix, siguiendo las
recomendaciones de Géza Alföldy25.
Frank Kolb (1977) fue el primero en criticar el uso del término “crisis” para denominar las trasformaciones del siglo III
entendiendo que es mejor hablar de “cambio acelerado”26. Karl Strobel (1989) apostillará esta propuesta reafirmando el
hecho de que los contemporáneos pese a que pudieran tener “conciencia de crisis”, no mencionan tal expresión, por lo
que no es correcto su uso, siendo lo correcto hablar de un “cambio de estructura” o “cambio acelerado”27. También
Christian Witschel (1999) defiende esta teoría, apoyándose en fuentes literarias, epigráficas y arqueológicas, al mismo
tiempo que trabaja con la gran cantidad de bibliografía moderna que hay sobre este tema. Describe tanto los fenómenos
de continuidad como los de cambio de las estructuras sociales, económicas y culturales en Italia, Hispania, norte de
África, Galias, Germania, Raetia y Britania. Considera necesario fijarse en la etapa comprendida entre 250/260 y
280/290 para darle sentido.28 La inspiración de esta propuesta sin duda dio un vuelco al debate historiográfico.
La tendencia intermedia surge de algunos historiadores, como Marcel Le Glay, que consideran que no se puede hablar
únicamente de una crisis absoluta y generalizada, sino que conviene hablar de una serie de diversas crisis entrelazadas,
que producen una serie de transformaciones, destacando una situación política en torno a la que gira el resto de crisis:

15
BRAVO, Gonzalo; “¿Otro mito historiográfico?...”, (2012), p. 124.
16
ALFÖLDY, Géza; Nueva historia…, Sevilla, 2012, p. 286.
17
FERNÁNDEZ UBIÑA, José; La crisis del siglo III…, Madrid, 1998, p. 270.
18
Homo, L.; Revue Historique 113, 1913 en ALFÖLDY, Géza; Nueva historia…, Sevilla, 2012, p. 276. El título del artículo es
“L’empereur Gallien et la crise de l’Empire romain au III e siècle”.
19
Ibídem. En la conferencia titulada “La crise sociale et politique de l’Empire romain au IIIe siècle après J.-C.”.
20
BRAVO, Gonzalo; “¿Otro mito historiográfico?...”, (2012), pp. 124-125 y HECKSTER, Oliver (eds.); Crisis and the…, Brill,
2007, pp. 16-17.
21
MACMULLEN, R.; Roman Goverment’s…, Yale, 1976, p. 5.
22
Ibídem, pp. 5-6.
23
Ibídem, p. 10.
24
BRAVO, Gonzalo; “¿Otro mito historiográfico?...”, (2012), p. 125. Posición que ha sido seriamente cuestionada en las propuestas
de “un nuevo debate” sobre la crisis.
25
ALFÖLDY, Géza; Nueva historia…, Sevilla, 2012, pp. 274-275.
26
KOLB, F., Bonner Festgabe Johannes Straub, Bonn, 1977, p. 277, en Ibídem. p. 277.
27
HECKSTER, Oliver (eds.); Crisis and the…, Brill, 2007, pp. 12-13.
28
ALFÖLDY, Géza; Nueva historia…, Sevilla, 2012, p. 278. Los trabajos de Strobel y Witschel han tenido una considerable
influencia en la investigación más reciente, habiendo autores que les apoyan y otros que al menos niegan la existencia de la crisis
en algunos sectores, sobre todo en la economía.

5
militar, demográfica, económica, social, religiosa y moral.29 Para Le Glay los autores clásicos son plenamente
conscientes de la existencia de problemas que acaban derivando en la crisis del III desde mediados del siglo II, pero no
toda la población, a la que se intenta dominar con un importante volumen de propaganda.30 Esta es la visión escogida
para el presente trabajo.

2.3. CRISIS SÍ… PERO EN OTROS TÉRMINOS


Pese a que negamos la existencia de una crisis general y vemos como se producen las susodichas “transformaciones”,
lo cierto es que seguimos empleando el término crisis, ahora con un sentido más amplio, para describir un período lleno
de problemas, independientemente de que hablemos de una o varias crisis, incluso puede llegar a describir un episodio
en concreto.31
Si bien no podemos hablar de “crisis histórica”, ya que no se puede contextualizar espacio-temporalmente de forma
precisa (no por el hecho de que este término moderno no se pueda aplicar a la realidad histórica romana), lo cierto es
que tampoco se puede hablar de una crisis ininterrumpida, porque si se produce, necesariamente tendrá que mostrar los
cambios necesarios para solucionarla, de otra manera el sistema o la parte de él en cuestión seguirían intactos
prolongando el final de la misma sine die.32
Ahora bien, esto no nos lleva a ver probada una “crisis sistémica”33, ya que el hecho de que haya un Estado que tome
acciones para evitarla o al menos paliar los efectos más negativos, es muestra suficiente del buen estado del propio
sistema.34 Se puede hacer el símil con un cuerpo humano: cuando surge un problema las defensas del cuerpo tratan de
atajarlo, si este sobrepasa su capacidad actual, lo que hacen es evolucionar por sí mismas.
En cualquier caso, algunos signos de crisis son innegables: “fluctuaciones monetarias, usurpaciones, pérdida de dinastías
imperiales, baja productividad, cambio de status de la mano de la obra agrícola, exacciones annonarias, escisión política,
pérdida de la unidad territorial del Imperio, entre otros”35. La respuesta de los diferentes gobiernos de Roma fue diversa,
desde aquellos que intentaron mantener y volver al sistema tradicional augusteo, hasta aquellos que supieron abandonar
las partes problemáticas y generar, con una serie de reformas, un sistema mejorado, más autoritario y que salvaría la
situación hasta la llegada de Diocleciano.
Estos elementos son los que nos llevan seguir hablando de crisis, estando claro que el debate tradicional no está ni
mucho menos cerrado, que seguirá habiendo autores que piensen que los contemporáneos tuvieron una conciencia de
crisis, otros que piensen que no; habrá quien la siga viendo en episodios aislados y quien establezca una correlación
entre ellos; también habrá quien siga negándose a usar el término crisis y prefiera hablar de transformaciones o cambios
acelerados; pero lo cierto es que todos estará hablando del mismo período, con las misma fuentes y con la misma
determinación de ver en el siglo III un momento clave para el desarrollo del Bajo Imperio romano posterior.

2.4. EL NUEVO DEBATE DEL SIGLO XXI


Hoy en día la consideración del siglo III como una crisis general está prácticamente desechada, por lo que el nuevo
debate se centra en ver las diferentes transformaciones que durante prácticamente un siglo o cincuenta años (según
consideremos) se llevaron a cabo en las diferentes partes del Imperio y que sin duda derivan de una situación que tiene
como centro la política imperial. De esta forma, “las crisis coyunturales generan cambios graduales que, adecuadamente
contextualizados, son los indicadores de la transformación progresiva de la estructura tradicional del Imperio romano” 36.

29
LE GLAY, Marcel; Grandeza y caída del Imperio Romano, Madrid, 2002, pp. 279-283 y HECKSTER, Oliver (edit.); Crisis and
the…, Brill, 2007, p. 14.
30
ALFÖLDY, Géza; Nueva historia…, Sevilla, 2012, pp. 276-278.
31
HECKSTER, Oliver (eds.); Crisis and the…, Brill, 2007, p. 11.
32
BRAVO, Gonzalo; “¿Crisis del Imperio romano?...”, Vínculos de Historia, 2 (2013), pp. 24-25.
33
Ibídem, p. 24.
34
Ibídem.
35
BRAVO, Gonzalo; “¿Otro mito historiográfico?...”, (2012), p. 127.
36
BRAVO, Gonzalo; “¿Crisis del Imperio romano?...”, Vínculos de Historia, 2 (2013), p. 26.

6
Cualquier intento de hablar nuevamente de una crisis generalizada quedaría automáticamente descartado por los análisis
regionales concretos, que se basan en la información arqueológica.37
La tendencia de trabajo en base a estudios regionales del momento de la crisis, nos deja claro que algunas zonas no
experimentan ese fenómeno con la misma claridad y profundidad que otras, por lo que se muestran evidentes diferencias
entre la periferia y el centro, entre las fronteras y las zonas de interior, entre las provincias romas y el núcleo italiano, o
entre los propios reinos bárbaros y la civilización romana. No obstante, tal como señala Bravo, cualquier elemento de
estudio regional no puede ser separado de un contexto general, ya que pudo llegar a tener efectos sobre el resto y
viceversa.38
Además, otro elemento que se puede incluir en el nuevo debate es el cambio de visión y mentalidad acerca del siglo III
por parte de los investigadores actuales, es decir, no verlo únicamente desde una perspectiva negativa. En base a las
diferencias entre provincias, hoy en día se tiene una visión distinta sobre los usurpadores, mostrando la posibilidad de
que tuvieran, en algunos casos, efectos positivos, pues suponen un relleno del vacío de poder que dejaba la
administración central en ciertas zonas. Incluso, este nuevo debate plantea la posibilidad de ver, de forma positiva, los
cambios sociopolíticos y administrativos de las regiones, también los económicos.39

2.5. LA PERIODIZACIÓN
Se trata de un punto en la historia difícil de enmarcar cronológicamente. Como bien señala Alföldy existe un consenso
generalizado entre los historiadores que contemplan dos posibles vertientes para dar comienzo y final al período de
crisis: el que va desde el año 193 hasta el 284, es decir, desde el gobierno de Septimio Severo, o al menos la época de
los efímeros emperadores-soldados del 235 ó 249 hasta el 284.40
Al atomizar el estudio de la crisis y tematizar sus campos realmente se pueden observar varias cronologías internas, que
no entrarían necesariamente en ambas delimitaciones. Si tomamos la primera de las dos, la que excede los límites del
siglo, vemos que los acontecimientos económicos, sociales y militares que comienzan a producirse desde finales del
siglo II con la dinastía severa, marcan un inicio de la crisis prolongado hasta Diocleciano, que incluirá por el camino el
problema político que supone el inicio de la anarquía militar con la muerte del último Severo. Los autores que toman
estos límites como base de sus estudios, subdividen en dos partes el período cronológico: una primera de Monarquía
militar que coincide con la dinastía severiana (193-235) y una segunda que es el de la Anarquía militar (235-284), que
a su vez dividen en dos: la época de los emperadores-soldado (235-268) y la de los emperadores ilirios (268-284).41 La
intensidad de la crisis, así como los cabios de dinastía y entre dinastías, influyen mucho en esta división del período.
Además, esta separación también se puede usar para el segundo supuesto de delimitación cronológica de la crisis, solo
que en este caso excluimos a los sucesos de la dinastía de los Severos, considerándolos únicamente como antecedentes
de la situación que se genera y agrava con la inestabilidad de la anarquía militar. En ambos casos se llega a un culmen
de la problemática del siglo con la llegada de Diocleciano, aunque los cambios que permitieron esta situación ya habían
sido iniciados por los emperadores Ilirios.
De igual forma la localización espacio-temporal de la crisis es complicada, sobre todo debido a la variedad de casuísticas
que se dan en cada región, que de nuevo niegan la posibilidad de hablar de una crisis general.42 Además, ha quedado
demostrado que si somos estrictos con las nuevas tendencias de investigación sobre la crisis, no podríamos considerar
que usamos la misma cronología para todas las zonas, más bien al contrario, serían distintas.43 Pero es algo que, por el
momento, realmente no se aplica en la mayor parte de los estudios.

37
BRAVO, Gonzalo y GONZÁLEZ, Raúl (eds.); “La percepción de la(s) crisis del siglo III y la respuesta del gobierno imperial:
¿un nuevo discurso o cambio de paradigma?”, Crisis en Roma y soluciones desde el poder, Madrid – Salamanca, 2016,pp. 108-109.
38
BRAVO, Gonzalo; “¿Otro mito historiográfico?...”, (2012), p. 127 y ARCE, Javier; España entre el mundo antiguo y el mundo
medieval, Madrid, 1988, p. 54.
39
BRAVO, Gonzalo y GONZÁLEZ, Raúl (eds.); “La percepción…”, Crisis en Roma y soluciones desde el poder, Madrid –
Salamanca, 2016, pp. 110-112.
40
ALFÖLDY, Géza; Nueva historia…, Sevilla, 2012, p. 236.
41
BRAVO, Gonzalo; Poder político y desarrollo social en la Roma Antigua, Madrid, 1989, p. 208.
42
BRAVO, Gonzalo; “¿Crisis del Imperio romano?...”, Vínculos de Historia, 2 (2013), 16.
43
ARCE, Javier; España entre…, Madrid, 1988, p. 55.

7
3. ANTECEDENTES: LOS ORÍGENES DE LA CRISIS
El siglo II es considerado por la mayoría de los historiadores como un “siglo de oro” dentro del período del Imperio
romano, sobre todo si lo comparamos con la época de crisis que le sigue.44 Sin embargo, esta época no llegó realmente
hasta final de siglo. De hecho, podemos considerar su segunda mitad como el inicio de la ruptura del equilibrio
tradicional del Principado (Senado, pueblo y ejército; estructura territorial; economía; etc.) 45, establecido durante el
primer siglo y primera mitad del presente. Dentro de esta última, sobre todo con el emperador Adriano, se produjo una
etapa de bonanza económica, sin excesivos problemas y se fijó el limes imperial, es decir, se imaginaron unas fronteras
que separaban el mundo civilizado romano del bárbaro, entre otras cosas.46
Con la llegada del emperador Marco Aurelio, a partir del 161, se inició una primera época de crisis que afectó tanto a lo
militar, lo económico y lo social, que también sufriría Comodo. El aumento de las necesidades de la administración se
tradujo en un progresivo aumento de impuestos y devaluaciones monetarias. Marco Aurelio consigue evitar la aplicación
de medidas extremas, pero la caída económica con Comodo será más acentuada. Las frágiles estructuras del Imperio
mostraron su primera gran fatiga, lo que hizo que esta crisis financiera fuera del todo inevitable, pesa a los grandes
esfuerzos y las medidas que se tomaron. Afectó tanto a las ciudades como a los municipios, provocando una notable
entrada en la decadencia de estos últimos.47
El sistema básico seguía siendo la economía agraria, en base a lo que los marxistas llaman un “modo de producción
esclavista”, que ya da los primeros síntomas de agotamiento y cambio de tendencia, que se confirmará en el siglo III. 48
Durante el siglo II, el comercio fue fluido entre las provincias e Italia, que recibía los excedentes agrarios
(principalmente de Hispania, también de África) y productos de lujo (Oriente). 49
Durante la dinastía de los Antoninos también se tocó el sistema de defensa, que fue incluyendo cada vez más bárbaros
dentro de las filas de las legiones romanas.50
La ruptura del equilibrio territorial entre Italia y las provincias se iniciará también en el siglo II. Esto es algo que podemos
ver en la última etapa de los Antoninos que muestran algunas zonas que alcanzan un período de prosperidad que las
hace destacar, como pueden ser los casos de África y Oriente, cuya influencia será decisiva en el siglo III. En este
sentido, el mejor ejemplo se encuentra en el incremento de senadores de las provincias dentro de la institución. La
evolución jurídica y administrativa que se inicia durante el siglo II y que coge fuerza con los Severos, jugó en contra de
los intereses senatoriales, que se vieron sustituidos en cada vez más puestos del Estado por un creciente orden ecuestre,
donde los caballeros llegaron incluso a entrar en el Senado.51
A la muerte de Cómodo, los pretorianos proclamaron emperador a Pertinax (192), cuyo reinado apenas duró tres meses.
Su sucesor, el senador Dido Juliano, trató de ganarse la confianza de los soldados con generosos donativa, pero no le
sirvió de mucho pues Clodio Albino en Britania, Septimio Severo en Panonia y Pescenio Niger en Siria fueron
proclamados emperadores por sus respectivos ejércitos. Severo depuso a Juliano y se hizo reconocer como único
emperador, eliminando a los otros dos.52
Y es que, durante la dinastía de los Severos, la responsabilidad de elegir al emperador recayó en el ejército, por lo que
el estamento militar adquirió un enorme nivel de poder que inició el camino para la progresiva sustitución de los
tradicionales grupos de sus funciones civiles. El Senado se vio desplazado de su prerrogativa por antonomasia, llegando
al punto de que ni Macrino en el 217, ni Heliogábalo en el 218 solicitaron ya su sanción para su nombramiento.53

44
PETIT, Paul; “Le IIe siècle après J.-C.: État des questions et problémes” en ANRW II.2, Berlín-Nueva York, 1975, p. 354.
45
BRAVO, Gonzalo; Poder político…, Madrid, 1989, p. 209.
46
PETIT, Paul; “Le IIe siècle après…” en ANRW II.2, Berlín-Nueva York, 1975, pp. 365-366.
47
Ibídem, p. 366.
48
Ibídem, p. 370.
49
PETIT, Paul; Histoire générale de l'Empire romain. 1. Le Haut-Empire (27 avant J.C. – 161 aprés J.C.), Paris, 1974, p. 233.
50
PETIT, Paul; “Le IIe siècle après…” en ANRW II.2, Berlín-Nueva York, 1975, p. 367.
51
Ibídem, pp. 367-369.
52
BRAVO, Gonzalo; Poder político y…, Madrid, 1989, p. 209.
53
Ibídem.

8
Septimio Severo se ve obligado a realizar una reforma monetaria en el 190, que llevó a una recuperación del sistema
neroniano en el áureo y una reducción de la ley de la plata al 58,3%. Este hecho se considera como el pistoletazo de
salida de la espiral de inestabilidad de los siguientes cien años, que será uno de los motivos de una alta inflación.54
La prematura muerte de Severo (211), dejó el trono en manos de Caracalla. “En el 212 promulgó la Constitutio
Antoniniana, un edicto que otorgaba la ciudadanía romana a toda la población libre del Imperio por razones fiscales.
Además, en el 215 introdujo una nueva moneda, el antoninianus, que modificaba el sistema de unidades y equivalencias
monetarias que se había mantenido inalterable durante dos siglos.”55 Esta moneda sería uno de los grandes problemas
que azuzarían la crisis monetaria del siglo III, algo que no sería resuelto hasta los gobiernos de Aureliano y Diocleciano.
En el 217, ascendió al trono el primer emperador de origen ecuestre, el pretorio Macrino. Fue derrocado al año siguiente,
llegando en su lugar el oriental Heliogábalo, que será el primero en plantear establecer un régimen teocrático en torno
al dios-sol, como queda reflejado en las acuñaciones de monedas, aunque el que finalmente lo logró fue Aureliano.56
“La dinastía severiana se recuperó con el reinado de Alejandro Severo, que intentó reconciliarse con el Senado, llegando
hasta el punto de alejarse de la forma de gobierno de sus predecesores e intentando recuperar prerrogativas para los
senadores. Sin embargo, esto le llevó a caer víctima de una conspiración encabezada por uno de sus propios soldados,
Maximino, que fue proclamado emperador en el 235”.57
La combinación de las problemáticas sufridas por la dinastía de los Antoninos y los Severos es lo que consideramos
como los antecedentes y las causas de la crisis del siglo III que pasamos a explicar.

4. TOTUM REVOLUTUM. EL SIGLO III


Desde mediados del siglo II el Imperio romano dio los primeros pasos que cambiaron su sistema sociopolítico, el
Principado o Imperio liberal58 (denominación que le dan algunos autores como Chabanis o Le Glay), que había
asegurado un mundo romano en paz y prosperidad; a otro, el Dominado o Imperio autoritario, que convirtió a los
ciudadanos en súbditos y que generó enormes dificultades internas y externas.59
Los primeros que experimentaron este refuerzo de la autoridad imperial fueron los emperadores de la dinastía severa,
cuyo final dió paso a cincuenta años de crisis, conocidos como el período de la anarquía militar, en el que este sistema
propició las luchas por el poder entre los emperadores legítimos y los usurpadores, situación que provocó un
debilitamiento del sistema defensivo romano, que propició un gran número de incursiones de los pueblos bárbaros al
otro lado del limes. Al mismo tiempo, la brevedad de los gobiernos imperiales fomentó la consecución sin remedio de
una serie de despropósitos fiscales y monetarios que sumió a prácticamente todo el imperio en una profunda inflación y
pérdida de poder monetario. Al mismo tiempo, el siglo III experimentó grandes cambios a nivel social, rompiéndose
definitivamente las estructuras tradicionales de la población, a lo que contribuyó una grave crisis espiritual, que permitió
el arraigamiento de nuevos cultos orientales entre todos los estratos poblacionales, llevando incluso a algunos
emperadores a imponer un nuevo culto solar.

4.1. ANARQUÍA MILITAR


Desde que en el 235 se produjera la muerte de Alejandro Severo, se inició un período dentro de la crisis o como inicio
de la crisis, depende de a qué autor consultes, que se conoce como el de la anarquía militar. En apenas medio siglo nos
encontramos la friolera del entorno de 50 emperadores60, entre legitimados por el Senado, los que se autoproclaman y
los que son proclamados por el ejército.

54
BLANCO GARCÍA, Juan Francisco; “El sistema monetario en el siglo III d.C. Crisis y reformas”, Revista de Arqueología¸Nº 64
(1986), p. 19.
55
BRAVO, Gonzalo; Poder político y…, Madrid, 1989, p. 209.p. 210.
56
Ibídem, pp. 210 y 217.
57
Ibídem, p. 210.
58
CHABANIS, Petter; “Observations on the Transformation of the Roman World in the Third Century and the Question of the Fall
of the Empire” en ANRW II.2, 1975, p. 552.
59
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, Cátedra, 2002, p. 274.
60
Ibídem, pp. 222-223. Recomendable listado cronológico de todos los emperadores y usurpadores del siglo III.

9
La inestabilidad que crea esta situación anormal en la lógica del poder del Imperio romano, supone una serie de
repercusiones que afectarán a todos los campos, desde el económico hasta el social, pasando por la importante nueva
oleada de invasiones de foráneos a través de las fronteras del limes61, que se saldarán con drásticas soluciones.
Desde luego la otra institución que se ve afectada por este clima de incertidumbre es la propia figura del emperador. Del
advenimiento de Maximino en el 235, al de Diocleciano en el 284, el Imperator no es ni un Princeps nombrado por el
Senado, el ejército y el pueblo romano, ni tampoco un Dominus que sube al trono por herencia dinástica. No es más que
un jefe militar que recibe poder absoluto del ejército que lo proclama y lo conserva en tanto este le siga apoyando.62 “La
única autoridad existente en el Estado, se divide en una multitud de reinados sucesivos o simultáneos”63.
Sin duda, una de las causas de esta inestabilidad son las diversas ambiciones que progresivamente van mostrando los
prefectos del pretorio, como fue el caso del que luego sería emperador, Filipo el Árabe (244), y también los generales.
Los gobiernos resultantes de estas conductas, normalmente se consideraban débiles y, por norma general, acababan
pronto y de mala manera. “De Maximino a Diocleciano: Valeriano muere prisionero de los persas; Decio bajo los ataques
de los godos; Claudio, por la peste, etc. Todos los demás son asesinados por sus oficiales, sus soldados, o por los de un
rival cualquiera”64 La mayor parte de los usurpadores llegaron al gobierno por cuenta propia, es decir, su ambición fue
correspondida por sus soldados y estos les alzaron hasta el trono y se deshicieron de los obstáculos que aparecían en su
contra. Sin embargo, también hubo usurpadores que fueron proclamados por sus tropas sin deseo de ello y que al final
acabaron ejerciendo el cargo convencidos o porque no les quedaba más remedio. Lo cierto es que estaban entre la espada
y la pared, ya que, si aceptaban, siguiendo la tendencia del siglo, lo más probable es que murieran por sacar la cabeza,
pero es que si se negaban también podían ser asesinados por sus propios soldados por semejante afrenta.65
Estas usurpaciones tienen además un factor de miedo por parte de las tropas, ya que sí observamos debidamente los
lugares donde se producen, vemos que la mayor parte suceden en territorios fronterizos, con constantes incursiones
bárbaras, provocando un fuerte debilitamiento de la zona.66
La voluntad de los ejércitos en la cuestión de las sucesivas usurpaciones que se vinieron dando a lo largo de estos
cincuenta años es el hecho más relevante. Su indisciplina y rivalidades son también factores que propician la
proclamación de emperadores y crean inestabilidad en los gobiernos del resto. Con las designaciones sucesivas o
simultáneas acaban logrando el mantenimiento de una política continuada, sobre todo porque los elegidos estaban tan
poco tiempo en el trono que era imposible ver los efectos o siquiera el planteamiento de las propuestas necesarias para
poder empezar a resolver el proceso iniciado con la dinastía severa. Su decisión responde al mismo tiempo a una
voluntad de defender el Imperio y de tener al frente suyo a personas que también lo quieran y, sobre todo, que sean
capaces de hacerlo.67
Esta designación sistemática traiciona algunas de las preferencias sociales: “serán hombres rústicos, cuyos jefes
provienen cada vez más de su clase, prefieren emperadores a su imagen a otros que pertenezcan a la aristocracia
senatorial o a la burguesía cultivada de las provincias”68. Sin embargo, no podemos hablar como lo hacen los marxistas
de una lucha de clases, pues también hubo emperadores senadores, como Decio o el pobre Valeriano.
Pese a estas imposiciones por parte del ejército, los emperadores del siglo III, en su afán por intentar recuperar la
grandeza del Imperio como conjunto, es decir, desde la figura del emperador como cabeza de hasta el último reducto de
la tradiciones y costumbres romanas, decidieron seguir manteniendo una idea básica para el sistema imperial hasta

61
Limes: es un término que significaba principalmente “camino” y fue bajo el Imperio cuando se aplicó al sistema de fortificaciones
que establecían las fronteras del mismo. Esta frontera separaba el mundo bárbaro de Roma y era a la vez zona de vigilancia y
dispositivo de alerta. Tenía una doble finalidad: política y aduanera. Comienza a fijarse desde los Flavios, se cierra con los Antoninos
y cristaliza con los Severos. En FERNÁNDEZ URIEL, Pilar y VÁZQUEZ HOYS, Ana María; Diccionario del mundo antiguo:
Próximo Oriente, Egipto, Grecia y Roma, Madrid, 1994, p. 352.
62
REMONDON, Roger; La crisis del Imperio romano. De Marco Aurelio a Anastasio, Barcelona, 1967, pp. 29-30. En este punto
es interesante traer a colación aquellas palabras de Septimio Severo pronunciadas en su lecho de muerte a sus hijos Caracalla y Geta
que decían así “manteneos en concordia, pagadle bien a los soldados y olvidaos de todo lo demás”. Parece que ni caló en sus
sucesores ni mucho menos en el resto. En BRAVO, Gonzalo y GONZÁLEZ, Raúl (eds.); “La percepción…”, Crisis en Roma y
soluciones desde el poder, Madrid – Salamanca, 2016, p. 103.
63
Ibídem, p. 30.
64
Ibídem.
65
CHABANIS, Petter; “Observations on…” en ANRW II.2, 1975, pp. 552-553.
66
REMONDON, Roger; La crisis del Imperio…, Barcelona, 1967, p. 30.
67
Ibídem, pp. 30-31.
68
Ibídem, p. 31.

