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Sobre este punto, véase aparte el texto “Un elemento omitido: el fenómeno de
los sokratikoì lógoi”.
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interesante juego de tensiones en el perfil que cada miembro del grupo traza del maestro
y eso explica que a menudo sean discordantes: ciertas miradas de la política o la ética
dan en Platón un Sócrates orientado a la moderación, mientras que un Sócrates como
personaje cirenaico resulta un hedonista extremo y el antisténico, un rigorista
igualmente extremo en sentido contrario. La figura socrática se vuelve más enigmática
al sumar lo que se llama “el diálogo socrático” y por eso mismo más rica.
Sabemos que el círculo socrático se caracterizó por conflictos internos fuertes,
que pesaron en los momentos de exilio en Siracusa, lugar al que tras la muerte de
Sócrates varios de sus miembros se trasladaron. En estas operaciones cruzadas Platón
queda asociado con cierta cercanía con Esquines, así como con animadversión respecto
de Aristipo. Esquines, cuya filosofía nos interesa caracterizar, lleva como carta de
presentación ante Dionisio sus obras con el formato de diálogo socrático. En efecto,
después de la muerte de Sócrates en 399 a. C. se da un movimiento de los socráticos
primero a Mégara, patria de Euclides, que recibe a varios de ellos, y luego a Siracusa, en
Sicilia. Con esta experiencia se ligan los intentos de emplazar efectivamente una
comunidad con las características de la descripta en República sobre tierras que habrían
de ser donadas por Dionisio. El proyecto nunca se concretó y sólo varios siglos más
tarde Plotino ensayaría la fundación de Platonópolis. Ni este primer intento, en el que
Platón tuvo que recurrir a la intercesión de Arquitas de Tarento y terminó vendido como
esclavo, ni el segundo, ya bajo el reinado de Dionisio II, ni tampoco el tercero
funcionaron, pero la insistencia da cuenta de que el proyecto político platónico no se
agota en un experimento mental o en un plan teórico. Que tenga aspectos
paradigmáticos que lo legitiman incluso desde la pura teoría no implica que fuera
pensado solamente bajo parámetros irrealistas.
Así como Platón retornó en 387 a.C. a Atenas después del primer viaje y fundó
la Academia, varios otros regresaron también y fundaron escuelas. En algún sentido
Platón es un precursor de la institucionalización y muy tempranamente se preocupó por
que la Academia tenga un estatus legal específico. Consiguió el predio y logró que el
estado ateniense la reconozca como un thiasos, término relacionado con los cultos
religiosos. La Academia sería en primer lugar un espacio de culto a las musas y al héroe
Academo. Era estrictamente una agrupación de carácter religioso. Esto tiene efectos
posteriores tras la muerte de Platón y el recambio de director. Las fuentes refieren
resquemores y la aspiración de Aristóteles de acceder a la dirección, impedida por su
condición meteco que impedía que el Estado no lo pueda reconocer.
Muchos socráticos, entonces, vuelven a Atenas y se instalan como intelectuales.
La pregunta importante que surge es cómo mantienen siempre unidad en las formas
siendo tan heterogéneas en los contenidos. Una hipótesis es la de Clay, que sostiene que
se trata de un fenómeno de respuesta a la parodia socrática que hace Aristófanes en las
Nubes. La de Rossetti es más profunda y sutil y apela a la movilización posterior a la
muerte de Sócrates fuera de Atenas y luego la inserción en el mecenazgo en Siracusa
que implicaba una filiación con Sócrates y la producción de diálogos socráticos como
carta de presentación.
Por otro lado, se puede sumar a este concierto un dato adicional. Hay un texto
que circuló en Atenas unos diez años luego de la muerte de Sócrates que se suele llamar
el Panfleto de Polícrates. Este texto sostiene que la condena a Sócrates fue justa. La
cuestión que surge es cuál es la necesidad de este texto diez años después. En rigor, una
explicación plausible es que la renovación de la acusación funcionaba como propaganda
en contra de los integrantes del grupo socrático que volvían a Atenas. La adopción del
formato de diálogo socrático sirvió de base para una reacción contra el grupo íntegro,
que de forma corporativa los socráticos responden reforzando la defensa del perfil de
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Sócrates.
Bosquejemos muy sintéticamente la organización del grupo:
Sócrates
Estoicos
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algunas personalidades especiales pueden tener comunicación con ellos. Ustedes podrán
ver en el libro X de República una versión platónica de esta función en el mito de Er,
donde se dice que cada alma elige antes de nacer su tipo de vida y el cumplimiento de
este destino es asegurado por el daimon que se asigna a cada uno. La mayoría olvida
este acto al atravesar las aguas de Leteo, el río del olvido, antes de encarnar, pero
algunos que se atiborran menos pueden mantener un acceso a este plano.
