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(Mateo 6:13)
Fundamento Bíblico:
Mateo 6:9-13: Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea
Tu nombre. Venga Tu Reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El
pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros
perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal, Amén.
Introducción:
- Hemos llegado a la última petición del Padre Nuestro, así que hoy estaremos concluyendo esta serie
de enseñanzas sobre la oración que nos enseñó nuestro Salvador.
- Como hemos visto, la oración guarda un orden maravilloso: primero Dios y su gloria, su reino y su
voluntad, para después pasar a nuestras necesidades como hijos suyos.
- Nuestras necesidades no son las que nosotros mismos muchas veces nos hemos creado, o las que el
mundo a nuestro alrededor nos ha hecho creer que necesitamos.
- Nuestras necesidades se ven resumidas en las tres últimas peticiones del Padre Nuestro:
- Estas tres últimas peticiones nos muestran nuestra fragilidad y dependencia de Dios, tanto física como
espiritualmente.
Para poder vivir requerimos del alimento suficiente y del vestido y un lugar para protegernos del calor
y el frío.
Si Dios no nos provee de ello, no tardamos mucho tiempo en morir.
- Y tanto pedir perdón como rogar para ser guardados de la tentación nos enseña cuán débiles e
incapaces somos espiritualmente hablando.
Antes que nada quiero aclarar un posible mal entendido en esta última petición.
- Muchos se han cuestionado si puede ser una correcta traducción el hecho de pedir a Dios que
no meta a su pueblo en la tentación ya que la Escritura es clara cuando nos dice en la Epístola
de Santiago:
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal,
ni Él tienta a nadie” (Santiago 1:13)
- La Biblia Textual, que a mí criterio no hay ninguna traducción al español que se le iguale, es lejos
la mejor traducción que tenemos en nuestro idioma, esta traducción traduce precisamente como
no nos metas en pruebas.
El Señor Jesucristo nos mandó a pedir en oración y como una necesidad nuestra, que el Padre no
nos meta en pruebas. PERO…
…surgen un par de preguntas: Según el resto de las Escrituras,
- La Palabra de Dios en la carta a los Romanos nos enseña que Dios predestinó a los suyos para
que ellos se parecieran a Jesucristo, para reflejar el carácter de Él en su vida.
“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo,
para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29)
La santificación es el proceso mediante el cual Dios cada día que pasa va formando en nosotros el
carácter de su Hijo.
Y si bien en esta vida eso es algo que no acontecerá plenamente,
Todos aquellos quienes su única esperanza es Jesucristo, aquellos que por la gracia de Dios han
sido redimidos,
Han de saber que cada día Dios trabaja por medio de su Espíritu Santo para que así acontezca,
Y un día cuando le veamos cara a cara seremos como Él es.
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando
él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. (3) Y todo aquel que tiene esta
esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3:2-3)
- Ahora bien, algo que Dios utiliza para llevar a cabo este propósito, el de irnos conformando a la
imagen de Jesús, son las pruebas.
Las pruebas, según la Escritura, Dios las utiliza para purificar nuestra fe,
Es decir, para quitar de ella todo aquello que la estorba.
Esa es la imagen que nos da Pedro en su carta al hablar de la purificación de la fe así como se
purifica el oro:
1 Pedro 1:6-7 En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que
ser afligidos en diversas pruebas, (7) para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el
cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado
Jesucristo.
También encontramos al apóstol Pablo manifestando que los creyentes no solo nos gozamos en la
esperanza de la gloria de Dios sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, porque las
tribulaciones producen paciencia:
Romanos 5:1-5 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;
(2) por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la
esperanza de la gloria de Dios. (3) Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo
que la tribulación produce paciencia; (4) y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; (5) y la esperanza no
avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue
dado.
Santiago 1:2-4 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, (3) sabiendo que la
prueba de vuestra fe produce paciencia. (4) Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y
cabales, sin que os falte cosa alguna.