10
entonces, que es la de crear una dinastía que perdurase. De esta forma solían asociar a su sucesor al trono, con el título
de César primero, luego Augusto. Sin embargo, después de Severo son muy pocos los que consiguen obtener el poder
por derecho de herencia: Gordiano III, Hostiliano, Galieno, Salomino por unas semanas o Carino y Numeriano por
algunos meses.69
Esta época, conocida también como la de los “emperadores-soldado”70, no suponía, en un primer momento, peligro para
la integridad territorial del Imperio, sin embargo, una vez llegada una relativa y engañosa calma del primer gran tramo
de oleadas invasoras, en torno al 260, las proclamaciones imperiales de soldados abocaron a la constitución de “dos
imperios independientes”71, como fueron el galo y el palmireno, aunque su aventura duró poco más de una década,
volviendo al seno del Estado con las oportunas victorias de Aureliano contra sus líderes.72

4.2. CRISIS POLÍTICA Y MILITAR


“La frecuencia inusitada de usurpadores proporcionó al poder imperial un notable dinamismo, de tal modo que la disputa
por el poder entre el emperador legítimo y los respectivos pretendientes distanció definitivamente las relaciones políticas
del Senado con el ejército, que se convirtió en el protagonista indiscutible”73.
La administración pervive en cierta manera, “funcionando con precisión y regularidad, los contribuyentes siguen
pagando sus impuestos y las oficinas expendiendo sus recibos.”74 La estructura planteada por Augusto y unificada por
los Severos, siguió funcionando pese a la situación política.
Durante el gobierno de esta dinastía, la administración aumenta la libertad de acción directa del emperador, ya que está
estrechamente sometida a su autoridad. Sin embargo, hay que decir que durante la crisis esto se cumple muy
puntualmente, ya que el poco recorrido de los gobiernos de los emperadores reduce su acción directa frente al resto de
la administración, aunque aquellos que mantienen la púrpura durante más tiempo sí aplican su poder sobre la misma,
tanto como les permitan los usurpadores. Realmente no resulta una contradicción hablar del desarrollo de un poder
imperial absoluto y llegar a defender una administración omnipresente, ya que gracias a estas reformas no tenía por qué
haber interferencia. Aunque bien es verdad que había ciertas políticas como las rupturas territoriales que la podían
afectar.75
Para poder entender cómo se llega a esta situación es necesario poner la mira en una institución en concreto, el Senado.
Y es porque se trata de la institución base del Estado romano que podemos decir que una parte de los problemas
empiezan con ella. Sus prerrogativas en materia de legislación y de justicia, disminuidas ya por los Severos, son
reducidas aún más durante la crisis del siglo III. La guerra civil, también la extranjera, acabará borrando la distinción
entre las provincias senatoriales desarmadas y las provincias imperiales armadas, haciendo que todas ellas se enmarquen
dentro de este último grupo. 76
El poder civil acaba desapareciendo del ejército. La reforma iniciada por los Severos se desarrollará durante todo el
siglo, llevando a los senadores a ser eliminados progresivamente del mando de los ejércitos y, por el hecho de estar
militarizados, del gobierno de las provincias. Esta exclusión es debida principalmente por la necesidad de poner en su
lugar a hombres experimentados.77 Además, “el ejército actuó siempre en defensa del emperador de turno que apoyaba,
mientras que éste representó alternativamente los intereses de los grupos políticos, económicos e ideológicos de la
sociedad romana imperial”78. Este proceso será confirmado de alguna manera por la reforma que hará posteriormente el
emperador Galieno y que veremos en siguientes apartados.

69
Ibídem.
70
Ibídem.
71
Ibídem.
72
BRAVO, Gonzalo; Poder político y…, Madrid, 1989, p. 211.
73
Ibídem, p. 210.
74
REMONDON, Roger; La crisis del Imperio…, Barcelona, 1967, p. 32.
75
Ibídem, p. 33.
76
Ibídem, p. 29.
77
Ibídem.
78
BRAVO, Gonzalo; Poder político y…, Madrid, 1989, p. 210.

11
Durante el gobierno de Maximino Tracio79 (235-238), legítimamente reconocido por el Senado, hubo un total de seis
emperadores rigiendo los destinos del Imperio. Primero los dos gordianos80 (Gordiano I y II) que fueron nombrados por
la nobleza senatorial norteafricana, aunque su rápida muerte, a manos de uno de los lugartenientes africanos de
Maximino, provocó que este foco de independencia senatorial fuera extinguido.81 En este punto, el Senado optó por la
cooptación82, eligiendo a Pupieno y Balbino de una comisión de los vigintiviri.83 La estrategia de ambos provocó que,
una vez de regreso a Roma, Maximino viera perdido el favor de su ejército en el intento de asedio a la ciudad de Aquilea,
siendo asesinado por una resentida Guardia Pretoriana, que en pocos meses acabó también con la vida de los dos
anteriores.84
El que acabó gobernando, por el apoyo de la plebe, fue Gordiano III, nieto del primero de su nombre, que pasó de Cesar
a Augusto una vez eliminados sus contrincantes y con el favor del ejército.85 Durante su etapa de seis años, el que
verdaderamente gobernó fue Aquila Timesiteo, prefecto del pretorio.86 Según Historia Augusta, en esta etapa se
restableció el orden en Roma, así como el abastecimiento adecuado para el pueblo urbano, al tiempo que se reorganizó
el ejército y se mantuvo la disciplina.87
El fallecimiento de Timesiteo (243) no tardó en provocar la muerte del emperador a manos del prefecto del pretorio,
Filipo el Árabe. El principal mérito de este nuevo emperador fue la elaborada celebración, que se llevó a cabo en el 248,
de los juegos seculares de Roma, los quintos desde la fundación de la ciudad, sin embargo, su incapacidad para disipar
la inestabilidad en el Imperio desembocó en terribles acontecimientos.88
Su profunda confianza en Decio, miembro del Senado, tras el apoyo que le suscitó en el intento de rebelión de las tropas
de Mesia, que se encontraban bajo el mando del oficial Marino, supuso la perdición para Filipo. Le consideró la única
persona capaz de restaurar la paz y la disciplina en el ejército. Decio se resistió al nombramiento que le propuso, pero
al final aceptó, momento que aprovecharon los derrotados de Mesia para vengarse de su juez y del emperador.
Propusieron a Decio como nuevo purpurado, algo a lo que no se pudo negar, ya que la alternativa era la muerte. De esta
manera, dirigió o siguió al ejército hacia Italia, donde Filipo reunió a todas sus fuerzas para hacerle frente.89. La
experiencia de las tropas levantiscas frente a un numeroso ejército imperial decantó el triunfo para Decio. Con Filipo
muerto en batalla, el Senado y las provincias le reconocieron como emperador.90
En pocos meses tuvo que hacer frente a la primera gran invasión goda (250), por lo que se dirigió a las orillas del
Danubio. A este punto nos referimos en el próximo apartado. Sin embargo, además de estas luchas necesarias para
defender la integridad territorial, Decio también es un emperador importante por los cambios políticos que afronta. Para

79
La muerte de Alejandro Severo dejó a este “violento campesino tracio” como nuevo emperador. Se habría forjado en Época de
Septimio Severo. Actuó con gran crueldad con aquel que se le oponía y contaba, para lo cual era necesario un fuerte apoyo del
ejército. En el 237 trató de apoderarse de los ingresos independientes de las ciudades del Imperio para uso militar, provocando una
ráfaga de pequeñas revueltas que le llevó a que apareciera quien le hiciera frente. En GIBBON, E.; Historia de la decadencia y
caída del Imperio Romano, Barcelona, 2008, p. 105. Fue el primer emperador que consolidó la anarquía militar al subir al trono sin
ratificación del Senado. En LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 283.
80
Gordiano I, un romano de ochenta años, de familia ilustre y polifacética, que era entonces procónsul de África. Gordiano II, según
Gibbon, tenían veintidós concubinas reconocidas y una biblioteca de 62.000 volúmenes, y destaca que no los productos de su vida
dejan claro que no eran mera ostentación. En Ibídem.
81
Ibídem.
82
Cooptatio: Lleno de las vacantes de una comunidad. En FERNÁNDEZ URIEL, Pilar y VÁZQUEZ HOYS, Ana María;
Diccionario del…, Madrid, 1994, p. 159.
83
BRAVO, Gonzalo; Poder político y…, Madrid, 1989, p, 210. Los vigintiviri son los miembros de la comisión de veinte (por César
en el 59 a.C.). Cargo de la administración municipal. En GLARE, P. G. W.; Oxford Latin dictionary, Nueva York, 1982.
84
GIBBON, E.; Historia de la decadencia…, Barcelona, 2008, p. 105.
85
BRAVO, Gonzalo; Poder político y…, Madrid, 1989, p, 210.
86
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 286.
87
PICÓN, Vicente y CASCÓN, Antonio; Historia Augusta, Madrid, 1989, p. 491 y LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002,
p. 286. Le Glay nos cuenta, además, que una de las medias militares que se tomaron fue de castigo contra la Legio III Augusta, que
había apoyado a los otros gordianos, lo que provocó que “la mayor parte fuera licenciada y su nombre modelado a golpes. Un castigo
que duraría 15 años, hasta el 253.”
88
GIBBON, E.; Historia de la decadencia…, Barcelona, 2008, p. 106.
89
Ibídem, p. 108. Quizá en este punto se hace interesante resaltar el hecho de que él realmente sentía lealtad hacia Filipo. Según se
cuenta, dice el propio Gibbon, inmediatamente después de que tuviera que aceptar el título de Augusto, aseguró en una misiva a
Filipo su inocencia y lealtad, protestando y afirmando que cuando llegara a Roma renunciaría a los ornamentos imperiales y
regresaría a su condición de súbdito obediente. El problema es que, por muy sincera que fuera esta declaración, su situación, fuera
fortuita o no, ya no podía ser perdonada.
90
Ibídem.

12
intentar restaurar la grandeza del Imperio, lo primero que hizo fue recuperar el obsoleto cargo de censor, cuya elección
dejó en manos del Senado, representante del pueblo. De este proceso, el luego emperador Valeriano fue el elegido para
ocuparlo. Sus funciones serían las de elegir a los miembros del Senado, devolver el esplendor al orden ecuestre y mejorar
las rentas del Estado, al tiempo que moderaría las cargas públicas, dividiría al pueblo en clases permanentes y registraría
con minuciosidad la fuerza militar, la riqueza y los recursos de Roma. Sus decisiones tenían fuerza de ley. Además de
esos grandes poderes, mandaba sobre prácticamente toda la estructura del Estado.91 Así nos lo resume Gibbon:
“El ejército, el palacio, los ministros de justicia y los grandes oficiales del Imperio están todos sometidos a tu
tribunal. Nadie queda exento, excepto los cónsules ordinarios, el prefecto de la ciudad, el rey de sacrificios y,
mientras conserven inviolada su castidad, la mayor parte de las vírgenes vestales. Incluso estos pocos, que no
temerán la severidad del censor romano, solicitarán ansiosos su estima.”92
Tantos poderes asustaron a Valeriano, algo que no estaba infundado dada la trayectoria de la época. Sin embargo, la
cercanía de la guerra contra los godos provocó que Decio pusiera fin a un proyecto harto imposible desde sus inicios.
Esto sin duda salvó la vida de Valeriano, sin embargo, no la suya, porque el descontrol del ejército fue tal que pereció
en la primera de esas empresas.93
Este humillante golpe obligó a las legiones a plegarse ante el decreto del Senado para regular la sucesión, que recayó en
Hostiliano (251), el único hijo superviviente de Decio. Sin embargo, al mismo tiempo se concedió un rango similar con
más poder real a Galo, para que actuara como guardián del joven príncipe. Tras humillarse concediendo a los godos
todo lo que querían a cambio de su marcha, los romanos comprobaron, un años después, que de nada había servido. De
hecho, se hizo un efecto llamada, ya que el Imperio había demostrado estar dispuesto a pagar en estas situaciones. 94
Ante esta actitud del emperador Galo, el gobernador de Panonia y de Mesia, Emiliano, hizo frente a los bárbaros,
ganándose el favor del ejército, que le colocó la púrpura el 253. Cuando se iban a enfrentar, Galo fue asesinado por sus
soldados ante la magnificencia de Emiliano, recibiendo este la aprobación del Senado, al que prometió escuchar a la
administración civil y que en poco tiempo liberaría a Roma de quienes se le opusieran, trayendo de nuevo la gloria y la
paz al Imperio. Estas promesas no llegaron a iniciarse, puesto en cuatro meses cayó.95
Ante la amenaza a su soberano, Valeriano volvió a entrar en escena, consiguiendo obtener el trono una vez ya solo podía
vengarlo y mediante una guerra civil que terminó con el asesinato del emperador que sus soldados acababan de elegir.
Ya mayor cuando fue investido con la púrpura, fue alguien reconocido por absolutamente todo el mundo romano, algo
que sin duda hay que destacar en esta época tan convulsa. Su experiencia y su ascendencia progresiva pasando por todos
los niveles del Estado hicieron la diferencia con los oportunistas. Sin embargo, al ser tan mayor vio necesario compartir
el trono con alguien más joven, su hijo Galieno. El gobierno conjunto de padre e hijo duró siete años, a los que Galieno
sumaría ocho más. Fue un período lleno de calamidades, que iban desde las constantes incursiones extranjeras hasta las
también continuas usurpaciones que había que frenar.96
Después de la separación temporal de la Galia y de Palmira y su entorno durante la década del 260 y la mitad del primer
lustro de la siguiente, la reunificación política del Imperio vino de la mano de los emperadores Ilirios y se extendería
hasta Diocleciano, quien la culminó.
4.2.1. Las invasiones: el problema militar
Una nueva secuencia de invasiones se produjo a lo largo del siglo III, siendo sus protagonistas los bárbaros europeos en
Occidente y los persas en Oriente. En Europa los ataques se reanudaron hacia el 233-234 y muchas veces se producen
por la necesidad que tienen esos pueblos de encontrar un sitio adecuado para vivir y que les proporcione lo necesario
para ello. Se producen varias oleadas de inmigración que chocan con las fronteras del Imperio.97 “Es la arremetida de
unas tribus que se empujan unas a otras, tribus antiguas (Cárpatos, sármatas, etc.), tribus nuevas (alamanes, francos,
etc.) e invasores llegados de lejos (godos, hérulos, vándalos, etc.)”98.

91
Ibídem, pp. 113-114.
92
GIBBON, E.; Historia de la decadencia…, Barcelona, 2008, p. 114.
93
Ibídem, p. 114-115.
94
Ibídem, p. 115.
95
Ibídem, p. 117.
96
Ibídem, p. 118-119.
97
REMONDON, Roger; La crisis del Imperio…, Barcelona, 1967, p. 29.
98
Ibídem.

13
Maximino (235) se dirigió tras ascender al trono, a combatir a los bárbaros, siendo su primer objetivo los alamanes.
Hizo una incursión en su territorio que les causó una severa derrota y que le valió el título de Germanicus Maximus. Su
actividad fue frenética, se dirigió al Danubio, luego a Sirmium, donde atacó a los sármatas en el 236.99 Su sucesor,
Gordiano III, tuvo que hacer frente en Occidente a carpos y sármatas100, que habían invadido Mesia, aunque el limes
estuvo bastante tranquilo. Otra cosa fue Oriente, donde se produjeron hechos inquietantes: el primero fue la llegada de
los godos a la costa del Mar Negro en el 238, y las luchas con los sármatas y los persas en el 242. El segundo y más
importante fue la llegada de un nuevo rey sasánida, Sapor I, que con fuertes ideas expansionistas se lanzó en el 241
contra Mesopotamia y cruzó el Éufrates hasta llegar a Antioquía. Gordiano consiguió, pese al peligro restablecer la
frontera.101
Hacia mediados de siglo, la presión de los godos en el este, los francos y alamanes en el oeste, los yutungos en el centro
y los mauri en el sur, provocó un punto de inflexión en la defensa del limes, propiciando grandes incursiones hacia el
interior del territorio romano. Persas y godos fueron los que más problemas dieron al Imperio en esta época.102
El peligro de los godos, que ya venía dándose con una cierta intensidad desde el 238, se hará más notable a raíz de la
gran invasión del 250, en la que el emperador Decio tuvo que hacerlos frente. Dirigiéndose a la orilla del Danubio, los
encontró en la ciudad de Nicópolis, pero estos estratégicamente levantaron el campamento para avanzar a una conquista
de más importancia, la de Filipópolis, ciudad de Tracia. Decio los siguió, pero fueron atacados por sorpresa y tuvieron
que huir en desorden. Según se dice, cien mil personas fueron asesinadas en esa ciudad. Prisco, el hermano de Filipo,
aprovechó la situación para ponerse la púrpura bajo la protección de los enemigos bárbaros de Roma. Después de esta
derrota, Decio reorganizó el ejército, restaurando la disciplina, y frenó sucesivos intentos de invasión por parte de carpos
y otros germanos, confió el paso de las montañas a oficiales de valor y fidelidad, reparó y reforzó las fortificaciones del
Danubio y vigiló con celo para oponerse tanto al avance como a la retirada de los godos.103
Las campañas que llevaron la muerte a Decio contra los godos, se desarrollaron en un contexto en el que estos habían
visto mermadas sus fuerzas tras el asedio a Filipópolis y estaban rodeados por los ejércitos romanos. El golpe de efecto
que quería dar el emperador, impidiendo cualquier trato que los dejara escapar, sobre todo para dar un aviso a las
poblaciones del norte, no les dejó otra que la lucha, prefiriendo la muerte a la esclavitud. Su bravura llegó al punto de
poder matar al emperador, que acababa de perder a su hijo en esa misma batalla. Nunca se recuperó su cadáver.104
Con el ascenso de Hostiliano, la primera medida contra los godos fue la de liberar las provincias Ilirias del acecho
incesante de este pueblo, pero lo hizo de la forma más humillante posible. Lo primero que les concedió fueron los frutos
de su invasión, es decir, el inmenso botín y los prisioneros; luego suministró a su campamento de toda comodidad que
necesitaran para que se fueran; y por último les pagó una gran cantidad de oro para que no volvieran.105 Sin embargo, sí
volvieron, pues había abierto la caja de pandora de par en par.
Durante los gobiernos de Valeriano y Galieno las principales amenazas externas fueron los francos, alamanes, los godos
y los persas, aunque también tuvieron que lidiar con pueblos de menor calibre.106 La amenaza goda no se suavizará hasta
su aplastante derrota sufrida en Naiso (269), ya con la dinastía Iliria.
En términos generales, durante esta segunda mitad de siglo, se producen algunas dificultades: en el 248, los godos son
reforzados en el Danubio por los vándalos; la embestida de los francos y los alamanes en el Rin tiene períodos álgidos
en los años 253, 259, 261 y 275; en el 269, en las provincias de Recia, Nórica y Panonia se intensifica el ataque de los
alamanes con los refuerzos de jutos y vándalos.107
Las nuevas dificultades para traspasar el limes en esta época, momento en el que ya se había empezado a cerrar, provocó
que los distintos frentes tendieran a reunirse y que las diversas tribus bárbaras unificaran sus ataques. Por ejemplo, en
el 260, los francos que atravesaron la Galia e Hispania se unen a los moros en las costas de África. Entre el 256 y el

99
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 283.
100
Sármatas: Nómadas procedentes de Rusia meridional emparentados con los escitas. Empujados sobre el Danubio por los alanos,
atacaron el limes romano y obligaron a Roma a realizar numerosas campañas contra ellos. En FERNÁNDEZ URIEL, Pilar y
VÁZQUEZ HOYS, Ana María; Diccionario del…, Madrid, 1994, p. 509.
101
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 286.
102
BRAVO, Gonzalo; Poder político y…, Madrid, 1989, p. 211.
103
GIBBON, E.; Historia de la decadencia…, Barcelona, 2008, p. 113.
104
Ibídem, p. 115-116.
105
Ibídem, p. 116.
106
Ibídem, p. 119.
107
REMONDON, Roger; La crisis del Imperio…, Barcelona, 1967, pp. 29-30.

14
269, una unión entre godos y persas en Anatolia también constituyó una terrible amenaza.108 Con la mejora de los
sistemas de fortificaciones y las reformas del ejército llevadas a cabo por Galieno y Aureliano, las invasiones se vieron
bastante reducidas en esta segunda mitad del siglo.
4.2.2. Las soluciones desde el ejército
La necesidad de defensa de las fronteras hacía necesario destinar muchos recursos militares y económicos para mantener
a las tropas. A fin de mejorar la eficiencia del ejército, Severo realizó una primera reforma, con la que se empezó la
sustitución de los legati senatoriales por los praefecti ecuestres al frente de los ejércitos, ya que estaban mejor preparados
para afrontar los retos del futuro.109
El ejército de legionarios seguía siendo la base defensiva de las fronteras del Imperio y de las gentes que allí vivían.
Para que defensores y defendidos pudieran vivir en estas zonas, la política reformista del ejército fue acompañada de
una económica, que veremos más tarde, y que se basó en aumentar las propiedades agrícolas para producir más alimento
que poder entregar a estas gentes en épocas malas o, en el caso de los soldados, como pago cuando faltaba el dinero
(annona). Además, también se aplicaron políticas destinadas a mejorar los índices demográficos, que permitían
aumentar la población y, si se me permite, el número de posibles futuros soldados. Se mejoraron los sistemas de
reclutamiento, confirmando la tendencia de dejar entrar a los bárbaros en el ejército. Para los romanos era voluntario
entrar en el cuerpo militar, aunque en ocasiones (no solo en el siglo III, sino también en el IV y V) pudo obligarse por
la fuerza. El ejército aumentó su tamaño a lo largo del siglo III, superando los 300.000 efectivos de la época de los
Severos, pese a las constantes guerras civiles y de defensa exterior.110
A comienzos de siglo, los destacamentos militares de las provincias consistían únicamente en fuerzas estacionales de
tiempo completo: legiones, alae de caballería, cohortes de infantería y cohortes mixtas con equites. No había fuerzas
militares fronterizas del limitanei a tiempo parcial y hasta los cambios del III tampoco hubo una reserva móvil regular,
provincial o del todo el Imperio.111
A lo largo del siglo III se produce una reforma de los cuerpos integrantes del ejército, dándole nueva importancia a los
destacamentos legionarios (vexillationes), incluyendo a los bárbaros residentes en las zonas fronterizas, y modificando
la obsoleta caballería romana (aprovechando los conocimientos que traían estos foráneos), que a partir del 250 mejoró
enormemente su movilidad por el territorio, cambiando los estilos de combate (cunei) y adquiriendo la fuerza de los
legionarios.112
Bajo el gobierno de Galieno, una de las épocas con mayores incursiones bárbaras, se implementó este nuevo sistema de
caballería (incluso Luttwak afirma que podría haberlo inventado él), que conllevó la creación, gracias esa mejora de la
movilidad de la que hemos hablado, de reservas móviles por todo el territorio, partieran de Roma o de otras provincias.
Se desplegaron cerca de las principales vías de comunicación, a fin de dar una respuesta lo más rápida posible ante las
amenazas. De entre estas reservas, destacan las destinadas en Aquileia, Sirmium (para el sector medio del Danubio),
Poetovio (en el valle de Drava) y Lychnidus (en la carretera principal del norte de Grecia).113 En palabras del propio
Luttwak la estrategia consistía en “una defensa de fondo tan profunda que es prácticamente una defensa elástica en la
que no se mantiene más que el núcleo italiano”114.
Poco se sabe de la composición de la caballería. Incluía unidades de promoti (que pueden haber sido los antiguos
contingentes de caballería de 120 caballos), así como unidades de caballeros nativos o equites Dalmatae y equites Mauri,
y posiblemente una caballería pesada o Scutarii. Con Galieno es posible que el número de contingentes de caballería
ascendiera a 726 hombres. Será en este momento cuando la vexillatio cambie de significado, desde infantería legionaria
a unidad de caballería.115

108
Ibídem, p. 30.
109
LUTTWAK, Edward N.; The grand strategy of the Roman Empire from the first century AD to the third, Baltimore, 1976, p.
184.
110
MACMULLEN, R.; Roman Goverment’s…, Yale, 1976, pp. 184-185.
111
LUTTWAK, Edward N.; The grand strategy…, Baltimore, 1976, p. 173.
112
MACMULLEN, R.; Roman Goverment’s…, Yale, 1976, p. 186.
113
LUTTWAK, Edward N.; The grand strategy…, Baltimore, 1976, pp. 185-187.
114
Ibídem, p. 185.
115
Ibídem.

15
La importancia de la caballería llegó a ser tal, que las fuentes que hablan de la importantísima victoria de Aureliano
sobre Palmira, nos informan de que además de haberlo conseguido con destacamentos de legionarios y cohortes
Pretorianas, lo que verdaderamente destacó fue la caballería ligera integrada por individuos de origen árabe y dálmata.116
Frente a esto, la Guardia Pretoriana no tenía ni los suficientes efectivos ni actualizó sus tácticas, por lo que poco podía
hacer contra los ejércitos de los pretendientes al trono. El malestar con este cuerpo en la población y en el ejército en
general, siempre había sido elevado, pues era caro de mantener.117
También se construyeron nuevas infraestructuras de defensa, entre las que destacan las murallas de las ciudades,
implementadas en gran medida por Galieno y Aureliano. Se usaron todos los métodos disponibles para fortificar el
Imperio. El gobierno central proporcionó dinero, coordinación y personas para su construcción, implicando en muchas
ocasiones a los propios soldados en el proceso. Para ello se usaron materiales de todo tipo, incluso se aprovecharon
edificios ya existentes o fragmentos de los mismos que se habían desprendido para componer las nuevas estructuras.118

4.3. CRISIS ECONÓMICA


La crisis del siglo III es también una crisis económica. Los precedentes de estas circunstancias están sin duda en las
decisiones de los emperadores del siglo II119 y también los de la dinastía severa que, pese a que en este trabajo los hemos
excluido del período que entendemos como crisis, serán trataremos necesariamente.
Lo que nosotros consideramos como crisis económica se basa en la alteración de dos planos, monetario y fiscal, que
necesitarán fuertes cambios, y aunque todos los emperadores intentaron resolver la situación, algunos con más acierto
que otros, lo cierto es que no se estabilizarán de forma duradera hasta la llegada de Diocleciano. Ambos están
interrelacionados y las acciones de uno pueden influir en el otro.
Como ya hemos tratado en el apartado de política y en el militar, el siglo III supone una época de convulsiones que
llevan a un proceso de anarquía militar, que trae aparejada la aparición de emperadores por doquier que tienen que pagar
a sus tropas (esto también lo hacen los proclamados por el Senado) y que para legitimarse y sostener sus campañas
tendrán la necesidad de acuñar moneda y variar las cargas impositivas sobre la población de los territorios que estaban
a su cargo. A esto se sumaban problemas como los saqueos en las regiones del limes, frutos de las incesantes invasiones
de los pueblos bárbaros, donde había que invertir más en defensa; también la generalización de las contribuciones
annonarias; el control de precios y salarios; impuestos y tasas, etc.120 El crecimiento de la administración Imperial que
se venía dando desde el siglo II y continuará durante el III, provocó también el aumento del número de funcionarios, a
los que había que pagar.121 Esta desestabilización constante del sistema fue imposible de resolver durante los gobiernos
de emperadores que no tuvieron el poder necesario para mantenerse largo tiempo en el puesto. Por eso, pese a los
intentos de todos, el único que dio el primer paso para una recuperación fue Aureliano, aunque sus mediadas serán
explicadas con posterioridad.
4.3.1. Crisis monetaria del siglo III
Los cambios monetarios que se dieron durante el siglo III fueron determinantes para la desestabilización del sistema.
La situación financiera romana siempre había mantenido un equilibrio, pero también siempre pendiente de un hilo desde
comienzos del Imperio. La ruptura de este equilibrio a mitad del siglo III en lo que Le Glay denomina como “una gran
crisis financiera”122, supuso el despertar de una crisis económica que se percibirá de formas distintas en las diferentes
partes del Imperio. Uno de los puntos clave del siglo III fue la devaluación monetaria. Este problema presenta varias
facetas: “aumento del gasto público, pérdida del poder adquisitivo, alza de precios, reducción de las transacciones
comerciales, etc.”123.

