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1. INTRODUCCIÓN
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Las primeras noticias que se tienen sobre la existencia del Arte levanti-
no se remontan a 1892, merced a un artículo de E. Marconell. No será has-
ta 1903 cuando se inicie su estudio científico. J. Cabré, alentado por el abate
Breuil y el reconocimiento internacional del Arte paleolítico cantábrico, ini-
cia trabajos sistemáticos en las estaciones de Barranco de Calapatá (Teruel),
definiendo estas representaciones como un arte paleolítico específico de la
región. El propio Breuil, contribuyó a cimentar esta interpretación con su la-
bor, impulsada desde el Instituto de Paleontología Humana de París. La tó-
nica de esta primera fase de investigación del Arte Levantino estuvo domina-
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HiSTORJOGRAFlA DE LA PREHISTORIA ESPM10LA: EL P OS?ALEOLfTICO
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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HlSTORIOGRAFlA DE LA PREHiSTORiA ESPM~OLA: EL POSPALEOLlTICO
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PREIIISTORJA RECIENTE DE LA P ENíNSULA lBIORJCA
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HISTORJOGRAFÍA DE LA PREHJSTORJA ESPAÑOLA: EL POSPALEOLITfCO
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA lB~RlCA
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HISTORIOGRAFíA DE LA PREHISTORIA ESPAriiOLA: EL POSPALEOLlTICO
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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HisToRloGRAFiA o E LA PREHISTORIA ESPAliiOLA: EL PosPALEOLfTico
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA lBÉRJCA
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HlSTORiOGRAF.u\ DE. LA PREHISTORIA ESPAÑOLA: EL POSPALEOLfTlCO
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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HlSTORIOGRAFfA DE LA J>ntiliHISTOR1A ESPAl'~ClA: EL POSPALEOLfTICO
Figura 4. Recreación del poblado fortificado de Los Millares (según Miguel Salvatierra
Cuenca, tal como se exhibe en el centro de recepción de visitantes de Los Millares). La nueva
concepción del espacio público y las infraestructuras del asentamiento, aparentemente una
ruptura respecto a los asentamientos neolíticos, llevó a que los primeros investigadores que
estudiaron el Calcolítico peninsular buscaran paralelos en el ámbito del Mediterráneo oriental.
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
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HiSTORIOGRAFJA DE LA PREHlSTORIA ESPAI~OLA: EL P OSPALEOLiTICO
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PREHISTORIA RECiENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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HiSTORJOGRAFÍA DE LA PREHISTORIA ESPM~OLA: EL P OSI'ALEOLÍTICO
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PREHISTORJA RECIENTE DE LA PENINSUL.A lB~RJCA
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HISTORJOGRAF!A DE LA PREIUSTüRIA ESPAÑüLA: EL PüSPALEOL!TICO
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENINSULA lBtRICA
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HISTORIOGRAFÍA DE LA PREHlSTORIA ESPAÑOLA: EL POSPALEOUTICO
a) Hiperdifusionistas.
b) P. Bosch i Gimpera nunca trató sobre temas de Prehistoria re-
ciente.
e) Interpreta el registro en términos de la Teoría de los Círculos Cultu-
rales.
d) P. Bosch i Gimpera niega la existencia del Calcolítico, considerando
que se trata de la fase final del Neolítico.
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PREHJSTORIA RECIENTE DE LA PENINSULA IB~RJCA
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L.
HISTORJOGRAFfA DE LA PREHISTORIA ESPAÑOLA: EL PosPALEOLÍ TJc o
10. Señale cual de los siguientes temas NO es una de las líneas de investi-
gación más destacadas en el estudio de la Edad de Hierro en la penín-
sula ibérica:
Solución a los ejercicios: le, 2d, 3d, 4c, Se, 6a, 7a, 8d, 9b, lOe
BIBLIOGRAFÍA
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TEMA2
EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN
LA PENÍNSULA IBÉRICA, BALEARES Y CANARIAS: EL HOLOCENO
Jesús F. Jordá
l. INTRODUCCIÓN
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
1
Ma = millones de años.
2cal BP = años calibrados antes del presente (Befare Present). Hacen alusión a años de calendario
obtenidos a partir de la calibración de fechas radiocarbónicas convencionales.
3 ka = miles de años.
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EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA PENíNS ULA ffiÉRICA, BALEARES Y C ANARIAS ...
2. EL HOLOCENO
2.1. Definición, límite inferior y divisiones
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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y S,728 años cal BP; Subboreal, entre 5728 y 2728/2476 años cal BP; y
Subatlántico, entre 2728/2476 años cal BP y el presente. Los periodos Bo-
real y Atlántico se suelen agrupar en lo que se denomina Óptimo Climático
Holoceno, mientras que el Subboreal y el Subatlántico se reúnen en un pe-
riodo más amplio llamado Neoglaciación.
Esta escala se encuentra actualmente en desuso y cada vez se tiende
más a dividir el Holoceno en tres unidades menores con carácter informal:
Holoceno inferior o temprano, Holoceno medio y Holoceno superior o re-
ciente (Fig. 1). El Holoceno temprano comprendería desde su límite in-
ferior (11784 años cal BP) hasta los 9000 años cal BP y comprendería las
cronozonas Preboreal y Boreal. El Holoceno medio alcanzaría hasta los
5000 años cal BP e incluiría el evento frío acontecido en el 8200 cal BP o
evento 8.2 y la cronozona Atlántico y parte de la Subboreal. El Holoceno
reciente se extendería desde los 5000 años cal BP hasta la actualidad, in-
cluyendo las cronozonas Subboreal y Subatlántico.
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
La primera parte del Holoceno (11784- 5000 años cal BP), que incluye
el Holoceno temprano y medio, se caracteriza por un clima seco a lo largo
del cual se observan tendencias de ascenso térmico y de aumento de hume-
dad. Así, en la cronozona Preboreal (11784 - 10189 años cal BP) el clima
era todavía relativamente frío y seco, con tendencia al atemperamiento y
con desarrollo de formaciones preforestales en la Europa mediterránea
y de bosques de coníferas acompañadas de abedules y avellanos en la Eu-
ropa atlántica. Sigue la cronozona Boreal (10189 - 9004/8776 años cal BP),
periodo seco y cálido en el que continuó el ascenso térmico, con desarrollo
del bósque mediterráneo y retroceso de los bosques de coníferas en la Eu-
ropa atlántica a favor de la implantación de especies forestales como ave-
llanos, robles y encinas. En la cronozona Atlántico (9004/8776- 5728 años
cal BP) las temperaturas y las precipitaciones aumentaron hasta superar
las actuales, lo que conllevó un aumento de la cobertura vegetal alcanzán-
dose la máxima extensión del bosque mediterráneo en la Europa medite-
rránea y una progresión de los bosques de robles en la Europa atlántica. El
final del Holoceno medio incluye los primeros 1000 años de la cronozona
Subboreal (5728 - 2728/2476 años cal BP), con un clima ligeramente más
seco y cálido que el anterior.
Esta primera parte del Holoceno coincide con el llamado Óptimo Cli-
mático Holoceno, periodo que se extiende hasta hace 4750 años, durante
el cual tuvo lugar un importante aumento de las temperaturas y de las pre-
cipitaciones que llegaron a superar las actuales. Esta mayor humedad pro-
pició la aparición de un paisaje de sabana en extensas áreas de África, con
desarrollo de grandes lagos y de sistemas fluviales interconectados con zo-
nas pantanosas en el área del Sahel y del Sáhara. El lago de Chad, que ha-
bía desaparecido durante la última glaciación, se instaló de nuevo con una
extensión muy superior a la actual. Lo mismo ocurrió en las estepas asiáti-
cas, donde los lagos se extendieron en las actuales zonas desérticas de Ra-
jastán y de Arabia. América experimentó también una época muy húmeda
con gran desarrollo fluvial debido a la intensidad de las precipitaciones.
Dentro de esta primera parte del Holoceno, entre 8400 y 8000 años cal
BP, tuvo lugar una fuerte caída de las temperaturas y una aridez extrema
que alcanzó su máximo hacia los 8200 años cal BP. Se trata del conocido
como evento 8.2 en el que la temperatura media de Groenlandia descendió
6° C, aunque sin alcanzar los valores del Pleistoceno superior. La causa de
esta perturbación fue una brusca entrada de agua dulce fría en el Atlánti-
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EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA PENÍNSULA IBÉRICA, BALEARES Y CANARIAS ...
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
4
BC = Befare Christ, es decir, años antes del nacimiento de Cristo.
5 BP = Befare Present, es decir, años antes del presente. Con ánimo de simplificar, en este texto
utilizaremos años BP para referirnos siempre a años de calendario contados hacia atrás desde 1950
AD, por lo que las expresiones en años BP serán equivalentes a la denotadas como años cal BP.
AD = Anno Domini, es decir, años después del nacimiento de Cristo.
EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA P REHISTORIA RECIENTE EN LA PENÍNS ULA IBÉRICA, BALEARES Y CANARIAS . . .
En los algo más de los 11000 años de duración del Holoceno, sobre el
territorio de Iberia, Baleares y Canarias tuvieron lugar una serie de proce-
sos geodinámicos que modificaron en mayor o menor medida la configu-
ración alcanzada al final del Pleistoceno, procesos que en muchos casos
prosiguen en la actualidad y son responsables del aspecto actual de los te-
rritorios que nos ocupan (Figs. 2, 3 y 4). Entre los principales procesos que
retocarán la configuración pleistocena de Iberia, Baleares y Canarias se
Figura 2. Imagen de satélite de la península ibérica y las Islas Baleares (fuente: Google Earth) .
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA P ENÍNSULA IBÉRICA
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EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREIDSTORIA RECIENTE EN LA PENÍNSULA IBÉRICA, BALEARES Y C ANARIAS . . .
Al final del Dryas reciente el nivel del mar en las costas de Iberia, Ba-
leares y Canarias se encontraba unos 60 m por debajo del actual y durante
todo el Holoceno fue experimentando sucesivos ascensos (transgresiones)
y descensos (regresiones) hasta alcanzar la situación actual (Fig. 5). La
curva de oscilación del nivel del mar muestra una cierta estabilización so-
bre -60 m hasta hace 10800 años BP, momento en el que experimentó un
brusco ascenso hasta alcanzar -30 m, seguido de un rápido descenso has-
ta -60 m hacia los 10700 años BP. La curva continúa de forma ascenden-
te con oscilaciones de 5 a 1O m arriba y abajo pero con tendencia general
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
ascendente, hasta llegar a - 30 m sobre 9400 años BP. Sigue con una caí-
da y un ascenso hasta - 20 m hacia los 9000 años BP, a los que siguen un
nuevo descenso y un ascenso hasta los 7900 años BP, ascenso relacionado
con el evento 8.2 antes descrito. A partir de ahí la curva se estabiliza con
tendencia ascendente hasta llegar a - 1O m hace 7000 años BP, transgresión
que en algunos puntos del litoral peninsular, como la costa vasca, pare-
ce que superó en uno o dos metros el nivel del mar actual sobre 6000 año
BP. Es lo que se conoce como máximo de la transgresión flandriense . De
nuevo la curva experimenta un ligero descenso hasta alcanzar - 30m hace
5000 años BP, al final del Holoceno medio . A partir de ese momento la
curva sufrirá un suave ascenso con mínimas pulsaciones regresivas has-
ta alcanzar el nivel actual. El resultado del ascenso holoceno del nivel del
mar es la sucesiva pérdida de superficie emergida que se observa en Ibe-
ria y Baleares, sobre todo en algunas costas de la península, como la can-
tábrica y la mediterránea oriental, hasta llegar a la configuración costera
actual (Fig. 6).
nivel del mar a- 70 m, 11800 años BP nivel del mar a - 50 m, 9200 años BP
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EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA PENíNSULA ffiÉRICA, BALEARES Y C ANARIAS . . .
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ka BP
Figura 7. CUIVas de alta resolución que muestran las variaciones de la temperatura durante
el Holoceno. En rojo, cUIVa de las variaciones de la temperatura media anual de la superficie
del mar (TSM) para los últimos 14000 años obtenida a partir del estudio de las alquenonas
(sustancias excretadas por unos microorganismos bentónicos denominados cocolitos) del
testigo procedente del sondeo MD95-2043 del fondo del mar de Alborán al sureste de Málaga
(elaborado a partir de Cacho et al., 2001). En azul, curva de las variaciones del 18 0 obtenida del
testigo de hielo del sondeo GISP2 (elaborado a partir de Grootes et al. 1993 y Meese et al. 1994).
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Ma r
Mediterráneo
o 250 km
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- Zona Canléboea
Zona Astl.J'ocadenlal-
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CORDIL L ERA IBÉRICA y
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CuencasCei'IOZOIC85
leonesa - Cobertera Meso-Cenozoa
- Cobene<a Meso-Cenozooca
Basameokl de la Zona Axial Basamenb Vansco Cotle<le<a Mesozooca
- Zooa Centrobenca poco o nada deformada
- ZonadeO,saMorena CORDILLERA BÉTICA
- Zona Cantéhoca y BA LE ARES
ZonaAsturot:adefltal-
- ZonaSurportuguesa leotoesa - CorcileraBéb:a (s l)
Cuencas Cer'~Ck.""'icas
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Foto 2. Depósitos fluviales de tipo barra en Foto 3. Depósitos fluviales de tipo barra de
el río Ebro a la altura del poblado ibérico de meandro en el paraje de Penascosa del río
El Castellet de Banyoles (Tivissa, Tarragona) Coa (Portugal) (foto Jesús F. Jordá) .
(foto Jesús F. Jordá).
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o 2
LEYENDA:
IHTERFLWIOS
OEPOSITOS FllNIALES
S CURSOS FLlNIAlES
Figura 9. Evolución paleogeográfica del río Duero en la ciudad de Zamora durante el Rolo-
ceno: 1) inicio del Holoceno; 2) Holoceno inferior-medio; 3) Holoceno superior; 4) Momento de
ocupación de La Aldehuela; 5) situación actual (tomado de Jordá Pardo 2010).
y medianos, como ocurre con el río Duero a su paso por Zamora, don-
de en la primera parte del Holoceno el Duero ocupaba un brazo fluvial
ahora abandonado (Fig. 9) y donde las avenidas fluviales condicionaron
la vida en un poblado de la 1 Edad del Hierro situado en la terraza más
baja. También son frecuentes las avenidas históricas cuyos testimonios se
detectan por la presencia de potentes depósitos arenosos que en ocasio-
nes se encuentran por encima de estructuras antrópicas de épocas histó-
ricas como se documenta en la ciudad de Sevilla, donde el curso de Gua-
dalquivir también sufrió numerosos cambios de trazado a lo largo del
Holoceno (Fig. 10).
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
LEYENDA
CAUCE fl UVIAL DEL
GUAOAl.OUMR (1956)
D BARRAS DE MEANDRO
RECII:NTES
D l.l.ANL!RAAl.lMAl
TERRAZABAJA{T13)
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ENCAI.JZAMIENTO ARTlftCIAL
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P PARlAMENTO
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6.
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EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREIDSTORIA RECIENTE EN LA PENÍNSULA IBÉR1CA, BALEARES Y CANARIAS .. .
Foto 4. Farallón rocoso del cerro San Cle- Foto S. Vert iente regularizada al pie del
mente, resto de un relieve estructural so- farallón rocoso de La Peña de Estebanvela
bre calizas, al pie del cual se ha formado (Ayllón, Segovia) que posteriormente ha su-
una vertiente regularizada por procesos de frido un proceso de incisión con desarrollo de
sedimentación de tipo gravedad-vertiente un pequeño barranco (foto Jesús F. Jordá) .
(Barrio de Arriba, Valle de Losa, Burgos)
(foto Jesús F. Jordá).
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Figura 11. Evolución geomorfológica del cerro del castillo de Alfambra: 1, Regularización de
la vertiente durante la Época Fría del Hierro; 2, Procesos de incisión fluvial en la vertiente
y en el fondo del valle durante el Periodo Húmedo Ibero-Romano y el Óptimo Climático
Medieval; 3, Nueva fase acumulativa en el fondo de las cárcavas y de los barrancos durante
la Pequeña Edad de Hielo; 4, Procesos de incisión actuales (tomado de Burillo et al. 1981).
en laderas hace que los materiales sueltos de estas, sin protección vege-
tal, sean movilizados pendiente abajo, dando lugar a cárcavas y barran-
cos en las laderas y a enormes acumulaciones de sedimentos en las zonas
bajas (morfogénesis acelerada) , que en ocasiones sellan yacimientos proto-
históricos y romanos de cierta entidad (Foto 6). En la actualidad, en áreas
de montaña de las cordilleras y del interior peninsular, es frecuente la for-
mación de clastos por procesos de hielo-deshielo, mientras que en las zo-
nas bajas, la incisión fluvial predomina en las zonas de clima mediterrá-
neo, con desarrollo de cárcavas y barrancos, sobre todo por la influencia
antrópica, e incluso en las zonas atlánticas si el suelo se ve desprovisto de
su cubierta vegetal por la acción humana.
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Foto 7. Laguna desarrollada en una zona de mal drenaje sobre una terraza alta del río Cea
en las proximidades de El Burgo Ranero (Léon) (foto Jesús F. Jordá).
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRlCA
1$00
1000
~Mudnlna
SOOa.C.
1000
CJ Periodo Meo
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mayor lltldat~
Pedodolin o humedad
Figura 12. Principales fases húmedas y áridas reconstruidas en los lagos kársticos de
Zoñar (Guadalajara), Estanya (Huesca) y Taravilla (Córdoba) y periodos de mayor aporte
de sedimentos elásticos durante los últimos 3000 años: PCM (Periodo Cálido Medieval), PEH
(Pequeña Edad de Hielo), BEM (Baja Edad Media), PHIR (Periodo Húmedo Ibero-Romano)
(tomado de Valero Garcés et al. 2009).
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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global como regional (Óptimo Climático Holoceno, Época Fría del Hierro,
Período Húmedo Ibero-Romano y Pequeña Edad de Hielo) (Fig. 13).
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Foto 11. Depósitos arenosos de la playa de la pequeña ensenada de Bañugues (Gozón, Asturias)
situada en la desembocadura de un pequeño curso fluvial (foto Jesús F. Jordá).
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Foto 14. Acantilados, playa y dunas de Foto 15. Depósitos de fango en el estuario
Laga en la zona abierta al mar de Urbaibai de la ría de Villaviciosa (Asturias).
(Vizcaya) (foto Jesús F. Jordá).
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
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EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA P REHISTORIA RECIENTE E N LA PENÍNSULA IBÉRICA, BALEARES Y C ANARIAS . ..
O·
8000 años BP
2500 años BP
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Foto 21. Paisaje fuertemente antropizado Foto 22. Lago de Carucedo en El Bierzo
en la explotación aurífera romana de (León) , generado por la acumulación de las
Las Médulas (Las Médulas, León) aguas de lavado de los materiales auríferos
(foto Jesús F. Jordá). de la explotación de Las Médulas en una
balsa artificial de decantación de lodo
(foto Jesús F. Jordá) .
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72
EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA P REHISTORIA RECIENTE EN LA PENíNSULA IBÉRICA, B ALEARES Y C ANARIAS . ..
norte como del sur de Iberia y que se reconoce muy bien en los registros ma-
rinos. Esta crisis de aridez pudo ser la responsable del desplazamiento de los
grupos de cazadores recolectores hacia zonas con una mayor disponibilidad
de agua. Las condiciones al inicio del Holoceno fueron más húmedas que en
el Holoceno superior, si bien con variaciones en cuanto a su aparición en las
distintas regiones de Iberia pues en la mitad norte el máximo de humedad se
dio con anterioridad a los 8000 años BP, mientras que en la Iberia mediterrá-
nea este máximo tuvo lugar entre 7000 y 6000 años BP. A partir de estos mo-
mentos, todos los registros marinos y continentales indican un aumento gene-
ralizado de la aridez que alcanzó su máximo hacia 4500 - 2800 años BP, crisis
de aridez que, junto a la sobreexplotación antrópica de los recursos naturales,
algunos autores relacionan con el llamado colapso de la cultura argárica.