Leamos un último texto de la Escritura que relaciona la paciencia, la fe, las tribulaciones y la gloria o
la dicha de los creyentes:
2 Tesalonicenses 1:3-4 Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto
vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás; (4) tanto, que
nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras
persecuciones y tribulaciones que soportáis.
Persecuciones o tribulaciones,
Momentos de dificultad económica,
Enfermedades,
Problemas familiares, entre otras.
Dios las envía a nuestra vida para producir en nosotros paciencia.
La palabra paciencia, utilizada en estos textos, nos enseña la imagen de alguien que soporta algo sosteniéndolo.
Si utilizamos una imagen más vívida es como el músculo que se expone a esfuerzos para que se desarrolle o
adquiera resistencia.
- De ahí que los apóstoles y los creyentes se gozaran en sus pruebas,
- ¿Para qué son las pruebas? ¿Por qué vienen las pruebas a la vida de los creyentes?
Dios las trae para fortalecer nuestra fe y formar el carácter de su Hijo en nosotros que es finalmente
el propósito por el cual nos redimió.
Por lo tanto, si este es el propósito de las pruebas,
Pedir a Dios que no nos meta en pruebas es similar a un deportista olímpico que pretendiendo ganar
el oro le pide a su entrenador que no lo someta al sufrimiento de los duros entrenamientos.
El tema de las pruebas y la paciencia que estas producen es apasionante,
Y se podrían dedicar sermones enteros a ello,
Pero no es el propósito del presente sermón tratar con este tema,
Tan solo nos es necesario mencionarlo para lograr comprender qué pedimos en la Sexta Petición
Y así tener claro cómo debemos orar y qué hemos de pedir.
- Si decimos que es mejor traducir No nos metas en tentación, y que esta es la petición que el
Señor nos dice que hagamos,
¿POR QUÉ LA BIBLIA DICE O NOS DICE QUE PIDAMOS QUE DIOS NO NOS META EN LA TENTACIÓN, COMO SI
ÉL LO HICIERA?
Y creo yo, como he dicho anteriormente, que es por esta razón por la cual muchos exégetas han
optado por la traducción no nos metas en pruebas.
Sin embargo, como continúo argumentado,
La Biblia se expresa de esta manara por una razón:
Pero,
No porque el mal proceda de Dios,
El mal procede de sus criaturas morales responsables,
Pero Dios es la causa primaria de todo sin ser el autor del mal.
Job 2:8-10 Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de ceniza. (9) Entonces le dijo
su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. (10) Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera
de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo
esto no pecó Job con sus labios.
Ahora bien, el mal del cual Job dice que proviene de Dios, ¿quién lo había ejecutado? ¿Dios?
No, lo ejecutaron satanás y los hombres.
Pero, ¿quién es el que ha planeado y decretado el mal que acontece a Job?
Dios mismo.
Ustedes recordarán que es Dios que al inicio del libro de Job le pregunta a Satanás:
“¿De dónde vienes?”, a lo que Satanás le responde: “De rodear la tierra y andar por ella”. E
inmediatamente Dios le pregunta: “¿No has considerado a mi siervo Job?”.
Esto le basta a Satanás para ensañarse contra Job y traer todas estas calamidades y males.
Pero, si es Satanás quien ejecuta el mal,
¿por qué Job atribuye a Dios, no en soberbia, sino en humildad y en reconocimiento de la soberanía
de Dios, que tanto el bien como el mal, lo recibe finalmente del Altísimo?
Porque todo, en últimas, depende enteramente de la determinación de Dios.
Amós 3:6 ¿Se tocará la trompeta en la ciudad, y no se alborotará el pueblo? ¿Habrá algún mal en la ciudad, el
cual Jehová no haya hecho?
- Así mismo, cuando nuestro texto de estudio nos dice: No nos metas en tentación,
Muestra nuestra dependencia final y completa en Dios para mantenernos firmes frente al pecado.
El primer paso en la caída en el pecado, es descuidar los tiempos de oración.
No orar es condenarse a vivir fracasando ante las tentaciones que se presentan.
