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EL PARTIDO UNIDO DE LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA

El día 1° de diciembre de 1961, dando inicio al Noveno Ciclo de Conferencias de la


Universidad Popular, titulado “Los organismos de la Revolución”, el comandante Fidel
Castro ofreció esta charla sobre “El Partido Unido de la Revolución Socialista”.

Y porque. Además, nosotros estamos conscientes de que es tal el entusiasmo de las


masas, el espíritu revolucionario de las masas, que un partido que se forma en estas
condiciones, que se desarrolle y se vertebre en estas condiciones, tiene todas las
condiciones ventajosas para reclutar de las masas los mejores elementos, los valores más
positivos, y hacerlos miembros de esa organización. Es fundamental que sea, precisamente,
lo mejor del pueblo, lo mejor de las organizaciones de masas, lo que alcancen el honor y
alcancen al mismo tiempo el honroso papel de miembros del Partido Unido de la
Revolución Socialista.
Y mientras más sea así, más apreciará cualquier trabajador, cualquier campesino,
cualquier intelectual, cualquier ciudadano, porque es preciso que se señale que cualquier
ciudadano puede llegar a se miembro del Partido Unido de la Revolución Socialista,
independientemente de que si es obrero o no es obrero. Es decir, que las puertas están
abiertas para todo verdadero revolucionario que sienta la Revolución y que esté dispuesto a
cumplir las normas, y acepte plena y convencidamente el programa del Partido Unido de la
Revolución Socialista.
Bien. Eso en primer lugar: el criterio de selección, que será un criterio cada vez más
riguroso, precisamente para que en ese aparato que es el organismo de vanguardia, la
dirección de la Revolución, vaya precisamente lo mejor del pueblo.
Naturalmente que aquí hablarán otros compañeros sobre ciertos problemas de
organización. Nosotros queremos decir algunas cosas que son importantes: en el Partido
Unido de la Revolución Socialista entran, con igualdad de derechos y de consideraciones
todos los miembros de las distintas organizaciones revolucionarias. No significa ningún
privilegio haber sido miembro del Partido Socialista veinte años, ni significa ninguna
discriminación haber sido miembro del Movimiento 26 de Julio o del Directorio
Revolucionario. ¡Entran todos con una plena igualdad de derechos! Porque tenemos,
precisamente, que evitar todos los extremos y errores. Evitar por un lado los que dicen: yo
tengo treinta años, yo tengo veinte años, y a título de los veinte años se recuestan de ese
lado, y creen que ya con la historia de revolucionarios es suficiente. Ni obligado a conocer
todo lo que debe conocer sobre las cuestiones del socialismo y las cuestiones de la teoría
revolucionaria, ni que se sienta sin obligación de cumplir disciplinadamente todas las
normas.
Es decir, que hacer un esfuerzo por ir creando la unión más amplia y más profunda,
tomando como base una sola cosa, que es la que tenemos que tomar como base todos
nosotros. En los primeros tiempos había gente con “yo estuve en la Sierra”. Y había gente,
además, que no había estado nada en la Sierra. También hay gente ahora que dice: “Yo soy
comunista hace quince años”, y de comunista no han tenido nada nunca en su vida. En
definitiva, tanto eso de “yo estuve en la Sierra”, como “yo soy comunista desde hace quince
años”, esas cosas nosotros debemos erradicarlas del vocablo y de las actitudes de un
verdadero revolucionario.
Ni el “yo fui comunista”, ni el “yo puse bombas”, ni el “yo estuve en la Sierra” hay
que sacarlo a relucir absolutamente para nada.
