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INDICE
PRESENTACIÓN 4
1. INTRODUCCIÓN AL ANÁLISIS ECONÓMICO DE LA CULTURA . 5
1.1. Evolución de las relaciones entre economía y cultura. 5
1.2. Problemas en la definición de cultura y de los sectores culturales. 6
1.3. Aportaciones del pensamiento económico al análisis de la cultura. 12
2. DESARROLLO CULTURAL Y MERCANTILIZACIÓN ECONÓMICA . 13
2.1. Interdependencias entre desarrollo económico y desarrollo cultural. 13
2.2. Características económicas de los distintos sectores culturales. 16
2.3. Formas de evaluar el valor de la cultura. 21
3. ANÁLISIS DE LAS FORMAS DE PRODUCCIÓN CULTURAL. 24
3.1. La inserción en el mercado de creadores e intérpretes. 24
3.2. La producción cultural artesanal. 27
3.3. La producción cultural industrializada. 29
3.4. El papel de las nuevas tecnologías en la producción y los mercados
culturales. 32
4. UNA PERSPECTIVA EMPÍRICA SOBRE EL CONSUMO CULTURAL. 34
4.1. Los hábitos de consumo cultural. 34
4.2. Estudios empíricos de consumo cultural. 36
5. ANÁLISIS DE LA DEMANDA Y POLÍTICAS DE PRECIO. 41
5.1. Elasticidad precio y renta de la demanda. 41
5.2. Políticas de precios y financiación de la cultura. 42
6. ANÁLISIS ECONÓMICO DE LAS POLÍTICAS CULTURALES . 48
6.1. Argumentos justificativos de la intervención gubernamental en
cultura. 48
6.2. Los estudios de impacto económico aplicados a la cultura. 52
6.3. Las políticas culturales latinoamericanasa ante los procesos
globalización de la producción y los mercados culturales. 55
NOTAS Y BIBIOGRAFÍA 60
Presentación
Desde mediados de los años ochenta, buena parte de los discursos de los
responsables políticos de la cultura, así como de muchos promotores culturales y
artistas, introducen de forma creciente argumentos económicos para tratar de legitimar
el papel de la cultura en la sociedad y defender la intervención pública de apoyo a la
misma. Conceptos como coste, presupuesto, estrategia de mercado, demanda y oferta
cultural, o financiación se entremezclan con los conceptos tradicionales utilizados en el
mundo del arte: creatividad, innovación, comunicación o experiencia estética. La
cultura, como cualquier otra manifestación humana está formada por un conjunto de
objetos y manifestaciones (bienes y servicios en terminología económica), que ha sido
necesario producir y distribuir para hacer llegar a sus receptores (público o clientes). Un
concierto, un libro, un museo, una telenovela, una pintura o los objetos de artesanía
popular son fruto de la imaginación y del trabajo creativo de una o diversas personas,
pero son disfrutados (o consumidos) por los ciudadanos gracias a la existencia de
circuitos de producción y comercialización.
distintas perspectivas nacionales y sectores académicos. “El término cultura tiene una
larga historia de significar cosas distintas para personas distintas” afirma Goodenough. 5
Muchos pensadores, filósofos, antropólogos, comunicadores, sociólogos o psicólogos
han preferido definirlo en oposición a otras realidades, la cultura como contrario de
naturaleza, técnica o personalidad. 6 Tylor, uno de los primeros antropólogos, definió
cultura, el objeto de su ciencia, como “aquel conjunto complejo que incluye el
conocimiento, las creencias, el arte, la moral, las leyes, las costumbres y cualquier otra
aptitud y hábito adquirido por el hombre como miembro de la sociedad”. 7 Más reciente,
otro antropólogo, Robert Borofksy, define cultura como la “construcción intelectual
utilizada para describir ( y explicar) un conjunto complejo de herramientas, emociones,
ideas y comportamientos humanos.” 8
No obstante, más allá del punto de vista académico, las distintas sociedades
occidentales incluyen dentro de su propia concepción de la idea de cultura elementos
distintos, no siempre coincidentes. En los países anglosajones, arts and culture, los dos
términos forman un mismo concepto, cultura tiene un significado restringido, vinculado
al fenómeno de la creatividad literaria, plástica o de las artes escénicas. De esta forma,
estos sectores artísticos, juntamente con la conservación del patrimonio, son los que han
conformado tradicionalmente el mundo de la alta cultura. En estados Unidos, los
productos de la industria fonográfica y audiovisual, o el mundo de los espectáculos de
Broadway, no forman parte del mundo de la cultura y las artes ( y por ello con derecho a
recibir subvención gubernamental), pues se incluyen en el sector del ocio y
espectáculos, el mundo del Show business. Solamente en medios académicos se
empieza a utilizar a finales de los años noventa un nuevo término: arts sector. Concepto
que pretende integrar tanto aquellas actividades culturales que forman parte tanto del
circuito comercial, las que se mueven en el ámbito de las organizaciones sin afán de
lucro, como las protagonizadas por los individuos de una forma voluntarista y amateur.