Volvamos a la otra acusación, que consiste en corromper a los jóvenes. Puede
entenderse que la introducción de divinidades es en sí misma un acto de corrupción, y
en este sentido la acusación es una sola, pero también puede entenderse de modo más
amplio que Sócrates influía negativamente en el grupo de jóvenes que lo rodeaba. Entre
ellos sobresalía el caso de Alcibíades. Su valor en la coyuntura surge de múltiples
fuentes. Entre ellas, Aristófanes incluye en su comedia Ranas un pasaje que lo
menciona. En una trama donde el dios Dioniso decide revivir un poeta para que
solucione el estado calamitoso de la tragedia ateniense, plantea a Esquilo y Eurípides un
certamen y uno de los desafíos es responer qué hay que hacer con Alcibíades.
En efecto, es un personaje que marcó el final del siglo V a. C. De orígenes
acomodados, fue adoptado por Pericles tras la muerte de su padre. Era bellísimo y hábil
pero inmanejable. Para muchos, tras las acusaciones a Sócrates de corrupción de los
jóvenes está operando Alcibíades: la acusación de corrupción de los jóvenes escondería
un caso particular: haber corrompido a Alcibíades, que debía ser el nuevo Pericles y
terminó encaminando, para algunos, a Atenas a su ruina.
Alcibíades fue general y responsable de la expedición a Sicilia en el 415 a.C.
Esta acción, que debía reforzar la posición de Atenas, fue precedida por algo que se
vivenció como una catástrofe. Cuando estaba todo listo para zarpar aparecieron
profanadas, rotas, las estatuas de Hermes que adornaban varias partes de la ciudad. Era
un presagio religioso sumamente negativo. No hace falta que lo diga pero las burlas de
Alcibíades a los misterios sumada a la castración de los Hermes, se ve muy en relación
con esta intromisión de nuevos dioses a la pólis ateniense. Para empeorar las cosas,
comenzaron a surgir acusaciones de que el grupo de Alcibíades, que incluía conocidos
miembros del círculo socrático, parodiaban en privado los misterios de Eleusis. Hubo
requisas, secuestros, torturas, etc. Si uno ve los listados ve muchos de amigos de grupos
socráticos. En este clima Alcibíades consigue la venia para zarpar con la expedición con
el compromiso de que sería juzgado a la vuelta. Sucede lo que todos sabemos: la
expedición es un desastre y Alcibíades se exilia en Esparta. El avance de los sucesos
políticos y bélicos hace, sin embargo, que mientras Alcibíades estaba en Esparta la
ciudadanía ateniense empiece a reclamar la vuelta de Alcibíades. En medio de todo esto
Alcibíades forma parte de la corte espartana y se extiende el relato de una historia
amorosa con la mujer de uno de los dos reyes espartano. Tengan esto en cuenta en el
momento en que tratemos sobre el pasaje sobre persas y espartanos en el Alcibíades de
Platón. Finalmente, Alcibíades vuelve a Atenas y encamina la guerra, hasta que es
nuevamente exiliado después de la batalla de las Arginusas, una batalla naval que
Atenas gana, pero por condiciones climáticas adversas termina de forma dramática dado
que no se recogen los cuerpos de los muertos y los ciudadanos reaccionan de manera
violenta condenando a los comandantes a muerte. Alcibíades no vuelve y en este clima
controvertido Atenas queda sin guías y se encamina a la derrota del 404 a.C. Es el
mismo año en que Alcibíades es asesinado.
La sensación de muchos atenienses es que si Alcibíades no hubiera estado
tomado por su carácter irrefrenable el curso de los acontecimientos podría haber sido
otro. Este terreno compone un suelo donde el surgimiento de la filosofía se instancia en
la pregunta por su efectividad para producir un cambio efectivo sobre sí y sobre los
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otros que impacta en el plano personal y político. El programa del Hierón de Jenofonte
donde Simónides invita al gobernante a transformarse para así transformar su ciudad se
replica en otras composiciones socráticas. Nos interesa en este curso detenernos en dos
casos: el Alcibíades de Esquines y el Alcibíades de Platón.
Esquines es autor de esta obra que conservamos fragmentariamente, así como de
un diálogo Aspasia que también tiene que ver con la política. Aspasia era la mujer de
Pericles y era una hetera, es decir que administraba un burdel “vip” que le permitía
alternar con hombres poderosos. Varias fuentes la sindican como responsable o
colaboradora de la formación política de Pericles, así como de su marido posterior, que
de un papel ignoto pasó a formar parte de los grupos de toma de decisión política.
Los textos de Esquines están plagados de referencias a personajes histórico-
políticos relevantes y trama sus composiciones con estas menciones interepocales que
ligan el presente del diálogo con un sustrato de modelos previos. Si revisan la selección,
el texto 1210 presenta un contexto donde Sócrates dialoga con un joven Alcibíades que
se prepara para comenzar su carrera política y se dedica a quebrar la sensación de
seguridad que lo domina para mostrarle que no está en condiciones de gobernar a otros.