Cualesquiera que sean los méritos, compañeros, que cada cual tenga, hay un mérito
todavía mayor, y es el mérito de lo que está por delante. Habría sido justo haberle dicho a
un miliciano: Tú eres un arribista. ¿Cuál fue el rumor, la consigna que trató de regar la
reacción? Separar al miliciano del soldado rebelde, crear el pique entre ellos. Alguna gente,
incluso, se dejó arrastrar por el criterio de que un miliciano no había hecho nada. ¡Y qué
pensar de ese centenar de milicianos que cayó junto con los soldados y los policías
revolucionarios! ¡Qué pensar hoy cuando vemos la foto de un joven obrero que murió
combatiendo en Playa Girón, que dio su vida, que dejó a su esposa viuda, que dejó a sus
hijos huérfanos! ¿No le daría verdadera vergüenza a cualquiera, recordarse que alguna vez
le echara en cara el ser miliciano, el no haber estado en la Sierra? Y la de Playa Girón, ¿no
fue acaso una batalla histórica, tan gloriosa como cualquiera otra batalla, y que pasará a la
historia como la gran victoria del pueblo revolucionario cubano frente al imperialismo
yanqui? ¿Quiénes cayeron y quiénes murieron allí? ¿Y no tenemos hoy que quitarnos el
sombrero, respetuosos, frente a los héroes que cayeron allí, aunque no hubieran estado en la
Sierra, aunque no hubieran sido comunistas quince años, aunque no hubieran puesto
bombas? Y entonces, ¿cuál es el mérito más grande?
Todos los que han muerto, y todos los que han caído, lo habrían hecho en balde si
nosotros no nos encargamos de saber llevar adelante la obra de la Revolución. Y entonces
el mérito está en lo que falta, en lo que viene por delante. ¿Quién sabe las luchas que
tenemos por delante? ¿Quién le iba a decir a ese joven de dieciséis años, cuya fotografía de
once años está ahí reciente: niño sentado en un pupitre, que hoy iba a ser un gran héroe de
la Patria, un símbolo de la Patria, un símbolo de la cultura en Cuba y en América? ¿Quién
habría tenido derecho a mirar con menosprecio a ese jovencito de dieciséis años que estaba
alfabetizando, sin que hoy tenga que inclinarse respetuoso ante su nombre y ante su
memoria?.
¿Quién sabe las batallas que tenemos que librar, las luchas que tenemos por delante?
¿Por qué creernos que el mérito está en lo que hemos hecho atrás?¿Y por qué no pensar que
el mérito está en lo que vamos a hacer juntos de ahora en adelante? ¡Ojalá lo hubiéramos
podido hacer juntos desde siempre, tan juntos como los bolcheviques que realizan la
Revolución en el año 1917!
Entusiasmémonos con la tarea que tenemos por delante, con honradez, partiendo de
esa honradez con que nosotros les hemos hablado aquí hoy, con que he hablado aquí, con
toda honradez y con toda franqueza, porque lo primero que tiene que ser un revolucionario
es ser honrado y franco. En la historia que tenemos que escribir todos , juntos. En la historia
que tienen que escribir las ORI, y en la historia que tiene que escribir el Partido Unido de la
Revolución Socialista de Cuba.
En esa historia, y en esa lucha, y en esa tarea que tenemos por delante es donde
tenemos que entusiasmarnos nosotros. ¿Quiénes caben en el Partido Unido de la
Revolución Socialista? Todos. Todo cubano honrado, todo cubano revolucionario. ¿Hay
privilegios aquí? No. Ninguno. ¿Hay amiguismos aquí? No. Ninguno. Por primera vez en
nuestra Patria hay un poder revolucionario donde no es la influencia, donde no es el
padrinazgo, donde no es el familiarismo, donde no es el amiguismo lo que determina, sino
que lo que va a determinar es el mérito. ¡Y qué cosa tan honrosa que nuestro país tenga hoy
esa oportunidad!
¿Qué va a ser, antes que nada, el Partido Unido de la Revolución? Va a ser una
escuela de revolucionarios. En el Partido es donde se va a aprender a ser revolucionario.
Por eso se ha puesto énfasis tan especial en la escuela. El partido todavía no está
oficialmente constituido como tal Partido. Todavía no se ha hecho el primer congreso. Se
hará. ¿Cuándo? No urge. Ya se hará. Pero lo importante es que en la base se ha ido
avanzando extraordinariamente, en la integración y en la unión, y que de hecho ya esa
organización revolucionaria de vanguardia existe, y que cientos de escuelas están
funcionando, y que más de diez mil ciudadanos están recibiendo cursos de instrucción
revolucionaria, están preparándose y están capacitándose.