- La Nueva Versión Internacional traduce mejor la idea de la Sexta Petición:
Esta traducción no solo acierta en la primera parte sino también en la segunda, cuando traduce en
lugar de mal, maligno.
En la sexta petición pedimos, pues, no por dos asuntos diferentes,
Como si el primero fuera la protección contra la tentación
Y en la segunda parte como una petición por protección contra el maligno,
Sino que en la sexta petición pedimos protección contra la tentación,
Y se menciona además de ello al diablo o al maligno por una razón:
Santiago 1:13-14 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser
tentado por el mal, ni él tienta a nadie; (14) sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es
atraído y seducido.
1 Tesalonicenses 3:5 Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no
sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano.
Pues cuando Jesús estaba siendo tentado en el desierto por el diablo la Escritura se refiere a él en
Mateo 4:3 como el tentador.
Y lo vemos además tentado a Eva en el Jardín del Edén.
- Una vez que hemos comprendido que la sexta petición se refiere exclusivamente a la protección de Dios
frente a la tentación.
- En la respuesta del catecismo vemos que describen la tentación como un combate espiritual, y
se pide para que finalmente logremos la victoria.
Pero si es Dios quien nos protege contra la tentación y en nosotros mismos somos tan débiles que
ni por un instante podríamos hacerle frente a la tentación,
¿por qué luchamos contra ella?
O, ¿esta lucha contra la tentación es simplemente un esperar en Dios y confiar en Él para su
protección?
¿A la tentación nosotros como creyentes le hacemos frente o simplemente dejamos todo en las
manos de Dios?
- En esta petición sucede algo muy similar a la petición del pan diario, porque si bien es Dios quien
nos provee de alimento y sustento y debemos confiar en Él y esperar en Él para nuestra provisión
sin desesperarnos o angustiarnos, eso no significa que el pan llegará a nuestra mesa si no
trabajamos diligentemente con nuestras manos.
Así mismo, en la tentación todo el poder para guardarnos se encuentra en Dios y en su bondad hacia
nosotros, si Él no nos guarda nosotros sucumbimos.
Pero ello no significa que seamos pasivos cuando la tentación nos hace frente o incluso antes de
que ella nos haga frente
Sino que peleamos con todas nuestras fuerzas, pero no confiando en ellas.
La batalla contra la tentación y nuestra lucha empieza mucho antes de que esta aparezca.
La batalla contra la tentación inicia cuando nos postramos ante Dios a orar. “
Velad y orad, para que no entréis en tentación”, le dijo Jesús a sus discípulos.
- No apartar un tiempo de oración diario es como esperar que Dios ponga el pan en nuestra mesa
mientras nosotros en lugar de trabajar, descansamos.
El resultado de tal actitud lo expresa claramente el apóstol Pablo: el que no trabaja que no coma.
Así mismo, el que no ora, al venir la tentación, será una presa fácil ante ella.
Así mismo no tener un tiempo de oración diario implica una constante derrota espiritual.
Un ceder constante a la tentación.
Santiago 1:13-15 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser
tentado por el mal, ni él tienta a nadie; (14) sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es
atraído y seducido. (15) Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado,
siendo consumado, da a luz la muerte.
- Así que la tentación es aquello que se presenta ante nosotros y que a causa de la maldad que
mora en nosotros, nos sentimos atraídos ante aquello.
Nosotros somos tentados porque dentro de nosotros todavía mora un residente que quiere aferrarse
y deleitarse en todo aquello que desagrada a Dios y va en contra de Dios.
Ese residente es nuestra naturaleza caída.
Aquella con la cual nacimos.
Que por la gracia de Dios ha perdido su poder,
Pero que todavía tiene suficiente para seducirnos.
Romanos 7:18-24 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí,
pero no el hacerlo. (19) Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. (20) Y si hago lo
que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. (21) Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo
esta ley: que el mal está en mí. (22) Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; (23) pero veo
otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que
está en mis miembros. (24) ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
El apóstol Pablo gemía dentro de él porque sabía que en él había suficiente candela como para
incendiar un bosque entero.