El Sócrates esquíneo apela al elogio de Temístocles, general renombrado y político
relevante de principios del siglo V a. C.
Noten que Máximo de Tiro remite al texto de Esquines diciendo que Alcibíades
quedaba caracterizado como enfermo, precisamente porque está sumido en la
ignorancia, concebida como mal del alma. En el contexto general, puede entenderse que
hay aquí una aclaración sobre la función de Sócrates: no lo corrompió, sino que más
bien encontró su carácter corrupto. Puede haber responsabilidad en el fracaso, en la falta
de cura, pero no en una voluntad activa de corromper. El fracaso en este marco una
defensa.
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Sócrates y desterrado por la filosofía, entonces quedó exiliado Alcibíades,
entonces estuvo preso. Ay, amargo castigo, inexorable ruina, triste
vagabundear. En efecto, los atenienses después de ruegos lo recibieron,
pero la filosofía, el conocimiento y la virtud permanece inaccesible e
irreconciliable con los que una vez se exiliaron. Así es el conocimiento, así
cosa es la ignorancia.
Tenemos que entender que las desgracias no le vinieron después, con el exilio y
las distintas peripecias, sino que dejo pasar un encuentro potencialmente transformador
con Sócrates.
El Liceo era un gimnasio frecuentado que después utiliza Aristóteles para fundar
su escuela. Noten que el texto comenzaba remitiendo a la lucha, que es un modo de
aludir a lo que habrá de pasar en Alcibíades, en tanto Sócrates desatará una lucha
interna.
1216.ELIO ARÍSTIDES, Sobre los cuatro, 575 (= Orat., XLVI.2, p. 369 D.)
(Frag. 5; SSR, VI.A.46):
Dado que estas palabras <de Platón> se dirigían contra este hombre
<Alcibíades>, que no sólo rechazaría sin dificultad a Pericles sino que era
tal que Esquines dice sobre él que incluso hubiese censurado alegremente a
los doce dioses. Tan lleno de arrogancia estaba y pensaba que nadie lo
superaba en valía.
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hombres sin poder de cultivarse y por tanto no tiene derecho a pretender
conducirlos. Se trata de una asociación que reencontraremos en Platón entre ética,
política y conocimiento. Esto está en Esquines también. Noten que contraviene
ideas muy básicas aliadas a la democracia ateniense: se supone la necesidad de un
conocimiento específico para gobernar, no basta una asamblea abierta para que
haya legitimidad.
Salteo el tratamiento de los padres donde aparece una defensa de la figura
socrática. El tema está como trasfondo del Eutifrón, un diálogo platónico
temprano. Mientras Sócrates está esperando en los tribunales se encuentra con
Eutifrón que va a denunciar a su padre que ha dejado morir a un esclavo. Sócrates
le pregunta si le parece adecuado denunciar a su padre, Eutifrón responde que lo
sagrado es lo fundamental y esto va a devenir en la pregunta socrática “¿qué es lo
sagrado?”. Más allá de las respuestas a este punto, la justificación de la agresión
contra los padres es un tema que persigue a la figura de Sócrates y se liga con la
acusación de corrupción de los jóvenes, por lo cual los diálogos socráticos salen
en defensa de Sócrates para negar que esto sea así.
Habla Temístocles en el siguiente pasaje:
1221.ELIO ARISTIDES, Sobre los cuatro, 348-9 (= Orat., XLVI.2, p. 292-4 D.)
(Frag. 9; SSR, VI.A.50):
Consideremos lo que Esquines, el compañero de Sócrates y camarada de
Platón, nos dice sobre Temístocles: “Dado que te atreviste a atacar la vida
de Temístocles, considera el tipo de hombre a quien piensas que debes
censurar. Imagina donde el sol sale y se pone”.
1222.ELIO ARISTIDES, Sobre los cuatro, 576-7 (= Orat., XLVI.2, p. 369 D.)
(Frag. 10; SSR, VI.A.51):
No difama a Temístocles en presencia de Alcibíades, de modo que se vuelva
más corrupto oyendo eso, y tampoco convierte en una consolación para él
el hecho de no ser el único que convive con la ignorancia, sino que todos
cuantos participan de actividades de la ciudad están en esta situación. De
ningún modo. Al contrario él lo incita a “llorar con la cabeza apoyada en
las rodillas amilanado porque su preparación no era ni por cerca como la
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de Temístocles”. Además reforzaba su argumento de manera adecuada,
porque planteó en el medio de su discurso que incluso el conocimiento de
ese hombre, grande como era, no era suficiente, sino que se quedaba corto,
de modo que removido lo difamatorio, lo que era útil para exhortar lo
mantuvo en su elogio y en su posición de que no era suficiente para
Temístocles. (577) Así, aunque Esquines es inferior a Platón en otras cosas,
en ésto se manejó mejor.