Y les digo sinceramente que una de las cosas que hace que cada uno de nosotros nos
volvamos cada día más revolucionarios es ver el caso de algunos compañeros que
prácticamente no sabían nada de revolución, no sabían nada de economía, no sabían nada
de marxismo. Eran compañeros, incluso, que eran anticomunistas, sin tener nada: ni capital,
ni riqueza, ni bienes de ninguna clase. Que eso es el colmo. Porque que le inculquen el
anticomunismo al dueño de un central azucarero, o de un banco, tiene una explicación, pero
que le digan a un señor, que no tiene absolutamente nada, que van a socializar las grandes
industrias y los grandes bancos, y no esté de acuerdo con eso, es inconcebible.
Y ver a esos compañeros que se han dedicado al estudio de la economía, pero de tal
manera que en verdad, si nosotros los dirigentes revolucionarios no estudiamos, pronto
vamos a tener gentes de fila que van a saber más que nosotros de economía política, de
marxismo-leninismo y de toda una serie de cosas de revolución. Esto se los digo
seriamente. Si quieren lo toman en serio o no, si no ya veremos. Por lo pronto, creo eso y
creo que los dirigentes estamos en la obligación de estudiar más que nadie.
Y he visto a esos compañeros cómo han cambiado. ¿Pero cómo han cambiado? Se
encuentran como compañeros que hubieran descubierto algo, que hubieran encontrado una
verdad. Un entusiasmo indescriptible, inusitado por los primeros estudios. Nosotros
tenemos algo que darles a las masas. Muchas cosas materiales nos faltarán, pero hay algo
que sobra: hay toda una doctrina revolucionaria aquí, científica, profunda, llena de interés,
que nosotros podemos darles a las masas. Educar políticamente a las masas, enseñar a las
masas, darles teoría revolucionaria a las masas. Para eso tenemos las escuelas, para eso
tenemos las imprentas. Es decir, para enseñar al pueblo.
Hay una cosa que a nadie le debe quedar dudas, y es que cada día nuestro pueblo
será más revolucionario, y que a medida que nuestro pueblo sea más revolucionario,
tendremos mejores obreros, mejores estudiantes, mejores administradores, mayor
producción, mejores unidades de combate, estará mejor defendida la Revolución. Tendrá
más prestigio la Revolución, porque el pueblo asimila la enseñanza revolucionaria.
No se trata de adoctrinar. Pudiéramos suprimir esa palabrita. ¿Por qué? Porque la
palabra adoctrinar parece que a uno le inculcan algo, le llenan la cabeza de algo. No se trata
de adoctrinar, de inculcarle de “a porque sí” algo a la gente, sino de enseñar a la gente a
analizar, de enseñar a la gente a pensar. A mí nadie me habría podido inculcar ningún
marxismo-leninismo, y la mejor prueba es que me trataron de inculcar todo lo contrario de
todo eso, y de ninguna manera me lo pudieron inculcar. Pueden haberme inculcado algunos
prejuicios, algunas cosas, pero en realidad, el espíritu reaccionario, fascista,
contrarrevolucionario, egoísta, exp0lotador, no me lo pudo inculcar nadie. Y debe tenerse
presente que me pasé doce años, pupilo, en escuelas religiosas. Y en los doce años,
realmente, no me pudieron inculcar el espíritu contrarrevolucionario, el espíritu
conservador, el espíritu de explotador, ¡y sólo, sólo, verdaderamente leyendo, analizando y
pensando!
Creo que debemos enseñarle al ciudadano a penar, a analizar, a buscar en las fuentes
de la historia, donde hay tantas lecciones, a buscar en las fuentes del movimiento
revolucionario universal, donde hay tantas lecciones, a buscar en las fuentes del
movimiento obrero universal, a buscar en las fuentes de la teoría y explicarle. No admitan
que nadie crea nada que no comprensa. Así se producen fanáticos, se desarrollan
inteligencias místicas, dogmáticas, fanáticas.
Y cuando alguien no comprenda algo, no cesen de discutir con él hasta que
comprenda, y si no comprende hoy, comprenderá mañana, comprenderá pasado, porque las
verdades de la realidad histórica son tan claras, y son tan evidentes, y son tan palpables, que
más tarde o más temprano toda inteligencia honrada las comprende. Es decir, que no se
trata de adoctrinar.
Nadie va a ninguna escuela revolucionaria a que lo adoctrinen. Nadie se deje
adoctrinar, nadie acepte absolutamente nada que no comprenda. Se va a educar, a enseñar a
pensar, a enseñar a analizar, a darles elementos de juicio para que comprendan, a discutir
las ideas de la burguesía, las mentiras de la burguesía, las mentiras del imperialismo, las
mentiras del capitalismo, la ideología, para que la vayan diseccionando, analizando y
comprendiendo, y vayan comprendiendo el marxismo-leninismo pacientemente, en la
seguridad de que no costará trabajo enseñar la verdad al pueblo.