Durante los últimos tres mil años, los registros sedimentarios de lagos
y turberas permiten detectar el Periodo Húmedo Íbero-romano, con un au-
mento de la humedad localizado entre 2600 y 2140 años BP, una etapa de
aridez situada entre 2140 y 1800 años BP y coincidente con el periodo im-
perial romano, y un episodio de gran humedad entre 1800 y 1600 años BP,
que es el más húmedo acontecido en Iberia en los últimos 3500 años. El lla-
mado Óptimo Climático Medieval (550- 1300 AD) aparece registrado en la-
gunas y turberas, donde se detectan aumentos de temperatura y de aridez
y veranos muy cálidos en la zona pirenaica. Con la Pequeña Edad de Hielo
(1300-1850 AD) se produce un descenso de las temperaturas en Iberia, mar-
cado por el crecimiento de los glaciares pirenaicos y béticos, y un incremen-
to de las precipitaciones que produce la recarga hídrica de lagos y lagunas y
el aumento de las avenidas fluviales . Durante este periodo se producen suce-
siones de años de extrema aridez interrumpidas por años con fuertes lluvias
que producen inundaciones. Hacia finales de la Pequeña Edad de Hielo tie-
ne lugar el llamado año sin verano de 1816 en el que los agricultores de Ibe-
ria sufrieron una dramática disminución de sus cosechas. A partir de media-
dos del siglo XIX dan comienzo los registros instrumentales de los diferentes
parámetros climáticos que, con relación a las temperaturas marcan un pro-
gresivo y significativo aumento de estas hasta llegar a los valores actuales.
Respecto a la vegetación holocena, el comienzo del Holoceno trajo con-
sigo la rápida introducción de taxones termófilos que paulatinamente van
ganando terreno a las especies frías del Pleistoceno. Los bosques de coní-
feras de climas fríos y secos se ven sustituidos por otros de frondosas pro-
pios de climas húmedos y cálidos.
73
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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Figura 17. Diagrama polínico de la laguna de Lucenza (Lugo) que muestra los cambios de
vegetación acontecidos en Galicia al inicio del Holoceno (tornado de Carrión et al. 2012).
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EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA PENÍNSULA IBÉRICA, BALEARES Y CANARIAS .. .
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Figura 18. Diagrama polínico de la turbera de Lleguna (Sanabria, Zamora), que muestra
los cambios de vegetación acontecidos en el noroeste de la Meseta al inicio del Holoceno
(tomado de Carrión et al. 2012).
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
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Figura 19. Diagrama antracológico del yacimiento prehistórico del Tos sal de la Roca
(Alicante) en el que se observan los cambios de vegetación producidos en el tránsito del
Pleistoceno superior al holoceno (tomado de Carrión et al. 2012).
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EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREHISTORJA RECIENTE EN LA PENÍNSULA IBÉRJCA, BALEARES Y CANAR1AS ...
77
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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como las sierras de Gádor (Almería) y de Baza (Granada) (Fig. 21), los pina-
res no serán sustituidos por formaciones forestales dominadas por Quercus
hasta bien avanzado el Holoceno, en tomo a 6000 y 2600 años BP, respecti-
vamente. En este contexto, el avance de Quercus y otras angiospermas parece
haber sido favorecido por la frecuencia de incendios en la zona. A partir del
Holoceno superior se observa la aridificación de las condiciones ambientales,
que unida al impacto antrópico sobre el paisaje vegetal, conduce a un nota-
ble descenso de la cobertura arbórea, como ocurre en el área de influencia de
la cultura de El Argar (4,4- 3,5 ka cal BP), con desarrollo de de especies xeró-
filas adaptadas al pastoreo, al fuego y a la sequía, que acabará dando lugar al
conocido colapso de la cultura argárica. La deforestación antrópica median-
te incendios prosigue en la Iberia mediterránea durante la cultura ibérica y la
época romana, a la par que comienza la implantación del olivo y la vid, que
se detecta en época ibérica y alcanza su expansión durante la romanización.
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EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA PENÍNSULA IBÉRICA, BALEARES Y CANARIAS ...
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA lBÉRJCA
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Figura 22 . Esquema geológico de las Islas Baleares con indicación de las isobatas
de 800 y 2000 m que muestran el Promontorio Balear y de la falla que desplaza
hacia el E a Menorca (tomado de Meléndez Hevia, 2004).
80
EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA PENÍNSULA IBÉRI CA, BALEARES Y C ANARIAS ...
Foto 24. Desembocadura del Torrent de Pa- Foto 25. Paleodunas pleistocenas de Caló
reis en el mar. Se trata de un profundo cañón des Moro, en la costa este de Mallorca
kárstico encajado en la sierra de Tramunta- (foto Pedro Robledo).
na, en la costa norte de la isla de Mallorca
al pie del Puig Major, máxima cota de la isla
(foto Pedro Robledo).
81
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
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EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA PENÍNSULA IBÉRICA, BALEARES Y CANARIAS ...
Foto 28. Playa y dunas holocenas de Es Foto 29. Albufera y playa de Ses Salines
Trenc, en la costa sur de la isla de Mallorca en el extremo sur de la isla de Ibiza (foto
(foto Pedro Robledo). Pedro Robledo) .
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Foto 32. Acantilados y calas en la plata- Foto 33. Paleopolje de Es Clot de d'Aubarca
forma carbonatada miocena de Santanyí, en Lluc, en la zona central de la sierra de
en la costa sureste de la isla de Mallorca Tramuntana (Mallorca) (foto Pedro Robledo).
(foto Pedro Robledo).
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EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA PENÍNSULA IBÉRICA, BALEARES Y CANARIAS ...
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85
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Las Islas Canarias son un archipiélago constituido por siete islas mayo-
res que de más antiguas a más recientes son: Fuerteventura (21 Ma), Lanza-
rote (16 Ma), Gran Canaria (15 Ma), La Gomera (14 Ma), Tenerife (7,5 Ma),
La Palma (3 Ma) y El Hierro (1,5 Ma) (Fig. 24). Se trata de una serie de edifi-
cios volcánicos generados durante el Neógeno y el Cuaternario, dispuestos so-
bre el fondo oceánico que se encuentra a profundidades entre 4000 y 2000 m .
De todos ellos, el edificio que alcanza la cota más alta es El Teide (Foto 35),
con 3718 m sobre el nivel del mar, pero que en realidad es una pirámide vol-
cánica de más de 7 km de altura considerando su parte sumergida.
La parte sumergida de estas islas está formada por el llamado complejo
basal, constituido por lavas almohadilladas, enjambres de diques y cámaras
magmáticas, que únicamente aflora en superficie en Fuerteventura, LaGo-
mera y La Palma. Sobre estos complejos basales se emplazan en sucesivas
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EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA PENl NSULA IBÉRICA, BALEARES Y C ANARIAS . ..
Figura 24. Esquema geológico de las Islas Canarias con indicación de las isobatas, los
complejos basales que afloran en superficie en color verde y las edades en Ma de las partes
emergidas de las islas (tomado de Meléndez Hevia, 2004).
87
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
en 1730 existió una actividad de este tipo que duró unos seis años. Este tipo
de erupciones da volcanes en escudo, muy extensos y de perfil suave. Las
erupciones estrombolianas se producen con magmas más viscosos, que dan
lugar a coladas de lavas cardadas (Foto 36) y en los que la desgasificación
produce explosiones que generan proyecciones de piroclastos, los cuales se
van acumulando en tomo al punto de emisión configurando un edificio más
o menos cónico sobre el que se acumulan sucesivas capas de piroclastos
(Foto 37), dando lugar a un estratovolcán, como es el caso del Teide, forma-
do por erupciones de los últimos 150 ka, o del volcán Teneguía, en La Palma,
que se formó durante 24 días del año 1971. Por último, las erupciones pelea-
nas se producen cuando el magma está ya más frío y tiene una gran visco-
sidad, por lo que está prácticamente consolidado al llegar al final de la chi-
menea volcánica, donde los gases que contiene la lava, que se encuentran
comprimidos a presiones enormes, escapan de forma fuertemente explosi-
va generando una nube ardiente formada por gases incandescentes y cenizas
volcánicas, las cuales se acumulan formando depósitos piroclásticos muy ca-
racterísticos, que también se encuentran en las Islas Canarias.
En la actual configuración de las Islas Canarias han intervenido también
los hundimientos gravitatorios de los techos de las cámaras magmáticas,
como es el caso de Fuerteventura, La Gomera y La Palma, lo que permite el
afloramiento en superficie de los complejos basales antes citados. Otros fe-
nómenos frecuentes en las islas son los deslizamientos, que se producen por
desequilibrios gravitatorios en las fuertes pendientes de las laderas de los
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EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA PENíNSULA ffiÉRJCA, BALEARES Y C ANARIAS . ..
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PREHISTORlA RECIENTE DE LA PENÍNSULA lBÉRlCA
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EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA PENÍNSULA IBÉRICA, BALEARES Y CANARIAS . . .
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
En cuanto a los depósitos fluviales, han sido poco estudiados en las Ca-
narias, si bien, una densa red de barrancos fuertemente encajados surca
las islas desde las cotas más altas hasta el mar. Estos barrancos presentan
el fondo cubierto por aluviones recientes en sus tramos medios y bajos y
actualmente están inactivos, salvo en épocas de grandes lluvias en las que
se producen arrastres de ingentes cantidades de sedimentos que se deposi-
tan en sus desembocaduras. El comienzo del Pleistoceno inferior y el final
del Pleistoceno medio está marcado por sendas fases muy húmedas en la
que se produce un fuerte encajamiento de estos barrancos en las lavas
pleistocenas, mientras que el Pleistoceno superior presenta un carácter
marcadamente árido con producción de derrubios en las fuertes vertientes
de los barrancos de las Canarias occidentales y centrales que darán lugar
al relleno aluvial de los valles. Durante el Holoceno, los barrancos siguie-
ron funcionando y dieron lugar a
plataformas aluviales situadas
por delante de las pleistocenas.
En las vertientes de estos barran-
cos se originaron morfologías sin-
gulares como las desarrolladas en
los depósitos piroclásticos estrati-
ficados (Foto 43). En algunos ca-
sos, el cierre de barrancos por
productos volcánicos durante el
Pleistoceno dio lugar a rellenos de
barrancos por materiales arras-
trados. Las islas más orientales,
Fuerteventura y Lanzarote, tuvie-
ron en general unas condiciones
más áridas que produjeron relle-
nos de derrubios y aluviones de
gran espesor en sus valles más
suaves y amplios.
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EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA PENÍNSULA IBÉRICA, BALEARES Y CANARIAS .. .
93
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Figura 25. Cliserie altitudinal de la vegetación potencial del Teide en la isla de Tenerife: 1) ta-
baibales y cardonales semiáridos; 2) sabinares, acebuchares y lentiscares termo-infracanarios
semiáridos-secos; 3) laurisilva subhúmeda; 4) fayal-brezal subhúmedo; S) pinares canarios
secos; 6) retamares y codesales cumbreños; 7) comunidades orocanarias (tomado de Peina-
do Lorca y Rivas-Martínez, Eds., 1987).
94
EL MARCO PALEOAMBIENTAL DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN LA PENÍNSULA IBÉRICA, BALEARES Y CANARIAS ...
COMENTARIO DE TEXTO
7
Agradación: acumulación de sedimentos no consolidados sobre una superficie, que de ese modo
experimenta un ascenso de su nivel. Los procesos que intervienen son muy variados: de vertiente, flu-
viales, lacustres, eólicos y marinos.
95
1EMA3
RL\1ERAS COMUNIDADES AGRÍCOLAS Y PASTORILES
EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
Ana F ernández
Amparo Hernando
•*r.a del t ema: 1. Nuevas formas de vida, ¿un largo proceso o una im-
-.. Teorías sobre su origen y procedencia. 2 . El proceso del conocí-
-- inYestigaciones sobre el periodo. 3. Las «innovaciones»: plantas
nuevas técnicas para nuevas necesidades, materias primas y ac-
. Cuándo y dónde: periodos y regiones. S. Los primeros pasos del
...to:-c =~ la península ibérica. 6. La consolidación del nuevo modo de vida:
•IJ::a; _ edio y Final. Comentario de texto. Lecturas recomendadas. Activi-
E =:ricios de autoevaluación. Bibliografía. Solucionaría a los ejercí-
109
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
110
LAS PRIMERAS COMUNIDADES AGRÍCOLAS Y PASTORILES EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
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1
Para un estudio detallado sobre la historia de la investigación, veánse las obras de referencia de
Mrlfioz Amilibia, A. M (1970) y de Martí Oliver (1998).
111
El descubrimiento de las necrópolis de sepulcros de fosas en Catalu-
ña viene a completar la información sobre el periodo final del Neolítico,
y será Pedro Bosch Gimpera (1932) quien «ponga sobre la mesa» los des-
cubrimientos de cerámica cardial en las cuevas de Montserrat que dieron
nombre a este tipo cerámico ( «montserratina») del Neolítico Antiguo. En
Andalucía es conocido como «Cultura de las Cuevas», por ser en éstas en
donde se localizaron dichas cerámicas, aunque en la actualidad existen
también asentamientos al aire libre.
Ya a mediados del siglo XX se publicaron obras fundamentales sobre el
origen y el proceso de formación del Neolítico, estableciéndose dos fas e
diferenciadas que se denominaron Hispano-Mauritano e Ibero-Sahariano.
y también planteando el problema, aún en la actualidad no del todo resuel-
to, de la transición del Neolítico Final a la primera etapa del metal: el Cal-
colítico, entonces conocido como Eneolítico.
La publicación de los resultados de las excavaciones llevadas a cabo
por Bernabó Brea (1956) en la caverna de Arene Candide en Liguria (Ita-
lia), que proporcionó una secuencia estratigráfica desde el Neolítico An-
tiguo al Reciente, fue un factor de importancia para el conocimiento del
Neolítico del Occidente europeo, comenzando a plantearse el modelo
mediterráneo para este periodo en la península ibérica. El nivel de ce-
rámicas impresas de esta caverna aparece junto a todos los elemento
que caracterizan al Neolítico: animales domésticos, piedra pulimentada
y obsidiana. No hay restos agrícolas, pero sí existen en zonas cercanas.
Se delimita pues, por primera vez, la cultura de las cerámicas impresas
del Neolítico Inicial, bien situada estratigráficamente entre el Mesolítico
y la Cultura de los Vasos de boca cuadrada, y estas propuestas se «adap-
tan» al panorama español. La cerámica impresa de Arene Candide apa-
rece en todos los niveles más antiguos de los yacimientos neolíticos de
occidente mediterráneo.
Las excavaciones en yacimientos andaluces en la década de los 60 de
siglo pasado ponen de manifiesto la existencia de una diversidad regional
y la información sobre este periodo se multiplica con las publicaciones de
la Carigüela de Piñar en Granada, Nerja en Málaga, y de nuevo de la Cue\
de Los Murciélagos en Zuheros, Córdoba, así como de la Cueva de La Sar-
sa en Bocairente, Valencia y de la Coveta de l'Or en Beniarrés, Alicante, e
incluso algunos poblados al aire libre.
112
LAS PRIMERAS COMUNIDADES AGRíCOLAS Y PASTORILES EN LA PENÍNSULA ffiÉRICA
113
Figura l . Industria lítica de la Cova de l'Or Beniarrés, Alicante.
114
pilares, y troncos que constituían el pa-
vimento de las casas, así como otros ob-
jetos domésticos de madera de roble,
sauce, tejo y boj.
Una de las innovaciones tecnoló-
gicas del Neolítico es el pulimento de
la piedra, por medio de técnicas de
abrasión, que proporcionará a partir
de ahora nuevos útiles y adornos que
enriquecerán la cultura material. Se
elaboran hachas y azuelas para tareas
agrícolas, percutores y mazas usadas,
entre otras cosas, en labores de mi-
nería, y molederas barquiformes para
Figura 4. Molino barquiforme convertir el grano cosechado en hari-
y mano de molino.
na (Fig. 4).
Entre los objetos de adorno destacan los brazaletes de pizarra y caliza,
en ocasiones bastante anchos y decorados con estrías (Fig. 5), los colgantes
de caliza y las cuentas de collar, los anillos que también aparecen en con-
cha y hueso (Fig. 6) y los colmillos de jabalí.
116
LAS PRIMERAS COMUNIDADES AGRíCOLAS Y PASTORILES EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
117
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Figura 7. Tabla de formas del Neolítico cardial valenciano. (Según Joan Bemabeu).
118
LAS PRIMERAS COMUNIDADES AGRíCOLAS Y PASTORILES EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
ca. Las pastas, los acabados y la cocción son muy buenos, y las formas pre-
dominantes son los recipientes de tendencia globular o esférica, como ollas,
cuencos, vasitos, botellas y garrafas de almacenamiento de fondos con-
vexos, probablemente para clavarlos en la tierra. Aparecen también asas de
formas variadas, mamelones, picos vertedores o pitorros (Fig. 7).
Se produce en los momentos neolíticos una exploración del entorno a
la búsqueda de nuevas materias primas, con la existencia de minas de sílex
y de variscita, piedra verde que parece estar ligada a un valor mágico o al
menos de prestigio. La mina de sílex más representativa de este momento
es la de Casa Montero (Fig. 8) en el entorno de Madrid en un cerro próxi-
mo a la confluencia de los ríos J arama y Henares en la que se hallaron más
de 3500 pozos que ocupaban una extensión de 4 hectáreas, y tenían unas
dimensiones de hasta siete metros de profundidad y uno de anchura, y que
son el resultado de la explotación desarrollada por generaciones de grupos
neolíticos que llegaron a extraer más de 700 000 kilos de roca, que posterior-
mente fue trabajada has~a obtener pequeñas piezas laminares que se transpor-
tarían a los lugares de habitación para su uso en actividades cotidianas. Estos
pozos se han conservado prácticamente intactos hasta la actualidad.
119
Las minas de variscita de Can Tintaré (Gavá, Barcelona) se conside-
ran las primeras de las grandes explotaciones mineras subterráneas neo-
líticas, que comenzaron a explotarse en el Neolítico Antiguo poscardial y
perduraron todo el Neolítico de la cultura de los Sepulcros de Fosa. Están
constituidas por más de 70 galerías de entre 5 y 15 m de longitud, aunque
algunas llegan a alcanzar los 80 m. La extracción se realizaba perforan-
do la roca verticalmente (pozos) y el mineral se sacaba desde abajo arri-
ba rellenando los niveles más profundos a medida que se subía. Algunos
de estos pozos fueron utilizados como basureros y otros como lugar de en-
terramiento. Los minerales obtenidos eran la variscita y la turquesa, que
una vez sacadas al exterior se lavaban en albercas de agua para pasar lue-
go a los talleres de corte, pulido y engarce que se utilizaban para la elabo-
ración de objetos fundamentalmente cuentas de collar discoidales y otras
en forma de oliva de gran tamaño, que aparecen por toda Cataluña, el sur
de Francia y posiblemente llegaron hasta la meseta peninsular, a través del
valle del Ebro. En el interior de uno de estos pozos, a 8 metros de profun-
didad se halló una de las piezas más representativas de este lugar, la deno-
minada «Dama de Gavá», que es una vasija cerámica que representa una
divinidad, probablemente vinculada con los cultos a la fecundidad (Fig. 9).
120
LAS PRIMERAS COMUNIDADES AGRÍCOLAS Y PASTORILES EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
121
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
Esta primera etapa del Neolítico peninsular viene definida por las ce-
rámicas decoradas, especialmente las cardiales levantinas y las incisas e
impresas no cardiales predominantes, pero no exclusivas, de la región an-
daluza. Las fechas radiocarbónicas nos llevarían al VII milenio a. C., en al-
gunos de los yacimientos más significativos del periodo, como la Coveta de
l'Or en Beniarrés y la de Les Cendres en Teulada, ambas en la provincia
de Alicante. (Fig. 10).
Aun cuando puede haber algunas excepciones, se han establecido de
manera general dos grupos diferenciados en este Neolítico Inicial:
122
LAS PRIMERAS COMUNIDADES AGRíCOLAS Y PASTORILES EN LA PENÍNSULA ffiÉRICA
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉ RICA
124
L AS PRIMERAS COMUNIDADES AGRÍCOLAS Y PASTORILES EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
• Una de ellas que muestra una evolución progresiva del substrato epi-
paleolítico sobre el que se van implantando las nuevas aportaciones,
como ocurre en la Cova de Les Malletes en Valencia o la de Llatas en
Alicante.
125
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Figura 14. Vasijas de cerámica a la almagra: (a) Cova de Les Cendres (Moraira, Alicante).
(Fotografía MARO), (b) Museo de Canarias.
• Otra que desde el primer nivel de ocupación tiene todos los elemen-
tos típicos neolíticos como la Cova de la Sarsa en Bocairente, y la de
Les Cendres (Fig. 14 a) en Moraira, ambas en Valencia; y Coveta de
l'Or en Beniarrés, (Fig. 15), Alicante.
126
LAS PRIMERAS COMUNIDADES AGRÍCOLAS Y PASTORILES E N LA PENÍNSULA IBÉRICA
Figura 15. Vaso cerámico del neolítico antiguo de la Cova de l'Or en Beniarrés,
Alicante y figura antropomorfa del abrigo de Pla de Petrarcos en Castello de
Castells. (Según M. Hernández) .
