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Ecología : Conceptos básicos

Introducción
Todos los seres vivos tienen una manera de vivir que depende de su estructura y fisiología y
también del tipo de ambiente en que viven, de manera que los factores físicos y biológicos se
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combinan para formar una gran variedad de ambientes en distintas partes de la biosfera. Así, la vida
de un ser vivo está estrechamente ajustada a las condiciones físicas de su ambiente y también a las
bióticas, es decir a la vida de sus semejantes y de todas las otras clases de organismos que integran
la comunidad de la cual forma parte.(1)
Cuanto más se aprende acerca de cualquier clase de planta o animal, se ve con creciente
claridad que cada especie ha sufrido adaptaciones para sobrevivir en un conjunto particular
de circunstancias ambientales. Cada una puede demostrar adaptaciones al viento, al sol, a la
humedad, la temperatura, la salinidad y otros aspectos del medio ambiente físico, así como
adaptaciones a plantas y animales específicos que viven en la misma región.(2)

La ecología
Se ocupa del estudio científico de las interrelaciones entre los organismos y sus ambientes, y por
tanto de los factores físicos y biológicos que influyen en estas relaciones y son influidos por ellas.
Pero las relaciones entre los organismos y sus ambientes no son sino el resultado de la selección
natural, de lo cual se desprende que todos los fenómenos ecológicos tienen una explicación
evolutiva.
También podemos definir el término ecología como el estudio de las relaciones mutuas de los
organismos con su medio ambiente físico y biótico. Este término está ahora mucho más en la
conciencia del público porque los seres humanos comienzan a percatarse de algunas malas
prácticas ecológicas de la humanidad en el pasado y en la actualidad. Es importante que todos
conozcamos y apreciemos los principios de este aspecto de la biología, para que podamos
formarnos una opinión inteligente sobre temas como contaminación con insecticidas,
detergentes, mercurio, eliminación de desechos, presas para generación de energía eléctrica, y
sus defectos sobre la humanidad, sobre la civilización humana y sobre el mundo en que
vivimos
La voz griega oikos significa “casa” o “lugar para vivir”, y ecología (oikos logos) es
literalmente el estudio de organismos “en su hogar”, en su medio ambiente nativo. El término
fue propuesto por el biólogo alemán Ernst Haeckel en 1869, pero muchos de los conceptos de
ecología son anteriores al término en un siglo o más. La ecología se ocupa de la biología de
grupos de organismos y sus relaciones con el medio ambiente. El término auto-ecología se
refiere a estudios de organismos individuales, o de poblaciones de especies aisladas, y sus
relaciones con el medio ambiente. El término contrastante, sin-ecología, designa estudios de
grupos de organismos asociados formando una unidad funcional del medio ambiente. Los
grupos de organismos pueden estar asociados a tres niveles de organización: poblaciones,
comunidades y ecosistemas. En el uso ecológico, una población es un grupo de individuos de
cualquier clase de organismo, un grupo de individuos de una sola especie. Una comunidad en
el sentido ecológico, una comunidad biótica comprende todas las poblaciones que ocupan un
área física definida. La comunidad, junto con el medio ambiente físico no viviente comprende
un ecosistema. Así, la sin-ecología se interesa por las numerosas relaciones entre comunidades
y ecosistemas. El ecólogo estudia problemas como quién vive a la sombra de quién, quién
devora a quién, quién desempeña un papel en la propagación y dispersión de quién, y cómo
fluye la energía de un individuo al siguiente en una cadena alimenticia. El ecólogo trata de
definir y analizar aquellas características de las poblaciones distintas de las características de
individuos y los factores que determinan la agrupación de poblaciones en comunidades

Hábitat y nicho ecológico


Para escribir las relaciones ecológicas de los organismos resulta útil distinguir entre dónde vive un
organismo y lo que hace como parte de su ecosistema. Dos conceptos fundamentales útiles para
describir las relaciones ecológicas de los organismos son el hábitat y el nicho ecológico.
