Vous êtes sur la page 1sur 12

La justificación del pensamiento verdadero.

Antonio Livi y el
problema de Gettier

Juan José Sanguineti – Pontificia Università della Santa Croce (Roma)

Abstract. According to traditional epistemology, a truthful judgment needs a rational


justification, at least potentially. Antonio Livi’s “alethic logic” follows this principle,
which is compatible with some fallibilism, since the available evidence can change in
future. In this article Livi’s position is discussed facing the famous Gettier’s problem:
a justified true belief is not equivalent to real knowledge. It is claimed that the
problem can be solved in Livi’s theory of truth, provided we abandon rationalistic
constraints.

Keywords: truth, judgment, evidence, error, justification, Gettier’s problem

Escrito en homenaje al profesor Antonio Livi. Comentario a su obra Le leggi del


pensiero, 2016. Draft

1. La lógica epistémica

Con esta contribución querría ante todo agradecer a Antonio Livi, colega
filósofo, amigo y también maestro, de quien recuerdo con alegría haber recibido hace
años un bonito curso de Filosofía de la Educación y un seminario sobre el De
Magistro de San Agustín, en el que ya estaba presente de modo germinal la
problemática que lo ha ocupado en su larga y rica trayectoria filosófica. En estas
páginas voy a proponer una reflexión a propósito de su reciente publicación Le leggi
del pensiero1, un libro que contiene la formulación más madura de la filosofía de la
lógica –lógica alética– propuesta por Livi con empeño y creciente coherencia en toda
su producción filosófica precedente.

1
A. Livi, Le leggi del pensiero, Ed. Leonardo da Vinci, Roma 2016. Me referiré a esta obra
con las iniciales LP. Las traducciones son mías.
2

Anticipo que siempre he compartido en buena medida su filosofía del sentido


común. En LP se ve con claridad cómo la lógica epistémica de nuestro autor se funda
en el realismo metafísico. Este realismo se sintetiza y de algún modo define en los
cinco principios relativos a la existencia del mundo, del yo, de los otros, de Dios y de
la moralidad del agente libre. Es una contribución original de Livi la formulación,
explícita en esta obra, de otros cinco principios fundamentales de la lógica alética.
Ellos nacen de la necesidad de desentrañar

los motivos por los que un sujeto pensante está cierto de que lo que piensa es
verdadero (LP, 11)

lo que conduce a señalar

el tipo de “justificación epistémica” que puede llevar al sujeto pensante a pasar de una
determinada hipótesis de juicio a un juicio formulado de modo apodíctico, aun dentro
de los límites restringidos del enunciado (LP, 11).

Según nuestro autor, el punto más alto del conocimiento es el juicio de verdad,
un juicio indisociable de la certeza (LP, 68-78) y siempre planteado en la línea de la
verdad lógica, entendida como adecuación (adaequatio) de la mente a la realidad (LP,
21-22; 72). Livi no se detiene especialmente en la noción metafísica de verdad como
conformidad al ser extra-mental, sino más bien en la verdad entendida como
coherencia de lo que se dice en el juicio con los datos que el sujeto posee
efectivamente2, una noción en la que está ya implícita la condición de base de la
justificación de la verdad de una aserción.

Se asume, en este sentido, el principio propuesto por Platón en el Teeteto,


retomado por una línea epistemológica contemporánea analítica, según la cual el
conocimiento entendido como un saber –Livi asimila también la opinión a una forma
de saber de verdad, aunque restringidamente – es el conocimiento expresado en un
juicio que está acompañado por una justificación, no necesariamente declarada (LP,
85-92)3.

2
Cfr. A. Livi, La ricerca della verità, Ed. Leonardo da Vinci, Roma 2003, 2ª ed. revisada y
ampliada, así como LP, 65 e 72.
3
Significativamente el autor cita a Chisholm in LP, 92. Cfr., sobre este tema, Th. Williamson,
in Knowledge and Its Limits, Oxford University Press, Oxford 2000. No puedo entrar en estas
páginas en este debate, en el que es importante la distinción entre saber y conocer, quizá
menos nítida en inglés porque ambas nociones se dicen con el verbo to know. Los analíticos
3

En las siguientes páginas presentaré algunos puntos derivados de mi reflexión


sobre la lógica alética. Seguidamente examinaré la posibilidad de que con los
principios de Livi se pueda resolver el conocido problema gnoseológico de Gettier.