Aún así, no es fácil conocer los límites de cada uno de estos ámbitos; en especial
cuando la cultura de masas, consumida por la mayoría de la población en los países
occidentales, se ve tan influida por la alta cultura y por las culturas tradicionales de todo
el mundo, al tiempo que se transforma a gran velocidad. El mismo avance tecnológico
es responsable de la desaparición de fronteras. Según algunos autores, la difusión de la
cultura a través de los Mass Media transforma la misma esencia de la manifestación
cultural: “Su naturaleza está en los propios objetos modificados -rescritos, condensados,
digeridos y reducidos a un estado de “pacotilla” por la reproducción o la conversión en
imagen”; o “la cultura de masas no es una forma degradada de cultura por su carácter de
masas; lo es porqué los objetos artísticos heredados de la tradición son tratados por las
lógicas de producción de la difusión masiva, bajo el objetivo de simplemente responder
a una necesidad de ocio”. 19
En este trabajo se utilizan dos acepciones del término. Por esto, cuando se habla
de cultura de forma genérica, y con relación a las identidades, se entiende el conjunto de
bienes patrimoniales, conocimientos, experiencias y formas de expresión y de vivir que
implican una necesidad de comunicación del individuo respeto su entorno; es decir, un
concepto próximo al definido en la Conferencia mundial sobre políticas culturales
celebrada en México el 1982.
Durante los años siguientes, otros economistas de renombre como Gary Becker,
en su estudio sobre el consumo de bienes adictivos o cuyo gusto aumenta con el tiempo,
o Alan Peacock desde el análisis de la elección pública, desarrollan distintos aspectos
relevantes para el análisis económico de las artes, incorporando el comportamiento
aparentemente anómalo de la cultura en los paradigmas tradicionales de la economía
política. A partir de la década de los setenta la disciplina empieza a cohesionarse a
escala internacional: se funda una asociación académica especializada; se inicia la
publicación del Journal of Cultural Economics, el referente académico de la
especialidad; y a partir de 1979 se empiezan a organizar los congresos internacionales
de economía de la cultura. A inicios de la década de los ochenta la especialidad tiende a
Pero hay otras razones que obligan a repensar el impacto de los valores
culturales, y sus consecuencias en el progreso económico de los pueblos, desde
perspectivas que vayan más allá de su medición en términos de crecimiento económico
o de ganancias en la productividad. El valor de los resultados y el coste de los medios
utilizados para alcanzarlos no es mesurable en términos homogéneos en cada sociedad.
Así, un país socialmente homogéneo podrá ser más directo en la resolución de sus
conflictos, pues partirá de una visión compartida de los problemas y de sus posibles
soluciones. Mientras que una sociedad culturalmente más heterogénea deberá entablar
un largo proceso de negociación y debate social (o de imposición por parte del grupo
dominante) hasta llegar a un determinado consenso sobre prioridades y soluciones. El
conflicto obligará a un debate más rico, probablemente con soluciones más universales,
que en el caso de los países culturalmente homogéneos, pero a costa de una mayor
lentitud en la toma de decisiones y un mayor riesgo de confrontación o paralización
social.