Nadie tema tampoco que lo vayan a adoctrinar. El que crea que lo van a adoctrinar
no va a encontrar a nadie interesado en hacerle un trauma cerebral y hacerle la trepanación
del cráneo, ni nada de eso. Hay gente que nunca podrá serlo porque, antes que nada, un
revolucionario es también un hombre generoso, un hombre desprendido, es un hombre
dispuesto a sacrificarse. Un revolucionario no es un oportunista o un farsante. Un hombre
que está dispuesto a renunciar a muchas comodidades, y que ama eso y quiere eso.
Todo el mundo no es revolucionario, como todo el mundo no es músico, ni todo el
mundo es pintor. Se necesita una vocación. Ahora hay que enseñar sobre todo al obrero, al
campesino, al estudiante, a las grandes masas de los explotados de ayer. Y así extenderse
cada vez más, porque también es cierto que si hay personas que no pueden ser
revolucionarias nunca, puede ser cada vez mayor el número de personas que comprendan
las verdades de la Revolución y comprendan la teoría de la Revolución. Eso es lo que
nosotros tenemos que hacer, ese es el objetivo de la Escuela de Instrucción Revolucionaria:
enseñar a analizar y enseñar a pensar.
Y un revolucionario tiene que ser, antes que nada, un hombre que sepa analizar
situaciones objetivamente, no subjetivamente. Aprender a pensar es aprender a buscar
soluciones adecuadas. Esa es una de las cuestiones importantes que quería decirles.
Por lo demás, sobre cuestiones de la organización, cualquier día yo me imagino que
a Aníbal lo invitarán también a este programa, para que hable de todo lo que se refiere a la
parte de organización del Partido Unido de la Revolución Socialista.
¿El Programa? Será un programa marxista-leninista, ajustado a las condiciones
objetivas precisas de nuestro país. Es decir, que nosotros adaptaremos en nuestro programa
los principios fundamentales del marxismo-leninismo a nuestra situación. Así que eso no
es, ni va a ser un secreto. Y con eso está de acuerdo nuestro pueblo, con eso está de acuerdo
nuestra clase obrera, con eso está de acuerdo nuestro campesinado, con eso están de
acuerdo todos los intelectuales honrados, la juventud. Están de acuerdo todos los
ciudadanos honestos de nuestro país.
Así que esas eran las cuestiones fundamentales. Otras cuestiones que se refieren a la
disciplina y a toda una serie de normas, pero me parece que la función mía hoy, al hablar
del Partido Unido de la Revolución Socialista m-y les advierto, que fueron ustedes los que
decidieron cuándo y cómo había que hablar del Partido Unido de la Revolución Socialista-,
lo fundamental está dicho, el porqué del Partido Unido de la Revolución Socialista, las
raíces del proceso, y las funciones del Partido Unido de la Revolución Socialista.
Se sabe que la tarea fundamental es la de organizar y la de dirigir, a través de las
organizaciones de masas, a través de sus núcleos; y, al mismo tiempo, organizar al pueblo,
de acuerdo con las normas marxistas-leninistas, en la responsabilidad y en la dirección
colectiva.
Ahora voy a decir esto aquí también de la dirección colectiva, que posiblemente sea
lo único que falta: que durante un buen trecho de tiempo, la dirección revolucionaria era
unipersonal. Es decir, no fue caudillista, no fue caprichosa. Nada de eso. Pero durante un
buen trecho de tiempo, las decisiones eran decisiones que prácticamente se tomaban en
virtud de la confianza depositada en el Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, y,
como tal, las decisiones fundamentales eran tomadas así.
Dije, y digo, y repito, que creo firmemente que eso es equivocado. No tengo que
reprocharme nada por eso. Fue la consecuencia, sencillamente, del proceso revolucionario.
Bien. ¿Cómo pensamos nosotros sobre eso? Penamos que es, sencillamente, equivocado,
que incluso, durante mucho tiempo, aquí había una preocupación con los problemas de los
líderes, y “qué puede pasar si nos privan de la vida de un líder”, y “si la Revolución se ve
privada de cabeza”. ¿Por qué? Nosotros teníamos, sin embargo, que salir cuanto antes de
esa situación. Había que crear una dirección de un partido revolucionario, antes que nada.