2. Las condiciones del juicio verdadero

El principio de nuestro autor que más ha estimulado mis comentarios en este


artículo es el siguiente:

El pensamiento no se formaliza como juicio sino cuando el asentimiento a una


determinada hipótesis se hace necesario en base a su adecuada justificación (LP, 67).

Parece obvio que toda afirmación como S es p pretende decir la verdad y que el
sujeto que la sostiene sea capaz de ofrecer una explicación de los motivos por los
cuales ha llegado a hacer tal aserción, pues de lo contrario su frase sería irracional.
Tradicionalmente esta explicación –justificación– será una razón (la premisa de algún
silogismo implícito), una intuición (“esto es verdad porque yo lo vi”) o un testimonio
(fe en el sentido clásico: “esto es verdad porque lo dice Fulanito”, que es una persona
autorizada y creíble). Oportunamente Livi hace notar que las opiniones, dudas e
incluso declaraciones de ignorancia se basan en esta estructura epistémica, porque
uno tiene que ser capaz de explicar, si se le pide, los motivos de sus dudas, sus
hipótesis, aduciendo al menos la falta de evidencia suficiente (LP, 70).

La justificación y por tanto la certeza de verdad del juicio, según Livi, no es, sin
embargo, sinónimo de una apodicticidad absoluta, sino relativa. En este sentido, la
sospecha de que nos encontrábamos ante una posición dogmática o racionalista cae.
El autor ha siempre insistido en que el sujeto, cuando sostiene algo, lo hace siempre
basado en la evidencia disponible en el momento en que juzga (LP, 81). Pero tal
evidencia puede cambiar y entonces el sujeto estará autorizado, es más, deberá
comprometerse a rectificar sus juicios anteriores.

Esto punto equivale a decir, en definitiva, que nuestros juicios pueden ser
ciertos, y a la vez falibles, lo que para nuestro autor no reduce el conocimiento a una
pura opinión, sin que jamás se llegue al saber (de otro modo, su posición sería
escéptica). Pero Livi reconoce que los juicios relativos a los primeros principios son

anglosajones usan el verbo creer no en su sentido clásico, sino como “asumir algo con certeza
como verdadero”.
4

irreformables (LP, 83), motivo por el cual la relatividad de los juicios ordinarios (no
los de los primeros principios), como que “tengo ante mí una manzana” (el ejemplo es
mío) no supone escepticismo, es decir, un falibilismo absoluto. Esa frase, sin
embargo, justificada por la percepción, es un verdadero conocimiento dotado de
certeza, según los principios de LP, sólo que es relativo a la evidencia disponible. Se
admite, por tanto, que eventualmente la manzana podría ser un engaño y que yo en el
futuro podría darme cuenta de que me había equivocado. Esta posibilidad no se puede
excluir.

Las consecuencias epistémicas de esta posición, en el sentido en que el autor


las ha explicado en LP y también en sus escritos anteriores, son por lo menos cinco, a
mi parecer, de las cuales la última quizá no la compartirá nuestro autor.

1. Todo sujeto cognoscente se encuentra siempre en una relación constitutiva


con la realidad (LP, 67). Esta tesis supera la intencionalidad husserliana y
brentaniana, conforme a la cual la conciencia es siempre conciencia de algo, pero
nada más. El principio vale también para la simple aprehensión o para el pensamiento
de conceptos o para la formulación de hipótesis que sólo más tarde podrían ser
juzgadas. De todos modo, conforme al Aquinate, para Livi el conocimiento cumplido
está en el acto judicativo, en el que un enunciado, que él llama “hipótesis de juicio”,
sobre la base de los datos disponibles –la evidencia justificadora– (LP, 62-63), se
atribuye a un referente mediante la afirmación est o non est, presuponiendo la
intención de hablar de la realidad tal como es.