Desde Andalucía este tipo cerámico (Fig. 16) se extiende por el occi-
dente peninsular, llegando a la Meseta, y parece posible que hubiera una
«colonización» del interior de la península ibérica llevada a cabo por gentes
de este contexto, característico desde las zonas costeras a Sierra Morena, de
127
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
128
LAS PRIMERAS COMUNIDADES AGRíCOLAS Y PASTORILES EN LA PENíNSULA IBÉRICA
129
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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LAS PRIMERAS COMUNIDADES AGRÍCOLAS Y PASTORILES EN LA PENíNSULA IBÉRICA
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mismo.
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LAS PRIMERAS COMUNIDADES AGRÍCOLAS Y PASTORILES EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
COMENTARIO DE TEXTO
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TEMA4
EL MEGALITISMO
Martí Mas
INTRODUCCIÓN
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
1. HISTORIOGRAFÍA
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EL MEGALITISMO
2. CRONOLOGÍA
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
Figura l . Menhir - Menir en portugués- dos Almendres (Évora) (foto M. Mas Comella).
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EL MEGALITISMO
Figuras 2a y 2b. Cromlech dos Almendres (Évora). Constituido por noventa y cinco monolitos,
algunos de los cuales, como podemos apreciar en la fotografía b, están decorados con
grabados esquemáticos y geométricos (fotos M . Mas Camella).
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
148
EL MEGALITISMO
Figura 4. Cueva artificial excavada en la roca. Necrópolis de Los Algarbes (Tarifa, Cádiz)
(foto M. Mas Cornella).
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PREIDSTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Figura 5. Dolmen de Menga - galería cu- Figura 6. Corredor del Dolmen de Viera
bierta- (necrópolis de Antequera) (foto visto desde la cámara -sepulcro de corre-
J . Pérez González - Conjunto Arqueológico dor con cámara cuadrada- (necrópolis de
Dólmenes de Antequera). Antequera). Se aprecia en primer plano la
puerta de acceso, una losa labrada (foto
J. Pérez González - Conjunto Arqueológico
Dólmenes de Antequera).
Evidencias del uso del fuego, la abundancia de ocre en el suelo ... , son
elementos a tener muy en cuenta al abordar la función simbólica de estos si-
tios, en los cuales también se depositaban como ofrendas: útiles o armas, ce-
rámica -con decoración simbólica, campaniforme ... - , objetos de adorno,
comida ... , asociados a la vida del difunto, cuyas tipologías dependerán del
período cronológico y cultural en el que nos encontremos. La disposición es-
pacial no es aleatoria, se trata de un espacio interior y exterior organizado.
La elección de elementos de colores visualmente atractivos, algunos de ellos
raros o procedentes de largas distancias, es también destacable. Estas mate-
rias primas exóticas (variscita, cristal de roca, cuarzo blanco, ámbar, azaba-
che ... ) aparecen sin procesar (fragmentos) o en forma de útiles, adornos ...
En diferentes islas del Mediterráneo se localizan otras tipologías mega-
líticas. Destacaremos aquí las Islas Baleares, donde pueden observarse tau-
las, navetas o talayots, de una cronología ya mucho más avanzada.
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EL MEGALITISMO
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4. DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA
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EL MEGALITISMO
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EL MEGALlTISMO
Figuras 9a y 9b. Dolmen de las Casas de Don Pedro (Valle del Guadiato, Bélmez, Córdoba),
sepulcro de cámara y corredor perteneciente a la necrópolis del poblado de Sierra Palacios.
Este sitio es especialmente interesante, se erigieron dos menhires (megalitismo no funera-
rio) que, junto con las estructuras que se les asociaban (fosas, una de ellas con nódulos de
hematites con señales de abrasión, tres hogares con mezcla de pigmento rojo -cinabrio-
y un suelo con óxido de hierro y arcilla), actuaron como hitos territoriales, simbolizando
así la posesión del territorio por parte de las primeras sociedades productoras asentadas en
la zona. En función de los restos recuperados se propone una cronología de mediados del
V milenio a. C. Posteriormente, a finales del Neolítico, estos dos menhires (foto b) pasan
a formar parte de un dolmen de cámara simple, acogiendo a dos individuos (megalitismo
funerario). El suelo de la cámara estaba pavimentado con cantos de río que se eligieron en
función de su color, rojizos y negruzcos, impregnándose de pigmento negro y rojo aquellos
que no presentaban estas tonalidades. El dolmen de las Casas de Don Pedro fue objeto de
remodelación mediante la adición, en dos fases, de un corredor con sus respectivos cierres.
Fue excavado en 1986 y 2001 (fotos B. Gavilán Ceballos).
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
'
- MENHIRES
- SUELOROJO
- FOSAS
- HOGARES
Figura 10. Planta del dolmen de las Casas de Don Pedro en la que se destacan las estructuras
y elementos que pueden relacionarse con un horizonte megalítico no funerario anterior a
la construcción del sepulcro y que puede hacerse extensivo a otros lugares de Andalucía
(según B. Gavilán Ceballos).
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EL MEGALITISMO
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EL MEGALITISMO
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
6. INTERPRETACIÓN
160
EL MEGALITISMO
Figura 13. Galerías cubiertas del Aciscar 1 Purenque Larraez (Sierra del Niño, Cádiz).
En muchos casos, las estructuras megalíticas las encontramos en un lamentable estado
de conservación, degradadas por el paso del tiempo, muy alejadas de su integración en el
paisaje cultural al que hemos aludido (fotos: M. Mas Cornella).
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSU LA IBÉ RICA
\ N
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EL MEGALITISMO
COMENTARIO DE TEXTO
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TEMAS
EL ARTE DE LAS PRIMERAS SOCIEDADES PRODUCTORAS
Martí Mas
INTRODUCCIÓN
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EL ARTE DE LAS PRIMERAS SOCIEDADES PRODUCTORAS
La pintura macroesquemá-
tica es densa, de apariencia
pastosa, siempre de color rojo
oscuro, y se distribuye en abri-
gos poco profundos, ocupando
escasos motivos toda la super-
ficie, como ocurre, por ejem-
plo, en Pla de Petracos ( Castell
de Castells).
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EL ARTE DE LAS PRIMERAS SOCIEDADES PRODUCTORAS
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EL ARTE DE LAS PRIMERAS SOCIEDADES PRODUCTORAS
Figura 13. Abrigo 12 de Peñas de Cabrera. Las pinturas pueden verse en la parte inferior
central. Destaca un ramiforme (foto: Javier Pérez González).
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Figura 14. Detalle de las pinturas esquemáticas del Gran Abrigo de Bacinete
(Los Barrios, Cádiz) (foto: M. Mas Comella).
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EL ARTE DE LAS PRIMERAS SOCIEDADES PRODUCTORAS
Figura 15. Ídolo oculado (Abrigo de la Laja Alta) (foto: M. Mas Comella).
Figura 16. Representación de un barco (Abrigo de la Laja Alta) (foto: M. Mas Come!Ht).
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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EL ARTE DE LAS PRIMERAS SOCIEDADES PRODUCTORAS
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Figuras 18 y 19. Roca del Mas Gili (Vilalleons, Barcelona). En la segunda fotografía puede
verse la parte superior grabada (cazoletas, cruciformes, surcos .. .) (fotos: M. Mas Camella).
5. CRONOLOGÍA E INTERPRETACIÓN
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EL ARTE DE LAS PR1MERAS SOCIEDADES PRODUCTORAS
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EL ARTE DE LAS PRIMERAS SOCIEDADES PRODUCTORAS
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EL ARTE DE LAS PRIMERAS SOCIEDADES PRODUCTORAS
Figura 23. Grabados rupestres (retícula) de la Cueva del Reguerillo (Madrid). Los grabados
de esta cavidad subterránea se han relacionado tipológicamente con los de la zona centro y
norte de la Península (foto: M. Mas Cornella).
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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EL ARTE DE LAS PRIMERAS SOCIEDADES PRODUCTORAS
NEOÚTICO
MEGALITICO
1 ENEOÚTICO I BRONCE ¡1
1 1
BRONCE U : BRONCE m : HIERRO
1
1 1 1 1 1
Arte megalítico 1 1 1 1
1 1 1 1 1
Cazoletas
1 1
Círculos
Espirales
1 1 1
Laberintos 1 1 1
1
Cérvidos
1 1 1 1
Equitación 1 1 1
1 1 1
Antropomorfos 1 1
1 1 1 1
Idoliformes 1 1 1 1
1 1 1
Puñales 1 1 1
1 1 1
Alabardas 1 1 1
1 1 1
Hachas 1 1 1
Paletas 1 1 1
1 1 1
Svásticas 1 1 1 1
1 1 1 1
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
ludo, Laxe da Rotea de Mendo, Paredes, Laxe dos Cabalas, Chán de Car-
balleda, Coto de Penalba, Pedra da Beillosa, Campo de Matabais, Caneda
(Campo Lameiro, Pontevedra), Champás, Pedra dos Mouros, Pedra do La-
brinto, Pedra dos Campiñas (Mogor; Marín, Pontevedra), Pedra do Outeiro
da Mó, Laxe dos Cebros, Pedradas Ferraduras (Fentáns, Cotobade, Ponte-
vedra), Laxe das Rodas (Muros, A Coruña) ...
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EL ARTE DE LAS PRIMERAS SOCIEDADES PRODUCTORAS
COMENTARIO DE TEXTO
197
l'EMA6
EL ill MU.ENIO a. C. EN LA PENtNSULA IBÉRICA:
CALCO LÍTICO O EDAD DEL COBRE
Ana Fernández
Amparo Hernando
Estructura del tema: l. ¿Qué, quiénes, por qué y cuándo? 2. La nueva mate-
ria: fuentes, tecnologfa, man ifestaciones y consecuencias. 3. Lugares dife-
rentes, formas diversas: cómo y dónde vivir. Poblados viviendas y estructu-
ras. 4. E l mundo de las creencias: ritos, Lugares y formas de enterramiento.
5. Subsistencia: agricullura y ganadería. Nuevas técnicas, ocupaciones dl·
versas. 6. El ajuar doméstico: útiles y herramien tas. El •arreglo• personal:
adornos y objetos prestigiosos. Las armas. 7. Más allá de lo útil: el Vaso
Campaniforme. Comentario de texto. Lecturas •·eeomendadas. Actividades.
Ejercicios de autoevaluacióo. Bibliografía. Solucionario a los ejercicios de
autoevaluación.
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Nos ocuparemos también del tema del Vaso Campaniforme, otra de las mani-
festaciones arqueológicas que ha dado lugar a numerosos debates e interpreta-
ciones diversas, y especialmente a explicar todo ese proceso de cambio con el
que comienza lo que se denomina <<jerarquización social» , y las consecuencias
de ella en el desarrollo humano.
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EL JII MILENIO a . C. E N LA PENÍNSULA IBÉRICA: CALCOLÍTICO O EDAD DEL COBRE
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
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EL Ill MILENIO a. C. EN LA PENíNS ULA IBÉRICA: CALCOLÍTICO O EDAD DEL COBRE
Antonio Gilman (1981, 1987 y 1991) considera que son otros los fac-
tores decisivos en los cambios sociales del Calcolítico peninsular. Su ar-
gumentación se basa en que la elaboración del metal fue muy limitada y
poco especializada; no fue una producción a gran escala, no hay talleres
especializados, y la importancia del metal no es primaria, ya que no se ela-
boran herramientas sino armas y adornos. Esta industria metalúrgica de
carácter doméstico tendría como función básica la fabricación de objetos
de «lucimiento personal», que difícilmente llevaría a los «dirigentes» a al-
canzar el poder.
Por el contrario, sí existen otros factores que podrían ser la causa del
origen de la estratificación social, como toda una serie de elementos de in-
tensificación de la producción subsistencia!, tanto en lo que respecta a me-
joras técnicas como el arado o el regadío, como a otros aspectos como el
policultivo, la explotación de productos secundarios de la ganadería (lana
y leche), y la arboricultura.
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
• La metalurgia del Valle del Ebro en el 111 milenio a. C., con escasa
presencia del metal, tampoco supone cambios sociales, y ni siquiera
parece confirmarse la existencia de élites que controlen la circulación
de «productos especiales», sino que precisamente éstas se distinguen
por la posesión de ellos.
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EL Ill MILENIO a. C. EN LA PEN!NSULA IBÉRICA: CALCOL!TICO O EDAD DEL COBRE
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
No son, ni con mucho, dataciones válidas para todas las regiones pe-
ninsulares, y aun cuando no sea nuestro propósito multiplicar innecesaria-
mente la tabla de periodizaciones y fechas concretas, trataremos de men-
cionar algunas de las áreas geográficas y sus etapas más conocidas.
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EL 111 MILENIO a. C. EN LA PENÍNSULA IBÉRICA: CALCOLÍTICO O EDAD DEL COBRE
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EL Ill MILENIO a . C. EN LA PENÍNSULA IBÉRICA: CALCOLÍTICO O EDAD DEL C OBRE
,
* Neolltico
t Calcolftico
" Bronce
Antiguo
- 1500m.
- 1000m.
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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EL Ill MILENIO a. C. EN LA PENíNSULA IBÉRICA: CALCOLÍTICO O EDAD DEL COBRE
que algunos objetos como puñales y alabardas tuvieran más arsénico hizo
pensar en esa posible búsqueda intencionada de unos minerales concretos
con «impurezas» que se distinguen bastante bien por el color. Los estudios
analíticos ponen de manifiesto que este mayor contenido arsenical podría
también estar ligado al proceso de reciclado del metal, en el cual se produ-
ce una pérdida de arsénico. Es evidente que éste se lleva a cabo en los obje-
tos de uso doméstico, pero no en los mencionados puñales y alabardas que
proceden, en su mayoría, de contextos funerarios .
En momentos campaniformes se documenta una gran expansión de
los conocimientos metalúrgicos, un aumento de la producción, y posible-
mente de la importancia económica de esta nueva actividad. Aparecen va-
sijas-horno con decoración campaniforme, y el repertorio formal de los
objetos varía poco, pero sí parece «estandarizarse» en casos como los pu-
ñales de lengüeta y las puntas Palmelas. Las formas son bastante simples,
y muchas veces reproducen formas líticas ya conocidas como cinceles,
punzones o hachas.
Dentro de estas características bastante generales para la Península
Ibérica, hay aspectos concretos diferenciados para algunas regiones. En el
País Valenciano, la metalurgia se asocia al Campaniforme, y la influencia
del sureste es acusada, especialmente en las zonas centroorientales, apare-
ciendo en yacimientos con un desarrollo similar a los de esa zona de la que
reciben objetos y conocimientos.
Relativa abundancia de minerales de cobre, oro y plata hay en el Valle
del Ebro, en donde parece claro un origen local de la metalurgia en so-
ciedades que tienen una cierta «complejidad» social. Hay pequeños punzo-
nes de cobre y láminas de oro batido en ajuares campaniformes, y posible-
mente precampaniformes.
Un tema no del todo resuelto es el origen del cobre utilizado en el Cal-
colítico balear, ya que si bien parte de él puede ser autóctono, hay otros ca-
sos en que no se han encontrado en las islas minerales cuyas caracterís-
ticas respondan a la composición de los objetos encontrados. Evidencias
de vasijas-horno y fragmentos de crisoles están documentadas en torno al
2100 a. C, y la variedad tipológica es escasa; la actividad metalúrgica tiene
poco volumen de producción, y debió de ser esporádica. La mayoría de los
objetos proceden de contextos funerarios, y las sociedades del Calcolítico y
el Naviforme I no presentan diferencias sociales destacables.
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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EL IIJ MILENIO a. C . E N LA PE NÍNSULA IBÉRICA: CALCOLÍTICO O EDAD DEL COBRE
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EL Ill MILENIO a. C . EN LA PENÍNSULA IBÉRICA: CALCOLÍTICO O EDAD DEL COBRE
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Figura 6. Reconstrucción de una casa calcolítica del sureste (en J. J. Eiroa, 2000).
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EL Il! MILENIO a. C. EN LA PENÍNSULA IBÉRICA: CALCOLíTICO O EDAD DEL COBRE
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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EL III MILENIO a. C. EN LA PENÍNSULA IBÉRICA: CALCO LÍTICO O EDAD DEL COBRE
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EL III MILENIO a . C. EN LA PENÍNS ULA IBÉRICA: C ALCOLÍTICO O EDAD DEL COBRE
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EL Ill MILENIO a. C. EN LA PENÍNSULA IBÉRICA: CALCOLÍTICO O EDAD DEL COBRE
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o 2
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
pero que aparecen también en otras regiones. Característicos son los deno-
minados ídolos-placa del suroeste, elaborados en pizarra (Figs. 13 y 14);
hay también ídolos aculados sobre falanges óseas de animales (Fig. 15);
betilos cilíndricos de piedra de caliza blanca (Fig. 16), y los antropomorfos
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Figura 13. Ídolos placas con decoración grabada del Alemtejo: adornos, posibles
tatuajes y oculados. l. Anta do Carvao. 2. Anta de Santiago Mayor. 3. Tumba 1 de
Barbacana. 4. Mértola. (Según Leisner).
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EL Ill MILENIO a. C. EN LA PENÍNSULA IBÉRICA: CALCO LÍTICO O EDAD DEL COBRE
Figura 15. Ídolos aculados sobre hueso Figura 16. Ídolos aculados y cilíndricos
de Almizaraque (Almería). de mármol, procedentes de Morón de la
Frontera (Sevilla).
239
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Figura 17. Figuritas humanas, masculinas y femeninas en mármol y caliza, con tatuaje
facial y melena ondulada. Proceden de La Pijotilla, en Badajoz. (Según V. Hurtado) .
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EL Ill MILENIO a. C. EN LA PENÍNSULA IBÉRICA: CALCOLÍTICO O EDAD DEL COBRE
241
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Los hábitat son tan variados, como lo son las diferentes regiones en
las que aparecen: desde los poblados fortificados en el sureste de la Pe-
nínsula y Portugal, hasta los simples «campos de hoyos» del interior ibé-
rico peninsular. Con respecto a las tumbas, se consideraron «propias y
características» las inhumaciones individuales en fosa, pero actualmente
ya sabemos que hay cerámica campaniforme en inhumaciones en cue-
vas artificiales, bajo túmulos, e incluso en sepulcros megalíticos reuti-
lizados. En general, los vasos procedentes de ajuares funerarios son de
mejor calidad y suelen aparecer asociados a puñales de lengüeta y pun-
tas Palmelas de cobre, brazaletes de arquero de piedra pulimentada, bo-
tones de hueso con perforación en «V», y en ocasiones objetos de ador-
no de oro. Este conjunto de materiales se consideró durante bastante
tiempo el ajuar típico de los enterramientos campaniformes, pero el es-
casísimo número de hallazgos de este tipo ha hecho reconsiderar esta
valoración. Sin embargo hay otra serie de objetos asociados a cerámicas
campaniformes en diferentes contextos, como son las puntas de flecha
de sílex, algunos punzones biapuntados, hachas planas y alguna alabarda
en cobre.
Los primeros hallazgos del Vaso Campaniforme se estudiaron como
una manifestación cultural independiente del contexto donde se encon-
traban, y de hecho se denominó «fenómeno, cultura o civilización cam-
paniforme» llegando a vincularlo con una raza o pueblo, creadora y di-
fusora del mismo que estaba directamente relacionada con los grupos
que propagaron la metalurgia del cobre. Se les consideró pastores, pros-
pectores metalúrgicos, e incluso grupos guerreros, o bien mercaderes
que ofrecían objetos de prestigio, entre los que se encontraría el vaso
campaniforme. En la actualidad ya está claro que no es un fenómeno
unitario, y que su papel en la difusión de la metalurgia del cobre no está
nada claro.
Las teorías sobre su origen son desde el comienzo del siglo xx nume-
rosísimas, desde la que propone un origen en el Próximo Oriente asiáti-
co a las que hacen radicar su cuna en el occidente europeo. En ambos ca-
sos la gran extensión geográfica en la que aparecen estos recipientes hace
pensar en un fenómeno migratorio como explicación del proceso, y lo
que varía es el punto de origen y la ruta de los colonos. Centroeuropa es
el lugar que se añade a los dos anteriores junto a la teoría del «reflujo» y
otras similares, que postulan modelos alternativos con varios lugares de
242
EL I!! MILENIO a. C. EN LA PENÍNSULA IBÉRICA: CALCO LÍTICO O EDAD DEL COBRE
origen para los diversos tipos cerámicos. Desde los años 70 del siglo pa-
sado se establecen planteamientos diferentes, alejados de los difusionis-
tas y basados en el análisis de las culturas que poseen esta cerámica, más
que en el mero objeto.