116
Ibídem, p. 186.
117
MACMULLEN, R.; Roman Goverment’s…, Yale, 1976, p. 186.
118
Ibídem, p. 190.
119
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 309.
120
BRAVO, Gonzalo y GONZÁLEZ, Raúl (eds.); “La percepción…”, Crisis en Roma y soluciones desde el poder, Madrid –
Salamanca, 2016, p. 105.
121
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 309.
122
Ibídem.
123
BRAVO, Gonzalo y GONZÁLEZ, Raúl (eds.); “La percepción…”, Crisis en Roma y soluciones desde el poder, Madrid –
Salamanca, 2016, p. 105.

16
La moneda romana siempre había sido el denario de planta, venía usándose desde el siglo III a.C. Este denario original
equivalía a dos quinarios124, a cuatro sestercios125, o a diez ases126, siendo su peso de 4,54 gramos. Una primera reforma
tras la Lex Flaminia (270 a.C.) lo fijó en 3,90 gramos, equivaliendo a 16 ases. Esos valores se mantendrían inalterables
hasta el gobierno de Augusto (64 d.C.), a partir de ahí se fue reduciendo su peso, llegando a los 1,70 gramos con Septimio
Severo.127 Bravo nos aporta un ejemplo, “durante los siglos I-II la adquisición de 1 modio de trigo costaba ½ denario,
pero el precio máximo estipulado para la misma cantidad en el Edicto del 301128 es de 100 denarios (devaluados); en
consecuencia, el denario pre-inflacionario tenía en apariencia un valor de mercado 200 veces superior al devaluado.”129
Es decir, el denario fue perdiendo valor progresivamente hasta llegar al 50% del inicial con Septimio Severo y el 5% e
incluso del entorno del 2% bajo el gobierno de Galieno.130 Durante el reinado de Filipo el Árabe prácticamente había
desaparecido de la circulación, siendo la misma situación tanto en Occidente como en Oriente.131
Por otro lado, en un primer momento se aumentó el valor de la moneda de oro o aurei, que seguía siendo la moneda de
referencia, pese a los cambios de peso. Dion Casio nos cuenta que Caracalla la usaba para pagar subsidios a los bárbaros,
que habrían exigido cobrar en metales preciosos por sus mercancías.132 Sin embargo, a partir de Galieno su emisión se
redujo drásticamente. Estas monedas fueron destinadas cada vez más para engordar el Tesoro del Imperio.133
También con Caracalla (215) se introdujo una nueva moneda de plata, el antoninianus (se ignora su nombre real), que
tenía un valor de dos denarios, aunque realmente tenía poca cantidad de este metal precioso, siendo la mayoría metales
que lo que hacían era reducir su pureza y devaluarla frente al denario original.134 Tradicionalmente la historiografía ha
considerado que esta moneda es la causa “o la víctima”135 de esta parte de la crisis del siglo III. Ciertamente el
antoninianus había estado desde sus inicios supervalorado, un valor nominal de 1 ½ denarios (5,10g de peso), pero con
una ley de solo el 50% de contenido en plata, lo que supuestamente tenía que haber reducido la circulación a 2/3 de la
anterior.136 Gordiano III hizo que esta nueva moneda sustituyera completamente al denario de plata, aunque su cada vez
más alto contenido en bronce, provocó un aumento de la inflación.137
Durante el gobierno de Aureliano se llevaron a cabo dos nuevas reformas, aunque la que se considera como “la gran
reforma de Aureliano” fue la que se realizó en el 274, que entre otras medidas propició la creación de una nueva moneda,
el neoantoninianus o aurelianus, que veremos en el correspondiente apartado del capítulo dedicado a Aureliano. Para
poner fin a la crisis del III, el emperador Diocleciano ya en el siglo IV suspendió el uso del denario, introduciendo el
argenteus y realizando una profunda reestructuración de la economía y la política monetaria romana.138
“A la inflación monetaria se le sumaron la proliferación de talleres y al mismo tiempo la aparición de monedas llamadas
de imitación, es decir, monedas locales”139. Fruto de la escasez de moneda en algunas regiones del Imperio, las
provincias tendieron a convertirse en más autosuficientes con el fin de hacer frente a la adversidad económica de los
municipios.140 Los talleres de este tipo de monedas de mejor o peor calidad, surgen principalmente en las zonas
fronterizas, donde son usadas por los usurpadores como legitimación y puesta en marcha de sus medidas al margen de
la estructura imperial. También tuvieron un sentido de necesidad, pues era preciso pagar a los soldados y asegurar el

124
Quinario: la mitad del denario romano, que valía cinco ases. FERNÁNDEZ URIEL, Pilar y VÁZQUEZ HOYS, Ana María;
Diccionario del…, Madrid, 1994, p. 485.
125
Sestercio: moneda romana equivalente a dos ases y medio. Ibídem, p. 523.
126
As: unidad moderna romana de acuñación de moneda de bronce que valía doce onzas. Ibídem, p. 71.
127
LÓPEZ GOBERNADO, Carlos J.; “La crisis económica del siglo III en Roma”, Cont4bl3, Nº. 47 (2013), p. 19.
128
JONES, Richard; The economy of the Roman Empire: Quantitative studies, London, 1974, pp. 366-369.
129
BRAVO, Gonzalo y GONZÁLEZ, Raúl (eds.); “La percepción…”, Crisis en Roma y soluciones desde el poder, Madrid –
Salamanca, 2016, p. 105.
130
Ibídem.
131
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 311.
132
DUNCAN-JONES, Richard; The economy of the Roman Empire: Quantitative studies, London, 1974, p. 195.
133
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, pp. 311-312.
134
LÓPEZ GOBERNADO, Carlos J.; “La crisis económica…”, Cont4bl3, Nº. 47 (2013), p. 19.
135
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 310. El estudio arqueológico que hace Le Glay sobre los diferentes tesoros
que se han encontrado en diferentes zonas del Imperio, tanto Occidente como Oriente, aportan una visión que le ha permitido sacar
conclusiones generales de este fenómeno, que no implica necesariamente hablar de una crisis general.
136
Ibídem y BRAVO, Gonzalo y GONZÁLEZ, Raúl (eds.); “La percepción…”, Crisis en Roma y soluciones desde el poder,
Madrid – Salamanca, 2016, p. 105.
137
LÓPEZ GOBERNADO, Carlos J.; “La crisis económica…”, Cont4bl3, Nº. 47 (2013), p. 19.
138
Ibídem, p. 20.
139
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 314.
140
CHABANIS, Petter; “Observations on…” en ANRW II.2, 1975, p. 553.

17
abastecimiento. Este hecho demuestra una vez más, que las regiones del Imperio tienen mucho que decir por si solas de
esta crisis, mostrándonos además un panorama de consolidación de esta circulación. Esta emisión de moneda permitió
mejorar la situación económica de la periferia, al mismo tiempo facilitó el pago de impuestos. En definitiva,
verdaderamente no podemos considerarlos como algo malo, porque en vez de perjudicar, lo que hace es beneficiar al
Estado. Sin embargo, la aparición de moneda local de imitación, de mala calidad y sin control, que competía con la de
usurpadores y emperadores de Roma, fue algo malo porque podía llegar a mezclarse y engañar, provocando el caos en
el sistema.141
4.3.2. Problemas fiscales: inflación y repercusiones sociales
Para muchos historiadores éste es el siglo de la inflación romana142, de hecho, hay quien precisa que el siglo III supone
una aceleración de la tradicional inflación romana, motivo del desastre.143 Los emperadores debían resistir una cuantiosa
cantidad de gastos para mantener el Imperio, siendo el ejército romano uno de sus principales benefactores. Además,
era necesario mantener una amplia red de funcionarios imperiales y de infraestructuras, cuyos gastos podían
incrementarse durante gobiernos ineficientes.144 Todas las necesidades de este convulso período hicieron necesario el
aumento de los impuestos, por lo que la población, principalmente los sectores intermedios adinerados,145 tuvo más
carga y en algunos casos, como nos cuenta MacMullen, para hacerlas frente tenían que abandonar sus casas y campos,
eran enviados a la cárcel, o tenían que vender a sus hijos como esclavos. 146 Esta repercusión social se dejó sentir a su
vez más en las zonas urbanas que en las rurales, donde se puede observar un cierto retorno a las prácticas de la economía
natural.147
Para hacerles frente dependían fundamentalmente de los gravámenes sobre el patrimonio, también denominado aurum
coronarium (impuesto a la corona) en la época de Caracalla, y las transacciones comerciales, que sin embargo se habían
visto afectadas por el bajo poder adquisitivo que tenía el antoninianus, habiéndose favorecido prácticas como el trueque.
La recaudación de los impuestos en un territorio tan extenso era un proceso de gran complejidad y lentitud.148
La reforma fiscal del siglo III, “implicó la pérdida de las exenciones tributarias de ciertos grupos terratenientes que
utilizaban al Estado como un medio más de forjar sus riquezas”149, sin duda un foco de conflictividad social. Carlos G.
García, nos habla de que este hecho supone una cierta democratización del sistema fiscal durante el siglo III. 150
En estos momentos se produce un alza importante de los precios, de forma interrumpida, pasado por largos períodos de
estabilidad o de alza moderada, que se ven interrumpidos por otros de fuertes alzas en los momentos más graves de la
crisis (por ejemplo entre 253-268), llegando a ser 30 ó 35 veces más altos que los del siglo anterior.151
Los salarios también subieron, multiplicándose por 50 ó 60 entre el siglo I y el III. Para compensar la diferencia que
seguía habiendo entre estos y los precios, emperadores como Aureliano implementaron sistemas de gratuidad sobre el
reparto de algunos productos, como aceite o pan.152 Para esto necesitó la colaboración de los campesinos, a los cuales
se le ha considerado tradicionalmente como claves para la economía romana, siendo la agricultura la riqueza base del
sistema económico imperial.153

141
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, pp. 315-317.
142
JONES, A. H. M.; The Roman economy…, Oxford, 1974, p. 187.
143
BLANCO GARCÍA, Juan Francisco; “El sistema monetario…”, Revista de Arqueología¸ Nº 64 (1986), p. 22.
144
Ibídem.
145
BRAVO, Gonzalo y GONZÁLEZ, Raúl (eds.); “La percepción…”, Crisis en Roma y soluciones desde el poder, Madrid –
Salamanca, 2016, pp. 105-106.
146
MACMULLEN, R.; Roman Goverment’s…, Yale, 1976, p. 101.
147
BRAVO, Gonzalo y GONZÁLEZ, Raúl (eds.); “La percepción…”, Crisis en Roma y soluciones desde el poder, Madrid –
Salamanca, 2016, p. 106.
148
GARCÍA, Carlos G.; “Roma: La crisis del siglo III y el modo de producción tributario”, Anales de Historia Antigua, Medieval
y Moderna, Vol. 35-36, Buenos Aires, 2003, p. 11.
149
Ibídem, p. 18.
150
Ibídem.
151
JONES, A. H. M.; The Roman economy…, Oxford, 1974, p. 197. Esta alza está profusamente recogida por los autores clásicos,
que se quejan de ello.
152
Ibídem.
153
BRAVO, Gonzalo y GONZÁLEZ, Raúl (eds.); “La percepción…”, Crisis en Roma y soluciones desde el poder, Madrid –
Salamanca, 2016, p. 104.

18
4.4. LA SOCIEDAD EN EL SIGLO III
A lo largo de un proceso que comenzó en el siglo I y que se institucionalizó en la formulación legal durante el siglo II
y comienzos del III, especialmente durante el período de los Antoninos, los derechos jurídicos de las clases más pobres
se vieron reducidos hasta su práctica desaparición en el período de gobierno de la dinastía severa. La posesión de
ciudadanía local llegó a no significar nada, a excepción de aquellos que pertenecían a los curiados, es decir, aquellos
miembros que a nivel local formaban parte de los consejos ciudadanos. Además, con el tiempo acabarían convirtiendo
sus familias en hereditarias de dichos cargos. Por su parte la ciudadanía romana, que siempre había asegurado privilegios
a toda la población, fue perdiendo también su significado a medida que se fueron desarrollando una serie de distinciones
sociales y jurídicas. La Constitutio Antoniniana de Caracalla del 212 concedió la ciudadanía a todos los habitantes libres
del Imperio y atajó las diferentes distinciones entre civites y peregrini. Dion Casio habla de esta reforma definiéndola
como un medio por el cual Caracalla quería aumentar los ingresos haciendo que los peregrini pudieran convertirse en
contribuyentes de los impuestos que pagaban el resto de los ciudadanos romanos, de los que con este cambio formaban
ahora parte. Por otro lado, Ste. Croix opina que, dada la falta verosimilitud de los escritos de Dion sobre un Caracalla
que odiaba, el único propósito de este cambio sería crear una nueva distinción socio-jurídica entre ambos grupos.154
La desaparición de estos privilegios tradicionales, que establecían una marcada separación de entre unos y otros
individuos, dejó también difuminada la distinción entre ciudadano y libre, al mismo tiempo que permitía una mayor
presencia y ventajas para los integrantes de las provincias romanizadas en detrimento de Italia, elemento que se puede
ver en el hecho de que la mayor parte de los emperadores del siglo III procederían de estas regiones periféricas. 155
Las transformaciones en la estructura social fueron varias: la autoridad y la posición económica de los distintos estratos
privilegiados fueron destruidas, también lo fue el tradicional sistema jerárquico del estamento de los honestiores. Sin
embargo, los más humildes, golpeados duramente por la crisis, tuvieron que hacer frente de igual manera a estos cambios
y a las nuevas cargas impositivas que se fueron añadiendo a lo largo del siglo.156
Los derechos constitucionales de los habitantes del Imperio, por lo menos a comienzos del siglo III, dependían más de
la pertenencia o no a los grupos privilegiados (familias senatoriales, ecuestres y curiales, veteranos y sus hijos o los
soldados en activo), siendo ciudadanos o no.157 Durante este siglo, la pirámide social quedó revolucionada. En el
Principado, las capas superiores estaban formadas por el personal de la corte, los ordines senatorial y ecuestre, los
decuriones urbanos y las corporaciones Augustales, siendo sus diferencias limitadas a la medición de riqueza y prestigio.
Sin embargo, en el siglo III esta división se tornó irregular: el orden senatorial seguía teniendo un buen nivel económico
y mucho prestigio, pero había perdido la mayor parte de su poder político; el ecuestre tenía miembros destacados que
adquirieron el poder que habían perdido los anteriores, pero también otros con menos estatus que casi asemejaban el
poder de los decuriones; estos últimos tuvieron la oportunidad de mejorar su posición social, adquiriendo mayor nivel
económico y prestigio, que los situaba por encima de las capas inferiores de la población.158
La movilidad social resultante de este cambio en el sistema social trajo consigo revueltas y levantamientos en todos los
estratos, siendo el principal foco a batir por aquellos que formaban parte del nuevo poder ecuestre. Sin embargo, cuajaran
o no, los conflictos no resolvieron los problemas derivados de estos cambios, de hecho, no sería hasta Diocleciano y
Constantino cuando se viera la solución.159
La sociedad, ya sea la militar o el resto de la población, estaba ligada a un sistema de disciplina que, entre otras cosas,
procuraba evitar estos actos de sublevación. A pesar de “la evolución que les ha hecho perder la prosperidad” 160,
magistrados y curiales de las ciudades cumplen con su deber y esperan la llegada de mejores tiempos.161 Los campesinos
son las principales víctimas de estas desgracias y ellos lo saben: “Sufrimos opresión y extorsión por parte de aquellos
cuyo deber es proteger al pueblo […] oficiales, soldados, notables de la ciudad, agentes imperiales” 162, pero en general
también siguen con su trabajo, pensando que el emperador oirá finalmente sus quejas y los atenderá.

154
DE SAINTE CROIX, G. E. M.; La lucha de clases en el mundo griego antiguo, Barcelona, 1988, pp. 529-530.
155
ALFÖLDY, Géza; Nueva historia…, Sevilla, 2012, pp. 264-265.
156
Ibídem, p. 265.
157
DE SAINTE CROIX, G. E. M.; La lucha de…, Barcelona, 1988, p. 532.
158
ALFÖLDY, Géza; Nueva historia…, Sevilla, 2012, p. 266.
159
Ibídem, p. 270-271.
160
REMONDON, Roger; La crisis del Imperio…, Barcelona, 1967, p. 32.
161
Ibídem.
162
Ibídem.

19
Las mentalidades evolucionan. Aparecen nociones nuevas, nuevos sentimientos: servicio social, abnegación ante el
interés general, fidelidad al emperador y confianza en su generosidad (de ahí la importancia de la idea de legitimidad).163
“La demostración de lealtad a los monarcas no era solo un deber, sino que respondía a sentimientos reales, sobre todo
entre la gente corriente. […] Sin embargo, el régimen imperial resultó incómodo para muchos súbditos. Así lo
demuestran las numerosas peticiones que diversas comunidades dirigieron a los monarcas durante el siglo III. Estaban
llenas de quejas sobre las cargas que les habían sido impuestas, que se sumaban a los abusos ya dichos” 164.
A causa del brutal encuentro con el mundo bárbaro, la pertenencia a la ciudadanía romana adquiere la significación
práctica que la Constitución Antonina no le había prestado. La crisis del siglo III sencillamente precipita una evolución
que los Severos habían ido preparando al actuar como lo hicieron.165
A continuación, realizaremos una clasificación general de los principales grupos sociales que sufren cambios en el siglo
III, aunque hay que aclarar que tradicionalmente y como recoge Ste. Croix en su libro, es conveniente hacer una primera
división que nos permite agruparlos en dos categorías: honestiores166, aquellos que tienen privilegios, y los humiliores167,
aquellos que son inferiores y carecen de ellos.168
4.4.1. Nueva “clase” militar
El creciente poder del ejército conllevó un cambio en el estatus de sus integrantes. El cuerpo militar romano, que siempre
había sido una especie de reproducción de la estructura social romana, ahora pasó a ser un estamento separado y
privilegiado. La pérdida de poder del Senado sobre el ejército en favor del orden ecuestre, provocó que un gran número
de comandantes fueran ascendiendo mediante una carrera militar. Con esta transformación, la supremacía de la Italia
peninsular frente a las provincias mediterráneas experimentó un retroceso permanente.169
Sin embargo, los nuevos privilegios derivados de este cambio de estatus no solo repercutieron sobre los destacados
oficiales de rango ecuestre y los comandantes del ejército, sino que también los soldados de rango centurión y demás se
convirtieron en un grupo con importante capacidad de influir en la sociedad y en la política, siendo el elemento más
destacado la proclamación de emperadores.170
El primero en permitir el acceso a los soldados a este nuevo mundo fue Septimio Severo, ya que les debía su ascenso al
poder. Este cambio también conllevó la concesión de una serie de privilegios económicos y fiscales, a fin de mantener
su lealtad. Los donativos que recibían sin necesidad de ascender dentro del ejército, hacían que su fortuna variara
dependiendo de la zona y del individuo, por lo que no podemos establecer un nivel “social” real con estos valores extra-
militares. Además, hay que añadir que este grupo relativamente cohesionado fue uno de los más influenciados por los
nuevos cultos que iban entrando con fuerza desde Oriente.171
Los veteranos del ejército son una muestra clara de las posibilidades de enriquecimiento de un soldado retirado. Sus
privilegios eran prácticamente los mismos que los de los decuriones, pudiendo convertirse en propietarios de tierras.172
4.4.2. Orden senatorial
El orden senatorial no escapó de los profundos cambios sociales que se dieron durante el siglo III, pese a que siguieron
siendo los más ricos173 y con más prestigio de la sociedad. Para empezar, ya desde mediados del siglo II, el número de
senadores de las provincias del Imperio se incrementó (sobre todo los de África y Oriente), reduciendo el número de
itálicos y por tanto la presencia de las familias tradicionales. Sin embargo, aquellos que anteriormente hemos

163
Ibídem.
164
ALFÖLDY, Géza; Nueva historia…, Sevilla, 2012, p. 238.
165
REMONDON, Roger; La crisis del Imperio…, Barcelona, 1967, p. 32.
166
Honestiores: Término que designaba en Roma a los miembros de las clases superiores y que poseía connotaciones sociales y
jurídicas concretadas especialmente en el derecho penal, dado que se hallaban sometidos a penas menos severas que el resto de la
población. En GÓMEZ ESPELOSÍN, Francisco Javier; Diccionario de términos del mundo antiguo, Madrid, 2005, p. 134.
167
Humiliores: Término que designaba en Roma a las clases bajas por oposición a los Honestiores. Se hallaban sujetos a penas
diferentes en el derecho penal. En Ibídem, p. 135.
168
DE SAINTE CROIX, G. E. M.; La lucha de…, Barcelona, 1988, p. 534.
169
ALFÖLDY, Géza; Nueva historia…, Sevilla, 2012, pp. 240-241.
170
Ibídem, p. 256.
171
Ibídem, pp. 257-260.
172
DE SAINTE CROIX, G. E. M.; La lucha de…, Barcelona, 1988, p. 533.
173
ALFÖLDY, Géza; Nueva historia…, Sevilla, 2012, p. 247. Su nivel de riqueza se siguió basando en la explotación de grandes
propiedades agrarias, a lo que se sumó el hecho de que fue uno de los sectores menos golpeados por la crisis económica.

20
denominado como “clase militar”, que tienen mucho peso en esas provincias, apenas aspiraron al principio a entrar en
el orden senatorial, lo cual por otra parte refleja que la influencia sobre estas provincias se alejaba del Senado para
quedarse con las gentes de allí.174
“El calificativo clarissimus, que habitualmente desde finales de época antonina llevaron los senadores con orgullo,
seguía evidenciando su máximo rango social por detrás del emperador”.175 Sin embargo, otra cosa fue el mantenimiento
real de su poder. Como ya hemos observado, este les fue arrebatado paulatinamente y las razones hay que buscarlas en
la excepcionalidad de la época que, ante una consecución de liderazgos débiles, requirió de los emperadores una
acumulación de poder suficiente, procedente de todas las capas institucionales, para poder hacer frente a esta situación
sin precedentes. Como consecuencia, se inició un proceso de despolitización del Senado que Alföldy entiende como una
institución, que en ocasiones suponía un obstáculo para las intenciones imperiales, sobre todo desde Maximino Tracio.
Por otra parte, en contrapuesto, el estamento que se hizo más fuerte como respaldo al emperador, fue el ecuestre, al que
se otorgaron poderes en las magistraturas anteriormente senatoriales, así como los mandos militares. “Los senadores
solo conservaron funciones civiles, incluyendo también altos cargos como el consulado, o los proconsulados de África
y Asia, así como la máxima representación en sustitución de los monarcas”176. Esta tendencia ya se venía observando,
de forma progresiva, desde Marco Aurelio. El Senado se quedó con las magistraturas civiles de más bajo perfil y las
militares en provincias que carecían de tropas. Sin duda una de las reformas más importantes en este sentido fue la
Galieno.177
Pese a todo esto, sí que hubo una parte de los senadores, los más cercanos al emperador e integrantes de la corte Imperial,
que pudieron mantener un cierto estatus superior y una relativa, aunque no minusvalorada, influencia sobre las
decisiones imperiales.178
Hubo épocas de mayor y menor cercanía entre el emperador de turno y el Senado, igual que hubo momentos en los que
han quedado registrados enfrentamientos entre ambos que han acabado con la muerte de miembros de uno de los dos
bandos.179
Pese a la pérdida de poder, el orden senatorial y el Senado como institución pudieron recuperar, en ocasiones, parte de
sus prerrogativas para poder solucionar problemas importantes tales como la declaración de guerra que realizaron contra
Maximino Tracio en el 238 y la proclamación como emperadores de dos candidatos propios, Pupieno y Balbino; o en
el 275, tras la muerte de Aureliano, después de la cual Tácito apareció como nuevo emperador gracias a este. 180 Sea
como fuera, el poder del que habían gozado hasta el momento sería algo que jamás volverían a recuperar.
4.4.3. Orden ecuestre
El siglo III fue la gran época del orden ecuestre romano. Dado que la mayoría de los altos oficiales, así como muchos
funcionarios imperiales en los altos puestos de la administración, acabaron perteneciendo al ordo equester, constituyeron
el estamento social más activo, tanto en lo político como en lo militar, el pilar principal del Estado.181 La pertenencia a
este grupo revolvió el sistema social, convirtiéndose en el que permitía unas mayores posibilidades de ascenso social.182
De este orden, además, salieron algunos de los monarcas legitimados por el Senado del siglo III: Maximino el Tracio
(pese a que no pisó esa institución), Filipo el Árabe, Claudio II el Gótico, Aureliano, Probo y Caro. Esto es una muestra
de que su ambición no tenía límites. Ya desde Septimio Severo, el poder de estos ecuestres fue siendo cada vez mayor,
ocupando en primer término las magistraturas militares (para lo que en principio se les podía hacer senadores con el fin
de que adquirieran este poder y que se resolvió de manera definitiva con la reforma de Galieno), para acabar también

174
Ibídem, p. 246.
175
Ibídem, p. 247.
176
Ibídem, p. 248.
177
Ibídem, p. 250.
178
HECKSTER, Oliver (eds.); Crisis and the…, Brill, 2007, p. 121.
179
Una muestra extrapolable a la situación del siglo III con relación al enfrentamiento que tenían poder senatorial e imperial, puede
verse reflejada en este precedente del siglo II, que tiene como protagonista a Comodo y que Dion Casio no ha hecho llegar. Alföldy
lo recoge en su libro de esta forma: “En una actuación en el Coliseo, cuando el joven monarca actuaba como gladiador, mató a un
avestruz, cuya cabeza cortó, y llegó hasta donde nos sentábamos los senadores, con la cabeza del animal en la mano izquierda y la
espada ensangrentada en la derecha; sin decir nada, solo hizo un movimiento de cabeza mientras sonreía burlonamente para darnos
a entender que tenía los mismos planes para nosotros”. En ALFÖLDY, Géza; Nueva historia social de Roma, Sevilla, 2012, p. 248.
180
Ibídem, p. 249.
181
Ibídem, p. 250.
182
PETIT, Paul; Histoire générale de l'Empire romain. 2. La crise de l'Empire (161-284), Paris, 1978, p. 234.

