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“SE TU, EL HOMBRE NUEVO QUE CAMBIARA LA HISTORIA”

No hay que ser alguien magno para cambiar la historia, hace falta comprometernos con
el futuro que deseamos para nosotros y para nuestros hijos, y actuar en consecuencia.
“Tú debes ser el cambio que quieres ver en la historia”.
¿Por qué NO esperar a que las cosas cambien, a que los demás cambien, a que las
circunstancias cambien? Principalmente porque el cambio que se produzca puede no ser
el que nosotros deseábamos. Cada día puedes tomar decisiones que impulsen y mejoren
tu vida, sin importar las circunstancias. El cambio que nosotros emprendemos nos lleva
a la vida que nosotros deseamos, a la relación que nosotros anhelamos.
Nuestro mensaje al exterior tiene que ir en sintonía con nuestra vida interior: Si existe
coherencia con lo que pensamos, decimos y hacemos, nuestras ideas y objetivos se
comunican de manera más clara y creíble a los demás.
La humildad como bandera: No importa nuestro cargo, logros o condición social, siempre
hay que estar dispuestos a servir, aprender, valorar, reconocer nuestros errores y no
tomarnos tan en serio los elogios.
Sencillez: Vivir una vida simple, sin necesidad de darle tanta importancia a las
posesiones, permite encontrar paz y enfocarnos en aquello que nos genera ese sentido de
trascendencia.
Ser el cambio que queremos ver en la historia implica compromiso, implica disciplina,
coherencia, consistencia. Ser el cambio que queremos ver en la historia no es tarea
sencilla, tampoco se logra de un día para otro, pero si queremos grandes cambios y cada
uno representamos ese cambio que buscamos, poco a poco, persona por persona genera
un gran cambio y la sumatoria de esos cambios, generan un nuevo y mejor mundo.
Pues eso mismo, ¿qué haces tú para mejorar o resolver los problemas de esta
sociedad?.
Hace tiempo leí una verdad como un puño que me impactó por su sencillez: sólo hay tres
tipos de personas, las que se comprometen, las que observan y las que huyen. ¿Qué tipo
de persona eres tú ante tus propios problemas y los ajenos?.
Pero, ¿qué es la vida sino el ir resolviendo los problemas que ésta te presenta
continuamente?. La diferencia se encuentra en la actitud que adoptamos ante ellos. Con
esta actitud podemos o bien sumar y ser felices o bien restar y vivir amargados, es así de
sencillo.
Tendemos a pensar que como individuos un solo voto particular es insignificante, que
cualquier cosa que digamos o hagamos no va a tener el menor impacto en el quehacer
colectivo como sociedad.
Al mismo tiempo, es demasiado común oír a le gente quejarse continuamente por esto y
por aquello, hasta el punto que me pregunto qué ocurriría si dedicaran la mitad de ese
tiempo en resolver precisamente los problemas objeto de esa queja.
Todo esto nos hace pensar que como individuos realmente estamos absolutamente
desenfocados y perdidos en este maremagnum colectivo. Donde todo el mundo intenta
alzar su voz en un griterío estridente. Gritan, pero apenas alguien dice algo con sentido
común.
Sin embargo, siempre llevamos encima la llave, una llave mágica de cuento infantil.
Nos puede permitir cambiar las cosas, ciertas cosas, en un mundo mucho más cercano al
de las dramáticas cifras macroeconómicas con las que parece que el mundo se va a acabar
el día menos pensado. Si usáramos bien esta llave, nos daríamos cuenta de que para
cambiar aquello, debemos empezar a cambiar lo que más cerca tenemos. Abriendo así
una caja, un cofre más bien, lleno de muchísimas sorpresas.
La llave es nuestra, cada uno tiene la suya, de nosotros depende usarla o dejar pasar la
vida y malgastarla.
Con esta llave, podemos:
 Mantener una actitud positiva ante los problemas. Éstos nos enseñan más que lo
que realmente nos perjudican, pero tenemos que aprender a extraer esas lecciones,
nadie lo puede hacer por ti.
 Mejorar el entorno laboral en el que te mueves: nada mejor que la satisfacción de
un trabajo bien hecho, el ayudar a un compañero en apuros y el aportar ilusión a
todo lo que haces. Esto también es una cuestión de hábito y de actitud y, cómo no,
también depende de nosotros.
 Dedicar más y mejor tiempo a tus hijos: olvida los caros juguetes con los que sin
darte cuenta quieres compensar, quién sabe, algunas ausencias demasiado
largas. Tus hijos sólo necesitan que tú seas feliz, porque de esa manera tú vas a
estar a gusto en su presencia y vas a irradiar esa felicidad. Busca y exprime esos
momentos que ofrece el día a día para disfrutar de tu responsabilidad como padre
o madre. También eso depende exclusivamente de ti, pero date prisa, porque si
tienes hijos pequeños, éstos crecen rápido y el tiempo pasa corriendo.
 Cuida de tu pareja: el amor no sólo nos llega sin saber de dónde sino que hay
que mantenerlo vivo, cada día. Olvida esas discusiones absurdas en las que nos
solemos enzarzar. Esfuérzate en descubrir el contexto, las tensiones diarias, el
cansancio, etc. que están siempre detrás. Una discusión no es una competición.
Ten paciencia y encuentra las palabras adecuadas.
 Tú eres el primer educador de tus hijos y, como tal, tienes una responsabilidad
enorme para que éstos modelen en su día otra sociedad más justa. Piénsalo, pero
es así. Esta tarea no la podemos delegar, nos corresponde como padres y madres.
 Mantén tu mente alejada de la nostalgia o los errores del pasado y de las
incertidumbres del futuro. Vivimos continuamente enajenados por un pasado que
pudo ser o un futuro incierto. Cuanto más consciente se es del aquí y el ahora, más
cerca tenemos el sosiego de la felicidad diaria. Esto tampoco nadie te lo puede
dar, sólo tú.
 Renuévate y detecta condicionamientos automáticos en tu manera de pensar. No
podemos ser y pensar siempre de la misma manera, al igual que nuestros cuerpos,
los esquemas de pensamiento deben evolucionar. En demasiadas ocasiones
vivimos anclados a un pasado ya obsoleto o en aquellas respuestas fáciles que el
sistema nos da.
 Ve a por aquello que te apasiona y te gusta, sin sentir vergüenza, sea lo que sea.
Descubrirás el efecto contagioso que esta actitud tiene entre los que te rodean. He
aquí una joya que nunca deberíamos olvidar: somos buenos sólo en aquello que
nos gusta y apasiona.
 No dejes que nadie intente alejarte de tus sueños; los que lo hacen, son incapaces
de alcanzar los suyos.
Así podríamos seguir con una lista interminable de cosas que podríamos hacer por este
mundo, esta sociedad, esta ciudad o pueblo en donde vives: en definitiva, por ti mismo.
Esta es la mejor aportación que podemos hacerle a nuestra sociedad.
El mundo no es así porque sí, es una proyección de las vidas de millones de personas.
Con sus anhelos e ilusiones, sus ansias de paz y de amor, pero también de sus miserias y
avaricia. Por tanto, va a ser imposible cambiar aquello que no funciona bien en esta
sociedad si antes no cambiamos nosotros mismos. De ahí la sencilla pero profunda
cita: “Sé tú, el nuevo hombre que cambiara la historia”
Conclusiones
 Sonríe, habla, actúa, decide, ejecuta, arriésgate, opina, quéjate, ofrece
soluciones, escucha, mójate, da el salto, entrégate, da ejemplo, haz que se te
oiga. Sé tú, el nuevo hombre que cambiara la historia.