El hábitat de un organismo es el lugar donde vive, su área física, alguna parte específica de la
superficie de la tierra, aire, suelo y agua. Puede ser vastísimo, como el océano, o las grandes zonas
continentales, o muy pequeño, y limitado por ejemplo la parte inferior de un leño podrido, pero
siempre es una región bien delimitada físicamente. En un hábitat particular pueden vivir varios
animales o plantas.
En cambio, el nicho ecológico es el estado o el papel de un organismo en la comunidad o el
ecosistema. Depende de las adaptaciones estructurales del organismo, de sus respuestas fisiológicas
y su conducta. Puede ser útil considerar al hábitat como la dirección de un organismo (donde vive)
y al nicho ecológico como su profesión (lo que hace biológicamente). El nicho ecológico no es un
espacio demarcado físicamente, sino una abstracción que comprende todos los factores físicos,
químicos, fisiológicos y bióticos que necesita un organismo para vivir
Para describir el nicho ecológico de un organismo es preciso saber qué come y qué lo come a
él, cuáles son sus límites de movimiento y sus efectos sobre otros organismos y sobre partes no
vivientes del ambiente. Una de las generalizaciones importantes de la ecología es que dos
especies no pueden ocupar el mismo nicho ecológico.
Una sola especie puede ocupar diferentes nichos en distintas regiones, en función de factores como
el alimento disponible y el número de competidores. Algunos organismos, por ejemplo, los
animales con distintas fases en su ciclo vital, ocupan sucesivamente nichos diferentes.
Un renacuajo es un consumidor primario, que se alimenta de plantas, pero la rana adulta es un
consumidor secundario y digiere insectos y otros animales. En contraste, tortugas jóvenes de río son
consumidores secundarios, comen caracoles, gusanos e insectos, mientras que las tortugas adultas
son consumidores primarios y se alimentan de plantas verdes como apio acuático.

Poblaciones y sus características


Puede definirse la población como un grupo de organismos de la misma especie que ocupan un área
dada. Posee características, función más bien del grupo en su totalidad que de cada uno de los
individuos, como densidad de población, frecuencia de nacimientos y defunciones, distribución
por edades, ritmo de dispersión, potencial biótico y forma de crecimiento. Si bien los
individuos nacen y mueren, los índices de natalidad y mortalidad no son característica del individuo
sino de la población global. La ecología moderna trata especialmente de comunidades y
poblaciones; el estudio de la organización de una comunidad es un campo particularmente activo en
la actualidad. Las relaciones entre población y comunidad son a menudo más importantes para
determinar la existencia y supervivencia de organismos en la naturaleza que los efectos directos de
los factores físicos en el medio ambiente.
Uno de sus atributos importantes es la densidad, o sea el número de individuos que habitan en una
unidad de superficie o de volumen.
La densidad de población es con frecuencia difícil de medir en función del número de
individuos, pero se calcula por medidas indirectas como por ejemplo, los insectos atrapados
por una hora en una trampa.
La gráfica en la que se inscribe el número de organismos en función del tiempo es llamada curva
de crecimiento de población.
Tales curvas son características de las poblaciones, no de especies aisladas, y sorprende su similitud
entre las poblaciones de casi todos los organismos desde las bacterias hasta el hombre.La tasa de
nacimientos o natalidad, de una población es simplemente el número de nuevos individuos
producidos por unidad de tiempo.
La tasa de natalidad máxima es el mayor número de organismos que podrían ser producidos por
unidad de tiempo en condiciones ideales, cuando no hay factores limitantes.
La mortalidad se refiere a los individuos que mueren por unidad de tiempo. Hay una mortalidad
mínima teórica, la cual es el número de muertes que ocurrirían en condiciones ideales, consecutivas
exclusivamente a las alteraciones fisiológicas que acompañan el envejecimiento.