Ese instrumento es la mejor garantía, y la única garantía válida para garantizar la
continuidad del poder y de la líneas revolucionarias.
¿Por qué, si los individuos desempeñan un papel? No hay duda de que los
individuos desempeñan un papel en las revoluciones, y un papel importante. Pero los
individuos son, al fin y al cabo, eso: individuos. No hay nada más frágil que la vida de un
individuo. Pero nosotros, que tenemos fe absoluta en la firmeza de nuestras conciencias,
sabemos, sin embargo, que los individuos –un individuo- es lo más frágil que hay. Muere
de una bala, de un accidente, de un choque, de un colapso, de cualquier cosa.
La monarquía –expresión del sistema social de los imperios de la época del
feudalismo y de los primeros estados nacionales- tiene la característica de que un país
puede llegar a ser gobernado por un idiota. Un hijo de un rey es idiota, y entonces el país
está condenado a que un idiota lo gobierne cuarenta años porque puede vivir todo ese
tiempo y hasta más. Son muchos en la historia los casos de naciones gobernadas por
idiotas.
En las democracias burguesas-representstivas, amén de las características de
politiquería, de soborno y de corrupción, sólo tenían acceso al poder las clases dominantes
y las clases ricas, además de la anarquía consustancial de ese sistema de gobierno, como lo
ha demostrado, por ejemplo, la historia reciente de Francia, país donde cambiaron de
gobierno diez veces en un año.
Aparte todas las contingencias originadas del sistema, que es precisamente un
sistema de dominio de una clase sobre otra, hay también la circunstancia de que muchas
veces un individuo podía engañar a las masas, un individuo podía confundir a las masas.
Un gran demagogo, un tipo teatral incluso, en circunstancias determinadas podía ascender a
posiciones dentro de la dirección del Estado, que estaban muy lejos de sus capacidades y
sus méritos.
El sistema de gobierno unipersonal, como consecuencia de los caudillos, tiene dos grandes
inconvenientes: primero, que si el caudillo es malo, el pueblo sufre todas las consecuencias.
Y, además, la falta de continuidad y de seguridad en la continuidad del Poder y de la línea
de los programas revolucionarios, además de lo endebles y lo débiles que son los
individuos, expuestos a todo tipo de contingencias. Además, porque está en absoluta
contradicción con los sentimientos de los revolucionarios, en absoluta contradicción con los
sentimientos de los hombres.
Por tanto, creo que el sistema ideal, perfecto, encontrado por los hombres para gobernar un
país, sistema que por cierto no aspira a ser eterno, sino sencillamente transitorio como
transitorias son las etapas que está llamado a cubrir en la historia de un país, las etapas que
está llamado a realizar, es el sistema de gobierno basado en un partido revolucionario,
democráticamente organizado y con dirección colectiva. Quiero decir, que ese partido debe
ejercer las funciones dirigentes.
¿Por qué es el mejor sistema? Si funcionan las normas democráticas, si funcionan
las normas de dirección colectiva; si no funcionan las normas democráticas, si no funcionan
las normas de dirección colectiva, el sistema puedes ser pésimo como cualquier otro
sistema. Pero si se mantienen los principios fundamentales de la democracia interna y de la
dirección colectiva, es, sin duda de ninguna clase, el método más perfecto de gobierno y,
sobre todo, de gobierno de un país en una etapa de transición revolucionaria.
¿Qué quiere decir eso? En primer lugar, si ese Partido no es un Partido de montón,
sino un Partido de selección. En ese Partido ingresan los mejores ciudadanos del país, por
sus condiciones, por sus méritos. Ingresan en los núcleos revolucionarios. Tienen durante
largos años un proceso de aprendizaje, de experiencia directa, de cumplimiento del deber.
Poco a poco, por su mérito, ese ciudadano puede ir asumiendo responsabilidades
cada vez mayores. Ese ciudadano puede llegar a ser miembro de la Dirección Regional,
Central, Nacional. No es el caso del rey que deja al hijo idiota en el poder, no es el caso del
caudillo militar afortunado, el gran militar, porque puede haber hombres con grandes
condiciones de guerrero, y que como guerrero adquieren gran fama y gran prestigio, y que
como gobernantes sean unos prefectos estúpidos.
