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Beatrix Ivana
evanescita Jadasa
Anna Karol
Sinopsis Capítulo 22
Epígrafe Capítulo 23
Capítulo 1 Capítulo 24
Capítulo 2 Capítulo 25
Capítulo 3 Capítulo 26
Capítulo 4 Capítulo 27
Capítulo 5 Capítulo 28
Capítulo 6 Capítulo 29
Capítulo 7 Capítulo 30
Capítulo 8 Capítulo 31
Capítulo 9 Capítulo 32
Capítulo 10 Capítulo 33
Capítulo 11 Capítulo 34
Capítulo 12 Capítulo 35
Capítulo 13 Capítulo 36
Capítulo 14 Capítulo 37
Capítulo 15 Capítulo 38
Capítulo 16 Capítulo 39
Capítulo 17 Capítulo 40
Capítulo 18 Capítulo 41
Capítulo 19 Epílogo
Capítulo 20 Sobre el autor
Capítulo 21
La primera vez que conocí a Caine West fue en un bar.
Se dio cuenta de que lo miraba e interpretó erróneamente mi ceño
fruncido mientras lo observaba.
Cuando trató de hablar conmigo, le dije directamente lo que pensaba de
su trasero mentiroso, infiel y egomaníaco.
Ya ves, el magnífico idiota había comido y cenado con mi mejor amiga,
convenciéndola de ir a su cama, sin mencionar que estaba casado.
Se merecía todo lo que le dije y más por lo que hizo.
Especialmente cuando esa sonrisa perezosa adornó su rostro perfecto en
respuesta a mi alegato.
Solo que resultó que, el hombre a quien acababa de regañar no era el tipo
correcto.
¡Vaya! Mi error.
Avergonzada, me fui sin disculparme.
De todos modos, nunca volvería a ver al guapo extraño, ¿no?
Eso es lo que pensé... hasta que entré a clases la mañana siguiente.
Bueno, hola profesor West, soy su nueva asistente.
Estaré trabajando debajo de ti... figurativamente hablando.
Aunque la interpretación literal podría no ser tan mala, trabajar bajo el
profesor West.
Esto iba a ser interesante…
A veces, forjamos nuestro propio camino.
A veces, el camino es creado para nosotros,
y solo podemos seguirlo.
Traducido por –queen-ari-
Corregido por Val_17
Tenía que haber una conclusión científica para la relación entre ser
genéticamente bendecido y actuar como un idiota.
Volví a mirar a la razón de la embriaguez de mi amiga de pie fuera del
baño de hombres. Por supuesto, la fila para el baño de mujeres era cinco veces
más larga, porque solo a los hombres se les debería permitir hacer sus
necesidades a su ritmo. Tipo Casado se hallaba allí, enviando mensajes de texto
en su teléfono, probablemente mintiéndole a alguna otra mujer desprevenida.
Estudié su dedo anular izquierdo en tanto sus dedos trabajaban furiosamente.
Sin anillo. Sinvergüenza. Sabía que una brillante banda de metal, la cual
simbolizaba el comprometerse eternamente con otra persona, tendía a hacer
más difícil el demostrar que eres soltero y que estás en busca de la mujer de tus
sueños.
Ugh. Qué idiota.
Amaba a Ava, pero creo que sospecharía de cualquier tipo de treinta
años que dijera ese tipo de mierda en una primera cita.
Mis ojos se levantaron de la mano del Tipo Casado a su cara, justo
cuando levantó la mirada. Si tan solo los ojos pudieran disparar dagas de
verdad. Fruncí el ceño ante el bastardo. No sabía por qué me sorprendió
cuando me sonrió.
Imbécil.
Probablemente pensó que lo admiraba.
Tomé mi propio teléfono de mi bolsillo para distraerme, baje la mirada
para ponerme al día con los mensajes mientras esperaba. Solo que… no podía
ver las malditas letras sin mis gafas. Apagué el teléfono y sentí una mirada
sobre mí en tanto esperaba pacientemente, pero fruncir el ceño utilizaba más
músculos faciales que sonreír, y este idiota no valía la pena una arruga.
Después de usar el baño de mujeres y casi quemarme las manos
lavándolas, el lavabo de O’Leary solo tenía una temperatura: más caliente que
el infierno, me encontraba lista para irme a casa. Mi turno acabó hace una hora,
y Ava había estado sintiéndose miserable desde que el infiel entró, por lo que
dudé que se opusiera a terminar la noche temprano.
Una rica voz de barítono me detuvo al salir del baño de mujeres. —¿Te
conozco de algún lado?
Me di la vuelta para encontrar a Tipo Casado apoyado en la pared como
si me hubiera estado esperando. Ignóralo, Rachel. No vale la pena tú tiempo. Lo
miré a los ojos para asegurarme de que sabía que lo había oído, luego me di la
vuelta y me dirigí por el largo pasillo hasta la barra.
No captó la pista. Alcanzándome, empezó a decir algo cuando me
detuve abruptamente. Me di vuelta para mirarlo. —Eres un total idiota. ¿Lo
sabes?
Tuvo el valor de parecer sorprendido. —¿Yo? ¿Supongo que sí nos
conocemos?
—Conozco a los de tu tipo.
—¿Qué demonios significa eso?
Puse los ojos en blanco. —Piensas que solo porque eres guapo puedes ir
engañando a la gente, que te puedes zafar de todo con una sonrisa. Bueno, en
realidad espero que el karma te muerda el trasero algún día, que tu linda
esposa termine follándose a la mitad de Nueva York y te pegue una
enfermedad de transmisión sexual que haga que tu gran polla se caiga.
Levantó las manos. —Escucha, cariño, no sé quién crees que soy o lo que
crees que mi gran polla ha hecho mal, pero estoy bastante seguro de que me
estás confundiendo con alguien más.
Mi rostro le dijo que guardara su mierda. —Estoy aquí con Ava.
—Oh. Ava. Eso lo explica todo.
Le gruñí, literalmente. —Grrrrrrr… Bueno, debería.
El idiota me lanzó una sonrisa brillante. —Eres linda cuando gruñes así.
Mis ojos casi salieron de mi cabeza. —¿De verdad estás coqueteándome?
—Eso estaría mal, ¿no? Considerando… ya sabes… lo mío con Ava y
todo eso.
—Eres un grave problema. —Me giré para alejarme.
—Espera. —Agarró mi brazo, deteniéndome de nuevo—. ¿Puedo
preguntarte una cosa?
—¿Qué?
—¿Quién es Ava?
Irreal. Un tipo como él probablemente no recordaba los nombres de las
mujeres a las que follaba. Quiero decir, habían pasado dos semanas enteras desde
la última vez que durmieron juntos. —Regresa a casa con tu esposa, Owen.
Dejé al casado Owen de pie en el pasillo y volví a la mesa donde Ava
bebía tranquilamente para olvidar su dolor.
—¿Quieres salir de aquí? Estoy un poco cansada, y tengo que levantarme
temprano por la mañana.
Pensé que no servía de nada hablar de mi pequeño encuentro con Owen.
Simplemente empeoraría las cosas. Desafortunadamente, Ava empezó a
enamorarse del imbécil. Durante el mes en que estuvieron saliendo, él la
manipuló, alimentando su mierda sobre cómo veía su futuro con dos niños y un
perro pug.
Irónicamente, tenía razón. Su futuro implicaba dos niños y un perro pug.
Porque sujetaba una correa mientras caminaba con sus dos hijas rubias cuando
ella se lo encontró en el parque. Solo que olvidó mencionar que en esta versión
de su futuro, su esposa también estaría sosteniendo a su hijo de un mes en tanto
caminaban.
Ava se tambaleó un poco al bajarse de un salto del taburete. —Debería
subir a esta barra y decirle a cada mujer que se cuide de ese imbécil.
Normalmente, estaría de acuerdo. Pero esta noche me sentía bastante
segura de que subir a la barra terminaría en un viaje a la sala de emergencias.
—No vale la pena el aliento. —Tomé el suéter de la parte de atrás del
taburete y lo sostuve para que se lo pusiera. Suspiró y falló sin lograr colocar su
brazo en el agujero las dos primeras veces.
Detrás de la barra, Charlie, que nos escuchó la mayor parte de la noche,
servía una cerveza. —Eso es todo. A partir de ahora quiero nombres. —Golpeó
el vaso lleno contra la barra de madera, haciendo que la cerveza se derramara
por todas partes—. Voy a echar a cualquier imbécil que salga con alguna de
ustedes. —Charlie O’Leary era dueño del pub en Brooklyn donde Ava y yo
trabajábamos. También era un policía retirado.
Sonreí. —De acuerdo. Pero sabes que eso hace que quiera darte los
nombres de los sospechosos de ser asesinos en serie, solo para ver la forma en
que tus orejas se vuelven de ese adorable tono púrpura cuando estás enojado.
—Me incliné sobre la barra y lo besé en la mejilla—. Buenas noches, Charlie-o.
Gruñó algo sobre estar agradecido de no tener hijas y me hizo señas para
que me apresurara.
—¿Podemos salir por la puerta trasera? —preguntó Ava—. No quiero
encontrarme con él en la salida.
—Claro. Por supuesto.
Enganché mi brazo con el suyo para asegurarme que se mantuviera
firme a medida que caminábamos. Después de unos pasos, levanté la mirada y
vi a Tipo Casado de pie junto a la puerta trasera.
—Ummm, Ava, deberíamos salir por delante. Él se encuentra en la
puerta trasera ahora.
Miró alrededor de la habitación. —No, está en la puerta principal
hablando con Sal, la nueva camarera.
Se hallaba más borracha de lo que pensé. Levanté mi mentón hacia la
salida trasera, en línea recta hacia Owen. —Esa es la puerta trasera, Ava.
—Lo sé. Owen está en la puerta principal.
Fruncí el ceño. —¿Ese no es Owen? ¿Con la camisa azul de botones?
Resopló. —Te dije que era el chico guapo con la camisa azul, no el dios
griego que modela una.
Giré la cabeza hacia el frente del bar. Solo había un tipo cerca de la
puerta principal que no conocía, y que hablaba con Sal. —¿Owen está hablando
con la nueva camarera en este momento?
Volvió a mirar, luego suspiró y asintió. —Debería decirle a Sal que lo
golpee.
—Ava, ¿el tipo que está hablando con Sal ahora mismo, justo en este
momento, es Owen?
—Sí.
—Su camisa es marrón, Ava. No azul.
Se giró de nuevo hacia la puerta principal, entrecerró los ojos y se
encogió de hombros. —Tal vez. No puedo ver tan bien. Mis lentes de contactos
están manchados por el maquillaje y el llanto.
Cuando dijo que su ex acababa de entrar en el bar y señaló en la
dirección general de la puerta principal, solo había un tipo con camisa azul
abotonada.
Mierda.
Regañé al tipo equivocado.
Ya que no podía hacer que Ava saliera por la puerta principal donde se
hallaba el verdadero Owen, lo afronté. Por supuesto, No-Owen me miró con una
sonrisa todo el camino a la puerta trasera.
Asintió a mi amiga cuando pasamos. —Ten una buena noche, Ava.
Adiós, atrevida.
Tomé la salida del cobarde y mantuve la cabeza recta, sin hacer contacto
visual con el tipo, hasta que salimos por la puerta.
Ava no era tan fuerte. Su cabeza se giró en tanto mantenía los ojos fijos
en No-Owen, incluso cuando entramos en el callejón. Podría estar borracha con
lentes de contacto sucios, pero no era ciega.
—Santa mierda. ¿Viste a ese tipo? ¿Y acaba de decir mi nombre?
Eché un vistazo hacia atrás justo cuando la puerta del bar se cerraba. No-
Owen saludó con una sonrisa maliciosa.
—Estás escuchando cosas.
Algunas chicas tenían papás que limpiaban sus escopetas cuando los
chicos iban a recogerlas a casa. Yo tenía a Charlie.
A pesar de que la ciudad de Nueva York prohibió el fumar en
establecimientos públicos de comida hace por lo menos diez años, Charlie
todavía lo encendía detrás de la barra. Cigarrillos Benson & Hedges sin filtro.
¿Quién iba a decírselo a un fornido ex-policía?
—Entonces, ¿quién es este hombre con el que te vas a encontrar esta
noche? —Sacó el bate que mantenía detrás del bar y lo colocó encima—. Voy a
dejar esto aquí para cuando llegue.
Me reí cuando levanté mi bandeja de bebidas. —Estoy bien, Charlie. Es
un contador de treinta y dos años en Upper East Side.
—No dejes que eso te ciegue. Las apariencias engañan. La sal se parece
mucho al azúcar, cariño.
Ni siquiera sabía por qué trataba de tener citas en este momento. Desde
que las cosas terminaron con Davis hace ocho meses, me hallaba en un hiato de
citas auto-impuesto. No tenía el tiempo o la energía para tener una relación. Sin
mencionar que no poseía un gran historial con los hombres en general. Lo hacía
para alegrar a Ava. El invierno pasado, ella y su novio durante siete años
rompieron para su cumpleaños número veinticinco. Estuvieron juntos desde su
último año de la secundaria. Después de meses de verla deprimida, finalmente
le dije que se inscribiera en uno de esos sitios web de citas. También me inscribí
a modo de solidaridad, aunque nunca tuve la intención de salir con nadie. Hice
un magnífico trabajo con el sitio de citas… ahí fue donde conoció al casado
Owen. Con amigas como yo para alegrarla, estaría medicada con antidepresivos
muy pronto.
Entregué las bebidas en mi mesa y tomé una orden de la mesa ocho,
aunque mi turno había terminado. Básicamente me encontraba aquí para evitar
el ir a cambiarme y prepararme para mi cita. El servicio a la mesa en O’Leary
terminaba en cualquier momento que quisiéramos después de las ocho, y el
lema de Charlie era: “Hay un local de hamburguesas bajando la calle. No dejes
que la puerta te golpee en el culo a la salida”, para cualquiera al que no le
gustara.
Tras cambiarme el uniforme, me lavé en el baño, puse un poco de rímel
en mis pestañas, brillo en mis labios gruesos, y me miré en el espejo. Tenía
suerte por tener la piel de porcelana natural de mi madre, por lo que nunca era
necesario usar mucho maquillaje. Consideré resaltar mis ojos verdes con un
delineador negro, pero luego cambié de opinión. Así está bien, pensé.
Probablemente no era el esfuerzo que debería poner en una primera cita.
Luego de nuestro intercambio inicial de correos electrónicos, Mason me
pareció bastante agradable y seguí charlando con él durante las últimas
semanas. Pasó todas las casillas del tipo de chico con quien me gustaría salir:
Empleado remunerado: verificado. Educado: verificado. Más de treinta años,
pero sin estar cerca de los cuarenta: verificado. No utilizaba frases como “de
seguro” y “mi error” en nuestros intercambios por mensajes: verificado.
Atractivo. Bien peinado. Verificado y comprobado. Debería estar más
emocionada. Había pasado mucho tiempo desde Davis, tiempo para seguir
adelante.
Lo vi antes de que me notara. Fui al almacén para traerle a Charlie unas
botellas de tequila, y vi a Mason mirando alrededor. Lucía como en sus fotos,
así que eso era una ventaja. Quizás un poco más delgado de lo que esperaba,
pero nada lo suficientemente dramático como para sorprenderme. Era de
mediana estatura, complexión mediana y guapo, pero no exactamente del tipo
que te hace sentir cosas en el estómago. Mason llevaba una camisa azul. Lo que
me recordó al profesor West anoche. Curiosamente, eso me hizo sentir un poco
de fuego en mi vientre.
—No hago promesas acerca de no morder a las asistentes atrevidas.
Negué con la cabeza para sacudir físicamente algo de sentido en mi
cerebro y tomé una respiración profunda antes de dirigirme a conocer a Mason.