Todas estas hipótesis o modelos explicativos ponen de manifiesto la di-
ficultad de interpretar esta cuestión. Actualmente se tienen algunos datos
de interés por los que parece verosímil que el campaniforme no es el cau-
sante de una serie de cambios en la estructura social, sino más bien una
de las consecuencias de éstos; también, al menos para algunos prehistoria-
dores, lo parece el hecho de que su difusión aprovecha redes comerciales
anteriores, no las crea. Por otra parte, ya es evidente que estos recipientes
heredan técnicas anteriores y no son una moda repentina, y también que
- además de los intercambios- hubo movimientos de población que co-
laboraron en la difusión de estas cerámicas. Y por último, y no por ello lo
menos importante sino todo lo contrario, éste no es un tema que pueda es-
tudiarse como un conjunto monolítico, homogéneo, sino que el Vaso Cam-
paniforme varía según las zonas geográficas y los contextos culturales par-
ticulares en los que está representado.
En la Península Ibérica se aceptan en la actualidad, cinco estilos de
esta cerámica campaniforme:
• Tipo AOC (All Over Corded): las formas predominantes son vasos
con perfil en S, en forma de campana con decoración impresa de
cuerdas en motivos de bandas horizontales
• Marítimo: con decoración a peine yo ruedecilla con motivos diferen-
tes, sobre todo, en espina de pez.
• CZM (Corded Zone Maritim): con decoración a peine y ruedecilla
dentro de bandas delimitadas con impresiones de cuerda.
• Puntillado: con decoración puntillada a base de motivos geomé-
tricos.
• Estilos regionales: grupos de Palmela, Salamó, Carmona, Ciempo-
zuelos, sureste, levante, Meseta, Galicia, valle del Ebro y Baleares.
La distribución no es homogénea y algunos tipos como el marítimo, se
concentran casi exclusivamente en una zona, en este caso, el estuario del
Tajo (Fig. 19).
243
PREHISTORlA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
COMENTARIO DE TEXTO
«Existen varias opciones sobre quién o quiénes realizan las distintas activi-
dades, en función de los sistemas de intercambio/comercio, la especialización
productiva y los lugares donde se realizan las actividades. En los inicios de la
metalurgia no parece que se detecte especialización diferencial entre el extrae-
244
7TEMA
EL II MILENIO a. C. EN LA PENÍNSULA IBÉRICA:
CONTINUIDAD E INNOVACIÓN EN LAS PRIMERAS
ETAPAS DE LA EDAD DEL BRONCE
Ana Fernández
Amparo Hernando
Estructura del tema: l. Lo que fue y lo que es: completando vacíos. 2. Cultura
de El Argar: el paradigma. 3. El suroeste: un registro arqueológico incompleto.
4. Bronce Valenciano: el valor de lo cotidiano. 5. La Mancha: diferentes ma-
neras de vivir. 6. La Meseta Norte: ayer y hoy. 7. Noroeste: el comienzo de una
nueva «Comunidad» de costumbres e intereses. 8. El valle del Ebro, País Vasco
y Baleares: regiones cada vez más definidas. Pervivencias e innovaciones. Co-
mentario de texto. Lecturas recomendadas. Actividades. Ejercicios de autoeva-
luación. Bibliografía. Solucionario a los ejercicios de autoevaluación.
Palabras claves: II milenio, Edad del Bronce, Argar, Cerro de La Encantada,
Atalaia, Ereta del Pedregal, «Campos de Hoyos», Horizonte de Montelavar o
Roufeiro, Navetiformes.
Introducción didáctica: Hasta la década de los 60 del siglo pasado, la Cultura de
El Argar es la única representante de la Edad del Bronce Antiguo y Medio en la
Península Ibérica. A partir de esa fecha, sucesivos descubrimientos en otras re-
giones peninsulares configuran un panorama mucho más completo con desa-
rrollos culturales diferenciados en todo el suelo peninsular. El Bronce Valencia-
no, el Bronce del suroeste, ambas mesetas, o el noroeste peninsular, adquieren
carta de naturaleza y presentan una serie de características unitarias propias de
este periodo, junto a diferencias evidentes en muchos de los aspectos de la cultu-
ra material e incluso del tipo de asentamientos o formas de enterramientos.
De todas estas áreas, así como del resto de regiones peninsulares e insulares
que van estando cada vez más definidas, trata este tema en el que conviven
elementos autóctonos y también innovaciones. Un claro crecimiento demográ-
fico, la revalorización de la ganadería y productos derivados, una cierta espe-
cialización de productos, un progresivo aumento de la minería y la metalurgia,
o la consolidación del rito de inhumación individual, con la consiguiente dife-
renciación en los ajuares, son algunos de los aspectos más significativos de los
contenidos de este tema.
251
PREHISTOR1A RECIENTE DE LA PENíNSULA lBÉRlCA
252
EL Il MILENIO a. C. EN LA PENÍNSULA IBÉRICA: CONTINU IDAD E INNOVACIÓN EN LAS PRIMERAS ETAPAS ...
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se en torno al1200 a. C., con ciertas diferencias con lo argárico, pero tam-
bién con pervivencias de éste. Se extiende hasta comienzos del 1 milenio a. C.
y durante todo el periodo tiene lugar un cambio no demasiado acusado en
el patrón urbanístico, y también en la economía, pero lo que marca más
claramente esta etapa son los progresivos contactos con otras áreas penin-
sulares como Andalucía occidental, la Meseta central, e incluso la región
valenciana, y un poco más tarde con los elementos mediterráneos que son
la muestra del inicio del periodo colonial.
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garán una serie de influencias atlánticas que testimonian que esta región se
incorpora progresivamente al denominado «Círculo Atlántico», con un de-
sarrollo tecnológico importante, sobre todo del bronce y la orfebrería, y la
aparición de un nuevo tipo de yacimiento como son los depósitos de metal.
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La inhumación individual es el
rito funerario predominante en la
región, con tipos de enterramien- Figura 13. Altar de cuernos y banco del
recinto funerario. Cerro de La Encantada
tos diferenciados, especialmente (Granátula de Calatrava, Ciudad Real).
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cápridos y perros- , y hay algunos casos con ajuares ricos tipo Ciempozue-
los, en el asentamiento soriano de Parpantique de Balluncar, considerado
de transición entre el Campaniforme Ciempozuelos y Cogotas I.
Destacable es el caso de una sepultura de inhumación de un adolescen-
te que se ha localizado en la factoría salinera del Bronce Antiguo en San-
tioste (Otero de Sariegos, Zamora), y que contiene un ajuar con un cuenco
cerámico, cuentas de collar elaboradas en conchas «exóticas», tres capsuli-
tas de plata, y un botón de marfil.
La cultura material ofrece una cierta continuidad, pero también incor-
pora algunas innovaciones, sobre todo en el periodo medio. El sílex, tabu-
lar por lo general, aparece en láminas, hojas, lascas, puntas, raspadores,
denticulados, y en mayor medida dientes de hoz, y hay también cantos de
cuarcita. Hachas, azuelas, machacadores, afiladores, molinos y manos de
moler (Fig. 15), componen el capítulo de la piedra pulimentada, mientras
que en hueso se elaboran espátulas, agujas, algunas esquirlas perforadas, y
punzones, frecuentemente de gran tamaño.
La cerámica es lisa, incisa, im-
presa y con cordones en el Bron-
ce Antiguo, en el que comienzan a
aparecer algunas excisas y de bo-
quique, las formas más comunes
son las carenadas y los grandes
contenedores de perfiles ovoides.
En el Bronce Medio aumentan
las excisas y el boquique, y apare-
cen las pesas de telar y los vasos
coladores o queseras.
En cobre hay puntas de flecha
con pedúnculo, puñales de len-
güeta, hachas planas, y punzones
de sección cuadrada y biapunta-
dos en muchos casos, a los que se
suman los puñales de remaches a
partir de mediados del milenio, y
Figura 15. Cazuela cerámica y materiales solapándose casi con el Campani-
«in situ» de la Cueva de Estremera (Madrid) . forme aparecen en el oeste de la
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submeseta norte una serie de armas como las alabardas tipo Carrapatás, y
unos largos puñales de lengüeta con estrías, de influjos atlánticos.
Conviviendo con los cobres arsenicales, se consolida en el Bronce Me-
dio la fabricación de objetos en bronce, con aleaciones cada vez más fre-
cuentes en la etapa formativa de Cogotas l. Aparecen algunos tipos de es-
padas y las primeras palstaves o hachas de talón con anillas laterales, y son
muy escasos los objetos de oro y plata, en forma de cuentas de collar, cap-
sulitas y espiraliformes.
Difíciles de concretar en un área geográfica tan variada, son las activi-
dades básicas de subsistencia, aunque los restos de animales y vegetales
encontrados dan testimonio de la existencia de ganadería y agricultura. El
pastoreo de ganado es lo fundamental en los piedemontes montañosos que
rodean la cuenca del Duero, zonas de buenos pastos que permiten la cría
de ovicápridos, bóvidos, cerdos, y en menor medida de caballos y perros, y
parece constatarse una cierta especialización en el caso de algunos pobla-
dos de Protocogotas como en los Tolmos de Caracena que tuvo un claro ca-
rácter estacional ganadero, o bien el de Santioste en Otero de Sariegos en
Zamora dedicado a la explotación de la sal, mientras que en las tierras se-
dimentarias de las cuencas del Duero y del Tajo, se desarrolla una agricul-
tura de trigo y cebada, con leguminosas, generalmente habas, y también
lino, posiblemente olivos y nogales, y con seguridad recolección de bello-
tas. Podría tratarse de un sistema mixto de agricultura y ganadería trashu-
mante, y se cazaron ciervos, conejos, liebres y jabalíes. Caballos y bóvidos
se usaron también para el transporte y las tareas agrícolas, y parece muy
clara la explotación de salinas en tierras zamoranas. La actividad principal
era la producción de alimentos, y aumenta la producción de derivados de
la leche, pero también se fabrican útiles líticos y cerámica en los ámbitos
domésticos.
Actividades metalúrgicas se desarrollan en El Ventorro y El Tejar del
Sastre, en Madrid, así como en Las Pozas, Zamora, yacimientos en los que
e han encontrado fragmentos de crisoles, hornos-vasija, restos de fundi-
ión y «goterones», objetos todos ellos para una producción de ámbito do-
méstico. En Protocogotas perduran tradiciones arcaicas y cobres arsenica-
es, y en Cogotas 1 se incorporan nuevos tipos atlánticos, y aleaciones de
~obre y estaño. En Madrid parece confirmarse, sin embargo, una prema-
tura metalurgia local del bronce en pequeños grupos de Protocogotas que
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nan con las bretonas de Saint Brandan, pero son de producción local. En
oro hay diademas, brazaletes, bandas, y algo después se incorporan largas
espirales, gargantillas de tiras, lúnulas, brazaletes y torques. De influencia
también bretona son espirales de cobre que, a veces, forman cadenas, y se
documentan brazaletes lisos de sección cilíndrica, cerrados o ligeramen-
te abiertos . Tipos nuevos del Bronce Medio son las espadas de tipo ar-
gárico, los estoques, las hachas con rebordes y talón sin anillas, y las de
tipo Bojóes-Barcelos con el filo abierto y a veces decoradas.
La región del Valle del Ebro, con poca documentación arqueológica so-
bre la Edad del Bronce, va dejando de ser desconocida a medida que nue-
vos descubrimientos van rellenando lagunas. En las sierras y depresiones
del sur de Teruel se han excavado algunos yacimientos que han permitido
a Francisco Burillo y J. V. Picaza (1991 -92) establecer tres fases diferencia-
das para este periodo - Bronce Antiguo, Medio y Tardío- que comenza-
rían en torno al 1950 a. C, perdurando hasta el final del milenio. También
parece estar claro un primer momento de ocupación en el Cerro del Casti-
llo de Frías (Teruel) que nos remite al final del III milenio a. C., y que sería
una etapa de transición entre el Calcolítico y el Bronce Antiguo, momento
- por otra parte difícil de diferenciar- , al igual que ocurrirá con el final
del Bronce y el Hierro inicial.
Los comienzos de la Edad del Bronce suponen la aparición de los pri-
meros asentamientos estables, en general con someras construcciones de
materiales perecederos con silos, basureros y cabañas cuadrangulares,
pero también con arquitectura en piedra en cerros estratégicos, y pervi-
vencia de algunas cuevas de habitación, en las zonas altas de Huesca. Hay
algunos poblados como el de Moncín en Zaragoza, con secuencias estrati-
gráficas desde el Calcolítico.
Los hábitats en cerros, ya del Bronce Medio, tienen casas ubicadas en
la cima y sobre todo en las laderas que se acondicionan con terrazas, con
plantas de tendencia rectangular, y a veces absidales, que se construyen
con zócalos de piedra y alzados de arcilla, reforzados o no con postes de
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TEMAS
EL FINAL DE LA EDAD DEL BRONCE EN LA PENÍNSULA IBÉRICA:
INFLUENCIAS EXTERIORES Y DESARROLLO AUTÓCTONO
Ana F ernández
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l. TRADICIÓN E INNOVACIÓN
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2. EL ENTORNO TEMPORAL
Resulta difícil delimitar una periodización de esta etapa que sea apli-
cable a todas las áreas de la geografía peninsular, ya que si bien en el
sureste se desarrolla un periodo de Bronce Tardío desde el 1200 a. C.
aproximadamente, y es también en estas fechas cuando se produce un
cierto apogeo de Cogotas I, por el contrario en el cuadrante noreste ape-
nas hay todavía evidencias de relaciones con los grupos continentales de
Campos de Urnas.
De manera bastante generalizada, se acepta la fecha del 1100 a. C. para
el comienzo del Bronce Final que hasta mediados del siglo IX a. C. repre-
sentaría la etapa de plenitud de Cogotas, el aumento de la producción me-
tálica con la aparición de depósitos, nuevos tipos de yacimientos propios
de la etapa, en los que se «almacenan» hachas y puntas de lanza, junto a
otros objetos metálicos, y a veces chatarra, en grandes cantidades. Se fun-
dan en el suroeste los primeros poblados directamente relacionados con la
actividad metalúrgica en las propias zonas mineras, y se establecen rela-
ciones exteriores notables en las áreas atlánticas. En el sudeste siguen los
contactos con la Meseta, y en algunos poblados los niveles arqueológicos
se superponen a los del Bronce Tardío, mientras que en Murcia el bronce
es aún escaso y ya hay algunas incineraciones en lo que al rito funerario
se refiere. Por su parte, en el noreste los grupos llegados de más allá de los
Pirineos se establecen en Cataluña y crean las primeras necrópolis de in-
cineración conocidas como Campos de Umas (Fig. 2), y en las costas me-
ridionales el comercio mediterráneo y atlántico adquiere un creciente de-
sarrollo, en tanto que disminuyen los influjos meseteños y se acentúan los
de Andalucía occidental.
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Figura 2. Urnas con decoración acanalada e incisa de la necrópolis de Can Bech, Gerona.
Museo Arqueológico de Barcelona.
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sual, y son hallazgos cerrados que impiden que puedan asociarse a asenta-
mientos, enterramientos, ni a ningún otro contexto.
Sobre la significación de estos depósitos se han planteado otras teorías
desde las que los consideran objetos de un comerciante, stocks de chatarra
o piezas de desecho de un fundidor, a los que se inclinan por un carácter vo-
tivo de ofrenda a divinidades acuáticas. Esta posibilidad se basaría en que
las piezas que aparecen en cauces fluviales, son objetos ya no utilizables y
predominan algunos tipos concretos, lo que nos lleva también a pensar que
existieran objetos símbolos de un estatus y reservados a una minoría. Uno
de los depósitos más relevantes es el burgalés de Huerta de Arriba integrado
por un amplio conjunto de objetos de gran categoría: tres hachas de talón
con anillas laterales, una de ellas con solo una anilla, tres puñales, cuatro
navajas de afeitar, dos brazaletes, una punta de lanza y una lezna (Fig. 14).
En Cataluña desde comienzos del I milenio a. C. e incluso antes irrum-
pe el ritual funerario de incineración con patrones funerarios diversos,
pero perduran algunas inhumaciones colectivas en cueva en áreas del Piri-
neo y regiones montañosas del centro y sur de la región. Perviven también
en el extremo oriental pirenaico algunas inhumaciones colectivas en mega-
litos, pero ya con materiales asociados a las gentes incineradoras, como las
cerámicas acanaladas.
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Los primeros grupos se extienden por las tierras agrícolas del prelitoral
catalán desde el Ampurdán al campo de Tarragona, llegando al Bajo Se-
grey penetrando un poco en el Bajo Aragón, y debieron de ser pequeños
grupos, agricultores, con hábitats en cuevas y en reducidos asentamien-
tos al aire libre, sin estructuras significativas que conocían la tecnología
del bronce y posiblemente usaron el arado con tracción animal. Las urnas
cinerarias eran bitroncocónicas con acanaladuras, similares a las del Lan-
guedoc francés.
Comenzando ya el I milenio a. C. se produce una evolución local y una
expansión por todo el cuadrante nororiental, con mayor número de pobla-
dos, y necrópolis de mayor extensión, que constituyen varios grupos locales:
• Ampurdán: poblados de poca entidad en llanuras cerealistas, con la
necrópolis de Agullana en Gerona como representativa, con más de
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Badajoz (Fig. 10), que apareció escondido en un vaso cerámico con 19 obje-
tos, entre ellos 6 torques y brazaletes variados, que se relacionan con proto-
tipos irlandeses y que se interpreta como depósito de orfebre.
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Figura 12. Objetos del Depósito de la Ría de Huelva (según A. Coffyn, 1985).
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Figura 14. Objetos del Depósito de Huerta de Arriba, Burgos (según A. Coffin, 1985).
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COMENTARIO DE TEXTO
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TEMA9
TARTESO Y EL PERIODO COLONIAL
Este capítulo pretende ofrecer un resumen del tema y de cómo la cultura tar-
tésica representó una síntesis entre las tradiciones culturales autóctonas y las
aportaciones que los colonizadores, griegos y fenicios, trajeron. El análisis de-
tallado de las formas de asentamiento, relaciones comerciales, ocupación del
territorio, religiosidad y mundo funerario de esas culturas, hasta donde puede
conocerse, proporcionará un panorama general que permite la aproximación a
nuevos fenómenos de interacción en la Península Ibérica en la primera mitad
del primer milenio a. C.
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• Centros fenicios
• Centros indígenas con
influencias orientalizantes
A partir del siglo VII a. C. cuenta con una amplia infraestructura de cen-
tros de distribución y de intercambio, tanto costeros como en el interior. In-
fraestructura en la que desempeñaron un importante papel, no sólo el res-
to de asentamientos fenicios sino también aquellas poblaciones indígenas
que ya desde el Bronce Final controlaban las principales rutas comerciales
y contaban con amplio territorio sobre el que ejercer su dominio, tal es el
caso de Torre de Doña Blanca, Huelva, Peña Negra, Saladares, Castro Ma-
rín, Medellín y Cástula entre otros, cuyas excavaciones aportan una rica do-
cumentación de estas relaciones con los fenicios poniendo de manifiesto no
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gura S. El Castillo de Doña Blanca, Puerto de Santa María, Cádiz (de D. Ruiz Matas).
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En cuanto a los ritos funerarios, dos son las formas más usuales, la in-
cineración y la inhumación, ritos que pueden darse de forma única en una
necrópolis, si bien no resulta extraño que estén presentes a un mismo
tiempo. Sin embargo, a lo largo de los siglos las incineraciones van supe-
rando a las inhumaciones.
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TARTESO Y EL PERIODO COLONIAL
frido la acción del fuego, lo que significa un cambio respecto a las fechas
anteriores.
La riqueza de un ajuar se manifiesta también en la presencia de algu-
nos objetos de importancia, como por ejemplo cerámicas griegas.
En el exterior de las sepulturas se han encontrado una especie de mo-
numentos, que posiblemente su función fuese indicar el lugar exacto de
las tumbas. Tan solo están atestiguadas dos formas de señalizar los en-
terramientos, nos referimos a los monumentos turriformes y las estelas
funerarias. Del primero sólo se conoce un caso procedente de Puente de
~oy, consistente en dos esculturas de leones, cuya cronología oscilaría en-
tre los siglos VII y VI a. C. Las estelas se han hallado en Cádiz y Villaricos,
algunas son simples piedras con un extremo ovalado en tanto otras pre-
sentan forma triangular, elíptica o con pequeños altares. También pueden
m ostrar inscripciones en caracteres púnicos y neopúnicos, con fechas que
comienzan en el s. v a. C. en las que se alude a nombres propios.
Por otra parte, merecen mención los santuarios que, al contrario de las
necrópolis, no se hallaban vinculados a las ciudades, estaban ubicados en
los cabos, promontorios e islas que los fenicios consagraban a las divini-
dades Astarté, Melqart y Baal. Al mismo tiempo, estos santuarios costeros
eran referencia para el tráfico marítimo y donde los marineros acudían a
pedir el favor de la divinidad o dar gracias, a la vez que se refugiaban o po-
dían abastecerse para seguir su navegación.
Los templos no podían considerarse sólo como puntos de devoción,
sino que su emplazamiento en las rutas de acceso a las principales fuentes
de recursos, implica también una significación económica y pueden consi-
derarse como centros religiosos que coordinaban los tratos comerciales.
