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Con un gran poder de observación fue anotando e investigando cuanto veía y

estaba a su alcance. En esto contó con la invalorable ayuda de un viejo minero


llamado Lorenz Berman.

Precisamente esos conocimientos los plasmó en uno de sus primeros libros


sobre minería y mineralogía donde reconoció el aporte de su amigo Berman,
titulando a la obra como Bermannus (1530). Ese mismo año dejó Joachimsthal
y dedicó tres largos años a viajar y a conocer todo cuanto se refiriera a minas y
minerales.

En 1533 le fue ofrecido un nuevo trabajo de médico, esta vez en Chemnitz,


Sajonia, ciudad de la que llegó a ser su alcalde en 1546.

Durante todo este tiempo, no solo ejerció la medicina sino que además se
dedicó de lleno a continuar con sus estudios mineros y mineralógicos. Fue un
prolífico escritor en muchas disciplinas y eligió el latín para sus escritos por
dominar esa lengua y haberla enseñado en la universidad.

Independientemente de sus textos históricos, teológicos, filológicos, médicos,


filosóficos y otros, en 1546 dio a conocer cuatro de sus libros donde trata
principalmente de la minería y las ciencias naturales. Ellos fueron “De Ortu et
Causís Subterraneorum”, que está considerado como uno de los primeros
trabajos sobre geología física y donde trata del origen y de las cosas del mundo
subterráneo; “De Natura Eorum quae Effluunt ex Terra”, el cual trata sobre las
aguas subterráneas y los gases tomándolos como parte de los fluidos que
circulan en el interior de la corteza; “De Veteribus et Novís Metallís”, donde
trata de los metales viejos y nuevos que se forman en la corteza así como
también cuestiones varias sobre la historia de los metales; y “De Natura
Fossílíum”, donde trata sobre la naturaleza de los minerales y en donde la
palabra fossílíum nada tiene que ver con el sentido que se les da actualmente a
los fósiles. Esta última obra representa un enorme esfuerzo para su tiempo, ya
que no solamente se ocupa de todos los minerales que eran comunes a los
distritos mineros de Sajonia y regiones vecinas a los cuales él conocía de
primera mano, sino que hace un análisis histórico de la mayoría de los
minerales tomando entre sus fuentes originales los escritos de antiguos griegos
y romanos, tales como Teofrasto y Plinio.

Agricola describe en su obra unos 80 minerales en términos de sus


propiedades físicas, principalmente el color, brillo, gusto, forma, dureza,
solubilidad, fusibilidad, entre otras que todavía hoy sirven para reconocer
ciertos minerales en muestras de mano.

También propuso una clasificación de los minerales en cinco categorías a


saber: “Tierras”, tal el caso de las arcillas y la piedra caliza; gemas y piedras
preciosas; “jugos petrificados”, tales como la sal, alumbre, oropimente y azufre;
metales; y finalmente “compuestos”, tales como la combinación de dos o más
minerales (ej., pirita y galena). Si bien esta clasificación resulta simplista,
téngase presente que este hombre vivió hace 500 años y su trabajo tuvo un
impacto enorme. Al punto tal que por esa obra Agricola pasó a la historia como
el “padre de la mineralogía”.

Pero la que resultaría su obra magna saldría de imprenta en 1556, un año


después de su muerte. Se trata del libro “De Re Metallica”, un trabajo de largo
aliento que le insumió veinte años de estudio, reflexión y manuscritos, el que
fuera publicado en Basilea por la prestigiosa casa editora Froben.

Se trata de un libro clásico que dominó por varios siglos el pensamiento sobre
la prospección, exploración y explotación minera, así como de los métodos de
fundición, procesos metalúrgicos, reglamentaciones mineras y otras
cuestiones. Fue la obra de cabecera para los españoles que se hicieron cargo
de las explotaciones mineras en la América del siglo XVI, especialmente de los
ricos yacimientos de plata del Alto Perú (Potosí) y México. Al menos así fue
hasta la publicación en 1640 de “Arte de los Metales” del sabio hispano
potosino Alvaro Alonso Barba.

Dos cuestiones hicieron que “De Re Metallica”, un grueso volumen de más de


600 páginas, fuera una obra esencial de su tiempo y que mantenga todavía un
enorme valor como documento histórico y científico. Una de ellas es la de estar
escrita con gran claridad de conceptos y la segunda el estar ilustrada con
decenas de bellas litografías que ejemplifican todas las etapas mineras que se
mencionan en el libro.

Si bien se hicieron numerosas reimpresiones y ediciones durante los siglos


subsiguientes (la de Salta es la primera reimpresión de 1566), recién fue
traducido al inglés en 1912 por el ingeniero de minas y geólogo norteamericano
Herbert C. Hoover, quien más tarde sería presidente de los Estados Unidos.
Hoover contó con el invalorable aporte de su esposa Lou, eximia latinista.

Agrícola, un hombre de vastos y profundos conocimientos, murió a los 61 años


de un ataque cerebral en el medio de una encendida discusión con
protestantes luteranos.

Al igual que la mayoría de los grandes sabios y naturalistas, Agricola fue


olvidado a pesar de su enorme legado científico.

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