Cada realidad cultural debe buscar sus formas de adaptación al medio y sus
estrategias de desarrollo económico y social. Sin embargo, hay diversos escollos que
dificultan, en cualquier medio cultural, emprender el camino de un desarrollo
económico y social sostenible. Entre ellos se pueden citar:
supervivencia individual a largo plazo se presenta difícil. Colectivamente, está claro que
sobrevivirán múltiples productores y mercados locales que se basen en el conocimiento
y relación directa entre creadores y consumidores, pero siempre como un elemento
marginal dentro de unas relaciones comerciales crecientemente globalizadas.
Los consumidores están dispuestos a pagar mucho más dinero por la notoriedad
que encarna el mejor profesional de una especialidad que por otra persona, técnicamente
casi tan buena, pero no reconocida como el mejor en la materia. Este comportamiento es
común en la elección de cualquier profesional: cardiólogos, abogados o arquitectos. Sin
embargo, en el ámbito artístico, como en otros ámbitos del espectáculo, las estrellas se
elevan al firmamento porque el consumo de arte no es una actividad aislada sino una
actividad pública, compartida socialmente. Por razones de tipo cognitivo, la mayor parte
de personas solo recuerdan y comentan entre ellas unos pocos grandes nombres de
cualquier especialidad. Si a este fenómeno se le suma el gran impacto propagandístico
desarrollado por las empresas que compran sus servicios (y que deben amortizar su
inversión) y la repercusión mediática que conlleva este tipo de notoriedad (los fuertes
Por otro lado, a medida que ha aumentado la movilidad de los artistas, se han
reducido los costes de transporte y han aumentado y homogenizado los flujos
informativos, los antiguos ídolos locales han tenido de competir con las grandes
estrellas internacionales. Los medios actuales permiten al consumidor comparar los
artistas entre si a través de los soportes industriales (discos, videos o internet) y los
medios de comunicación, con lo que se favorecen los procesos de consagración a escala
mundial. La producción industrializada masiva, con un alto nivel de calidad de la
reproducción y radiodifusión de los grandes espectáculos y obras de arte, permite
obtener rendimientos de escala crecientes debido al ínfimo coste de la reproducción en
relación a la producción del prototipo. Merece la pena invertir importantes sumas en la
producción cuando hay fuertes esperanzas de conseguir un éxito comercial. Detrás de
las enormes cotizaciones para retribuir a los grandes artistas hay un potencial de
negocio creciente a medida que aumentan los mercados asociados a cada uno de ellos en
los distintos soportes de difusión.
Del mismo modo que los avances tecnológicos permiten una distribución masiva
a costes decrecientes de la producción cultural reproducible, los bienes y los servicios
artesanales, no reproducibles técnicamente (aunque en algunos casos, como en las artes
de escena, repetibles), pueden adquirir un elevado valor social o de mercado gracias a su
originalidad y autenticidad; en definitiva, gracias al valor simbólico que incorporan. Es
decir, nos hallamos ante un proceso de mercantilización vía diferenciación. De todas
formas, la sacralización o el valor simbólico no constituyen un hecho nuevo (la obra de
arte nace asociada a un rito mágico, fetichista o religioso), ni es exclusivo del sector de
la cultura (el comprador de un porsche puede actuar motivado por mecanismos
semejantes a los de un coleccionista de arte), pero explica la supervivencia de la
mayoría de mercados culturales económicamente regresivos.
Con la aparición de la imprenta a medianos del siglo XV, el mercado del libro
puede empezar a desarrollarse pues el lento proceso de copia y reescritura pasa a ser
remplazado por la producción seriada. Sin embargo, durante cuatro siglos, la industria
editorial ve limitado su desarrollo por el escaso número de lectores; la lectura y compra
de libros quedaba reservada a las minorías con poder adquisitivo y acceso a la
educación. No es hasta principios del siglo XX, con la aparición y expansión de la
cinematografía, consolidada posteriormente con la radio y los fonogramas, que se
mercantiliza la cultura popular y pueda hablarse de una real industrialización del sector.
