Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Antonio Livi y el
problema de Gettier
1. La lógica epistémica
Con esta contribución querría ante todo agradecer a Antonio Livi, colega
filósofo, amigo y también maestro, de quien recuerdo con alegría haber recibido hace
años un bonito curso de Filosofía de la Educación y un seminario sobre el De
Magistro de San Agustín, en el que ya estaba presente de modo germinal la
problemática que lo ha ocupado en su larga y rica trayectoria filosófica. En estas
páginas voy a proponer una reflexión a propósito de su reciente publicación Le leggi
del pensiero1, un libro que contiene la formulación más madura de la filosofía de la
lógica –lógica alética– propuesta por Livi con empeño y creciente coherencia en toda
su producción filosófica precedente.
1
A. Livi, Le leggi del pensiero, Ed. Leonardo da Vinci, Roma 2016. Me referiré a esta obra
con las iniciales LP. Las traducciones son mías.
2
los motivos por los que un sujeto pensante está cierto de que lo que piensa es
verdadero (LP, 11)
el tipo de “justificación epistémica” que puede llevar al sujeto pensante a pasar de una
determinada hipótesis de juicio a un juicio formulado de modo apodíctico, aun dentro
de los límites restringidos del enunciado (LP, 11).
Según nuestro autor, el punto más alto del conocimiento es el juicio de verdad,
un juicio indisociable de la certeza (LP, 68-78) y siempre planteado en la línea de la
verdad lógica, entendida como adecuación (adaequatio) de la mente a la realidad (LP,
21-22; 72). Livi no se detiene especialmente en la noción metafísica de verdad como
conformidad al ser extra-mental, sino más bien en la verdad entendida como
coherencia de lo que se dice en el juicio con los datos que el sujeto posee
efectivamente2, una noción en la que está ya implícita la condición de base de la
justificación de la verdad de una aserción.
2
Cfr. A. Livi, La ricerca della verità, Ed. Leonardo da Vinci, Roma 2003, 2ª ed. revisada y
ampliada, así como LP, 65 e 72.
3
Significativamente el autor cita a Chisholm in LP, 92. Cfr., sobre este tema, Th. Williamson,
in Knowledge and Its Limits, Oxford University Press, Oxford 2000. No puedo entrar en estas
páginas en este debate, en el que es importante la distinción entre saber y conocer, quizá
menos nítida en inglés porque ambas nociones se dicen con el verbo to know. Los analíticos
3
Parece obvio que toda afirmación como S es p pretende decir la verdad y que el
sujeto que la sostiene sea capaz de ofrecer una explicación de los motivos por los
cuales ha llegado a hacer tal aserción, pues de lo contrario su frase sería irracional.
Tradicionalmente esta explicación –justificación– será una razón (la premisa de algún
silogismo implícito), una intuición (“esto es verdad porque yo lo vi”) o un testimonio
(fe en el sentido clásico: “esto es verdad porque lo dice Fulanito”, que es una persona
autorizada y creíble). Oportunamente Livi hace notar que las opiniones, dudas e
incluso declaraciones de ignorancia se basan en esta estructura epistémica, porque
uno tiene que ser capaz de explicar, si se le pide, los motivos de sus dudas, sus
hipótesis, aduciendo al menos la falta de evidencia suficiente (LP, 70).
La justificación y por tanto la certeza de verdad del juicio, según Livi, no es, sin
embargo, sinónimo de una apodicticidad absoluta, sino relativa. En este sentido, la
sospecha de que nos encontrábamos ante una posición dogmática o racionalista cae.
El autor ha siempre insistido en que el sujeto, cuando sostiene algo, lo hace siempre
basado en la evidencia disponible en el momento en que juzga (LP, 81). Pero tal
evidencia puede cambiar y entonces el sujeto estará autorizado, es más, deberá
comprometerse a rectificar sus juicios anteriores.
