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EL LECTOR MODELO: “UMBERTO ECO”

EL LECTOR MODELO
“UMBERTO ECO”

1. Pocas ideas como la univocidad absoluta en la interpretación de textos han sido atacadas
en el debate contemporáneo sobre esta materia. Afirmar que un texto –escrito, por ejemplo-
tiene una única (y por tanto verdadera) interpretación, equivale a negar cuantiosos estudios
de semiótica, sociología lingüística y filosofía analítica, entre otras disciplinas, que han
minado las bases de las corrientes exegéticas más rigurosas. Sin embargo, aceptar la
apertura de interpretación no dice todavía mucho. ¿Cómo lee el receptor de un mensaje?
¿Cuál es el punto de partida de quien lo produce? En El Lector Modelo Umberto Eco
propone un esquema que da cuenta de los procesos y elementos que intervienen en la
compleja relación lector-autor.

En primer lugar, es indispensable definir el rol del lector. Él es quien debe actualizar lo
dicho en el texto, desde una competencia gramatical prevista por el emisor.
Adicionalmente, el texto se caracteriza por incluir elementos no dichos, intersticios o
espacios en blanco. El lector debe responder con movimientos cooperativos, activos y
concientes que llenen esas lagunas, satisfaciendo así la expectativa del autor que –lejos de
incluir redundancias y especificaciones “arrogantes”- desea y permite la libertad
(restringida de modo razonable, las más de las veces) de su emisor. Hablar de libertad
restringida para interpretar significa que, a pesar del interés estético del emisor, éste desea
que su lector lo entienda dentro de la univocidad calculada por aquel. A manera de síntesis,
Eco afirma que “un texto postula a su destinatario como condición indispensable no sólo de
su propia capacidad comunicativa concreta, sino también de la propia potencialidad
significativa”[1].

2.
No obstante la intención y previsión del autor, puede suceder que el lector, en cuanto a su
capacidad, no sea el mismo que el emisor esperaba. Esta “ley pragmática” ocurre cuando
los códigos comunicativos del emisor y el receptor no coinciden. Usualmente, por código
se piensa en el código lingüístico aún cuando la realidad es más compleja y se
interrelacionan códigos ceremoniales y otros sistemas de signos. Bajo esta dificultad
(consciente o inconsciente) el emisor debe idear una estrategia que, al igual que el capitán
de un ejército, le permita cumplir la misión encomendad; desde luego, el emisor busca que
su receptor gane, a diferencia del capitán. Para lograr su objetivo, el autor prevé un Lector
Modelo. En este cálculo influyen elementos como la lengua, el conocimiento o
enciclopedia, o el patrimonio léxico y estilístico. Sin embargo, el autor va más allá. No sólo
prevé al lector sino que lo instituye cuando contribuye a que el mismo produzca una
competencia (enciclopédica, por ejemplo).

3. Construyendo el lector modelo, se logra evitar toda serie de interpretaciones aberrantes;


que aunque pueden existir, son fácilmente evitables, de tal modo, el emisor, escribirá
dirigiéndose a un público determinado (niños, amas de casa, etc.) cuadrando de un modo
las palabras para que sea comprendido en su totalidad por el lector modelo. Sin embargo,
en el momento en que este texto que podríamos llamar cerrado, sea leído por un lector
diferente al pensado, será entonces un texto abierto.

Por otra parte, puede suceder que la competencia del lector no sea adecuadamente prevista,
por un error de valoración semiótica, por un análisis histórico insuficiente, por un prejuicio
cultural o por una apreciación inadecuada de las circunstancias de destinación. [2]

Lo anterior, significa de por sí, que un texto admite diversas interpretaciones; un texto
abierto supone que el autor puede “jugar” con el texto previendo las distintas
interpretaciones que del mismo se pueden hacer. De modo tal que las diferentes
interpretaciones no sean tan disímiles como para excluirse sino todo lo contrario, puedan
complementarse.

De este modo, puede por ejemplo, construirse un Lector Modelo insertando claves en el
texto, variables, o referencias; haciendo de esta forma, más restringido el receptor, quien no
puede ser una persona inculta.

4. Es evidente la diferencia que existe entre un texto de uso libre utilizado como estímulo
imaginativo y la interpretación de un texto abierto.[3]
Interpretación supone dialéctica entre estrategia del autor y respuesta del Lector Modelo;
dicha interpretación pude contener una práctica o uso, aberrante, intencionado y malicioso,
que tengo como fin en vez de interpretar, modificar el texto en realidad o incluso criticarlo.
Usar libremente un texto hace que se amplíe el universo del discurso. Por lo tanto, los
textos abiertos son más vulnerables al uso.
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[1] ECO, Humberto. El lector modelo En: Lector In Fábula. Barcelona: Lumen, 1999. P. 77
[2] ECO, Humberto. El lector modelo En: Lector In Fábula. Barcelona: Lumen, 1999. P. 83
[3] ECO, Humberto. El lector modelo En: Lector In Fábula. Barcelona: Lumen, 1999. P. 86

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