Las industrias de la cultura transforman radicalmente la experiencia y la vivencia
cultural de multitud de comunidades urbanas y rurales hasta este momento aisladas y
heterogéneas. La reproducción de imágenes y sonidos, y su distribución a precios
módicos hasta lugares hasta entonces remotos, permite la construcción y difusión de
imaginarios masivos “universales”. La nueva situación obliga a las industrias
emergentes, así como al viejo sector editorial (ahora con ayuda de una alfabetización
masiva), a organizar de forma distinta la producción y las estrategias de distribución y
mercado.
pues, en la función de producción doméstica del "amante de arte" el precio del bien, o la
percepción del mismo medido en términos relativos, es cada vez menor. 32 La
acumulación de capital cultural, en vez de reducir la apetencia de cultura, la aumenta.
En este sentido, el entorno familiar y la experiencia anterior son las claves que explican
el comportamiento y la formación de las preferencias del público. Para ir con
frecuencia al teatro, tocar un instrumento musical, visitar un museo de arte
contemporáneo o participar en la organización de una actividad de cultura tradicional es
mucho más importante haberlo hecho anteriormente o haber crecido en el seno de una
comunidad o de una familia que valore y esté involucrada en dicha práctica cultural, que
el nivel de ingresos de la familia, la situación profesional, la edad o el sexo del
individuo. Es más, los estudios empíricos realizados en Europa Occidental y América
del Norte ponen en evidencia que cuando en una función de demanda se incluyen
variables de evaluación del capital cultural (como pueden ser la tradición familiar o la
experiencia anterior), las variables de tipo socioeconómico no resultan por si mismas
suficientemente significativas. 33
responde en una encuesta aquello que realmente hace, sino que se plasma una realidad
enmascarada por el deseo y los perjuicios sociales. En el otro extremo, encontramos
actividades muy minoritarias como asistir a espectáculos de zarzuela, ballet o danza
contemporánea. Para comprender mejor la formación de los hábitos de consumo
cultural, se acostumbra a cruzar estos resultados con variables de tipo socioeconómico:
edad, sexo, profesión, nivel de estudios, lugar de residencia, nivel de renta, situación
familiar, etc. Quizás el resultado más interesante de este tipo de análisis sea constatar
que mientras algunas prácticas son claramente interclasistas o intergeneracionales, otras
sólo son seguidas por grupos sociales muy determinados. Es obvio, por ejemplo, que la
gente joven prefiere el rock, los jubilados pasan más tiempo delante del televisor, o los
adultos que trabajan dedican poco tiempo a la práctica de actividades culturales. En
cambio, la asistencia a fiestas o el uso de la biblioteca es un comportamiento
socialmente mucho más interclasista e intergeneracional.
MATRIZ MATRIZ
SOCIODEMOGRAFICA PSICOSOCIOLOGICA
- sistema de valores
- nivel educativo y cultural
- experiencia o tradición cultural
- edat y sexo
- estilo de vida y personalidad
- nivel de renta
- preferencia/capacidad hacia una
- situación profesional
comunicación:
- hábitat (rural, urbano, suburbial)
+ verbal, visual o escrita;
- situación familiar (edat, hijos ...)
+ abstracta, virtual o material;
- estatus social
+ rápida o lenta;
+ relacional o individual; ...
PROCESO DE DECISION
TOMA DE DECISIONES
CONSUMO
NO CONSUMO
placer, posesión, utilitzación, compartir
PERCEPCION
Así pues, cuando un programador quiere llenar un teatro y cobrar una precio de
entrada bien caro debe contratar una producción bien famosa pues el público está
dispuesto a pagar mucho más por este evento excepcional que por los demás
espectáculos. Pero puede que el problema se le desplace hacia el resto de la
programación, pues muchas personas gastarán todo su presupuesto destinado a
espectáculos en dicha producción excepcional, vaciándose de público el resto de los
espectáculos programados.