No se trata del demagogo, no se trata del farsante, no se trata del hombre teatral. En
un Partido donde estas normas predominen: la disciplina, los principios, la selección, la
democracia interna y la dirección colectiva, no podrá ascender el necio, no podrá el idiota
llegar a la cabeza del Estado, no podrá el aventurero con suerte. Esa escuela será una
escuela donde se irá probando a los hombres, aprendiendo, capacitando.
Así, de esa manera, asumirán las funciones más importantes del Estado los hombres
que tengan capacidad y hayan llegado por sus méritos.
¿Qué ciudadano puede llegar a ser, así, dirigente de su país, miembro de la dirección
de su país? Sencillamente los ciudadanos por sus méritos, los ciudadanos por su calidad.
Quien tenga verdadera vocación revolucionaria, quien tenga verdadera vocación política,
quien tenga verdadero espíritu de sacrificio sólo puede llegar.
No es la otra política, donde pueden escalar posiciones por tener dinero, por
amiguismo, por favoritismo. Desterremos el amiguismo, desterremos el favoritismo,
desterremos todo eso, y tendremos nosotros, sin dudas de ninguna clase, el sistema que
garantice al pueblo ser gobernado por los hombres más competentes, más idóneos.
¿cómo las decisiones más fundamentales del país, todas las medidas decisivas para
la vida de un país van a ser tomadas por un solo individuo, por un solo funcionario? Eso es,
sencillamente, absurdo. Nosotros comprobamos, cualquiera comprueba todos los días, en
cualquier discusión, que puede estar equivocado.
Imagínense que los puntos de vista de los dirigentes no los confronte con otro
dirigente, que los elementos de juicio de un dirigente no los confronte con otro dirigente,
que no los discuta, y, sencillamente, siempre adopte la decisión de modo unipersonal e
indiscutida.
¿A qué se exponen los pueblos con eso? Se exponen a ser víctimas de todos los
caprichos, de todas las equivocaciones y de todos los errores. Es mucho más difícil que las
soluciones que se discutan puedan ser erróneas, que las soluciones que se toman sin
dirección y sin discusión. Creo firmemente en eso, creo en la dirección colectiva, creo en la
dirección por un partido político de vanguardia.
Y, sencillamente, eso es lo que pensamos nosotros, y eso es lo que debe pensar todo
revolucionario. Está bien eso que dice la Internacional: “ni César, ni burgués, ni Dios”. Para
el que sea creyente, pues puede quedarse con Dios. Pero ni César, ni burgués, y, sobre todo,
ni César. Y nosotros, sinceramente, nunca hemos aspirado a César.
Si le interesa al pueblo nuestra experiencia personal, podemos decir que, en
realidad, no hay nada que produzca mayor satisfacción que discutir, que buscar a través de
la discusión las mejores soluciones, ni mayor satisfacción que cuando las responsabilidades
las toman todos, las toma el Partido, las toma el pueblo. Creo firmemente en eso; tengo el
derecho a hablar, el derecho de haber atravesado todo este período revolucionario, haber
asumido grandes responsabilidades dentro de la Revolución, nunca haberme envanecido
por eso, nunca haberme considerado infalible por eso, reconocer que me puedo equivocar.
Y creo que es una de las cosas más honestas que puede hacer cualquier ciudadano, que es lo
más honesto que debe hacer cualquier revolucionario. Pero reconocer no de palabra,
reconocer sinceramente que se puede equivocar. Declarar que no hay césares, declarar que
no hay seres providenciales, declarar que se cree firmemente que la historia la escriben los
pueblos y la hacen los pueblos. Los pueblos son los que escriben la historia.