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fondo, donde apenas penetra la luz. Durante los siglos VII y VI a. C. destacan
los escarabeos y los amuletos, algunos de fabricación egipcia, con apenas
cerámica. A partir del siglo v a. C. se encuentran nuevas formas cerámicas
y se incorporan materiales como los pequeños recipientes de vidrio, terra-
cotas, cuentas de collar y fíbulas.
Otros lugares de culto se han descubierto en las recientes excavacio-
nes arqueológicas llevadas a cabo en el cerro de San Juan, en Coria del
Río (Sevilla), del que se conservan interesantes estructuras arquitectóni-
cas cuya cronología es del siglo VII a. C. En el centro de una estancia rec-
tangular, cuyo pavimento está cubierto de arcilla roja se halla un altar de
barro en forma de piel de toro extendida que está orientado hacia la sali-
da del sol durante el solsticio de verano, sin duda para la realización de
sacrificios (Fig. 8).
En la zona del Carambolo (Sevilla) se ha hallado otro santuario feni-
cio. Se ha interpretado como un lugar de culto dedicado a Astarté, en el si-
glo VIII a. C. Una pequeña escultura femenina de bronce con la dedicatoria
«Astarté hr, nuestra señora», un altar y un betilo de obsidiana cubierto por
una estructura de piedras y varios objetos más, son algunos de los indicios
que se han tenido en cuenta para la interpretación de este hallazgo.
En la fase inicial, el santuario, con una orientación a la salida del Sol
en los días del solsticio de verano, fue una humilde construcción rectangu-
lar de adobes, con un patio de entrada y dos capillas (una dedicada a Baal y
otra a Astarté) y delante del santuario se situaba un túmulo o montaña sa-
grada sobre el que se mostraba el sol. En la fase media el santuario se am-
plió notablemente. Se realizó una gran entrada que estaba pavimentada con
guijarros, desde la que se accedía a dos capillas y otras habitaciones de ser-
\icio. Ambas capillas estaban separadas por un pasillo, de unos 180m2 , pa-
\imentado con conchas marinas (Glycymeris glycymeris ); la capilla de Baal
mantiene la orientación primitiva al Sol y el altar en el centro en forma de
piel de toro extendida. El recinto sagrado estaba rodeado por un muro de
planta trapezoidal. En la fase final los espacios abiertos se compartimen-
tan ante la imposibilidad de poder expandirse más a causa de la topografía
del cerro (Fig. 9).
Uno de los yacimientos mejor conocidos es el asentamiento de Tos-
anos, que ocupaba un pequeño promontorio en la desembocadura del
río Vélez (Málaga). Su fundación esta documentada en el último tercio
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Figura 9. Recontrucción infográfica de las fases V, IV y III del Santuario del Carambolo,
Sevilla. Estatuilla de bronce de la diosa Astarté (de F. Amoros y J.L. Escacena).
del siglo VIII a. C., época de la que conocemos varias viviendas, de gran ta-
maño (Fig. 10). Una nueva oleada de colonos, a comienzos del siglo VII a. C
originó una aglomeración urbana dentro del recinto fortificado que se constru-
ye en tomo al promontorio. De esta época se conoce un gran edificio de tres
naves y posiblemente de dos pisos interpretado como almacén de mercancías
y que nos desvela la importante actividad comercial que desarrollaban sus
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del río Segura en 1985 corrobora la tesis de una fuerte presencia fenicia
en el levante peninsular. No conocemos su magnitud, pero sabemos de la
amplitud de sus dimensiones, su cronología, siglo VII- VI a. C., su sistema
defensivo y de una serie de edificaciones construidas con sillares. La exis-
tencia de un santuario situado en el Castillo de Guardamar y de un pe-
queño asentamiento metalúrgico en el Cabezo Pequeño del Estaño sugie-
ren que la actividad comercial de este poblado debió ser grande y que su
radio de acción se extendía a un amplio territorio que se adentra a lo lar-
go del río Segura, cuyo mayor y mejor exponente es Peña Negra (Crevi-
llente, Alicante).
La llegada de los fenicios a Ibiza, en la primera mitad del siglo VII a. C.,
supone para la isla el comienzo de una nueva etapa, pues pasará a conver-
tirse en uno de los centros comerciales más activos e influyentes del Me-
diterráneo durante varios siglos. El motivo no es otro que su posición es-
tratégica en las rutas marítimas de los circuitos comerciales establecidos
por Gadir.
Por las corrientes del golfo de León y por los vientos dominantes de la
zona, Ibiza es lugar privilegiado como fondeadero y para el avituallamien-
to de los barcos que frecuentaban las rutas marítimas de Tiro y Oriente-
Cádiz; Cádiz-noroeste peninsular y sur de Francia y Cádiz-Mediterráneo
entral (fundamentalmente Cerdeña), en los viajes no sólo de ida sino tam-
ién de vuelta.
Hasta fecha muy reciente, se pensó que Ibiza fue fundada por los car-
tagineses pero los estudios no dejan lugar a dudas sobre la colonización de
isla, a mediados del siglo VII a . C., por los fenicios procedentes del Círcu-
del Estrecho, bajo cuya órbita se mantuvo hasta finales del siglo VI a. C.
ando, tras la pérdida de Cádiz de su papel hegemónico comercial, a de-
n der de Cartago (Fig. 12) .
355
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
500m
-.
1.- Necrópolis del Puig d'es Molins 4.- Castillo-Aimudayna de Ibiza
2.- Depósito PM NE-83 5.- Punta de J. Tur Esquerrer
3.- Baluarte de Santa Lucía 6.-llla Plana
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TARTESO Y EL PERIODO COLONIAL
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TARTESO Y EL PERIODO COLONIAL
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
sar, como ya se ha señalado, que tal vez fuera un lugar de culto. Este últi-
mo está formado por 21 piezas de oro puro, con un peso de 3 kilogramos,
con brazaletes, collares, diademas y pectorales, y son productos de unta-
ller local, realizadas en distintos momentos cronológicos, desde finales
del siglo VIII hasta el siglo VI a. C. Actualmente se ha propuesto una nueva
hipótesis de funcionalidad para este tesoro. El conjunto se divide en dos
partes, una serviría para engalanar a los dos bóvidos que protagonizaban
el sacrificio a las divinidades (una vaca blanca para la diosa y un toro cas-
taño para el dios) durante la procesión previa a la inmolación (las placas
irían forrando el fajín ritual que colgaba del lomo de cada animal, 8 y 8, y
los frontiles en el testuz) y la otra pertenecería al ajuar litúrgico del sacer-
dote (collar y brazaletes) (Fig. 16).
Figura 16. Tesoro de oro del Carambolo y propuesta de funcionalidad de las piezas
(de Amores y J. L. Escacena).
364
TARTESO Y EL PERJODO COLONIAL
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TARTESO Y EL PERIODO COLO NIAL
l. Expansión focense
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TARTESO Y EL PERIODO COLONIAL
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369
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Por otra parte los escritores griegos y latinos hablan de esta prime-
ra presencia griega en colonias o emporia de los foceos de Massalia en las
costas peninsulares y que no han sido confirmadas arqueológicamente,
como Hemeroskopeion (donde Estrabón cita la existencia de un templo de
la diosa Artemisa) ubicada en Denia o en Calpe; o Alonis (famosa por su ri-
queza salina, recordemos que el vocablo griego para la sal es als), que bien
pudiera ser Santa Pola, así como Mainake que se ha asociado con Malaka,
topónimo feniciu, y Mainobora, indígena. Probablemente no fueran funda-
ciones, tratándose únicamente de referencias que los navegantes griegos
hacían a lugares a los que se debía prestar especial interés a la hora de es-
tablecer los contactos comerciales, o accidentes geográficos que permitan
la navegación con seguridad.
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TARTESO Y EL PER10DO COLONIAL
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
A mediados del siglo VI a. C., el núcleo foceo se traslada hacia el sur dan-
do origen a la Neapolis. La nueva ciudad posee un trazado hipodámico con
algunas irregularidades, ocupando un superficie total que no superaba las
tres hectáreas, rodeada de muralla defendida por torres por tres de sus la-
dos y abierta en la zona que da al mar (Fig. 19). Fuera del recinto amura-
llado se levantó un santuario que debió de utilizase como territorio neutral
entre los griegos y los indígenas (indiketes) que vivían junto a la colonia.
En la zona exterior a la muralla también se han localizado las casas de los
indígenas. En la primera mitad del siglo IV a. C., se rehizo la muralla refor-
zándose el sistema defensivo mediante un foso y una torre que protegía la
entrada sur. Esta remodelación provocó la destrucción del santuario del si-
glo v a. C. y de parte del poblado ibérico, integrándose ambas comunida-
des, la indígena y la griega, dentro del mismo hábitat. Sobre el más antiguo
templo de la ciudad se levantó uno nuevo, que en opinión de los arqueólo-
gos estaría dedicado a Asclepios, del que se conserva el oikos, o morada de
la divinidad, con el podium, en el cual fue hallado el conocido torso de As-
clepios (el resto de la escultura apareció en una cisterna) y el altar.
372
TARTESO Y EL PERIODO COLONIAL
373
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
El poblado de Puig nos muestra en sus murallas afinidad con los mo-
delos helénicos y fue construida en tres fases que corresponden a los si-
glos VI, V y IV a. C.
374
TARTESO Y EL PERIODO COLONIAL
Las fuentes literarias nos hablan que el puerto de Rhode era el único
que merecía ese nombre en todo el Golfo de León. Hasta la fundación de
la ciudad debió de servir como lugar de aprovisionamiento de los griegos,
al igual que otras bases que tenían a lo largo de la costa. Otra posible ex-
plicación a su origen está en que su fundación fuese promovida por Mas-
salia, que hacia la segunda mitad del siglo IV está consolidando su domi-
nio costero sobre las costas del sur de Galia y el nordeste de Iberia.
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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TARTESO Y EL PER10DO COLONIAL
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
5. 1. Final de Tarteso
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TARTESO Y EL PERIODO COLONIAL
COMENTARIO DE TEXTO
«La ciudad es doble, dividida en dos por una muralla, por haber tenido ante-
riormente como cohabitantes a algunos indiquetes, los cuales, aunque se regían
por leyes propias, quisieron por razones de seguridad tener en común con los
griegos el recinto amurallado, y éste fue doble, dividido por una muralla mediane-
ra. Pero con el tiempo convergieron hacia la misma constitución política, mezcla
de leyes bárbaras y griegas, cosa que sucedió también en muchos otros lugares>>.
EsTRABÓN III, 4,8. Geógrafo e historiador griego de Amasia, en Capadocia (Turquía),
que vivió en el siglo I a . C. Su obra más famosa, Geografía, consta de 17 volúmenes y se
fecha entre el 29 a . C. al 7 d .C.
379
TEMA 10
LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO
Y NORTE PENINSULAR
• IDSTORIOGRAFÍA
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
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PREIDSTORJA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
390
LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
Figura l. En el cuadro de Alejo Vera titulado <<El último día de Numancia» (1881) se con-
ensa la iconografía tradicional de los celtas hispanos: valor, audacia, sentido del honor
_· un arrojo ante el sacrificio que les impulsó al suicido colectivo antes que a rendirse
te las armas romanas. Este imaginario romántico del siglo XIX enlazó con el paradigma
ionista de principios del siglo xx y fue manipulado posteriormente por la historiografía
del régimen franquista .
391
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
392
LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
CELTAS en fuentes
• PERCEPCIÓN CLÁSICA
"Interpretatio" griegasy romanas
romana
Percepción clásica
• PERCEPCIÓN liNGÜÍSTICA
1700-
1800-
1900-
'\
Figura 2. Para algunos arqueólogos los celtas son una construcción artificial manipulada
a lo largo de muchos años. Primero fue la interpretación romana, que inventó el término
icélticoi para nombrar a los pueblos situados más allá de sus fronteras. Luego una larga
rradición clásica que mistificó las fuentes romanas. Más tarde la visión romántica decimo-
ónica, que creó una imagen novelada pseudohistórica de intereses nacionales. Finalmente
el interés actual por buscar en los celtas muchas raíces populares. El resultado es una
sucesión de estereotipos falsos (celtas inventados, celtas tradicionales, celtas populares ...)
sin ninguna base histórica o arqueológica. Imagen de Ruiz Zapatero, 2005.
393
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
Hacia el año 800 a. C. las llanuras regadas por el Ebro medio ya habían
sido pobladas por algunas de las comunidades de Campos de Urnas oriun-
das de las tierras del Bajo Aragón. Estas poblaciones penetraron hasta las
llanuras navarras tras un largo y paulatino proceso de colonización moti-
vado por la búsqueda de nuevas tierras, probablemente relacionado con un
lento pero implacable aumento de la población. La mejor representación ar-
queológica de aquellas poblaciones se halla en el yacimiento de Cortes de
Navarra, un poblado que se levantó en los tiempos del Bronce Final por una
pequeña comunidad de trescientas personas. Para ello eligieron un altozano
de poca altitud sobre el valle en cuya cumbre cimentaron simples cabañas
394
LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
Las montañas del Sistema Ibérico que bordean el valle del Ebro habían
sido regiones poco habitadas en tiempos del Bronce, no más allá de pobla-
.ones pastoriles marginales que se aventuraban ocasionalmente para a pro-
echar los pastos de altura. Las inhóspitas condiciones naturales de estas
regiones posiblemente representaban un impedimento importante para la
395
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
instalación de una población estable. Pero hacia el año 700 a. C. unas com -
nidades de pastores-ganaderos decidieron alzar unos poblados pequeños o
bastante sólidos como para inaugurar un poblamiento estable. Los origenes
de estos pastores-ganaderos son inciertos pero se suele plantear una relación
con la cultura de los Campos de Urnas del Ebro Medio. En estas condicio-
nes, bien podria pensarse en pequeños grupos que abandonaron los pobla-
dos de las tierras bajas y optaron por buscar un nuevo modo de vida entre
las agrestes montañas, quizás instigadas por la excesiva presión demográfi-
ca. Sea como fuere, para algunos protohistoriadores los poblados soriano
levantados en aquel momento serian el origen más remoto de una cultura
protoceltibérica, que con el paso del tiempo darla lugar a los celtíberos.
De esta manera las serranías sorianas sirvieron de solar para más de me-
dio centenar de poblados amurallados. Eran aldeas bastante estables aun-
que de reducida extensión ya que no superaban la hectárea. Los poblados
han sido calificados como castros porque se encaramaban en lugares eleva-
dos para controlar zonas estratégicas sobre el entorno (pastos, pequeñas ve-
gas o vías naturales) y se habían rodeado de resistentes fortificaciones. Es-
tas consistían básicamente en murallas de piedra que no siempre rodeaban
en su totalidad del poblado pues en ocasiones se interrumpían para incor-
porar riscos, cantiles y taludes a manera de defensas naturales. En las zonas
más vulnerables se levantaron torreones, se cavaron fosos y se empotraron
piedras aguzadas extramuros. En el interior del poblado habían cabañas de
planta rectangular (similares a las halladas en poblados del Ebro como Cor-
tes de Navarra) pero también circular (que recuerdan a las registradas en
poblados del Duero como Soto de Medinilla). La población usaba cerámicas
a mano variadas (desde vasitos finos hasta grandes vasijas de provisiones)
que decoraban con multitud de motivos. La metalurgia no pasó de la peque-
ña producción en bronce para satisfacer las demandas locales, pues se limi-
taba al autoabastecimiento de carácter doméstico. El marco económico de
estos poblados indica una economía eminentemente ganadera, que se com-
pletaría con la agricultura y la caza (de ciervos y jabalíes).
La cultura de Soto
396
LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
modo de vida muy distinto del modelo tradicional de subsistencia que carac-
terizó a la Meseta en los milenios anteriores, basado en el pastoreo y la gana-
dería trashumante. Las nuevas poblaciones practicaban una cultura agrícola
que los arqueólogos han bautizado con el nombre del yacimiento más cono-
cido: Soto de Medinilla. En verdad no hay un consenso acerca de los orígenes
de esta cultura. Para algunos arqueólogos en la cultura de Soto se reunieron
poblaciones indoeuropeas originarias del valle del Ebro y quizá de las tierras
más meridionales de la península, de las culturas orientalizantes. Pero para
otros arqueólogos la cultura fue resultado de una evolución autóctona, de
un cambio en el estilo de vida de las poblaciones nativas meseteñas, que tras
años de practicar la trashumancia decidieron adoptar la agricultura como
principal medio de vida y levantar poblados permanentes para vivir.
El poblado de Soto de Medinilla se levantó en un montículo de apenas cin-
~o metros sobre su entorno inmediato. El sitio ocupaba unas dos hectáreas
e extensión junto a las orillas del Pisuerga, en plena llanura vallisoletana.
Las viviendas tenían una planta circular de seis metros de diámetro, paredes
e adobe remachadas con estacas de madera y techumbre cónica de ramas,
añas y barro. Las plantas de tipo circular resultan ajenas al prototipo
397
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Los conocimientos sobre los inicios de la Edad del Hierro en las regio-
nes de Portugal, Galicia y Cornisa Cantábrica son muy precarios. En esa
coyuntura parecen haber influido las condiciones de vida de la población,
basadas en las prácticas nómadas propias de los pastores/ganaderos y en
un patrón de poblamiento breve y provisional que ha dejado restos arqueo-
lógicos muy escasos. Pero también pudo influir la personalidad de las co-
munidades que vivían en aquellas regiones, caracterizadas por cierto con-
servadurismo y por una propensión a mantener unos hábitos enraizados
en las tradiciones milenarias del Bronce Final. En estas circunstancias
398
LA EDAD DEL H IERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
399
-~-----
VASCONES
!/)
BELOS \
TITOS \
LOBETANOS
OLCAO§S
civilización. Pero no es menos cierto que las fuentes históricas clásicas per-
miten retratar con nombres concretos a los pueblos de entonces y poner un
marco preciso a las informaciones de carácter arqueológico.
400
LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
ciones de las fuentes romanas, que relataron los numerosos avatares milita-
res de las célebres guerras celtibéricas de manera bastante pormenorizada
aunque no menos desinteresada (nada mejor que hallar un enemigo indo-
mable para realzar su propia gloria). En los relatos de Diodoro Sículo, que
seguramente conoció de primera mano el conflicto, los celtíberos reunían
el estereotipo del pueblo celta bravo, luchador, un pueblo capaz de plan-
tar cara a las heroicas legiones romanas durante más de veinte años. Pero
lo sorprendente es que al mismo tiempo, los celtíberos aparecen en nuestro
imaginario como uno de los pueblos celtas más avanzados, por la influencia
que recibieron de la cultura ibérica. La vecindad con los pueblos iberos me-
diterráneos permitió que los celtíberos conocieran el torno, la moneda y el
alfabeto.
Decía Estrabón en el tercer capítulo de su libro Geografía (dedicado en su
totalidad a la Península Ibérica) que los celtíberos habían institucionalizado
la estructura política más complicada de los celtas hispanos: una auténtica
confederación pactada por cuatro tribus o meres, por belos, titos, lusones y
arévacos (si bien otros autores incluyen también a pelendones, lobetanos y
turboletas). En el siglo n a. C. los arévacos se alzaron como la tribu princi-
pal de la confederación, se convirtieron en los líderes indígenas de las céle-
bres guerras celtibéricas y levantaron contra los romanos a sus poderosas
civitas como Numancia, en sus tierras natales sorianas. Pero la Celtiberia in-
os cluía también las montañas del Sistema Ibérico que lindan con Guadalajara
ue oriental, Zaragoza occidental, La Rioja, Teruel y tal vez norte de Cuenca.
cía
se La periodización de la cultura celtibérica ha servido como punto de an-
co claje para la reconstrucción arqueológica de otras regiones, particularmen-
te de la meseta. Francisco Burillo ideó una periodización que se ha con-
,·ertido en un referente indiscutible, basado en la sucesión tipológica de
~r
los ajuares de las necrópolis. Su secuencia ha servido incluso como punto
m de referencia para periodizaciones de carácter más antropológico, como
la desarrollada por Alberto J.Lorrio recientemente. Estos son los período
principales que concurren en la larga historia de los celtíberos:
1
- ---===-- - - - -
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LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
- Periodo de romanización
403
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
405
------
que fueron una de las muchas tribus de los pueblos galaicos; y para otros ni
siquiera existieron pues lysitanoí era una denominación genérica que usa-
ron los romanos para nombrar a los pueblos más lejanos y desconocidos
del occidente.
En los confines meridionales las crónicas romanas situaron un pueblo
cuyo nombre representa por si mismo la esencia indoeuropea: los célticos.
