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El uso de las TICs desató una verdadera revolución en el campo social. Permiten
solucionar problemas en forma rápida y efectiva por medio de aplicaciones,
mapeos, plataformas o sitios web que satisfacen necesidades y visibilizan
demandas. Además, facilitan que más personas se involucren en causas sociales.
Mario pensó en cómo los comedores escolares podían aprovechar alimentos que,
en los supermercados, estaban destinados a ser desechados. Agustina creó una
herramienta que permite hacer un test rápido de VIH. Ágata creyó posible tender
puentes entre personas sordas y oyentes. Un grupo de alumnos imaginó que el
celular podía ser el medio para advertir sobre crecidas a vecinos que viven a la
orilla de un río. Otro concluyó que reunir información sobre alternativas sin Tacc
(trigo, avena, centeno y cebada) podía ayudar a mejorar la calidad de vida de
miles de celíacos. Massimiliano supo desde el minuto cero que la clave era
acercar recursos a otras organizaciones y así lo hizo. A todos ellos, como a las
vastas diversidades de sus experiencias, los atraviesa, invisible, un común
denominador: la tecnología.
Cívica, de impacto social, innovadora, con sentido. Sea cual fuere su calificativo se
trata de herramientas que, en este mundo donde impera lo digital, pusieron a la
tecnología al servicio –en mayor o en menor medida y escala– de la
transformación social. Aplicaciones, mapeos, plataformas de construcción
colectiva, sitios web y movidas en redes sociales son tan sólo algunos de los
ejemplos en los que las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs)
permiten dar respuestas a problemáticas, visibilizar demandas o gestionar
soluciones frente a necesidades concretas. Y, en medio de ellos, una vez más
aparecen como protagonistas las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC).
Nobleza Obliga, una institución de innovación social que desarrolló una plataforma
on line de financiamiento colectivo (crowdfunding), “reúne a quienes necesitan
fondos para llevar adelante sus causas con quienes quieren donar o colaborar”,
explica Victoria Ciccola, gerente de Comunicación y Prensa. Las causas pueden
ser un tratamiento por un problema de salud, una beca de estudios, un tobogán
para una plaza o canastas navideñas para familias sin recursos.
Redes sociales
“En ese tipo de situaciones las personas usan Facebook para informar a amigos y
familiares que están bien, para ayudar en los esfuerzos de recuperación de las
comunidades afectadas. Tras el terremoto en México, más de 10.000 personas
usaron la herramienta de Ayuda Comunitaria para ofrecer o pedir apoyo, desde
agua y comida hasta refugio y acceso a internet”, cuentan a Tercer Sector desde
la compañía. Ante esta situación de catástrofe, Facebook activó el Safety Check,
“una herramienta que se habilita cuando se detecta que un importante número de
personas ubicadas en una misma zona publican contenido sobre una situación de
emergencia”.
Facebook cuenta con otra herramienta que se llama Mapa de Desastre, que
permite a las organizaciones humanitarias saber dónde está localizada la gente
afectada, una información que de otra forma es imposible de conseguir.
Chicas programadoras
Este tipo de desarrollos también se promueve a nivel corporativo, tal como sucede
con la Cámara de Empresas de Software y Servicios Informáticos (Cessi), que
creó el Club de Chicas Programadoras y el proyecto Dane.
Inicialmente surgieron dos clubes piloto en el Gran Buenos Aires, uno en Monte
Grande y otro en Olivos, y hoy también está funcionando uno en Escobar.
Adicionalmente, tienen previsto abrir nuevas alternativas tanto en la provincia
como en la Ciudad de Buenos Aires. “Queremos que haya clubes en toda la
República Argentina para que cada vez más jóvenes puedan dar con estos
espacios de encuentro. Lo que aprendan aquí les va a servir para toda la vida y
para cualquier carrera porque la programación se va a usar cada vez más”,
expresa María Laura Palacios, cofundadora del Club de Chicas Programadoras.