Disponiendo en gráfica el número de supervivientes de una población contra el tiempo se obtiene la
curva de supervivencia. De esas curvas puede deducirse el momento en que una especie particular
es más vulnerable. Como la mortalidad es más variable y más afectada por los factores ambientales
que por la natalidad, estos tienen una enorme 0influencia en la regularización del número de
individuos de una población
Los ecólogos emplean el término potencial biótico o potencial reproductor para expresar la
facultad privativa de una población para aumentar el número, cuando sea estable la
proporción de edades y óptimas las condiciones ambientales. Cuando el ambiente no llega a
ser óptimo, el ritmo de crecimiento de la población es menor, y la diferencia entre la
capacidad potencial de una población para crecer y lo que en realidad crece es una medida de
la resistencia del ambiente

La misión del ecólogo


Tanto en el medio rural como en el urbano son muchas las tareas que debe llevar a cabo el ecólogo
en el presente. Su misión fundamental, desde el punto de vista práctico, puede resumirse en una sóla
palabra: prevenir. Cualquier acción irracional que se produzca en el medio biológico trae como
consecuencia verdaderas reacciones en cadena. El consejo del ecólogo debe llegar antes y no
después, porque una vez iniciado el proceso destructivo del ambiente resulta muy difícil detenerlo.
La segunda misión del ecólogo es conservar, que no sólo implica evitar la destrucción sino
favorecer, a veces artificialmente, a las poblaciones cuya existencia peligra
Los biomas o zonas de vida
El bioma es una zona de vida dentro del globo terrestre o más precisamente un tipo principal de
hábitat en el que la vegetación dominante comprende algunos tipos característicos que reflejan las
tolerancias del ambiente y a la que se vinculan determinadas comunidades animales.
Es lógico que encontremos biomas acuáticos y continentales. Los primeros podrán subdividirse a su
vez en lacustres o palustres (correspondientes a las lagunas y lagos), fluviales (ríos) y marinos
(mares y océanos). En tierra firme podemos reconocer biomas específicos al bosque, la tundra, el
desierto, la pradera, la estepa y la selva. La biogeografía es una ciencia de síntesis, derivada de la
geografía y vinculada estrechamente a la biología, que intenta describir y explicar la distribución de
los seres animados en la Tierra. Aunque la comunidad biológica es indivisible, se ha subdividido el
campo de esta ciencia en dos grandes ramas: fitogeografía, que trata sobre la distribución de los
vegetales, y zoogeografía, de los animales. Decimos que esta disciplina es sintética porque parte de
datos analíticos que le brindan otras especialidades, tales como la botánica, la ecología, la zoología,
la geografía física, la edafología y la climatología. A partir de este gran cúmulo de información se
hace indispensable el rescate, entre los casos particulares, de las leyes básicas de la distribución
biológica

Conclusión
La ecología es la ciencia que estudia a los organismos en su propio hábitat, y las relaciones que
mantienen a los seres vivos con su entorno. Actualmente la ecología se encarga de preservar la
naturaleza y las especies en extinción.
Los niveles tróficos son aquellos que dividen una cadena alimentaria en: productores, consumidores
y descomponedores. Una cadena alimentaria es la transferencia de energía alimenticia a través de
una sucesión de organismos que producen, consumen, y a su vez son consumidos por otros.
La biomasa es la cantidad total de materia viviente en un momento dado y en un área determinada.
Un ecosistema es un sistema estable de tipo circular en el cual existe una constante interrelación
entre organismos vivos e inertes. Los componentes de un ecosistema son los productores,
consumidores y descomponedores. Y su estructuración consta de el biótopo y la biocenosis.
La diferencia entre hábitat y nicho ecológico es que el hábitat es el lugar en donde vive un
organismo (domicilio), y el nicho ecológico es el papel que desempeña en él (profesión).
Una red trófica es un conjunto de relaciones interespecíficas que forman parte de la cadena
alimentaria o trófica
Una población es un conjunto de individuos de la misma especie que ocupan un determinado
lugar, y comunidad es un conjunto de individuos de distinta especie que ocupan un
determinado territorio.
El potencial biótico se refiere a la capacidad de una población de aumentar en número.