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de escuchar a quien lo aconsejaba y educaba, sin embargo, debido a su
buena naturaleza reconoció a Sócrates y comenzó a frecuentarlo, a la vez
que apartaba a sus numerosos y famosos amantes. Rápido se hizo su amigo
y al escuchar discursos que no tenían que ver con el placer cobarde de un
amante que anda a la caza ni pidiendo besos y caricias, sino de uno que
refuta los aspectos perturbados de su alma y reprime el orgullo vacío e
insensato, “se escapó como un gallo con el ala arrastrada”.
Asimismo, consideró que el accionar de Sócrates era en verdad un
servicio de los dioses para el cuidado y salvación de los jóvenes, y
despreciándose a sí mismo y admirando a Sócrates, así como disfrutando la
amabilidad y prestando atención a la virtud, sin darse cuenta adquirió una
imagen del amor, como dice Platón, un Anteros, de modo que todos se
admiraban al verlo con Sócrates de fiesta, haciendo juntos ejercicios o
compartiendo la tienda, mientras que era rudo y difícil con los demás
enamorados, especialmente con algunos como Anito, el hijo de Antemión,
que se le acercaba con ahínco.
Respecto del diagnóstico inicial que encontrábamos se agrega ahora que existe la
posibilidad de salir de la enfermedad originaria. Hay una anécdota muy famosa y citada
que se asocia con Fedón de Elis que apela a un fisionomista. Estos personajes de origen
oriental examinaban el rostro e inferían el carácter, de una manera en algún sentido
lombrosiana. Se supone que llega a Atenas un fisonomista muy bueno y para ponerlo a
prueba lo llevan con Sócrates. Al verlo el fisonomista afirma “este hombre tiene todos
los vicios”. Entonces todos ríen y exclaman que está equivocado, que Sócrates es el más
moderado de los hombres, pero Sócrates los calla y les dice que el fisionomista tiene
razón, que él tiene todos los vicios pero los domina. Menciono esta conocida anécdota
porque se liga con una pregunta que atraviesa los diálogos socráticos y tiene que ver con
la posibilidad de modificar las tendencias naturales. Esquines parece sostener que es
posible y que allí radica precisamente la función principal de la filosofia como
disciplina. Noten que para Esquines casi podría decirse que la filosofia es una suerte de
psicoanálisis, donde los exámenes teóricos están al servicio de la tarea del cuidado de sí
y de los otros, sin perder nunca de vista que la profusión de ejemplos políticos dicen
precisamente que la tarea política exitosa se plasma sobre la acción de sujetos que
primero se gobiernan a sí mismos para después gobernar a los otros.
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Revisemos el Alcibiades I para examinar qué aporta este período a la concepción
de Platón de la política, para que puedan compararlo con los planteos de República. Hay
una discusión tradicional respecto de este texto. Vengo hablando del Alcibíades de
Platón con mucha soltura, pero, como la mayor parte de los diálogos, este también ha
sido tachado de espurio. Algunos argumentos para sostener su inautenticidad es que no
dice lo mismo que República. No es un gran argumento porque muchos otros diálogos
difieren de República, especialmente si pertenecen a otro período y la discusión se da
con otros personajes. Por otro lado, no tiene rasgos de anacronismo o de desarrollos
inexplicables para las preocupaciones típicas de los diálogos de juventud.
Otra crítica señala curiosamente la pulcritud de su estilo: al ser tan perfecto y
respetar tanto cuestiones de estilo no sería platónico o no podría, según estos autores,
ser de autoría platónica, precisamente por “muy platónico”. Otro argumento un tanto
extraño. Frente a esto, en los últimos años surgieron varias voces que abogan por la
autenticidad de este diálogo, a las que adhiero, por lo cual lo habremos de tratar como
un diálogo platónico.
Es un buen ejercicio tener en cuenta los principios de los diálogos porque al no
tener los griegos portada, título, etc. las palabras iniciales tenían, en general, mucha
importancia. En los diálogos muchas veces encontramos codificaciones de sentido
interesantes. En este caso dice:
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Sócrates –(…) Me parece que si uno de los dioses te preguntara:
“Alcibíades, ¿quieres vivir teniendo lo que tienes ahora o morir
inmediatamente si no puedes poseer más?”, creo que elegirías morir.
Acá vemos un pasaje intertextual respecto del que vimos en el Hierón. Tenemos
una situación de acorralamiento similar a la del gobernante que no puede escapar del
poder. Se agrega, en algún sentido, que para caracteres con este perfil la cuestión de
vida o muerte está desde el inicio, porque antes de llegar al poder la vida no tiene
sentido sin él. La conjunción de las dos ideas conforma la imagen de que están perdidos
y sólo el ejercicio filosófico podrá quebrar esta dinámica mortal.