¿Conoces esa sensación que tienes cuando piensas que vas a probar una
cosa y resulta ser otra? ¿Tal vez agua y soda? No es que no te guste ninguna de
las dos, pero te preparabas para algo insípido y no carbonatado, y en vez de eso
consigues burbujas… un montón de burbujas.
Mason era efervescencia cuando esperaba agua del grifo. Quizás eran las
contables nociones preconcebidas de que sería un cierto tipo de persona. Pero
era más confiado y audaz de lo que esperé.
—Eres realmente preciosa. No es que pensara lo contrario por tu foto de
perfil, pero solo tenía una imagen en la cabeza. Supongo que no esperaba que
Megan Fox continuara del cuello hacia abajo.
—Gracias… creo. —Aunque fue un cumplido, no me gustó la forma en
que me miró. Salimos a cenar a un restaurante cercano y luego volvimos a
O'Leary por una bebida. Sus ojos recorrían mi cuerpo mientras sorbía su cuarto
Jack con Coca Cola (otra bandera roja). ¿Tres bebidas alcohólicas fuertes
durante la cena en una primera cita? Cada trago lo hacía más audaz de una
manera que me gustaba cada vez menos.
—Dijiste que eras cien por ciento italiana, ¿verdad?
—No. También tengo algo de ascendencia alemana.
Se inclinó y puso una mano sobre mi rodilla. —¿Qué te parece un poco
más de alemán esta noche?
Ugh. Me hallaba a punto de decirle al idiota que estaría jugando consigo
mismo esta noche, cuando Charlie interrumpió. Con el bate. Lo puso en la barra
entre nosotros, haciendo que Mason saltara hacia atrás.
—¿Todo bien aquí? Mi chica no se ve muy feliz.
No quería causar una escena. Simplemente quería que mi horrible cita
terminara.
—¿Es tu padre? —preguntó Mason.
Lo ignoré y me dirigí a Charlie. —Todo está bien. De todos modos, esta
noche ya se terminó.
Mason lo malinterpretó. Tras beber el resto de su bebida, se puso de pie.
—¿Mi casa o la tuya?
—Tú vas a la tuya. Yo a la mía.
Me alcanzó y retrocedí. —Vuelve a casa, Mason. Antes de que tengas que
irte con el bate de Charlie metido en el culo.
Al darse cuenta de que no conseguiría nada esta noche, pagó la cuenta y
se marchó. Le sonreí a Charlie luego de que se fuera. —¿Doblaste el precio del
Jack con Coca-Cola?
—Cargo adicional por idiota.
Me reí. Como no quería irme justo después de Mason, me senté en el bar
con Charlie por un tiempo.
—Tener citas es una mierda —susurré—. No es de extrañar que no lo
haga con tanta frecuencia.
—Me alegra que las citas de antes no fueran como las de hoy en día.
Nunca habría conocido a mi Audrey.
La esposa de Charlie falleció hace por lo menos una década, por un
ataque al corazón a los cincuenta años.
—De todos modos ¿cómo la conociste?
—A la antigua, en el supermercado.
—Eso es dulce. ¿Chocaron sus carritos de compras como en las películas?
—Algo así. Audrey se encontraba en el pasillo de frutas y verduras
escogiendo algunas berenjenas, y puso sus cosas en el carrito equivocado. Iba a
mitad del pasillo antes de darse cuenta. Cuando volvió a buscar su carro, notó
que el que tomó tenía una lista de comestibles.
—¿Tomó el tuyo?
—Síp. Devolvió la lista y dijo: Tomé el carro equivocado. No quisiera que
olvidaras algunos de los artículos importantes en tu lista.
—¿Qué había en tu lista?
Charlie se encogió de hombros. —Decía “queso y otras mierdas”.
Fruncí el ceño. —¿Literalmente? ¿Decía queso y otras mierdas? ¿No había
una lista para toda la otra mierda?
—Solo me importaba recordar el queso. Me gusta una rebanada de queso
cheddar por la noche antes de ir a la cama. La otra mierda cubría el resto y no era
tan importante. —Miró a la nada—. De todos modos, Audrey me sonrió, y mi
corazón hizo este extraño salto doble que nunca había hecho antes. Pensé que
iba a tener un ataque al corazón. Tuve que sentarme justo al lado de las
berenjenas para recuperar el aliento. Resultó que no fue solo queso y otras
mierdas lo que conseguí ese día en el supermercado.
—Tal vez debería intentar lo del supermercado. No creo que las citas en
línea sean para mí.
—Nunca lo intenté, pero parece tonto. Haces esta lista mental de lo que
buscas en una pareja y luego tratas de encontrar personas que puedan encajar.
Pero la realidad es que no importa cuántas casillas estén marcadas. Cuando
conozcas a la persona adecuada, tu corazón te lo hará saber. —Guiñó un ojo—.
Y otras partes de tu cuerpo.
Traducido por Ma.Sol
Corregido por Anna Karol
Caine tenía algunos músculos para igualar ese perfecto rostro. Llevaba
puesta una camisa de vestir blanca, pero se la quitó antes de comenzar a
cambiar mi neumático. Usando solamente una fina camiseta blanca, trabajó la
llave auxiliar en tanto yo me obsesionaba con la manera en que sus músculos
sobresalían cada vez que flexionaba. Fue capaz de quitar la apretada tuerca,
aunque tomó un poco de esfuerzo. Tenía los bíceps más increíbles, esculpidos y
bronceados, con una vena que sobresalía desde la mitad y corría todo el camino
hasta sus antebrazos. Si hubiera tal cosa como un brazo pornográfico, yo veía
mi propio canal. Se sentía mal mirar, pero Dios, disfrutaba la vista.
En un momento, después de que quitó el neumático y lo levantó para
ponerlo dentro de mi maletero, su camiseta se alzó exponiendo dos profundas
líneas que formaban una V en la parte inferior de sus cincelados abdominales.
Tuve el más fuerte impulso de acercarme y tocar su abdomen, pasar mis dedos
por la fina línea de vello que descendía de su ombligo y desaparecía dentro de
la banda negra de su ropa interior, la cual se encontraba ligeramente expuesta.
Colocó el neumático desinflado en mi maletero y fue a trabajar
instalando el auxilio.
—Realmente deberías tener un repuesto del tamaño completo —dijo
ajustando el nuevo neumático—. Estos pequeños neumáticos de emergencia no
son seguros. Arruinan el equilibrio del vehículo, y si tienes un accidente
conduciendo con éstos, es muy probable que vuelques.
De vez en cuando me miraba, y casi me atrapaba chequeándolo.
Realmente necesitaba distraerme, así que entré al auto y agarré mi teléfono para
buscar la tienda de neumáticos más cercana.
El sol ya se ponía al momento en que cargó el gato de vuelta dentro del
maletero y lo cerró de un golpe. A pesar de que ya no hacía tanto calor, todavía
se encontraba muy húmedo. Caine lucía sudoroso, y su camiseta
definitivamente parecía arruinada.
—Creo que te debo una camiseta —dije, observando la grasa por todas
partes.
Bajó la mirada. —También podría hacer un buen uso de ella. —Caine se
limpió las dos manos grasientas sobre su pecho, trazando rayas en el blanco
restante de su camiseta. Entonces procedió a tirar de la sucia camiseta sobre su
cabeza.
Consiguiendo la vista completa de su increíble cuerpo, creo que mi
mandíbula casi alcanzó el suelo. No tenía idea si notó mi mirada, porque era
incapaz de apartar mis ojos del deleite para la vista. Usó la camiseta para secar
el sudor de su rostro y luego limpió un poco más sus manos. Comencé a sudar,
a pesar de que no había ejercido ni un gramo de energía física.
—¿Sabes dónde está la tienda más cercana?
—Umm… está solamente a tres cuadras desde aquí.
—Dame un minuto para ponerme de vuelta mi camisa y te seguiré.
Qué lástima. —De acuerdo. Gracias.
Me senté dentro de mi auto por un minuto, agradecida por la
oportunidad de ordenar mis pensamientos antes de que tuviera que conducir.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que tuve sexo? ¿Ocho meses? Dios,
probablemente debería haberlo hecho con Mason anoche solo para satisfacer mi
libido. Un pequeño espectáculo de abdominales y músculos, y mis bragas se
mojaron. Me sentía como una cachonda de diecisiete años.
Para el momento en que dejamos el auto en Neumáticos Express, eran casi
las siete treinta, y me dijeron que tendría que recogerlo por la mañana. Caine se
quedó a mi lado todo el tiempo e incluso se encargó de que consiguiera un
neumático que era más económico cuando el vendedor trató de venderme uno
que costaba más de lo que ganaba en propinas en una semana en O’Leary.
—Me siento como un disco rayado —dije una vez que nos instalamos en
el auto de Caine—. Estoy disculpándome o agradeciéndote.
—No hay problema. ¿Todavía tienes ánimos para repasar el programa de
clases y trabajar en el plan de estudios para el semestre? —Miró su reloj—. Se
está haciendo tarde. Puedo dejarte en tu casa si estás cansada.
—Soy un ave nocturna. Las mañanas son mi problema.
Asintió. —Está bien, entonces.
Justo antes de que encendiera el motor del auto, mi estómago dejó salir el
gruñido más horrible. Era un ruido fuerte, retumbante, que resonaba a través
del silencioso vehículo. No tenía sentido pretender que no sucedió.
Caine sonrió. —¿Qué tal si trabajamos en nuestra planificación comiendo
algo?
Claramente me encontraba famélica. Había planeado comer algo antes de
dejar el trabajo, pero entonces estuve muy ocupada, y no quería detenerme en
algún sitio y tener la posibilidad de llegar tarde. Hoy hice grandes planes.
—Me encantaría.
Encendió el motor. —¿Para qué estás de humor?
—Soy fácil de complacer. Lo que quieras está bien conmigo.
—¿Qué tal una hamburguesa? ¿Comes carne?
Afortunadamente era bastante oscuro para ocultar mi rubor. —Umm…
sí. Como carne. —Y aparentemente eso es exactamente para lo que mi cuerpo y
mente estaban de humor.
Traducido por Jadasa
Corregido por Val_17
Percepción oral.
De acuerdo, así que tal vez la clase era Percepción Auditiva. Lo que sea.
Mi mente definitivamente estaba distraída mientras me sentaba en la parte
trasera del aula, observando al profesor West enseñar cómo las diferentes
personas, filósofos, compositores, profesionales de la medicina y adolescentes
conceptualizan el acto de escuchar. Recordé tomar el curso en mi primer año de
pregrado. No sabía con certeza sí había madurado y podía apreciar más una
conferencia como ésta a los veinticinco que apenas a los veintiuno. Por lo menos
ahora el profesor particular que enseñaba era capaz de cautivar mi atención.
En tanto escuchaba, el chico a mi lado, que utilizaba una boina, dibujaba
desnudos. Esbozó una página de cuerpos sin rostro que en realidad eran
bastante sorprendentes, incluso si eran medio indecentes y gráficos. Se encogió
de hombros cuando me sorprendió mirando, sonrió y susurró—: Tengo que
hacer algo en tanto este idiota engreído habla y habla.
Caine no era un profesor que se sentara en su escritorio para dar una
conferencia. Se paseaba por la habitación e interactuaba con los estudiantes. —
La escucha puede dividirse en categorías: informativa, apreciativa, crítica, de
relación, perspicaz, discriminativa. El método y el momento pueden afectar lo
que escuchamos. Díganme, ¿dónde escuchan música, a través de qué medio y
quién fue el último músico que escucharon?
Un manojo de manos se levantó. Una mujer en el frente respondió—: En
el tren, desde mi iPhone, y Adele.
Un estudiante respondió—: Trabajo en el Madison Square Garden, por lo
que disfruto de mucha música en vivo en el trabajo. La última sesión fue la
prueba de sonido de Maroon 5.
El aula tenía dos conjuntos de escaleras, uno a cada lado de la ancha fila
del medio de asientos. Yo me encontraba sentada en la parte superior, en un
asiento del pasillo junto a la escalera de la izquierda. Caine caminó unas gradas
a la vez, tomando respuestas de diferentes estudiantes a medida que avanzaba.
Unas cuantas filas delante de mí, un tipo con una larga barba dijo—: En
el camión. Trabajo para UPS1 y escucho a través de un cable auxiliar. Anoche
fue un viejo álbum de Slayer.
Una mujer en el lado opuesto de las escaleras dijo—: En el trabajo. En la
oficina del médico donde trabajo como recepcionista. Y es la misma música
instrumental una y otra vez.
—Parece que la mayoría de la gente escucha su música cuando viaja o se
encuentra en el trabajo. ¿Alguien lo hace mientras hace algo más? —Caine subió
unas cuantas escaleras más y se detuvo dos debajo de donde me encontraba
sentada. Me dio la excusa perfecta para mirarlo, sin aparentar abiertamente que
lo comprobaba. Hablaba con otro estudiante cercano mientras me lo comía con
los ojos.
Hoy llevaba un chaleco de traje oscuro abotonado sobre una camisa de
vestir blanca y con relieve, sin corbata. Yo no era exactamente fan de la moda,
pero reconocía ropa costosa cuando la veía, y Caine se distinguía más por sus
camisas de vestir que yo por la mayoría de mis trajes completos. Tenía una
elegancia rica en él, a pesar de que emparejó la camisa y el chaleco con un par
de pantalones vaqueros y tenis negros. Su piel era naturalmente bronceada, por
lo que me hallaba razonablemente segura de que, era de ascendencia europea,
tal vez griego o italiano. No podía descifrar cuál, pero cualquiera que fuera
produjo un maravilloso hombre cincelado. Su nariz era recta y masculina, y
desde una vista de perfil era tan malditamente cercano a lo perfecto como nada
que haya visto alguna vez. De lado, sus pestañas oscuras eran magníficas.
Cualquier mujer pagaría una pequeña fortuna por la exuberancia que
enmarcaba esos ojos color chocolate. Su línea de la mandíbula se hallaba
salpicada de rastrojo nuevo, y me encontré preguntándome cómo se sentiría
contra mi piel. Estaba perdida en ese pensamiento cuando me di cuenta de que
ahora me miraba directamente. Entrecerró los ojos y vi un indicio de diversión
en ellos, aunque no sonrió.
Cuando dio otro paso, intenté aparentar indiferencia, como si no hubiera
estado adorando a sus antepasados, y miré hacia adelante, solo para darme
cuenta de que ahora me hallaba perfectamente alineada para mirar su
entrepierna. Intenté encontrar otro lugar en el cual posar mi mirada, pero... ¿era
eso... era algo en su bolsillo... o...? Por el contorno, sabía con certeza que no era
algo. O en realidad era algo... algo impresionante.
1 United Parcel Service, Inc. es una de las grandes empresas de paquetería del mundo.
Caine se inclinó para darle la palabra a una mujer del otro lado de la
escalera, y sus vaqueros se ciñeron más, confirmando exactamente lo que
miraba. Supuse que el hombre magnífico también tenía una polla grande. Giré
la cabeza, necesitando apartar la mirada de su gruesa protuberancia, y el artista
de boina me dio una sonrisa coqueta. Le devolví la sonrisa... justo antes de que
Caine lo llamara.
El artista con boina fue el primer estudiante al que el profesor llamó y
que voluntariamente no levantó la mano. Quizás captó lo que el tipo hacía y
decidió traerlo de vuelta al redil de la clase. —¿Qué hay de usted? —La voz de
Caine era cortante—. ¿Cuál fue la última canción que escuchó, y a través de qué
medio?
El tipo sonrió. —Pharrell, desde los altavoces Bose en mi dormitorio
mientras me masturbaba.
La clase se rió.
—Gracias, Señor.…
Caine extendió la mano para invitar al hombre a llenar el espacio en
blanco, y lo hizo. —Ludwig.