Esto punto equivale a decir, en definitiva, que nuestros juicios pueden ser
ciertos, y a la vez falibles, lo que para nuestro autor no reduce el conocimiento a una
pura opinión, sin que jamás se llegue al saber (de otro modo, su posición sería
escéptica). Pero Livi reconoce que los juicios relativos a los primeros principios son
anglosajones usan el verbo creer no en su sentido clásico, sino como “asumir algo con certeza
como verdadero”.
4
irreformables (LP, 83), motivo por el cual la relatividad de los juicios ordinarios (no
los de los primeros principios), como que “tengo ante mí una manzana” (el ejemplo es
mío) no supone escepticismo, es decir, un falibilismo absoluto. Esa frase, sin
embargo, justificada por la percepción, es un verdadero conocimiento dotado de
certeza, según los principios de LP, sólo que es relativo a la evidencia disponible. Se
admite, por tanto, que eventualmente la manzana podría ser un engaño y que yo en el
futuro podría darme cuenta de que me había equivocado. Esta posibilidad no se puede
excluir.
2. Todo juicio, con excepción de los juicios sobre los primeros principios, es
siempre relativo y contextual a una situación epistémica del sujeto, por lo que en
principio será siempre reformable (LP, 68; LP, 85-86, con una significativa cita del
Cusano). Según Livi esta es una de las leyes fundamentales del pensamiento
verdadero:
La certeza del juicio (…) expresa sólo lo que al sujeto pensante le resulta evidente en el
momento en que juzga (LP, 86).
Este punto está relacionado con el hecho de que el juicio está siempre sostenido
por una posible justificación (LP, 86, con una referencia al célebre texto platónico de
Teeteto 163-210). Para no ser irracional, el juicio expresado por un sujeto
cognoscente se tiene que basar siempre en ciertos datos poseídos por el que juzga, y
que son el fundamento de su juicio. La posibilidad de que esos datos eventualmente
puedan cambiar en otro momento de la vida cognitiva del sujeto hace que todo juicio
sea sólo relativamente apodíctico, es decir, que sea esencialmente falible, como
reconoce Livi citando a Mario Alai en LP, 87.
Nuestro autor, sin embargo, rechaza el falibilismo, porque todo juicio, aunque
sea hipotético, es apodíctico –cierto e indudable en algún sentido–, en cuanto allí se
afirma con certeza una verdad (por ejemplo, la verdad de una opinión p que así
contradice decir que p es cierta). Pero tal verdad en el fondo es hipotética y
condicionada, incluso de modo consciente, pues esto equivale a decir que tal
afirmación está abierta a una posible revisión (afirmo p, pero mañana podría
convencerme de que no p). Personalmente encuentro cierta dificultad en la
formulación de esta tesis, aun reconociendo que los juicios ordinarios como que “yo
ahora estoy en la plaza Navona de Roma” son ciertos y a la vez falibles, de modo que
comprendo lo que Livi quiere decir.
Su postura, por otro lado, no es de ningún modo falibilista, dado que él no sólo
reconoce que los juicios sobre los primeros principios son irreformables, sino que
sostiene que todo juicio está siempre justificado en tanto que se encuentra en una
relación holística con el conjunto de los primeros principios del sentido común (LP,
93 ss). Esta relación es una certeza metafísica (LP, 73) (por ejemplo, la no-
contradicción), mientras que los juicios contingentes, como son los juicios empíricos
y fácticos, son certezas físicas.
6
El juicio es la sede de la verdad lógica, y todo juicio es un acto reflexivo con el que el
sujeto verifica si su intellectus tiene la necesaria “adaequatio a la res”, es decir, si su
mente está en posesión de los datos suficientes para pronunciarse sobre su objeto (LP,
121).
4
Cfr. por ejemplo, Th. Williamson, Knowledge as Evidence, “Mind”, 106 (1997), pp. 717-
742.
5
No creo que Livi sea encuadrable unívocamente en ninguna de estas corrientes
gnoseológicas convencionales.