En todos los países de cultura occidental existe una forma o otra de intervención
explícita de los poderes públicos con el objetivo de proteger el patrimonio y fomentar la
vida artística y cultural. Sin embargo, la intervención gubernamental a favor de la
cultura plantea desde una perspectiva estrictamente económica algunas cuestiones de
gran interés. Estas pueden ser resumidas en los siguientes cinco apartados:
c) La función sustitutiva del estado ante los fallos de provisión del mercado.
servicio. Como que a menudo no es así, en los últimos años se han dado numerosos
casos de privatización, externalización o subcontratación de antiguos servicios
culturales públicos (teatros o museos de titularidad pública que pasan a gestión privada),
o el ensayo de modelos mercantiles o híbridos en la gestión de proyectos culturales
públicos (por ejemplo los consorcios o las fundaciones públicas). También se ha
substituido la prestación directa de servicios por mecanismos indirectos de intervención,
que desplazan la responsabilidad de gestión del sector público al privado, con la
consecuente mejora de la eficiencia, sin condicionar la obtención de los objetivos y la
eficacia de la política cultural.
sectorial ensayada en los años treinta y cuarenta por Wassily Leontiev para el conjunto
de la economía norteamericana, alcanzan en Europa Occidental su apogeo a finales de la
década de los ochenta (aunque no empiezan a realizarse en los países de habla hispánica
hasta los años noventa). Pero la dificultad para evaluar los impactos indirectos e
inducidos a escala local, debido a la escasez de datos estadísticos fiables y al
encarecimiento de métodos alternativos de encuesta directa, junto la manipulación
política de sus resultados, ha desprestigiado académicamente el recurso generalizado a
este tipo de investigaciones.
asegurado) que hay que amortizar en el mercado interior, y luego exportar al resto del
mundo. Cuando un mercado se abre a la competencia internacional los productores de
los países grandes disfrutan de una posición más consolidada que la de los países
pequeños; estos últimos no pueden invertir en notoriedad si no disponen de contenidos o
valores reconocidos previamente a escala internacional. Por tanto, no es un problema de
incapacidad de proveer ofertas de calidad, sino de economías de escala en la generación
de valor frente a la distribución internacional; esto es muy difícil de superar si uno no
quiere dejarse diluir en la cultura global.
Notas y bibiografía
1
BLAUG, M. [ed.](1976), The Economics of the Arts, London: Martin Robertson.
2
ANDRÉ, J.; ERNOUT, A.; MEILLET, A. (1985), Dictionnaire étymologique de la Langue Latine,
París: Éditions Klincksieck, pág. 132-33.
3
De esta forma aparece definido por vez primera el concepto de cultura en un diccionario de lengua
francesa: RICHELET, P., (1680), Dictionaire français Genève; obra citada por BÉNÉTON, P.(1975).
4
Ver, por su evolución en lengua francesa, BÉNÉTON, P. (1975) Histoire des mots: culture et
civilisation, París: Foundation Nationale des Sciences Politiques, Travaux et Recherches de Science
Politique, núm. 35.
5
GOODENOUGH, W. (1989), "Culture, Concept and Phenomenon", FEILICH. M. [ed.] The Relevance
of Culture, New York: Bergin & Garvey, p. 93
6
CAUNE, J. (1995), Culture et communication: convergences théoriques et lieux de médiation,
Grenoble: Presses Universitaires de Grenoble.
7
TYLOR, E.B. (1971) [1871], Cultura primitiva, Madrid: Ayuso, p. 19
8
BOROFSKY, R. (1998), "Possibilitats culturals", UNESCO [ed.], Informe mundial de la cultura 1998:
Cultura, creativitat i mercat, Barcelona: Centre UNESCO de Catalunya, p. 64
9
MOLINER, M. (1992), Diccionario de uso del español, Madrid: Editorial Gredos, p. 841.
10
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (1992), Diccionario de la lengua española, Madrid: Espasa calpe, p.
624
11
INSTITUT D'ESTUDIS CATALANS (1995), Diccionari de la llengua catalana, Barcelona:
Enciclopèdia Catalana i Edicions 62.
12
UNESCO (1970), Informe general de la Conferencia Intergubernamental sobre los aspectos
institucionales, administrativos y financieros de las políticas culturales, Venecia: UNESCO.