Sin embargo, te voy a decir con qué expectativa vives. Piensas que si pronto
/105b/vas ante la asamblea ateniense –y eso será en muy pocos días- al
presentarte vas a señalar a los Atenienses que eres digno de ser honrado
como no lo fue ni Pericles ni ningún otro de los que hubo nunca, y habiendo
señalado esto tendrás el mayor poder en la ciudad.
Y si eres el más grande aquí, también lo serás entre los demás griegos, y no
solo entre los griegos, sino también entre los bárbaros que habitan en
nuestra región.
Con esto se reafirma la idea de que no existe para este tipo de caracteres un punto
medio, algo que resume un aspecto de exceso, de hybris.
Y creo que consideras que nadie, salvo Ciro y Jerjes, es digno de mención.
Por cierto, que tienes esta expectativa lo sé bien y no me lo estoy
imaginando.
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tuviera a la vista el texto de Esquines a la hora de escribir, pero no es imposible, como
tampoco lo contrario. En cualquier caso, claramente están en diálogo entre ellas y con el
resto de las producciones de los socráticos sobre este tema.
Tal vez podrías preguntar, dado que sabes que digo la verdad: “¿y qué tiene
esto que ver, Sócrates, con /105d/tu argumento, ése en el que ibas a decirme
por qué no me abandonas?”. Yo te lo voy a decir, hijo de Clinias y
Deinómaca. Te es imposible completar todos estos planes sin mí.
Sócrates se presenta como la clave para que Alcibíades se realice. Lo que subyace
a esta misión posibilitadora se irá develando a medida que avanzar el diálogo.
Alcibíades se ríe del supuesto aporte que se auto-atribuye el personaje socrático y esa es
la actitud que Sócrates tiene que revertir.
(…)
/106c/Sócrates –Vamos. Planeas, por cierto, como yo afirmo, presentarte
como consejero de los atenienses en no mucho tiempo. Entonces, si cuando
vas a subir al estrado tras detenerte yo te preguntara: “Alcibíades, ¿te
presentas para aconsejar porque los atenienses planean deliberar sobre qué
tema? ¿Acaso porque son cosas sobre las que tú sabes más que ellos?”.
¿Qué responderías?
/106d/Alcibíades –Te diría probablemente que es algo sobre lo que sé más
que ellos.
Sócrates –Por tanto, sobre lo que resulta que sabes, eres un buen consejero.
Alcibíades –¿Cómo no?
Sócrates –¿Y sólo sabes aquellas cosas que aprendiste de otros o que
descubriste tú mismo?
Como se imaginaran se viene una tirada larga que sigue con el tema. Alcibíades
cayó en la trampa socrática. A través de la interrogación se le va a mostrar a Alcibíades
que no pudo haber aprendido de otro porque ese aprender de otro se debe remontar a
una primera persona que es origen del conocimiento. Al quedar sin argumentos,
Alcibíades cambia de respuesta pasa al otro disyunto, la idea de que lo descubrió por sí
mismo. Vuelven a aparecer entonces situaciones paradojales porque esta opción
supondría que se pasa de alguna manera más o menos mágica de la ignorancia al
conocimiento y el disyunto se vuelve imposible. La estructura se parece a un argumento
de Menón, 80d, donde se contruye un argumento similar para cuestionar la posibilidad
misma del conocimiento que deberá ser respondida apelando a la teoría de la
reminiscencia. Esto va a llevar a la actitud que tienen en el siguiente pasaje.
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Alcibíades fracasó en las dos posibilidades de explicación de acceso al
conocimiento y por tanto es un modo de admitir su ignorancia. Acepta que jamás
descubrió ni adquirió ningún saber específico y eso implica que su poder político no
implica saber.
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Alcibíades –Sí.
Ese Alcibíades que veíamos antes tan confiado aparece ahora dudando de su
capacidad de explicar. Aparece la comparación de enseñar a uno con convencer a la
asamblea. La salida de Alcibíades es separar las cuestiones entre el plano subjetivo y el
colectivo o político. Al tener otra lógica, no importa no poder hablar con uno si se puede
convencer a muchos. Platón rompería con esta idea e igualaría todo ámbito práctico, sea
individual o colectivo, y por ende haría imposible separar ambas cosas. El que no
convence a uno con razones, no convence legítimamente en la asamblea. Los
procedimientos retóricos para las multitudes quedan de este modo impugnados.
Sócrates -¿Entonces qué? ¿Puedes mencionar algo más importante que las
cosas justas, bellas, buenas y útiles?