Caine asintió y se volvió para volver al frente de la clase. —Todos los
ejemplos de hoy son escucha apreciativa. Antes de la próxima clase, quiero que
cada uno de ustedes descargue “Trumpets” de Jason Derulo. Escúchenlo usando
cualquier método de la última vez que escucharon música de forma apreciativa,
con el auricular encendido, cuando viajan en el tren, en el camión, trabajando
en la entrega de paquetes o, en el caso de Ludwig, escuchando en sus parlantes
Bose en casa mientras se masturban.
La clase estalló en risas.
—Cuando terminen, quiero que respondan las preguntas de esta página.
—Comenzó a repartir los papeles para que los estudiantes de la primera fila los
pasaran—. Esto no es una prueba de ningún tipo, por lo que sus respuestas
deben ser honestas. No lean las preguntas hasta que hayan escuchado la
canción una vez. De lo contrario, su cerebro estará buscando las respuestas a
medida que escuchan en lugar de escuchar apreciativamente de verdad. En
nuestra próxima clase, vamos a comparar los resultados que obtengan con los
que elaborarán en tanto realizan otros tipos de escucha.
Unos minutos más tarde, finalizó la clase de hora y media y los
estudiantes se agruparon en la puerta. Esperé hasta que la habitación se vació y
bajé las escaleras al frente para hablar con Caine.
—A tiempo y sin manchas en tu ropa —dijo, empacando su
computadora portátil sin levantar la mirada—. Impresionante.
—Siempre he considerado que la cuarta impresión es la más importante,
¿sabes? —Sonreí.
Caine cerró su bolso. En tanto yo pensaba que nuestra conversación era
juguetona, aparentemente equivoqué. Su tono era severo, y su mirada tenía una
expresión que coincidía—: No deberías confraternizar con los estudiantes.
—¿Confraternizar?
—Como lo quieras llamar.
—No entiendo.
Siseó—: Follar. No deberías follar a los estudiantes. ¿Está claro, Rachel?
—Bueno, sí, está claro lo que querías decir ahora. Pero no estoy segura de
qué te daría la impresión de que follaría a un estudiante. No duermo con chicos
universitarios.
—¿Lo sabe el señor Ludwig?
Tenía la sensación de que eso no era todo. —No tienes que preocuparte
de que le dé a alguien un grado preferencial como tu última asistente. Lo
prometo.
Caine sostuvo mi mirada durante unos segundos, posiblemente
evaluando mi sinceridad, luego me dio un breve asentimiento. —Entonces,
¿qué princesa eres?
Fruncí las cejas. Entonces me di cuenta de que debió haber captado el
cuestionario que hacía en la revista In Style en la parte posterior del aula antes
de que comenzara la clase. ¿Qué princesa de Disney eres? La arrojé encima de mi
bolsa de libros en el suelo una vez que comenzó la clase.
—Jasmine de Aladdin. —Sonreí.
—¿Acertaron?
—Me gusta pensar que sí. Jasmine es lógica y escéptica.
—Sabes que esas cosas son un montón de mierda, ¿verdad?
—Dios, espero que sí. El mes pasado completé uno en Men’s Health
llamado ¿Cuán saludables son sus testículos?, y no me pareció muy bueno.
El labio de Caine se curvó. —Sabelotodo. ¿Estás lista para terminar de
estudiar el programa?
—Tengo aproximadamente una hora antes de tener que ir a trabajar.
Levantó la bolsa del escritorio. —¿Todo bien al recoger tu auto?
—En realidad… no.
—¿Qué pasó?
—Cuando quitaron el neumático, encontraron que las rótulas ya no
sirven, cualesquiera que fueran. Hoy las están reemplazando.
—¿Necesitas un aventón para ir a trabajar?
—Puedo tomar el autobús. Hay uno que me deja a dos cuadras de
O'Leary.
—Iba a sugerir ir por un bocado a medida que terminamos la
planificación. Tengo una reunión del departamento esta noche y necesito comer
antes de eso. ¿Por qué no comemos algo en O'Leary? De manera que ya estarás
en el trabajo cuando sea el momento de comenzar tu turno.
—Eso sería genial. Yo invito. —Sonreí—. Ya que nuestra comida será
gratis y todo.
2 Bill W. Fue quien fundó los Alcohólicos Anónimos, lo que quiere decir Rachel es que ella no es
parte de ellos. Y una moneda de sobriedad es algo que se le da a los AA una vez que han
terminado su tratamiento de doce pasos y simboliza el tiempo que llevan sobrios y sirve de
motivación para seguirlo.
—Entonces... te traeré otra cerveza, y tomaré una sin alcohol para
acompañarte.
Sonrió cálidamente. —Suena bien.
Cuando volví a la mesa, redirigí la conversación al trabajo. —Estaba
pensando, cuando sea hora de recoger los auriculares Bose de la clase, no voy a
tomar el par del señor Ludwig. Necesitaran ser desinfectados primero.
Se llevó la cerveza a los labios. —Te dibujaba hoy, ¿sabes?
—¿Me dibujaba? Esbozaba mujeres sin cabeza con cuerpos geniales.
Bebió su cerveza. —¿Y tú punto es?
—No me dibujaba.
Caine entrecerró los ojos, y tuve la sensación que sopesaba si debía o no
decir lo que pensaba. Al parecer, decidió hacerlo. —Tienes dos pecas en el lado
izquierdo del cuello.
Mi mano voló a mi cuello. Tenía toda la razón, pero mi cabello las cubría.
—¿De qué hablas?
—Tienes tendencia a empujar tu cabello hacia un lado, el derecho. Las
noté el otro día cuando estábamos en mi auto.
—De acuerdo…
Caine me miró a los ojos. —Los bocetos que tu amigo hacía. Tenían
cuellos, pero no cabezas.
—Sí. Los noté. No era exactamente apropiado dibujar durante la clase.
Pero es un muy buen artista.
—Sí, presta atención a los detalles. Todas las mujeres tenían algo en
común.
Mis ojos se agrandaron. —No.
Asintió. —Dos pecas en el lado izquierdo del cuello. Te dibujaba.
—Pero nunca me ha visto desnuda.
—Tiene imaginación. —Los ojos de Caine bajaron para echar un vistazo a
mi escote. Brillaron con maldad cuando regresaron a los míos—. Una bastante
buena, diría yo.
Eso causó un revoloteo en mi vientre que rápidamente viajó hacia el sur.
Oh, Dios.
Traté de minimizarlo con una broma—: Y es por eso que no salgo con
chicos de fraternidad. No hace falta decir que no recogeré los auriculares del
tonto ese, ni me sentaré a su lado.
—Bien pensado. —Sonrió Caine—. Quédate con los hombres.
Tenía razón. Aunque empecé a cuestionar si quedarme con los hombres
significaba quedarme pegada a uno en particular.
Traducido por Gerald
Corregido por Valentine Rose
Era ese momento del mes. No el momento temido, sino ese que de hecho
esperaba. Los mensajes mensuales de Davis llegaban puntales como un reloj.
Bajé la mirada a mi teléfono.
Davis: ¿Próximo miércoles a las 7pm? Te extraño.
El primer miércoles de cada mes, mis tres antiguos compañeros de
departamento y yo nos reuníamos para cenar. Davis había sido uno de ellos
durante los últimos dos años de universidad. Tuvimos algo durante un periodo
corto, pero el momento no era el adecuado para él.
Respondí.
Rachel: No puedo esperar.
Justo cuando apreté enviar, Ava entró. Trabajaba los turnos de la tarde
atendiendo mesas, lo cual significaba que yo atendía la barra y Charlie se iba a
casa.
—Hola, Rach.
—Hola. Davis acaba de escribirme. Va a estar en la cena la próxima
semana.
Ava contoneó sus cejas. —Ya era hora. No ha ido a las últimas tres. Tal
vez puedas emborracharlo y por fin terminar con la sequía.
—Cállate.
Ava era la única persona que sabía sobre Davis y yo. Le arrojé el paño
que había estado utilizando para limpiar la barra.
—Nunca debí contártelo.
—¿Decirme? —dijo, luego procedió a acariciar su torso con sus manos
mientras gemía—. Oh, Davis. Oh, Davis.
Me reí.
—Dios, no te soporto.
En tanto Ava iba a cambiarse para su turno, pensé en mi antiguo
compañero de apartamento. Davis no era el típico estudiante de universidad, de
ninguna forma. Era sureño, lleno de modales educados del tipo sí, señora y no,
señora, y había pasado ocho años en la milicia antes de venir a Brooklyn a
estudiar administración de empresas. Cuando recién se mudó, también
atravesaba un divorcio, habiéndose casado con su novia de la preparatoria a los
dieciocho por romanticismo antes de partir a su primera misión a Irak. Como
Davis contaba la historia, su matrimonio parecía haber funcionado por un largo
tiempo. Ocasionalmente la visitaba y le enviaba a casa sus cheques. Todo se fue
al carajo cuando dejó la milicia y su esposa se dio cuenta de que era difícil tener
sexo por ahí sin ser atrapada cuando su marido no se encontraba al otro lado
del mundo.
Durante los dos años que vivimos juntos, Davis se convirtió en uno de
mis mejores amigos, hasta la noche que celebramos su graduación. Ambos
habíamos bebido demasiado. Una cosa llevó a la otra y antes que la noche se
terminara… Oh, Davis.
Aunque, siendo honesta, nunca pensé en él de esa forma, al siguiente día
me encontraba como: Vaya. Buen chico. Atractivo. Bien dotado en la cama. De
repente lo vi con nuevos ojos.
Duró poco más de un mes. Al tiempo que me hice a la idea de tener algo
en pareja, al parecer Davis no. Terminó las cosas, objetando que era demasiado
pronto después de su divorcio para estar en una nueva relación, en especial con
alguien por quien ya se preocupaba profundamente. Lo entendí… bueno, más o
menos. Poco tiempo después, cuando nuestro contrato de renta venció,
quedamos con amigos… con promesas de darnos tiempo y tal vez explorar las
cosas en el futuro. Entre sus años en la milicia y estar casado, se había ganado
su libertad.
Aunque mi falta de citas desde entonces podría tener algo que ver con
esperar que su promesa de explorar las cosa en el futuro pudiera cumplirse, tras
ocho meses, al fin comenzaba a comprender la indirecta.
Mi teléfono sonó con otro mensaje.
Davis: ¿Qué? ¿No me dirás que también me extrañas?
Sonriendo, mis dedos merodearon por encima de las teclas en lo que
intentaba decidir qué escribir. Ava salió del baño de mujeres en su polo de
mesera y una cola de caballo. Amarró un mandil alrededor de su cintura a
medida que decía—: Casi lo olvido. Nunca vas a creer lo que vi hoy.
—¿Qué?
—Vamos, adivina.
—Está bien. Porno. Viste porno.
—Nop —sonrió.
—¿Finalmente terminaste tu maratón de The Walking Dead?
—Nop.
—Voy a necesitar una ayudita aquí. No me estás dando ninguna pista.
—Está bien. —Golpeteó sus uñas en la barra pensando profundamente,
luego sonrió de oreja a oreja—. Rima con prest.
Me reí.
—Creo que te has vuelto loca.
Una pareja que se sentó hacia un momento en la mesa dos señaló,
indicando que estaban listos para ordenar. Levanté la barbilla hacia mi loca
amiga y señalé con mi teléfono celular.
—Rima con recompensados.
Repetí en voz alta lo que acababa de decir algunas veces.
—Recompensados, recompensados, recompensados… —luego sus ojos
se iluminaron—. ¡Mesa dos!
Tomé una libreta y bolígrafo de la caja debajo de la barra y las deslicé
hacia ella.
—Ve a tomar la orden, loca.
Todavía miraba el mensaje de Davis, intentado decidir mi respuesta,
cuando entendí su adivinanza. Descifrándola, de pronto perdí interés en el
teléfono y lo guardé debajo de la barra, donde lo guardaba mientras trabajaba.
Ava tomó la orden de la mesa dos y la dejó en la cocina antes de regresar
a donde me hallaba sirviendo una cerveza.
—Prest… ¿Profesor West? —pregunté.
—¡Muy bien! Aunque su nombre no era Caine West en lo que veía. Era
Able Arsen.
—¿De qué estás hablando?
—Estuve en una reunión de asistentes hoy, y conocí a un chico que solía
ser el asistente del doctor Anderson.
—¿El jefe del departamento de música?
—Ese mismo. Por cierto, el nombre del asistente es Norman, un nombre
realmente malo para un chico de veintitantos, pero es lindo. Me invitó a tomar
algo con él y otros asistentes este viernes, así que irás conmigo.
—Está bien… —Me gustaba ver que Ava encontró algo que la animara
tras la forma en que estuvo sintiéndose por Owen. Aunque todavía no veía la
conexión en cómo este chico se relacionaba con Caine o quién demonios era
Able Arsen—. Pero ¿qué tiene que ver con el profesor West?
—El doctor Anderson le dijo que el profesor West solía estar en una
banda. También tenía un contrato con una conocida firma musical. —Sacó su
teléfono y empezó a buscar. Llegando a lo que buscaba, presionó algunas teclas
y giró el teléfono hacia mí—. Te presento a Able Arsen.
El video era borroso y la calidad del sonido era horrible, con seguridad
filmando por un teléfono de primera generación. Todo lo que podía distinguir
era a cuatro chicos tocando en el escenario a la distancia.
—Sigue mirando —dijo Ava.
Por fin, hacia el final del video, la persona filmando acercó la toma hacia
el baterista, quien también cantaba. Tenía la cabeza gacha mientras golpeaba los
tambores, rebotando su cabeza al ritmo. Había algo tan sexy en la forma tan
asertiva en que sujetaba las baquetas y el modo que sus músculos se
flexionaban con cada golpe sobre el tambor; cuánta estamina sería necesaria
para moverse así durante horas hasta el final.
El pequeño revoloteo en mi vientre lo confirmó, incluso antes que el
músico levantara la mirada. Pero cuando ese rostro volteó a la cámara, mi
respiración se entrecortó.
El profesor West había sido tan atractivo de adolescente como ahora.
Solo que, en ese entonces, tenía toda la actitud de chico malo y músico. Ahora
bien, si no lo conociera y tuviera que adivinar, habría pensado que era un
músico de jazz o incluso algún tipo de música clásica. Aun así, el sexy chico
malo había crecido para ser un hombre atractivamente maduro.
Cuando la canción terminó, Caine levantó su cabeza y le dedicó a la
multitud una sonrisa torcida. Su cabello a la altura del hombro se hallaba
húmedo por el ejercicio y lanzó una baqueta al aire, atrapándola con la otra.
Entonces utilizó su mano libre para llevarla atrás de la cabeza y quitarse su
sudorosa camiseta. Las chicas enloquecieron ante su paquete de ocho
abdominales. Locura del estilo estrella de rock/Beatles.
Vaya.
Esa sonrisa.
Ese cuerpo.
Simplemente guau.
Aparentemente había muchas capas en Caine West y apenas había
hurgado en la superficie.
Para el momento en que llegué a casa esa noche, eran más de las dos de
la mañana. Mis pies me mataban y todo lo que quería hacer era hundirme en la
bañera y dormir un poco. Para variar, no tenía que estar en la universidad o en
el trabajo hasta la tarde. La bañera se encontraba caliente y dejé que el agua del
grifo cayera sobre mis pies mientras me recostaba para relajarme.
Aunque mi cerebro tenía otras ideas diferentes para relajarse. En el
minuto que cerré mis ojos, una visión del joven Caine West en el escenario se
infiltró en mis pensamientos. Me envié los videos y los había visto más veces de
las que quisiera admitir entre servir los tragos de esta noche.