21
acaparando las magistraturas civiles de mayor importancia, sobre todo las de los territorios fronterizos asociadas a las
primeras. Su destreza y preparación dentro del ejército y su formación jurídica en algunos casos, les hacía perfectos
candidatos frente a un desencantado orden senatorial. También se hicieron cargo de la mayor parte del cuerpo
funcionarial de la administración del Imperio (ejm. procuradores).183
Al igual que en el orden senatorial, el número de miembros procedentes de las provincias se incrementó con respecto al
siglo II, estando más representados los procedentes de Oriente y del norte de África, así como las provincias
danubianas.184
Su posición económica no era comparable a la de los senadores, pero tampoco lo era con aquellos que estaban en la
pobreza. Recibían buenos salarios, que invirtieron en fincas que a su vez les reportaban más ingresos. Pese a este
ascenso, su posición social siguió siendo considerada de segundo rango entre los grupos privilegiados.185
4.4.4. Decuriones e inferiores
Durante el siglo III, en las ciudades podemos encontrar también personajes ricos y de prestigio, los pertenecientes al
ordo decurionum. Fueron por lo general, un grupo social formado por los principales terratenientes locales que no eran
honorati, es decir, que no eran miembros de la aristocracia senatorial o escuestre, aunque con el paso del tiempo serían
cada vez más identificados con ese grupo.186 Sus ganancias no se limitaban a las propiedades agrarias, sino que también
procedían de la actividad artesanal y comercial, siendo la primera su salvavidas durante la época de crisis del sistema
económico. Durante los siglos II y III, de hecho, surgieron numerosas villas que pertenecían a estos urbanitas que se
iban a la tranquilidad de la nada, pero sin dejar de lado la ciudad y todas su propiedades y negocios allí. Sin embargo,
ese poder económico no les libró de las modificaciones impositivas que se dieron durante todo el siglo. Al contrario de
los privilegios económicos que el emperador tenía concedidos a los órdenes senatorial y ecuestre, estos tuvieron que
hacer frente con lo que tenían a estos problemas. A parte de las cargas impositivas, otras de las funciones que se
estableció para el orden decurional fue la de abastecer las ciudades de alimentos y agua potable o la renovación de
calzadas.187 También eran importantes en el sistema de la annona que se utilizaba como pago para los ejércitos en caso
de falta de dinero.188 En él entraban todos aquellos que tuvieran el nivel económico mínimo dentro de su comunidad.189
El mayor o menor poder que adquiere este orden durante el siglo III habría que irlo viendo en las diferentes provincias
del Impero. Poniendo como ejemplo Hispania, lo cierto es que en sus comunidades locales los decuriones llegaron a
tener un poder tan grande como para poder hacer estatuas o inscripciones que los recuerden.190
La conflictividad social en estos grupos de población urbana también tuvo cabida durante el siglo III, teniendo como
ejemplo más claro la insurrección del 238 contra Maximino Tracio en la ciudad africana de Thysdrus, a la que
posteriormente se adheriría el Senado.191
Los estratos inferiores también se vieron afectados por este proceso de cambio social. Los que más fueron los
trabajadores del campo y las ciudades. La pobreza y la opresión de estos estratos inferiores aumentaron enormemente
durante el siglo III, aunque esto depende de la zona, ya que las conexiones con el ejército en las zonas fronterizas les
hacía más fácil el poder librarse del abuso de los terratenientes, por ejemplo, no era la misma la situación que se daba
en la región de Pannonia que en el norte de África. Aunque la tendencia generalizada se correspondía más al primer
escenario. De este proceso deriva una homogenización de las relaciones sociales que acarrearía consecuencias severas,
entre las que destaca el hecho de que “dejó de ser factor decisivo de dependencia social el que alguien fuera o no
personalmente libre según las leyes antiguas”192. El siglo III aceleró este proceso, potenciado por la reducción del
número de esclavos y libertos, entre otros motivos por la mala situación fronteriza que impedía nutrir ambos grupos.193
4.4.5. Esclavos y los colonos

183
ALFÖLDY, Géza; Nueva historia…, Sevilla, 2012, p. 251.
184
PETIT, Paul; Histoire générale de…, Paris, 1978, p. 234.
185
Ibídem.
186
DE SAINTE CROIX, G. E. M.; La lucha de…, Barcelona, 1988, p. 533.
187
ALFÖLDY, Géza; Nueva historia…, Sevilla, 2012, pp. 253-255.
188
PETIT, Paul; Histoire générale de…, Paris, 1978, p. 232.
189
DE SAINTE CROIX, G. E. M.; La lucha de…, Barcelona, 1988, p. 543.
190
ALFÖLDY, Géza; Nueva historia…, Sevilla, 2012, pp. 253-255.
191
Ibídem, p. 268 y PETIT, Paul; Histoire générale de…, Paris, 1978, p. 233.
192
Ibídem, p. 262.
193
Ibídem, pp. 260-262

22
La evolución de los grupos sociales va a traer consigo un importante cambio en el modo de producción agrícolas, que
va a llevar a que los pequeños propietarios trabajen sus tierras, pero que los grandes sigan dependiendo en gran medida
del sistema del colonato, dejando a un lado la esclavitud, algo que ya empezó a verse desde la segunda mitad del siglo
II.194
Este declive de la esclavitud tiene varias causas, siendo la más destacada el hecho de que las guerras extranjeras ya no
proporcionaban el número de esclavos necesarios para cubrir la demanda de todo el Imperio, por lo que los bárbaros
capturados eran frecuentemente enviados a formar parte del ejército.195 Ste Croix, al contrario que Paul Petit o Finley,
opina que hay que ver el “fin del modo de producción esclavista”196 no solo como una causa de la falta de esclavos, sino
también como el fin de las posibilidades de seguir “explotando” a una población en un sistema “imperialista de clases”197
que ya no permitía mantener el nivel de producción que se había presenciado en los tiempos más prósperos de Roma.198
El trabajo servil sale cada vez menos rentable. Por eso se crea un estatuto específico que permite que estos esclavos
pasen a ser colonos adscritos a las grandes propiedades. Poco a poco, los esclavos se vuelven empleados domésticos en
las villas o se van a las ciudades para trabajar como artesanos. El sistema del colonato acaba sustituyendo al tradicional
sistema de agricultura basada en plata, no pagan dinero por la explotación de las tierras.199
El colono tiene una serie de derechos y deberes en base a ese estatuto: es un hombre libre, su parcela de tierra puede ser
transmitida a los herederos, pagan una renta con alrededor de un tercio de los productos obtenidos de ella, etc. 200 Esta
fórmula se asentará definitivamente a lo largo del siglo III y sucesivos.

4.5. LA RELIGIÓN Y ROMA EN EL S. III


La gran crisis del siglo III fue también una crisis moral y espiritual. La antigua religión romana politeísta se mantuvo,
pero poco a poco fueron entrando con más fuerza otras religiones procedentes de Oriente (ya desde el siglo I), calando
y cambiando las creencias de la población del Imperio. Paulatinamente se fueron imponiendo deidades particulares,
tanto romanas como paganas para ellos, por ejemplo, Júpiter, Apolo, Marte,201 Serapis202, Attis203, o el oriental Mithra204,
y junto ellas fueron apareciendo asociaciones con una deidad superior, el Sol. Además, durante el siglo III, el
cristianismo, procedente como sabemos del norte de África y Oriente, también tuvo un importante impulso, a pesar de
las persecuciones de Decio y Valeriano, que veremos a continuación. El gran movimiento religioso del siglo III sin duda
se llevó a cabo fuera del control estatal.205
La permisividad generalizada que se ve a lo largo del siglo con respecto a la entrada de estos nuevos cultos queda
reflejada perfectamente en las figuras de Heliogábalo y Aureliano, quienes intentaron introducir el culto al Sol como
religión por encima de la romana tradicional. En el caso del primero, el intento se quedó sin una implantación real,
completándose con Aureliano, algo que ampliaremos más adelante.206

194
PETIT, Paul; Histoire générale de…, Paris, 1978, p. 227.
195
Ibídem, p. 228.
196
DE SAINTE CROIX, G. E. M.; La lucha de…, Barcelona, 1988, p. 539.
197
Ibídem.
198
Ibídem.
199
PETIT, Paul; Histoire générale de…, Paris, 1978, p. 228.
200
Ibídem.
201
LIEBESCHUETZ, John Hugo Wolfgang Gideon; Continuity and change in Roman religión, Oxford, 1979, p. 233.
202
Serapis: O Sarapis. Nombre dado al toro sagrado de los egipcios, Apis, después de su muerte y fisión con Osiris. Su culto fue
una creación de Ptolomeo II, se extendió por Grecia y Roma y sobrevivió en Egipto hasta que su imagen de Alejandría fue quemada
en el año 398. En FERNÁNDEZ URIEL, Pilar y VÁZQUEZ HOYS, Ana María; Diccionario del…, Madrid, 1994, p. 521.
203
Attis: o Atis es el dios griego de la fertilidad y la fecundidad. En SPEAKE, Graham (edit.); Diccionario Akal de historia del
mundo antiguo, Madrid, 1999, p. 53.
204
Ibídem. El culto a Mithra, sin embargo, no empezaría a tener una amplia expansión hasta el siglo IV. Era un culto que se había
extendido muchos entre ciertos sectores del ejército y que fueron derivando a las autoridades locales de las regiones más orientales.
205
HOMO, Léon; Essai sur le règne de l'Empereur Aurélien (270-275), Roma, 1967, p. 189.
206
BRAVO, Gonzalo; Poder político…, Madrid, 1989, p. 217.

23
La crisis de los antiguos cultos cívicos permitió que las corrientes universalistas entraran con mayor facilidad. Además,
el deseo de promoción social permitió que el cristianismo calara con mayor fuerza en los sectores medios de la población
que no estaban tan vinculados con el sistema religioso establecido.207
Forma parte de esta crisis religiosa la vertiente de la reacción imperial ante el avance de estos movimientos religiosos,
entre ellos el cristianismo. La política imperial fue generalmente tolerante, no obstante, algunos emperadores sí llevaron
a cabo medidas en contra de estas formas de culto que tenían como principal objetivo el desestabilizar el importante
avance de la religión cristiana, que como hemos dicho se implantó en importantes sectores de la sociedad. Fue una lucha
también con el incipiente poder eclesiástico, que podía pugnar por hacer la contra al poder imperial. Sin embargo, y
pese a que el resumen de estos hechos se verá a continuación, hay que decir que las fuentes sobre este asunto se deben
tomar más meticulosamente en estudio que en otros casos, sobre todo con los autores procristianos, pues no se producen
consecuencias tan exageradas ni tan extendidas por todo el Imperio.208
De esta forma, el mayor problema durante este siglo sería el de la religión cristiana, que ya daba frutos de una amplia
expansión y raigambre en parte del pueblo romano. Tras las persecuciones del siglo II 209, los cristianos habían
experimentado una cierta etapa de calma, que se vio interrumpida en varias ocasiones por la instigación de las masas
populares, el celo de los gobernadores de las provincias o las decisiones imperiales de carácter eventual. 210 Lo cierto es
que este período se prolongó durante la dinastía de los Severos que, salvo algún incidente en el 202-203, fue bastante
tolerante. Pese a esto, hay que destacar que Septimio Severo suprimió el proselitismo cristiano, también el judío, para
evitar que la población se convirtiera a la religión cristiana.211
Según Bravo, las causas generales que motivaron las actuaciones contra los cristianos fueron de diversa índole: a las
evidentes razones ideológicas (estamos hablando del contraste de una religión politeísta y que gira en torno al
emperador, y una monoteísta) se suman las razones sociales y económicas, ya que los grupos donde más se había
introducido eran de vital importancia económica en el Imperio.212
Con Maximino Tracio se produciría una persecución limitada, yendo contra algunos jefes de comunidades religiosas
cristianas. Sin realizar una persecución de carácter general, se mostró decidido a destruir la Iglesia de Roma. Esta política
no se aplicaría con Filipo el Árabe, favorable a unas buenas relaciones con los cristianos, y no volvería a retomarse hasta
la llegada de Decio.213
El edicto del emperador Decio (249), se considera “la primera persecución de carácter sistemático y universal, decretada
directamente por la autoridad romana contra el cristianismo”214. El carácter universal de esta persecución viene dado
por la maquinaria burocrática que, bajo la apariencia ritual de una gran supplicatio215, se puso en marcha en todas las
provincias del Imperio para llevar a cabo esta acción represiva.216
Para los cristianos supuso una sorpresa, sobre todo porque no aparecían mencionados en él, pese a que iba contra ellos.
Sin embargo, una vez puesto en práctica se vio que esa petición de lealtad político-religiosa estaba envenenada de un
propósito totalmente diferente al formulado.217 Una de las formas que se exigió para ver cumplida esta petición era el
que se registrara el certificado de sacrificio a los dioses o libelo, algo que se llevaba a cabo por comisiones locales, y
que tenía que demostrarse duradero a lo largo de su vida de forma ineludible.218 Este elemento no era cosa menor. El

207
Ibídem.
208
Ibídem, p. 218.
209
SANTOS YANGUAS, Narciso; El cristianismo en el marco de la crisis del siglo III en el Imperio romano, Oviedo, 1996, p. 84.
Durante los dos primeros siglos de nuestra era, el gobierno imperial había dejado a un lado cualquier tipo de creación de una política
religiosa legal contra la religión cristiana., limitándose solo a actuar a nivel local como resultado de acusaciones personales o para
resolver revueltas de esta comunidad.
210
Ibídem, p. 81.
211
BRAVO, Gonzalo; Poder político…, Madrid, 1989, p. 219. Entiéndase proselitismo como el celo por ganar adeptos para una
causa.
212
Ibídem, p. 218.
213
SANTOS YANGUAS, Narciso; El cristianismo en…, Oviedo, 1996, p. 82.
214
Ibídem, p. 83.
215
Adoración solemne de los dioses romanos, en el transcurso de la cual se permitía el acceso al público a las estatuas y emblemas
sagrados. Tenía lugar con motivo de una gran victoria o como consecuencia de un desastre nacional. En GÓMEZ ESPELOSÍN,
Francisco Javier; Diccionario de términos…, Madrid, 2005, p. 240.
216
Ibídem, pp. 84-85.
217
Ibídem, p. 86.
218
Ibídem, p. 88 y BRAVO, Gonzalo; Poder político…, Madrid, 1989, p. 218.

24
sacrificio era entendido por los romanos como un acto simbólico que mostraba la relación entre la divinidad y el ser
humano, a lo que se añade el hecho de que el obviar la realización de sacrificios suponía poner en peligro al Imperio y
además se entendía como un acto de rebeldía que, en última instancia, ponía en entredicho el poder imperial.219
La obtención del libelo se conseguía mediante la certificación de los sacrificios, pero en ocasiones se han constatado
casos de soborno a las autoridades encargadas para la expedición del mismo. Hubo gente que se negó a renegar de su fe
y por ello fueron castigados severamente, pero también hubo otros que lo hicieron abiertamente, completando los
sacrificios y volviéndose apostatas o lapsi.220
Algunas cartas de Cipriano nos aportan otra fuente distinta que nos informe sobre los diferentes aspectos de estas
persecuciones. Sin duda es el autor que más habla sobre las persecuciones de Decio y Valeriano, siendo especialmente
relevante porque su detallada descripción de los acontecimientos de Cartago son una muestra más que confirma la teoría
de que la crisis, en este caso religiosa, no puede ser considerada general e igual en todas las regiones del Imperio.221
Cipriano nos cuenta que el proceso, que se divide en dos fases, tiene épocas de mayor y menor detección y condena de
cristianos, siendo sus víctimas muchos mártires y confesores, provocando la aparición de un gran número de apóstatas
o lapsi.222
La primera de las dos fases de la persecución parece, siempre según Cipriano, que no fue excesivamente mortificante,
al menos en el caso de Cartago, pero la segunda fase sí que tiene un elemento que hace ver la crueldad del emperador
Decio, la aplicación masiva de torturas como forma de quebrar el espíritu de quienes se habían negado a cumplir el
edicto imperial. Como resultado de tales castigos, los destierros y las confiscaciones de propiedades se hicieron más
comunes.223
Valeriano emitió dos edictos de persecución. El primero, probablemente del año 257, no se conserva y nos tenemos que
basar en fuentes como Cipriano y Dionisio de Alejandría para apuntar que el emperador ordenaría en él a los
componentes de la jerarquía eclesiásticas que “reconocieran los ritos romanos mediante su participación en los mismos
y que los cristianos en su conjunto no celebraran asambleas ni visitaran los lugares de enterramiento bajo la amenaza de
pena capital”224. Las mismas fuentes desprenden que, ante el incumplimiento, parte de la jerarquía y los laicos cristianos
fueron llevados a trabajar en las minas como castigo o fueron desterrados.225
La sangrienta persecución derivada del primer edicto permanecería hasta el 258, año en el que aparece un segundo
edicto de Valeriano, que venía a completar las deficiencias del primero. Este nuevo documento dejó fuera cualquier
muestra de piedad o duda, asegurando la muerte inmediata de los miembros de la jerarquía eclesiástica; también la
retirada de los privilegios senatoriales y patrimoniales a los profesantes de esta religión, tanto del Senado como de la
propia administración imperial.226
Autores como Porfirio nos cuentan que un gran número de cristianos murieron con las persecuciones de Decio y
Valeriano. Sin embargo, en la actualidad sabemos que los números son bastante inferiores, sobre todo comparados con
el gran número de apóstatas que aparecieron estos años ante el miedo real a la muerte.227
Mermada la capacidad de la Iglesia y su poder económico se inició un largo período de “paz” con el gobierno de Galieno,
que llegaría hasta la Gran Persecución de febrero del 303 por Diocleciano.228

4.6. HISPANIA COMO EJEMPLO. RECHAZO A UNA CRISIS GENERAL


La crisis del siglo III en Hispania presenta una serie de características propias que nos van a servir para confirmar que,
cuando utilizamos el término “crisis”, no podemos hacerlo de tal forma que se entienda como un mismo fenómeno que

219
BRAVO, Gonzalo; Poder político…, Madrid, 1989, p. 217.
220
Ibídem, p. 219.
221
LIEBESCHUETZ, John Hugo Wolfgang Gideon; Continuity and…, Oxford, 1979, p. 231.
222
SANTOS YANGUAS, Narciso; El cristianismo en…, Oviedo, 1996, p. 92.
223
Ibídem, p. 96.
224
Ibídem, p. 136.
225
Ibídem, p. 137.
226
Ibídem, p. 139.
227
Ibídem, p. 132.
228
BRAVO, Gonzalo; Poder político…, Madrid, 1989, p. 220.

25
tiene exactamente la misma problemática y consecuencias que en el conjunto del Imperio, es decir, si bien hay unas
tendencias generales que influyen en todas las provincias, las circunstancias sociopolíticas, los modos de producción, la
cultura, etc. de cada una, hacen que aparezcan una serie de diferencias que remarcan la singularidad y la complejidad
del entendimiento del período en el que estamos.
En el caso de Hispania, al igual que hemos hecho en este contexto general de la crisis, sabemos que existen unos
precedentes que, sumados a los problemas generales que parten de Italia, generan la situación del siglo III (recordar que
este trabajo contempla su entendimiento cronológico de crisis en los años que van desde el 235-284). El siglo II y
comienzos del III (dinastías antoniana y severa), según Javier Arce, presentan diferentes interpretaciones, que
contemplan la posibilidad de un contexto de crisis ya desde este momento, algo que se ve en hechos como la reducción
de la exportación de aceite bético o los saqueos de los invasores; o, en el otro extremo, la opinión de que, para Hispania,
la época de los Severos representa un momento de esplendor y recuperación, que se observa en términos de producción,
comercio activo, etc.229
En este contexto que consideramos pre-crisis, hay un hecho que afecta directamente a Hispania y que hay que mencionar,
ya que supone un precedente para otros fenómenos similares que se darán a lo largo del siglo III, la usurpación de Clodio
Albino (195). Este hombre se atrevió a proclamarse emperador de Occidente, centrando sus territorios en la Galia,
Britania e Hispania. La aristocracia senatorial de estas regiones apoyó la empresa, hecho que provocó la inmediata
reacción de Septimio Severo, que acabaría con este acto de rebeldía dando muerte a Albino en Lugdunum (197) y
castigando severamente a todos aquellos que le habían apoyado.230 La posterior declaración de independencia del
Imperio Galo durante el gobierno de Galieno siguió una estrategia similar, teniendo de igual forma importantes apoyos
en estas provincias.
El contexto de crisis en la Península Ibérica se ve indudablemente marcado por fenómenos políticos, la invasión
germánica, los problemas y disturbios en Oriente (con quien comerciaba en abundancia), las necesidades de
reclutamiento en masa, los costosos mantenimientos de los gastos de guerra y su adecuación administrativa, la
tributación excesiva, etc.231 Sin embargo, no nos podemos extender tanto como para analizar detenidamente todos los
contextos. De esta forma lo más conveniente es centrarnos en unos pocos aspectos: las invasiones y la situación
socioeconómica.
Tradicionalmente, la historiografía española ha considerado la invasión de los pueblos francos como el centro sus
investigaciones como parte importante de la problemática del siglo III en la Península.232 La incursión llegaría hasta
Tarraco, para arrasarla y coger la flota romana con dirección a África, aunque esto solo lo hicieron una parte, puesto
que otra importante permaneció en la Península durante unos doce años, siempre según Osorio. Durante este tiempo es
difícil conocer qué hicieron, pero las fuentes arqueológicas nos dan la idea de que el proceso de destrucción de las
ciudades y las villae a lo largo de la Península, es posible que estuviera asociado a esta invasión de los francos, pero no
se puede asegurar del todo.233
Hay otros autores, como Tarradel234, que ven la posibilidad de una segunda invasión entorno al 270 por parte de los
alamanes, aunque es algo que se ha demostrado falso. J. M. Blázquez afirma en este sentido que “con la invasión de
francos y alamanes cambió radicalmente el panorama de la economía de Hispania, siendo éstas las causas principales
de la crisis en Hispania y en Mauritania Tingitana (África)” 235 Según este mismo autor el impacto de las invasiones fue
enorme en lo económico. Regiones como la Bética y Levante fueron arrasadas villas y ciudades destruidas y mermada
la población.236 La inexistencia de información sobre esta posibilidad en las fuentes arqueológicas y las literarias hace
que esta posibilidad no quede más como una invención conveniente para justificar los problemas socioeconómicos del
momento.237

229
ARCE, Javier; España entre…, Madrid, 1988, p. 56.
230
Ibídem, p. 50.
231
Ibídem, p, 67.
232
Ibídem, p. 56.
233
Ibídem, pp. 59-60 y BLÁZQUEZ, José María; El Imperio y las invasiones: desde la crisis del siglo III al año 500, Madrid, 1973,
p. 352.
234
FERNÁNDEZ UBIÑA, José; La crisis del siglo III y el fin del mundo antiguo, Madrid, 1982, p. 94.
235
ARCE, Javier; España entre…, Madrid, 1988, p. 57.
236
BLÁZQUEZ, José María; El Imperio y…, Madrid, 1973, p. 353.
237
ARCE, Javier; España entre…, Madrid, 1988, p. 62.

26
Una de las consecuencias de estas invasiones o simples amenazas externas fue, al igual que en el resto del Imperio, la
construcción de fortificaciones y recintos amurallados en las ciudades, que en este caso se extendieron por toda
Hispania.238
M. Tarradel no ve únicamente en las invasiones germánicas el problema, sino que también lo achaca a una rotura de la
estructura social del territorio.239 Sin embargo el propio José Fernández Ubiña, que le cita, niega esta posibilidad como
algo generalizado, dado que en la Bética hubo una relativa paz y prosperidad que no parecen atestiguar una crisis
social.240 Las élites dirigentes rompen con la organización sociopolítica imperial, es decir, urbana, y se retiran a sus
grandes fundi donde aparece un nueva forma de explotación de la tierra, dando al mismo tiempo inicio a un proceso de
reestructuración social. Ante estos cambios, que como hemos explicado suponía el abandono del régimen esclavista por
un colonato, algunos emperadores, defensores del sistema tradicional, atacaron frontalmente a estos grandes
terratenientes, confiscándoles sus bienes o incluso eliminándolos físicamente. Bien es verdad que fracasaron.241 Cabe
destacar que mediante un denso sistema de donativos a la plebe, muy documentados en Hispania, se paliaban en parte
las abismales diferencias económicas establecidas entre los trabajadores del campo y los grandes propietarios urbanos.242
El sector agrícola no sufrió grandes daños en la zona de la Bética, aunque sí los padeció en el resto del territorio,
motivados por las convulsiones políticas y sociales del Imperio.243 No se puede decir lo mismo del comercio de algunos
productos, que se vio afectado, entre otras cosas, por la piratería en el Mediterráneo, y la minería. Los historiadores
atribuyen a los efectos de la invasión el corte del envío de aceite bético a Roma en el 258, no volviendo a recuperar los
niveles anteriores de exportación.244 El trasfondo de la crisis fue la falta de mano de obra esclava, al igual que el resto.245
También en el siglo III se produce en Hispania el fenómeno de los tesorillos, enmarcado únicamente en la base de la
crisis económica, interpretándose como un signo de desconfianza monetaria, sobre todo porque el numerario que circula
es de malísima calidad en el momento en el que la arqueología los data. Se trata de una ocultación del escaso volumen
de numerario que se posee, con fines lucrativos futuros, aunque si los hemos encontrado es porque no se usaron.246 El
caso de los tesorillos de Hispania no se puede comparar con las tesaurizaciones localizadas en la zona de la Galia, donde
se ha corroborado una correlación entre su aparición con las invasiones bárbaras en esta provincia. 247
El atesoramiento debió afectar a muchos sectores sociales, ya que, con frecuencia, los tesorillos no eran necesariamente
de oro o plata, sino que se componen de monedas de bronce y otras de baja ley, y que obedecerían no solo a razones
económicas, sino también sociales, de prestigio.248

5. LA IMPORTANCIA DE GALIENO
La historiografía siempre ha hecho de la figura de Galieno lo peor del siglo III, de hecho, no hay ningún libro o artículo
que se haya usado en este trabajo que no lo defina de esta manera. Su período de gobierno se desarrolló desde el 260 al
268, momento en el que murió, víctima de una conjura, dando paso a los grandes emperadores Ilirios, que trataremos a
continuación. Sin embargo, este emperador tiene algunos elementos que hacen necesaria una explicación a parte del
conjunto de la crisis.
La economía siguió debilitándose en ese proceso de inflación que antes mencionábamos, al igual que continuaba la
devaluación del sistema monetario, que le llevó a tener que conceder en varias ocasiones los pagos en especie, annona,
en vez de en moneda. Es el principio del empleo de una economía natural. De Blois considera que la subordinación de
su política financiera hacia el ejército sigue siendo la causa de este continuo hundimiento económico.249 Durante su

238
Ibídem, p. 66.
239
FERNÁNDEZ UBIÑA, José; La crisis del…, Madrid, 1982, p. 93 y BLÁZQUEZ, José María; El Imperio y…, Madrid, 1973, p.
357.
240
Ibídem, p. 92.
241
Ibídem, p. 110.
242
Ibídem, p. 95.
243
Ibídem, p. 96.
244
BLÁZQUEZ, José María; El Imperio y…, Madrid, 1973, pp. 356-357.
245
FERNÁNDEZ UBIÑA, José; La crisis del…, Madrid, 1982, pp. 92-95.
246
ARCE, Javier; España entre…, Madrid, 1988, p. 64.
247
Ibídem, pp. 62-63.
248
FERNÁNDEZ UBIÑA, José; La crisis del…, Madrid, 1982, pp. 111-112.
249
BLOIS, Lukas de; The policy of the emperor Gallienus, Leiden, 1976, p. 91.