La verdadera intencionalidad sería, entonces, la relación con la verdad realista,


vista no como un acto puntual aislado, sino más hondamente como la situación
estructural de todo cognoscente. Obviamente el que juzga pretende decir la verdad
(pues de otro modo no juzga), y nadie quiere creer lo falso (el error, por tanto, es un
acto subjetivo e inconsciente). De aquí se sigue que el método fenomenológico
husserliano de suspender el juicio no es natural, salvo que sirva tan sólo como
momento provisional para reflexionar sobre la verdad. Pero incluso el que suspende el
juicio sabe que lo suspende, y por tanto ni siquiera entonces uno puede evitar de
encontrarse trascendentalmente vinculado a la verdad realista.
5

2. Todo juicio, con excepción de los juicios sobre los primeros principios, es
siempre relativo y contextual a una situación epistémica del sujeto, por lo que en
principio será siempre reformable (LP, 68; LP, 85-86, con una significativa cita del
Cusano). Según Livi esta es una de las leyes fundamentales del pensamiento
verdadero:

La certeza del juicio (…) expresa sólo lo que al sujeto pensante le resulta evidente en el
momento en que juzga (LP, 86).

Este punto está relacionado con el hecho de que el juicio está siempre sostenido
por una posible justificación (LP, 86, con una referencia al célebre texto platónico de
Teeteto 163-210). Para no ser irracional, el juicio expresado por un sujeto
cognoscente se tiene que basar siempre en ciertos datos poseídos por el que juzga, y
que son el fundamento de su juicio. La posibilidad de que esos datos eventualmente
puedan cambiar en otro momento de la vida cognitiva del sujeto hace que todo juicio
sea sólo relativamente apodíctico, es decir, que sea esencialmente falible, como
reconoce Livi citando a Mario Alai en LP, 87.

Nuestro autor, sin embargo, rechaza el falibilismo, porque todo juicio, aunque
sea hipotético, es apodíctico –cierto e indudable en algún sentido–, en cuanto allí se
afirma con certeza una verdad (por ejemplo, la verdad de una opinión p que así
contradice decir que p es cierta). Pero tal verdad en el fondo es hipotética y
condicionada, incluso de modo consciente, pues esto equivale a decir que tal
afirmación está abierta a una posible revisión (afirmo p, pero mañana podría
convencerme de que no p). Personalmente encuentro cierta dificultad en la
formulación de esta tesis, aun reconociendo que los juicios ordinarios como que “yo
ahora estoy en la plaza Navona de Roma” son ciertos y a la vez falibles, de modo que
comprendo lo que Livi quiere decir.

Su postura, por otro lado, no es de ningún modo falibilista, dado que él no sólo
reconoce que los juicios sobre los primeros principios son irreformables, sino que
sostiene que todo juicio está siempre justificado en tanto que se encuentra en una
relación holística con el conjunto de los primeros principios del sentido común (LP,
93 ss). Esta relación es una certeza metafísica (LP, 73) (por ejemplo, la no-
contradicción), mientras que los juicios contingentes, como son los juicios empíricos
y fácticos, son certezas físicas.
6

3. La visión noética primitiva evita el problema de la circularidad de las


justificaciones. Un punto que ha de profundizarse sobre la temática de la justificación
es que el juicio, así como los datos disponibles como sus pruebas, que son la base,
tienen que fundarse, a mi parecer, en la experiencia noética de una “verdad” ante-
predicativa. La lógica de Livi se plantea, obviamente, sobre el juicio justificado, y por
tanto sobre cierta reflexión sobre los datos disponibles por la inteligencia del sujeto
cognoscente. Afirma nuestro autor:

El juicio es la sede de la verdad lógica, y todo juicio es un acto reflexivo con el que el
sujeto verifica si su intellectus tiene la necesaria “adaequatio a la res”, es decir, si su
mente está en posesión de los datos suficientes para pronunciarse sobre su objeto (LP,
121).

Pero aquí puede presentarse el problema de la circularidad de las justificaciones.


Algunos filósofos analíticos pusieron de relieve el problema de la circularidad o bien
de la cadena al infinito de las justificaciones 4 , dado que los datos disponibles,
necesarios para emitir el juicio justificado, se acogen como verdaderos y por tanto a
su vez requerirían una ulterior justificación de su verdad. Por ejemplo, si fundamento
mi aserción de que “tengo delante de mí una manzana” en mi percepción, ¿cómo
puedo saber que esta percepción es buena? (y así al infinito).

La cuestión no puede resolverse si nos quedamos en el nivel del juicio


justificado. La justificación comporta cierta mediación racional. Pero el fundamento
de la operación judicativa tendrá que ser, en último término y si queremos evitar una
cadena al infinito, cierta visión intelectual primitiva que ya no requiere justificación y
que de todos modos se pueda acoger razonablemente.