Rindiéndome, me estiré para alcanzar el teléfono y me permití una
reproducción más. Al fin en privado, en lugar de ser atrapada por una sonriente
Ava en tanto intentaba observar mi teléfono con discreción, busqué en el
borroso rostro los gestos de Caine. Hubo algunos pocos que reconocí: la forma
en que su labio se fruncía y sacudía su cabeza cuando las mujeres empezaban a
gritar su nombre cuando tocaba su solo. El modo en que caminaba alrededor
del escenario como si fuera el dueño. Hoy, su escenario era un salón de clases,
pero la confianza con la que se pavoneaba era la misma. Aun así, fueron sus
brazos los que verdaderamente me atraparon. Cada vez que golpeaba el
tambor, la vena que corría desde su bíceps hasta su antebrazo se hinchaba.
Nunca pensé que una vena pudiera ser tan sexy.
Tras terminar de ver, la bañera estaba casi llena así que utilicé mis dedos
para cerrar el agua. Sabía que no sería capaz de relajarme lo suficiente para
quedarme dormida esta noche si no satisfacía mi curiosidad, así que busqué en
Google el antiguo nombre de artista de Caine.
Able Arsen.
Me sorprendí cuando miles de resultados aparecieron. Revisándolos
como poseída, encontré imagen tras imagen de Caine. No era el integrante
principal de la banda, pero, al parecer, los medios lo adoraban y ¿quién podía
culparlos? Noté a la misma chica en algunas de las fotografías. Tenía largo
cabello oscuro y era delgada, casi demasiado. Lo ahuecado de sus mejillas la
hacía hermosa, altos pómulos destacaban casi en demasía. En la mayoría de las
fotografías, portaba gafas de sol y parecía rehuir a la atención de la cámara.
Había varias fotografías de ella con la banda, algunas con el brazo de Caine a su
alrededor casi de forma protectora. Sin duda, era más joven que él, diecisiete o
dieciocho años, cuando mucho, y no podía decir si era su novio o quizás su
hermana menor.
Cuando acomodé las fotografías y los artículos por fecha, con las más
viejas primero, me di cuenta de que las imágenes parecían haberse detenido
abruptamente nueve años atrás. Tres o cuatro páginas después en los resultados
de la búsqueda, había un artículo sobre la muerte del cantante líder, Liam
Marshal. Able Arsen desapareció después de eso.
¿Qué te sucedió, Able Arsen?
Mejor aún, ¿cómo terminaste siendo el profesor Caine West?
Hace quince años
Traducido por Val_17
Corregido por Valentine Rose
El viernes por la tarde, me tomé más tiempo del habitual para estar lista.
Siempre me gustó ir a clases. Me daba cosas en las qué enfocarme
cuando me sentía inestable. Pero en estos días, definitivamente no eran mis
estudios por los que me emocionaba.
La puerta de la oficina de Caine se hallaba abierta cuando entré sin ser
anunciada. Hicimos contacto visual, y él usó la mano que no sostenía el celular
en su oreja para señalar una silla frente a él delante de su escritorio. Escuché un
lado de su conversación mientras miraba alrededor de su oficina.
—Sí. Estaré ahí.
Escuchó, luego rodó los ojos. —Preferiría que no hicieras eso.
Había una mujer al otro lado del teléfono. Podía escuchar el tono de su
voz incluso si no podía distinguir las palabras. Traté de actuar como si no
prestara atención, revisando el arte en sus paredes y los libros en su estantería,
pero definitivamente escuchaba.
—Ellen Werman y yo no seremos pareja, no importa en qué mesa la
sientes.
Pausa.
—Porque tengo pene, y a Ellen no le importan ellos, madre.
Pausa.
—Bueno. Tengo que irme ahora. Alguien acaba de entrar en mi oficina.
Te veré pronto.
Después de colgar, Caine dejó escapar un profundo suspiro y lanzó su
teléfono sobre el escritorio.
—¿Es sólo tu pene el que a Ellen no le gusta, o los penes en general?
Sonrió. —Ellen ha estado fuera desde octavo grado. Mi madre es la única
persona en el planeta que aún no lo entiende. Es hija del socio de negocios de
mi padre. Somos buenos amigos, pero mi madre tenía el corazón puesto en que
nosotros nos casaríamos los últimos treinta y tres años. Me llamó cuatro veces
para hablar sobre la repartición de asientos de algún evento de caridad que mis
padres organizan cada año, y que no es hasta dentro de dos meses. Debí decirle
que no podía esperar a sentarme junto a Ellen y dejarlo así. —Su teléfono
empezó a zumbar de nuevo, y él deslizó el dedo en él para ignorar—. ¿Tienes
una sesión de ayuda extra esta tarde? Creí que era los jueves.
—Lo es. Solo quería venir y decirte que si la oferta sigue en pie,
realmente apreciaría si asumieras el control como mi tutor de tesis.
Caine se recostó en su silla. —Ya era hora. Empezaba a pensar que me
rechazarías.
Más como que no quería parecer desesperada. —Bueno —bromeé—.
Tenía que considerar mis otras ofertas.
—¿Es así? Supongo que debería considerarme afortunado entonces.
Sonreí. —Supongo que sí.
—¿Por qué no me envías por correo electrónico lo que has hecho hasta
ahora. Le echaré un vistazo, y podemos sentarnos y repasarlo un día de la
próxima semana.
—Está bien. —Saqué mi iPhone de mi bolso—. ¿Cuál es tu correo
electrónico?
Desliza hacia mí su teléfono sobre el escritorio. —Ingresa tu número. Te
enviaré mi información de contacto para que la guardes.
Después de que intercambiamos información, miré la hora en mi
teléfono. —Será mejor que corra.
Caine me miró con sospecha. —¿Cita?
—No. Tendrán una reunión de asistentes esta noche, y le dije a Ava que
iría con ella.
Asintió. —Que te diviertas. Cuídate.
A la mañana siguiente, acababa de salir de la ducha cuando mi teléfono
zumbó, indicando que llegó un nuevo mensaje de texto. Terminé de secarme el
cabello con las toallas y agarré las gafas. Me sorprendió descubrir que era de
Caine. Era el primer texto que intercambiábamos, y mi cuerpo se agitó al leerlo.
Caine: ¿Sigues visitando a Umberto los domingos?
A pesar de que le envié mi tesis en progreso anoche antes de salir, no
esperaba que lo leyera tan pronto. Me emocionó y me puso nerviosa al mismo
tiempo. Me enorgullecía de mi trabajo con Umberto, pero mi borrador contenía
muchos pensamientos y notas personales. Tener a Caine leyéndolos me hacía
sentir vulnerable.
Rachel: Sí, todos los domingos.
Caine: Me gustaría unirme a ti, ver el estudio en el que has trabajado de
primera mano.
Mi pulso se aceleró. Contrólate, Rachel. Es el profesor West trabajando en
una tesis con un estudiante graduado, no un hombre sexy que te pide una cita.
Ni siquiera le pareció apropiado que yo fraternizara con estudiantes de
pregrado. Sin embargo, cualquier contacto con él me hacía sentir como
adolescente emocionada cuyo teléfono finalmente sonó después de horas de
espera para que el chico lindo llamara. Dios, soy patética.
Rachel: Eso sería genial. Eres bienvenido en cualquier momento.
Los puntos saltaron mientras esperaba su respuesta.
Caine: ¿Qué tal mañana?
Rachel: Claro. Normalmente trato de llegar a las diez, así no
interrumpo sus actividades diarias.
Caine: Tratas de llegar a diez... ¿ese es el código para algo entre las diez
y el mediodía?
Tal vez. Sonreí hacia mi teléfono.
Rachel: Por suerte para mí, Umberto no es muy apegado a la
puntualidad.
Caine: Te recogeré a las nueve y media.
Rachel: ¿En mi apartamento?
Caine: A menos que sea un problema. Si prefieres llevar dos autos, puedo
encontrarte ahí.
Rachel: No. Un auto está genial. Me gustaría eso.
Le di mi dirección a Caine, luego me vestí y preparé para trabajar.
Aunque el día parecía durar por siempre, la sonrisa que llevaba no dejó mi
rostro.
—¿Tienes hambre?
Discutí la pregunta en mi mente durante los últimos cinco minutos. A
pesar de que pasé todo el día con Caine, no me sentía lista para que terminase.
Pero quería que mi sugerencia para ir a cenar pareciese informal. Él me había
pedido que tomara algo antes, pero por alguna razón, cuando era yo quien
preguntaba, sentía como si le estuviera pidiendo una cita.
Caine me miró y luego miro de vuelta a la carretera. Se hallaba en
silencio, y me dio la sensación de que debatía la conveniencia de nuestra
situación antes de contestar. Me sorprendió cuando dijo—: Me muero de
hambre. ¿Qué tenías en mente?
—Soy fácil. Hay un restaurante griego a pocas manzanas de mi casa que
está bueno. O está la comida china de la calle Grand. O podríamos ir a O'Leary
y entonces pagaría yo esta vez. —Sonreí en la última parte.
—¿Qué hay de griego y pago yo esta vez?
—Suena bien. Gira a la izquierda en la calle Elwyn. Está arriba a la
derecha si podemos encontrar aparcamiento, Greek Delight.
Dentro del restaurante, la camarera nos sentó en una cabina tranquila en
la parte de atrás y nos trajo humus y patatas de pita para picar en tanto
mirábamos el menú. Sabía lo que quería, pero Caine sacó sus gafas del bolsillo
para leer el menú. Esas realmente le quedaban bien, aunque no podía evitarlo.
—¿Qué edad tienes que necesitas gafas para leer?
Levantó la mirada por encima del borde de sus estudiosas gafas de
Burberry. —Tú llevas gafas. ¿Por qué mi necesidad de gafas significa que soy
viejo?
—Tengo astigmatismo. Las he necesitado para leer desde que comencé a
utilizar un sujetador de deporte.
Los ojos de Caine bajaron a mi escote antes de volver al menú. Refunfuñó
algo que no entendí. Cuando le seguí mirando, se quitó las gafas y me miró. —
¿Qué?
—No has respondido a mi pregunta. ¿Cuántos años tienes?
—Lo suficientemente viejo como para ser tu profesor.
Metí un pedazo de pita en el humus y me lo metí en la boca. —¿Y qué?
¿Unos sesenta entonces?
—Tengo treinta y dos, listilla. ¿Contenta?
Sonreí. —Sí, en realidad.
Caine se volvió a poner sus gafas y volvió al menú.
Me incliné. —No pareces tener más de treinta y uno.
Negó y siguió leyendo, pero vi la comisura de sus labios contraerse.
¿Por qué me encantaban esos labios contrayéndose? Se sentía como una
pequeña recompensa de algún tipo. En serio necesitaba que examinasen mi
cabeza cuando se trataba de este hombre.
Después de que parecía haberse decidido, se recostó en la cabina. —Estás
haciendo un gran trabajo con tu investigación.
—Gracias.
—Es una maldita e interesante dinámica la que sucede allí.
Recordé lo incómoda que me sentí estando sentada con el trío por
primera vez. —Lo sé. Fue extraño al principio, pero me he acostumbrado a ello
ahora. Lydia es una persona bastante sorprendente, ¿verdad?
—Lo es. No estoy seguro de que pudiera hacer lo que hace ella.
—¿Qué quieres decir?
—Ver a mi esposa sentada allí con otro hombre y sonreír.
—El verdadero amor es desinteresado. Quiere lo mejor para él, aunque
eso ya no la incluya a ella.
La camarera nos trajo las bebidas y nos tomó el pedido. Caine pidió una
cerveza griega; y yo, mi habitual refresco dietético. Tuve que mirar hacia otro
lado cuando sus labios se envolvieron alrededor de la botella. Me sentía muy
atraída por él como para ocultarlo bien.
—Suenas como una experta en la materia. ¿Supongo que has estado
enamorada de esa manera? —preguntó.
—No de un hombre.
Las cejas de Caine se elevaron, y me di cuenta de cómo sonó, lo que él
debió pensar.
—Quiero decir... me sentí de esa manera sobre mi madre. No es que sea
lesbiana ni nada. Me gustan los hombres. No es que tenga nada en contra de las
lesbianas. Prefiero... ya sabes... a los hombres cuando se trata de sexo. No es que
tenga mucha vida sexual en este momento. —Definitivamente me encontraba
balbuceando.
Caine se rio entre dientes. —Eres jodidamente adorable cuando te
avergüenzas.
Bebí mi bebida fría para ocupar mi boca y esperando evitar que mi piel
se tornara notablemente rosa. —De todos modos, cuando mi madre se
encontraba muy enferma, quería que se muriese para que no siguiera sufriendo.
Me quedaría sin madre, pero no me importaba. Solo quería que estuviera en
paz. Eso es lo que Lydia y Umberto me recuerdan. —Puse mi vaso sobre la
mesa—. ¿Qué hay de ti? ¿Has estado alguna vez enamorado de esa manera?
Caine negó. —No estoy seguro de que ser capaz de ser desinteresado. He
pasado la mayor parte de mi vida más bien siendo egoísta que desinteresado.
—¿Ninguna novia?
—Muchas. Ninguna con la que no fuera un bastardo egoísta.
Lo miré fijamente. —Eso cambiará cuando encuentres a la mujer
adecuada.
Llevó la botella de cerveza a sus labios. —Tal vez. O quizás simplemente
mi destino es una vida follando egoístamente. Podría pensar en cosas peores.
No podía ver a Caine como egoísta, cambió mi neumático después de
que le dije que se fuera e interrumpí su clase. Y no podía imaginar que no fuese
atento en la cama. Era tan observador que a menudo era molesto, sin mencionar
lo intenso que podía ser. Luego eso de ser músico... las manos expertas y el
buen ritmo. No. No había manera de que Caine West fuera egoísta en la cama.
De eso me hallaba segura.
Entrecerró sus ojos. —¿Qué está pasando en esa cabeza tuya?
—¿A qué te refieres?
—Te quedaste callada después de que dije que había cosas peores en la
vida que follar egoístamente.
Y allí estaba la cosa observadora de nuevo. Prestaba atención a las
mujeres. Los hombres que prestaban atención eran buenos en la cama.
—Pensaba en lo que dijiste. No me pareces egoísta.
—No estamos en ese tipo de relación.
—Tal vez. —Me encogí de hombros—. Pero pareces demasiado atento
como para ser egoísta de esa manera.
Una mirada de entendimiento cruzó el hermoso rostro de Caine, como si
acabara de darse cuenta de lo que pensé. Se inclinó con una sonrisa maliciosa
que hizo que mi corazón palpitara.
—No quise decir que soy egoísta en la cama. —Sus ojos se posaron en mi
cuello y lentamente se elevaron hasta centrarse en mi boca, que se separó ante
su mirada—. Las necesidades de una mujer siempre vienen antes de las mías. Y
disfruto cada minuto de cuidar de esas necesidades. —Sus ojos volvieron a los
míos, y se inclinó aún más cerca—. Ella se viene antes que yo... varias veces.
Tragué. Todo mi cuerpo reaccionó, y Caine lo sabía. Se echó hacia atrás
con una sonrisa arrogante y un brillo en sus ojos.
Cuando finalmente traté de hablar, mi voz ronca salió rara. —Entonces,
¿sobre qué eres egoísta?
—Las cosas que vienen después de que salimos de la cama. La parte de
relación.
—Oh.
—No todo el mundo tiene la capacidad de ser Lydia.
—No estoy segura de estar de acuerdo. Creo que todos tenemos la
capacidad de ser Lydia. Es una opción el no encontrar a tu Umberto. Y por lo
general hay una razón para esa elección.
El músculo en la mandíbula de Caine se marcó, pero se quedó en
silencio. Afortunadamente, nuestra comida llegó poco después de eso. Caine
pidió un falafel, y yo pedí un gyro. Hundimos los cubiertos y dimos toda
nuestra atención a comer, por el momento.
En muy poco tiempo, mi comida se convirtió en un gran lío. La pita se
rompió, y la mitad de mi gyro se caía. No me di cuenta, pero la salsa tzatziki
blanca goteaba por el dorso de mi mano.
—Tienes un poco de salsa... —Señaló Caine.