Todos los protohistoriadores interesados por este pueblo acuden a un co-
mentario que el historiador Plinio incluyó en su Historia Natural: «Los cél-
ticos venidos de la Lusitania son oriundos de los celtíberos, lo que se mani-
fiesta en los ritos religiosos, la lengua y los nombres de sus ciudades». De
esta manera los célticos se convirtieron en la muestra ideal de una etnia en
constante periplo territorial por las tierras peninsulares. No obstante la rea-
lidad que se desprende de la arqueología vuelve a negar las fuentes históri-
cas, de tal manera que algunos especialistas consideran la presencia de ob-
jetos celtas en estas regiones como casos aislados, imposibles de interpretar
como una migración masiva de gentes procedentes de la Celtiberia.
406
LA EDAD DEL HIE RRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
.2 . Territorio y hábitat
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PREillSTORlA RECIENTE DE LA PENÍNSULA lBÉRJCA
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LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
1. Entrada principal
2. Muralla exterior
3. Muralla interior
4. Campos de Frisia
5. Torreones defensivos
6. Casas adosadas a la muralla
7. Barrios bajos
8. Barrios altos
9 .. Recinto interior
10. Berrocales
Figura 6. El castro de Las Cogotas tenía dos murallas continuas que cercaban la totalidad del
_ , varias torres y piedras hincadas ante la entrada principal (con una peculiar embocadura
esviaje). El interior ocupaba 14,5 hectáreas y albergaba dos recintos con tres entradas cada
. El recinto superior concentraba las viviendas en tomo a caminos; pero el inferior estaba
quizá por funcionar como encerradero para el ganado. Recreación del castro (arriba) y
casas situadas junto a la entrada principal según Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995.
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
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LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
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411
PREHISTOR1A RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉR1CA
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LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
3.3. Enterramientos
En su crónica sobre las guerras púnicas Silio Itálico relataba las cos-
tumbres funerarias de los celtas del siguiente modo:
«Dan sepultura en el fuego a los que mueren de enfermedad, más a los que
pierden la vida en guerra los arrojan a los buitres, que estiman como animales
sagrados»; [siendo que] «los celtíberos consideran un honor morir en el com-
bate y un crimen quemar el cadáver del guerrero así muerto; pues creen que
su alma remonta a los dioses del cielo, al devorar el cuerpo yacente el buitre».
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA lBÉRlCA
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LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
Figura 10. Los túmulos de piedra de La Osera reunían tumbas de varios individuos
que podrían pertenecer a una familia extensa. De esta manera, cada vez que fallecía un
pariente se abría el círculo de piedras para sepultar sus cenizas y se volvía a cubrir hasta
la siguiente ocasión. Este ritual de tra nsmisión hereditaria del espacio funerario refor zaba
imbólicamente los derechos del clan en la comunidad y su visibilidad convertía a los
difuntos en una realidad cotidiana.
Los arqueólogos han utilizado los ajuares de las tumbas para recons-
rruir los procesos de jerarquización social. Las numerosas sepulturas que
ontienen tan solo cenizas (hasta un 85% del total) representarían a los in-
dividuos que componían la base social, la inmensa mayoría de la colecti-
'idad dedicada a humildes labores agrícolas y ganaderas. Las tumbas que
poseían vasos cerámicos y pequeños objetos de adorno (9%) recaerían en
individuos de posición modesta pero en cierta manera significada, cuya in-
erpretación precisa aún resulta incierta. Las pocas tumbas que poseían
ayolas, brazaletes, anillos y fíbulas (3%) representarían a mujeres de
-lanes distinguidos. Finalmente, las escasas tumbas que alojan armas y oh-
tos de valor (3%) representarían a la categoría más notable de la comuni-
d : los guerreros.
En las tumbas de los guerreros se enterraban las cenizas junto a las
armas personales del difunto. Las sepulturas de los personajes más aris-
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
3.4. Sociedad
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LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
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PREHISTORIA RECIE NTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
vida cotidiana como en el combate, antesala del más allá. Bajo estas cofra-
días latía una nueva realidad social basada, no en la solidaridad colectiva,
sino en las relaciones desiguales de poder y la individualidad.
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LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Figura 13. En las fuentes romanas hallamos numerosas descripciones de carácter etno-
gráfico sobre los pueblos prerromanos. Diodoro Sículo y Estrabón suministraron informa-
ciones interesantes sobre las cualidades de los guerreros, su habilidad en el manejo de las
armas, su destreza en las artes de la guerra y su audaz comportamiento en el combate.
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LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
Figura 14. Los verracos se han interpretado recientemente como hitos territoriales sim-
bólicos para marcar la posesión de los pastos. Así se desprende de su presencia aislada en
zonas naturales junto a fuentes de agua, prados y pastizales de excelente calidad situados
por debajo de los 1500 metros. Esta cota marca la ubicación de los pastos permanentes
o altos pastos de verano y críticos y escasos los pastizales de otoño-invierno. Toros de
Guisando (Ávila)
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
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LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Figura 15. La alfarería celtibérica más delicada es la cerámica numantina, que se ca-
racterizó por la decoración pintada a base de frisos corridos formando escenas (que dan
información sobre hábitos, vestimenta y armamento). Esta cerámica denota la influencia
ibérica pero adaptada a gustos e intereses plásticos celtíberos.
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LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
Figura 16. El armamento de hierro destacó por las espadas de tipo Alcacer de Sal (1-2) y
las espadas de estilo Arcóbriga (3), esta última procedente de la tumba 513 de la necrópolis
de Las Cogotas. Pero también por los puñales, como los de estilo Miraveche-Monte Berno-
rio (4-5), que aquí aparecen enfundados en unas curiosas vainas con sus extremos finales
decorados con discos solares. Dibujos de J. Cabré.
cinturón y fíbulas para prender los vestidos. Estas han sido muy impor-
tantes para los arqueólogos porque su variación formal en el tiempo las ha
convertido en piezas imprescindibles para la periodización. Entre los ti-
p os de fíbulas mas habituales se hallaron las de pie vuelto, de doble resor-
te, anulares, las de caballito y las de jinete. Entre los broches de cinturón
427
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Figura 17. El otro capítulo importante de la metalurgia del hierro lo formaron los objetos para
la vestimenta, en numerosos casos concebidos como pequeños objetos de prestigio social. En
la lámina figura una típica hebilla de cinturón cuadrangular con escotaduras, procedente de la
localidad soriana de San Martín de Ucero (1) . Las fíbulas de caballito representaban un signo
propio de los equites, como las procedentes de La Hoya (2) y Numancia (3).
428
LA EDAD DEL HIERRO EN EL CENTRO Y NORTE PENINSULAR
3. 7. Religión
Muy pocos son los datos registrados sobre la religión de los pueblos
-eltas, más allá de unas pocas inscripciones relacionadas con algunas di-
inidades, que también se veneraban en otros puntos del continente eu-
ropeo: Lug, que representaría una deidad suprema; Epona, interpretada
-omo una divinidad ecuestre; y las Matres, relacionadas con la fecundi-
dad. Pero las inscripciones señaladas pertenecen a épocas ya muy avan-
zadas, plenamente implicadas con los procesos de romanización. Tam-
ién parece probable que rindieran culto a divinidades astrales relativas
al sol y a la luna, quizá recordando esta cita de Estrabón sobre una divi-
"dad innominada «a la que, en las noches de luna llena, las familias rin-
en culto hasta el amanecer danzando en la puerta de la casa». El pan-
teón indoeuropeo se completaría con otros dioses menores de carácter
animista o totémico, que pudieron tener un trasfondo naturalista con
ultos al aire libre.
Los pueblos meseteños celebraban ritos en santuarios naturales al aire
"bre (identificados en el vocablo celta nemeton), ubicados en cimas mon-
tañosas, claros boscosos, peñas, cuevas, ríos o manantiales. Los santuarios
ue se conocen se levantan en canchales de granito y poseen varios com-
ponentes: escaleras, cubetas y canales horadados en la roca. El santuario
itano de Painoias posee inscripciones epigráficas latinas donde se rela-
tan los ritos de sacrificio que se realizaban en su plataforma a cielo abier-
o, centradas en la quema de entrañas de las víctimas sobre los nichos .
Y tanto Tito Livio como Estrabón también narraron los cruentos ritos que
-elebraban entre los lusitanos, basados en el sacrificio de hombres y ani-
ales en un simbolismo que asociaba la sangre, el fuego y el agua. Decía
Estrabón que «los lysitanoí hacen sacrificios y examinan las vísceras sin
separarlas del cuerpo; observan asimismo las venas del pecho y adivinan
pándolas. También auscultan las vísceras de los prisioneros, cubriéndo-
conságoi».
Pero no todos los santuarios habrían albergado cruentos sacrificios.
ede que algunos lugares aislados en medio de la naturaleza sirvieran
congregar a la gente tras marchas de peregrinación colectivas.
La presencia de intermediarios especializados a modo de sacerdotes re-
- ta m ás controvertida. Estrabón sugiere que había personajes responsables
429
PREIDSTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Figura 18. El santuario que corona la cúspide del oppidum vettón de Ulaca en Solosancho
(Ávila) presenta una estancia rectangular tallada en la roca, una peña, una escalera labrada
y una plataforma hollada por dos concavidades comunicadas. La ubicación del lugar en lo
alto y su orientación hacia una montaña cercana parecen revelar su carácter celeste.
430
TEMA 11
.ID DEL HIERRO EN EL SUR Y ÁREA MEDITERRÁNEA.
LA CULTURA IBÉRICA
439
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNS ULA IBÉ RICA
Las fuentes literarias clásicas de los historiadores griegos y romanos han le-
gado información sobre la cultura ibérica, que ha de ser considerada por vez
primera en el estudio de una época histórica peninsular. Junto a las evidencias
legadas por las fuentes literarias clásicas han de sumarse los datos proporcio-
nados por la Arqueología y otras disciplinas auxiliares de la Historia.
A partir de estas evidencias es posible concluir que los iberos fueron un pueblo
prerromano con un elevado nivel de desarrollo cultural, protagonista principal
de la Protohistoria peninsular y del tránsito hacia la Edad Antigua.
l. INTRODUCCIÓN
El vocablo griego «iberoi» implica una idea más geográfica que étnica.
Fue usado por los escritores clásicos griegos para designar a las poblacio-
nes de lengua y cultura no célticas residentes en torno al río Ebro, el Le-
vante y el sur de la península ibérica; nunca se empleó para referirse a una
sola etnia.
La cultura ibérica agrupa, por tanto, un conjunto de pueblos que nunca
llegó a formar una unidad política ni social. Estos grupos se consideraron
entre sí distintos. Herodoro, en su Historia de Heracles, unificó todo el po-
blamiento hispano de la costa mediterránea en un sólo grupo, señalando
ya entonces que «este pueblo ibero que habita la costa del Estrecho recibe
varios nombres, siendo un solo pueblo con distintas tribus». Aquellas «tri-
bus» o pueblos, aún siendo distintos, muestran evidentes rasgos culturales
comunes, configurando una comunidad de intereses comerciales y rasgos
culturales que se detecta como factor de cohesión ya en el siglo VI a. C. El
factor de unión entre los diferentes grupos iberos se encuentra en determi-
nadas producciones industriales y en otros rasgos culturales como su es-
critura, así como en un proceso de aculturación - influencia económica e
ideológica- desarrollado por los grupos coloniales y comerciales del Me-
diterráneo.
El concepto de «cultura ibérica» surgió en el último tercio del XIX, tras
la puesta en valor del «arte ibérico» tras el descubrimiento del Cerro de los
Santos (Montealegre del Castillo, Albacete).
Las fuentes literarias clásicas más antiguas, del siglo VI a. C., proporcio-
nan datos básicamente sobre territorios costeros, procedentes de los viajes
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2. CRONOLOGÍA Y PERIODIZACIÓN
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3. TERRITORIO
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Figura 2. Mapa de las poblaciones ibéricas, según Victorino Mayoral (Olmos 1999).
Acci (Guadix, Granada). Este pueblo produjo la Dama de Baza, una de las
esculturas más relevantes de la cultura ibérica. Fueron expertos en la ela-
boración de garum y salazones, platos de tradición mediterránea y gran
comercialización.
Los oretanos fueron un pueblo del interior peninsular asentados en el
norte andaluz y en el sur de la Submeseta Sur; es decir, en un territorio
vertebrado por Sierra Morena que se extendió por tierras septentriona-
les cordobesas y jiennenses, occidentales albacetenses y de Ciudad Real.
Hacia el años 100 a . C. Artemiodoro afirmaba que las urbes principales
de los oretanos fueron Or(i)sia y Castalon. En el mismo sentido, Estra-
bon señaló que las ciudades principales de este territorio eran Kastoulon
y Oria. Oretum se ha venido tradicionalmente situando en la Oretania
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Los túrdulos habitaron las actuales tierras del sur de Córdoba y Jaén,
llegando hasta la vega del Genil (Granada). Distribuidos entre los valles del
Guadalquivir y del Guadiana su capital fue Ipolka (Porcuna, Jaén), Obulco
en épÓca romana. Al igual que los turdetanos, este grupo se diferenció de
otros iberos por hablar tartesio.
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4. POBLAMIENTO
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5. NECRÓPOLIS
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Figura 21. Fosa funeraria n. 0 362 de Mas Castellar (Pontós, Girona) . Representación ideal
de la vajilla arrojada al interior de la fosa una vez terminado el banquete funerario (izquierda).
A la derecha de la imagen se representa el número mínimo de ejemplares animales e inci-
dencia de las especies consumidas en ese banquete (Principal2012: 157).
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de santuarios urbanos son los de entrada, situados bien intramuros del po-
blado, en el lugar de acceso a éste, o bien extramuros (se detectan ad por-
tam y portuarios). Dentro de los urbanos, además de los santuarios de en-
trada, se han detectado otros domésticos dinástico-gentilicios, enmarcado
dentro de residencias notables; y también otros recintos sacros o templo
de tipo clásico, asociados a las clases sociales dominantes.
Torreparedones (Castro del Río-Baena, Córdoba) fue un santuario ur-
bano situado fuera de la muralla del oppidum junto a una fuente manan-
tial. Estuvo vinculado a ritos de protección y purificación, aunque debió
servir, además, de almacén de exvotos para celebrar ceremonias religiosas
vinculadas a Dea Caelestis , versión romanizada de la diosa púnica Tanit.
Así lo parece demostrar una inscripción aparecida en una cabeza femenina
velada construida en piedra hallada en el edificio.
En el territorio de Albacete, una pequeña eminencia ubicada junto a la
Cañada de Yecla, el Cerro de los Santos, gozó de esa consideración como
santuario de ámbito territorial. Allí hubo un bosque (deforestado en el si-
glo XIX a consecuencia de un incendio)
y a sus pies corría un arroyo de aguas
sulfatado-magnesiadas, de las que se
han señalado sus propiedades terapéu-
ticas. Además, se situaba junto a una
de las vías de comunicación más tran-
sitadas en la Antigüedad en la Penínsu-
la Ibérica, como es la que unía las cos-
tas de Levante con Andalucía señalada
por los Vasos de Vicarello. Desde el si-
glo IV a. C. el Cerro de los Santos debió
ser lugar de peregrinaje al que fieles
devotos, agradecidos por un bien re-
cibido, iban a depositar sus ofrendas.
Desconocemos si allí hubo una edifi-
cación antigua de culto y cuáles serían
sus características. Lo que sí es seguro
es que en el siglo n a. C. se construyó
Figura 23. Gran Dama Oferente del Cerro -o remodeló- un edificio de planta
de los Santos (Montealegre del Castillo,
Albacete). Fotografía F. Witte-DAI. Museo rectangular, elevado, al que se accedía
Arqueológico Nacional (Olmos 1999). a través de tres escalones que daban
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. 1. Escultura
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7 .2. Orfebrería
Los orfebres iberos crearon piezas suntuarias en oro, plata, cobre, esta-
ño, plomo, hierro. Los objetos de hierro comenzaron a ser frecuentes a lo
largo del siglo VI a . C., en una fecha ciertamente tardía que se ha explica-
do porque los primeros hierros eran excesivamente dulces y no competían
con los bronces, y fue precisa la presencia del hierro carburado para obte-
ner una mayor dureza en los instrumentos, relegando el bronce a objetos y
piezas ornamentales.
La orfebrería ibérica ofrece una gran variedad de motivos decorativos
y una muestra espléndida del trabajo de los artesanos. Sus precedentes
están en el mundo orientalizante, en los tesoros de la Aliseda y del Ca-
rambolo.
La estatuaria ibérica ha mostrado
la riqueza e importancia del adorno
personal, especialmente de las muje-
res . Las Damas de Elche, del Cerro de
los Santos, o de Baza, son ejemplos de
ese gusto, a veces sobrecargado, por la
orfebrería.
La técnica de fabricación más usa-
da fue el batido, sobre todo para tra-
bajos en oro, consistente en el marti-
lleado y calentamiento sucesivo de las
Figura 30. Detalle del granulado fino
del cinturón de oro del Tesoro de Jávea pepitas de oro hasta obtener de ellas fi-
(Alicante) (Perea 2012: 95). nas láminas. A esta primera técnica se
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LA EDAD DEL HIERRO EN EL SUR Y ÁREA MEDITERRÁNEA. LA CULTURA IBÉRICA
sumó luego el fundido y el forjado. Entre las técnicas decorativas, las más
simples utilizadas fueron el repujado y el grabado. Más complejas fueron
la filigrana, que consiste en la aplicación de hilos metálicos; el granulado,
en el que se soldaban diminutos gránulos y el nielado mediante el cual se
r ellenaba con metales nobles un espacio previamente trabajado.
Entre los objetos más frecuentes destacan los anillos, diademas, arra-
cadas y brazaletes, a los que se añaden los torques. Los anillos más comu-
nes son de bronce, generalmente un aro liso, o con un pequeño chatón; si-
guen los de plata, y entre los de oro hay preciosos ejemplares con
chatones giratorios. Los pendientes pueden ser simples, un aro, amorcilla-
dos, formados por una lámina batida a veces decorada, o arracadas deba-
rroca decoración con filigranas, granulados, motivos fitomorfos o zoomor-
tal y como se deja ver en las damas ibéricas del Cerro de los Santos.
collares son flexibles, formados por cadenas y trenzados, o rígidos
torques), los primeros decorados a veces con colgantes labrados o de pie-
dras. Entre los brazaletes destacan los rematados en cabezas de serpien-
es, como el ejemplar hallado en Almadenejos (Ciudad Real). Entre las fí-
ulas predominan las anulares hispánicas y las del Tipo La Tene I.
También se encuentran braseros, jarros y otros objetos suntuarios caseros
y de adomo personal.
7.3. Cerámica
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en principio fueron toscas, pero que pronto alcanzaron un alto nivel debido
a los avances tecnológicos del tomo alfarero y el horno de cámara.
Así, las cerámicas de pasta clara o beige, elaboradas a torno y decora-
das con pinturas rojizas constituyen uno de los elementos más característi-
cos de la cultura ibérica.
De influencia oriental es la urna de orejetas, forma cerámica muy po-
pular y de gran difusión durante el periodo Ibérico Antiguo. Aparece a fi-
nales del siglo VI a. C. y desaparece a comienzos del siglo IV a. C., siendo
por tanto un fósil guía de este período. Esta clase cerámica es importante,
además, porque su aparición marca el final del periodo orientalizante. Su
distribución regional abarca desde la cuenca del río Segura al Hérault, se-
ñalando para esta zona y periodo la comunidad cultural ibérica. Su cierre
hermético con tapadera unida al vaso mediante orejetas perforadas hizo de
esta clase cerámica un recipiente idóneo para su uso como urna cineraria.
Desde el siglo IV a. C. los diversos ámbitos regionales de la cultura ibé-
rica elaboraron diferentes formas y decoraciones. En el noreste peninsular
la cerámica pintada cayó en desuso y fue sustituida por la cerámica gris,
mientras que en el sureste las cerámicas pintadas evolucionaron para al-
canzar un alto grado de creatividad y sofisticación.
En las cerámicas ibéricas pintadas de cocción oxidante se aprecian cla-
ramente variedades estilísticas regionales, vinculadas a las diferentes áreas
geográficas y centros de producción.
Uno de éstos es el Estilo Elche-Archena, procedente de la Contestania
y caracterizado tanto por sus decoraciones pintadas como por lo limitado
de la variedad de sus tipos cerámicos. Una de sus formas más repetidas es
el kalathos o sombrero de copa. Las decoraciones pintadas sobre los reci-
pientes de este estilo destacan por su estilo narrativo, que asocia motivos
geométricos a figuras vegetales, animales y humanas. Son notables los ani-
males mitológicos, posiblemente ligados al mundo de ultratumba. Destacan
las águilas contrapuestas con sus alas abiertas, los feroces carniceros (lobo-
león) con fauces abiertas o las representaciones de divinidades, como la dio-
sa Tanit. Las representaciones de hiedras y flores de loto son también recu-
rrentes. Este estilo se conoce también como Estilo Simbólico debido a la alta
carga de significado de su iconografía, que fue usada para transmitir mensa-
jes a quienes conocían las claves de este rico lenguaje expresivo. Se trata de
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pocos tipos diferentes. En sus pastas, que son de cocción reductora, se in-
corporan desgrasantes que proporcionan propiedades refractarias a las ce-
rámicas, y así evitar su fracturación al ser puestas al fuego.