Los distintos biomas terrestres son: tundra, taiga, bosque templado, pradera, bosque esclerófilo,
desierto y bosque tropical lluvioso
El concepto de ecología social
por Murray Bookchin – La tensión entre dos perspectivas ha alterado ya la moral del orden
social tradicional. Hemos comenzado una época que ya no se caracteriza por la estabilidad
institucional, sino por la decadencia de las instituciones. Una creciente alienación se extiende
sobre las formas, las aspiraciones, las demandas y todas las instituciones del orden
establecido. La más exuberante y dramática evidencia de esta alienación se dio en los años 60,
cuando la “revuelta juvenil” estalló en lo que intentó ser una contracultura o cultura paralela.
Ese período se caracterizó por algo más que la protesta y el nihilismo adolescente. Casi
intuitivamente, nuevos valores de sensibilidad, nuevos estilos de vida comunal, cambios en la
vestimenta, el lenguaje y música, todos ellos sustentados por la ola de un profundo sentimiento
de inminente cambio social, impregnaron a una considerable fracción de toda una generación.
Aún no sabemos en que sentido esa ola comenzó a decaer: si como un retroceso histórico o
como una transformación en un proyecto serio de desarrollo personal y social. Que los
símbolos de este movimiento se hayan convertido en artefacto de una nueva industria cultural
no altera los profundos efectos de tal movimiento. La sociedad occidental no volverá jamás a
ser la misma, más allá de los académicos despectivos y sus críticas de “narcisismo”.
Lo que le otorga significación a este incesante movimiento de desinstitucionalización e
ilegitimación es que ha hallado una sólida adhesión en un vasto estrato de la sociedad occidental. La
alienación alcanza no sólo a los pobres sino también a los relativamente acomodados, no sólo a los
jóvenes sino a sus mayores también, no sólo a los visiblemente explotados sino a los aparentemente
privilegiados. El orden dominante ha comenzado a perder la lealtad de ciertos estratos sociales que
tradicionalmente te brindaban su apoyo y sobre los cuales ese orden se apoyaba firmemente en
épocas previas
Ecología social, una nueva disciplina
En respuesta a esas necesidades hemos formulado una disciplina específica para nuestra época: la
ecología social. El mejor conocido término “ecología” fue acuñado por Ernst Haeckel en el siglo
pasado para definir la investigación de las interrelaciones entre animales, plantas y su entorno
inorgánico. Desde los días de Haeckel este término se ha ido expandiendo hasta incluir ecologías de
ciudades, de la salud y de la mente. Esta proliferación de una palabra en áreas tan dispares puede
aparecer particularmente deseable en una época que busca fervientemente algún tipo de coherencia
espiritual y unidad de percepción.
Pero el término “ecología” también puede ser extremadamente traicionero, al igual que otras
palabras recientes como “holismo” o “descentralización”, corriendo peligro de quedar suspendido
en el aire, sin raíces, ni contexto, ni textura. A menudo es utilizado como una metáfora, como un
tentador reclamo que pierde la lógica, potencialmente estimulante, de sus premisas.
Así es como la verdad radical de estas palabras pude ser fácilmente neutralizada. “Holismo” se
evapora en un suspiro místico, una expresión retórica del compañerismo y comunitarismo
ecologista que acaba siendo utilizada hasta en salutación como “holísticamente suyo”. Lo que
alguna vez fue una seria postura filosófica hoy se ve reducido a clisé ambientalista. Con
“descentralización” se da a entender comúnmente opciones logísticas al gigantismo, pero no a la
escala humana que haría posible una democracia íntima y directa.
Con ecología pasa peor aún. Demasiado a menudo se torna una metáfora, como la palabra
“dialéctica”, para cualquier clase de integración o desarrollo. Quizá más alarmante aún, ese término
ha identificado en los últimos años a una muy cruda forma de ingeniería natural que bien podría
denominarse “ambientalismo”.