Todavía con el gyro, giré mi muñeca para mirar. La salsa se derramó por
mi mano, más allá de mi muñeca, y caía continuamente por mi brazo, a punto
de caer sobre mi camiseta. Si bajaba el gyro así de desastroso como estaba, no
había manera de que fuera capaz de levantarlo de nuevo sin que se rompiera.
Así que, lamí una línea por mi brazo sobre mi muñeca hasta a mi dedo,
limpiando el lío de una larga lamida. No muy de chica, pero era mejor que dejar
que cayera sobre mi bonita blusa.
Al levantar la miraba, Caine me fulminaba con la mirada. —Cristo.
¿Estás tratando de hacer que me despidan?
—¿Qué?
Sus ojos se movieron hacia atrás y adelante entre los míos. —Realmente
no tienes ni una maldita idea, ¿verdad?
—No entiendo.
Caine miró hacia su comida, negando. —Solo termina de comer.
Debemos irnos.
El viaje de regreso a mi apartamento fue incómodo. Ninguno de los dos
dijo una palabra. Honestamente, no tenía ni idea de qué decir. Me di cuenta de
que los comentarios de Caine tenían que significar que se excitó por mi
inadvertido espectáculo de lamida, pero también era un recordatorio de que
tenía que dejar de fantasear sobre algo que nunca iba a suceder.
Cuando llegamos a mi edificio de apartamentos, Caine aparcó en doble
fila y apagó el motor. —Te acompaño arriba.
—No tienes que hacer eso. Estoy bien.
—No te voy a dejar en la acera. —Abrió la puerta, acabando
efectivamente con la discusión.
—Entonces, está bien —murmuré para mí misma.
La incomodidad continuó en tanto subimos en el ascensor hasta mi
apartamento. Busqué las llaves delante de mi puerta. —Gracias de nuevo por
llevarme y acompañarme.
—Por supuesto. Lo haría por cualquier estudiante.
Otro recordatorio. Uno que duele.
Giré la perilla de la puerta y la abrí. —¿Te gustaría entrar? ¿Podría hacer
un poco de café o algo? —Realmente no estaba proponiéndole que entrase para
proverbial último trago de la noche. Me pareció que era lo más educado que
decir.
Caine guardó silencio durante un momento muy largo. —Creo que es
mejor que no volvamos a pasar tiempo juntos fuera de clase. Tu investigación
es sólida, y creo que planificamos bien el horario del semestre. Si necesitas
hablar de tu tesis, la secretaria del departamento tiene acceso a mi calendario y
puede establecer una cita.
Tal vez nos comportamos demasiado amigablemente, pero... —¿He
hecho algo que te haya molestado?
—No. —Hizo un gesto hacia el interior de mi apartamento con su
barbilla—. Cierra detrás de ti.
Me di una ducha rápida, me puse una vieja camiseta de un concierto
para dormir, y me metí en la cama sintiéndome confundida y triste. Mis
sentimientos por Caine se intensificaron a pesar de que sabía que era estúpido
enamorarse de un hombre que no tenía ningún interés en una relación, incluso
si no hubiera sido mi profesor. Traté de conciliar el sueño, pero no sirvió de
nada.
Sacando mi teléfono del cargador, pensé que podría escribir mis notas
sobre hoy en un correo electrónico para agregar a mi investigación posterior.
Pero cuando encendí mi móvil, se abrió el último mensaje de Davis. Me olvidé
por completo de responder a su comentario de que no le envié un mensaje
diciéndole que también lo extrañaba.
A pesar de que el tiempo acabó para nosotros, Davis nunca me dio
señales mixtas. No jugó a caliente y frío. Estaba a la altura de sus sentimientos y
era honesto conmigo. Suspiré y le envíe un mensaje de vuelta.
Rachel: Yo también te extraño.
Traducido por Jadasa
Corregido por Vane Black
El vino sin duda nos ayudó. Ahora que la botella se hallaba vacía,
desapareció la tensión entre Davis y yo. Nos atiborramos de pasta y vino y nos
quedamos atrapados en los últimos meses. Se sentía como si las cosas volvieran
a la normalidad.
—¿Cómo están Umberto y Lydia? —preguntó.
Era lo suyo recordar sus nombres solo porque eran importantes para mí.
Siempre fue muy considerado y atento.
—Lo están haciendo muy bien. Siguen siendo el trío feliz.
—¿Y tú tesis?
—Bien. Caine parecía feliz con mi progreso. Aunque quién sabe. —
Terminé mi copa de vino—. Podría odiarlo mañana.
—¿Caine?
—Mi nuevo tutor de tesis.
Davis asintió.
—Es una especie de gran idiota —agregué. No es como si hubiera
preguntado.
—¿Cuándo terminas?
—En otro par de meses y habré terminado mi tesis y graduado.
—Entonces ¿qué?
—Todavía no estoy segura. Mi asignatura secundaria era la educación
básica, de manera que pensé en solicitar un puesto en algunos distritos
escolares locales que tienen programas de terapia musical para niños autistas.
Davis sonrió. —Eso va contigo. Definitivamente podría verte haciendo
eso.
Tomé un sorbo de vino. Ahora me hallaba en la segunda copa y ya sentía
un zumbido. —¿Qué hay de ti? ¿Eres feliz aquí en Nueva York? ¿Crees que te
quedarás para siempre?
—Quizás.
No sabía con certeza si lo imaginé, pero podría haber jurado que sus ojos
cayeron a mis labios.
—¿Qué hay de ti? ¿Eres feliz? ¿Sales con alguien?
Mi buen humor cayó en picada. No veía a nadie, pero eso no significaba
que fuera feliz al respecto. Me las arreglé para olvidar a Caine por la suma total
de una hora esta noche.
Suspiré. —No. Estoy sola. ¿Tú?
Davis debe haber tomado mi caída de espíritu como una declaración
general sobre mi soltería.
—No estoy viendo a nadie. Pero me gustaría.
Sí. A mí también.
Bebí más vino. —¿Oh, sí? Cuéntame sobre la afortunada.
Davis sonrió. —Es pequeña, algo extravagante, hermosa e inteligente.
Apoyé la cabeza en mis manos. —Suena perfecta. ¿Tiene un hermano
para mí?
En vez de contestar, Davis se extendió a través de la mesa y tomó mi
mano en la suya. —Realmente te he extrañado.
—Yo también.
—¿Cena conmigo este fin de semana? Solo tú y yo.
¿Eh?
Viendo la confusión en mi rostro, Davis continuó—: El año pasado no me
hallaba listo para salir. No quería saltar en algo contigo cuando no sabía lo que
quería. Ahora estoy mejor.
El vino debe de haberme afectado totalmente. En verdad no me di cuenta
de que me pedía a mí que saliera con él. Esperé esto por casi un año, pero ahora
me sentía insegura. Afortunadamente, Ava vino a mi rescate. Se metió en la
cabina junto a mí, empujando juguetonamente mi cadera con la suya, y se hizo
cargo de la conversación. Me sentí agradecida por la prórroga.
Tras otra hora sentados y hablando, decidimos mudarnos a las mesas del
pub en la zona del bar ya que el comedor se encontraba vacío.
Davis miró su reloj. —Tengo que estar en el aeropuerto a las cinco de la
mañana para trabajar, de manera que tengo que irme rápidamente.
Los tres hicimos planes para la cena del mes siguiente, y se despidió de
Ava con un abrazo antes de volverse hacia mí. Solo que no me soltó después de
mi abrazo. En cambio, tomó mis manos entre las suyas.
—Piénsalo. ¿De acuerdo?
No tenía ni idea de qué decir, por lo que simplemente asentí y sonreí.
Luego se fue.
En el momento en que salió por la puerta, Ava giró hacia mí. —¿Qué
infiernos fue todo eso?
—Quiere llevarme a una cita.
—¿Y cómo te sientes al respecto?
—No tengo idea. Ahora mismo, me siento muy confundida.
—¿Sabes qué hará las cosas más claras? —Sonrió.
—¿Qué?
—Vamos a emborracharnos apestosamente.
Traducido por Madhatter
Corregido por Valentine Rose
Ava era una traidora. Caine le preguntó si podía tener unos minutos a
solas conmigo, y yo le dije que no al mismo tiempo que Ava contestaba que sí.
Me lanzó una mirada de advertencia antes de apartarse rápidamente de nuestra
mesa para hacer espacio para Caine.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Fruncí el ceño.
—Asegurándome de que soy el único hombre con quien hablas de irte
mientras estás en estado de embriaguez.
Crucé mis brazos sobre mi pecho.
—Davis me desea.
El músculo de la mandíbula de Caine se tensó.
—Eso es bueno. ¿Quién es Davis?
—Mi ex. Bueno… algo así. Cenamos esta noche. Quiere que volvamos.
—¿Así que de eso se trata?
—Bueno, no se trata de ti —mentí.
—¿De verdad? —Se sentó con una sonrisa arrogante—. Porque en el
teléfono pareciera como si fuera sobre mí. Bueno, sobre el profesor Trasero
Tenso, de todos modos.
Al menos había algo bueno sobre el alcohol: evitaba que me ruborizara
cuando debería haber estado avergonzada. De hecho, me impedía incluso
darme cuenta de que debía avergonzarme.
—¿Y qué? Tienes un trasero tenso. Eso no te hace ser el principio ni el
final. Yo también tengo un buen culo. Solo que eres demasiado idiota como
para notarlo.
Caine se frotó el labio con el pulgar. —¿Eso es lo que piensas?
—¿Que eres un idiota? Sí.
Se inclinó hacia delante.
—Me refiero a que crees que no he notado tu lindo culo.
Su voz se volvió ronca, y sentí el sonido gutural de ella en mi
entrepierna. Tragué saliva y me moví en el asiento, mirándolo fijamente.
Cuando me quedé callada, lo tomó como un permiso para seguir hablando.
—Tienes una pequeña cinturita. Cuando usas vaqueros, hay un espacio
en la parte de atrás. Cuando te inclinas, puedo ver tu tanga. Te gusta
combinarlo con tu camisa. El miércoles usabas una camisa azul y llevabas un
tanga celeste. El día en que diste clases y entregabas los auriculares, te inclinaste
muy bien para distribuirlos en cada fila. Por eso me levanté para ayudarte con
las cajas. No creíste que era caballeroso, ¿verdad? Ese día tenías puesta una
blusa blanca fina y un tanga blanco de encaje. Me gustó mucho el encaje blanco.
Quedé boquiabierta.
Caine se acercó un poco más. —Así que te equivocas si crees que no he
notado tu lindo culo. Por dos razones: en primer lugar, no es un trasero lindo. Es
un jodido culo espectacular. Y segundo, lo he notado. Cada maldito día desde
que saliste del cuarto de baño del bar. De hecho, te lo vi moviéndolo de un lado
a otro hasta que te perdí de vista… pese a que acababas de mandarme al carajo.
—No tenía ni idea.
—Claramente.
—¿Por qué no dijiste algo?
—¿Qué debería haber dicho, Rachel? Eres mi asistente, y yo el tutor de tu
tesis. Además, incluso si ese no fuera el caso, en realidad me gustas. No eres
una follada casual que dejaría de llamar cuando terminara contigo.
Eso fue duro. No quería pensar en Caine de esa manera. Pero luego
recordé la reunión de la facultad. —¿Como con la profesora Rosado?
Frunció el ceño.
—¿Te refieres a Ginger Ashby? ¿La profesora Ashby que llevaba un traje
rosado el día de hoy? ¿Qué hay con ella?
—Ustedes parecían cómodos.
Caine apartó la mirada.
—No estamos teniendo sexo, si eso es lo que me estás preguntando.
Si no dormían juntos, sabía que tenían historia. Podía notarlo por la
forma en que lo tocó, la forma en la que ella levantó la mirada y revoloteó sus
falsas pestañas.
—¿Pero has dormido con ella?
—Fue hace mucho tiempo. No cometo el mismo error dos veces.
No sabía con certeza si se refería específicamente a la profesora o a lo de
dormir con alguien en el trabajo, en general, pero igual no importaba.
Ava volvió a la mesa para revisar que me encontrara bien.
—¿Todo bien, Rach?
Mi sonrisa era triste.
—Todo está bien.
Colocó mi teléfono sobre la mesa. —Estaba sonando. —Miró a Caine—.
Lo guardé en mi bolso para que no se arrepintiera de algo que te haya dicho.
Supongo que funcionó. —Caine sonrió, y Ava volvió su atención a mí—. Estaré
en el bar si me necesitas.
Al momento que Ava se alejó, mi teléfono comenzó a sonar. El nombre
de Davis brilló en la pantalla. Caine lo notó y me miró.
—¿Tienes que atender eso?
Dejó de sonar, pero cuando revisé el teléfono, vi que Davis también me
había enviado mensajes. Quería asegurarse de que llegara a casa a salvo.
—Le enviaré un mensaje para hacerle saber que estoy bien.
Sentí los ojos de Caine en mí mientras escribía.
Cuando terminé, dijo—: ¿Quieres hablar de ello?
Quería ver si podía hacerle perder los estribos al profesor compuesto.
—Solíamos tener sexo. Luego dejamos de hacerlo. Ahora quiere empezar
de nuevo. Oh, y también quiere llevarme a cenar.
La tensión en la mandíbula de Caine era evidente. —¿Y cómo te sientes al
respecto?
—No lo sé. Estoy confundida, supongo.
—¿Acerca de qué?
—Es un gran tipo. Cuando terminamos, me molestó al principio. Pero
luego lo superé. Al menos creo que lo hice. De todos modos, no me sentaba y
suspiraba por él. Siento que lo habría hecho si fuera el tipo correcto. ¿Sabes?
Caine me miró a los ojos.
—Creo que sería difícil superar a la persona correcta, sí.
—Pero tal vez todavía no lo he superado. No he... ya sabes... desde que
rompimos.
—¿Tenido sexo?
—Sí.
Los ojos de Caine brillaron.
—¿Entonces tu vagina es virgen de nuevo?
Incluso en mi estado de ebriedad, no podía creer que estuviera teniendo
esta conversación. —¿Escuchaste eso?
Asintió con una sonrisa maliciosa.
—¿Cuánto hace que te separaste?
—Cerca de nueve meses.
—¿Así que no has tenido sexo en casi nueve meses?
Suspiré. —Tal vez debería buscar a alguien en un bar y hacerlo. Así será
más fácil decidir si es Davis lo que extraño o simplemente el sexo.
Las pupilas de los ojos de Caine se dilataron hasta el punto en que había
más negro que el iris marrón. —Esa no es una buena idea.
—¿Por qué? ¿Nunca has flirteado con alguien y lo has llevado a casa solo
para satisfacer tus necesidades?
—No he dicho eso.
—Bueno, entonces ¿por qué está bien que tú lo hagas, pero yo no?
—Porque yo no lo hago para tratar de resolver un problema. —Su voz se
volvió severa—. Follar a alguien no te ayudará a decidir si quieres estar con
otro hombre. Confía en mí, Rachel.
—Suena como si estuvieras hablando por experiencia.
Caine apartó la mirada. —Iré a buscar una cerveza. ¿Quieres un refresco?
—Tomaré otro Tanqueray con tónica.
—Creo que has bebido suficiente.
Resoplé.
—Bien. Tomaré una Coca-Cola dietética.
Nos sentamos y hablamos por otra hora luego de que Caine regresara
con nuestras bebidas. Ya no me encontraba tan ebria, pero todavía me sentía
más audaz de lo habitual.
—¿Puedo preguntarte algo?
—¿Te detendrás si digo que no?
Sonreí. —Probablemente no.
—Si no fueras mi profesor... y yo no estuviera buscando a mi Umberto...
—dije, pero el resto de la frase ni siquiera necesitaba ser dicha.