27
gobierno se produjeron varias subidas de los precios que se hicieron muy notables con el comienzo del gobierno de
Aureliano.250 La necesidad de tener monedas disponibles para poder cubrir la demanda, provocó el aumento de las cecas
imperiales, al mismo tiempo que se produjo una depreciación sin precedentes de la moneda divisional, que provocó una
mezcla de pesos y medidas cambiantes, que a su vez propició, como en el caso que hemos presentado en Hispania, el
atesoramiento de las antiguas y la emisión de falsificaciones de peor calidad.251 Las monedas de oro fueron algunas de
las que se sacaron de la circulación, siendo su uso considerado más como adorno que con sentido práctico. No obstante,
los aurei y los multipla de oro252, que aparecieron en el 260, fueron independientes de esta tendencia y fueron acuñados
de forma separada. El denarii, fue usado a su vez más para emitir conmemoraciones y propaganda que como moneda
de cambio.253 El uso de las monedas como propaganda imperial fue muy utilizado por este emperador, de hecho, fue
uno de los que más aplicó esta táctica para mejorar su imagen y legitimarse. 254 Por su parte, el antoninianus, que ya
desde mitad de siglo había suplantado al denario, siguió yendo de mal en peor, hasta contener solo un 5% de plata bajo
Galieno, con una sustancial bajada de peso.255
Nada más llegar al gobierno, una de sus actuaciones más destacadas fue la suspensión de las persecuciones contra los
cristianos que había decretado su padre. Aunque, en el caso de las provincias del este, no sería hasta el 262 cuando
cesaran, debido a la lucha que mantuvo con el usurpador Macrino.256 De hecho, se le puede considerar un “emperador
amigo de los cristianos”, porque concedió a la Iglesia personalidad jurídica.257
Sin embargo, el elemento que hace resaltar el nombre de Galieno es su reforma militar, a la que se asocia también una
provincial. Prácticamente desde el año 262 los mandos militares y los gobiernos provinciales asociados a ellos, fueron
entregados solo a los integrantes del orden ecuestre, dejando se ser imprescindible para ello su ingreso en el Senado.
Este hecho, como hemos dicho, no se trató de un veto expreso al servicio militar de los senadores, pues la mayor parte
de ellos no aspiraba ya a un penoso pero largo servicio militar.258
Esta reforma buscaba aumentar la capacidad defensiva del limes, una vez ya sobrepasado por los bárbaros en más de
una ocasión. Quería dar mayor agilidad a las legiones, otorgándoles movilidad por medio de las vexillationes259. La
caballería romana, a la que se dio un nuevo impulso, estaba reforzada por la presencia de bárbaros en sus filas, los
denominados cataphracti. El elemento principal fue tener una caballería totalmente móvil de respuesta rápida.260 Al
mismo tiempo nombró nuevos prefectos militares: el dux, el magister equitum o el jefe de la caballería y el
praepositus.261
La reforma de las provincias vino a confirmar el desplazamiento senatorial de las funciones de gobierno en estas zonas,
en favor de numerosos funcionarios pertenecientes al orden ecuestre. Sus atribuciones fueron la responsabilidad judicial
y fiscal, recaudación de impuestos incluida.262
Pese a la imagen que la historiografía ha dado tradicionalmente a este emperador, lo cierto es que, al mismo tiempo, la
mayor parte de los autores modernos consideran que el gobierno de Galieno fue decisivo para la supervivencia del
Imperio en el siglo III, poniendo unas bases que completaría Aureliano y que llevaría a la reversión de la espiral de
problemas del siglo.263

250
Ibídem, p. 89.
251
Ibídem.
252
Ibídem, p. 97
253
Ibídem, p. 89.
254
Ibídem, p. 101.
255
JONES, A. H. M.; The Roman economy…, Oxford, 1974, p. 196.
256
SOUTHERN, Patricia; The Roman empire from Severus to Constantine, London, Routledge, 2001, p. 119.
257
FERNÁNDEZ URIEL, Pilar; Historia de Roma¸ Vol. II, Madrid, 2001, p. 405.
258
ALFÖLDY, Géza; Nueva historia…, Sevilla, 2012, p. 250.
259
Vexillationes: Contingentes móviles de las legiones romanas estacionados en ciudades fortificadas del Imperio, preparados para
acudir con presteza en auxilio de cualquier punto del limes romano que requiera su intervención. Fue una reforma inaugurada por
Galieno en el 260. En GÓMEZ ESPELOSÍN, Francisco Javier; Diccionario de términos…, Madrid, 2005, p. 259.
260
LUTTWAK, Edward N.; The grand strategy…, Baltimore, 1976, p. 185.
261
SOUTHERN, Patricia; The Roman empire…, London, Routledge, 2001, pp. 121-125 y BLOIS, Lukas de; The policy of…, Leiden,
1976, pp. 83-87.
262
BLOIS, Lukas de; The policy of…, Leiden, 1976, p. 85.
263
SOUTHERN, Patricia; The Roman empire…, London, Routledge, 2001, p. 120.

28
6. DINASTÍA ILIRIA
El final de Galieno parecía indicar que sus reformas y las medidas realizadas durante su gobierno terminaban con él. En
el 268 también parecía que el Imperio podía superar sus principales peligros, que lo peor había pasado, aunque a costa
de graves sacrificios y pérdidas. Lo único que hacía falta era continuar con la línea restauradora ya iniciada.264
Los años más graves de las crisis habían mostrado también que esta restauración no solo necesitaba reformas político-
administrativas y buenas dosis de autoridad, sino también un entendimiento entre las fuerzas fundamentales que
formaban el Estado: el emperador, la burocracia, el ejército, la aristocracia senatorial poseedora de importantes
propiedades fundiarias, y la plebe de las grandes ciudades del Imperio.265 A esto se dedicaron entre el 270 y el 283 los
denominados como emperadores Ilirios.
“No pertenecían a una misma familia o dinastía, su rasgo común es que proceden de la parte de la orilla del Danubio, la
Iliria (Dalmacia y Panonia), y que eran soldados, no precisamente con excesiva cultura y algo fanáticos por la unidad y
la grandeza de Roma” 266. Con esta nueva dinastía la región de Iliria se convirtió en la base del peso del eje central del
Imperio y en la cuna de numerosos emperadores como Claudio o Diocleciano, e incluso Constantino mantuvo ciertas
relaciones con esta región.267
La situación con la que se encuentran los emperadores Ilirios viene comprendida por una gran epidemia de peste, que
diezmó la población del Imperio romano a lo largo de los años, también por una grave crisis económica, principalmente
monetaria, y del propio poder imperial, a lo que se suma una ruptura de la integridad territorial del Imperio romano y,
por ende, de la tranquilidad de la población, dada la continua presión en las fronteras que el tradicional sistema de
defensa romano no podía resolver.268
El limes occidental fue traspasado por francos, alamanes y germanos, que según algunas fuentes literarias consiguieron
llegar a las costas orientales de Hispania. El limes oriental se vio fuertemente atacado por los godos, vándalos,
marcomanos, sármatas, etc., que crearon una gran inseguridad no solo en las provincias romanas orientales, sino también
en el tráfico marítimo mediterráneo.269 “Pero mucho más importante que esto fueron las constantes y poderosas
aspiraciones de la dinastía sasánida que, como hemos visto, llegó a capturar al emperador romano Valeriano con Sapor
I y tomar la ciudad de Antioquía”270.
Además, hay que añadir el problema que surge de los procesos autonomistas, en el lenguaje histórico denominados
tendencias centrífugas, cuyos representantes más significativos, que trataremos con posterioridad, fueron el imperio
Galo de Póstumo y el reino de Palmira. La autoridad y prestigio del emperador estuvieron también afectadas por este
período de crisis.271
Para culminar esta contextualización, no puede faltar hablar de la grave crisis espiritual y moral que antecedió a la
proclamación del emperador Aureliano. Fue esta situación la que favoreció el auge de ciertos cultos orientales frente a
la religión romana tradicional.272
Las soluciones llegaron de la mano de una monarquía absoluta de carácter militar y de relacionarse con el Senado,
intentando compaginar ambas. Desde entonces, el emperador tomó la diadema imperial y se le dio de forma definitiva
el carácter divino: Deus et Dominus, al mismo tiempo que se concedió al Senado ciertas prerrogativas que recordaban
a su antiguo poder (exceptuando a Aureliano).273
La total restauración del Imperio y del Estado, sobre las bases institucionales e ideológicas reformadas, sería una obra
que terminarían Diocleciano y Constantino definitivamente. A estos emperadores les cabe el mérito principal de haber
conseguido mantener el Imperio en su extensión, con unas fronteras de nuevo sólidas frente al exterior, y haber acabado

264
FERNÁNDEZ URIEL, Pilar; Historia…, Madrid, 2001, p. 409.
265
Ibídem.
266
FERNÁNDEZ URIEL, Pilar; Historia…, Madrid, 2001, p. 409.
267
Ibídem., p. 412.
268
REQUENA JIMÉNEZ, Miguel; Lo maravilloso y el poder: los presagios de imperio de los emperadores Aureliano y Tácito en
la "Historia Augusta", Valencia, 2003, p. 63.
269
Ibídem, p. 64.
270
Ibídem, p. 63.
271
Ibídem, p. 64.
272
Ibídem.
273
Ibídem.

29
con el peligro de disgregación que amenazó al Imperio en tiempos de Galieno. Es decir, la gran obra de los Ilirios sería
la restauración de la unidad del Imperio.274
Será esta unidad de objetivos y de logros lo que permita hablar de los emperadores Ilirios en conjunto. Estos fueron:
Claudio II el Gótico (268-270), Quintilo (270), Aureliano (270-275), Tácito (275-276), Floriano (276), Probo (276-
282), Caro (282-283) y Carino (283-285).275
Casi todos los emperadores Ilirios murieron asesinados, claro síntoma de que ni el ejército ni el Senado contaban con la
fuerza suficiente para restaurar el poder imperial y que los emperadores no tenían ningún respaldo sólido para realizar
su obra. Sin embargo, a pesar de la crisis y de las dificultades, dejaron un camino abierto a los césares del Bajo
Imperio.276

7. CLAUDIO II EL GÓTICO
Aurelio Valerio Claudio es el primer emperador Ilirio. Aceptado por las tropas y por el Senado, fue un personaje en el
que todos encontraron cristalizadas sus aspiraciones. Las fuentes historiográficas le presentan como un restitutor, de
hecho, Historia Augusta le trata elogiosamente y alaba su obra.277
Tras la caída de Galieno, la primera hazaña de su sucesor fue liberar al Imperio de una gran horda goda que había
cruzado el Mar Negro y se había extendido por las costas europeas y asiáticas del Mediterráneo. Al parecer, el ejército
de godos, fue prácticamente aniquilado por la propia guerra, la peste y la hambruna.278
Logró victorias sobre los alamanes y los godos, que habían pasado a través de los Alpes y del valle del Po.279 Fue el
primero en adoptar el título de Gothicus Maximus como honorífico, “denominándose Aurelius Victor Claudius Gothicus
Maximus”280. En esta campaña se distinguieron los jinetes dálmatas (equites dalmatae), que aportaron las nuevas tácticas
militares, testimonio de la importancia que adquirieron estos guerreros de las regiones periféricas del imperio en el
ejército romano.281
Claudio se mostró despreocupado de la Galia y de Palmira, concentrando su esfuerzo en Iliria y Dacia, donde abandonó
las zonas septentrionales siempre expuestas y creó dos provincias más fáciles de defender en la zona sur, ocupándose
de proteger también Messia y Panonia.282
Fue el único de su dinastía que falleció de muerte natural a consecuencia de una epidemia de peste, la misma que se
estaba llevando a los godos.283 Aunque solo estuvo en el poder dos años, entre el 268 y 270, fue divinizado.284
A su muerte, el Senado trató de colocar en el trono imperial a su hermano Quintilio, pero los soldados aclamaron a un
magister equitum natural igualmente de la región de Iliria, llamado Aureliano.285

8. AURELIANO: EL GOBIERNO QUE MARCÓ EL CAMINO


Lucio Dominio Aureliano fue posiblemente el más característico e importante de los emperadores Ilirios y el que
realmente afrontó con valor todos los problemas del Imperio.286

274
Ibídem.
275
FERNÁNDEZ URIEL, Pilar; Historia…, Madrid, 2001, p. 411.
276
Ibídem, p. 411.
277
Ibídem, p. 412.
278
GIBBON, E.; Historia de la decadencia..., Barcelona, 2008, p. 138, y PETIT, Paul; Histoire générale de…, Paris, 1978, p. 204.
279
PETIT, Paul; Histoire générale de…, Paris, 1978, pp. 203-204.
280
FERNÁNDEZ URIEL, Pilar; Historia…, Madrid, 2001, p. 412.
281
Ibídem.
282
Ibídem. p. 413
283
GIBBON, E.; Historia de la decadencia..., Barcelona, 2008, p. 138.
284
FERNÁNDEZ URIEL, Pilar; Historia…, Madrid, 2001, p. 413.
285
Ibídem, p. 413.
286
Ibídem.

30
De extracción social humilde, originario de la región de Sirmio287, el nuevo emperador tenía por progenitores a un militar
panonio y a una sacerdotisa local de un dios solar indígena; ambas cosas influyeron de manera clara en los hechos
principales de su gobierno.288 De hecho la madre tenía “cierto olfato adivinatorio”289 hasta el punto en el que en una
discusión con el padre de su hijo llegó a decir “mirad al padre de un emperador”.290 Durante su ascenso militar, es
destacable decir que tuvo la oportunidad de ponerse al mando de la caballería del ejército de Claudio, momento en el
que pudo experimentar su importancia de futuro en la lucha militar. 291
En el 270, Aureliano tuvo claro que su primer objetivo era acabar con la ruptura consentida de Palmira y el imperio
galo. Realizará reformas de calado en todos los ámbitos sin apenas pisar Roma, dada la contante situación exterior.292
Además, Aureliano consiguió llegar a un acuerdo final con los godos, que habían regresado con más hombres tras la
muerte del emperador Claudio. “Tras algún enfrentamiento sin desenlace definitivo, se zanjó el combate con la
negociación, como resultado de la cual los romanos renunciaron a la provincia de Dacia […] y los romanos que quedaron
allí se aplicaron a la útil tarea de enseñar a los godos las artes de la civilización”293.
De forma inesperada, cuando Aureliano realizaba los últimos preparativos para una gran campaña militar contra los
persas, que vengase la humillación de Valeriano y ayudase a abrir las rutas del comercio oriental tras la destrucción de
Palmira, el emperador fue asesinado en otoño del 275 por un grupo de oficiales de su estado mayor, en Bizancio.294
Aureliano, con grandes cualidades como general y estadista, cruel o magnánimo dependiendo de la situación, en poco
más de cinco consiguió años el práctico restablecimiento de la unidad territorial del Imperio y la realización de
innovaciones y reformas religiosas, ideológicas, fiscales y administrativas de hondísima significación para el futuro.295

8.1. REFORMAS POLÍTICAS Y MILITARES


Desde el punto de vista del emperador, había dos grupos de cuyo apoyo y cooperación dependía: uno era el ejército,
tanto los comandantes como sus bases; la otra era la élite administrativa, que estaba copada por el poder senatorial, pero
no el Senado en sí. La relación de Aureliano con estos dos grupos es recogida en las fuentes literarias como una en la
que primaba una aplicación excesiva de la disciplina, con ciertos tintes de crueldad. 296 Es algo que ya recoge Historia
Augusta cuando se refiere a su rectitud contra delitos cometidos por sus soldados.297
8.1.1. Mundo político
Aureliano era una persona autoritaria, por lo que una de sus primeras actuaciones fue la de reforzar sus poderes
imperiales298, lo que le causó el consiguiente enfrentamiento con el Senado. Además, procedió a la limitación de la
duración del cargo de prefecto de la Ciudad, de rango senatorial, que desempeñaba en la capital una función
especialmente eminente en ausencia del Príncipe.299
La mejor muestra de la relación mutuamente antagónica que mantenían Aureliano y el Senado se puede ver en los
acontecimientos del 271, cuando victorioso tras haber hecho retroceder a los invasores germanos, volvió a Roma para
contener una inesperada revuelta por parte de la incipiente oposición senatorial y de los obreros de la ceca de Roma

287
La mayor parte de los autores clásicos consideran que Aureliano nació en Sirmio, como así creen hoy en día la mayor parte de
los historiadores. Sin embargo, “Historia Augusta” nos dice que también se le había reconocido como procedente de la Dacia ripense
o de Mesia. En PICÓN, Vicente y CASCÓN, Antonio; Historia Augusta, Madrid, 1989, p. 612.
288
Homo, L.; Essai sur le règne de l'Empereur Aurélien (270-275), París, 1967, p. 27.
289
PICÓN, Vicente y CASCÓN, Antonio; Historia Augusta, Madrid, 1989, p. 613.
290
Ibídem.
291
Ibídem, p. 626.
292
CHABANIS, Petter; “Observations on…” en ANRW II.2, 1975, p. 556.
293
GIBBON, E.; Historia de la decadencia..., Barcelona, 2008, p. 138.
294
FERNÁNDEZ URIEL, Pilar; Historia…, Madrid, 2001, p. 423.
295
Ibídem, p. 413.
296
WATSON, Alaric; Aurelian and the Third Century, London, 2004, p. 159.
297
PICÓN, Vicente y CASCÓN, Antonio; Historia Augusta, Madrid, 1989, p. 615.
298
Los poderes imperiales eran absolutos, por lo que era difícil aumentarlos. Solo la idea política y religiosa podía cambiarse, en
particular la idea que tenían los romanos de la persona de su señor y de sus relaciones con los dioses. En LE GLAY, Marcel;
Grandeza…, Madrid, 2002, p. 305.
299
Ibídem. Lo cierto es que posteriormente compensaría al cargo reforzando su autoridad, mandando construir un cuartel en el
Campo de Marte destinado a las cohortes urbanas y otorgándoles mayor independencia en el ejercicio de sus labores policiales.

31
(monetarii), dado el mal estado en que se encontraba la acuñación imperial.300 Este hecho se saldó con la detención y
ejecución de varios de los senadores que incitaron los disturbios urbanos.301 Muchas fuentes ven en este tipo de
actuaciones contra el poder senatorial una forma de despotismo militar, pero nada más lejos de la verdad pues las
justificaciones por este tipo de actuaciones están perfectamente recogidas.
Pese a estos hechos, realmente podemos hablar de una buena relación de colaboración general con un importante sector
del Senado. Se rodeó de familias destacadas de la aristocracia senatorial, expandiendo su red de influencia por todos los
rincones del Imperio. Además, una de las muestras que nos menciona Alaric Watson, en la obra citada, para justificar
la buena relación generalizada con esta aristocracia senatorial es la creación del colegio de sacerdotes, pontifices dei
Solis, que nació con gran prestigio en el nuevo orden religioso que creó Aureliano, con aristócratas como miembros.302
Uniendo el culto familiar y el culto político con pretensión soberana y unitaria, Aureliano que, como todos los
emperadores Ilirios estaba animado de un espíritu de “viejo romano”303, aprovechó esta nueva ideología de dos formas:
en el plano religioso, haciendo de la religión solar la oficial del Estado, y en el plano político, presentándose a sí mismo
como el representante del Sol o como el Sol.304 Restaurador de la unidad romana, Aureliano es tratado como el Sol sobre
la tierra, siendo la primera vez que un emperador estaba casi divinizado en vida.305
Aureliano trató además de unir en él la divinidad imperial y el poder militar (militaris potentia). Aunque hay que matizar
que fue Diocleciano, como heredero de Aureliano, quien realmente llevó a la práctica la plenitud de esta reforma.306 De
esta manera, al poner el poder imperial y la persona del emperador fuera del alcance de las aspiraciones y conjuras del
ejército, la plebe o el Senado, estas instituciones que tradicionalmente legitimaban ese poder, fueron sustituidas por los
designios de la divinidad.307 Durante su gobierno, el colegio consular siguió funcionando, teniendo nombres tan
destacados como Tácito (futuro emperador), aunque bien es verdad que en el 274 el propio emperador asumió
nuevamente sus funciones, desconociéndose con quién las compartió.308
Una de las medidas políticas que más benefició al sencillo pueblo romano fue el especial empecinamiento del emperador
por mejorar su abastecimiento. Ya Septimio Severo había agregado distribuciones de aceite y más tarde y tal vez bajo
Alejandro Severo, se habían comenzado a realizar distribuciones de carne, a modo muy excepcional. Aureliano
reemplazó las distribuciones de trigo por las de pan, hizo periódicas las de aceite, suspendidas desde hacía muchos
decenios, creó o restableció las de carne de cerdo e inició las de vino. Esta extensión de la annona o del abastecimiento
de víveres, que se inscribe en un sistema que llamaríamos hoy de dirigismo, promovió la construcción de nuevos
mercados, como uno especializado en carne de cerdo (el Forum suarium), que se levantó en el Campo de Marte.309
8.1.2. Mundo militar
Como soldado de carrera, Aureliano conocía las necesidades del ejército. Para él no solo era importante el liderazgo
personal y las victorias para garantizar la lealtad de sus soldados y comandantes, sino también asegurar el pago, la
comida, el equipo y el alojamiento para ellas. Como el excelente táctico militar que era, entendía que la disciplina era
esencial para un correcto desarrollo de los planes en el campo de batalla, algo que sus predecesores parecieron olvidar,
la misma disciplina que antaño había permitido a Roma hacerse con el control de todo el Mediterráneo. Sin embargo,
aunque muy conservador en estas medidas, también supo adaptarse a las nuevas circunstancias militares, por lo que
inició una serie de reformas que se verían completadas en su mayoría por Diocleciano y Constantino.310

300
FERNÁNDEZ URIEL, Pilar; Historia…, Madrid, 2001, p. 415.
301
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, p. 161. Zósimo además nos cuenta que algunos de estos senadores, que habían
sido partidarios de Quintilio, se habían aliado con las dos rebeliones provinciales que habían estallado en ese momento, Septimius
en Dalmacia y Domiciano en la Galia, con el fin de sacar beneficio mutuo de fragmentar el poder militar del emperador.
302
Ibídem, p. 165.
303
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 306.
304
Ibídem, p. 306. Las monedas del gobierno muestran al Sol, con la cabeza radiada, con un globo, símbolo del mundo, que se dirige
a Aureliano de pie frente a él; las leyendas le proclaman invictus, conservator, pacator, restitutor orbis, deminus imperii romani.
305
Ibídem, p. 306.
306
FERNÁNDEZ URIEL, Pilar; Historia…, Madrid, 2001, p. 423.
307
Ibídem, p. 422.
308
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, p. 165.
309
Ibídem, p. 307.
310
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, p. 166.

32
Continuó la política de general del siglo de promover a los ecuestres a los más altos rangos militares, en vez de a los
senadores,311 como hemos visto anteriormente.
En el terreno de las reformas militares parece que Aureliano presidió algunas que por sutiles no dejan de ser claramente
significativas. Continuó con los cambios de Galieno en cuanto al uso extensivo e innovador de la caballería ligera,
especialmente las unidades de caballo dálmata y mauritano, al mismo tiempo que aprendió el valor de enviarla con
armas pesadas, llamándose entonces cataphractarii312, fruto de la experiencia en las campañas palmirenses. Reclutó a
un gran número de soldados extranjeros, sobre todos germanos, preservando aparentemente sus unidades tácticas bajos
sus propios comandantes en vez de integrarlos en la estructura existente del ejército romano. Además, la elección
personal de un cuerpo especial de tropas para el servicio directo al emperador como protectores313 es un importante
desarrollo de esta segunda mitad del siglo III.314
En el terreno miliar-defensivo, decidió construir una sólida muralla en torno a Roma.315 No hay nada mejor para
demostrar que durante el tiempo de Aureliano, el Imperio romano estaba a la defensiva como nunca antes. Durante
centurias antes de los acontecimientos que se venían intensificando durante el transcurso del siglo, el tamaño del Imperio
y la fuerza de sus ejércitos habían sido suficientes para protegerse. Aureliano sabía que no podía dejar una armada
suficiente en Roma como para hacer frente por sí sola a la constante amenaza germana, sobre todo porque necesitaba
todos los efectivos disponibles para sus constantes campañas en la zona de los Balcanes y el este en general.316
Comenzada a principios de 271, la muralla se concluyó diez u once años después con Probo. La muralla de Aureliano,
de 19 km, muestra un trazado pensado estratégicamente: comprende las siete colinas y encierra los edificios de grandes
dimensiones como el amphiteathrum castrense y las termas de Caracalla, así como la pirámide de Cestio. El principal
defecto de la muralla estaba en su extensión, ya que la defensa de semejante fortificación en caso de asedio hubiera
exigido un gran ejército; los 20.000 o 25.000 hombres del destacamento corriente de Roma eran insuficientes.317
Para su construcción no utilizó al ejército, como sabemos que podía suceder, por lo que decidió recurrir a los gremios
de la ciudad, dejándolos bajo la supervisión de unos pocos encargados militares. A cambio de realizar este trabajo, los
gremios participantes recibieron el honor de poder llevar el nombre Aurelii junto a sus denominaciones.318
Algunos defectos estratégicos en el diseño y la ejecución del muro, por la falta de experiencia de las personas implicadas
en su construcción, indican que su función final era más de barrera psicológica que física.319 Paul Petit nos permite
corroborar este hecho asegurando que debido es estas murallas, los alamanes tuvieron que esperar pacientemente sobre
los Alpes el momento oportuno para atacar, cosa que probablemente no hubiera pasado de no existir.320
De esta forma, al menos Roma se encontró protegida de las invasiones germánicas hasta la conquista de la ciudad por
los godos de Alarico en 410.321
8.1.3. Administración provincial y problemas en las fronteras exteriores

311
Ibídem, p. 167.
312
Cataphractarii: Unidades de caballería pesada romana, cuyos jinetes y caballos iban provistos de cotas de malla, que se hallaban
concentradas en puntos estratégicos del Imperio de forma que permitiera su rápida movilización en caso de peligro. En GÓMEZ
ESPELOSÍN, Francisco Javier; Diccionario de términos…, Madrid, 2005, p. 51.
313
Protectores: Unidad de élite del ejército imperial romano compuesta por oficiales selectos, que estaba a cargo de la seguridad
del emperador en campaña y cumplía de este modo las veces de estado mayor. Fue una de las reformas del ejército instauradas por
Galieno en el 260 a.C. En Ibídem, p. 216.
314
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, pp. 169-170
315
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 308. Roma era una ciudad abierta. La vieja muralla serviana, restaurada
después del sáquelo de galo en el siglo IV a.C., no desempeñaba en absoluto una función defensiva. Las catorce regiones augústeas
iban más allá. Era preciso atender a una población que sobrepasaba ciertamente el millón y que estaba apronta a inquietarse ante
una protección eficaz contra los peligros externos.
316
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, pp. 143-144.
317
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 308.
318
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, pp. 143-144.
319
Ibídem, p. 150.
320
PETIT, Paul; Histoire générale de…, Paris, 1978, p. 204.
321
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 308.