 En la vida, lo más importante son las personas y en la medida de que verdad te


importen, tú mismo serás el generador de cambios para que el mundo sea
mejor. Siempre existen excusas pero hay quienes luchan contra ellas.

Recomendaciones
 Si quieres ver sonrisas, sonríe por favor.
Si quieres ver generosidad, sé generoso. Tienes muchas cosas que compartir
además del dinero.
Si quieres ver que la gente se preocupe de ti, preocúpate por las personas.
Si quieres una buena actitud, procura tú una buena actitud y da ejemplo.
Si quieres saber por qué, si quieres entender, si quieres conocer, escucha. Piensa
por qué Dios nos dio dos orejas y una sola boca.
Si quieres ilusión, ilusiona,
Si quieres entusiasmo, entusiasma.
Si quieres amor, ama.
Si quieres recibir, da.

 ¿Quieres amar? Ama. ¿Quieres arriesgar? Arriesga. ¿Quieres sentir? Siente.


¿Quieres aprender? EQUIVÓCATE. Y no temas a hacerlo una y mil veces
porque analizar y reflexionar acerca de tus errores es la mejor forma de
aprender.
Mensaje
Si no te gusta lo que te rodea, no esperes que sean los demás quienes cambien lo que
sientes cerca de ti ni lo que sientes DENTRO de ti. Sólo tú puedes decidir cómo quieres
manejar todo ello y actuar en consecuencia.
Pero, hagas lo que hagas, no olvides que compartimos un escenario común. Puedes
formar parte del reparto o interpretar el papel protagonista, pero en este caso no importa.
Todos pisamos el mismo escenario y de nosotros depende dibujar el guión que, aunque
nos cueste aceptarlo, continuará cuando baje el telón.

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