Poco después va a decir que Pericles tampoco y por eso Alcibíades está en la
situación donde está. Esto va en la línea de las críticas a la democracia en República
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VIII: hay mucha gente que opina sin tener elementos para opinar. Al igual que con
Esquines, no se puede dar una democracia asamblearia porque se pide una tecnificación
para poder decidir. Va a haber espacios para todos en Platón, que incluso protegen el
principio vocacional y la felicidad más que otros sistemas, pero no el de la decisión
última que va a estar reservada para el sabio.
En este punto se suma una estrategia adicional que apela a la comparación con
persas y espartanos:
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Sócrates –(…) Examinemos, entonces, comparando lo nuestro con lo de
ellos, en primer lugar si parece que los reyes de los lacedemonios y los
persas son inferiores en su linaje. ¿No sabemos que los primeros descienden
de Heracles y los otros de Aquemenes, y que el linaje de Hércules y de
Aquemenes lleva a Perseo, el hijo de Zeus?
/121a/Alcibíades –Y el mío, Sócrates, a Eurísaces, y el de Eurísaces a Zeus.
Sócrates –Y el mío, noble Alcibíades, a Dédalo, y de Dédalo a Hefesto, el
hijo de Zeus. Pero los linajes de ellos, comenzando por los mismos, están
formados por reyes a partir de reyes desde Zeus, unos de Argos y
Lacedemonia, otros de Persia, habiéndolo sido siempre, y muchas veces
también de toda Asia, como precisamente ahora. Nosotros, en cambio
somos simples particulares y también nuestros padres. /121b/Si tuvieras que
señalar tus ancestros y a Salamina, la patria de Eurísaces, o a Egina, la
patria del más antiguo Eaco, ante Artajerjes, el hijo de Jerjes, ¿cuánta risa
crees que vas a causar?
Jerjes puede hacer la lista efectiva del noble linaje de su familia, pero Alcibíades
no tiene esa posibilidad.
Es dudoso qué tan literalmente se toma esto el Sócrates platónico y hasta qué
punto eleva a persas y espartanos únicamente para poner en jaque a Alcibíades. No
necesariamente él es pro-persa o pro-espartano. Si uno ve la República, el modelo no es
parecido a esos que ahora eleva. Más bien intenta que Alcibíades envidie esos modelos.
Y el rey de los persas sobresale tanto que nadie tiene duda de que el rey
nació de otro que del rey. Por eso la mujer del rey no es custodiada salvo
por el temor. Y cuando nace el hijo primogénito, que heredará el poder,
primero festejan todos los que están en el círculo del rey, y luego cada año
en este día toda Asia hace sacrificios y festeja su cumpleaños. /121d/En
cambio, cuando nosotros nacemos, como dice el cómico, casi no se enteran
ni los vecinos, Alcibíades.
Nadie esperó a Alcibíades como esperan a sus hijos los reyes persas. Los griegos
nacen en un marco de mayor indefensión.
Después de esto, el niño es criado no por niñeras de poco valor, sino por
eunucos que parecen ser los mejores entre los súbditos del rey, que están
encargados de atender al recién nacido en todo y de arbitrar los medios
para que sea lo más bello posible, moldeando y enderezando los miembros
del niño. Por hacer esto /121e/los tienen en gran estima.
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como para trabajar.
Cuando los niños llegan a los siete años, frecuentan los caballos y los
maestros de equitación y empiezan a ir de caza. Cuando llega a los catorce
años el niño es tomado a su cargo por los llamados pedagogos reales. Son
los cuatro mejores hombres de mediana edad famosos por su estima entre
los persas, el más sabio, el más justo, el más sensato y el más /122ª/valiente.
De ellos el primero le enseña la magia de Zoroastro, el hijo de Ormuz, es
decir el cuidado de los dioses, y también le enseña la tarea de rey. El más
justo le enseña a decir la verdad durante toda su vida, el más sensato a no
ser dominado por ninguno de los placeres, para que esté acostumbrado a
ser libre y verdaderamente un rey, gobernando primero las cosas en sí
mismo sin ser esclavizado, y el más valiente lo ejercita para no tener miedo
ni ansiedad, porque cuando se teme se es esclavo. Pero a ti, Alcibíades,
/122b/Pericles te puso un pedagogo de entre sus sirvientes, el más inútil por
su vejez, Zópiro de Tracia. Podría describirte la crianza y educación de tus
oponentes, si no fuera una tarea enorme, pero esto es suficiente para
mostrarte el resto que se sigue de ello. De tu nacimiento, Alcibíades,
crianza y educación, o de cualquier otro ateniense, por así decir, no se
ocupó nadie, salvo algún enamorado que hayas podido tener.
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huellas hacia allí son evidentes, pero saliendo nadie en modo alguno las ha
visto. De este modo es necesario saber bien que en oro y plata ellos son los
más ricos entre los griegos, y entre ellos el rey, porque de este tipo de cosas
las porciones mayores y más numerosas son para los reyes, y además el
tributo real que pagan los lacedemonios a los reyes no es poco.