33
Dentro de la administración provincial, actuó sobre tres áreas: la primera fue la corrupción en la administración y los
ejércitos ubicados en las provincias; la segunda fue la estructura interna de la jerarquía administrativa; y la tercera, la
más importante, fue la reestructuración de la frontera danubiana y del mapa provincial de los Balcanes.322
Se nos dice que Aureliano se opuso severamente a la extorsión y a la malversación de fondos entre los funcionarios
provinciales, presumiblemente militares y civiles. La acusación de crueldad se plantea en este contexto, de hecho, hay
quien lo considera un factor que contribuye a su asesinato. Es lógico pensar que frenar estas actividades sería impopular
entre aquellos que las practicaban, sin embargo, entre aquellos que las padecían, este enfoque tan severo quizá fuera
recibido con buenos ojos. Al mismo tiempo, realizó otros cambios estructurales de menos importancia en las provincias
del Imperio, entre los que destacaría la creación de la figura del corrector provincial de rango senatorial, no por ello
aboliendo la figura del corrector general en Italia.323
El hecho más relevante dentro de la reforma de la administración provincial es, sin duda, la retirada de la Dacia por
parte de los romanos y la creación de dos nuevas provincias. El volumen de información que hay sobre este hecho, nos
da perfecta cuenta de la considerable controversia que hubo. La retirada fue puesta inmediatamente en curso, aunque
completar toda la operación debió tomar bastante tiempo. La logística y el planeamiento militar para esta maniobra
fueron esenciales y muy complejos, sobretodo porque era vital evitar dar la impresión de debilidad, aunque lo cierto era
que se había hecho difícil la defensa de una frontera tan amplia y bajo constantes ataques.324 De esta forma, desplazó a
Messia a los campesinos que no quisieron vivir bajo el dominio bárbaro. Finalmente creó dos provincias, La Dacia
Ripuaria, fuertemente militarizada, y la Dacia Mediterránea, más al sur en Tracia, en torno a Sárdica (Sofía). 325 Las
antiguas legiones dacias, la V Macedónica y la XIII Gemina, fueron igualmente reasignadas a puntos estratégicos a lo
largo de la nueva frontera fluvial.326
Sin duda, el abandono de parte de la Dacia fue una de las medidas más radicales y difíciles que tuvo que tomar Aureliano
para poder defender al Imperio. A ella se sumaron la ya dicha fortificación y amurallamiento de las principales urbs de
la Italia septentrional y el establecimiento de un protectorado sobre los godos en la frontera norte, tras haber sido
rechazados al otro lado del Danubio. La llegada de los invasores hasta el corazón de Roma, la Península Itálica, en varias
oleadas desde el comienzo de su gobierno, empezando por los marcomanos y alamanes, que saquearon la zona, o los
jutungos, que sembraron el terror en Milán y el norte en general, provocó el miedo y la consiguiente actuación de las
autoridades romanas.327

8.2. REFORMA ECONÓMICA Y REPERCUSIONES SOCIALES


La situación económica del Imperio había llegado a un punto crítico cuando Aureliano llegó al poder, encontrándose
vacío el Tesoro imperial.328 La guerra constante, como hemos dicho anteriormente, había provocado un aumento
marcado en el gasto del gobierno mientras que, al mismo tiempo, la disminución de ingresos tampoco contribuyó. El
presupuesto militar suponía la mayor parte de ese gasto y “más de una vez tuvieron que recurrir a donativos para hacerle
frente”329. A los efectos de la guerra se sumaron los de un sistema de impuestos ineficiente y oneroso. Esta combinación
condujo a un aumento de las deudas y a una creciente cantidad de tierras de cultivo, en particular en las zonas marginales,
abandonadas por completo por ser consideradas económicamente inviables. La respuesta de los gobiernos imperiales
hasta el momento se basó en una lenta, pero constante, disminución de la acuñación y el fomento de la tributación en
especie (lo que llamamos economía natural), que además servía como pago y abastecimiento del ejército.330
8.2.1. Reforma monetaria
La revuelta de los trabajadores de la casa de la moneda y los disturbios a gran escala, que tuvieron lugar en la primavera
del 271, afectaron a Aureliano, que decidió inmediatamente tomar medidas para evitar tal ocurrencia nuevamente y

322
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, p. 154.
323
Ibídem, p. 154.
324
Ibídem, p. 155.
325
FERNÁNDEZ URIEL, Pilar; Historia…, Madrid, 2001, p. 415 y SOTGIU, Giovanna; “Aureliano (1960-1972)” en ANRW II.2,
Berlín-Nueva York, 1975, pp. 1060-1061.
326
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, p. 155.
327
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 307.
328
CIZEK, Eugen; L'empereur Aurélien et son temps, Paris, 1994, p. 172.
329
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, p. 125.
330
Ibídem, p. 125.

34
calmar el descontento general de la sociedad. Para ello realizó una pequeña reforma de la acuñación de moneda con el
fin de evitar excesos en la degradación y prevenir potenciales abusos; después realizó una reforma del sistema imperial
de cecas; hacia el final de su gobierno, reformó de nuevo la acuñación de moneda, esta vez en profundidad. Todas estas
medidas constituyen una de las revisiones más completas y complejas del sistema monetario imperial romano jamás
emprendidas por un emperador. Evidentemente esta tarea no la realizó solo, sino que se apoyó en su ministro de finanzas,
Gaius Valarius Sabinua, de hecho, muchos autores interpretan que él fue el verdadero artífice del diseño de las reformas
monetarias de Aureliano.331
La primera reforma monetaria, centrada en la acuñación, provocó el cierre de la ceca de Roma332, donde proliferaba el
fraude y que se había convertido en un “Estado dentro del Estado”333. Una de las principales causas de esta medida
fueron los abusos y robos que se venían dando desde el gobierno de Galieno. Como contrapartida el emperador reforzó
la actividad realizada en las cecas de Tarraco, Siscia, Sérdica y Cícico. Esta reforma se sustentaba en tres puntos: una
mejor ejecución de las piezas monetarias, lo que implicaba una efigie más cuidada, 334 ciertos cambios estilísticos en el
troquelado y la mejora de la roturación335; el aumento de plata en los antoniniani, en Tarraco, Siscia y Sédica; sumado
a un control más estricto de la actividad de los talleres. Fue una reforma muy limitada y que no implicaba en absoluto
la acuñación de oro.336 Esta reforma del 271 también tuvo como elemento destacado, una ligera mejora del patrón de
peso de la acuñación de vellón (plata degradada) y un retorno a los niveles de plata que habían tenido antes de la emisión
del Divus Claudius. Aureliano trasladó el centro de su operación de acuñación a Milán y estableció dos nuevas casas de
la moneda en los Balcanes.337
La gran reforma de Aureliano tiene sus inicios entre el otoño del 273 y los comienzos del 274 y “supuso una revisión
completa del sistema monetario romano desde el reinado de Augusto”338. Las guerras contra los Bárbaros y la
restauración de la unidad del Imperio habían pospuesto la gran reforma que se necesitaba. Esa reunificación y sobre
todo las campañas orientales, permitieron una certera recuperación de las finanzas romanas al traer consigo la restitución
de los impuestos de la Galia, las minas de Hispania y Gran Bretaña, y de las riquezas de Palmira. La administración
imperial adquirió una gran cantidad de metales preciosos. Además, el gobierno imperial estableció una nueva uectigal,
impuesto indirecto sobre el cristal, el papel, el lino, los productos manufacturados originarios de Egipto.339
Todo esto hizo que Aureliano se enfrentara a una fase de inflación galopante, forzándolo a estabilizar el curso de las
tres especies de metal utilizado, apoyándose en los efectos conseguidos por la pequeña reforma del 271. Sin embargo,
no fue suficiente, a pesar de que llevó a un notable aumento de las partidas monetarias. Se llevaron a cabo grandes
esfuerzos para compensar la moneda de bronce, pero el antoninianus siguió siendo la moneda del momento. Por otra
parte, algunos talleres que sí experimentaron una remontada ponderada entre el 272-274, solo tuvieron unos pocos
efectos en el conjunto del Imperio. Es precisamente esta situación la que llevó a Aureliano a actuar nuevamente.340
Aureliano concentró sus esfuerzos, ahora sí, en fijar unos nuevos usos para el oro, que anteriormente había descuidado,
empezando por devolverle el peso de Caracalla (6,45g)341. Después de la revuelta de los trabajadores de las cecas, tomó
definitivamente del Senado la autoridad sobre la moneda de bronce. La administración monetaria se encontraría desde
ese momento dirigida por el emperador a través del procurador imperial. Empezaron a abundar las emisiones de las

331
Ibídem, p. 127.
332
CIZEK, Eugen; L'empereur Aurélien…, Paris, 1994, p. 167. De cara a la segunda reforma la ceca de Roma sería reabierta,
convirtiéndose en la más grande del Imperio. Aunque siguió siendo de la ceca que menor volumen monetario emitió con Aureliano.
333
Ibídem, p. 93.
334
Ibídem.
335
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, p. 128.
336
CIZEK, Eugen; L'empereur Aurélien…, Paris, 1994, p. 93.
337
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, p. 128.
338
Ibídem, p. 129. Hay que decir que la fecha exacta ha sido cuestión de mucha polémica y debate, por lo que se ha preferido marcar
un período de varios meses que delimite esta circunstancia. En este caso las fuentes no ayudan, puesto que la única que tenemos es
la que nos aporta Zósimo.
339
CIZEK, Eugen; L'empereur Aurélien…, Paris, 1994, p. 172.
340
Ibídem.
341
ESTIOT, Sylviane; “The later Third century”, en METCALF, William E. (Edit.); The Oxford hand book of the Greek and
Roman coinage, Oxford, 2012, p. 546.

35
monedas de bronce. Los talleres también llegaron a una buena producción de sestercios, que parece detenerse con Tácito.
Sin embargo, sorprendentemente la producción de dupondii342, reducido de peso, llegó hasta le época de la tetrarquía.343
Recurrió a un ataque inflacionario diferente sobre la moneda de plata, pero con innovaciones destinadas a estabilizarla.
En el 274 empezó a remodelar todas las monedas que en ese momento estaban altamente degradadas y que iban llegando
a las casas de la moneda. Se crearon nuevas denominaciones y representaciones, siendo una de las más usadas en la
acuñación la del emperador coronado de laurel, aunque también podía aparecer con uniforme, corona radiante, etc. Esta
nueva representación se plasmó en todas las monedas de planta, ya fuera el antoninianus, el denario o la moneda de
vellón.344
El gobierno imperial reanudó la acuñación del denario de plata y, al menos en Roma e Italia, se retiraron de la circulación
gran cantidad de antoniniani de mala calidad. Pese a esto, la retirada fue muy limitada.345 El emperador se esforzó para
imponer un valor estable para el vellón, que supuso un aumento del contenido de plata de la aleación de un 3,49 a un
4,1%. Desde el momento de la reforma, se tomó mucho más cuidado en la producción de las monedas. De hecho, a
excepción de la ceca de Lyon, todas las casas de la moneda que operaron después de esta, marcaron las monedas de
vellón con una cifra característica. Por ejemplo, en el caso de Ticinum está escrito solamente XX. El significado, como
no, ha traído debate, aunque la conclusión más general es que era una forma de marcar el valor de la moneda en denarios
pre-reforma, aunque también consiguen apoyos aquellas teorías que hablan de un forma que tenía Aureliano para fijar
que hizo 20 de sus nuevas monedas de plata equivalentes a un aureo, o que aranceló sus nuevas monedas a 20 ases o
que fijó su valor con respecto al vigésimo de un denario del primer siglo.346 El valor de la pieza de vellón debía estar
unido a la moneda de oro, el aureus.347
Esto hace que emerja una nueva moneda muy sana, subordinada al oro y no, como anteriormente, controlando el precio
del oro. Como consecuencia, se impone un nuevo tipo de antoninianus, más pesado que su predecesor (4,03g)348, que
podemos clasificar como aurelianus. Esta nueva pieza era más fácil de manejar. El aurelianus suponía una aleación de
plata y estaño mejor proporcionada (5% de planta)349. Este aspecto estuvo más ordenado y su valor nominal quedó
perfectamente fijado, sin moverse durante veinte años. El nuevo antoninianus valdría de ahora en adelante veinte
sestercios, sobre cinco denarios. Su valor nominal quedó así multiplicado por 2,5, en función del aumento general de
los precios. Al mismo tiempo, el tetradracma alejandrino sufrió una importante devaluación. De esta forma vemos como
se completa la reforma de los tres metales de acuñación de moneda.350
Todo esto llevó a una nueva estructura de intercambios, destinada a asegurar una base muy sólida de las transacciones
comerciales. Dicho de otro modo, era la misma estabilidad bajo la autoridad de un emperador autoritario. Por otro lado,
la reforma se impondrá en un corto plazo y resultó de gran utilidad, aunque esto no lo pudo ver Aureliano antes de su
muerte. 351
Por otro lado, hay que resaltar la importante resistencia que hubo en algunas partes del Imperio a esta reforma, como es
el caso de la Galia y de Bretaña. En las provincias occidentales en particular, la falta de monedas de bronce y el gasto
relativo de la nueva moneda hicieron que la reformada no fuera bienvenida. Este asunto se ve reflejado en la composición
de los tesoros en el oeste, del período posterior a la reunificación, que favorecen fuertemente la vieja moneda tetricana
rebajada sobre la nueva moneda reformada de Aureliano y sus sucesores. Es probable que la acuñación de la reforma de
Aureliano fuera rechazada en favor de la vieja acuñación frustrada de la región, en gran medida porque las nuevas
monedas eran demasiado altas para formar un conveniente medio de intercambio. De este modo, la acuñación previa
continuó siendo utilizada como base principal del comercio diario. Aunque es verdad que, el hecho de que estas monedas
ya no estuvieran en producción, condujo a una disminución gradual de su circulación a través del desgaste y la pérdida,

342
Dupondius: moneda romana de bronce que valía dos ases del mismo metal. En FERNÁNDEZ URIEL, Pilar y VÁZQUEZ HOYS,
Ana María; Diccionario del…, Madrid, 1994, p. 198.
343
CIZEK, Eugen; L'empereur Aurélien…, Paris, 1994, p. 173.
344
MACMULLEN, R.; Roman Goverment’s…, Yale, 1976, p. 110.
345
CIZEK, Eugen; L'empereur Aurélien…, Paris, 1994, p. 173.
346
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, pp. 129-130 y JONES, A. H. M.; The Roman economy…, Oxford, 1974, p.
75 y p. 196.
347
CIZEK, Eugen; L'empereur Aurélien…, Paris, 1994, p. 173.
348
ESTIOT, Sylviane; “The later…”, en METCALF, William E. (Edit.); The Oxford hand book of the Greek and Roman coinage,
Oxford, 2012, p. 546.
349
Ibídem.
350
CIZEK, Eugen; L'empereur Aurélien…, Paris, 1994, pp. 173-174.
351
Ibídem, p. 174.

36
incluso del acaparamiento. Este déficit llevó a condiciones económicas en las que la falsificación a gran escala fue una
solución natural para llenar el vacío y producir un medio de cambio más barato.352
8.2.2. Medidas fiscales y repercusiones sociales
Al principio de su gobierno, Aureliano aumentó los impuestos centrándose particularmente en aquellos ciudadanos que
tenían más poder económico, de la misma manera que hizo ya Caracalla.353 “Es por este tipo de cosas que Amiano
Marcelino trata el reinado de Aureliano como un momento de referencia desde el punto de vista fiscal” 354.
Esta actuación trajo aparejada otras medidas de carácter social que supusieron una revisión del sistema de raciones
alimentarias urbanas. Desde hace mucho tiempo Roma había dejado de ser capaz de sostener sus necesidades a partir
de la agricultura de la península itálica, habiendo sido sustentada por las grandes cantidades de cereales que venían de
las inundaciones del Nilo, tras la conquista de Egipto por Augusto, al igual que hizo la mayor parte del norte de África.
Este grano fue controlado por el Estado, repartido en parte gratuitamente entre el pueblo urbano, y el resto fue molido
y vendido a los panaderos que luego hornearon su pan y lo vendieron a precios cuidadosamente controlados. Este tipo
de cambios también se realizaron con emperadores como Septimio y Alejandro Severo. La novedad es que Aureliano
aumentó la distribución gratuita de grano e incluso de pan, en ocasiones a una frecuencia diaria, aunque posteriormente
retrocedería en esta medida una vez la situación que la propició se vio calmada, poniendo los precios a dos libras,
evidentemente más alto de lo que había sido anteriormente. El gesto resultaba demasiado costoso, por lo que la
historiografía nunca ha negado que pudo sufrir presiones para retirar esta medida.355
Como ya hemos comentado en el apartado de política, esta actuación es considerada, por una gran mayoría de
historiadores, con fines propagandísticos y tintes de reconciliación con el pueblo de Roma tras la virulenta revuelta del
271, aunque también contribuyó la interrupción del suministro de Egipto durante el invierno anterior, no reanudándose
hasta que el tiempo mejoró en la primavera.356
Además del grano, es posible que Aureliano también regularizara un aumento de las distribuciones de aceite,
originariamente introducidas por Septimio Severo. También regularizó la inclusión de la sal, hasta ahora esporádica, en
estas concesiones al pueblo. Incluso pudo darse la distribución gratuita de cerdo.357 La carne a veces se había dado a la
gente, pero nunca de forma regular. Así mismo, es posible que considerara la introducción de vino en estos repartos,
aunque se desconoce si lo llevó a cabo.358
La ciudad de Roma no fue la única beneficiada de la generosidad de Aureliano. Muchas otras alrededor del Imperio
recibieron ayuda esporádica del gobierno central en tiempos de necesidad, como por ejemplo su intervención en Cremna
(Pisidia) después de una hambruna.359
Los objetivos inmediatos de las reformas monetarias de Aureliano se realizaron: las casas de la moneda y su mano de
obra fueron estabilizadas, y sin duda los operarios se hicieron más honestos. Sin embargo, la estabilidad financiera no
se restableció del todo. La inflación siguió galopando con renovado vigor. 360 Podemos considerar que las reformas
económicas de Aureliano fueron un fracaso, en tanto en cuanto no mostraron resultados inmediatos, pero recordemos
que la situación venía agravándose desde mediados de siglo y Aureliano, por mucho que él se lo creyera, no era ningún
dios que obrara milagros. No será hasta la llegada del gran emperador Diocleciano cuando podamos ver una resolución
definitiva y duradera del problema.

352
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, p. 141.
353
CIZEK, Eugen; L'empereur Aurélien…, Paris, 1994, p. 92.
354
Ibídem.
355
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, pp. 138-139.
356
Ibídem, p. 138.
357
MACMULLEN, R.; Roman Goverment’s…, Yale, 1976, p. 98.
358
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, p. 140.
359
Ibídem.
360
Ibídem, p. 142.

37
8.3. AURELIANO Y LA RELIGIÓN
Sin querer redundar en lo ya explicado en el punto 4.5 del presente trabajo, he de introducir este apartado diciendo que
los cambios que Aureliano lleva a cabo en materia religiosa, vienen precedidos de una situación de declive moral,
cultural y espiritual que no solo afecta al siglo III, sino que se viene produciendo desde la segunda mitad del II.
8.3.1. El divino Aureliano
Fue en época de Aureliano cuando la población romana vuelve a confiar en la fortaleza y poder de su Imperio y en su
destino. Este proceso tuvo como base objetiva los éxitos militares de Aureliano, aunque fue ampliamente potenciado
por la propaganda imperial que difundió la imagen del emperador como restitutor orbis. Dicha imagen tuvo su mejor
concreción en la entrada triunfal de Aureliano en Roma a principios del año 274; la espectacularidad del triunfo no
eclipsó el simbolismo político que tuvo la presencia en el cortejo de Tétrico y Zenobia como prisioneros del emperador,
pues como afirma Eutropio simbolizaba la reconquista de Oriente y Occidente361:
“Ingressusque Roman nobilem triumphum quasi receptor Orientis Occidentisque egit praecendentibus currum
Tetrico et Zenobia”.362
Aureliano era el unificador del Imperio romano363 y vencedor de todos aquellos que habían favorecido su disgregación.
En esta coyuntura, la asimilación del emperador con el dios Sol Invictus Mithra no era difícil, puesto que Sol-Mitra,
divinidad con una presencia muy destacada entre los cultos militares, es un dios vencedor que con el sacrificio del toro
elimina el mal de la tierra e inicia una nueva época de prosperidad.364
Antes que Aureliano, ya Augusto se sentía protegido por Apolo; Adriano en territorio griego se identificó con Zeus
olímpico; y Comodo se hacía representar como Hércules, ataviado con los despojos del león de Nemea. A partir de
Septimio Severo, el Sol, ya directamente con el aspecto de Helios o con la forma sincrética de Serapis, apareció como
la manifestación principal del dios supremo. Oriente, sobre todo Siria, donde en el siglo III todos los dioses importantes
se fueron revistiendo de carácter helaico, ejerció lógicamente una influencia directa sobre esta evolución. De hecho, en
el ábside central del Septizonium del Palatino, Septimio Severo está representado como el Sol, en el centro de las
figuraciones planetarias, como cosmocrator de un mundo en renovación periódica. Gracias a los círculos intelectuales,
luego con el apoyo de las religiones orientales y en particular del mitraísmo (Mitra, delegado del Sol), El Sol ocupó en
la vida religiosa del siglo III un lugar cada vez más importante. Cabe destacar que los Aurelii, mantuvieron siempre una
relación privilegiada con el Sol, que con el apelativo de Sol indiges era su culto gentilicio.365
El proceso que provocó el paso de Jupiter Optimus Maximus como deidad protectora del Imperio romano al Sol Dominus
Imperii Romanii, tiene una serie de causas previas, más allá de las militares, como son: la tradicional vinculación de la
familia de Aureliano con esta divinidad, se afirma que su madre fue sacerdotisa del Sol; y que el culto a Júpiter no
ofrecía ya suficiente base religiosa a la estrategia política del emperador. La grave crisis que la religión romana
tradicional sufrió a lo largo del siglo III, se vio poco a poco paliada por las religiones procedentes de Oriente, pues ellas
sí supieron dar respuesta al traumatismo cultural y espiritual de la sociedad romana.366
Al principio, Aureliano únicamente atribuía sus victorias a la Divinitas o a “Lo divino”, sin mencionar a deidades
concretas. Durante su gobierno “hizo de este concepto abstracto y único, la base de la religión suprema del Imperio
alrededor de la cual debían de agruparse y subordinarse la demás”367.
Tal concepto se concretó en “El Sol”, que fue proclamado gran divinidad del Imperio: Sol Invictus. Con este nuevo culto
quiso conciliar todas las ideologías religiosas, originarias fundamentalmente de Oriente y organizadas sobre bases
romanas muy tradicionales en torno al culto a la divinidad solar.368 Es decir, esta divinidad de tipo solar sería una síntesis
entre: “los cultos mitraicos, una deidad panonia de honda raigambre en el ejército; el dios solar de Emesa (Oriente),
cuya influencia sobresalió durante la dinastía de los Severos; la idea de divinidad neoplatónica; y la religiosidad

361
REQUENA JIMÉNEZ, Miguel; Lo maravilloso…, Valencia, 2003, p. 65.
362
Eutr., IX, 12, 2. En Ibídem.
363
SOTGIU, Giovanna; “Aureliano…” en ANRW II.2, Berlín-Nueva York, 1975, p. 1047. Se erige como restitutor et pacator
orbis.
364
REQUENA JIMÉNEZ, Miguel; Lo maravilloso…, Valencia, 2003, p. 65.
365
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 306.
366
REQUENA JIMÉNEZ, Miguel; Lo maravilloso…, Valencia, 2003, pp. 60-61.
367
FERNÁNDEZ URIEL, Pilar; Historia…, Madrid, 2001, p. 421.
368
Ibídem.

38
tradicional romana y el culto Imperial”369 Se considera que esta capacidad de síntesis de divinidades y cultos sería
consecuencia directa de las tendencias sincréticas y monoteístas, que hacen de ese culto al Sol como algo abstracto que
puede dar cabida a semejante mezcolanza de divinidades supremas de, realmente, cualquier rincón del imperio. 370
De esta forma el Sol Invictus se convirtió en objeto de culto oficial y junto a él, el proceso de reunificación del Imperio
romano se fortalecía asociando a la idea de un solo imperio y de un solo emperador, la figura de un solo dios supremo,
de un dios legitimador del poder del único emperador de Roma.371
Las religiones solares y las teorías astrológicas orientales tienden a hacer al soberano su emanación y representante
sobre la tierra. El emperador participa de la naturaleza eterna del Sol, con una autoridad que era absoluta e incontestable.
Es precisamente esta faceta la que más interesaba a Aureliano, ya que reforzaba su poder imperial y legitimaba su
despotismo. 372 De hecho, llegó hasta el punto de ser llamado Deus, algo que queda corroborado en acuñaciones
monetarias del 274-275, que portan los títulos característicos de Deus et Dominus y Deus et Dominus natus.373
Se acuñaron monedas con su divisa. En ellas, Aureliano aparece vinculado a las divinidades solares mediante
representaciones. Así, junto a la leyenda Sol Dominus Imperi Romani374, pueden aparecer la figura del Sol, una cuadriga
al galope o un león (símbolo mitraico), junto a una imagen del emperador radiado. Su esposa Severiana aparece
representada a su vez sobre una luna creciente, una identificación del doble femenino de Mitra, Anâhitâ, equivalentes
del Sol y la Luna.375 Además, se construyó en la propia Roma un templo al Sol en el campo de Marte y cada cuatro años
se celebraban juegos solemnes en su conmemoración.376
La construcción de un templo al Sol en Roma fue una de las formas más claras con las que Aureliano demostró su poder.
Localizado sobre el Campus Agrippae, fue consagrado en el verano del 274. En su interior, junto a estatuas de Helios y
de Baal había infinidad de oro, piedras preciosas y otras muchas riquezas provenientes del botín de Palmira y de las
expediciones orientales del emperador. Además, en sus paredes aparecían representados Ulpio Crinito, amigo y pariente
del emperador, y el propio Aureliano.377 Algunos autores como Cizek han considerado esta representación como parte
del culto mitraico, de tal forma que este podía estar representado no como amigo, sino como el padre mitraico de
Aureliano.378 Aureliano fue uno de los pocos emperadores que podía disfrutar de audiencias especiales con un dios en
la privacidad de su templo.379
Para completar esta fundación, Aureliano instituyó un Agon Solis, o juegos solemnes consagrados al Sol, que debían
realizarse cada cuatro años en Roma. El primero de ellos fue el celebrado en el año 274 con ocasión de este
acontecimiento. Estos juegos estaban destinados a convertirse en los más importantes de Roma.380
Para el culto al Sol se creó un colegio de pontífices, el Pontifices Dei Solis, del que formaron parte destacados senadores,
lo que permitió al emperador aproximarse al prestigioso grupo senatorial romano. 381 Este nuevo colegio de pontífices
no relevó de sus funciones al anterior y original, pero los ancianos senadores que lo ocuparon (que no sacerdotes), se
pusieron enseguida en pie de igualdad con este. De entre estos senadores, fueron escogidos preferentemente los pretorios
y los cónsules. El conjunto de los sacerdotes autorizó a los pontífices del Sol a poder participar en los otros colegios
sacerdotales, en particular se les permitió la entrada al antiguo colegio de Pontífices.382 Los miembros del antiguo colegio
de Pontífices, para afirmar su superioridad sobre el nuevo colegio, tomaron inmediatamente el título de Pontifices
maiores.383

369
Ibídem.
370
REQUENA JIMÉNEZ, Miguel; Lo maravilloso…, Valencia, 2003, p. 65.
371
FERNÁNDEZ URIEL, Pilar; Historia…, Madrid, 2001, p. 421.
372
HOMO, Léon; Essai sur le règne…, Roma, 1967, p. 191.
373
Ibídem, p. 192.
374
SOTGIU, Giovanna; “Aureliano…” en ANRW II.2, Berlín-Nueva York, 1975, p. 1048.
375
FERNÁNDEZ URIEL, Pilar; Historia…, Madrid, 2001, p. 421.
376
Ibídem, p. 422.
377
REQUENA JIMÉNEZ, Miguel; Lo maravilloso…, Valencia, 2003, p. 61.
378
CIZEK, Eugen; L'empereur Aurélien…, Paris, 1994, pp. 176-177.
379
MACMULLEN, R.; Roman Goverment’s…, Yale, 1976, p. 36.
380
REQUENA JIMÉNEZ, Miguel; Lo maravilloso…, Valencia, 2003, p. 62.
381
Ibídem.
382
HOMO, Léon; Essai sur le règne…, Roma, 1967, pp. 187-188.
383
Ibídem, p. 188.