Quiero ayudar
“La palabra nexo es la clave. Somos intermediarios entre las necesidades de las
Organizaciones de la Sociedad Civil y las personas con capacidad y voluntad de
dar una respuesta”, explica Clara Goyret, coordinadora de Comunicación y Prensa
de quieroayudar.org, una asociación civil sin fines de lucro que busca “canalizar
todos los impulsos solidarios en acciones concretas.” ¿Cómo lo hacen? En una
página web que publica un mapa interactivo a través del cual se busca conectar
personas que estén dispuestas a ayudar con aquellos que realmente lo necesitan.
Con 40.000 visitas en 2016, lo que representó un 35 por ciento más con respecto
al año anterior, Quiero Ayudar difunde 2.000 centros de ayuda en todo el país,
diferenciados por temáticas, tanto para donar como para ofrecerse de voluntario.
Surgió en febrero de 2013 con 300 OSC que difundían su tarea a través de la
página web y proyecta seguir expandiéndose por todo el territorio nacional.
“En general, las OSC tienen sus páginas web desactualizadas. Ahora se vuelcan
más a las redes sociales como Facebook, Instagram y Twitter para visibilizar una
problemática. Cada vez se usa menos texto y más imagen para replicar las
distintas campañas”, dice Goyret en diálogo con Tercer Sector.
Otro ejemplo de cómo las OSC utilizan herramientas digitales, en este caso para
recaudar fondos, es Donar Online, una plataforma que funciona en Argentina,
México y Colombia, y asiste a las organizaciones para que puedan optimizar las
donaciones que reciben. Desarrollada por Wingu-Tecnología sin fines de lucro,
Donar Online actualmente tiene en su página 2.700 organizaciones registradas,
que llevan recaudados 20 millones de dólares en los últimos cuatro años.
Microvoluntades
Hay empresas que fomentan desarrollos que cuentan con la tecnología como
principal aliada. Tal es el caso de Samsung, que cada año desde 2014 convoca a
alumnos de las escuelas públicas secundarias de todo el país al concurso
Soluciones para el Futuro.
“Se premia la innovación tecnológica pero en función de dar una respuesta a las
necesidades de la comunidad”, explica Cynthia Giolito, senior manager de
Ciudadanía Corporativa de Samsung.
Los ejemplos hablan: en la primera edición de este concurso, el premio fue para
una escuela que desarrolló una app móvil que enviaba un alerta a las familias que
viven a la vera del río, al municipio y a Defensa Civil cada vez que subía el nivel
del agua y había riesgo de inundaciones. Hoy, esta aplicación está activa en los
partidos bonaerenses de Luján y Pilar. El segundo año ganaron los alumnos que
desarrollaron un aula multisensorial para estudiantes con discapacidad. Hoy esta
innovación se ha replicado en muchas escuelas de educación especial, con un
bajísimo costo. Al año siguiente, el premio fue para una app que detecta cuándo la
insulina pierde la cadena de frío. La iniciativa fue desarrollada por dos alumnas,
una de ellas con diabetes. Este año se volverá a premiar el talento creativo entre
800 finalistas.
“El concurso tiene cada vez mayor respuesta. En 2014 se inscribieron 318
proyectos, en 2015 fueron 429, en 2016 sumaron 570 y este año fueron 870”,
cuenta Giolito.
Mapeos
En sus distintas variantes, los mapeos participativos son otro claro ejemplo de
cómo la tecnología puede ser puesta al servicio de un objetivo social. Visibilizar y
sistematizar, poner en valor y denunciar son algunas de las posibilidades que abre
el uso de este recurso por parte de la sociedad civil.
Una radiografía
Con la participación en lo que va del año de unas 700 OSC de América latina que
respondieron una encuesta, Wingu está construyendo un informe sobre cómo el
tercer sector se apropia y hace uso de la tecnología y los medios digitales.
