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Ὅ ó
(Todo ojo, todo rostro)
1 Este texto corresponde también al capítulo del mismo nombre de Marisa Mosto
Quereme así piantado. Notas filosóficas para el hombre de nuestro tiempo, Bs. As. Areté,
2000, pp. 100-108
2 El ideal del Abba Bessarion, relacionado con la espiritualidad de la iconografía, es
desarrollado en la obra de Michel Quenot, El icono, Bilbao, D.D.B., 1990, pp. 192-195
ningún modo un juego de ideas. Proteger a la inteligencia nunca podría
ser taparle los ojos. Si fuera así la estaríamos protegiendo de su propio
acto, en definitiva, de sí misma. Lograríamos inutilizarla, anularla.
Proteger a la inteligencia es más bien resguardarla de los males que
pudieran desviarla de su tendencia natural al sentido. Evitar que
confunda la verdad con la mentira, que caiga en el error, que quede
atascada fuera de su objeto. La única manera de lograr esta ayuda es
haciéndola fuerte en lo suyo, agudizándola, para que sea eficaz en su
contacto con lo real.
Por otro lado, es conmovedora la confianza del que así ora, en
poder sumergirse dentro de un mar de profundidades si logra esquivar
la vanidad, su confianza en un orden de sentido. Así como confía en ver
su paisaje cotidiano con sólo abrir los ojos, del mismo modo el que ora
pide que la inteligencia alcance lo que busca, que la vanidad -la
parcialidad, las distorsiones, las proyecciones, en definitiva, el error, la
mentira- no le impidan el acceso a lo que de veras es.
Lograr una transfiguración interior por la comprensión de las
coordenadas de lo real es verdaderamente un camino de santidad.
II
Decía Pascal que “el corazón tiene razones que la razón no conoce”3
(2). Esta sentencia es quizás su pensamiento más conocido. Tanto es
así que parece haber atravesado los siglos independizándose de su
autor. Pensamos que algo del ‘corazón’ de Pascal se relaciona con los
‘ojos interiores’ del Abba Bessarion. La mirada del corazón es más fina
y aguda que la de la razón racionalista que Pascal tuvo oportunidad de
contemplar en su génesis histórica. Gustaba distinguir también entre
el espíritu geométrico y el espíritu de finura4. De este modo, el ver del
corazón no es en absoluto ciego o irracional, sino sutil y dispuesto a los
matices y las profundidades, mientras que la razón tiende a la síntesis
y la cuantificación. Para decirlo de otra manera, la distinción de Pascal
apunta al modo como se dirige la mirada del hombre a lo real más que
al ‘órgano’ con que lo haga, pues el instrumento dependerá del objeto de
su propósito.
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Edith Stein sostiene en Ser finito y ser Eterno que lo mejor a lo que
podemos aspirar es al logro de la unidad de la propia vida8, que el
pensamiento, las preferencias afectivas y las obras pudieran plasmarse
con una misma forma. Que lo que pienso de algo o alguien estuviera en
conformidad con mis amores y acciones.
Conocer desde el corazón, en profundidad, parar y ver al otro,
ayuda a la unidad de la vida. Ir con proyectos, deslizándonos sobre la
superficie de los acontecimientos, contribuye a la división. La velocidad,
9Cfr. Theresia a Matre Dei, Edith Stein. En busca de Dios., Navarra, Verbo divino, 1987,
p. 250-251
III
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IV
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