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La cuestión acerca de lo normal y lo patológico es algo que afecta más al filósofo que al médico:
este último desea saber ante todo qué es lo que puede y lo que no puede hacer por su paciente,
antes que preocuparse por si ése es.
El psiquiatra infantil se halla interpelado por idénticas razones, a las cuales se añade la
incertidumbre acerca del desarrollo del niño, así como el lugar familiar y social preterminado
que este niño ocupa.
Al psiquiatra infantil se le ruega que haga desaparecer un comportamiento que la familia, la
escuela, los vecinos o la asistente social no juzgan correcto de acuerdo con unos criterios
puramente externos y de adaptación.
Los criterios de normalidad no pueden limitarse a la evaluación de la conducta que ha motivado
la exploración y resumirse en una simple enumeración de síntomas.
El paciente es normal en el sentido de ausencia de los síntomas. Los sujetos de talla pequeña, los
individuos superdotados en el campo intelectual, ¿son patológicos? En psiquiatría, se considera
anormal toda conducta que se desvíe del promedio.
Existe el riesgo de reducir el concepto de normalidad a un estado de aceptación, sumisión o
conformismo con las exigencias sociales.
La sintomatología actual del niño no prejuzga en absoluto su futuro estadio como adulto.
1. Marco lesional.
2. Marco estructural.
3. Marco genético.
4. Marco ambiental.
III. Conclusión
En el estudio de las conductas y del equilibrio psicoafectivo de un niño, lo normal y lo patológico
no deben ser considerados dos estados, distintos uno del otro. El desarrollo, la maduración del
niño, son por sí mismos fuentes de conflictos que, como todo conflicto, pueden suscitar la
aparición de síntomas.
Un niño puede ser patológicamente normal como puede ser normalmente patológico.