El problema es mucho más amplio de lo que aquí yo pueda extenderme en este


artículo. Para resolverlo están en juego las diversas posiciones gnoseológicas hoy
conocidas, como el fundacionalismo, el coherentismo, el confiabilismo, el
contextualismo, etc.5 Los juicios sobre los primeros principios aristotélicos no son
justificables, aunque puedan discutirse dialécticamente (por ejemplo, mediante la

4
Cfr. por ejemplo, Th. Williamson, Knowledge as Evidence, “Mind”, 106 (1997), pp. 717-
742.
5
No creo que Livi sea encuadrable unívocamente en ninguna de estas corrientes
gnoseológicas convencionales.
7

prueba per absurdum), un punto esencial en Livi en su tratamiento de los principios


del sentido común, que son sólo susceptibles de demostración “elénctica”6.

Los primeros principios metafísicos (“sentido común” de Livi) (“existe el


mundo”, “hay otras personas”, “yo soy”, etc.) no pueden justificarse en cuanto que
son el presupuesto de toda justificación. Otras formas de evidencia, como la evidencia
perceptual, se aceptan como válidas de modo razonable, es decir, si no se presentan
dudas o problemas relevantes o importantes con relación a los mismos.

4. La justificación operante en todo juicio no es siempre plenamente consciente.


De aquí nace el riesgo del error. La tesis de nuestro filósofo de que el cognoscente
juzga según la evidencia disponible que tiene en el momento en que emite el juicio,
cumpliendo así un acto de reflexión que pretende evaluar el valor de verdad de lo que
ha pensado, podría sugerir que la futura rectificación (LP, 91) depende de nuevos
datos o nuevas pruebas que el sujeto tendría a su disposición más tarde. Esto es cierto
en muchos casos, pero a mi modo de ver no hay por qué presuponer que el sujeto que
juzga reflexiva o críticamente pueda siempre realizar una justificación adecuada de
sus aserciones. Puede suceder que él se equivoque en la interpretación de las
evidencias disponibles, o que juzgue como evidente lo que en realidad es una pseudo-
evidencia.

Esta posibilidad es, obviamente, una raíz del error. Los juicios son perfectibles
(LP, 89) no sólo porque pueden ser parciales, sino también erróneos. Sin duda,
ninguno quiere cometer un error cuando juzga, pero tampoco se puede exigir que cada
uno suspenda su juicio cuando la evidencia es insuficiente o inadecuada, porque el
problema es que la gente –por supuesto, nosotros mismos– no se da cuenta de tal
insuficiencia.

Según Livi

la verdad lógica ha de entenderse como conciencia crítica que tiene el sujeto, en el


momento de formular un juicio, de que posee una justificación epistémica adecuada
(LP, 66).

6
Cfr. A. Livi, Il principio di coerenza, Armando, Roma 1997; Filosofia del senso comune.
Logica della scienza e della fede, Ed. Leonardo da Vinci, Roma 2010.
8

La justificación operante en cada juicio que merezca el nombre de racional, sin


embargo, puede estar al mismo tiempo acompañada por cierta oscuridad de la mente,
o por el hecho de que a menudo no es razonable no querer juzgar por miedo a
equivocarse, como querrían los escépticos. Si veo un billete de cien dólares y juzgo
que tengo cierta cantidad de dinero, sería inadecuado no juzgar porque siempre
existirá una posibilidad de que ese billete sea falso. La duda que inhibe el juicio debe
ser razonable.

Pienso que nuestro autor podría estar de acuerdo con estas precisiones. La
conciencia crítica, por tanto, podría ser no suficientemente crítica, o no ser una plena
conciencia. Es coherente con este punto la distinción que se establece entre saber y
conocimiento: el conocimiento requiere

cierta reflexión adecuada sobre los datos del conocimiento inmediato, cosa que ocurre
siempre (a veces de modo inconsciente) al formular un juicio (LP, 173)

mientras que

el saber en sentido propio y formal es el que resulta de la perfecta verificación de la


adecuada justificación epistémica (LP, 173).

5. El error no es sólo debido a la voluntad, sino también a la debilidad de


nuestra conciencia o de nuestra inteligencia. Esta tesis es una derivación de lo que
hemos afirmado en el n. 4. Pero esta vez contrasta con lo que Livi sostiene cuando
afirma que

tiene que ser la facultad apetitiva (el sentimiento, las pasiones, la voluntad) lo que
causa el error, alterando el recto funcionamiento de la facultad cognitiva (LP, 150).