Ecologistas y ambientalistas
Soy consciente de que muchos individuos orientados hacia el ecologismo utilizan indistintamente
“ecología” y “ambientalismo”. Aquí yo desearía establecer una distinción conveniente
semánticamente. Por “ambientalismo” propongo designar una perspectiva mecanicista e
instrumental que veía naturaleza como un hábitat pasivo, compuesto de “objetos” tales como
animales, las plantas, y los minerales, que deben administrarse del modo más aprovechable para el
uso humano. Según mi utilización del término, el “ambientalismo” tiende a reducir la naturaleza a
un depósito de “recursos naturales” o “materia primas”. Dentro de tal contexto, muy poco puede
extraerse del vocabulario ambientalista que se fundamente en una naturaleza social. Las ciudades
devienen “recursos urbanos”. Si la palabra “recursos” aflora tan frecuentemente en las discusiones
ambientalistas sobre naturaleza, ciudades e individuos, hay un factor, mucho más importante que el
mero uso del término, que esta en cuestión. El ambientalismo, tiende a considerar el proyecto
ecologista para lograr una relación armónica entre la humanidad y la naturaleza, más como una
tregua que como un equilibrio permanente. La armonía de los ambientalistas se centra en el
desarrollo de nuevas técnicas para saquear el entorno natural con la menor alteración posible del
hábitat humano. Los ambientalistas no cuestionan la premisa más básica de la sociedad
contemporánea: que la humanidad debe dominar la naturaleza. Más bien, trata de favorecer esta
noción mediante el desarrollo de técnicas que reduzcan los riesgos ocasionados por la irreflexiva
expoliación del medio ambiente.
Para distinguir ecología de ambientalismo y de otras definiciones abstractas y, a menudo,
confusionistas debo regresar a su origen y explorar su implicación directa sobre la sociedad. Dicho
brevemente, la ecología trata del equilibrio dinámico dentro de la naturaleza, de la interdependencia
entre lo, viviente y lo inanimado. Puesto que la naturaleza incluye también a los seres humanos, la
ciencia debe comprender el papel de la humanidad dentro del mundo natural; específicamente, el
carácter, la forma y la estructura de las relaciones humanas respectos a las demás especies y a los
substratos inorgánicos del entorno biológico. Desde un punto de vista crítico, la ecología presenta
de un modo amplio el enorme desequilibrio resultante de la división entre humanidad y mundo
natural. Una de las especies más raras del mundo natural, el Homo sapiens, se ha desarrollado lenta
y laboriosamente desde ese mundo natural hacia un mundo social propio. Puesto que ambos
mundos interactúan recíprocamente mediante fases evolutivas sumamente complejas es tan
importante hablar de una ecología social como hablar de una ecología natural.
Integración
Permítaseme recalcar que el error al estudiar esas fases de la evolución humana –que han producido
una larga sucesión de jerarquías, clases, ciudades y, finalmente, estados– se origina al ignorar el
concepto de “ecología social”. Desafortunadamente, esta disciplina ha sido bloqueada por acólitos
autoproclamados que continuamente intentar confundir todas las fases del desarrollo natural y
humano en una “unicidad” (no totalidad), universal, una monótona “noche en la que todos los gatos
son pardos”, para aplicar una de las cáusticas frases de Hegel, a un misticismo ampliamente
aceptado que se disfraza con la verborragia ecologista. Por lo menos, nuestro común uso del
término “especie” para referirnos a la riqueza de la vida que nos rodea, debería alertarnos sobre el
hecho de la especificidad, de la particularidad, la rica abundancia de seres y cosas diferenciadas que
constituyen el motivo básico de la ecología natural. El explorar esas diferencias, el examinar las
fases que colaboraron para su existencia, con el largo desarrollo humano de la animalidad a la
sociedad –un desarrollo latente, con tantos problemas como posibilidades– implicaría hacer de la
ecología social una de las disciplinas más aptas para reforzar nuestra crítica del actual orden social.
Pero la ecología no sólo aporta una crítica de la separación entre humanidad y naturaleza; también
afirma la necesidad de subsanarla. Más aún, afirma la necesidad de trascenderla radicalmente.