Si bien la tentación no implica que nosotros pequemos,
El hecho mismo de ser tentados nos habla algo respecto a nosotros.
Nos habla de nuestra maldad.
Nos delata que el pecado no es algo que simplemente cometemos,
Sino que el pecado lo cometemos porque nosotros mismos somos pecadores.
El problema es que dentro de nosotros todavía nos sentimos atraídos y seducidos hacia el mal, hacia
aquello que Dios aborrece.
La Escritura nos enseña que Satanás es un enemigo que procura nuestra caída mediante la
tentación.
- Y dice la Escritura:
(2 Corintios 2:11) “Para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus
maquinaciones”
Con un enemigo que lo tenemos tan cercano, dentro de nosotros mismos, porque somos nosotros
mismos;
Y con un enemigo tan astuto y potente como Satanás,
¿NO CREES QUE ES NECESARIO ROGAR AL SEÑOR CADA DÍA PARA QUE EN SU
MISERICORDIA NO NOS DEJE CAER EN LA TENTACIÓN?
Allí el hombre vivía no solo con todo lo necesario para vivir, sino que disfrutaba de aquello que le
sustentaba y disfrutaba de una relación con Dios.
Después de ceder a la tentación transgrediendo el mandato dado por Dios, fue expulsado de la
presencia de su Creador.
Su vida no solo llegaría al final sino que cada día de su vida iba a ser una carga pesada de llevar.
Muy pocas veces hemos pensado en Adán y en lo que fueron sus días después del Edén.
Todos los hombres hemos conocido el mundo en su estado caído.
Pero Adán, fue el único hombre, junto a su esposa, que después de solo conocer las bondades de
Dios y de gozar de la paz perfecta de Dios y su compañía, conoció y tuvo que vivir el resto de sus
días con la carga de que él, su esposa y sus hijos, vivieran en un mundo que traía muerte.
Y todo esto, tan solo por ceder a la tentación.
Al día de hoy la misa creación gime a una, dice la Escritura, esperando la redención de los hijos de
Dios, y nosotros tenemos que ver y escuchar malas noticias cada día como resultado de la caída en
el Edén.
Una tentación, un pecado, toda una historia de la humanidad manchada de muerte.
“Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. (15) Entonces la
concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la
muerte”.
Tiempo después, David describiría esos momentos posteriores a su pecado como tiempos en los
cuales empapó su almohada en lágrimas, donde sus huesos se secaron, donde gemía cada día.
Las consecuencias de su pecado lo acompañaron hasta el final de sus días, incluso cuando Dios ya
le había perdonado y restablecido su comunión con él.
- Finalmente, si queremos ver y apreciar, o más bien, despreciar el pecado y la tentación que llevó
a ese pecado, hemos de mirar a la cruz del Calvario.
Allí, hace dos mil años aproximadamente, Jesús gritaba: Dios mío, Dios mío, por qué me has
abandonado.
Y por la Escritura nosotros sabemos la respuesta ante el gemido del Señor Jesucristo.
Dios en ese momento le abandonó o más bien percibía el abandono de Dios porque estaba
derramando su ira sobre él a causa de mi pecado y mis pecados.
“Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador” (2 Corintios 5:21).
Jesús, Dios hecho hombre, inocente, santo y justo, fue tratado como pecador porque en el Edén
Adán cedió a la tentación, y nosotros hemos cedido a ella.
Cuando cedemos a la tentación estamos cediendo a aquello por lo cual el Hijo de Dios murió en la
cruz.
Tenemos suficientes razones para pedirle y rogarle a Dios a diario para que no nos deje caer en la
tentación.
Y Dios, que es fiel, nos guardará y nos dará juntamente con la tentación la salida.
1 Corintios 10:13 No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará
ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que
podáis soportar.
Romanos 7:18-25 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí,
pero no el hacerlo. (19) Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. (20) Y si hago lo
que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. (21) Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo
esta ley: que el mal está en mí. (22) Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; (23) pero veo
otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que
está en mis miembros. (24) ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (25) Gracias doy a
Dios, por Jesucristo Señor nuestro.