39
La gran reforma de Aureliano pervivió tras su muerte. El monoteísmo solar fue hasta el triunfo del cristianismo la
religión oficial del Imperio romano.
8.3.2. La persecución del cristianismo
Solo los cristianos se opusieron a la nueva política religiosa, a pesar de los esfuerzos desplegados por Aureliano para
lograr la ansiada conciliación. La situación llegó al punto de una nueva persecución contra el cristianismo, que hizo
menos por fanatismo que por interés de su propia política, promulgando el edicto de persecución al final de su gobierno,
aunque lo cierto es que en casi ninguna provincia llegó a realizarse.384
El cristianismo fue una de las religiones de más rápido crecimiento en el siglo III. “Su éxito se pudo atribuir al nivel
extraordinario de compromiso demostrado por todos sus creyentes, a la organización altamente desarrollada de la
Iglesia, al impacto y buen ejemplo de la caridad cristiana, y por muchas otras razones”385. Su ascenso realmente no
gustaba a los paganos más conservadores como Aureliano, aunque después de la persecución valeriana cualquier cosa
parecía mejor a las mismas.386
En la primera parte de su gobierno, Aureliano no se ocupó de los cristianos más que excepcionalmente. En Antioquía
(272), expulsó a Pablo de Samosata de la casa episcopal, por los problemas que causó. Hasta el 274, los cristianos no
tuvieron ninguna razón para quejarse de Aureliano, de hecho, en la guerra de Palmira ayudaron a la causa imperial.387
Uno de los factores que propiciaron el cambio de actitud contra los cristianos, que se venía dando desde la mitad del
siglo, fue la importancia que estaban tomando ciertos obispos en las comunidades locales388, algunos como el susodicho
Pablo de Samosata, permitieron que este sentido de importancia se les subiera a la cabeza, tanto que, pese a ser
excomulgado en el 268 tras la celebración de un sínodo en el que siguió negándose a retractarse de sus afirmaciones de
que Cristo no era una divinidad completa, continuó ejerciendo una influencia clave en la zona. En este caso, según
algunas fuentes, fue la Iglesia quien pidió a Aureliano que se encargara de él, aunque otros ven en esta acción una
conveniencia mutua que Aureliano jamás reconoció, ya que podía deshacerse de un líder cristiano influyente.389
Los problemas entre el Imperio y los cristianos durante el gobierno de Aureliano, comenzaron con la reforma religiosa
del 274. Estaban en contra de la unificación de todo el paganismo en torno a esa religión que no era la suya. Ambas
partes no pudieron ponerse de acuerdo ni con la religión solar, ni con el culto a la divinidad imperial que había formulado
el emperador.390 Aureliano vio en este acto no solo rebeldía y ofensa hacia la nueva deidad imperial, sino una afrenta a
su propia figura.391 De tal manera que decidió cambiar su actitud a una impositiva, que implicó nuevas persecuciones.
De esta forma, Aureliano promovería ciertos brotes de persecución, siendo destacados los casos de las provincias galas,
concretamente en Borgoña. De cualquier manera, Eusebio de Cesarea no se refiere con claridad en ningún momento de
los pasajes de su Historia Eclesiástica al hecho de que este emperador fuese un acérrimo perseguidor de los cristianos
durante los años de su gobierno.392 El mismo Eusebio nos habla en un texto de una posible persecución de los cristianos:
“Así se mostraba Aureliano con respecto a nosotros, al menos durante aquella época. Sin embargo, avanzando
ya su imperio, cambió de pensar con relación a nosotros y se dejó arrastrar por ciertos consejos encaminados a
suscitar una persecución en contra nuestra, siendo muchos los rumores existentes sobre este punto en todos los
ambientes. Pero, cuando estaba a punto de hacerlo y de firmar los decretos correspondientes, le alcanzó la
justicia divina, que le retuvo en dicha empresa casi como atándole por los brazos”
Eusebio de Cesarea. Historia Eclesiástica 7.30.20-21.393

384
SOTGIU, Giovanna; “Aureliano…” en ANRW II.2, Berlín-Nueva York, 1975, p. 1048.
385
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, p. 198.
386
Ibídem.
387
HOMO, Léon; Essai sur le règne…, Roma, 1967, p. 194.
388
LIEBESCHUETZ, John Hugo Wolfgang Gideon; Continuity and…, Oxford, 1979, p. 232.
389
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, p. 199. La verdad es que hay mucha división sobre si realmente fue una
intervención en favor de la Iglesia o no, cosa que las fuentes no resuelven realmente. Desde luego hay gente que cree que este caso
muestra una cierta inclinación en favor de los cristianos, aunque cierto es que cuando se le opusieron ya no se puede ver desde la
misma forma. HURLEY, Patric; “Some thoughts on the Emperor Aurelian as Persecutor”, Classical World, 116, Nº1 (2012), p. 75.
390
HOMO, Léon; Essai sur le règne…, Roma, 1967, p. 194.
391
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, p. 200.
392
SANTOS YANGUAS, Narciso; El cristianismo en…, Oviedo, 1996, p. 177.
393
Ibídem, p. 311. Fue visto como un gesto de providencia divina.

40
En el 275, durante su estancia en el Danubio inferior, promulgó un edicto cruento contra los cristianos, siendo enviado
a los gobernadores provinciales.394 Sin embargo, este murió antes de que sus órdenes se hubieran aplicado.395
El respiro que supuso la muerte de Aureliano no tardó más que veinticinco años en desaparecer, ya que con la llegada
de los tetrarcas Diocleciano y Galerio, el horror de las persecuciones finalmente rompió el mundo cristiano con una
intensidad sin precedentes.396

9. EL IMPERIO DIVIDO Y NUEVAMENTE UNIFICADO


“Hacia mediados del siglo III se produjo un hecho sin precedentes: la ruptura de la unidad del poder imperial o, si se
prefiere, la escisión del Imperio en tres ‘imperios’ simultáneos, división que se consolidaría con seguridad entre el 267
y 273, coincidiendo con el relevo en el poder imperial de Claudio II, víctima de la peste, por su hermano Quintilo,
primero, y de éste por Aureliano poco después. A esta situación de especial inestabilidad política contribuyeron de forma
decisiva la segregación de las provincias orientales en torno a la ciudad de Palmira y de la misma Zenobia y los
emperadores-usurpadores del denominado Imperium Galliarum, en especial Tétrico”397 La inestabilidad quedó resuelta
con la victoria de Aureliano ante ambas rupturas.
Sin embargo, con el fin de que sirva a modo de introducción para este importante apartado que marcó el siglo III romano,
hay que hablar de que este problema surgió de una política, llevada a cabo principalmente por Galieno, que supuso el
mayor proceso de descentralización (en principio política) del Imperio. Esta triarquía, como la llama Roger Remodon,
que estuvo vigente entre los años 260 al 274, aproximadamente, supuso la división del Imperio de facto en tres partes:
en el oeste, Póstumo, Mario, Victorino y Tétrico gobernaron alternativamente en el Imperium Galliarum (Galia, Britania
y Hispania); en el este, Palmira, el único bastión que se puede oponer a Roma, aunque no romperá con ella hasta el 271,
bajo el gobierno de Zenobia; en el centro: África septentrional y Tripolitania, Italia, provincias danubianas, península
balcánica, Anatolia y Egipto (salvo los períodos de secesión o de ocupación de Palmira), es donde gobiernan los
emperadores legítimos.398
Al regionalizar el poder y la administración, se contribuyó, en cierta manera, a salvar el Imperio, al mismo tiempo que
mostró el camino hacia una futura división del territorio en tres prefecturas de pretorio. No obstante, también anuncia
la fractura en dos partes imperii y la pérdida progresiva del control sobre las diócesis orientales.399

9.1. IMPERIUM GALLIARUM


La aparición del denominado tradicionalmente como Imperium Galliarum viene precedida por un gran malestar, creado
en la zona del Rin, debido a las numerosas invasiones bárbaras que allí venían produciéndose de forma constante y que
los ejércitos imperiales bajo Galieno eran incapaces de solventar.400
Durante la segunda mitad del siglo III, el Imperio afronta un proceso de descentralización del poder que, en el caso de
la Galia supuso dejar a un gobernador, un tal Salonino, junto con dos tutores, Silvano y Póstumo, para que gobernaran

394
Ibídem, p. 312 y HURLEY, Patric; “Some thoughts…”, Classical World, 116, Nº1 (2012), p. 77. Lactancio atribuye a Aureliano,
del que no se guarda descalificativos, esta atrocidad y da gracias de que Dios se lo llevara en Tracia antes de que hubiera empezado
a aplicar su locura.
395
HOMO, Léon; Essai sur le règne…, Roma, 1967, p. 195. De especial interés en este contexto son varios relatos de martirios que
supuestamente tuvieron lugar bajo Aureliano en Italia, Galia y Asia Menor. A primera vista, la existencia de estos relatos parecería
sugerir que las órdenes de Aureliano para una persecución habían sido emitidas en el momento de su muerte. Sin embargo, se ha
demostrado que estos martirologios no son fiables. Además, las fechas de estos no se ajustan a la cronología conocida para el final
de la vida de Aureliano. Si tales martirios se produjeron en ese momento, representan más plausiblemente episodios aislados
esporádicos que involucran casos puramente individuales. Ciertamente, no constituyen prueba alguna de una persecución general.
En WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, p. 200.
396
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, p. 200.
397
BRAVO, Gonzalo; “¿Humillación de los vencidos? Cambios en la diplomacia imperial a mediados del siglo III d.C.”,
Conquistadores y conquistados: relaciones de dominio en el mundo romano: Actas del XI Coloquio de la Asociación
Interdisciplinar de Estudios Romanos, Signifer, Madrid, 2014, vol. 43, p. 187.
398
REMONDON, Roger; La crisis del Imperio…, Barcelona, 1967, p. 35.
399
Ibídem, p. 36.
400
Es necesario recordar que precisamente en esta época, más concretamente entre el 259-260, se produjo la gran invasión germana
en Milán, por lo que los esfuerzos del Emperador se centraron en este frente, solventándose con la tan deseada victoria deteniéndolos
al fin y por el momento. En LUTTWAK, Edward N.; The grand strategy of…, Baltimore, 1976, p. 160.

41
este territorio en su lugar. En el caso de Palmira será Odenato. Sin embargo, esto no hizo más que encender la mecha
de la temporal disgregación del Imperio.401
Este malestar se tradujo en una gran revuelta militar en el 259, de la que además es probable que formaran parte los
galos, y que supuso la subsiguiente usurpación de Póstumo que, tras la marcha de Galieno, había asumido las funciones
de comandante de todas las tropas del Rin y de la Germania Inferior, por lo que fue inmediatamente proclamado por sus
soldados. Para ellos fue necesario asesinar tanto a Salonino como a Silvano.402
Desde el 260, Póstumo se había distinguido contra los francos. Sin embargo, pese a que nunca renunció a la posibilidad
de conquistar todo el Imperio, lo cierto es que tuvo que seguir centrado en los enfrentamientos con los germanos desde
el 260 al 265, incapaz de llevar a cabo un ataque concentrado contra Galieno.403 Una muestra de la inseguridad que vivía
la zona, se puede ver, por ejemplo, en la región comprendida entre Bavia y Tours, donde se han contabilizado más de
ochenta tesoros de monedas escondidos en 261-262 por propietarios que, preocupados por los efectos de las invasiones,
habían preferido guardarlos para rescatarlos cuando la situación volviera a ser favorable, aunque es evidente que no lo
hicieron y por eso han llegado a nosotros. Los motivos para la ocultación de estos tesorillos no son extrapolables al caso
de Hispania, donde también se han encontrado cerca de villas de campo y que se realizaron por la desventajosa situación
económica. Póstumo dominó la Galia desde el Rin al Ródano, también Hispania y de Britania404, logrando también
numerosas victorias contra los bárbaros entre el 262-263, aunque sin poner fin por ello a nuevas incursiones francas.405
Los pasos de los Alpes cambiaron varias veces de manos durante este período, por lo que las escaramuzas entre los
ejércitos de los dos imperiales, fueron constantes durante este primer período. Sin embargo, no sería hasta el 265 cuando
Galieno realizó la primera gran campaña militar contra el usurpador, pero falló en eliminarle. Aparte de esta, tuvo
numerosas ocasiones para conseguirlo, sin embargo, murió sin ese gusto.406
Póstumo tuvo que enfrentarse también a muchas usurpaciones de la usurpación, la de Marius en 267, la de Victorinus y
por último la de Laelianus. Tras derrotar a este último y al negarse a ser cruel contra sus apoyos, fue asesinado durante
el 269 por sus soldados. Victorino gobernó hasta el 271, cuando fue también eliminado. Su madre logró que el senador
Tétrico, pariente suyo y gobernador entonces de la provincia de Aquitania, fuese proclamado en Burdeos.407
Pius Esuvius Tetricus408 fue el último de los emperadores-usurpadores galos a mediados del siglo III. Apenas se conocen
grandes hazañas guerreras de este emperador galo, ya que, a diferencia de sus predecesores, “Tétrico no era un general
del ejército del Rin, sino que era un aristócrata galorromano, pacífico y sin ambición. Poco se sabe de su gobierno” 409.
Aureliano decidió que, tras terminar con Palmira, le tocaba atender los asuntos occidentales, por lo que a partir del 273
se lanzó a resolver los problemas en la Galia. Ese año, cuando el emperador se encontraba en Châlons-sur-Marne,
Tétrico, que tenía a su disposición legiones de Germania y Bretaña, no fue a su encuentro.410 Ante esta situación Tétrico
intentó negociar la paz con el legítimo emperador, pero su ejército se lo impidió, por lo que el inevitable enfrentamiento
entra ambos poderes se saldó con la victoria imperial. Aureliano, como muestra de su magnificencia y compasión
resolvió dejar con vida a Tétrico y su descendiente, estando seguro de que no volverían a intentar nada en el futuro.411
La principal diferencia entre el movimiento galo y el palmireno fue que la Galia se consideró desde el minuto uno como
independiente del poder de Roma, por mucho que algunos autores lo rebajen a mero movimiento regional, y, sin
embargo, Palmira pasó por distintas fases antes de que Zenobia la proclamara independiente al autoproclamarse
Augusta.

9.2. IMPERIUM PALMYRENUM


Odenato, futuro rex palmireno, inició una política de incremento de su poder y prestigio personal dentro de su propio
Estado, en un proceso que le llevó hasta el punto de poder tratar casi de igual a igual con el emperador de Roma. Con

401
REMONDON, Roger; La crisis del Imperio…, Barcelona, 1967, p. 34.
402
BLOIS, Lukas de; The policy of…, Leiden, 1976, p. 6.
403
Ibídem, p. 7.
404
REMONDON, Roger; La crisis del Imperio…, Barcelona, 1967, p. 33.
405
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 298.
406
BLOIS, Lukas de; The policy of…, Leiden, 1976, p. 7.
407
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 298.
408
BRAVO, Gonzalo; “¿Humillación de los vencidos? ...”, Conquistadores y conquistados: relaciones de dominio en el mundo
romano: Actas del XI Coloquio de la Asociación Interdisciplinar de Estudios Romanos, Signifer, Madrid, 2014, vol. 43, p. 189.
409
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 298.
410
Ibídem, p. 299.
411
BRAVO, Gonzalo; “¿Humillación de los vencidos? ...”, Conquistadores y conquistados: relaciones de dominio en el mundo
romano: Actas del XI Coloquio de la Asociación Interdisciplinar de Estudios Romanos, Signifer, Madrid, 2014, vol. 43, p. 189.

42
este fin, desde mediados de siglo, la familia de Odenato fue creando una importante red de contactos en una creciente
élite palmirena que, a su vez motivada por los intereses comerciales y el refuerzo cada vez mayor de los diferentes
puestos de control de los territorios y a nivel local, acabó creando una jerarquía que puso en la cima a la susodicha
familia. Gracias a estas actuaciones, se generó un importante sostén para los acontecimientos que estaban por venir. 412
Con la elevación de Palmira a colonia romana y con su nuevo estatus dentro del Imperio, la élite palmirena comenzó a
dedicarse al servicio imperial romano y a participar en la aristocracia imperial, el orden ecuestre e incluso en el Senado
romano. Esto contrasta mucho con la actitud que tenía esta aristocracia en el siglo II, que no mostraba ningún interés
aparente en los puestos al servicio del Imperio o de entrar en las filas más altas del mismo. Los aristócratas de la
floreciente comunidad comercial encontraron suficientes oportunidades para sus ambiciones políticas y económicas en
el comercio distante con la India y Parthia, también grandes oportunidades de la milicia y de la propia jerarquía de las
tribus y la sociedad civil.413
Como consecuencia de estas mejoras, las ambiciones de Odenato cambiaron. A principios del 264, momento en el que
adquiere el título imperator414, realizó una serie de cambios en la organización institucional interna mediante la
sustitución de la mayoría de las instituciones romanas por otras de similares funciones y de origen palmireno. Las
transformaciones que se fueron produciendo, se plantearon sobre la base de la creación de un reino. La colonia pasó a
convertirse en un centro de poder importante en el Oriente romano, lo que llevó a la aristocracia a formar una nueva
élite que sumase a todos los territorios del entorno del Próximo Oriente bajo el domino de Palmira.415
Sin embargo, Odenato no llegó a más, ya que “fue asesinado en el 270416 junto a su hijo Herodes a manos de Meonio,
su sobrino, y presumiblemente aspirante también a ocupar el trono palmireno. Para evitar cualquier tipo de sospecha de
culpabilidad, Zenobia417 no dudó en vengar la muerte de su esposo eliminando a Meonio y reivindicando para sí y para
su hijo Vabalato el trono de Palmira y los títulos del nuevo Imperio oriental”418.
Septimia Zenobia era mujer de origen árabe o alejandrino, se decía descendiente de Semíramis419 y se hacía llamar la
nueva Cleopatra.420 Presenta un perfil guerrero, que sin duda contribuyó a que pasara a la historia como una de esas
“reinas guerras”421 que se atrevieron a enfrentarse al poder del Imperio. Su importancia en este sentido fue aún mayor,
pues como regente de su hijo tuvo el control directo de al menos una parte de su ejército.422 Hizo coronar a su hijo
Vabalato y gobernó con él o más bien gobernó por él. “Hermosa, activa, muy culta (sabía griego y egipcio, y se rodeaba
de letrados y de filósofos, sobre todo el cristiano herético Pablo de Samosata), Zenobia fomentó grandes ambiciones”.423
Como elemento legitimador, se acuñaron monedas con su efigie, mostrando una mezcla entre el arquetipo de belleza
del momento y el de reina guerrera. Por su condición de Reina de Oriente, en algunas monedas aparece la leyenda S.
Zenobia Augusta.424 Este hecho es de gran relevancia, pues suponía la clara ruptura con el orden imperial romano. Al

412
HARTMANN, Udo; “What was it like to be a Palmyrene in the age of crisis? Changing Palmyrene identities in the third century
AD”, en KROPP, Andreas and RAJA, Rubina; The world of Palmyra, Scientia Danica. Series H, Humanistica, Vol, 6, Copenhague,
2016, p. 61.
413
Ibídem, p. 62.
414
REMONDON, Roger; La crisis del Imperio…, Barcelona, 1967, p. 35. Galieno le nombró sucesivamente entre el 260-267, dux,
imperator y corrector orientis. Este título adquirió el tinte de la tradición irania que habla de “rey de reyes”.
415
HARTMANN, Udo; “What was it like to…”, en KROPP, Andreas and RAJA, Rubina; The world of Palmyra, Scientia Danica.
Series H, Humanistica, Vol, 6, Copenhague, 2016, pp. 64-65. Como por ejemplo la sustitución de los duumviri por un agapeté que
gobernara la ciudad en nombre del rey
416
BRAVO, Gonzalo; “¿Humillación de los vencidos? ...”, Conquistadores y conquistados: relaciones de dominio en el mundo
romano: Actas del XI Coloquio de la Asociación Interdisciplinar de Estudios Romanos, Signifer, Madrid, 2014, vol. 43, p. 190.
Según Bravo el año del deceso sería el 270, sin embargo, LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 297, afirma que sería
entrono al 266-267. Al ser el artículo de Bravo de una fecha más reciente de publicación, se ha decidido usar esa fecha.
417
Ibídem, p. 187. El nombre procede de la transcripción grecolatina de un término semítico (Bath-Zabbai o “hija de Zabba” o
Senobio), al que añadió Septimia al casarse en segundas nupcias con Septimio Odenato, un oficial romano de origen sirio
perteneciente a una familia palmirena privilegiada desde la campaña realizada por el emperador Septimio Severo en la zona entre
195 y 197, que había recibido el título de Corrector totius Orientis, con el que tuvo al menos un hijo, Vabalato.
418
Ibídem, p 190.
419
Semíramis: Reina de Babilonia cuya leyenda ha sido transmitida por Diodoro. Según éste, en Ascalón (Siria), la diosa Derceto
tuvo a esta hija de su pasión por el joven Caístro y la abandonó, siendo alimentada por las palomas. Llegó a ser reina de Nínive. En
FERNÁNDEZ URIEL, Pilar y VÁZQUEZ HOYS, Ana María; Diccionario del…, Madrid, 1994, p. 517.
420
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 297.
421
BRAVO, Gonzalo; “¿Humillación de los vencidos? ...”, Conquistadores y conquistados: relaciones de dominio en el mundo
romano: Actas del XI Coloquio de la Asociación Interdisciplinar de Estudios Romanos, Signifer, Madrid, 2014, vol. 43, p. 188.
422
Ibídem.
423
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 297.
424
BRAVO, Gonzalo; “¿Humillación de los vencidos? ...”, Conquistadores y conquistados: relaciones de dominio en el mundo
romano: Actas del XI Coloquio de la Asociación Interdisciplinar de Estudios Romanos, Signifer, Madrid, 2014, vol. 43, p. 188.

43
recibir los títulos de Augusta para ella misma y de Augustus para su hijo, manifestaron su intención de obviar todo
vínculo de vasallaje hacia Roma y crear de esta forma y de facto un estado completamente independiente.425
Las razones de este reto eran diversas: “muchas regiones orientales se sentían desprotegidas frente a los periódicos
ataques de bárbaros y persas, puesto que el gobierno central no podía atender a tantos frentes abiertos”426, además, “las
ciudades como Palmira pudieron haber pretendido controlar por sí solas el rico comercio oriental sin tener que entregar
tributos a Roma ni a los persas por ello”427. De estas afirmaciones se puede incluso considerar la posibilidad de que
Zenobia se planteara construir un verdadero Imperio oriental o Imperium Palmyrenum, incluso hay quien plantea que el
objetivo era el control total del Imperio, algo muy difícil de sustentar.428
El hecho de que fuera Palmira la que liderara a otras ciudades vecinas, tales como como Emesa o Antioquía, fue debido
a su desarrollo como centro comercial, que como suele pasar en estos casos se debía a su excelente localización como
punto intermediario en algunas de las rutas caravaneras procedentes de Oriente, más concretamente la ruta de la seda.
También podemos considerar que tiene una ubicación estratégica en la entrada del desierto arábigo en dirección a Egipto,
que la ponía al nivel de Damasco o Petra.429
Gracias a este comercio creciente fueron apareciendo, como hemos dicho antes, una serie de élites aristocráticas en
Palmira, de las que eran parte tanto la familia de Odenato, como la de Zenobia, que buscaron la colaboración de Roma,
pero que después pretendieron constituirse en Estado independiente, agrupando en torno a sí a los territorios colindantes.
Pero claro, para poder defenderlo era necesario un apoyo militar más allá del propio, que vino del tradicional enemigo
de Roma, los persas.430 Sin embargo, la comprometida ayuda persa jamás llegó y Zenobia acabó perdiendo algunas
ciudades orientales sin apenas poder hacer algo frente al ejército de Aureliano.431
Esta aventura, pese a comenzar con importantes ocupaciones como la del conjunto de Siria (reinando así en Antioquía),
la invasión de Egipto y el mantenimiento del control sobre Alejandría y la adhesión de Emesa, 432 solo benefició a las
élites palmirenas, de tal modo que ni siquiera los otros grupos sociales sacaron nada de provecho de la situación política.
Estos marginados se fueron sumando poco a poco a los planes imperiales “uniéndose a su ejército o no ofreciendo
resistencia al paso de la expedición militar contra Palmira”433.
La carencia de una fuerte estructura estatal y de un verdadero ejército, compuesto únicamente por soldados romanos
desertores, gente de la propia ciudad y algunas guarniciones sirias, no auguraba nada bueno. Además, la fuerza de este
ejército eran los clibanarii o caballería pesada, montura y jinete protegidos por una densa red de mallas, nada comparable
a las 8 o 10 legiones de romanas estacionadas en Oriente desde Vespasiano, Trajano y Septimio Severo (en Siria, Arabia
y Mesopotamia), disponibles para el emperador y que iban mucho más ligeras en equipamiento militar.434
De la secesión política pasaron al separatismo total, por lo que Aureliano decidido a acabar con esto. “Confió la
recuperación de Egipto a un tal Probo”435 y llegó a Siria por Asia Menor. En dos campañas destruyó sus ejércitos. Al
verse acorralada, Zenobia emprendió la huida, pero fue capturada y, temiendo por su vida, decidió traicionar a sus
consejeros, acusándolos a ellos de ser los artífices del levantamiento y siendo estos ejecutados. La Historia Augusta nos
cuenta como a partir de este hecho, el emperador y la reina depuesta empezaron a escribirse cartas, obteniendo de ellas,
no sin arrogancia pese a la situación en la que se encontraba, el perdón imperial de su vida y la de su hijo, quedando a
cambio prisionera y cediéndole todos sus territorios.436
Sin embargo, la negativa inicial de Zenobia provocó que Palmira fuera saqueada en el 273, lo que supuso el final de una
ciudad que solo volvería a tener importancia bajo Diocleciano y Constantino, al igual que en época Bizantina, pero ya
sin ser lo que una vez fue.437

425
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 298.
426
En BRAVO, Gonzalo; “¿Humillación de los vencidos? ...”, Conquistadores y conquistados: relaciones de dominio en el mundo
romano: Actas del XI Coloquio de la Asociación Interdisciplinar de Estudios Romanos, Signifer, Madrid, 2014, vol. 43, p. 189.
427
Ibídem, p. 190.
428
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 298.
429
BRAVO, Gonzalo; “¿Humillación de los vencidos? ...”, Conquistadores y conquistados: relaciones de dominio en el mundo
romano: Actas del XI Coloquio de la Asociación Interdisciplinar de Estudios Romanos, Signifer, Madrid, 2014, vol. 43, p. 190.
430
Ibídem.
431
Ibídem, p. 191.
432
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 298.
433
BRAVO, Gonzalo; “¿Humillación de los vencidos? ...”, Conquistadores y conquistados: relaciones de dominio en el mundo
romano: Actas del XI Coloquio de la Asociación Interdisciplinar de Estudios Romanos, Signifer, Madrid, 2014, vol. 43, p. 191.
434
Ibídem.
435
Ibídem, p. 192.
436
Ibídem.
437
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 298.