7
Esta posibilidad es, obviamente, una raíz del error. Los juicios son perfectibles
(LP, 89) no sólo porque pueden ser parciales, sino también erróneos. Sin duda,
ninguno quiere cometer un error cuando juzga, pero tampoco se puede exigir que cada
uno suspenda su juicio cuando la evidencia es insuficiente o inadecuada, porque el
problema es que la gente –por supuesto, nosotros mismos– no se da cuenta de tal
insuficiencia.
Según Livi
6
Cfr. A. Livi, Il principio di coerenza, Armando, Roma 1997; Filosofia del senso comune.
Logica della scienza e della fede, Ed. Leonardo da Vinci, Roma 2010.
8
Pienso que nuestro autor podría estar de acuerdo con estas precisiones. La
conciencia crítica, por tanto, podría ser no suficientemente crítica, o no ser una plena
conciencia. Es coherente con este punto la distinción que se establece entre saber y
conocimiento: el conocimiento requiere
cierta reflexión adecuada sobre los datos del conocimiento inmediato, cosa que ocurre
siempre (a veces de modo inconsciente) al formular un juicio (LP, 173)
mientras que
tiene que ser la facultad apetitiva (el sentimiento, las pasiones, la voluntad) lo que
causa el error, alterando el recto funcionamiento de la facultad cognitiva (LP, 150).
sin haber reflexionado suficientemente sobre los datos en su posesión, de modo que ha
juzgado el objeto de su pensamiento de modo inadecuado (pensando menos de lo que
podía pensar racionalmente, o más de lo que se podía pensar razonablemente (LP, 144).
voluntad. En muchos casos será así, sin duda. Pero no podemos exigir que nuestra
inteligencia sea idealmente tan aguda como para poder siempre darse cuenta de que
no puede justificar sus afirmaciones, porque en este caso no podríamos juzgar casi
nunca, es decir, habría que exigir un esfuerzo casi ascético para inhibir nuestros
juicios poco fundamentados.
porque si así fuera no podría más tarde darse cuenta del error cometido
anteriormente(LP, 150).
Pero es que no sería la mente la que causa el error, sino su falta de claridad,
sabiendo que la claridad mental no siempre es la misma en su grado de luminosidad.
Me parece más sencillo y más conforme a la experiencia de nuestros errores y de los
errores de los demás reconocer que nuestra inteligencia no siempre es tan clara como
para poder reconocer siempre con facilidad la evidencia adecuada que puede
justificar una aserción o la falta de evidencia.
3. El problema de Gettier
7
Cfr. E. Gettier, Is Justified True Belief Knowledge?, “Analysis”, 23 (1963), pp.121-123.
En las obras publicadas por nuestro autor no he encontrado una referencia a este problema.
10
juicio resulta que es verdadero, no diríamos que yo tenga un real conocimiento, ni que
haya conocido una verdad. Una verdad conocida casualmente no es un auténtico
conocimiento. El juicio en este caso será verdadero sólo materialmente, pero no
formalmente.
En el ejemplo propuesto del billete, Livi diría que el sujeto ha juzgado bien
según su evidencia disponible. Pero, ignorando el contexto más amplio, es decir, la
existencia de muchos billetes falsos, no sintió la necesidad de ser más exigente en la
justificación, por ejemplo buscando métodos más seguros para saber que su dinero era
auténtico, precisamente para saberlo de un modo adecuadamente justificado.
Pero aquí, una vez más, tenemos que recurrir a la contextualidad. Ciertas
evidencias pueden ser poco fiables si la experiencia ha demostrado que son así. El
principio se puede aplicar a la fe en una persona sobre la base de su credibilidad. Si la
persona es fiable, y lo ha demostrado anteriormente, podemos creer en lo que dice con
una seguridad razonable, obviamente nunca absoluta. Si, en cambio, se vio que no era
tan fiable, entonces creer en lo que dice puede ser peligroso. El fundamento, que en
este caso es su credibilidad, no es seguro.
12
4. Conclusión