Caine llevó la cerveza que había estado bebiendo a sus labios y me miró
por encima mientras la terminaba. Dejó la botella vacía sobre la mesa y se aclaró
la garganta antes de inclinarse. Luego curvó un dedo, haciendo señas para que
me acercara. Me incliné y nuestras narices no quedaron más que a unos pocos
centímetros.
—Si no fuera tu profesor y tú no fueras una buena chica, tu coño que ha
vuelto a ser virgen estaría jodidamente adolorido en este momento.
Traducido por Auris
Corregido por Ann Farrow
Eran las dos de la mañana cuando terminamos las rondas dos y tres. ¿O
eran tres y cuatro, ya que técnicamente la primera ronda comenzó en la sala
antes? De cualquier manera, aprendí algo sobre Caine esta noche, su pelea para
mantenerme fuera se debilitaba cuando se hallaba físicamente agotado.
Teniendo en cuenta que el método para agotarlo físicamente era bastante
espectacular, diría que el descubrimiento fue placentero.
Mi cabeza acarició su pecho desnudo mientras él acariciaba mi cabello en
la oscuridad. Cuando habló, su voz era baja. —¿Cómo te hiciste esa cicatriz en
la espalda?
—Me caí de un árbol cuando era una niña y me llevé algunas ramas
conmigo en el camino hacia abajo. —Conté la misma historia durante tanto
tiempo cada vez que alguien notaba mi cicatriz dentada de cinco centímetros,
que casi sentía como si fuera cierto.
—Auch.
—No fue tan malo. Se curó rápido. ¿Qué hay de ti? ¿Tienes cicatrices?
—No visibles —dijo Caine—. Aunque las cicatrices invisibles son las más
difíciles de curar.
Comprendía ese sentimiento más de lo que él sabía. Le di un suave beso
en el pecho, justo encima de su corazón. Después de eso, permanecimos en
silencio por un tiempo, y me pregunté si pensaba en sus cicatrices.
—¿Te molesta si me quedo esta noche? —Caine rompió nuestro
silencio—. Creo que succionaste mi fuerza. Literalmente en esa última ronda.
Sonreí. ¿Cuándo fue la última vez que me reí? —Por supuesto que no.
Quiero que te quedes.
Me apretó el hombro en respuesta.
Transcurrieron unos minutos y pensé que se quedó dormido, así que
susurré—: ¿Estás durmiendo?
—No.
—¿Puedo preguntarte algo, entonces?
No lo miré, pero sabía que sonreía cuando habló. —¿Te detendría si
dijera que no?
—¿No extrañas esto?
—¿Qué?
—Esto... acurrucarte con un cuerpo cálido y la compañía.
Estuvo callado por un momento. —Esa no es una pregunta fácil de
responder, Rachel.
—¿Cómo? ¿No es solo sí o no?
—Muy pocas cosas en la vida son así de simples.
—Creo que haces las cosas más difíciles de lo que necesitan ser.
Suspiró. —Pasé un año en suspensión académica por ceder a querer un
cuerpo cálido. Eres mi asistente y soy el tutor de tu tesis. Nunca tuve una
relación que no terminara mal. No hay un simple sí o no.
Me dolió recordar que no era la primera zambullida que Caine tomó en
la piscina académica. Permaneció en silencio, y debió de sentir que me sentía
necesitada.
Besó la cima de mi cabeza. —Nunca he pasado la noche con alguien de la
universidad. —Hizo una pausa—. Y antes de que saltes a conclusiones
incorrectas, nunca estoy demasiado cansado para levantarme y volver a casa.
Incluso ahora.
Lo tomé como una victoria, por pequeña que fuera. —De acuerdo...
¿Cuándo fue la última vez que...?
Caine interrumpió, acurrucándome más cerca en sus brazos. —Y este
cálido cuerpo se siente muy bien. Ahora duerme un poco. Puedes interrogarme
más mientras me haces el desayuno por la mañana.
Unos minutos después, la respiración de Caine se suavizó cuando se
quedó dormido. Besé su pecho y cerré los ojos para seguirlo a la tierra de los
sueños. Sonreí y pensé para mí, no puedo esperar para el desayuno.
El sexo alucinante tiene sus consecuencias. Ni siquiera era las nueve, iba
casi por la mitad de mi turno y arrastraba mi trasero. Incluso ese pensamiento,
me hizo sonreír. Estoy arrastrando mi trasero. El trasero que tuvo Caine en sus
manos toda la noche… y esta mañana.
Ava me atrapó recordando.
—Ay, por dios, tuviste sexo con Davis.
—¿De qué estás hablando?
Colocó la bandeja en el bar cerca de un chico al azar, quien estuvo de
repente muy interesado en nuestra conversación.
—Puedo verlo en tu rostro. Normalmente estás… —hizo un gesto a su
rostro en lo que la arrugaba como si sintiera dolor—… como muy tensa. Ahora
no. —Le dio con el dorso de la mano una palmada al chico que bebía su cerveza
y le preguntó qué opinaba—. ¿Estoy en lo cierto? Sin duda tuvo sexo.
El chico examinó mi cara con detenimiento.
—Por favor, ignórala. —Caminé hacia el otro extremo del bar donde no
había clientes. Ava me siguió y tomó asiento en un taburete vacío.
Volviendo a trabajar, limpié el mostrador, intentando ignorarla, pero
seguía observándome con una sonrisa tonta.
Soltando un suspiro, me detuve. —¿Qué?
—¿En serio no me vas a contar nada?
—No es lo que piensas.
—Así que algo sí pasó con Davis. ¡Escúpelo!
—Davis y yo fuimos a cenar anoche.
—Sabía que algo pasó. Tienes esa mirada en tu rostro como si estuvieras
enamorada o lujuriosa.
Espero que se tratara de lo último lo que me provocaba mariposas en el
estómago cada vez que pensaba en Caine West, porque estaba segura de que la
primera no era una buena idea. Ava entendió que mi mirada y mi cara tonta
significaban lo último.
—El sexo te sienta.
Por suerte, una pareja entró y quería tomar asiento, lo que dio alivio
temporal al cuestionamiento intenso de Ava. Incluso aunque fuera una bocona,
sé que nunca contaría ninguno de mis secretos; eso no era lo que me impedía
contarle la verdad. Tan tonto como sonaba, quería guardarme lo que pasó entre
Caine y yo. No me encontraba lista para analizar de más lo que ocurría. Escogí
seguir en mi ignorante y privada felicidad lo más que pudiera.
Aunque no fuera por mucho.
Cerca de las nueve en punto, sacudía un Cosmo en un mezclador
plateado, completamente enfocada cuando la voz de Ava me sorprendió. Habló
de la forma cantarina que la mayoría de las niñas hacen cuando se quitan sus
sostenes de entrenamiento.
—Holaaa —canturreó—, me pregunto qué te trae por aquí esta noche.
Levanté la mirada para encontrar a Davis al final del bar, quitándose la
chaqueta. La culpa me golpeó de lleno. Demonios. ¿Por qué no le respondí sus
mensajes esta tarde? Me saludó con la mano, y le señalé que me esperara unos
minutos. No había nada que me retuviera de ir allá, así que tenía que crear
algunas razones. Llené la cerveza de un cliente y hablé con él lo más que pude,
luego le ofrecí cancelar la cuenta a un chico que ni siquiera estaba listo para irse.
Esa fue toda la extensión de mis clientes, quedé casi sin opciones cuando vi a
Ava atravesar al bar.
Esperaba que tuviera una orden de tragos.
—Tómate un descanso. Yo te cubro —me guiñó el ojo—. Y no tengo
razones para ir a la bodega, por si de pronto quieres algo de privacidad.
La culpa avivó mi pánico. Cuando miré al final del bar, Davis sonrió, sin
enterarse que tenía sudorosa las axilas y que tenía nauseas.
—De hecho, ¿podrías ayudarme con algo en la cocina?
Ava frunció el ceño. —Claro.
—Nos vemos en un minuto. Déjame preguntarle a Davis qué va a beber.
—Bueno, pero estás actuando raro.
—Solo ve.
—Bien.
Respiré profundamente y caminé hacia él, y forzando una sonrisa, dije—:
Hola. Qué sorpresa, no sabía que venías.
—Una buena sorpresa, espero.
Ehhh. —Por supuesto, pero necesito hacerme cargo de algo atrás. ¿Qué te
traigo para tomar? ¿Lo de siempre?
—Eso estaría bien. Gracias.
De algún modo, logré mezclar el gin & tonic de Davis sin problemas, y
servirlo con una sonrisa.
—Vuelvo dentro de poco.
Ava esperaba en la cocina.
—¿Qué está pasando? Parecías en las nubes hace diez minutos, y ahora
estás miserable desde que Davis llegó. Asumo que no lo esperabas.
Me paseé de ida y vuelta. —No, no lo esperaba.
—¿Qué es lo qué te molesta? ¿No la pasaste bien anoche?
—No, sí lo pasé bien.
—De acuerdoo…
Froté mi frente. —Davis y yo fuimos a cenar. Nos divertimos, pero me
sentía confundida, así que di por terminaba la noche y me fui temprano a casa.
—¿Eso es todo? Pero puedo jurar que temprano vi un destello de rostro
post-coito.
—Lo hiciste.
—¿Qué me estoy perdiendo?
Paré mi caminar y miré a mi amiga. —Dormí con Caine, luego de cenar
anoche.
—¿Qué? ¿Caine… el profesor West?
Asentí.
—Estoy confundida. ¿No tenías una cena con Davis?
—Así es, y luego me fui a casa. Ayer más temprano, tuve una discusión
con Caine… algo así. Cuando llegué a casa de mi cita con Davis, Caine me
estaba esperando. Quería hablar, tuvimos otra pelea y…
Ava sonrío. —El sexo cuando estás enfadado es lo mejor. “Fóllame como
si me odiaras”.
—¿Qué le voy a decir a Davis ahora?
—No tiene que saber que pasó algo; simplemente fuiste a casa y a la
cama luego de cenar, ¿cierto?
—Supongo.
—Pues finge que nada pasó.
Obviamente ella nunca tuvo sexo con Caine. Pretender que nada pasó es
como que solo comas una patata frita del contenedor lleno.
—Soy una terrible mentirosa.
—Entonces no mientas. Si intenta hablar sobre algo entre ustedes, tan
solo dile que estás en el trabajo y que preferías no hablar de eso aquí. Aplaza la
conversación hasta que estés lista e incluso siendo así, si solo quieres ser amiga
de Davis, no necesitas contarle nada más.
Inhalé profundamente.
—Tienes razón, estoy actuando como una tonta. Me siento culpable, y
ese es el tema.
—No tienes por qué sentirte culpable. Eres una mujer adulta que está
soltera. ¿Hiciste acaso algún compromiso con Davis durante la cena?
—No, le dije que necesitaba pensar las cosas.
—Entonces —puso sus manos sobre mis hombros para calmarme—, no
hay problema. No hiciste nada malo. Tómate un minuto o dos, y luego regresa
allí, actúa como una mujer que no ha hecho nada malo.
—Bueno.
—¿Estás bien?
—Eso creo.
Ava volvió al bar mientras me tomaba un minuto más para
recomponerme. Tenía toda la razón. No había hecho nada de lo que debería
sentirme culpable, y Davis no tenía idea que ocurrió anoche. Puedo hacer esto.
Mantener a Caine fuera de mi mente un rato más no iba a ser tan difícil.
Respiré profundo y abrí la puerta, sintiéndome más calmada.
Hasta que…
Miré hacia donde estaba Davis sentado y vi un hombre sentado a su
lado. Ese hombre era Caine.
Ava me vio congelada en la puerta y se acercó. Tenía los ojos abiertos
como platos.
—¿Sabías que uno de ellos iba a venir?
—Nop. Supongo que decidieron sorprenderme. Mierda. ¿Qué demonios
voy a hacer?
—Está bien, pensemos esto. No has hecho nada malo. Aunque
claramente vas a actuar como un bicho raro cuando vayas allí.
—Claramente.
—¿Sabe Davis quién es Caine?
Sacudí la cabeza. —No, no creo.
—¿Y Caine?
—Sabe quién es Davis por la foto que hay en la pared en mi apartamento.
Asumo que va a reconocerlo, si no lo ha hecho hasta ahora.
—Bien. Tengo un plan.
—Gracias a dios.
—Tienes que ir allá y actuar como si nada malo pasara.
—¿Ese es tu plan? ¿Qué clase de plan es ese?
—El único que tienes. Ve a la barra y saluda, yo voy a estar cerca por si
necesito intervenir.
Llevé la mirada donde los hombres se hallaban sentados al mismo
instante en que Caine me miro a mí. Su cara era difícil de leer. Sentí náuseas.
Quería ir al estante, agarrar una botella de lo que sea, tomarla a tragos y
retirarme por la puerta trasera.
Ava sonrió con suficiencia, sabiendo en lo que pensaba.
—Podemos tomar algo cuando se acabe, solo rasga la tirita y ve allá.
Puede que no sea tan malo.
Me entregó un papel con una orden de un trago.
—La mesa tres quiere algún trago dulce. Te mantendrá ocupada por
unos cuantos minutos, de todos modos.
Maldiciendo por lo bajo, tomé el papel. —Mantente cerca.
Ava sonrió. —Lo haré. Estoy impaciente por ver el espectáculo.
Meneé mi dedo hacia ella. —Todo es todo es tu culpa, sabes.
—¿Mi culpa?
—Si distinguieras el azul del marrón, no hubiera regañado al chico
equivocado esa noche. Caine y yo probablemente no hubiésemos tenido un
comienzo inestable y las cosas se mantendrían solo en lo profesional.
Ava enganchó su brazo al mío. —Entonces, de nada. Vamos.
Atrás de la barra, me ocupé haciendo la orden del trago que Ava me dio,
al otro extremo de donde Davis y Caine se encontraban. Evité lo más que pude
mirar hacia ese lugar, pero finalmente la curiosidad me ganó y los encontré
mirándome mezclar la bebida.
Saludé con nerviosismo y sacudí la bebida en el mezclador por mucho
tiempo. Luego limpié el mostrador y les pregunté a los otros dos clientes que
quedaban si les podía dar algo más. Con nada más que hacer y cuatro ojos
puestos en mí, no tenía otra opción que encarar lo inevitable.
Inhalé profundamente otra vez y me dirigí al otro extremo del bar. Como
ya había saludado a Davis, miré a Caine primero.
—Hola. No sabía que ibas a pasar.
Vio de soslayo a Davis y luego me miró fijamente. —Sí, al parecer debí
haber llamado antes para hacer una reservación.
Mierda.
Davis, ajeno a la identidad de Caine y el significado de su comentario,
rio.
—Sí, este es un bar de un anciano. Está vacío en la noche. Solo vengo por
la hermosa camarera.
El músculo en la mandíbula de Caine se flexionó.
Apunté al vaso vacío de Davis. —¿Quieres otro?
—Seguro. —Apuntó a Caine—. También invitaré a mi amigo uno.
Caine me miró fijo.
—No, gracias. Ahora que lo pienso, daré por terminada la noche. —Se
levantó bruscamente y las patas del taburete chillaron contra el piso cuando la
empujo de su camino—. Que llegues bien a casa, Rachel.
Y justo así, Caine se fue.
—¿Qué le pasa a ese tipo? ¿En un cliente habitual?
Tomé el vaso de Davis. —Viene de vez en cuando. Déjame rellenarte el
vaso.
Ava me encontró al otro lado del bar.
—¿Qué demonios pasó?
—Nada. Caine se fue.
—¿Por algo que Davis dijo?
—No. Solo se fue.
—¿Así que te dejó para que pasaras la noche con el chico que sabe que
tuviste una relación en el pasado y que quiere intentarlo de nuevo?
Sé que no intentaba ser hiriente, pero tenía razón y la verdad duele. Eso
fue lo que a la final ocurrió. Caine se retiró. No iba a dar pelea. No le interesaba
nada más que lo que tuvimos: sexo. Cualquier otra cosa que construí en mi
cabeza fue solo una ilusión.