Lo que ocurre es que muchas veces no se habla de un pueblo, se llama a un pueblo
por el nombre de un líder, y entonces millones de hombres anónimos mueren, y cae muchas
veces toda la gloria, todo el prestigio, sobre un hombre, sobre un individuo, sobre un líder,
de tal manera que se cree que los méritos del pueblo deben corresponder al dirigente, y
están sencillamente equivocados. Porque la revolución no se hace ni con la inteligencia de
uno, ni con el esfuerzo de uno. Se hace con la inteligencia de muchos, con el sacrificio y la
sangre de muchos, con el sacrificio y la sangre de miles de compañeros que ganaron la
lucha contra la tiranía, con el sacrificio y la sangre de cientos de compañeros que ganan la
lucha contra la contrarrevolución, que derrotan al imperialismo. Con el esfuerzo abnegado
y el sacrificio de hombres que se van a entrenar a las montañas, que se encierran en
escuelas separados de su familia durante meses enteros. De obreros que cultivan los campos
trabajando en horas de sol. De obreros que cortan caña, de pescadores que pescan, de
conductores que llevan trenes, camiones; de obreros que manejan las fábricas, de obreros
que se levantan de madrugada a ordeñar una vaca, hacer un trabajo, o atienden un servicio.
¡Esos son los que hacen la historia, esos que luchan!
¿Quién puede creer que todo ese mérito de millones de hombres que integran una
sociedad, e integran un pueblo, es mérito suyo?¿Quién puede penar que su vanidad
personal, su orgullo –por muy legítimo que sea el orgullo de él solo-, vale más que el
esfuerzo y el sacrificio de millones de ciudadanos? ¿Quién se puede creer tan superior y tan
infalible que piense de esa manera, y que no piense sencillamente en forma equivocada?
Vengo a decir aquí ante el pueblo lo que creo, y que por eso he sido defensor, y por
eso he contribuido a vencer todos los obstáculos. Y que, sinceramente, muy pocas veces
como en esta ocasión, sentimos que hemos contribuido en algo a la historia de nuestro país,
y si todos nosotros, si todos los compañeros que tienen responsabilidades en la dirección, si
todos nos acogemos a estas normas, nos acogemos a estos principios, nuestro país tendrá un
gran porvenir. Nuestro país se ahorrará los problemas del providencialismo. Se ahorrará mil
problemas más. Porque hay una cosa de la que nadie duda: aquello que decíamos del
compañero Camilo cuando su muerte, de que “en el pueblo hay muchos Camilo”#. Y nadie
lo dudaba, porque Camilo era empleado de una sastrería, y salió. Camilo no habría sido
Camilo sin la Revolución, sin la oportunidad del combate. Désele la oportunidad de
combate a ese joven, y verá que es un Camilo que gana batallas, que realiza heroísmo.
“Como Camilo hay muchos en el pueblo”, decíamos nosotros esa vez. Pero eso, que
es válido para un jefe militar, es válido también para todas las demás cosas. Es válido
también para todas las demás cosas de responsabilidad. En el pueblo miles, y decenas de
miles, y cientos de miles de hombres valiosos, de hombres competentes. ¡Déseles la
oportunidad de instruirse, de prepararse, de aprender, de dirigir, de trabajar!¡Déseles la
oportunidad y verán cómo del pueblo, igual que surgen magníficos atletas, magníficos jefes
militares, magníficos estudiantes, surgirán magníficos dirigentes, magníficos cuadros,
magníficos administradores, magníficos oradores, magníficos escritores, magníficos
ministros, magníficos dirigentes políticos! Acostumbrémonos, acorde con los tiempos, y
acorde con nuestra Revolución, a ver en el pueblo las grandes virtudes, las grandes
inteligencias, los grandes méritos, sepamos que en ese pueblo hay grandes reservas, y que
por eso el pueblo no puede fracasar. Puede fracasar un hombre, porque un hombre es uno.
Un pueblo no puede fracasar, porque son miles, porque son cientos de miles de
inteligencias, cientos de miles de dirigentes en potencia.
Entonces, ¿qué debe ser el Partido de ese pueblo revolucionario? Ese Partido debe
ser el gran vehículo del mérito, el gran vehículo de la vocación revolucionaria, el gran
vehículo de la inteligencia revolucionaria. Ese Partido debe estar siempre por encima de los
individuos, porque, ése es el Partido que va a encerrar, no el valor de una inteligencia, sino
el valor de decenas de miles y de cientos de miles de inteligencias. No el valor de un
heroísmo, sino el valor del heroísmo de todos. No el valor de un espíritu de sacrificio, sino
el valor del espíritu de sacrificio de cientos de miles de ciudadanos, del espíritu de combate,
del amor a la Revolución.
¡Eso debe ser el partido Unido de la Revolución Socialista Cubana!

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