Como señalara E. A. Gutkind: “La meta de la ecología social es la totalidad y no la mera suma de
innumerables detalles tomados al azar e interpretados subjetiva e insuficientemente”. La ciencia se
ocupa de las relaciones sociales y naturales en las comunidades o “ecosistemas” [2]. Al concebirlos
holísticamente, es decir, en los términos de su interdependencia mutua, la ecología social busca
descubrir las formas y modelos de interrelación que permiten comprender una comunidad, ya sea
natural o social. El holismo, en este caso es resultado de un esfuerzo consciente para discernir cómo
se ordenan las particularidades de una comunidad, cómo su geometría (según lo plantearían los
antiguos griegos) hace que el todo sea más que la suma de sus partes. Por ello, la totalidad a la que
Gutkind hace referencia no debe confundirse con una unicidad espectral que torna a la disolución
cósmica en un nirvana sin estructura alguna; la totalidad es una estructura ricamente articulada que
posee una historia y una lógica internas propias. Lo hasta aquí expresado basta para señalar que la
totalidad no es una universalidad pálida e indiferenciada que supone la reducción de un fenómeno a
lo que tiene de común con alguna otra cosa. Ni tampoco es una energía celestial, omnipresente, que
reemplaza las vastas diferencias materiales que constituyen el reino animal y el ámbito social. Por
lo contrario, la totalidad comprende las diversas estructuras, articulaciones y mediaciones que le
otorgan al todo una rica variedad de formas y le incorporan cualidades únicas a aquello que una
mentalidad estrictamente analítica reduciría habitualmente a detalles “innumerables” y “casuales”.
Términos como “totalidad”, “integridad” y aún “comunidad”, poseen matices peligrosos para
una generación que ha conocido el fascismo y otras ideologías totalitarias. Tales palabras
evocan imágenes de una “totalidad” lograda mediante la homogeneización, la estandarización
y la coordinación represiva de los seres humanos. Estos temores se ven reforzados por una
totalidad que parece estipular una finalidad inexorable al curso de la historia humana –lo que
implicaría un concepto teológico estrecho, sobrehumano, de “ley social” que niega la
capacidad de la voluntad humana y la elección individual para dar forma al curso de los
acontecimientos sociales.
En realidad, tan totalitario concepto de “totalidad” se opone radicalmente al que hacen referencias
los ecologistas. Después de haber comprendido su elevada consciencia de la forma y la estructura,
llegamos ahora a un principio fundamental de la ecología: la totalidad ecológica no significa una
homogeneidad inmutable, sino más bien todo lo contrario: una dinámica unidad de diversidades. En
el reino natural el equilibrio y la armonía se logran mediante una diferenciación siempre cambiante,
mediante una diversidad siempre en expansión. La sensibilidad ecológica, en efecto, es una función
no de simplificación y homogeneidad, sino de complejidad y variedad. La capacidad de un
ecosistema para mantener su integridad no depende de la uniformidad del medio ambiente, sino de
su diversidad. Pretender que la ciencia gobierne el vasto nexo vital de interrelaciones orgánicas en
todos sus detalles, es algo peor que arrogancia: es pura estupidez. Si la unidad en la diversidad
constituye uno de los principios cardinales de la ecología, la riqueza de bioelementos existente en
un sólo acre de terreno nos conduce a otro de los principios ecológicos básicos: la necesidad de
permitir un alto grado de espontaneidad natural. La apremiante sentencia: “Respetad la naturaleza”
tiene implicaciones concretas.
Por ello, deberíamos conceder una buena dosis de libertad de acción para la espontaneidad natural
de las variadas fuerzas biológicas que dan lugar a una situación ecológica diversificada. “Trabajar
con la naturaleza” implica, en gran medida, que debemos alentar la diversidad biótica que emerge
del desarrollo espontáneo de los fenómenos naturales. No quiero decir con esto que debamos
abandonarnos a una mítica naturaleza que esté más allá de la comprensión e intervención humanas
y que demande nuestra subordinación temerosa. Tal vez la conclusión más obvia que podamos
extraer de estos principios ecológicos sea la observación de Charles Elton: “El futuro del planeta
tiene que ser administrado, pero tal administración no deberla asemejarse a una partida de ajedrez,
sino más bien a timonear una embarcación”. Lo que la ecología, tanto natural como social, puede
pretender enseñarnos es el modo de hallar el curso y descubrir la dirección de la corriente
¿Qué propone la idea de ecología social?