Traducido por AnnyR’
Corregido por Jadasa
Anoche, las cosas entre Caine y yo cambiaron. La lucha que había estado
siempre presente en su actitud hacia mí parecía haberse terminado. El amanecer
de un nuevo día trajo una versión más ligera, incluso feliz, de Caine.
Después de echarlo de la ducha para que otras partes aparte de mis
pechos y entrepiernas pudieran limpiarse, tomé unos minutos para reflexionar
sobre todo lo que pasó. La corriente pulsante de agua masajeó mi cuello
mientras cerraba los ojos.
Caine se había abierto ante mí. Cargaba un montón de culpa y peso sobre
sus hombros, gran parte, aparentemente inmerecido. Sin embargo, no compartí
mucho de mí pasado con él. No sabía si alguna vez estaría dispuesta a hablar de
algo de eso.
Después de que salí de la ducha, hurgué en el armario de Caine para
hallar una camiseta. Su vestidor era más grande que mi cocina. Agarrando una
camiseta vieja y desgastada de la universidad de Brooklyn, me la puse y pasé
mis dedos por mi cabello mojado.
Encontré a Caine sentado en la mesa del comedor con un montón de
papeles y el portátil abierto. Llevaba esas gafas que tanto me encantaba y,
levantó la mirada para mirarme caminar por el pasillo.
—¿Qué?
—Mi camiseta. Te queda mejor.
Cuando llegué a la mesa, inmediatamente metió una mano debajo y me
agarró el culo.
Moví mi dedo hacia él. —No, no, no, profesor. Parece que tienes trabajo
que hacer.
—Mi asistente debería estar evaluando estos trabajos.
—No me lo pediste. Lo habría hecho.
Me estiró hacia su regazo y enterró la cara en mi cabello. —¿Por qué no
los calificas ahora? Te tocaré mientras lees el ensayo sobre el arte del ritmo.
—Eres tan grosero.
Me miró. —¿Qué es grosero? ¿Que te toque? Te gustan mis dedos dentro
de ti. Y mi lengua. Y mi pene. Me gustaría tener más partes para poner allí.
Nunca saldría.
Le empujé el pecho y me eché a reír. —Tengo hambre. Tienes que
alimentarme.
—¿Qué? Eso es lo que intentaba hacer. Calentarte para alimentarte.
—¿Qué tal si nos preparas algo de comer y termino de calificar?
—De acuerdo. Odio calificar los trabajos.
Acabé de corregir las pruebas en tanto Caine nos preparaba algo de
desayuno. Panqueques con salchichas.
—Esto es muy rico. Pero es lo mismo que hiciste en mi casa. —Le señalé
con el tenedor—. ¿Solo sabes cocinar panqueques?
—No, sabelotodo. Sé cocinar muchas cosas diferentes. Simplemente no lo
hago a menudo porque es más fácil comprar algo de camino a casa.
—No soy muy buena con las comidas, pero puedo hacer de todo en la
pastelería.
—¿Oh sí?
—Rose, mi tía que nos crió, era chef de repostería. Cuando nos
mudamos, le gustaba cocinar conmigo y con mi hermana todo el tiempo.
Caine parecía contemplativo. —¿Tus tíos tuvieron hijos propios?
—No. Rose no podía tener hijos. En realidad, fueron padres adoptivos
durante mucho tiempo. Después de que nos adoptaron a mi hermana y a mí,
dejaron de acoger niños. Tenían las manos llenas conmigo y con Riley.
—Mencionaste que tuviste algunos años salvajes. Me hubiera gustado
ver eso.
—No, no te habría gustado. Hice pasar por un infierno a la pobre Rose.
Las adolescentes ya son bastante malas sin una excusa para crear problemas.
No fui un ángel, pero mi hermana fue francamente terrible.
Terminar el desayuno me dio la excusa perfecta para levantarme y tratar
de cambiar el tema. No era una buena mentirosa, y era solo cuestión de tiempo
que Caine surgiera con una pregunta que no me encontraba lista para contestar.
Me llevé nuestros platos al lavabo y decidí lavar a mano en vez de cargar el
lavavajillas.
Caine se acercó a mí y me besó en el hombro. —¿Tienes que trabajar
mañana por la noche?
—No. Hoy trabajo por la noche y mañana, temprano.
—Quiero llevarte a un sitio mañana por la noche.
—¿Dónde?
—Es una sorpresa.
Sonreí. —Bueno.
—Prepárate.
Terminando el último plato, cerré el agua y me volví hacia él. —
¿Cuánto?
—Tanto como quieras.
No podía recordar la última vez que algo se sintió tan bien. Caine notó
mi sonrisa torpe.
—¿Qué?
—Esto se siente... bien.
Sus ojos buscaron los míos. —Así es. Por mucho que luchara contra ello,
y vaya contra todas las reglas en el trabajo, nada se ha sentido tan bien desde
hace mucho tiempo. Quizás no podría sacarte de mi cabeza porque se supone
que estás allí.
Pasamos las siguientes horas perezosamente, acurrucados en el sofá
viendo viejas repeticiones de La Ley y Orden. Odié que se terminara el día, pero
finalmente tuve que pedirle a Caine que me llevara a casa para poder
prepararme para el trabajo. Nos vestimos juntos en su habitación.
Hice la cama mientras él se cambiaba en unos vaqueros y un suéter, y se
cepillaba los dientes. Había una caja de condones medio vacía echada a un lado
en la mesilla de noche.
La puerta principal del baño se encontraba abierta, así que grité—:
¿Dónde guardas estos?
—¿Qué cosa?
—Los condones.
—En la mesita de noche. Pero puedes dejarlos allí si quieres. Pronto
terminaremos con eso.
Sonreí cuando abrí el cajón y fui a colocar la caja en su interior, pero una
pequeña foto con marco de plata me llamó la atención. Indiscreta, la recogí para
examinarla. Era una foto de la vieja banda de Caine. Probablemente tenía unos
veinte años y estaba codo con codo con otro chico de la misma edad. El resto de
la banda se encontraba en el fondo.
Caine apareció y me atrapó con ella en mis pequeñas manos calientes. —
Lo siento. Cuando abrí el cajón, la vi. No pude evitarlo. Eras tan sexy.
La cama se hundió cuando se sentó a mi lado. —¿Era?
Me sentí aliviada de que no pareciera molesto por mi fisgoneo.
Golpeándole el hombro con el mío, bromeé: —Bueno, ahora eres viejo y
maduro, así que eres más guapo que sexy.
Tomó la foto de mi mano. —¿Ah sí?
Lo observé bajar la mirada, frotando con su dedo la foto. —Liam, la
banda y yo.
—Todos ustedes se ven tan felices. ¿Por qué la guardas en el cajón?
—No lo sé. Supongo que algunos días no es fácil verla.
Conocía la sensación. Cuando decoré mi apartamento por primera vez,
tuve días en que pasé junto a la foto de mi madre y me entristecía. Pero al final
me acostumbré a verla, y con el tiempo, empecé a sonreírle cada mañana.
—Se vuelve más fácil si la dejas afuera. Cuando la guardas, la estás
enterrando, y nunca se cura.
Caine me miró y asintió en silencio. Luego cerró el cajón de la mesita de
noche y colocó la pequeña foto en la mesita. —¿Estás lista?
Me contuve en mostrarle lo atolondrada que me puso que siguiera mi
consejo. Las primeras veces que la mirara probablemente sería duro, pero tal
vez era el momento. Además, esperaba estar cerca para ayudarlo a sentirse
mejor mientras se metía en la cama cada noche.
Agarrando mi cartera en la sala de estar, hice una búsqueda para
encontrar mi celular mientras Caine se ponía los zapatos. Había algunas
monedas sueltas en el fondo junto a mi teléfono, lo que me dio una idea, algo
que no había hecho en mucho tiempo.
—Espera —le dije—. He olvidado algo en el dormitorio.
Caminando hacia la mesita, eché un último vistazo a la vieja foto de
Caine y Liam antes de cerrar los ojos y pedir un pequeño deseo. Luego tiré los
dos centavos de cobre en el suelo para que Caine los encontrara más tarde.
Encuentra un centavo, recógelo, y todo el día tendrás buena suerte.
Satisfecha, sonreí y me giré para volver a la sala de estar. Ya que no
esperaba ver a Caine llenando la puerta, salté al encontrarlo allí. Mi mano se
apretó contra mi pecho. —Me asustaste.
Los ojos de Caine se dirigieron al suelo para mirar las monedas y luego
volvieron a recorrer mi rostro. —¿Qué diablos acabas de hacer?
Traducido por Val_17
Corregido por Ann Farrow
¿Qué demonios?
Caminaba de un lado a otro desde que regresé del apartamento de
Rachel. Ella sabía que algo andaba mal, sabía que mentía cuando le dije que
sentía el comienzo de una migraña. Ni siquiera tenía migrañas, aunque estaba
bastante seguro de que el golpeteo en mi cabeza se dirigía en esa dirección.
No podía ser una coincidencia.
¿Podría ser una maldita coincidencia?
Me pasé las manos por el pelo. Piensa, West, piensa. ¿Cuál era el maldito
apellido del padre de la niña?
Entonces recordé el archivo en el cajón de mi escritorio. O quizás se
encontraba en el gabinete de la oficina donde guardaba la mierda de la banda.
Tenía la certeza de que había guardado una copia del informe policial. Dios
sabe por qué lo guardé cuando mis padres pagaron una fortuna para que el
incidente fuera borrado, y para asegurarse de que mis registros estuvieran
limpios.
Rebusqué entre mis archivos. Para el momento en que encontré la
descolorida página amarilla, parecía que mi oficina había sido saqueada.
Nombre de la víctima: Benny Nelson.
Nelson. Creí que me sentiría aliviado al descubrir que no era el apellido
de Rachel, pero en cambio solo planteó nuevas preguntas.
La madre de la niña había muerto el año anterior. Tendría nueve o diez
años cuando la perdió. La misma línea de tiempo en la que Rachel perdió a su
madre.
Mierda.
Esa sensación. Esa maldita sensación que tenía desde el día que la vi. La
conocía de algún lugar, pero nunca pude comprenderlo. ¿Qué fue lo que me
hizo sentir así? En realidad, nunca vi a la niña de cerca… solamente un destello
de una cara de diez años a través de la pequeña rejilla de un confesionario hace
más de quince años. Nada parecía claro.
Mierda.
Rachel dijo que fue criada por su tía. Nunca mencionó a un padrastro.
Por otro lado, si mi padrastro fuera un abusador de menores, no sería
exactamente el tema de conversación que aparecería durante una cita.
Saltándome el vino, agarré el whisky del armario de licores y me serví
uno doble. Quemaba mientras se deslizaba por mi garganta, pero se sentía bien,
como si estuviera en llamas.
Volví a tomar otro trago.
Rachel dijo que creció a una ciudad de distancia de la mía. Pleasantville se
encuentra a un pequeño paseo en bicicleta de St. Killian.
Otro trago.
La niña tenía una hermana mayor.
Rachel tiene una hermana mayor.
Esos años de adolescencia en los que estuvo fuera de control —vivir con
ese hijo de puta de Nelson definitivamente haría que cualquier persona se
hiciera mierda tratando de olvidar.
Me tomé el resto del contenido del vaso y miré por la ventana,
intentando atraer a mi mente la imagen de la niña. Pero fue hace tanto tiempo y
tan distante.
Finalmente sintiendo que el licor se filtraba en mi sangre, me desplomé
en el sofá y apoyé mi cabeza en el apoyabrazos para mirar hacia el techo.
¿Cómo diablos iba a averiguarlo? Necesitaba saberlo.
No era como si pudiera ir directamente a ella para preguntárselo. ¿Te
hiciste amiga de un sacerdote cuando eras niña? ¿Un hombre al que le confiaste todos
tus secretos?
Sí. Ese era yo. Un chico drogado de dieciséis años que disfrutó escuchar a
una niña hablando de su vida de mierda.
Por cierto, ¿te maltrataron cuando eras niña? ¿O solo a tu hermana?
¡Mierda!
¡MIEEEERDA!
Arrojé el vaso vacío a la ventana. Afortunadamente, rebotó en un panel
de madera y solo se rompió el vaso, no mis ventanales.
Cerré los ojos y dejé que mi cabeza girara un poco más.
¿Cómo voy a averiguarlo?
¿Cómo voy a averiguarlo?
Traducido por NnancyC
Corregido por Ann Farrow
Esta era la cuarta parada que hacía para recoger flores al costado de la
carretera en su viaje a casa. Su vida sonaba como un desastre de mierda, pero
ella veía la belleza en medio de malas hierbas y pasto.
Me quedé por lo menos dos cuadras atrás, y ella no parecía notarme en lo
absoluto. Lo cual me recordó que también necesitaba tener una charla con mi
pequeña corderita sobre ser consciente de su entorno. Cualquier psicópata
podría estar siguiéndola.
Bueno…
Tuvieron que ser como tres kilómetros antes que finalmente se detuviera
en una calzada. La casa era bastante bonita. Imaginé un remolque en ruinas al
final de un largo camino de tierra, con sábanas colgadas para ocultar las
ventanas y el pesado cepillo que camuflaba cualquier signo de vida,
probablemente tres o cuatro vehículos oxidados y sin funcionar sobre el césped.
Pero la entrada en la que se detuvo se hallaba pavimentada y conducía a una
pequeña pero bien mantenida casa estilo Cape Cod. La hierba estaba cortada,
las cortinas abiertas enmarcaban las ventanas, y los vecinos se encontraban
afuera y cerca, encargándose de sus asuntos. El único vehículo en la entrada era
unos años viejos y tenía uno de esos símbolos de pescado de Jesús en la parte
trasera. Nada como lo que esperaba.
Observé como la niña desapareció por el costado de la casa y regresó a la
puerta principal sin su bicicleta un minuto después. Sin vacilar, entró.
Me quedé allí, mirando alrededor una buena media hora después de eso.
Por primera vez, me pregunté si quizás lo inventaba todo. Podría haber tenido
una imaginación vívida. La semilla de la duda fue plantada, pero mi instinto
me decía que no contaba un cuento. Eché un último vistazo a la casa ordinaría y
me di la vuelta para regresar a casa. Al menos no tendría que esperar mucho
para averiguarlo, siempre y cuando mañana se presentara con su hermana.
—Hola.
Caine me observaba con una expresión, como si realmente no estuviera
viéndome, incluso aunque me miraba directamente a la cara.
—¿Caine?
Parpadeó unas veces. —Lo siento. Te ves hermosa.
—Gracias. —Di un paso a un lado para que entrara, notando que no se
inclinó por un beso. Intenté restarle importancia, pero elevó mi sentimiento de
nerviosismo a pánico.
Caine entró, y las cosas se volvieron aún más incómodas, peor que una
mala cita a ciegas. Estaba de pie en una habitación donde este hombre
recientemente me preparó el desayuno, aun así, se sentía como un completo
extraño.
—¿Cómo te sientes? —Intenté iniciar una conversación.
—Mejor. Gracias. Lo siento por la forma en que salí del apartamento de
tu hermana y dejé que se asegurara que llegaras a casa.
—Está bien. Entiendo. No te sentías bien.
Caine asintió y metió las manos en sus bolsillos. Después de otro minuto
de silencio incómodo, se aclaró la garganta.
—Escucha, Rachel, necesitamos hablar.
—De acuerdo. ¿Por qué no nos sentamos? ¿Puedo darte algo de beber?
—No, gracias. Estoy bien.
Me siguió a la sala. Me senté al final del sofá, lo que dejaba demasiado
espacio para que se me uniera. Pero eligió sentarse en la silla del lado.