Primero él había sostenido justamente que el error puede deberse al hecho de


que el sujeto ha juzgado

sin haber reflexionado suficientemente sobre los datos en su posesión, de modo que ha
juzgado el objeto de su pensamiento de modo inadecuado (pensando menos de lo que
podía pensar racionalmente, o más de lo que se podía pensar razonablemente (LP, 144).

Esta indicación implica que en el error se da una deficiencia en el pensamiento,


sobre todo en el pensamiento crítico, es decir, en la dimensión de la justificación de la
verdad afirmada. No me parece convincente asignar siempre esta deficiencia a la parte
apetitiva (emociones, pasiones, voluntad), como sería por ejemplo cierto interés
promovido por prejuicios, o precipitación emotiva, o falta de atención por poca
9

voluntad. En muchos casos será así, sin duda. Pero no podemos exigir que nuestra
inteligencia sea idealmente tan aguda como para poder siempre darse cuenta de que
no puede justificar sus afirmaciones, porque en este caso no podríamos juzgar casi
nunca, es decir, habría que exigir un esfuerzo casi ascético para inhibir nuestros
juicios poco fundamentados.

Livi, en cambio, piensa que la mente misma no puede causar el error

porque si así fuera no podría más tarde darse cuenta del error cometido
anteriormente(LP, 150).

Pero es que no sería la mente la que causa el error, sino su falta de claridad,
sabiendo que la claridad mental no siempre es la misma en su grado de luminosidad.
Me parece más sencillo y más conforme a la experiencia de nuestros errores y de los
errores de los demás reconocer que nuestra inteligencia no siempre es tan clara como
para poder reconocer siempre con facilidad la evidencia adecuada que puede
justificar una aserción o la falta de evidencia.

Esto no significa que la intervención apetitiva no sea siempre necesaria. Es más,


cuando un individuo comienza a sospechar que se ha equivocado en sus juicios,
porque empieza a ver más claro con respecto a determinados puntos, entonces la parte
emotiva y voluntaria tiene que aportar una dosis de humildad necesaria para no
obstinarse en el error, que por lo menos se está asomando a la conciencia, para así
poder realizar la rectificación. Inteligencia y voluntad, junto a la parte afectiva de tipo
emocional, son fuertes y débiles al mismo tiempo, y tienen que interaccionar para
crear las condiciones personales que facilitan el acceso a la verdad y el
reconocimiento de los errores.

3. El problema de Gettier

Como es sabido entre los estudiosos de filosofía del conocimiento, el filósofo


norteamericano Edmund Gettier se hizo famoso por un artículo suyo de 1966 titulado
¿Es un conocimiento la creencia verdadera justificada?7. Su controvertida tesis es
que puede darse una creencia verdadera justificada –en términos de Livi: un juicio
verdadero justificado– que de todos modos no sería un verdadero conocimiento.

7
Cfr. E. Gettier, Is Justified True Belief Knowledge?, “Analysis”, 23 (1963), pp.121-123.
En las obras publicadas por nuestro autor no he encontrado una referencia a este problema.
10

Como la justificación es inherente al juicio, según Livi, la hipótesis de Gettier


supondría que un juicio podría no ser un verdadero conocimiento, siendo un
verdadero juicio. Este punto destruiría la teoría de Livi expuesta en LP.

No hay espacio en este artículo para formular los contra-ejemplos de Gettier


ideados para negar la triple exigencia (JTB: justified true belief) de creer p, creer que
p es verdadero y tener una justificación por la que se cree que p es verdadero y para
que así se pueda decir que quien afirma p conoce o sabe p.

Propondré un ejemplo más sencillo, pero fiel al pensamiento de Gettier.


Supongamos que me han dado una serie de billetes falsos, entre los cuales uno es, sin
embargo, auténtico. Utilizo una de ellos para hacer un pago, basándome en la
evidencia de su apariencia perceptiva, pero resulta que es el billete verdadero, sólo
por pura casualidad, porque la probabilidad de que eligiera uno falso era mucho
mayor. Por tanto, puedo emitir el juicio “este billete es verdadero”, incluso de modo
justificado, porque lo veo. El juicio es verdadero, porque el billete es auténtico. Sin
embargo, no se puede decir que yo tenga un verdadero conocimiento del billete, o
mejor, del juicio formulado, porque me ha basado en una evidencia que ha resultado
auténtica sólo por casualidad, dado que si hubiera caído en mis manos uno de los
billetes falsos, de todos modos habría creído que era verdadero.