En términos concretos: ¿Qué temas atormentadores propone la ecología social a nuestro tiempo y al
futuro? Al restituir una vinculación más avanzada con lo natural, ¿será factible lograr un nuevo
equilibrio entre humanidad y naturaleza mediante una sensitiva educación de nuestras prácticas
agriculturales, nuestras áreas urbanas y nuestras tecnologías a los requerimientos naturales de una
región y de los ecosistemas que fa componen? ¿Podemos lograr una drástica descentralización de la
agricultura que haga posible cultivar la tierra como si fuese un jardín, equilibrado por la diversidad
de su fauna y flora? ¿Requerirán tales cambios la descentralización de nuestras ciudades en
comunidades a escala moderada, generando una nueva y armónica relación entre aldea y campo?
¿Qué tecnología se requerirá para lograr estas metas, evitando el incremento de la polución del
planeta? ¿Qué instituciones se precisarán para crear una nueva esfera pública, que relaciones
sociales serán necesarias para dar origen a una nueva sensibilidad ecológica, que formas de trabajo
para volver creativa y gozosa la práctica humana, qué tamaño y población tendrán las comunidades
a escala humana para ser controlables por todos? ¿Qué tipo de poesía? Cuestiones concretas:
ecológicas, sociales, políticas, de comportamiento se nos abalanzan como un torrente que hasta hace
muy poco fue refrenado por las ideologías y los hábitos de pensamientos tradicionales.
Que no nos quede ninguna duda al respecto: las respuestas que encontremos a tales cuestiones
tendrán una relación directa con la habilidad humana para sobrevivir en el planeta. Las tendencias
de nuestro tiempo están visiblemente dirigidas contra la diversidad ecológica: de hecho, apuntan
hacia una brutal simplificación de la biosfera íntegra. Las complejas cadenas alimentarias vienen
siendo socavadas despiadadamente por la aplicación de técnicas industriales en la agricultura, con el
resultado, en muchos lugares, de ver los suelos transformados en esponjas absorbentes de
fertilizantes químicos. El monocultivo sobre enormes superficies de tierra está borrando la variedad
natural, agrícola y aún fisiográfica. Inmensos cinturones urbanos están usurpando implacablemente
la campiña, sustituyendo la fauna y flora por hormigón, metales y vidrio y envolviendo vastas
regiones en una nube de polucionantes atmosféricos. En este masivo mundo urbano, la experiencia
humana se toma cruda y elemental, sujeta a toscos estímulos y a una crasa manipulación
burocrática. Una división nacional del trabajo está reemplazando la variedad regional y local,
reduciendo continentes enteros a inmensas fábricas humeantes y convirtiendo las ciudades en
ostentosos supermercados
La sociedad moderna está poniendo en peligro la complejidad biótica lograda por la evolución
orgánica. El gran movimiento vital, desde los más simples hasta las más complejas formas y
relaciones, está siendo revertido en dirección a un medioambiente que será capaz de soportar
sólo formas simples de vida. De continuar este retroceso de la evolución biológica al socavarse
las tramas alimentarias de las que depende la humanidad, estará en peligro la supervivencia
misma de la especie humana. Si continúa la reversión del proceso evolucionarlo, hay buenas
razones para creer que las precondiciones necesarias para la existencia de formas complejas
de vida serán destruidas irreparablemente y que el planeta será incapaz de mantenernos
como una especie viable.
En esta confluencia de crisis sociales y ecológicas no podemos permitirnos carecer de imaginación:
no podemos seguir ignorando al pensamiento utópico. Las crisis son demasiado serias y las
posibilidades demasiado arrebatadoras como para ser resueltas mediante los modos habituales de
pensamiento, aparte de ser éstos los originadores de dicha crisis. Años atrás, los estudiantes
franceses durante los alzamientos de mayo y junio de 1968 expresaron magníficamente este agudo
contraste de opciones en su slogan: “Seamos realistas, hagamos lo imposible”. A esta demanda, la
generación que se confrontará con el próximo siglo tendrá que agregarle este mandato más solemne:
“Si no hacemos lo imposible deberemos afrontar lo inconcebible

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