/123b/Incluso las riquezas de los lacedemonios, que son enormes
frente a las griegas, no son nada frente a las persas y las de sus reyes.
Porque yo escuché una vez de un testigo confiable de los que estuvieron en
la corte del rey, que contó que viajó por una región muy grande y fértil,
cerca de un día de camino, a la que los habitantes llamaban cinturón de la
mujer del rey, y había otro que a su vez era llamada /123c/velo, y otras
muchas regiones bellas y fértiles estaban reservadas al adorno de su mujer,
y cada una de estas regiones tomaba su nombre de cada uno de los adornos.
Así que yo creo que si alguien dijera a la madre del rey, la mujer de Jerjes,
Amestris, que tiene en mente oponerse a su hijo el hijo de Deinómaca, cuyos
adornos valen como mucho cincuenta minas, y su hijo tiene trescientos
acres en Erquia, se preguntaría con sorpresa confiando en qué este
Alcibíades quiere oponerse a Artajerjes.
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hombre a partir de la experiencia de la propia conciencia. En una versión analógica de
lo que aquí sucede se dirá que para comprender qué soy debo verme en el otro, que el
otro me devuelva mi imagen en lo que la fenomenología llamará más tarde empatía. La
relación intersubjetiva me da al otro, pero también a mí mismo. Aquí las reinas persa y
espartana son el otro que devuelve el reflejo de Alcibíades. No es una devolución
halagüeña, sino, por el contrario, revela consternación por Alcibíades en su irreflexión
ve sobre sí mismo. La opinión de estas mujeres resulta, por tanto, material para revisar
la autoimagen que maneja y la escala axiológica que acostumbra a usar para juzgarse a
sí y a los otros.
Estos pasajes han estado sujetos a la interrogación por parte de los estudios de
género y feministas. La pregunta consiste en qué significa que las portavoces de este
otro revelador sean mujeres. En algunas líneas se subraya que consistiría en un retrato
de la mujer del enemigo, con lo cual, dada la diferencia jerárquica entre géneros,
implicaría un juicio negativo de personajes valorados que incluso desde su perspectiva
notan la inferioridad de Alcibíades. El tono del pasaje no parece muy consistente con
esta idea, porque no son enemigos vilipendiados y si bien hay diferencia genérica la
proyección de superioridad general de estos adversarios diluye esta distancia.
Otras lecturas aluden al tratamiento de República V y su planteo sobre igualdad
de géneros en el acceso a la filosofía y a las menciones de figuras como Diotima en el
Banquete, portavoz de las ideas platonicas, y a la misteriorsa figura femenina que le
aparece a Sócrates en el Critón. En estes otro extremo habría un ensalzamiento de la
visión femenina que por su sutileza y suspicacia nota los límites de los hombres que
gobiernan a su alrededor, a la manera de un juez de sus acciones y capacidades. Las dos
lecturas son incompatibles. En rigor, hay disonancias entre Alcibíades y República, pero
también en Leyes hay una posición diferente. Para Platón en República V las mujeres
pueden ser guardianas y va a haber dispositivos estatales para que puedan dedicarse a
tareas intelectuales. Las mujeres “tienen derecho” a desarrollar su aptitud filosófica y
guerrera y no deben quedar atadas a las tareas del hogar. En Leyes, aunque las mujeres
pueden dedicarse a la filosofía y por tanto a la política hay un tope, un cierto techo de
cristal que recorta un área a la que llegan únicamente los hombres. El Alcibíades es
mucho menos explícito y presenta mujeres en los márgenes del poder pero con poder de
juicio.
Para complicar las cosas, hay que tener en cuenta que para la época circulaban
rumores sobre una historia amorosa entre Alcibíades y la mujer del rey espartano que
aquí se menciona. En la economía ficcional esto todavía no había sucedido, pero los
lectores sabían lo que sucedió después, por lo cual el pasaje, bajo esta luz, adopta un
perfil mucho más complejo, porque la autoridad que hace que nadie se acerque a sus
mujeres resulta un fiasco y la ruptura habrá de provocarla el mismo Alcibíades que
supuestamente es inferior. ¿No harían mejor estas matronas en revisar sus cálculos y
valorar algo más en Alcibíades? Esta encerrona interpretativa se puede evitar si se tiene
en cuenta una estrategia que Platón usa en otros diálogos, como el Hipias Mayor, donde
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ante la naturaleza exaltada de su interlocutor, que no soportaría refutaciones directas, se
apela a la construcción de un objetor teórico posible al que habría que responder,
suponiendo que Sócrates está del lado de Hipias. En el Alcibíades puede tratarse
igualmente de un recurso donde se suman las preguntas de estas mujeres lejanas como
motor de autorreflexión. En este caso, entonces, no hay que fijar un sentido único a esta
aparición femenina, sino que concentran toda la gama de aspectos del Otro en su
complejidad y en su función de relación intersubjetiva primaria sin la cual no hay vuelta
posible sobre el propio yo.