A pesar de los intentos de resolver el problema, precisando mejor lo que


significa saber, evidencia, justificación, etc., me parece que, siguiendo la lógica
alética, no es tan difícil dar una solución al problema. En el ejemplo propuesto, el
sujeto llega a una conclusión verdadera basado en una evidencia insuficiente, tal que
él no tiene motivos para darse cuenta. Si no cayó en error, fue sólo por casualidad. No
puede decirse que tenga un auténtico conocimiento, o que haya llegado a un juicio
verdadero, salvo per accidens, sin una justificación auténtica o verdadera.

¿Por qué esa justificación era insuficiente? Aquí es donde es relevante la


relatividad que sostiene Livi. La apariencia del billete, sin ulteriores exámenes más
cuidadosos, en un contexto donde hay una mayoría de billetes falsos, es una evidencia
insuficiente. Esta evidencia es, por tanto, contextual. Es obvio que hay que conocer el
contexto de modo suficiente, aunque no absoluto (cosa imposible), para poder juzgar
bien. Si digo por casualidad que Fulanito es mejicano, sin una base adecuada, y ese
11

juicio resulta que es verdadero, no diríamos que yo tenga un real conocimiento, ni que
haya conocido una verdad. Una verdad conocida casualmente no es un auténtico
conocimiento. El juicio en este caso será verdadero sólo materialmente, pero no
formalmente.

Es posible, sin duda, que no se conozcan los contextos de modo suficiente. En


este caso, junto a muchas verdades casuales, o quizá parcialmente casuales, van a
surgir fácilmente muchos errores. Así, el sistema astronómico tolemaico, aunque
estuviera errado, permitía deducir algunas verdades materiales, que podían ser útiles a
los navegantes, a los viajeros, etc., pero esas verdades no estaban bien fundamentadas,
por lo que el peligro de caer en errores era grande si el campo de la experiencia se
agrandara.

En el ejemplo propuesto del billete, Livi diría que el sujeto ha juzgado bien
según su evidencia disponible. Pero, ignorando el contexto más amplio, es decir, la
existencia de muchos billetes falsos, no sintió la necesidad de ser más exigente en la
justificación, por ejemplo buscando métodos más seguros para saber que su dinero era
auténtico, precisamente para saberlo de un modo adecuadamente justificado.

Un principio de la lógica clásica podría ayudarnos en este sentido: ex absurdo


sequitur quodlibet (de lo absurdo se sigue cualquier cosa). Esto significa que de un
fundamento inadecuado (no necesariamente absurdo o falso) se puede también
concluir “cualquier cosa”, es decir, concluir lo verdadero o lo falso por mera
casualidad. El fundamento es inadecuado no sólo cuando las premisas son falsas, sino
también cuando no son seguras.

Pero aquí, una vez más, tenemos que recurrir a la contextualidad. Ciertas
evidencias pueden ser poco fiables si la experiencia ha demostrado que son así. El
principio se puede aplicar a la fe en una persona sobre la base de su credibilidad. Si la
persona es fiable, y lo ha demostrado anteriormente, podemos creer en lo que dice con
una seguridad razonable, obviamente nunca absoluta. Si, en cambio, se vio que no era
tan fiable, entonces creer en lo que dice puede ser peligroso. El fundamento, que en
este caso es su credibilidad, no es seguro.
12

4. Conclusión

El conocimiento humano, y éster es el punto central que puede sacarse de una


consideración de conjunto de la filosofía de Livi, es riguroso como consecuencia de la
lógica alética, y a la vez es parcial, por tanto abierto al progreso y a las
rectificaciones. El ámbito de la comprensión intelectual fuerte es el de los primeros
principios del “sentido común”, que yo prefiero llamar “experiencia ontológica
originaria”. Sólo el racionalismo exige condiciones extremas de una certeza absoluta,
lo que por reacción genera el escepticismo. El punto más importante de la lógica
epistémica de Livi es el valor existencial de los principios de la experiencia metafísica
originaria. No basta la afirmación de principios universales y necesarios si no se
reconoce el enraizamiento de nuestra inteligencia en la realidad existencial del ser.

Vous aimerez peut-être aussi