Caine miró sus pies, luego enredó una mano en su cabello. Aunque
podía quitarse por completo el aspecto desaliñado, tenía la sensación de que lo
había hecho mucho en los últimos días, y no tenía nada que ver con el estilo.
Dejó salir una sonora respiración antes de comenzar a hablar.
—No puedo comenzar una relación con mentiras.
Oh, Dios. Mi pequeña mentira sobre Benny había estado molestando en el
fondo de mi mente desde que le hablé a Ava sobre lo que sucedía con Caine. Me
sentía enferma. Pero me negaba a dejar que ese hombre horrible tomara algo
más de mí.
—Lo siento por la mentira. Es solo… no es fácil para mí hablar de ello.
Caine trató de hablar, pero lo interrumpí, entrando a mi usual parloteo
nervioso.
—Dije que no tuve padrastro porque deseo no haber tenido uno. Intento
fingir que nunca existió. No era un tipo agradable. Fue abusivo… conmigo y mi
hermana una vez que mi madre murió.
La mandíbula de Caine se tensó. —¿Abusó de ti?
Asentí y bajé la mirada. —No fue lo mismo para mi hermana y para mí.
Él… —Incluso después de quince años, apenas podía decir las palabras—. …
abusó sexualmente de mi hermana. Pero yo era demasiado joven.
—¿Entonces no te tocó?
Sacudí la cabeza. —No de la misma forma en que a mi hermana.
Una mirada de alivio cruzó por el rostro de Caine. —Gracias a Dios.
—Pero como estamos siendo honestos, te dije otra pequeña mentira. La
cicatriz en mi espalda no es de caerme de un árbol cuando era niña. Es de mi
padrastro. La noche antes de que la policía nos sacara, vino a casa más
temprano de lo que esperábamos. Riley empacaba porque finalmente,
planeábamos ir en busca de ayuda a la mañana siguiente. Benny registró mi
habitación y encontró la maleta que empaqué. Se volvió loco y comenzó a
patearnos con sus botas con punta de acero. Eso es lo que dejó la cicatriz en mi
espalda.
Había sido demasiado terca por muchos años para permitirme llorar
sobre todo lo que sucedió. Pero los recuerdos de esa noche aun eran vívidos
cuando hablaba de ellos. Podía ver a mi hermana colándose en mi habitación
después de que Benny perdiera el conocimiento para hacerse cargo de mi
herida. Mis lágrimas se sentían frías, bajando por mi cara.
—Mi hermana la pegó con cinta, pero probablemente necesitaba docenas
de puntos.
Caine vino y se arrodilló a mis pies. Incliné mi cabeza en él, enterrando la
cara en su hombro para esconder mis emociones.
—Lo siento mucho, Rach. Lo siento mucho. No sabía.
Una vez el grifo estuvo abierto, no pude contenerme. Que Caine me
sostuviera me hizo sentir segura por primera vez en mucho tiempo, segura para
llorar. Y así lo hice. Lloré y lloré, permitiéndome dejarlo salir. No sabía de
dónde venía todo, pero el llanto se volvió un feo sollozo, uno que me tuvo
jadeando para respirar. Caine se sentó y me sostuvo silenciosamente,
acariciando mi cabello y diciéndome que lo sentía una y otra vez. Cuando
finalmente me calmé, me senté para encontrarlo con lágrimas brotando de sus
ojos.
—Lamento derrumbarme así. Nunca le he dicho a nadie sobre esa noche,
excepto a la trabajadora social que nos llevó al otro día. Nunca he dicho en voz
alta que mi hermana fue abusada sexualmente —Miré a Caine a los ojos—. Ese
es el por qué te mentí y dije que mi madre nunca se volvió a casar. Es más fácil
pretender que nunca lo hizo y que todos esos años nunca sucedieron.
Caine se veía tan triste. Su voz llena de duda. —¿Fueron con una
trabajadora social al día siguiente, después de que te hiciera eso?
—En realidad, vino a nosotras. Benny se metió en una pelea en el taller al
día siguiente, así que la policía vino a buscarnos con una trabajadora social.
—¿Una pelea?
—Sí. Él tenía mucha rabia. Deseo que hubiera pasado más temprano por
el bien de mi hermana. Ambas teníamos tanto miedo de decirle a alguien. Pero
la trabajadora social supo que algo no estaba bien cuando aparecimos. Benny
fue llevado al hospital, y nosotras fuimos llevadas con mi tía. Eventualmente,
mi hermana le contó a la trabajadora social lo que sucedía, y Benny fue
arrestado mientras aún se hallaba en el hospital. Un mes después, murió de un
ataque al corazón en custodia —Me encogí de hombros—. Y la vida solo
continuó. Nuestra tía nos adoptó y nunca miramos atrás.
—Lo siento mucho, Rachel.
Resoplé una media carcajada. —Deja de decir eso. No es tu culpa. Solo
quería explicar por qué mentí puesto que sé que estabas molesto por eso. Y
ahora me gustaría retroceder y fingir que Benny nunca existió. ¿Podemos hacer
eso?
Caine se veía como si estuviera a punto de discutir. Su boca se abrió para
hablar, luego se cerró, entonces se abrió de nuevo. Pero finalmente asintió.
Después de un viaje al baño para lavar el maquillaje que manchaba mi
cara, sentí que un pesó se había levantado de mis hombros. Infortunadamente,
no podía decir lo mismo acerca de Caine. Mientras que descargarme y tener una
buena llorada aligeró mi humor, parecía que le hubiera pasado esa pesadez a él.
Decidimos encender la televisión y relajarnos viendo una película, pero cada
vez que lo miraba, parecía perdido en sus pensamientos.
Cuando la película terminó, pensé que las cosas podrían volver a ser
normales en la habitación. Sin embargo, cuando mencioné estar cansada y lista
para ir a la cama, Caine me sorprendió diciendo que necesitaba dormir en su
propia casa porque tenía una reunión temprano.
Esa inquietante sensación que tuve regresó mientras lo acompañaba a la
puerta. —¿Estamos bien, Caine? —Odiaba preguntar, odiaba sonar necesitada,
pero ya había tenido dos noches sin dormir y sabía que me quedaría despierta
de nuevo si se iba sin que habláramos.
Caine acunó mis mejillas. —Eres la mujer más increíble que he conocido.
Nunca olvides eso, Rachel —Rozó sus labios con los míos y dijo buenas noches.
Incliné mi cabeza contra la puerta cerrada después de que se fue. Si la
sensación fue dulce, especialmente después de todo lo que hablamos, ¿por qué
se sintió como si Caine estuviera despidiéndose?
Traducción por AnnyR’
Corregido por Valentine Rose
Detesté que sus ojos brillaran cuando le pregunté si quería ir por una
taza de café después de clases al día siguiente.
—Así que, según Cosmo, me gustas —anunció.
Habíamos pedido dos cafés y nos sentamos en una mesa tranquila al
fondo de la cafetería. Rachel intentaba actuar como si no pasara nada, pero oí el
temblor en su voz y noté el modo en que retorcía su reloj de un lado a otro.
—¿Más cuestionarios?
—Sip. La pregunta nueve estuvo difícil —bromeó—. Preguntaba si
todavía me sentiría físicamente atraída por ti si subías treinta kilos, te quedabas
calvo y de repente sin trabajo. Mi pluma frotaba sobre cierta respuesta, pero
luego recordé que te gusta vendarme los ojos, de todos modos. —Sonrió
y mierda, dolió.
Cuando no respondí, Rachel pensó que estaba ofendido.
—Estoy bromeando, sabes —dijo.
Asentí y aclaré mi garganta. Se sentía como si mis bolas estuvieran
atrapadas allí mientras trataba de sacar las palabras que necesitaba decir.
—Escucha, Rachel… ya no puedo hacer esto.
Su sonrisa se marchitó. Sabía a qué me refería, y un así encontró una
manera de aferrarse a la esperanza.
—¿Qué? ¿Pasar el rato en el campus? Nadie piensa que es extraño. Veo
asistentes y profesores juntos todo el tiempo.
—No me refería a pasar tiempo en el campus. Sino a pasar tiempo en
absoluto. Ya no podemos vernos más.
—¿Por qué? No lo entiendo.
Había decidido luego de hablar con mi hermana anoche que no serviría
de nada contarle lo de la iglesia, sobre nosotros hace quince años. ¿Por qué
herirla arrastrando más mierda cuando no había necesidad?
—Eres mi asistente. Lo que pasó entre nosotros no debió haber
comenzado nunca.
La tristeza se transformó en ira en su rostro.
—Y una mierda. No te importa eso. Y, además, el semestre está a medio
camino.
—Lo lamento. —Agaché la vista, pues era demasiado difícil mentirle a su
hermoso rostro—. Esto no debió haber ocurrido nunca.
—Que te jodan.
—Voy a seguir como tu tutor de tesis. Esto es culpa mía y no debería
afectarte de ninguna manera.
—¿No debería afectarme?
—Rachel…
Se puso de pie. —¿Sabes qué, Caine? Durante mucho tiempo me sentí
indigna de amor, avergonzada de lo que pasó en mi vida, lamentando mis
elecciones. No fue hasta hace poco que empecé a darme cuenta de que no soy
mi pasado. No quiero ser el arrepentimiento de alguien. Así que vete a la
mierda.
Por instinto, agarré su brazo cuando pasó por mi lado. Las lágrimas
inundaban sus ojos, y sabía que quería irse antes de que las viera, no quería que
la viera dolida. Dios, quería rebobinar y borrar todo lo que acababa de decir.
Pero en su lugar, solté su brazo y la dejé ir. Era lo mejor que podía hacer por
ella, aunque no se sintiera así en el momento.
No pude dar la vuelta y verla salir. Cerrando los ojos con fuerza, escuché
el sonido de sus pasos cada vez más distantes hasta que no pude oírla más.
Rachel tenía razón en una cosa: ella era mi arrepentimiento. Pero no en la
forma en que pensaba. Siempre me arrepentiría de haberla dejado ir.
Traducido por Ann Farrow
Corregido por Melina.
Había querido volver por tantos años. Pero esa parte de mí se encontraba
guardada en una caja con llave, y tenía miedo de abrirla por temor a encontrar
en su interior cosas que no podría volver a meter. Sin embargo, en los últimos
cuatro días, desde que Caine reveló tanto, la llamada para regresar aquí se
volvió tan fuerte que ya no pude ignorarla.
No había servicio, pero en los últimos diez minutos las personas
comenzaron a entrar y a sentarse en las bancas cerca del confesionario. Tal vez,
esperaban que empezara una misa. Me senté al otro lado de la iglesia, perdida
en mis pensamientos la mayor parte de una hora. Mi atención seguía yendo
hacia las personas que entraban y salían por la puerta del confesionario, los
pecadores. Una mujer entró con su hija y se sentaron. Probablemente la niñita
tenía diez años, no mucho más grande que cuando comencé a venir los sábados.
Luego de que un hombre mayor saliera del confesionario, la mujer se
inclinó y le dijo algo a la niña antes de entrar para su turno. Eso me recordó
cuando solía venir con mi mamá antes de que enfermara. Cerré los ojos, y nos vi
sentadas en esas bancas hace veinte años.
—¿Sabes cómo cuando tienes dolor de estómago o fiebre y vas al doctor? —dijo
en tanto esperaba su turno para entrar a la habitación rara.
—Sí.
—Bueno, aquí es donde vienes cuando algo te molesta aquí adentro. —Mamá se
golpeó el pecho.
—¿Cuándo me duele el pecho? ¿Como cuando Riley tuvo nemenía?
Mamá se rio. —Neumonía y no. No tu pecho. Lo que está dentro de ti que te
hace sentir de cierta forma.
Arrugué mi nariz. —¿Qué está dentro de mí?
—Tu alma. Es lo que no puedes nombrar. Es la verdad de lo que te hace ser
quien eres.
Me reí. —No entiendo.
Mamá sonrió. —No lo entiendes en este momento. Solo recuerda que este es un
lugar en el que puedes venir a hablar con Dios sobre cualquier cosa.
—¿Qué sucede si Él está ocupado?
Ella se inclinó y besó la cima de mi cabeza. —Entonces uno de sus ángeles estará
escuchando.
Ni siquiera me di cuenta de que lloraba hasta que una lágrima aterrizó
sobre mis manos. Abriendo los ojos, miré hacia donde la niñita se hallaba
sentada, y las bancas vacías. Ella se fue, y así lo hizo su madre. Se fueron sin
que lo notara. La puerta abierta del confesionario llamó mi atención. Mirando
alrededor, me di cuenta que era la única persona que quedaba en la iglesia. Mi
pecho tenía una sensación demoledora por los viejos recuerdos de mi mamá.
— Bueno, aquí es donde vienes cuando algo te molesta aquí adentro.
—¿Qué está dentro de mí?
— Es la verdad de lo que te hace ser quien eres.
Antes de poder debatirlo, me paré y me dirigí al confesionario.
Era surreal entrar después de todos estos años. En este momento podría
tener veinticinco, pero era una niña de diez años quien tomó asiento. Nada
había cambiado. La habitación se veía igual que la última vez que entré. Podía
oír la respiración del otro lado del confesionario, el sacerdote esperaba. Y esta
vez lo vi entrar. Sabía que realmente era un sacerdote.
Finalmente, tras debatir una y otra vez si irme o no, respiré
profundamente y abrí la ventana de madera que cubría la pantalla enrejada.
—Bendíceme, Padre, porque he pecado. Han sido quince años desde mi
última confesión.
Miré la hoja. Y leí la carta una segunda vez. Luego una tercera. Mamá me
había enviado un ángel. No tenía ninguna duda al respecto.
Dos días después, caminé por el pasillo para casarme con el amor de mi
vida. Mis nuevas sobrinas, Lizzy y Alley, eran las niñas de las flores.
Caminaron delante de mí, dejando caer pétalos de rosa. Cuando llegaron al
altar, Alley miró hacia atrás con una sonrisa gigante, y asentí, indicando que era
hora de dejar caer las otras cosas que había metido en su cesta. Miró a su tío, y
luego lanzó dos monedas a sus pies. Ambas aterrizaron boca arriba.
Charlie me acompañó por el pasillo acompañado de un remake
folklórico de una vieja canción de Gene Clark, “Full Circle”. Había lágrimas en
los ojos de Caine cuando llegué a su lado en el altar. Tomó mi mano en tanto la
canción terminaba de sonar, y juntos sonreímos y nos dimos la vuelta para
mirar hacia nuestro confesionario. Tal como la letra decía, habíamos
completado el círculo. Habíamos recorrido caminos diferentes para regresar a
donde habíamos comenzado, pero por fin habíamos terminado. Ahora era el
primer día del resto de nuestras vidas, y no podía esperar comenzar.
Vi Keeland es la autora con más libros
vendidos del USA TODAY, la número 1 del
New York Times y de1 Wall Street Journal.
Con millones de libros vendidos, sus títulos
han aparecido en más de cien listas de
bestsellers y actualmente se traducen en
veinte idiomas.
Reside en Nueva York con su esposo y
sus tres hijos, donde vive feliz para siempre
con el niño que conoció a los seis años. Quien
le empujó de una bicicleta a los ocho años,
tiene una cicatriz en la rodilla para probarlo.
De todos modos, se casó con él.
Vi se describe a sí misma como de baja
estatura, pero lo compensa usando tacones,
con sus tetas grandes y una gran boca a juego. De manera que la mayoría de la
gente no se da cuenta de su baja estatura.
No era una buena estudiante en la escuela secundaria. La materia que
detestaba, Ciencias. Absolutamente lo odiaba. Se casó con un profesor de
Ciencias.
Lo que más ama en el mundo es sentarse en una playa tranquila con una
copa de vino, el sol golpeando su rostro, los dedos de los pies enterrados en la
arena, y leer. Ha tenido el mismo mejor amigo durante treinta años. Ama viajar.
Su lugar favorito de vacaciones es Santorini, Grecia.