13
UNESCO (1972), Conferencia intergubernamental sobre las políticas culturales en Europa (Eurocult),
París: UNESCO; recomendación nº1
14
DUPUIS, X. (1991) Culture et dévoloppement: De la reconnaissance à l'évaluation, París:
UNESCO/ICA, p. 22
15
En este sentido es importante la reflexión de Paolo León en el tomo sobre economia de la cultura en
Italia, LEON, P. (1994) "Cambiamento strutturale e crescita economica del settore culturale", BODO, C.
[ed.], Rapporto sull'economia della cultura in Italia 1980-1990, Roma.
16
DONNAT, O. (1988), "Politique culturelle et débat sur la culture", Esprit, núm. (novembre), p. 90-101.
17
BOURDIEU, P. (1979), La distintion: critique sociale du jugement, París: Editions de Minuit.
18
Otra discusión más amplia sobre los diferentes tipos de cultura, ver BÉRRIO, J. (1990).
19
CAUNE, J. (1995). Obra citada.
20
GRAHAM, N. (1987) p. 25.
21
Ver, por ejemplo, ZALLO, R. (1988), Economía de la Comunicación y la Cultura, Madrid: Akal.
22
BAUMOL, W.J.; BOWEN, W.G. (1965), "On the Performing Arts: the Anatomy of their Economic
Problems", American Economic Review, vol. 55, núm. 2, (May), p. 495-502. Una version más amplia se
publicará en forma de libro: BAUMOL, W.J.; BOWEN, W.G. (1966), Performing Arts the Economic
Dilemma. A Study of Problems common to Theater, Opera, Music and Dance, Cambridge: MIT Press.
23
Buena parte de los principales textos escritos en este período son recopilados por Mark Blaug en la obra
anteriormente citada.
24
BENGHOZI, P-J.; SAGOT-DUVAUROUX, D. (1995), "Les économies de la culture", Problèmes
économiques, núm. 2422 (mayo), p. 19-29.
25
THROSBY, D.C. (1994) "The Production and Consumption of the Arts: A Wiew of Cultural
Economics", Journal of Economic Literature, XXXII, [March], p: 1-29.
26
BENJAMIN, W. (1983), L'obra d'art a l'època de la seva reproductibilitat tècnica, Barcelona:
Edicions 62.
27
BUSTAMANTE, E. (1994), "La concentración en la comunicación y la cultura", IV Converses a La
Pedrera: Concentració i internacionalització dels mitjans de comunicació, Barcelona: Institut Català de
la Comunicació, p: 11-24.
28
FREY, B.S. (2000), La economía del arte, Barcelona: La Caixa: Colección estudios económicos, núm.
18.
29
TRHOSBY, D. (1994). Obra citada.
30
FREY, B. (2000). Obra citada.
31
Por ejemplo, para interpretar un cuarteto de Mozart son necesarios hoy los mismos cuatro músicos que
en el siglo XVIII, pero mientras las ganancias en la productividad del conjunto de la economía han
permitido una mejora del nivel de vida y salarios de los trabajadores (incluídos los músicos), la
interpretación musical ha permanecido sin cambios ni ganancia de productividad alguna.
32
STIGLER, G.J., BECKER, G.S. (1977), "De Gustibus Non Est Disputandum", American Economic
Review, 67 (2), p. 76-90; BECKER, G.S., MURPHY, K. (1988), "A Theory of Rational Addiction",
Journal of Political Economy, August, 96 (4), p. 675-700.
33
SALADRIGUES, R. (1997), "Elements constitutius de la demanda de béns i serveis culturals: una
aplicació al camp cultural", Revista Econòmica de Catalunya, n. 31, p. 127-135.
34
Ver, para los países de la Unión Europea, ERIES-DAFSA (1997), Statistiques de la culture en Europe:
Premiers élements. Edition 1996, Paris: La Documentation Française.
35
FELTON, M.V. (1992), "On the Assumed Inelasticity of Demand for the Performing Arts", Journal of
Cultural Economics, vol. 16, nº1, June, p: 1-12.