Otra clase de cerámicas ibéricas son las de barniz rojo, con o sin decora-
ción impresa, que imitan las formas y el engobe propio de las cerámicas feni-
cias. No fueron decoradas por inmersión en el engobe, sino a base de pincel.
Las cerámicas de barniz negro, por contra, intentan imitar la cerámi-
ca campaniense helenística o gris ampuritana, careciendo de decoración
pintada.
7 .4. Mosaicos
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LENGUA Y ESCRITURA
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Estrabón se refirió a los turdetanos señalando que eran los más cultos
entre los iberos porque, además de tener escritura propia, contaban con
poemas, leyes en verso y crónicas históricas para la conservación de su
acervo cultural.
De Hoz ha planteado la posibilidad de que la lengua que hablaron los ibe-
ros de Kastilo y los de !polca - ambas ciudades situadas en la actual provin-
cia de Jaén- fuera distinta, tras estudiar las inscripciones conservadas en la
segunda de estas ciudades, que cuentan con elementos grafemáticos que han
de ser puestos en relación con el mundo turdetano de la Baja Andalucía.
En definitiva, en diferentes territorios iberos pudieron coexistir diferen-
tes dialectos.
En todo caso, el empleo de la escritura ha de relacionarse con la noble-
za y la aristocracia gentilicia, debido a que los documentos epigráficos son
mayoritariamente de dos clases: marcas de propiedad sobre piezas de va-
jilla de mesa - esencialmente importada- y plomos escritos vinculados a
actividades comerciales.
La utilización de la escritura ibera en sus diferentes modalidades se ha
documentado hasta época de Augusto, cuando empezó a ser reemplazada
por el alfabeto latino. La escritura ibérica fue empleada durante unos se-
tecientos años, y constituye otros signo distintivo de la cultura ibérica, en
abierto contraste con la situación imperante en el resto del Mediterráneo
occidental, en donde se utilizaron los alfabetos coloniales con muy pocas
variaciones para anotar las lenguas vernáculas.
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LA EDAD DEL HIERRO EN EL SUR Y ÁREA MEDITERRÁNEA. LA CULTURA IBÉRICA
cultura ibérica. Más bien se aprecia una evolución interna de las tradi-
·ones locales, con influencia de las tradiciones mediterráneas.
Los guerreros iberos contaban con armas defensivas y ofensivas, todas
e as cargadas de un fuerte valor simbólico.
Las armas ofensivas iberas fueron de dos tipos: las arrojadizas (solife-
rrum, falarica, honda y flecha) y las destinadas a herir empuñadas con la
mano (la espada y la lanza).
Entre las espadas destaca la falcata, sable grueso de hoja curva de una
-ola pieza y con un filo cortante recorrido longitudinalmente por una aca-
aladura longitudinal que acentuaba su carácter mortífero. Derivaba de la
1w.chaira griega. Su empuñadura podía estar decorada con damasquina-
dos de plata o cobre, o tener forma animal (cabeza de ave o caballo). Ade-
m ás de arma, la falcata - al igual que otras armas metálicas- fue símbolo
de poder y riqueza, en una sociedad fuertemente mediatizada por el carác-
er militar de la elite dominante. Es un tipo de pieza escaso en el nordeste
peninsular. Otros tipos de espadas son las de empuñadura con antenas, las
de empuñaduras de frontón o las tipo La Tene I y La Tene JI. Éstas últimas
están especialmente presentes en el nordeste peninsular.
La lanza para ser enristrada constaba de punta metálica (hierro o
bronce, de hasta 40 cm), asta de madera y regatón metálico (de hasta 20
cm) para proteger la base del astillamiento y permitir clavar el arma en
el suelo.
El soliferrum fue una lanza de hierro afilada, cuya longitud podía so-
brepasar los dos metros. La falarica, más corta, se usaba también como
arma arrojadiza, en ocasiones recubierta de estopa impregnada en materia
combustible incendiaria. Además los iberos usaron hachas de doble filo,
ondas y flechas pedunculadas. Estrabón mencionó que los baleáricos lle-
vaban hasta tres ondas diferentes enrolladas en la cabeza cuando iban al
combate, pudiendo lanzar el proyectil - de arcilla, piedra o plomo- hasta
200m de distancia con elevado índice de acierto.
Las armas defensivas del guerrero ibero son cuatro: casco, coraza, es-
cudo y grebas. El casco pudo ser de cuero o metal, y en ocasiones tuvo
guardanucas o fue decorado con penacho y cimera. Los cascos metálicos
iberos conocidos son escasos durante el Ibérico Pleno e inexistentes en el
Ibérico Antiguo.
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA lBÉRlCA
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LA EDAD DEL HIERRO EN EL SUR Y ÁREA MEDITERRÁNEA. LA CULTURA IBÉRICA
COMENTARIO DE TEXTOS
He aquí que el rey de los orissos, acudiendo en auxilio de los sitiados, tras
un fingido pacto de amistad y alianza bélica con Amílcar le puso en fuga; pero
éste, en su huida, procuró la salvación de sus hijos y amigos desviándose por
otro camino. Perseguido por el rey, Amílcar se arrojó con su caballo a un cau-
daloso río y, descabalgado por la corriente, murió bajo su montura.
Sin embargo el grupo en el que iban sus hijos Aníbal y Asdrúbal llega-
ron salvos a la ciudad de Acra Leuca. Así pues, tenga Amílcar como epitafio,
aunque murió muchos años antes de nuestra era, el elogio que la historia le
dedica>>.
(D!ODORO SfcuLO: XXV, 10, 3-4).
491
12TEMA
EL POBLAMIENTO PREHISTÓRICO
DEL ARCHIPIÉLAGO CANARIO
Alberto Mingo
sos
PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
l. HISTORIOGRAFÍA
506
EL POBLAMIENTO PREHISTÓRICO DEL ARCHIPIÉLAGO CANARIO
tal como vías válidas de comprender los modos de vida de los primeros
pobladores del archipiélago. También surgieron aproximaciones al estu-
dio del pasado desde la antropología física, asociándose la cultura a una
determinada raza (muy propio de aquella época), a partir de los trabajos
de M. Fusté e Ilse Schwidetzky.
Ya en los setenta del siglo XX asistimos a la vinculación de la Prehisto-
ria canaria con el ámbito universitario, creándose específicamente un De-
partamento dedicado a la Arqueología y Prehistoria en la Universidad de
La Laguna (Tenerife). Este hecho supuso por un lado, la posibilidad de
formación de un buen número de jóvenes prehistoriadores, y por otro, el
desarrollo de estrategias de investigación sólidas y planificadas desde es-
tamentos docentes cualificados. Así, tanto M. Pellicer como P. Acosta tra-
zaron un plan de actuación que iba desde la creación de una completa Car-
ta Arqueológica de Canarias a la excavación sistemática de los principales
yacimientos tanto de hábitat como funerarios, pasando por generar ex-
haustivos análisis tipológicos de los objetos y útiles recuperados. Estos pa-
sos constituyeron una base lo suficientemente fuerte como para que, a par-
tir de ellos, en los años subsiguientes se pudieran sistematizar y abrir vías
y modelos de investigación e interpretación. Si en los setenta aún se evi-
denciaba en el archipiélago una clara influencia teórica de la escuela histó-
rico-cultural y del neopositivismo alemán, en los ochenta se rompe defini-
tivamente con estos enfoques dominadores, ampliándose y renovándose el
abanico de las corrientes teóricas con la aplicación de estudios basados en
el estructuralismo, ecología cultural, materialismo histórico, arqueología
procesual, e incluso en un eclecticismo de varias de ellas.
En los últimos años las líneas de investigación más fuertes y activas
priorizan la paleoeconomía (paleoambiente), la etnohistoria, las mani-
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2. POBLAMIENTO PREHISTÓRICO
2.1. Orígenes
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EL POBLAMIENTO PREHISTÓRICO DEL ARCHIPIÉLAGO CANARIO
. Asentamientos
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tica y otra para diversos usos (rediles, casas comunales, «Palacio de Justi-
cia», necrópolis, etc.), atisbándose una clara diferenciación y organización
del espacio y, por tanto, un protourbanismo.
Debemos destacar la aparición dispersa por casi todas las islas de cons-
trucciones aisladas con características constructivas semejantes a las estruc-
turas de los hábitats en superficie. Albergan pocos restos materiales en su
interior, y deben ser puestas en relación con un uso ganadero, funcionando
como rediles o estancias para estabular el ganado.
Finalmente, se constatan concheros en todas las islas, excepto La Pal-
ma y Gran Canaria. Son grandes acumulaciones de conchas de mariscos
consumidos por los grupos humanos. En el Julan (El Hierro) se encuen-
tran muy próximas a un nutrido grupo de grabados lo que podría estar in-
dicando algún tipo de ritual religioso o ideológico que involucrase el con-
sumo de bivalvos.
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EL POBLAMIENTO PREIDSTÓRICO DEL ARCHIPIÉLAGO CANARIO
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EL POBLAMIENTO PREIDSTÓRICO DEL ARCIDPIÉLAGO CANARIO
2.5. Armamento
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EL POBLAMIENTO PREIDSTÓR1CO DEL ARCHIPIÉLAGO CANARlO
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3. MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS
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EL POBLAMIENTO PREIITSTÓRICO DEL ARCIITPIÉLAGO CANARIO
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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EL POBLAMIENTO PREHISTÓRICO DEL ARCHIPIÉLAGO CANARIO
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PREIDSTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA lBÉRJCA
Figura 12. Dibujo de un panel con motivos geométricos de la Cueva Pintada de Gáldar
(Gran Canaria) (Dibujo. A. Beltrán y J. M . Alzola).
Figura 13. Motivos puntillados en color blanco de la Cueva de las Estrellas (Gran Canaria).
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EL POBLAMIENTO PREIDSTÓRICO DEL ARCHIPIÉLAGO CANARIO
COMENTARIO DE TEXTO
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TEMA 13
PALEOETNOLOGÍA DEL NEOLÍTICO Y
EDADES DE LOS METALES EN LA PENÍNSULA IBÉRICA.
EL ORIGEN DE LA DESIGUALDAD SOCIAL
Víctor M. Fernández
Palabras clave: Neolítico, Calcolítico, Edad del Bronce, Edad del Hierro, jerar-
quización social, productos secundarios.
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
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PALEOETNOLOGÍA DEL NEOLÍTICO Y EDADES DE LOS M ETALES EN LA PENíNSULA IBÉRICA ...
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
J
...
e
Figura l. Cambios morfológicos producidos en el paso de los cereales silvestres (A y C) a
los cultivados (By D): aumento de tamaño de la espiga y los granos, desde el Triticum boeticum
(genéticamente diploide, A) hasta el trigo hoy usado para el pan, Triticum aestivum vulgare
(hexaploide, B), y variación de la base que une el grano con la espiga (raquis, en este caso
de la cebada), desde la forma silvestre fina y rígida (C) a la cultivada más grande y flexible
que mantiene unido el grano por más tiempo (D).
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PALEOETNOLOGÍA DEL NEOLÍTICO Y EDADES DE LOS METALES EN LA PENÍNSULA IBÉRICA ...
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PALEOETNOLOGÍA DEL NEOlÍTICO Y EDADES DE LOS METALES EN LA PENíNSULA IBÉR1CA. ..
Parece más bien que los antagonismos más importantes se dieron en-
tre unos grupos neolíticos y otros, o tal vez dentro de los mismos grupos.
En casi todas las aldeas del Neolítico centroeuropeo (Danubiano) hay se-
pulturas, predominando las de mujeres con ajuares generalmente de tipo
doméstico (agujas, molinos) y adornos de concha, mientras las masculinas
tienen ajuares de tipo guerrero (puntas de flecha) y agrícola (azadas). Una
sepultura colectiva registrada entre las casas del poblado de Talheim al
SO de Alemania, de finales del VI milenio a. C., nos ofrece una inquietante
imagen de la sociedad de aquel período. En un pozo se hallaron los cadá-
veres de 34 individuos, 18 adultos (por lo menos 7 mujeres) y 16 niños, que
en su mayoría mostraban huellas de muerte violenta, por golpes propina-
dos con azadas pulimentadas y por flechas, todas ellas, curiosamente, en
la parte trasera de los cuerpos y sin que existan huellas de ningún tipo de
resistencia, lo que sugiere una especie de «ejecución» . Que las armas sean
azadas sugiere que los homicidas eran también campesinos, y los análi-
sis genéticos de los huesos muestran que los muertos pertenecían todos a
unas pocas familias . Otra fosa colectiva de la misma época se conoce en
Schletz (Austria), con 67 cuerpos con heridas en su mayoría de azadas pu-
limentas, arrojados dentro del foso circular que rodea éste y otros muchos
yacimientos de la época, cuya función se ha pensado que fuera ritual pero
que este hallazgo lleva a pensar más bien en una finalidad defensiva.
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PREIDSTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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PALEOETNOLOGÍA DEL N EOLÍTICO Y EDADES DE LOS M ETALES EN LA PENíNSULA IBÉRICA ...
Ese mismo valor parecen haber tenido entonces materias que hoy nos
parecen simplemente utilitarias, como el sílex de buena calidad, la sal y un
poco después el cobre, antes de que sirviera éste último para realizar he-
rramientas y más tarde alearse en forma de bronce. Tal y como observa-
mos actualmente en muchas sociedades tradicionales, el aprecio por esas
materias probablemente radicaba más en su rareza que en sus cualidades
propias, y es probable que fueran un símbolo del prestigio social (más que
verdadero poder, que vendría más tarde) típico de los cabecillas o líderes
de los grupos o linajes. Según un modelo muy conocido hasta hoy mismo
en las sociedades de tipo tribal, la forma de llegar a ser un líder (big man,
«gran hombre») consiste en poder movilizar una cantidad grande de traba-
jo ajeno (realizado por familiares o seguidores ocasionales) para acumular
consiguientemente más alimento (grano, rebaños, etc.), el cual luego se re-
distribuye dentro del mismo clan, periódicamente y/o en momentos de es-
casez, o se intercambia con otros grupos que lo necesitan. Es corriente que
una forma de «firmar» esos intercambios o simbolizar el capital acumula-
do sean ahora y hayan sido en la Prehistoria determinados objetos precio-
sos que se pasaban de unos a otros cabecillas siguiendo las llamadas «Ca-
denas de prestigio», que al final hacían llegar los materiales a cientos de
kilómetros de distancia de su origen.
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Figura 9. Arte megalítico. Fila superior, imágenes sobre las rocas de los megalitos, de izquierda
a derecha: grabados de líneas y cazoletas de la tumba de corredor de Le Petit-Mont (Bretaña),
pinturas en rojo y negro del dolmen de Pedra Cuberta (Galicia) y grabados de la tumba de co-
rredor de Knowth (Irlanda) (según Boyle, Leisner y Eogan en Müller-Karpe 1974, figs . 583, 571
y 640). Abajo, «ídolos» de la misma época (algunos denominados <<diosas madre» o <<diosas de
los ojos>>): a) <<báculo>> de esquisto, Portugal; b) placa de Vega del Guadancil, Cáceres; e) figura
oculada de cerámica de Monte do Outeiro, Portugal, d) estatua-menhir de St. Theodorit,
Francia; e y f) grabados de Les Pierres Plates y Mané-Rutual, Bretaña; g-j) estatuas-menhir de
Ciudad Rodrigo (España), Usle-sur-Sorge, St. Semin y Lauris (Francia) (diferentes escalas,
según Arnal, Rugues, Crawford, Gagniere, Granier y :tHelgouach en A. FLEMING, <<The myth
of the mother goddess>>, World Archaeology, 1969. fig. 31)
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picadas en la piedra, y en la península ibérica, las líneas ""
penteantes. También en nuestros megalitos tenemos algun - ~
rativos, como posibles soles, animales, humanos y armas, y r.
comprobar que tales imágenes se efectuaron con un estilo muy par.... ~
del arte rupestre esquemático que aparece en las paredes rocosas de
chas regiones peninsulares, recalcando la conexión que debió de existir en-
tre dicho arte y el mundo funerario. También es interesante el parecido de
los motivos geométricos con los que aparecen en el arte rupestre de los ca-
zadores (tanto los prehistóricos del Paleolítico europeo como los actuales
bosquimanos de Suráfrica y algunos indios americanos) que algunos inter-
pretan como signos alucinatorios visionados durante los trances chamáni-
cos, y que sugiere el mismo origen también para los megalíticos, ligados
tal vez al consumo de drogas durante o después de los ritos funerarios.
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cen haber imitado las fiestas donde se bebía vino con vasos metálicos en el
Egeo y Anatolia, ya por entonces en la plena Edad del Bronce. Nos encontra-
mos con una situación parecida a otras muchas posteriores, incluso hasta la
misma actualidad: las élites de los pueblos «bárbaros» de la periferia asien-
tan su prestigio mediante la imitación de las conductas de sociedades más
ricas y sofisticadas, aunque sea con objetos que solo remedan la forma de
los originales. También en esta época los asentamientos son pequeños y ape-
nas han dejado huella, destacando en cambio los cementerios de pequeños
túmulos que imitan a los que poco antes se habían empezado a construir en
las llanuras del sur de Rusia, llamados «kurganes» y ligados a pueblos de
origen asiático, que habían domesticado el caballo y parecen haberse exten-
dido después hacia el oeste. Hasta hace un par de décadas era habitual iden-
tificar a estas gentes como las introductoras de los idiomas indoeuropeos en
Europa (hablados hoy en todo el continente, salvo excepciones como el eus-
kera, húngaro o finlandés), según la idea de Marija Gimbutas, aunque la hi-
pótesis ha perdido fuerza ante las nuevas teorías que ven esa introducción
como obra de la expansión más antigua del Neolítico Danubiano.
Desde antes de mediados del III milenio a. C. comenzó a manifestarse
en Europa Occidental, llegando hasta la costa norte de Marruecos, un fe-
nómeno también llamado por una sola de sus partes, la cerámica, el «Com-
plejo» del vaso campaniforme. Con este nombre se ha querido agrupar a
muchas culturas distintas, pero que tuvieron todas la costumbre de ente-
rrar a algunos de sus individuos en una fosa individual, a veces bajo túmu-
lo y otras no, con una o varias vasijas sin asa y otros objetos distintivos,
como puñales y equipos de arquero (puntas de flecha de sílex, brazal pro-
tector de piedra fina), a los que pronto se añadió el metal (puñales de co-
bre). Hace años se pensaba que las tumbas correspondían a un «pueblo»
viajero de buhoneros, comerciantes de cobre y otras materias prestigio-
sas llegados de lejos. Hoy la idea está abandonada, pero el descubrimien-
to reciente de una tumba en Amesbury, al sur de Inglaterra, de un hombre
adulto con las típicas vasijas campaniformes y todo el equipo de arquero,
en piedra y metal, además de un pequeño yunque de piedra para trabajar
el metal, y cuyo análisis de isótopos de oxígeno en los dientes reveló que
había pasado su niñez en el continente, podría volver a ponerla de moda.
Algunos han pensado que se trató de un metalúrgico, tal vez también espe-
cialista en ritual (chamán), admirado por ello mismo y por su condición de
viajero poseedor de conocimientos exóticos.
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•IL _ H¡j,
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nal, con elementos de aseo (peine, espejo, cuchilla de afeitar, pinzas, etc.) y
cabellos largos que se creían asociados a la potencia sexual.
Durante el Bronce Final fue también cuando la metalurgia alcanzó su
mejor expresión con un dominio total de sus aspectos técnicos, lo que a la
vez permitió que muy pronto se difundiera la fundición y forja de un nue-
vo metal, cuyas mejores herramientas acabarían pronto reemplazando a las
del anterior: el hierro. Pero lo más curioso del Bronce Final es que prácti-
camente lo único que conocemos de esta época son los «depósitos» de me-
tal (conjunto de objetos que se enterraron o sumergieron en agua juntos y
así son hallados hoy en día), pues faltan en el registro arqueológico tanto
los asentamientos como las tumbas. Aunque investigaciones de los últimos
años han descubierto un mayor número de los primeros, y también que ce-
menterios que antes se creían de épocas anteriores pudieron seguir usándo-
se ahora (por ejemplo, los túmulos de Wessex en Inglaterra y los «armori-
canos» de Bretaña), sigue sorprendiendo esa dualidad entre la abundancia
metalúrgica y el aparente eclipse de otras facetas de la vida.