44
9.3. EL TRIUNFO Y EL PROCESO FINAL DE REUNIFICACIÓN
Una vez restituido el orbe del Imperio, tocaba sacar rédito de las importantes victorias sobre Palmira y Galia, algo que
podemos tomar como el inicio de un proceso de reorganización de la estructura territorial del Imperio, que acabará con
la instauración de la primera tetrarquía de Diocleciano a finales del presente siglo.
El evento propagandístico y de celebración de la victoria, se realizó en el otoño del 274, después del regreso de Aureliano
de la Galia. Fue programado de forma que coincidiera con la celebración de los quinquennalia de Aureliano, además,
como recompensa por estas dos importantes victorias en Oriente y Occidente, asumió su segundo consulado ordinario.
El triunfo438 fue sin duda un espectáculo magnífico, aunque, lamentablemente no hay referencia al evento sobre las
monedas existentes y las inscripciones, además de que las fuentes literarias en su mayor parte, hacen referencias
pasajeras.439 Eutropio nos dice que “Aureliano regresó a Roma donde celebró un noble triunfo en la celebración de su
recapitulación tanto del este como del oeste, en la que Zenobia440 y Tétricus fueron desfilados antes de la carroza del
emperador”441. El único texto que queda sobre este asunto y que hable de forma extensa, está en Historia Augusta,
aunque siempre hay que entenderlo como una posibilidad y no como verdad absoluta:
“No está fuera de lugar saber cómo se celebró el triunfo de Aureliano, pues fue, en efecto, brillantísimo. Hubo
en el desfile tres carros reales, uno de los cuales era el de Odenato, labrado y adornado con plata, oro y piedras
preciosas, otro, el que regaló a Aureliano el rey de los persas, cuya fabricación era similar a la de aquél, y el
tercero, el que había mandado fabricar Zenobia para sí, puesto que esperaba acudir con él a visitar la ciudad de
Roma; y su esperanza no quedó fallida, pues entró en la Ciudad con aquel carro, pero cautiva y como un rehén
triunfal. Hubo también otro carro tirado por cuatro ciervos, que dicen que pertenecía al rey de los godos. En él,
según la versión de un gran número de autores, Aureliano fue transportado hasta el Capitolio para sacrificar allí
los ciervos que dicen que había prometido ofrecer a Júpiter Optimo Máximo442 cuando los capturó junto con el
carro al que iban uncidos. Precedieron veinte elefantes, fieras domesticadas de la Libia y doscientas fieras de
Palestina de distintas especies, que Aureliano regaló enseguida a particulares para no sobrecargar los gastos del
fisco con su sustento; después cuatro tigres, jirafas, alces y otros animales de la misma clase, que eran
conducidos en fila, ochocientas parejas de gladiadores —además de los prisioneros de los pueblos extranjeros—
blemios, exomitas, árabes, eudemones, indios, bactrianos, iberos, sarracenos, y persas, todos ellos con sus
regalos; godos, alanos, roxolanos, sármatas, francos, suevos, vándalos y germanos, con las manos atadas, como
si fueran prisioneros. Abrían la marcha también, entre ellos, los príncipes de la ciudad de Palmira que habían
sobrevivido y los egipcios a causa de su sublevación.
Eran conducidas también en el cortejo diez mujeres que habían sido capturadas peleando entre los godos con
atuendo varonil, mientras que otras compañeras suyas perecieron. Un cartel indicaba que eran amazonas:
precedían al cortejo carteles que llevaban escritos los nombres de distintos pueblos. Entre ellos desfiló Tétrico
vestido con la clámide de púrpura, la túnica de color verde y las bragas galas, y a su lado su hijo, al que había
nombrado emperador de la Galia. Desfilaba también Zenobia, adornada con sus piedras preciosas y maniatada
con cadenas de oro que otros la ayudaban a llevar. Llevaban delante las coronas de oro de todas las ciudades,
colocadas en unos carteles que se alzaban a lo alto. A continuación, seguía el mismo pueblo romano, luego los
guiones de las distintas corporaciones y de los distintos cuarteles, los soldados catafractarios, las fuerzas reales
y todo el ejército y el Senado (aunque bastante triste porque veía que también se exhibían senadores como
rehenes triunfales) proporcionaron gran fastuosidad. En fin, no pudo llegar al Capitolio casi hasta la hora nona,

438
Triunfo: Desfile de celebración de una victoria conseguida por un general romano que se hallaba regulada por normas escritas
de carácter religioso. Originalmente su función parece haber sido la purificación del general victorioso junto con sus tropas de los
expolios a Júpiter. Era necesario que el vencedor detentara una magistratura provista de imperium, haber conseguido una gran
victoria y demostrar mediante la exhibición pública de una parte del ejército vencido la veracidad el triunfo. El general vencedor
iba montado sobre un carro de cuatro caballos ataviado con sus mejores galas y coronado de laurel. Detrás de él marchaba un esclavo
que le recordaba el carácter efímero de su victoria para evitar los excesos de soberbia. En la procesión marchaban los magistrados,
senadores, cautivos y el botín conseguido, junto con los animales que iban a ser sacrificados al final de la ceremonia. El desfile
triunfal discurría desde el Campo de Marte hasta el Capitolio, donde en el templo de Júpiter se hacían los sacrificios uy ofrendas al
Dios. En GÓMEZ ESPELOSÍN, Francisco Javier; Diccionario de términos…, Madrid, 2005, p. 253.
439
WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, pp. 177-178.
440
Quizás Vabalato murió en la travesía hasta Roma, pero desde luego Zenobia llegó con vida. En BRAVO, Gonzalo; “¿Humillación
de los vencidos? ...”, Conquistadores y conquistados: relaciones de dominio en el mundo romano: Actas del XI Coloquio de la
Asociación Interdisciplinar de Estudios Romanos, Signifer, Madrid, 2014, vol. 43, p. 195.
441
Eutrop. 9–13.2. en WATSON, Alaric; Aurelian and…, London, 2004, p. 178.
442
Si seguimos las pautas establecidas en el formato tradicional del triunfo, sin duda las ofrendas hubieran sido hacia Júpiter, pero
se hace raro pensar que esto pudiera ser posible dada la asociación vista de Aureliano con el dios Sol, aunque no puedo asegurar
tampoco que la información de este texto no sea correcta.

45
y más tarde aún al Palacio. En los días sucesivos se ofrecieron al pueblo distintos espectáculos escénicos y
circenses, cacerías, combates gladiatorios y naumaquias.”
El Divino Aureliano [33-34], Historia Augusta.443
La suerte que corrieron Zenobia y Tétrico una vez en Roma es causa de debate entre los historiadores de la antigüedad
e incluso entre los contemporáneos. “Zósimo resuelve la cuestión adhiriéndose a quienes dicen que Zenobia murió de
enfermedad o de inanición, porque dejó de atender a su sustento cuando era llevada a Roma por Aureliano” 444. Otros
dicen que habría muerto decapitada en Roma antes de la celebración. Sin embargo, se suele aceptar el testimonio de
Historia Augusta. Hay incluso quien dice que vivió en Roma y se llegó a casar con un senador romano.445
Las fuentes tampoco son claras sobre el destino de Tétrico y su hijo, quienes habían recibido el perdón e incluso habían
obtenido recompensas por su parte, siéndole otorgado al primero el cargo de corrector totius Italiae, en Lucania446,
atestiguado no solo en Historia Augusta, sino también en otras fuentes.447
Lejos de parecer cosa menor, tal como apunta Bravo en el artículo citado, si realmente no les mató, si bien sí se les
humilló y pudieron más o menos vivir entre las opciones de prisioneros o libres sin poder, lo cierto es que supondría un
claro cambio en la política diplomática imperial de este siglo III, que pasaba con respecto a los enemigos vencidos por
un proceso que implicaba en primer término la muerte, seguida de la humillación pública a su memoria mediante la
exhibición de sus despojos.448

10.LOS ÚLTIMOS AÑOS DE LA CRISIS. LLEGA DIOCLECIANO Y LA


RECUPERACIÓN
La muerte de Aureliano condujo a “uno de los acontecimientos mejor documentados, pero más improbables de la historia
de la humanidad”449, en el cual unas legiones saciadas de poder, azuzaron al Senado para que eligiera un nuevo
emperador, y viceversa. Tras ocho meses “durante los cuales el mundo romano permaneció sin soberano, sin usurpador
y sin sedición”450, finalmente el Senado escogió, en septiembre del 275, a un anciano e ilustre senador llamado Tácito,
descendiente del gran historiador. Sin embargo, las preocupaciones que había en el Imperio aceleraron su muerte, que
se produjo apenas seis meses después de haber ascendido al trono, sucediéndole en el 276 un tal Floriano. Ese mismo
año un general llamado Probo ascendería al trono.451
El gobierno de Probo se extendió durante seis años. Fue uno de los emperadores que luchó contra el descenso
demográfico de las regiones orientales destacadamente durante su gobierno, a lo que contribuyó el rechazo de una serie
de invasiones bárbaras.452 Su máximo problema fue la Galia, que se vio fuertemente sacudida por las invasiones de
francos y alamanes, quedando devastada a su muerte.453 Los senadores se vieron obligados a la aportación de
contribuciones en natura que irían destinadas, como ya venía siendo costumbre, a abastecer la annona militaris. Luchó
contra la piratería de los pueblos francos y restableció rutas mediterráneas.454 Al aplastar varias sediciones militares
consiguió llevar cierta paz al Imperio. No obstante, esta política pacifista llevó a un menor uso de las tropas, utilizándose
a cambio para la realización de trabajos tales como obras públicas para la población, hecho que al final derivó en un
repentino motín de fatales resultados455.

443
PICÓN, Vicente y CASCÓN, Antonio; Historia Augusta, Madrid, 1989, pp. 639-641.
444
Zósimo, NH, 1, 59. En En BRAVO, Gonzalo; “¿Humillación de los vencidos? ...”, Conquistadores y conquistados: relaciones
de dominio en el mundo romano: Actas del XI Coloquio de la Asociación Interdisciplinar de Estudios Romanos, Signifer, Madrid,
2014, vol. 43, p. 195.
445
Ibídem, pp. 195-196.
446
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, p. 299.
447
En BRAVO, Gonzalo; “¿Humillación de los vencidos? ...”, Conquistadores y conquistados: relaciones de dominio en el mundo
romano: Actas del XI Coloquio de la Asociación Interdisciplinar de Estudios Romanos, Signifer, Madrid, 2014, vol. 43, p. 197.
448
Ibídem, p. 198.
449
GIBBON, E.; Historia de la decadencia..., Barcelona, 2008, p. 139.
450
Ibídem.
451
Ibídem.
452
BRAVO, Gonzalo; Poder político y…, Madrid, 1989, p, 212 y GIBBON, E.; Historia de la decadencia..., Barcelona, 2008, p.
139.
453
LE GLAY, Marcel; Grandeza…, Madrid, 2002, pp. 299-300.
454
BRAVO, Gonzalo; Poder político y…, Madrid, 1989, p, 212.
455
GIBBON, E.; Historia de la decadencia..., Barcelona, 2008, p. 139.

46
Su sucesor, Caro, emprendió una larga y victoriosa guerra contra los persas hasta que, al parecer, cayó víctima de un
rayo. El temor supersticioso de los romanos trajo consigo una inmediata retirada el ejército romano de la campaña de
Persia. El ejército tardó varios meses en retirarse lentamente desde las orillas del Tigris. En este momento aparecieron
dos emperadores. Carino, el hijo mayor de Caro, fue proclamado por el Senado y tuvo la habilidad de obsequiar al
populacho romano con unos juegos espectaculares, al mismo tiempo que se recreó con una serie de placeres irregulares
que resultarían fatales para él.456 El segundo emperador fue Diocleciano, cuyo ejército invistió con la púrpura en
Calcedonia, estableciendo su sede imperial en Oriente a finales del 284. Durante el enfrentamiento que se produjo
después, las tropas de Carino parecían a punto de vencer cuando “un tribuno, a cuya esposa había seducido, aprovechó
la oportunidad de vengarse y, de un solo golpe, terminó con la discordia civil con la sangre del adúltero” 457. Así llegó
definitivamente al poder Diocleciano (285), el más ambicioso y reformador de los últimos emperadores de Roma, aquel
que solucionó los grandes problemas planteados por la crisis, dando inicio a una nueva etapa y a un nuevo período en
la historiografía, el Bajo Imperio.
Durante los primeros años, Diocleciano, todavía como único emperador, tuvo que hacer frente a algunos intentos de
usurpación, como en Egipto (Oriente) o el movimiento bagáudico y el imperio galo-británico de Carausio (286-296),
que eran fruto de la fuerte regionalización que se había dado a lo largo del siglo. Se hacía necesaria una reforma de este
sistema provincial, así como del defensivo militar si se quería salvar la unidad territorial de Imperio que había restaurado
en cierta manera ya Aureliano. Este fue uno de los motivos de la aparición de la Tetrarquía.458
Diocleciano nombró César a Maximiano para que reprimiera la Bagauda gala al mando de las tropas imperiales. Con su
victoria fue elevado a Augusto (286). Se estableció una Diarquía que estaría vigente hasta el 293. Ante la imposibilidad
de hacer nada con el Imperio de Carausio en Britania, Diocleciano se vio obligado a convivir con “tres” emperadores,
ya que este aceptó esta independencia y el otro hizo acuñaciones en las que se nombraba hermano del resto. Con el
nombramiento de sus respectivos césares (Constancio para Maximiano y Galerio para Diocleciano) y la derrota del
imperio de Bretaña, se estableció el sistema de la Tetrarquía en el 296.459
Sin duda la situación de Britania y la de Oriente se mostraron determinantes para la configuración de este sistema de
cuatro emperadores legítimos. Gracias a este sistema se acabó con las usurpaciones durante todo el tiempo de gobierno
de este emperador, ya que había un reparto del poder y un control más específico de las cuatro áreas en las que quedó
dividido el Imperio, además de que cada uno contraponía su fuerza a la de los demás, evitando posibles intentos
desestabilizadores para adquirir mayor poder. ¿Pero es realmente esta una solución? Se trata sin lugar a dudas de una
solución a medias, pues si bien se mantuvo un equilibrio entre las partes y se calmó la situación interna que se venía
dando en el siglo III, lo cierto es que el poder que tradicionalmente debía ostentar un único emperador, quedó dividido,
por lo que podemos decir sin tapujos que esta nueva etapa desdibuja lo que tradicionalmente venía siendo el Imperio
Romano.460
Además de una profunda reforma de los sistemas territorial y militar, Diocleciano acometió una nueva reforma fiscal,
consecución de la Aureliano, para afrontar los crecientes gastos de defensa y los pagos de los nuevos funcionarios que
se habían introducido en la nueva administración imperial y provincial.461 También se llevó a cabo una nueva reforma
monetaria en el 294, que establecía una nueva relación entre la moneda de oro (áureos) y plata (argénteos) y las monedas
de bronce, así como otros nummi existentes en la circulación. También se llevó una fuerte política de control de los
precios, sobre todo hacia el final de su gobierno, que marcaría el gobierno de Constantino.462
Todas estas medidas económicas, al igual que las políticas, sociales y militares, supusieron una estabilización de un
sistema que venía dando tumbos durante todo el siglo III.

456
Ibídem.
457
Ibídem, p. 140.
458
BRAVO, Gonzalo; Poder político y…, Madrid, 1989, pp, 227-228.
459
WILLIAMS, Stephen; Diocletian and the Roman recovery, London, 1985, pp. 61-62.
460
Ibídem, p. 63.
461
MACMULLEN, R.; Roman Goverment’s…, Yale, 1976, p. 115.
462
BRAVO, Gonzalo; Poder político y…, Madrid, 1989, pp. 235-236.

47
11.CONCLUSIÓN. UN ANTES Y UN DESPUÉS.
Tras leer este trabajo espero que el lector haya encontrado sentido al título de “Un Imperio dividido”, sin duda un antes
y un después en la larga historia de Roma. Pero creo que como conclusión estaría bien que diera mis explicaciones para
contrastar y resumir los puntos clave de este extenso trabajo bibliográfico.
1. Lo primero, como ya se ha mencionado en varias ocasiones, el siglo III sirve como punto de división y de tránsito
entre dos épocas antagónicas: una, el Alto Imperio, un principado que está encarnado en la dinastía antoniana; y otra, el
Bajo Imperio, que está basado en un autoritarismo imperial que intentará mantener un equilibrio con el paso del tiempo.
2. El segundo punto sería el de la división política, reflejada en las figuras de los emperadores legítimos, aquellos
reconocidos por el Senado; y los emperadores usurpadores que proliferan por todos los territorios del imperio, teniendo
preferencia por las inestables zonas fronterizas. Su ambición y falta de visión de futuro trajeron al Imperio una
inestabilidad que se hizo ostensible en el resto de crisis del período de la anarquía militar (235-284).
3. Un imperio dividido entre la civilización y la barbarie que se integra progresivamente en el ejército. Esto no es algo
que surja de la nada, por lo que es un proceso que viene dándose, con más o menos fuerza, desde finales del siglo II,
pero que se acaba convirtiendo en corpus legal gracias a Galieno y Aureliano. Muchos autores consideran esto como
una de las equivocaciones que pervirtieron la esencia del ejército tradicional romano y lo llevaron a una situación tan
inestable que sería una de los males que acabaría por llevar al Imperio a su final.
4. Podemos considerar también una división en lo económico, pues finalmente se rompe un sistema vigente desde
Augusto y que había estado poco a poco sentando las bases para este momento. La falta de acción de unos emperadores,
enfrascados en sus guerras civiles o con los invasores bárbaros, que drenaban grandes cantidades de dinero de las arcas
imperiales, provocó que los intentos por salvar el sistema monetario (con la creación de dos nuevas monedas) y fiscal,
se quedaran en saco roto. Aunque bien es verdad que, en el tránsito entre sistemas al que podemos rebajar la crisis
económica del III, Aureliano fue el único que pudo marcar el camino para llegar hasta Diocleciano.
5. Al mismo tiempo se produce un fuerte cambio en la estructura social, que cercenará el poder del orden senatorial en
favor de los poderosos ecuestres, dándoles los cargos civiles y militares de más alto rango, que hasta ahora había ocupado
los primeros. El ascenso de estos dentro del nuevo estamento militar es uno de los caldos de cultivo de la anarquía, pues
algunos de los usurpadores alzados por sus tropas formaban parte de esta clase social. También la ruptura del tradicional
sistema de esclavitud romana y la concesión de la plena ciudadanía a todos los habitantes del Imperio, fue un punto
determinante que diferencia las épocas ante crisis y post crisis.
6. También la crisis espiritual de los contemporáneos se puede considerar desde el punto de vista de aquello que genera
un Imperio dividido. La religión romana empieza a ver temblar seriamente sus pilares durante el siglo III, cuando
aumenta el número de partidarios de los cultos paganos procedentes de Oriente (mitráicos, al Sol, cristianos, etc.) hasta
tal punto que el propio emperador Aureliano instaura, no solo un culto hacia su persona que muestra la deriva a un
sistema autoritario y personal, sino también el culto al Sol como religión oficial. Las luchas y persecuciones sucesivas
contra los cristianos, de menor o mayor intensidad, que llevan a cabo ciertos emperadores como Decio o Valeriano,
contrastan con el desinterés sobre este grupo de otros como Galieno, ya que seguía siendo minoritario entre los romanos,
pero con unas estructuras de poder que se estaban haciendo hueco entre los personajes más influyentes del panorama.
7. A esto se le suma la obvia división territorial. Las distintas provincias muestran diferencias significativas entre sí que
las hacen singulares para su estudio, pero al mismo tiempo ineludibles del conjunto del Imperio. Estas diferencias fueron
las responsables de la primera fragmentación reconocida del Imperio, que, durante un plazo de entorno a catorce años,
dividió en tres el territorio, produciéndose la restauración de la integridad territorial por parte de Aureliano (274).
Por mucho que se quejaran y lamentaran los autores contemporáneos, los gobernantes y el pueblo romano en general
sobre la situación que les tocó vivir y pidieran a los dioses volver a una normalidad perdida, lo cierto es que los tiempos
que mantuvieron intacta la esencia original del Imperio desaparecieron para siempre con la crisis del siglo III, pues no
se puede volver al pasado, pero sí se puede aprender de él y es quizá lo que parece que trataron de hacer los emperadores
el siglo IV, ya no tanto los del V. Es posible que lo que denominamos como Bajo Imperio sea lo que podemos considerar
como la oportunidad perdida de un sistema o prolongación innecesaria de un final anunciado ya desde el siglo III, pero
que se vio aplazado por las agallas de algunos gobernantes que dieron lo mejor de sí por mantener unido un territorio
inmenso, tan difícil de gestionar como su legado y experiencia de este período que, como bien dice el título de esta
conclusión, supuso un antes y un después en la historia de Roma y del mundo.

48
12.BIBLIOGRAFÍA

- ARCE, Javier; España entre el mundo antiguo y el mundo medieval, Madrid, Taurus, 1988.
- ALFÖLDY, Géza; Nueva historia social de Roma, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2012.
- ALFÖLDY, Géza; “The Crisis of the Third Century as seen by Contemporaries”, GRBSt, 15, Durham, Duke
University, 1974, pp. 89-111.
- BLANCO GARCÍA, Juan Francisco; “El sistema monetario en el siglo III d.C. Crisis y reformas”, Revista de
Arqueología¸ Nº 64 (1986).
- BLÁZQUEZ, José María; El Imperio y las invasiones: desde la crisis del siglo III al año 500, Madrid, [s.n.],
1973.
- BLOIS, Lukas de; The policy of the emperor Gallienus, Leiden, Brill, 1976.
- BRAVO, Gonzalo; “¿Crisis del Imperio romano? Desmontando un tópico historiográfico”, Vínculos de
Historia, 2 (2013), pp. 13-26.
- ----- y GONZÁLEZ, Raúl (eds.); “La percepción de la(s) crisis del siglo III y la respuesta del gobierno imperial:
¿un nuevo discurso o cambio de paradigma?”, Crisis en Roma y soluciones desde el poder, Madrid – Salamanca,
Signifer Libros, 2016.
- -----; “¿Humillación de los vencidos? Cambios en la diplomacia imperial a mediados del siglo III d.C.”,
Conquistadores y conquistados: relaciones de dominio en el mundo romano: Actas del XI Coloquio de la
Asociación Interdisciplinar de Estudios Romanos, Signifer, Madrid, 2014, vol. 43, pp. 185-199.
- -----; “¿Otro mito historiográfico? La crisis del siglo iii y sus términos en el nuevo debate”, STUDIA
HISTORICA: HISTORIA ANTIGUA USAL, 30 (2012), pp. 115-140.
- -----; Poder político y desarrollo social en la Roma Antigua, Madrid, Taurus, 1989.
- CHABANIS, Petter; “Observations on the Transformation of the Roman World in the Third Century and the
Question of the Fall of the Empire” en ANRW II.2, Berlín-Nueva York, 1975, pp. 552-559.
- CIZEK, Eugen; L'empereur Aurélien et son temps, Paris, Les Belles Lettres, 1994.
- DE SAINTE CROIX, G. E. M.; La lucha de clases en el mundo griego antiguo, Barcelona, Crítica, 1988.
- DUNCAN-JONES, Richard; The economy of the Roman Empire: Quantitative studies, London, Cambridge
University Press, 1974.
- ESTIOT, Sylviane; “The later Third century”, en METCALF, William E. (Edit.); The Oxford hand book of the
Greek and Roman coinage, Oxford, 2012, pp. 538-560.
- FERNÁNDEZ UBIÑA, José; La crisis del siglo III: realidad histórica y distorsiones historiográficas,
Madrid, Fundación de Investigaciones Marxistas, 1998.
- -----; La crisis del siglo III y el fin del mundo antiguo, Madrid, Akal, 1982.
- FERNÁNDEZ URIEL, Pilar y VÁZQUEZ HOYS, Ana María; Diccionario del mundo antiguo: Próximo
Oriente, Egipto, Grecia y Roma, Madrid, Alianza Editorial, 1994.
- FERNÁNDEZ URIEL, Pilar; Historia de Roma¸ Vol. II, Madrid, UNED, 2001.
- GARCÍA, Carlos G.; “Roma: La crisis del siglo III y el modo de producción tributario”, Anales de Historia
Antigua, Medieval y Moderna, Vol. 35-36, Buenos Aires, 2003.
- GIBBON, E.; Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, Barcelona, Clásica Maior, 2008.
- GLARE, P. G. W.; Oxford Latin dictionary, Nueva York, Oxford University Press, 1982.
- GÓMEZ ESPELOSÍN, Francisco Javier; Diccionario de términos del mundo antiguo, Madrid, Alianza
Editorial, 2005.
- HARTMANN, Udo; “What was it like to be a Palmyrene in the age of crisis? Changing Palmyrene identities in
the third century AD”, en KROPP, Andreas and RAJA, Rubina; The world of Palmyra, Scientia Danica. Series
H, Humanistica, Vol, 6, Copenhague, 2016, pp. 53-69.
- HECKSTER, Oliver, KLEIJN, Gerda de, SLOOTJES, Daniëlle (editores); Crisis and the Roman Empire,
Koninklijke, Brill, 2007.
- HOMO, Léon; Essai sur le règne de l'Empereur Aurélien (270-275), Roma, L'Erma, 1967.
- HURLEY, Patric; “Some thoughts on the Emperor Aurelian as Persecutor”, Classical World, 116, Nº1 (2012),
pp. 75-89.
- JONES, A. H. M.; The Roman economy: studies in ancient economic and administrative history, Oxford,
Blackwell, 1974.
- LE GLAY, Marcel; Grandeza y caída del Imperio Romano, Madrid, Cátedra, 2002.

49
- LIEBESCHUETZ, John Hugo Wolfgang Gideon; Continuity and change in Roman religión, Oxford, Clarendon
Press, 1979.
- LÓPEZ GOBERNADO, Carlos J.; “La crisis económica del siglo III en Roma”, Cont4bl3, Nº. 47 (2013), pp.
19-21
- LUTTWAK, Edward N.; The grand strategy of the Roman Empire from the first century AD to the third,
Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1976.
- MACMULLEN, R.; Roman Goverment’s Response to crisis. A.D. 235-337, Yale, Yale University press, 1976.
- MAZZA, Mario; Lotte sociali e restaurazione autoritaria nell III secolo D.C., Roma, Laterza, 1973.
- PETIT, Paul; Histoire générale de l'Empire romain. 1. Le Haut-Empire (27 avant J.C. – 161 aprés J.C.), Paris,
Éditions du Seuil, 1974.
- -----; Histoire générale de l'Empire romain. 2. La crise de l'Empire (161-284), Paris, Éditions du Seuil, 1978.
- -----; “Le IIe siècle après J.-C.: État des questions et problémes” en ANRW II.2, Berlín-Nueva York, 1975, pp.
354-380.
- PICÓN, Vicente y CASCÓN, Antonio; Historia Augusta, Madrid, Akal / Clasica, 1989.
- REMONDON, Roger; La crisis del Imperio romano. De Marco Aurelio a Anastasio, Barcelona, Editorial Labor,
1967.
- REQUENA JIMÉNEZ, Miguel; Lo maravilloso y el poder: los presagios de imperio de los emperadores
Aureliano y Tácito en la "Historia Augusta", Valencia, Universitat de València, 2003.
- SANTOS YANGUAS, Narciso; El cristianismo en el marco de la crisis del siglo III en el Imperio romano,
Oviedo, Universidad, Servicio de Publicaciones, 1996.
- SOUTHERN, Patricia; The Roman empire from Severus to Constantine, London, Routledge, 2001.
- SOTGIU, Giovanna; “Aureliano (1960-1972)” en ANRW II.2, Berlín-Nueva York, 1975, pp. 1040-1061.
- SPEAKE, Graham (edit.); Diccionario Akal de historia del mundo antiguo, Madrid, Akal, 1999.
- WATSON, Alaric; Aurelian and the Third Century, London, Routledge - Taylor & Francis, 2004.
- WILLIAMS, Stephen; Diocletian and the Roman recovery, London, 1985.

50

Vous aimerez peut-être aussi