Se trata de un relevamiento que busca tener más alcance que el del año pasado,
que –sobre la base de la mirada aportada por 400 OSC– arrojó como resultado
que el canal más usado para la comunicación del tercer sector es la red social
Facebook –elegida por casi nueve de cada diez organizaciones consultadas–,
seguido luego por los propios sitios webs institucionales de las ONG –señalados
por el 70 por ciento de los encuestados– y por Twitter –destacado por el 57 por
ciento de las organizaciones sociales relevadas–.
Cómo conectarse
OPINIÓN
Las principales oportunidades de mejora para las ONG radican no sólo en un uso
más eficiente de tecnologías tradicionales como los dispositivos móviles, las redes
sociales y el crowdfunding, sino también en constituirse como “early adopters” de
herramientas emergentes como “big data”, “cognitive computing”, realidad artificial
y aumentada, o tecnologías persuasivas.
OPINIÓN
Innovación con impacto social. Por Matías Fuentes *
Es por eso que este año, además de lanzar el Desafío Google.org, presentamos
en el marco del Festival de Innovación y Tecnología Social (Fits) nuestro programa
para que organizaciones sin fines de lucro puedan acceder de manera gratuita a
una plataforma que contempla tres pilares.
Por un lado, G Suite para ONG, con todas las aplicaciones de productividad y
colaboración de Google en la nube, sin costo y sin límite de uso. G Suite es
utilizado por miles de empresas, universidades y colegios en Argentina y contiene
Gmail con el dominio de la organización, Google Calendar y Google Drive, entre
otras aplicaciones.
Organizaciones sin fines de lucro argentinas realizan una labor enorme, que
internet tiene la capacidad de multiplicar y llevar a una mayor escala. Con estas
herramientas no solamente pueden ampliar su llegada para buscar nuevos
voluntarios, sino que también pueden ser más eficientes en su operación,
optimizando recursos que siempre son escasos.
“La aplicación está pensada para todos, es un beneficio para la sociedad. Nos
dimos cuenta de las barreras que hay, desde que se levantan hasta que se
acuestan para todas las personas hipoacúsicas. Todo el día la persona sorda
transcurre con muy poca comunicación, pero eso se transforma totalmente cuando
hay lengua de señas. Si hay tantos inventos tecnológicos para tantas cosas, ¿por
qué no podía haber uno como Signalo?”, se pregunta Ágata Fornasa, una de las
integrantes del equipo que ideó y puso en marcha esta iniciativa.
Ahora, todas ellas buscan sumar votos –que se realizan online– de cara a la final
regional, que tendrá lugar en noviembre en México, con la participación de los
proyectos ganadores de Argentina, Chile, Colombia México y Perú. “La tecnología
puede cumplir un rol fundamental en ayudar a resolver los problemas más
apremiantes de la región”, afirma Federico Procaccini, gerente general de Google
Argentina.
De semilleros y millennials
Ramiro Olivera y Julián Antonielli tienen 22 años; Luciano Mosquera, 25. Los tres
son estudiantes de Ingeniería Informática del Instituto Tecnológico Buenos Aires
(Itba) y este año, de la mano de un proyecto de una alta potencialidad de impacto
social, obtuvieron el tercer lugar en un concurso mundial del gigante Microsoft, que
premia la innovación tecnológica.
ResCue –el nombre del desarrollo de estos millennials– utiliza drones para
explorar en tiempo real un área afectada por una catástrofe natural y, mediante
una plataforma web, permite que un equipo de operadores pueda ver online los
reportes, para así focalizar de manera más rápida y eficiente la acción frente a la
emergencia.
De otra alumna del Itba surgió un desarrollo, en esta ocasión en Sillicon Valley, en
los Estados Unidos. Junto a un bioquímico sudafricano, ambos crearon una
aplicación que permite efectuar exámenes de sangre para el diagnóstico de VIH,
con resultados instantáneos.
Se trata de Agustina Fainguersch, de 27 años, quien ahora busca una dupla para
concretar su sueño: que el proyecto pueda desarrollarse también en Argentina.
“Se me acercaron muchísimas personas del sector médico argentino, tanto público
como privado, con intención de implementar Muzi para generar distintas
soluciones”, cuenta.