Sócrates –Sí, pero tenemos que pensar juntos de qué modo /124c/podemos
volvernos lo mejor posible, porque yo no te digo que te debes educar,
mientras que yo no, pues no difiero de ti salvo en una cosa.
Alcibíades –¿En cuál?
Sócrates –Mi protector es mejor y más sabio que Pericles, el tuyo.
Alcibíades -¿Quién es ese, Sócrates?
Sócrates –El dios, Alcibíades, que no me permitía conversar contigo hasta
este día, y confiando en él digo que tendrás fama por ningún otro que por
mí.
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escritas se ha transmitido el relato de la conferencia sobre el bien que dictó un Platón ya
anciano. El evento reunió mucha gente ajena al círculo que esperaba una impronta ético-
política, pero Platón comenzó a dar una visión matematizada de este tema asociada con
la teoría de las Ideas-número propia de su vejez, y la gente empezó a enojarse, tirarle
cosas y abandonarlo a media charla. En esta dificultad que requiere caracteres
especiales cifrará Platón un punto importante de su planteo. En algún sentido es lo que
sintetiza la advertencia del Alcibíades hacia quienes se toman todo con liviandad.
La divinidad garantiza la legitimidad de la propuesta del Sócrates platónico, en
una suerte de argumento de autoridad que no mina el planteo sino que lo enmarca en un
movimiento que prepara el planteo sobre el plano de las Ideas que aparecerá en los
diálogos medios.
Los pasajes que aquí omitimos tratan sobre los mecanismos para determinar la
estructura antropológica y son la base de la noción de “cuidado de sí”, epiméleia
heautoû que extendiera Foucault en la década de los ’80 en los últimos cursos del
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Collège de France. Finalmente los mecanismos de manipulación del narcismo de
Alcibíades tienen éxito, el joven se aviene a la reflexión para salir de la ignorancia y es
preciso aclarar qué es el hombre para que la respuesta guíe la búsqueda del
conocimiento de sí.
(…)
Sócrates –Por tanto, en primer lugar, tienes que poseer la virtud tú mismo y
también cualquier otro que vaya a gobernar y ocuparse de sus cosas y de
las cosas de ellas no sólo en privado, sino también de la ciudad y de las
cosas de la ciudad.
Alcibíades –Tienes razón.
Sócrates –En consecuencia, no puedes procurarte autoridad ni poder para
hacer lo que quieras ni contigo mismo ni con la ciudad, sino justicia y
sensatez.
Alcibíades –Evidentemente.
/134d/Sócrates –Al actuar con justicia y sensatez, tú y la ciudad actuarán
según la voluntad de la divinidad.
(…)
Alcibíades –(…) Y a eso agrego además que me temo que vamos a cambiar
el esquema, Sócrates, yo en tu lugar y tú en el mío, porque desde este día no
es posible que no te siga, es decir que me tengas como tu seguidor.
En el retrato de la relación entre Sócrates y Alcibíades que hace Platón hay una
marca de identidad que no aparece en otros autores y se refiere a la inversión del
modelo erótico antiguo, que suponía una diferenciación taxativa entre el amante y el
amado. Especialmente en las relaciones homosexuales el amado es el joven bello que
funciona como objeto de amor y el amante es mayor que se siente atraído y ofrece su
protección, guía y cuidado al otro. Alcibíades es claramente el amado y Sócrates su
enamorado, relación que está aludida en el principio del diálogo. A estas alturas, sin
embargo, la relación se invierte y el joven es el amante cuando debería ser el amado,
mientras que el hombre entrado en años y famosamente feo se transforma en amado,
precisamente porque ha cambiado la definición antropológica y el hombre es el alma, de
modo tal que el cuerpo, reducido a instrumento operativo, no puede ser determinante.
El diálogo se cierra con una bella proyección, pero que entraña la duda,
especialmente porque todos los lectores saben que no terminará bien y que unos pocos
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años más tarde ambos terminarán muertos aplastados por los mecanismos de una
política desbocada. Posiblemente fue esta experiencia la que llevó a Platón a idear un
cambio radical que permitiera salir del círculo vicioso con la fundación de un sistema
totalmente diferente. El resultado es República. Por su parte el Alcibíades aporta un
testimonio del interés de Platón y de los socráticos en general sobre este tema y la
importancia de las reflexiones sobre la necesidad de conversión o dinámica de shock
que la filosofía dispone frente al interlocutor hasta que este está en condiciones de
buscar con técnica y esfuerzo el conocimiento de sí y de los otros para la transformación
personal y política.
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