Es posible que todos esos pueblos atlánticos tuvieran una ideología si-
milar, unas lenguas parecidas de tipo indoeuropeo precéltico, y unos ri-
tos de enterramiento que no dejasen huellas, como por ejemplo la exposi-
ción del cadáver al aire o incineración y dispersión de las cenizas, aunque
lo más probable es que los cuerpos se arrojasen al agua, tal como sugiere el
frecuente hallazgo de objetos de metal, que pudieron formar el ajuar de los
muertos, en ríos, lagos e incluso en el mar. En este último contexto tenemos
el famoso «tesoro de la ría de Huelva» en España, donde más de 400 piezas
halladas en el dragado de la ría en 1929 se interpretaron durante mucho
tiempo como procedentes de un barco hundido en el siglo x a. C., pero que
hoy se las cree más bien arrojadas en uno o diferentes momentos como de-
pósitos votivos o funerarios, una costumbre ritual que sabemos que duró
hasta la Edad Media en algunas zonas del norte europeo.
Los depósitos terrestres que aparecen enterrados pudieron ser amorti-
zaciones niveladoras de las diferencias sociales (retirando una parte de ri-
queza de la circulación), aunque también es posible que en algunos casos
fueran dotes de novias en un sistema más exogámico que los de épocas an-
teriores: se han encontrado tumbas de mujeres importantes, en el norte de
Europa y también en España (Carpio de Tajo en Toledo, ya de comienzos
de la Edad del Hierro), acompañadas por un ajuar metálico valioso y pro-
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Figura 16. Reconstrucción de la tumba «principesca» con carro bajo túmulo de Eberdingen-
Hochdorf (Baden-Württemberg, Alemania) (según O.H. FREY en S. MoscATI, ed., 1 Celti,
Milán, 1991).
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Figura 17. Plano de un sistema de campos vallados (<<campos célticos>>) de la Primera
Edad del Bronce en el sur de Inglaterra (según R. BRADLEY y J. RrcHARDs, <<Prehistoric fields
and boundaries on the Berkshire Downs>>, en H.C. BROWN, ed., Early Land Allotment in the
British Isles , Oxford, 1978).
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europeo), y dado que las lenguas de ese tronco más importantes en el occi-
dente europeo antes de la conquista romana eran las célticas, durante años
los investigadores denominaron a la aparición de estos nuevos tipos cultu-
rales en la península como «invasiones celtas». Aunque hoy ya no se usa
tal etiqueta, aún no se ha resuelto del todo la cuestión de si hubo migracio-
nes o no las hubo, si bien la mayoría de los prehistoriadores admiten que
la población local se vio sometida a grandes influencias exteriores, llegaran
éstas a manos de nuevas gentes o fueran adquiridas simplemente por imi-
tación de los grupos vecinos del sur de Francia.
Mientras tanto, las mesetas interiores peninsulares permanecieron más
bien aisladas, tanto de los Campos de Urnas del nordeste como del Bronce
Atlántico que vimos antes. En las tierras castellanas se dio culturalmente
una evolución local de la base anterior campaniforme, cuyos influjos son
todavía visibles en las cerámicas de la cultura de Cogotas I. La aparición
de estas cerámicas por toda la meseta y en algunas zonas fuera de ella ha
llevado a sugerir que pertenecían a un pueblo de pastores trashumantes,
de ahí su movilidad, y aunque hoy se sabe que también eran agricultores,
su técnica hortícola de rozas pudo haber tenido el mismo efecto de cam-
bio frecuente de los asentamientos. La verdad es que los poblados de Ca-
gotas I son de difícil detección, apenas unas pocas cabañas realizadas con
materiales vegetales, y lo que ha quedado más visible hasta hoy son unos
hoyos practicados entre las viviendas, rellenos de diversos materiales, que
han sido interpretados de diversas formas : «fondos de cabaña» (su nom-
bre más conocido, aunque la función de suelo de unas casas semienterra-
das ha sido desechada), silos, basureros, tumbas en algunos casos, etc. Es
muy significativo que, en una época en la que hemos visto una eclosión del
ritual funerario y los símbolos de poder metálicos por toda Europa, nues-
tra región castellana haya permanecido aislada de esas influencias, mante-
niendo con toda probabilidad un sistema social muy igualitario, tal como
se desprende de haberse encontrado escasas tumbas de la época, y que las
pocas conocidas, con los cadáveres depositados en los agujeros menciona-
dos, prácticamente no tengan ningún ajuar. Interesante es apreciar este fe-
nómeno en una región que más tarde, en épocas históricas, siempre presu-
mió de poseer un sistema igualitario y democrático (la insurrección de los
Comuneros, el «nadie es más que nadie» castellano, etc.).
La entrada de la Península en la «historia», es decir cuando nuestras
tierras aparecen citadas por vez primera en textos escritos, se produjo con
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tributos que las metrópolis fenicias del Mediterráneo oriental debían al cer-
cano imperio asirio. La zona de Huelva era especialmente rica en mineral,
al que los fenicios aplicaron sistemas nuevos de reducción por copelado,
una mezcla de cal y huesos que al calentarse con el mineral se combina con
el plomo y deja un producto mucho más rico en los metales preciosos de
plata y oro. Parte del plomo pasaba a la atmósfera en forma de óxidos, y es
significativo de la intensidad con que se practicó el sistema, y de la conta-
minación resultante, que en los sondeos efectuados en el hielo de Groenlan-
dia los niveles correspondientes a aquellos siglos presenten un alto conte-
nido de isótopos de plomo. Los colonizadores también enseñaron métodos
novedosos para trabajar el oro, consiguiendo piezas de gran belleza, deco-
radas con filigrana y granulado, y ello usando menos cantidad de metal que
los orfebres locales durante el período anterior del Bronce Final.
Pronto la influencia colonial se dejó sentir en el interior peninsular, y la
zona del suroeste donde antes vivían unos pueblos seguramente pastores,
de los que apenas conocemos algo más que las estelas que representan a sus
guerreros acompañados de un ajuar que recuerda el funerario, como vimos
en el apartado anterior, ve producirse ahora un gran cambio: la economía
se desplaza a la agricultura intensiva con el policultivo mediterráneo (vid
y olivo) como base, se crean poblados de tipo estable con arquitecturas de
mampostería, y de la «democracia» funeraria anterior (en apariencia, nadie
se enterraba, luego debían de existir pocas diferencias sociales) se pasa a
las necrópolis en las que sólo una parte de la población tiene derecho a des-
cansar. En estas últimas aparecen enseguida tumbas muy ricas con ajuares
de origen oriental (piezas egipcias, otras en marfil y huevo de avestruz afri-
canos), además de jarras y palanganas para abluciones y piezas idénticas a
las que antes se veían grabadas en las estelas (armas, fíbulas), lo que sugie-
re que se trata de los descendientes de aquella misma casta dominante.
De acuerdo con textos romanos muy posteriores, entonces existió en el
suroeste peninsular un reino que se llamó Tartessos, con reyes cuyos nom-
bres ya entonces pertenecían al acervo mitológico y de los que no nos ha
llegado ninguna noticia arqueológica o histórica directa, es decir, de su
misma época: Gárgoris, Habidis, Argantonio, Gerión, etc. Sobre la comple-
jidad social de esa sociedad se ha discutido mucho (aunque no tanto como
de la localización exacta de la ciudad de Tartesos, si es que existió algún
poblado o ciudad con ese nombre), y las opiniones van desde una jefatura
«avanzada» (es decir, más desigual que otras «simples») hasta una serie de
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tar Cádiz, que tuvo que ser asistida por tropas cartaginesas, y en muchos ya-
cimientos abundan las puntas de flechas de bronce con el extremo doblado
por el impacto. Durante este siglo y el siguiente abundan en el Mediterráneo
las huellas de destrucciones de símbolos del poder aristocrático (por ejem-
plo, en España de los impresionantes conjuntos de escultura ibérica como
Obulco o El Pajarillo, etc.), que probablemente se originaron en revueltas
contra la clase dominante, aunque su efecto parece haber sido pasajero y no
haber conseguido una vuelta a los tradicionales sistemas igualitarios.
Con el paso a la II Edad del Hierro peninsular, a mediados del último mi-
lenio a. C., también se observa una concentración de la población en grandes
asentamientos, ya verdaderas ciudades (oppida), como Málaga en la zona
occidental o Los Villares (Andujar, Jaén) en la oriental, mientras otros sitios
entran en declive, como Huelva. A partir de entonces el dinamismo cultural
se desplazó hacia áreas que antes eran la periferia de Tartessos, en concreto
la zona extremeña, la meseta sur y el sureste. En la primera continuaron y
se reforzaron los asentamientos protegidos en altura, y se conoce algún san-
tuario que continúa la tradición tartésica como Cancho Roano (Badajoz),
un complejo edificio rectangular que pudo ser al mismo tiempo residencia
de algún jefe o rey. Más al este, en la región manchega existió un sistema de
asentamientos agrícolas dispersos, pequeños poblados o residencias de fa-
milias terratenientes que duraron hasta finales del siglo v a. C., cuando se
produjo un abandono repentino y a veces violento de muchos de ellos para
pasar la población a concentrarse en grandes oppida fortificados, igual que
había ocurrido un siglo antes en Andalucía. Tanto en los pequeños yacimien-
tos como en los grandes más recientes (p. ej., Cerro de las Cabezas y Alarcos
en Ciudad Real) aparecen abundantes cerámicas griegas importadas, que se-
guramente llegaban desde el sudeste para ser utilizadas en los ritos de bebi-
da característicos como ya vimos de todas las culturas mediterráneas. Ese
comercio era dirigido desde los grandes centros griegos de Massalia y Em-
porion (Gerona), aunque los cartagineses realizaron nuevas fundaciones en
Ebussus (Ibiza) o Villaricos (Almería). Pronto la ideología de corte oriental
traída por estos últimos fue utilizada por las elites locales para asentar su
poder, según se aprecia en el notable monumento funerario de Pozo Moro
en Albacete, donde hacia 500 a. C. una persona notable se incineró bajo una
torre de grandes sillares adornada por leones y frisos esculpidos con las ha-
zañas de un héroe mítico, todo ello de influencia fenicia aunque el ajuar
contenía también elementos de origen griego.
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Figura 19. Planta del poblado ibérico de Ullastret (Gerona),
con las murallas y torres defensivas, construidas hacia 500 a. C.
y las estructuras de habitación interiores (según M. A. MARTíN
ORTEGA, Ullastret, Poblat Iberic, Barcelona, 1985).
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empezar por influjos de los Campos de Urnas del nordeste, puesto que las ce-
rámicas de Soto tienen elementos comunes con ellos, y provocó a su vez la
aparición poco después de murallas defensivas, tanto en los poblados de las
zonas llanas como sobre todo en los castros de las sierras orientales, aunque
la división social sigue siendo invisible (si es que existió), como ocurría en la
fase anterior, al no haberse encontrado tampoco ahora ningún cementerio;
únicamente los niños pequeños parecen haber merecido enterramiento, bajo
los suelos de las cabañas como ocurre en otras muchas culturas de la época.
La tendencia a la fortificación del hábitat comenzada en la cultura del
Soto (y que sugiere que la jerarquización social sí que debió de existir) se
consolida en el siguiente período, llamado Celtibérico, que va desde el si-
glo VI a. C. hasta la conquista romana a finales del s. rr. Las influencias exte-
riores se acentúan, tanto en la cultura material (cerámicas a tomo de inspira-
ción ibérica) como en el terreno ideológico, con la aparición de los primeros
cementerios de incineración para una gran parte, sino toda la población, en
campos de urnas que constituyen las famosas necrópolis celtibéricas (con tú-
mulos de piedras), de ricos ajuares cerámicos y metálicos, que fueron exca-
vadas en su mayoría a comienzos del siglo XX. Por otro lado, vemos que la
homogeneidad cultural que existía durante el Bronce Final y primer Hierro
dejó de existir dando paso a grupos culturales diferenciados que, al igual que
en otras zonas peninsulares, se pueden equiparar ya con las etnias prerroma-
nas citadas por las fuentes clásicas: celtíberos, vacceos, vetones y lusitanos.
La economía meseteña se concentró en la agricultura, ahora con arados
de hierro que potenciaron la producción y apareciendo las primeras parce-
laciones de las tierras ligadas a la propiedad privada, aunque la ganadería
seguía siendo importante: los conocidos «verracos», esculturas en piedra
de bóvidos hechas por los vetones, se interpretan hoy como indicadores te-
rritoriales del derecho a usar los pastos por parte de determinados grupos.
El incremento demográfico y la gran concentración poblacional se obser-
va en los grandes castros que se ocupan o amplían en este momento, como
Las Cogotas, La Mesa de Miranda y Ulaca en Ávila con 15, 30 y 60 Ha res-
pectivamente de extensión, en cuyo interior hubo no solo áreas de habita-
ción sino otras funcionales como barrios artesanos de herreros y alfareros,
centros religiosos, recintos de ganado, etc. En las sierras orientales los cas-
tros son más pequeños pero existieron también grandes «lugares centra-
les» como la ciudad de Numancia, famosa por su larga resistencia ante los
ejércitos romanos entre 153 y 133 a. C.
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Figura 22. Recreación de una comunidad castreña del Oriente de la Meseta (según BENITO, J. P.;
TABERNERO, C.; SANz, A.; GUILLEN, R. (2006): Guía arqueológica. Pelendones. Castros célticos
en la serranía norte de Soria . Editorial Areco, Soria).
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objetos llegados desde el sur. Hacia el siglo 111 d.C. esas diferencias habían
cristalizado en la aparición de grandes asentamientos y jefes importantes,
los mismos que acabarán dirigiendo a esos «bárbaros» del norte, que ya
desde mediados del milenio anterior venían sufriendo una dura combina-
ción de escasez de recursos y presión demográfica, en las grandes invasio-
nes que terminarán con la dominación central de Roma, incorporando al
mismo tiempo el centro y norte del continente europeo a la historia.
COMENTARIO DE TEXTO
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TEMA 14
TÉCNICAS DE DETERMINACIÓN DE PALEODIETA
Y SU APLICACIÓN A LA PREHISTORIA RECIENTE
DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Gonzalo J. Trancho
Beatriz Robledo
INTRODUCCIÓN
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Figura 3. División espacial de la corona del diente. La flecha indica la presencia de sarro
dental. 0: Tercio Oclusal, M: Tercio Medio, C: Tercio Cervical.
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2. FITOLITOS
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los dientes. Sin duda, muchas de estas especies vegetales, u otras de dis-
tinta naturaleza, pueden ser responsables de la aparición de fitolitos y es-
trías, especialmente en las superficies bucales o vestibulares de las piezas
anteriores, generalmente incisivos y caninos. Un problema añadido desde
el punto de vista aplicado podría ser la conservación diferencial de cier-
tos fitolitos en función de su forma, composición y/o tamaño. Sabemos
que ciertas características morfológicas de los fitolitos podrían favorecer
su inclusión en el sarro o bien su eliminación o asociación con la superfi-
cie del diente. Por ejemplo, las macias de los fitolitos de oxalato cálcico fa-
vorecerían su inclusión y la formación de estrías en el esmalte respecto a
los de silicato con forma festucoide de las Poáceas. Estas limitaciones, en-
tre otras, podrían modificar su estima cuantitativa y condicionar de forma
significativa la aplicación de los fitolitos en los estudios de paleodieta. Más
grave aún resulta la reducida información disponible sobre las caracterís-
ticas morfológicas de los fitolitos a nivel sistemático de especie; posible-
mente esto se debe a la casi nula utilización taxonómica de dichos restos
biológicos, de forma que en muchas ocasiones ante una imagen SEM sólo
puede identificarse la familia botánica. Como vemos, queda aún trabajo
importante por desarrollar en este campo, se hace imprescindible la rea-
lización de estudios experimentales que permitan caracterizar la morfolo-
gía de fitolitos y almidones de las especies botánicas cultural y localmen-
te aprovechables a fin de obtener colecciones de referencia y clasificar las
muestras arqueológicas recuperadas.
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PREIDSTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
Cronología
Yacimiento Localidad 1lC13 (%o) llNlS (%o)
C14 (BP)
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da. Esos cambios son más evidentes en el tejido esponjoso, y en los restos
óseos con corticales finas. Por esa razón se procura analizar muestras de
hueso compacto de los huesos largos, generalmente tibias o fémures, que
no presenten alteración macroscópica. Pensemos además que el ritmo de
deposición ósea no es el mismo para todas las estructuras, la renovación
química de una costilla varía en tomo al 23% anual, mientras que en una
tibia sólo se remodela en ese tiempo el 3%, por lo que resulta importante
seleccionar, si es posible, siempre el mismo tipo de hueso para poder com-
parar resultados.
En la práctica, el tejido óseo podría incrementar o disminuir la concen-
tración inicial de algunos de sus iones al entrar en contacto con el medio
ambiente más próximo, en general, el propio terreno en el que está deposi-
tado. Pero desde el punto de vista tafonómico, la paulatina incorporación
o disolución de la estructura mineral del hueso podría también verse afec-
tada por el ajuar funerario que suele actuar como un factor diagenético
más. Tal es el caso de los objetos metálicos de cobre o bronce que forman
parte del ajuar en algunos de los enterramientos y por tanto pueden gene-
rar altos niveles de contaminación ajuar-hueso. Por esta razón, conocer el
tipo de ofrenda recuperada en cada enterramiento puede ser especialmen-
te útil a la hora de explicar la diagénesis y por ello resulta esencial evaluar
la información arqueológica en el momento de interpretar los resultados
de paleodieta referidos a la incorporación de nutrientes ricos en cobre.
Análisis experimentales sugieren minimizar los efectos que producen los
cambios postdeposicionales eliminando los primeros 400 pm de la cortical,
pero a pesar de dicha práctica preventiva, el resto óseo puede estar some-
tido a intercambio iónico a mayor profundidad, de modo que la abrasión
mecánica, incluso la utilizada en nuestros protocolos analíticos, que elimi-
na aproximadamente 2 mm en una superficie de unos 2 cm2 , puede no ser
siempre suficiente para solventar el problema de contaminación. De ese
modo se suprime la presencia de agentes contaminantes adheridos al hue-
so como restos de tierra, vegetación, hongos, mohos, etc. y aquellos que pe-
netran ligeramente en la cortical. En realidad, debe asumirse que todas las
muestras arqueológicas sufren diagénesis en mayor o menor grado y todo
investigador de este campo está obligado a valorar el nivel de contamina-
ción de sus muestras y a conocer a qué elementos implica. Para ello se hace
imprescindible analizar muestras sedimentarias y valorar el posible flujo
diagenético de los componentes minerales del suelo al hueso, o a la inversa.
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PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENíNSULA IBÉRICA
Este es sin duda uno de los factores limitantes, ya que incrementa de forma
significativa el coste económico, de por si elevado, de los análisis.
La extracción de la muestra analítica se obtiene mediante perforación del
tejido compacto con broca de carburo, para posteriormente calcinar a 600° C
en horno microondas, eliminando así los posibles restos de materia orgánica
en su práctica totalidad. A continuación, las muestras son digeridas en solu-
ción ácida y valoradas mediante espectrometría de plasma ICP-AES. La téc-
nica permite obtener la concentración de los elementos químicos seleccio-
nados en muestras de hueso humano, herbívoro y suelo. La concentración
de los elementos traza minoritarios (Ba, Mg, V, Sr, Zn y Cu) se expresa en
microgramos/gramo (partes por millón - ppm) de hueso calcinado, mien-
tras que las de los componentes mayoritarios de la hidroxiapatita del hue-
so (Ca y P) se indican en porcentaje.
Podría pensarse que este procedimiento, al igual que los isótopos esta-
bles, son definitivos, que siempre ofrecen solución y respuesta ante cual-
quier muestra analítica. No es siempre así; existe un gran número defacto-
res que inciden en la fiabilidad de las determinaciones. Sirvan de ejemplo
las variaciones en la composición química del lugar de enterramiento, la
pluviosidad, el pH, incluso el efecto metabólico que supone la gestación,
lactancia, edad, ciertas enfermedades, etc., pasando por la contaminación
diagenética de las muestras. Solucionar cada uno de esos problemas en
una necrópolis es complejo. Sin embargo, puede afirmarse que excepto la
diagénesis, el resto de factores es metodológicamente controlable; porque,
en general, el investigador puede realizar diseños experimentales que per-
miten obtener respuestas objetivas e interpretables desde el punto de vista
arqueológico y antropológico.
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TÉCNICAS DE DETERMINA CIÓ N DE PALEODIETA Y SU APLICACIÓN A LA P REHISTORIA RECIESTE . . .
0,56
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o A3A2 Castillejo de Huecas
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0,3 0,5 0,7 0,9 1'1 1,3 1,5
lndice de vegetarianismo corregido
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Figura 9. Vértebra con una lesión patológica compatible con brucelosis (Síndrome de
Pedro Pons, una zoonosis provocada por consumo de leche contaminada por la bacteria
Brucella sp.) (Camino de las Yeseras, Calcolítico).
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BIBLIOGRAFÍA
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